El BIG BANG de las sensaciones

Hasta siempre.

Hasta siempre compañera.
Contigo he contado,
Contigo he compartido.
Contigo he llorado.
Contigo he vivido.
Todo lo que he sido.
Esperanza compañera.
nos veremos, seguro que si,
por dónde quiera que sea.
Hasta siempre compañera.

💋 💋 💋

Mi amor, para mí esperanza.
Mi amor, para mí misma.
 
Del fondo.

Del fondo del armario,
he sacado una vieja chaqueta
y he disfrutado del paseo,
por los caminos del recuerdo,
por los caminos de la nada.

Del fondo del cajón,
he sacado viejos papeles
y he disfrutado de su lectura,
por las páginas de la vida,
por las páginas de las sombras.

Del fondo de mis pensamientos
he sacado viejos recuerdos
y he visto mi vida.
Durante el viaje, yermo destino
Durante el viaje, lastimado sentidos.
Durante el recorrido, brakumo compañero.
Durante el recorrido, abrazo amigo.

Del fondo de un bolsillo,
he sacado unas monedas
y he sentido el cariño.

Mikelo
💋 💋 💋
 
Última edición:
Del fondo del armario
Latidos de viejo reloj
Del fondo del cajón
Un abrazo solidario

Del fondo mis pensamientos
Los gritos del destino
Abriendo van camino
Decididos pujan ya contentos

Del fondo de un bolsillo
Han brotado dos luceros
Alumbrado dos anillos
En los dedos compañeros

Gamber Galáctica

:love1:





.



.
 
Estar, ser.

Estoy furiosa, enojada.
Estoy en mi barco.
Sóla en mi mar.

Me destrozaron.
Me derribaron.
Ahora me recompongo.

Soy dueña de mi furia.
Soy dueña de mi enojo.
Dejo que salga mi monstruo.

Escribo mi dolor.
Aprendiendo del dolor.
Transformando la belleza del dolor.
 
Última edición:
Sigo en pie.

Sigo en pie, hasta que caigan o hasta que caiga yo.
Sigo en pie, me sostengo en mis principios. Se que soy mejor que ellos.

Sigo en pie, me mantengo firme y fría, aunque por dentro tiemble de miedo, pero es mejor disimular, estar siempre despierta.
Sigo en pie, aunque cada día tenga un costo a pagar. Preparada desde esta orilla, en alerta.
 
DERECHOS

Tengo derecho a la luz, sobre las sombras.
Tengo derecho a vivir como si no fuese a estar un día más.
Tengo derecho a ser distinta cada día.
Tengo derecho a ilusionarme y desilusionarme.
Tengo derecho a perderme dentro del laberinto que soy.
Tengo derecho a sentir tristeza, rabia, impotencia, no tengo porque fingir que todo va bien, que soy feliz, cuando no es así. También siento asco, enfado, injusticia y sorpresa. Todo está expuesto sobre la mesa.
Tengo derecho a que no encaje todo, a que sea perfectamente imperfecto.
Tengo derecho a que mis pies, toquen el suelo y también a que prendan el vuelo.
Tengo derecho a no regar la planta de la fantasía, ni la de la felicidad.
Tengo derecho a reír, cuando quiera, aunque no tenga motivos o tenga uno solo.


💋 💋 💋
 
Ojalá.

"Y mis manos en tu cintura,
pero mírame con dulzor.."
Ojalá está hubiera sido
nuestra canción.

Ojalá ese tu primer amor,
no hubiera sido un destino
no lo hubieras escrito.

Ojalá ese tu primer amor,
no hubiera sido hecho voz
no hubieras escuchado su son.

💋 💋 💋
 
Sin permiso.

Llegó sin permiso, la estrella.
Habitó dentro de ti, brillabas.
Te quiso a ti, amabas.
Apagó su brillo por ti, escondidas.

Llegó sin permiso, la estrella.
Brilló y brilló , siendo tu faro de sueños.
Colgada del cielo, nunca se fue.
Allí queda, tratando de no apagarse.
Allí permanece, por si volvierás.

Llegó sin permiso, la estrella.
Antes de su tiempo,
trayendo dolor del cielo,
con sonrisas sin motivos.

Llegó sin permiso, la estrella.
Ahora no sabe a donde ir,
ahora está perdida,
ya no brilla, terminó su vida.

💋 💋 💋
 
Intento escribir para ti, garabatear a golpe de tecla, signos que se me antojan extraños, en la necesidad de liberar éste mi inmenso afecto, el quejido intenso y hondo que me puja dentro, y que no puede salir.
Y que no puedo...

No encuentro las palabras precisas que me permitan componer la más sencilla de las oraciones gramaticales. Las intuyo, sí, pero endebles, desleídas, y se me esfuman, como ánimas volutas, al primer contacto.
Y que no encuentro...

En la medida que la vasija de este amor se va llenado, el alma ingenua y ajena, me brinca alocadamente, pero confusa, después de mil intentos, es incapaz de encontrar la puerta que posibilite la comunicación.
Y que no te llego.
Y que no te puedo.
Y que no te encuentro.
Y que la pierdo...
 
Te arroparé

Te arroparé con la manta de mi cuerpo,
cuando la fría incertidumbre te invada.
Repartiéndote calores,
pintándote colores.


Seré tu impenetrable escudo de carey,
ante el dardo de la atrevida ignorancia.
Repartiéndote calores,
pintándote colores.


Permaneceré como un parasol opaco,
evitando que el falso destello te ciegue.
Repartiéndote calores,
pintándote colores.


Te quedaré cual férreo ángel cancerbero.
Pero tan solo una mirada tuya y volaré...

Explorando dolores,
navegando amores.
 
Ya es un hecho que la Jefa directora de orquesta del Big Bang de la Sensaciones se ha largado a mitad del concierto.
Pero quedamos los músicos.
Puede que sin ella desafinemos.
Pero el Concierto de las Sensaciones debe continuar.


Tenia en proyecto abrir "hilo" propio para dejar mis desafinados desatinos. Algo así como : "Cuando Mikelo no tiene que hacer, con el rabo matamoscas" (pero el matamoscas ¡Plaff! está en el ForoBar, junto con la divina y versátil "Chancla")
O éste otro "Más sabe Mikelo por viejo pellejo que..."
Tengo muchos más, tantos que pereza ya me da el mero hecho de pensar en el nombre.

De modo que como buen oportunista, utilizaré éste.
No, no, no es ninguna invitación, es una advertencia.
 
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Fábula Petro y la piedra
Con admiración, a los pueblos colombianos

Petro, algunas mañanitas caminaba hasta un lugar frente al mar.
Paraba bajo los árboles, y sentado sobre una roca contemplaba la mar, con su continuo movimiento. Le reconfortaba, cual humilde terapia, ver amanecer.

Ya de un tiempito acá que estaba demasiado apesadumbrado por los problemas y las decisiones, algunas no tan gratas, que tenía que afrontar diariamente. Todo se le hacía cuesta arriba. El traje, pensaba, le estaba quedando demasiado grande. Su voluntad, siempre fuerte, comenzaba a resquebrar.

Cavilaba…, cuando vio acercarse a una niña que caminaba descalza rompiendo con sus pies la espuma posada en la arena de la playa. Fue a quedar frente al mar, a espaldas de su visión. Portaba un palo y una pequeña piedra.

La pensadera de Petro se silenció y, él curioso, observó…

La niña lanzó al aire la piedra, raudo batió el palo…, pero falló. Y así hasta siete veces.
Después, retornó por donde había venido, cantando y bailando.
Al siguiente día, la escena se repitió. Y así los siguientes, la niña erraba el golpe una u otra vez.

Al séptimo día, en el séptimo y último intento, le acertó con el palo. La piedra voló perdiéndose en el horizonte…
La niña, radiante, se volteó hacia Petro. Hasta ése momentico no se habían mirado.
Eufórica levanto sus bracitos al cielo y los agitó, cual bandera al viento.

-¡Lo viste pues! Le gritó.

Entusiasmado Petro corrió hacia ella
-¡Qué chimba, lo conseguiste!
-Sí, sí, y también usted conseguirá acertarle a la piedra.

Petro, la miró con extrañeza, no la recordaba.
-Dígame joven, cuál es su nombre…
-Persis -Respondió con una sonrisa en los labios
-¿Persis… Cómo pues?

-¡Persistencia!

Acto seguido la niña marchó bailando y cantado.
Acá quedó él conmovido, pensativo.

La luz de un nuevo día rasgó entre nubes y un destello del Sol, por un instante, lo deslumbro.
Dos lagrimones se deslizaron empañando las lentes. Se despojó de ellas y con faldón de la camisa las secó.
Despacito las colocó de nuevo. Se atuso los cabellos
Mirando al horizonte levanto los brazos con las manos abiertas…
Gritó al sol y a la mar, a las gaviotas y a las nubes, al viento y a los duros de oído. Al nuevo Día:

¡Persistencia! ¡Sí, carajo, sí!
2023/09/21
 
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Noche sin tiempo

Es aliento, sin tiempo ni medida,
de trazo largo en los besos,
de letra impresa en la pupila.

Es regalo, pasión con rojo lazo,
de sorprendida esperanza,
de instante frágil en el abrazo.

Es deseo, desnudo en las manos,
de rúbricas recorriendo el alma,
de descubrimientos arcanos.

Es aire, en los pechos, sostenido,
de energía ya desnuda del raso,
de cariño en un instante contenido.

Es dicha, sobre mi piel bien escrita,
de trémulas sensaciones detenidas,
de vida ¡ay, mi vida! al amor adscrita.

💋💋💋💋
 
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Y espero...
En la noche, en mi rincón,
oigo la cerradura abrirse,
atento.

Y espero...
Llegas hablándole al aire,
rodeada de tu propia risa,
radiante.

Y espero...
Entras en la habitación,
gesticulando al móvil,
dicharachera.

Y espero...
La carpeta en tu escritorio,
al lado del ordenador,
distraída.

Y espero...
Te dejas caer sobre la cama,
continuas hablando,
te ríes.

Y espero...
Callas, apagas el móvil,
te sientas al borde de la cama,
pensativa.

Y espero...
Despacio te descalzas,
te desnudas de tus ropas,
del cansancio.

Y espero...
De reojo y en un instante,
te das cuenta de mi presencia,
te levantas.

Y espero...
Vienes hacia a mí,
con tu bella sonrisa franca,
iluminándome.

Y espero...
Me hablas con palabras
que no comprendo,
te siento.

Y espero...
Tomando mi cabeza,
la frotas contra tu frente,
con ternura.

Y espero...
Tus ojos de gata me adentran
en el sinfín de tu magia,
me miras.

Y espero...
Te susurro, te arrullo
sonidos que no entiendes,
que sientes.

Y espero...
Me besas en la frente,
entre tus cálidos pechos,
me aprisionas.

¡Y no espero!
Mi áspera lengua,
tibia y húmeda, lame con avidez,
con cariño tu mejilla.

¡Y no espero!
Salto sobre tu cama
y de ella al alfeizar
del ventanal entreabierto.

¡Y no espero!
Me pierdo...
en el callejón de mi fantasía,
feliz, pletórico,
la cabeza y la cola,
¡Erguidas!

Miauu....¡Perdón! Mikelo
 
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Apuntadas

A puntadas, así,
se cosen las almazuelas de la ilusión,
se ribetean sueños
que no quieren más dueños.

A puntadas, así,
se prenden los paños de los años,
se trenzan tiempos
que no quiere más lamentos.

Apuntadas, así,
se unen los retazos de los abrazos,
se pespuntean caricias
que no quieren más prisas.

A puntadas, así,
se festonean los retales de la pasión,
se hilvanan noches
que no quieren más reproches.

A puntadas, así,
se tejen las alas de la imaginación,
se enlazan vuelos
que no quieren más desvelos.

A puntadas, así,
se zurcen las velas de la libertad,
se remiendan tierras
que no quiere más guerras.

A puntadas, así,
se hilan las palabras del corazón,
se bordan colores
que solo quieren ya, de amores.

En tu espalda
tejen alas,
las mariposas.
En tus pechos
bordan pétalos,
las rosas.
 
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Y espero...
En la noche, en mi rincón,
oigo la cerradura abrirse,
atento.

Y espero...
Llegas hablándole al aire,
rodeada de tu propia risa,
radiante.

Y espero...
Entras en la habitación,
gesticulando al móvil,
dicharachera.

Y espero...
La carpeta en tu escritorio,
al lado del ordenador,
distraída.

Y espero...
Te dejas caer sobre la cama,
continuas hablando,
te ríes.

Y espero...
Callas, apagas el móvil,
te sientas al borde de la cama,
pensativa.

Y espero...
Despacio te descalzas,
te desnudas de tus ropas,
del cansancio.

Y espero...
De reojo y en un instante,
te das cuenta de mi presencia,
te levantas.

Y espero...
Vienes hacia a mí,
con tu bella sonrisa franca,
iluminándome.

Y espero...
Me hablas con palabras
que no comprendo,
te siento.

Y espero...
Tomando mi cabeza,
la frotas contra tu frente,
con ternura.

Y espero...
Tus ojos de gata me adentran
en el sinfín de tu magia,
me miras.

Y espero...
Te susurro, te arrullo
sonidos que no entiendes,
que sientes.

Y espero...
Me besas en la frente,
entre tus cálidos pechos,
me aprisionas.

¡Y no espero!
Mi áspera lengua,
tibia y húmeda, lame con avidez,
con cariño tu mejilla.

¡Y no espero!
Salto sobre tu cama
y de ella al alfeizar
del ventanal entreabierto.

¡Y no espero!
Me pierdo...
en el callejón de mi fantasía,
feliz, pletórico,
la cabeza y la cola,
¡Erguidas!

Miauu....¡Perdón! Mikelo
Muy bien traída la verdad, esperándola esta él, que bien pudiera ser un gato, bien pudiera ser un acompañante.

Me gusta como escribes, y como lo transmites.

Saludos.
 
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Fábula Petro y la piedra
Con admiración, a los pueblos colombianos

Petro, algunas mañanitas caminaba hasta un lugar frente al mar.
Paraba bajo los árboles, y sentado sobre una roca contemplaba la mar, con su continuo movimiento. Le reconfortaba, cual humilde terapia, ver amanecer.

Ya de un tiempito acá que estaba demasiado apesadumbrado por los problemas y las decisiones, algunas no tan gratas, que tenía que afrontar diariamente. Todo se le hacía cuesta arriba. El traje, pensaba, le estaba quedando demasiado grande. Su voluntad, siempre fuerte, comenzaba a resquebrar.

Cavilaba…, cuando vio acercarse a una niña que caminaba descalza rompiendo con sus pies la espuma posada en la arena de la playa. Fue a quedar frente al mar, a espaldas de su visión. Portaba un palo y una pequeña piedra.

La pensadera de Petro se silenció y, él curioso, observó…

La niña lanzó al aire la piedra, raudo batió el palo…, pero falló. Y así hasta siete veces.
Después, retornó por donde había venido, cantando y bailando.
Al siguiente día, la escena se repitió. Y así los siguientes, la niña erraba el golpe una u otra vez.

Al séptimo día, en el séptimo y último intento, le acertó con el palo. La piedra voló perdiéndose en el horizonte…
La niña, radiante, se volteó hacia Petro. Hasta ése momentico no se habían mirado.
Eufórica levanto sus bracitos al cielo y los agitó, cual bandera al viento.

-¡Lo viste pues! Le gritó.

Entusiasmado Petro corrió hacia ella
-¡Qué chimba, lo conseguiste!
-Sí, sí, y también usted conseguirá acertarle a la piedra.

Petro, la miró con extrañeza, no la recordaba.
-Dígame joven, cuál es su nombre…
-Persis -Respondió con una sonrisa en los labios
-¿Persis… Cómo pues?

-¡Persistencia!

Acto seguido la niña marchó bailando y cantado.
Acá quedó él conmovido, pensativo.

La luz de un nuevo día rasgó entre nubes y un destello del Sol, por un instante, lo deslumbro.
Dos lagrimones se deslizaron empañando las lentes. Se despojó de ellas y con faldón de la camisa las secó.
Despacito las colocó de nuevo. Se atuso los cabellos
Mirando al horizonte levanto los brazos con las manos abiertas…
Gritó al sol y a la mar, a las gaviotas y a las nubes, al viento y a los duros de oído. Al nuevo Día:

¡Persistencia! ¡Sí, carajo, sí!
2023/09/21
Preciosa fábula que se puede extrapolar a alguna situación real, de algún país. 👌
 
Realmente la nueva etapa de éste Big Bang de Sensaciones, sin directora de orquesta comienza en estos momentos.

La mayoría de aportes pertenecen al clausurado Big Bang de Pajis.

Digo la mayoría, por que precisamente el que publicaré a continuación es inedito. Aunque de sabor "Bigbanguero"
Tienes sus añitos la criaturica. En su momento se desecho la idea de publicarlo en estos medios. Pero los tiempos cambian afortunadamente.

Aunque pueda parecer un cuento infantil, no es ninguna de las dos cosas. La base es real.
No daré más datos. Somos devotos de morbo. y el mejor es aquel que cuesta esclarecer.

El final del cuento pude parecer que al autor se le extraviaron las neuronas. Nada más lejos de la realidad. En éste caso de la surrealidad.
 

Érase un corazón de trapo

Primera parte
Érase una tarde más de monótona calma. Érase de fondo el sonido de una televisión repitiendo anuncios comerciales. Érase una cocina donde se oía el acostumbrado trajín de una madre preparando la cena.
Érase una niña con el ceño fruncido sentada a la mesa en el comedor, dibujando figuras fantásticas con sus lápices de colores Alpino.
De pronto, oyó un leve golpe en el balcón. Levantó la cabeza y apartando del rostro un rebelde mechón castaño, permaneció unos segundos quieta y alerta. Después, lentamente, se aproximó a la puerta y, curiosa, miró al exterior a través del cristal.
Asombrada, vio colgando sobre la barandilla de la balaustrada a un muñeco de trapo blanco panza arriba, los brazos y las piernas separados del cuerpo. Abrió la puerta de la terraza y, sin apartar en un solo momento la mirada, se acercó a él. Después, sigilosa, miró hacia arriba comprobando que no había nadie asomado. Quedó espectadora unos minutos que le parecieron una eternidad. Súbitamente lo tomó y, rauda, corrió alborozada apretándolo contra su pecho.

Ya en su cuarto, más tranquila, lo separó de sí despacio y, con los brazos extendidos, lo contempló con detenimiento. Tenía la cara tiznada, sucia… Pero también tenía en su rostro, pintados con rotulador, unos preciosos ojos pícaros de mirada alegre y una risueña sonrisa que le pareció entrañable. El pelo de punta, estaba formado por un puñado de cordones de algodón gruesos y negros.

-Hola... ¿Cómo te llamas...? ¿De dónde vienes...? ¿Llegaste volando...? ¿No me lo quieres decir...?

Sentándose sobre la cama, aproximó el rostro del muñeco al suyo. Sus ojos esmeraldas brillaron inteligentes a través de los párpados rasgados. Miró fijamente aquellos ojitos risueños que a su vez la miraban a ella.

-¿Sabes...? No me importa de dónde vengas; ahora, estás aquí, conmigo ¿Quieres ser mi amigo? Bueno, es que no tengo muchos ¿Sí quieres...? ¡Bieeen! A partir de ahora yo te cuidaré, mejor, nos cuidaremos. ¡Vale! Serás mi amigo, un amigo de trapo muy especial.

Tiernamente lo abrazó contra su pecho. Pegó su rostro a la cabeza del muñeco. En ese preciso instante, la niña sorprendida, sintió el latir contento de un corazón de trapo. Y dos corazones felices, se entrelazaron acompasadamente, compartiéndose.



Ella, siempre lo llevaba a todas partes consigo; unas veces abrazado a su cuerpo y otras, cuando iba al colegio, en su mochila junto a los cuadernos, los lapiceros, el sacapuntas y el bocata.

Por las noches, lo metía en la cama con ella y, mientras le peinaba los cabellos con los dedos, le hablaba de la escuela, de la “profe” y, riéndose, de ese compañero brutote en su clase, que intentaba gastarle bromas pesadas y que, al final, era él quien salía escarmentado.

La madre, no faltaba nunca a la cita con sus besos de buenas noches; uno para ella y otro para su especial amigo. Se quedaba un rato sentada en el borde de la cama, contemplándolos sonriente. No se explicaba qué podía ver su hija en un muñeco tan simplón.

Con la sábana tapándoles la cabeza, la niña narraba cuentos fabulosos, que ella misma se inventaba para cada ocasión. Le relataba apasionadas historias sobre un lugar de mágicos colores y sabores. Allí, campaban a sus anchas las princesas gamberrillas, los caballeros sin escudo ni espada. Dragones gruñones voladores sin fuego. Hadas “grillás” que repartían helados y capones con sus varitas mágicas. Brujillas traviesas que volaban a lomos de aspiradoras eléctricas. Magas vagas y picaronas. Musas loquillas que a la carrerilla inspiraban cuentos divertidos en los sueños perdidos.
Castillos de chocolate y mazapán sobre nubes de algodón. Montañas de caramelo, paisajes invernales cubiertos de helados de nata con calabaza.
Y, del mar, sobre todo del mar, y de las olas que con su continuo vaivén besaban juguetonas la playa, dejando maravillosos regalos que traían desde su mundo profundo, llevándose consigo los castillos de arena que los niños les ofrecían. Mientras ella hablaba y hablaba, contándole tales historias, el corazón de trapo del muñeco, gozoso de felicidad, latía cada vez con más intensidad. La niña poco a poco, iba adormeciéndose plácidamente acompañada por ese monótono sonido y el susurro de su propia voz.
 

Érase un corazón de trapo​

Segunda parte

Érase ya los años transcurriendo generosos o tacaños. A veces raudos, como brillante estrella fugaz, dejando toda una suerte de colores en los corazones. Otras veces lentamente, como nube de invierno enredada entre las ramas del árbol de la vida, envolviéndola con su fría sombra.

Érase una la niña que con el pasar del tiempo se fue transformando. Su cuerpo de chiquilla se convirtió en el de una agraciada y pizpireta joven. Siguió conservando la pureza de su infancia: La fantasía imaginativa, su traviesa locura y la sed crónica de nuevos conocimientos. Y siguió conservando, por encima de todo, a su querido y especial amigo, el muñeco de trapo.

Con él iba a todos los lugares. No le importaban nada las preguntas de cejudos ignorantes, ni los comentarios jocosos y malintencionados. Le pedía a su amigo, que no se preocupase, pues sabía que alimentando tales impertinencias, se encontraba detrás, la perversa bruja Necia Envidia. Para evitarla, tenía un antídoto infalible, basado en extracto de capones que se aplica en toda la cocorota. Con tal remedio, seguro que la mantendría lejos de ellos.

Leía y escribía con pasión y deleite. Le encantaba sobre todas las cosas, llenar las hojas de su cuaderno de tapas verdes con sus narraciones y sus poemas. Sensaciones de angustia o felicidad, ideas cabales o descabelladas, historias reales o ficticias; todas iban tomando cuerpo en esas páginas. También le entusiasmaba regalar con sus escritos a todas las personas que tenía a su alrededor. Cualquier ocasión era un buen motivo para ello.

En compañía de su mejor amiga, su confidente y cómplice de aventuras y bromas, los fines de semana paseaban por la playa. Charlaban, discutían, se reían y se emocionaban juntas. Cada una acompañada de su correspondiente y dulce helado de calabaza. Ésa amiga, significaba mucho para ella. Siempre la tuvo a su lado. En todo momento podía contar con su generoso cariño y su inquebrantable lealtad. También el muñeco participaba de esos largos paseos. La amiga, algunas veces, lo tomaba con su abrazo. Le encantaba sentir los latidos de aquel corazón de trapo. Ella también era especial y podía sentirlos.



Está en el aeropuerto pendiente del control de pasajeros. El viaje le hace mucha ilusión, tiene el aliciente de ser la primera vez que viaja en avión. Nota algo extraño al pasar el escáner, su mochila es retenida. Un responsable del control saca de ella al muñeco y lo palpa con precaución. Inmediatamente efectúa una llamada por el teléfono interno. Nadie le informa. Unos minutos más tarde se persona un agente de la guardia civil y, tras el saludo protocolario, pide de forma educada que le acompañe a un cuarto anexo. Allí el muñeco es de nuevo chequeado celosamente con varios artilugios. Angustiada, les pregunta el porqué de todo aquello, pero sigue sin obtener la mínima respuesta. De pronto y sin previo aviso otro de los agentes, con una especie de bisturí, abre de un solo tajo horizontal el pecho del muñeco, a continuación y despacio, retira el relleno de algodón. Están perplejos, ¡dentro no hay nada!

Ofendida, les ruega que le digan de una vez que ocurre. Uno de ellos, por fin, le explica. Se trata de una falsa alarma. La funcionaria del escáner detectó, dentro del muñeco, una especie de tic-tac y temieron podía tratarse de una...

— ¡Claro que sí, es el latido de su corazón!- Le grita dolida, sin dejarle terminar y añade:

— Si alguien me hubiese preguntado se lo habría dicho, no tiene nada de especial, solamente es un corazón de trapo- Los dos agentes se miran entre sí sorprendidos y después, cariacontecidos, le devuelven el muñeco despanzurrado pidiéndole excusas.

Llorando, totalmente abatida, abandona la sala corriendo. La mochila colgando de una mano y en la otra, contra su pecho, él, hecho todo un gurruño. A los pocos metros, nota los latidos... Se para un instante, lo mira y después de besarle, grita dichosa: -¡Bieeen, yo te coseré...!



También ella fue abierta y cosida. Reposaba en la impersonal y fría habitación de un hospital, acompañada del olor de las medicinas y del sonido quedo de los lamentos vecinos.

Habían comenzado a llamar a su puerta las molestias físicas un año antes, pero ella no quería saber nada de médicos, la sola idea le espantaba, no guardaba buenos recuerdos de su infancia al respecto. Además, se decía, nunca tenía tiempo para dedicárselo a sí misma. Su cabeza inquieta siempre era un hervidero de ideas y sueños que se materializaban en proyectos inmediatos. Las horas, la llevaban consigo volando sujeta de su mano cómplice, sin darla tregua alguna.

Pero el malestar, poco a poco, terminó ganándole la partida. Se convirtió en lacerante dolor y tuvo que sucumbir a la tiranía de la cirugía reparadora.

Lo más penoso afortunadamente ya había pasado. En menos de una semana tendría el alta hospitalaria. Trataba, mientras, de combatir el hastío de la convalecencia con la lectura de la novela “El Jarama”, prototipo del “realismo mágico”, al que tan unida se sentía a través de sus propios escritos. Por las mañanas, procuraba también escribir y plasmar las sensaciones de todo aquello que le rodeaba y especialmente las imágenes que la acompañaban en sus sueños y que al despertar compartía con su amigo de trapo.

Vistiendo la horrible bata hospitalaria, sentada sobre la cama y con la espalda apoyada en la almohada, estaba inmersa en la escritura tecleando un nuevo relato. Una voz varonil dio los buenos días. Por el rabillo del ojo observó entrar a un enfermero, era la primera vez que lo veía. Levantó la vista del portátil y le devolvió el saludo, adornado con una breve sonrisa. Pero algo se despertó dentro de ella, algo se le removió, una sensación nueva y nada desagradable. La escritura se paralizó, las ideas se bloquearon y sus sentidos quedaron alerta.

El joven le estaba tomando la tensión cuando, instintivamente, las miradas se cruzaron y unos ojos negros naufragaron sin remedio alguno en una inmensa y transparente verde mar. Una mar que, a su vez, sintió como el brillo de dos luceros la iluminaban, traspasando el oleaje de sus aguas, hasta ese día bravas...

-¿Qué estás escribiendo, poemas?- Preguntó el joven de sopetón venciendo su timidez.

-Bueno, a mí también me gusta escribir versos. Pero me temo que no valen mucho- añadió ruborizado, con una amplia sonrisa.

-Esto… ¿Se lo dices a todas?- Le contestó ella entre divertida y gamberra.



Solamente habían pasado cuatro días, pero era como si se conociesen de siempre. Él la visitaba mañana y tarde; incluso al terminar su jornada laboral se quedaba haciéndole compañía. Los dos compartían con agrado los escritos, las risas, las historias y, de vez en cuando, también el roce de sus manos. Un roce que, sin ellos apenas darse cuenta, estaba calentando con el calor del cariño, dos almas amigas.

Por la noche, como siempre, la sábana tapándoles la cabeza, ella risueña, y mientras su dedo recorría la costura, le contaba a su querido muñeco las anécdotas del día, hablándole con entusiasmo de su encantador amigo. El muñeco, a su vez, le respondía con el latir emocionado de su corazón de trapo.

Regresó a la habitación tras someterse al último chequeo. Estaba especialmente contenta. El día anterior, el médico le había comunicado que en un par de días le darían el alta y podría abandonar la clínica. Su amigo se ofreció obsequiosamente a llevarla de vuelta a casa.

El corazón le dio un vuelco. El muñeco de trapo no estaba por ninguna parte de la habitación. Nadie en el control de planta tenía la menor idea del paradero.

Las horas pasaban inexorables y su congoja iba en aumento; buscaba y preguntaba sin ningún éxito. A la noche, la encargada de la lavandería se presentó con él.

-Esta mañana, este travieso muñeco, debió esconderse entre las sábanas y las empleadas de la limpieza se lo llevaron sin darse cuenta- comentó en tono bromista.

-Pero aquí está, te lo traigo de nuevo contigo y como verás bien lavadito- añadió forzando una sonrisa.

Efectivamente, ya no tenía la cara sucia, su piel de trapo blanco, relucía inmaculada. Pero dos borrones ocupaban el lugar de sus alegres ojos, de su sonrisa radiante solo quedaban unos inconexos trazos deslavazados y su pelo ahora desteñido, estaba gris. Un presentimiento la embargó. Instintivamente apretó el muñeco fuertemente contra su pecho ¡No latía! Su corazón de trapo se había parado… Sintió una enorme tristeza, sintió como en ese preciso momento algo dentro de ella, un nexo mágico en el tiempo, se rompía irremediablemente para siempre.

Entre sollozos y abrazada a un corazón de trapo silencioso, el sueño reparador llegó en su ayuda y arropándola la llevó consigo.

Ya estaba terminándose el desayuno, cuando por el teléfono móvil recibió la llamada del amigo. Dentro de una hora estaría con ella para recogerla y acompañarla a casa; la dicha de nuevo galopaba desbocada por sus venas. Sentada en el borde de la cama, con la bolsa de sus pertenencias a sus pies y su computadora portátil sobre las rodillas, la encontró el joven. Esa vez, fueron los besos quienes se cruzaron con las miradas.

Tomados de la mano abandonaron la estancia. Eran dos jóvenes corazones pletóricos de vida, que compartiendo una misma ilusión, caminaban cargados de futuro.

En una esquina, sobre el alfeizar de la ventana doblado sobre si mismo, quedó solitario un muñeco y un viejo corazón de trapo ya en silencio.
 
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