El Talismán

Como dije en su momento todo fue montado por Sergio, Ángel drogado y Loisa no era Loisa, ahora sabemos que era Elena.
Julia será convencida por Luam y sus amigas a terminar de escuchar la historia de Loisa, después que les cuente lo que le contó en su despacho.
Julia perdona a Loisa y vuelven a ser amigas como en su juventud.
Sergio y Elena recibirán toda la justicia, Sergio terminará en la cárcel y Elena ya veremos como termina.
Pedro y Sergio terminan arruinados y sin dinero.

Así es Salocb. Aunque en aquel momento no te lo mencioné, debo admitir que acertaste de lleno. Lograste captar su esencia y tu intuición fue increíble,"
 
Como dije en su momento todo fue montado por Sergio, Ángel drogado y Loisa no era Loisa, ahora sabemos que era Elena.
Julia será convencida por Liam y sus amigas a terminar de escuchar la historia de Loisa, después que les cuente lo que le contó en su despacho.
Julia perdona a Loisa y vuelven a ser amigas como en su juventud.
Sergio y Elena recibirán toda la justicia, Sergio terminará en la cárcel y Elena ya veremos como termina.
Pedro y Sergio terminan arruinados y sin dinero.
Ojalá pase todo eso, porque a parte de la escoria y el padre de la escoria que es todavía peor que él, Elena también debe pagar las consecuencias.
 
EL TALISMÁN. TERCERA PARTE. ¡QUIERO VIVIR!


Capítulo 34. Perdida.

Villalba del Conde.

Julio 2011.

Julia.


En el camino hacia la hospedería, mi mente se agita con todas las cosas que Loísa me ha contado. ¿Podría ser cierto que tenga razón y que todo haya sido una artimaña para engañarme? ¿Pero con qué propósito? Y si no fue Loísa quien estuvo con Ángel en el almacén, ¿dónde podría encontrarse ella? Pasaban las 10 de la noche y aún no había llegado a entregarnos la llave. ¿Cómo confiar en su palabra? Pero me dijo algo que captó mi atención: "No fuiste la única víctima". ¿Qué pretendía comunicarme con esa afirmación? Quizás a ella también... no, no, preferiría no considerar esa posibilidad.

No sé, creo que salí de su despacho demasiado pronto. Quizás, si me hubiera quedado, habría obtenido más información. Admito que, a lo largo de mi vida, he estado constantemente escapando. Escapé de mi pueblo, evité a la gente, dejé atrás mi país, durante años renuncié al amor y ahora me alejo de Loísa. ¿Y si estuviera escapando de la realidad? Mi madre solía decirme que debía escuchar a Loísa, ya que ella creía en su inocencia y pensaba que seguramente habría una explicación. Debería haberle prestado atención. Después, Lola me expresó la misma opinión: esa parte de la historia no tenía fundamento. Debería haber hablado con Loísa, pero en lugar de eso, en la primera oportunidad que tengo de escuchar su versión, le doy la espalda. ¿Y si es porque me cuesta reconocer mi error? ¿Y si Loísa me estaba contando una verdad que no quiero creer? Necesito regresar, necesito escucharla. Si está diciendo la verdad, tal vez sea yo quien deba pedirle perdón.

Llego a la hospedería y sin detenerme siquiera para estacionar, giro el coche y me dirijo de nuevo hacia la Plaza Mayor. Cuando me detengo frente al ayuntamiento, salgo del vehículo, y subo a la primera planta del edificio. Juan se me queda mirando pero no me detiene. Me dirijo al despacho, y abro la puerta. Julia habla por teléfono y se me queda mirando.

-Te llamaré más tarde, ha surgido una urgencia.

-Loísa…, lo siento. No me tenía que haber marchado sin haberte escuchado. Lo siento mucho.

Loísa se acerca.

-Ven Julia, vamos a sentarnos y hablemos tranquilamente.

Loísa me coge de la mano y me lleva hasta el sofá, donde nos sentamos, aun cogidas de la mano.

-Loísa, discúlpame por lo que te dije antes. Estaba tercamente aferrada a mi perspectiva y no estaba dispuesta a considerar otra verdad que no fuera la mía. Pero parece que tú sabes cosas que yo desconozco. Quiero que me cuentes todo lo que sabes. Antes mencionaste que yo no era la única víctima, ¿hubo alguna otra chica esa misma noche?

-Si te refieres a lo que te hicieron, no, no hubo más víctimas de ese tipo. Pero será mejor que te lo cuente desde el principio. Voy a decirle a Juan que nos traiga esos cafés que nos debe, ¿te gustaría?

-Claro, aunque en realidad, fui yo quien los tiró.

-Sí, y aún llevas la mancha en la blusa.

-Eso es lo que menos me preocupa en este momento.

Loísa abre la puerta del despacho y oigo como le pide a Juan que le traiga los dos cafés. Luego, Loísa regresa a su asiento a mi lado.

-Julia, necesito que me creas. Lo que te mencioné anteriormente es cierto. En realidad, nunca fui al bar. La persona que viste en el almacén con mi ropa era Elena. Aunque pudiera parecer que le estaba haciendo una mamada a Ángel, la verdad es que él estaba inconsciente y ni siquiera tenía el pantalón desabrochado. Elena simplemente imitaba el movimiento, y la mano de Ángel sobre su cabeza, estaba completamente inerte.

-No logro comprenderlo del todo. La escena parecía tan auténtica; estaba segura de que eras tú, aunque admito que no vi tu rostro, y Ángel tenía los ojos cerrados, eso lo tengo grabado en mi memoria. Hasta hoy, habría jurado que eras tú, y que Ángel te marcaba el ritmo. Pero si no eras tú quien estaba de rodillas, ¿dónde estabas? ¿Por qué no viniste a entregarnos la llave de La Peña, como habíamos acordado? No sé, Loísa, quiero confiar en ti, de verdad, pero me resulta bastante complicado.

-Julia, creo que lo mejor sería comenzar desde el principio para que puedas entenderlo todo.



-Todo comenzó el día en que Ángel noqueó a Sergio, ¿lo recuerdas?

-Sí, recuerdo ese día. Me estaban amenazando y Ángel se enfrentó a Sergio. Le propinó un fuerte golpe que lo derribó al suelo.

-Exacto, parece ser que Ángel le dio un buen puñetazo, y por supuesto, Sergio se fue de allí dolorido y nunca más te molestó. Pero el golpe no afectó físicamente a Sergio; lo que realmente le dolió fue su orgullo. Quedar tirado en el suelo frente a sus amigos y Elena lo marcó profundamente, y ese mismo día, juró vengarse.



Loísa.

Aunque me alejé un poco para darte espacio cuando empezaste a salir con Ángel, no era porque no me importaras. Al contrario, sentía que necesitabas ese tiempo a solas con él. Mientras tanto, mi relación con Pablo crecía en secreto, ya que temía que, si Sergio se enteraba, haría todo lo posible por separarnos. Te confié mi secreto solo a ti, nadie más lo sabía. Nos encontrábamos a escondidas para evitar cualquier descubrimiento.

Dado que ya no nos veíamos tanto durante el día, nuestras conversaciones se trasladaron a las noches a través del móvil. Allí compartíamos nuestros avances con nuestros respectivos novios. En una de esas noches, me contaste sobre la promesa que le habías hecho a Ángel para tu cumpleaños, pero aún no tenías claro cómo ni dónde cumplirla. Entonces te mencioné La Peña y cómo podría conseguirte ese lugar tanto para ti como para Ángel. Aprovecharía algunas ventajas que me otorgaba mi apellido para ofrecerte ese regalo. Al solicitar ese favor a un miembro de La Peña, y ante su insistencia, tuve que confesar que era para Pablo y para mí. Sin embargo, le hice prometer que no se lo diría a Sergio. Aunque sé que cumplió su promesa de nada sirvió porque, de todas maneras, Sergio se enteró.

-¿Logró descubriros?

-No, nunca nos descubrió. Pero…, Julia…, necesito…, necesito confesarte algo. Tú y Ángel nunca tuvisteis la culpa de nada. Si hay algún responsable, esa soy yo. Todo lo que ocurrió esa noche, lo que te sucedió a ti, todo, fue por mi culpa.

-Pero ¿qué estás diciendo, Loísa? ¿Cómo que fue tu culpa?

-Sí Julia, yo soy la única responsable. A través de mí, Sergio se enteró del plan de La Peña para ti y Ángel. Con esa información, que yo misma le proporcioné, planearon todo lo que sucedió esa noche, incluida tu terrible experiencia.

-No entiendo, Loísa. ¿En verdad le contaste a Sergio sobre el encuentro que iba a tener con Ángel en La Peña? Entonces es cierto, tú…, tú, me traicionaste.

-No, Julia, nunca tuve la intención de traicionarte, de verdad. Pero permíteme seguir contándote, y ojalá que puedas perdonarme.



“Las palabras de Loísa me han dejado atónita con su confesión, algo que aún estoy procesando. ¿Cómo pudo revelarle a Sergio nuestro plan? Y lo más importante, ¿con qué intención lo hizo? Comenzaba a confiar en Loísa, pero con esta nueva información, vuelvo a sentir desconfianza. Aunque no quiero tomar una decisión apresurada; esperaré a que termine de contarme”.



-Sergio llevaba tiempo espiándome, aprovechando cualquier descuido para revisar mi móvil. Sin embargo, como no podía desbloquearlo, cambió su estrategia y durante las noches se situaba tras la puerta de mi habitación para escuchar nuestras conversaciones. Fue así como descubrió mi relación con Pablo y el plan que estábamos ideando para que tuvieras tu encuentro íntimo con Ángel en La Peña. Con toda esa información, que yo misma le proporcioné sin querer, junto con sus amigos Miguel y Paco, y la complicidad de Elena, comenzaron a trazar su plan. Tenían toda la información que necesitaban, cortesía de mi descuido. La noche que organizamos en La Peña para ti y Ángel, estaba destinada a convertirse en una trampa cuidadosamente tejida.

El día de tu cumpleaños, Sergio ya sabía lo que iba a suceder y estaba preparado para intervenir. Se aseguró de que todo ocurriera según su guion, convirtiendo un momento que debería haber sido especial para ti, en una pesadilla. Sus acciones fueron premeditadas y crueles, y lamento profundamente haber sido una pieza involuntaria en este doloroso rompecabezas.

Julia, te pido que comprendas que mis intenciones nunca fueron traicionarte. Fui imprudente, y por ello te ruego que me perdones. La verdad, que acabo de revelarte, es un peso que he llevado durante mucho tiempo, y siento que ahora es el momento de enfrentar las consecuencias de mis acciones. No sabía que mi indiscreción iba a desencadenar algo tan terrible. Julia, por favor, entiende que no lo hice con malicia. No me perdonaré nunca el haber contribuido a que vivieras una experiencia tan traumática.

Lo siento, Julia... de verdad, lo siento desde lo más profundo de mi corazón. No encuentro las palabras adecuadas para expresar cuánto lamento lo que ha sucedido. Desearía poder retroceder el tiempo, cambiar las cosas, protegerte como te prometí. Sé que te fallé, y me duele más de lo que puedas imaginar. Ojalá algún día puedas encontrar en tu corazón el espacio para perdonarme, aunque sé que ahora parece imposible. No dejo de pensar en ti, en el dolor que te he causado. Perdóname, por favor, aunque sea en algún momento lejano. No sabes cuánto desearía reparar todo lo que rompí.



“Loísa evita mi mirada mientras pronuncia las últimas palabras. Se siente avergonzada y culpable por lo sucedido. Sin embargo, si lo que me cuenta es cierto, entiendo que ella no tiene responsabilidad alguna. Tomo sus manos mientras le dirijo la palabra”.



-Loísa, no creo que debas cargar con la culpa. No podías prever que Sergio estaba escuchando. No hay nada que necesites que te perdone.

-Me siento culpable por mi descuido. Conozco a mi hermano y debería haber previsto que intentaría algo para resarcirse de la humillación sufrida. Era mi responsabilidad vigilarlo. Sergio llevaba unos días que había mejorado su comportamiento conmigo, se volvió más amable y ya no me recriminaba por ser tu amiga. Eso hizo que bajara la guardia y me relajé. Y esa falta de interés por mi parte, resultó en que tú pagaras las consecuencias. Por mi negligencia, te hicieron lo que te hicieron. Lo que ocurrió esa noche en La Peña fue el resultado de mi torpeza. Julia, si decides no perdonarme, lo entenderé, pero sea cual sea tu decisión, quiero que sepas que aprecio mucho nuestra amistad y lamento profundamente las consecuencias de mis acciones y cómo afectaron tu vida.



“Con sus palabras, Loísa desmantela cualquier rastro de desconfianza que pudiera tener hacia ella. Percibo sinceridad en cada una de sus expresiones, y sé que me está hablando con honestidad. Su mirada suplicante busca algún indicio de perdón en mis ojos. Observo la carga emocional que ha llevado a cuestas todos estos años y comprendo la angustia que la ha acompañado. Me mira con súplica, aguardando mi decisión, anhelando que la libere de esa pesada carga, ansiando ese abrazo que simbolice el perdón que tanto busca. La habitación se impregna de un silencio tenso, solo interrumpido por la respiración entrecortada de Loísa. No puedo hacerla esperar más; también deseo ese abrazo que nos brinde consuelo a ambas”.



-Si esto te trae algo de consuelo, Loísa, quiero que sepas que cuentas con mi perdón. Sin embargo, debo ser honesta contigo: en realidad, no creo que haya nada que perdonar. Las decisiones y acciones de tu hermano son responsabilidad suya, y no deberías cargar con la culpa por lo que él hizo.

Loísa me abraza llorando.

-Gracias, Julia, gracias de verdad. Necesitaba tu perdón. Lamento mucho lo que te hicieron por mi culpa. Lo siento mucho, Julia.

-Loísa, no deseo que cargues con la culpa; no fuiste tú quien me agredió. Además, no era tu responsabilidad protegerme. No deberíamos vivir en un estado constante de alerta para evitar ser violadas. No tendríamos que experimentar el temor perpetuo de ser acosadas por aquellos con mentalidad machista. Y no deberíamos sentirnos culpables si, debido a un descuido o exceso de confianza, alguien abusa de nosotras. Loísa, nunca más te permitas sentirte culpable por las acciones perjudiciales de otros.



Juan entra en ese momento con los cafés y un par de galletitas de canela y nos separamos de nuestro abrazo.

-Disculpe la interrupción, jefa. Aquí tiene los cafés para usted y su visita. ¿Está bien, jefa? ¿Le sucede algo?

-No es nada, Juan. Espera, quiero presentarte a mi amiga. Después de muchos años, nos hemos vuelto a encontrar, y me he emocionado. Ella es Julia, y bueno, Julia, ya conociste a Juan.

-Sí, sí, ya hemos tenido un pequeño incidente con los cafés. Ja ja.

-¿Julia? Entonces, tú eres la americana.

-¿Americana?

-Eres el tema de conversación en la plaza. Todos hablan de la mujer que ha llegado en un carísimo Audi, con matrícula de New York con el nombre de JULIA. En este pueblo no es que tengamos muchas visitas de americanos, la verdad.

-Pues yo debo ser esa mujer, sí. Pero tengo las dos nacionalidades, y aunque nací aquí, me siento más americana que española.

-¿Naciste aquí? ¿Y cómo es que no te he visto nunca, si yo me conozco a todos los que viven en este pueblo?

-Porque cuando llegaste, Juan, ella ya se había ido. No coincidieron por poco.

-Vale, entiendo. Pues las dejo, jefa. Supongo que después de todos estos años, tendrán mucho de qué hablar. Estaré en mi puesto por si me necesitan.

-Gracias Juan.



-¿Te sientes más americana que española, Julia?

-Puede que te resulte peculiar, Loísa, pero en este país, me amargaron mi infancia Me arrebataron a mi única amiga y a mi novio, despojaron mi dignidad, me quitaron a mis padres, me dejaron sin familia y casi me quitan la vida. Bueno, miento, sí me quitaron la vida, porque esa Julia que se fue de aquí, casi a escondidas y por la noche, murió. En los Estados Unidos, nació otra Julia muy distinta. He forjado amistades, tengo un marido maravilloso, he fundado una multinacional con presencia global y llevo una vida plena. Con mucho sacrificio, pero me he sentido recompensada. De España, solo conservo recuerdos desagradables.

-Entre esos recuerdos desagradables, ¿también estoy yo, Julia?

-Tú eras parte de los pocos buenos recuerdos que guardaba de este lugar, Loísa, pero también de los malos. Durante todos estos años, he llevado consigo casi un sentimiento de odio hacia ti, creyendo que me habías traicionado con Ángel y responsabilizándote por todo lo que me sucedió.

-Sí, en eso tienes razón para odiarme, ya que fui responsable de todo lo que te sucedió.

-No, Loísa, no te castigues más. No debes cargar con la culpa de lo que hizo tu hermano. Hay muchas personas responsables, pero tú no eres una de ellas.

-Aprecio mucho tus palabras, Julia; me reconfortan mucho.

-Si ya te sientes mejor, Loísa, me gustaría que compartieras conmigo cómo era el plan de Sergio.

-Claro, Julia, quiero contarte todos los detalles.



-Como te mencionaba anteriormente, Sergio, en cuanto descubrió nuestro plan para el día de tu cumpleaños, comenzó a idear una forma de vengarse por la humillación sufrida a manos de Ángel. No le resultó complicado obtener prendas de mi vestimenta que pudieras reconocer, y una peluca similar a mi cabello, la cual consiguieron en Zaragoza.

Ese día, el de tu cumpleaños, cuando os dejé a ti y a Ángel, fui a casa a cambiarme, porque yo también había quedado con Pablo y luego teníamos que ir a por la llave de La Peña, para llevárosla a vosotros al bar, tal como habíamos quedado. Al llegar a casa, mis padres no estaban, y tampoco estaba Paula, la chica interna que hacía las tareas del hogar y cuidaba de mi abuelo, lo que me extrañó, porque no era su día libre. Pero sí estaba Sergio. Le noté algo raro, tenía una expresión extraña. Yo no le hice mucho caso. Quería subir a mi habitación, pero Sergio se interpuso.



-Loísa, detente, te estaba esperando porque quería hablar contigo.

-Yo no tengo nada que hablar, déjame pasar.

-Espera, Loísa, quería disculparme.

-¿Disculparte? ¿tú?

-Eres mi hermana, Loísa, y me duele mucho que no quieras hablar conmigo, aunque sé que me lo merezco. Por eso, quiero pedirte perdón por lo que le hice a tu amiga. Sé que estuvo mal. Te ruego que le pidas disculpas en mi nombre.

-No estoy segura de creerte, Sergio. ¿Por qué no se las pides directamente a ella? Julia no es rencorosa y seguramente te perdonará.

-Lo haré, te lo prometo, pero antes quiero que me perdones tú. Te aseguro que ya no volveré a cuestionar tus amistades ni molestaremos a Cerd... a Julia. Créeme, Loísa, lo que deseo es que recuperemos nuestra relación de hermanos, como en los tiempos de nuestra infancia.

Observé cómo se le llenaban los ojos de lágrimas y me convenció. Le di un abrazo, conmovida de reencontrar al hermano que pensaba que había perdido. Quise ir a mi habitación, porque tenía que cambiarme de ropa.

-Espera Loísa, vamos a festejar que nos hemos vuelto a encontrar.

Fua a la cocina a por dos cervezas del frigo y me entregó una.

-Sergio, no debemos, si se dan cuenta los papás, nos reñirán.

-Nadie nos ve, y no se darán cuenta, anda, este será nuestro secreto, vamos a brindar por nosotros.

-Está bien, por nosotros Sergio.

-Por nosotros y por ti Loísa, la mejor hermana que podía tener.

Seguimos conversando un poco más de cuando éramos niños, que estábamos tan unidos, mientras reíamos recordando nuestras travesuras mientras nos tomábamos la cerveza. Fue un momento mágico que hacía años no vivía con él. Me preguntaba en qué momento nuestra relación se fue a la mierda, en qué momento mi hermano se convirtió en el imbécil que parecía ser.

Al acabar de bebernos las cervezas, me dirigí a mi cuarto para cambiarme de ropa. Mientras subía hacia mi cuarto, noté una sensación de incomodidad con un leve dolor de cabeza que ignoré. Mientras estaba escogiendo la ropa para vestirme, me vinieron unos vértigos que me hicieron sentarme en la cama. Sergio estaba en el umbral y me vio.

-¿Te encuentras bien Loísa?

-No sé, me ha entrado un mareo y me duele la cabeza.

-Recuéstate un rato en la cama hasta que se te pase. Yo te cuido. Le hice caso y casi sin darme cuenta, me quedé dormida.

Sergio aprovechó la oportunidad para encerrarme en la habitación y procedió a llevar a cabo su plan. Se dirigió al bar, el lugar al que debía ir alrededor de las diez, y habló con Edu, el camarero, quien resultó ser otro cómplice necesario. Al parecer, Edu estaba involucrado en actividades ilícitas relacionadas con drogas, principalmente marihuana y sustancias similares. Sin embargo, unos días antes, Sergio le había solicitado algo más potente, más acorde a sus intenciones. Edu sería responsable de añadir esa sustancia a vuestras bebidas.

Mientras tanto, Miguel y Elena ya esperaban en el almacén. Elena se vistió con mi ropa y se puso la peluca, muy parecida a mi cabello. Desde atrás, podría ser confundida fácilmente conmigo, al igual que te confundiste tú, Julia. Mientras tanto, Sergio obtendría la llave y, junto con Paco, esperarían en La Peña.

Esa noche, el plan se desarrollaba meticulosamente. Con Elena mimetizándose con mi apariencia, Miguel esperaba en el almacén, listo para ejecutar la siguiente fase.

Cuando llegasteis al bar, cada cómplice ya estaba en su posición, esperando el momento adecuado para intervenir. A ti no te administraron una cantidad significativa de droga, ya que Sergio pretendía que estuvieras consciente de lo que ocurriría. Sin embargo, a Ángel le proporcionaron una mayor dosis, acompañada de somníferos, con la intención de mantenerlo dormido durante toda la noche. Buscaban inutilizarlo, al igual que hicieron conmigo cuando yo estaba en casa, descansando y ajena a todo lo que acontecería esa noche.

Se estaba tejiendo una trama en la que cada movimiento estaba calculado para alcanzar un objetivo específico, dejando tras de sí la sombra de una noche, que cambiaría irremediablemente tu vida. Cuando te retiraste al baño, a Ángel comenzaron a afectarle los efectos de las drogas. Aún medio adormecido, entre Edu y Miguel lo llevaron al almacén, donde lo colocaron en unas cajas que ya tenían preparadas. Una vez que quedó profundamente dormido, lo posicionaron con las piernas abiertas. Elena se arrodilló entre ellas, de espaldas a la puerta, esperando a que te asomaras para llevar a cabo su actuación. La escena en el almacén estaba meticulosamente preparada, cada detalle calculado para ejecutar el siguiente paso del plan. Mientras Ángel permanecía inconsciente en la posición deseada, Elena, estratégicamente colocada, aguardaba pacientemente.

Al abrir la puerta del almacén, te encontraste con una escena minuciosamente planificada para inducirte a creer que era yo junto a Ángel. Todo era una farsa, una representación cuidadosamente urdida con el propósito de hacer que creyeras que te estaba traicionando, llevándonos así a la ruptura de nuestra amistad. Todo era una artimaña tramada con maestría para manipular tus percepciones y provocar una ruptura de nuestra relación y de tu relación con Ángel.

Todo lo demás, Julia, ya sabes lo que pasó. Miguel, con la excusa de querer acompañarte hasta casa, se desvió del camino para llevarte a La Peña, donde esperaban Sergio y Paco. Tú estabas tan perjudicada que casi no podías oponer resistencia.

Cuando acabaron su acto, fueron a buscar a Ángel, que aún estaba en el almacén, y lo llevaron a La Peña con la intención de que pensaras que también él había participado en la violación. Fue un acto deleznable, pero consiguieron su objetivo, que no solo era agredirte, también querían separarnos, y separarte de Ángel. Y lo consiguieron. Su venganza, estaba cumplida.

.

-Después de oírte contar lo que pasó, Loísa, me he dado cuenta del error que he cometido todo este tiempo, siempre creyendo en esa supuesta traición que nunca fue. Ahora me he dado cuenta que he sido muy injusta contigo. No entiendo como pude pensar eso de ti, si siempre me has demostrado tu amistad y lealtad. Siento que he roto nuestra promesa y me siento fatal. Te he fallado y he traicionado nuestra amistad. Siento mucho haber dudado de ti, Loísa, ahora soy yo la que tiene que pedirte perdón.

-Pues no te sientas así Julia, porque yo nunca te lo voy a recriminar. Cualquiera en tu situación hubiera creído lo mismo que viste tu. Lo tenían muy bien planeado.

-Pero yo no era cualquiera, Loísa, era tu amiga, no tenía que haber dudado de tu amistad. No debería haberme dejado engañar así. Me dejé engañar como una tonta, con esa farsa tan burda. Soy la peor amiga del mundo. No te merezco.

-No digas eso Julia, siempre has sido mi mejor amiga.

-No lo entiendes Loísa. Si hubiera creído en ti, posiblemente no hubiéramos estado separadas tanto tiempo. Perdóname Loísa, no sabes cuanto lo siento. Que tonta he sido.

Cuando desperté en La Peña, prácticamente desnuda, comprendí lo que había sucedido. Aunque parezca increíble, no fue la violación lo que más me dolió, sino vuestra traición, algo que desgarraba mi alma.

Ángel yacía dormido en el otro sofá, a medio vestir. Antes de marcharme, le lancé el anillo que me había regalado, deseando en ese instante que estuvierais muertos. En ese momento, os odiaba profundamente y anhelaba lo peor para vosotros. No pude encontrar mi ropa interior y así, sola, me dirigí a casa, entre la oscuridad de la noche y con lágrimas en los ojos. Aquella noche, mi mundo se desmoronó por completo.

-Lo que de verdad importa Julia, es que ya estamos juntas de nuevo, y estoy muy feliz de haberte recuperado. Ya nadie nos separará jamás.

No podemos evitar emocionarnos por este reencuentro y nos abrazamos haciéndonos promesas de no volver a separarnos, aunque vivamos en continentes distintos.

-Y mientras tanto, ¿tu seguías en tu casa, encerrada?

-Así es Julia, encerrada y dormida.



Dormí toda la noche y por la mañana, me alarmaron varios sonidos que provenían de la planta de abajo. Traté de salir de mi habitación para averiguar qué ocurría, pero tenía la puerta cerrada. Comencé a escuchar tras la puerta y aunque no entendía claramente lo que decían, percibí que hablaban de ti, ya que la palabra "cerdita" se mencionaba varias veces. Además, parecía que había dos agentes de la Guardia Civil involucrados en la conversación. De repente, tanto las voces como los gritos se detuvieron. Habían salido de la casa. No entendía lo que estaba ocurriendo, pero tenía la sensación de que algo malo había sucedido. Intenté encontrar mi móvil para llamarte, pero no podía hallarlo. Al principio pensé que me lo había dejado en la cocina la tarde anterior, mientras bebíamos las cervezas. Tampoco entendía como podía haber dormido tanto, por un simple mareo. Y Pablo, seguro que habría estado llamando al ver que no acudía a la cita. También estaría preocupado.

Sin embargo, recordé que había llevado el móvil a mi habitación. Recordaba haberlo colocado en la mesilla para cargarlo mientras me arreglaba. Allí estaba el cargador, aún conectado, pero el móvil no estaba. Entonces sospeché que mi hermano me había quitado el móvil. Fue en ese momento cuando descubrí que Sergio me había engañado. Su comportamiento de la tarde anterior había sido una actuación muy ensayada, y tenía la sensación de que te habían hecho algo malo. Estaba encerrada e incomunicada. Y todo era idea de Sergio, para evitar que me pusiera en contacto contigo, para evitar que pudiera desbaratar el plan que tenían, fuera cual fuera.

Daba vueltas en la habitación como un animal enjaulado, reflexionando sobre las posibles acciones de mi hermano. Cada idea que surgía en mi mente resultaba más aterradora que la anterior. Con independencia de lo que te hubiera sucedido, era consciente de que necesitabas apoyo. Sabía que debía estar a tu lado y me sentía impotente en mi habitación, incapaz de hacer algo, sin poder protegerte. Era consciente de que mi abuelo estaba en casa debido a su estado de salud, que lo mantenía mayormente en su cuarto. Golpeé y grité con fuerza hasta lastimarme las manos, pero su habitación estaba en la planta baja y no logró escucharme. Se adaptó una habitación para él en la planta baja, para que no tuviera que subir escaleras. Finalmente, me dejé caer al suelo, llorando sin tener información sobre lo que te había sucedido, pero temiendo lo peor.

No tengo idea de cuánto tiempo estuve llorando en el suelo, apoyada en la puerta, ya que perdí la noción del tiempo. De repente, volví a escuchar voces que provenían de la planta de abajo. Habían regresado de donde sea que se hubieran ido. Intenté comprender lo que decían, pero no me llegaba con claridad. Decidí golpear la puerta con fuerza para hacerme escuchar, y funcionó, ya que pronto escuché pasos que se acercaban subiendo. La puerta se abrió y entraron mis padres, seguidos por Sergio, aunque este se quedó rezagado, detrás de mis padres.



-¿Qué sucede? ¿Por qué me tenéis encerrada? ¿Y tú, imbécil, donde está mi móvil? Más vale que me lo devuelvas ahora mismo.

-Relájate, Loísa, te vamos a explicar lo que ha sucedido con tu amiga, la que llaman Cerdita.

-No vuelvas a llamarla así mamá, se llama Julia. ¿Qué le ha pasado? Si le has hecho algo, lo lamentarás.

-¡Oye, que yo no le hice ni mierda! Fue ella la que me provocó, ¿entiendes? ¡No me culpes por sus fantasías, hermanita!

-Seguro que estás mintiendo, como me mentiste a mí ayer tarde, y yo me lo creí como una boba.

-Ya está bien, callaros los dos, silencio. Yo te lo contaré, Loísa. Al parecer, ayer, Julia se topó con Sergio y sus amigos en el bar. Según testigos, tu amiga estuvo coqueteando con ellos, delante de su novio, de manera provocadora, casi rozando lo obsceno. Al final, parece que todos fueron a un local, ese que llaman La Peña, y ella estuvo intimando con los cuatro, comportándose como una zorra. No quiero que vuelvas a verla, Loísa.

-¿Los cuatro? ¿Pero que cuatro?

-Pues mira, yo y mis colegas, Miguel y Paco, y también se sumó su novio, Ángel. Aunque él solo miraba mientras se pajeaba, es un puto cornudo que menudos cuernos lleva. No te puedes ni imaginar lo insaciable que es esa zorrita. Siempre quiere más, la muy golfa. Y su novio mirando, ja ja ja.

-Te lo estás inventando todo, maldito imbécil.

-Nunca se llega a conocer completamente a las personas, Loísa. Parece que Julia no es como tú pensabas, te tenía engañada. Pero lo peor no es eso. Julia ha presentado una denuncia por violación contra Sergio y sus amigos. Incluso ha denunciado a su novio.

-¿Qué…? ¿que le habéis hecho a Julia? ¿La... la habéis violado? Así que era eso. Ese era tu plan, por…, por eso me dejaste encerrada. Serás hijo de puta. ¡La habéis violado! ¡Habéis violado a Julia, cabrones!

-¡Hija! Ten cuidado con tus palabras, no toleraré que nos insultes. Y tú, Sergio, ve a tu habitación, tampoco vamos a tolerar ese lenguaje que usas. Luego hablaremos contigo.

Me abalancé hacia Sergio con la intención de golpearle, pero mis padres me retuvieron.

-¡Dejadme! ¡dejadme! Esto no te lo perdonaré nunca maldito imbécil, y tarde o temprano lo pagarás. ¡Soltadme! Está mintiendo papá, Sergio miente, seguro que han sido ellos los que han violado a Julia y ahora quiere culpabilizarla a ella…, Dejadme salir, tengo que ver a Julia, ella me necesita.

-No irás a ninguna parte, jovencita. En estos momentos, tenemos que estar más unidos que nunca. Necesitas aprender quiénes son tu verdadera familia, y no es conveniente que te vean al lado de una muchacha tan desvergonzada como esa Julia. Por ahora, hasta que reflexiones, no saldrás de esta habitación, y no te devolveremos el móvil. No queremos que te comuniques con esa descarada.

Se marcharon, dejándome nuevamente encerrada en mi habitación. Les grité, les rogué, les supliqué que me dejaran salir, pero no conseguí nada. Me tendí en la cama, llorando mi desesperación sin cesar, sin dejar de pensar en ti y en lo que te habían hecho, hasta que me quedé dormida, agotada por tanto llanto.



A lo largo de la narración, Loísa ha mantenido las lágrimas en sus ojos mientras revive esos momentos. Al escucharla, también siento lágrima en mis ojos. Le cojo las manos para brindarle mi apoyo.

-Al día siguiente, al despertar, encontré un mensaje tuyo en el móvil. En el mensaje, respaldabas a tu hermano y ponías fin a nuestra amistad. Después de sentir que me habías traicionado, esas palabras me destrozaron el corazón. Te llamé porque quería conversar contigo, necesitaba una explicación. Tu madre me informó que no deseabas hablar conmigo y cortó la llamada. Nunca más pude contactarte, y llegué a pensar que habías bloqueado mi número.

-¿Un mensaje mío? Pero si en ese momento no disponía de mi móvil. No fui yo, Julia, créeme.

-Te creo Loísa, pero en ese momento, cada noticia que recibía era como un puñal que se me clavaba en el pecho. Por si no era suficiente lo que me había hecho Sergio y sus amigos, me abandonaba la única amiga que había tenido en este pueblo.

-Yo nunca haría eso. Jamás te he abandonado. Fue mi propia familia la que nos separó y me impidió comunicarme contigo.

-Ahora lo sé, Loísa, pero me siento mal por haber pensado eso de ti.



-Ese día no probé bocado, y al siguiente, llegó otra mala noticia: mi abuelo había fallecido mientras dormía durante la noche. Mi abuelo era la única figura de la familia Villalba a la que respetaba profundamente. Siempre había compartido una conexión especial con él, y ahora me encontraba sin su apoyo. Aunque tuve la oportunidad de salir de casa para el funeral, me mantenían tan vigilada que me sentía prisionera. Temían que intentara escapar para verte. La pérdida de mi abuelo se mezclaba con la sensación de estar prisionera en un lugar que ya no sentía como hogar.

Aunque ya me permitían salir de la habitación, la puerta principal de la casa permanecía constantemente cerrada, y lamentablemente, era la única que no tenía las llaves. Además, no disponía de ningún teléfono a mi alcance, y hasta me habían retirado el portátil. Paula, nuestra asistenta, se despidió ese mismo día, sin dar explicaciones y tampoco la pude usar para que hablara contigo. Opté por permanecer en mi habitación, realizando todas las comidas dentro de ella, ya que no tenía el deseo de encontrarme con ellos. Estaba comenzando a distanciarme de mi familia. Casi no recibía noticias sobre lo que se decía de ti en el pueblo, ya que evitaban hablar del tema en mi presencia, dejándome completamente ajena a la situación. No tengo claro cuántos días transcurrieron hasta que me informaron de que habías retirado la denuncia. Al parecer, la verdad se impuso y se hizo justicia. Ahora podía salir, aunque no recuperé mi móvil.

A nadie se le ocurrió mencionarme que habíais abandonado el pueblo, así que lo primero que hice cuando me permitieron salir de casa fue dirigirme a tu casa. En ese momento, sentía una necesidad mutua: Sabía que tu me necesitabas, pero yo también te necesitaba a ti. Al llegar a tu casa y observar las pintadas en la pared, temí lo peor. Toqué la puerta repetidas veces, pero no obtuve respuesta. Grité tu nombre hasta quedarme sin voz, pero ya no estabas para escucharme.

Desesperada, busqué respuestas en el vecindario, pero nadie sabía a dónde os habíais mudado. Estaba perdida, sin forma de contactarte. No tenía teléfono ni dirección, y mi angustia crecía con cada minuto que pasaba sin noticias tuyas. No podía entender por qué te habías ido sin decirme nada, sin darme la posibilidad de despedirme.

Fue entonces cuando decidí indagar en el pueblo y descubrí que la gente evitaba hablar del tema. Había una especie de murmullo constante sobre lo sucedido, pero nadie se atrevía a proporcionarme detalles.

No tenía claro a quién recurrir y consideré buscar a Pablo. No había recibido noticias suyas y quería entender por qué no había venido a buscarme al ver que no llegaba a nuestra cita. Me dirigí a su casa y me encontré con otra desagradable sorpresa. Pablo se negó a encontrarse conmigo. A pesar de mi insistencia no pude hablar con él. No entendía porqué.

Después de la desilusión con Pablo, me volvía hacia mi casa, apesadumbrada y triste. Pero sentía que necesitaba respuestas, así que preguntaba a todos los vecinos con los que me topaba, que, al verme, evitaban mi mirada o cambiaban de tema cuando intentaba hablar sobre ti. La sensación de aislamiento y el desconocimiento de lo que realmente había sucedido aumentaban mi angustia.

Finalmente, busqué a Edu, el camarero del bar. Al verme, su expresión cambió, y pude percibir en sus ojos la incomodidad. Le pregunté sobre lo que había pasado en el bar ese día, pero se limitó a decir que no sabía nada y que no quería involucrarse. Sentí una mezcla de frustración y tristeza, sin entender por qué todos evitaban hablar del tema.

Al llegar el final de ese día, la incertidumbre y el dolor se apoderaron de mí. Cada rincón del pueblo parecía cargado de silencios y secretos que me mantenían alejada de la verdad.

Regresé a casa sumida en la desolación, encontrándome sin amiga y sin novio. Me vi obligada a regresar con mi familia, a la que no soportaba. Me refugié en mi habitación y me aislé hasta el día siguiente.


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Sigue a Julia en:

Capítulo 35. Lo que la verdad esconde.


Loísa y Julia reconstruyen su amistad y enfrentan juntas los desafíos.
 
Me reafirmó. De los Villalba el único que merecía la pena, a parte de Loisa era el abuelo y fijate si soy mal pensado que no descarto que esos monstruos lo mataran al saber que estaba de parte de Julia. Eso también deben investigarlo con la ayuda de Julia.
Lo importante es que Loisa no la traicionó y ahora vuelven a ser amigas y creo que Julia y ella se van a embarcar en un proyecto contra la violencia de género.
Supongo que cuando se les pase la emoción, les presentará a Lola, Isabella, Sophie y le hablará de su gran amor Liam.
Capítulo muy bonito, aunque ya sabes que en la oTRa hay 2 señores que por lo que sea le tienen tirria a Julia, aunque parezca increíble.
 
Por cierto, en este capítulo le he cogido mucho asco también a la Madre, que vergüenza le tenía que dar hablar así de Julia.
Espero que toda esta gentuza paguen las consecuencias.
 
Al menos Julia, ahora se da cuenta sola que actuó mal en irse sin escuchar la historia de Loisa.
Esta evolucionando y recuperando su autoestima y ya no tiene miedo a enfrentarse a lo que ella piensa que paso y no lo que en verdad pasó.
Se recupera una gran amistad que nuca debió de perderse entre Julia y Loisa.
Cuando Julia le cuente que su abuelo fue a verla y le dijo que la hiba ayudar en todo porque el si creía en lo que decía de su nieto Sergio y amigos que la violaron y que no hiba a permitir que esta violacion quede impune, entre las dos empezarán atar cabos y se darán cuenta que Sergio es el culpable de la muerte de su abuelo.
Poco a poco la justicia está llegando para Julia.
 
Última edición:
El encuentro cuando Julia presente a Loisa a Lola, Sophie e Isabella la aceptarán inmediatamente y será una más del grupo.
Lo mismo cuando julua le presente a su gran amor Liam, este la aceptara sin ningún problema.
Los 4 sabían en el fondo que Loisa no la había traicionado, sino que había algo más en toda la historia cuando Julia la conto
 
Al menos Julia, ahora se da cuenta sola devuelve actuó mal en irse sin disculpar la historia de Loisa.
Esta evolucionando y recuperando su autoestima y ya no tiene miedo a enfrentarse a lo que ella piensa que paso y no lo que en verdad pasó.
Se recupera una gran amistad que nuca debió de perderse entre Julia y Loisa.
Cuando Julia le cuente que su abuelo fue a verla y le dijo que la hiba ayudar en todo porque el si creía en lo que decía de su nieto Sergio y amigos que la violaron y que no hiba a permitir que esta violacion quede impune, entre las dos empezarán atar cabos y se darán cuenta que Sergio es el culpable de la muerte de su abuelo.
Poco a poco la justicia está llegando para Julia.
Yo viendo de qué es capaz esa familia estoy convencido de que la muerte del abuelo no fue ni por un accidente ni por un infarto.
Es mucha casualidad que muriera de repente.
 
Supongo que en el siguiente capítulo contará si lo buscó también a Angel y que pasó con él. Creo que leí por ahí que lo metieron preso.

Aún me desconcierta mucho que toda la familia se haya involucrado en tremenda atrocidad. No sólo son cómplices de una violación, sino de secuestro a su propia hija. Pero cómo es que de repente se volvieron monstruos?

Y Loisa que hizo después?, entiendo que todo el patrimonio es de sus padres, pero ella después de esto debió escaparse del pueblo. Lo que hicieron es inadmisible, que vida le iba a esperar con esas lacras?
 
De Loisa hay una cosa que no puedo llegar a entender. Como es posible de que sabiendo lo que ha hecho la basura que tiene por hermano y como su Padre lo encubre con chantajes y dinero sucio puede seguir manteniendo relación con esta familia de monstruos y pésimas personas en lugar de irse bien lejos?.
Supongo que en el capítulo de esta noche lo dirá.
Tengo ganas de ver esa charla amena y divertida que va a tener con sus amigas y su marido Liam, porque estoy seguro que la va a haber.
 
Última edición:
EL TALISMÁN. TERCERA PARTE. ¡QUIERO VIVIR!



Capítulo 35. Lo que la verdad esconde.

Villalba del Conde.

Julio 2011.

Loísa.


Al día siguiente, me levanté con la intención de averiguar qué le sucedía a Pablo, pero mi primera acción fue insistirle a mi madre que me devolviera el móvil. Después de persuadirla, accedió, pero antes de entregármelo, se tomó la molestia de llamar a mi padre en el trabajo para consultarle. El móvil estaba reseteado, y todo el historial se había borrado por completo. Aunque logré recuperar mi lista de contactos, los mensajes no pudieron ser restaurados.

Después de obtener el móvil de vuelta, me propuse averiguar qué había sucedido con Pablo. Pero primero llamé a tu móvil, y un mensaje decía que ese número no existía. Decidí llamar a Pablo, y para mi sorpresa, no respondió. Intenté varias veces, pero cada llamada quedó sin respuesta. Me invadió una sensación de desconcierto, preguntándome por qué Pablo evitaba mis llamadas.

Después de un tiempo, opté por enviarle un mensaje, expresando mi preocupación y preguntándole directamente qué estaba pasando. La respuesta no tardó en llegar, y lo que leí en la pantalla de mi móvil fue un golpe emocional. Pablo afirmaba que nuestra relación había llegado a su fin, que era mejor seguir caminos separados.

Aquellas palabras resonaron en mi mente como un eco desgarrador. Me sentí abrumada por la tristeza y la confusión. ¿Qué había sucedido mientras estuve encerrada? ¿Por qué las personas que me importaban estaban alejándose de mí?

Con el corazón roto y la mente llena de preguntas sin respuesta, me sumí en un estado de melancolía. Sentía que cada pilar de mi vida se desmoronaba, dejándome en la oscuridad de la incertidumbre.

Regresé a la casa de Pablo y lo llamé. Tenía certeza de que estaba dentro y me oía, así que le grité que no me iría hasta que hablara conmigo. Finalmente, fue su hermana quien salió.

.

-Loísa, Pablo se niega a hablar contigo. Me pidió que te dijera que no quiere tener nada que ver contigo, que le has causado mucho daño.

-Pero ¿qué le he hecho? Si hasta ahora no me han permitido salir de casa. Por favor, dile que no me marcharé hasta que me explique qué es lo que le he hecho, y que estoy dispuesta a pedirle perdón si he hecho algo que le haya molestado.

La hermana de Pablo parecía indecisa, pero finalmente asintió y entró nuevamente a la casa. Esperé ansiosa en la puerta, preguntándome qué habría pasado para que Pablo se sintiera tan herido. Mi mente se llenó de pensamientos y preguntas sin respuesta mientras aguardaba. Parece que le costó convencerlo porque tardó en salir, pero por fin pude verlo.

Pablo salió con gesto serio y evitando mi mirada. Sus ojos reflejaban una mezcla de enfado y tristeza. Me dijo con frialdad:

-Loísa, no quiero hablar contigo. Me has causado demasiado dolor. No necesito tus explicaciones. Lo que teníamos ya no tiene sentido. Te pido que te vayas y me dejes en paz.

-Pablo, amor, ¿Qué sucede entre nosotros? Por favor, dime qué es lo que he hecho para que te comportes así conmigo. Sinceramente, no lo entiendo.

-¿Ya no lo recuerdas, Loísa? ¿Tan poca memoria tienes?

Sin añadir más palabras, revisó su móvil hasta encontrar lo que deseaba enseñarme. Era un mensaje que aparentemente yo le había enviado la misma tarde de tu cumpleaños. No puedo citar exactamente el contenido, pero incluía expresiones terribles y muy hirientes, manifestando que no quería volver a verlo y que para mí él estaba muerto. Fue en ese instante cuando todo cobró sentido. Sergio había enviado ese mensaje desde mi móvil, y Pablo se lo había creído.

Después de asimilar la verdad, intenté explicarle a Pablo lo sucedido.

-Pablo, no fui yo quien envió ese mensaje, créeme, es la primera vez que lo veo. Sergio me arrebató el móvil y hasta hoy no lo he recuperado. Debe haber sido él quien lo envió. También me engañó a mí. Yo nunca te haría daño, cariño.

Pablo, visiblemente afectado, mostró una mezcla de emociones entre incredulidad y dolor.

-No me digas mentiras, Loísa, no te creo. ¿Cuál sería el propósito de Sergio al enviar ese mensaje?

A pesar de mis explicaciones, la confianza se había quebrado y su percepción de mí estaba profundamente dañada.

-Para separarnos. Sergio se enteró de lo nuestro y no acepta nuestra relación. Te lo he dicho muchas veces. Quiere separarme de tí, al igual que hizo con mi amiga Julia.

-No lo entiendo, ¿por qué querría separarnos?

-Porque él pretende decidir con quién debo salir y qué amigas me convienen. Quiere ejercer control sobre mí, y yo no se lo permito. Aunque logró separarme de Julia, no permitiré que nos separe a nosotros también. Te amo, y sé que tú también me amas. ¿Crees que estaría aquí rogándote si realmente hubiera enviado ese mensaje? No dejes que Sergio te engañe, Pablo. Mi hermano es mala persona. No le permitas que se salga con la suya.

.

Conseguí reconstruir mi relación con Pablo, pero tristemente, no tuve éxito en recuperarte a ti. Él fue quien me puso al tanto de todas las mentiras que circulaban en el pueblo, ya que mi familia me mantenía en la oscuridad. Lo que se decía por el pueblo eran cosas horribles. Hablaban de ti como una buscona que te habías montado una orgía con un número de chicos que cada día iban en aumento. Al final parece que todos los chicos del pueblo, habían tenido algún encuentro sexual contigo. Tanto Sergio como Elena fueron responsables de difundir esas falsedades, llegando incluso a propagar un video íntimo con Ángel. Así, mientras lidiaba con la reconstrucción de mi vida sentimental, también me embarqué en la difícil tarea de recuperarte.

Aunque albergaba la esperanza de que regresaras pronto, los días pasaban y tu presencia no se hacía sentir. Diariamente, me acercaba a tu casa, observando en busca de señales de ocupación, pero los espacios continuaban vacíos, envueltos en la soledad. En cierta ocasión, percibí indicios de que alguien había intentado forzar la entrada, evidenciado por la cerradura manipulada. A pesar del intento, no lograron acceder al interior.

Decidí abordar el asunto en el ayuntamiento, donde busqué al alcalde, perteneciente, como es tradición, a la familia Villalba. Mi objetivo era garantizar la protección de tu casa ante posibles actos de robo o saqueo. Para lograr persuadirlo, resalté mi condición como hija de Don Pedro Villalba, y fue entonces cuando accedió a tomar medidas. En cuestión de días, se instaló una reja como medida de seguridad.

Mantenía la esperanza de que regresarías en algún momento, y por ello, deseaba preservar tu hogar. Me opuse a que pintaran la fachada para borrar las pintadas, aspirando a que aquellos responsables sintieran vergüenza cada vez que transitaban por tu calle. Sin embargo, la decisión final recaería en manos de tus padres cuando regresaran. La incertidumbre sobre tu destino continuaba, y mi determinación por preservar tu hogar reflejaba mi profunda creencia en que regresarías.

A pesar de la tensión en casa, mi deseo de emanciparme se fortalecía cada día. Contaba los meses y los días hasta cumplir los 18 años, cuando finalmente tendría la libertad de tomar mis propias decisiones y escapar de ese ambiente opresivo. Mi cuarto se convirtió en mi refugio, y mis interacciones familiares se limitaban al protocolo mínimo necesario.

La idea de la emancipación me ofrecía una luz al final del túnel, una oportunidad de escapar de las restricciones y tensiones que caracterizaban mi vida cotidiana en casa. Cada comida compartida y cada saludo rutinario me recordaban la urgencia de mi deseo de independencia. La cuenta atrás para mi decimoctavo cumpleaños se volvía un símbolo de esperanza y liberación.

Los días transcurrían sin tener noticias tuyas, hasta que un día recibí una llamada de Pablo.

.

-Hola, Pablo. ¿Qué sucede? ¿Por qué me llamas a esta hora?

-Loísa, pon la televisión de inmediato, date prisa.

Corrí hacia el televisor, ansiosa por descubrir la razón de la urgencia en la voz de Pablo. En la pantalla, las imágenes mostraban un reportaje sobre un accidente automovilístico. Mi corazón latía con fuerza, temiendo lo peor.

Mi preocupación creció a medida que el informativo detallaba un choque que resultó en tres víctimas mortales y un herido grave. En pantalla, mostraban imágenes de una grúa remolcando uno de los automóviles siniestrados, y me resultó sorprendentemente familiar. A pesar de haberse convertido en un montón de chatarra, el modelo y color aún era reconocible y era idéntico al que pertenecía a tu padre. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo. No proporcionaron detalles sobre los ocupantes, pero me asaltó la preocupación: ¿y si tú eras una de esas víctimas?

Las lágrimas brotaron de mis ojos al imaginar lo peor, preguntándome si estarías entre los fallecidos. La sensación de impotencia se apoderó de mí mientras esperaba ansiosamente cualquier indicio que pudiera revelar tu paradero. La incertidumbre y el temor se entrelazaban en mi mente, mientras Pablo y yo compartíamos el peso de la angustia, unidos por la preocupación compartida por tu seguridad.

.

Aunque observo a Loísa visiblemente afectada al rememorar esos momentos, opto por no interrumpirla. Prefiero que continúe narrando a su propio ritmo, tomando las pausas o descansos que considere necesarios. Me limito a apretar sus manos de vez en cuando, para trasmitirle mi apoyo, que ella me responde con el mismo gesto. Su relato me conmueve profundamente, y cada vez estoy más convencida de que mis percepciones anteriores sobre ella estaban equivocadas.


.

Mientras aún estaba en línea con Pablo, compartí mis temores con él y le insistí en la necesidad de ir al día siguiente a Zaragoza. Debíamos averiguar si tú o tus padres eran las víctimas de ese accidente.

Al día siguiente, la prensa informaba sobre el accidente, revelando los nombres de las tres personas fallecidas. Entre las víctimas mortales se encontraban tus padres. Mi corazón se llenó de dolor al saber que aquellas personas a quienes quería casi más que a los míos ya no estaban. La incertidumbre sobre tu estado de salud persistía, sumergiéndome en una angustia constante. Debías estar en algún hospital, luchando entre la vida y la muerte. Durante todo el viaje en autobús, no pude contener las lágrimas pensando en ti y en tus padres.

Nos dirigimos al cementerio, donde se había organizado el velatorio. Pablo y yo fuimos los únicos que acompañamos a tus padres en el velatorio, hasta que finalmente los colocaron en el nicho al día siguiente. Tenía la esperanza de que algún pariente de tus padres se presentara y pudiera proporcionarme información sobre ti. Sin embargo, solo estuvimos Pablo, yo y el personal de la funeraria.

Después de la ceremonia, Pablo y yo nos retiramos, sumidos en el dolor y la incertidumbre. Me aferraba a la esperanza de obtener noticias tuyas a través de algún familiar distante, pero la realidad era desoladora. No llegó nadie más, y la ausencia de información sobre tu estado de salud me angustiaba.

Mi intención era buscar noticias tuyas de hospital en hospital, pero Pablo se opuso. Insistió en que necesitábamos descansar, ya que no habíamos dormido desde el día anterior y apenas habíamos comido. Me prometió que regresaríamos para buscar información sobre ti, pero que en ese momento era crucial cuidar de nosotros mismos.

Finalmente, acepté la cruda realidad: estábamos solos en esta búsqueda. Nos dirigimos de regreso a Villalba del Conde, llevando en nuestros corazones la carga de la tristeza y la incertidumbre. El viaje de vuelta en autobús se volvió un silencioso trayecto marcado por la nostalgia y la preocupación.

Pasamos los días siguientes y, siempre que teníamos la oportunidad, nos dirigíamos a Zaragoza para buscar información sobre ti en los hospitales. Sin embargo, en todas partes recibía la misma respuesta: La ley les prohibía ofrecerme información de ningún paciente si no era un familiar directo. En un intento por obtener más información, hablé con tu tía, quien, aunque no estuvo presente en el sepelio de su hermana y cuñado, confiaba en que podría ayudarme en la búsqueda. Le proporcioné un listado telefónico de todos los hospitales de Zaragoza para facilitarle la tarea, pero se negó a colaborar e incluso rechazó firmar una autorización. Tu prima también declinó participar, ya que ambas temían las posibles consecuencias, como tener que abandonar el pueblo, algo que probablemente mi padre ya les habría advertido.

La incertidumbre y la angustia crecían cada día, mientras seguía sin noticias tuyas. En mi mente se gestaban todo tipo de escenarios posibles, imaginando el sufrimiento que podrías estar experimentando.

Los días se volvían un torbellino de emociones, entre la tristeza por la pérdida de tus padres y la ansiedad por no saber nada de tí. La impotencia de no poder obtener respuestas concretas se convertía en una carga emocional cada vez más pesada.

A pesar de la resistencia de tus familiares y las limitaciones legales, seguía aferrada a la esperanza de encontrarte. La incertidumbre y el miedo se mezclaban con la tristeza, creando una tormenta emocional que solo podía mitigarse con la certeza de tu bienestar. Pero esa certeza aún se mantenía esquiva, sumiéndome en la incertidumbre y la preocupación constante.

Persistía en mi búsqueda incansable, visitando los hospitales en horarios diferentes, con la esperanza de que alguien pudiera brindarme información sobre tu paradero. Finalmente, en una de esas visitas, mientras indagaba por ti, alguien me escuchó decir tu nombre y se acercó.

-Hola, escuché que estás preguntando por Julia Gracia. ¿Eres algún familiar?

-No, pero soy su amiga. He estado buscándola durante un tiempo, pero nadie me da información.

-Por favor, vamos a mi despacho.

Me condujo a su despacho.

-Soy Cristina, la psicóloga del hospital.

-Hola Cristina, yo soy Loísa y estoy buscando a Julia.

-¿Para qué la buscas? Ella me dijo que no tenía amigas.

Al escuchar eso, comprendí que habías sobrevivido y que estabas en algún lugar, con vida. La alegría me invadió al sentir que estaba a punto de descubrir tu paradero. Le di una breve explicación de lo que había sucedido.

-Lo poco que Julia me contó coincide con tu relato. A ella no le agradaba hablar sobre lo que le sucedió.

-Entonces, ¿sabes dónde está?

-No tengo esa información, pero sé quién la posee. Julia estuvo en coma durante un mes y decidió no notificar a nadie cuando despertó. Dado que era menor de edad, tuvimos que informar a los Servicios Sociales, quienes asumieron su cuidado a partir de ese momento. Tengo conocimiento de que le encontraron un hogar de acogida, al menos hasta que alcance la mayoría de edad. Sin embargo, desconozco su ubicación y tampoco dejó un número de teléfono, ya que no disponía de uno. Espero que puedas encontrar a Julia; la vi necesitada de apoyo y amistad. Sobre todo, te pido que no reveles que te proporcioné esta información, ya que no es del todo legal.

Llena de emoción y gratitud, expresé mi agradecimiento a Cristina por la valiosa información y le aseguré que mantendría en secreto la fuente. Emocionada, le dí un abrazo ya que por fin contaba con una pista fiable para encontrarte. Con la esperanza renovada, me dispuse a seguir las indicaciones que la psicóloga me había proporcionado. La búsqueda se convirtió en una carrera contra el tiempo, anhelando reunirme contigo y brindarte el apoyo que tanto necesitabas.

.

Después de despedirme de Cristina, decidí llamar a Isabel en busca de más detalles. Aunque me atendió con amabilidad, al mencionar que te buscaba y preguntar sobre tu lugar de residencia actual, me encontré con otro obstáculo. No podía proporcionarme esa información a menos que fuera un familiar directo, debido a las restricciones de la Ley de Protección de Datos. Nuevamente, este impedimento legal se interponía en mi camino.

Persistí en mis intentos, llamando a Isabel en innumerables ocasiones, pero los resultados siempre fueron los mismos. La puta Ley se convertía en un obstáculo infranqueable. La situación llegó a tal punto que Isabel amenazó con denunciarme a las autoridades por acoso telefónico, cerrándome otra puerta en mi búsqueda desesperada.

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Desde la ceremonia fúnebre de tus padres, establecí la práctica de visitar el cementerio cada mes, específicamente en el mismo día del accidente. Tenía la esperanza de que algún día pudiera encontrarte allí. Pasaba la mayor parte del día en el camposanto con la expectativa de cruzarme contigo, pero lamentablemente nunca sucedió. No obstante, estaba convencida de que acudías, ya que vi que habían colocado una lápida con las iniciales de tus padres grabadas, el mismo símbolo que llevas en ese colgante al cuello.

Tomo el colgante entre mis manos.

-Este símbolo fue creado por un empleado de la funeraria, y yo lo reproduje fundiendo las alianzas de mis padres. Desde entonces, lo llevo siempre conmigo. Es un recordatorio constante de mis padres y una fuente de fortaleza, energía e inspiración en momentos difíciles.

-Es hermoso lo que hiciste Julia, es un bonito homenaje a tus padres.

.

-La rutina de visitar el cementerio se volvió una constante en mi vida, esperando ese encuentro que nunca se materializaba. Cada mes, mi corazón latía con la esperanza de verte frente a la lápida, pero el destino no nos permitió coincidir en ese lugar. Aunque no podía dejar de pensar que, de alguna manera, nuestra conexión persistía, a pesar de las dificultades que enfrentaba en mi búsqueda. La visita mensual al cementerio se convirtió en un ritual cargado de emociones y anhelos, una manera de sentirme cerca de ti, incluso en la ausencia física. Pero, por más que lo intentara, el encuentro deseado seguía siendo esquivo, y mi búsqueda continuaba.

Ante la falta de opciones, la única alternativa que me quedaba era continuar yendo al cementerio, aferrándome a la esperanza de que algún día nos encontraríamos. Fue en uno de esos días que vi una nueva inscripción en la lápida, con tu nombre, tú fecha de nacimiento y otra fecha reciente. Resultaba inverosímil que hubieras fallecido, ya que no había indicios de que la lápida hubiera sido retirada y reinstalada. Decidí verificar mis sospechas y me dirigí a las oficinas del cementerio, donde obtuve la confirmación que necesitaba. No se había realizado ningún enterramiento reciente en ese nicho ni con ese nombre. Además, me informaron de que era necesario esperar al menos cinco años antes de abrir un nicho después de un entierro. No, tú no estabas allí. Consideré que era un intento de enviar un mensaje para hacer creer que estabas muerta. Estaba segura de que no podías estar muerta, pero por alguna razón, querías hacer creer que sí. A pesar de eso, colaboré en difundir esa idea en el pueblo, respaldada por la esquela que salió publicada en los diarios. La gente del pueblo piensa que has fallecido. Si lo hacías para desaparecer, a mí me ibas a complicar más mi búsqueda.

.

-Así es, deseaba que creyeran que, al estar muerta, ya no podría denunciarlos. Quería que me percibieran como una amenaza eliminada, al menos eso era lo que pretendía que pensaran. Solo estaba pensando en cómo llevar a cabo mi venganza y necesitaba tiempo para prepararme.

-Todo el pueblo se lo creyó, incluso tus tíos creen que has fallecido.

-Pues se llevarán una sorpresa cuando descubran que he resucitado.

-Ja ja ja.

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En el mismo día en que descubrí la nueva inscripción en la lápida, tuve una revelación. Alguien debía haber venido específicamente para grabar esa inscripción, y seguramente habría sido del mismo taller que hizo la lápida. Tomé una foto de la lápida y comencé mi búsqueda entre los talleres marmolistas que hay cerca del cementerio, ese mismo día, confiando en que recordarían haber realizado esa inscripción reciente. En los dos primeros talleres que visité, no tuve suerte, pero en el tercero, en cuanto les mostré la foto, la reconocieron de inmediato. Recordaban perfectamente esa lápida y se acordaban de tí. Sin ningún inconveniente, buscaron tu ficha y me proporcionaron la dirección y el teléfono. Parece que ellos no estaban al tanto de la Ley o simplemente les importaba poco. No me pareció conveniente mencionarles nada sobre esa legislación. Tenía a mi disposición tu dirección y número de teléfono. En ese momento, me sentía más cerca de encontrarte.

Armada con esta nueva información, me sentía más cerca de alcanzar mi objetivo. Sin perder tiempo, decidí comunicarme contigo. Marcando tu número con manos temblorosas, experimenté una mezcla de ansiedad y emoción ante la posibilidad de hablar contigo después de tanto tiempo. No obstante, me enfrenté a una nueva desilusión cuando el sistema indicó que "el número marcado no existe". A pesar de ello, no me dejé vencer. Inmediatamente, pedí un taxi y llegué a la urbanización. Identifiqué la casa y, con palpable nerviosismo, pulsé el timbre, consciente de que estaba a punto de encontrarte. La señora que me atendió me dio la peor noticia al informarme que ya no vivías allí y se negó a revelarme tu nueva ubicación. Después de insistir y suplicar durante un tiempo, accedió a decirme que te habías mudado a Estados Unidos, pero no quiso proporcionarme detalles sobre tu nuevo destino ni ningún otro dato para que pudiera localizarte. Me alejé llorando, convencida de que te había perdido para siempre. La idea de buscarte en otro país me resultaba abrumadora; no sabría ni por dónde empezar. Experimenté una sensación de fracaso al pensar que mi búsqueda había llegado a su fin.

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-Luis y Pilar desempeñaron el papel de padres de acogida en mi vida. Compartí casi dos años con ellos, durante los cuales me brindaron el cariño necesario y me proporcionaron el hogar que había perdido. Siempre los he tenido en mi memoria con gran afecto, pero desde que me fui, nunca mantuve contacto con ellos. Mi enfoque estaba tan centrado en mi proyecto empresarial que prescindí de cualquier tipo de conexión social, incluso con ellos. Sin embargo, antes de llegar aquí, los visité y aún me recordaban. Me comentaron que habías estado indagando sobre mí, pero como te mencioné, no tenían medios para comunicarse conmigo, por lo que nunca supe que me estabas buscando, hasta ahora.

Esta mañana me sorprendió encontrarte en la oficina de tu padre. Sin embargo, vi que no mostraste sorpresa al reconocerme. Parece como si ya supieras que vendría. ¿Alguien te lo advirtió? Si es así, ¿quién podría haberlo hecho?

-Desde luego que lo sabía, Julia. Me he tenido que contener cuando te he visto entrar al despacho para no correr a abrazarte. Pero he supuesto que preferías no revelar tu identidad, así que me he reprimido. Y no, nadie me lo dijo, lo descubrí por mí misma. Déjame contarte cómo fue.

.

-Luego de finalizar el Bachillerato, me matriculé en la Universidad de Zaragoza. Pablo ya había ingresado a la Escuela de Diseño un año antes. Decidimos compartir un apartamento durante el curso. A pesar de matricularme en la universidad, la verdad es que no asistí a ninguna clase. Como sabes, estudiar no era mi fuerte. En el colegio, aprobaba gracias a ti, y en el instituto tuve que recurrir a algunos trucos para salir adelante. Pero la universidad es otra historia, y sin tu ayuda, no me veía capaz.

Además, tenía el deseo de alcanzar mi independencia y necesitaba ingresos económicos para lograrlo. Me propuse encontrar un empleo, y con el salario que obtuve, sumado a la ayuda financiera que recibía de mis padres, pude empezar a ahorrar. Nunca les mencioné a mis padres que estaba trabajando. Mantuve esta situación durante un año. En el segundo curso, cuando descubrieron que no asistía a clases, dejaron de financiarme. Sin embargo, en mi trabajo me ascendieron y me nombraron encargada de la tienda. A pesar de que implicaba más responsabilidad, también conllevaba un significativo aumento salarial, y a mí se me daba bien ese trabajo. Con lo que ganaba y lo que Pablo recibía de sus padres, nos las arreglábamos. En ese momento, ya había cortado lazos con mi familia.

Pablo entabló amistad con un grupo de personas que formaban parte de un partido político. Aunque la política nunca había captado mi interés, comencé a asistir a algunas reuniones junto a Pablo. Me atrajeron las ideas que defendían, ya que coincidían de manera significativa con mis propias convicciones. Adicionalmente, consideraba que ciertos conceptos podrían aplicarse en Villalba del Conde, aunque para lograrlo, era necesario destituir al actual alcalde, que, como de costumbre, pertenecía a la familia Villalba. En las reuniones, expresaba la persistencia del feudalismo en mi pueblo, controlado por numerosos caciques, todos pertenecientes a mi familia. Ellos se sorprendían al ver a una Villalba oponiéndose a ellos.

Después de exponer la situación de Villalba del Conde en las reuniones, algunos miembros del partido político me hicieron una propuesta intrigante: unirme a ellos para cambiar el panorama político en el pueblo.


-Loísa, ¿por qué no te postulas para las elecciones en tu pueblo?

-¿Yo? Pero eso es imposible. Mi familia no lo permitirá.

-Nosotros te respaldaremos, y estoy segura de que en el pueblo encontrarás personas cansadas del caciquismo y deseosas de un cambio. Si sabes presentarte adecuadamente, podrían ver en ti a la líder que necesitan. Además, con tu apellido, también puedes atraer a votantes más tradicionales que deseen seguir teniendo a un Villalba en el ayuntamiento.


Inicialmente dudé, pero la idea de contribuir al cambio y enfrentarme al sistema feudal que tanto criticaba me atrajo. Con el tiempo, me involucré más en la política y, con el respaldo del partido, decidí presentarme como candidata a la alcaldía en las siguientes elecciones. Esta decisión, sin duda, marcó un giro inesperado en mi vida, alejándome de mi familia definitivamente y llevándome por un camino en el que las convicciones y la lucha por un cambio significativo ocuparían un lugar central.

Cuando se aproximaron las elecciones, solicité una licencia de dos semanas en mi trabajo y me dediqué casi las 24 horas del día a realizar campaña en el pueblo. Para evitar regresar con mi familia, los padres de Pablo me ofrecieron hospedaje en su casa, lo que me permitió no tener que ir y volver diariamente a Zaragoza. Mi otro oponente también pertenecía a la familia Villalba y contaba con el respaldo de todos los miembros de esa familia, mientras que yo recibía apoyo de aquellos que deseaban poner fin al dominio de mi familia. Por primera vez, en las elecciones a la alcaldía de Villalba del Conde, había dos candidatos con el apellido Villalba, pero nuestras plataformas políticas eran muy diferentes. El día de las elecciones, tras dos intensas semanas explicando mis proyectos para el pueblo en caso de resultar elegida, logramos la victoria al convertirnos en la lista más votada con una amplia mayoría.

Con el respaldo de la mayoría de los votantes, la victoria en las elecciones fue un logro que marcó un cambio significativo en la política local. A pesar de ser una Villalba, mi enfoque y propuestas diferían considerablemente de las políticas tradicionales de mi familia. La experiencia de ser elegida alcaldesa de Villalba del Conde me ofreció la oportunidad de implementar cambios positivos en la comunidad.

Durante mi mandato, he trabajado incansablemente para mejorar las condiciones de vida en Villalba. Priorizo proyectos que promuevan la igualdad, el desarrollo sostenible y la participación ciudadana. A pesar de los desafíos y la resistencia de algunos sectores, hemos logrado avanzar en diversas áreas, desde la educación hasta la infraestructura.

Mi gestión también está marcada por la transparencia y la rendición de cuentas. Implementé medidas para involucrar a la comunidad en la toma de decisiones y garantizar que los recursos públicos se utilizaran de manera eficiente y equitativa.

Aunque mi familia no apoya mi incursión en la política, la oportunidad de marcar la diferencia en Villalba del Conde y la gratitud de aquellos que ven los beneficios de mis acciones son recompensas invaluables. La experiencia me ha enseñado la importancia de seguir mis convicciones, incluso cuando va en contra de las expectativas familiares, y que el cambio positivo es posible cuando se trabaja con dedicación y compromiso.

A pesar de todo, quiero que sepas que no te he olvidado, ni a ti ni a tus padres. Cada mes, les llevaba flores y continuaba mi búsqueda, esta vez a través de las redes sociales. Cuando ingresaba tu nombre en el motor de búsqueda, me encontraba con una extensa lista de chicas y mujeres que compartían tu nombre. Resultaba sorprendente descubrir cuántas personas se llamaban Julia Gracia, pero ninguna de ellas era la que buscaba. Si tenías la intención de desaparecer, ciertamente lo lograste de manera efectiva al ocultar cualquier pista sobre tu paradero. Eventualmente, abandoné la búsqueda en internet, y la única opción que me quedaba era visitar a tus padres mensualmente. Si alguna vez regresabas, estaba segura de que acudirías al cementerio, dejando algún indicio que reactivaría mi búsqueda.

En mi papel como alcaldesa de Villalba del Conde, era imperativo velar por el bienestar de los ciudadanos, y una de las facetas cruciales para garantizar su calidad de vida era la actividad de la fábrica de calzado. A pesar de mis reticencias personales, me vi en la necesidad de mantener una relación con mi padre para estar al tanto de la situación de la empresa. Mientras estuvo al frente, la fábrica funcionaba de manera eficiente, pero tras la entrada de mi hermano, las cosas comenzaron a desmejorar. Intentaban ocultarme la verdadera situación, pero yo intuía que algo no marchaba bien. Por esa razón, frecuentemente visitaba a Sergio con la esperanza de descubrir qué estaba tramando. Durante una de esas visitas, captó mi atención una carpeta sobre la mesa con un logo muy reconocible. Resultó ser el mismo símbolo que adornaba la lápida de tus padres. No podía ser una coincidencia.



-Sergio, ¿Qué es esta carpeta? ¿Algún nuevo cliente?

Al querer abrirla para revisar su contenido, Sergio me la arrebató bruscamente, metiéndola en un cajón que cerró con llave.

-Eso no te importa, es un asunto privado. Mejor ocúpate de tus propios asuntos.

-La fábrica también es parte de mis asuntos. Recuerda que soy la alcaldesa de este pueblo, y sé que me estás ocultando cosas. Tarde o temprano te descubriré, Sergio Villalba. Algún día ordenaré una auditoría para averiguar en qué se gastan esas subvenciones que recibís de la administración, y de las cuales nunca sé dónde van a parar..

-Lo sabrás en el momento adecuado. Ahora, lárgate. Tengo mucho trabajo y me estás haciendo perder el tiempo. ¡No me toques las narices, alcaldesa!


Pero no necesitaba más evidencia. Regresé a mi oficina y escribí en el buscador lo que había visto en la carpeta: "M&J International". Experimenté una oleada de felicidad al observar los resultados; innumerables páginas hablaban sobre esa empresa y su fundadora y CEO, Julia Gracia, ahora conocida como Julia Brown. Se me saltaron las lágrimas al comprender que por fin te había localizado, Julia; después de tantos años, descubrí tu paradero.

Dediqué la mañana entera a revisar minuciosamente la información de tu empresa y de ti. Encontré una abundancia de datos y fotografías, tanto tuyas como de tu compañía. En algunas fotos aparecías con tu marido, Liam. Después de tantos años en el anonimato, de repente, emergiste a la luz con una serie de novedades. Creé una carpeta en mi computadora para almacenar toda la información que encontré sobre ti en internet. Resulta que eras bastante famosa, Julia. Aparecías en la portada de las revistas más destacadas y en los programas de tv de más audiencia. Me llenó de alegría ver que habías alcanzado el éxito en los negocios. Desde siempre confié en que tu inteligencia te llevaría a lograr cosas grandiosas. No puedes imaginar la felicidad y el orgullo que sentía por ti.

Pasé el resto del día sumergida en esa información, asombrada por cada detalle de tu vida y tus logros. Era como si hubiera encontrado un tesoro después de una larga búsqueda.

Cuando llegué a casa, compartí emocionada la noticia con Pablo porque finalmente sabía dónde estabas. Le propuse que nos fuéramos a Nueva York lo antes posible, y para mi alegría, él no tuvo ninguna objeción; más bien, lo tomó con entusiasmo. Él comprendía la importancia que tenías para mí y lo mucho que significabas. Colaboró conmigo en la organización del viaje.

Mientras esperábamos que en su empresa le concedieran los días de permiso solicitados, una visita de Sergio al ayuntamiento me informó que había establecido contacto con tu empresa porque estaban interesados en invertir en la fábrica. Bueno solo yo sabía que esa era tu empresa, claro. Además, dentro de dos semanas, el señor J. G. Brown nos visitaría para evaluar directamente la situación de la empresa. No pude evitar pensar que ese señor solo podías ser tú. Por lo tanto, cancelé el viaje y aguardé con ansias esas dos semanas para, finalmente, tenerte frente a mí, Julia.


-Me sorprendió verte en la reunión de la fábrica esta mañana. Fue impactante que me reconocieras y, sobre todo, que no mostrases sorpresa. Ahora sé que no era necesaria tu presencia esta mañana en el despacho de tu padre. Pero fuiste solo para verme, ¿verdad?

-Exacto, Julia. Llevo esperándote durante 13 años. Y disfruté mucho viendo cómo humillaste a Sergio. Desde luego, no eres la misma Julia que se marchó de aquí.

-También estuve ayer en el cementerio de Zaragoza, para visitar a mis padres y para verte a ti.

-¿Me viste en el cementerio? ¿Y por qué no me dijiste nada? ¿Sabías que estaría ahí? ¿Me has estado investigando?

-Sabía que estarías ahí, Loísa. Llevo tiempo investigando a todas las personas que me hicieron daño para preparar mi venganza, y hasta hoy, pensaba que tú eras una de esas personas. Sé que vas todos los meses al cementerio, el día y la hora. Por eso ayer estaba ahí, y te vi. Pero no creía que era el mejor momento ni el mejor lugar para hablar, solo quería verte. Me pareció que rezabas algo. Me sorprendió. ¿Te has vuelto creyente?

-¡NO! Ja ja ja. Pero sí les rezaba a tus padres. Siempre les pedía que me ayudaran a localizarte, que me dieran una señal que me indicara dónde estabas. Que te trajeran de vuelta, Julia. Ayer por fin, ya sabiendo que te iba a ver, les estaba dando las gracias.

Juan ingresa al despacho.

-Jefa, disculpe, pero si no me necesita más, ya es mi hora.

-¿Ya? Se nos hizo tarde. Ni siquiera me di cuenta de la hora, y no hemos comido nada.

-Ja ja ja. La verdad es que yo tampoco me fijé, y ahora que lo mencionas, me está entrando hambre.

-Sabía que estabais muy ocupadas y no os he querido molestar, por eso os traigo una pizza recién hecha. Seguro que la necesitáis.

-Estás en todo, Juan. Nos acabas de salvar de una muerte por inanición. Puedes irte; ya me encargo yo de cerrar el despacho.

-De acuerdo, jefa. Que os aproveche. Adiós, americana. Mucho gusto en haberte conocido.

-Gracias por todo, Juan, pero me llamo Julia.

-No te preocupes, si ya te ha asignado un nombre, probablemente se quede así.

-¿Pero alguna vez se aprenderán mi nombre en este pueblo?

-No le des mucha importancia, no lo hace con malicia.

Nos disponemos a comer la pizza que nos ha traído Juan.

-Loísa, ¿No se preocupará Pablo si no vas a comer a casa?

-Pablo está en Zaragoza. Ha tenido que ir por un par de días. Volverá mañana por la tarde. Él es diseñador gráfico y trabaja desde casa, pero de vez en cuando tiene que acudir a la empresa, para reuniones u otras cuestiones.

.

"A pesar de lo que Loísa me ha revelado, intuyo que aún hay secretos que no ha compartido. Hay algo que oculta y no se atreve a contarme. Pero yo necesito conocer la verdad, sea cual sea".

.

-Loísa, te noto inquieta. ¿Qué te sucede?

-Estoy bien, Julia, de verdad. Me alegra mucho tenerte de nuevo aquí conmigo.

-Y yo también, Loísa. Estoy muy feliz de tenerte de nuevo como mi mejor amiga. Pero algo te preocupa. Me dices que nadie te contaba nada de lo que pasó, pero de alguna manera lo descubriste. Si Sergio y sus amigos seguían manteniendo su versión y nadie se atrevía a contradecirles, ¿quién te reveló lo que verdaderamente pasó? ¿Cómo te enteraste?

Observo a Loísa algo incómoda. Ahora no se atreve a mirarme. Se levanta del sofá con el semblante serio y se dirige al ventanal que da a la plaza, echando la mirada hacia el exterior. Me levanto también y voy hacia ella, la abrazo desde atrás.

-¿Qué pasa, Loísa? ¿Qué es eso que me estás ocultando? ¿Qué sucedió que no te atreves a contarme?

-Julia, te lo voy a contar porque confío en ti, pero nadie más debe saberlo, absolutamente nadie. Si Pablo se entera, me deja para siempre.

-Loísa, me estás asustando. ¿Qué es lo que hiciste?

-Algo horrible, Julia, hice algo horrible.



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La historia de Julia continua en:

Capítulo 36: Pactar con el Diablo.


¿Como descubrió Loísa lo que realmente pasó esa noche? Loísa emprende una investigación enfrentándose a peligrosos juegos de poder y seducción.

Julia y Loísa.jpeg
 
Jolín, con lo bien que iba el capítulo y que inquietante el final. Espero que Loisa no haya hecho nada de lo que arrepentirse para volver a ver Julia, pero seguramente tuvo que seducir a alguna de las escorias amiguitos de Sergio.
Por otra parte espero que a partir de aquí todo vaya a mejor y por fin le presente a sus amigas y a Liam por videollamada.
 
Loisa hizo lo que una verdadera amiga hace.
Buscar y buscar a Julia para poder contarte la verdad de lo que paso en hizo su herman Segio para joyería.
Nunca paro y siempre fue a visitar a los papás de Julia, y no solo por encontrar a Julia sino que en el fondo ella los apreciaba un montón, hasta podría creer que los quería a ellos más como sus padres que sus verdaderos padres que permitieron qué Sergio jodiera a Julia.
 
Que habra hecho Loisa para averiguear la verdad de todo lo que paso esa noche y como tramaron toda la historia para joder a Julia y hacerla miserable.
A quien habrá seducido?
 
Última edición:
Compró información con sexo parece. Por más buenas intenciones que haya tenido, Pablo no merece eso. Debería de saberlo.

Por otro lado, no entiendo como Loisa no menciona a Angel para nada. En todo el proceso de búsqueda, ni se le pasó por la mente acudir a él?
 
Compró información con sexo parece. Por más buenas intenciones que haya tenido, Pablo no merece eso. Debería de saberlo.

Por otro lado, no entiendo como Loisa no menciona a Angel para nada. En todo el proceso de búsqueda, ni se le pasó por la mente acudir a él?
Es cierto eso. No sale Ángel para nada y es sorprendente.
 
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