La tentación de Sara

No sé cómo lo querrá arreglar Sara. Le hará una mamada?, lo dejará follarla sin protección?, le dará el culo?

Porque si ni una de esas cosas pasa y quedan bien, Pablo ya se confirmará como otro consentidor más.

Además, por lo que contó Javier, Sara ya tenía toda la intención de follar con él.
 
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Si Pablo va a seguir con Sara, tiene que ser dominante para poder disfrutar del sexo con ella y aún así tendrá que compartirla con otros. Al menos tendrá mejor sexo, pero para una relación tiene que buscar una mujer menos dañada, moral y emocionalmente, porque Sara no tiene remedio, al menos a corto plazo.
 
Capítulo 29



No pude dejar de darle vueltas a las palabras de Javier, la historia que me había contado era tan increíble que me costaba creérmela. Había dejado por el suelo mis esperanzas de intentarlo con Sara, así era imposible tener una relación seria con ella, sabiendo que a la más mínima se iba a volver a acostar con el jefe.

Ya no podía confiar en ella.

Lo que no entendía era esa sumisión hacia Javier, por qué se comportaba así cuando estaba con él, pues conmigo era bien distinta, le gustaba dominar, llevar la iniciativa y, sin embargo, a Javier le permitía cualquier cosa, se dejaba follar sin preservativo, le comía la polla de manera vulgar y prácticamente la sometía cuando quería, sin ningún esfuerzo.

Y, aun así, estaba dispuesto a volver a quedar con ella, a escuchar sus disculpas y su versión de lo que había pasado en Bilbao. Como dice el proverbio árabe, «La primera vez que me engañes será culpa tuya, la segunda vez será culpa mía», y yo añadiría: «Y la tercera vez es porque soy un gilipollas integral».

Por suerte, el viernes no me encontré con Sara, se les había complicado su trabajo y hasta por la tarde no regresaron de la auditoría; así que me marché sin verla. Casi mejor. Me iba a costar mucho mirarla a los ojos después de que Javier me hubiera contado por la noche cómo le lamía los huevos.

Me pasé por casa de mis padres a recoger a las niñas y organicé muchos planes con ellas para intentar desconectar de mi patética vida amorosa con Sara. Por la noche me mandó un whatsapp preguntándome por mi auditoría y para confirmar la cita del domingo. Por lo menos se le veía con ganas de quedar.

Ella se encargaría de elegir el restaurante y quedamos que al día siguiente me mandaría un mensaje de confirmación con el sitio y la hora. Yo contesté su whatsapp con un seco «OK» y preferí olvidarme de Sara mientras estuvieran mis hijas en casa.

Pero el domingo ya me levanté nervioso. Habíamos quedado a las diez en un local del centro y me esperaba un largo día por delante. No tenía mucho interés en ir a esa cita, y lo único que me intrigaba era escuchar qué excusa me iba a poner Sara a su comportamiento y saber si por fin sería sincera conmigo.

Llevé a las niñas con mi ex un poco antes de lo previsto y regresé a casa para arreglarme con tranquilidad. Me puse una camiseta blanca, pantalón vaquero, americana oscura por encima y zapatillas de vestir, en un look que me sentaba muy bien junto con mi Breitling de 5000 euros.

Dejé el coche en un parking cercano y fui caminando hasta ese restaurante en el que no había estado nunca. La noche invernal era bastante fresquita y me resultó muy agradable el paseo intentando calmar mis nervios.

Cuando faltaban dos minutos, llegué al local. Sara ya me estaba esperando dentro, sonrió al verme y después vino hacia mí para darme un pico en la boca, que yo apenas correspondí, y luego un abrazo. Enseguida nos pasaron al comedor, el sitio era bastante modernito y me gustó que no hubiera mucha gente y, además, nos pusieron en una mesa apartada, así podríamos hablar sin las miradas indiscretas de nadie.

Sara se quitó el abrigo y se quedó unos segundos de pie para que la viera bien. ¡Casi me caigo de culo! La muy zorra se había puesto la misma minifalda roja que había llevado en Bilbao con Javier, junto con las botas altas negras por encima de las rodillas y en la parte de arriba una camiseta negra ajustada de manga larga y cuello alto, ¡sin nada debajo!

¡Se le transparentaban las enormes tetazas por debajo!

Estaba claro que Sara quería poner toda la carne en el asador. Cualquier chica del mundo con ese vestuario parecería vulgar, pero ella lo sabía lucir de una manera espectacular, insinuando cada curva de su imponente cuerpazo.

¡Es que estaba tan buenísima!

Aquellas tetas no eran ni medio normales y se le intuían sus pequeños pezones oscuros bajo la tela, que yo intentaba no mirar, pero cada poco se me iba la vista a sus pechos. El principio de la cita no fue muy alentador, se notaba que había mucha tensión entre los dos, yo estaba más bien frío y apenas hablaba con monosílabos y Sara parecía avergonzada y casi ni se atrevía a hablar, cosa extraña en ella, pues solía ser bastante directa.

Cuando empezamos a cenar, fue Sara la que rompió las hostilidades. Quería sacar cuanto antes todo lo que llevaba dentro y lo primero que hizo fue disculparse.

―¡Lo siento mucho, Pablo! Y siento que estemos así porque no te lo mereces, eres muy buena persona y…
―Ya estamos con lo de buena persona…, a lo mejor debería ser más cabrón…, creo que me iría mejor…
―No digas eso, a mí me gustas así, tal como eres…
―Pues no lo parece.
―Entiendo que estés muy enfadado conmigo y no es para menos, me lo merezco, lo que te he hecho…, ¡es que me da vergüenza!
―No solo es lo que has hecho, casi me jodió más lo que me dijiste, que después de tantos meses no te considerabas mi pareja…, eso ya fue el remate…
―¡Me equivoqué!, no debí haber dicho eso, pero estaba bloqueada, la verdad…, no sabía ni por dónde salir…
―¿Y ahora ya lo sabes?
―Sí, quiero estar contigo, que lo intentemos en serio. Hoy va a ser el primer día, mira, ya tenemos fecha de aniversario, hoy, 28 de febrero, empezamos de cero, pero necesito que me perdones, que me vuelvas a desear como siempre, eso me encanta, y no como ahora…, que me mata que me mires así… con ese desprecio.
―Lo siento, pero es que no me sale otra cosa…
―¿Y qué tengo que hacer para arreglarlo?
―Esto no va así, Sara, lo nuestro creo que ya no tiene arreglo.
―No me digas eso. ―Y estiró la mano para ponerla sobre la mía―. Claro que podemos solucionarlo…
―Es que, aunque pudiéramos hacerlo, ¿quién me dice a mí que no vas a volver a engañarme? ¿Me lo puedes asegurar?… Un día será con Javier, y otro, con alguno de tus amigos…
―Desde mi fiesta de despedida que nos enrollamos por primera vez, no he vuelto a estar con ninguno de ellos…
―¿Y con otros tíos aparte de Javier?
―Sí, pero solo con uno, cuando fui a visitar a mi amiga a San Sebastián, pero bueno, ahí todavía no éramos nada, solo nos habíamos acostado una vez…
―Ah, que cuando fuiste a ver a tu amiga, también te follaste a otro, joder, y me lo dices ahora.
―Tampoco tenía por qué darte explicaciones, fue un rollo y ya está…
―Vamos, que después de hacerlo conmigo, no había pasado ni una semana y otro tío ya tenía su polla dentro de ti…
―No seas vulgar, Pablo, que no te pega nada. Salí con mis amigas y conocimos a unos chicos… y eso es todo, no he vuelto a saber de él, fue un rato de diversión y ya está… Y luego hasta lo de Javier solo he estado contigo.
―Ah, muchas gracias. Te lo agradezco…
―Por favor, dime lo que tengo que hacer para volver a estar como antes.
―Ya no puedo, Sara. Esto ha sido un sinsentido desde el principio y habría que cambiar muchísimas cosas para que lo nuestro funcionara y yo no creo que puedas hacer eso…, ¡lo mejor es que lo dejemos ahora!, cuanto más tiempo pasemos juntos, peor vamos a terminar, y lo sabes tú tan bien como yo, ahora, mira, podemos hablar, quedamos como compañeros de trabajo y ya…
―Ni tan siquiera como amiga…, no podría ni bajar a tomar una caña contigo…
―No, lo prefiero así, y poner distancia, a mí me importas mucho y me jode tomar esta decisión, pero… es lo mejor…, para los dos, dentro de unos meses me lo agradecerás…
―Noooo, joder, Pablo, no me apartes de tu vida, quiero seguir viéndote, quedando con tus amigos, conociendo más a tus hijas…
―No quiero que se encariñen más contigo, me gustas demasiado y, aunque me duela, vamos a terminar aquí y ahora…
―Dame otra oportunidad, ¡la última!, si la vuelvo a cagar, seré yo la que dé un paso a un lado, pero eso no va a pasar, ahora he visto que me importas demasiado y no te quiero perder…, dime lo que tengo que hacer, Pablo…
―Ya no me fio de ti, Sara, no podría estar tranquilo nunca, cada viaje que hagas, cada vez que quedes con tus amigos, cada auditoría externa con Javier…, no podría vivir con esa incertidumbre de si me estarás o no poniendo los cuernos…
―Deja que te lo demuestre.
―¿Y cuánto vas a tardar en volver a caer?, una semana, un mes, dos, tres, un año…, tarde o temprano me vas a volver a hacer lo mismo… y para entonces estaré todavía más pillado contigo…
―Pablo, por favor…, no voy a…
―Los dos sabemos que sucederá de nuevo, y sobre todo con Javier, es mi jefe, mi compañero desde hace muchos años, un auténtico cabronazo que siempre te ha tratado fatal, ¡es que no entiendo lo que te pasa con él!, eso es lo que más me jode, ¡que haya sido con él!, es un puto asqueroso de sesenta años y parece que te somete… ¡y a ti te gusta!, ¡te folla como y cuando le da la gana!
―Eso no es así…
―¿Ah, no?, pues primer viaje que haces con él después de cuatro meses y ya te ha vuelto a follar…
―Dame otra oportunidad, y si quieres, decimos en la empresa que estamos juntos…
―Nooo, ahora no, lo que me faltaba, no podría soportar la cara de Javier mirándome con esa sonrisa burlona de «me he follado a tu novia»…
―Lo haremos a tu manera, como tú quieras, de verdad, Pablo. ―Y estiró la mano para ponerla sobre la mía otra vez.

Toda la cena fue un tira y afloja entre los dos. Yo estaba realmente convencido de que aquello terminara esa noche, pero Sara no cejaba en su empeño y no paró de pedirme una última oportunidad.

Salimos del restaurante sin haber aclarado todavía nuestra situación y Sara me propuso ir a tomar una copa a un sitio tranquilo, yo accedí y terminamos en un bar grande y moderno que había cerca, apenas había gente y me pareció un lugar ideal.

Pedimos un par de copas en la barra y luego nos sentamos en una de las mesas para seguir discutiendo sobre qué hacer. A mí me encantaba que Sara me suplicara que lo intentáramos de nuevo y yo seguí haciéndome de rogar, encantado en mi papel.

―No me puedo creer que hayas traído esta falda, fue la que llevabas en Bilbao la primera vez que Javier y tú…
―Vaya, ni me había dado cuenta…

Otra vez me estaba mintiendo, pues ella lo sabía perfectamente, de hecho, era la que había llevado la semana anterior cuando volvió a caer en las garras de Javier; así que ella era muy consciente de lo que significaba esa falda. Con un elegante cruce de piernas se pegó a mí y me pasó una mano por la espalda.

―Es la más sexy que tengo, solo quería estar guapa para ti…, todavía estamos a tiempo de que la noche termine bien ―susurró poniendo una mano sobre mi muslo por debajo de la mesa.
―No, Sara…, siempre haces lo mismo.

Ella jugaba con la carta ganadora de sus curvas y esos labios perfectos, y yo no me podía resistir a sus encantos. Había sido muy mala idea entrar en aquel oscuro bar con tan poca gente. Sara podía hacerme una paja allí mismo y nadie se daría cuenta. Parecería que solo estábamos hablando el uno pegado al otro.

―Ya te he pedido perdón mil veces…, no sé qué más puedo hacer.
―Creo que esto solo se soluciona con tiempo, vas a tener que ganarte mi confianza otra vez.
―Lo haré… y dentro de un año volveremos a estar aquí, en este mismo sitio…, ¡acuérdate bien de esto que te estoy diciendo!
―Para que funcione tenemos que ser sinceros el uno con el otro, y tú, Sara…, no lo eres. La fidelidad es lo que más valoro en una pareja y nuestra relación va a hacer aguas por todas partes…
―Mira, te voy a ser sincera…, como hoy empezamos de cero, quiero contarte algo que no sabías… y así ya no habrá más secretos entre nosotros…
―¿De qué se trata?
―Cuando estaba en prácticas, bueno…, Javier y yo ―dijo avergonzada―, no solo nos acostamos en Bilbao, nos enrollamos otro día también en una auditoría que hicimos juntos, pero te prometo que solo han sido esas dos veces…, hasta lo del otro día…
―¡Estupendo!, qué buena manera de comenzar una relación…, sabiendo que has follado con Javier más días…
―¡Es para que veas que voy a ser sincera contigo, Pablo!
―¡Es que no lo entiendo!, ¡con Javier!
―Yo tampoco…
―¿Y podrías asegurarme que la próxima vez que salgas con él de auditoría no va a volver a pasar nada entre vosotros?, porque no lo parece…
―Sí, te lo aseguro. No voy a entrar en su habitación ni dejar que él entre en la mía. Se lo dejaré clarito desde el principio, incluso le diré que tengo novio para que…
―Ya se lo dijiste la otra vez y no pareció que eso le detuviera mucho…, yo creo que incluso le incitó más a follarte, sabiendo que le estabas poniendo los cuernos a tu novio… Y solo por curiosidad, ¿cómo fue esta vez la semana pasada?, te invitó a cenar, te emborrachó, ¿cuál es tu excusa?
―No la tengo…, no puedo decir nada porque…
―¿Lo hicisteis en tu habitación? ―pregunté queriendo rebajar a Sara y que al menos se sintiera humillada.
―Sí…
―¿Las dos noches?
―No, solo una…, aunque bueno, la anterior también pasó algo entre nosotros…, aunque yo no quería, de verdad…
―¿Cómo que pasó algo…?
―Sí, fui a su habitación a coger una documentación y Javier me tocó…
―¿A la fuerza?
―No, se puso detrás de mí y pasó las manos hacia delante, me palpó las tetas…, pero yo no hice nada… y me fui…
―¡Qué cabrón!, ¿y después de eso le invitaste a tu habitación a la noche siguiente?, joder, Sara…
―Sí, aquel día no pasó nada más, pero eso me excitó mucho, y yo lo achaqué al trabajo, estábamos muy tensos…, no habíamos tenido un día fácil, en la auditoría había metido la pata y no iba bien y Javier me había echado una buena bronca…
―Y luego tú dejas que te folle para que no se enfade…, muy lógico…
―No, ese día no, pero al día siguiente salió todo mucho mejor y cuando terminamos el trabajo fue como, ¡uf, qué liberación! Después de cenar me invitó a una copa y yo acepté…, y luego una cosa llevó a la otra y al final me propuso ir a mi habitación… a tomar la última… ¡No te enfades, Pablo!, te lo pido por favor ―me pidió pegándose más a mí con la mano peligrosamente cerca de mi paquete.

Enseguida noté sus tetas pegadas a mi hombro y Sara no dejaba de pedirme perdón, dándome besos en la mejilla, pero yo seguía serio, imperturbable, pasando de ella y poniendo cara de odio mientras escuchaba cómo le había invitado a Javier a subir a su habitación; pero Sara sabía muy bien cómo ponerme cachondo utilizando su cuerpo y contándome lo que quería escuchar, susurrando, poniendo voz de guarra, y enseguida hizo que me empalmara.

En cuanto Sara me palpó el paquete, se encontró con que ya la tenía dura.

―Yo no quería follar con él, de verdad que no…, pero dejé que entrara en mi habitación…
―Ya sabías lo que iba a pasar…
―Sí.
―¿Es que no puedes controlarte cuando estás con él?, así es imposible que tú y yo podamos…
―No sé lo que me pasa con Javier, no me atrae nada…
―¿Os tomasteis una copa en la habitación?
―No…, y prefiero no contarte nada más, me da mucha vergüenza ―dijo Sara agachando la cabeza, pero comenzando a jugar con su mano por encima de mi polla. Me la había agarrado sobre el pantalón y la meneaba con suavidad abarcando el contorno de mi falo con su palma―. ¡Ahora quiero que me folles!
―¿Te besaste con él? ―insistí sin hacer caso a lo que me acababa de decir, aunque no pude evitar cerrar los ojos por el placer que me estaba proporcionando el pajote que me hacía.
―Sí.
―Joder, Sara…
―Lo siento, ¿me vas a perdonar?
―No…, dime qué pasó luego…
―Si te lo cuento, ¿no te vas a enfadar?, mmmmm…
―Nooo, aaaaah, nooo…
―Pues me pidió que… se la chupara… ―suspiró en mi oreja.
―Nooo, Saraaaa, noooo…, dime que no lo hiciste, a mí nunca me…
―Lo siento, lo siento mucho…
―Nooooo, joder, nooooo…
―Perdóname. ―Y apretó con más fuerza la mano sobre mi paquete.
―¿Estabas cachonda?
―Sí, mucho, mmmmm, me agarró por el pelo y me insultó, me dijo que era una niñata y eso todavía me gustó más ―gimoteó Sara abriéndome el pantalón.
―No, Sara, aquí no… ―Y la sujeté por el brazo.
―Tranquilo, nadie puede vernos…, deja que te lo compense, por favor…
―Mmmmm, Sara, oooohhhg ―jadeé cuando ella me sacó la polla en medio del bar y comenzó a sacudírmela por debajo de la mesa.
―¿Quieres que siga?, me da mucha vergüenza contarte esto…
―Pues te aguantas, ¡no haberlo hecho!, ahora te jodes…, quiero que me cuentes lo puta que fuiste con Javier…
―Mmmmm, Pablo, vamos al baño y me la metes…
―Nooo, sigue, cuéntame cómo te folló Javier…
―En la cama, ¡lo hicimos en la cama!, me puse a cuatro patas y me lo hizo desde atrás, ¿contento?
―No, si encima voy a tener yo la culpa…
―Te he dicho que no quiero seguir con esto y tú…, no sé, parece que te encanta…, ¡mira qué dura la tienes!, ¿es que no me vas a follar?, yo creo que prefieres correrte mientras escuchas cómo me acostaba con Javier…
―No, solo quiero saber la verdad, quiero que por una vez seas sincera conmigo…
―¿Qué más quieres que te diga?, que me encanta, ¡sííí, me encanta cómo me folla!, ¿eso quieres saber?, me tira del pelo, me azota, me insulta y yo pierdo los papeles e incluso le dejo que me la meta sin condón…
―Jo-der, noooo, Sara…
―Sí, lo hicimos a pelo…, aaaaah, eso incluso me da más morbo, me estoy poniendo cachondísima solo de recordarlo y…, mmmmmm, hasta se me corrió dentro ―afirmó incrementando la velocidad de su paja―, y no era la primera vez, en Pamplona ya me lo había hecho también…, aquel día me usó para vaciarse, me pidió que fuera a su habitación a recoger unos papeles y terminó follándome…, y luego me echó como si nada…
―¡Qué hijo de puta! ¿Y tú no te corriste?
―No, pero… ¿sabes que eso todavía me puso más?, que me utilizara así, de esa manera, mmmmm, imagínatelo, luego me tocó ir a mi habitación con su semen dentro, me escurría por las piernas…
―Nooooo… ¿Y el otro día te corriste con él?
―Noooo, bueno, nooo, al principio, cuando terminó me masturbé, me dio igual que él estuviera delante y entonces sí, ahí llegué al…
―Joder, Sara, a mí nunca me has permitido que te la meta así, sin protección, y con Javier… hasta le dejas que se corra dentro…
―¿Quieres follarme como él?, ¿eso te pone?, ahora estoy, ufff, vamos al baño y me la metes, ¡mira cómo me tienes! ―dijo soltándome la polla, descruzando las piernas y apartándose el tanguita con disimulo para mostrarme el coño.

La falda era tan corta que no había tenido ni que subírsela. Y allí tenía a Sara, con el tanguita entre los dedos, enseñándome su depilado pubis.

―¿Quieres tocarme?… ―Y yo bajé la mano y le acaricié el coño muy despacio, haciéndola gemir―, aaaaah, aaaaaah, si quisieras, me podrías hacer correr aquí mismo de lo cachonda que estoy…

Tenía razón en que estaba demasiado húmeda y Sara se inclinó sobre mí y volvió a agarrarme la polla, quizás era el momento de cortarnos, ya estábamos empezando a llamar mucho la atención, pero ella tenía bien claro lo que quería y cómo conseguirlo.

―Tú y Javier sois muy distintos y por eso hago con él cosas distintas…, si te pone, puedes hacerlo tú también, pero yo prefiero que me folles con condón, ¿no te da morbo eso?, venga, guárdatela en los pantalones y vamos al baño… ―me pidió poniéndose de pie y bajándose la falda.

Yo tardé unos segundos en reaccionar y después hice lo que me pidió y salí detrás de Sara en dirección a los servicios. Cuando llegué allí, ella ya los había inspeccionado y el de las chicas estaba vacío; así que tiró de mi brazo y pasamos a uno de los cuatro reservados que había dentro.

Sara se apoyó en la pared y me miró con cara de viciosa, tenía la respiración acelerada y se subió el fino jersey de cuello alto para mostrarme sus jodidas tetazas. Yo estaba muy nervioso, pues no era algo que me gustara mucho estar en el baño de las chicas manteniendo relaciones sexuales.

Nos podíamos buscar un buen lío si nos pillaban.

Y ella pareció leer mi mente.

―¿Es que nunca has follado en los baños de un bar? ¡A mí me parece la hostia! ―murmuró Sara estirando el brazo para que me acercara.

Me tiré a su boca y comenzamos a morrearnos mientras ella desabrochaba impaciente mi pantalón para volver a empuñarme la polla.

―Mmmmm, ¡qué empalmada llevas!, mmmmm, ven aquí, ¡cómeme las tetas!

Apenas tuve que agacharme para meterme sus pechos en la boca y Sara me agarró por el pelo y me aplastó contra su cuerpo. Me volvía loco devorar sus calientes tetazas, cuyos pezones comenzaron a endurecerse entre mis dientes.

―¡Aaaaaah, no puedo más…, deja eso! ―me pidió una impaciente Sara apenas veinte segundos después apoyándose contra la pared y subiéndose la falda para mostrarme su coñito desnudo.

Rebuscó algo en el bolso y con velocidad sacó un preservativo y lo puso delante de mis narices. La muy puta todavía quería jugar un poquito más conmigo.

―Tú decides si te lo quieres poner…
―¿Qué quieres que haga? ―pregunté mirándola fijamente a los ojos.
―Ya te lo he dicho antes…

Entonces Sara se puso de cuclillas delante de mí y me empuñó la polla con la mano. Por un momento pensé que me la iba a comer en aquel servicio, pero ella la apartó a un lado y me besó el torso de manera sensual. Luego me pasó la lengua por el ombligo e hizo círculos sobre él antes de besuquear mi vello púbico.

Yo miré hacia abajo y ella, con sus ojos clavados en mí, me acarició con su lengua, lamiendo la zona que va desde mi polla hasta el estómago. Después se puso de pie buscando mi boca para darme un morreo y me gimoteó al oído mientras me la cogía con la mano para pegarme un par de sacudidas.

―No te la voy a chupar…
―Sara, mmmmmm…
―Venga, ponte el condón y fóllame…, ¡hoy me pondría muy cachonda si lo utilizaras!
―¡Joder!, ¡qué zorra eres! ―protesté rasgándolo con los dientes.

Y cuando Sara se dio cuenta de que me estaba enfundando la polla con el látex, sonrió, volvió a girarse contra la pared y sacó el culo hacia fuera. Otra vez había vuelto a jugar conmigo y se había salido con la suya. Y yo como un imbécil se la metí en cuanto estuve preparado, haciéndola gritar de placer.

―Mmmmmm, mmmmmm, ¡vamos, dame duro!
―¿Quieres que te folle, niñata?
―Nooooo, no digas eso, no quiero que me recuerde a Javier, dime lo que quieras, insúltame si eso te pone, pero no me llames niñata. Ya te lo dije antes, ¡me gusta que hagáis cosas diferentes! ―Y se abrió de piernas inclinándose hacia delante.

Agarré su cintura y la embestí con fuerza. Las botas altas me ponían muy cerdo, la camiseta a medio subir y el tanguita apartado a un lado hacía que Sara tuviera unas pintas de golfa que tiraba para atrás.

Y eso todavía me encendía más.

La muy cabrona gemía a cada sacudida y me hubiera gustado follármela como un salvaje, pero la situación me había desbordado por completo y poco después ella comenzó a moverse de manera sensual, como una serpiente, acompasando mis embestidas.

―¡Estate quieta, mmmmm, no hagas eso, quiero durar más! ―le supliqué.

Pero no me hizo caso, al contrario, todavía se meneó de manera más sucia, lanzando su cuerpo contra mí y giró el cuello para que viera cómo se mordía los labios. Por mis jadeos ella ya sabía que estaba a punto de eyacular y me pidió que se la sacara.

―¡Aaaaah, aaaaah!, ¡no te corras dentro!, ¡échamelo por el culo!, mmmmmm, ¡córrete encima de mí!

Otra embestida clavándosela hasta los huevos y la saqué deprisa para que me diera tiempo a quitarme el condón. Me pude deshacer de él en el preciso instante en el que el primer chorro salía disparado contra el glúteo de Sara y lo atravesaba hasta su espalda. Ella dio un respingo como si le quemara y me animó a que siguiera empapando su cuerpo.

―¡Sí, eso es, mmmmmm, córrete, córrete! ―Y me pareció ver cómo se metía los dedos entre las piernas y se masturbaba mientras eyaculaba sobre ella.

Siete u ocho lefazos que la cruzaban en distintas trayectorias dejaron el culazo de Sara totalmente cubierto de semen, y enseguida ella también se corrió de manera muy intensa con un gemido grave y con su cuerpo temblando descontrolado.

Ese polvo había sido corto, pero muy intenso. Eso era lo que me esperaba con Sara en los próximos días, semanas o meses hasta que nuestra relación se terminara, follar como animales.

Aquello ya había nacido muerto, como se suele decir, y recordando las palabras de mi amigo Daniel, era lo único que me llevaría por delante hasta que eso sucediera, unos cuantos polvazos con un pibón como Sara que yo no iba a desaprovechar.

Sí, otra vez había vuelto a caer en su juego y, aunque sabía a la perfección lo encoñado que estaba con Sara, al menos era muy consciente de la situación.

Me había desencantado y ya era imposible que me volviera a ilusionar. Algo se había roto en mí y solo tenía que esperar a que todo aquello saltara por los aires definitivamente. Había vuelto a caer en la tentación, pero esta vez sí… sabía que lo mío con Sara ya no iba a ninguna parte.
 
Ha vuelto a caer claro, pero porque es muy difícil resistirse a Sara, y encima con la ropita que se ha puesto. Pero por lo menos ahora, Pablo sabe que esa relación tiene fecha de caducidad, y mientras tanto se aprovechará. Ahora ya no es su novia, ahora es su follamiga. Además, en el fondo, le pone un montón que lo haga con Javier y que le deje hacer cosas que a él no le deja. Cornudo de manual.
 
A ver si esta vez es verdad que la tiene como follamiga y ya está. Es lo mejor para el.
 
Bueno, lo de follar con protección y sin mamada es obvio que le encanta a él, incluso más que a Sara, sino no se explica tanta estupidez.

Incluso cuando Javier se la folle por el culo, él seguirá igual.

Y bueno, al menos mantendrá la pija activa con un mujerón, cada dos semanas
 
Bueno, eso de que folle sin protección con todos menos contigo tiene sus ventajas, será el único que no se pille una ETS , puede que Sara lo haga por eso, por qué le aprecia y no quiere que se pille nada que no es suyo :ROFLMAO:
 
Sara ha captado la vocación de cornudo, ve que se excita con el relato humillante de los cuernos y para él va a resultar una dinámica irresistible y adictiva.
Se hace el indignado pero todos sabemos que le encanta ser el pelele de su Diosa.
 
Última edición:
Ha vuelto a caer claro, pero porque es muy difícil resistirse a Sara, y encima con la ropita que se ha puesto. Pero por lo menos ahora, Pablo sabe que esa relación tiene fecha de caducidad, y mientras tanto se aprovechará. Ahora ya no es su novia, ahora es su follamiga. Además, en el fondo, le pone un montón que lo haga con Javier y que le deje hacer cosas que a él no le deja. Cornudo de manual.
Sin comentarios que igual hago spoiler.
Solo decirte que sigues siendo mi escritor favorito.


A ver qué día coincidimos y hablamos un rato que tengo ganas de comentarte algunas cosas.
Un abrazo amigo
 
Capítulo 30



El cambio de Sara fue radical.

Acostumbrada a salirse siempre con la suya, parecía dispuesta a volver a seducirme y, desde el día siguiente, se puso manos a la obra. En el trabajo me hacía carantoñas cuando no había nadie, pero sin preocuparse de que pudieran vernos, como si le diera igual que nos pillaran.

El siguiente finde nos vino a buscar a casa a las niñas y a mí y nos llevó al cine y pasamos la tarde en el centro comercial. Me llamaba por teléfono cada poco y venía por mi piso casi a diario para follar conmigo. Me hizo salir de fiesta con sus amigos y nos presentamos delante de ellos agarrados de la mano; así Sara oficializó nuestra relación. No me gustó nada la mirada que me echó Álvaro, pero yo no le di importancia, y a partir de ese día me fueron integrando más en el grupo.

Sara me decía que no iba a parar hasta que la volviera a mirar como unas semanas atrás. Estaba claro que ella notaba ese desprecio que me brotaba del estómago, era un sentimiento que no podía evitar y que me dolía cada vez que recordaba su traición con Javier. Y a pesar de ello me seguía dejando arrastrar por Sara, preso de una atracción sexual irresistible.

Eso era lo único que me mantenía unido a ella. Lo cachondo que me ponía y las permanentes ganas de follármela cada segundo.

Sabía que ese deseo no iba a desaparecer nunca, ni aunque pasaran mil años. Todo me envolvía en un conjunto más que perfecto; sus labios, su pelo, su cara, esos pechos duros y grandes, su culo redondo y carnoso, sus largas piernas, su voz, su manera de gemir, de follar.

Si se lo propusiera, Sara seduciría a cualquiera en menos de diez minutos y ninguno podría resistirse a sus encantos. Y yo era un simple mortal que ya los había probado y entrado en un laberinto de lujuria del que no sabía salir.

Ni tampoco quería.

Un mes más tarde todo seguía igual con Sara, pero no respecto a Daniel e Isa. Uno de los pocos días en que Sara me dio una tregua y me dejó la tarde libre para hacer un poco de deporte con mi colega, noté que estaba triste y al regresar a casa me dio la mala noticia.

―Isabel y yo lo hemos dejado…
―Anda, ¿y eso?
―Bueno, ya no estábamos muy bien últimamente y para estar así, era mejor que no siguiéramos.
―Pero si yo os veía de maravilla.
―Son cosas que pasan, tranquilo, estoy bien, ahora que vuelvo a estar en el mercado no me van a faltar tías para follar cuando me dé la gana…
―Eso lo vas a tener siempre, pero, no sé, encontrar a una mujer como Isabel…
―Teníamos planes distintos y es mejor así, no le des más vueltas…
―Me hubiera gustado despedirme de ella, me caía de puta madre.
―Sí, lo sé…, y era mutuo, eh…, ella te apreciaba mucho también…
―Anda, que ya te vale, te vas a arrepentir de perderla.
―Ja, ja, ja, no creo, ya te lo diré cuando este sábado me esté empotrando a una a cuatro patas…

No puedo decir que me sorprendiera la ruptura de Daniel e Isa. Mi colega ya hacía tiempo que le ponía los cuernos con la primera que se le cruzaba y supongo que todo tiene un límite; además, Isabel habría terminado hasta las narices de lo infantil que era mi amigo y sus pocas o nulas ganas de compromiso que tenía.

Fue un mes de muchas novedades, pues por esa época Sara también quería independizarse y una tarde la acompañé a un piso que estaba en alquiler. Nos recibió una chica bien guapa, sobre veinticinco años, 1,65, morena, delgada y media melena. Primero nos enseñó la casa, que era grande y antigua, pero reformada y decorada con muy buen gusto. En cuanto la vi, me supuse que no iba a ser nada barato el precio.

Luego le hizo una pequeña entrevista a Sara, y por lo que pude deducir, la chica era influencer y quería compartir piso con otra mujer. Debía haber puesto el anuncio en sus redes sociales y había filtrado las múltiples solicitudes que estaba recibiendo; por lo que ya era un avance que hubiera aceptado conocer a Sara.

Le dijo las condiciones, 1300 euros entre las dos más gastos y Sara estuvo de acuerdo con el precio. Cuando regresábamos a casa en el coche, Sara me preguntó qué me había parecido el piso.

―Es espectacular y, además, por lo que nos ha dicho, vas a estar mucho tiempo sola, porque se debe pasar la mayor parte del tiempo viajando…
―Sí, eso ya lo sabía, la sigo por el ********* y el TikTok. ¿No sabes quién es?
―Pues ni idea, yo no tengo esas cosas…
―Es Jessica de la Riba, tiene casi 400 000 seguidores y su cuenta es una de las referentes en la moda española…
―Ah.
―Puso el anuncio del piso en el Insta, antes vivía con otra influencer, pero no han debido terminar muy bien; así que yo creo que busca a alguien que no sea del mundillo. A mí me cae bien, aunque no la conozco personalmente.
―Yo creo que el sitio es perfecto y no pilla muy lejos de la auditoría, casi podrías ir andando…
―Sí, me ha encantado.

Al día siguiente Jessica se puso en contacto con Sara y le propuso mudarse en cuanto quisiera; así que esa misma tarde la ayudé con sus maletas y objetos personales y a finales de semana ya estaba viviendo allí.

El que sí conocía a la tal Jessica de la Riba era Daniel, que no se creyó que Sara fuera a compartir piso con la influencer.

―¿Estás seguro de que es esta? ―me preguntó enseñándome unas cuantas fotos de la chica en biquini.
―Sí, esa es, la conocí el otro día…
―Joder, es una de mis favoritas… Pues te informo que me he hecho unas cuantas pajas con la nueva compañera de tu novia…
―Serás guarro.
―Oye, ¿y no podrías presentármela?
―Ja, ja, ja, ¿pero dónde vas a ir tú con esa chica?, si le sacas veinte años…
―Como tú a Sara…
―Además, creo que tiene novio.
―No me extraña, porque está muy buena…

El fin de semana ayudé a Sara con la limpieza del piso, se había quedado sola, pues la otra chica se había ido diez días de viaje a Dubái, y por la noche estrenamos la cama. Ese polvo, como si fuera en un piso de estudiantes, me transportó a la época universitaria y reconozco que me dio mucho morbo follar con Sara en su nueva habitación.

El siguiente finde era el cumpleaños de Sara y le tuve que pedir a mi ex que se quedara con las niñas para poder ir a la fiesta que habían montado en el chalet de Álvaro. Al parecer también era su cumple y solo se llevaban dos días de diferencia; por lo que todos los años lo celebraban juntos.

Pasé a recoger a Sara por casa de sus padres, y me hizo subir para presentármelos. Aquel día tan especial los conocí y estuvimos unos minutos charlando. Me causaron muy buena impresión y creo que yo a ellos también, aunque me sentí extraño y me dio un poco de vergüenza, más que nada por la diferencia de edad con su hija y porque entre nosotros apenas la había. Y ya pude comprobar de quién había heredado Sara su belleza, pues la madre, una cordobesa de 53 tacos, era toda una MILF.

¡Qué mujer!

Morena, pelo largo, pechos generosos, caderas anchas y unos labios sensuales igualitos a los de su hija.

Salí hipnotizado con la belleza de su madre y cuando nos despedimos, fuimos en mi coche hasta la urbanización en la que se encontraba el casoplón de su amigo. ¡Menuda fiesta había montado el cabronazo!

Debía haber por los menos cien invitados y llegamos de la mano al jardín. Sara se llevó una gran ovación de los allí presentes; estaba espectacular con un vestido negro, escotazo, falda muy corta y botines negros tobilleros con cremallera a los lados.

Notaba cómo todos me tenían envidia, esas curvas imposibles, acompañadas de su mirada de ángel, hacían que Sara fuera el puto centro de atención. Era imposible pasar a su lado y no girarse para contemplar ese culazo en movimiento o deleitarse con el bamboleo de sus pechos bajo la tela.

No faltó de nada, música, bebida, juegos, y al caer la noche la piscina iluminada era toda una invitación a meterse aunque hiciera fresquito, recién entrada la primavera. Yo no probé ni una gota de alcohol porque tenía que llevar el coche a la vuelta, pero la mayoría de los invitados ya empezaban a ir un poco pasados y, sobre las diez de la noche, varios de sus amigos sacaron una gran tarta gigante mientras cantaban el cumpleaños feliz.

Después vinieron los regalos y, sabiendo de la afición a la lectura de Sara, le regalé el Kindle Oasis, que le hizo mucha ilusión, pues su viejo e-book ya estaba en las últimas y, además, ni tan siquiera tenía iluminación en la pantalla para poder leer sin luz en la cama.

Todo parecía ir perfecto, hasta que pusieron música y sonó la canción de «Cryin̕», de Aerosmith.

―¡Nooooo! ―gritó Sara―, ¡seréis cabrones!

Y se pusieron a cantar todos mientras Álvaro se acercaba a mi chica y comenzaban a bailar juntos. Esa canción parecía especial para los dos y yo me quedé como un tonto viéndolos sin entender lo que estaba pasando mientras aguantaba, a duras penas, la traviesa mirada de sus amigos.

Álvaro se puso detrás de Sara, que se movió sensualmente sin llegar a rozarle mientras él se inclinaba sobre su espalda y usaba a Sara a modo de guitarra para simular el solo final de la canción. Aguanté estoicamente con una sonrisa forzada, que se borró de mi cara cuando uno de los chicos que iba más borracho soltó en alto.

―¡Esta noche se la vuelve a follar seguro!… ―Lo que provocó las risas de los que lo escucharon.

Luego sonó el «Cumpleaños feliz» de Parchís y se abrazaron en grupo saltando y bailando como si no hubiera un mañana. Entonces sentí una mano en el hombro y al girarme vi que era Lucía, que en ese momento parecía la única que entendía lo que estaba sucediendo.

―¿Te tomas una copa conmigo?
―No debería beber, he traído el coche, pero bueno, por una…

Pasamos a la cocina y nos servimos una copa. Apenas debieron ser unos cinco minutos, pero cuando regresamos al jardín, no había ni rastro de Sara. Ni de Álvaro.

No quise parecer un novio celoso, así que intenté no darle importancia y escuchando música española de los años ochenta comencé a hablar con Lucía. La gente entraba y salía de la casa, algunos hasta se habían sentado al borde de la piscina, otros habían formado un corrillo y un chico tocaba una guitarra acústica y cantaba canciones de Taburete, pero seguía sin ubicar a mi novia.

―No le des importancia a lo de Álvaro…, tienes que ser muy importante para que Sara ya te haya hecho su novio «oficial».
―Gracias…
―Todos los años hacen lo mismo, esa canción de Aerosmith era la suya de novios… y estos cabrones siempre se la ponen cuando celebramos sus cumpleaños.
―Entiendo.
―Me alegra que te vaya bien con Sara, eres buen tío y parece que sabes llevarla bien.
―Sí, aunque a veces no me lo pone nada fácil…
―Supongo… Sara tiene mucho carácter y, además, es la consentida de todos, como habrás podido comprobar…, no se hace nada en el grupo sin que ella lo apruebe…

Justo se acercó uno de sus amigos y nos abrazó a los dos por detrás.

―Oye, ¿habéis visto a Álvaro?, le hemos preparado una sorpresa, pero no sabemos dónde está…
―Ni idea ―dijo Lucía―, puede que esté dentro de casa…
―Vale… ―Y nos dejó solos otra vez.
―También ha desaparecido Sara… ―le comenté a ella, que me miró adivinando mis pensamientos.
―Estarán hablando en cualquier sitio, no creo que tarden mucho en aparecer, ya lo verás…

Posiblemente tuviera razón, o lo mismo estaban en una de las habitaciones de arriba follando mientras yo me tomaba una copa con ella en el jardín. No me gustaba esa sensación de ser el panoli de la fiesta, notaba que la gente me miraba y no sé si eran cosas mías, pero parecía que luego se reían, como si yo fuera el último en enterarme de algo.

Cinco minutos después, aparecieron en el jardín, ninguno de los dos traía buena cara y los amigos de Álvaro le abordaron y Sara vino en mi dirección cuando me vio con Lucía.

―¿Todo bien? ―le pregunté.
―Bueno, chicos, yo os dejo. ―Lucía se retiró con discreción y me dejó a solas con Sara.
―Te he visto con Álvaro.
―Sí, hemos estado hablando…, pero no es lo que tú te piensas…
―Parecíais enfadados.
―No quiero hablar de eso ahora, luego te cuento...
―Como quieras ―dije en un tono seco.
―Quiero que confíes en mí, ¿vale? ―me pidió Sara mirándome a la cara y dándome un tierno beso en los labios.
―Lo intento, pero no me lo pones fácil.
―He subido con él a su habitación, me lo ha pedido por favor, quería comentarme algo importante.
―Ah, que has subido a su habitación…
―Sí, pero no ha pasado nada.
―Pues no lo parece, estás rara, joder, Sara, ya vuelves a tener otra vez esa cara de… «he metido la pata».
―¡Que no he hecho nada!, necesito que me creas, te estoy demostrando que voy en serio, ¿no?… Te he presentado a mis padres, estoy implicada con tus hijas…, y tú sigues igual.
―Ah, que yo sigo igual, perdona porque en un mes no me haya olvidado de que me pusiste los cuernos con Javier…
―Joder, Pablo, ¿en la fiesta de mi cumple me sales con esta mierda?, siempre estás con lo mismo, parece que estás deseando que me vuelva a equivocar. ¿Tú quieres que lo nuestro funcione? ¿Sí o no? ―me preguntó agarrándome la cara con las dos manos.
―Sí.
―Pues tendrás que confiar en mí…

De repente aparecieron sus amigos en bañador, llevaban a Álvaro en volandas y lo lanzaron a la piscina mientras el resto de los invitados aplaudía su travesura.

―Vámonos ―soltó Sara de repente.
―¿Ahora?, ¿tan pronto?
―Sí, ya me «habéis» jodido la fiesta… ―dijo en plural cogiendo el bolso, los regalos que estaban en el jardín y enfilando hacia la puerta.
―¿No nos vamos a despedir?

Pero Sara ni tan siquiera me contestó y salimos de la casa hasta llegar al parking. Ella se montó en el coche sin hablarme, se notaba que estaba enfadada y yo no sabía ni qué decir.

―Llévame a casa.
―Sara, no quiero que nos vayamos así…

Ella se giró hacia la ventana, levantó una pierna y apoyó el pie en el asiento. Desde mi lado me quedé contemplando su muslo desnudo y le acaricié la cara interna de este.

―Discúlpame, no me gusta que discutamos…

Me retiró la mano y siguió sin hablarme, mirando por la ventanilla. Debía llevar un buen cabreo para abandonar su propia fiesta de cumpleaños. En cuanto cogimos la carretera, al salir de la urbanización de lujo en la que tenía el chalet su amigo, atravesamos un polígono industrial y Sara me pidió que entráramos y que buscara un sitio.

―Para aquí… ―me pidió.
―Sara, esto está muy apartado…, no me gusta…
―Mejor, así no nos molesta nadie ―dijo quitándose el cinto.

Yo no entendía nada. No habían pasado ni diez minutos desde que habíamos salido de la fiesta. Sara seguía muy enfadada conmigo y de repente me mandaba parar en una oscura calle en la que no había ningún coche y por la que tampoco tenía pinta de pasar ni Dios.

―Siento lo que te he dicho, pero no me ha gustado verte bailando con Álvaro, ¡me ha entrado un puto ataque de celos!, lo siento… ―intenté excusarme antes de saber las intenciones de Sara―, pero tienes que entenderme, todavía ha pasado muy poco tiempo desde lo de…
―Sí, lo de Javier…, lo sé…
―Tus amigos se estaban riendo y me miraban raro, burlándose, incluso uno ha soltado detrás de mí que seguro que esta noche te volvía a follar, ¡imagínate cómo me ha sentado eso!
―¡Siento que lo hayas tenido que escuchar! El que lo ha dicho es un imbécil.
―Y luego Álvaro y tú habéis desaparecido, y parecía que todos sabían dónde estabais…, menos yo. Dime qué ha pasado, no parecíais muy contentos…, ninguno de los dos, cuando habéis regresado al jardín, algo ha sucedido entre vosotros…
―Álvaro me pidió subir a su habitación, quería hablar conmigo y yo pensé que, bueno…, que quería darme un regalo en privado…
―¡Sara!, ¿y has ido con él?
―Sí.
―Claro, y muchos os habrán visto subir juntos por la escalera y se habrán imaginado lo más lógico, que ibais a follar. ¿Es que no piensas que haciendo esas cosas me dejas en evidencia?, joder, ¡por eso me miraban todos y se reían en mi puta cara!
―Lo siento, Pablo, de verdad, yo no quería que…, pero tienes razón, no debía haber subido a su cuarto; además ―dijo bajando la voz―, no quería darme ningún regalo…
―Ni tampoco hablar. Es que pareces nueva. ¿Para qué va a querer que vayas a su habitación?
―¡Pero no ha pasado nada, tienes que creerme!, apenas han sido cinco minutos y tú mismo lo has dicho, hemos bajado cabreados.
―¿Por?, porque algo ha tenido que pasar arriba…
―Yo no he hecho nada ―confesó Sara inclinándose sobre mí intentando besarme en el cuello.
―¿Para eso me has traído aquí?, ¿para follarme mientras me cuentas cómo te lo has montado con Álvaro? Siempre haces lo mismo, ¡estoy hasta los cojones de tus jueguecitos!, y claro, como soy gilipollas…
―Yo creo que es más bien al revés…
―¿Cómo dices?
―Sí, pues eso, que parece que estás deseando que la joda otra vez para contarte cómo me ha follado otro, eso es lo que te pone cachondo, ¿verdad?, mira cómo tienes la polla ya, y los dos sabemos por qué estás así ―susurró pajeándome por encima del pantalón antes de desabrocharme la cremallera―; pero creo que hoy te vas a llevar una decepción… ¡porque no ha pasado nada!
―¿Tengo que creerme que has subido a su habitación y no ha pasado nada?
―¡Eres un idiota! ―dijo sacándome la polla y luego tiró de los tirantes de su vestido para mostrarme sus imponentes pechos, que aparecieron de manera obscena.
―Dime por qué os habéis enfadado…

Sara se subió el vestido, pasó una pierna sobre mi cuerpo y se sentó encima de mí. Eché un poco el asiento hacia atrás y ella se inclinó sobre su bolso, sacó un condón y volvió a su posición. Con las tetazas fuera comenzó a abrirlo con mucha calma, tenía la respiración acelerada y los cristales del coche se empezaron a empañar.

―¿Vas a follarme aquí? ―pregunté cuando lo tuvo en la mano.
―¿Tú qué crees? ―contestó dejando espacio para poder ponerme el preservativo, desenroscándolo con las dos manos por todo mi falo.

Luego se sentó encima, aplastándome la polla con su cuerpo y comenzando a restregarse adelante y atrás, como si ya estuviéramos follando, y golpeándome a la vez con sus pechos en la cara en un lento vaivén.

―Dime qué ha pasado en la habitación…, mmmm ―insistí.
―Pensé que tenía claro lo que había entre nosotros, pero hoy se ha equivocado…
―¿Álvaro?
―Sí…
―¿Por qué dices eso?
―Se le ha ido la pinza, debía haber bebido o algo así y bueno…
―Me estás poniendo nervioso, Sara, ¿qué ha hecho?, ha intentado enrollarse contigo, ¿verdad?
―Sí, mmmmm, ya estoy muy caliente ―ronroneó Sara.
―¡Lo sabía!, ¡menudo cabrón!, y encima sabiendo que yo estaba allí…
―Pero no ha pasada nada…
―¿Y por qué os habéis enfadado?
―Por lo que me ha dicho… ―Y se sujetó un pecho y me lo metió en la boca.

Jugué unos segundos con su pezón y después Sara me puso la otra teta entre los labios. Me hizo comérselo treinta segundos más y luego se movió de lado a lado, golpeándome con la cara interna de sus calientes tetazas. Aunque apenas podía hablar, pude zafarme sacando la cabecita y antes de volver a meter la cara allí le pregunté:

―¿Qué te ha dicho?
―Mmmmm, se ha acercado a mí y me ha pedido que volvamos juntos…
―¡Uf, Sara!, ¿no decías que no había nada entre vosotros?
―Y no lo hay, no sé por qué me ha tenido que soltar eso… ―Se levantó un poco cogiéndome la polla entre los dedos y estirando el condón.

Tuvo que apartarse el tanguita con la otra mano y en cuanto la tuvo a la entrada, se dejó caer y la penetré. Ella apoyó los glúteos en mis huevos y se quedó quieta.

―Ummm, ¡qué rico!, estoy tan cachonda…

Yo dejé las manos sobre su culo, intentando acostumbrarme a la caliente y húmeda sensación de estar dentro de ella, y Sara movió lentamente su trasero en círculos, ronroneando con mi polla incrustada hasta el fondo de su coño.

―Dime qué más ha pasado con ese cabrón, porque seguro que han pasado más cosas…
―Me ha dicho que no puede estar sin mí y que le jode mucho verme contigo, pero eso no es problema mío…
―Está pillado por ti.
―Pensé que no… y puedo asegurarte que yo no siento lo mismo por él, si no, no estaríamos ahora aquí.
―Mmmmm, Sara, me vuelves loco cuando te mueves así, tan despacio…
―Lo sé… ¿Notas lo caliente que estoy?
―Sí, claro…
―Y bueno, después de decirme eso, se ha acercado a mí y me ha confesado que me echaba de menos y que llevábamos demasiado tiempo sin follar…
―Joder, ¿hace cuánto que no follas con él?, aaaah, aaaah…
―Más de un año, desde que estaba con Abel…
―¿Le pusiste los cuernos a Abel con Álvaro?
―Sí, pero solo fue una venganza, porque él también me los había puesto con una modelo brasileña…
―¿Y qué le has contestado cuando te ha recordado que llevabais mucho sin follar?
―Que lo nuestro se había acabado, que ahora estaba contigo y que tenía que aceptarlo…
―Mmmmm, Sara, ¿en serio le has dicho eso?
―Sí, aaaaah, aaaaah, voy a necesitar subir un poco la velocidad… y que aguantes…
―Espera, espera…

El coche ya estaba completamente empañado y Sara seguía sobre mí, con las tetas fuera y meciendo su culo en círculos mientras mis manos no dejaban de tocar su culazo. Si incrementaba el ritmo, me iba a hacer correr en unos pocos segundos y yo estaba muy contento con lo que me estaba contando, y quería disfrutar ese momento un poquito más.

―Espera, antes has dicho que se acercó a ti, ¿es que ha intentado enrollarse contigo?
―Sí…
―Y le has rechazado claro.
―Sí, le he apartado la cara cuando ha querido besarme, le he pedido que me dejara…, me había puesto la mano en la cintura.
―¿No te habrá forzado, no?, si no, lo mato a ese hijo de puta…
―Noooo…, aunque luego ha insistido…
―Joder, Sara, deberías haberte ido…
―Y eso es lo que quería hacer, pero él no me dejaba…, me recordó la última vez que estuvimos juntos, aaaah…, justo en esa misma habitación…, aaaaah, ¡me dijo que había sido una puta pasada!
―¿Te tenía agarrada?
―No, solo estaba pegado a mí…
―¿Y por qué no te fuiste?
―No podía dejarlo así…, quería dejarle claro que lo nuestro ya es imposible…
―¿Y qué pasó luego?
―Quiso besarme otra vez y me preguntó si me acordaba de ese último polvo que habíamos echado…
―¿Y qué le dijiste?
―Le contesté que sí que me acordaba, claro, pero que solo había sido sexo, que no sentía nada por él… y, bueno, puso sus labios sobre los míos y, aaaah…, yo me aparté al momento…
―Joder, Sara…
―E insistió en que deseaba follarme, que necesitaba volver a recordar esa sensación de estar dentro de mí…
―Me cuesta imaginarme la escena, ese tío pegado a ti, con la mano en tu cintura y queriendo comerte la boca, y tú allí, junto a él…, negándosela…
―No ha pasado nada, ni tan siquiera me ha tocado, y yo le he dejado las cosas claras…
―¿Y por qué os habéis enfadado?
―Al final hemos discutido…, se ha puesto muy pesado y cuando ha querido besarme de nuevo, me he apartado de él de manera un poco brusca… y le he dicho que no íbamos a volver a salir juntos. Jamás.
―Y no se lo ha tomado bien…
―Me ha dicho que si prefería estar contigo antes que con él y cosas de ese estilo y ya he pasado de escucharlo… Y es cuando hemos bajado.
―No sé ni qué decir…
―Lo mío con Álvaro ya es historia ―dijo cogiéndome la cara con las dos manos―. No tienes que preocuparte por él, ya hace muchos años que no me interesa de esa manera, eso tenlo bien claro… Y a partir de hoy ya sabe que no tiene ninguna posibilidad.
―Uf, Sara, me alegro de escuchar esas palabras; por una parte, me ha jodido que fueras con él a su habitación, pero por otra…
―Quiero que lo nuestro funcione…, y que ahora me folles bien…, me tienes muy cachonda… ―Se levantó un poco y luego dejó caer el culo de nuevo sobre mis piernas.
―Mmmmmm, joder, mmmmmm…, me encanta que le hayas parado los pies a Álvaro…, supongo que no ha debido de ser nada fácil para ti…
―¿Por qué no dejas de hablar de él?, ¿es que te la pone dura?
―Me gusta que estés tan excitada… Sé sincera, cuándo estabas con él en la habitación, ¿estabas igual de caliente?
―No, idiota…, bueno, puede que un poco, pero solo fue porque me recordó lo que pasó…
―Diossss, mmmm, ¿tan bueno fue el sexo con Álvaro ese día?
―Sí, aaaah, estuvo muy bien… Y ahora fóllame ―me pidió subiendo y bajando sobre mi polla en un movimiento exasperantemente lento―, ¿o quieres saber lo que hicimos?
―Sí, aaaaah, aaaaaah, cuéntamelo, joder, cuéntamelo, mmmmmm…
―Pero, si hago eso, te vas a correr…
―Mmmm, sí, lo sé, por favor, Sara…
―Aquel día estuvimos toda la tarde juntos…
―¿Con él usabas condón?
―No, tampoco…
―Ooooh, Diossss, ¿y se te corrió dentro?
―Sí, pero no dónde estás pensando…
―No te entiendo, aaaaah, aaaaah…
―Me folló por detrás, mmmmm…
―¡Sara!
―Dos polvazos…, ¡me dio por el culo y se corrió dentro…, las dos veces!, me dejó reventada…
―JO-DER…
―Desde ese día no he vuelto a hacerlo con nadie, y ya ha pasado más de un año. El anal solo me gustaba con él, me lo hacía increíble…
―Aaaaah, aaaaah, a mí me encantaría también, tienes un culo increíble ―jadeé apretando sus glúteos.
―Ah, ¿sí? ―ronroneó incrementando el ritmo de su cabalgada―, ¿te gustaría metérmela por el culo?, mmmmm…

Solo con escuchar esas palabras ya no lo pude resistir y cerré los ojos poniendo mi cuerpo en tensión. Sara sonrió satisfecha sabiendo que ya me tenía a punto y se agarró a mi cuello haciendo un último esfuerzo, gimiendo de manera exagerada y volviendo a restregarme los pechos por la cara.

Atrapé un pezón con los dientes y después liberé mi cuerpo y comencé a correrme dentro de Sara, que se abrazó a mí y apoyó el culo en mis piernas, dejando que toda mi polla se metiera dentro de ella mientras palpitaba en su interior.

―Eso es, córrete, mmmmm, muy bien…, vamos, échamelo todo, muy bien…

Casi de inmediato se salió de mí y volvió a su sitio sin tan siquiera subirse los tirantes del vestido. Se quedó sudorosa, expuesta, con las tetas fuera y la respiración acelerada.

―¡Uf!, ¡qué cachonda me has dejado!

Abrí la ventanilla del coche para coger un poco de aire y luego me quité el condón y lo tiré a la calle. Sara se dio cuenta de que mi polla ya no estaba tan dura, y abrió las piernas, acariciándose por encima del tanguita.

―¡Necesito correrme! ―suspiró en un gemido ahogado y comenzó a girarse en el asiento y se puso a cuatro patas, ofreciéndome el culo.

Sin tiempo que perder se apartó la tela y aparecieron sus dedos jugando entre sus muslos. Se pasó uno de ellos por el coño y se le escapó un gemido cuando se lo metió dentro.

―Aaaaah, aaaaah, aaaaah, ven aquí ―me pidió entre jadeos.

Yo estiré el brazo y acaricié su culo, pero no sabía qué es lo que quería Sara, en esa posición era imposible follármela, aunque no tardó en sacarme de dudas apartándose todavía más el tanguita para mostrarme su pequeño ano.

―Ven aquí y cómemelo, mmmmm, estoy a punto de correrme…

Se follaba con el dedo a toda velocidad y a cuatro patas, con la cara estampada contra la ventanilla, no paraba de menear su culazo delante de mi cara. Me acerqué a ella, apoyé las dos manos en sus glúteos, tiré de ellos hacia fuera y abrí su ojete.

―¡¡Vamos, no puedo más, méteme la lengua, méteme la lengua!!

Encajé como pude el hocico entre sus posaderas y lamí su pequeño agujerito haciendo presión con la boca. Me esforcé en intentar meter la punta de la lengua en su entrada trasera e incluso lo llegué a conseguir. Eso pareció enloquecer a Sara, que echó el cuerpo hacia atrás y me cogió por el pelo para restregarme contra ella.

―¡¡No puedo más, aaaaah, aaaaah, qué maravilla, eso es, sigueeee, cómemelo todo!!, aaaaah, voy a correrme…

Apenas pude saborear unos instantes el placer de tener mi lengua en el intestino de Sara porque cuando comenzó a temblar, se separó de mi cara y a punto de correrse me gritó:

―Aaaah, aaaaaah, ¡MÉTEME UN DEDO POR EL CULO!, ¡¡deprisaaaa, aaaaah, aaaaah!!

Fue justo clavarle el índice hasta el fondo y comenzar a correrse. No creo que hiciera falta porque ella ya estaba iniciando al orgasmo cuando me dijo que lo hiciera, pero, aun así, me encantó sodomizar su trasero, aunque fuera con un dedo.

Sara se corrió, vaya sí se corrió, gritando, jadeando, gimiendo, meneando su tierno culazo delante de mi cara y moviendo los dedos a toda velocidad en su empapado coño, que chapoteaba a lo bestia.

―¡AAAAH, AAAAAH, QUÉ RICO, QUÉ RICO, AAAAAH, AAAAAAH!

Apoyó las manos en la ventanilla, con la respiración acelerada y luego pasó la lengua por el cristal, lamiéndolo como una fulana. Dejó un poquito más que mi dedo siguiera entrando y saliendo de su culo y no paró de masturbarse, aunque ahora lo hacía con mucha suavidad, acariciándose el coño para calmar su calentura.

―Mmmm, me ha encantado… ―Después se dio la vuelta, bajándose la falda y volviéndose a meter las tetas en el vestido.

Se miró en el espejo, retocándose el maquillaje y después se inclinó sobre mí para darme un tierno beso en la boca.

―¿Todo bien? ―me preguntó.
―Sí, de maravilla…
―Todavía es pronto…, arranca y vamos de nuevo a la fiesta, ahora que sabes lo que ha pasado entre Álvaro y yo espero que ya no tengas ninguna duda…

Yo hice caso a lo que me dijo y continuamos la fiesta en el chalet de su amigo hasta casi las siete de la mañana. Al regresar a casa me pidió que subiera con ella a su nuevo piso y volvimos a follar en su cama, y después me invitó a que me quedara a dormir.

Desde luego que aquel día supuso un antes y un después en nuestra relación. De un plumazo me había quitado la amenaza de Álvaro, y Sara me había demostrado que iba muy en serio con lo nuestro presentándome a sus padres. No pudo terminar mejor ese sábado que durmiendo en su cama abrazados después de haber follado, cuando los primeros rayos de sol comenzaban a salir.

Es verdad que lo de Javier estaba muy reciente y que yo todavía no me fiaba de Sara, seguía teniendo esa molesta sensación de que en cualquier momento ella me iba a hacer una de las suyas, y no hay peor cosa en una relación que la desconfianza, aunque esta vez sí, Sara parecía dispuesta a poner de su parte para que lo nuestro funcionara.

Cuando el domingo a mediodía llegué a casa, ya estaba de nuevo ilusionado como un imbécil…, y es que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Y tres, y cuatro, y…
 
Claro que sí, cuando quieras. Yo también echo de menos nuestras charlas, búscame en ******* (@losrelatosdeDL) por favor y hablamos por allí.
Un saludazo!!
 
Lo único que me da esperanza, es que a él le afecta más que le vean la cara de imbécil qué la calentura por ser cornudo.

Quizás si busquen un desconocido, podría satisfacerlos por igual, pero lamentablemente a ella parece que le calienta los del entorno.

Yo no sé cuando va a durar esto de no poder hacer lo que los otros le hicieron. Eso parece sólo la calienta a ella. No creo que él disfrute privarce de sus mamadas, hacerlo a pelo o darle por ese culaso. En eso si debería ser firme.
 

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