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No hay nada de sexo en el capítulo pero consigues crear un relato tremendamente excitante.Como habéis sido buenos chicos y habéis dejado comentarios y likes, os pongo hoy capítulo doble....
Ana mira a Martina, sentada en la terraza en la silla, con su vestido oscuro “tiene que estar muerta de calor”. Venga Martina, date un chapuzón, mujer, que tienes que estar pasando calor ahí al sol con ese vestido oscuro.
Martina duda otra vez, pero decide hacerle caso a su nueva jefa. Total, están ellas dos solas…. Se levanta y se desabrocha el vestido por la espalda hasta que se lo quita con cuidado de no mancharlo. Lo dobla y lo deja en la silla.
Ana la observa desde la piscina, nadando. Martina se ha quedado con un sujetador negro de encaje, de aspecto barato y un tanga a juego del que solo ve la tira de la cintura y el pequeño triángulo trasero que termina en una tira que se pierde entre sus generosas nalgas. Sin dejar de darle la espalada a Ana, se desabrocha el sujetador liberando su grandes pechos, que ahora asoman por el lateral de sus brazos. Después, con un gesto rápido se baja el tanga mientras se gira y ya de cara a Ana, va tapándose el pubis con una mano y con la otra tapa lo que puede de sus tetazas. Camina hacia la piscina mirando al suelo, tímida. Al llegar a la escalera se gira y baja de espaldas a Ana hasta meterse en el agua “uff que rica, si que tenía calor si”.
Nada hacia el centro de la piscina, hacia Ana “¿Lo ves Martina? Mucho mejor así”
Ana entonces echa la cabeza hacia atrás y se moja todo el pelo recogiendo toda su melena castaña a un lado de su cabeza.
“Como me gusta notar el frescor del agua en la cabeza, me encanta”.
“Yo no quiero mojarme el pelo Ana, se me riza un montón y sería un incordio ahora cuando salgamos”
“Cuéntame Martina: ¿Andrés y tu llevaís mucho tiempo juntos?”
“Uy, toda la vida, desde jovencitos”
“Ya veo, el hombre de tu vida, como Miguel para mí…. Lo mismo ha sido tu único hombre y todo.
“Si, bueno, aquí en el campo ya sabes, somos pocos y cambian poco las cosas. Empezamos jovencitos y la verdad es que nos llevamos muy bien y nos queremos y somos además de amantes, muy buenos amigos”
“¿Y nunca te ha dado curiosidad como será estar con otro?”
“A ver, ahora que no nos oye nadie, si… pero vamos que tampoco voy a correr a por ello que con mi Andrés estoy divinamente, menudo es mi chico”
Ana se ríe mientras imagina a Andrés con Martina en la cama.
Después, le pregunta sobre su vida con Andrés. Si salen de vacaciones, si tienen críos, porqué no etc.
Martina le va relatando su monótona vida en la Salceda y en la comarca, que ocasionalmente se anima con alguna salida más allá de la capital de la provincia o a Madrid. Cada mes, más o menos, quedan con amigos de la infancia para cenas o comidas en casas de unos u otros. Lo de comer en restaurante, se queda para las grandes ocasiones, que es caro. Martina admite que aunque es una vida monótona, también es muy tranquila y les gusta. Tienen lo que necesitan, viven donde son felices y en realidad no necesitan mucho más.
Pasan los minutos de charla y las dos empiezan a sentir un poco de frío. El agua de la piscina ha hecho su efecto y ha bajado su temperatura corporal. “Me estoy quedando fría, me voy a salir” dice Ana y de un hábil movimiento con los brazos se alza sobre el bordillo de la piscina, sentándose al borde con los pies aún dentro del agua. Inclina la cabeza hacia un lado y escurre su pelo mojado sobre su pecho. Martina vuelve a admirar su cuerpo casi perfecto, su piel cuidada y su vientre liso. Su pecho, algo caído, algo más pequeño que el suyo, tiene la piel de gallina y sus pezones pequeños y oscuros, están ahora bien duros. Bajando la vista, comprueba que no tiene ningún vello en su pubis y ve sus labios vaginales con un piercing con un brillante en cada uno de los labios mayores. Ana ve donde mira Martina y separa un poco las piernas para facilitarle la vista “¿te gustan los piercing?” “Si, llevo tiempo queriendo hacerme uno, pero no se donde, aunque desde luego ahí, no me lo haría”. Ana ríe. “Bueno, ya te contaré la historia de estos brillantitos”.
Martina nunca había mirado a una mujer entre las piernas en su vida. De alguna manera, esa vulva sin vello, mojada por la piscina y brillante por el sol que le alcanza ahora que su dueña ha separado los muslos, le resulta atractiva. Siente un puntito de excitación sexual y se le pone la piel de gallina y nota de pronto que el agua de la piscina está fría. Mira el borde de la piscina. Ella no sería capaz de subirse como Ana, así que se va al rincón y sale por la escalera. Cuando sale se va andando hacia Ana, ahora sin taparse. Este rato desnudas las dos, le ha quitado la timidez inicial. Al fin y al cabo, ambas están igual de desnudas.
Ana la mira con naturalidad. Ve sus grandes pechos con grandes areolas muy oscuras coronadas por un pezón grande y sobresaliente, su piel aceitunada, su pelo negro azabache recogido y piensa en la belleza de Martina, imaginándola con unos kg de menos. Estaría increíble. Sus caderas y muslos rotundos, su vientre fláccido ese vello púbico abundante y oscuro no encajan en su prototipo de belleza. Le sugieren descuido y dejadez. Pero mientras la mira le invade una cierta ternura. Esa imagen corporal en realidad tiene que ser fruto de la ignorancia. No conoce otra cosa…. ¿la podría yo enseñar a cuidarse? Piensa Ana.
Martina se sienta a su lado. “Ana, no te voy a ocultar que estamos todos los empleados de la finca un poco preocupados, un cambio de propietarios siempre genera tensión. Muchos creen que les pueden despedir, como mi Andrés, que está de los nervios el pobre”
“Martina, no debéis preocuparos. Ya te he dicho que nosotros no vamos de señoritos por la vida. Respetamos mucho a la gente que trabaja por cuenta ajena porque nosotros hasta hace poco, éramos dos currantes de clase media. Sabemos que tenemos gente a nuestro cargo y somos conscientes de que eso es una responsabilidad. Todos los que estáis trabajando en la Salceda seguiréis aquí y si no seguís aquí será porque no queréis. Tan claro te lo digo…”
“Gracias Ana, de verdad que te agradezco que me lo digas”. La sonrisa de Martina es cándida, pura. No tiene dobleces. A Ana vuelve a invadirle la ternura otra vez. Le dan ganas de abrazarla y decirle que todo va a salir bien, pero se limita a sonreír. Se quedan las dos en silencio secándose al sol durante un rato.
Ana mueve los pies dentro del agua.
Martina se fija ahora que hay algo dorado en torno a uno de sus tobillos, pero no logra ver lo que es con la distorsión que genera el agua.
“Oye Martina, una cosa que vamos a hacer enseguida es arreglar esta casa para actualizarla y traerla al siglo XXI. Empezaremos por esta, pero seguiremos con todas las de la finca. La semana que viene, el jueves, vendré con un arquitecto para que la vea y vaya preparándome el proyecto. Le conocemos hace un par de años que nos hizo la reforma de la casa donde vivimos en Madrid. Ya verás es muy majo. Es americano y se llama Andrew. Se me ocurren un montón de ideas para mejorar este caserón y él será el encargado de ponerlas en práctica. Va a quedar precioso, aunque va a ser un obrón tremendo. Igual no vemos el resultado hasta el verano que viene…...
Mientras no esté la casa disponible, no vamos a quedarnos a dormir en La Salceda. Ya te iré avisando cuando vayamos a venir, que será a pasar el día para que nos prepares algo de comer. Nada complicado ya sabes… “
“Por supuesto Ana, mira, antes de que se nos olvide, si te parece voy a por mi móvil y me tomo nota de tu número”
“Buena idea”.
Martina se levanta y da la vuelta a la piscina. Se le ha pasado la vergüenza totalmente y camina con seguridad desnuda por la terraza hasta la cocina. Aún escurre un poco de agua con cada paso, ya que no se ha secado del todo.
Ana se levanta también y se dirige a la silla donde dejó su bolso. Sigue con la mirada a Martina que mientras camina se va revisando el moño.
Una vez que Martina tiene el móvil, se vuelve caminando hacia Ana. A cada paso, sus tetazas botan libremente, algo que a Ana le hace sonreír cuando la ve acercarse. Todo en Martina le inspira ternura, es como una adolescente en un cuerpo de treinta y tantos. Mientras se acerca hacia ella Ana desbloquea su móvil y le saca varias fotos disimuladamente. Quiere recrearse con su desnudez más tarde.
Ambas mujeres se juntan, desnudas, frente a frente mirando cada uno a su teléfono. “Mi número es el …” Martina va tomando nota y agregando a Ana en la agenda de contactos. Cuando termina de anotar el número, Martina le manda su propio número a su jefa en un mensaje.
Ding
“Vale Martina ya te agrego a contactos”
Ahora es Ana la que teclea en el móvil agregando a Martina a sus contactos. Mientras espera Martina vuelve a fijarse el tobillo derecho de su jefa. Luce una tobillera de oro con algo de color negro, algo parecido al símbolo del as de picas.
Metamorfosis y metafollosisSe atormenta una vecina!!. Aquí todos los personajes tienen su aquel. Martina creo que va a sufrir una metamorfosis completa.