Capítulo 10: La última noche.
Los dos días posteriores mi cabeza era ya un jodido hervidero. Salí de la habitación como pude, intentando que ninguno de los integrantes de aquella casa me viese. Con unos movimientos dignos de una parodia de misión imposible conseguí salir de la casa y entrar desde la calle, con la excusa de que salí a hacer una llamada a mis padres. Coló. O al menos el resto no hizo mucha intención de buscar la versión real de la historia. Los días se sucedieron de forma monótona. Siempre era la misma historia: piscina, beber y comer. Las restricciones no permitían mucho más, ya sabíamos lo que había, pero la verdad es que se nos estaba haciendo pesado el tema. Para colmo no sabía cómo enfocar las situaciones vividas. Miriam parecía haber arreglado la situación con su pareja, después de una conversación de más de una hora por teléfono, y Alicia estaba cada vez más empalagosa con Oliver. Hasta el punto de que resultaba chocante al resto. Con ninguna volví a comentar lo sucedido. Ni yo tenía el valor de hacerlo ni ellas parecían querer volver a repetir. Aquel día el sol pegaba más que de costumbre por la ventana. El cabron de Jorge no había echado las cortinas y ahora tenía toda la luz golpeándome en la cara. El dormía de espaldas y ni se inmutó. Me desperté y me desperece sentado en el borde de la cama. Era pronto, algo pasadas las nueve. La casa aguardaba silenciosa. Me puse las chanclas y baje a la planta de abajo.
Esta vez no había nadie. Con mucha parsimonia empecé a hacerme un café con el poco que quedaba, para dos días que nos quedaban en la casa decidimos no comprar y sobrevivir con lo que había. El olor a café recién hecho empezaba a inundar la estancia cuando escuché un bostezo a mi espalda.
-Uf.. buenos días, vaquero. Necesito un café urgente. - Alicia sonreía a la vez que hablaba con voz cansada. Era la primera vez que estábamos a solas después de aquella ducha. Que empezase con una broma, llamándome vaquero, alivio la tensión que podría suponer aquello.
-Buenos días, señorita. Pues queda poco... Te has levantado pronto para no quedarte sin él. - sonreí y la guiñe un ojo.
-Jajaja mataría ahora mismo por un café, la verdad.
-¿Matarías? Interesante...- puse tono de intriga.
-Si... Y torturaria...- Nada más decirlo se acercó a mí y empezó a hacerme cosquillas.
Ambos reímos un buen rato. No había duda: aquel polvo no había cambiado nuestra relación. A pesar de que aún tenía en la conciencia el hecho de haber provocado una infidelidad a un colega, estaba mucho más tranquilo. Tonto de mi, no sabía lo que estaba por venir.
Desayunamos en silencio unos bollos de la panadería del pueblo que la mañana anterior habían comprado Oliver y Carlos. Yo lo comía sin más, mientras que ella los mojaba en el café. Sonará mal, pero hasta ese detalle lo hacía con especial morbo, sorbiendo la leche sobrante y después mordiendo el bollo.
-¿Podrías acercarme a la farmacia?- Alicia rompió el silencio reinante.
- Sí, claro. Pero, ¿Ha pasado algo?
Se le escapó una sonrisa traviesa.
-No, nada. Solo que no tenemos condones.
Me quedé un poco cortado y ella prosiguió.
-Jaja a ver, no me mires así. Que también le he dejado a Paula. De hecho, ayer me pidió los que me quedaban.
-No, si no he dicho nada...
-Pero lo has pensado...
-Yo pienso en muchas cosas.
-Ya me di cuenta...
Ninguno volvió a decir nada. Ella terminó de desayunar y recogió todo. Yo tardé algo más. Subí a la habitación y trate de vestirme sin hacer excesivo ruido para no despertar a Jorge. Ella hizo lo propio con Oliver. Al rato ambos estábamos en el hall de entrada dispuestos a salir. Cogí las llaves del coche que descansaban en una mesita de la entrada y salimos. No pude evitar quitarle ojo a Alicia. Había elegido para la ocasión un sencillo y fresco vestido piscinero a rayas que le llegaba por las rodillas. Era ceñido y marcaba a la perfección todas sus formas corporales. Me monté en el coche y quité el parasol, hacia un calor infernal dentro.
-Buah, que calor. Si quieres espera fuera mientras, voy a ver si el climatizador da a basto con todo esto.
-No importa, tranquilo.
No espero y se montó directamente en el asiento del copiloto. Abrí todas las ventanas y puse la potencia del aire al máximo. No quise que pareciesemos dos idiotas sentados esperando a una temperatura idónea e inicie la marcha a pesar del bochorno. Fue un trayecto corto en el que ninguno habló. Buscamos un poco por el pueblo y al final dimos con la farmacia, no sin antes preguntar a una señora mayor que barría la puerta de su casa. Pare en doble fila y ella se bajó.
El hecho de haber estado sentada hizo que el vestido se ciñese aún más a su culo, provocando que el tanga que llevaba debajo de marcase a la perfección en la tela. Otra vez ese culo perfecto poniéndome los dientes largos. Pasó algún tiempo hasta que la volví a ver salir por la puerta. Sonreía.
- Qué, ¿Ya tienes los condones?- solté con la ventanilla bajada para sorpresa de algunos ancianos que estaban sentados en un banco.
-Si, cariño. Ya podemos darle sin miedo al tema- Sonreía y me seguía el rollo sin vergüenza ninguna. ¡Qué cabrona!
Ambos nos reímos cuando ella montó. Mientras se abrochaba el cinturón pregunté si necesitaba algo más, a lo que me respondió que ese era el único recado de la mañana.
De vuelta a la casa vimos en una de las calles un pub. Debía ser pequeño, apostaría que quizá hasta el único del pueblo, pero era llamativo. Tenía un nombre hortera, en una especie de spanglish, que se anunciaba en un letrero luminoso que ahora aguardaba apagado. Alicia lo miró pensativa.
Ya de vuelta en la casa la mayoría estaban despiertos desayunando. Alicia entró primero, excusándose de que tenía que hacer unas compras y yo había hecho el favor de llevarla. Subí a la habitación y me puse el uniforme de esos días: bañador y camiseta. Eran las 11 de la mañana cuando me lanzaba a la piscina.
El día volvió a seguir las pautas de los anteriores: Mucha piscina, mucho sol, cervezas y relax. Tenía pinta de que acabaríamos nuestras vacaciones de esa manera, pero Alicia tuvo un plan mejor. Estabamos picando algo antes de comer. Cada chica, junto a sus parejas, en una tumbona. Jorge, Miriam y yo en el agua.
-Hay un pub que tiene buena pinta en el pueblo.
-Pufff que pereza...- soltó Oliver llevándose las manos a la cara.
-Venga, no te aburres de todos los días lo mismo. Hay que salir un poco.- contestó Alicia.
-No me apetece salir...- respondió Oliver.
-Pues tía, a mí sí me apetecen unas copas en un bar con música..- Paula miró a Alicia de manera cómplice.
Ambos novios hicieron lo propio pero con distinta motivación. Desde que se emparejaron habían envejecido como diez años. Apenas querían salir y los planes alejados de sus parejas eran un tema tabú que casi nunca solía salir bien.
El resto estábamos más o menos de acuerdo en que la escapada de vacaciones se nos estaba haciendo monótona, así que aceptamos el plan que proponía Alicia y durante ese día todos tuvimos en la cabeza que aquella noche se iba a salir.
Después de comer ellas se fueron a las habitaciones para elegir modelito. Estaban como ilusionadas y supuse que no era el único que echaba de menos un poco de picante en aquel plan. Los tíos estábamos en las tumbonas mirando a la nada.
-Anda que... Vaya cabrones sois.- soltó Oliver.
-Ya podíais haber dicho que no queríais salir o algo.- reafirmó Carlos.
-Joder, no vamos a morirnos por salir un rato... Digo yo.- Protestó Jorge.
-A saber... En menuda discoteca nos vais a meter.- Oliver seguía sin verlo.
-Discoteca, dice.. jajaja Es un pub. Irá gente de todo tipo, del pueblo. No será para tirar cohetes pero al menos tendremos música, copas y veremos alguna cara nueva después de esta semana.- Intenté argumentar.
-Que pereza...- Dramatizó Oliver.
Me tocó los cojones aquel comentario. Me levanté de las tumbonas y me fui dentro de la casa a echarme la siesta. Llevaba un tiempo asqueado con el rumbo que estaban empezando a coger mis colegas, más pendientes de vivir en pareja que de disfrutar su juventud. Aquella frase resumía bastante las respuestas generales a los últimos planes ofrecidos. Vivían en piloto automático y solo se ponían en marcha si eran sus parejas las que tiraban del carro. Ellas, por su parte, si sabían disfrutar y tener pareja a la vez. Muy a menudo solían salir los fines de semana en "planes de chicas" que consistían en ir a cenar y luego unas copas. Alguna vez que otra también se escapaban a balnearios y echaban el día completo entre chorros de agua y confidencias. Momentos para ellas que yo envidiaba para nuestro grupo de tíos.
No sé cuánto tiempo estuve durmiendo. Aproveche que no había nadie en el cuarto de estar y me puse uno de esos programas de sobremesa en los que hablan de la vida de la gente para coger el sueño. Cuando desperté no había nadie en la casa. Se oían ruidos fuera y salí. En el jardín las parejas jugaban en la piscina mientras Miriam y Jorge tomaban el sol en las tumbonas. Sin decir nada, agarré una de las cervezas que aún quedaban en un cubo y cogí sitio en una tumbona. Noté miradas de Oliver y Carlos, sabiendo que en el anterior momento me había picado, aunque ninguno de los tres dijimos nada. Estuvimos aprovechando esa última tarde de piscina al máximo. En un momento dado nos dio por pensar en la cena de por la noche y decidimos que nadie quería cocinar y que, por lo tanto, unas pizzas serían la mejor de las soluciones. Se echó a suertes quién iba a por ellas y le tocó a Oliver, al que se ofreció a acompañar Carlos. Mientras, Jorge y yo seguíamos en las tumbonas bebiendo cerveza a la vez que mirábamos como nuestras amigas habían vuelto a la sesión de fotos que dejaron aparcada la primera tarde. Otra vez las posturitas, otra vez los gestos y las ganas de llevarse un recuerdo y una fabulosa instantánea para fardar en ********** No sé si a propósito o simplemente porque se veían guapas así, pero las cabronas sabían cómo deleitar a la gran mayoría de pajeros que habitan las redes sociales. Ninguno de los dos dijimos nada, pero creo que ambos estábamos pensando lo mismo. Tuve la tentación de echar una foto a escondidas. Tenía el móvil en la mano y en la posición perfecta para disparar sin que se notase, pero no lo hice.
El Sol empezaba a caer y yo estaba al borde de empalmarme cuando las pizzas llegaron. Decidí que era mi momento ducha y me subí al piso de arriba. Una tarde más, sin sorpresa de Alicia. Me sequé en la habitación tranquilamente y estuve un rato tumbado en la cama, semidesnudo, mientras veía algún vídeo en el móvil. Intentaba escaquearme de cocinar y recoger lo ensuciado aquella tarde, y funcionó. Entre medias escuchaba los pasos de gente que iba y venía a ducharse a la habitación de al lado. Nadie reparó en mí. Me vestí pasado un buen rato y baje a la planta inferior, donde ya empezaba a oler a queso gratinado. Las pizzas estaban a punto y la mesa aguardaba lista. El plan había funcionado.
Me senté cerca de Paula. Llevaba el pijama de siempre, solo que ahora su sujetador impedía apreciar los pechos al natural. Comimos charlando de lo que esperábamos esa noche, de cómo sería el local y si saldría mucha gente de nuestra franja de edad. Carlos y Oliver volvieron a mostrar su intención de cancelar el plan y quedarnos en la casa, pero al final acabaron por resignarse y aceptar, guiados por sus novias, que esa noche se salía. Una vez hubimos terminado de cenar la pereza se apoderó de nosotros. Nos quisimos poner en marcha rápido, sabedores de que alargar más aquel momento daría aún más argumentos a Carlos y Oliver.
Subí a la habitación y miré en la maleta. A diferencia de ellas, que si habían pensado en una salida, yo no tenía ropa más acorde. Termine por escoger la camiseta mas decente que tenía y unas bermudas vaqueras. Me eche algo de colonia y baje al salón de abajo a esperar. Miriam salió de su cuarto al rato. Llevaba unas sandalias blancas, un pantalón corto blanco con rayas gruesas horizontales, que le quedaba algo amplio, y una blusa elegante a juego. Llevaba la cara pintada de forma suave, nada estridente. Coqueta y elegante, sin extravagancias. La segunda en bajar fue Paula, seguida de Carlos. Él, al igual que yo, había optado por un atuendo básico, camiseta de marca y bermudas vaqueras. Ella me sorprendió con una camiseta de tirantes blanca, de una tela que daba la sensación de ser gruesa, con un escotazo en pico que le quedaba mortal. Los pechos daban la sensación de ir bien apretados. Como parte de abajo llevaba un pantalón corto de estos que dan la apariencia de ser una falda. Ella también llevaba sandalias. Miriam también se fijó en lo mismo que yo al verla.
-¿Donde vas sin tetas, tía?- se reía.
-Un push Up que me compré el otro día...- se acercó a su amiga y le enseño el sujetador a través del escote. Yo intenté escuchar la conversación a la par que respondía a Carlos que venía a saludarme y sentarse a mi lado.
-Joder, es precioso.- decía Miriam, para pena mía que no podía opinar de las vistas.
Oliver y Alicia tardaron en bajar, venían discutiendo. Era el enésimo intento de él para abortar el plan. Jorge bajaba por detrás descojonandose de la situación sin que Oliver lo viese. Ambos seguían la tónica masculina de la noche, camiseta y bermudas vaqueras, y además en su caso en un tono similar. Alicia vestía algo pijilla. Llevaba un pantalón corto, casi short, de tiro alto, en color crema y en la parte superior una camiseta fina de tirantes con escote de color suave que combinaba bastante bien pero que apenas reflejaba fielmente el volumen de su pecho, haciendolo de menos. También llevaba sandalias de tono claro. Destacaban sus labios pintados en un fuerte rojo y algo de colorete por la cara, disimulando las marcas de un acné de pubertad que aún tenía.
-Bueno, ¿nos vamos?- Dijo Alicia con tono de sargento. Se notaba que la bronca con su novio había sido gorda.
Nadie se atrevió a llevarle la contraria y pronto nos subimos en los coches. Las parejas fueron juntas en uno mientras que Miriam, Jorge y yo les seguimos en el mío. Al llegar a los alrededores del pub no se veía mucho ambiente. La hora tampoco era la mejor para empezar la noche, pero la falta de alcohol en la casa y la amenaza de la pereza hicieron que entrasemos al local cuando los cuarentones de la zona estaban tomando la copa post cena. Desde el primer momento noté miradas hacia nosotros. Las tipicas que lanzan los lugareños cuando detectan a gente que no es del pueblo, pero también más de una inspeccionaba de arriba a abajo a mis amigas. Supuse que ya había más de uno con una radiografía mental del escote de Paula. Nos sentamos en unos sillones bajos que había en un apartado. Una improvisada cabina de dj estaba vacía y en la pantalla del ordenador se podía ver una sesión corrida de Spotify, del que de vez en cuando saltaban los anuncios. El camarero se acercó a nosotros para tomarnos nota, algo que no concebiamos en un bar de copas, y le pedimos las bebidas que posteriormente trajo en una bandeja. Desde la barra no dejaban de lanzarnos miradas de vez en cuando, nos empezamos a sentir como monos en el zoo. Nos dio por reír cuando todos hicimos el mismo comentario casi a la par, "en menudo sitio cutre nos habíamos metido." Alguna estuvo a punto de darle la razón a Carlos y Oliver de que era mejor no haber salido, pero Alicia se adelantó y trató de contagiar buen rollo. De siempre ha sido muy picada y no la gusta aceptar un fracaso, aunque parezca tan evidente como el que estábamos viendo. Una vez hechos al ambiente, la cosa no estaba mal. El local tenía aire acondicionado, estábamos sentados, había música y las copas no tenían mucha pinta de garrafón. Además que las medidas por COVID eran nulas. Pedimos un par de rondas más, acostumbrados a los precios de las ciudades doblamos nuestro consumo habitual. Con el paso del tiempo los cuarentones comenzaban a disminuir hasta el punto de que sobre las 2 solo quedaba un matrimonio bailando y un par de hombres que parecía haberse soldado a la barra y no variaba su posición nada más que para ir al baño o levantar el vaso. También iba entrando gente que reducía la media de edad bastante. Había grupos cercanos a nuestra quinta, pero lo que más abundaba eran pandillas adolescentes del pueblo que empezaban a conocer el mundo de la noche. Las chicas se animaron y empezaron a bailar sin separarse mucho de nuestra mesa. Con más ganas de evadirse de la pereza que de contonearse montaron un corro improvisado en el que bromeaban mientras se movían un poco. En mitad de eso Oliver soltó un bostezo al que Alicia respondió con una mirada inquisidora.
-¿Qué pasa? No puedes obligarme a pasármelo bien.- Respondió con una risa final, intentando que aquel comentario fuese divertido, pero consiguió todo lo contrario.
-Pues si no estás agusto te vas. Que ya me estás cansando hoy...
La respuesta de Alicia provocó un silencio incómodo en todos. Nadie sabía cómo reaccionar ni si era mejor decir algo o mantenerse callado. Oliver se lo tomó bastante mal y se levantó enfadado.
-Perfecto. Que te diviertas.- Tras eso salió a la calle, con Carlos detrás de él. Alicia no hizo ademán alguno de remediarlo y se quedó con rostro serio. Yo miré a ambos lados, la que se quedaba y el que se iba, y decidí salir. Ya en la calle, Oliver fue andando a zancadas al coche.
-Venga, tío, no te pongas así. Seguro que no quería decirte eso. Las tías son así...
Carlos intentaba apaciguar las aguas, aunque sin resultado.
-Que no, hombre, que siempre tiene que ser lo que ella diga y ya me he cansado.- cerró la puerta de un portazo.
Carlos me miró. -Me voy a ir con él a la casa, no puedo dejarle así.
-Yo me voy con vosotros.- dije sin dejarle apenas terminar.
-No, ni de coña. Tú quédate con ellas, a ver si va a pasar algo.
Carlos siempre en modo dramático.
-Bueno, déjame decir a Paula que me voy contigo. Espérame aquí.- Dijo Carlos mientras entraba al local y me hacía una seña para que no dejase a Oliver marcharse.
Jorge salió por la puerta a la vez que Carlos entraba. Ambos nos miramos sin saber cómo afrontar aquello. Decidimos que era mejor que ambos nos quedásemos con las chicas. A los 15 minutos de que Carlos y Oliver se marchasen, entramos otra vez al local. Las chicas seguían en los mismos sillones de antes, algo más apagadas, hablando con Alicia. Nos acercamos a ellas, aunque evitamos entrar en la conversación. Terminamos nuestras copas y esperamos que los ánimos se caldeasen.
No paraba de entrar gente y lo que al principio era un bar cutre se transformó en el local con más ambiente de todo el pueblo. Tardamos poco en comprobar que nuestra mesa empezaba a estar cotizada así que decidimos que, ya que no estaban Oliver y Carlos, que eran quienes querían estar sentados, nos levantariamos e iríamos a seguir la fiesta de pie, como hacía la gran mayoría del local.
No me quedaba nada en la copa, así que sugerí pedir más. Note la negativa de ellas, que aún tenían más de medio vaso, y la de Jorge, que no tenía el mismo ritmo de beber que yo, por lo que me acerqué a la barra solo.
La camarera, que parecía bastante novata, tardó bastante tiempo en atenderme. Cuando por fin conseguí mi ansiada copa volví al lugar en donde había dejado a mis amigos. Jorge y Miriam habían desaparecido, pero me encontré a Paula y Alicia charlando animosamente, quizá por efecto del alcohol, con dos de los hombres que estaban en el bar desde que entramos. Alicia estaba sentada en un taburete alto, quizá cedido por uno de ellos, y Paula a su lado. Uno de ellos se inclinó al oído de Alicia y susurró algo. Ella empezó a reírse y le dio un pequeño golpe en el pecho, un reproche cariñoso. El otro tío no dejaba de babear el escote de Paula. Cualquiera que estuviese en aquel pub y mirase por unos segundos a aquella zona lo pillaría con la vista clavada en las tetas de mi amiga.
Parecía que aquellos tipos estaban tratando de ligar con dos chicas que bien podrían ser sus hijas y estas, no se bien por qué motivos, estaban dándoles pie a ello. Me acerqué y no dije nada. Ellos pusieron cara de no hacerles ni gota de gracia mi presencia.
-Hola, ¿Molesto?
-Ay... No.. - Alicia seguía sonriendo. -Nos estaban contando cosas del pueblo. Dicen que hay una casa a las afueras con una leyenda de terror...
Uno de ellos la interrumpió.
- Eres amigo de ellas, ¿No? Es así, este pueblo tiene mucha historia. Me sorprende que el que os alquiló la casa no os haya comentado nada. Ya les he dicho que si queréis os puedo llevar a un par de sitios para que no os vayáis sin ver nada..
Le mire algo serio. Reconozco que fui cortante.
-Nos vamos mañana y sus novios no son muy de planes así...- dejé la información para ver si la captaban, pero el otro hombre me cortó rápido.
-Bueno, ahora no están aquí. Es una visita rápida... Seguro que lo pasamos muy bien.- puso sonrisa de baboso.
En ese instante aparecieron Jorge y Miriam.
-¿Donde estabais?- pregunté.
-Con Miriam. Fuera. Pedro la ha llamado y... Bueno, no sabía que habíamos salido. Era mejor que no se escuchase música de fondo. - Jorge me contestó en voz baja. Supongo que ella le había pedido por favor que le guardase aquel secreto. Otra más en su relación de mierda.
Puse cara de circunstancias y luego hice un gesto a Miriam para que observase a sus amigas. Ella puso otra cara de sorpresa y entró en acción. Cortó el rollo de manera magnífica y los tíos se marcharon, en gran medida, echados por su mecanismo para espantar babosos. Paula y Alicia ni se molestaron, para ellas aquello debía ser una especie de juego.
Pasado un rato, Jorge volvía a tener ganas de beber y Miriam y Paula también lo acompañaron para pedirse otra copa. Yo me quedé con Alicia en el rincón en el que estábamos, momento que aproveché para sacar el tema.
-Joder, Alicia, ¿Qué coño hacíais? ¿No os dabais cuenta de que podían ser vuestros padres? - Dije en plan hermano mayor.
Ella se acercó a mí oído y me susurró con voz suave
-Tranquilo, Héctor. Solo querían follar con nosotras.