Capítulo 24
El sábado pasé uno de los mejores días de mi vida en el parque de atracciones. Desde el principio Sara congenió genial con mis hijas y se mostró encantadora con ellas, y mis niñas, qué decir, estaban como locas con Sara.
Se montó en varias atracciones con ellas, compartieron dulces, se hicieron mil fotos juntas…, en una jornada agotadora que terminó en nuestra casa comiéndonos los cuatro una hamburguesa del McDonald’s que cogimos para llevar. Y antes de acostarse, las tres se pintaron las uñas de los pies en su habitación, hasta que las niñas se quedaron dormidas después de un día tan largo.
Y Sara estuvo en la habitación con ellas hasta que las dos cayeron fritas.
Yo la esperé en el salón y ella apareció con una sonrisa de oreja a oreja, se notaba que también estaba muy cansada pero satisfecha.
―Tus hijas son encantadoras, me lo he pasado fenomenal, son muy graciosas… ―dijo dejándose caer en el sofá a mi lado.
―Muchas gracias por todo, hacía tiempo que no veía a las niñas tan contentas, te miraban con admiración…, te las has ganado con mucha facilidad.
―Ha sido muy fácil, ellas también han puesto de su parte…
―¿Te quieres quedar a dormir?, seguro que les hace ilusión verte por la mañana…
―No, no quiero confundirlas…, de momento prefiero que me vean como una amiga de papá…
―Sí, claro, perdona, no quería… ―dije desilusionado―, lo que pasa es que hoy no puedo llevarte a casa para no dejar a las niñas solas, y menos de noche…
―No te preocupes, ahora cojo un taxi y te aviso cuando llegue a casa…
―Gracias de verdad, pensé que no ibas a querer quedar hoy…
―¿Y eso?
―Bueno, como el finde pasado no viste a tus amigos, supuse que hoy tendrías ganas de salir con ellos…
―Por no verlos un par de semanas tampoco pasa nada, me gusta estar contigo y quería conocer a tus hijas, además…, así me viene bien para ahorrar un poco, antes del verano quiero independizarme…
―¿Cuándo vamos a volver a vernos?
―Cuando quieras…, si te apetece el finde que viene salir con mis amigos, me encantaría…, ya sé que no te caen muy bien, pero…
―Yo no he dicho eso… y con tal de estar contigo no me importa… ―Y me giré sobre ella para darle un beso en los labios.
Sara me correspondió y comenzamos a morrearnos en el sofá de manera sensual y cuando me quise dar cuenta, la mano de ella ya me estaba desabrochando los pantalones para colarse por mi calzón y agarrarme la polla. Aquel día no es que Sara fuera espectacular, pero me excitaba igual con su sudadera azul, unos vaqueros y zapatillas blancas y dejé que me la meneara hasta correrme en apenas tres minutos, en una deliciosa paja.
El siguiente finde salí de fiesta otra vez con sus amigos, aunque no es que me apeteciera mucho, porque luego estaba toda la semana hecho unos zorros… Y así fue pasando el otoño, viéndonos cada vez con más regularidad. Cenamos dos veces más con Daniel e Isabel y quedamos otra tarde con mis hijas en el cine.
No es que nos viéramos con toda la frecuencia que a mí me gustaría, pero yo estaba conforme con cómo iba avanzando nuestra relación y cuando llegaron las fiestas navideñas, me tocó estar la Nochebuena y la Navidad con las niñas, que las pasamos en Albacete, en casa de mis padres; pero en Nochevieja yo tenía la intención de perderme solo unos días por las islas Canarias y se lo comenté de pasada a Sara, sabiendo que ella iba todos los años con sus amigos a una casa rural; pero, por sorpresa, ella aceptó mi invitación e hicimos nuestro primer viaje juntos a Tenerife.
Estuvimos cinco días en el sur de la isla en un hotel cinco estrellas con todo incluido y solo salimos una tarde para hacer una excursión al Teide y otra al Puerto de la Cruz. El resto lo pasamos en la piscina del hotel y en la playa privada que tenía.
Lo único que hicimos fue comer, beber, tomar el sol y follar. Fue una tortura para mí estar viendo continuamente a Sara en topless en la playa y con unas braguitas brasileñas que se le metían por el culo, me daba mucha vergüenza que ella me viera empalmado casi de continuo, pero la muy cabrona estaba encantada en su papel y se paseaba con frecuencia de la toalla al agua, exhibiendo su cuerpazo, para deleite de todos los allí presentes.
Incluso en el hotel, que era solo para adultos, tampoco se cortó un pelo, y viendo que había un par de guiris en topless en la piscina, y que al parecer estaba permitido, ella también lo hizo, lo que todavía me dio más morbo.
Mostraba sus tetazas de manera impúdica y solo se ponía la parte de arriba del biquini para ir a pedir un cóctel en el bar de la piscina. Justo allí había un americano sentado solo en la barra, era rubio y llevaba una camisa blanca abierta. Aquel tío rondaría los sesenta años y el muy cabrón no dejaba de sonreír y, además, no le quitaba el ojo de encima a mi chica.
―Ese tío de ahí te está mirando las tetas… ―le dije a Sara mientras ella se recostaba en la hamaca con las gafas de sol puestas.
―Pues que mire lo que quiera…, ¿te molesta?
―No, claro que no…
Cuando Sara se bebió el cóctel, se incorporó y me pasó el bote de crema.
―Toma, échame por la espalda ―me pidió sentándose delante de mí y poniéndose de frente al extranjero, estirando la espalda para que el guiri contemplara su cuerpo.
Aquello me puso muy cachondo y otra vez me volví a empalmar con tan solo acariciar su espalda delante de ese cerdo. Al poco llegó una señora de las que había estado haciendo topless, que supuse que era su mujer, y se sentó a su lado; pero no por ello él se cortó un pelo y siguió babeando con Sara.
Subimos a la habitación con un calentón importante, no sé por qué me había puesto tan cachondo que ese viejo mirara descaradamente a Sara, pero ella estaba igual que yo y enseguida se me puso encima y echamos un buen polvazo.
Ni que decir tiene que el estar viendo a Sara desnuda casi todo el día en la playa, en la piscina, en la habitación del hotel, en la ducha, dormir con ella a mi lado con sus braguitas… me mantenía en un estado de excitación continuo y follábamos tres veces diarias; pero, a pesar de esos calentones que nos agarrábamos, Sara seguía utilizando siempre el preservativo y tampoco se había dignado a hacerme una mamada.
Yo tampoco es que se lo pidiera, me gustaba tal y como estábamos, todo llegaría, aunque me parecía cuando menos curioso que con Javier el primer día ya le hubiera permitido que se la metiera a pelo e incluso le hubiera comido la polla hasta que se corrió en su boca.
Sara quiso tensar la situación un poco más la siguiente tarde que nos encontramos con el guiri en la piscina del hotel. El tío se pasaba allí las horas muertas bebiendo una cerveza tras otra, con la cara roja por el sol y el alcohol y una permanente sonrisa en la boca.
Sara bajó en biquini, pareo y con las gafas de sol y, en cuanto se tumbó en la hamaca, se deshizo del pareo y de la parte de arriba, quedándose otra vez en topless ante la atenta mirada del extranjero, que afirmó con la cabeza fijándose en mí, como diciendo «tu chica está muy rica, enhorabuena».
―Ya está otra vez ese asqueroso, ¡qué hijo de puta!, es un descarado de narices…
―¿Ah, sí?, ni me había dado cuenta, no le hagas caso… ―dijo Sara subiéndose las gafas de sol y comprobando que él estaba sentado en la barra―. Voy a tomar algo, ¿qué te apetece? ―me preguntó incorporándose en la hamaca.
―Una crema de licor estaría bien…
―Ahora vuelvo…
Esta vez no se puso la parte de arriba del biquini y con las tetas al aire se fue decidida en dirección a donde estaba el guiri, sacándose las braguitas que se le habían metido entre los cachetes del culo. Me parecía muy indecoroso que Sara fuera a pedir la bebida de esa manera, pero mi polla estaba a punto de reventar el bañador y todavía empeoró la situación cuando vi que se ponía a hablar con el cerdo voyeur.
No sé qué se dirían, apenas estuvieron hablando un par de minutos y el guiri asintió con la cabeza, viendo ahora las tetazas de Sara a menos de un metro, hasta que se despidieron con dos besos. Después ella regresó a mi lado con un cóctel y mi crema de licor y una sonrisilla perversa de satisfacción.
―Joder, Sara, cuando vayas a pedir, cúbrete un poco, es demasiado…
―¿No te ha gustado?
―Sí, claro que me gusta, pero, hostia, que hasta el chiquillo que está de camarero seguro que está empalmado…
―Pues, entonces, ya sois tres…
―¿Tres?
―Sí, el camarero, el guiri y tú…, ja, ja, ja…
―¡Serás cabrona!, ¿ese tío también la tenía dura?
―Ya lo creo…, se le notaba bastante, casi como a ti…, por cierto, se llama Karl… y es americano…, de Portland…
―Uf…, estoy deseando subir a la habitación y echarte un polvazo…
―Mmmmmm, yo también, pero antes quiero que me tires unas fotos aquí, en la piscina…
―¿Ahora?
―Sí, ahora, con el cóctel…, coge mi móvil si quieres…
―No, da igual, casi prefiero con el mío…
―Claro, así te las quedas, ¿no?, qué listo…
―¿Te importa?
―Pues no…
Saqué el móvil y le tiré varias fotos a Sara en la tumbona de la piscina, luego se metió en el agua, por la parte que apenas cubría, y le hice unas cuantas más. Desde luego que una chica como Sara no pasaba desapercibida y enseguida llamamos la atención y me di cuenta de que todos estaban pendientes de nosotros.
Cuando terminé el reportaje, y con una erección de caballo, recogimos las toallas para subir a la habitación. Sara se puso la parte de arriba del biquini y, al pasar al lado del guiri, ella le pidió si nos podía hacer una foto juntos. Me quedé muy sorprendido, pero agarré a Sara de la cintura y posamos para que aquel pervertido nos hiciera una instantánea.
Pero si eso me sorprendió, todavía lo hizo más cuando Sara le preguntó a Karl si se quería hacer una foto con ella y él, por supuesto, accedió. Como un gilipollas y con mi propio móvil tuve que ver cómo ese tío agarraba a Sara de la cintura y encima les hice una foto de recuerdo. El muy cabrón no se cortó en tratar de ocultar la erección que lucía bajo las bermudas, aunque yo estaba igual, y después él sacó su móvil del bolsillo y encendió la cámara para luego pasármelo.
―Excuse me, could you take us a photo con my movil?
Esto ya era increíble, me estaba pidiendo que le hiciera una foto con su teléfono, y para mi sorpresa, Sara no se movía de su lado, por lo que accedí a su petición y como un capullo le hice una foto a aquel viejo mientras agarraba a Sara de la cintura, con la mano peligrosamente cerca de sus tetas. Más bien les hice tres, por si alguna salía mal.
No podía ser más idiota.
Al menos Sara había tenido la decencia de ponerse el biquini y cuando le devolví su móvil al guiri, me guiñó el ojo y me soltó algo así como.
―Congratulations, your wife is very very pretty…
Llegamos a la habitación con un calentón increíble y Sara todavía me quiso provocar un poco más.
―¿Te has puesto cachondo haciéndome una foto con ese tío?
―Joder, no, pero si tiene pinta de pervertido…
―Ja, ja, ja…, me ha encantado verte así, mmmmm, todo empalmado con su móvil en la mano…
―Le hemos dejado que te haga una foto con su móvil…, no me ha gustado eso, a saber lo que hará después con…
―¿Y qué va a hacer?, como mucho se hará una paja con mis tetas… y ya está…, ¿no te excita que ese cerdo se pajeé conmigo?
―Mmmmmmm, Sara…
Ya me tenía en la cama, tumbado bocarriba y abrió el cajón de la mesilla para sacar un condón.
―Quiero follarte a pelo…, hoy estoy muy cerdo… ―le pedí a Sara.
Pero ella hizo caso omiso y en unos segundos ya tenía el preservativo en la mano.
―¿No quieres ponerte esto? ―ronroneó meneándomela con dos dedos y apoyando el látex sobre mi capullo.
―No, quiero follarte como Álvaro… y como Javier…
―Mmmmm, hoy me tienes muy cachonda…, me ha encantado que me hagas una foto con ese asqueroso… ―susurró cubriendo mi polla con el condón y luego dejándose caer.
―Aaaaah, ¿por qué no me dejas que te folle como ellos?
―¿No te da morbo saber que con ellos he hecho otras cosas diferentes que a ti no te dejo?, a mí eso me pone mucho…
―Mmmmm, joder, Sara…, ¿y cuándo voy a poder…?
―No lo sé…, ya veremos más adelante… ―dijo mordiéndose el labio―, uf, hoy, como estoy a tope, voy a dejar que te pongas encima y me folles duro mientras te meto un dedito por el culo…
―Sara, no…
―¿No quieres…?… ―me preguntó dejando de cabalgarme para tumbarse en la cama con las piernas abiertas―, pero si te encanta…, mmmmm, vamos, ponte encima y méteme toda la polla…
Me situé entre sus piernas, Sara me la agarró con dos dedos y me pegó un par de sacudidas.
―Mmmm, me gusta mucho cuando estás… tan duro, mmmm, ven, aaaaah, aaaaah, ahora, métemela… ―Me dejé caer sobre ella y penetré su húmedo coño con mucha facilidad.
Enseguida noté la mano de Sara apretándome los glúteos para que la embistiera con fuerza y en un minuto ya tenía su dedo corazón aproximándose decidido a mi ojete.
―Sara, nooooo, deja que te folle…
―Sí, claro, fóllame, fóllame, pero… relaja el culito, mmmmm, relájalo, eso es…
Y en apenas quince segundos ya me lo había incrustado hasta el fondo. La muy cabrona no tardó en encontrar mi punto dulce, y cuando gimoteé de placer, ella ya sabía que solo era un muñeco de trapo en sus manos.
―No me puedo creer que te hayas puesto tan cachondo solo porque me haya hecho una foto con un viejo…
―¡Aaaaah, Sara, aaaaah, Diosssss!
―Lo mismo mañana me quito la parte de arriba del biquini y le dejo que me fotografíe así, ¿te gustaría?, tú mismo podrías hacernos la foto, seguro que se te pone más dura que hoy…
―Joder, Sara, cállate…
―Voy a empezar a pensar que te gusta verme con otros, siempre te calientan mucho estas situaciones, ¿te gusta eso, Pablo?, ¿te pone cachondo verme con otros tíos?
―¡Aaaaah, aaaaah, aaaaaah, noooooo, no me gusta…, aaaaah, Sara!, cállate o…
―¿Te vas a correr?, ja, ja, ja…, ¿ya?, te vuelve loco mi dedito, ¿eh?
―Mmmmm, mmmmm, nooooo…
―Entonces lo saco, ¿te parece? ―Y retiró su dedo, dejando que me la siguiera follando, pero clavando los dedos en mis nalgas―. Aaaaah, qué bueno, sigueeee, sigueeee… ¿Sabes?, a mí también me ha excitado jugar con ese viejo… delante de ti…
―Noooo, cállate, Sara, por favorrrr…
―¡Mmmmm, estoy taaaan cachonda! ―suspiró aproximando otra vez su dedo a mi entrada trasera.
Me agarró con fuerza los glúteos y yo empujé para metérsela lo más profundo que pude. Sara ya movía las caderas y salió a buscar mis embestidas. Estábamos muy cerca de corrernos los dos y ella lo sabía; por lo que quiso jugar conmigo antes de que terminara.
―¿Quieres que te lo vuelva a meter?, solo tienes que pedírmelo, Pablo, vamos, dime que te meta el dedo por el culo y lo haré…
―Aaaaah, Sara, noooo…
―No te resistas, sé que te encanta…, mmmmmm, aaaaah, qué bien me estás follando…
―¡Joder, aaaaah, joder! ―jadeé cuando ella me rozó con una uña en el ano.
Yo no podía aguantarme más, mi culo se relajó y casi fui yo el que buscó que me follara otra vez, buscando el contacto con su dedo mientras no paraba de penetrarla. Y el estrecho dedo de Sara se fue abriendo pasa entre mis paredes mientras ella sonreía satisfecha. Puso la otra mano en mi nalga y me apretó contra su cuerpo.
Ya no me iba a dejar escapar.
Entre gritos me corrí dentro de ella, me vacié con la imagen del guiri manoseando a Sara en el bar de la piscina, en un orgasmo tan intenso que parecía que llevaba semanas sin correrme.
Caí rendido sobre Sara, con nuestros cuerpos sudados, pero sin dejar de besarnos y ella me retiró el dedo del culo y me dio un par de palmaditas cariñosas en el glúteo.
―Mmmmm, muy bien, me ha encantado…
El resto de las vacaciones navideñas en Canarias fueron una tortura. Sara se las pasó casi desnuda en la inmensa mayoría del tiempo; si no era en la playa, era en la piscina y en la habitación apenas llevaba un tanguita o la parte de abajo del biquini.
Creo que debimos follar unas doce veces en cinco días, y Sara no dejó de provocarme durante la escapada romántica, aunque se llevó una pequeña decepción cuando al día siguiente ya no estaban en la piscina Karl y su mujer, que debían haberse ido.
A saber qué es lo que tenía en mente hacer con ese viejo pervertido.
De regreso a Madrid, algo había cambiado entre nosotros, parecía que ese viaje había sido el punto de partida para, ahora sí, formalizar nuestra relación. Todo iba perfecto con Sara, estábamos en nuestro mejor momento.
Y el lunes, de vuelta a la realidad, trabajando en la auditoría se me acercó Javier y me dio una noticia que no me esperaba.
―Ey, Pablo, he estado hablando con Fermín y parece ser que están buscando una persona para entrar a trabajar…, me ha dicho que van a llamar a la niñata de prácticas, ¿te acuerdas de ella? ―me preguntó Javier mientras mi corazón bombeaba a toda velocidad.
―Eh, sí, claro, ¿cómo no me voy a acordar de Sara?
―Sí, esa…, pues la van a llamar hoy para ver si puede empezar cuanto antes…, creo que la quieren básicamente para auditorías externas…, sin estar en ningún grupo en concreto; así que nos tocará viajar con ella alguna vez, aunque no tanto como antes…
―Bueno, primero tendrá que aceptar.
―Sí, claro, aunque yo espero que lo haga…, reconozco que me gusta trabajar contigo, pero ufff…, no me importaría que me la pusieran como compañera en alguna salida, todavía me acuerdo de lo buena que estaba… ―dijo mordiéndose los labios y al pasar a mi lado me dio unos golpecitos en la espalda antes de salir de la oficina― …y de lo facilona que era. A esa me la vuelvo a tirar como que me llamo Javier, ja, ja, ja. ―Y escuché cómo se alejaba por uno de los pasillos con su estúpida y engreída sonrisa.
Una gota de sudor perló mi frente y me quedé paralizado frente al ordenador. No podía ser. Ahora no. Estuve un par de minutos sin poder reaccionar y quise llamar a Sara para avisarla de que se iban a poner en contacto desde recursos humanos; pero preferí que fuera ella la que me diera la noticia, y hacerme el sorprendido, como si no supiera nada.
Todavía me quedaba la esperanza de que mi chica, como ya tenía trabajo fijo, no aceptara el puesto en nuestra empresa…, aunque sobre la una de la tarde sonó mi teléfono. Era Sara.
―¡Pablo!, ¡no te lo vas a creer!, me han llamado de la auditoría, quieren que me pase mañana y que firme cuanto antes… ―exclamó emocionada.
―Anda, no sabía nada…, ¿y qué vas a hacer?
―Me han mandado las condiciones y me interesa mucho, voy a ganar casi 600 euros más al mes que en la gestoría, y me van a hacer indefinida también, casi podría independizarme desde ya, ¡estoy muy contenta!
―¡Me alegro mucho, Sara!, pues mañana nos vemos y me dices…
―Claro, mañana me paso a verte…, un besazo.
Y así, sin esperármelo, y casi de un día para otro, Sara iba a comenzar a trabajar de nuevo en la auditoría… No tenía por qué ser una mala noticia, salvo por el cabrón de Javier, que ya me había dejado claras sus intenciones.
Tendría que hablar con Sara y pararle los pies a mi jefe desde el principio, pues la situación era muy distinta a cuando terminó las prácticas hacía casi cuatro meses.
Ahora «la niñata» era mi novia.
(Y con este capítulo termina la tercera parte del libro, quedan la cuarta y la quinta...)