La tentación de Sara

No comparto eso de que Sara no vale la pena. Pienso que Sara es honesta. En todo el relato, me parece a mi que en ningún momento ha prometido a Pablo algo que no esté cumpliendo.
Y lo que le pasa a Pablo es simplemente una lucha en su interior. Piensa de una manera en la posible relación con Sara mientras de su interior aflora un morbo y unas sensaciones que se apoderan de su voluntad y que se niega a reconocer.

Que Sara lo ve y lo utiliza para su placer, pues solo es mérito de Sara.

Deseando seguir leyendo más de esta historia de un gran escritor.
 
No comparto eso de que Sara no vale la pena. Pienso que Sara es honesta. En todo el relato, me parece a mi que en ningún momento ha prometido a Pablo algo que no esté cumpliendo.
Y lo que le pasa a Pablo es simplemente una lucha en su interior. Piensa de una manera en la posible relación con Sara mientras de su interior aflora un morbo y unas sensaciones que se apoderan de su voluntad y que se niega a reconocer.

Que Sara lo ve y lo utiliza para su placer, pues solo es mérito de Sara.

Deseando seguir leyendo más de esta historia de un gran escritor.
Qué sea honesta (qué no lo es), no quita que para Pablo no valga la pena, ya que él busca otra cosa que ella no se lo va a dar.

Ahora, si dices que se está resistiendo a lo que su interior le dice, que sería convertirse por completo en un cornudo consentidor que le gusta la humillación, ya es otra cosa. Creo que aún no lo sabemos ciertamente si es así.
 
Capítulo 24



El sábado pasé uno de los mejores días de mi vida en el parque de atracciones. Desde el principio Sara congenió genial con mis hijas y se mostró encantadora con ellas, y mis niñas, qué decir, estaban como locas con Sara.

Se montó en varias atracciones con ellas, compartieron dulces, se hicieron mil fotos juntas…, en una jornada agotadora que terminó en nuestra casa comiéndonos los cuatro una hamburguesa del McDonald’s que cogimos para llevar. Y antes de acostarse, las tres se pintaron las uñas de los pies en su habitación, hasta que las niñas se quedaron dormidas después de un día tan largo.

Y Sara estuvo en la habitación con ellas hasta que las dos cayeron fritas.

Yo la esperé en el salón y ella apareció con una sonrisa de oreja a oreja, se notaba que también estaba muy cansada pero satisfecha.

―Tus hijas son encantadoras, me lo he pasado fenomenal, son muy graciosas… ―dijo dejándose caer en el sofá a mi lado.
―Muchas gracias por todo, hacía tiempo que no veía a las niñas tan contentas, te miraban con admiración…, te las has ganado con mucha facilidad.
―Ha sido muy fácil, ellas también han puesto de su parte…
―¿Te quieres quedar a dormir?, seguro que les hace ilusión verte por la mañana…
―No, no quiero confundirlas…, de momento prefiero que me vean como una amiga de papá…
―Sí, claro, perdona, no quería… ―dije desilusionado―, lo que pasa es que hoy no puedo llevarte a casa para no dejar a las niñas solas, y menos de noche…
―No te preocupes, ahora cojo un taxi y te aviso cuando llegue a casa…
―Gracias de verdad, pensé que no ibas a querer quedar hoy…
―¿Y eso?
―Bueno, como el finde pasado no viste a tus amigos, supuse que hoy tendrías ganas de salir con ellos…
―Por no verlos un par de semanas tampoco pasa nada, me gusta estar contigo y quería conocer a tus hijas, además…, así me viene bien para ahorrar un poco, antes del verano quiero independizarme…
―¿Cuándo vamos a volver a vernos?
―Cuando quieras…, si te apetece el finde que viene salir con mis amigos, me encantaría…, ya sé que no te caen muy bien, pero…
―Yo no he dicho eso… y con tal de estar contigo no me importa… ―Y me giré sobre ella para darle un beso en los labios.

Sara me correspondió y comenzamos a morrearnos en el sofá de manera sensual y cuando me quise dar cuenta, la mano de ella ya me estaba desabrochando los pantalones para colarse por mi calzón y agarrarme la polla. Aquel día no es que Sara fuera espectacular, pero me excitaba igual con su sudadera azul, unos vaqueros y zapatillas blancas y dejé que me la meneara hasta correrme en apenas tres minutos, en una deliciosa paja.

El siguiente finde salí de fiesta otra vez con sus amigos, aunque no es que me apeteciera mucho, porque luego estaba toda la semana hecho unos zorros… Y así fue pasando el otoño, viéndonos cada vez con más regularidad. Cenamos dos veces más con Daniel e Isabel y quedamos otra tarde con mis hijas en el cine.

No es que nos viéramos con toda la frecuencia que a mí me gustaría, pero yo estaba conforme con cómo iba avanzando nuestra relación y cuando llegaron las fiestas navideñas, me tocó estar la Nochebuena y la Navidad con las niñas, que las pasamos en Albacete, en casa de mis padres; pero en Nochevieja yo tenía la intención de perderme solo unos días por las islas Canarias y se lo comenté de pasada a Sara, sabiendo que ella iba todos los años con sus amigos a una casa rural; pero, por sorpresa, ella aceptó mi invitación e hicimos nuestro primer viaje juntos a Tenerife.


Estuvimos cinco días en el sur de la isla en un hotel cinco estrellas con todo incluido y solo salimos una tarde para hacer una excursión al Teide y otra al Puerto de la Cruz. El resto lo pasamos en la piscina del hotel y en la playa privada que tenía.

Lo único que hicimos fue comer, beber, tomar el sol y follar. Fue una tortura para mí estar viendo continuamente a Sara en topless en la playa y con unas braguitas brasileñas que se le metían por el culo, me daba mucha vergüenza que ella me viera empalmado casi de continuo, pero la muy cabrona estaba encantada en su papel y se paseaba con frecuencia de la toalla al agua, exhibiendo su cuerpazo, para deleite de todos los allí presentes.

Incluso en el hotel, que era solo para adultos, tampoco se cortó un pelo, y viendo que había un par de guiris en topless en la piscina, y que al parecer estaba permitido, ella también lo hizo, lo que todavía me dio más morbo.

Mostraba sus tetazas de manera impúdica y solo se ponía la parte de arriba del biquini para ir a pedir un cóctel en el bar de la piscina. Justo allí había un americano sentado solo en la barra, era rubio y llevaba una camisa blanca abierta. Aquel tío rondaría los sesenta años y el muy cabrón no dejaba de sonreír y, además, no le quitaba el ojo de encima a mi chica.

―Ese tío de ahí te está mirando las tetas… ―le dije a Sara mientras ella se recostaba en la hamaca con las gafas de sol puestas.
―Pues que mire lo que quiera…, ¿te molesta?
―No, claro que no…

Cuando Sara se bebió el cóctel, se incorporó y me pasó el bote de crema.

―Toma, échame por la espalda ―me pidió sentándose delante de mí y poniéndose de frente al extranjero, estirando la espalda para que el guiri contemplara su cuerpo.

Aquello me puso muy cachondo y otra vez me volví a empalmar con tan solo acariciar su espalda delante de ese cerdo. Al poco llegó una señora de las que había estado haciendo topless, que supuse que era su mujer, y se sentó a su lado; pero no por ello él se cortó un pelo y siguió babeando con Sara.

Subimos a la habitación con un calentón importante, no sé por qué me había puesto tan cachondo que ese viejo mirara descaradamente a Sara, pero ella estaba igual que yo y enseguida se me puso encima y echamos un buen polvazo.

Ni que decir tiene que el estar viendo a Sara desnuda casi todo el día en la playa, en la piscina, en la habitación del hotel, en la ducha, dormir con ella a mi lado con sus braguitas… me mantenía en un estado de excitación continuo y follábamos tres veces diarias; pero, a pesar de esos calentones que nos agarrábamos, Sara seguía utilizando siempre el preservativo y tampoco se había dignado a hacerme una mamada.

Yo tampoco es que se lo pidiera, me gustaba tal y como estábamos, todo llegaría, aunque me parecía cuando menos curioso que con Javier el primer día ya le hubiera permitido que se la metiera a pelo e incluso le hubiera comido la polla hasta que se corrió en su boca.

Sara quiso tensar la situación un poco más la siguiente tarde que nos encontramos con el guiri en la piscina del hotel. El tío se pasaba allí las horas muertas bebiendo una cerveza tras otra, con la cara roja por el sol y el alcohol y una permanente sonrisa en la boca.

Sara bajó en biquini, pareo y con las gafas de sol y, en cuanto se tumbó en la hamaca, se deshizo del pareo y de la parte de arriba, quedándose otra vez en topless ante la atenta mirada del extranjero, que afirmó con la cabeza fijándose en mí, como diciendo «tu chica está muy rica, enhorabuena».

―Ya está otra vez ese asqueroso, ¡qué hijo de puta!, es un descarado de narices…
―¿Ah, sí?, ni me había dado cuenta, no le hagas caso… ―dijo Sara subiéndose las gafas de sol y comprobando que él estaba sentado en la barra―. Voy a tomar algo, ¿qué te apetece? ―me preguntó incorporándose en la hamaca.
―Una crema de licor estaría bien…
―Ahora vuelvo…

Esta vez no se puso la parte de arriba del biquini y con las tetas al aire se fue decidida en dirección a donde estaba el guiri, sacándose las braguitas que se le habían metido entre los cachetes del culo. Me parecía muy indecoroso que Sara fuera a pedir la bebida de esa manera, pero mi polla estaba a punto de reventar el bañador y todavía empeoró la situación cuando vi que se ponía a hablar con el cerdo voyeur.

No sé qué se dirían, apenas estuvieron hablando un par de minutos y el guiri asintió con la cabeza, viendo ahora las tetazas de Sara a menos de un metro, hasta que se despidieron con dos besos. Después ella regresó a mi lado con un cóctel y mi crema de licor y una sonrisilla perversa de satisfacción.

―Joder, Sara, cuando vayas a pedir, cúbrete un poco, es demasiado…
―¿No te ha gustado?
―Sí, claro que me gusta, pero, hostia, que hasta el chiquillo que está de camarero seguro que está empalmado…
―Pues, entonces, ya sois tres…
―¿Tres?
―Sí, el camarero, el guiri y tú…, ja, ja, ja…
―¡Serás cabrona!, ¿ese tío también la tenía dura?
―Ya lo creo…, se le notaba bastante, casi como a ti…, por cierto, se llama Karl… y es americano…, de Portland…
―Uf…, estoy deseando subir a la habitación y echarte un polvazo…
―Mmmmmm, yo también, pero antes quiero que me tires unas fotos aquí, en la piscina…
―¿Ahora?
―Sí, ahora, con el cóctel…, coge mi móvil si quieres…
―No, da igual, casi prefiero con el mío…
―Claro, así te las quedas, ¿no?, qué listo…
―¿Te importa?
―Pues no…

Saqué el móvil y le tiré varias fotos a Sara en la tumbona de la piscina, luego se metió en el agua, por la parte que apenas cubría, y le hice unas cuantas más. Desde luego que una chica como Sara no pasaba desapercibida y enseguida llamamos la atención y me di cuenta de que todos estaban pendientes de nosotros.

Cuando terminé el reportaje, y con una erección de caballo, recogimos las toallas para subir a la habitación. Sara se puso la parte de arriba del biquini y, al pasar al lado del guiri, ella le pidió si nos podía hacer una foto juntos. Me quedé muy sorprendido, pero agarré a Sara de la cintura y posamos para que aquel pervertido nos hiciera una instantánea.

Pero si eso me sorprendió, todavía lo hizo más cuando Sara le preguntó a Karl si se quería hacer una foto con ella y él, por supuesto, accedió. Como un gilipollas y con mi propio móvil tuve que ver cómo ese tío agarraba a Sara de la cintura y encima les hice una foto de recuerdo. El muy cabrón no se cortó en tratar de ocultar la erección que lucía bajo las bermudas, aunque yo estaba igual, y después él sacó su móvil del bolsillo y encendió la cámara para luego pasármelo.

―Excuse me, could you take us a photo con my movil?

Esto ya era increíble, me estaba pidiendo que le hiciera una foto con su teléfono, y para mi sorpresa, Sara no se movía de su lado, por lo que accedí a su petición y como un capullo le hice una foto a aquel viejo mientras agarraba a Sara de la cintura, con la mano peligrosamente cerca de sus tetas. Más bien les hice tres, por si alguna salía mal.

No podía ser más idiota.

Al menos Sara había tenido la decencia de ponerse el biquini y cuando le devolví su móvil al guiri, me guiñó el ojo y me soltó algo así como.

―Congratulations, your wife is very very pretty…

Llegamos a la habitación con un calentón increíble y Sara todavía me quiso provocar un poco más.

―¿Te has puesto cachondo haciéndome una foto con ese tío?
―Joder, no, pero si tiene pinta de pervertido…
―Ja, ja, ja…, me ha encantado verte así, mmmmm, todo empalmado con su móvil en la mano…
―Le hemos dejado que te haga una foto con su móvil…, no me ha gustado eso, a saber lo que hará después con…
―¿Y qué va a hacer?, como mucho se hará una paja con mis tetas… y ya está…, ¿no te excita que ese cerdo se pajeé conmigo?
―Mmmmmmm, Sara…

Ya me tenía en la cama, tumbado bocarriba y abrió el cajón de la mesilla para sacar un condón.

―Quiero follarte a pelo…, hoy estoy muy cerdo… ―le pedí a Sara.

Pero ella hizo caso omiso y en unos segundos ya tenía el preservativo en la mano.

―¿No quieres ponerte esto? ―ronroneó meneándomela con dos dedos y apoyando el látex sobre mi capullo.
―No, quiero follarte como Álvaro… y como Javier…
―Mmmmm, hoy me tienes muy cachonda…, me ha encantado que me hagas una foto con ese asqueroso… ―susurró cubriendo mi polla con el condón y luego dejándose caer.
―Aaaaah, ¿por qué no me dejas que te folle como ellos?
―¿No te da morbo saber que con ellos he hecho otras cosas diferentes que a ti no te dejo?, a mí eso me pone mucho…
―Mmmmm, joder, Sara…, ¿y cuándo voy a poder…?
―No lo sé…, ya veremos más adelante… ―dijo mordiéndose el labio―, uf, hoy, como estoy a tope, voy a dejar que te pongas encima y me folles duro mientras te meto un dedito por el culo…
―Sara, no…
―¿No quieres…?… ―me preguntó dejando de cabalgarme para tumbarse en la cama con las piernas abiertas―, pero si te encanta…, mmmmm, vamos, ponte encima y méteme toda la polla…

Me situé entre sus piernas, Sara me la agarró con dos dedos y me pegó un par de sacudidas.

―Mmmm, me gusta mucho cuando estás… tan duro, mmmm, ven, aaaaah, aaaaah, ahora, métemela… ―Me dejé caer sobre ella y penetré su húmedo coño con mucha facilidad.

Enseguida noté la mano de Sara apretándome los glúteos para que la embistiera con fuerza y en un minuto ya tenía su dedo corazón aproximándose decidido a mi ojete.

―Sara, nooooo, deja que te folle…
―Sí, claro, fóllame, fóllame, pero… relaja el culito, mmmmm, relájalo, eso es…

Y en apenas quince segundos ya me lo había incrustado hasta el fondo. La muy cabrona no tardó en encontrar mi punto dulce, y cuando gimoteé de placer, ella ya sabía que solo era un muñeco de trapo en sus manos.

―No me puedo creer que te hayas puesto tan cachondo solo porque me haya hecho una foto con un viejo…
―¡Aaaaah, Sara, aaaaah, Diosssss!
―Lo mismo mañana me quito la parte de arriba del biquini y le dejo que me fotografíe así, ¿te gustaría?, tú mismo podrías hacernos la foto, seguro que se te pone más dura que hoy…
―Joder, Sara, cállate…
―Voy a empezar a pensar que te gusta verme con otros, siempre te calientan mucho estas situaciones, ¿te gusta eso, Pablo?, ¿te pone cachondo verme con otros tíos?
―¡Aaaaah, aaaaah, aaaaaah, noooooo, no me gusta…, aaaaah, Sara!, cállate o…
―¿Te vas a correr?, ja, ja, ja…, ¿ya?, te vuelve loco mi dedito, ¿eh?
―Mmmmm, mmmmm, nooooo…
―Entonces lo saco, ¿te parece? ―Y retiró su dedo, dejando que me la siguiera follando, pero clavando los dedos en mis nalgas―. Aaaaah, qué bueno, sigueeee, sigueeee… ¿Sabes?, a mí también me ha excitado jugar con ese viejo… delante de ti…
―Noooo, cállate, Sara, por favorrrr…
―¡Mmmmm, estoy taaaan cachonda! ―suspiró aproximando otra vez su dedo a mi entrada trasera.

Me agarró con fuerza los glúteos y yo empujé para metérsela lo más profundo que pude. Sara ya movía las caderas y salió a buscar mis embestidas. Estábamos muy cerca de corrernos los dos y ella lo sabía; por lo que quiso jugar conmigo antes de que terminara.

―¿Quieres que te lo vuelva a meter?, solo tienes que pedírmelo, Pablo, vamos, dime que te meta el dedo por el culo y lo haré…
―Aaaaah, Sara, noooo…
―No te resistas, sé que te encanta…, mmmmmm, aaaaah, qué bien me estás follando…
―¡Joder, aaaaah, joder! ―jadeé cuando ella me rozó con una uña en el ano.

Yo no podía aguantarme más, mi culo se relajó y casi fui yo el que buscó que me follara otra vez, buscando el contacto con su dedo mientras no paraba de penetrarla. Y el estrecho dedo de Sara se fue abriendo pasa entre mis paredes mientras ella sonreía satisfecha. Puso la otra mano en mi nalga y me apretó contra su cuerpo.

Ya no me iba a dejar escapar.

Entre gritos me corrí dentro de ella, me vacié con la imagen del guiri manoseando a Sara en el bar de la piscina, en un orgasmo tan intenso que parecía que llevaba semanas sin correrme.

Caí rendido sobre Sara, con nuestros cuerpos sudados, pero sin dejar de besarnos y ella me retiró el dedo del culo y me dio un par de palmaditas cariñosas en el glúteo.

―Mmmmm, muy bien, me ha encantado…

El resto de las vacaciones navideñas en Canarias fueron una tortura. Sara se las pasó casi desnuda en la inmensa mayoría del tiempo; si no era en la playa, era en la piscina y en la habitación apenas llevaba un tanguita o la parte de abajo del biquini.

Creo que debimos follar unas doce veces en cinco días, y Sara no dejó de provocarme durante la escapada romántica, aunque se llevó una pequeña decepción cuando al día siguiente ya no estaban en la piscina Karl y su mujer, que debían haberse ido.

A saber qué es lo que tenía en mente hacer con ese viejo pervertido.



De regreso a Madrid, algo había cambiado entre nosotros, parecía que ese viaje había sido el punto de partida para, ahora sí, formalizar nuestra relación. Todo iba perfecto con Sara, estábamos en nuestro mejor momento.

Y el lunes, de vuelta a la realidad, trabajando en la auditoría se me acercó Javier y me dio una noticia que no me esperaba.

―Ey, Pablo, he estado hablando con Fermín y parece ser que están buscando una persona para entrar a trabajar…, me ha dicho que van a llamar a la niñata de prácticas, ¿te acuerdas de ella? ―me preguntó Javier mientras mi corazón bombeaba a toda velocidad.
―Eh, sí, claro, ¿cómo no me voy a acordar de Sara?
―Sí, esa…, pues la van a llamar hoy para ver si puede empezar cuanto antes…, creo que la quieren básicamente para auditorías externas…, sin estar en ningún grupo en concreto; así que nos tocará viajar con ella alguna vez, aunque no tanto como antes…
―Bueno, primero tendrá que aceptar.
―Sí, claro, aunque yo espero que lo haga…, reconozco que me gusta trabajar contigo, pero ufff…, no me importaría que me la pusieran como compañera en alguna salida, todavía me acuerdo de lo buena que estaba… ―dijo mordiéndose los labios y al pasar a mi lado me dio unos golpecitos en la espalda antes de salir de la oficina― …y de lo facilona que era. A esa me la vuelvo a tirar como que me llamo Javier, ja, ja, ja. ―Y escuché cómo se alejaba por uno de los pasillos con su estúpida y engreída sonrisa.

Una gota de sudor perló mi frente y me quedé paralizado frente al ordenador. No podía ser. Ahora no. Estuve un par de minutos sin poder reaccionar y quise llamar a Sara para avisarla de que se iban a poner en contacto desde recursos humanos; pero preferí que fuera ella la que me diera la noticia, y hacerme el sorprendido, como si no supiera nada.

Todavía me quedaba la esperanza de que mi chica, como ya tenía trabajo fijo, no aceptara el puesto en nuestra empresa…, aunque sobre la una de la tarde sonó mi teléfono. Era Sara.

―¡Pablo!, ¡no te lo vas a creer!, me han llamado de la auditoría, quieren que me pase mañana y que firme cuanto antes… ―exclamó emocionada.
―Anda, no sabía nada…, ¿y qué vas a hacer?
―Me han mandado las condiciones y me interesa mucho, voy a ganar casi 600 euros más al mes que en la gestoría, y me van a hacer indefinida también, casi podría independizarme desde ya, ¡estoy muy contenta!
―¡Me alegro mucho, Sara!, pues mañana nos vemos y me dices…
―Claro, mañana me paso a verte…, un besazo.

Y así, sin esperármelo, y casi de un día para otro, Sara iba a comenzar a trabajar de nuevo en la auditoría… No tenía por qué ser una mala noticia, salvo por el cabrón de Javier, que ya me había dejado claras sus intenciones.

Tendría que hablar con Sara y pararle los pies a mi jefe desde el principio, pues la situación era muy distinta a cuando terminó las prácticas hacía casi cuatro meses.

Ahora «la niñata» era mi novia.

(Y con este capítulo termina la tercera parte del libro, quedan la cuarta y la quinta...)
 
Capítulo 24



El sábado pasé uno de los mejores días de mi vida en el parque de atracciones. Desde el principio Sara congenió genial con mis hijas y se mostró encantadora con ellas, y mis niñas, qué decir, estaban como locas con Sara.

Se montó en varias atracciones con ellas, compartieron dulces, se hicieron mil fotos juntas…, en una jornada agotadora que terminó en nuestra casa comiéndonos los cuatro una hamburguesa del McDonald’s que cogimos para llevar. Y antes de acostarse, las tres se pintaron las uñas de los pies en su habitación, hasta que las niñas se quedaron dormidas después de un día tan largo.

Y Sara estuvo en la habitación con ellas hasta que las dos cayeron fritas.

Yo la esperé en el salón y ella apareció con una sonrisa de oreja a oreja, se notaba que también estaba muy cansada pero satisfecha.

―Tus hijas son encantadoras, me lo he pasado fenomenal, son muy graciosas… ―dijo dejándose caer en el sofá a mi lado.
―Muchas gracias por todo, hacía tiempo que no veía a las niñas tan contentas, te miraban con admiración…, te las has ganado con mucha facilidad.
―Ha sido muy fácil, ellas también han puesto de su parte…
―¿Te quieres quedar a dormir?, seguro que les hace ilusión verte por la mañana…
―No, no quiero confundirlas…, de momento prefiero que me vean como una amiga de papá…
―Sí, claro, perdona, no quería… ―dije desilusionado―, lo que pasa es que hoy no puedo llevarte a casa para no dejar a las niñas solas, y menos de noche…
―No te preocupes, ahora cojo un taxi y te aviso cuando llegue a casa…
―Gracias de verdad, pensé que no ibas a querer quedar hoy…
―¿Y eso?
―Bueno, como el finde pasado no viste a tus amigos, supuse que hoy tendrías ganas de salir con ellos…
―Por no verlos un par de semanas tampoco pasa nada, me gusta estar contigo y quería conocer a tus hijas, además…, así me viene bien para ahorrar un poco, antes del verano quiero independizarme…
―¿Cuándo vamos a volver a vernos?
―Cuando quieras…, si te apetece el finde que viene salir con mis amigos, me encantaría…, ya sé que no te caen muy bien, pero…
―Yo no he dicho eso… y con tal de estar contigo no me importa… ―Y me giré sobre ella para darle un beso en los labios.

Sara me correspondió y comenzamos a morrearnos en el sofá de manera sensual y cuando me quise dar cuenta, la mano de ella ya me estaba desabrochando los pantalones para colarse por mi calzón y agarrarme la polla. Aquel día no es que Sara fuera espectacular, pero me excitaba igual con su sudadera azul, unos vaqueros y zapatillas blancas y dejé que me la meneara hasta correrme en apenas tres minutos, en una deliciosa paja.

El siguiente finde salí de fiesta otra vez con sus amigos, aunque no es que me apeteciera mucho, porque luego estaba toda la semana hecho unos zorros… Y así fue pasando el otoño, viéndonos cada vez con más regularidad. Cenamos dos veces más con Daniel e Isabel y quedamos otra tarde con mis hijas en el cine.

No es que nos viéramos con toda la frecuencia que a mí me gustaría, pero yo estaba conforme con cómo iba avanzando nuestra relación y cuando llegaron las fiestas navideñas, me tocó estar la Nochebuena y la Navidad con las niñas, que las pasamos en Albacete, en casa de mis padres; pero en Nochevieja yo tenía la intención de perderme solo unos días por las islas Canarias y se lo comenté de pasada a Sara, sabiendo que ella iba todos los años con sus amigos a una casa rural; pero, por sorpresa, ella aceptó mi invitación e hicimos nuestro primer viaje juntos a Tenerife.


Estuvimos cinco días en el sur de la isla en un hotel cinco estrellas con todo incluido y solo salimos una tarde para hacer una excursión al Teide y otra al Puerto de la Cruz. El resto lo pasamos en la piscina del hotel y en la playa privada que tenía.

Lo único que hicimos fue comer, beber, tomar el sol y follar. Fue una tortura para mí estar viendo continuamente a Sara en topless en la playa y con unas braguitas brasileñas que se le metían por el culo, me daba mucha vergüenza que ella me viera empalmado casi de continuo, pero la muy cabrona estaba encantada en su papel y se paseaba con frecuencia de la toalla al agua, exhibiendo su cuerpazo, para deleite de todos los allí presentes.

Incluso en el hotel, que era solo para adultos, tampoco se cortó un pelo, y viendo que había un par de guiris en topless en la piscina, y que al parecer estaba permitido, ella también lo hizo, lo que todavía me dio más morbo.

Mostraba sus tetazas de manera impúdica y solo se ponía la parte de arriba del biquini para ir a pedir un cóctel en el bar de la piscina. Justo allí había un americano sentado solo en la barra, era rubio y llevaba una camisa blanca abierta. Aquel tío rondaría los sesenta años y el muy cabrón no dejaba de sonreír y, además, no le quitaba el ojo de encima a mi chica.

―Ese tío de ahí te está mirando las tetas… ―le dije a Sara mientras ella se recostaba en la hamaca con las gafas de sol puestas.
―Pues que mire lo que quiera…, ¿te molesta?
―No, claro que no…

Cuando Sara se bebió el cóctel, se incorporó y me pasó el bote de crema.

―Toma, échame por la espalda ―me pidió sentándose delante de mí y poniéndose de frente al extranjero, estirando la espalda para que el guiri contemplara su cuerpo.

Aquello me puso muy cachondo y otra vez me volví a empalmar con tan solo acariciar su espalda delante de ese cerdo. Al poco llegó una señora de las que había estado haciendo topless, que supuse que era su mujer, y se sentó a su lado; pero no por ello él se cortó un pelo y siguió babeando con Sara.

Subimos a la habitación con un calentón importante, no sé por qué me había puesto tan cachondo que ese viejo mirara descaradamente a Sara, pero ella estaba igual que yo y enseguida se me puso encima y echamos un buen polvazo.

Ni que decir tiene que el estar viendo a Sara desnuda casi todo el día en la playa, en la piscina, en la habitación del hotel, en la ducha, dormir con ella a mi lado con sus braguitas… me mantenía en un estado de excitación continuo y follábamos tres veces diarias; pero, a pesar de esos calentones que nos agarrábamos, Sara seguía utilizando siempre el preservativo y tampoco se había dignado a hacerme una mamada.

Yo tampoco es que se lo pidiera, me gustaba tal y como estábamos, todo llegaría, aunque me parecía cuando menos curioso que con Javier el primer día ya le hubiera permitido que se la metiera a pelo e incluso le hubiera comido la polla hasta que se corrió en su boca.

Sara quiso tensar la situación un poco más la siguiente tarde que nos encontramos con el guiri en la piscina del hotel. El tío se pasaba allí las horas muertas bebiendo una cerveza tras otra, con la cara roja por el sol y el alcohol y una permanente sonrisa en la boca.

Sara bajó en biquini, pareo y con las gafas de sol y, en cuanto se tumbó en la hamaca, se deshizo del pareo y de la parte de arriba, quedándose otra vez en topless ante la atenta mirada del extranjero, que afirmó con la cabeza fijándose en mí, como diciendo «tu chica está muy rica, enhorabuena».

―Ya está otra vez ese asqueroso, ¡qué hijo de puta!, es un descarado de narices…
―¿Ah, sí?, ni me había dado cuenta, no le hagas caso… ―dijo Sara subiéndose las gafas de sol y comprobando que él estaba sentado en la barra―. Voy a tomar algo, ¿qué te apetece? ―me preguntó incorporándose en la hamaca.
―Una crema de licor estaría bien…
―Ahora vuelvo…

Esta vez no se puso la parte de arriba del biquini y con las tetas al aire se fue decidida en dirección a donde estaba el guiri, sacándose las braguitas que se le habían metido entre los cachetes del culo. Me parecía muy indecoroso que Sara fuera a pedir la bebida de esa manera, pero mi polla estaba a punto de reventar el bañador y todavía empeoró la situación cuando vi que se ponía a hablar con el cerdo voyeur.

No sé qué se dirían, apenas estuvieron hablando un par de minutos y el guiri asintió con la cabeza, viendo ahora las tetazas de Sara a menos de un metro, hasta que se despidieron con dos besos. Después ella regresó a mi lado con un cóctel y mi crema de licor y una sonrisilla perversa de satisfacción.

―Joder, Sara, cuando vayas a pedir, cúbrete un poco, es demasiado…
―¿No te ha gustado?
―Sí, claro que me gusta, pero, hostia, que hasta el chiquillo que está de camarero seguro que está empalmado…
―Pues, entonces, ya sois tres…
―¿Tres?
―Sí, el camarero, el guiri y tú…, ja, ja, ja…
―¡Serás cabrona!, ¿ese tío también la tenía dura?
―Ya lo creo…, se le notaba bastante, casi como a ti…, por cierto, se llama Karl… y es americano…, de Portland…
―Uf…, estoy deseando subir a la habitación y echarte un polvazo…
―Mmmmmm, yo también, pero antes quiero que me tires unas fotos aquí, en la piscina…
―¿Ahora?
―Sí, ahora, con el cóctel…, coge mi móvil si quieres…
―No, da igual, casi prefiero con el mío…
―Claro, así te las quedas, ¿no?, qué listo…
―¿Te importa?
―Pues no…

Saqué el móvil y le tiré varias fotos a Sara en la tumbona de la piscina, luego se metió en el agua, por la parte que apenas cubría, y le hice unas cuantas más. Desde luego que una chica como Sara no pasaba desapercibida y enseguida llamamos la atención y me di cuenta de que todos estaban pendientes de nosotros.

Cuando terminé el reportaje, y con una erección de caballo, recogimos las toallas para subir a la habitación. Sara se puso la parte de arriba del biquini y, al pasar al lado del guiri, ella le pidió si nos podía hacer una foto juntos. Me quedé muy sorprendido, pero agarré a Sara de la cintura y posamos para que aquel pervertido nos hiciera una instantánea.

Pero si eso me sorprendió, todavía lo hizo más cuando Sara le preguntó a Karl si se quería hacer una foto con ella y él, por supuesto, accedió. Como un gilipollas y con mi propio móvil tuve que ver cómo ese tío agarraba a Sara de la cintura y encima les hice una foto de recuerdo. El muy cabrón no se cortó en tratar de ocultar la erección que lucía bajo las bermudas, aunque yo estaba igual, y después él sacó su móvil del bolsillo y encendió la cámara para luego pasármelo.

―Excuse me, could you take us a photo con my movil?

Esto ya era increíble, me estaba pidiendo que le hiciera una foto con su teléfono, y para mi sorpresa, Sara no se movía de su lado, por lo que accedí a su petición y como un capullo le hice una foto a aquel viejo mientras agarraba a Sara de la cintura, con la mano peligrosamente cerca de sus tetas. Más bien les hice tres, por si alguna salía mal.

No podía ser más idiota.

Al menos Sara había tenido la decencia de ponerse el biquini y cuando le devolví su móvil al guiri, me guiñó el ojo y me soltó algo así como.

―Congratulations, your wife is very very pretty…

Llegamos a la habitación con un calentón increíble y Sara todavía me quiso provocar un poco más.

―¿Te has puesto cachondo haciéndome una foto con ese tío?
―Joder, no, pero si tiene pinta de pervertido…
―Ja, ja, ja…, me ha encantado verte así, mmmmm, todo empalmado con su móvil en la mano…
―Le hemos dejado que te haga una foto con su móvil…, no me ha gustado eso, a saber lo que hará después con…
―¿Y qué va a hacer?, como mucho se hará una paja con mis tetas… y ya está…, ¿no te excita que ese cerdo se pajeé conmigo?
―Mmmmmmm, Sara…

Ya me tenía en la cama, tumbado bocarriba y abrió el cajón de la mesilla para sacar un condón.

―Quiero follarte a pelo…, hoy estoy muy cerdo… ―le pedí a Sara.

Pero ella hizo caso omiso y en unos segundos ya tenía el preservativo en la mano.

―¿No quieres ponerte esto? ―ronroneó meneándomela con dos dedos y apoyando el látex sobre mi capullo.
―No, quiero follarte como Álvaro… y como Javier…
―Mmmmm, hoy me tienes muy cachonda…, me ha encantado que me hagas una foto con ese asqueroso… ―susurró cubriendo mi polla con el condón y luego dejándose caer.
―Aaaaah, ¿por qué no me dejas que te folle como ellos?
―¿No te da morbo saber que con ellos he hecho otras cosas diferentes que a ti no te dejo?, a mí eso me pone mucho…
―Mmmmm, joder, Sara…, ¿y cuándo voy a poder…?
―No lo sé…, ya veremos más adelante… ―dijo mordiéndose el labio―, uf, hoy, como estoy a tope, voy a dejar que te pongas encima y me folles duro mientras te meto un dedito por el culo…
―Sara, no…
―¿No quieres…?… ―me preguntó dejando de cabalgarme para tumbarse en la cama con las piernas abiertas―, pero si te encanta…, mmmmm, vamos, ponte encima y méteme toda la polla…

Me situé entre sus piernas, Sara me la agarró con dos dedos y me pegó un par de sacudidas.

―Mmmm, me gusta mucho cuando estás… tan duro, mmmm, ven, aaaaah, aaaaah, ahora, métemela… ―Me dejé caer sobre ella y penetré su húmedo coño con mucha facilidad.

Enseguida noté la mano de Sara apretándome los glúteos para que la embistiera con fuerza y en un minuto ya tenía su dedo corazón aproximándose decidido a mi ojete.

―Sara, nooooo, deja que te folle…
―Sí, claro, fóllame, fóllame, pero… relaja el culito, mmmmm, relájalo, eso es…

Y en apenas quince segundos ya me lo había incrustado hasta el fondo. La muy cabrona no tardó en encontrar mi punto dulce, y cuando gimoteé de placer, ella ya sabía que solo era un muñeco de trapo en sus manos.

―No me puedo creer que te hayas puesto tan cachondo solo porque me haya hecho una foto con un viejo…
―¡Aaaaah, Sara, aaaaah, Diosssss!
―Lo mismo mañana me quito la parte de arriba del biquini y le dejo que me fotografíe así, ¿te gustaría?, tú mismo podrías hacernos la foto, seguro que se te pone más dura que hoy…
―Joder, Sara, cállate…
―Voy a empezar a pensar que te gusta verme con otros, siempre te calientan mucho estas situaciones, ¿te gusta eso, Pablo?, ¿te pone cachondo verme con otros tíos?
―¡Aaaaah, aaaaah, aaaaaah, noooooo, no me gusta…, aaaaah, Sara!, cállate o…
―¿Te vas a correr?, ja, ja, ja…, ¿ya?, te vuelve loco mi dedito, ¿eh?
―Mmmmm, mmmmm, nooooo…
―Entonces lo saco, ¿te parece? ―Y retiró su dedo, dejando que me la siguiera follando, pero clavando los dedos en mis nalgas―. Aaaaah, qué bueno, sigueeee, sigueeee… ¿Sabes?, a mí también me ha excitado jugar con ese viejo… delante de ti…
―Noooo, cállate, Sara, por favorrrr…
―¡Mmmmm, estoy taaaan cachonda! ―suspiró aproximando otra vez su dedo a mi entrada trasera.

Me agarró con fuerza los glúteos y yo empujé para metérsela lo más profundo que pude. Sara ya movía las caderas y salió a buscar mis embestidas. Estábamos muy cerca de corrernos los dos y ella lo sabía; por lo que quiso jugar conmigo antes de que terminara.

―¿Quieres que te lo vuelva a meter?, solo tienes que pedírmelo, Pablo, vamos, dime que te meta el dedo por el culo y lo haré…
―Aaaaah, Sara, noooo…
―No te resistas, sé que te encanta…, mmmmmm, aaaaah, qué bien me estás follando…
―¡Joder, aaaaah, joder! ―jadeé cuando ella me rozó con una uña en el ano.

Yo no podía aguantarme más, mi culo se relajó y casi fui yo el que buscó que me follara otra vez, buscando el contacto con su dedo mientras no paraba de penetrarla. Y el estrecho dedo de Sara se fue abriendo pasa entre mis paredes mientras ella sonreía satisfecha. Puso la otra mano en mi nalga y me apretó contra su cuerpo.

Ya no me iba a dejar escapar.

Entre gritos me corrí dentro de ella, me vacié con la imagen del guiri manoseando a Sara en el bar de la piscina, en un orgasmo tan intenso que parecía que llevaba semanas sin correrme.

Caí rendido sobre Sara, con nuestros cuerpos sudados, pero sin dejar de besarnos y ella me retiró el dedo del culo y me dio un par de palmaditas cariñosas en el glúteo.

―Mmmmm, muy bien, me ha encantado…

El resto de las vacaciones navideñas en Canarias fueron una tortura. Sara se las pasó casi desnuda en la inmensa mayoría del tiempo; si no era en la playa, era en la piscina y en la habitación apenas llevaba un tanguita o la parte de abajo del biquini.

Creo que debimos follar unas doce veces en cinco días, y Sara no dejó de provocarme durante la escapada romántica, aunque se llevó una pequeña decepción cuando al día siguiente ya no estaban en la piscina Karl y su mujer, que debían haberse ido.

A saber qué es lo que tenía en mente hacer con ese viejo pervertido.



De regreso a Madrid, algo había cambiado entre nosotros, parecía que ese viaje había sido el punto de partida para, ahora sí, formalizar nuestra relación. Todo iba perfecto con Sara, estábamos en nuestro mejor momento.

Y el lunes, de vuelta a la realidad, trabajando en la auditoría se me acercó Javier y me dio una noticia que no me esperaba.

―Ey, Pablo, he estado hablando con Fermín y parece ser que están buscando una persona para entrar a trabajar…, me ha dicho que van a llamar a la niñata de prácticas, ¿te acuerdas de ella? ―me preguntó Javier mientras mi corazón bombeaba a toda velocidad.
―Eh, sí, claro, ¿cómo no me voy a acordar de Sara?
―Sí, esa…, pues la van a llamar hoy para ver si puede empezar cuanto antes…, creo que la quieren básicamente para auditorías externas…, sin estar en ningún grupo en concreto; así que nos tocará viajar con ella alguna vez, aunque no tanto como antes…
―Bueno, primero tendrá que aceptar.
―Sí, claro, aunque yo espero que lo haga…, reconozco que me gusta trabajar contigo, pero ufff…, no me importaría que me la pusieran como compañera en alguna salida, todavía me acuerdo de lo buena que estaba… ―dijo mordiéndose los labios y al pasar a mi lado me dio unos golpecitos en la espalda antes de salir de la oficina― …y de lo facilona que era. A esa me la vuelvo a tirar como que me llamo Javier, ja, ja, ja. ―Y escuché cómo se alejaba por uno de los pasillos con su estúpida y engreída sonrisa.

Una gota de sudor perló mi frente y me quedé paralizado frente al ordenador. No podía ser. Ahora no. Estuve un par de minutos sin poder reaccionar y quise llamar a Sara para avisarla de que se iban a poner en contacto desde recursos humanos; pero preferí que fuera ella la que me diera la noticia, y hacerme el sorprendido, como si no supiera nada.

Todavía me quedaba la esperanza de que mi chica, como ya tenía trabajo fijo, no aceptara el puesto en nuestra empresa…, aunque sobre la una de la tarde sonó mi teléfono. Era Sara.

―¡Pablo!, ¡no te lo vas a creer!, me han llamado de la auditoría, quieren que me pase mañana y que firme cuanto antes… ―exclamó emocionada.
―Anda, no sabía nada…, ¿y qué vas a hacer?
―Me han mandado las condiciones y me interesa mucho, voy a ganar casi 600 euros más al mes que en la gestoría, y me van a hacer indefinida también, casi podría independizarme desde ya, ¡estoy muy contenta!
―¡Me alegro mucho, Sara!, pues mañana nos vemos y me dices…
―Claro, mañana me paso a verte…, un besazo.

Y así, sin esperármelo, y casi de un día para otro, Sara iba a comenzar a trabajar de nuevo en la auditoría… No tenía por qué ser una mala noticia, salvo por el cabrón de Javier, que ya me había dejado claras sus intenciones.

Tendría que hablar con Sara y pararle los pies a mi jefe desde el principio, pues la situación era muy distinta a cuando terminó las prácticas hacía casi cuatro meses.

Ahora «la niñata» era mi novia.

(Y con este capítulo termina la tercera parte del libro, quedan la cuarta y la quinta...)
Pobre Pablito lo que se le viene encima
 
"pero preferí que fuera ella la que me diera la noticia, y hacerme el sorprendido, como si no supiera nada"

Porque se queda callado?, difícil deducirlo, pero me temo que es por el morbo, de experimentar lo de antes pero ahora mejor (o peor), por que ya es su novia.

Ahora, una cosa son sus fetiches, sus fantasías y tal, pero valdrá la pena?, tiene dos hijas qué conocen a Sara. Ya sabemos que él no sabe lidiar mucho con las emociones (como cuando su mujer lo dejó). Sería una lástima que no priorice la salud mental de él y posiblemente de sus hijas.

Es posible que esto tome un camino parecido a la historia de "Cornudo"
 
Tendría que hablar con Sara y pararle los pies a mi jefe desde el principio, pues la situación era muy distinta a cuando terminó las prácticas hacía casi cuatro meses.

Ahora «la niñata» era mi novia.

Pero si te va a encantar cuando Javier te cuente como se la folla a pelo, algo que a tí no te deja.

Aunque no lo reconozca, aún, Pablo va a disfrutar de sus cuernos.
 
"―Excuse me, could you take us a photo con my movil?
Esto ya era increíble, me estaba pidiendo que le hiciera una foto con su teléfono, y para mi sorpresa, Sara no se movía de su lado, por lo que accedí a su petición y como un capullo le hice una foto a aquel viejo mientras agarraba a Sara de la cintura, con la mano peligrosamente cerca de sus tetas. Más bien les hice tres, por si alguna salía mal.

No podía ser más idiota."

Pablito siendo Pablito.

Se excitan y gozan sufriendo humillaciones.:rolleyes:
 
El problema de Pablo es confundir amor con necesidad de compañía y, eso lo lleva a creer que el y Sara tienen una relación de amor, lo que es falso, Sara decide, Sara impone, Sara domina, Sara humilla y todo por sexo de poca calidad y lo peor, que Pablo tiene tendencias a ser cornudo y masoquistas, incluso voyerista. Todo lo anterior importaría poco si no tuviera dos hijas, que indirectamente reciben la carga emocional de su padre, por el bien de ellas y de Pablo, esperemos que el encuentre alguien mejor que Sara y salga del pantano en que solo se está metiendo, basta que el diga "no" y "lo hacemos a mi modo o no lo hacemos" y Sara que siga con su harem de folladores actuales y potenciales, a los que no quiere renunciar para tener una relación de pareja con Pablo. Y Pablo, pues a buscar una buena mujer que las hay, solo tiene que desperezarse y buscar.
 
Pablo va a sufrir, porque por un lado ve a Sara como puro erotismo e incluso tiene esa vena voyeaur/cornudo con un poco de humillación pero a la vez quiere ver a Sara como su nueva esposa, madrastra de sus hijas y formar una familia. Esta dicotomía lo va a llevar al límite. Lo peor es que nosotros lo vamos a acompañar y sufrir con él. Maestro David Lovia, no seas muy duro con Pablo por favor!!!!
 
Si yo fuera amigo de Pablo, le haría ver que no le conviene más allá de amiga con derecho a roce. Pero nada más.
 
PARTE 4



Capítulo 25


El guiri cogió el móvil y se puso a grabar mientras Javier tenía a Sara a cuatro patas en medio de la cama. No dejaba de afirmar con la cabeza y de sonreír; después le dio un trago a una cerveza para seguir grabando cómo mi jefe se la follaba de manera burda y soez.

Ni tan siquiera había tenido que subirle la falda roja de lo corta que era, tan solo con apartar su tanguita le bastó para podérsela meter. Javier me miró y le soltó un buen azote en el culo, jactándose de mí.

―Ya te dije que esta tenía muuuuchas horas de vuelo, Pablito, ja, ja, ja…, lo que no sabía es que fuera tu novia…, ya lo siento…

Y el americano con cara de salido asentía con la camisa abierta y un bañador que le llegaba hasta las rodillas.

―Your wife is very pretty… and very very bitch…, she's a hotwife, mmmmm…

Javier le sacó la polla y la golpeó con ella en las nalgas. Tenía una verga enorme que por lo menos le debía medir veinte centímetros y Sara gimoteaba buscando que se la clavara de nuevo.

―¿Has visto, Pablito?, tu novia me deja que se la meta sin condón…, ¿qué hago, me corro dentro o no?
―Yes, yes, yes ―afirmó el pervertido, que cada vez acercaba más el móvil al coño de mi novia.
―Vamos, aaaaah, métemela, métemela ―le pidió Sara desesperada alargando el brazo para cogerle ella misma la polla.

No se lo quiso hacer desear y de un golpe seco se la clavó hasta el fondo, haciendo rebotar su barriga contra el culazo de la de prácticas. De repente alguien llamó en la puerta de la habitación del hotel y fui a abrir.

Allí estaban Abel y Álvaro, desnudos, con sus cuerpos perfectos y sujetándose sus enormes y empalmadas pollas.

―Hola, Pablito, ¿se puede? ―Y los dos se colaron en el interior sin esperar mi respuesta.

Entonces Álvaro se subió a la cama y se quedó recostado en el cabecero, lo que aprovechó Sara para comérsela mientras Javier la embestía.

―Ufff, qué bueno, ¿la chupa bien, eh, Pablo? ―me dijo Álvaro.
―No sé, a mí nunca me la…
―¿Quééééé…?, ¿no te la ha chupado?, pues no sabes lo que te pierdes… porque es una puta máquina… Si es que eres demasiado bueno, Pablito, que te lo tengo dicho, ja, ja, ja… ―se burlaba de mí Javier sin dejar de follársela―. Esta niñata se la ha comido a todos de los presentes menos a ti…

De repente sonó el despertador. Estaba empapado en sudor frío y me quedé unos segundos en la cama, con la respiración acelerada y una extraña sensación de miedo, pero a la vez terriblemente excitado, con una erección tremenda bajo el pijama y bajé la mano para agarrármela.

Recordaba el sueño a la perfección y no comprendía por qué la tenía tan dura.

Tuve que pegarme una ducha bien fría y después de un café salí de casa con las energías renovadas. Siempre estaba muy contento cuando sabía que iba a ver a Sara y aquella mañana ella tenía que pasar por la auditoría para la entrevista con el de recursos humanos.

Sobre las diez, mientras estaba trabajando con Javier en nuestro despacho, alguien tocó en la puerta y cuando nos giramos allí se encontraba Sara. Preciosa con un vaquero ajustado, un jersey negro de cuello alto, pero bien ceñido a su cuerpo, botas hasta las rodillas y un abrigo negro en la mano.

―¿Holaaa?, ¿se puede?
―Pero buenooo, Sara, ¡qué alegría verte! ―Me hice el sorprendido levantándome hacia ella―, ¿qué haces por aquí?
―¡Sorpresa!, el mes que viene empiezo a trabajar otra vez en la auditoría.
―Enhorabuena. ―Y nos dimos dos besos.

Después vino Javier, que se abrazó con ella y la felicitó por la contratación.

―¡Qué buenas noticias!, te hemos echado de menos… ―afirmó Javier―. Me alegro un montón de tu vuelta…
―Jo, muchas gracias, chicos…, tendría que irme ya, que me he escapado del trabajo… ―Entonces se dirigió a mí, obviando a Javier, que seguía delante de ella―. Eh, Pablo, ¿te tomas un cafelito rápido?, te quería comentar una cosa…
―Sí, claro…
―Bueno, Javier, pues dentro de poco nos vemos…
―Vale, estaremos impacientes con tu vuelta ―comentó Javier, que puso cara de no entender lo que estaba pasando allí.

Me encogí de hombros, dándole a entender que no sabía qué es lo que me quería decir Sara y después salí de la oficina con ella. Tuve que guardar las apariencias y comportarme con Sara como si fuéramos dos excompañeros que se llevaban muy bien, pero se me hacía raro y quería gritar a los cuatro vientos que aquel pibonazo, que movía su culo perfecto por los pasillos de la auditoría, era mi novia.

Bajamos a la cafetería y nos sentamos en una mesita apartada con un par de cafés.

―Bueno, pues enhorabuena, me va a encantar tenerte en el trabajo, así vamos a poder vernos todos los días…
―Gracias, Pablo, estoy muy contenta, la verdad.
―¿Así que al final has aceptado?
―Sí, ya te comenté ayer que me pagan unos 600 netos más que en la gestoría, aunque me han dicho que me quieren sobre todo para hacer auditorías externas…
―Ya, vas a tener que salir casi cada semana.
―Sí, pero bueno, no me importa viajar…, lo malo es que no voy a tener un equipo fijo como antes con vosotros, cada día me tocará salir con un compañero distinto…
―Al principio se te hará raro, pero tampoco somos tantos y en poquito tiempo ya nos conocerás a todos…
―Sí, eso es verdad…
―Pues qué bien…, me encanta que trabajes otra vez con nosotros…
―Tendré que ponerme las pilas al principio…
―Enseguida lo volverás a coger, ya verás, y para lo que necesites, aquí me tienes…
―Contaba con ello ―dijo haciéndome una pequeña caricia en la pierna por debajo de la mesa―, aunque también me gustaría pedirte una cosa…
―Sí, lo que quieras…
―Bueno…, eh… de momento preferiría que nadie en la auditoría sepa que…, bueno, ya sabes, que nos estamos viendo…
―Claro, sin problema.
―No quiero que se piensen que me han cogido porque me acuesto contigo.
―Te han contratado porque eres muy buena, Sara.
―Ya, pero ya sabes cómo es la gente, enseguida empezaría a haber habladurías y tal… y no me gustan esas cosas…, ya quedaría marcada para siempre… y quiero que me respeten como profesional.
―Te entiendo perfectamente y me parece muy bien.
―Solo era eso…, me alegra que lo comprendas…, para mí es muy importante…, sé que va a ser difícil, pero tenemos que guardar las apariencias…

Luego nos quedamos mirando unos segundos sin decir nada. Se notaba la tensión sexual entre nosotros y Sara apuró el café.

―Aunque me va a costar mucho controlarme ―susurré acercándome a ella―. ¿Cuándo nos vemos?
―¿Te parece bien si esta tarde me paso por tu casa y lo celebramos como se merece?
―Mmmmm, me parece perfecto…
―Y luego podrías ayudarme a buscar piso, en un par de meses, como mucho, quiero independizarme.
―Cuenta con ello…
―Bueno, Pablo, pues hasta la tarde…
―Luego nos vemos. ―Y nos despedimos con dos besos a la puerta de la cafetería.

Por allí había muchos compañeros de la auditoría y ya teníamos que empezar a disimular que estábamos juntos, como me había pedido Sara.

Subí tranquilo y feliz al trabajo y en cuanto entré al despacho, Javier me preguntó qué es lo que me quería decir Sara, por lo que tuve que inventarme una excusa sobre la marcha que sonara bastante creíble.

―Nada, me ha estado diciendo que la han cogido para las auditorías externas… y eso, me ha pedido que si la podía ayudar para ponerse otra vez al día lo más rápido posible…
―Aaaah, tú siempre tan buenazo, Pablito… Estoy deseando que vuelva a trabajar con nosotros, uf, ¡qué buenísima está!, me ha puesto muy burro con esas botas altas…

En ese momento le hubiera dicho que dejara de hablar así de Sara, que estábamos saliendo, pero casualmente no habían pasado ni quince minutos desde que ella me había pedido discreción en cuanto a nuestra relación; así que no me quedó más remedio que aguantar las gilipolleces de Javier.

Y esto tan solo era el principio. Me había caído una buena con el impresentable de mi jefe.

Por la tarde Sara se pasó por casa, como me había prometido, y celebramos su reciente contratación en la auditoría. Dos veces. Después nos metimos en varias páginas de inmobiliarias y le ayudé a buscar piso.

Ella también iba a sufrir un cambio radical en su vida, de trabajar en una gestoría y vivir con sus padres a independizarse y convertirse en una de nuestras auditoras externas con un salario ya bastante importante.

El mes se pasó bastante rápido y cuando me quise dar cuenta, Sara ya estaba trabajando en la auditoría. Desde el principio ella eligió quedarse en nuestro despacho, así que nos tocó compartir espacio con Javier, que estuvo muy educado con Sara y yo intenté que se integrara con rapidez y que en poquitas semanas ya funcionara a pleno rendimiento.

Me encantaba tenerla conmigo, ver su sonrisa todos los días, y teníamos que cortarnos para no hacernos caricias cuando estábamos uno al lado del otro o nos cruzábamos en el pequeño despacho. Nos mantuvimos todo lo discretos que pudimos y no levantamos la más mínima sospecha sobre lo nuestro.

Ni tan siquiera Javier, que se pasaba ocho horas con nosotros, se percató de nada.

Todo estaba yendo de maravilla, incluso mejor de lo previsto, y ahora los fines de semana que no podía ver a Sara porque me tocaba a las niñas, los llevaba mucho mejor, sabiendo que el lunes nos encontraríamos en la oficina.

Pero tres semanas después, una mañana a primera hora Javier entró en el despacho, y aprovechando la ausencia momentánea de Sara, me dejó caer la noticia que me estaba esperando, pero para la que todavía no me había preparado mentalmente.

―El miércoles tengo salida con la niñata, me he ofrecido voluntario para acompañarla y no han puesto ninguna objeción, ¿qué te parece, Pablito?, ni más ni menos que dos noches… ―me soltó con un asqueroso tono que me repateó el estómago.

El muy cabrón había hecho que le pusieran con Sara en su primera auditoría externa desde su regreso, y yo no había visto venir esa jugada, pero tampoco es que pudiera haber hecho nada. Unos minutos más tarde entró Sara en el despacho y Javier le dio la «buena» noticia.

―El miércoles tenemos auditoría externa en Bilbao, vamos a quedarnos allí dos noches…

En cuanto escuché la ciudad a la que viajaban se me heló la sangre, y creo que a Sara le pasó lo mismo, porque su cara se transformó de repente. ¡Menuda coincidencia!, en Bilbao había sido la primera vez que Sara salió a auditar con nosotros y allí se acostó con Javier, en aquella fatídica noche que lo cambió todo, cuando escuché cómo follaban en la habitación de al lado.

―Anda, ¡qué bien! ―exclamó Sara fingiendo muy mal su supuesta alegría.
―¡Qué buenos recuerdos me trae esa ciudad! ―dijo el cabrón de Javier con un tono que no me gustó―. Voy a bajar a tomar un café y en cuanto suba nos ponemos con la documentación…
―Claro… ―afirmó Sara.

Nos quedamos callados, mirándonos en silencio cuando Javier salió del despacho. No sabíamos ni qué decirnos y Sara enseguida entendió mi preocupación.

―¿Estás bien? ―me preguntó acercándose a mí y pasándome la mano por la espalda…
―Sí, claro, sabíamos que esto iba a pasar tarde o temprano.
―Ey, Pablo, sé que parece una jodida broma de mal gusto que justo me toque con Javier y encima en Bilbao, pero…
―No quiero darle vueltas a eso…, estoy bien, de verdad. Por cierto, y cambiando de tema, el sábado les había propuesto a Daniel e Isa que se pasaran por casa, hace tiempo que no cenamos con ellos, ¿te parece bien?
―Eh, sí, el finde no tenía ningún plan especial, así que sin problema…
―Guay, y, si quieres, te puedes pasar por casa y me ayudas con los preparativos…
―Mmmmm, me encantaría.

Intenté quitarle importancia a esa salida de trabajo, tendría que acostumbrarme a que era algo que iba a ocurrir muy a menudo y no hablamos de lo que eso suponía, lo dejamos correr; para Sara tampoco debía ser una situación fácil de gestionar y también evité quedarme a solas con Javier para no escuchar ninguna de sus impertinencias, que podían haber terminado con uno de mis puños golpeando en su cara.

El martes les ayudé a preparar la documentación y el miércoles a primera hora Sara y Javier salieron para Bilbao. Ahora estaban solos y ya no podía hacer nada más. Los dos días se me iban a hacer muy largos hasta su regreso y tendría que confiar en Sara.

No supe nada de ellos ni el miércoles ni el jueves por la noche. Yo no la llamé y ella tampoco, y el viernes a media mañana estaba como un flan en el despacho, sabiendo que Sara no tardaría en regresar de su viaje con Javier.

Sobre las doce apareció sola con una pequeña maleta y dejó caer la documentación en su mesa. Estaba imponente con un vaquero ajustado, americana oscura, camiseta blanca y unos zapatos con muchísimo tacón que realzaban su culazo.

―Ey, hola, ¿qué tal ha ido todo?
―La auditoría genial…, mejor de lo que pensaba ―dijo Sara en un tono muy apagado.
―¿Estás bien?
―Sí, sí…, solo que estoy un poco cansada, ya sabes que estos viajes son muy estresantes…
―Ya, ¿y Javier?
―Se ha ido a casa, me ha dicho que, como ya estaba casi todo el trabajo hecho, que no hacía falta que viniera, así que… tengo mucho que hacer y no sé a qué hora voy a salir hoy…, y encima viernes…
―¡Qué impresentable!, pero bueno, no me extraña, a mí me lo ha hecho muchas veces. Anda, deja que te ayude, así terminas antes…
―Jo, Pablo, pues te lo agradezco de verdad.

Hasta casi las cuatro de la tarde no finalizamos con el papeleo y luego bajamos juntos al bar a picar algo y tomarnos un par de cañas.

―Creo que me voy a meter en la cama y hasta las doce de la mañana no me pienso levantar…, ya llevaba el cansancio acumulado desde el martes por la noche, que me costó dormir… ―comentó Sara.
―Sí, tienes mala cara…

Es verdad que Sara estaba muy apagada, no tenía su vitalidad y ese brillo en la piel, pero después de dos días de mucho trabajo, varios madrugones y un viaje en tren de más de cuatro horas, era lo más normal del mundo.

―Mañana era la cena con Isa y Daniel, ¿no? ―me preguntó mientras se incorporaba a la vez que se ponía la americana―. Me voy ya para casa…
―Sí…
―¿Me paso y te ayudo con los preparativos?
―No hace falta, pero me gustaría que vinieras un rato antes, así estamos juntos.
―Claro, pues mañana nos vemos.
―¿Quieres que te acerque?
―No hace falta, además, hoy con las dietas y tal me cubre el taxi hasta casa. ―Nos dimos dos besos en la mejilla y dejé que Sara se fuera arrastrando su pequeña maleta.

En un principio no había querido darle importancia al comportamiento de Sara, pero una vez solo en casa no hacía más que darle vueltas. No quería creerme que ella me hubiera podido engañar con Javier a las primeras de cambio.

¡Pero si no llevaba ni un mes en la auditoría! Eso no era posible.

Estuve con el móvil en la mano varias horas, tentado de mandarle un mensaje y preguntarle cómo se encontraba; incluso dudé si llamar a Javier para ver qué tal les había ido en la auditoría de Bilbao. Estaba convencido de que, si había pasado algo entre ellos, mi jefe me lo hubiera espetado en la cara sin pestañear, pero no podía hacer eso, tenía que confiar en Sara y no actuar como un celoso patológico; así que decidí dejarlo correr.

No fue una de mis mejores noches y estuve pensando en el mismo asunto una y otra vez. No sé ni la de vueltas que di en la cama, hasta que ya vencido por el sueño me dormí de madrugada.

Al día siguiente me levanté decidido a obviar el asunto y se me pasó la mañana en un suspiro limpiando la casa y con los preparativos de la cena y tras una leve siesta me sorprendió que Sara se presentara en mi casa dos horas antes de la que habíamos quedado con la pareja invitada.

Me quedé en la puerta esperando a que saliera del ascensor y me gustó mucho su look cañero, con una chupa de cuero, camiseta negra, pantalones vaqueros grises y botines por encima de los tobillos.

―¡Guau!, estás espectacular, Sara. ―Ella sonrió y me soltó un pico en los labios antes de entrar en casa.

Ya estaba recuperada del viaje y desprendía otra vitalidad, lo que me pareció muy buena señal. Nos servimos un vino, fuimos hasta el salón y nos sentamos en el sofá con un poco de música para amenizar la velada.

―Me encanta que estés aquí, lo estoy pasando muy mal en el trabajo, eso de verte todos los días y no poder darte ni un beso… ―dije.
―Ya, a mí me pasa lo mismo, se me hace extraño, pero ya te comenté que para mí era muy importante que piensen que me han contratado por méritos propios, no porque tú y yo…
―Y me parece lo más normal del mundo… Estás muy guapa ―afirmé acercándome a ella para darle un beso en los labios.

Sara me correspondió y nos estuvimos enrollando un buen rato en el sofá, solo besos y unas leves caricias por encima de la ropa. El vino y la música ayudaban a que el ambiente estuviera más desinhibido entre los dos, pero yo me empecé a pillar un calentón importante.

―Va a ser mejor que paremos o… te voy a tener que follar ahora mismo…
―Todavía tenemos hora y media, ¿no?
―Sí…
―Mmmmm, yo tampoco voy a poder aguantar tanto tiempo ―añadió Sara poniéndose de pie y estirando el brazo para que yo también me levantara.

Agarrados de la mano fuimos hasta mi habitación y terminamos echando un polvo lento y tranquilo, en el que como siempre Sara se puso sobre mí y me cabalgó hasta que me corrí dentro de ella. Todavía nos dio tiempo a preparar la mesa y tomarnos otro vino antes de que vinieran Daniel e Isabel, que llegaron puntuales a la hora a la que habíamos quedado con ellos.

La cena fue superagradable, como no podía ser de otra manera y dimos buena cuenta de otro par de botellas de vino mientras escuchábamos las anécdotas de Isabel en su trabajo y el pique continuo entre Daniel y Sara, que se gastaban bromas mutuamente, lo que hacía que el ambiente fuera muy distendido.

Sara e Isabel habían sintonizado muy bien, incluso ya habían quedado un día juntas la semana anterior para ir de compras. Podíamos hablar de cualquier cosa sin que hubiera malos rollos, de política, de deporte, de cine, de música, de libros y terminamos la velada con un juego de mesa con el que nos dieron casi las tres de la mañana.

En cuanto nos despedimos de ellos, a mí me apetecía volver a follar con Sara, pero esta vez de manera mucho más salvaje. Estaba muy cachondo y no veía la hora de llevarla hasta mi cama y ponerla a cuatro patas, aunque Sara tenía otras intenciones y al regresar al salón, después de cerrar la puerta, ella sirvió otras dos copas de vino y me pasó una a mí.

Nos sentamos en el sofá, con las luces bajas y música blues a volumen muy bajito sonando de fondo. Y entonces Sara se quedó cabizbaja y casi en silencio.

―¿Estás bien?, ¿ha pasado algo durante la cena que te haya molestado? A Daniel no le hagas ni caso, eh, que todo lo que te dice es de broma…
―No, no es por ellos, tus amigos son encantadores, es solo que…, bueno…, que, joder, ¡qué difícil va a ser decirte esto!

Y yo, viendo la cara que tenía Sara y después de esas palabras, enseguida me puse en lo peor: Javier.

―Sara, dime lo que pasa…, me estás preocupando…
―Pues nada… que en Bilbao…
―Noooo, Sara, nooo…, ¡¡mierda puta, nooo!!, no me digas que te has vuelto a… ―Y me puse de pie sin tan siquiera poder terminar la frase.

Ella se quedó recostada de medio lado en el sofá dándole un trago a su copa de vino, no se atrevía a mirarme y yo me volví a sentar a su lado y le cogí la cara con las dos manos para que me mirara.

―Sara, no me digas eso, por favor…
―Lo siento, Pablo ―dijo retirándome la cara―, pero… me he vuelto a acostar con Javier ―susurró tan bajito que creí que no lo había escuchado bien.

Pero claro que lo había entendido. Perfectamente. Y de repente sentí esa misma sensación de ahogo y de vacío en el estómago igual que el día en que mi exmujer me dijo que me quería dejar porque se había encoñado con otro tío.

No podía ser. Otra vez no.
 
PARTE 4



Capítulo 25


El guiri cogió el móvil y se puso a grabar mientras Javier tenía a Sara a cuatro patas en medio de la cama. No dejaba de afirmar con la cabeza y de sonreír; después le dio un trago a una cerveza para seguir grabando cómo mi jefe se la follaba de manera burda y soez.

Ni tan siquiera había tenido que subirle la falda roja de lo corta que era, tan solo con apartar su tanguita le bastó para podérsela meter. Javier me miró y le soltó un buen azote en el culo, jactándose de mí.

―Ya te dije que esta tenía muuuuchas horas de vuelo, Pablito, ja, ja, ja…, lo que no sabía es que fuera tu novia…, ya lo siento…

Y el americano con cara de salido asentía con la camisa abierta y un bañador que le llegaba hasta las rodillas.

―Your wife is very pretty… and very very bitch…, she's a hotwife, mmmmm…

Javier le sacó la polla y la golpeó con ella en las nalgas. Tenía una verga enorme que por lo menos le debía medir veinte centímetros y Sara gimoteaba buscando que se la clavara de nuevo.

―¿Has visto, Pablito?, tu novia me deja que se la meta sin condón…, ¿qué hago, me corro dentro o no?
―Yes, yes, yes ―afirmó el pervertido, que cada vez acercaba más el móvil al coño de mi novia.
―Vamos, aaaaah, métemela, métemela ―le pidió Sara desesperada alargando el brazo para cogerle ella misma la polla.

No se lo quiso hacer desear y de un golpe seco se la clavó hasta el fondo, haciendo rebotar su barriga contra el culazo de la de prácticas. De repente alguien llamó en la puerta de la habitación del hotel y fui a abrir.

Allí estaban Abel y Álvaro, desnudos, con sus cuerpos perfectos y sujetándose sus enormes y empalmadas pollas.

―Hola, Pablito, ¿se puede? ―Y los dos se colaron en el interior sin esperar mi respuesta.

Entonces Álvaro se subió a la cama y se quedó recostado en el cabecero, lo que aprovechó Sara para comérsela mientras Javier la embestía.

―Ufff, qué bueno, ¿la chupa bien, eh, Pablo? ―me dijo Álvaro.
―No sé, a mí nunca me la…
―¿Quééééé…?, ¿no te la ha chupado?, pues no sabes lo que te pierdes… porque es una puta máquina… Si es que eres demasiado bueno, Pablito, que te lo tengo dicho, ja, ja, ja… ―se burlaba de mí Javier sin dejar de follársela―. Esta niñata se la ha comido a todos de los presentes menos a ti…

De repente sonó el despertador. Estaba empapado en sudor frío y me quedé unos segundos en la cama, con la respiración acelerada y una extraña sensación de miedo, pero a la vez terriblemente excitado, con una erección tremenda bajo el pijama y bajé la mano para agarrármela.

Recordaba el sueño a la perfección y no comprendía por qué la tenía tan dura.

Tuve que pegarme una ducha bien fría y después de un café salí de casa con las energías renovadas. Siempre estaba muy contento cuando sabía que iba a ver a Sara y aquella mañana ella tenía que pasar por la auditoría para la entrevista con el de recursos humanos.

Sobre las diez, mientras estaba trabajando con Javier en nuestro despacho, alguien tocó en la puerta y cuando nos giramos allí se encontraba Sara. Preciosa con un vaquero ajustado, un jersey negro de cuello alto, pero bien ceñido a su cuerpo, botas hasta las rodillas y un abrigo negro en la mano.

―¿Holaaa?, ¿se puede?
―Pero buenooo, Sara, ¡qué alegría verte! ―Me hice el sorprendido levantándome hacia ella―, ¿qué haces por aquí?
―¡Sorpresa!, el mes que viene empiezo a trabajar otra vez en la auditoría.
―Enhorabuena. ―Y nos dimos dos besos.

Después vino Javier, que se abrazó con ella y la felicitó por la contratación.

―¡Qué buenas noticias!, te hemos echado de menos… ―afirmó Javier―. Me alegro un montón de tu vuelta…
―Jo, muchas gracias, chicos…, tendría que irme ya, que me he escapado del trabajo… ―Entonces se dirigió a mí, obviando a Javier, que seguía delante de ella―. Eh, Pablo, ¿te tomas un cafelito rápido?, te quería comentar una cosa…
―Sí, claro…
―Bueno, Javier, pues dentro de poco nos vemos…
―Vale, estaremos impacientes con tu vuelta ―comentó Javier, que puso cara de no entender lo que estaba pasando allí.

Me encogí de hombros, dándole a entender que no sabía qué es lo que me quería decir Sara y después salí de la oficina con ella. Tuve que guardar las apariencias y comportarme con Sara como si fuéramos dos excompañeros que se llevaban muy bien, pero se me hacía raro y quería gritar a los cuatro vientos que aquel pibonazo, que movía su culo perfecto por los pasillos de la auditoría, era mi novia.

Bajamos a la cafetería y nos sentamos en una mesita apartada con un par de cafés.

―Bueno, pues enhorabuena, me va a encantar tenerte en el trabajo, así vamos a poder vernos todos los días…
―Gracias, Pablo, estoy muy contenta, la verdad.
―¿Así que al final has aceptado?
―Sí, ya te comenté ayer que me pagan unos 600 netos más que en la gestoría, aunque me han dicho que me quieren sobre todo para hacer auditorías externas…
―Ya, vas a tener que salir casi cada semana.
―Sí, pero bueno, no me importa viajar…, lo malo es que no voy a tener un equipo fijo como antes con vosotros, cada día me tocará salir con un compañero distinto…
―Al principio se te hará raro, pero tampoco somos tantos y en poquito tiempo ya nos conocerás a todos…
―Sí, eso es verdad…
―Pues qué bien…, me encanta que trabajes otra vez con nosotros…
―Tendré que ponerme las pilas al principio…
―Enseguida lo volverás a coger, ya verás, y para lo que necesites, aquí me tienes…
―Contaba con ello ―dijo haciéndome una pequeña caricia en la pierna por debajo de la mesa―, aunque también me gustaría pedirte una cosa…
―Sí, lo que quieras…
―Bueno…, eh… de momento preferiría que nadie en la auditoría sepa que…, bueno, ya sabes, que nos estamos viendo…
―Claro, sin problema.
―No quiero que se piensen que me han cogido porque me acuesto contigo.
―Te han contratado porque eres muy buena, Sara.
―Ya, pero ya sabes cómo es la gente, enseguida empezaría a haber habladurías y tal… y no me gustan esas cosas…, ya quedaría marcada para siempre… y quiero que me respeten como profesional.
―Te entiendo perfectamente y me parece muy bien.
―Solo era eso…, me alegra que lo comprendas…, para mí es muy importante…, sé que va a ser difícil, pero tenemos que guardar las apariencias…

Luego nos quedamos mirando unos segundos sin decir nada. Se notaba la tensión sexual entre nosotros y Sara apuró el café.

―Aunque me va a costar mucho controlarme ―susurré acercándome a ella―. ¿Cuándo nos vemos?
―¿Te parece bien si esta tarde me paso por tu casa y lo celebramos como se merece?
―Mmmmm, me parece perfecto…
―Y luego podrías ayudarme a buscar piso, en un par de meses, como mucho, quiero independizarme.
―Cuenta con ello…
―Bueno, Pablo, pues hasta la tarde…
―Luego nos vemos. ―Y nos despedimos con dos besos a la puerta de la cafetería.

Por allí había muchos compañeros de la auditoría y ya teníamos que empezar a disimular que estábamos juntos, como me había pedido Sara.

Subí tranquilo y feliz al trabajo y en cuanto entré al despacho, Javier me preguntó qué es lo que me quería decir Sara, por lo que tuve que inventarme una excusa sobre la marcha que sonara bastante creíble.

―Nada, me ha estado diciendo que la han cogido para las auditorías externas… y eso, me ha pedido que si la podía ayudar para ponerse otra vez al día lo más rápido posible…
―Aaaah, tú siempre tan buenazo, Pablito… Estoy deseando que vuelva a trabajar con nosotros, uf, ¡qué buenísima está!, me ha puesto muy burro con esas botas altas…

En ese momento le hubiera dicho que dejara de hablar así de Sara, que estábamos saliendo, pero casualmente no habían pasado ni quince minutos desde que ella me había pedido discreción en cuanto a nuestra relación; así que no me quedó más remedio que aguantar las gilipolleces de Javier.

Y esto tan solo era el principio. Me había caído una buena con el impresentable de mi jefe.

Por la tarde Sara se pasó por casa, como me había prometido, y celebramos su reciente contratación en la auditoría. Dos veces. Después nos metimos en varias páginas de inmobiliarias y le ayudé a buscar piso.

Ella también iba a sufrir un cambio radical en su vida, de trabajar en una gestoría y vivir con sus padres a independizarse y convertirse en una de nuestras auditoras externas con un salario ya bastante importante.

El mes se pasó bastante rápido y cuando me quise dar cuenta, Sara ya estaba trabajando en la auditoría. Desde el principio ella eligió quedarse en nuestro despacho, así que nos tocó compartir espacio con Javier, que estuvo muy educado con Sara y yo intenté que se integrara con rapidez y que en poquitas semanas ya funcionara a pleno rendimiento.

Me encantaba tenerla conmigo, ver su sonrisa todos los días, y teníamos que cortarnos para no hacernos caricias cuando estábamos uno al lado del otro o nos cruzábamos en el pequeño despacho. Nos mantuvimos todo lo discretos que pudimos y no levantamos la más mínima sospecha sobre lo nuestro.

Ni tan siquiera Javier, que se pasaba ocho horas con nosotros, se percató de nada.

Todo estaba yendo de maravilla, incluso mejor de lo previsto, y ahora los fines de semana que no podía ver a Sara porque me tocaba a las niñas, los llevaba mucho mejor, sabiendo que el lunes nos encontraríamos en la oficina.

Pero tres semanas después, una mañana a primera hora Javier entró en el despacho, y aprovechando la ausencia momentánea de Sara, me dejó caer la noticia que me estaba esperando, pero para la que todavía no me había preparado mentalmente.

―El miércoles tengo salida con la niñata, me he ofrecido voluntario para acompañarla y no han puesto ninguna objeción, ¿qué te parece, Pablito?, ni más ni menos que dos noches… ―me soltó con un asqueroso tono que me repateó el estómago.

El muy cabrón había hecho que le pusieran con Sara en su primera auditoría externa desde su regreso, y yo no había visto venir esa jugada, pero tampoco es que pudiera haber hecho nada. Unos minutos más tarde entró Sara en el despacho y Javier le dio la «buena» noticia.

―El miércoles tenemos auditoría externa en Bilbao, vamos a quedarnos allí dos noches…

En cuanto escuché la ciudad a la que viajaban se me heló la sangre, y creo que a Sara le pasó lo mismo, porque su cara se transformó de repente. ¡Menuda coincidencia!, en Bilbao había sido la primera vez que Sara salió a auditar con nosotros y allí se acostó con Javier, en aquella fatídica noche que lo cambió todo, cuando escuché cómo follaban en la habitación de al lado.

―Anda, ¡qué bien! ―exclamó Sara fingiendo muy mal su supuesta alegría.
―¡Qué buenos recuerdos me trae esa ciudad! ―dijo el cabrón de Javier con un tono que no me gustó―. Voy a bajar a tomar un café y en cuanto suba nos ponemos con la documentación…
―Claro… ―afirmó Sara.

Nos quedamos callados, mirándonos en silencio cuando Javier salió del despacho. No sabíamos ni qué decirnos y Sara enseguida entendió mi preocupación.

―¿Estás bien? ―me preguntó acercándose a mí y pasándome la mano por la espalda…
―Sí, claro, sabíamos que esto iba a pasar tarde o temprano.
―Ey, Pablo, sé que parece una jodida broma de mal gusto que justo me toque con Javier y encima en Bilbao, pero…
―No quiero darle vueltas a eso…, estoy bien, de verdad. Por cierto, y cambiando de tema, el sábado les había propuesto a Daniel e Isa que se pasaran por casa, hace tiempo que no cenamos con ellos, ¿te parece bien?
―Eh, sí, el finde no tenía ningún plan especial, así que sin problema…
―Guay, y, si quieres, te puedes pasar por casa y me ayudas con los preparativos…
―Mmmmm, me encantaría.

Intenté quitarle importancia a esa salida de trabajo, tendría que acostumbrarme a que era algo que iba a ocurrir muy a menudo y no hablamos de lo que eso suponía, lo dejamos correr; para Sara tampoco debía ser una situación fácil de gestionar y también evité quedarme a solas con Javier para no escuchar ninguna de sus impertinencias, que podían haber terminado con uno de mis puños golpeando en su cara.

El martes les ayudé a preparar la documentación y el miércoles a primera hora Sara y Javier salieron para Bilbao. Ahora estaban solos y ya no podía hacer nada más. Los dos días se me iban a hacer muy largos hasta su regreso y tendría que confiar en Sara.

No supe nada de ellos ni el miércoles ni el jueves por la noche. Yo no la llamé y ella tampoco, y el viernes a media mañana estaba como un flan en el despacho, sabiendo que Sara no tardaría en regresar de su viaje con Javier.

Sobre las doce apareció sola con una pequeña maleta y dejó caer la documentación en su mesa. Estaba imponente con un vaquero ajustado, americana oscura, camiseta blanca y unos zapatos con muchísimo tacón que realzaban su culazo.

―Ey, hola, ¿qué tal ha ido todo?
―La auditoría genial…, mejor de lo que pensaba ―dijo Sara en un tono muy apagado.
―¿Estás bien?
―Sí, sí…, solo que estoy un poco cansada, ya sabes que estos viajes son muy estresantes…
―Ya, ¿y Javier?
―Se ha ido a casa, me ha dicho que, como ya estaba casi todo el trabajo hecho, que no hacía falta que viniera, así que… tengo mucho que hacer y no sé a qué hora voy a salir hoy…, y encima viernes…
―¡Qué impresentable!, pero bueno, no me extraña, a mí me lo ha hecho muchas veces. Anda, deja que te ayude, así terminas antes…
―Jo, Pablo, pues te lo agradezco de verdad.

Hasta casi las cuatro de la tarde no finalizamos con el papeleo y luego bajamos juntos al bar a picar algo y tomarnos un par de cañas.

―Creo que me voy a meter en la cama y hasta las doce de la mañana no me pienso levantar…, ya llevaba el cansancio acumulado desde el martes por la noche, que me costó dormir… ―comentó Sara.
―Sí, tienes mala cara…

Es verdad que Sara estaba muy apagada, no tenía su vitalidad y ese brillo en la piel, pero después de dos días de mucho trabajo, varios madrugones y un viaje en tren de más de cuatro horas, era lo más normal del mundo.

―Mañana era la cena con Isa y Daniel, ¿no? ―me preguntó mientras se incorporaba a la vez que se ponía la americana―. Me voy ya para casa…
―Sí…
―¿Me paso y te ayudo con los preparativos?
―No hace falta, pero me gustaría que vinieras un rato antes, así estamos juntos.
―Claro, pues mañana nos vemos.
―¿Quieres que te acerque?
―No hace falta, además, hoy con las dietas y tal me cubre el taxi hasta casa. ―Nos dimos dos besos en la mejilla y dejé que Sara se fuera arrastrando su pequeña maleta.

En un principio no había querido darle importancia al comportamiento de Sara, pero una vez solo en casa no hacía más que darle vueltas. No quería creerme que ella me hubiera podido engañar con Javier a las primeras de cambio.

¡Pero si no llevaba ni un mes en la auditoría! Eso no era posible.

Estuve con el móvil en la mano varias horas, tentado de mandarle un mensaje y preguntarle cómo se encontraba; incluso dudé si llamar a Javier para ver qué tal les había ido en la auditoría de Bilbao. Estaba convencido de que, si había pasado algo entre ellos, mi jefe me lo hubiera espetado en la cara sin pestañear, pero no podía hacer eso, tenía que confiar en Sara y no actuar como un celoso patológico; así que decidí dejarlo correr.

No fue una de mis mejores noches y estuve pensando en el mismo asunto una y otra vez. No sé ni la de vueltas que di en la cama, hasta que ya vencido por el sueño me dormí de madrugada.

Al día siguiente me levanté decidido a obviar el asunto y se me pasó la mañana en un suspiro limpiando la casa y con los preparativos de la cena y tras una leve siesta me sorprendió que Sara se presentara en mi casa dos horas antes de la que habíamos quedado con la pareja invitada.

Me quedé en la puerta esperando a que saliera del ascensor y me gustó mucho su look cañero, con una chupa de cuero, camiseta negra, pantalones vaqueros grises y botines por encima de los tobillos.

―¡Guau!, estás espectacular, Sara. ―Ella sonrió y me soltó un pico en los labios antes de entrar en casa.

Ya estaba recuperada del viaje y desprendía otra vitalidad, lo que me pareció muy buena señal. Nos servimos un vino, fuimos hasta el salón y nos sentamos en el sofá con un poco de música para amenizar la velada.

―Me encanta que estés aquí, lo estoy pasando muy mal en el trabajo, eso de verte todos los días y no poder darte ni un beso… ―dije.
―Ya, a mí me pasa lo mismo, se me hace extraño, pero ya te comenté que para mí era muy importante que piensen que me han contratado por méritos propios, no porque tú y yo…
―Y me parece lo más normal del mundo… Estás muy guapa ―afirmé acercándome a ella para darle un beso en los labios.

Sara me correspondió y nos estuvimos enrollando un buen rato en el sofá, solo besos y unas leves caricias por encima de la ropa. El vino y la música ayudaban a que el ambiente estuviera más desinhibido entre los dos, pero yo me empecé a pillar un calentón importante.

―Va a ser mejor que paremos o… te voy a tener que follar ahora mismo…
―Todavía tenemos hora y media, ¿no?
―Sí…
―Mmmmm, yo tampoco voy a poder aguantar tanto tiempo ―añadió Sara poniéndose de pie y estirando el brazo para que yo también me levantara.

Agarrados de la mano fuimos hasta mi habitación y terminamos echando un polvo lento y tranquilo, en el que como siempre Sara se puso sobre mí y me cabalgó hasta que me corrí dentro de ella. Todavía nos dio tiempo a preparar la mesa y tomarnos otro vino antes de que vinieran Daniel e Isabel, que llegaron puntuales a la hora a la que habíamos quedado con ellos.

La cena fue superagradable, como no podía ser de otra manera y dimos buena cuenta de otro par de botellas de vino mientras escuchábamos las anécdotas de Isabel en su trabajo y el pique continuo entre Daniel y Sara, que se gastaban bromas mutuamente, lo que hacía que el ambiente fuera muy distendido.

Sara e Isabel habían sintonizado muy bien, incluso ya habían quedado un día juntas la semana anterior para ir de compras. Podíamos hablar de cualquier cosa sin que hubiera malos rollos, de política, de deporte, de cine, de música, de libros y terminamos la velada con un juego de mesa con el que nos dieron casi las tres de la mañana.

En cuanto nos despedimos de ellos, a mí me apetecía volver a follar con Sara, pero esta vez de manera mucho más salvaje. Estaba muy cachondo y no veía la hora de llevarla hasta mi cama y ponerla a cuatro patas, aunque Sara tenía otras intenciones y al regresar al salón, después de cerrar la puerta, ella sirvió otras dos copas de vino y me pasó una a mí.

Nos sentamos en el sofá, con las luces bajas y música blues a volumen muy bajito sonando de fondo. Y entonces Sara se quedó cabizbaja y casi en silencio.

―¿Estás bien?, ¿ha pasado algo durante la cena que te haya molestado? A Daniel no le hagas ni caso, eh, que todo lo que te dice es de broma…
―No, no es por ellos, tus amigos son encantadores, es solo que…, bueno…, que, joder, ¡qué difícil va a ser decirte esto!

Y yo, viendo la cara que tenía Sara y después de esas palabras, enseguida me puse en lo peor: Javier.

―Sara, dime lo que pasa…, me estás preocupando…
―Pues nada… que en Bilbao…
―Noooo, Sara, nooo…, ¡¡mierda puta, nooo!!, no me digas que te has vuelto a… ―Y me puse de pie sin tan siquiera poder terminar la frase.

Ella se quedó recostada de medio lado en el sofá dándole un trago a su copa de vino, no se atrevía a mirarme y yo me volví a sentar a su lado y le cogí la cara con las dos manos para que me mirara.

―Sara, no me digas eso, por favor…
―Lo siento, Pablo ―dijo retirándome la cara―, pero… me he vuelto a acostar con Javier ―susurró tan bajito que creí que no lo había escuchado bien.

Pero claro que lo había entendido. Perfectamente. Y de repente sentí esa misma sensación de ahogo y de vacío en el estómago igual que el día en que mi exmujer me dijo que me quería dejar porque se había encoñado con otro tío.

No podía ser. Otra vez no.
Se veia venir y Sara no ha perdido el tiempo, pobre Pablo, que feo que te diga la chica que te gusta que en el trabajo nada de cariñitos para que otros se la puedan follar... Que mas esta esperando Pablo para pasar de ella definitivamente
 
Si es que es tela de tonto. Mandala a la mierda de una vez. Sara no vale absolutamente nada y hay muchas mujeres y bastantes mejores en el mundo, joer.
Lo que tiene que hacer es largarse de esa empresa lejos del imbécil de Javier y del zorrón de Sara.
 
Pero si es que no sé de que nos extrañamos, hay un viejo adagio que dice que "la cabra siempre tira al monte".

Si te vas con un zorrón, no esperes reformar al zorrón, tienes que aceptar al zorrón tal y como es, sabiendo que aunque ponga a dormir al zorrón un rato, el zorrón de vez en cuando se despierta y hace de las suyas.

Conclusión: Aquí Sara no es culpable de nada, el único culpable es el tonto de los cojones de Pablo, que debe ser familia de aquel tal Abundio que vendió la moto para comprar gasolina.

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Pero si es que no sé de que nos extrañamos, hay un viejo adagio que dice que "la cabra siempre tira al monte".

Si te vas con un zorrón, no esperes reformar al zorrón, tienes que aceptar al zorrón tal y como es, sabiendo que aunque ponga a dormir al zorrón un rato, el zorrón de vez en cuando se despierta y hace de las suyas.

Conclusión: Aquí Sara no es culpable de nada, el único culpable es el tonto de los cojones de Pablo, que debe ser familia de aquel tal Abundio que vendió la moto para comprar gasolina.

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Pues por eso mismo la debe dejar. Son ganas de ser masoquista.
Sara no sirve para tener pareja y el tonto este debería haberlo visto, si es que hasta su amigo Daniel se lo dijo. Como follamiga bueno, pues si, pero como novia ni de coña.
Lo peor es que me veo venir que al final no la va a dejar y va a dejar que se folle lo que le dé la gana.
 

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