La cena del Idiota

Desde luego cada autor es libre de hacer lo que quiera con su obra, y me parece bien. Yo personalmente, suelo perder interés cuando las entregas se espacian en el tiempo.
 
Pues a mi me ha encantado la historia así que compraré el libro sin pensarlo. Sobre si hay más de un libro, encuentro genial que la historia siga, porque como dije, la historia y la forma de escribir del autor me han gustado mucho.

Mucha suerte A. Seneka!
 
A mí se me hace muy lento...y además el ir hacia delante y hacia atrás en la historia, hace que me pierda.

No obstante reconozco la labor del autor.
 
A mí se me hace muy lento...y además el ir hacia delante y hacia atrás en la historia, hace que me pierda.

No obstante reconozco la labor del autor.
Sí, alguno ya me ha hecho notar lo mismo, pero era precisamente eso lo que quería, cocinarlo a fuego lento. Te aseguro que todo (en mi cabeza) tiene un porqué.
So de ir adelante y atrás.... me matas. Son flashbacks que explican cosas del presente
 
Sí, alguno ya me ha hecho notar lo mismo, pero era precisamente eso lo que quería, cocinarlo a fuego lento. Te aseguro que todo (en mi cabeza) tiene un porqué.
So de ir adelante y atrás.... me matas. Son flashbacks que explican cosas del presente
Al final las cosas que no le gustan a algunos, lo de que la historia sea "lenta" y los flashbacks, son las mismas cosas que a mi y seguro que a otros también, nos encanta de la historia.
 

La playa​



—¿En serio te ha dicho que cenamos en la playa?

—Te lo juro. Y ha insistido mucho en que me vista para la ocasión. Que no se me ocurriera llevar nada elegante.

—Ay, no sé. Había entendido a Martina que íbamos a cenar en un restaurante finolis en un pueblo que hay aquí cerca. Me extrañaría que vayamos a encontrar una playa allí.

—Igual es un pueblo costero.

Ambos se miraban frente al espejo de cuerpo entero de su habitación. Alba llevaba un vestidito floral de una pieza muy ligero, ideal para una noche cálida en una terraza. Era de estilo bohemio casi hasta los tobillos, sin mangas, con escote cuadrado y sandalias. Dani, lo típico para la playa: polo, bermudas y chancletas.

La dejó sola para que terminara de arreglarse y bajó al salón. Por el camino se cruzó con Marta que subía a hacer compañía a su prima.

En la tele no daban nada que le llamara la atención y las revistas no eran en absoluto interesantes. Miró el reloj. Por la hora, ya empezaba a hacerse tarde por lo que subió a ver cómo iba su novia. Mientras caminaba por el pasillo oyó a las chicas hablar en el baño.

—Acaba de enviarme un mensaje mi hermana. Dice que Marcos va a llevar a su amigo.

Dani se paró junto a la puerta picado por la curiosidad. Algo que ya se estaba convirtiendo en una manía.

—¿A la cena? —preguntó Alba.

—Sí, es lo que le ha dicho Marcos.

—¿Y va a ir solo?

Marta se colocó a su lado hablando más bajo. —¿Por qué lo preguntas, picarona?

—Ay, no seas boda. Solo era curiosidad. Es una cena de amigas y es muy raro que aparezca sin nadie acompañándolo.

—Ya, sí. O para ver si tienes vía libre, ¿eh, primita?

—Bueno, bueno, a ver, frena un poco, que te veo muy lanzada y se te olvida que tengo novio. Y déjame, anda, que tengo que acabarme esto.

Se oyó un suspiro de resignación y un ruido como si alguien dejara algo en una repisa. Alba iba a salir del baño. Dani dio un brinco y de tres zancadas se metió en la habitación. Después hizo como que buscaba algo antes de que ella entrara. No tenía frío, pero estaba temblando. Seguramente no era más que una típica conversación de chicas, pero le había dejado mal cuerpo.

—Ah, ¿estás aquí? —preguntó Alba.

—Sí, he venido… —dudó—, a por el teléfono. —Levantó el móvil por encima de su cara mostrándoselo.

—Vete bajando —apremió ella—, no tardo nada. Me pongo las sandalias y ya estoy.

Al bajar al salón se encontró con Marta sentada en uno de los sillones frente a la tele. Él ocupó la parte más alejada del sofá central. Apenas hablaron y lo que se dijeron fue una sucesión de frases hechas y comentarios vacíos. Por alguna razón esa mujer le cohibía y, algo en ella, le hacía recelar, quizás la charla que acababa de oír.

El tiempo pasaba y el ambiente comenzaba a ser un poco tenso. No tenía nada que decirse con ella. Los carraspeos y hondos suspiros cada vez eran más frecuentes mientras esperaba a una Alba que no llegaba.

—Bueno, y… ¿tú no vienes a la cena? —dijo él al fin para romper el silencio.

—No, no. Son las amigas de Alba.

—Ah, pero… pensé que os conocíais todas.

—Sí, claro, de toda la vida, desde enanas, y a sus novios también. Me llevo muy bien con todos, pero es su grupo de amigos, no el mío. Y además, a esos les va mucho la juerga y yo… qué quieres que te diga.

—Ya, y… oye, ahora que sacas el tema de los novios… ¿Qué tal son? ¿Son majos, hay alguno que sea especial por algo…?

Marta ladeó la cabeza y sonrió pensativa. Cruzó una pierna sobre la otra y se recostó hacia atrás manteniendo los codos apoyados en los reposabrazos. Después entrelazó sus dedos y los posó sobre sus rodillas. Carraspeó para aclararse la garganta.

—La verdad… creo que todos son especiales a su manera. Alguno más que otro, quizás, pero buena gente. Todos.

No había entrado al trapo. Y no solo no había obtenido la información que buscaba, sino que además le quedó la impresión de que parecía haber adivinado sus intenciones. Quizá acabara de revelar que las había escuchado en el baño.

—Y tú, Dani ¿vas a ir así?

Ahora fue él quien sonrió amigablemente. —¿Por? ¿Qué le pasa a mi ropa?

—No, nada. Es que vas un poco… no sé, poco preparado para una cena, ¿no?

—Ah, eso. Me gusta ir cómodo. —Pasaba de decirle que era una cena de chufla en la playa y le dio igual lo que pensara.

Marta levantó las cejas y abrió la boca para replicar, pero en su lugar volvió a sonreír con amabilidad. —Entiendo. Sí, lo mejor es ir cómodo con uno mismo.

No volvieron a hablar y un buen rato después Alba no terminaba de bajar. Tuvo que subir a por ella. Cuando la vio casi se le quita el hipo. Se había cambiado de vestido y también el pelo. Ahora estaba mucho más radiante. No parecía una turista cualquiera, más bien una modelo de portada. Se había vestido para romper.

Había cambiado el vestido holgado y bohemio por otro más ajustado y corto que realzaba más sus curvas. TODAS.

Seguía llevando tirantes, pero más finos, de espagueti. El escote, en forma de U, era más abierto que el anterior y la longitud de la prenda se había acortado hasta quedar por encima de las rodillas. Un vestido floral sugerente sin ser excesivo. Las sandalias de tiras habían sido sustituidas por unas con cuña, más elegantes y finas que las otras. Unos pendientes de plata realzaban el brillo de sus ojos y un fino colgante que solo se ponía en ocasiones especiales adornaba su cuello desnudo.

—Joder, Alba estás… increíble.

—¿Tú crees?

—Pero… ¿y el cambio? Si estabas perfecta antes.

—Ay, no sé, no me veía —dijo con inseguridad.

—No creo que vaya a ser lo más adecuado para una cena en la playa. Vas a dar un poco el cante, ¿no?

—Calla, qué exagerado eres —dijo disimulando estar abochornada.

Dani arrugó la frente. Iba a destacar como una Drag queen en un velatorio. «Antes muerta que sencilla. En fin, ella sabrá», pensó.

—De verdad que vas espectacular. No sé si voy a poder aguantar hasta llegar de vuelta a casa —susurró pegando a su culo el paquete que empezaba a abultarse.

—Qué bobo eres —dijo separándose entre risas—. Si lo mejor está debajo.

Se dio la vuelta y levantó el vestido hasta enseñarle las bragas. Eran de una tela de encaje azul con las iniciales A.D, acrónimo de su nombre y apellido. Con suficiente luz llegaban a transparentarse. Esas bragas solo se las ponía en ocasiones muy especiales. Sin duda aquella noche tenía pensado emplearse a fondo con él. Dani se pasó la mano por la frente y tragó saliva. No veía el momento de que llegaran de vuelta.

Cuando se estaban montando en el coche llegó un mensaje de Martina. Habían quedado en su casa para ir los cuatro juntos pero, por lo visto, habían decidido salir hacia el lugar de encuentro sin ellos. A Dani no le extrañó. Se habrían cansado de esperar.

En su lugar, les enviaba la ubicación por WhatsApp. Alba colocó el móvil en el soporte del salpicadero y arrancó el motor. La tarde había empezado a perder su brillo y enseguida daría paso al del anochecer. Según el GPS, tardarían unos veintisiete minutos en llegar a destino. La ruta se dirigía al interior, lejos de la costa y de toda playa. Dani frunció el ceño.

La catástrofe se cernió cuando aparcaron el coche. Efectivamente habían ido a un pueblo vecino lejos de la costa. Habían llegado tras subir una enorme sucesión de curvas. Una plaza empedrada rodeada de árboles plataneros y una fuente iluminada decoraba el lugar digno de un póster de calendario. Junto a él, un edificio rehabilitado con toda la pinta de un Parador Nacional, coronaba majestuoso el lugar. Por todos los alrededores, terrazas atestadas de gente que competían en elegancia con el sitio disfrutando lo que quedaba de tarde.

Volviendo la mirada al edificio, un letrero de considerable tamaño en la parte superior rezaba lo siguiente:

RESTAURANTE ASADOR LA PLAYA

Dani se quiso morir. Si la gente de la calle ya parecía de la jet set no quería ni pensar lo que se encontraría dentro de aquel palacete. Y él con chancletas y bermudas.

—Joder con Marcos. Si me había dicho que no fuera elegante.

—Ya me extrañaba a mí lo de la playa. —Se quedó observando obnubilada a través del parabrisas—. Este restaurante es nuevo. No estaba aquí la última vez.

—Volvamos a casa, necesito cambiarme.

—¡¿Qué dices?! —saltó su novia—. Ya vamos tardísimo. No podemos volvernos otra vez.

—Pero no puedo ir así.

—Ay, lo siento cari, pero mira qué hora es. Además, piensa que vamos a estar entre amigos. Y para cuatro gatos que somos, nadie te va a juzgar ni a poner nota.

—Que no, que no. Que me da mucho palo.

Alba le puso la palma de la mano en la cara y sonrió.

—Relájate, solo es una cena de amigas. Cuatro niñatas que nos conocemos desde crías. Además, seguramente Marcos y tú seáis los únicos chicos. Os pasaréis la noche hablando entre vosotros sin hacernos ni caso. Qué más da que vayas así. ¿No estamos de vacaciones? pues ya está. Además, ¿desde cuándo eres de los que se preocupan por lo que piensan los demás?

Quiso quejarse. No eran solo sus amigas pueblerinas; eran sus mejores momentos y recuerdos de los que estaba muy orgullosa. Cuando lo vieran, iba a quedar para siempre la primera impresión y la inevitabilidad de que lo compararan con algo mejor. Terminó por resignarse y ambos caminaron hacia el encuentro.

Accedieron al edificio atravesando unos arcos de piedra. Por dentro era tan lujoso como se adivinaba desde fuera. Al fondo, un grupo de gente formaba un pequeño bullicio. Dani caminaba un paso por detrás de ella, escondiéndose del mundo.

Los gritos comenzaron casi al instante. Un coro de voces discordantes chillaba el nombre de Alba a la vez que ésta, con los brazos extendidos y elevados sobre su cabeza, corría en busca de sus abrazos. Debía haber como un millón de personas. Dani sintió tanta estupefacción como desasosiego.

—Oiiiiiiiii, qué sorpresa. No me lo esperaba para nada —chillaba Alba.

No eran cuatro niñatas de pachanga, ni era una cena de amiguetes que se juntaban tras unas cervezas al calor de la barra del bar del pueblo. Cada una de las chicas había venido acompañada por su novio. Y todos parecían salidos de un programa de moda de la tele. Allí había mucho nivel. Su ropa, sus peinados, los modelitos de las chicas, los pantalones siguiendo la última tendencia de los chicos, el estilo, todo.

Y él con chancletas y bermudas.

Mientras Alba era engullida en un mar de besos y abrazos, buscó a Marcos con la mirada intentando contar, al menos, con una cara conocida en esos momentos de soledad social. No lo vio por ninguna parte, tampoco a Martina. La gente de alrededor, los que tomaban algo en las butacas, lo miraban como si hubiera entrado con una carretilla de estiércol. Daba mucho el cante vestido de aquella guisa. Aun así, aguantó con estoicismo su papel de novio paciente un paso por detrás de Alba, esperando a ser presentado en su momento.

Alguien a su espalda le puso una mano en el hombro.

—Ey, Dani, ¿qué tal?

—Ah, hola, Marcos. Qué alegría verte —contestó tan sobresaltado como aliviado de verlo por fin—. Pensaba que no estabas. No te veía entre la gente.

—Acabamos de llegar.

Marcos lo observó de arriba abajo con el ceño algo fruncido y una ligera mueca parecida a una sonrisa de desconcierto.

—Me habías dicho que me vistiera para la playa —se adelantó a explicar—. Pensaba que era una playa de verdad, con arena y algún chiringuito, no un restaurante del copón.

Marcos cambió la cara y puso los ojos como platos. —Mierda, lo siento. Me refería al restaurante. Si lo conoce todo el mundo. —Se golpeó la frente con la mano —. Es muy lujoso. Te dije lo de no venir muy elegante porque no quería que te agobiaras por la etiqueta y para que vinieras normal.

Dani blasfemó para sus adentros. Eso no fue lo que entendió. Y además, qué sabía él de ese restaurante, si era la primera vez que pisaba por allí.

—Pues vaya palo. Parezco el raro del pueblo. La gente me mira como si viniera a azotar a sus hijas.

—Bah, tranquilo, no te preocupes —dijo agitando la mano para quitarle hierro—. Ahora estás entre colegas. Ven que te presento.

Alba seguía abrazando y besando, absorta en su propia felicidad, enredada dentro de aquella gente que no paraba de decirle lo guapa que estaba.

—Chicos —interrumpió Marcos con un brazo sobre su hombro—, éste es Dani, su novio —dijo señalándolo.

Alba se separó del grupo y se colocó junto a él rodeándolo por la cintura con una sonrisa que no le cabía en la cara.

—Viene conmigo a la boda, así que tratádmelo bien, ¿vale? —Lo besó en la mejilla.

Todos lo miraron por primera vez y por el semblante de sus caras temió lo que se les estaría pasando por la cabeza. Levantó la mano a modo de tímido saludo y forzó una sonrisa.

—¿Qué hay?

Se los veía algo cortados a ellos también. Como si dudaran de que aquel chico no fuera parte de una broma. Algunos se miraron entre sí lo que le hizo sentir algo desplazado delante de aquella gente “prêt-à-porter” y casi rogó por que nadie se fijara en sus ridículas chancletas.

—Le dije que se vistiera para venir a “La Playa”. Y entendió esto. —aclaró Marcos señalándolo en lo que pretendía ser una presentación graciosa—. Es mi culpa, no se lo tengáis en cuenta.

Funcionó, porque todos se echaron a reír. Lo hicieron de golpe, como un dique que rompe sus aguas. Uno de ellos avanzó un paso y le ofreció la mano.

—Tranqui, tío. Estás entre colegas.

Inmediatamente el resto comenzaron a estrecharle la mano y palmearle la espalda. Alguna de las chicas le ofreció dos besos, otro lo saludó con un ademán de cabeza y una sonrisa cordial levantando su bebida en un brindis al aire. Todos eran altos, todos eran guapos y todos exudaban un halo de niño bien por cada uno de sus poros, pero parecían gente maja lo que le ayudó a relajarse. Alba cantaba sus nombres a medida que lo iban saludando.

Marcos se separó de él y se acercó a sus amigos.

—Y este chicarrón de aquí es Aníbal —dijo atrayendo la atención de todos. Se había colocado junto a un tipo alto de camisa blanca demasiado moderna, que estaba al fondo del grupo—. Viene conmigo. ¿Te acuerdas de él, Alba?

Destacaba por encima de todos ellos y no solo por su estatura, su complexión o su porte. Era todo él en su conjunto. Su camisa a medio arremangar, sus mocasines, su mirada cortés pero arrebatadora. Hasta el propio Dani tuvo que reconocer que era asquerosamente guapo. Ese debía ser el tipo de quien hablaba Marta. Se encontraba al final de la barra, apoyado con el codo mientras esperaba paciente su turno para ser saludado. Media sonrisa y una calculada dosis de amable indiferencia interrumpida por ligeros sorbos de su copa de algo muy caro.

—Sí, te recuerdo —contestó Alba acercándose para besarlo—. Coincidimos un par de veces antes de irme.

—Ahora que lo dices, yo también me acuerdo. Acababas de cortar con tu novio, ¿no?

El bullicio había disminuido varios decibelios, todos observando a la pareja que se saludó con moderada frialdad. Él, sin soltar su copa, ofreció su cara que ella besó por dos veces apoyándose en sus hombros. No hubo abrazo efusivo ni risas de reencuentro, pero a Dani le pareció que sus ojos quedaron conectados más tiempo del necesario. Serios, educados, pero con una tirantez manifiesta. Cuando se separaron, la mano de él continuó apoyada en la cintura de ella.

Y cuando el silencio y los escasos murmullos no podían ser más incómodos, una voz hizo girar todas las cabezas, incluida la suya, en lo que sería uno de los momentos de la noche.

—¿Dani?

Una chica espectacular, con los ojos más bonitos que hubiese visto en mucho tiempo se acercaba a él con una expresión que era una mezcla entre la sorpresa y la alegría contenida. Había salido desde detrás del grupo. Acababa de llegar del aseo. Los rodeó a todos y se plantó frente a él.

—¿Eres tú, Dani?

Lo era, pero evidentemente se había confundido de persona. De otro modo la recordaría. Nunca hubiera podido olvidar a una preciosidad como aquella. Era una chica curvilínea, de esas que tiene mucho de todo pero que no les sobra nada. De las que uno no olvida en mucho tiempo. Si había alguien que podía disputar en belleza a Alba, sin duda era esa chica. Guapa y con un cuerpazo de escándalo, por no hablar de sus tetas que fue casi en lo primero en lo que se fijó. Grandes, pero no enormes. Redondas, pero bien formadas. La chica continuó acercándose.

—¿Dani Tejedor?

Se quedó con la boca abierta. No se había confundido, lo conocía, y demasiado bien a tenor de su sonrisa que cada vez iba siendo más amplia. Pero era imposible, su cara no le sonaba de nada. Lamentó no poder corresponder y le estaba resultando doloroso, pero por más que buscaba en sus recuerdos, aquella beldad no aparecía en ninguno de ellos.

—¿En serio no me recuerdas? —Posó las manos sobre sus hombros— Soy Eva —aclaró por fin—, Evita.

Arqueó las cejas y movió la cabeza en sentido negativo indicando que la información era insuficiente. Ni el nombre ni su diminutivo le decían nada, pero la chica seguía sin ofenderse y continuaba sonriendo.

—No me digas que te has olvidado de mí, Tejón.

El mote lo golpeó como el puñetazo de un boxeador. Había empezado a sonreír solo para no parecer descortés, pero aquello volvió a dejarlo con la boca abierta. Prácticamente nadie conocía ese apelativo y la última vez que lo utilizaron había sido hacía lustros, por no decir que eran pocos los que se atrevían a hacerlo a la cara. Intentó retraerse hasta su infancia para conseguir ubicar su rostro, pero seguía siendo un intento baldío. A menos que… esos ojos…

—¿Dita? —Era más un disparo al aire que un reconocimiento certero.

La chica, sin perder su sonrisa, se llevó un dedo a los labios. —Ssssh —siseó—, ya solo soy Eva.

Y entonces con la constatación de su identidad llegó un torrente de recuerdos. Y de golpe sus labios mutaron en una amplia sonrisa que se igualó a la de ella.

—Joder…, ¡¿Eva?!

La abrazó por la cintura y la levantó haciéndola volar a la vez que ella se echaba a su cuello y rompía a reír a carcajadas. Dani giraba sobre sí mismo haciendo que su vestido flameara como una vela. Todos, incluida Alba, observaban cariacontecidos.

Cuando la posó en el suelo comenzaron a besarse en las mejillas sin dejar de darse abrazos y muestras de cariño. Muchos empezaron a encontrar divertido el espectáculo, otros incluso aplaudían en broma. Alba los miraba con turbado desconcierto.

—Pero, chica, estás… estás…

—Sí, he cambiado un poquito —contestó coqueta, recomponiéndose y pasándose el pelo por detrás de la oreja.

—¿Que has cambiado un poquito? ¿UN POQUITO? —La tomó por las muñecas abriendo sus brazos para admirarla de arriba abajo—. Vamos, mujer. Si el patito feo a tu lado es un… lechuzo camboyano.

Ella se ruborizó agradecida por la eterna sinceridad de su viejo amigo del alma.

—En cambio tú, estás igual.

—Sí, bueno, no tanto, pero gracias por el cumplido.

Eva se lo quedó mirando unos segundos asintiendo con la cabeza sin poder creerse todavía que el reencuentro con él no fuera un espejismo.

—Así que tú eres el novio de Alba. El famoso Dani. Vaya casualidad.

Dani no sabía que su llegada hubiese causado expectación ni que le hubiera hecho famoso. Miró a Alba por acto reflejo. Su pose había cambiado a un cruce de brazos tan seco como revelador.

—Fuimos juntos a la escuela, de críos —aclaró sin poder dejar de sonreír en una explicación que sonó a excusa—. Éramos como uña y carne. Como dos hermanos. Nos perdimos de vista hace… ¿cuánto? —dijo dirigiéndose a Eva.

—Pues… unos quince o dieciséis años, creo —contestó moviendo la cabeza abrumada por la cifra.

—Dieciséis años, joder —suspiró— ¿Y tú…? —señaló al grupo de gente, Alba incluida—. ¿Sois amigas desde entonces?

—No, no, que va. Yo he sido la última en llegar al grupo. Nos conocemos por mi novio, Enrico. Es ese de ahí. Desde entonces soy una más de este rebaño de locos. —Carraspeó y los demás rieron la gracia. Solo Dani notó que se estaba sintiendo incómoda.

Uno de los chicos terminó de apurar lo último de su vaso y, con la boca llena, lo saludó levantando el vidrio. Era el novio de Eva que se había dado por aludido al oír su nombre. Era alto y desgarbado. A primera vista el chico había salido ganando en su relación con ella. Le hizo pensar en sí mismo con Alba.

—Aquí todos me llaman Quico —dijo el aludido.

—Perdonad —interrumpió Marcos—. ¿Qué os parece si entramos a cenar? —Miró su reloj—. Si no se nos va a hacer demasiado tarde.

Comenzaron a caminar hacia la entrada del salón-comedor. Alba iba delante de él, rodeada de sus amigas. Aníbal caminaba a su lado con las manos en los bolsillos, atento a su conversación. Dani había quedado embutido entre Marcos y Eva que caminaban a cada lado impidiendo que maniobrara para poder adelantarse hasta ella.

—Un momento ¿Y Martina?

—Ah, tranquilo —contestó Marcos—. Ahora llegará. Habrá tenido que ir lejos para encontrar aparcamiento.

—¿Todavía? Pero si habíais salido antes que nosotros.

—Ya sabes cómo son las tías con su imagen de última hora. Se lían y se lían y… en fin. —Movía las manos en el aire mientras hablaba—. Bueno, vamos entrando que hay que pillar sitio.

Dani suspiró. Qué le iba a contar.


— · —


Habían preparado una mesa alargada para dar cabida a todos los comensales. Uno a uno, fueron tomando posición y pudo contarlos a todos. Con él y Alba, eran doce en total, colocándose seis a cada lado. Martina, tal y como había dicho Marcos, había llegado casi enseguida y los saludó a él y a Alba nada más verlos, luego se fue junto a su novio que para su desazón se había sentado bastante lejos. Tampoco Eva estaba cerca. Enrico la había arrastrado con él varios puestos de distancia.

Dani, flanqueado por Alba, ocupaba la última silla de uno de los laterales. Frente a ellos tenían a una chica llamada Celia y a un tal León. Un chico con la boca muy grande que no paraba de hacer gracietas y de mirarle las tetas a Alba de una manera muy mal disimulada. Para ser un amigo de la infancia, se le veía con muy poco tacto y mucho descaro.

En el baile de sillas, Aníbal había terminado sentado junto a Alba, a su derecha. Era un tipo taciturno, con un aire reflexivo. Durante la cena apenas abría la boca, pero cuando lo hacía todos prestaban atención, sobre todo las chicas. Además, era de esos que sabían mantener el interés con sus gestos y pausas medidas.

Alba tampoco era una excepción y, poco a poco, la conversación con ella fue cada vez más fluida haciendo que, en ocasiones, soltara alguna que otra risotada con él. En su mano derecha, un móvil que no dejaba de toquetear.

Dani, por el contrario, encontraba cada vez más tedioso mantener una charla distendida. No tenía nada en común con ninguno ni compartía un nexo del que poder hablar. Y, pese a que Alba lo cogía de la mano y trataba de meterlo en la conversación, él no hacía mucho por participar. Aprovechaba cualquier intromisión para quedarse en silencio, o escuchando alguna anécdota que no le interesaba.

—Mira, ésta es una foto del año pasado —decía Aníbal haciendo que Alba se girara otra vez para ver una imagen en su móvil.

Él miraba por encima de su hombro, sin ganas y aburrido de todo aquello, pero complaciente con lo evidente. Y es que esa era su noche y la de sus amigos. Se habían reencontrado después de más de cuatro años y, por qué no decirlo, con “el chico nuevo del grupo”, que era toda una novedad aquella noche.

Terminó manteniendo una conversación de perfil bajo con Celia, la chica de enfrente. Al menos le hizo más digerible la cena. No era un bombón como Alba, Martina o la propia Eva, pero era resultona, de voz fuerte y con arrestos. De esas a las que les gusta mandar. Hasta sus gestos eran dictatoriales, como cuando movía la cabeza en un golpe seco para echarse el pelo hacia atrás, algo que ya se había convertido en un tic. Cuando tocaba, se reía sin complejos mostrando la blancura de su dentadura en unas carcajadas tan sonoras como contagiosas y no dudaba en serenar su rostro en una mueca áspera cuando algo le desagradaba o con lo que no estaba de acuerdo.

Por ella se enteró del origen e historia del grupo. Todas las chicas, junto con Marcos, eran amigos desde la infancia. El resto de chicos llegaron mucho después, pasada la adolescencia. El típico grupo de amigas que se junta con un grupo de amigos y acaban fundiéndose en uno solo.

La última en llegar había sido Eva. Lo había hecho a través de Enrico y, pese a que ya llevaba con ellos muchos meses, todavía se estaba aclimatando al grupo.

Se enteró de que León era novio de Lidia, que estaba sentada junto a él por el otro lado. Un galimatías de nombres que empezaba a saturarlo. Y todavía faltaba una pareja más, Gonzalo y Gloria, de los cuales aún no sabía nada. Doce en total incluidos él y Alba.

—Eh, Dani —dijo de repente León en uno de sus arrebatos de elocuencia—, no es por nada, pero creo que se te han soltado los cordones.

—Lo dices porque he venido en chancletas —mostró una sonrisa amable encajando la broma—. Muy gracioso —carraspeó resignado—. Me confundí. Entendí a Marcos que era una cena en una playa y… bueno.

—Y la sombrilla, ¿dónde la tienes, en el coche?

Se rio con la boca abierta enseñando parte de la comida. Para pertenecer a ese estrato de gente que no sabe lo que es un bocadillo de choped, no estaba demostrando mucha clase. Y la gracia tampoco es que fuera muy elocuente.

León era el gracioso del grupo. No perdía ocasión de soltar chistes y contar anécdotas (la mayoría hirientes), arrastrando las risas de los demás. Lo más llamativo eran sus enormes labios. Eran carnosos, rosados y los tenía salidos hacia afuera. No eran gruesos como los de un hombre de color, sino alargados, como si hubiera estado chupando un frasco de cristal haciendo vacío con la boca. Quizá por eso llevaba un fino bigotito estilo prepúber oscureciendo su labio superior.

Dani no pudo evitar pensar en el mote que hubiera recibido de haber estudiado en su colegio. Algo del tipo “Morroputa”. A un chaval como aquel le hubieran llovido tantas collejas que a día de hoy no le habrían quedado muchas ganas de soltar chistes a costa de otros.

—Pues Alba sí que lo entendió bien.

Era Celia la que lo había dicho. Apoyaba la barbilla en el dorso de la mano y el codo en la mesa. Y sonaba a indirecta.

Alba en ese momento posaba para un selfie con Aníbal, poniendo morritos a la cámara. Estaba estupenda con aquel vestido. Demasiado, quizás. Viéndolos en perspectiva, alguien ajeno a la mesa podría pensar que serían pareja. Las risitas de ella y Aníbal viendo la foto recién sacada en el móvil resonaban en alto.

—Pura suerte —contestó Dani desviando la vista de una Celia que sonreía burlona.

Por alguna razón esta chica empezaba a intimidarlo. En ocasiones le cohibía y lo dejaba mudo; en otras había hecho que su lengua se desatara más de lo deseable y se comportara como esas personas que hablan sin parar. Al acabar el segundo plato sintió la necesidad de ir al aseo y, de paso, tomarse un respiro de aquella cena.

Entró a los baños y, cuando apenas acababa de bajarse la cremallera, apareció Aníbal y se colocó a su lado, obviando la norma masculina no escrita de situarse lo más alejado posible.

No solo era alto y corpulento, también se veía que se machacaba en el gimnasio. Su espalda abarcaba mucho espacio. Casi se sintió intimidado por ese tío que lo debía tener todo grande. Incluso tuvo que reprimir la tentación de echar una miradita. Con él al lado y aunque tenía la vejiga llena, no conseguía echar ni una gota. Para empeorar las cosas empezó a hablar.

—Así que tú eres Dani, ¿no?

—Sí. Y tú Aníbal, ¿verdad?

—El mismo.

El sonido del chorro de Aníbal contra la loza sonaba con fuerza mientras a Dani le seguía costando soltar el suyo.

—Ya me ha contado Alba que habéis venido a pasar las vacaciones.

—Sí, es una buena manera de conocer a su familia. Después de casi cuatro años de noviazgo ya era hora.

—Cuatro años —dijo visiblemente sorprendido—. ¿Tanto?

—Sí, ¿no lo sabías?

—No.

—¿Alba no te lo ha contado?

—No.

Se hizo un silencio incómodo que Aníbal volvió a romper al cabo de unos instantes.

—Entonces… vais en serio.

—Sí, la verdad.

—Vaya —Aníbal pareció cavilar un momento—. Me alegro un montón por ti. Lo cierto es que es una tía espectacular. No me malinterpretes, ¿eh? Lo digo en el buen sentido.

—Sí, sí, te entiendo. —Por fin el líquido empezó a fluir haciéndole soltar la respiración de alivio—. Y vosotros… ¿Ya os conocíais de antes?

—Sí, es decir… no. —Estuvo cavilando unos momentos—. Yo la conocía de vista. De verla por la calle o de fiesta algunos findes. Ya sabes. Pero nunca habíamos hablado ni conocía a sus amigos.

—Entiendo.

—Hasta que coincidí con Marcos. Él me presentó al grupo y poco a poco comencé a salir con ellos. Pero eso fue justo cuando ella dejó de veranear aquí. Así que tampoco coincidimos demasiado. Un par de ocasiones, creo. Desde entonces no la he vuelto a ver.

—Desde hace algo más de cuatro años —dijo Dani para sí.

Terminaron de orinar y ambos se lavaron las manos.

—¿Y vives aquí todo el año?

—No, solo en época de verano o cuando quiero escaparme de la vida cotidiana. Tengo una casa con unas vistas magníficas que me permite estar a mi aire.

—¿Ah, sí? Qué guay.

—Sí, guay. Me ayuda a desconectar. Esto está lejos de cualquier sitio.

—Ya te digo —reconoció con pesadumbre.

La charla no dio mucho más de sí, pero le permitió conocer un poco más a Aníbal. En contra de lo que parecía, era un tío bastante majo y agradable. Al salir del baño se quedaron unos minutos terminando la conversación e intercambiando alguna confidencia inocente.

—Bueno —dijo Dani—, encantado de conocerte.

Aníbal se había quedado en silencio. Un chico y su novia pasaban en ese momento junto a ellos hacia la salida. Ella era una chica espectacular. De las que se podían catalogar como inalcanzables. Se había quedado mirándola durante todo el trayecto. Antes de alejarse, el bellezón giró la cabeza hasta cruzar la vista con él y la mantuvo un segundo antes de sonreír ligeramente.

Aníbal sonreía también, pero la suya tenía una mirada lobuna. Dani supuso que debía tener mucho éxito con las chicas. Y mucho vicio, a la vista de su mirada de depredador.

—Perdona, tío. No te he escuchado. —Carraspeó y se acercó a su oído—. Es que me pierden las tías buenas —le dijo como si fuera una confidencia.

—Tranqui, es normal. Qué me vas a contar.

—Sí, que te voy a contar. —Guiñó un ojo cómplice y una sonrisa roedora.

Dani se quedó algo descolocado. No lo había dicho por Alba sino en general, sin embargo, Aníbal había hecho la lectura rápidamente. Se despidieron con un choque de manos en alto.

—Bueno, yo me voy ya, que tengo a unos amigos esperando afuera. Ha estado bien la cena. Un placer conocerte, Dani.

Levantó el móvil haciendo ver que había estado mensajeándose con ellos y desapareció del comedor. Dani volvió junto a Alba. Al llegar a la mesa, de camino a su sitio, tuvo que pasar por detrás de Gonzalo y Enrico que se habían sentado uno junto al otro.

Se fijó en que miraban una foto en la pantalla de un móvil. La reconoció al momento. Era una imagen de Aníbal con Alba. Uno de ellos pellizcó la pantalla para hacer un zoom dejando en primer plano el escotazo de Alba. El estómago le dio una pequeña contracción.

O bien Aníbal les había pasado uno de sus selfies o ellos la habían tomado furtivamente. León se estaba pasando toda la cena mirándoselas descaradamente, ahora pillaba a esos dos disfrutando del mismo hobby. Sacudió la cabeza y continuó hacia su sitio. En el fondo no dejaba de ser la amiga de sus novias con el morbo que eso conlleva. O quizás solo estuvieran bromeando debido a su abultado y llamativo busto. Al sentarse, Alba se le echó al cuello rodeándolo con los brazos.

—Te he visto con Aníbal. ¿Qué es ese colegueo que os traéis entre él y tú? ¿Es que te escapas al baño para robarme a mis amigos? —Lo besó en la punta de los labios—. A ver si me tengo que poner celosa…

Arrastraba algo las palabras con una voz achispada. Las copas de la cena estaban subiendo más de la cuenta.

—Ya ves. Siempre aprovecho a coleguear con extraños cuando disfruto de los efluvios de un urinario. —Se acercó a ella—. Oye, ¿falta mucho?

—Ay, te estás aburriendo, pobre. Te prometo que te lo voy a compensar cuando lleguemos —dijo susurrándole en la oreja con esa voz tan húmeda que sabía poner. Dani tuvo que acomodarse el paquete al imaginarse el premio que llevaba esperando toda la tarde.

Cuando terminaron los cafés alguien decidió que debían levantar el campamento. Mientras salían del comedor Alba se cogió de su brazo.

—¿Qué tal ha estado la cena?, ¿bien, no?

—Tengo el estómago a reventar. Creo que voy a morir varado en alguna playa.

—Sí, yo también he cenado demasiado. Tengo unas ganas de llegar a casa para tirarme en la cama…

—Y la compañía tampoco ha estado mal. Son muy simpáticos tus amigos, todos.

—Ya te dije que era gente maja.

Salieron del restaurante. Miró su reloj en el momento que vislumbró su coche aparcado al otro lado de la plaza. Por fin había acabado la cena y en menos de media hora estarían en casa, en la cama, con su chica favorita. Sonrió feliz.

Aunque no durante mucho tiempo.

Fin capítulo VIII
 
Muy buen capítulo con varias cosas que comentar.

Lo primero que me gustaría decir, es que me gusta mucho que la historia tenga varios personajes. Últimamente, he encontrado que es muy común que las historias de este estilo (infidelidad) tengan como personajes a una pareja y a un hombre que será el punto de discordia para la pareja y ya, nada más. Así que me gusta que haya más personajes, ya que encuentro que eso puede aportar mucho a la historia.

Sobre el capítulo en sí, a mí me dio la impresión que Marcos cometió un error sincero y que no fue una trampa para humillar a Dani. Para decir lo anterior me baso simplemente en el hecho de que Marcos reconoció su culpa rápidamente y eso ayudó a que no fuera tema su vestimenta durante la cena.

Evidentemente, Alba se cambió de ropa cuando supo que iría Aníbal, el amigo de Marcos. Para mí esto es una muestra más de que para Alba, la relación de ella con Dani está en punto de muerte. Como comentaba en capítulos previos, Alba ya se ve a ella misma, quizás inconscientemente, como una mujer soltera.

Para terminar, creo que Marta será una de las mayores amenazas para Dani. Tiene toda la pinta que Marta ayudará/propiciará a que Alba le sea infiel a Dani. Eva, en cambio, al parecer podría ser una aliada de Dani.
 
A casi todos ve por encima de él, ese desesperante.

Dos cosas, al principio la novia de Marcos demorándose tanto para estacionar creo no es de gratis, algo pasa ahí, aunque no sé si con conocimiento de Marcos.

Y la antigua amiga de Dany se vislumbra como la posible salvadora al final de la historia.
 
A casi todos ve por encima de él, ese desesperante.

Dos cosas, al principio la novia de Marcos demorándose tanto para estacionar creo no es de gratis, algo pasa ahí, aunque no sé si con conocimiento de Marcos.

Y la antigua amiga de Dany se vislumbra como la posible salvadora al final de la historia.
Completamente de acuerdo, Eva solo puede ser aliada y aunque no se han visto desde hace mucho tiempo se conocen muy bien, como dice en el relato eran uña y carne.

De Marcos no puedo decir lo mismo, simplemente no me fío , por lo de Martina hasta es posible que sea el primer cornudo de la noche.
 
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Mi resumen:
1. No me gusta nada de nada Marta, que me parece una mala mujer.
2. Sospechosa la tardanza de Martina.
3. Me ha encantado Eva y creo que acabará juntos a Dani, porque tengo la sensación de que en el pasado ella sentía algo por Dani.
4. Aquí los idiotas son el resto y no Dani. Vaya panda de chulos y prepotentes.
Es un mundo que no le va a Dani y me da que a Eva le pasa igual. Que tenga cuidadito Alba, porque Eva es una sería amenaza.
 
Me cuesta creer que Aníbal y Alba apenas hayan tenido relación. Hay algo sospechoso ahí. Hay algo más entre ellos de lo que aparentan. Sus miradas cómplices y sonrisas sugerentes no dejan lugar a dudas. Además, no entiendo por qué está en una reunión de amigas y sus novios si Aníbal no es amiga ni novio de ninguna amiga. ¿Por qué lo habrá traído Marcos?

Lo que veo es que Alba está perdiendo a Dani sin darse cuenta, y cuando se dé cuenta, será demasiado tarde. Aunque creo que Dani saldrá beneficiado. Él merece algo mejor.
 
Me cuesta creer que Aníbal y Alba apenas hayan tenido relación. Hay algo sospechoso ahí. Hay algo más entre ellos de lo que aparentan. Sus miradas cómplices y sonrisas sugerentes no dejan lugar a dudas. Además, no entiendo por qué está en una reunión de amigas y sus novios si Aníbal no es amiga ni novio de ninguna amiga. ¿Por qué lo habrá traído Marcos?

Lo que veo es que Alba está perdiendo a Dani sin darse cuenta, y cuando se dé cuenta, será demasiado tarde. Aunque creo que Dani saldrá beneficiado. Él merece algo mejor.
Yo pensé lo mismo sobre Alba y Aníbal al leer el último capítulo. No creo que hayan sido novios, pero definitivamente algo hubo ahí.

Sobre Martina, yo igual encontré rara su tardanza, es más, pensaba que quizás al entrar ella legaría con Javier (ni idea porque pensé eso). En una segunda lectura no me pareció tan rara su tardanza, pero veremos como sigue la historia.
 
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Primero de todo he de decir que hacía mucho tiempo que no disfrutaba de un relato tan divertido bien escrito y con coherencia. Me he de remontar a relatos de Shadow,Turista, Lola Barnon, Quispian, ZivPaulo,Randor,Estrella de las nueves y otros tantos que me dejo. Es el típico relato que recordarás. Además otro aspecto importante el elenco de comentaristas tanto aquí como al Otro Lado. todo un lujazo.
No se que le pasará a David pero..."ALEA IACT EST"...a David ya le han tirado los dados y mucho me temo que este Anibal y Alba, como ya se ha comentado, han tenido una historia.
YA ,como bien anticipo nuestro gran autor, no importa que final vamos a encontrar, si no más bien el como y el devenir de David en todo este marrón de situación a modo de vodevil.
Solamente me queda que agradecer "hasta el infinito y más alla" a nuestro autor. Gracias Maestro.
 
Yo también lo pienso.
Los que son unos idiotas son los amigos de Alba.

La verdad es que hay cosas que no se entienden del todo, ves que tu novia se pone de punta en blanco? y no le preguntas?
Vas a ir así a la playa?

y lo de ella, igual pero peor. ¿No ves que tu novio va informal y no le dices nada?

luego, la reacción de los amigos de Alba no me parece tan chunga,

si en lugar de poneros en el lugar de Dani, os ponéis en el de ellos, solo veis que han preparado una cena de regreso a Alba en un sitio exclusivo y que el "sobrao" del novio se presenta en bermudas y chancletas..
¿Que pensaríais vosotros? ...

De hecho el propio Dani es el que se fija si los demás van vestidos pijos , con mocasines, ropa de marca, etc
¿Y espera que con él no lo hagan cuando llega vestido "desubicado" para decirlo finamente?



Y luego, por Dios, que alguien le de una colleja a este ser, ya hasta se compara meando, en fin..
 
De sobrado nada, pero absolutamente nada. Para nada de acuerdo con eso.
Hay gente que le gusta ir bien vestido y otros que no.
Vamos a ver, si se supone que vas a la playa no vas con traje ni nada parecido. Le han tendido una trampa y ya está.
 
Yo insisto, viendo el circulo en el que se mueve la novia de pijos y niñatos y que Ella tampoco es que lo trate demasiado bien, me iría planteando largarme de allí y volver a mí Casa.
 
Pues yo creo que Dani era el único que iba vestido acorde a una cena informal en la playa, que era la información que Marcos le había dado. Lo que no acabo de entender es porque Marcos no le aclaró que "La playa" era un restaurante de pijos y que había que ir vestido acorde. Tampoco entiendo que si se suponía que era una cena en la playa, Alba se cambiara de ropa y que curiosamente, sí iba acorde con el restaurante. ¿Le habían advertido de la broma? Tiene razón el amigo Carlos, los idiotas son ellos. Y supongo que seguirán haciendo cosas de idiotas, hasta el final.
 
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