Capítulo 33
Entré en casa prácticamente temblando. Sin tiempo que perder fuimos al salón y nos sentamos en el sofá. Sara se quitó la sudadera, las zapatillas y se puso sobre mí. Se quedó unos segundos mirándome mientras se soltaba la coleta y después se atusó el pelo con la mano para darse volumen. Me agarró la cara con las manos y me dio un tierno beso en la boca.
―¿Todo bien? ―preguntó.
―Sí, ¿por?
―Sé que estos días no han sido nada fáciles para ti, y lo entiendo, pero… aquí estoy, ya te aseguré que entre Javier y yo no iba a pasar nada, nunca más…
―Me encanta que estemos así ―dije palpando sus pechos por encima de la camiseta blanca.
―Ahora espero que confíes en mí, creo que me lo he ganado, ¿no?
―Sí, aunque bueno, vamos poco a poco, todavía está muy reciente lo de la otra vez, apenas han pasado cuatro meses. Tienes que comprender que me ponga muy nervioso cuando… sales de viaje con él…
―Lo entiendo, y espero que se te vayan pasando esos nervios, ya verás como sí… en cuanto hagamos dos o tres viajes más. De verdad, quiero que lo nuestro funcione.
―Llegaste tarde el jueves…, eran más de la una y me preocupé…
―Me invitó a cenar y luego… nos tomamos una copa. Solo fue eso, nada más.
―Mientras esperaba tu mensaje por la noche, ufff, ¡estaba muerto de miedo!…, y cuanto más tiempo pasaba, peor…
―Lo siento, no pensé que se nos iba a hacer tan tarde.
―¿Y no intentó Javier nada contigo?, sé sincera, por favor…, te invitó a cenar, luego a tomar una copa, lo normal es que te entrara y más conociendo cómo es, no sería nada extraño, ¿no?
―Solo tomamos algo mientras hablábamos del trabajo y, al volver al hotel, pues cada uno a su habitación… ¿Entonces, estabas muy nervioso mientras esperabas mi llamada? ―me preguntó pasándome el dedo por los labios y luego agachándose para darme un beso con lengua y volver a recuperar su posición.
―Sí, estaba muy nervioso…, muchísimo…
Sara se movió sobre mí tímidamente, pero lo suficiente para que con un par de leves roces de nuestros cuerpos mi polla empezara a crecer bajo los pantalones.
―¿Y esa noche, aparte de nervioso, también estabas excitado? Y ahora soy yo la que te pide que seas sincero… ―me soltó Sara.
―Noooo, ¿cómo iba a estar así sabiendo que el cabrón de Javier quería llevarte a la cama?
―Pero ahora sí lo estás, pensándolo. ―Y me cogió una mano e hizo que se la metiera por debajo de la camiseta.
Apreté un pecho con fuerza y Sara jadeó en mi cuello. No me gustaba nada por dónde iba la conversación y, sin embargo, cada vez la tenía más dura. Sara se movía más deprisa y los gemidos que me soltaba en el oído mientras susurraba me estaban volviendo loco.
―¿Seguro que no intentó nada?, no me creo que te invitara solo a una copa… ―insistí de nuevo.
―Parece que estás deseando que te diga lo contrario, y eso te pondría muuuy cachondo, ¿pues sabes una cosa?, sí, quiso ligar conmigo, ¿contento?
―Joder, Sara…, ¡lo sabía!, ¿por qué me lo has ocultado?, es que así no voy a poder confiar nunca en ti… si no me dices las cosas…
―¡No te lo he dicho para que no te enfades!, ¿vale?, mira cómo te has puesto, pero no pasó nada entre nosotros, ¡¡nada!!
―¿Y qué te dijo ese cabrón?
El coño de Sara se frotaba sobre mí con movimientos cortos y rápidos, y el recordar aquella noche encendió definitivamente a mi chica, que se quitó la camiseta y se quedó desnuda de cintura para arriba.
―Mmmm, cuando estábamos en la barra me quiso besar, no me lo esperaba, pero me aparté… y le pedí que a partir de ahora solo tuviéramos una «relación profesional».
―¿Y qué te dijo?
―No se lo tomó muy bien, pero me dio igual, ¡que le den por el culo!, se debía pensar que me iba a dejar avasallar…
―¿Y tú estabas tranquila?, debió ser un poco violento que Javier, bueno…, que se te echara encima…
―Quizás fue culpa mía y me malinterpretó…
―¡No digas eso!, tú no hiciste nada malo…, ¿no?
―Bueno, estábamos allí hablando, y ya sabes, la música, había buen rollo entre nosotros, estábamos muy contentos por la auditoría, aunque no lo provoqué…
―¿Y en ese momento intentó besarte?
―Sí, y me aparté, puajjj, no me gustó nada sentir sus labios en mi mejilla cuando giré la cara…
―¡Qué hijo de puta!, ¿y luego os fuisteis?
―Sí, como no quise tema con él, pues la cosa se quedó un poco rara entre nosotros y…
―Le cortaste el rollo, ¡que se joda!
―Y luego volvimos al hotel.
―¿Ya no te dijo nada?
―No.
―¿Y si lo hubiera hecho?
―¿Cómo que si lo hubiera hecho?
―Pues eso, te podría haber invitado a su habitación…, el muy cabrón, cuando quiere, se puede poner muy pesado…, y seguro que tenía ganas de follarte…
―No lo hizo y mejor así, o se habría llevado otro corte…
―Dos humillaciones hubieran sido demasiado para él.
―¡Exacto!
―¿Ves?, ya me lo has contado y no ha pasado nada, pero si me ocultas estas cosas es quizás cuando…
―No lo volveré a hacer, te lo prometo…, y ahora, además, me alegra habértelo contado, porque parece que la tienes muuucho más dura…
―No la tengo así por la historia, tonta, sino por tener estas delante ―dije incorporándome un poco y besando la cara interna de sus tetazas.
―Y ahora que ha pasado la amenaza de Javier, quizás deberías preocuparte de otra persona…
―¿Cómo dices? ―pregunté sin saber a qué se refería.
―Acertaste de pleno ―afirmó Sara, y yo seguía sin entender nada.
―¿Que acerté el qué…?
―Lo que me dijiste el otro día en mi casa, de que ella era bi…
―No te pillo, Sara, que era bi…
―¿No sabes de quién te hablo?
―Pues no.
―¿Ayer con quién salí de fiesta?
―¿Jessica?, ¿qué pasa con ella?…, aaaaah…
―¿Tú qué crees? Anoche, al volver a casa, bueno…, también quiso enrollarse conmigo…
―¿Quééé?, aaaah, pero ¿me lo dices en serio?, joder, Sara, todo el mundo quiere follarte, es que no es ni medio normal lo buena que estás… Y no me digas que la influencer se lo quiso montar contigo…
―Sí, fue un poco raro. Si quieres, te lo cuento, seguro que eso todavía te pone más… cerdo.
―Ufff, Sara…
―Cuando llegamos de fiesta, fuimos a su cuarto, me dijo que una marca le había mandado unos conjuntitos de lencería y tal… y así, entre bromas, me sugirió que si nos los probábamos…
―Esa lo que quería era verte desnuda…
―Sí, tal cual.
―¿Y lo hiciste?
―Sí, me pareció gracioso…, la verdad es que los conjuntos eran muy monos, pero claro, yo soy algo más alta que ella y tengo más pecho, y se los envían con su talla, le dije que no me iban a valer…
―Joder…, ¡es la hostia!
―¿Te pone cachondo esto?
―Bufff, ni te imaginas…
―O sea, que si estoy con una tía eso te pone, pero con Javier no…, y sería una infidelidad igual, ¿no?
―No, eeeeh, sí, bueno…, no sé…
―Ah, que no te importa si me enrollo con Jessica.
―Sí, claro que me importa, no te habrás liado con ella, ¿no?
―Casi…
―¿Cómo?
―Es una cabrona, no veas qué caliente iba y yo…, entre salir de fiesta, que me pone mucho, y que también reconozco que el viaje a Valencia con Javier me supuso mucha tensión…, al final me dejé llevar un poquito…, me liberé por así decirlo…
―Bueno, bueno, me estás asustando, Sara, explícate…
―Pues sacó los modelitos y los dejó encima de la cama, enseguida se quitó la parte de arriba y se quedó desnuda…
―¿Jessica se te desnudó así?, ¿de buenas a primeras?
―No, solo la parte de arriba…
―Ah, que solo se quedó en tetas, vale, vale, ya estoy más tranquilo, joder, Sara, que esa lo que quería…
―Me pilló por sorpresa…, aunque la situación tenía su morbillo, a mí no me gustan las tías, ya lo sabes, pero Jessica tiene unas tetas muy bonitas, morenas, pequeñas y naturales…, y yo siempre he sido muy seguidora de ella y, de repente, allí la tenía delante de mí, medio desnuda en su habitación y ella como si nada…
―Uf, ¿y, entonces, tenía buenas tetas?
―Sí, ya te lo he dicho, no es que fueran muy grandes, pero las tenía muy bien puestas…
―Mmmmm, pero donde estén las tuyas, ¡estas son increíbles! ―exclamé sopesándolas con las dos manos.
―¿Quieres que siga con lo que pasó ayer con Jessica?
―Sí…, por favor…
―Después me preguntó si yo no me quitaba la camisa, me daba mucha vergüenza hacerlo delante de ella, no llevaba sujetador y…
―¡Uffff, qué cachondo me estás poniendo, Sara!…
―Y al principio me corté bastante, pero Jessica seguía a lo suyo, luego se quitó la falda y las braguitas y…
―¿Se desnudó del todo?
―Sí…
―Y… ¿le viste el…?
―¿Coño?, pues claro, estaba a mi lado, ¿cómo no se lo iba a ver?, además, se puso de rodillas encima de la cama para empezar a probarse el primer modelito…
―Mmmmm…, sigue…, ¿y tú se lo miraste?, ¿lo llevaba depilado?
―Eres un cerdo, ¿ahora quieres saber si Jessica tiene el coñito depilado?, pues no te lo voy a decir, te vas a quedar con las ganas de saber que tiene el coñito sin un solo pelo…, igualito que el mío. ―Y exageró el movimiento de vaivén mientras me cabalgaba todavía con los vaqueros puestos.
―Pufff, como sigas así, voy a explotar, cuéntame más, ¿qué pasó luego?
―Que se puso el primer conjuntito, era blanco, con sus medias y ligueros, y luego…, me pidió que le hiciera unas fotos, así sensuales, revolcándose en la cama…
―¿Y lo hiciste?
―Sí…
―¿Te puso cachonda hacerle fotos de esa manera?
―Un poco sí, reconozco que tenía su morbo…
―Sigue, Sara, cuéntame más…
―Yo ya veía sus intenciones, aquello no podía terminar nada bien, y entonces Jessica sacó otro modelo, uno negro con puntitos y unos adornos rojos, y me pidió que me lo probara…
―Y lo hiciste…
―Sí.
―¿Delante de ella?
―Claro. Salí de la cama y me lo probé de pie. Me dijo que tenía unas tetas muy bonitas… y luego vino tras de mí y me hizo ponerme frente al espejo, y entonces…, ¡uffff, qué ganas tengo de que me folles!
―Y una mierda, no me dejes así, ahora, sigueee…
―Se puso detrás y me sobó las tetas, me dijo que me quedaba de maravilla el conjuntito, que me lo regalaba.
―¿Te tocó las tetas?
―Sí, un poquito, mientras nos mirábamos en el espejo…
―JO-DER…, ¿y tenía razón?, ¿te quedaba bien?, yo nunca te he visto con una cosa de esas puesta…
―Debía ser una talla más pequeño, el tanga me daba igual, aunque me apretaba la goma en las caderas, pero por arriba, apenas me las podía sostener, se me salían por todas partes…
―Mmmmm…
―Y Jessica detrás de mí, sobándomelas, luego bajó las manos para apretarme el culo y me dijo que «estaba muy buena», me dio mucha vergüenza e intenté disimular apartándome de ella…, y después sugirió que nos probáramos el resto de conjuntitos, total, ya me había visto desnuda y me dio igual…
―Vaya historia…
Con un pequeño ronroneo incrementó el ritmo al que me cabalgaba. Sara tenía razón, no me afectaba igual cuando me contaba lo de Javier que lo de Jessica. Que jugueteara así con otra chica no lo consideraba una infidelidad. Al menos de momento. Lo único que tenía claro es que ya tenía la polla a punto de reventar…, y es que no me acostumbraba al cuerpazo de Sara, me excitaba tantísimo tenerla desnuda sobre mí, que era algo que no podía controlar.
Y ella seguía frotándose como si me estuviera follando, en un lento vaivén mientras me relataba lo que había hecho con su compañera de piso.
―Mmmm, nos probamos todos los modelitos, incluso nos los intercambiamos… ―susurró, haciendo que todavía se me pusiera más dura imaginándome a Sara y Jessica desnudas en su lujoso piso, probándose braguitas y sujetadores, dándose besos en broma, y magreándose las tetas y el culo.
―¿Y te pusiste cachonda?
―Sí, pero solo un poquito, Jessica no dejaba de tocarme y me miraba de una manera que…
―Uffff…
―¡Menudo vicio tiene!
―Le dan igual hombres o mujeres ―comenté yo.
―Aunque el que me da pena es su novio, mmmm, no es más que un pobre cornudo… ―murmuró mi chica.
―Mmmm, Sara, para un poquito o vas a hacer que me corra…
―Ni se te ocurra, estoy taaaan caliente…, ¡quiero que me folles!… y todavía no te he dado la sorpresa…
―¿Cuál es la sorpresa?
―Tendrás que esperar un poquito ―dijo deteniendo sus movimientos y poniéndose de pie―, no te muevas… ―Y salió del salón mostrándome la espalda.
Me dejó nervioso y temblando por la historia que me acababa de contar. Todavía tenía el corazón acelerado cuando había llegado a la parte en la que Javier intentó besarla y ella lo había rechazado. Pensé que Sara la había vuelto a fastidiar, pero, según ella, no había pasado nada con el jefe, y tan solo había tonteado con su compañera de piso, con la que se estuvo probando varios modelos de lencería al regresar de su noche de fiesta.
Diez minutos después apareció Sara con uno de esos conjuntitos. Debía ser el primero que se puso, el que le regaló Jessica, el negro con puntitos y unos adornos rojos. Llevaba unas medias hasta medio muslo, ligueros y zapatos de tacón. Tenía razón en que le quedaba un poco pequeño, y eso hacía que todavía estuviera más impresionante.
Caminó hacia mí y las tetas le botaron descontroladas, apenas le cabían en esas copas, y a un metro se giró y me mostró su culazo, cubierto por un fino tanguita.
―¿Me queda bien?
―¡¡La madre que lo parió!! ―exclamé―, ¿que si te queda bien?, joder, Sara, ¡es la puta hostia!
―Mmmm, ya veo que te ha gustado… ―Y volvió a la posición anterior, levantando una pierna y sentándose sobre mi regazo.
Apoyé las dos manos en su culo y Sara se inclinó para restregarme los pechos por la cara.
―¿Quieres follarme?
―¿Y todavía lo preguntas?
―Me ha puesto muy cachonda ponerme esto para ti, no estoy acostumbrada a llevar estas cosas…
―Pues deberías ponértelas más a menudo…, ¡no puedes estar más sexy!
―Mmmmm, estoy demasiado caliente, quiero que me folles ya ―me pidió pasándome los dos brazos por los hombros y acariciándome el pelo.
Yo tampoco estaba para perder tiempo y me desabroché el pantalón. Sara tuvo que levantarse un poquito para que pudiera sacarme la polla y cuando lo hice, se volvió a dejar caer y me la aplastó apoyando sus glúteos en mis pelotas.
―¿Y seguro que no pasó nada más con Jessica?, ¿debíais estar muy cachondas? ―insistí un poquito más―, ¿no intentó besarte de nuevo?
―Buenoooo, puede que alguna vez más…
―Mmmmm, y la rechazaste, claro…
―Por supuesto…, ¿o te hubiera gustado que me enrollara con ella?
―Uf, no, Sara, eso no…
―La muy puta quería comerme… enterita…
―Joder…
―Y yo estaba taaan caliente, estuve a punto de dejarme llevar…
―Para, para…
―Me podría haber tumbado en su cama y dejar que hiciera conmigo lo que quisiera…
―Mmmmm, ¡voy a follarte, voy a follarte!
―Vamos, eso es lo que quiero…, ¿sientes lo mojada que estoy?
―Sí…
Sara me desmontó y se dejó caer en el sofá bocarriba, con las piernas abiertas. Tiró de su tanguita hacia un lado y me mostró su coño, húmedo, abierto, depilado e impaciente por recibirme.
―Vete a por un condón y me follas… ―jadeó cerrando los ojos.
Salí disparado hacia la habitación, cogí un preservativo de mi mesilla y me lo fui poniendo por el pasillo. Cuando regresé de nuevo al salón, ya estaba desnudo y con la polla en la mano. Me dejé caer sobre Sara y acerté a la primera clavándosela hasta el fondo.
En un minuto ya me había corrido dentro de ella, dejando a Sara sofocada, con las manos en mis glúteos y los pezones bien erectos. Dejó que cogiera aire unos segundos y luego me ordenó que me saliera.
Era su momento.
―Ahora me lo vas a comer, pero no tengas prisa, lo quiero disfrutar, y ni se te ocurra utilizar las manos, quiero que lo chupes por encima de la tela del tanguita hasta que me corra, ¿creés que lo podrás conseguir? ―me preguntó acariciándose los pechos, que ya se había sacado de las copas.
Me puse de rodillas sobre ella, mirándola bien y me encontré a Sara con ese conjuntito supersensual, con esas medias tan sexis, jugando con sus tetazas, abierta de piernas… Podría habérmela follado otra vez, pues no se me había bajado después de correrme, pero hice caso a lo que me pidió.
Y metí la cabeza entre sus piernas…
Al día siguiente fuimos juntos al trabajo desde mi casa, era una gozada comenzar el día pegándome una ducha con Sara y después desayunando con ella.
Estaba claro que había vuelto a enamorarme de esa jovencita, si es que alguna vez no lo había estado, y nos encontrábamos en nuestro mejor momento como pareja. En lo personal, me había integrado a la perfección con su grupo de amigos, conocía a sus padres, ya dormíamos juntos muchas veces, sobre todo en fines de semana y mis hijas adoraban a Sara, a la que veían como una amiga, más que como a una segunda madre.
En el plano sexual me encantaba cómo me sometía Sara y yo dejaba que me humillara, era algo que no me importaba en absoluto; es más, me encantaba, y mientras no me fuera infiel, lo podía soportar sin problemas. Lo único que me preocupaba es que el peligro ya rondaba por todas partes; si salía de fiesta con sus amigos, ahí estaba la amenaza de Álvaro; cuando estaba en casa, su compañera de piso, Jessica; en el trabajo, cada poquito tendría que viajar con Javier…
Y esa inquietud era muy difícil sacármela de la cabeza.
En cuanto llegamos al trabajo, nos comentaron que esa semana yo tenía auditoría externa con Javier. ¡Qué casualidad! Era el momento de comprobar si lo que me había contado Sara sobre su viaje de tres días era verdad. No tenía ninguna duda de que, si había pasado algo entre ellos en Valencia, Javier me lo iba a contar con todo detalle.
Y con esos nervios en el estómago, el miércoles, a primera hora, salí de viaje con Javier…