Capítulo 35
El verano es una época muy particular, sobre todo para los que tenemos niños. Son tres meses en los que tu vida cambia por completo. Es un impasse de tiempo muy diferente a los nueve meses restantes. Aparcas tus rutinas, te acuestas más tarde, te pasas el día en la calle, sales de viaje… Es cuando reseteas la cabeza y coges fuerza para poder aguantar tu monótona vida.
Aquel verano fue excepcional. No recuerdo habérmelo pasado tan bien como en esos meses de julio y agosto. Primero cogí unas vacaciones con mis niñas, diez días en la playa, en un hotel infantil en el que desconecté de todo y solo encendí el teléfono para hablar con Sara por la noche, a la que, por cierto, eché mucho de menos.
Otra semana me escapé con Sara y la invité a un viaje por Roma, ciudad que no conocíamos y que nos encantó a los dos. Pasamos otros cinco días en un lujoso bungalow con las niñas, en las primeras vacaciones familiares de Sara con mis hijas, disfrutando de la experiencia de la naturaleza y durmiendo en unas cabañas fabulosas, y terminamos el verano con un viaje romántico por Menorca los dos solos.
Una increíble aventura en la que Sara y yo visitamos varias de las mejores calitas de la isla. A ella le encantaba sentarse en topless a la orilla del mar, y os aseguro que salir de bañarte en esas aguas azul turquesa y contemplar esa imagen era una postal que bien podría promocionar el turismo de la isla.
También, durante el verano, quedé con mi amigo Daniel, al que tenía un poco abandonado. Él seguía como siempre, ya olvidada Isabel, había conocido varias chicas e iba de flor en flor, pasándoselo en grande, sin preocupaciones ni ataduras en pareja. Salí a cenar varias veces con él y sus amigos, que sabían cómo montarse buenas fiestas.
Cuando me quise dar cuenta, ya estábamos metidos en septiembre y las niñas comenzaron de nuevo el colegio.
Durante el verano apenas había coincidido con Javier en la auditoría, pues al principio nos habíamos puesto de acuerdo entre los dos para cogernos las vacaciones que pudiéramos sin solaparnos.
A la vuelta, le tocó una auditoría externa con Sara.
Estuvieron dos días en Sevilla y lo más destacado es… ¡que no pasó nada! Javier me lo contó apesadumbrado la siguiente vez que nos tocó salir juntos. Y unos meses más tarde, en otra auditoría de ellos dos, volvió a suceder lo mismo. Al cuarto viaje solos, Sara no le dio la más mínima opción a Javier, que me aseguró que ella había cambiado y él ya ni tan siquiera había intentado acercarse a mi chica. Después de cenar, cada uno se marchaba a su habitación y solo trataban temas de trabajo.
Estaba claro que Sara había superado esa especie de sumisión que tenía hacia nuestro jefe y sus viajes cada vez me preocupaban menos.
Pasaron las navidades, en las que aproveché para hacer un viaje romántico con Sara por París y un par de meses más tarde se cumplió nuestro aniversario de novios.
¡Nuestro primer año como pareja!
Sara me prometió que el 28 de febrero volveríamos a cenar en el mismo sitio en el que ella me pidió disculpas por lo que había pasado con Javier y que después, para celebrarlo, tomaríamos una copa en el bar en el que terminamos follando en los baños.
Yo aquel día no hubiera apostado ni un euro por lo nuestro, pero Sara me demostró que quería estar conmigo y que podía confiar en ella. Y yo era inmensamente feliz. Enamorado hasta la médula de esa jovencita a la que sacaba veinte años.
Esa semana le tocó salir de auditoría con el jefe a Sevilla, era un trabajo cortito, apenas una noche, y el viernes ya estaría de vuelta. Me pareció anecdótico y fue como cerrar el círculo con Javier justo un año después. En cuanto llegaron las doce de la noche, le mandé un mensaje.
Pablo 00:01
Feliz aniversario, cariño, te quiero mucho
¿Qué tal ha ido esa auditoría?
Sara 00:03
Lo mismo digo
Feliz aniversario
Pues ha ido muy bien.
Y nada, ya hemos cenado y estoy en la habitación
Pablo 00:04
Vale, ¿puedo llamarte?
Sara 00:05
Estoy un poquito cansada, iba a dormirme ya, no me quiero desvelar…
Pablo 00:06
Ah, vale, pues nada
Que descanses y mañana te veo
Buen viaje
Te quiero mucho
Sara 00:07
Yo también te quiero
Y mañana habrá que celebrarlo por todo lo alto
Ya he reservado para cenar
Pablo 00:08
Perfecto
Pues hasta mañana
Un besazo
Sara 00:09
Otro para ti
Un besazo
Fue una conversación breve a la que no di ninguna importancia y me acosté feliz y tranquilo sabiendo que al día siguiente íbamos a cenar juntos para celebrar nuestro aniversario como se merecía.
Por la noche la esperé en el restaurante en el que habíamos quedado. Fue la primera vez que Sara se retrasó cinco minutos, y yo me quedé con la boca abierta cuando la vi entrar. Se quitó el abrigo y llevaba unos leggins de cuero, marcando culazo a lo bestia, una camiseta negra de manga larga ajustada, con la que transparentaba un poquito sus enormes pechos, y unos zapatos de tacón muy elegantes.
¡Era un auténtico disparate!
Me encantaba cómo la miraban todos mientras caminábamos entre las mesas para llegar hasta nuestro sitio. Ese tipazo de Sara no pasaba desapercibido en ninguna parte, y ya lo de sus tetas botando libres bajo la camiseta era otro nivel.
La velada fue romántica, increíble, aunque yo no pude evitar fijarme en los pechos de mi chica. Después de cenar intercambiamos regalos; Sara me trajo una corbata y unos gemelos de oro, y yo un precioso reloj de oro blanco muy cool que le puse en ese instante para que lo luciera con su precioso bronceado de piel.
―¡Qué bonito es!, ¡guau, me encanta! ―exclamó Sara sin dejar de mirar su nuevo reloj.
Después fuimos al mismo bar en el que celebramos nuestra «reconciliación», fue una pena que hubiera bastante gente, al parecer se había puesto de moda e iba a ser imposible follar en los baños, como teníamos pensado; así que nos tomamos una copa rápida y nos marchamos a mi casa.
Entramos en mi habitación sin dejar de besarnos y Sara se quedó parada delante del espejo. Yo me puse detrás de ella y nos miramos a través del cristal. Me pregunté si aquello no sería un nuevo juego de Sara o me tenía preparada alguna sorpresa de las suyas.
―¿Estás bien? ―le pregunté.
―Sí. ¿Te parezco atractiva? ―me soltó sin que me lo esperara.
No entendía a qué había venido eso, porque Sara sabía perfectamente lo buenísima que estaba.
―No puedes estar más cañón, cariño ―dije pasando las manos hacia delante y acariciando sus dos pechos por encima de la camiseta―, ¿por qué lo preguntas?
―No sé, dentro de unos años ya no seré tan joven y seguramente te canses de mí…
―Ja, ja, ja, ¿y esa chorrada?, más bien será al contrario, cuando tú tengas cuarenta, seguirás estando como un puto tren y yo seré un viejito de sesenta años…
―Me encanta que me mires así, con ese deseo otra vez, tengo muchas ganas de que me folles… ―Y ella misma se levantó la camiseta para mostrarme sus voluminosas tetas―, hoy estoy especialmente cachonda.
―Mmmmm…
―Tenía pensado darte un regalito especial…
―¿Ah, sí?, ¿de qué se trata?
―De algo que llevas queriendo hacer hace mucho tiempo ―susurró bajando la mano para acariciarme el paquete―, algo que han hecho otros…, pero tú no, mmmmm…
―Joder, Sara…
Yo le acariciaba los pechos y ella ladeó la cabeza para que besuqueara su cuello. Seguíamos mirándonos en el espejo y Sara dejó de acariciarme, se desabrochó los leggins, tiró de ellos hacia abajo y me enseñó su culo, que tan solo quedó cubierto por un tanguita de color blanco.
―Ufff, Sara, qué culazo ―suspiré apretando sus nalgas.
―Hoy es un día muy especial…
―Síííí…
―Y quizás hoy, mmmmm, estoy demasiado caliente ―murmuró Sara sacando el trasero hacia atrás para rozarme el paquete con él.
―Dime qué regalito quieres hacerme…, por favor…
―Mmmm, bueno, ya sabes que otros me han follado sin condón, y tú no, y eso te da morbo, ¿verdad?
―Sí, mucho, muchísimo…
La empujé hacia delante y Sara apoyó las dos manos en el espejo. Me estaba poniendo muy cachondo aquella conversación, y por fin iba a darme el premio que merecía.
¡Había esperado tanto tiempo para aquello!
De un solo tirón le bajé el tanguita, me saqué la polla apresuradamente y la coloqué entre las piernas de Sara, que, aunque sacaba el culo hacia fuera, las seguía teniendo cerradas. Ella gimió al contacto de mi caliente y duro miembro con sus labios vaginales.
―Espera, aaaah, aaaah, no me la metas todavía…
―¿Qué pasa?, no puedo más…
―Eres mío, ¿verdad?
―Sí, soy tuyo, ya lo sabes, pero deja que te la meta ya, joder, Sara…, no puedo tener este cuerpazo aquí delante y no clavártela ―le imploré arañando sus glúteos con las uñas.
―¿Seguro que eres mío?
―Sí, sí…
―No pensabas que íbamos a durar tanto tiempo y ahora…, aquí estamos… un año después…
―Sara, deja que te folle…
―Ha pasado un año y sigues usando el condón, y ya hace meses que ni tan siquiera me pides hacerlo sin él…
―Pero hoy sí quiero, Sara, sí que quiero…, vamos, ven aquí…
―Muchos me han follado sin nada, me la han metido a pelo…, aaaaah…
―Joder, Sara, cállate y abre las putas piernas…
―Javier, aaaaah, Álvaro, aaaaaah, Abel, aaaaah. ―Y a cada nombre que decía yo le restregaba la polla por su coño, haciéndola gemir.
―Y ahora yo… ―continué inclinándome sobre su espalda.
Sara dobló el brazo y lo pasó hacia atrás, por encima de su hombro, me acarició los labios con su dedo meñique e intentó metérmelo dentro.
―Y después se han corrido dentro de mí ―jadeó introduciendo su dedo en mi boca. Yo se lo chupé ávido y volví a acariciar sus tetazas que, al estar agachada, le colgaban de manera soez.
―Sí, te han acabado dentro…
―Pero tú no eres como ellos, o no estaríamos aquí…, por eso sigo contigo…, me gusta que seas así…
―Sara, vale ya, deja que te la meta…, uf, deja de hablar…
―¿O es que quieres ser como ellos?
―Noooo, claro que no…
―Tú eres especial, eres mío…
―Sí, sí…, soy tuyo, lo que tú quieras… ―dije lamiendo su dedo y volviéndomelo a meter en la boca.
―A ti lo que te da morbo es follarme con el puto condón sabiendo que a otros les he dejado metérmela sin nada. ¡Y me encantó sentir directamente sus pollas calientes dentro de mí!
―Aaaah, joder, Sara, cállate…
―¿Y sabes lo que más me excita?, ¡¡lo que más me gusta es cuando se corren!!, ¡uffff, sentir cómo me echan su leche caliente!… y luego al sacarla, mmmmm, que me escurra entre las piernas, Diossss, yo creo que eso es lo que más me pone de todo…, sentir su semen escurriendo por mis muslos…, vamossss, mmmmmm, no dejes de chuparme el dedito…
―Deja que te folle, Sara, déjame…, ¡glup, glup!
―¿No decías que no querías ser como ellos?
―Deja de hablar y abre las piernas, por favor…
―¿Quieres ser como ellos o no?, vamossss, dímelo…
―No, noooo…, ¡claro que no!
―Javier me folló el primer día a pelo, el primer puto día…, ¡no me pude resistir!
―Sara, cállate, cállate…, aaaah, aaaaah, para, para… ―jadeé en su hombro.
―No pares de chupar, joder… Y Álvaro me daba por el culo cuando quería…
―Aaaaah, aahhhh…
―Y Abel, mmmmm, ¡me encantaba comerle la polla!, ¡la tenía taaan bonita!, ¡nunca he visto una polla tan perfecta!
―¡Eres una zorra!
―¿Yo soy una zorra?, ja, ja, ja, ¿y tú qué eres?, ahí detrás, gimoteando, pidiéndome por favor que abra las piernas y chupándome el dedito como si fuera una polla…
―Aaaaah, Sara…
―Si fueras como ellos, ya me la habrías metido, ni tan siquiera me pedirías permiso…, pero… ¿sabes una cosa?
―Cállate, zorra, ¡deja de hablar, joder!
―Que tú no quieres hacerlo…, eres mi chico y te pone muy cerdo que no te deje hacer lo mismo que a ellos…, ¡eso es lo que te gusta!, ¡reconócelo!
―Aaaah, Sara, cállate, cállate…
―Estás como loco por ponerte un condón y follarme…, ¡eso es lo que te pone cachondo!
―Noooo, noooooo…
―En cuanto me la metas, ya no habrá marcha atrás, ¡se acabó!, ¡serás igual que ellos! ―Y sin dejar de flexionar el brazo para seguir con su meñique en mi boca, se abrió de piernas, ofreciéndome al fin su coño.
La muy puta bajó la mano y tiró de sus labios vaginales. Me miró a través del espejo y sonrió. Una sonrisa perfecta y diabólica…, y cuando mi polla entró en contacto con su coño, me sentí mal y me invadió una sensación extraña.
Sara tenía razón. Si se la metía sin el preservativo sería como romper ese morbo oculto del que habíamos estado disfrutando todos estos meses; pero yo lo que más deseaba en el mundo era sentir su interior sin el condón.
¡Que me empapara la polla cuando se la metiera!
Me quedé unos segundos apoyándola en su entrada, tan solo tenía que dar un pequeño golpe de cadera y al fin conseguiría lo que llevaba esperando tanto tiempo. Sara movió el culo en círculos e incluso me apremió para que lo hiciera.
―¡Vamos!, ¡métemela!
―Sara, aaaaah, Sara…
―¡Vamosssss!, ¡que me la metas!, parece que es lo que quieres, ser igual que ellos, ¡pues hazlo, joder!, ¡métemela!
―Sara, para, para, deja de menear el culo, no me la restriegues así, por favor…
―Vas a seguir siendo mío, ¿verdad?
―Sara…
―Contéstame…
―Sí, soy tuyo, aaaaah, soy tuyo…
―¡Pues métemela!, aquí me tienes…, mmmmm, ¡estoy tan cachonda…!
―No puedo, no puedo, Sara…
―¿Por qué...?
―Porque no quiero ser como ellos…
Ella sonrió satisfecha. Sacó la lengua y se mojó los labios antes de incorporarse. En la misma posición, delante del espejo, se quitó la camiseta y luego se deshizo de los leggins, que estaban enrollados en sus pies.
¡Tan solo llevaba los zapatos de tacón puestos!
―Ni te imaginas lo cachondísima que me acabas de poner ―dijo en una especie de gemido―. Ahora vete a por un puto condón y ¡¡fóllame ya!! ―me ordenó subiéndose a la cama con los zapatos y poniéndose a cuatro patas.
El polvo que echamos a continuación entró en el top 5 de los más breves entre nosotros y después caímos bocabajo, sudorosos, excitados, temblando de excitación…
Aquello debía haber sido una mierda para ella, apenas le había dado tiempo a disfrutar y mucho menos a correrse, aun así, ronroneaba y movía sus caderas en círculos, sin dejar que mi polla saliera de su interior, y lo que más me gustó fue cuando Sara volvió a flexionar su brazo hacia atrás para meterme de nuevo el meñique en la boca.
―¡Eres mío, cariño, eres mío! ―susurró haciendo que lamiera su dedo con una sonrisilla de satisfacción.
El finde no terminó como a mí me hubiera gustado. La semana siguiente Sara se había cogido vacaciones en la auditoría para irse a pasar unos días con su amiga de San Sebastián, salía el domingo a primera hora y solo se quedó a dormir conmigo la noche del viernes y comimos juntos el sábado.
La iba a echar mucho de menos, pues ya no estaba acostumbrado a estar tantos días sin verla, pero esa semana me tocaban las niñas y cuando estaba con las peques, el tiempo se me pasaba volando, aparte de que casi no me daban ni un respiro.
El lunes dejé temprano a mis hijas en el cole y antes de llegar al trabajo me sorprendió la llamada de un conocido que era notario, al que hacía tiempo que no veía.
―Hola, Santiago, cuánto tiempo…
―Buenos días, Pablo…, ¿te pillo en buen momento para hablar?
―Sí, claro.
―Nada, te comento rápido por teléfono, es que me he enterado de que en JTL Internacional están creando un área de auditoría interna en la empresa y la verdad es que encajas perfectamente en el perfil de encargado, sé que hablas inglés y alemán y tienes más de veinte años de experiencia en el sector…
―No sabía que JTL…
―Sí, uno de los socios es muy amigo y bueno…, les he hablado de ti, yo creo que es una gran oportunidad, buen sueldo, no tendrías que salir de viaje…, formarías tu propio equipo…, tendrías toda la libertad que quisieras dentro de tu área…
―No suena nada mal. ¿Y, entonces, les hablaste de mí?
―Sí, de momento no les he querido dar tu teléfono hasta hablar contigo o, si quieres, llámales tú…, están deseando empezar cuanto antes.
―Es un poco precipitado.
―Ya lo sé, Pablo, pero estas son las oportunidades que no pasan todos los días…
―Está bien, pues dales mi número y que se pongan en contacto conmigo…
―Muy bien, ahora mismo lo hago y supongo que esta semana te llamarán…
―De acuerdo.
―Por lo demás, ¿todo bien, Pablo?
―Sí, sí, como siempre, mucho trabajo y tal, pero no me quejo…, ¿y tú?
―Pues yo igual, desbordados en la notaría, he tenido que contratar a otras dos personas y somos catorce…, ya es el tope, porque no me da el día para más…
―Eso es buena señal.
―Sí, desde luego. Oye, hace tiempo que no nos vemos, ¿te llamo la semana que viene y quedamos un día para comer?
―Claro…
―Luego te digo un día, a ver si te viene bien.
―De acuerdo.
―Venga, cuídate, hablamos…
―Un saludo.
En el trabajo estuve toda la mañana dándole vueltas a su propuesta, sin dejar de pensar en la llamada de Santiago. Era una muy buena oportunidad y un reto formar mi propio equipo en el área de auditoría interna de una gran compañía como JTL Internacional.
Quizás llevaba demasiados años en la empresa, haciendo lo mismo, aguantando a Javier y era muy difícil salir de esa zona de confort en la que ahora estaba; sin embargo, en esa etapa de mi vida estaba plenamente feliz gracias a mi relación con Sara y tenía tanta confianza que me atrevía con cualquier cosa que se me pusiera por delante.
Los de JTL parecía que tenían prisa, porque me llamaron a las doce de la mañana. Concertamos una reunión para esa tarde y quedaron encantados con la entrevista. Antes de salir ya me confirmaron que el puesto era para mí, las condiciones eran inmejorables en todos los sentidos, económicas, de vacaciones, de independencia, también me enseñaron el que iba a ser mi nuevo despacho.
¡No podía decir que no!
Les pedí un mes para despedirme de mi empresa y formalizar mi baja con antelación y no me pusieron ninguna pega.
Mi vida acababa de ponerse patas arriba en tan solo unas horas. De momento no se lo dije a nadie, ni tan siquiera a Sara, todavía no había firmado ningún contrato y antes tenía que hacer las cosas bien y comunicárselo a mi empresa.
Al día siguiente todavía estaba en una nube, y Javier me anunció que salíamos de viaje el miércoles a primera hora. En cuanto me lo dijo, decidí que esa sería mi última auditoría con él y a la vuelta ya hablaría con dirección y recursos humanos para que prepararan mi renuncia.
Aprovecharía el viaje para decírselo a Javier en primer lugar, él me había animado muchas veces a buscar otra cosa y seguro que se alegraba por mí, aunque perdiera al mejor compañero que había tenido, y ya, aprovechando, era el momento adecuado para soltarle que Sara era mi novia y que llevábamos juntos un año.
Ya me daba igual que en la empresa se enteraran, al fin y al cabo, me iba a ir y, además, no tendría que soportar las miraditas burlonas de Javier, que era el principal motivo por el que yo no había querido hacer público lo nuestro.
Salí de auditoría con Javier y me costó concentrarme en el trabajo. Cuando terminamos la primera jornada, regresamos al hotel y bajamos a cenar. Javier me dijo un par de veces que me veía muy raro y tenía razón, estaba nervioso, alterado, eufórico, y ahora era a mí al que le apetecía invitarle a una copa después del postre para contarle lo de mi oferta de trabajo.
Javier se alegraría mucho, se despediría como un señor, y yo empezaría mi nueva vida junto a Sara, incluso ya se me estaba pasando por la cabeza la posibilidad de comprarme un chalet, gracias a mi nuevo sueldo y quién sabe si Sara aceptaría venir a vivir conmigo.
Hubiera sido el final perfecto, ¿verdad?
Llegamos hasta la barra de la cafetería y le pedí a Javier que me dejara invitarle a una copa. Me puse un poco nervioso cuando le conté lo que había sucedido durante la semana y Javier me escuchó atento y después me dio un abrazo.
―Pues me alegro mucho por ti, Pablo, te lo mereces…, y lo digo en serio…, voy a perder a un gran compañero, pero… tú tienes que mirar por lo tuyo, por supuesto…, esto se merece un brindis. ―Y levantó su copa para chocarla con la mía.
―Quizás deberíamos irnos ya, todavía nos queda un día de trabajo; ya mañana lo celebramos…
―Por un día no pasa nada… Y bueno, estaba pensando que, ahora que te vas, seguramente me van a poner a la niñata como compañera, voy a ganar con el cambio, ja, ja, ja, tiene mejores piernas que tú…
―Serás cabrón… ―dije medio en bromas, pero poniéndome nervioso, pues esa posibilidad no se me había ocurrido.
Ahora era el momento de soltarle también que Sara era mi novia. Al fin y al cabo, ya no tenía ningún sentido seguir ocultándoselo; sin embargo, fue Javier el que se me adelantó.
―¿Sabes que la semana pasada volvió a caer?
―¡¡¡¿Cómo dices?!!! ―pregunté sin entender lo que acababa de escuchar.
―Sí, la niñata…
―¿Qué pasa con Sara?
―Pues eso…, que el otro día, en Sevilla…, ¡¡me la volví a follar!!…, joder, llevábamos casi un año que no me había dejado ni acercarme a ella y de repente…; pero bueno, esto merece que te lo cuente con mucha calma, ¡porque vaya nochecita pasamos! ―dijo poniéndose de pie―. Mañana me dejas a mí que te invite a una después de cenar y entro en detalles, que sé que te encantan, ja, ja, ja…