Capítulo 27
El lunes, después de dejar a las niñas en el cole, llegué a la oficina dispuesto a centrarme solamente en el trabajo, pero nada más aterrizar me encontré a Sara con unas botas altas por encima de las rodillas y una minifalda blanca hasta medio muslo, junto con una camiseta negra de manga larga muy ajustada con la que transparentaba el sujetador por debajo.
La muy cabrona me lo quería poner difícil y yo sabía que no me iba a poder olvidar de ella de un día para otro y menos teniéndola a mi lado cada mañana, y es que estaba demasiado encoñado con aquella chica que rebosaba morbo y sensualidad con el más mínimo gesto o movimiento que hacía.
―Buenos días ―me saludó tímida.
―Buenos días ―contesté de manera seca.
Aprovechando la ausencia de Javier, que todavía no había llegado, y viendo que yo no decía ya nada más y me puse al trabajo sin tan siquiera mirarla, Sara intentó entablar conversación conmigo.
―¿Es que no me piensas hablar en todo el día?
―Si no es por algo del trabajo, no…
―Pablo, ya sé que la he vuelto a fastidiar, pero no podemos seguir así, necesito hablar contigo, que estemos otra vez como antes, que me perdones…, que me dejes demostrarte que…
No pudo seguir hablando porque enseguida apareció Javier por la puerta. ¡Qué oportuno!, porque, siendo sincero, me estaba gustando lo que salía por boca de Sara. Me estaba diciendo que necesitaba hablar, que la perdonara, que quería que estuviéramos como antes.
―El miércoles tenemos auditoría en Barcelona, genial, ya tenemos los billetes de avión. ―Y me lanzó la documentación en la mesa―. Me bajo a tomar un café, que ni he desayunado, ahora nos ponemos con eso…
Lo que me faltaba, un viaje con Javier, los dos solos, para que me restregara lo que había pasado entre Sara y él en Bilbao. En ese momento no me apetecía y cuando me giré hacia Sara, para seguir hablando con ella, enseguida la reclamaron, pues ella también tenía auditoría con otro compañero.
―¿Bajamos luego a tomar un café y así podemos charlar? ―me preguntó.
―Está bien, a ver si tengo un rato y me puedo escapar.
―Seguro que sí ―afirmó pasándome la mano por el pelo―, tenemos que hablar urgentemente…
Estaba claro que Sara había venido decidida a desplegar todos sus encantos para volver a conquistarme, pero yo tenía que mantenerme firme. No quería que me hiciera daño y pasar por lo mismo que cuando me dejó mi ex, ese dolor en el estómago era la peor sensación del mundo y con Sara lo había sentido todavía con más intensidad.
Me había puesto los cuernos ni más ni menos que con Javier, y no solo eso, casi me había hecho más daño cuando me dijo que no me consideraba su novio, sino uno más de sus amigos con los que acostarse.
Sobre las diez y media apareció por el despacho, estaba trabajando mano a mano con Javier y Sara tocó en la puerta.
―Os veo muy concentrados, Pablo, ¿vamos a tomar un café?
―Eh, uf, tenemos mucho lío…
―Será algo rápido, de verdad…
―Venga, baja con ella, ya me ocupo yo de esto… ―dijo Javier para mi sorpresa.
―Uy, entonces, ahora sí que no tienes excusa ―bromeó Sara tirando de mi brazo―, que te ha dado permiso el jefe…
Me sentí como un pelele dejándome arrastrar por Sara y al final accedí a tomar ese café, pero cuando salimos del portal, ella giró en dirección contraria y me dijo que prefería que fuéramos a otra cafetería donde no hubiera ningún compañero, así podríamos conversar con más tranquilidad. Y yo de nuevo me dejé arrastrar por ella.
Pedimos dos cafés y tomamos asiento en la planta alta del local, alejados de posibles conocidos.
―Ayer pasé un día muy fastidiado, quise llamarte, pero no me atreví ―me confesó Sara.
―Tampoco fue uno de mis mejores días…
―Me imagino y quiero disculparme por todo, por lo que hice, por lo que dije, soy una idiota…
―Agradezco que te disculpes, Sara, es un gesto que te honra, pero vamos a ser sinceros, no sé lo que pretendes con esto…
―Quiero arreglarlo, de verdad. ―Y puso una mano sobre la mía―, deja que te compense por lo que pasó… y, sobre todo, quiero que lo intentemos, y ahora sí que en serio…
―Para mí era algo serio, muy serio, ¿o te crees que le voy presentando a cualquiera a mis hijas? Ya sé que para ti solo era… uno más con el que follar, pero…
―No digas eso, sabes que no es cierto…, estoy muy a gusto contigo, cada vez más… y me importas mucho, por eso estoy tan fastidiada, la he jodido bien…
―Pues sí, pero ya no podemos hacer nada, Sara. Es mejor que cada uno siga su camino, hasta aquí hemos llegado…
―Nooooo…, no me pienso dar por vencida… y ya sabes que soy muy cabezota cuando quiero algo.
―Eso es lo que te pasa, que no estás acostumbrada a que te digan que no…, pero no voy a dejar que me utilices, Sara, quiero que respetes mi opinión.
―La respetaría si viera que es sincera, pero no lo es, ¿o te crees que no lo veo en tu cara?, sigues sintiendo algo…, y yo también.
―Solo ha pasado un día, no me ha dado tiempo a…
―Me gustaría darte una explicación de lo que pasó ―dijo abriendo las manos hacia fuera―, aunque no la tengo… ―Y puso cara de no entender nada.
―¿Y esa es tu disculpa?, ¿que no sabes por qué has follado con Javier?
―Porque soy idiota, pero, aparte de eso, no encuentro ninguna lógica…
―Vale. Muy buena explicación. Entonces, todo olvidado, Sara. Ya me vuelvo mucho más contento al trabajo, estás perdonada.
―No seas tonto. Quiero que lo hablemos, que me perdones, pero de verdad y, sobre todo, que intentemos solucionarlo… para que no vuelva a pasar.
―Que no vuelva a pasar solo está en tu mano, lo tienes bien fácil… Es que, joder, Sara ―dije calentándome de repente―, me repatea que lo hagas con Javier…, es la mayor putada que podrías haberme hecho, si solo te importara un poquito…, jamás te habrías acostado con él…
―Claro que me importas, yo creo que es la primera vez que me estoy disculpando sinceramente con alguien porque quiero… que lo intentemos. Este finde quedamos y lo hablamos; aclaramos todo…
―No puedo, tengo a las niñas conmigo…
―Ah, no me acordaba, pues el domingo por la noche, cuando las lleves con tu ex, quedamos, vamos a cenar donde quieras y nos tomamos una copa…, y luego me llevas a tu casa… ¡y me follas!, ¿me has oído?, ¡¡quiero que me folles!! Vamos a pasar un día genial y el domingo será nuestra fecha, el día que empezamos a salir formalmente…, ¿no querías un aniversario?, pues el puto domingo 28 va a ser nuestra fecha de aniversario… después de que me folles unas cuantas veces…
―No, Sara…, ya no quiero.
―Vamos, Pablo, joder, no me lo pongas más difícil. Salimos a cenar y hablamos lo que tengamos que hablar, si después decides que pasas de mí, lo aceptaré y no te volveré a molestar, yo misma iré el lunes donde tenga que ir y les pediré que me cambien de despacho… y cuando nos crucemos por la oficina, te diré hola y adiós y no volverás a saber de mí…; pero dame ese día… y deja que lo arregle…
―Uf, no debería…
―Por favor, solo te pido este domingo… ―me pidió Sara acariciándome el dorso de la mano con los dedos.
Solo con ese pequeño roce ya se me puso dura, y en ese momento me fijé en cómo se le notaban los pechos bajo la camiseta y la miré detenidamente queriendo negarme, queriendo decirle que era una niñata.
¡Que era una jodida puta!
Agaché la cabeza sin poder mantener tan siquiera su mirada, que me intimidaba por su belleza, y susurré:
―Está bien, pero no me vas a hacer cambiar de opinión…
―Eso ya lo veremos ―afirmó decidida poniéndose de pie y girándose para coger el abrigo y a la vez plantarme su culazo delante de la cara.
Sabía jugar muy bien sus cartas y con ese cuerpazo siempre llevaba las de ganar.
―Te veo ahora en la auditoría, voy saliendo, así no nos ven llegar juntos… ―Y me dejó allí sin poder reaccionar y dándole vueltas a la conversación que acabábamos de tener.
Estuve torpe y distraído el resto de la mañana, e incluso Javier me preguntó un par de veces si me encontraba bien, pues no debía tener muy buena cara. El martes lo dejamos todo preparado para la auditoría de Barcelona, y apenas pude hablar con Sara, que tenía mucho curro, pues ella también salía de viaje el mismo día que nosotros.
El miércoles a primera hora, Javier y yo cogimos un avión rumbo a Barcelona. Aproveché el vuelo para pegarme una cabezadita, pues llevaba una semana muy intensa entre lo de Sara, la auditoría y el cuidado de las niñas, que había tenido que dejar en casa de mis padres la noche anterior.
Del aeropuerto fuimos directamente a la empresa a auditar y nos pusimos manos a la obra. La primera jornada fue maratoniana y salimos de allí con parte del trabajo hecho, pero todavía nos quedaba un segundo día de bastante curro.
En el hotel, después de una ducha rápida, bajamos a cenar y yo tenía que aprovechar ese viaje para conocer de primera mano lo que había pasado entre Javier y Sara. No es que tuviera muchas ganas de escuchar las bravuconadas de mi jefe y de saber con todo detalle cómo se había follado a la chica de la que estaba enamorado, pero era muy importante para mí contrastar su versión con la que me iba a dar Sara en la cena del domingo y saber si estaba siendo sincera conmigo o no.
―Bueno, ¿y qué tal la semana pasada con Sara en Bilbao? ―le pregunté mientras cenábamos.
Javier sonrió y afirmó con la cabeza.
―Bien, bien…, mejor de lo que esperaba. ―Eso fue todo lo que me dijo.
Yo sabía que a él le encantaba recrearse con sus historias, por eso me sorprendió que no dijera nada más y enseguida cambió de tema. Aquel no era el momento adecuado y se lo reservó para mejor ocasión, que yo esperaba que fuera al día siguiente.
Y efectivamente así fue, con el trabajo completado y ya mucho más relajados bajamos a cenar con otra cara y después de llenar el estómago ni tan siquiera tuve que preguntarle, Javier me invitó a un copazo en el bar del hotel y yo, por supuesto, acepté. Tomamos asiento en unos sillones de época y Javier se puso bien cómodo.
―Bueno, pues no se ha dado nada mal ―afirmó Javier saboreando el primer trago de su cóctel―, uf, acabo de cumplir sesenta años y cada vez llevo peor lo de viajar cada semana, aunque sigo sintiendo esa satisfacción personal cuando acabamos el trabajo.
―Te entiendo perfectamente…
―Tú todavía eres joven, Pablo, si me aceptas el consejo, no te acomodes como hice yo, búscate otro puesto, hay muchas auditorías que necesitan directivos y estarían encantados de contar contigo…
―¿Tú crees?, no lo había pensado.
―Pues deberías, esto no es vida, tener que salir casi cada semana a auditar fuera se hace muy pesado.
―Yo de momento llevo bien lo de viajar y tal…, no es algo que me moleste.
―Hazme caso, Pablo.
―Son muchos años en esta compañía, aquí estoy muy a gusto, ya sabes el dicho, más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer…
―Puede ser…, menos mal que ahora tenemos un aliciente nuevo para viajar.
―¿Un aliciente?
―Sí, la de prácticas, ja, ja, ja.
―¿Sara?
―Claro, ¿quién va a ser?, contigo estoy muy a gusto y tal, pero reconozco que me pone salir a auditar con ella…
―No me digas que el otro día… No me lo puedo creer.
―Efectivamente, otra vez volvió a caer, ¿es que acaso lo dudabas? ―se vanaglorió pasándose la mano por el pelo y atusándoselo hasta el final, en un gesto suyo muy característico.
Sabía que lo que venía ahora me iba a doler y el estómago se me encogió en un puño, pero tenía que ser fuerte y aguantar la que se me venía encima. Conocía perfectamente a Javier y en cuanto vi la cara que puso, comprendí que no escatimaría en detalles. Quería contarme su viaje a Bilbao con Sara y revivirlo a través de las palabras.
Y después de otro trago y una pausa dramática, comenzó a hablar…