Capítulo 28
―Al final sacamos el trabajo adelante, pero la niñata se equivocó un par de veces y la segunda le tuve que pegar una buena bronca, aunque quizás no debería haberlo hecho, porque se puso muy nerviosa y estuvo un rato descolocada. Ya sabes que no tengo paciencia para estas cosas y es que, además, la auditoría se nos complicó por momentos…, fue uno de esos días que sales de allí con la sensación de que no está yendo bien y que todavía queda mucho trabajo por delante, y detesto esa sensación…
―Te entiendo, pero eso nos pasa a todos, no es culpa de Sara.
―No, no tenía ninguna culpa, pero al final lo pagué con ella, era la que tenía a mano, y durante la cena le dije que quizás deberíamos ir adelantando algo de trabajo para ir más holgados al día siguiente.
―Bueno, eso también es normal.
―Ya sabes cómo me pongo cuando no van las cosas como a mí me gustan. Ese día solo estaba pendiente del trabajo y casi ni me fijé en lo buena que estaba la niñata, pero, joder, Pablo, me bajó a cenar con una camisa blanca de estas de manga larga que no llevan cuello y se notaba que iba con las tetazas sueltas bajo la tela. ¿Tú te crees que puede presentarse así?, la muy zorra ya me estaba provocando, y yo no había hecho nada…
―¿Y qué pasó luego?
―Cenamos rápido, la verdad, yo no estaba de humor para hablar y solo quería ir a dormir y salir rápido para la empresa a la mañana siguiente. Y cuando íbamos por el pasillo del hotel, le dije que pasara a por la documentación o se la acercaba yo. Curiosamente, se quedó en la puerta y no quiso pasar, me dijo: «Te espero aquí», y me sorprendió que no quisiera entrar en mi habitación; así que insistí y esta vez accedió. Llevaba unos taconazos y un pantalón vaquero bien apretado, como a mí me gusta… y el pelo suelto, uffff, tenías que haberla visto, con esas tetazas botando a cada paso que daba…, y yo ya te digo, que solo estaba preocupado por el trabajo, pero en cuanto la tuve allí, me puse muy cerdo…, necesitaba aliviar tensiones, ya sabes, ja, ja, ja…
Hijo de la gran puta. Hice verdaderos esfuerzos para sonreír y oculté mi cara de enfado bajo la copa, aunque Javier ya estaba a lo suyo, y por cómo se relamía a cada trago que le pegaba a su cóctel, supe que no era el único que se iba a tomar.
―No me digas que te la follaste la primera noche… ―le interrumpí en su relato.
―No corras, Pablito, deja que te lo cuente bien… Ella se acercó hasta la mesa y miró las carpetillas que tenía encima, y después se quedó allí, esperando…
―¿Esperando?
―Sí, a mí, ja, ja, ja, fue igual que cuando me la follé la segunda vez, ¿te acuerdas?, ella de pie dejó que me la follara desde atrás, pues lo mismo, solo que esta vez no tenía ningún espejo delante y no podía ver su cara…; así que me acerqué a su espalda y le pregunté: «¿Todo bien?». Ella parecía que estaba en trance o algo por el estilo, pero seguía sin moverse. Tío, joder, se me estaba ofreciendo y yo me aproximé y puse las manos en su cintura. La niñata estaba muy nerviosa e incluso parecía que temblaba…
―¿Y qué pasó luego? ―le apremié para que se diera prisa, pues quería que terminara cuanto antes.
No creo que fuera a poder resistir una segunda copa con el impresentable de Javier, escuchando cómo manoseaba a Sara, de la que, por cierto, todavía no había dicho su nombre ni una sola vez. Para él seguía siendo la niñata o la de prácticas.
Siguió hablando sin dejar de mirar su copa, como si en el fondo pudiera ver las imágenes de aquella noche.
―Fui subiendo las manos por sus costados y… ella no decía nada, solo se dejaba manosear…, mmmmm, ya se me puso muy dura con eso y las pasé hacia delante y le sobé las tetazas por encima de la camisa…
―¿Y ella te dejó?
―Sí, agachó la cabeza y se le escapó un gemido a la muy puta…, y yo no estaba para perder el tiempo, así que le desabroché los botones de la camisa, uno a uno, hasta el final y le restregué el paquete contra el culo mientras lo hacía…, la muy zorra me tenía cachondísimo, después de tantos meses era como si no hubiera pasado el tiempo, allí la tenía, tío, sumisa y excitada, otra vez para mí…
Yo no podía creerme que Sara se comportara así con Javier, como si este anulara su voluntad. Sara era decidida, con las ideas muy claras y no encajaba en nada con lo que me contaba mi jefe, que la describía como una chica dócil y vulgar. Escuchar aquello era asqueroso y, sin embargo, no lo pude evitar. No fue inmediato, pero mi polla comenzó a crecer bajo mis pantalones contra mi voluntad.
No quería que pasara eso y me hacía sentir muy mal conmigo mismo; además, no comprendía cómo podía gustarme y repudiarme a la vez ese morbo tan enfermizo. Estaba muy confundido, pero Javier siguió a lo suyo.
―En cuanto toqué esas tetazas, uffff, creo que casi se me corre encima, la sobaba así a dos manos, apartando la tela de la camisa, pero sin quitársela y solo escuchaba sus gemiditos, aunque me jodía no poder ver la cara de zorra que ponía la niñata…
«O de asco».
―Y cuando bajé las manos hasta su pantalón, ella pareció reaccionar y me dijo: «No, Javier…, no podemos». Fue todo muy deprisa, me quedé a cuadros y comenzó a abrocharse los botones de la camisa. Se giró con la carpetilla cubriendo su cuerpo y me pidió disculpas con la cabeza agachada, «Lo siento». ―Intentó imitar una voz femenina―. ¿Tú te crees?, la muy puta llevaba encima un buen sofocón y se notaba que tenía ganas, pero me dejó empalmado y con un calentón importante…, y luego se piró de la habitación sin decir nada más…
Bueno, al menos la historia no era tan mala como me había imaginado, Sara se había sometido a él, pero muy poco y después había sacado fuerzas de flaqueza para no dejarse follar por Javier. Reconozco que respiré aliviado…, pero también algo decepcionado, pues era como que una parte de mí quería saber cómo se la había follado.
Ese lado oscuro era el que no me gustaba y el que hacía que mi polla siguiera dura, escuchando las fantasmadas de mi jefe, que justo se terminó la primera copa con el final de su historia.
―Así que nada…, la niñata me dejó con todo el calentón y tuve que hacerme una paja para dormir… ―afirmó―, al menos había dejado que le sobara las tetazas, menos es nada…, pero me supo a poco, aunque esas tetas son de categoría, eh, Pablo, y te lo dice uno que ha visto y tocado muchas.
«¿Ah, sí?, ¿no me digas? Anda, no lo sabía».
―¿Entonces, no te la follaste? ―pregunté apurando yo también la copa.
―No, la primera noche no… ―Sonrió―, pero espera, que no he terminado. ¿Nos tomamos otra y sigo con la segunda parte?, ahora viene lo mejor, ja, ja, ja…
―Eh, sí, claro ―afirmé como un idiota.
Llamó al camarero y en menos de cinco minutos ya teníamos otros dos cócteles listos sobre la mesa. Y Javier continuó con su historia después de mojarse los labios con su old fashioned para probar qué tal estaba.
―Mmmmm, cojonudo ―se relamió―. Bueno, pues como te iba diciendo, el primer día me dejó con todas las ganas y encima preocupado, una vez que me corrí con la paja y se me pasó todo el calentón me quedé acojonado por el extraño comportamiento de Sara, ya sabes cómo están ahora las cosas con esto del feminismo y tal, si se le ocurre decir que me he intentado propasar con ella o algo por el estilo, imagínate, les da igual que lleve treinta y cinco años en la empresa y ella cuatro días, ya me puedo dar por jodido, me ponen de patitas en la calle, encima sin indemnización y lo mismo hasta metido en un proceso penal por agresión sexual…
―Sí, puede ser…
―Total, que me dije pues nada, me concentro en el trabajo y ya está, que tarea teníamos al día siguiente y mucha, y la verdad que muy bien, lo sacamos adelante y la de prácticas estuvo fenomenal, trabajó rápido y es muy ordenada, eso me gusta…, nos ahorra un montón de tiempo; así que a las siete y media o así ya habíamos terminado, ¡uf, menudo alivio!…, yo pensé que tal y como iba la primera jornada, todavía nos hubiéramos tenido que quedar todo el viernes también…, pero nada de eso; así que felicité a Sara. ―Por fin la nombró por primera vez―, y luego le invité a tomar algo antes de irnos al hotel…, tenía que disculparme por la bronca del día anterior y, bueno, por lo que pasó en mi habitación…, y ella me dijo que no me preocupara, que no era culpa mía…, ya estábamos mucho más relajados, ya sabes cuando terminas el curro, qué gustazo…
―Sí, como ahora ―dije mostrándole mi cóctel y levantándolo para darle un trago.
―Le estuve preguntando si había quedado con sus amigos de Bilbao y ella me contestó que sí; así que me iba a tocar cenar solo… Yo no tenía ganas de llamar a nadie, ya sabes que allí tengo muchas amistades, solo me apetecía comer algo y quedarme en el hotel para salir pronto al día siguiente; entonces me pegué una ducha y cuando iba a bajar al restaurante, alguien llamó a mi puerta… y al abrir me encontré a Sara.
―¡No fastidies! ¿Fue a buscarte a tu habitación?, ¡increíble!, ¿pero no había quedado con sus amigos?
―Eso pensé yo, pero calla, que eso no es lo mejor, ¡¡la muy puta se había puesto la misma faldita roja que cuando nos enrollamos la primera vez!! Ahora no estamos en veranito. Llevaba unas botas altas por encima de las rodillas y debajo unos pantys, pero sí, ¡ese detalle fue la hostia! ¿Qué hubieras pensado si se te presenta con esa misma falda?
―Joder, pues que quiere guerra…
―Eso mismo me dije yo…, la puta falda roja era como un cinturón y esas botas de fulana me pusieron muy cerdo. Llevaba una camisa negra así arremangada, el pelo suelto y se había pintado los labios de rojo… putón, ja, ja, ja…
―¿Y qué dijo cuando abriste?
―Pues que no iba a dejar que cenara solo, que se quedaba conmigo y luego ya si eso se unía con sus amigos y, oye, eso fue un detalle por su parte, pero yo solo podía pensar en su falda y me preguntaba: «¿La habrá traído para mí?». Joder, eso es que ya venía con la idea de calentarme y acostarse conmigo, ¡era toda una declaración de intenciones!
―Sí, eso parecía…
―Cenamos muy bien en el restaurante… Estuve simpático, eh, ja, ja, ja. Salimos casi a las doce y ella no tenía mucha prisa, así que le dije que ya la dejaba tranquila y que se lo pasara bien con sus amigos… y entonces la niñata me soltó: «¿No me invitas a una copa?, todavía es pronto». Faltaría más, y nos quedamos allí tomando un cacharro y yo empecé a darme cuenta de que ella no tenía ninguna intención de salir de fiesta ni de verse con sus amigos, aunque hizo el paripé un par de veces con el móvil como si se estuviera mandando mensajes con ellos para avisarles de que llegaba más tarde…; así que nos tomamos una copa en el hotel, de pie en la barra, y yo, ufff, estaba ya muy burro con esa falda y las botas, ¡es que esas botas altas son demasiado!, pero no sabía cómo entrarle, sí, ya sé que me la había follado dos veces, pero la noche anterior me había rechazado; así que tenía con ir con mucho tacto. Le dije que estaba muy guapa… y le pregunté que si era la misma falda que se había puesto la otra vez, que me sonaba mucho, y la niñata se ruborizó, ja, ja, ja, como si hubiera descubierto sus intenciones, y me contestó con un tímido «sí» y yo le invité a tomar otra.
―Y accedió…, ya la tenías caliente…
―Joder que si estaba caliente, tenía unas ganas de polla que ni te imaginas, ja, ja, ja… ―Y la mía comenzó a temblar. Ya estaba cachondo perdido escuchando la historia de Javier y con muchas ganas de que llegara la parte final.
Cuando me contara cómo se había follado a… mi Sara.
―Entonces le comenté que se le iba a hacer tarde para salir, que ya eran casi la una y media, y afirmó con la cabeza, «Sí, estoy bien contigo, ahora me está dando un poco de pereza», y yo le seguí el juego, «Al final te quedas aquí, con tu jefe, ya verás». Ella sonrió y yo insistí. «¿Nos tomamos otra aquí?… o donde quieras», y ella me dijo que le daba igual. «¿Quieres ir a otro sitio?…, no sé, si quieres, vamos a tu habitación».
―Fuiste al grano…
―Sí, tendría que haber ido con más tacto, pero ya estaba muy burro y no podía pensar bien y luego, bueno, su lenguaje corporal era muy evidente, o no hubiera sido tan… directo…
―¿Y qué te contestó Sara?
―Pues me dijo: «Sí, claro» y esta vez el que sonreí fui yo.
―¡Dios!, ¡qué facilona!
―Ja, ja, ja, ni que lo digas, demasiado fácil. Llamé al camarero, pagué las dos copas y nos fuimos sin tiempo que perder a su habitación. Yo ya iba con una empalmada del quince y en cuanto entramos ella dejó el abrigo y el bolso en la mesita, luego pensé que cogería un par de vasos y me preguntaría qué quería tomar del minibar, pero… ―E hizo una de sus pausas dramáticas que tanto odiaba para darle un trago a su copa.
―¿Pero?
―Mmmmm, pues vino hacia mí y sin que me lo esperara me comió toda la boca…
―¿Quéééé?
―¿Tú te crees?, o sea, la otra vez no me dejó ni acercarme a sus labios y ahora vino ella a por mí, uffff, tío, ¡qué manera de meterme toda la lengua!, y yo bajé las manos y le sobé el culazo, no tuve ni que tocarle la falda…, lo único que me jodía era la mierda esa de pantys…, pero ya estaba que me subía por las paredes y sin pensármelo tiré de la camisa y le arranqué los putos botones…, salieron despedidos por toda la habitación y la niñata soltó un pequeño gritito, no se lo esperaba…
―¿Le jodiste la camisa?
―Sí, destrozada, no sé si sería buena o una mierda de esas de diez euros, pero no veas qué cara se le quedó, aquello le puso muy cachonda y cuando bajé las manos para apretar su culo, fue ella la que me lo pidió, «Arráncamelos también», ja, ja, ja…, me costó un poco más, pero tampoco mucho y clavé un dedo y parte de la uña, pegué un tirón y las medias esas se rajaron por todas partes. Tenías que haberla visto, ¡qué pintas!, parecía una putita de esas de carretera…, con la camisa abierta, la falda cinturón y los pantys desgarrados…, uf, me empujó contra la cama y yo me quedé sentado…, y sin que se lo pidiera se agachó delante de mí…, de rodillas…
―¡Hostia!, ¿te la chupó?
―Ja, ja, ja, ¿para qué crees que se puso de rodillas, Pablito?
Casi cinco meses teniendo relaciones conmigo y nunca había hecho ni el amago de hacerme una mamada y al puto Javier se le arrodillaba a las primeras de cambio. Esos detalles me volaban la cabeza y mi polla protestó bajo los pantalones.
Todavía hizo una pausa más para darle otro trago a su cóctel y siguió hablando.
―Me quitó ella misma el cinturón y luego me abrió la bragueta, respiraba fuerte, casi jadeando, se le notaba ansiosa y, uffff, tiró del pantalón, de los calzones y plof, salió mi polla despedida, tardó en cogérmela con los dedos cero coma y le pegó un lametón fuerte al capullo y luego se la metió en la boca… hasta el fondo, ¡se la tragó entera!
―¡Dios mío!, ¡qué puta guarra!
―Ni que lo digas, ¡¡qué manera de comérmela, tío!!
―¿La chupa bien? ―pregunté yo de manera patética.
―¡Es una jodida succionadora!, pero luego se la saca de la boca y te lo hace de manera sensual con la lengüita…, mmmmmm…, y esos cambios de ritmo te vuelven loco. Me mataba con la lengua, subió la vista y me miró para ver si estaba disfrutando. Esas son las buenas mamadas, Pablito, ¡cuando te miran a los ojos mientras te pasan la lengua por todo el rabo!, ¿verdad?
―Sí, ya lo creo…
―La agarré por el pelo y le dije algo así como «Qué bueno, niñata, me estás matando». Se me escapó eso con la euforia y ella detuvo la mamada. Pensé que la había cagado con el insulto, pero ella me miró y me preguntó: «¿Qué has dicho?», y yo «Nada, perdona», así en ese plan, pero pensaba «Cállate y sigue comiéndomela», ja, ja, ja…
―¿Y qué pasó luego?
―Le pedí perdón… y ella me sorprendió otra vez, «¿Es que no piensas llamarme nunca por mi nombre?», y yo le dije que no, ¡que se joda, por guarra! Y luego le pregunté: «¿Te molesta?», y ella me soltó que era un «cabronazo», pero luego abrió la boca y siguió chupándomela, pero todavía con más ganas, y yo repetí: «Vamos, niñata, eso es. Y ahora cómeme los huevos».
―Venga ya…
―Te lo prometo, tío, no me estoy inventando ni una coma. Y la zorra me la sujetó con la mano, me la puso así en vertical y dijo con la boca pegada a mis pelotas, «Síííí, llámame niñata», y me pasó la lengua entre los dos cojones antes de metérselos en la boca…
―¡Qué hija de puta! ―exclamé cuando mi polla comenzó a palpitar.
Tuve que cambiar de postura y aproveché para hacerlo con disimulo mientras me inclinaba sobre la mesa y le pegaba un trago a la copa. Javier estaba «sentadorro» en el sofá, a lo suyo, disfrutando de la copa y haciéndome partícipe de su humillación a Sara.
Cada frase que salía de su boca era más repugnante que la anterior.
―La tuve todavía cinco minutos más entre las piernas comiéndome los huevos, me pasó la lengua mil veces por todo el tronco, me la chupaba a lo bestia y todo esto mientras yo la sujetaba con fuerza por el pelo sin dejar de insultarla, «Muy bien, niñata», ¡eso le ponía cachondísima!… y yo ya no podía más, era una jodida experta, tío, ¡¡a saber cuántas pollas se ha comido esta guarra!!
―¿Te corriste en su boca?
―Noooo, quería follármela, le tuve que implorar que se detuviera o me hubiera ido, uffff, y se lo dije. Se limpió la boca con la mano y luego se puso de pie. Imagínatela, Pablito, con la camisa reventada, la falda a medio subir, las medias desgarradas y el maquillaje de la boca corrido…
―¡Parecería una puta!
―¡Exacto! Y sin decir nada más se puso a cuatro patas al borde de la cama…, yo me levanté, me coloqué detrás de ella con calma y… me encontré con todo su culazo allí, me molaba mucho lo de los pantys destrozados, podía metérsela sin tan siquiera quitárselos, ja, ja, ja… y nada, me acerqué y… toda para dentro…, ¡no veas qué gemido soltó!
―¿Se la metiste sin condón?
―Ella no me dijo nada, y yo tampoco le pregunté, aunque debería tener más cuidado con estas tías tan guarras, ¡a saber quién se la estará follando!
¿Se podía ser más necio e hijo de puta?
―En cuanto se la clavé, ya sabía que no iba a durar ni un suspiro, ¡uf, es que en la vida me había pasado nada parecido!, ya te digo que tengo un aguante de la hostia y me corro cuando quiero, controlo mucho, pero con la mamada ya me había dejado muy tocado, y luego con ese culazo que tiene y el calor que desprende su coño, mmmmmm, ¡ni te imaginas!, echa fuego, y lo de follármela a pelo era un plus… Tenías que ver cómo se abría de piernas para que se la metiera duro, ¡qué puta golfa!…, no sé cuántas embestidas le soltaría, pero no más de veinte…, debí durar un minuto… como mucho…
―¿Y te corriste dentro?
―Sí, sin avisar, solo me la follé y vacié los huevos en su coño de niñata…
―Uffff ―exclamé cuando mi polla hizo un espasmo extraño como si estuviera a punto de soltarlo todo sin tan siquiera tocármela.
―Mmmmmm, ¡qué corrida!, apoteósica, y luego ella se dejó caer hacia delante con toda mi lefada dentro, ja, ja, ja…, era todo muy sórdido y guarro, no le pegaba nada a una tía tan pija como la de prácticas… ¿Y sabes lo que pasó luego?
―No…
―Se metió la mano entre las piernas, tumbada bocabajo y se hizo un dedo…
―¿En serio?
―Sí, no me gusta dejar a una tía a medias, pero con esta me daba igual, ¡que se joda si no se había corrido!, yo ya me había quedado de puta madre…
―¿Y llegó al orgasmo?, tendría todo tu semen dentro…
―Calla, que me subí a la cama y le acerqué la polla a la boca…, la tenía abierta y no paraba de gemir y cuando se dio cuenta de que estaba rozando mi rabo con los labios, sacó la lengua y se puso a darme muerdos por el tronco…, joder, ¡menudo dedazo se estaba haciendo!
Otro aviso de mi polla. Esta vez sí que me asusté de verdad. Estaba a punto de…, pero no podía ser.
―Y cuando levantó las caderas, ya supe que se iba a correr, entonces aproveché y ¿sabes lo que hice?
―No…
―¡Le metí un dedo por el culo!, ja, ja, ja…
―¿Y te dejó?
―¿Que si me dejó?, se tragó mi pingajo entero, y cuando le clavé el dedo hasta el fondo, comenzó a correrse a lo bestia…, ¡fue sublime!, qué manera de mover las caderas arriba y abajo…
Ahora sí. Mis glúteos se tensaron, mi cuerpo pegó una sacudida y mi polla palpitó descontrolada. Fue involuntario y no pensé que eso pudiera suceder físicamente. Salté de la silla como un resorte y Javier me miró extrañado.
―¿Qué haces, Pablito?
―Eeeeh, nada, ya nos íbamos, ¿no? ―Y me incliné sobre la mesa para coger la copa y beber mientras mi cuerpo se quedaba al límite. Sí, no, sí, no, sí, no..., pensé que me corría en los pantalones, y me quedé a puntito, aunque por suerte, pude resistir.
―No me has dejado ni que termine la historia… ¡Cómo gritaba la muy puta con mi polla en la boca!, ja, ja, ja…, qué vicio tiene la niñata…
―Ni que lo digas…
―¿Pero estás bien?, siéntate, que ya no queda nada y de paso termino la historia…―me pidió mirando su vaso―. Pues eso, que después me escupió la polla y giró la cabeza hacia el otro lado…, ella misma me retiró la mano de su estrecho culo y me pidió que me fuera…; así que me subí los pantalones y allí la dejé en la cama, bocabajo y con mi semen saliendo de su coñito… Así es como me gustan a mí las tías, a follar y cada uno para su casa… Y la niñata no se corta un pelo, me echó de la habitación sin contemplaciones…
―¡Vaya historia!
―Bueno, Pablito, ahora sí, yo creo que ya es hora de irse a la cama… ―Y se terminó el old fashioned de dos tragos más―. ¡Qué ganas tengo de que me vuelva a tocar viajar con ella!, mmmmm, y la próxima vez no se me escapa ese culo. Eso es gracias a ti, que me diste la idea de hacérselo por detrás, ¡uffff, solo de pensarlo!… Cuando termine con ella, va a estar sin poderse sentar una semana, ja, ja, ja…
El muy cabrón también estaba empalmado cuando se levantó de la silla, igual que yo, y ni se molestó en ocultar su erección. A mí, por suerte, no se me notaba, pero os aseguro que llevaba un calentón considerable.
Era vergonzoso, ¡había estado a punto de correrme mientras Javier me contaba su sucio polvo con Sara!, que con el jefe se mostraba sumisa y le dejaba follársela sin condón, que se corriera dentro, se la chupaba y le permitía que le clavara un dedo por el ojete, y a mí… se me ponía encima y me cabalgaba hasta el final.
Parecían dos mujeres distintas.
Ahora que ya sabía la versión de Javier, mucho iba a tener que adornar Sara su historia o inventarse otra para quedar medianamente bien conmigo en la cena que teníamos el domingo para intentar arreglar lo nuestro.
Llegué a la habitación derrotado y avergonzado de mí mismo. Me quité toda la ropa y terminé en la ducha sin poder sacarme de la cabeza las palabras de Javier. Estaba tan excitado que tuve que masturbarme patéticamente bajo el agua, y con varias sacudidas llegué al orgasmo, que apenas disfruté.
Faltaban tres días para la cita con Sara y ya no tenía claro que quisiera arreglar lo nuestro, y menos después de lo que me había contado Javier.
¿Cómo se puede volver a empezar una relación con alguien que se comporta así con su jefe? Aquello estaba ya muerto antes de tiempo y, sin embargo…, necesitaba escuchar su versión de los hechos, cedí otra vez y le quise dar una nueva oportunidad a Sara.
Esta vez sí, me prometí que sería la última… y tendría que ganársela. Yo no se lo pensaba poner nada fácil.