El Talismán

Toda iba bien hasta que apareció el capullo ese de Ángel, que supongo que ya va a entrar en escena.
Y fijate que me voy a adelantar, estoy casi seguro que no fue Loisa y si fue Ángel el que la buscó y destruyó la amistad de los dos con sus actos.
En fin, que me reafirmó.
Debe volver a hablar con ella y recuperar la amistad. Dejar que se explique porque estoy convencido que fue más cosas de Ángel que de Loisa y que está solo se dejó llevar.
 
Yo voy a mantener está teoría a ver qué tal.
Porque no me puedo ni quiero creerme que con la bonita amistad que tenían ella traicionará a su amiga y si más bien creo que fue cosa del tal Ángel, que me da que no es un buen tipo. Ya saldremos de dudas.
 
Tengo algunas hipótesis.

Ese apellido tan mencionado no es por gusto. Quizás haya influido en el actuar de Loisa y Angel, por presión de terceros. Y si lo hicieron a la vista fue justamente para generar el efecto deseado. Las razones son difíciles de adivinar.

Otra es que Julia, por sus complejos, vio lo que quiso ver. Hay un síndrome o algo así que trata sobre la permanente autodestrucción, voy a averiguar como se llama.

Y la otra es que Loisa siempre fue una hdp camuflada, ya veremos.
 
EL TALISMÁN. SEGUNDA PARTE. BALADA TRISTE DE TROMPETA.



Capítulo 21. El guardaespaldas.

Long Island.

Marzo 2012


Después de la comida, nos quedamos en el jardín, disfrutando de la brisa suave y el sol cálido mientras continuo con mi relato.

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Villaba del Conde.

1997.


El nuevo curso escolar comenzó en septiembre, y aunque no hubo grandes cambios, la emoción por lo que nos esperaba en el último año nos envolvía a todas. Desde el primer día, notamos una diferencia significativa: la ausencia de acoso hacia mí. Nadie me molestaba ni me hablaba, pero esta vez, en lugar de sentirme excluida, encontré una extraña paz en la soledad. Este cambio no me afectaba tanto como antes, gracias a la transformación personal que había experimentado durante el verano.

Había pasado mucho tiempo trabajando en mi autoestima y en mi confianza, y los resultados empezaban a ser evidentes. Loísa, que había llegado a ser mucho más que una simple amiga, jugaba un papel crucial en mi vida. Se había convertido en mi protectora, confidente y pilar de apoyo incondicional. Nuestra amistad había evolucionado hasta formar un vínculo sólido y especial, permitiéndonos compartir nuestras alegrías, preocupaciones y secretos más íntimos con una facilidad y confianza inigualables.

A medida que avanzaban los primeros días de clase, me di cuenta de que mi ansiedad inicial se desvanecía. La tensión que solía acompañarme en el pasado había desaparecido, y con ella, la sensación de carga que me oprimía. Era como si hubiera dejado atrás un peso enorme, y ahora, por fin, podía respirar con una tranquilidad que antes parecía inalcanzable. Esta nueva fase de mi vida me ofrecía una perspectiva fresca y optimista, permitiéndome enfrentar el curso con una renovada confianza y esperanza.

La ausencia de acoso me brindaba un alivio indescriptible. Ya no tenía que preocuparme constantemente por miradas o comentarios hirientes. El ambiente escolar parecía haber cambiado, y eso me permitía concentrarme más en mis estudios y disfrutar de mi tiempo en el colegio.

Con Loísa compartíamos la misma rutina. Por las tardes, Loísa solía venir a mi casa para continuar nuestras actividades juntas. Nos dedicábamos un tiempo para estudiar y repasar las lecciones que habíamos aprendido en el colegio. Después de una intensa sesión de estudio, le dedicadábamos un momento para cuidar nuestra salud y bienestar físico. Para ello, recurrimos a videos de ejercicios disponibles en Internet. Compartir estos momentos de estudio y ejercicio fortalecía nuestra amistad.

Loísa no era buena estudiante, y sacaba notas muy justas, y hasta estuvo a punto de repetir un curso, algo que para una Villalba hubiera sido humillante. Parece ser que la familia de Loísa tuvo cierta influencia en que, de manera sorprendente, su promedio final mejorara, y el profesor de ese curso, ya no volvió a dar clase en nuestro colegio. Pero desde que Loísa comenzó a estudiar conmigo, hubo una notable mejoría en sus calificaciones.

Ver a Loísa progresar en sus estudios me llenaba de alegría y satisfacción. Era evidente que el trabajo en equipo y el apoyo mutuo estaban dando frutos en su rendimiento académico.

-Desde que empezamos a estudiar juntas, he notado una mejora significativa en mis calificaciones, Julia. Tu manera de explicar las lecciones es mucho más clara y comprensible que la de Doña Rosita. Realmente tienes un talento para la enseñanza. Deberías considerar dedicarte a ello, porque se te da muy bien.

-Sí, es verdad. Y además he descubierto contigo que me gusta enseñar, pero también tengo un buen dominio de las matemáticas y disfruto trabajando con ellas. Aún no he tomado una decisión definitiva sobre mi camino a seguir, pero sin duda consideraré tanto la enseñanza como las matemáticas como opciones para mi futuro. ¿Y tú, qué planes tienes para el futuro? ¿Has pensado en trabajar en la fábrica?

-Oh, no, eso no me gusta en absoluto. Prefiero dejar esa tarea al imbécil de mi hermano.

-¿Pero no serás también beneficiaria de esa herencia?

-No seré la heredera de la fábrica; esa responsabilidad recaerá en mi hermano Sergio. En nuestra familia, ha sido una tradición durante generaciones que el hijo primogénito varón sea el encargado de heredar el negocio. A pesar de que Sergio es menor que yo, seguirá esta tradición, lo cual es bastante frustrante. Es lamentable que en mi familia aún no se haya logrado un verdadero empoderamiento de las mujeres en cuanto a herencia y liderazgo.

La tradición de transferir la propiedad de la fábrica al hijo varón mayor se basa en la idea de mantener la unidad y continuidad del negocio, evitando la fragmentación que podría resultar de dividir la herencia entre varios herederos. A pesar de esto, no me preocupa demasiado, ya que mi interés en la fábrica es nulo.

En cambio, mi deseo es contribuir al progreso de nuestro pueblo y trabajar para superar el feudalismo que todavía prevalece en Villalba. Aunque aún no tengo una idea clara de cómo lo lograré, estoy dispuesta a explorar diversas opciones y colaborar con otros para fomentar un cambio positivo. Mi objetivo es trabajar hacia una sociedad más equitativa y justa, en la que todos tengan las mismas oportunidades, sin que los Villalba sigan teniendo una preeminencia desmedida.

-Sin embargo, es tu propia familia la que ejerce la autoridad en el pueblo.

-Exactamente, y eso es precisamente lo que me gustaría cambiar. No me siento nada orgullosa de ser una Villalba en este contexto, Julia. El problema no es solo con la fábrica, sino con todos los negocios en el pueblo, ya que todos están controlados por alguien de nuestra familia. Incluso en el ayuntamiento, siempre ha habido un alcalde Villalba.

Es realmente desalentador ver que el respeto que la gente nos muestra parece basarse más en el temor que en la admiración genuina. Se percibe que trabajar en cualquier negocio de un Villalba es la única opción viable de empleo para muchos. No estoy del todo segura de cómo lograrlo, pero anhelo fervientemente que el poder no esté tan concentrado en una sola familia.

Ah, y hablando de cambios personales, tengo en mente con quién quiero perder mi virginidad.

-¿En serio? ¿En quién estás pensando?

-¿Has visto al recién llegado?

-¿Ángel? Sí, es realmente atractivo, y me ha sorprendido que no se le haya visto con ninguna chica hasta ahora. No puedo evitar preguntarme si podría ser gay, especialmente considerando lo reservado que ha sido sobre su vida personal.

-¿Gay? No lo creo. Tengo la impresión de que ya ha mostrado interés en alguien en particular.

-¿De verdad? ¿A quién crees que le ha mostrado interés? Siempre lo veo solo, y parece que aún no ha hecho amigos.

-Sí, estoy bastante segura de que Ángel tiene un interés especial en alguien. Y de hecho, sé quién es esa persona.

-¿En serio? Entonces, ¿en quién se ha fijado Ángel?

-En mí, Julia. Ángel ha mostrado un interés particular en mí. Durante nuestras clases, he notado que me observa de manera especial y no he visto que dirija esas miradas hacia ninguna otra chica.

-¿De verdad? ¡Qué suerte tienes, Loísa! Parece que tienes una habilidad natural para atraer a las personas sin siquiera esforzarte.

-Sí, parece que Ángel es bastante tímido y no se atreve a dar el primer paso. Por eso, he decidido que en el próximo recreo voy a tomar la iniciativa y le propondré que salgamos este sábado. Quiero ver qué puede surgir entre nosotros. Quién sabe, tal vez sea alguien con quien decida dar ese paso importante y perder mi virginidad.

-¿Entonces vais a ser novios?

-No me importaría, pero antes de tomar una decisión tan seria, quiero conocerlo mejor. Sin embargo, tengo la intuición de que sí, podríamos terminar convirtiéndonos en pareja. Julia, no te molestará si este sábado no quedo contigo, ¿verdad?

-¡Claro que no, Loísa! Aprovecha la oportunidad y después me cuentas el domingo cómo te fue. Eso sí, asegúrate de que no haya chismes ni que mosén Senante se entere.

-Aunque no me importaría que ese mal bicho se enterara, lo que realmente me preocupa es que podría ir a contárselo a mis padres. Además, estoy sin dinero y tendré que pedirle un adelanto a mi padre para este plan.

-No te preocupes, puedo prestarte el dinero que necesitas.

-¿De verdad? Eso sería una gran ayuda. Así no tendría que molestar a mi padre. Te prometo que te devolveré el dinero tan pronto como pueda.

-No te preocupes por eso ahora.

Ángel aceptó la invitación de Loísa y salieron juntos el sábado. Desde que Loísa me comentó sobre su plan, empecé a prestar más atención a Ángel. Noté que, de vez en cuando, él lanzaba miradas hacia nuestro pupitre, sin parecer interesado en lo que sucedía a su alrededor. Loísa, como siempre, atraía todas las miradas con su belleza y su presencia impecable, haciendo que no pasara desapercibida.

El domingo por la mañana, recibí un mensaje de Loísa.

-Julia, ¿podemos encontrarnos esta mañana? Hay algo importante que necesito contarte.

-Claro, ¿qué te parece si nos vemos a las 12:30, después de la misa?

-¿Todavía vas a misa?

-Sí, mis padres son bastante religiosos y les gusta que los acompañe. Es una forma de pasar tiempo con ellos y respetar sus creencias.

-Entiendo, está bien. Solo asegúrate de mantenerte alejada de ese mal bicho. Te esperaré justo frente a la iglesia a las 12:30.

Durante la misa, mi mente estaba distraída, centrada en lo que Loísa necesitaba contarme. No presté mucha atención a las ceremonias, ya que estaba inquieta por la urgencia del mensaje. Me preguntaba si lo que tenía que decirme tenía que ver con su cita con Ángel. ¿Acaso habían decidido formalizar su relación y ella quería compartir esa noticia conmigo?

Al salir de la iglesia, vi a Loísa haciendo señales para que me acercara rápidamente. Su expresión era alegre, y su urgencia era evidente.

-Loísa, ¿no me digas que ya estás saliendo con Ángel?

-Vamos a buscar un lugar más tranquilo para hablar.

Decidimos ir a unos bancos en el parque, cerca del río, para sentarnos y conversar en un ambiente más relajado.

-Julia, Ángel es increíble, estoy segura de que te va a gustar mucho cuando lo conozcas. Es completamente diferente a los chicos del pueblo, que a menudo son bastante simples. Ayer fue genial; nos divertimos mucho. Bailamos, compartimos unas cervezas y tuvimos conversaciones realmente interesantes.

-¿Así que hablaron sobre ustedes mismos para conocerse mejor?

-Sí, exactamente. Yo le hacía preguntas sobre él, y él me preguntaba cosas sobre ti.

-¿Sobre mí? ¿Qué tipo de cosas preguntaba? ¿Y qué le dijiste?

-Sí, me hizo varias preguntas sobre ti, como qué tipo de persona eres, qué te gusta hacer y cómo es nuestra amistad. Quería saber qué podía esperar de ti. Le conté algunas cosas básicas sobre tus intereses y tu personalidad para que tuviera una idea más clara de quién eres.

-Loísa, no entiendo por qué Ángel estaría interesado en saber tanto sobre mí.

-Julia, que cuando Ángel dirigía su mirada hacia nuestro pupitre, no me estaba mirando a mí, sino a ti. Parece que le gustas.

-No, Loísa, eso no puede ser cierto. No creo que atraiga a nadie; no parece que le guste a nadie.

-Pues a mí sí me gustas, Julia.

-Ya, pero... ¿Qué? ¿Qué quieres decir con que te gusto? ¿Te gusto en el sentido de... eso?

-¡Ja ja ja! No, no es para eso, qué ocurrencias tienes. Para eso, como tú dices, me gustan los chicos.

-¡Ah!

-Lo que quiero decir es que admiro profundamente tu inteligencia, tu sinceridad y la honestidad que has demostrado en nuestra amistad. A pesar del acoso que has sufrido por parte de Elena y sus amigas, nunca he oído una sola palabra negativa de tu parte hacia ellas. No eres nada rencorosa, y eso me impresiona mucho, Julia. Por eso te aprecio tanto y estoy realmente orgullosa de ser tu amiga.

-Gracias por tus palabras, Loísa, pero no creo que a nadie más le guste.

-Julia, te aseguro que a Ángel le gustas.

-¿Pero te lo ha confesado directamente?

-No, no me lo ha confesado directamente, pero ha mostrado un gran interés en ti. Me ha hecho muchas preguntas sobre ti, mientras que mi vida no le ha interesado en absoluto.

-Entiendo. Tal vez solo quiera sacar información sobre mí para reírse después.

-Ay, Julia, no te pongas tan negativa. Estoy segura de que le gustas de verdad. La forma en que ha estado preguntando y observándote es una señal clara de que está interesado en ti.

-Bueno, si realmente le gusto, debería venir y decírmelo en persona.

-Ángel es bastante tímido, así que no estoy tan segura de que tenga el valor para hacerlo.

-Entonces, no voy a ir a buscarlo. No quiero enfrentarme a una posible desilusión. Si realmente está interesado, será mejor que dé el primer paso.

-Hay que ver como eres, Julia.

Después de despedirme, regresé a casa con una sensación de ligereza, como si estuviera flotando en una nube. Aunque intentaba procesar lo que Loísa me había contado, a pesar de confiar en sus palabras, aún había una parte de mí que encontraba difícil de creerlo por completo. Los años de acoso y burlas habían dejado una marca en mi confianza, y me sentía insegura y desconfiada.

El lunes siguiente, mientras caminaba hacia el instituto sola, mi mente estaba ocupada con pensamientos sobre Ángel y las revelaciones de Loísa. En ese momento, me crucé con Sergio, el hermano de Loísa, quien iba acompañado de sus inseparables amigos, Paco y Miguel.

-¡Hola, Cerdita!

-Ho… hola.

Sergio me saludó con un tono burlón, y antes de que pudiera reaccionar, me arrebató la mochila con rapidez. Sin decir una palabra más, la pasó a Paco, quien empezó a vaciarla con una expresión de diversión en el rostro.

-Por favor, devuélveme mi mochila.

Sergio, sin previo aviso, me agarró del cuello y me empujó contra la pared. Con un tono amenazante, me dijo:

-¡Escucha bien, Cerdita! Solo lo voy a decir una vez, así que pon atención. Aléjate de mi hermana Loísa. Eres demasiado insignificante para estar en su mundo o relacionarte con cualquiera de los Villalba. ¿Te ha quedado claro? No te atrevas a acercarte, no te cruces en nuestro camino, porque si lo haces, te aseguro que vas a arrepentirte. ¡Luego no digas que no te lo advertí!

- Me… me estás haciendo daño.

-¿ME HAS OÍDO, MALDITA CERDA?!

-Sí, sí, te he entendido. Solo te pido que me sueltes, por favor. Me estás lastimando.

-¡De acuerdo, Cerdita! Pero que te quede bien claro: si vuelvo a veros juntas, no voy a ser tan tolerante la próxima vez. Mantente lejos de Loísa si no quieres que te rompa la cabeza. Y, por cierto, si eres tan estúpida como para contarle algo a Loísa, te aseguro que vas a arrepentirte aún más. Piénsatelo dos veces antes de meterte en más problemas.

Cuando los tres se alejaron, vi a Elena en un rincón, observando la escena con una sonrisa que dejaba claro cuánto disfrutaba de la situación. Parecía que, al no poder acosarme directamente, Elena había encontrado un aliado al que nadie se atrevería a desafiar, ni siquiera su propia hermana.

Me senté en el suelo, apoyada contra la pared, mientras las lágrimas caían por mi rostro. Entre sollozos, repetía: "No, por favor, otra vez no". Sentía un miedo profundo, una sensación abrumadora que me envolvía completamente. Rápidamente recogí mis cosas que habían sido esparcidas por el suelo y me apresuré a correr hacia el colegio antes de que cerraran las puertas.

Entré al aula con retraso, y la profesora me recibió con una mirada severa.

-Julia, llegas tarde. Ya sabes que soy muy estricta con la puntualidad. Espero que te asegures de que esto no vuelva a ocurrir en el futuro.

-Lo siento mucho, Doña Rosita. Prometo que no volverá a pasar.

-Anda, siéntate en tu sitio.

Me dirigí hacia mi asiento con la cabeza gacha, intentando ocultar las señales de que había estado llorando. Las lágrimas que aún me quemaban en los ojos me hacían sentir vulnerada y avergonzada.

(En susurros)

-¿Qué sucede, Julia? Nunca te retrasas. ¿Ha pasado algo?

-No, no ha pasado nada importante. Simplemente me quedé dormida.

-¿Tú, dormida? No puedo creerlo. Por favor, levanta la cabeza. Pareces haber estado llorando. ¿Qué son esas marcas en tu cuello? ¿Quién te ha hecho eso? ¿Ha sido Elena, verdad? Voy a tener una charla muy seria con ella.

La preocupación en su voz era evidente, y la expresión en su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y enojo. Se acercó a mí, tratando de entender la situación y buscando una explicación.

-¡Por favor, mantengan silencio en clase! -dijo la profesora con su tono habitual de autoridad-. ¡No toleraré ningún tipo de cuchicheo!

Me acomodé en mi asiento, tratando de evitar las miradas curiosas de los demás compañeros. Sentía el calor en mis mejillas por la vergüenza y el nudo en la garganta aún persistía, pero al menos, el momento incómodo en el aula había pasado. Loísa, sin embargo, no parecía dispuesta a dejarlo así.

-Después tendrás que contármelo -susurró antes de que la profesora volviera a fijar su atención en nosotros.

El resto de la clase transcurrió sin incidentes, pero sabía que en el recreo tendría que enfrentar su curiosidad. Así fue que, apenas sonó el timbre, se acercó rápidamente a mí.

-Julia, ¿puedes contarme ahora qué ha sucedido? -preguntó con un tono suave pero firme, claramente preocupada por mí-. No es normal verte tan apagada, y esas marcas en tu cuello... Algo ha pasado.

-No... no ha ocurrido nada -dije, intentando mantener la voz firme, pero sabía que mis palabras no convencerían a Loísa-. He estado reflexionando y... creo que lo mejor sería que dejemos de ser amigas.

Loísa me miró incrédula, su ceño fruncido y los ojos llenos de una mezcla de sorpresa y frustración.

-¿Poner fin a nuestra amistad? ¡Pero estás completamente loca o algo te está pasando! No tengo ninguna intención de dejar de ser tu amiga, y espero que tú tampoco estés pensando en acabar con lo que tenemos. ¡Es absurdo, Julia!

Su reacción me tomó por sorpresa. Había esperado que, quizás, aceptara mi decisión sin hacer preguntas, pero era Loísa... ella nunca dejaría algo así sin una explicación.

-Loísa, escúchame -intenté calmarme, aunque mis manos temblaban ligeramente-. Si seguimos siendo amigas, podrías tener problemas con tu familia, y no quiero que los tengas por mi culpa. Sabes cómo son en este pueblo. Los Villalba siempre han tenido mucho poder, y si tu padre o Sergio se enteran de que te juntas conmigo... -tragué saliva, intentando contener las lágrimas-. No quiero que te enfrentes a eso por mí.

Loísa frunció los labios y se cruzó de brazos, claramente enfadada.

-¿Estás bromeando, verdad? ¿Eso es lo que te preocupa? Julia, mi familia siempre ha sido difícil, pero no me importa lo que digan o piensen. No estoy dispuesta a renunciar a nuestra amistad solo porque otros no lo entiendan.

Suspiré, luchando con el miedo que me había invadido desde aquella mañana en la que Sergio y sus amigos me habían humillado. No quería ser una carga para Loísa, ni que ella pagara por las consecuencias de mi presencia en su vida.

-No es tan sencillo... -susurré-. No soportaría que te hagan daño por mi culpa.

-Me parece que ya habíamos dejado claro ese aspecto, ¿verdad? -dijo Loísa, con el ceño fruncido y un tono serio que pocas veces usaba conmigo-. Soy la única responsable de decidir quiénes son mis amigas y quiénes no, nadie puede imponerme eso. Ahora dime, ¿has llegado a esa conclusión tú sola o alguien te ha influenciado en ello? Y no intentes engañarme, Julia.

-No, no, he sido yo la que lo ha pensado -respondí rápidamente, pero mi voz traicionaba mi intento de sonar convincente.

Loísa me observó en silencio por un momento, con esa mirada perspicaz que siempre me hacía sentir que podía ver más allá de mis palabras.

-No me lo creo -dijo al fin, negando con la cabeza-. Has llegado tarde a clase y muy alterada. Y esas marcas en el cuello no se hacen simplemente "reflexionando". Alguien te ha agarrado por el cuello, y tiene que ser alguien que no se acobarda ante los Villalba. Solo hay una persona que tiene las agallas para hacer algo así. -Hizo una pausa, como si no quisiera creer lo que estaba a punto de decir-. Ha sido Sergio, ¿verdad? Ha sido el imbécil de mi hermano.

-No, no, de verdad... -traté de negarlo, pero Loísa ya estaba decidida.

-¡Julia! No me mientas. Conozco a Sergio, sé cómo es. Ese bruto ya lo ha hecho antes, y si hoy te ha puesto las manos encima, juro que no me quedaré quieta. -Su voz estaba cargada de ira contenida, pero también de algo más profundo: preocupación por mí.

No quería que Loísa se involucrara, ni mucho menos que empeorara las cosas entre ella y su familia por mi culpa. Sabía lo complicada que era su relación con ellos, especialmente con Sergio, pero tampoco podía mentirle. No cuando estaba tan cerca de la verdad.

-Loísa, no puedes enfrentarte a él -dije en un susurro-. No quiero que las cosas se compliquen más. No es solo Sergio, es todo lo que viene con él, su grupo de amigos, su influencia en el pueblo... si tú te metes, podrías salir lastimada, y no quiero eso.

Loísa me miró con una mezcla de tristeza y determinación.

-Julia, no voy a quedarme de brazos cruzados mientras mi propio hermano te maltrata. -Dio un paso hacia mí y me tomó de las manos-. Sé que estás asustada, pero no estoy dispuesta a perder nuestra amistad por culpa de un abusón. Si él piensa que puede seguir tratándote así, está muy equivocado.

Intenté retirar mis manos, pero Loísa las apretó con más fuerza, como si no quisiera dejarme ir.

-No estás sola en esto. Nunca lo estarás mientras yo esté aquí. ¿Te ha amenazado para que no me lo cuentes? Porque si es así, va a llevarse una sorpresa -dijo Loísa, con una mezcla de enojo y determinación en su voz.

-Loísa, te ruego que no le digas nada, por favor -imploré, sintiendo que el pánico se apoderaba de mí.

-No, no le diré nada a él, pero tampoco me voy a quedar de brazos cruzados. Espérame aquí, Julia, no te muevas. He tenido una idea.

Con esas palabras, Loísa se alejó rápidamente, dejándome sola en el recreo. Me quedé allí, con el corazón acelerado y la mente llena de inquietud. Mientras observaba cómo se perdía en la distancia, un sentimiento de vulnerabilidad me invadió. No podía evitar preguntarme qué podría suceder si Loísa tomaba una decisión precipitada. Aunque valoraba mucho su apoyo, la idea de que la situación pudiera escalar me aterraba.

Empecé a imaginar los peores escenarios, el miedo a que el acoso se intensificara si nuestra amistad se rompía, y la posibilidad de que mi situación empeorara si no actuábamos con cuidado. Cada vez que pensaba en lo que había pasado con Sergio, el temor se hacía más tangible.

Mientras esperaba el regreso de Loísa, me esforzaba por mantener la calma, aferrándome a las palabras de su determinación para no quedarse de brazos cruzados. Su intención de protegerme era reconfortante, pero al mismo tiempo, me inquietaba que sus acciones pudieran tener consecuencias imprevistas. El miedo y la ansiedad me envolvían, mientras mi mente giraba en torno a la incertidumbre sobre el plan que podría estar gestando y si realmente podría resolver nuestra situación sin empeorarla.

En ese momento, me encontraba sola, luchando contra una sensación abrumadora de vulnerabilidad. La posibilidad de enfrentar de nuevo el tormento y la crueldad sin la protección de Loísa me aterrorizaba. La angustia me consumía, preguntándome si tendría la fortaleza para soportar otra vez el acoso y la violencia, especialmente si Loísa no podía intervenir para detener a su hermano.

Traté de reunir valor y confianza en mí misma, buscando una forma de enfrentar lo que pudiera venir. Sin embargo, la angustia persistía, recordándome los años de tormento que había soportado. Anhelaba encontrar una solución y una manera de poner fin a esta situación que me atormentaba, pero aún no tenía claro cómo lograrlo. El miedo al futuro me paralizaba, y la incertidumbre de si podría enfrentarme a todo esto sin el respaldo de Loísa me llenaba de desesperanza.

Mientras permanecía allí, inmersa en mis temores y ansiedades, me esforzaba por encontrar la fuerza necesaria para enfrentar lo que el destino pudiera depararme. Mi mente estaba llena de dudas y miedos sobre el futuro y cómo resolver la situación sin agravarla.

Finalmente, Loísa regresó, trayendo consigo un sándwich y una bebida que había comprado en las máquinas expendedoras del colegio. Me entregó el refrigerio con una sonrisa.

-Aquí tienes, Julia. Me di cuenta que no cogiste tu bocadillo y supuse que te lo habían quitado, ¿es así? -preguntó con preocupación.

-Gracias, Loísa. Sí, me quitaron el bocadillo y también el dinero que llevaba para la bebida. Te lo devolveré mañana.

-No te preocupes por eso, Julia. No seas tonta. Si es del dinero que me prestaste, es como si fuera tuyo -dijo Loísa con una sonrisa cálida.

Sus palabras y su gesto de amabilidad me ofrecieron un pequeño respiro en medio de mi angustia. Aunque el miedo seguía presente, el apoyo y la generosidad de Loísa me recordaron que no estaba completamente sola en esta situación. Agradecí el gesto, sintiéndome un poco más reconfortada, mientras me preparaba para enfrentar lo que vendría.

¿Has ido solo para comprarme el bocadillo? -pregunté, aún sorprendida por su gesto.

-No solo eso. También he resuelto algunas cosas que creo que evitarán que te molesten más. Por ahora, continúa con tu vida normal. Cuando salgamos, te acompañaré a casa. Mi hermano no se atreverá a hacerte nada mientras yo esté contigo.

El resto del día pasó sin incidentes, pero el miedo seguía presente en mi mente. La amenaza de Sergio no era comparable con los insultos de Elena; su comportamiento había sido verdaderamente aterrador. Aunque intentaba actuar con normalidad, la inquietud no me abandonaba.

Al día siguiente, siguiendo el consejo de Loísa, intenté mantenerme en mi rutina habitual. Sin embargo, mientras caminaba hacia el colegio, no podía evitar estar alerta, mirando a mi alrededor con ansiedad. Temía la posible aparición de Sergio y sus amigos en cualquier momento.

El día transcurrió sin problemas, al igual que el siguiente, pero el jueves, algo inesperado ocurrió.

El jueves, mientras caminaba hacia la escuela, me encontré de nuevo con Sergio. Me detuvo en seco con su actitud hostil.

-¡Mira, puta Cerdita! ¿Qué pasó con nuestra última conversación? ¿No te dije claramente que te alejaras de mi hermana? ¿Acaso no puedes seguir una instrucción básica? Me dijiste que entendías lo que quería, ¿o crees que te estoy tomando el pelo?

-Déjala en paz -dijo una voz firme detrás de mí.

-Me giré y vi a Ángel, avanzando hacia nosotros con una determinación evidente. Se interpuso entre Sergio y yo, enfrentándolo sin titubear.

-¿Y tú quién te crees que eres, imbécil? -Sergio me soltó con rabia-. No tienes derecho a entrometerte en lo que no te incumbe. ¿Acaso te crees el rey del mundo? Sigue tu camino y no te metas en asuntos que no te atañen. No tienes ni idea de lo que te puede pasar si sigues con esta estúpida intromisión. ¡Vete a la mierda, gilipollas!

El enfrentamiento era tenso, y mi corazón latía con fuerza. Aunque Ángel estaba defendiendo mi espacio, no podía evitar sentirme nerviosa ante la confrontación directa con Sergio.

-Pero sí me importa, te sugiero que la dejes en paz -replicó Ángel con firmeza.

-Está bien, ¡así lo has querido, idiota! -gruñó Sergio.

Con una furia inesperada, Sergio trató de golpear a Ángel. Sin embargo, Ángel demostró una habilidad sorprendente al esquivar el ataque y, con un golpe rápido y preciso, derribó a Sergio. El impacto fue tan contundente que Sergio quedó en el suelo, claramente sorprendido por la fuerza del golpe, tocándose el mentón. Paco y Miguel, al ver a su líder derrotado, se limitaron a observar sin intervenir.

-¡No tienes ni puta idea de lo que acabas de hacer, chaval! ¡No tienes ni la más mínima jodida idea de con quién te has metido, ¿verdad?! Prepárate para enfrentarte a las consecuencias de tu estupidez, porque te aseguro que te arrepentirás de haberte cruzado en mi camino. ¡Te vas a cagar!

-Sé perfectamente quién eres, Sergio Villalba, pero ni tú ni tu familia me intimidan -contestó Ángel con determinación-. Si te atreves a acercarte de nuevo a ella, te aseguro que te arrepentirás de ello.

Con estas palabras, Ángel se giró hacia mí, ofreciendo una expresión de firmeza y preocupación. Aunque la situación había sido tensa y peligrosa, sentí una mezcla de alivio y gratitud por su intervención.

Sergio se levantó en silencio, la furia en sus ojos apenas disimulada, y se alejó con Paco y Miguel a su lado, dejando tras de sí una atmósfera cargada de tensión. Mientras se iban, vi a Elena observando desde una distancia, su rostro ahora serio y preocupado. Claramente, el enfrentamiento no había salido como ella esperaba.

-E… Eres Julia, ¿verdad? ¿Estás bien? -preguntó Ángel, acercándose con una expresión de preocupación genuina-. Si quieres, puedo acompañarte al colegio por si esos tipos vuelven.

-¿Al colegio? Sí, claro, agradecería tu compañía. Gracias por intervenir.

-De… De nada. No te preocupes -respondió Ángel, sonriendo de manera incómoda-. Me llamo Ángel. Te estaba buscando porque quería hablar contigo.

-¿Me estabas buscando? ¿Para qué? -inquirí, intrigada por el motivo de su búsqueda.

Ángel tomó un respiro profundo, su mirada reflejaba sinceridad y un toque de nerviosismo. Parecía que había algo más detrás de su intervención que simplemente el enfrentamiento con Sergio. La conversación prometía revelaciones importantes sobre sus intenciones.

-Loísa me ha contado que eres excelente en matemáticas y me preguntaba si podrías ayudarme a resolver algunas dudas. ¿Sería posible?

-¿Dudas? Pero, ¿por qué no le preguntas a Doña Rosita?

-Loísa me dijo que tú eres incluso mejor que Doña Rosita.

-Bueno, está bien, dime cuáles son esas dudas. Considero que te debo una por ayudarme antes.

-La verdad es que preferiría quedar en tu casa esta tarde, si te viene bien. Tengo muchas preguntas y me vendría bien un ambiente más tranquilo para resolverlas. ¿Te importa?

-¿En mi casa? Está bien, pero también vendrá Loísa; ella estará estudiando conmigo.

-Perfecto, me parece bien. Así podremos resolver todas las dudas de manera más eficiente. Entonces, ¿En tu casa esta tarde?

-Sí, está bien. Muchas gracias por salvarme, estaba realmente asustada.

Cuando llegamos al colegio, Loísa nos vio desde lejos y me lanzó una extraña sonrisa, lo que me hizo preguntarme qué estaba pensando. Me despedí de Ángel y me dirigí hacia donde estaba Loísa.

-Vaya, parece que te has acercado a Ángel, ¿eh? ¿Fuiste tú la que dio el primer paso o él lo hizo?

-Loísa, la verdad es que Sergio volvió a amenazarme, pero afortunadamente, justo en ese momento, Ángel apareció como un verdadero salvador y los espantó. Fue una coincidencia increíble y me sacó de una situación muy incómoda.

-¡Increíble! ¡Qué suerte que Ángel estuviera allí justo cuando lo necesitabas! ¿Cómo te sientes ahora?

-Aún estoy un poco nerviosa, pero agradecida. Ángel fue una ayuda inesperada en un momento crítico. Tu sabías algo ¿verdad? Cuando el lunes te alejaste en el recreo, ¿fuiste a hablar con él?

-Lo siento mucho, Julia. Hablé con Ángel sobre lo que pasó con mi hermano y le pedí que me ayudara a protegerte. Sabía que no podría enfrentarme a Sergio sola, así que pensé que era mejor pedir ayuda. Ángel ha estado siguiéndote discretamente estos días para asegurarse de que estuvieras a salvo. No quería que te preocuparas, pero creo que es justo que lo sepas ahora.

-¿Entonces, Ángel me ha estado siguiendo como si fuera un guardaespaldas?

-Sí, exactamente. Tenía la corazonada de que Sergio podría volver a amenazarte en algún momento, y quise asegurarme de que alguien estuviera cerca para intervenir si eso sucedía. Estoy realmente agradecida de que Ángel haya estado ahí para protegerte.

-Entiendo, pero no sabía que tú habías organizado todo esto. Me lo podrías haber dicho.

-Lo siento, Julia. No quise preocuparte ni causarte estrés adicional. Pensé que sería mejor que no lo supieras hasta ahora para que pudieras sentirte tranquila. Sé que Ángel te protegería y lo hizo por mi solicitud. Fue una decisión difícil, pero lo hice con tu seguridad en mente. ¿Me perdonas por no habértelo contado antes?

-Tienes razón, Loísa. No puedo enfadarme contigo, y realmente aprecio todo lo que has hecho por mí. Sin embargo, sigo preocupada por el riesgo que enfrentó Ángel. Él estaba solo contra ellos tres, y eso fue muy peligroso.

-Sí, fue una situación arriesgada, pero Ángel fue quien ideó el plan. Yo solo le pedí ayuda con mi hermano, y él decidió seguirte para protegerte en caso de que Sergio te amenazara de nuevo. Ángel me confesó que sabe pelear, y que Sergio no está acostumbrado a enfrentarse a alguien que le haga frente. Estoy segura de que Ángel tuvo en cuenta todos esos factores antes de actuar.

-Aún así, podría haber salido mal, y eso habría sido aún peor. Además, vi a Elena observando la situación desde la distancia. Parecía que no estaba nada contenta con lo que ocurrió. Espero que esto la haga pensar dos veces antes de intentar algo más.

-Quizás deberíamos hablar con ella, juntas, para entender por qué te odia tanto.

-No, eso podría empeorar las cosas. Elena podría enfadarse aún más y, desde que estoy contigo, ha dejado de meterse conmigo. No quiero que nuestra intervención provoque más problemas.

-Entiendo tu preocupación, pero no podemos dejar que siga usando a mi hermano para acosarte. Creo que deberíamos abordar esto a solas, tú y yo, y hablar con Elena para ponerle fin a este ciclo de acoso.

-No Loísa, ahora ya no se meterán conmigo, sabiendo que Ángel me defiende.

-Mira, Julia, ahí tienes a Elena junto a Sergio. Siempre están juntos. Creo que Elena solo se acerca a los Villalba por interés.

-Así parece, por interés de acosarme a mí.

-Pero no solo por eso, Julia. Cuando mi hermano herede la fábrica, se convertirá en la persona más importante del pueblo, al igual que mi padre y mi abuelo lo son ahora. Elena está buscando posicionarse.

-Por cierto, Ángel se vendrá esta tarde a estudiar con nosotras. Pero eso ya lo sabías ¿no?

-¿Ángel a estudiar con nosotras esta tarde? No, no lo sabía. Eso no formaba parte del plan. Eso ha sido iniciativa suya. Y ya sabes por qué.

-¿Por qué?

-Porque le gustas, tonta. Ya te lo he dicho antes, le gustas mucho y quiere pasar tiempo contigo. Lo de estudiar es solo una excusa para estar cerca de ti.

-¡Oh!

Durante el resto de la clase, no pude evitar notar que Ángel y yo nos intercambiábamos miradas con frecuencia. Me sorprendía que el chico más guapo de la clase, con tantas chicas atractivas a su alrededor, estuviera interesado en mí.

Por la tarde, nos reunimos en mi casa para estudiar. Cuando Ángel llegó, mi madre se sorprendió al ver que un chico venía a casa, ya que nunca me había visto con ninguno antes. Sin embargo, optó por no hacer comentarios al respecto.

-Ángel, ¿qué dudas tienes? Cuéntanos y haremos lo posible por ayudarte.

-Claro, aquí están los ejercicios de estadística con los que tengo problemas. No logro encontrar el error y tampoco consigo llegar a la solución. ¿Podéis echarme una mano?

-Sí, déjame ver. Mira aquí está el problema: te has equivocado en este dato específico, y a partir de ahí, todos los cálculos posteriores están incorrectos.

-¡Ah, claro! Ahora lo veo, ¡qué sencillo era!

-Sí, era bastante simple. ¿Tienes alguna otra duda?

-Sí, tengo más preguntas.

Ángel comenzó a mostrarme otros ejercicios, pero los errores que cometía eran demasiado básicos, casi infantiles. Me sorprendía, porque Ángel no era nada tonto y no entendía cómo podía estar cometiendo fallos tan elementales.

-Pues ya está, me has ayudado muchísimo, Julia.

-Era lo mínimo que podía hacer, especialmente después de que tú me ayudaste esta mañana.

-Eso no ha sido nada comparado con lo que hiciste por mí. Si quieres, puedo acompañarte hasta el colegio mañana, por si acaso.

-¡Eso estaría genial! Te lo agradezco mucho.

-Bueno, me voy entonces. Gracias de nuevo, Julia. Adiós, Loísa. Nos vemos mañana en clase.

-Si quieres, puedes quedarte a estudiar con nosotras un rato más. Julia no tiene problema con eso.

Miré a Loísa, asombrada mientras le daba un codazo.

-¿Eh?... sí… o sea no… quiero decir que sí, que… que te puedes quedar… claro.

-Vale, pues me quedo, que me vendrá muy bien repasar con vosotras.
.

Long Island
-Julia, empieza a hacer fresco aquí fuera, ¿podemos entrar dentro?

-Claro Sophie. Si os apetece podemos tomar algo caliente, y seguimos un poco más, antes de cenar.

Liam, al escuchar la solicitud, se encargó de pedirle a Gabriela que nos preparara algunas bebidas calientes. Pronto, el aroma del café y del chocolate caliente llenó el aire, creando un ambiente acogedor mientras continuaba con mi relato.


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La historia de Julia continua en:

Capítulo 22. Las bicicletas son para el verano.


Este capítulo narra la relación entre Julia y Ángel, quien la acompaña al colegio para protegerla. Julia se siente más cómoda con él, especialmente cuando defiende su honor frente al acoso, lo que fortalece su vínculo romántico y culmina en un beso en el parque.


 

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Pues de momento, Ángel parece un buen tío y me sorprende muchísimo que Loisa y Ángel la traicionarán. Supongo que en próximos capítulos descubriremos que paso, porque a mí no me cuadra absolutamente nada.
 
Me hace gracia la foto de niña buena con gafas y trenzitas que has puesto de Julia. 🤣🤣.
Parece una niña de esas religiosas que no dice palabrotas ni palabras mal sonantes. Que siesa.
 
Parece una niña de esas religiosas que no dice palabrotas ni palabras mal sonantes. Que siesa.

Sí, de niña era algo así, muy influenciada por el cura y las enseñanzas religiosas. Todo giraba en torno a lo que él decía y las normas estrictas que imponía. Loísa, en cambio, siempre ha tenido una mente mucho más abierta y una actitud más laica.
 
Veremos a ver, porque cuando relate todo lo que pasó y vuelva a la realidad es probable que aparezcan estos personajes, aunque ahora tendrá a Liam para protegerla.
 
Pues de momento, Ángel parece un buen tío y me sorprende muchísimo que Loisa y Ángel la traicionarán. Supongo que en próximos capítulos descubriremos que paso, porque a mí no me cuadra absolutamente nada.
Yo creo que Sergio se encargo de que Louise y Angel se encuentren en esa salida de Julia y Angel.
Julia por sus inseguridades pensó lo peor y en lugar de hablar con ellos se alejo.
Julia de quien se quiere vengar es de Sergio Villalba y por eso la idea de hacerce con la fabrica.
 
Yo creo que Sergio se encargo de que Louise y Angel se encuentren en esa salida de Julia y Angel.
Julia por sus inseguridades pensó lo peor y en lugar de hablar con ellos se alejo.
Julia de quien se quiere vengar es de Sergio Villalba y por eso la idea de hacerce con la fabrica.
Buena teoría que puede ser perfectamente.
Por eso creo que Liam, Sophie e Isabella le tienen que hacer ver que tiene que hablar con Loisa y que le explique si paso algo y si es posible, reanudar su amistad.
 
Espero lo que vio Julia no sean unas simples alucinaciones, ni tampoco disfraces de Sergio y Elena que la hayan engañado.

Espero que esos besos hayan sido verdaderos y su alejamiento justificado. Aunque debió confrontarlos y pedir explicaciones, lo cual la hace intolerante, pero al menos no queda como desquiciada o retrasada mental. Creo que el personaje no lo merece.
 
EL TALISMÁN. SEGUNDA PARTE. BALADA TRISTE DE TROMPETA.


Capítulo 22. Las bicicletas son para el verano.

Villalba del Conde.

1997.

Julia.


Al día siguiente, al salir de casa, me encontré con Ángel esperándome con una sonrisa. Él había decidido acompañarme hasta el colegio para asegurarse de que llegara sin problemas. Mientras caminábamos, me comenzó a contar historias sobre su vida, compartiendo anécdotas que iban desde sus aventuras en la escuela hasta sus experiencias personales y sueños futuros. La conversación no solo me distrajo, sino que también me permitió conocer a Ángel desde una perspectiva más personal y apreciar su amabilidad y apoyo en un momento en que más lo necesitaba.

-Soy de Madrid, pero mis padres no lo son. Ellos se conocieron mientras estudiaban en la Universidad. Tras terminar sus estudios, decidieron casarse y establecerse en Madrid porque allí encontraron oportunidades de trabajo. Fue en esa ciudad donde nació mi hermano y, poco después, yo.

-¿Y que os ha traído hasta este pueblo?

-Actualmente están construyendo un parque eólico cerca de aquí, y mi padre es el ingeniero encargado de dirigir todo el proyecto. Nos hemos mudado temporalmente a este pueblo para estar cerca del sitio de construcción y supervisar el progreso. La intención es quedarnos hasta que el parque eólico esté completamente terminado. Una vez que el proyecto esté concluido y el parque eólico esté en funcionamiento, planeamos regresar a Madrid, que es nuestro hogar permanente. Como quiero seguir los paso de mi padre, siempre que puedo le acompaño en los proyectos, para ir apendideno. Durante este tiempo, hemos estado adaptándonos a la vida en el pueblo y aprovechando la oportunidad para explorar un entorno diferente al que estamos acostumbrados.

-Oye, quería agradecerte de verdad por lo que hiciste ayer. Tu valentía y apoyo significaron mucho para mí. Sin embargo, quiero que sepas que estuve pensando en lo arriesgado que fue. Eran tres contra ti, y podía haber terminado muy mal; te podrían haber hecho mucho daño.

-No, realmente no tenían ninguna opción contra mi. Julia, Loísa me mencionó que habías estado enfrentando acoso por parte de algunas compañeras de clase. Me duele saber que tuviste que pasar por eso.

-Sí, aunque yo no las llamaría exactamente compañeras, dado el comportamiento que han mostrado.

-Voy a contarte un secreto. Cuando era más pequeño, también sufrí acoso por parte de unos chicos en la escuela. Al principio, pensé que sería solo una fase y que se cansarían en unos días, pero en realidad, la situación solo empeoraba. No me enfrentaba a ellos, y eso parecía darles más confianza para seguir molestándome. Sabía que si no tomaba alguna medida, esto no iba a parar.

Ese verano, fui a pasar tiempo con mis abuelos en el pueblo de mi madre. Allí, hablé con un primo mayor que me enseñó algunas técnicas de defensa. Aprendí a pelear y, al final del verano, me sentía más preparado para enfrentarme a esos chicos. Decidí enfrentar al líder de la pandilla. Lo esperé un día en que sabía que estaba solo y lo provoqué. Como no se esperaba que me enfrentara, se confió demasiado y, al igual que Sergio, cayó al suelo con el primer golpe. Intentó levantarse para atacar de nuevo, pero acabó en el suelo otra vez. Después de ese incidente, ya no volvieron a molestarme. Para no sentirse humillado, nunca les contó a sus amigos lo que realmente había pasado.

-Yo nunca he tenido el valor de enfrentarme a Elena. Siempre he evitado confrontarla, quizás por miedo a las posibles repercusiones o porque no me siento segura de cómo manejar la situación.

-No te preocupes, porque ahora me tienes a mi. Ya no estás sola en esto.

-Sí, lo entiendo, pero hay que tener en cuenta que los Villalba tienen mucho poder en este pueblo. Escuché cómo te amenazaba y no sabes de lo que podrían ser capaces de hacer. Tienes que tener cuidado, no te fíes de ellos

-Loísa es parte de la familia Villalba, y a pesar de esa conexión, te llevas muy bien con ella.

-Ah, pero Loísa es diferente; no se parece en nada a su familia. Aunque ella comparte el apellido Villalba, su carácter y comportamiento son muy distintos de lo que podrías esperar basándote en su familia. Loísa ha demostrado ser una persona auténtica, comprensiva y solidaria, lo que contrasta claramente con las actitudes o acciones que podrías asociar con su apellido. Ella ha forjado su propio camino y ha demostrado que su integridad y bondad no están influenciadas por la reputación de su familia. Es una verdadera amiga y alguien en quien puedes confiar, independientemente de las circunstancias familiares.

—Me gusta mucho que te preocupes por mí, Julia.

.

En el recreo.

-Que no, Loísa, que no ha pasado nada.

-Pero al menos te habrá insinuado algo.

-Pues no, me ha estado hablando de él y su familia. Su padre está construyendo la central eólica y cuando acaben se volverán a Madrid. No me ha dicho nada de quedar un sábado a tomar algo, ni nada parecido.

-Claro, no se atreve porque es muy tímido. A lo mejor tienes que ser tú la que se lo propongas.

-¿Yo? Ni loca, ¿Cómo voy a hacer eso? Si se entera mosén Senante, no quiero ni pensar lo que me diría.

-No sé cómo le haces caso a ese mal bicho.

-Hola chicas.

Las dos nos volvimos sorprendidas.

-¡Ángel!, hola.

-Julia, te quería preguntar, ¿esta tarde puedo ir otra vez a tu casa? Es que me han surgido más dudas sobre los ejercicios que nos mandó la profesora.

-Claro vente y los solucionamos juntos, si son tan fáciles como los de ayer acabaremos pronto, y luego te puedes quedar a estudiar con nosotras si quieres.

Ni yo misma me creía lo que estaba haciendo, le estaba invitando a Ángel a quedarse en mi casa después de hacer los ejercicios.

-Ah, genial. Pues luego nos vemos, gracias Julia.

-Hasta luego Ángel.

-Lo tienes totalmente entregado, Julia.

-No sé Loísa, todo esto es muy raro. Hay muchas chicas guapas para que se fije en mí. Tú, por ejemplo.

-Pero ya tuvo su oportunidad conmigo y no la quiso aprovechar. Ángel va a por ti, Julia, convéncete.

Como el día anterior, las dudas que tenía Ángel eran demasiado fáciles. Empezaba a creer que Loísa tenía razón, y era una excusa para estar conmigo. Y me convencí al lunes siguiente cuando por tercera vez, me pidió ayuda para resolver unos ejercicios que los podían resolver muy fácilmente cualquier alumno de cursos inferiores.

Pero cuando por cuarta vez, me volvió a pedir ayuda. . .

-Julia, otra vez te voy a necesitar…

-No ángel, no te voy a ayudar más.

Aún me acuerdo la cara de susto que puso.

-¿Co… cómo?

-Ángel, estos problemas son muy sencillos y tú los puede resolver fácilmente, no me necesitas.

-Julia… yo… no…

-Tu no, ¿Qué? Si lo que pretendes es venirte a mi casa a estudiar, solo tienes que pedírmelo y dejarte de artimañas.

-Lo siento Julia, tienes razón, no me atrevía a pedírtelo, pero sí, me gustaría estudiar con vosotras si me dejáis.

-Claro Ángel, puedes venir todas las tardes que quieras. Precisamente yo también te lo iba a proponer, ¿verdad Loísa?

-¿Eh? Ah, sí sí, estábamos hablando de eso ahora mismo, sí.

-Ah, que bien, pues vale, gracias chicas. Hasta la tarde.

-Si serás… el susto que le has dado al pobre.

-¡Ja ja ja!, sí, pobre, pero es tan mono.

La rutina de los días siguientes, cambió algo. Por la mañana, Ángel me esperaba en la puerta de mi casa para acompañarme hasta el colegio, como un guardaespaldas. Yo lo llamaba mi Ángel de la guarda.

Por las tardes, los tres íbamos a mi casa, a estudiar. Por la mañana, sobre todo, hablábamos de nosotros, y me contaba como era su vida en Madrid, de sus amigos, de sus proyectos. La verdad es que yo estaba muy a gusto con él, y se notaba que él también conmigo. Ángel era muy tímido, pero era fácil hablar con él. A veces tenía dificultades para mantener la conversación, pero eso no importaba mucho.

Hasta que un día Loísa me lo soltó.

-Julia, creo que voy a dejar de ir a tu casa a estudiar.

-¿Qué? ¿Pero es que no quieres estudiar conmigo? Ah, ya, es cosa de tu hermano, seguro.

-¡Ja ja ja!, no Julia, mi hermano no tiene nada que ver, pero como no te das cuenta de nada, te voy a tener que abrir los ojos yo misma. Ángel no va a tu casa solo por estudiar, la verdad es que no lo necesita como yo. Él va muy bien en los estudios sin necesitar ayuda.

-¿Y entonces por que viene, según tú?

-Viene porque quiere estar contigo, ¿Pero es que no te das cuenta? Le gustaría estar contigo a solas y yo le molesto.

-Pero a mí no me molestas, y quiero que sigas viniendo, ese era el trato, ¿no? Yo te ayudo y tú me ayudas, lo dijiste tú.

-Sí, pero ahora tienes a Ángel y ya no me necesitas tanto. Y tienes que estar algún rato a solas con él. Que no por eso vamos a dejar de ser amigas, Julia.

-A solas, ¿para qué? Ya estamos a solas por la mañana, cuando me acompaña hasta el colegio, y nunca me ha dicho que le gusto.

-Porque es muy tímido, Julia. Si se queda a solas contigo en tu casa, ya verás como se vuelve más atrevido. Venga, dale esa oportunidad.

-Está bien Loísa, vamos a probar unos días, pero si no se decide, tu vuelves otra vez a estudiar conmigo.

-También se lo puedes decir tú, Julia. Si en dos días no te lo dice él, se lo dices tú.

-Eso nunca Loísa, se supone que las chicas no vamos detrás de los chicos, son ellos los que se tienen que decidir.

-Que ideas te mete ese mal bicho en la cabeza Julia. Deberías dejar de escuchar a mosén Senante.

-Pero mis padres son muy creyentes y muchas veces se presenta en mi casa y se queda a cenar, así que lo tengo que escuchar.

-Claro como no, siempre gorroneando.

Así que esa tarde, Loísa puso una excusa y estuvimos solos los dos en mi casa. Mi madre, como vio que luisa no venía, me advirtió que no cerrara la puerta de mi habitación. Esa tarde, en mi casa, Ángel estaba muy nervioso y no estaba prestando atención en lo que estábamos estudiando. En un momento dado, me cogió la mano, se armó de valor y me confesó sus sentimientos.

-Julia yo… yo quiero decirte que… que me gustas mucho… y me gustaría ser algo más que amigos.

Yo le sonreí feliz.

-Ángel, yo siento lo mismo, también me gustas mucho y también quiero ser algo más que una amiga.

Desde entonces, salíamos más juntos, y empezamos a conocernos más de nosotros y nuestras vidas. Yo estaba tan feliz de estar con él. Ángel era una persona increíble, amable, cariñosa y siempre estaba allí para mí. Me sentía dichosa de tenerlo a mi lado y de haber encontrado el amor en él.

Después de algunas citas juntos, un sábado, sentados en un banco del parque, hablando y riendo, cuando Ángel tomó mi mano y me miró a los ojos. Yo sentí como latía mi corazón con fuerza y sabía lo que iba a ocurrir. Con su mano libre, suavemente levantó mi mentón y me besó.

Fue un beso tierno y apasionado, lleno de emoción y ternura. Fue un momento mágico, ya que finalmente había dado el paso que tanto había temido. Para mí, el beso fue la confirmación de que Ángel era el chico que había estado esperando.

Después de ese beso, nuestra relación se volvió más cercana y más amorosa. Comenzamos a salir con más frecuencia y siempre encontrábamos tiempo para estar juntos. Para ambos, ese primer beso siempre sería especial, un momento que nunca olvidaríamos.

Ángel ya se juntaba en el recreo con nosotras, como mi novio, como nos gustaba llamarnos. Había algo especial en nuestra relación, algo que nos unía más allá de la amistad. Ángel y Loísa eran un apoyo constante, siempre estaban allí para levantarme el ánimo y hacerme sentir valiosa.

Recuerdo que una vez, en el recreo, mientras comíamos nuestros bocadillos, él me tomó de la mano.

-Eres la persona más valiente que conozco, Julia. A pesar de todo lo que has pasado, sigues adelante, enfrentando tus miedos y tus inseguridades. Y eso es algo que admiro en ti.

Sentí mi corazón latir más rápido, y mi cara se sonrojó. Era la primera vez que alguien me decía algo así, y me hizo sentir muy especial. Ángel me dio la confianza que necesitaba para creer en mí misma, para verme como una persona valiosa y digna de amor.

Desde ese día, nuestra relación se fortaleció aún más. Nos contábamos todo, compartíamos nuestros sueños y nuestras esperanzas, y nos apoyábamos en todo. Él se convirtió en mi mejor amigo, mi confidente, mi amor verdadero.

Había algo en el tiempo que pasaba con él que me hacía sentir segura y protegida. Él me escuchaba, me entendía y siempre estaba ahí para ayudarme. Me sentía atraída hacia él, hacia su sonrisa, su risa, su voz. No podía evitar sentir algo especial por él.

Pero a la vez, me preocupaba que Loísa se sintiera dejada de lado. Ella era mi única amiga, y no quería perder esa amistad por mi relación con Ángel. A veces me preguntaba si debía hablarle para asegurarme de que todo estaba bien.

Una mañana, durante el recreo la llevé aparte y hablé con ella.

-Loísa, estoy preocupada porque ya no vienes a estudiar a mi casa, ahora que estoy con Ángel.

-Pero que dices, tonta. Si yo estoy encantada de que estés con él. Estoy bien Julia, de verdad, pero entiendo que necesitáis estar solos. Además, yo tampoco estoy sola, también estoy saliendo con un chico.

-¿Ah sí? ¿Y no me lo ibas a contar? ¿Quién es?

-Es Pablo, pero de momento no lo digas que aún no lo sabe nadie. Es que lo llevamos un poco en secreto, porque hace poco que lo ha dejado con su novia, y no quiere que ella piense que ya estaba conmigo a la vez que con ella. Y además, tampoco quiero que se entere Sergio, seguro que lo asusta.

-No sé a quién se lo voy a decir, si nadie me habla.

-Pero a Ángel tampoco, ¿eh?

-Tranquila Loísa, te guardaré el secreto.

-Bueno, y ¿Qué tal con Ángel?

-Bien, muy bien, aunque extraño las tardes en que estábamos juntas tú y yo riendo y estudiando.

-Julia, aunque las cosas cambien, la amistad verdadera siempre permanece. Pase lo que pase tú siempre podrás contar conmigo.

-Gracias Loísa, por tus palabras y por entenderme. Seremos amigas siempre, pase lo que pase.

Nos dimos un abrazo para sellar esa promesa, amigas para siempre, pase lo que pase.

La relación con Ángel fue avanzando y nos dimos cuenta que necesitábamos momentos de intimidad que no teníamos. Cuando estábamos en casa estudiando, nos acariciábamos alguna vez, por encima de la ropa y nos dábamos algún beso, pero siempre con el temor de que nos pillara mi madre.

El cine era otro lugar de nuestras citas amorosas, pero seguíamos sin tener la intimidad que necesitábamos. Acabamos tan calientes los dos, que por la noche me tenía que masturbar. También él me confesó que se masturbaba por la noche pensando en mí.

Cuando mejoró el clima, en primavera, y aprovechando que ángel también tenía bici, decidimos buscar algún rincón discreto fuera del pueblo. Me acordé de la poza, a la que iba con Loísa durante el verano anterior. Era un sitio nada frecuentado en un recodo del río, algo alejado del pueblo donde podíamos dar rienda suelta a nuestros deseos. Sim embargo, aún no nos atrevíamos a quitarnos ropa, ya que siempre estaba el riesgo de que algún vecino del pueblo nos descubriera y se enteraran mis padres, o peor aún, mosén Senante. Pero ahí podíamos ser más atrevidos, y aprendimos a masturbarnos mutuamente.

Con la llegada del buen tiempo, cada día soleado y cálido se convertía en una oportunidad perfecta para disfrutar de la frescura del río. Cada tarde, cuando el calor del día comenzaba a desvanecerse, nos dirigíamos al agua para sumergirnos en su refrescante abrazo. El río se transformaba en nuestro refugio estival, un lugar donde podíamos escapar miradas ajenas y encontrar alivio en su frescura.

Las aguas cristalinas del río nos invitaban a nadar y explorar, mientras nos entregábamos a besos apasionados. Nos sumergíamos en un ambiente de alegría y libertad, rodeados de la belleza natural que nos ofrecía el paisaje. El borde del río se convertía en un escenario vibrante para nuestras conversaciones, donde compartíamos historias y momentos, creando recuerdos inolvidables.

Este oasis veraniego no solo ofrecía un respiro físico del calor, sino también un deleite para el alma. La combinación de la tranquilidad del entorno natural con la compañía de Ángel, hacía de cada visita al río una experiencia profundamente gratificante y revitalizante. La magia del verano se encontraba en esos instantes de pura diversión y relajación, donde el tiempo parecía detenerse y nos permitía disfrutar de la simpleza de la vida.

Una de esas tardes le hice una mamada, algo torpe por mi inexperiencia, pero muy placentera. Por otro lado, aunque Ángel quería dar el siguiente paso, y tener relaciones completas, yo sólo tenía 15 años, y en España, la edad mínima para tener relaciones sexuales consentidas es a los 16. Ángel ya los había cumplido y a mí me faltaba un mes. Decidimos esperar, y le prometí que el mismo día de mi cumpleaños lo haríamos, le daría mi virginidad. Aunque no sabíamos ni donde ni cómo.

Desde que habían acabado las clases, con Loísa casi ya no me veía, ya que todo mi tiempo lo dedicaba a Ángel. Pero por la noche, antes de dormir siempre nos hablábamos por teléfono y nos contábamos como íbamos en nuestras relaciones con nuestros respectivos chicos. Incluso hacíamos planes para cuando estuviéramos en la universidad, de compartir un piso entre los cuatro, y así estaríamos siempre juntas, pero a la vez con nuestros chicos. Aunque para eso aún faltaba al menos dos años.

Esa noche, le conté la promesa que le había hecho a Ángel pero que no teníamos sitio y no sabía si lo podríamos hacer. Loísa me dio la solución.

-Igual yo te puedo conseguir un sitio.

-¿Tú? ¿Cómo?

-¿Conoces La Peña?

-La Peña, sí claro, es ese local que tienen algunos chicos mayores para juntarse y esas cosas ¿no?

-Sí sí, y esas cosas. Eso lo utilizan para algo más que para esas cosas, Julia. A veces, algunas parejas lo utilizan para estar un rato a solas, y hacer sus cosillas sin que nadie les moleste.

-¿Quieres decir que ahí van a… ¿ O sea, que… quiero decir, que…

-Sí Julia, ahí también van a follar.

-¡Oh! Entiendo. Pero a ese local solo van mayores y además tienes que conocer a alguien, según tengo entendido ¿no?

-Sí, exactamente. Si conoces a alguien, tal vez puedas pedirle que os lo dejen por unas horas. ¿Qué te parece?

-No creo que sea posible, Loísa. No conozco a nadie, y, además, a mí tampoco me lo dejarían. No olvides que, aparte de ti y de Ángel, para los demás soy “Cerdita”.

-Bueno, a ti, por supuesto que no te lo prestarían. Pero ¿quién se atrevería a negárselo a una Villalba, aunque sea menor?

-¿Estás diciendo que pedirías que me lo dejen para mí?

-Julia, a veces pareces un poco tonta. Aunque sea una Villalba, nunca me lo dejarían para ti. Yo lo pediré para mí y Pablo y luego te daré las llaves para que lo aproveches con Ángel. Nadie se dará cuenta de que vais vosotros en vez de nosotros.

-Loísa, ¿harías eso por mí? Pero ¿por qué no lo aprovechas tú y vas con Pablo?

-Tendremos muchas ocasiones Pablo y yo. Considera que es mi regalo de cumpleaños para ti, Julia.

-No sé qué decir, Loísa. Eres muy generosa conmigo.

-Somos amigas, Julia, y las amigas se ayudan en momentos como este.

-Gracias, Loísa. Me haces muy feliz, y sé que Ángel también se alegrará cuando se lo diga. Te debo mucho.

-No me debes nada. Lo mejor que puedes hacer es disfrutar ese día, ya que será un recuerdo para toda la vida. Ya sabes, Julia, amigas para siempre, pase lo que pase.

-Amigas para siempre, pase lo que pase, Loísa.

Cuando se lo conté a Ángel, se emocionó mucho. Finalmente, tendríamos nuestro momento de intimidad para nosotros solos, sin interrupciones.

A medida que se acercaba el día, Loísa y yo pensábamos en qué me pondría.

-Julia, vi un vestido en una tienda que creo que te quedaría genial.

-Vale, Loísa. Iremos a verlo mañana.

El vestido parecía increíble en el maniquí. Pero sabía que no me quedaría bien a mí. Desde que había empezado a hacer ejercicio y dieta, había perdido bastante peso, paro aún no había llegado a mi peso ideal, por lo que aun me veía rellenita.

-Loísa, no soy tan delgada como ese maniquí. Ese vestido no me sentará bien.

-Vamos a entrar a ver si hay uno de tu talla para que te lo pruebes.

-No sé, Loísa. Aunque he perdido kilos, todavía estoy algo pasada de peso. Ese vestido no me quedará bien.

-Pero si estás muy bien Julia. Mira, he encontrado uno en tu talla. ¿Te apetece probarlo y ver cómo te queda?

-Vale, me has convencido, voy a probármelo.

El vestido de tirantes en azul con escote recto y por encima de la rodilla, se ajustaba perfectamente a mi cuerpo. A pesar de tener algunos kilos de más, el vestido resaltaba mis curvas y me hacía lucir más esbelta. Tal vez, lo único que me faltaba era un poco más de pecho para complementar mi figura.

-¡Vaya, te ves fantástica Julia! Ese vestido realza tu figura y te sienta muy bien.

Le expliqué a la dependienta que me gustaba mucho el vestido, pero que no contaba con el dinero para pagarlo en ese momento. Le pedí que lo guardara para mí y que volvería al día siguiente para comprarlo, después de pedir el dinero a mis padres.

Ese mismo día, decidí hablarles a mis padres de Ángel. Aunque ya lo conocían, de las veces que venía a estudiar a casa, les expliqué que ahora era mi novio. Les pedí que me regalaran el vestido que había visto en la tienda para poder estrenarlo con él en mi cumpleaños. Se alegraron mucho que saliera con Ángel porque siempre les había parecido un buen chico, y en ese momento me dieron el dinero para que fuera a pagar el vestido de inmediato, para que no me lo quitaran. No quise esperar hasta el día siguiente, así que fui a comprar el vestido esa misma tarde.

El día de mi cumpleaños me encontraba muy nerviosa, esperando con ansias que llegara la hora de la cita. Loísa vino a mi casa para ayudarme a prepararme. Antes de eso, fui a la peluquería para cambiar mi look: me quité las trenzas y me hice un peinado más moderno y juvenil, dejando mi cabello suelto con unas ondas suaves que llegaban hasta los hombros, y unas mechas que le daban un toque de color.

En mi casa, Loísa me ayudó a aplicarme maquillaje. Nunca antes me había maquillado, pero Loísa sabía cómo hacerlo. También me puse lentillas para no llevar gafas, y hacía unos días me habían quitado los brackets. Para combinar con el vestido, compré una braguita muy sexi, imaginándome la cara de Ángel cuando la viera. No llevaba sujetador porque no lo necesitaba con mis pequeños pechos. Me puse medias y Loísa me prestó un bolso y unos zapatos con algo de tacón. Cuando me miré al espejo, vi a una mujer joven, moderna y hermosa. Miré a Loísa con una sonrisa en el rostro, agradecida por haberme animado a comprarme ese vestido.

-¡Guau, Julia! Te ves increíble -dijo Loísa emocionada-. Ángel no va a poder resistirse a ti.

-Sí, tienes razón -respondí sintiéndome más segura de mí misma que nunca.

-Un poco antes de las diez, quedamos en el bar y os entrego la llave, y os podéis quedar todo el tiempo que os plazca.

-Me gustaría estar toda la noche, pero a las 12 tengo que estar en casa, así que tenemos dos horas para nosotros solos.

Luego, llegó Ángel a mi casa para recogerme. Cuando me vio, quedó impresionado y no podía dejar de mirarme, y me dijo lo hermosa y deseable que estaba. Salimos de la casa, tomados de la mano.

Antes de seguir andando, me solté de ángel y abracé a Loísa.

-Gracias por estar siempre a mi lado, Loísa. Tu ayuda y apoyo significan mucho para mí, y no puedo expresar lo agradecida que estoy por tenerte como amiga. Eres, sin duda, la mejor amiga que podría pedir, siempre dispuesta a ofrecerme tu respaldo y comprensión en los momentos más difíciles.

-Siempre estaré aquí para ti, Julia. No importa lo que pase, puedes contar conmigo en cualquier momento. La amistad verdadera se basa en el apoyo incondicional, y estoy comprometida a estar a tu lado y ayudarte en todo lo que necesites. Juntas, podemos enfrentar cualquier desafío y salir adelante.

Nos separamos y nos miramos sonriendo. Sabíamos que esta sería una noche inolvidable para mí.

Fuimos al buguer, donde Ángel me invitó a cenar una hamburguesa. Me sentía feliz y emocionada, como si fuera la protagonista de una película. Durante la cena, Ángel y yo hablamos, reímos y compartimos historias juntos. Fue una noche mágica y romántica. De repente, vi a Ángel sonriendo frente a mí con una pequeña cajita en su mano. Mi corazón latió más rápido, sabía que algo importante iba a pasar. Ángel tomó mi mano y me puso un anillo en el dedo anular. Era un anillo de bisutería, pero a mí me pareció el anillo más valioso del mundo.

-Este es solo un anillo provisional, porque algún día te pondré el definitivo, el que nos convertirá en marido y mujer. Ese es mi mayor deseo, Julia.

-Y el mío mi amor, te quiero mucho, te quiero, te quiero, te quiero.

Y no paraba de besarle mientras le decía lo mucho que le quería. Mientras Ángel me prometía amarme para siempre.

Al final de la cena, soplé las velas de mi pastel de cumpleaños, mientras Ángel me cantaba “cumpleaños feliz”. Cerré los ojos y pedí un deseo, “que la noche nunca terminara”.

Como todavía no era la hora, fuimos a un bar a tomar algo y bailar. Antes de llegar al bar, nos apartamos en un portal y ángel, mirando a todos lados, sacó lo que al principio creí que era un cigarrillo.

-Mira Julia lo que he conseguido.

-No sabía que fumabas Ángel.

-Y no fumo, pero esto no es tabaco, esto es mejor. Esto es un porro que nos vamos a fumar los dos.

-Yo nunca he fumado.

-Ni yo, pero alguna vez hay que empezar. Me han dicho, que esto te pone como una moto a la hora de… ya sabes…

-¿Esto te pone cachondo? ¿Seguro?

-Cachondos, a los dos, Julia, nos va a poner cachondos a los dos.

-Tonto, yo ya estoy cachonda, no veo que llegue la hora de irnos a la Peña.

-Uf, y yo, pero podíamos probar, solo una vez, y entre los dos, siempre se notará menos.

-Vale, hoy me atrevo con todo, vamos a fumarlo, pero no creo que me ponga más cachonda de lo que estoy.

Y amparados por la oscuridad del portal, nos fumamos ese primer porro, mientras nos metíamos mano por todo nuestro cuerpo. El porro no sé si nos puso más cachondos, pero sí que nos hizo toser al intentar tragarnos el humo. Al final lo dejamos a mitad porque no sabíamos muy bien como fumarlo, si tragando el humo o no.

Por el camino hacia el bar, Ángel pasó su brazo por mi cintura y yo hice lo mismo. Así abrazados, llegamos al bar. Al ser mi cumpleaños y sentirme adulta, decidí probar algo más “adecuado” para mi edad y le pedí a Ángel que me trajera un Gin-tonic, que estaba de moda, aunque no sabía bien lo que era. Ya había probado la maría, y ahora tocaba el alcohol, luego vendría el sexo. El pack completo, drogas, alcohol, y sexo.

Ángel trajo las bebidas, y sentados en el sillón, nos hacíamos carantoñas y nos excitábamos pensando en lo que vendría después. Pasado un rato, salimos a bailar, muy pegados. Y mientras bailaba con Ángel, susurré en su oído:

-Gracias por hacer realidad mi deseo. Esta noche se siente eterna porque estoy a tu lado, y mi felicidad es completa al saber que estaré contigo siempre. Te amo profundamente.

Ángel tomó mi mano con suavidad y me miró a los ojos con una ternura que me llenó de calidez y amor.

-Yo también te amo, Julia. No tienes idea de cuánto significas para mí. Eres, sin lugar a dudas, lo mejor que me ha pasado en la vida. Tenerte a mi lado es un sueño hecho realidad, y cada momento contigo es un tesoro que valoro más de lo que las palabras pueden expresar.

Me acerqué a él y me besó suavemente en los labios. Sentí su cálido aliento y su corazón latiendo fuerte. Sabía que lo nuestro era especial, y que estábamos destinados a estar juntos. Bailamos y disfrutamos de la noche, sin preocuparnos por nada más que por el momento presente. Era la noche de mi cumpleaños, y estaba con el hombre que amaba, y eso era todo lo que importaba.

Queríamos capturar ese momento de pura felicidad, así que decidimos hacernos unas selfies para inmortalizarlo. Mientras posábamos para la cámara, sentía en lo más profundo que esa noche marcaría un antes y un después en mi vida. Lo que no podía prever era que el cambio que se avecinaba no sería exactamente como lo había imaginado. Aunque estaba segura de que algo transformador iba a suceder, no tenía idea de que la noche me depararía una sorpresa que me llevaría por un camino completamente inesperado.

.

-Creo que esta parte de la historia ya la conocemos, ¿no Julia?

-Si Isabella, aunque si quiero seros sincera, lo que os conté no fue exactamente como pasó. Básicamente sí que la historia coincide con lo que os conté, pero no os conté como continúa la historia y eso es lo que pretendo hacer ahora, contar mi historia tal como fue, tal como yo la recuerdo.

-De acuerdo Julia, si te sientes con fuerzas, te escuchamos, perdona la interrupción.

-Vamos a aprovechar para cenar algo, y seguimos luego, aún queda mucho por contar.



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La historia de Julia continua en:

Capítulo 23: As bestas.

Julia, experimenta un trauma profundo tras ser traicionada por su novio Ángel y su amiga Loísa en una noche que debía ser especial. La narración alterna entre el pasado y el presente, mostrando cómo, a pesar de su éxito profesional, Julia continúa luchando con las secuelas emocionales de esos eventos.

Julia y Ángel camino del colegio.jpegÁngel aprendiendo a pelear.jpegÁngel y Julia en el cine.jpegJulia 16 años.jpegJulia y Ángel en el río.jpeg
 
A lo largo de este relato, me he dado cuenta de que estoy utilizando una palabra que, fuera de Aragón, puede no ser familiar para todos. La palabra "mosén" es una forma tradicional de referirse al cura párroco en esta región, un término que ha sido parte del vocabulario aragonés durante siglos. Aunque en la actualidad su uso ha disminuido y se limita en gran medida al ámbito rural, sigue presente en la vida cotidiana de algunos pueblos y comunidades. Cabe destacar que en otras regiones cercanas, como Cataluña, la Comunidad Valenciana y Baleares, se emplea el equivalente "mossèn" para referirse a los sacerdotes, lo que muestra una conexión lingüística y cultural en los territorios que conformaron la Corona de Aragón. Este tipo de términos reflejan no solo una tradición lingüística, sino también un vínculo histórico y cultural entre estas regiones.
 
Supongo que en el próximo capítulo ya sabremos qué paso exactamente entre Loisa y Ángel.
Si soy sincero, echo de menos que se vuelva a la actualidad ya con la bonita historia de amor entre Liam y Julia, aunque sea interesante saber qué es lo que pasó.
 
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