La tentación de Sara

Yo siento ser pesimista, pero mucho me temo que esto no va a terminar bien.
Entre que Javier es un cerdo y que Sara es una ninfómana me temo que al final cae. Y veremos a ver la sorpresita.
Yo casi me conformaría con que termine, que a este paso, no sé yo si...

Más que pesimistas somos realistas, constatando hechos que nos han mostrado la verdadera Sara, y me temo que no se ve bien para Pablo, viendo su alto nivel de tolerancia me conformo con que no termine siendo el juguete sexual de Sara y sus amantes.
 
Yo sigo creyendo que en este viaje no va a pasar nada, lo que significará agravar lo inevitable
 
Capítulo 33




Entré en casa prácticamente temblando. Sin tiempo que perder fuimos al salón y nos sentamos en el sofá. Sara se quitó la sudadera, las zapatillas y se puso sobre mí. Se quedó unos segundos mirándome mientras se soltaba la coleta y después se atusó el pelo con la mano para darse volumen. Me agarró la cara con las manos y me dio un tierno beso en la boca.

―¿Todo bien? ―preguntó.
―Sí, ¿por?
―Sé que estos días no han sido nada fáciles para ti, y lo entiendo, pero… aquí estoy, ya te aseguré que entre Javier y yo no iba a pasar nada, nunca más…
―Me encanta que estemos así ―dije palpando sus pechos por encima de la camiseta blanca.
―Ahora espero que confíes en mí, creo que me lo he ganado, ¿no?
―Sí, aunque bueno, vamos poco a poco, todavía está muy reciente lo de la otra vez, apenas han pasado cuatro meses. Tienes que comprender que me ponga muy nervioso cuando… sales de viaje con él…
―Lo entiendo, y espero que se te vayan pasando esos nervios, ya verás como sí… en cuanto hagamos dos o tres viajes más. De verdad, quiero que lo nuestro funcione.
―Llegaste tarde el jueves…, eran más de la una y me preocupé…
―Me invitó a cenar y luego… nos tomamos una copa. Solo fue eso, nada más.
―Mientras esperaba tu mensaje por la noche, ufff, ¡estaba muerto de miedo!…, y cuanto más tiempo pasaba, peor…
―Lo siento, no pensé que se nos iba a hacer tan tarde.
―¿Y no intentó Javier nada contigo?, sé sincera, por favor…, te invitó a cenar, luego a tomar una copa, lo normal es que te entrara y más conociendo cómo es, no sería nada extraño, ¿no?
―Solo tomamos algo mientras hablábamos del trabajo y, al volver al hotel, pues cada uno a su habitación… ¿Entonces, estabas muy nervioso mientras esperabas mi llamada? ―me preguntó pasándome el dedo por los labios y luego agachándose para darme un beso con lengua y volver a recuperar su posición.
―Sí, estaba muy nervioso…, muchísimo…

Sara se movió sobre mí tímidamente, pero lo suficiente para que con un par de leves roces de nuestros cuerpos mi polla empezara a crecer bajo los pantalones.

―¿Y esa noche, aparte de nervioso, también estabas excitado? Y ahora soy yo la que te pide que seas sincero… ―me soltó Sara.
―Noooo, ¿cómo iba a estar así sabiendo que el cabrón de Javier quería llevarte a la cama?
―Pero ahora sí lo estás, pensándolo. ―Y me cogió una mano e hizo que se la metiera por debajo de la camiseta.

Apreté un pecho con fuerza y Sara jadeó en mi cuello. No me gustaba nada por dónde iba la conversación y, sin embargo, cada vez la tenía más dura. Sara se movía más deprisa y los gemidos que me soltaba en el oído mientras susurraba me estaban volviendo loco.

―¿Seguro que no intentó nada?, no me creo que te invitara solo a una copa… ―insistí de nuevo.
―Parece que estás deseando que te diga lo contrario, y eso te pondría muuuy cachondo, ¿pues sabes una cosa?, sí, quiso ligar conmigo, ¿contento?
―Joder, Sara…, ¡lo sabía!, ¿por qué me lo has ocultado?, es que así no voy a poder confiar nunca en ti… si no me dices las cosas…
―¡No te lo he dicho para que no te enfades!, ¿vale?, mira cómo te has puesto, pero no pasó nada entre nosotros, ¡¡nada!!
―¿Y qué te dijo ese cabrón?

El coño de Sara se frotaba sobre mí con movimientos cortos y rápidos, y el recordar aquella noche encendió definitivamente a mi chica, que se quitó la camiseta y se quedó desnuda de cintura para arriba.

―Mmmm, cuando estábamos en la barra me quiso besar, no me lo esperaba, pero me aparté… y le pedí que a partir de ahora solo tuviéramos una «relación profesional».
―¿Y qué te dijo?
―No se lo tomó muy bien, pero me dio igual, ¡que le den por el culo!, se debía pensar que me iba a dejar avasallar…
―¿Y tú estabas tranquila?, debió ser un poco violento que Javier, bueno…, que se te echara encima…
―Quizás fue culpa mía y me malinterpretó…
―¡No digas eso!, tú no hiciste nada malo…, ¿no?
―Bueno, estábamos allí hablando, y ya sabes, la música, había buen rollo entre nosotros, estábamos muy contentos por la auditoría, aunque no lo provoqué…
―¿Y en ese momento intentó besarte?
―Sí, y me aparté, puajjj, no me gustó nada sentir sus labios en mi mejilla cuando giré la cara…
―¡Qué hijo de puta!, ¿y luego os fuisteis?
―Sí, como no quise tema con él, pues la cosa se quedó un poco rara entre nosotros y…
―Le cortaste el rollo, ¡que se joda!
―Y luego volvimos al hotel.
―¿Ya no te dijo nada?
―No.
―¿Y si lo hubiera hecho?
―¿Cómo que si lo hubiera hecho?
―Pues eso, te podría haber invitado a su habitación…, el muy cabrón, cuando quiere, se puede poner muy pesado…, y seguro que tenía ganas de follarte…
―No lo hizo y mejor así, o se habría llevado otro corte…
―Dos humillaciones hubieran sido demasiado para él.
―¡Exacto!
―¿Ves?, ya me lo has contado y no ha pasado nada, pero si me ocultas estas cosas es quizás cuando…
―No lo volveré a hacer, te lo prometo…, y ahora, además, me alegra habértelo contado, porque parece que la tienes muuucho más dura…
―No la tengo así por la historia, tonta, sino por tener estas delante ―dije incorporándome un poco y besando la cara interna de sus tetazas.
―Y ahora que ha pasado la amenaza de Javier, quizás deberías preocuparte de otra persona…
―¿Cómo dices? ―pregunté sin saber a qué se refería.
―Acertaste de pleno ―afirmó Sara, y yo seguía sin entender nada.
―¿Que acerté el qué…?
―Lo que me dijiste el otro día en mi casa, de que ella era bi…
―No te pillo, Sara, que era bi…
―¿No sabes de quién te hablo?
―Pues no.
―¿Ayer con quién salí de fiesta?
―¿Jessica?, ¿qué pasa con ella?…, aaaaah…
―¿Tú qué crees? Anoche, al volver a casa, bueno…, también quiso enrollarse conmigo…
―¿Quééé?, aaaah, pero ¿me lo dices en serio?, joder, Sara, todo el mundo quiere follarte, es que no es ni medio normal lo buena que estás… Y no me digas que la influencer se lo quiso montar contigo…
―Sí, fue un poco raro. Si quieres, te lo cuento, seguro que eso todavía te pone más… cerdo.
―Ufff, Sara…
―Cuando llegamos de fiesta, fuimos a su cuarto, me dijo que una marca le había mandado unos conjuntitos de lencería y tal… y así, entre bromas, me sugirió que si nos los probábamos…
―Esa lo que quería era verte desnuda…
―Sí, tal cual.
―¿Y lo hiciste?
―Sí, me pareció gracioso…, la verdad es que los conjuntos eran muy monos, pero claro, yo soy algo más alta que ella y tengo más pecho, y se los envían con su talla, le dije que no me iban a valer…
―Joder…, ¡es la hostia!
―¿Te pone cachondo esto?
―Bufff, ni te imaginas…
―O sea, que si estoy con una tía eso te pone, pero con Javier no…, y sería una infidelidad igual, ¿no?
―No, eeeeh, sí, bueno…, no sé…
―Ah, que no te importa si me enrollo con Jessica.
―Sí, claro que me importa, no te habrás liado con ella, ¿no?
―Casi…
―¿Cómo?
―Es una cabrona, no veas qué caliente iba y yo…, entre salir de fiesta, que me pone mucho, y que también reconozco que el viaje a Valencia con Javier me supuso mucha tensión…, al final me dejé llevar un poquito…, me liberé por así decirlo…
―Bueno, bueno, me estás asustando, Sara, explícate…
―Pues sacó los modelitos y los dejó encima de la cama, enseguida se quitó la parte de arriba y se quedó desnuda…
―¿Jessica se te desnudó así?, ¿de buenas a primeras?
―No, solo la parte de arriba…
―Ah, que solo se quedó en tetas, vale, vale, ya estoy más tranquilo, joder, Sara, que esa lo que quería…
―Me pilló por sorpresa…, aunque la situación tenía su morbillo, a mí no me gustan las tías, ya lo sabes, pero Jessica tiene unas tetas muy bonitas, morenas, pequeñas y naturales…, y yo siempre he sido muy seguidora de ella y, de repente, allí la tenía delante de mí, medio desnuda en su habitación y ella como si nada…
―Uf, ¿y, entonces, tenía buenas tetas?
―Sí, ya te lo he dicho, no es que fueran muy grandes, pero las tenía muy bien puestas…
―Mmmmm, pero donde estén las tuyas, ¡estas son increíbles! ―exclamé sopesándolas con las dos manos.
―¿Quieres que siga con lo que pasó ayer con Jessica?
―Sí…, por favor…
―Después me preguntó si yo no me quitaba la camisa, me daba mucha vergüenza hacerlo delante de ella, no llevaba sujetador y…
―¡Uffff, qué cachondo me estás poniendo, Sara!…
―Y al principio me corté bastante, pero Jessica seguía a lo suyo, luego se quitó la falda y las braguitas y…
―¿Se desnudó del todo?
―Sí…
―Y… ¿le viste el…?
―¿Coño?, pues claro, estaba a mi lado, ¿cómo no se lo iba a ver?, además, se puso de rodillas encima de la cama para empezar a probarse el primer modelito…
―Mmmmm…, sigue…, ¿y tú se lo miraste?, ¿lo llevaba depilado?
―Eres un cerdo, ¿ahora quieres saber si Jessica tiene el coñito depilado?, pues no te lo voy a decir, te vas a quedar con las ganas de saber que tiene el coñito sin un solo pelo…, igualito que el mío. ―Y exageró el movimiento de vaivén mientras me cabalgaba todavía con los vaqueros puestos.
―Pufff, como sigas así, voy a explotar, cuéntame más, ¿qué pasó luego?
―Que se puso el primer conjuntito, era blanco, con sus medias y ligueros, y luego…, me pidió que le hiciera unas fotos, así sensuales, revolcándose en la cama…
―¿Y lo hiciste?
―Sí…
―¿Te puso cachonda hacerle fotos de esa manera?
―Un poco sí, reconozco que tenía su morbo…
―Sigue, Sara, cuéntame más…
―Yo ya veía sus intenciones, aquello no podía terminar nada bien, y entonces Jessica sacó otro modelo, uno negro con puntitos y unos adornos rojos, y me pidió que me lo probara…
―Y lo hiciste…
―Sí.
―¿Delante de ella?
―Claro. Salí de la cama y me lo probé de pie. Me dijo que tenía unas tetas muy bonitas… y luego vino tras de mí y me hizo ponerme frente al espejo, y entonces…, ¡uffff, qué ganas tengo de que me folles!
―Y una mierda, no me dejes así, ahora, sigueee…
―Se puso detrás y me sobó las tetas, me dijo que me quedaba de maravilla el conjuntito, que me lo regalaba.
―¿Te tocó las tetas?
―Sí, un poquito, mientras nos mirábamos en el espejo…
―JO-DER…, ¿y tenía razón?, ¿te quedaba bien?, yo nunca te he visto con una cosa de esas puesta…
―Debía ser una talla más pequeño, el tanga me daba igual, aunque me apretaba la goma en las caderas, pero por arriba, apenas me las podía sostener, se me salían por todas partes…
―Mmmmm…
―Y Jessica detrás de mí, sobándomelas, luego bajó las manos para apretarme el culo y me dijo que «estaba muy buena», me dio mucha vergüenza e intenté disimular apartándome de ella…, y después sugirió que nos probáramos el resto de conjuntitos, total, ya me había visto desnuda y me dio igual…
―Vaya historia…

Con un pequeño ronroneo incrementó el ritmo al que me cabalgaba. Sara tenía razón, no me afectaba igual cuando me contaba lo de Javier que lo de Jessica. Que jugueteara así con otra chica no lo consideraba una infidelidad. Al menos de momento. Lo único que tenía claro es que ya tenía la polla a punto de reventar…, y es que no me acostumbraba al cuerpazo de Sara, me excitaba tantísimo tenerla desnuda sobre mí, que era algo que no podía controlar.

Y ella seguía frotándose como si me estuviera follando, en un lento vaivén mientras me relataba lo que había hecho con su compañera de piso.

―Mmmm, nos probamos todos los modelitos, incluso nos los intercambiamos… ―susurró, haciendo que todavía se me pusiera más dura imaginándome a Sara y Jessica desnudas en su lujoso piso, probándose braguitas y sujetadores, dándose besos en broma, y magreándose las tetas y el culo.
―¿Y te pusiste cachonda?
―Sí, pero solo un poquito, Jessica no dejaba de tocarme y me miraba de una manera que…
―Uffff…
―¡Menudo vicio tiene!
―Le dan igual hombres o mujeres ―comenté yo.
―Aunque el que me da pena es su novio, mmmm, no es más que un pobre cornudo… ―murmuró mi chica.
―Mmmm, Sara, para un poquito o vas a hacer que me corra…
―Ni se te ocurra, estoy taaaan caliente…, ¡quiero que me folles!… y todavía no te he dado la sorpresa…
―¿Cuál es la sorpresa?
―Tendrás que esperar un poquito ―dijo deteniendo sus movimientos y poniéndose de pie―, no te muevas… ―Y salió del salón mostrándome la espalda.

Me dejó nervioso y temblando por la historia que me acababa de contar. Todavía tenía el corazón acelerado cuando había llegado a la parte en la que Javier intentó besarla y ella lo había rechazado. Pensé que Sara la había vuelto a fastidiar, pero, según ella, no había pasado nada con el jefe, y tan solo había tonteado con su compañera de piso, con la que se estuvo probando varios modelos de lencería al regresar de su noche de fiesta.

Diez minutos después apareció Sara con uno de esos conjuntitos. Debía ser el primero que se puso, el que le regaló Jessica, el negro con puntitos y unos adornos rojos. Llevaba unas medias hasta medio muslo, ligueros y zapatos de tacón. Tenía razón en que le quedaba un poco pequeño, y eso hacía que todavía estuviera más impresionante.

Caminó hacia mí y las tetas le botaron descontroladas, apenas le cabían en esas copas, y a un metro se giró y me mostró su culazo, cubierto por un fino tanguita.

―¿Me queda bien?
―¡¡La madre que lo parió!! ―exclamé―, ¿que si te queda bien?, joder, Sara, ¡es la puta hostia!
―Mmmm, ya veo que te ha gustado… ―Y volvió a la posición anterior, levantando una pierna y sentándose sobre mi regazo.

Apoyé las dos manos en su culo y Sara se inclinó para restregarme los pechos por la cara.

―¿Quieres follarme?
―¿Y todavía lo preguntas?
―Me ha puesto muy cachonda ponerme esto para ti, no estoy acostumbrada a llevar estas cosas…
―Pues deberías ponértelas más a menudo…, ¡no puedes estar más sexy!
―Mmmmm, estoy demasiado caliente, quiero que me folles ya ―me pidió pasándome los dos brazos por los hombros y acariciándome el pelo.

Yo tampoco estaba para perder tiempo y me desabroché el pantalón. Sara tuvo que levantarse un poquito para que pudiera sacarme la polla y cuando lo hice, se volvió a dejar caer y me la aplastó apoyando sus glúteos en mis pelotas.

―¿Y seguro que no pasó nada más con Jessica?, ¿debíais estar muy cachondas? ―insistí un poquito más―, ¿no intentó besarte de nuevo?
―Buenoooo, puede que alguna vez más…
―Mmmmm, y la rechazaste, claro…
―Por supuesto…, ¿o te hubiera gustado que me enrollara con ella?
―Uf, no, Sara, eso no…
―La muy puta quería comerme… enterita…
―Joder…
―Y yo estaba taaan caliente, estuve a punto de dejarme llevar…
―Para, para…
―Me podría haber tumbado en su cama y dejar que hiciera conmigo lo que quisiera…
―Mmmmm, ¡voy a follarte, voy a follarte!
―Vamos, eso es lo que quiero…, ¿sientes lo mojada que estoy?
―Sí…

Sara me desmontó y se dejó caer en el sofá bocarriba, con las piernas abiertas. Tiró de su tanguita hacia un lado y me mostró su coño, húmedo, abierto, depilado e impaciente por recibirme.

―Vete a por un condón y me follas… ―jadeó cerrando los ojos.

Salí disparado hacia la habitación, cogí un preservativo de mi mesilla y me lo fui poniendo por el pasillo. Cuando regresé de nuevo al salón, ya estaba desnudo y con la polla en la mano. Me dejé caer sobre Sara y acerté a la primera clavándosela hasta el fondo.

En un minuto ya me había corrido dentro de ella, dejando a Sara sofocada, con las manos en mis glúteos y los pezones bien erectos. Dejó que cogiera aire unos segundos y luego me ordenó que me saliera.

Era su momento.

―Ahora me lo vas a comer, pero no tengas prisa, lo quiero disfrutar, y ni se te ocurra utilizar las manos, quiero que lo chupes por encima de la tela del tanguita hasta que me corra, ¿creés que lo podrás conseguir? ―me preguntó acariciándose los pechos, que ya se había sacado de las copas.

Me puse de rodillas sobre ella, mirándola bien y me encontré a Sara con ese conjuntito supersensual, con esas medias tan sexis, jugando con sus tetazas, abierta de piernas… Podría habérmela follado otra vez, pues no se me había bajado después de correrme, pero hice caso a lo que me pidió.

Y metí la cabeza entre sus piernas…






Al día siguiente fuimos juntos al trabajo desde mi casa, era una gozada comenzar el día pegándome una ducha con Sara y después desayunando con ella.

Estaba claro que había vuelto a enamorarme de esa jovencita, si es que alguna vez no lo había estado, y nos encontrábamos en nuestro mejor momento como pareja. En lo personal, me había integrado a la perfección con su grupo de amigos, conocía a sus padres, ya dormíamos juntos muchas veces, sobre todo en fines de semana y mis hijas adoraban a Sara, a la que veían como una amiga, más que como a una segunda madre.

En el plano sexual me encantaba cómo me sometía Sara y yo dejaba que me humillara, era algo que no me importaba en absoluto; es más, me encantaba, y mientras no me fuera infiel, lo podía soportar sin problemas. Lo único que me preocupaba es que el peligro ya rondaba por todas partes; si salía de fiesta con sus amigos, ahí estaba la amenaza de Álvaro; cuando estaba en casa, su compañera de piso, Jessica; en el trabajo, cada poquito tendría que viajar con Javier…

Y esa inquietud era muy difícil sacármela de la cabeza.

En cuanto llegamos al trabajo, nos comentaron que esa semana yo tenía auditoría externa con Javier. ¡Qué casualidad! Era el momento de comprobar si lo que me había contado Sara sobre su viaje de tres días era verdad. No tenía ninguna duda de que, si había pasado algo entre ellos en Valencia, Javier me lo iba a contar con todo detalle.

Y con esos nervios en el estómago, el miércoles, a primera hora, salí de viaje con Javier…
 
Capítulo 33




Entré en casa prácticamente temblando. Sin tiempo que perder fuimos al salón y nos sentamos en el sofá. Sara se quitó la sudadera, las zapatillas y se puso sobre mí. Se quedó unos segundos mirándome mientras se soltaba la coleta y después se atusó el pelo con la mano para darse volumen. Me agarró la cara con las manos y me dio un tierno beso en la boca.

―¿Todo bien? ―preguntó.
―Sí, ¿por?
―Sé que estos días no han sido nada fáciles para ti, y lo entiendo, pero… aquí estoy, ya te aseguré que entre Javier y yo no iba a pasar nada, nunca más…
―Me encanta que estemos así ―dije palpando sus pechos por encima de la camiseta blanca.
―Ahora espero que confíes en mí, creo que me lo he ganado, ¿no?
―Sí, aunque bueno, vamos poco a poco, todavía está muy reciente lo de la otra vez, apenas han pasado cuatro meses. Tienes que comprender que me ponga muy nervioso cuando… sales de viaje con él…
―Lo entiendo, y espero que se te vayan pasando esos nervios, ya verás como sí… en cuanto hagamos dos o tres viajes más. De verdad, quiero que lo nuestro funcione.
―Llegaste tarde el jueves…, eran más de la una y me preocupé…
―Me invitó a cenar y luego… nos tomamos una copa. Solo fue eso, nada más.
―Mientras esperaba tu mensaje por la noche, ufff, ¡estaba muerto de miedo!…, y cuanto más tiempo pasaba, peor…
―Lo siento, no pensé que se nos iba a hacer tan tarde.
―¿Y no intentó Javier nada contigo?, sé sincera, por favor…, te invitó a cenar, luego a tomar una copa, lo normal es que te entrara y más conociendo cómo es, no sería nada extraño, ¿no?
―Solo tomamos algo mientras hablábamos del trabajo y, al volver al hotel, pues cada uno a su habitación… ¿Entonces, estabas muy nervioso mientras esperabas mi llamada? ―me preguntó pasándome el dedo por los labios y luego agachándose para darme un beso con lengua y volver a recuperar su posición.
―Sí, estaba muy nervioso…, muchísimo…

Sara se movió sobre mí tímidamente, pero lo suficiente para que con un par de leves roces de nuestros cuerpos mi polla empezara a crecer bajo los pantalones.

―¿Y esa noche, aparte de nervioso, también estabas excitado? Y ahora soy yo la que te pide que seas sincero… ―me soltó Sara.
―Noooo, ¿cómo iba a estar así sabiendo que el cabrón de Javier quería llevarte a la cama?
―Pero ahora sí lo estás, pensándolo. ―Y me cogió una mano e hizo que se la metiera por debajo de la camiseta.

Apreté un pecho con fuerza y Sara jadeó en mi cuello. No me gustaba nada por dónde iba la conversación y, sin embargo, cada vez la tenía más dura. Sara se movía más deprisa y los gemidos que me soltaba en el oído mientras susurraba me estaban volviendo loco.

―¿Seguro que no intentó nada?, no me creo que te invitara solo a una copa… ―insistí de nuevo.
―Parece que estás deseando que te diga lo contrario, y eso te pondría muuuy cachondo, ¿pues sabes una cosa?, sí, quiso ligar conmigo, ¿contento?
―Joder, Sara…, ¡lo sabía!, ¿por qué me lo has ocultado?, es que así no voy a poder confiar nunca en ti… si no me dices las cosas…
―¡No te lo he dicho para que no te enfades!, ¿vale?, mira cómo te has puesto, pero no pasó nada entre nosotros, ¡¡nada!!
―¿Y qué te dijo ese cabrón?

El coño de Sara se frotaba sobre mí con movimientos cortos y rápidos, y el recordar aquella noche encendió definitivamente a mi chica, que se quitó la camiseta y se quedó desnuda de cintura para arriba.

―Mmmm, cuando estábamos en la barra me quiso besar, no me lo esperaba, pero me aparté… y le pedí que a partir de ahora solo tuviéramos una «relación profesional».
―¿Y qué te dijo?
―No se lo tomó muy bien, pero me dio igual, ¡que le den por el culo!, se debía pensar que me iba a dejar avasallar…
―¿Y tú estabas tranquila?, debió ser un poco violento que Javier, bueno…, que se te echara encima…
―Quizás fue culpa mía y me malinterpretó…
―¡No digas eso!, tú no hiciste nada malo…, ¿no?
―Bueno, estábamos allí hablando, y ya sabes, la música, había buen rollo entre nosotros, estábamos muy contentos por la auditoría, aunque no lo provoqué…
―¿Y en ese momento intentó besarte?
―Sí, y me aparté, puajjj, no me gustó nada sentir sus labios en mi mejilla cuando giré la cara…
―¡Qué hijo de puta!, ¿y luego os fuisteis?
―Sí, como no quise tema con él, pues la cosa se quedó un poco rara entre nosotros y…
―Le cortaste el rollo, ¡que se joda!
―Y luego volvimos al hotel.
―¿Ya no te dijo nada?
―No.
―¿Y si lo hubiera hecho?
―¿Cómo que si lo hubiera hecho?
―Pues eso, te podría haber invitado a su habitación…, el muy cabrón, cuando quiere, se puede poner muy pesado…, y seguro que tenía ganas de follarte…
―No lo hizo y mejor así, o se habría llevado otro corte…
―Dos humillaciones hubieran sido demasiado para él.
―¡Exacto!
―¿Ves?, ya me lo has contado y no ha pasado nada, pero si me ocultas estas cosas es quizás cuando…
―No lo volveré a hacer, te lo prometo…, y ahora, además, me alegra habértelo contado, porque parece que la tienes muuucho más dura…
―No la tengo así por la historia, tonta, sino por tener estas delante ―dije incorporándome un poco y besando la cara interna de sus tetazas.
―Y ahora que ha pasado la amenaza de Javier, quizás deberías preocuparte de otra persona…
―¿Cómo dices? ―pregunté sin saber a qué se refería.
―Acertaste de pleno ―afirmó Sara, y yo seguía sin entender nada.
―¿Que acerté el qué…?
―Lo que me dijiste el otro día en mi casa, de que ella era bi…
―No te pillo, Sara, que era bi…
―¿No sabes de quién te hablo?
―Pues no.
―¿Ayer con quién salí de fiesta?
―¿Jessica?, ¿qué pasa con ella?…, aaaaah…
―¿Tú qué crees? Anoche, al volver a casa, bueno…, también quiso enrollarse conmigo…
―¿Quééé?, aaaah, pero ¿me lo dices en serio?, joder, Sara, todo el mundo quiere follarte, es que no es ni medio normal lo buena que estás… Y no me digas que la influencer se lo quiso montar contigo…
―Sí, fue un poco raro. Si quieres, te lo cuento, seguro que eso todavía te pone más… cerdo.
―Ufff, Sara…
―Cuando llegamos de fiesta, fuimos a su cuarto, me dijo que una marca le había mandado unos conjuntitos de lencería y tal… y así, entre bromas, me sugirió que si nos los probábamos…
―Esa lo que quería era verte desnuda…
―Sí, tal cual.
―¿Y lo hiciste?
―Sí, me pareció gracioso…, la verdad es que los conjuntos eran muy monos, pero claro, yo soy algo más alta que ella y tengo más pecho, y se los envían con su talla, le dije que no me iban a valer…
―Joder…, ¡es la hostia!
―¿Te pone cachondo esto?
―Bufff, ni te imaginas…
―O sea, que si estoy con una tía eso te pone, pero con Javier no…, y sería una infidelidad igual, ¿no?
―No, eeeeh, sí, bueno…, no sé…
―Ah, que no te importa si me enrollo con Jessica.
―Sí, claro que me importa, no te habrás liado con ella, ¿no?
―Casi…
―¿Cómo?
―Es una cabrona, no veas qué caliente iba y yo…, entre salir de fiesta, que me pone mucho, y que también reconozco que el viaje a Valencia con Javier me supuso mucha tensión…, al final me dejé llevar un poquito…, me liberé por así decirlo…
―Bueno, bueno, me estás asustando, Sara, explícate…
―Pues sacó los modelitos y los dejó encima de la cama, enseguida se quitó la parte de arriba y se quedó desnuda…
―¿Jessica se te desnudó así?, ¿de buenas a primeras?
―No, solo la parte de arriba…
―Ah, que solo se quedó en tetas, vale, vale, ya estoy más tranquilo, joder, Sara, que esa lo que quería…
―Me pilló por sorpresa…, aunque la situación tenía su morbillo, a mí no me gustan las tías, ya lo sabes, pero Jessica tiene unas tetas muy bonitas, morenas, pequeñas y naturales…, y yo siempre he sido muy seguidora de ella y, de repente, allí la tenía delante de mí, medio desnuda en su habitación y ella como si nada…
―Uf, ¿y, entonces, tenía buenas tetas?
―Sí, ya te lo he dicho, no es que fueran muy grandes, pero las tenía muy bien puestas…
―Mmmmm, pero donde estén las tuyas, ¡estas son increíbles! ―exclamé sopesándolas con las dos manos.
―¿Quieres que siga con lo que pasó ayer con Jessica?
―Sí…, por favor…
―Después me preguntó si yo no me quitaba la camisa, me daba mucha vergüenza hacerlo delante de ella, no llevaba sujetador y…
―¡Uffff, qué cachondo me estás poniendo, Sara!…
―Y al principio me corté bastante, pero Jessica seguía a lo suyo, luego se quitó la falda y las braguitas y…
―¿Se desnudó del todo?
―Sí…
―Y… ¿le viste el…?
―¿Coño?, pues claro, estaba a mi lado, ¿cómo no se lo iba a ver?, además, se puso de rodillas encima de la cama para empezar a probarse el primer modelito…
―Mmmmm…, sigue…, ¿y tú se lo miraste?, ¿lo llevaba depilado?
―Eres un cerdo, ¿ahora quieres saber si Jessica tiene el coñito depilado?, pues no te lo voy a decir, te vas a quedar con las ganas de saber que tiene el coñito sin un solo pelo…, igualito que el mío. ―Y exageró el movimiento de vaivén mientras me cabalgaba todavía con los vaqueros puestos.
―Pufff, como sigas así, voy a explotar, cuéntame más, ¿qué pasó luego?
―Que se puso el primer conjuntito, era blanco, con sus medias y ligueros, y luego…, me pidió que le hiciera unas fotos, así sensuales, revolcándose en la cama…
―¿Y lo hiciste?
―Sí…
―¿Te puso cachonda hacerle fotos de esa manera?
―Un poco sí, reconozco que tenía su morbo…
―Sigue, Sara, cuéntame más…
―Yo ya veía sus intenciones, aquello no podía terminar nada bien, y entonces Jessica sacó otro modelo, uno negro con puntitos y unos adornos rojos, y me pidió que me lo probara…
―Y lo hiciste…
―Sí.
―¿Delante de ella?
―Claro. Salí de la cama y me lo probé de pie. Me dijo que tenía unas tetas muy bonitas… y luego vino tras de mí y me hizo ponerme frente al espejo, y entonces…, ¡uffff, qué ganas tengo de que me folles!
―Y una mierda, no me dejes así, ahora, sigueee…
―Se puso detrás y me sobó las tetas, me dijo que me quedaba de maravilla el conjuntito, que me lo regalaba.
―¿Te tocó las tetas?
―Sí, un poquito, mientras nos mirábamos en el espejo…
―JO-DER…, ¿y tenía razón?, ¿te quedaba bien?, yo nunca te he visto con una cosa de esas puesta…
―Debía ser una talla más pequeño, el tanga me daba igual, aunque me apretaba la goma en las caderas, pero por arriba, apenas me las podía sostener, se me salían por todas partes…
―Mmmmm…
―Y Jessica detrás de mí, sobándomelas, luego bajó las manos para apretarme el culo y me dijo que «estaba muy buena», me dio mucha vergüenza e intenté disimular apartándome de ella…, y después sugirió que nos probáramos el resto de conjuntitos, total, ya me había visto desnuda y me dio igual…
―Vaya historia…

Con un pequeño ronroneo incrementó el ritmo al que me cabalgaba. Sara tenía razón, no me afectaba igual cuando me contaba lo de Javier que lo de Jessica. Que jugueteara así con otra chica no lo consideraba una infidelidad. Al menos de momento. Lo único que tenía claro es que ya tenía la polla a punto de reventar…, y es que no me acostumbraba al cuerpazo de Sara, me excitaba tantísimo tenerla desnuda sobre mí, que era algo que no podía controlar.

Y ella seguía frotándose como si me estuviera follando, en un lento vaivén mientras me relataba lo que había hecho con su compañera de piso.

―Mmmm, nos probamos todos los modelitos, incluso nos los intercambiamos… ―susurró, haciendo que todavía se me pusiera más dura imaginándome a Sara y Jessica desnudas en su lujoso piso, probándose braguitas y sujetadores, dándose besos en broma, y magreándose las tetas y el culo.
―¿Y te pusiste cachonda?
―Sí, pero solo un poquito, Jessica no dejaba de tocarme y me miraba de una manera que…
―Uffff…
―¡Menudo vicio tiene!
―Le dan igual hombres o mujeres ―comenté yo.
―Aunque el que me da pena es su novio, mmmm, no es más que un pobre cornudo… ―murmuró mi chica.
―Mmmm, Sara, para un poquito o vas a hacer que me corra…
―Ni se te ocurra, estoy taaaan caliente…, ¡quiero que me folles!… y todavía no te he dado la sorpresa…
―¿Cuál es la sorpresa?
―Tendrás que esperar un poquito ―dijo deteniendo sus movimientos y poniéndose de pie―, no te muevas… ―Y salió del salón mostrándome la espalda.

Me dejó nervioso y temblando por la historia que me acababa de contar. Todavía tenía el corazón acelerado cuando había llegado a la parte en la que Javier intentó besarla y ella lo había rechazado. Pensé que Sara la había vuelto a fastidiar, pero, según ella, no había pasado nada con el jefe, y tan solo había tonteado con su compañera de piso, con la que se estuvo probando varios modelos de lencería al regresar de su noche de fiesta.

Diez minutos después apareció Sara con uno de esos conjuntitos. Debía ser el primero que se puso, el que le regaló Jessica, el negro con puntitos y unos adornos rojos. Llevaba unas medias hasta medio muslo, ligueros y zapatos de tacón. Tenía razón en que le quedaba un poco pequeño, y eso hacía que todavía estuviera más impresionante.

Caminó hacia mí y las tetas le botaron descontroladas, apenas le cabían en esas copas, y a un metro se giró y me mostró su culazo, cubierto por un fino tanguita.

―¿Me queda bien?
―¡¡La madre que lo parió!! ―exclamé―, ¿que si te queda bien?, joder, Sara, ¡es la puta hostia!
―Mmmm, ya veo que te ha gustado… ―Y volvió a la posición anterior, levantando una pierna y sentándose sobre mi regazo.

Apoyé las dos manos en su culo y Sara se inclinó para restregarme los pechos por la cara.

―¿Quieres follarme?
―¿Y todavía lo preguntas?
―Me ha puesto muy cachonda ponerme esto para ti, no estoy acostumbrada a llevar estas cosas…
―Pues deberías ponértelas más a menudo…, ¡no puedes estar más sexy!
―Mmmmm, estoy demasiado caliente, quiero que me folles ya ―me pidió pasándome los dos brazos por los hombros y acariciándome el pelo.

Yo tampoco estaba para perder tiempo y me desabroché el pantalón. Sara tuvo que levantarse un poquito para que pudiera sacarme la polla y cuando lo hice, se volvió a dejar caer y me la aplastó apoyando sus glúteos en mis pelotas.

―¿Y seguro que no pasó nada más con Jessica?, ¿debíais estar muy cachondas? ―insistí un poquito más―, ¿no intentó besarte de nuevo?
―Buenoooo, puede que alguna vez más…
―Mmmmm, y la rechazaste, claro…
―Por supuesto…, ¿o te hubiera gustado que me enrollara con ella?
―Uf, no, Sara, eso no…
―La muy puta quería comerme… enterita…
―Joder…
―Y yo estaba taaan caliente, estuve a punto de dejarme llevar…
―Para, para…
―Me podría haber tumbado en su cama y dejar que hiciera conmigo lo que quisiera…
―Mmmmm, ¡voy a follarte, voy a follarte!
―Vamos, eso es lo que quiero…, ¿sientes lo mojada que estoy?
―Sí…

Sara me desmontó y se dejó caer en el sofá bocarriba, con las piernas abiertas. Tiró de su tanguita hacia un lado y me mostró su coño, húmedo, abierto, depilado e impaciente por recibirme.

―Vete a por un condón y me follas… ―jadeó cerrando los ojos.

Salí disparado hacia la habitación, cogí un preservativo de mi mesilla y me lo fui poniendo por el pasillo. Cuando regresé de nuevo al salón, ya estaba desnudo y con la polla en la mano. Me dejé caer sobre Sara y acerté a la primera clavándosela hasta el fondo.

En un minuto ya me había corrido dentro de ella, dejando a Sara sofocada, con las manos en mis glúteos y los pezones bien erectos. Dejó que cogiera aire unos segundos y luego me ordenó que me saliera.

Era su momento.

―Ahora me lo vas a comer, pero no tengas prisa, lo quiero disfrutar, y ni se te ocurra utilizar las manos, quiero que lo chupes por encima de la tela del tanguita hasta que me corra, ¿creés que lo podrás conseguir? ―me preguntó acariciándose los pechos, que ya se había sacado de las copas.

Me puse de rodillas sobre ella, mirándola bien y me encontré a Sara con ese conjuntito supersensual, con esas medias tan sexis, jugando con sus tetazas, abierta de piernas… Podría habérmela follado otra vez, pues no se me había bajado después de correrme, pero hice caso a lo que me pidió.

Y metí la cabeza entre sus piernas…






Al día siguiente fuimos juntos al trabajo desde mi casa, era una gozada comenzar el día pegándome una ducha con Sara y después desayunando con ella.

Estaba claro que había vuelto a enamorarme de esa jovencita, si es que alguna vez no lo había estado, y nos encontrábamos en nuestro mejor momento como pareja. En lo personal, me había integrado a la perfección con su grupo de amigos, conocía a sus padres, ya dormíamos juntos muchas veces, sobre todo en fines de semana y mis hijas adoraban a Sara, a la que veían como una amiga, más que como a una segunda madre.

En el plano sexual me encantaba cómo me sometía Sara y yo dejaba que me humillara, era algo que no me importaba en absoluto; es más, me encantaba, y mientras no me fuera infiel, lo podía soportar sin problemas. Lo único que me preocupaba es que el peligro ya rondaba por todas partes; si salía de fiesta con sus amigos, ahí estaba la amenaza de Álvaro; cuando estaba en casa, su compañera de piso, Jessica; en el trabajo, cada poquito tendría que viajar con Javier…

Y esa inquietud era muy difícil sacármela de la cabeza.

En cuanto llegamos al trabajo, nos comentaron que esa semana yo tenía auditoría externa con Javier. ¡Qué casualidad! Era el momento de comprobar si lo que me había contado Sara sobre su viaje de tres días era verdad. No tenía ninguna duda de que, si había pasado algo entre ellos en Valencia, Javier me lo iba a contar con todo detalle.

Y con esos nervios en el estómago, el miércoles, a primera hora, salí de viaje con Javier…
mmm ese nuevo lado Bi, de Sara me ha encantado, y casi me pasa como a Pablo, estaba leyéndolo y tenia mi pene a punto de estallar....
 
Lo único que no me gusta es el papel que está tomando en la cama. Con condon, sin mamada, sin anal, si hacerla correr en el folleteo.

Sólo está jugando con él para tener más ganas de hacerlo con otro.
Exactamente. Él podía follarla de nuevo y ahora aguantaría más pero le ordenó que le comiese el coño. Una tía ardiente como Sara no va a poder resistirse mucho tiempo a las tentaciones que tiene en todos los ámbitos.

A todo esto, a ver que cuenta Javier en la próxima. Como realmente se haya acostado con ella... sería un batacazo tremendo. No tanto por haber caído otra vez en manos de Javier, lo que demostraría que caerá una y otra vez, si no porque le habría mentido para seguir manipulándolo y dominándolo.
 
Exactamente. Él podía follarla de nuevo y ahora aguantaría más pero le ordenó que le comiese el coño. Una tía ardiente como Sara no va a poder resistirse mucho tiempo a las tentaciones que tiene en todos los ámbitos.

A todo esto, a ver que cuenta Javier en la próxima. Como realmente se haya acostado con ella... sería un batacazo tremendo. No tanto por haber caído otra vez en manos de Javier, lo que demostraría que caerá una y otra vez, si no porque le habría mentido para seguir manipulándolo y dominándolo.
Yo veo dos posibilidades.

Que sea como dices, que Javier cuente que se la volvió a follar y que sea verdad, o lo que a mí me parece que puede ser, que Javier diga que se la folló y es mentira, pero en esto último el prota le va a creer a Javier, le va a increpar a Sara y esta se enfadará tanto que follará con Javier.

De cualquier forma, Pablo va a terminar jodido y humillado.
 
Yo veo dos posibilidades.

Que sea como dices, que Javier cuente que se la volvió a follar y que sea verdad, o lo que a mí me parece que puede ser, que Javier diga que se la folló y es mentira, pero en esto último el prota le va a creer a Javier, le va a increpar a Sara y esta se enfadará tanto que follará con Javier.

De cualquier forma, Pablo va a terminar jodido y humillado.
No había pensado en la posibilidad de que Javier mienta porque no quiere sentirse perdedor delante de Pablo y diga que sí follaron y consiga enfadar a Pablo con Sara porque ya no confía en ella.

Bufff, tienes razón, Pablo pierde sí o sí
 
Pablo metió la pata al autorizar a Javier a follarse a Sara, aunque realmente es lo que desea y no asume.
Este otorgamiento le va a rebotar en la cara, sobre todo si Sara se entera o se ha enterado de ello.
 
Jajajaja con razón había algo que no me cuadraba, y es que me había saltado el cap 32 sin darme cuenta.

Y bueno, falta la versión de Javier, pero creo que igual no pasó nada, lo que, como dije, será peor para la caída.
 
Todos creen que Javie mentira, pero que pasa si en realidad si se follo a Sara, y capaz que hasta le muestra un video. Otro frente podría ser que Sara le haya dicho la verdad a Javier, follan y se ponen de acuerdo para decirle a Pablo que no paso nada
 
Todos creen que Javie mentira, pero que pasa si en realidad si se follo a Sara, y capaz que hasta le muestra un video. Otro frente podría ser que Sara le haya dicho la verdad a Javier, follan y se ponen de acuerdo para decirle a Pablo que no paso nada
Claro, es que en todos los escenarios Pablo pierde. Incluso que no follen y le digan la verdad él siempre dudará.
 
Todos creen que Javie mentira, pero que pasa si en realidad si se follo a Sara, y capaz que hasta le muestra un video. Otro frente podría ser que Sara le haya dicho la verdad a Javier, follan y se ponen de acuerdo para decirle a Pablo que no paso nada
Mmmm... no creo, la otra vez a Sara se le notó, esta vez está super animada.

A menos que Sara sea como un robot sin sentimientos para que no se le note, no creo que le haya mentido a Pablo.
 
Capítulo 34




La auditoría fue rápida y breve. En un día ya habíamos terminado el trabajo y por la noche Javier me invitó a cenar en uno de sus sitios favoritos de Oviedo. Apenas habíamos tenido tiempo para hablar y fuimos dando un paseo desde el hotel hasta el restaurante.

Yo estaba como loco por sacarle información de Sara, aunque tenía que ir con mucho tacto, pues en la empresa cada vez sonaban con más fuerza los rumores de que éramos pareja. Casi prefería que fuera Javier el que me contara qué tal le había ido la semana anterior con mi novia, cuando estuvieron juntos tres días en Valencia.

En ese paseo inicial apenas charlamos sobre su exmujer y los problemas judiciales que estaba teniendo con ella. En el restaurante, durante la cena, tampoco hablamos nada de Sara y me sorprendió que ni tan siquiera me propusiera tomar algo después del atracón que nos pegamos.

Eso era buena señal.

Si hubiera pasado algo con Sara seguro que se habría recreado con la historia, degustando un copazo mientras recordaba cada detalle; pero esa noche Javier prefirió regresar en cuanto salimos del restaurante y en el trayecto, viendo que él no me contaba nada, intenté ser sutil y saqué yo el tema.

―Llevas un mes intenso de trabajo…
―Ni que lo digas, ¡qué ganas tengo de cogerme unas vacaciones!, las necesito ―dijo Javier.
―Hace dos semanas en San Sebastián, la pasada con Sara, esta otra vez conmigo…, te estás pegando un buen currazo, sobre todo la auditoría en Valencia con Sara, ya vi que fue dura…
―Sí, tío, hacía tiempo que no daba con una tan jodida, pero bueno, la niñata trabaja rápido, bien y es superorganizada…
―Quién nos lo iba a decir cuando empezó las prácticas…, se ha convertido en una auditora excelente…
―Pues sí, y, además, sigue estando buenísima, ja, ja, ja…
―Eso, por supuesto…
―¡Qué pena que no me la pude follar en Valencia!, no me hubiera importado desahogarme con ella…
―Anda, ¿y eso?
―No sé, parecía que tenía ganas, y yo…, bueno…, me reservé para el último día, ya sabes que con el trabajo hecho te relajas y bajas las defensas…
―Sí.
―La llevé a un restaurante de un amigo y luego salimos por el puerto, a tomar algo…
―Mmmm, interesante…
―La cabrona me puso muy caliente, llevaba unas botas negras de estas militares, que no es que fueran muy sexis, pero con una minifalda vaquera y una camiseta negra de tirantes, ¡estaba de la hostia!
―¡Joder!
―Me puso muy bruto, es que, además, ¡cómo le gusta ir sin el puto sujetador!, vale, chica, córtate un poco, que con esas tetazas vas pidiendo un pollazo a gritos…
―Sí, ya…
―Quieren ir tan modernas que se pasan…
―Bueno, Sara se lo puede permitir, con el cuerpo que tiene…
―Ni que lo digas, la niñata da igual lo que se ponga, está muy buena con cualquier trapito…
―¿Y, entonces, le invitaste a una copa?
―Sí, parecía receptiva, y yo no me suelo equivocar, fuimos a un sitio que nos dijeron cerca del puerto, había un ambientazo de la leche y la verdad es que estaba muy bien. Nos pedimos una copa y estuvimos hablando un ratito, allí en la barra. Debíamos llamar la atención, tú ya sabes que yo soy más bien clásico vistiendo y ella, pues bueno, ya te digo que iba muy rockera. Más de un tío se la quedó mirando de manera descarada.
―Normal…
―Tampoco es que pasara mucho más, yo me fui acercando a ella, avanzando poco a poco, ya hace mucho que no me la follo y me tocaba empezar de cero el ritual de apareamiento, ja, ja, ja.

«Qué hijo de puta».

―Le puse una mano en la cintura ―continuó hablando― y se ruborizó, se le subieron los colores…, pero me seguía el juego…, incluso luego me invitó ella a una copa, eso es que estábamos a gusto, ¿no?
―Sí, claro…
―Yo, cada vez más pegado, le hablaba al oído, y llegó un momento en que ya no quitaba la mano de la cintura.

Y de nuevo sucedió. De camino al hotel, mientras charlábamos tranquilamente dando un paseo, mi polla se desperezó bajo los pantalones en cuanto dijo esa frase. Me odiaba a mí mismo cuando pasaba eso, ¡es que no lo entendía! Siempre igual. En cuanto Javier me contaba cómo se había intentado follar a mi novia, me entraban unos calores que no eran ni medio normales.

Un morbo oscuro que no podía detener.

Lo único que tenía eran ganas de seguir escuchando a Javier. Como si una parte de mí quisiera que me contara lo que yo no deseaba. Ese demonio interior se moría por escuchar cómo Javier se había vuelto a follar a Sara.

Y a mí me excitaba… y me repugnaba a la vez.

―Ya me la he tirado unas cuantas veces y sé cuándo la niñata tiene ganas, y aquella noche, ya te digo yo que estaba mojadita…
―¿Y entonces?
―Pues no sé, tío, lo vi tan claro que ni me lo pensé, me lancé a su boca, y ella me apartó la cara, me sentí ridículo besuqueando su mejilla.
―¡Vaya corte!
―Ni que lo digas, me dejaba agarrarla de la cintura, estábamos casi pegados y va y me quita la cara. Como ya la conocía, no le di importancia; otras veces ya me lo había hecho y eso no había impedido que terminara corriéndome dentro de ella, ja, ja, ja…
―Claro, claro…
―Y no me corté un pelo…, le miré descaradamente las tetazas y le comenté que «estaba muy buena con esa camiseta, que se notaba que no llevaba sujetador».
―¿Y qué te dijo?
―Nada, bajó la cabeza avergonzada… Podría haber metido la mano bajo su falda, seguro que llevaba unos hilitos de esos que se le meten por el culazo que tiene…

Cada frase de Javier era como una puñalada. Y mi polla se iba hinchando a cada paso que daba.

―¿Y lo hiciste? ―pregunté con muchísimo miedo.
―No, tío…, me faltaron diez segundos, ya estaba decidido y después le soltaría eso de «me encantan los trapitos estos de guarra que os ponéis las niñatas de hoy en día». Te lo juro que se lo iba a decir. Tal cual.
―¿En serio?
―Sí, con eso ya se me hubiera derretido encima. Podía verlo en su cara, pero de repente se apartó de mí y me dijo que se quería ir al hotel.
―Ooooh… ―exclamé y esbocé una sonrisilla que Javier no pudo ver.

«Te jodes, puto cabrón».

―Yo pensaba que todavía me la follaba, eh…, aunque no me lo estuviera poniendo fácil, me decía: «En cuanto llegue al hotel, le propongo pasar a mi habitación, o seguro que ella me invita a la suya…».
―¿Y no lo hiciste?
―No, me dio las buenas noches y se metió a toda velocidad en su habitación, así que nada, allí me dejó con un buen calentón…
―Vaya…
―La puta niñata me dejó a medias… pero bueno, otra vez será.
―¿Tú crees que otro día…?
―Por supuesto, ja, ja, ja…, no tengas ninguna duda de que me la voy a volver a follar ―afirmó muy seguro de sus palabras justo cuando llegábamos al hotel.

Ya a solas me senté en la cama, repasando mentalmente todo lo que me había contado Javier. La historia se parecía bastante a como la había resumido Sara, pero era visualizar la escena, con nuestro jefe y Sara en una terracita en Valencia, tonteando, tomando algo, con sus sucias manos en la cintura de mi chica, babeándole el cuello y me daba un ataque de celos total. Además, el cabrón se regodeaba y estaba convencido de que se iba a volver a follar a mi Sara.

A mi novia.

Y a mí no me bajaba la erección ni a tiros. Tuve que sacarme la polla, y pensando en Sara, con ese look tan agresivo, con su minifalda vaquera, la camiseta negra de tirantes sin sujetador, las botorras negras, tratando de zafarse del jefe, que se le arrimaba como un puto baboso, manoseándola, intentando comerle la boca…, y no lo pude evitar.

Me recosté sobre la cama y con unas cuantas sacudidas me corrí encima de manera patética, manchándome la camisa de doscientos euros.

Luego me quedé pensando, Sara había logrado vencer a la tentación, pero por lo que parecía había estado muy cerca, cerquísima de caer y quién sabía si en un futuro… Para evitar todo esto, quizás era el momento de decir en la empresa que Sara y yo éramos pareja. Era un secreto a voces, pero ya había pasado demasiado tiempo y ahora me daba mucho corte reconocer delante de Javier lo que tantas veces le había negado.

Era como una bola de nieve que había ido creciendo y ya no la podía detener. Sí, quizás después del verano, podía decirle que durante las vacaciones habíamos empezado a vernos…, pero es que había una parte de mí que se avergonzaba mucho. Javier había hecho de todo con Sara, cosas que yo ni tan siquiera había probado, habíamos hablado de ella de manera despectiva, y ahora, ¿cómo le iba a decir que Sara era mi novia?

Al fin y al cabo, tampoco era para tanto. Solo tenía que tragarme mi estúpido orgullo de machito y decirle a mi jefe que la niñata, a la que se había follado unas cuantas veces, era mi pareja.

Pero si hacía eso, no podría volver a mirarle a la cara en mi vida. Y Javier era mi compañero de trabajo. Al que tenía que ver cada día durante los próximos cinco años hasta que se jubilara. Tendría que aguantar su mirada de suficiencia y burlona continuamente.

¡Aquello sería insoportable!

Decidí que de momento era mejor que nadie supiera que Sara y yo estábamos juntos. Tarde o temprano en el trabajo se iban a enterar de lo nuestro. Eso era evidente, y si lográbamos pasar esa gran prueba de fuego, mi relación con Sara se consolidaría con una base firme y resistente. Estaba claro que corría mucho riesgo dejándola en manos de Javier, y más después de lo que me acababa de contar; pero no tenía ningún sentido que estuviera desconfiando de Sara toda la vida.

Quería comprobar que Sara apostaba firmemente por sellar su futuro junto a mí. Y si esa era la prueba, tenía que estar dispuesto a aceptar las consecuencias de lo que ocurriera.

Era una locura, pero iba a ser muy difícil poder avanzar si no lográbamos superar esa extraña sumisión de mi novia hacia Javier. De momento Sara lo había conseguido en su viaje a Valencia, pero en los próximos meses tendría que auditar con él unas cuantas veces más.

Y yo confié en Sara. Estaba plenamente convencido de que no iba a volver a caer en las manos de Javier…
 
Capítulo 35




El verano es una época muy particular, sobre todo para los que tenemos niños. Son tres meses en los que tu vida cambia por completo. Es un impasse de tiempo muy diferente a los nueve meses restantes. Aparcas tus rutinas, te acuestas más tarde, te pasas el día en la calle, sales de viaje… Es cuando reseteas la cabeza y coges fuerza para poder aguantar tu monótona vida.

Aquel verano fue excepcional. No recuerdo habérmelo pasado tan bien como en esos meses de julio y agosto. Primero cogí unas vacaciones con mis niñas, diez días en la playa, en un hotel infantil en el que desconecté de todo y solo encendí el teléfono para hablar con Sara por la noche, a la que, por cierto, eché mucho de menos.

Otra semana me escapé con Sara y la invité a un viaje por Roma, ciudad que no conocíamos y que nos encantó a los dos. Pasamos otros cinco días en un lujoso bungalow con las niñas, en las primeras vacaciones familiares de Sara con mis hijas, disfrutando de la experiencia de la naturaleza y durmiendo en unas cabañas fabulosas, y terminamos el verano con un viaje romántico por Menorca los dos solos.

Una increíble aventura en la que Sara y yo visitamos varias de las mejores calitas de la isla. A ella le encantaba sentarse en topless a la orilla del mar, y os aseguro que salir de bañarte en esas aguas azul turquesa y contemplar esa imagen era una postal que bien podría promocionar el turismo de la isla.

También, durante el verano, quedé con mi amigo Daniel, al que tenía un poco abandonado. Él seguía como siempre, ya olvidada Isabel, había conocido varias chicas e iba de flor en flor, pasándoselo en grande, sin preocupaciones ni ataduras en pareja. Salí a cenar varias veces con él y sus amigos, que sabían cómo montarse buenas fiestas.

Cuando me quise dar cuenta, ya estábamos metidos en septiembre y las niñas comenzaron de nuevo el colegio.

Durante el verano apenas había coincidido con Javier en la auditoría, pues al principio nos habíamos puesto de acuerdo entre los dos para cogernos las vacaciones que pudiéramos sin solaparnos.

A la vuelta, le tocó una auditoría externa con Sara.

Estuvieron dos días en Sevilla y lo más destacado es… ¡que no pasó nada! Javier me lo contó apesadumbrado la siguiente vez que nos tocó salir juntos. Y unos meses más tarde, en otra auditoría de ellos dos, volvió a suceder lo mismo. Al cuarto viaje solos, Sara no le dio la más mínima opción a Javier, que me aseguró que ella había cambiado y él ya ni tan siquiera había intentado acercarse a mi chica. Después de cenar, cada uno se marchaba a su habitación y solo trataban temas de trabajo.

Estaba claro que Sara había superado esa especie de sumisión que tenía hacia nuestro jefe y sus viajes cada vez me preocupaban menos.

Pasaron las navidades, en las que aproveché para hacer un viaje romántico con Sara por París y un par de meses más tarde se cumplió nuestro aniversario de novios.

¡Nuestro primer año como pareja!

Sara me prometió que el 28 de febrero volveríamos a cenar en el mismo sitio en el que ella me pidió disculpas por lo que había pasado con Javier y que después, para celebrarlo, tomaríamos una copa en el bar en el que terminamos follando en los baños.

Yo aquel día no hubiera apostado ni un euro por lo nuestro, pero Sara me demostró que quería estar conmigo y que podía confiar en ella. Y yo era inmensamente feliz. Enamorado hasta la médula de esa jovencita a la que sacaba veinte años.

Esa semana le tocó salir de auditoría con el jefe a Sevilla, era un trabajo cortito, apenas una noche, y el viernes ya estaría de vuelta. Me pareció anecdótico y fue como cerrar el círculo con Javier justo un año después. En cuanto llegaron las doce de la noche, le mandé un mensaje.

Pablo 00:01

Feliz aniversario, cariño, te quiero mucho
¿Qué tal ha ido esa auditoría?
Sara 00:03
Lo mismo digo
Feliz aniversario
Pues ha ido muy bien.
Y nada, ya hemos cenado y estoy en la habitación​
Pablo 00:04
Vale, ¿puedo llamarte?
Sara 00:05
Estoy un poquito cansada, iba a dormirme ya, no me quiero desvelar…​
Pablo 00:06
Ah, vale, pues nada
Que descanses y mañana te veo
Buen viaje
Te quiero mucho
Sara 00:07
Yo también te quiero
Y mañana habrá que celebrarlo por todo lo alto
Ya he reservado para cenar
Pablo 00:08
Perfecto
Pues hasta mañana
Un besazo
Sara 00:09
Otro para ti
Un besazo​

Fue una conversación breve a la que no di ninguna importancia y me acosté feliz y tranquilo sabiendo que al día siguiente íbamos a cenar juntos para celebrar nuestro aniversario como se merecía.

Por la noche la esperé en el restaurante en el que habíamos quedado. Fue la primera vez que Sara se retrasó cinco minutos, y yo me quedé con la boca abierta cuando la vi entrar. Se quitó el abrigo y llevaba unos leggins de cuero, marcando culazo a lo bestia, una camiseta negra de manga larga ajustada, con la que transparentaba un poquito sus enormes pechos, y unos zapatos de tacón muy elegantes.

¡Era un auténtico disparate!

Me encantaba cómo la miraban todos mientras caminábamos entre las mesas para llegar hasta nuestro sitio. Ese tipazo de Sara no pasaba desapercibido en ninguna parte, y ya lo de sus tetas botando libres bajo la camiseta era otro nivel.

La velada fue romántica, increíble, aunque yo no pude evitar fijarme en los pechos de mi chica. Después de cenar intercambiamos regalos; Sara me trajo una corbata y unos gemelos de oro, y yo un precioso reloj de oro blanco muy cool que le puse en ese instante para que lo luciera con su precioso bronceado de piel.

―¡Qué bonito es!, ¡guau, me encanta! ―exclamó Sara sin dejar de mirar su nuevo reloj.

Después fuimos al mismo bar en el que celebramos nuestra «reconciliación», fue una pena que hubiera bastante gente, al parecer se había puesto de moda e iba a ser imposible follar en los baños, como teníamos pensado; así que nos tomamos una copa rápida y nos marchamos a mi casa.

Entramos en mi habitación sin dejar de besarnos y Sara se quedó parada delante del espejo. Yo me puse detrás de ella y nos miramos a través del cristal. Me pregunté si aquello no sería un nuevo juego de Sara o me tenía preparada alguna sorpresa de las suyas.

―¿Estás bien? ―le pregunté.
―Sí. ¿Te parezco atractiva? ―me soltó sin que me lo esperara.

No entendía a qué había venido eso, porque Sara sabía perfectamente lo buenísima que estaba.

―No puedes estar más cañón, cariño ―dije pasando las manos hacia delante y acariciando sus dos pechos por encima de la camiseta―, ¿por qué lo preguntas?
―No sé, dentro de unos años ya no seré tan joven y seguramente te canses de mí…
―Ja, ja, ja, ¿y esa chorrada?, más bien será al contrario, cuando tú tengas cuarenta, seguirás estando como un puto tren y yo seré un viejito de sesenta años…
―Me encanta que me mires así, con ese deseo otra vez, tengo muchas ganas de que me folles… ―Y ella misma se levantó la camiseta para mostrarme sus voluminosas tetas―, hoy estoy especialmente cachonda.
―Mmmmm…
―Tenía pensado darte un regalito especial…
―¿Ah, sí?, ¿de qué se trata?
―De algo que llevas queriendo hacer hace mucho tiempo ―susurró bajando la mano para acariciarme el paquete―, algo que han hecho otros…, pero tú no, mmmmm…
―Joder, Sara…

Yo le acariciaba los pechos y ella ladeó la cabeza para que besuqueara su cuello. Seguíamos mirándonos en el espejo y Sara dejó de acariciarme, se desabrochó los leggins, tiró de ellos hacia abajo y me enseñó su culo, que tan solo quedó cubierto por un tanguita de color blanco.

―Ufff, Sara, qué culazo ―suspiré apretando sus nalgas.
―Hoy es un día muy especial…
―Síííí…
―Y quizás hoy, mmmmm, estoy demasiado caliente ―murmuró Sara sacando el trasero hacia atrás para rozarme el paquete con él.
―Dime qué regalito quieres hacerme…, por favor…
―Mmmm, bueno, ya sabes que otros me han follado sin condón, y tú no, y eso te da morbo, ¿verdad?
―Sí, mucho, muchísimo…
La empujé hacia delante y Sara apoyó las dos manos en el espejo. Me estaba poniendo muy cachondo aquella conversación, y por fin iba a darme el premio que merecía.

¡Había esperado tanto tiempo para aquello!

De un solo tirón le bajé el tanguita, me saqué la polla apresuradamente y la coloqué entre las piernas de Sara, que, aunque sacaba el culo hacia fuera, las seguía teniendo cerradas. Ella gimió al contacto de mi caliente y duro miembro con sus labios vaginales.

―Espera, aaaah, aaaah, no me la metas todavía…
―¿Qué pasa?, no puedo más…
―Eres mío, ¿verdad?
―Sí, soy tuyo, ya lo sabes, pero deja que te la meta ya, joder, Sara…, no puedo tener este cuerpazo aquí delante y no clavártela ―le imploré arañando sus glúteos con las uñas.
―¿Seguro que eres mío?
―Sí, sí…
―No pensabas que íbamos a durar tanto tiempo y ahora…, aquí estamos… un año después…
―Sara, deja que te folle…
―Ha pasado un año y sigues usando el condón, y ya hace meses que ni tan siquiera me pides hacerlo sin él…
―Pero hoy sí quiero, Sara, sí que quiero…, vamos, ven aquí…
―Muchos me han follado sin nada, me la han metido a pelo…, aaaaah…
―Joder, Sara, cállate y abre las putas piernas…
―Javier, aaaaah, Álvaro, aaaaaah, Abel, aaaaah. ―Y a cada nombre que decía yo le restregaba la polla por su coño, haciéndola gemir.
―Y ahora yo… ―continué inclinándome sobre su espalda.

Sara dobló el brazo y lo pasó hacia atrás, por encima de su hombro, me acarició los labios con su dedo meñique e intentó metérmelo dentro.

―Y después se han corrido dentro de mí ―jadeó introduciendo su dedo en mi boca. Yo se lo chupé ávido y volví a acariciar sus tetazas que, al estar agachada, le colgaban de manera soez.
―Sí, te han acabado dentro…
―Pero tú no eres como ellos, o no estaríamos aquí…, por eso sigo contigo…, me gusta que seas así…
―Sara, vale ya, deja que te la meta…, uf, deja de hablar…
―¿O es que quieres ser como ellos?
―Noooo, claro que no…
―Tú eres especial, eres mío…
―Sí, sí…, soy tuyo, lo que tú quieras… ―dije lamiendo su dedo y volviéndomelo a meter en la boca.
―A ti lo que te da morbo es follarme con el puto condón sabiendo que a otros les he dejado metérmela sin nada. ¡Y me encantó sentir directamente sus pollas calientes dentro de mí!
―Aaaah, joder, Sara, cállate…
―¿Y sabes lo que más me excita?, ¡¡lo que más me gusta es cuando se corren!!, ¡uffff, sentir cómo me echan su leche caliente!… y luego al sacarla, mmmmm, que me escurra entre las piernas, Diossss, yo creo que eso es lo que más me pone de todo…, sentir su semen escurriendo por mis muslos…, vamossss, mmmmmm, no dejes de chuparme el dedito…
―Deja que te folle, Sara, déjame…, ¡glup, glup!
―¿No decías que no querías ser como ellos?
―Deja de hablar y abre las piernas, por favor…
―¿Quieres ser como ellos o no?, vamossss, dímelo…
―No, noooo…, ¡claro que no!
―Javier me folló el primer día a pelo, el primer puto día…, ¡no me pude resistir!
―Sara, cállate, cállate…, aaaah, aaaaah, para, para… ―jadeé en su hombro.
―No pares de chupar, joder… Y Álvaro me daba por el culo cuando quería…
―Aaaaah, aahhhh…
―Y Abel, mmmmm, ¡me encantaba comerle la polla!, ¡la tenía taaan bonita!, ¡nunca he visto una polla tan perfecta!
―¡Eres una zorra!
―¿Yo soy una zorra?, ja, ja, ja, ¿y tú qué eres?, ahí detrás, gimoteando, pidiéndome por favor que abra las piernas y chupándome el dedito como si fuera una polla…
―Aaaaah, Sara…
―Si fueras como ellos, ya me la habrías metido, ni tan siquiera me pedirías permiso…, pero… ¿sabes una cosa?
―Cállate, zorra, ¡deja de hablar, joder!
―Que tú no quieres hacerlo…, eres mi chico y te pone muy cerdo que no te deje hacer lo mismo que a ellos…, ¡eso es lo que te gusta!, ¡reconócelo!
―Aaaah, Sara, cállate, cállate…
―Estás como loco por ponerte un condón y follarme…, ¡eso es lo que te pone cachondo!
―Noooo, noooooo…
―En cuanto me la metas, ya no habrá marcha atrás, ¡se acabó!, ¡serás igual que ellos! ―Y sin dejar de flexionar el brazo para seguir con su meñique en mi boca, se abrió de piernas, ofreciéndome al fin su coño.

La muy puta bajó la mano y tiró de sus labios vaginales. Me miró a través del espejo y sonrió. Una sonrisa perfecta y diabólica…, y cuando mi polla entró en contacto con su coño, me sentí mal y me invadió una sensación extraña.

Sara tenía razón. Si se la metía sin el preservativo sería como romper ese morbo oculto del que habíamos estado disfrutando todos estos meses; pero yo lo que más deseaba en el mundo era sentir su interior sin el condón.

¡Que me empapara la polla cuando se la metiera!

Me quedé unos segundos apoyándola en su entrada, tan solo tenía que dar un pequeño golpe de cadera y al fin conseguiría lo que llevaba esperando tanto tiempo. Sara movió el culo en círculos e incluso me apremió para que lo hiciera.

―¡Vamos!, ¡métemela!
―Sara, aaaaah, Sara…
―¡Vamosssss!, ¡que me la metas!, parece que es lo que quieres, ser igual que ellos, ¡pues hazlo, joder!, ¡métemela!
―Sara, para, para, deja de menear el culo, no me la restriegues así, por favor…
―Vas a seguir siendo mío, ¿verdad?
―Sara…
―Contéstame…
―Sí, soy tuyo, aaaaah, soy tuyo…
―¡Pues métemela!, aquí me tienes…, mmmmm, ¡estoy tan cachonda…!
―No puedo, no puedo, Sara…
―¿Por qué...?
―Porque no quiero ser como ellos…

Ella sonrió satisfecha. Sacó la lengua y se mojó los labios antes de incorporarse. En la misma posición, delante del espejo, se quitó la camiseta y luego se deshizo de los leggins, que estaban enrollados en sus pies.

¡Tan solo llevaba los zapatos de tacón puestos!

―Ni te imaginas lo cachondísima que me acabas de poner ―dijo en una especie de gemido―. Ahora vete a por un puto condón y ¡¡fóllame ya!! ―me ordenó subiéndose a la cama con los zapatos y poniéndose a cuatro patas.

El polvo que echamos a continuación entró en el top 5 de los más breves entre nosotros y después caímos bocabajo, sudorosos, excitados, temblando de excitación…

Aquello debía haber sido una mierda para ella, apenas le había dado tiempo a disfrutar y mucho menos a correrse, aun así, ronroneaba y movía sus caderas en círculos, sin dejar que mi polla saliera de su interior, y lo que más me gustó fue cuando Sara volvió a flexionar su brazo hacia atrás para meterme de nuevo el meñique en la boca.

―¡Eres mío, cariño, eres mío! ―susurró haciendo que lamiera su dedo con una sonrisilla de satisfacción.






El finde no terminó como a mí me hubiera gustado. La semana siguiente Sara se había cogido vacaciones en la auditoría para irse a pasar unos días con su amiga de San Sebastián, salía el domingo a primera hora y solo se quedó a dormir conmigo la noche del viernes y comimos juntos el sábado.

La iba a echar mucho de menos, pues ya no estaba acostumbrado a estar tantos días sin verla, pero esa semana me tocaban las niñas y cuando estaba con las peques, el tiempo se me pasaba volando, aparte de que casi no me daban ni un respiro.

El lunes dejé temprano a mis hijas en el cole y antes de llegar al trabajo me sorprendió la llamada de un conocido que era notario, al que hacía tiempo que no veía.

―Hola, Santiago, cuánto tiempo…
―Buenos días, Pablo…, ¿te pillo en buen momento para hablar?
―Sí, claro.
―Nada, te comento rápido por teléfono, es que me he enterado de que en JTL Internacional están creando un área de auditoría interna en la empresa y la verdad es que encajas perfectamente en el perfil de encargado, sé que hablas inglés y alemán y tienes más de veinte años de experiencia en el sector…
―No sabía que JTL…
―Sí, uno de los socios es muy amigo y bueno…, les he hablado de ti, yo creo que es una gran oportunidad, buen sueldo, no tendrías que salir de viaje…, formarías tu propio equipo…, tendrías toda la libertad que quisieras dentro de tu área…
―No suena nada mal. ¿Y, entonces, les hablaste de mí?
―Sí, de momento no les he querido dar tu teléfono hasta hablar contigo o, si quieres, llámales tú…, están deseando empezar cuanto antes.
―Es un poco precipitado.
―Ya lo sé, Pablo, pero estas son las oportunidades que no pasan todos los días…
―Está bien, pues dales mi número y que se pongan en contacto conmigo…
―Muy bien, ahora mismo lo hago y supongo que esta semana te llamarán…
―De acuerdo.
―Por lo demás, ¿todo bien, Pablo?
―Sí, sí, como siempre, mucho trabajo y tal, pero no me quejo…, ¿y tú?
―Pues yo igual, desbordados en la notaría, he tenido que contratar a otras dos personas y somos catorce…, ya es el tope, porque no me da el día para más…
―Eso es buena señal.
―Sí, desde luego. Oye, hace tiempo que no nos vemos, ¿te llamo la semana que viene y quedamos un día para comer?
―Claro…
―Luego te digo un día, a ver si te viene bien.
―De acuerdo.
―Venga, cuídate, hablamos…
―Un saludo.

En el trabajo estuve toda la mañana dándole vueltas a su propuesta, sin dejar de pensar en la llamada de Santiago. Era una muy buena oportunidad y un reto formar mi propio equipo en el área de auditoría interna de una gran compañía como JTL Internacional.

Quizás llevaba demasiados años en la empresa, haciendo lo mismo, aguantando a Javier y era muy difícil salir de esa zona de confort en la que ahora estaba; sin embargo, en esa etapa de mi vida estaba plenamente feliz gracias a mi relación con Sara y tenía tanta confianza que me atrevía con cualquier cosa que se me pusiera por delante.

Los de JTL parecía que tenían prisa, porque me llamaron a las doce de la mañana. Concertamos una reunión para esa tarde y quedaron encantados con la entrevista. Antes de salir ya me confirmaron que el puesto era para mí, las condiciones eran inmejorables en todos los sentidos, económicas, de vacaciones, de independencia, también me enseñaron el que iba a ser mi nuevo despacho.

¡No podía decir que no!

Les pedí un mes para despedirme de mi empresa y formalizar mi baja con antelación y no me pusieron ninguna pega.

Mi vida acababa de ponerse patas arriba en tan solo unas horas. De momento no se lo dije a nadie, ni tan siquiera a Sara, todavía no había firmado ningún contrato y antes tenía que hacer las cosas bien y comunicárselo a mi empresa.

Al día siguiente todavía estaba en una nube, y Javier me anunció que salíamos de viaje el miércoles a primera hora. En cuanto me lo dijo, decidí que esa sería mi última auditoría con él y a la vuelta ya hablaría con dirección y recursos humanos para que prepararan mi renuncia.

Aprovecharía el viaje para decírselo a Javier en primer lugar, él me había animado muchas veces a buscar otra cosa y seguro que se alegraba por mí, aunque perdiera al mejor compañero que había tenido, y ya, aprovechando, era el momento adecuado para soltarle que Sara era mi novia y que llevábamos juntos un año.

Ya me daba igual que en la empresa se enteraran, al fin y al cabo, me iba a ir y, además, no tendría que soportar las miraditas burlonas de Javier, que era el principal motivo por el que yo no había querido hacer público lo nuestro.

Salí de auditoría con Javier y me costó concentrarme en el trabajo. Cuando terminamos la primera jornada, regresamos al hotel y bajamos a cenar. Javier me dijo un par de veces que me veía muy raro y tenía razón, estaba nervioso, alterado, eufórico, y ahora era a mí al que le apetecía invitarle a una copa después del postre para contarle lo de mi oferta de trabajo.

Javier se alegraría mucho, se despediría como un señor, y yo empezaría mi nueva vida junto a Sara, incluso ya se me estaba pasando por la cabeza la posibilidad de comprarme un chalet, gracias a mi nuevo sueldo y quién sabe si Sara aceptaría venir a vivir conmigo.

Hubiera sido el final perfecto, ¿verdad?

Llegamos hasta la barra de la cafetería y le pedí a Javier que me dejara invitarle a una copa. Me puse un poco nervioso cuando le conté lo que había sucedido durante la semana y Javier me escuchó atento y después me dio un abrazo.

―Pues me alegro mucho por ti, Pablo, te lo mereces…, y lo digo en serio…, voy a perder a un gran compañero, pero… tú tienes que mirar por lo tuyo, por supuesto…, esto se merece un brindis. ―Y levantó su copa para chocarla con la mía.
―Quizás deberíamos irnos ya, todavía nos queda un día de trabajo; ya mañana lo celebramos…
―Por un día no pasa nada… Y bueno, estaba pensando que, ahora que te vas, seguramente me van a poner a la niñata como compañera, voy a ganar con el cambio, ja, ja, ja, tiene mejores piernas que tú…
―Serás cabrón… ―dije medio en bromas, pero poniéndome nervioso, pues esa posibilidad no se me había ocurrido.

Ahora era el momento de soltarle también que Sara era mi novia. Al fin y al cabo, ya no tenía ningún sentido seguir ocultándoselo; sin embargo, fue Javier el que se me adelantó.

―¿Sabes que la semana pasada volvió a caer?
―¡¡¡¿Cómo dices?!!! ―pregunté sin entender lo que acababa de escuchar.
―Sí, la niñata…
―¿Qué pasa con Sara?
―Pues eso…, que el otro día, en Sevilla…, ¡¡me la volví a follar!!…, joder, llevábamos casi un año que no me había dejado ni acercarme a ella y de repente…; pero bueno, esto merece que te lo cuente con mucha calma, ¡porque vaya nochecita pasamos! ―dijo poniéndose de pie―. Mañana me dejas a mí que te invite a una después de cenar y entro en detalles, que sé que te encantan, ja, ja, ja…
 
Perdón por la tardanza en publicar que llevo unos días con mucho lío, así que os dejo un par de capítulos, espero que os gusten.

Un saludo

Perdón ninguno. Es una creación tuya que regalas a los lectores.

Sorpresas final. Será cierto lo que dice Javier? Si es así, la relación tiene que terminar definitivamente. Y el cambio de trabajo le vendría bien para pasar pagina para siempre por mucho que le duela.

Y si no es cierto??
 

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