La tentación de Sara

Exactamente. Él podía follarla de nuevo y ahora aguantaría más pero le ordenó que le comiese el coño. Una tía ardiente como Sara no va a poder resistirse mucho tiempo a las tentaciones que tiene en todos los ámbitos.

A todo esto, a ver que cuenta Javier en la próxima. Como realmente se haya acostado con ella... sería un batacazo tremendo. No tanto por haber caído otra vez en manos de Javier, lo que demostraría que caerá una y otra vez, si no porque le habría mentido para seguir manipulándolo y dominándolo.
Yo veo dos posibilidades.

Que sea como dices, que Javier cuente que se la volvió a follar y que sea verdad, o lo que a mí me parece que puede ser, que Javier diga que se la folló y es mentira, pero en esto último el prota le va a creer a Javier, le va a increpar a Sara y esta se enfadará tanto que follará con Javier.

De cualquier forma, Pablo va a terminar jodido y humillado.
 
Yo veo dos posibilidades.

Que sea como dices, que Javier cuente que se la volvió a follar y que sea verdad, o lo que a mí me parece que puede ser, que Javier diga que se la folló y es mentira, pero en esto último el prota le va a creer a Javier, le va a increpar a Sara y esta se enfadará tanto que follará con Javier.

De cualquier forma, Pablo va a terminar jodido y humillado.
No había pensado en la posibilidad de que Javier mienta porque no quiere sentirse perdedor delante de Pablo y diga que sí follaron y consiga enfadar a Pablo con Sara porque ya no confía en ella.

Bufff, tienes razón, Pablo pierde sí o sí
 
Pablo metió la pata al autorizar a Javier a follarse a Sara, aunque realmente es lo que desea y no asume.
Este otorgamiento le va a rebotar en la cara, sobre todo si Sara se entera o se ha enterado de ello.
 
Jajajaja con razón había algo que no me cuadraba, y es que me había saltado el cap 32 sin darme cuenta.

Y bueno, falta la versión de Javier, pero creo que igual no pasó nada, lo que, como dije, será peor para la caída.
 
Todos creen que Javie mentira, pero que pasa si en realidad si se follo a Sara, y capaz que hasta le muestra un video. Otro frente podría ser que Sara le haya dicho la verdad a Javier, follan y se ponen de acuerdo para decirle a Pablo que no paso nada
 
Todos creen que Javie mentira, pero que pasa si en realidad si se follo a Sara, y capaz que hasta le muestra un video. Otro frente podría ser que Sara le haya dicho la verdad a Javier, follan y se ponen de acuerdo para decirle a Pablo que no paso nada
Claro, es que en todos los escenarios Pablo pierde. Incluso que no follen y le digan la verdad él siempre dudará.
 
Todos creen que Javie mentira, pero que pasa si en realidad si se follo a Sara, y capaz que hasta le muestra un video. Otro frente podría ser que Sara le haya dicho la verdad a Javier, follan y se ponen de acuerdo para decirle a Pablo que no paso nada
Mmmm... no creo, la otra vez a Sara se le notó, esta vez está super animada.

A menos que Sara sea como un robot sin sentimientos para que no se le note, no creo que le haya mentido a Pablo.
 
Capítulo 34




La auditoría fue rápida y breve. En un día ya habíamos terminado el trabajo y por la noche Javier me invitó a cenar en uno de sus sitios favoritos de Oviedo. Apenas habíamos tenido tiempo para hablar y fuimos dando un paseo desde el hotel hasta el restaurante.

Yo estaba como loco por sacarle información de Sara, aunque tenía que ir con mucho tacto, pues en la empresa cada vez sonaban con más fuerza los rumores de que éramos pareja. Casi prefería que fuera Javier el que me contara qué tal le había ido la semana anterior con mi novia, cuando estuvieron juntos tres días en Valencia.

En ese paseo inicial apenas charlamos sobre su exmujer y los problemas judiciales que estaba teniendo con ella. En el restaurante, durante la cena, tampoco hablamos nada de Sara y me sorprendió que ni tan siquiera me propusiera tomar algo después del atracón que nos pegamos.

Eso era buena señal.

Si hubiera pasado algo con Sara seguro que se habría recreado con la historia, degustando un copazo mientras recordaba cada detalle; pero esa noche Javier prefirió regresar en cuanto salimos del restaurante y en el trayecto, viendo que él no me contaba nada, intenté ser sutil y saqué yo el tema.

―Llevas un mes intenso de trabajo…
―Ni que lo digas, ¡qué ganas tengo de cogerme unas vacaciones!, las necesito ―dijo Javier.
―Hace dos semanas en San Sebastián, la pasada con Sara, esta otra vez conmigo…, te estás pegando un buen currazo, sobre todo la auditoría en Valencia con Sara, ya vi que fue dura…
―Sí, tío, hacía tiempo que no daba con una tan jodida, pero bueno, la niñata trabaja rápido, bien y es superorganizada…
―Quién nos lo iba a decir cuando empezó las prácticas…, se ha convertido en una auditora excelente…
―Pues sí, y, además, sigue estando buenísima, ja, ja, ja…
―Eso, por supuesto…
―¡Qué pena que no me la pude follar en Valencia!, no me hubiera importado desahogarme con ella…
―Anda, ¿y eso?
―No sé, parecía que tenía ganas, y yo…, bueno…, me reservé para el último día, ya sabes que con el trabajo hecho te relajas y bajas las defensas…
―Sí.
―La llevé a un restaurante de un amigo y luego salimos por el puerto, a tomar algo…
―Mmmm, interesante…
―La cabrona me puso muy caliente, llevaba unas botas negras de estas militares, que no es que fueran muy sexis, pero con una minifalda vaquera y una camiseta negra de tirantes, ¡estaba de la hostia!
―¡Joder!
―Me puso muy bruto, es que, además, ¡cómo le gusta ir sin el puto sujetador!, vale, chica, córtate un poco, que con esas tetazas vas pidiendo un pollazo a gritos…
―Sí, ya…
―Quieren ir tan modernas que se pasan…
―Bueno, Sara se lo puede permitir, con el cuerpo que tiene…
―Ni que lo digas, la niñata da igual lo que se ponga, está muy buena con cualquier trapito…
―¿Y, entonces, le invitaste a una copa?
―Sí, parecía receptiva, y yo no me suelo equivocar, fuimos a un sitio que nos dijeron cerca del puerto, había un ambientazo de la leche y la verdad es que estaba muy bien. Nos pedimos una copa y estuvimos hablando un ratito, allí en la barra. Debíamos llamar la atención, tú ya sabes que yo soy más bien clásico vistiendo y ella, pues bueno, ya te digo que iba muy rockera. Más de un tío se la quedó mirando de manera descarada.
―Normal…
―Tampoco es que pasara mucho más, yo me fui acercando a ella, avanzando poco a poco, ya hace mucho que no me la follo y me tocaba empezar de cero el ritual de apareamiento, ja, ja, ja.

«Qué hijo de puta».

―Le puse una mano en la cintura ―continuó hablando― y se ruborizó, se le subieron los colores…, pero me seguía el juego…, incluso luego me invitó ella a una copa, eso es que estábamos a gusto, ¿no?
―Sí, claro…
―Yo, cada vez más pegado, le hablaba al oído, y llegó un momento en que ya no quitaba la mano de la cintura.

Y de nuevo sucedió. De camino al hotel, mientras charlábamos tranquilamente dando un paseo, mi polla se desperezó bajo los pantalones en cuanto dijo esa frase. Me odiaba a mí mismo cuando pasaba eso, ¡es que no lo entendía! Siempre igual. En cuanto Javier me contaba cómo se había intentado follar a mi novia, me entraban unos calores que no eran ni medio normales.

Un morbo oscuro que no podía detener.

Lo único que tenía eran ganas de seguir escuchando a Javier. Como si una parte de mí quisiera que me contara lo que yo no deseaba. Ese demonio interior se moría por escuchar cómo Javier se había vuelto a follar a Sara.

Y a mí me excitaba… y me repugnaba a la vez.

―Ya me la he tirado unas cuantas veces y sé cuándo la niñata tiene ganas, y aquella noche, ya te digo yo que estaba mojadita…
―¿Y entonces?
―Pues no sé, tío, lo vi tan claro que ni me lo pensé, me lancé a su boca, y ella me apartó la cara, me sentí ridículo besuqueando su mejilla.
―¡Vaya corte!
―Ni que lo digas, me dejaba agarrarla de la cintura, estábamos casi pegados y va y me quita la cara. Como ya la conocía, no le di importancia; otras veces ya me lo había hecho y eso no había impedido que terminara corriéndome dentro de ella, ja, ja, ja…
―Claro, claro…
―Y no me corté un pelo…, le miré descaradamente las tetazas y le comenté que «estaba muy buena con esa camiseta, que se notaba que no llevaba sujetador».
―¿Y qué te dijo?
―Nada, bajó la cabeza avergonzada… Podría haber metido la mano bajo su falda, seguro que llevaba unos hilitos de esos que se le meten por el culazo que tiene…

Cada frase de Javier era como una puñalada. Y mi polla se iba hinchando a cada paso que daba.

―¿Y lo hiciste? ―pregunté con muchísimo miedo.
―No, tío…, me faltaron diez segundos, ya estaba decidido y después le soltaría eso de «me encantan los trapitos estos de guarra que os ponéis las niñatas de hoy en día». Te lo juro que se lo iba a decir. Tal cual.
―¿En serio?
―Sí, con eso ya se me hubiera derretido encima. Podía verlo en su cara, pero de repente se apartó de mí y me dijo que se quería ir al hotel.
―Ooooh… ―exclamé y esbocé una sonrisilla que Javier no pudo ver.

«Te jodes, puto cabrón».

―Yo pensaba que todavía me la follaba, eh…, aunque no me lo estuviera poniendo fácil, me decía: «En cuanto llegue al hotel, le propongo pasar a mi habitación, o seguro que ella me invita a la suya…».
―¿Y no lo hiciste?
―No, me dio las buenas noches y se metió a toda velocidad en su habitación, así que nada, allí me dejó con un buen calentón…
―Vaya…
―La puta niñata me dejó a medias… pero bueno, otra vez será.
―¿Tú crees que otro día…?
―Por supuesto, ja, ja, ja…, no tengas ninguna duda de que me la voy a volver a follar ―afirmó muy seguro de sus palabras justo cuando llegábamos al hotel.

Ya a solas me senté en la cama, repasando mentalmente todo lo que me había contado Javier. La historia se parecía bastante a como la había resumido Sara, pero era visualizar la escena, con nuestro jefe y Sara en una terracita en Valencia, tonteando, tomando algo, con sus sucias manos en la cintura de mi chica, babeándole el cuello y me daba un ataque de celos total. Además, el cabrón se regodeaba y estaba convencido de que se iba a volver a follar a mi Sara.

A mi novia.

Y a mí no me bajaba la erección ni a tiros. Tuve que sacarme la polla, y pensando en Sara, con ese look tan agresivo, con su minifalda vaquera, la camiseta negra de tirantes sin sujetador, las botorras negras, tratando de zafarse del jefe, que se le arrimaba como un puto baboso, manoseándola, intentando comerle la boca…, y no lo pude evitar.

Me recosté sobre la cama y con unas cuantas sacudidas me corrí encima de manera patética, manchándome la camisa de doscientos euros.

Luego me quedé pensando, Sara había logrado vencer a la tentación, pero por lo que parecía había estado muy cerca, cerquísima de caer y quién sabía si en un futuro… Para evitar todo esto, quizás era el momento de decir en la empresa que Sara y yo éramos pareja. Era un secreto a voces, pero ya había pasado demasiado tiempo y ahora me daba mucho corte reconocer delante de Javier lo que tantas veces le había negado.

Era como una bola de nieve que había ido creciendo y ya no la podía detener. Sí, quizás después del verano, podía decirle que durante las vacaciones habíamos empezado a vernos…, pero es que había una parte de mí que se avergonzaba mucho. Javier había hecho de todo con Sara, cosas que yo ni tan siquiera había probado, habíamos hablado de ella de manera despectiva, y ahora, ¿cómo le iba a decir que Sara era mi novia?

Al fin y al cabo, tampoco era para tanto. Solo tenía que tragarme mi estúpido orgullo de machito y decirle a mi jefe que la niñata, a la que se había follado unas cuantas veces, era mi pareja.

Pero si hacía eso, no podría volver a mirarle a la cara en mi vida. Y Javier era mi compañero de trabajo. Al que tenía que ver cada día durante los próximos cinco años hasta que se jubilara. Tendría que aguantar su mirada de suficiencia y burlona continuamente.

¡Aquello sería insoportable!

Decidí que de momento era mejor que nadie supiera que Sara y yo estábamos juntos. Tarde o temprano en el trabajo se iban a enterar de lo nuestro. Eso era evidente, y si lográbamos pasar esa gran prueba de fuego, mi relación con Sara se consolidaría con una base firme y resistente. Estaba claro que corría mucho riesgo dejándola en manos de Javier, y más después de lo que me acababa de contar; pero no tenía ningún sentido que estuviera desconfiando de Sara toda la vida.

Quería comprobar que Sara apostaba firmemente por sellar su futuro junto a mí. Y si esa era la prueba, tenía que estar dispuesto a aceptar las consecuencias de lo que ocurriera.

Era una locura, pero iba a ser muy difícil poder avanzar si no lográbamos superar esa extraña sumisión de mi novia hacia Javier. De momento Sara lo había conseguido en su viaje a Valencia, pero en los próximos meses tendría que auditar con él unas cuantas veces más.

Y yo confié en Sara. Estaba plenamente convencido de que no iba a volver a caer en las manos de Javier…
 
Capítulo 35




El verano es una época muy particular, sobre todo para los que tenemos niños. Son tres meses en los que tu vida cambia por completo. Es un impasse de tiempo muy diferente a los nueve meses restantes. Aparcas tus rutinas, te acuestas más tarde, te pasas el día en la calle, sales de viaje… Es cuando reseteas la cabeza y coges fuerza para poder aguantar tu monótona vida.

Aquel verano fue excepcional. No recuerdo habérmelo pasado tan bien como en esos meses de julio y agosto. Primero cogí unas vacaciones con mis niñas, diez días en la playa, en un hotel infantil en el que desconecté de todo y solo encendí el teléfono para hablar con Sara por la noche, a la que, por cierto, eché mucho de menos.

Otra semana me escapé con Sara y la invité a un viaje por Roma, ciudad que no conocíamos y que nos encantó a los dos. Pasamos otros cinco días en un lujoso bungalow con las niñas, en las primeras vacaciones familiares de Sara con mis hijas, disfrutando de la experiencia de la naturaleza y durmiendo en unas cabañas fabulosas, y terminamos el verano con un viaje romántico por Menorca los dos solos.

Una increíble aventura en la que Sara y yo visitamos varias de las mejores calitas de la isla. A ella le encantaba sentarse en topless a la orilla del mar, y os aseguro que salir de bañarte en esas aguas azul turquesa y contemplar esa imagen era una postal que bien podría promocionar el turismo de la isla.

También, durante el verano, quedé con mi amigo Daniel, al que tenía un poco abandonado. Él seguía como siempre, ya olvidada Isabel, había conocido varias chicas e iba de flor en flor, pasándoselo en grande, sin preocupaciones ni ataduras en pareja. Salí a cenar varias veces con él y sus amigos, que sabían cómo montarse buenas fiestas.

Cuando me quise dar cuenta, ya estábamos metidos en septiembre y las niñas comenzaron de nuevo el colegio.

Durante el verano apenas había coincidido con Javier en la auditoría, pues al principio nos habíamos puesto de acuerdo entre los dos para cogernos las vacaciones que pudiéramos sin solaparnos.

A la vuelta, le tocó una auditoría externa con Sara.

Estuvieron dos días en Sevilla y lo más destacado es… ¡que no pasó nada! Javier me lo contó apesadumbrado la siguiente vez que nos tocó salir juntos. Y unos meses más tarde, en otra auditoría de ellos dos, volvió a suceder lo mismo. Al cuarto viaje solos, Sara no le dio la más mínima opción a Javier, que me aseguró que ella había cambiado y él ya ni tan siquiera había intentado acercarse a mi chica. Después de cenar, cada uno se marchaba a su habitación y solo trataban temas de trabajo.

Estaba claro que Sara había superado esa especie de sumisión que tenía hacia nuestro jefe y sus viajes cada vez me preocupaban menos.

Pasaron las navidades, en las que aproveché para hacer un viaje romántico con Sara por París y un par de meses más tarde se cumplió nuestro aniversario de novios.

¡Nuestro primer año como pareja!

Sara me prometió que el 28 de febrero volveríamos a cenar en el mismo sitio en el que ella me pidió disculpas por lo que había pasado con Javier y que después, para celebrarlo, tomaríamos una copa en el bar en el que terminamos follando en los baños.

Yo aquel día no hubiera apostado ni un euro por lo nuestro, pero Sara me demostró que quería estar conmigo y que podía confiar en ella. Y yo era inmensamente feliz. Enamorado hasta la médula de esa jovencita a la que sacaba veinte años.

Esa semana le tocó salir de auditoría con el jefe a Sevilla, era un trabajo cortito, apenas una noche, y el viernes ya estaría de vuelta. Me pareció anecdótico y fue como cerrar el círculo con Javier justo un año después. En cuanto llegaron las doce de la noche, le mandé un mensaje.

Pablo 00:01

Feliz aniversario, cariño, te quiero mucho
¿Qué tal ha ido esa auditoría?
Sara 00:03
Lo mismo digo
Feliz aniversario
Pues ha ido muy bien.
Y nada, ya hemos cenado y estoy en la habitación​
Pablo 00:04
Vale, ¿puedo llamarte?
Sara 00:05
Estoy un poquito cansada, iba a dormirme ya, no me quiero desvelar…​
Pablo 00:06
Ah, vale, pues nada
Que descanses y mañana te veo
Buen viaje
Te quiero mucho
Sara 00:07
Yo también te quiero
Y mañana habrá que celebrarlo por todo lo alto
Ya he reservado para cenar
Pablo 00:08
Perfecto
Pues hasta mañana
Un besazo
Sara 00:09
Otro para ti
Un besazo​

Fue una conversación breve a la que no di ninguna importancia y me acosté feliz y tranquilo sabiendo que al día siguiente íbamos a cenar juntos para celebrar nuestro aniversario como se merecía.

Por la noche la esperé en el restaurante en el que habíamos quedado. Fue la primera vez que Sara se retrasó cinco minutos, y yo me quedé con la boca abierta cuando la vi entrar. Se quitó el abrigo y llevaba unos leggins de cuero, marcando culazo a lo bestia, una camiseta negra de manga larga ajustada, con la que transparentaba un poquito sus enormes pechos, y unos zapatos de tacón muy elegantes.

¡Era un auténtico disparate!

Me encantaba cómo la miraban todos mientras caminábamos entre las mesas para llegar hasta nuestro sitio. Ese tipazo de Sara no pasaba desapercibido en ninguna parte, y ya lo de sus tetas botando libres bajo la camiseta era otro nivel.

La velada fue romántica, increíble, aunque yo no pude evitar fijarme en los pechos de mi chica. Después de cenar intercambiamos regalos; Sara me trajo una corbata y unos gemelos de oro, y yo un precioso reloj de oro blanco muy cool que le puse en ese instante para que lo luciera con su precioso bronceado de piel.

―¡Qué bonito es!, ¡guau, me encanta! ―exclamó Sara sin dejar de mirar su nuevo reloj.

Después fuimos al mismo bar en el que celebramos nuestra «reconciliación», fue una pena que hubiera bastante gente, al parecer se había puesto de moda e iba a ser imposible follar en los baños, como teníamos pensado; así que nos tomamos una copa rápida y nos marchamos a mi casa.

Entramos en mi habitación sin dejar de besarnos y Sara se quedó parada delante del espejo. Yo me puse detrás de ella y nos miramos a través del cristal. Me pregunté si aquello no sería un nuevo juego de Sara o me tenía preparada alguna sorpresa de las suyas.

―¿Estás bien? ―le pregunté.
―Sí. ¿Te parezco atractiva? ―me soltó sin que me lo esperara.

No entendía a qué había venido eso, porque Sara sabía perfectamente lo buenísima que estaba.

―No puedes estar más cañón, cariño ―dije pasando las manos hacia delante y acariciando sus dos pechos por encima de la camiseta―, ¿por qué lo preguntas?
―No sé, dentro de unos años ya no seré tan joven y seguramente te canses de mí…
―Ja, ja, ja, ¿y esa chorrada?, más bien será al contrario, cuando tú tengas cuarenta, seguirás estando como un puto tren y yo seré un viejito de sesenta años…
―Me encanta que me mires así, con ese deseo otra vez, tengo muchas ganas de que me folles… ―Y ella misma se levantó la camiseta para mostrarme sus voluminosas tetas―, hoy estoy especialmente cachonda.
―Mmmmm…
―Tenía pensado darte un regalito especial…
―¿Ah, sí?, ¿de qué se trata?
―De algo que llevas queriendo hacer hace mucho tiempo ―susurró bajando la mano para acariciarme el paquete―, algo que han hecho otros…, pero tú no, mmmmm…
―Joder, Sara…

Yo le acariciaba los pechos y ella ladeó la cabeza para que besuqueara su cuello. Seguíamos mirándonos en el espejo y Sara dejó de acariciarme, se desabrochó los leggins, tiró de ellos hacia abajo y me enseñó su culo, que tan solo quedó cubierto por un tanguita de color blanco.

―Ufff, Sara, qué culazo ―suspiré apretando sus nalgas.
―Hoy es un día muy especial…
―Síííí…
―Y quizás hoy, mmmmm, estoy demasiado caliente ―murmuró Sara sacando el trasero hacia atrás para rozarme el paquete con él.
―Dime qué regalito quieres hacerme…, por favor…
―Mmmm, bueno, ya sabes que otros me han follado sin condón, y tú no, y eso te da morbo, ¿verdad?
―Sí, mucho, muchísimo…
La empujé hacia delante y Sara apoyó las dos manos en el espejo. Me estaba poniendo muy cachondo aquella conversación, y por fin iba a darme el premio que merecía.

¡Había esperado tanto tiempo para aquello!

De un solo tirón le bajé el tanguita, me saqué la polla apresuradamente y la coloqué entre las piernas de Sara, que, aunque sacaba el culo hacia fuera, las seguía teniendo cerradas. Ella gimió al contacto de mi caliente y duro miembro con sus labios vaginales.

―Espera, aaaah, aaaah, no me la metas todavía…
―¿Qué pasa?, no puedo más…
―Eres mío, ¿verdad?
―Sí, soy tuyo, ya lo sabes, pero deja que te la meta ya, joder, Sara…, no puedo tener este cuerpazo aquí delante y no clavártela ―le imploré arañando sus glúteos con las uñas.
―¿Seguro que eres mío?
―Sí, sí…
―No pensabas que íbamos a durar tanto tiempo y ahora…, aquí estamos… un año después…
―Sara, deja que te folle…
―Ha pasado un año y sigues usando el condón, y ya hace meses que ni tan siquiera me pides hacerlo sin él…
―Pero hoy sí quiero, Sara, sí que quiero…, vamos, ven aquí…
―Muchos me han follado sin nada, me la han metido a pelo…, aaaaah…
―Joder, Sara, cállate y abre las putas piernas…
―Javier, aaaaah, Álvaro, aaaaaah, Abel, aaaaah. ―Y a cada nombre que decía yo le restregaba la polla por su coño, haciéndola gemir.
―Y ahora yo… ―continué inclinándome sobre su espalda.

Sara dobló el brazo y lo pasó hacia atrás, por encima de su hombro, me acarició los labios con su dedo meñique e intentó metérmelo dentro.

―Y después se han corrido dentro de mí ―jadeó introduciendo su dedo en mi boca. Yo se lo chupé ávido y volví a acariciar sus tetazas que, al estar agachada, le colgaban de manera soez.
―Sí, te han acabado dentro…
―Pero tú no eres como ellos, o no estaríamos aquí…, por eso sigo contigo…, me gusta que seas así…
―Sara, vale ya, deja que te la meta…, uf, deja de hablar…
―¿O es que quieres ser como ellos?
―Noooo, claro que no…
―Tú eres especial, eres mío…
―Sí, sí…, soy tuyo, lo que tú quieras… ―dije lamiendo su dedo y volviéndomelo a meter en la boca.
―A ti lo que te da morbo es follarme con el puto condón sabiendo que a otros les he dejado metérmela sin nada. ¡Y me encantó sentir directamente sus pollas calientes dentro de mí!
―Aaaah, joder, Sara, cállate…
―¿Y sabes lo que más me excita?, ¡¡lo que más me gusta es cuando se corren!!, ¡uffff, sentir cómo me echan su leche caliente!… y luego al sacarla, mmmmm, que me escurra entre las piernas, Diossss, yo creo que eso es lo que más me pone de todo…, sentir su semen escurriendo por mis muslos…, vamossss, mmmmmm, no dejes de chuparme el dedito…
―Deja que te folle, Sara, déjame…, ¡glup, glup!
―¿No decías que no querías ser como ellos?
―Deja de hablar y abre las piernas, por favor…
―¿Quieres ser como ellos o no?, vamossss, dímelo…
―No, noooo…, ¡claro que no!
―Javier me folló el primer día a pelo, el primer puto día…, ¡no me pude resistir!
―Sara, cállate, cállate…, aaaah, aaaaah, para, para… ―jadeé en su hombro.
―No pares de chupar, joder… Y Álvaro me daba por el culo cuando quería…
―Aaaaah, aahhhh…
―Y Abel, mmmmm, ¡me encantaba comerle la polla!, ¡la tenía taaan bonita!, ¡nunca he visto una polla tan perfecta!
―¡Eres una zorra!
―¿Yo soy una zorra?, ja, ja, ja, ¿y tú qué eres?, ahí detrás, gimoteando, pidiéndome por favor que abra las piernas y chupándome el dedito como si fuera una polla…
―Aaaaah, Sara…
―Si fueras como ellos, ya me la habrías metido, ni tan siquiera me pedirías permiso…, pero… ¿sabes una cosa?
―Cállate, zorra, ¡deja de hablar, joder!
―Que tú no quieres hacerlo…, eres mi chico y te pone muy cerdo que no te deje hacer lo mismo que a ellos…, ¡eso es lo que te gusta!, ¡reconócelo!
―Aaaah, Sara, cállate, cállate…
―Estás como loco por ponerte un condón y follarme…, ¡eso es lo que te pone cachondo!
―Noooo, noooooo…
―En cuanto me la metas, ya no habrá marcha atrás, ¡se acabó!, ¡serás igual que ellos! ―Y sin dejar de flexionar el brazo para seguir con su meñique en mi boca, se abrió de piernas, ofreciéndome al fin su coño.

La muy puta bajó la mano y tiró de sus labios vaginales. Me miró a través del espejo y sonrió. Una sonrisa perfecta y diabólica…, y cuando mi polla entró en contacto con su coño, me sentí mal y me invadió una sensación extraña.

Sara tenía razón. Si se la metía sin el preservativo sería como romper ese morbo oculto del que habíamos estado disfrutando todos estos meses; pero yo lo que más deseaba en el mundo era sentir su interior sin el condón.

¡Que me empapara la polla cuando se la metiera!

Me quedé unos segundos apoyándola en su entrada, tan solo tenía que dar un pequeño golpe de cadera y al fin conseguiría lo que llevaba esperando tanto tiempo. Sara movió el culo en círculos e incluso me apremió para que lo hiciera.

―¡Vamos!, ¡métemela!
―Sara, aaaaah, Sara…
―¡Vamosssss!, ¡que me la metas!, parece que es lo que quieres, ser igual que ellos, ¡pues hazlo, joder!, ¡métemela!
―Sara, para, para, deja de menear el culo, no me la restriegues así, por favor…
―Vas a seguir siendo mío, ¿verdad?
―Sara…
―Contéstame…
―Sí, soy tuyo, aaaaah, soy tuyo…
―¡Pues métemela!, aquí me tienes…, mmmmm, ¡estoy tan cachonda…!
―No puedo, no puedo, Sara…
―¿Por qué...?
―Porque no quiero ser como ellos…

Ella sonrió satisfecha. Sacó la lengua y se mojó los labios antes de incorporarse. En la misma posición, delante del espejo, se quitó la camiseta y luego se deshizo de los leggins, que estaban enrollados en sus pies.

¡Tan solo llevaba los zapatos de tacón puestos!

―Ni te imaginas lo cachondísima que me acabas de poner ―dijo en una especie de gemido―. Ahora vete a por un puto condón y ¡¡fóllame ya!! ―me ordenó subiéndose a la cama con los zapatos y poniéndose a cuatro patas.

El polvo que echamos a continuación entró en el top 5 de los más breves entre nosotros y después caímos bocabajo, sudorosos, excitados, temblando de excitación…

Aquello debía haber sido una mierda para ella, apenas le había dado tiempo a disfrutar y mucho menos a correrse, aun así, ronroneaba y movía sus caderas en círculos, sin dejar que mi polla saliera de su interior, y lo que más me gustó fue cuando Sara volvió a flexionar su brazo hacia atrás para meterme de nuevo el meñique en la boca.

―¡Eres mío, cariño, eres mío! ―susurró haciendo que lamiera su dedo con una sonrisilla de satisfacción.






El finde no terminó como a mí me hubiera gustado. La semana siguiente Sara se había cogido vacaciones en la auditoría para irse a pasar unos días con su amiga de San Sebastián, salía el domingo a primera hora y solo se quedó a dormir conmigo la noche del viernes y comimos juntos el sábado.

La iba a echar mucho de menos, pues ya no estaba acostumbrado a estar tantos días sin verla, pero esa semana me tocaban las niñas y cuando estaba con las peques, el tiempo se me pasaba volando, aparte de que casi no me daban ni un respiro.

El lunes dejé temprano a mis hijas en el cole y antes de llegar al trabajo me sorprendió la llamada de un conocido que era notario, al que hacía tiempo que no veía.

―Hola, Santiago, cuánto tiempo…
―Buenos días, Pablo…, ¿te pillo en buen momento para hablar?
―Sí, claro.
―Nada, te comento rápido por teléfono, es que me he enterado de que en JTL Internacional están creando un área de auditoría interna en la empresa y la verdad es que encajas perfectamente en el perfil de encargado, sé que hablas inglés y alemán y tienes más de veinte años de experiencia en el sector…
―No sabía que JTL…
―Sí, uno de los socios es muy amigo y bueno…, les he hablado de ti, yo creo que es una gran oportunidad, buen sueldo, no tendrías que salir de viaje…, formarías tu propio equipo…, tendrías toda la libertad que quisieras dentro de tu área…
―No suena nada mal. ¿Y, entonces, les hablaste de mí?
―Sí, de momento no les he querido dar tu teléfono hasta hablar contigo o, si quieres, llámales tú…, están deseando empezar cuanto antes.
―Es un poco precipitado.
―Ya lo sé, Pablo, pero estas son las oportunidades que no pasan todos los días…
―Está bien, pues dales mi número y que se pongan en contacto conmigo…
―Muy bien, ahora mismo lo hago y supongo que esta semana te llamarán…
―De acuerdo.
―Por lo demás, ¿todo bien, Pablo?
―Sí, sí, como siempre, mucho trabajo y tal, pero no me quejo…, ¿y tú?
―Pues yo igual, desbordados en la notaría, he tenido que contratar a otras dos personas y somos catorce…, ya es el tope, porque no me da el día para más…
―Eso es buena señal.
―Sí, desde luego. Oye, hace tiempo que no nos vemos, ¿te llamo la semana que viene y quedamos un día para comer?
―Claro…
―Luego te digo un día, a ver si te viene bien.
―De acuerdo.
―Venga, cuídate, hablamos…
―Un saludo.

En el trabajo estuve toda la mañana dándole vueltas a su propuesta, sin dejar de pensar en la llamada de Santiago. Era una muy buena oportunidad y un reto formar mi propio equipo en el área de auditoría interna de una gran compañía como JTL Internacional.

Quizás llevaba demasiados años en la empresa, haciendo lo mismo, aguantando a Javier y era muy difícil salir de esa zona de confort en la que ahora estaba; sin embargo, en esa etapa de mi vida estaba plenamente feliz gracias a mi relación con Sara y tenía tanta confianza que me atrevía con cualquier cosa que se me pusiera por delante.

Los de JTL parecía que tenían prisa, porque me llamaron a las doce de la mañana. Concertamos una reunión para esa tarde y quedaron encantados con la entrevista. Antes de salir ya me confirmaron que el puesto era para mí, las condiciones eran inmejorables en todos los sentidos, económicas, de vacaciones, de independencia, también me enseñaron el que iba a ser mi nuevo despacho.

¡No podía decir que no!

Les pedí un mes para despedirme de mi empresa y formalizar mi baja con antelación y no me pusieron ninguna pega.

Mi vida acababa de ponerse patas arriba en tan solo unas horas. De momento no se lo dije a nadie, ni tan siquiera a Sara, todavía no había firmado ningún contrato y antes tenía que hacer las cosas bien y comunicárselo a mi empresa.

Al día siguiente todavía estaba en una nube, y Javier me anunció que salíamos de viaje el miércoles a primera hora. En cuanto me lo dijo, decidí que esa sería mi última auditoría con él y a la vuelta ya hablaría con dirección y recursos humanos para que prepararan mi renuncia.

Aprovecharía el viaje para decírselo a Javier en primer lugar, él me había animado muchas veces a buscar otra cosa y seguro que se alegraba por mí, aunque perdiera al mejor compañero que había tenido, y ya, aprovechando, era el momento adecuado para soltarle que Sara era mi novia y que llevábamos juntos un año.

Ya me daba igual que en la empresa se enteraran, al fin y al cabo, me iba a ir y, además, no tendría que soportar las miraditas burlonas de Javier, que era el principal motivo por el que yo no había querido hacer público lo nuestro.

Salí de auditoría con Javier y me costó concentrarme en el trabajo. Cuando terminamos la primera jornada, regresamos al hotel y bajamos a cenar. Javier me dijo un par de veces que me veía muy raro y tenía razón, estaba nervioso, alterado, eufórico, y ahora era a mí al que le apetecía invitarle a una copa después del postre para contarle lo de mi oferta de trabajo.

Javier se alegraría mucho, se despediría como un señor, y yo empezaría mi nueva vida junto a Sara, incluso ya se me estaba pasando por la cabeza la posibilidad de comprarme un chalet, gracias a mi nuevo sueldo y quién sabe si Sara aceptaría venir a vivir conmigo.

Hubiera sido el final perfecto, ¿verdad?

Llegamos hasta la barra de la cafetería y le pedí a Javier que me dejara invitarle a una copa. Me puse un poco nervioso cuando le conté lo que había sucedido durante la semana y Javier me escuchó atento y después me dio un abrazo.

―Pues me alegro mucho por ti, Pablo, te lo mereces…, y lo digo en serio…, voy a perder a un gran compañero, pero… tú tienes que mirar por lo tuyo, por supuesto…, esto se merece un brindis. ―Y levantó su copa para chocarla con la mía.
―Quizás deberíamos irnos ya, todavía nos queda un día de trabajo; ya mañana lo celebramos…
―Por un día no pasa nada… Y bueno, estaba pensando que, ahora que te vas, seguramente me van a poner a la niñata como compañera, voy a ganar con el cambio, ja, ja, ja, tiene mejores piernas que tú…
―Serás cabrón… ―dije medio en bromas, pero poniéndome nervioso, pues esa posibilidad no se me había ocurrido.

Ahora era el momento de soltarle también que Sara era mi novia. Al fin y al cabo, ya no tenía ningún sentido seguir ocultándoselo; sin embargo, fue Javier el que se me adelantó.

―¿Sabes que la semana pasada volvió a caer?
―¡¡¡¿Cómo dices?!!! ―pregunté sin entender lo que acababa de escuchar.
―Sí, la niñata…
―¿Qué pasa con Sara?
―Pues eso…, que el otro día, en Sevilla…, ¡¡me la volví a follar!!…, joder, llevábamos casi un año que no me había dejado ni acercarme a ella y de repente…; pero bueno, esto merece que te lo cuente con mucha calma, ¡porque vaya nochecita pasamos! ―dijo poniéndose de pie―. Mañana me dejas a mí que te invite a una después de cenar y entro en detalles, que sé que te encantan, ja, ja, ja…
 
Perdón por la tardanza en publicar que llevo unos días con mucho lío, así que os dejo un par de capítulos, espero que os gusten.

Un saludo

Perdón ninguno. Es una creación tuya que regalas a los lectores.

Sorpresas final. Será cierto lo que dice Javier? Si es así, la relación tiene que terminar definitivamente. Y el cambio de trabajo le vendría bien para pasar pagina para siempre por mucho que le duela.

Y si no es cierto??
 
Con un cambio de trabajo a la vista y la vuelta a las andadas de Sara, sólo hay dos opciones, o termina consintiendo o Ronnie con todo, la primera opción es el objetivo de Sara, pero me da que en esta ocasión se rompe la pareja definitivamente, eso sí debería terminar a lo grande haciendo con Sara lo que todos hacen y él no y posteriormente dejarla.
 
―¿Sabes que la semana pasada volvió a caer?
―¡¡¡¿Cómo dices?!!! ―pregunté sin entender lo que acababa de escuchar.
―Sí, la niñata…
―¿Qué pasa con Sara?
―Pues eso…, que el otro día, en Sevilla…, ¡¡me la volví a follar!!…, joder, llevábamos casi un año que no me había dejado ni acercarme a ella y de repente…; pero bueno, esto merece que te lo cuente con mucha calma, ¡porque vaya nochecita pasamos! ―dijo poniéndose de pie―. Mañana me dejas a mí que te invite a una después de cenar y entro en detalles, que sé que te encantan, ja, ja, ja…
Perdón ninguno. Es una creación tuya que regalas a los lectores.

Sorpresas final. Será cierto lo que dice Javier? Si es así, la relación tiene que terminar definitivamente. Y el cambio de trabajo le vendría bien para pasar pagina para siempre por mucho que le duela.

Y si no es cierto??


Decía mi santa madre (QEPD) que tenía muy pocos estudios, pero una gran sabiduría de la vida, como toda aquella generación que paso la guerra y la posguerra y se tuvieron que buscar la vida para todo, para sobrevivir, comer, etc.

Bueno, pues esto decía "La cabra siempre tira al monte" y es algo muuuuy cierto, podrá tardar mas, o menos, pero termina tirando al monte.

Y viendo la actitud de esta chica, que si tu follame con goma para no ser como los otros, que si a ti no te la como pero con los otros me he hinchado a tragar leche, que si a mi culo no te acerques, pero no veas como me mola que me lo follen los otros, está claro que ha encontrado un perrillo, un sumisito, y por que no, un pagafantas.

Está claro que la muchacha tiene mucho vicio (algo que no tiene por que ser malo si está bien canalizado), y necesita un tipo concreto de macho, fuerte, duro, dominante, amo y señor.

Y nuestro protagonista es un blandito de cojones, mas tierno que el día de la madre, pues sabiendo como es ella, el sigue con el rollo de "ooooh, que bonito es el amor, que bien huelen las flores y que maravilla como cantan los pajaritos.

A una yegua así, hay que montarla con ganas, fusta y espuelas, y ser duro con ella pero con guante de seda.

Y si no se la ha follado en Sevilla, no pasa nada, ya se la follará otro en cualquier otro sitio, si es que en ese año no se la han follado ya algunos otros, que sería casi imposible saber por falta de contacto con ellos, al contrario que con el jefe, que hay contacto, y además tiene una boca como un buzon de correos de grande.

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Está claro que Sara iba a caer de nuevo

El problema es que vuelve a ser infiel y no sólo no se lo cuenta a Pablo si no que le va con el jueguecito de "eres mío" tu no eres como los demás, en definitiva, te tengo cogido por los huevos.

Ahora Pablo que hará? Hará como los otros, la tratará como una zorra y la largará de su vida, la tratará como una zorra hasta que ella se largue viendo que Pablo ya no lo trata con amor como antes... O simplemente se largará sin más, demostraria ser un caballero pero nos quedaríamos sin polvo, 🤣🤣
 
Una gran pena por Pablo, no merece esa traición de Sara, nunca nadie la merece, y no sólo fue a Pablo, a todos nos tenía engañados con el año de fidelidad, era muy demasiado extraña la actitud que tuvo con él esta última salida, muy borde, es claro que le pone someterlo, saber tal vez, que podría llevarlo a aceptar lo que fuese con tal de seguir con ella.
Me enerva su casi sumisión, entra en su juego con demasiada facilidad, con la última confesión de Javier, nada cuesta pensar que este año que creímos de leal compromiso de Sara, en realidad tenga más cadáveres en el armario.
Necesitamos un Pablo que reaccione, que la encare de forma definitiva, y luego de vomitarle toda su basura traidora, la deseche en los tachos del callejón.
 
Capítulo 36




No pude ni subir con él en el ascensor. Me inventé deprisa que tenía que hacer una llamada de teléfono y salí del hotel para que me diera el aire cuando ya comenzaba a hiperventilar.

Con el corazón latiendo a toda velocidad y un temblor descontrolado de manos, estaba teniendo un ataque de ansiedad. En un segundo, mi idílica vida se acababa de derrumbar, y yo me maldecía por mi mala suerte.

¡Otra vez no!

Bueno, para ser preciso, aquello no era mala suerte. Aquello era una «hijoputez» muy grande por parte de Sara, que después de un año me había vuelto a poner los cuernos con Javier, precisamente en nuestro primer aniversario, es que no podía ser más retorcida la muy zorra, y no solo eso, es que al día siguiente habíamos quedado para cenar y ella se había comportado con toda la naturalidad del mundo.

¡No tenía ningún cargo de conciencia por lo que me había hecho!

Yo no le había notado nada extraño, cenamos como dos enamorados, nos dimos los regalos y terminamos acostándonos en mi casa. Y no habían pasado ni 24 horas desde que Javier se la había follado en su último viaje. ¡Es que era increíble!

¡Era una auténtica HIJA DE PUTA con mayúsculas!

Con el paso de los minutos, me fui calmando y justo, en ese preciso instante, Sara me llamó. Aunque ya se me había pasado el ataque de ansiedad, no me encontraba en condiciones de contestar; así que por esa noche apagué el móvil y subí a la habitación para intentar descansar.

Y digo a intentar porque, naturalmente, me fue imposible. Había pasado de un estado de euforia por mi relación con Sara y el nuevo trabajo a hundirme en la miseria por completo. De cien a cero en un chasquido de dedos. Todavía no sabía nada de lo que había pasado entre el jefe y mi chica, pero al día siguiente tendría que soportar por boca de Javier el relato de su encuentro íntimo… y actuar como si no me importara lo más mínimo.

¡Iba a ser un jodido suplicio! ¡La mayor de las torturas!

O me tomaba un par de vinos durante la cena para poder aguantarlo, o me derrumbaría por completo durante el monólogo que me esperaba. A Javier no le gustaba escatimar en detalles y la noche siguiente me tocaría escuchar ni más ni menos cómo se había follado a Sara, aderezado, además, con su tono arrogante y tratando de manera despectiva y machista a mi novia.

Por la mañana le mandé un mensaje a Sara diciéndole que me había quedado dormido muy pronto y disculpándome por no haber cogido su llamada. No quería que sospechara nada y tenía que comportarme con normalidad.

La auditoría se me hizo eterna y yo ya estaba deseando regresar al hotel para conocer cuanto antes lo que había pasado entre Sara y Javier. Eso sí, antes de bajar a cenar la llamé y estuvimos hablando casi media hora, y no noté nada raro en su voz, Sara seguía siendo la misma de siempre.

No podía ser que me hubiera hecho lo que Javier había insinuado y que se siguiera comportando así. O era una actriz muy buena, o es que no tenía sentimientos.

Pasé por la cafetería del hotel antes de entrar al buffet y me tomé un par de vinos, sabía que los iba a necesitar, y cuando bajó Javier a cenar, no puedo decir que ya estuviera borracho, pero con el estómago vacío los dos vinos me cayeron en el estómago como una bomba.

Durante la cena dimos buena cuenta de una botella entre los dos, según Javier, teníamos que despedirnos a lo grande en nuestra última auditoría juntos. Hubiera estrangulado a ese tío con el que compartía mantel, me daban asco sus manos, sus dedos, su boca, su pelo. Solo con pensar que había tocado a Sara se me hacía un nudo en el estómago.

Y, sin embargo, yo le obsequiaba con la mejor de mis sonrisas, como si fuéramos dos colegas celebrando la champions de nuestro equipo. Enseguida se levantó de la mesa para que le acompañara hasta la cafetería del hotel. El muy cabrón tenía prisa por contarme lo de Sara. Eso era lo que más le gustaba, pavonearse por haberse follado al pibón del trabajo.

A la jovencita de veintiséis años.

Lo que no sabía es que esa niñata de la que iba a empezar a hablar en plan machirulo era mi novia desde hacía un año.

Aquello no podía soltármelo rápido en la barra medio sentado en un taburete, qué va, esa historia era de las que había que tomar asiento en una buena silla, en una mesa apartada y degustando su old-fashioned. Yo odiaba ese cóctel, pero, para martirizarme un poco más, me pedí otro para mí.

Total, ya empezaba a ir muy pasado y me daba lo mismo con lo que emborracharme. Solo quería cerciorarme de que lo que me había insinuado la noche anterior era cierto. En cuanto me confirmara que había hecho algo con Sara, ya era absurdo continuar aguantando esa mierda.

Se recostó en la silla después de probar su copa y dejarla en la mesa. Solo le faltó sacarse un puro. Se me hacía extraño verlo sin corbata, llevaba la camisa blanca desabrochada, americana y se repeinó el pelo hacia atrás con la mano antes de comenzar a hablar.

―Pues sí ―dijo metiendo dos dedos por la base para dar unas vueltas a su copa―, la niñata volvió a caer la semana pasada… Lo que no sabía es que tenía novio…, ¿tú estabas enterado?, como pasas tanto tiempo con ella…

Me puse rojo de la vergüenza. Aunque no podía verme en el espejó, noté cómo me subían los calores por las mejillas. Carraspeé intentando ganar unos segundos, meditando la respuesta y quise contestar con seguridad para no delatarme.

―Sí, lleva unos meses con un chico…
―Me dijiste una vez que salía con un guaperas, un tío con pinta de surfista, ¿no?
―Pero eso fue hace tiempo, ya no está con él…, ahora tiene a otro…
―Joder, cambia más de novio que de bragas, ja, ja, ja…, y no me extraña, ¡menudo vicio tiene!…, bueno, con este debe llevar un año, porque me dijo que era su primer aniversario…, y yo que me alegro, ja, ja, ja…, ¡lo celebramos por todo lo alto!

Esto iba a ser peor de lo que pensaba. Apreté los puños con fuerza unos segundos y después los solté intentado liberar un poco de tensión. Le di un buen trago al cóctel y me senté con las piernas relajadas, casi estiradas, tan solo cruzando los pies por debajo de la mesa.

Como Javier no terminaba de arrancar, fui yo el que lo apremió para que comenzara a hablar.

―Así que bien con Sara, eh…
―¡Uf, demasiado, Pablito!, lo del otro día fue demasiado…, mira, un adelanto… ―me dijo encendiendo el móvil y pasándomelo para que viera una foto.

¡Era Sara! ¡¡El muy cerdo tenía una foto de mi novia en su móvil!!

Me fijé en la parte de arriba y así pude saber la fecha y hora a la que estaba hecha. 28 de febrero, 00:34.

¡No podía ser!, media hora antes Sara había estado whatsappeando conmigo y me había dicho que estaba en la cama. Me había mentido descaradamente. Aunque eso para ella debió ser un juego de niños, si ya tenía pensado acostarse con Javier, lo de mandarme el mensaje no fue más que una nimiedad.

Estuve unos segundos mirando la foto. Sara llevaba un mono entero de color azul marino, una prenda que yo no conocía, muy elegante, pantalón largo, tirantes finos y escote pronunciado. Lo veía apropiado para ir a una boda o un evento similar, pero para cenar con Javier en el hotel me parecía demasiado.

Apenas se había maquillado, el pelo lo llevaba suelto y salvaje y se le habían subido los calores. Esos coloretes la delataban, pero lo que más me impresionó fue la cara que tenía Sara en la foto.

La pequeña caída de ojos y la boca entreabierta transmitían su grado de excitación. Estaba a punto de ponerme los cuernos y se percibía con claridad lo cachonda que se encontraba. No sé qué habría pasado antes para que Sara se dejara hacer esa foto, pero era evidente que en ese instante ya estaba sometida a Javier.

Aquella foto era la confirmación de su sumisión.

―¿Has visto que cara, tío?, ahí ya su coñito estaba dando palmas con las orejas, ja, ja, ja…
―Sí, se nota…
―Pero bueno, hasta llegar a ese punto, me la tuve que trabajar, no te creas que fue tan fácil.
―Me supongo… Venga, empieza, que me tienes en ascuas ―lo apremié cuando ya llevaba el cóctel por la mitad.
―Vale, impaciente, ja, ja, ja…, pues estuvimos en el hotel de siempre en Sevilla, ya sabes, el que tiene una terracita de la hostia para cenar ―me explicó comenzando por fin su relato.
―Sí…
―Le dije a Sara que el hotel era de cinco estrellas, por si quería bajar arreglada y va y se me presenta así…
―Sí, quizás pensó que…
―Me puse muy bruto en cuanto la vi, llevaba unos meses que ya había desistido de intentar nada con ella, pero me dije que esa noche no se me escapaba, ¡daban ganas de arrancarle ese mono a mordiscos!

«Imbécil».

―Cenamos de maravilla, como siempre, y hacía muy bueno para estar a últimos de febrero, así que le propuse tomar una copita allí…, todavía era pronto.
―Y aceptó.
―Por supuesto…, luego estuvimos hablando de trabajo y de repente le entró un mensaje en el móvil. Eso fue el detonante de todo.
―¿Y eso?
―Pues porque le escribió el novio, eran justo las doce y debía ser su aniversario, ja, ja, ja, ¿te lo puedes creer?

«Te voy a matar, hijo de la gran puta».

―Le pregunté quién le escribía y ella me lo confirmó, así que luego le dije que no sabía que tenía novio y entonces fue cuando me soltó lo de que ese día hacían un año juntos…, bueno, pues le deseé suerte, que les fuera muy bien y que ese chico era muy afortunado por estar con una chica como ella, y me contestó con un simple «gracias». Seguía igual de seca que las últimas veces, no me daba pie a nada.
―Lógico, si tenía novio…
―A estas les da igual eso, cuando tienen ganas de follar, se olvidan hasta de su padre, ja, ja, ja…, ¿y sabes una cosa?
―Dime…
―Ahora me acuerdo, cuando me la tiré la primera vez, que te dije que ese tipo de zorras no me gustaban porque me parecían muy interesadas y tal.
―Sí.
―Pues con Sara me equivoqué…
―¿Y eso?
―No sé, fue una intuición que tuve en su momento, pero esta no se acostó conmigo por conseguir trabajo, no, no…, lo hizo porque le daba morbo, le daba mucho morbo ponerle los cuernos a su pobre novio. Y el otro día…, ¡me di cuenta de que quería lo mismo!
―Eh…
―Sí, tío, es como si fuera un reto para ella el poderse resistir, pero cuanto más la fastidie y más consecuencias acarreé su engaño, más cachonda se pone. Y el otro día…, ¡era su puto día especial!, su primer aniversario… y eso la tenía encendidísima, quería resistirse, hacerse la digna, pero estoy convencido de que, en cuanto salió de la ducha, ya sabía que no iba a poder resistirse a caer en la tentación esa noche…, quizás hasta ya viniera con la idea de casa, por eso trajo ese mono, pero hasta que no me tuvo delante, observándome cómo babeaba con su escote y esas putas tetas… Y luego, joder, recibió el mensajito de amor del pobre cornudo, ja, ja, ja…, ¡eso ya la activó del todo!

«Si me vuelves a llamar cornudo, te arranco la cabeza».

―Le dije que ese mono le sentaba impresionante y la niñata me contó que hacía tres años que no se lo ponía, que se lo compró para el bautizo de una prima y no sé qué más…, pero que había cogido cuatro kilos desde entonces y ya no le sentaba tan bien…, debía estar de puta coña, con esos cuatro kilos de más es cuando le encajaba como un puto guante…, ¡es que no podía estar más potente! Yo le dije que le quedaba perfecto no, lo siguiente…, y luego me confesó que un mono así no era muy cómodo para «ciertas cosas». Yo no comprendía a qué se refería, pensé que lo estaba diciendo para follar o algo así, pero no se refería a eso, sino a que…
―Es muy incómodo para ir al baño, cada vez que van se lo tienen que bajar entero ―afirmé.
―¡Exacto!, eso es lo que me confirmó. Yo no había caído, y en cuanto me dijo eso, uffff, enseguida se me vino a la cabeza la imagen de la niñata en los baños bajándoselo para echar un pis… No me digas que eso no te pone…
―No mucho, la verdad…
―Pues a mí me puso muy cachondo y fue el hueco que vi para entrarle otra vez…, lo que pasa es que se levantó un pelín de aire y yo notaba que Sara se estaba quedando fría; así que le propuse terminar la copa dentro del bar del hotel…, ya nos quedaba poquito, pero ella no tenía prisa y se sentó en uno de los taburetes, así cruzando las piernas…, ufffff, y con aquello ya me empalmé y me dije: «Tengo que ir a saco, la niñata me está pidiendo un pollazo a gritos».
―¿Y cómo le entraste?

Tenía que sacar fuerzas de flaqueza para hacer cada pregunta, para seguir escuchando, me agarraba a la silla y reprimía las ganas de matar a golpes al que había sido mi compañero de trabajo durante tantos años, que, ajeno a lo que pasaba, se regodeaba con la historia. Y yo no quería que llegara ese momento en el que Javier me contara cómo se había follado a mi novia.

Todo me daba vueltas. Pedí otro cóctel ya sin importarme dónde me encontraba ni en la resaca que iba a tener al día siguiente, y Javier hablaba y hablaba…

―Ya te lo dije antes, le entré con el puto mono…, aunque antes, por supuesto, y sin preguntarle, la invité a otra copa, que ella no rechazó…, hicimos un brindis y nos miramos a los ojos…, ¡estaba cachondísima y todavía no había hecho nada!

Muy bonito. Brindando con Javier el día de nuestro aniversario.

―Me acerqué a ella y le susurré en el oído: «Puede que para ir al baño sea un poco incómodo, pero…, si fuera tu pareja, me parecería muy excitante poder quitarte una prenda así, eso debe ser, uf…».
―Joder, ¿le soltaste eso? ¿Y ella qué respondió?
―Ja, ja, ja, nada, bajó la cabeza avergonzada, se ruborizó, y yo no la dejé escapar…, me acerqué más, esta vez poniendo la mano en su muslo y le dije: «¿Te lo imaginas?, ponerse detrás de ti frente a un espejo y bajar la cremallera muy despacio por la espalda, hasta que el mono caiga el suelo. ¿Te ha hecho eso tu novio, Sara?», y va y me suelta: «No hables de él», y yo, «¿Por qué, Sara?», y es cuando me saltó lo de «Ah, ahora te acuerdas de mi nombre, no me lo has llamado en todo el año». ¡Dios!, ahí la tenía otra vez, ¡cómo le ponía esa humillación y eso es lo que quería!, la niñata ya se me estaba ofreciendo para que la puteara, se mojaba enterita con eso, ja, ja, ja…

En ese momento odié a Sara con todas mis fuerzas. ¡¡¿¿Cómo podía ser tan PUTA??!!

―Y no se me ocurrió otra cosa que acercarme a ella, pasar una mano por su espalda y comenzar a jugar con la cremallera de su mono…, la bajé un centímetro y enseguida volvió a su sitio…, después me aparté sin decir nada más… y Sara me dejó hacer, incluso se quedó sorprendida porque me detuviera, lo podía notar en su cara y le dije algo así como, «pues ale, ya te he dado una idea de algo que puedes hacer con tu novio para celebrar vuestro aniversario». Y ahí me miró con odio, tío. Con mucho odio. Pensé que me había pasado con el puteo, pero insistí, quería encontrar su límite, si es que lo tenía, y le pregunté: «¿Sabe tu novio que ahora estás tomando una copa con tu jefe?», y todavía se enfadó más, me pidió que dejara de hablar de su chico, y fue entonces cuando saqué el móvil, «Seguro que le gustaría ver lo guapa que estás ahí sentada», y me dispuse a hacerle una foto.
―¿Y no te lo impidió?
―No quería, pero los dos sabíamos que yo había empezado ese juego de putearla y, aunque se hiciera la ofendida, es lo que le gustaba. Se lo pedí por favor, le dije que estaba muy guapa con ese mono y enseguida accedió, aunque me pidió por favor que no se la enseñara a nadie y fue cuando posó para mí, ¡uf, ahí sentada, con las piernazas esas cruzadas!, ¡y ya viste qué carita tenía! Me rogó varias veces que no se la enseñara a nadie y yo le dije: «Has salido muy guapa, ¿no quieres mandársela a tu chico?», ja, ja, ja, ¿te imaginas, Pablo, que el cornudo hubiera visto esa foto?, ja, ja, ja, ¿qué pensaría al tener una novia así de zorra?

Por un momento supuse que Javier sabía que el novio era yo y ahora al que estaba puteando era a mí, riéndose en mi propia cara. No podía ser casualidad que soltara todo eso sin darse cuenta de que yo era el cornudo al que se refería.

―Casi mejor que no la hubiera visto… ―dije abatido en mi silla.
―Le enseñé la foto y ella misma se vio la carita de «ganas de polla» que tenía, y entonces me volví a acercar y le murmuré en el oído: «Me encanta que estés celebrando conmigo tu primer aniversario» y otra vez acaricié la cremallera de su espalda, rozándola sutilmente con los dedos en la piel. Se le puso la carne de gallina, tío, mmmmmm…, y noté que temblaba de excitación, le di un beso en la mejilla y puse una mano en su cintura, y entonces fue cuando le solté la sentencia en su oído.

«¿Sabe tu novio lo que hay que hacer con una niñata como tú?».

Y ese fue el preciso instante en el que mi polla despertó bajo los pantalones. No podía creerme que, mientras Javier me relataba la infidelidad de mi novia, yo iba a quedarme sentado escuchándolo todo con una frialdad que me asustaba. Pensé que esta vez no me sucedería, era algo demasiado duro y devastador para mí. Una situación muy jodida, que me iba a dejar destrozado una buena temporada, y, sin embargo, y contra mi voluntad…

¡Mi polla se fue hinchando lentamente hasta alcanzar una erección completa!

Esa frase había sido demasiado fuerte y Javier hizo una leve pausa para degustar su old fashioned. El cabrón era bueno contando historias, lo hacía tan bien que podía visualizar la escena perfectamente, y ahora allí estaba él, pegado a mi novia, susurrándole al oído y con una mano en su cintura.

Ya había hecho el trabajo duro. Solo tenía que llevársela a la habitación del hotel y follársela, pero ahora yo quería saber más. Una vez que fui asumiendo que iba a perder a Sara necesitaba conocer todos los detalles de su encuentro, en un morbo insano del que me avergonzaba.

Así que lo apremié para que continuara hablando.

―Ya la tenías a tu merced… ¿Y qué te dijo?
―¿Tú qué crees?
―Nada, se quedaría callada…
―Error, la muy zorra no solo quería que la humillara a ella, yo creo que también le ponía que lo hiciera con su novio…, y va y me contesta en bajito a mi pregunta: «No», ja, ja, ja, ahí ya era el dueño de la situación, podía decirle lo que me diera la gana, que ya sabía que a ella no le iba a molestar, más bien al contrario, cuanto más la puteaba, más cachonda se ponía, aunque a esas alturas de lo mojada que estaba seguro que ya había traspasado la tela del tanguita y había empapado el mono también…
―¡Joder!, y tal como eres, seguro que la hundiste todavía más…
―Ja, ja, ja, ¡qué bien me conoces, Pablo!, pues sí, insistí con eso, «Así que tu novio no sabe lo que hay que hacer con una niñata, ¿eh?», y ella me pidió en bajito que no siguiera hablando de él y me dio hasta un poco de pena, ¡pobrecito cornudo!

Y la polla me palpitó bajo los pantalones. Ya la notaba babeando, nerviosa y descontrolada y, en cuanto llegara a la habitación, no iba a tener más remedio que aliviarme. Le di un buen trago a mi old fashioned, que debía ser distinto al de Javier, porque a mí me sabía a rayos, y después otro y otro más, hasta que lo apuré.

―Tranquilo, Pablo, que esto hay que disfrutarlo, te lo bebes como si fuera agua… ―Levantó las manos y chasqueó los dedos para llamar al camarero―. Dos más de lo mismo ―pidió mostrándole la copa vacía y sin tan siquiera mirarlo a la cara cuando el chico llegó hasta nuestra mesa.

Era todo muy turbio, allí sentado con Javier, escuchando sus burradas, con una erección que cada vez me molestaba más y ya me costaba articular palabra, fruto del alcohol y de los nervios que se me acumulaban en el estómago, como si estuviera a punto de devolver. Y al que se le había soltado la lengua era a Javier, que en cuanto probó su nuevo cóctel, se relamió los labios y siguió hablando.

―Si te digo la verdad, me parece acojonante que el novio de esta tía no se dé cuenta de que lo que necesita es que le den caña, pero caña caña…, a esta le pone que la traten de puta para arriba, ja, ja, ja, el novio debe ser el típico guaperas de gimnasio que se pasa el día viendo el TikTok, como si lo estuviera viendo, mucho musculito y se correrá en menos de cinco minutos. ¿Cómo puedes estar un año con una zorra así y no saber lo que le pone cachonda?

En cuanto dijo eso, me hizo pensar. Tenía razón en parte, llevábamos un año saliendo y habíamos echado unos señores polvazos y si yo lo comparaba con lo que hacía con mi ex, creo que mi vida sexual había mejorado bastante, pero, joder, ¿a quién pretendía engañar?, la mayoría de las veces me corría en un suspiro y dejaba a Sara a medias. Ella era la que me dominaba y siempre se me ponía encima hasta que terminaba, seguíamos utilizando preservativo un año después y Sara nunca había visto mi polla lo suficientemente atractiva como para agacharse y chupármela.

No podía decir que fuéramos unos salvajes en la cama, pero yo pensé que Sara estaría satisfecha. Para un tío, lo peor que puede haber es descubrir que su novia no disfruta en la cama con él. Y mientras Javier seguía hablando, me pegó una bofetada de realidad.

―Entonces le dije: «Es una pena que tengas novio y hoy no podamos hacer nada, porque me apetecía bastante follarte», luego me separé de ella para observar su reacción…, seguía con la cabeza agachada y la levantó con timidez, me miró a los ojos, pero no soltó palabra, no hacía falta…, ¡su cara lo decía todo! Y otra vez me incliné a su oído y le solté: «Porque, claro, en un día tan especial como hoy, no querrás ponerte conmigo a cuatro patas en medio de la cama, ¿no?».
―¡Qué hijo de puta eres!
―Ja, ja, ja, lo sé.

«Podías haberte muerto de un puto infarto en ese momento».

―Y entonces me arriesgué, y mucho… ―siguió Javier.
―¿Y eso?
―Pues porque después de decir eso Sara se quedó en silencio y, como habíamos terminado la copa, ella se puso de pie sin decir nada y nos subimos a las habitaciones. Yo no sabía qué es lo que pasaba y decidí que fuera la niñata la que propusiera algo…, pero no lo hizo y, al final, nos despedimos en el pasillo con un «buenas noches» y cada uno entró en su habitación.
―¿Entonces, no te la follaste?, yo pensaba que… ―comencé a decir emocionado, visualizando un mínimo de esperanza.
―Shhh, no corras, Pablito, que ahora viene lo mejor. Entré en mi habitación y me senté en la cama, no te voy a engañar, estaba bastante excitado, ¡¡es que la niñata está muy buena!! y tenerla allí delante, temblando, cachonda, con esas tetazas que no podía dejar de mirar, y sabiendo que me la iba a volver a calzar, pues me había alterado un poquito…
―¿Y qué hiciste?
―Nada, esperar confiado. Estaba convencidísimo de que ella iba a presentarse en mi habitación. Tenía cero dudas. Se lo podía haber comentado en el pasillo y ella hubiera accedido, pero me gustaba más así, haciendo que fuera ella la que me llamara, la que se rebajara…, ¡eso todavía me ponía más cerdo!, jo, jo, jo…

En ese momento lo odiaba con todas mis fuerzas. «Desde luego que eres un puto cerdo, eso no lo dudes».

―Pasaron dos minutos, tres, cuatro… y yo me iba poniendo más nervioso, me había jugado un órdago y ya no me podía echar para atrás e ir a su habitación; así que solo podía esperar, incluso llegué a pensar que la había cagado por idiota, quizás tensé tanto la cuerda que se rompió, y de repente… ¡el móvil se iluminó!, me entró un whatsapp y respiré aliviado cuando vi que era ella. ¡Menos mal!, lo abrí y… ¿sabes lo que me escribió?
―No, pero cualquier cosa me espero…
―Nada, ni una palabra, solo me mandó una foto…
―¿Una foto de Sara…?, ¿desnuda?…
―No, algo todavía mejor, era la foto de… ¡un espejo!, el que había en la habitación. ¡La muy puta me mandó la foto del espejo de su habitación!
―¡¡Joder!!
―Sí, eso pensé yo, joder, la niñata va muy fuerte hoy, era evidente lo que me estaba sugiriendo, ¿no?
―Sí, claro…
―Me acababa de invitar a ir a allí sin escribir ni una sola palabra, fue muy sutil y me gustó que lo hiciera así. Y nada, me retoqué un poco el pelo, dejé la americana sobre mi cama y salí al pasillo hasta su habitación, al llegar tenía la puerta abierta y pasé dentro sin llamar… ―E hizo otra de sus pausas dándole un trago a su copa.
―¿Y…? ―pregunté impaciente.
―Ahí estaba, esperándome, de pie frente al espejo, con los zapatos puestos, y las manos en la cintura en forma de jarra, ¡uffff, fue demasiado encontrármela así! Cerré la puerta, avancé unos pasos y me puse detrás. No dijimos nada, solo nos miramos a través del espejo y acto seguido comencé a deslizar la cremallera de su mono, como antes le había sugerido, lo hice despacio, sin prisa, notaba su cuerpo temblar, la niñata estaba muy nerviosa, pero cachonda, je, je, je…, y después aparté los tirantes por sus hombros y se los fui bajando; primero aparecieron sus tetazas, buaaaah, ¡son enormes!, qué tetas tiene…; y luego el tanguita blanco y su culo, es tan carnoso que dan ganas de morderlo, pero me contuve y seguí hasta los pies. Ella misma se sacó el mono para no pisarlo y se quedó desnuda sin moverse, con los brazos en jarra.
―¡Guau!
―Pero seguía muy altiva, como diciendo, «mira, qué buena estoy» y primero le sobé los melones así, con desgana, de manera vulgar, ja, ja, ja, y pasé una mano por su espalda para jugar con su pelo y sin que se lo esperara le pegué un tirón seco, puso cara de dolor, y le dije: «Esa chulería de niñata te la quito yo en un segundo, anda, ahórrame el esfuerzo y bájate la porquería esa que tienes metida por el culo»…, y se agachó para quitarse el tanguita, ahora sí que la tenía desnuda del todo, mmmmmm. Es muy indecente la niñata, con esas tetas enormes y el coño depilado como si fuera una niña, ¿cómo cojones se me exhibía así?
―Desde luego…
―Le ordené que se diera la vuelta y nos quedamos frente a frente. Puse una mano en su mejilla y la otra en la cintura y me incliné de puntillas para darle un beso en la boca, quería morreármela, tío…
―¿Y te dejó…? ―pregunté, aunque ya me daba igual la respuesta.
―Por supuesto, no solo me dejó, sino que esta vez le puso ganas, mmmmm, la zorra me agarró por el pelo y me metió la lengua hasta la campanilla, uffff, iba pasadísima…, gimoteaba mientras nos comíamos la boca y yo le sobé el culo a lo bestia… Tenía prisa por sacarme la polla y ella misma me desabrochó el pantalón, yo dejé que lo hiciera y, en cuanto la tuvo en la mano, me empujó y caí sentado en la cama…, pensé que se me iba a poner encima, porque vino directa hacia mí, pero… no, pasó por mi lado y se subió directa a la cama y…, joder, ¡la niñata se me puso a cuatro patas!
―¡Menuda guarra! ―comenté.
―Ni que lo digas, imagínatela, con lo buena que está ahí, a cuatro patazas, con las piernas abiertas, los tetones colgando y ofreciéndome su culo, tirando de su glúteo hacia fuera sin decir nada, solo ronroneando como una zorrita…, ¡es que era la hostia!
―Y ahí ya te la follaste…
―No, tío, quería putearla un poquito más, mmmmm, es que eso era lo que más me ponía, hacer que se rebajara, y yo ni me giré…, la tenía detrás de mí y seguí sentado, con la polla en la mano y fue cuando le dije: «Ya sabes que antes de follar me gusta que me hagan una buena mamada», ja, ja, ja…
―¿Y te la hizo…? ―pregunté como un idiota sabiendo ya la respuesta.
―¿Tú que crees, Pablito? Lo mejor fue el cómo, se dio la vuelta y vino gateando hasta mí, sin bajarse de la cama, y tal y como estaba, se agachó y, mmmmmm, ¡qué rico!, ¡¡se la metió en la boca sin pestañear!!

Un año. Más de un puto año con ella y no había hecho ni el amago de obsequiarme con una felación. Y al cerdo de Javier se la comía en cuanto lo tenía delante. Fue imaginarme a Sara a cuatro patas en la cama, detrás de Javier y chupándole la polla como una fulana y sentí una excitación que me empezaba a desbordar. Notaba las palpitaciones de mi miembro bajo la ropa interior y ya era imposible que pudiera relajarme, porque Javier no me daba un segundo de respiro y seguía hablando.

Y cada frase era más fuerte y soez que la anterior.

―Le tuve que pedir que se calmara, joder, chico, ¡qué manera de comérmela!, parecía que llevaba siglos sin chupar una polla, ja, ja, ja…, me la sujetaba con una mano y movía la cabeza de arriba abajo para tragársela entera, ufffff, ¡qué ganas le ponía el muy zorrón! A mí me gustan las mamadas más sutiles, pero creo que la niñata ya no estaba para sutilezas… Solo se la sacó una vez de la boca para suplicarme…
―¿Para suplicarte que te la fo…?
―No, para que no terminara, me lo pidió con esa vocecita, casi susurrando, que me puso todavía más burro, «No te corras», y yo le dije que continuara un poco más, que estuviera tranquila, que podía aguantar… Dejé que siguiera y estuve unos minutos acariciando su pelo, más que nada para guiar su mamada; tampoco podía tocar otra cosa, pues ella estaba detrás…, pero a mí lo que me apetecía en ese momento era follármela… y la levanté tirándola del pelo. Nos dimos otro morreo y fue cuando le dije: «Ahora sí te voy a follar», creo que hasta se le escapó un gemido y se volvió a poner a cuatro patas, sumisa, en medio de la cama…
―Se te estaba ofreciendo…
―Ni que lo digas, Pablo, y ¿sabes una cosa?, me puse detrás de ella y en cuanto la vi me acordé de ti…
―¿De mí…?, y…, y… ¿eso? ―tartamudeé pensando que me había descubierto y se había dado cuenta de que yo era el novio de Sara.

Pero otra vez me volví a equivocar.

―Sí, de una cosa que me dijiste hace tiempo, que cuando estaba así de cachonda seguro que esta era de las que se dejaba encular, ja, ja, ja, ¿te acuerdas?
―Eh, sí, claro… No me digas que…
―Y me dije: «¿Por qué no intentarlo?, tiene un culo de puta madre, y está chorreando…». Me situé detrás, sujetándola por la cintura, la acerqué al coñito y se la restregué un par de veces…, tenía que jugar más con ella, no podía llegar y, zas, metérsela por el culo de primeras…, ¡eso no funciona así, Pablito!
―¿Y cómo lo hiciste?
―Pues me incliné sobre su espalda y le pregunté por su novio, quería saber si iba a quedar con el pobre cornudo al día siguiente.

Otra vez mi polla volvió a palpitar, esta vez con mucha más fuerza.

―¿Y qué te dijo?
―Que sí, ja, ja, ja, que iba a quedar con él para celebrar su aniversario, me comentó que saldrían a cenar o algo por el estilo, tampoco me acuerdo mucho, yo también estaba, ufffff, imagíname recostado sobre su espalda, sobando sus melones, a punto de metérsela y ella ronroneando, moviendo las caderas, suplicándome que me la follara y diciéndome que al día siguiente tenía cena con el cornudito, ja, ja, ja… Entonces fue cuando apuntillé: «Hoy es un día muy señalado y en los días señalados es cuando se hacen las cosas especiales, ¿sabes lo que quiero decir?» y me agarré la polla y se la restregué por el culito. ¡Te lo juro, tío, que pegó un gemido como si se la hubiera metido!
―¡¡Dios mío!!
―Pero no me contestó, solo jadeaba la muy puta, y yo seguía frotándola contra su pequeño agujerito, mmmmmm, e insistí, no se lo tenía que pedir, ella era mi sumisa, se lo iba a ordenar y punto, y la niñata lo tendría que aceptar, le gustara o no…, y con seguridad afirmé: «Te voy a follar por el culo, y mañana, cuando quedes con el cornudo, te acordarás de mí, porque te va a doler al sentarte mientras cenas con él, pero será un dolorcito muy rico», ja, ja, ja… Pensé que se enfadaría, o que al menos se haría de rogar un poquito, pero ella solo podía suspirar y me llamó por mi nombre, «Javier, aaaah, aaaaah, nooo…», intentó negarse, pero no podía ni hablar la puta de ella, ja, ja, ja… Y yo le dije: «¿Qué pasa, es que no quieres?», y afirmó con la cabeza, «Vale…, fóllame por donde quieras».

Un año de relación conmigo tirado por la borda. Se había aguantado lo que había podido, pero una vez que ya había cedido parecía que todo le daba igual. Se le habían desatado los siete infiernos y estaba dando rienda suelta al deseo acumulado durante todos estos meses. Con el morbo añadido de que me estaba siendo infiel, ¡justo en nuestro primer aniversario!

Mi cara debía de ser un poema, escuchando cómo Javier estaba a punto de sodomizar a Sara. Y ya quería que lo hiciera. Quería saber cómo le había clavado la polla por el culo, cómo había hecho gritar a mi novia y yo no paraba de temblar, casi igual de excitado que ellos en esa noche de abandono y lujuria.

―Tenías que ver cómo le colgaban los labios vaginales y lo húmedos que estaban, ¡chorreaba literalmente!… Y antes de empezar le pregunté: «¿Tu novio te da por el culo, nena?, porque tienes un trasero de puta de lujo»… Y ¿sabes lo que me contestó?
―Que no… ―contesté con mi información privilegiada.
―¡Exacto!, ja, ja, ja, ¿te lo puedes creer?, ¿qué clase de capullo tiene una novia así y no le rompe el culo?

Ya hacía tiempo que no me importaban sus insultos, ni tan siquiera me molestaban, más bien al contrario, esa humillación por parte de Javier me estaba volviendo loco, tanto que por un instante llegué a dudar si confesarle que yo era el imbécil del novio.

―Y debía tener razón, porque le metí un dedito y, uffff, ¡qué apretado lo tenía!, joder, tío, no le pegaba nada, ese culazo grande, redondo, carnoso y, sin embargo, tan estrecho, cerrado como el de una princesita, mmmmmm…
―¿Y Sara qué decía?
―De momento nada, solo se dejaba penetrar por mi dedo y ronroneaba, ah, y también se acariciaba el coño, eso me gustaba…, que ella misma se tocara…
―¿Le comiste el culo?
―No, dejé caer un salivazo entre sus glúteos y seguí jugando con el dedo, le pregunté que cuándo fue la última vez que alguien se lo había hecho por detrás… y ella me dijo que «hacía mucho»…; por lo que deduje que no era virgen, así que tampoco se lo quise trabajar más, me decepcionó un poco, porque llegué a pensar que ese culo no se lo habían estrenado..., pero ya después fui bastante directo, se la puse a la entrada y la avisé, «Allá voy», y la niñata se tensionó, mmmmm, se le cerró el culo, apretó los glúteos y yo le pedí que se relajara… y fui empujando, despacio…, Sara respiraba en profundidad, tomando aire en cada bocanada y yo seguí, forzando su entrada…, y ella gemía, gritaba, movía las caderas, pero poco a poco fue entrando, ese culo se la tragó sin pestañear, mmmmmm, joder, Pablito, y en un par de minutos, ¡¡la tenía clavada hasta el fondo de su ojete!!

Primero fue un ligero temblor de pies y manos.

―Y después agarré sus caderas y plas, plas, folladón a lo bestia, pero sin cortarme un puto pelo, ¡no veas cómo chillaba!, ja, ja, ja….

Luego el estómago.

―Y ella me pedía más y más…, me decía: «Dame por el culo, dame por el culo» y yo me volví loco, reconozco que me pasé, tío, la agarré del pelo, le solté azotes, hasta le pegué un escupitajo en toda la cara, fue todo muy, no sé…, demasiado pasados de vueltas… Aunque tenía que frenar de vez en cuando, era imposible resistir ese ritmo, y me encantaba cuando se lo hacía despacito y yo miraba hacia abajo y veía desaparecer mi polla en ese culilo perfecto, me recreaba en llegar hasta el final, aplastando sus glúteos con mi panza, mmmmmm, ¡qué gozada!, y ella gimoteaba, agradeciéndome esos descansos, pero preparándose para un nuevo acelerón… y después otra vez me gritaba: «Más, máááás», tengo sus putos chillidos metidos en la cabeza… ¡Y no veas qué cara ponía!, se mordía los labios y miraba hacia atrás para que la viera bien…, ¡no podía ser más puta!

Se me tensaron los glúteos. Entonces ocurrió, un ligero temblor fue el inicio de mi propio orgasmo mientras Javier seguía hablando sin darse cuenta de lo que sucedía.

―¡¡Eso fue un polvazo, Pablito!!, ¡más de veinte minutos reventándole el culo! Ella se corrió por lo menos dos veces o tres y cuando me oyó gruñir, para que no me vaciara dentro, me pidió que la avisara, y en cuanto lo hice, se giró como una serpiente, se tumbó en la cama bocarriba y se metió mis huevos en la boca. Me quedé en estado de shock, no me lo esperaba, ¡no me habían hecho esa guarrada en la vida!, y me dijo: «Córrete en mi cara»; me dio igual porque, aunque no me lo hubiera dicho, ya se me estaba escapando todo…, y el primer lefazo salió volando entre sus tetas, pero luego eché el culo hacia atrás y le regué toda la carita, la frente, la nariz, la boca, ¡todo!

Cuatro, cinco, seis disparos, con una intensidad fuera de lo normal. Yo también me estaba corriendo en los calzones, casi a la vez que ellos, casi a la vez que Javier eyaculaba sobre mi novia.

¡¡En su cara!!

―Tendría que hacer memoria para recordar un folladón mejor que ese ―afirmó Javier―. Desde luego que por el culo ha sido el mejor de mi vida, porque el trasero de la niñata es de diez, perfecto, estrechito, pero luego me sorprendió y se abrió de maravilla, lo tenía calentito, elástico…, ¡una delicia!… Después me senté en la cama y ella se dio la vuelta con la cara cubierta con mi corrida. Tío, ¡menuda imagen!, y… ¿sabes lo que me dijo?
―No…
―Que no me fuera, me lo suplicó: «No te vayas todavía, quédate un rato más, por favor», «Espera a que me limpie y luego puedes hacerme lo que quieras, ¿vale?», volvió a decirme. Era a-co-jo-nan-te, porque tú ya sabes que a mí las putas me gustan solo para follármelas una vez, pero la niñata es categoría especial… Le ordené que se fuera al baño…, no me gustaba verla así…, ya me parecía demasiado vulgar…

Con mi propia corrida bañándome las pelotas y sintiendo la humedad por mi vello púbico, lo normal hubiera sido largarme deprisa a la habitación, una vez que ya me había corrido, pero a mí no me pasó eso, quería saber más.

¡Quería saberlo todo!

Javier ya se estaba terminando la copa, por desgracia, pensé que me contaría el final de manera atropellada y luego nos iríamos a dormir, pero esa noche no tenía ninguna prisa. Si yo estaba medio borracho, Javier iba por el mismo camino.

―¿Nos tomamos otra? ―pregunté con voz pastosa―, y me cuentas lo que le hiciste luego a la niñata…
―Me parece bien…, porque lo que viene…, ¡uf!, ¡no tiene desperdicio!
 
Capítulo 36




No pude ni subir con él en el ascensor. Me inventé deprisa que tenía que hacer una llamada de teléfono y salí del hotel para que me diera el aire cuando ya comenzaba a hiperventilar.

Con el corazón latiendo a toda velocidad y un temblor descontrolado de manos, estaba teniendo un ataque de ansiedad. En un segundo, mi idílica vida se acababa de derrumbar, y yo me maldecía por mi mala suerte.

¡Otra vez no!

Bueno, para ser preciso, aquello no era mala suerte. Aquello era una «hijoputez» muy grande por parte de Sara, que después de un año me había vuelto a poner los cuernos con Javier, precisamente en nuestro primer aniversario, es que no podía ser más retorcida la muy zorra, y no solo eso, es que al día siguiente habíamos quedado para cenar y ella se había comportado con toda la naturalidad del mundo.

¡No tenía ningún cargo de conciencia por lo que me había hecho!

Yo no le había notado nada extraño, cenamos como dos enamorados, nos dimos los regalos y terminamos acostándonos en mi casa. Y no habían pasado ni 24 horas desde que Javier se la había follado en su último viaje. ¡Es que era increíble!

¡Era una auténtica HIJA DE PUTA con mayúsculas!

Con el paso de los minutos, me fui calmando y justo, en ese preciso instante, Sara me llamó. Aunque ya se me había pasado el ataque de ansiedad, no me encontraba en condiciones de contestar; así que por esa noche apagué el móvil y subí a la habitación para intentar descansar.

Y digo a intentar porque, naturalmente, me fue imposible. Había pasado de un estado de euforia por mi relación con Sara y el nuevo trabajo a hundirme en la miseria por completo. De cien a cero en un chasquido de dedos. Todavía no sabía nada de lo que había pasado entre el jefe y mi chica, pero al día siguiente tendría que soportar por boca de Javier el relato de su encuentro íntimo… y actuar como si no me importara lo más mínimo.

¡Iba a ser un jodido suplicio! ¡La mayor de las torturas!

O me tomaba un par de vinos durante la cena para poder aguantarlo, o me derrumbaría por completo durante el monólogo que me esperaba. A Javier no le gustaba escatimar en detalles y la noche siguiente me tocaría escuchar ni más ni menos cómo se había follado a Sara, aderezado, además, con su tono arrogante y tratando de manera despectiva y machista a mi novia.

Por la mañana le mandé un mensaje a Sara diciéndole que me había quedado dormido muy pronto y disculpándome por no haber cogido su llamada. No quería que sospechara nada y tenía que comportarme con normalidad.

La auditoría se me hizo eterna y yo ya estaba deseando regresar al hotel para conocer cuanto antes lo que había pasado entre Sara y Javier. Eso sí, antes de bajar a cenar la llamé y estuvimos hablando casi media hora, y no noté nada raro en su voz, Sara seguía siendo la misma de siempre.

No podía ser que me hubiera hecho lo que Javier había insinuado y que se siguiera comportando así. O era una actriz muy buena, o es que no tenía sentimientos.

Pasé por la cafetería del hotel antes de entrar al buffet y me tomé un par de vinos, sabía que los iba a necesitar, y cuando bajó Javier a cenar, no puedo decir que ya estuviera borracho, pero con el estómago vacío los dos vinos me cayeron en el estómago como una bomba.

Durante la cena dimos buena cuenta de una botella entre los dos, según Javier, teníamos que despedirnos a lo grande en nuestra última auditoría juntos. Hubiera estrangulado a ese tío con el que compartía mantel, me daban asco sus manos, sus dedos, su boca, su pelo. Solo con pensar que había tocado a Sara se me hacía un nudo en el estómago.

Y, sin embargo, yo le obsequiaba con la mejor de mis sonrisas, como si fuéramos dos colegas celebrando la champions de nuestro equipo. Enseguida se levantó de la mesa para que le acompañara hasta la cafetería del hotel. El muy cabrón tenía prisa por contarme lo de Sara. Eso era lo que más le gustaba, pavonearse por haberse follado al pibón del trabajo.

A la jovencita de veintiséis años.

Lo que no sabía es que esa niñata de la que iba a empezar a hablar en plan machirulo era mi novia desde hacía un año.

Aquello no podía soltármelo rápido en la barra medio sentado en un taburete, qué va, esa historia era de las que había que tomar asiento en una buena silla, en una mesa apartada y degustando su old-fashioned. Yo odiaba ese cóctel, pero, para martirizarme un poco más, me pedí otro para mí.

Total, ya empezaba a ir muy pasado y me daba lo mismo con lo que emborracharme. Solo quería cerciorarme de que lo que me había insinuado la noche anterior era cierto. En cuanto me confirmara que había hecho algo con Sara, ya era absurdo continuar aguantando esa mierda.

Se recostó en la silla después de probar su copa y dejarla en la mesa. Solo le faltó sacarse un puro. Se me hacía extraño verlo sin corbata, llevaba la camisa blanca desabrochada, americana y se repeinó el pelo hacia atrás con la mano antes de comenzar a hablar.

―Pues sí ―dijo metiendo dos dedos por la base para dar unas vueltas a su copa―, la niñata volvió a caer la semana pasada… Lo que no sabía es que tenía novio…, ¿tú estabas enterado?, como pasas tanto tiempo con ella…

Me puse rojo de la vergüenza. Aunque no podía verme en el espejó, noté cómo me subían los calores por las mejillas. Carraspeé intentando ganar unos segundos, meditando la respuesta y quise contestar con seguridad para no delatarme.

―Sí, lleva unos meses con un chico…
―Me dijiste una vez que salía con un guaperas, un tío con pinta de surfista, ¿no?
―Pero eso fue hace tiempo, ya no está con él…, ahora tiene a otro…
―Joder, cambia más de novio que de bragas, ja, ja, ja…, y no me extraña, ¡menudo vicio tiene!…, bueno, con este debe llevar un año, porque me dijo que era su primer aniversario…, y yo que me alegro, ja, ja, ja…, ¡lo celebramos por todo lo alto!

Esto iba a ser peor de lo que pensaba. Apreté los puños con fuerza unos segundos y después los solté intentado liberar un poco de tensión. Le di un buen trago al cóctel y me senté con las piernas relajadas, casi estiradas, tan solo cruzando los pies por debajo de la mesa.

Como Javier no terminaba de arrancar, fui yo el que lo apremió para que comenzara a hablar.

―Así que bien con Sara, eh…
―¡Uf, demasiado, Pablito!, lo del otro día fue demasiado…, mira, un adelanto… ―me dijo encendiendo el móvil y pasándomelo para que viera una foto.

¡Era Sara! ¡¡El muy cerdo tenía una foto de mi novia en su móvil!!

Me fijé en la parte de arriba y así pude saber la fecha y hora a la que estaba hecha. 28 de febrero, 00:34.

¡No podía ser!, media hora antes Sara había estado whatsappeando conmigo y me había dicho que estaba en la cama. Me había mentido descaradamente. Aunque eso para ella debió ser un juego de niños, si ya tenía pensado acostarse con Javier, lo de mandarme el mensaje no fue más que una nimiedad.

Estuve unos segundos mirando la foto. Sara llevaba un mono entero de color azul marino, una prenda que yo no conocía, muy elegante, pantalón largo, tirantes finos y escote pronunciado. Lo veía apropiado para ir a una boda o un evento similar, pero para cenar con Javier en el hotel me parecía demasiado.

Apenas se había maquillado, el pelo lo llevaba suelto y salvaje y se le habían subido los calores. Esos coloretes la delataban, pero lo que más me impresionó fue la cara que tenía Sara en la foto.

La pequeña caída de ojos y la boca entreabierta transmitían su grado de excitación. Estaba a punto de ponerme los cuernos y se percibía con claridad lo cachonda que se encontraba. No sé qué habría pasado antes para que Sara se dejara hacer esa foto, pero era evidente que en ese instante ya estaba sometida a Javier.

Aquella foto era la confirmación de su sumisión.

―¿Has visto que cara, tío?, ahí ya su coñito estaba dando palmas con las orejas, ja, ja, ja…
―Sí, se nota…
―Pero bueno, hasta llegar a ese punto, me la tuve que trabajar, no te creas que fue tan fácil.
―Me supongo… Venga, empieza, que me tienes en ascuas ―lo apremié cuando ya llevaba el cóctel por la mitad.
―Vale, impaciente, ja, ja, ja…, pues estuvimos en el hotel de siempre en Sevilla, ya sabes, el que tiene una terracita de la hostia para cenar ―me explicó comenzando por fin su relato.
―Sí…
―Le dije a Sara que el hotel era de cinco estrellas, por si quería bajar arreglada y va y se me presenta así…
―Sí, quizás pensó que…
―Me puse muy bruto en cuanto la vi, llevaba unos meses que ya había desistido de intentar nada con ella, pero me dije que esa noche no se me escapaba, ¡daban ganas de arrancarle ese mono a mordiscos!

«Imbécil».

―Cenamos de maravilla, como siempre, y hacía muy bueno para estar a últimos de febrero, así que le propuse tomar una copita allí…, todavía era pronto.
―Y aceptó.
―Por supuesto…, luego estuvimos hablando de trabajo y de repente le entró un mensaje en el móvil. Eso fue el detonante de todo.
―¿Y eso?
―Pues porque le escribió el novio, eran justo las doce y debía ser su aniversario, ja, ja, ja, ¿te lo puedes creer?

«Te voy a matar, hijo de la gran puta».

―Le pregunté quién le escribía y ella me lo confirmó, así que luego le dije que no sabía que tenía novio y entonces fue cuando me soltó lo de que ese día hacían un año juntos…, bueno, pues le deseé suerte, que les fuera muy bien y que ese chico era muy afortunado por estar con una chica como ella, y me contestó con un simple «gracias». Seguía igual de seca que las últimas veces, no me daba pie a nada.
―Lógico, si tenía novio…
―A estas les da igual eso, cuando tienen ganas de follar, se olvidan hasta de su padre, ja, ja, ja…, ¿y sabes una cosa?
―Dime…
―Ahora me acuerdo, cuando me la tiré la primera vez, que te dije que ese tipo de zorras no me gustaban porque me parecían muy interesadas y tal.
―Sí.
―Pues con Sara me equivoqué…
―¿Y eso?
―No sé, fue una intuición que tuve en su momento, pero esta no se acostó conmigo por conseguir trabajo, no, no…, lo hizo porque le daba morbo, le daba mucho morbo ponerle los cuernos a su pobre novio. Y el otro día…, ¡me di cuenta de que quería lo mismo!
―Eh…
―Sí, tío, es como si fuera un reto para ella el poderse resistir, pero cuanto más la fastidie y más consecuencias acarreé su engaño, más cachonda se pone. Y el otro día…, ¡era su puto día especial!, su primer aniversario… y eso la tenía encendidísima, quería resistirse, hacerse la digna, pero estoy convencido de que, en cuanto salió de la ducha, ya sabía que no iba a poder resistirse a caer en la tentación esa noche…, quizás hasta ya viniera con la idea de casa, por eso trajo ese mono, pero hasta que no me tuvo delante, observándome cómo babeaba con su escote y esas putas tetas… Y luego, joder, recibió el mensajito de amor del pobre cornudo, ja, ja, ja…, ¡eso ya la activó del todo!

«Si me vuelves a llamar cornudo, te arranco la cabeza».

―Le dije que ese mono le sentaba impresionante y la niñata me contó que hacía tres años que no se lo ponía, que se lo compró para el bautizo de una prima y no sé qué más…, pero que había cogido cuatro kilos desde entonces y ya no le sentaba tan bien…, debía estar de puta coña, con esos cuatro kilos de más es cuando le encajaba como un puto guante…, ¡es que no podía estar más potente! Yo le dije que le quedaba perfecto no, lo siguiente…, y luego me confesó que un mono así no era muy cómodo para «ciertas cosas». Yo no comprendía a qué se refería, pensé que lo estaba diciendo para follar o algo así, pero no se refería a eso, sino a que…
―Es muy incómodo para ir al baño, cada vez que van se lo tienen que bajar entero ―afirmé.
―¡Exacto!, eso es lo que me confirmó. Yo no había caído, y en cuanto me dijo eso, uffff, enseguida se me vino a la cabeza la imagen de la niñata en los baños bajándoselo para echar un pis… No me digas que eso no te pone…
―No mucho, la verdad…
―Pues a mí me puso muy cachondo y fue el hueco que vi para entrarle otra vez…, lo que pasa es que se levantó un pelín de aire y yo notaba que Sara se estaba quedando fría; así que le propuse terminar la copa dentro del bar del hotel…, ya nos quedaba poquito, pero ella no tenía prisa y se sentó en uno de los taburetes, así cruzando las piernas…, ufffff, y con aquello ya me empalmé y me dije: «Tengo que ir a saco, la niñata me está pidiendo un pollazo a gritos».
―¿Y cómo le entraste?

Tenía que sacar fuerzas de flaqueza para hacer cada pregunta, para seguir escuchando, me agarraba a la silla y reprimía las ganas de matar a golpes al que había sido mi compañero de trabajo durante tantos años, que, ajeno a lo que pasaba, se regodeaba con la historia. Y yo no quería que llegara ese momento en el que Javier me contara cómo se había follado a mi novia.

Todo me daba vueltas. Pedí otro cóctel ya sin importarme dónde me encontraba ni en la resaca que iba a tener al día siguiente, y Javier hablaba y hablaba…

―Ya te lo dije antes, le entré con el puto mono…, aunque antes, por supuesto, y sin preguntarle, la invité a otra copa, que ella no rechazó…, hicimos un brindis y nos miramos a los ojos…, ¡estaba cachondísima y todavía no había hecho nada!

Muy bonito. Brindando con Javier el día de nuestro aniversario.

―Me acerqué a ella y le susurré en el oído: «Puede que para ir al baño sea un poco incómodo, pero…, si fuera tu pareja, me parecería muy excitante poder quitarte una prenda así, eso debe ser, uf…».
―Joder, ¿le soltaste eso? ¿Y ella qué respondió?
―Ja, ja, ja, nada, bajó la cabeza avergonzada, se ruborizó, y yo no la dejé escapar…, me acerqué más, esta vez poniendo la mano en su muslo y le dije: «¿Te lo imaginas?, ponerse detrás de ti frente a un espejo y bajar la cremallera muy despacio por la espalda, hasta que el mono caiga el suelo. ¿Te ha hecho eso tu novio, Sara?», y va y me suelta: «No hables de él», y yo, «¿Por qué, Sara?», y es cuando me saltó lo de «Ah, ahora te acuerdas de mi nombre, no me lo has llamado en todo el año». ¡Dios!, ahí la tenía otra vez, ¡cómo le ponía esa humillación y eso es lo que quería!, la niñata ya se me estaba ofreciendo para que la puteara, se mojaba enterita con eso, ja, ja, ja…

En ese momento odié a Sara con todas mis fuerzas. ¡¡¿¿Cómo podía ser tan PUTA??!!

―Y no se me ocurrió otra cosa que acercarme a ella, pasar una mano por su espalda y comenzar a jugar con la cremallera de su mono…, la bajé un centímetro y enseguida volvió a su sitio…, después me aparté sin decir nada más… y Sara me dejó hacer, incluso se quedó sorprendida porque me detuviera, lo podía notar en su cara y le dije algo así como, «pues ale, ya te he dado una idea de algo que puedes hacer con tu novio para celebrar vuestro aniversario». Y ahí me miró con odio, tío. Con mucho odio. Pensé que me había pasado con el puteo, pero insistí, quería encontrar su límite, si es que lo tenía, y le pregunté: «¿Sabe tu novio que ahora estás tomando una copa con tu jefe?», y todavía se enfadó más, me pidió que dejara de hablar de su chico, y fue entonces cuando saqué el móvil, «Seguro que le gustaría ver lo guapa que estás ahí sentada», y me dispuse a hacerle una foto.
―¿Y no te lo impidió?
―No quería, pero los dos sabíamos que yo había empezado ese juego de putearla y, aunque se hiciera la ofendida, es lo que le gustaba. Se lo pedí por favor, le dije que estaba muy guapa con ese mono y enseguida accedió, aunque me pidió por favor que no se la enseñara a nadie y fue cuando posó para mí, ¡uf, ahí sentada, con las piernazas esas cruzadas!, ¡y ya viste qué carita tenía! Me rogó varias veces que no se la enseñara a nadie y yo le dije: «Has salido muy guapa, ¿no quieres mandársela a tu chico?», ja, ja, ja, ¿te imaginas, Pablo, que el cornudo hubiera visto esa foto?, ja, ja, ja, ¿qué pensaría al tener una novia así de zorra?

Por un momento supuse que Javier sabía que el novio era yo y ahora al que estaba puteando era a mí, riéndose en mi propia cara. No podía ser casualidad que soltara todo eso sin darse cuenta de que yo era el cornudo al que se refería.

―Casi mejor que no la hubiera visto… ―dije abatido en mi silla.
―Le enseñé la foto y ella misma se vio la carita de «ganas de polla» que tenía, y entonces me volví a acercar y le murmuré en el oído: «Me encanta que estés celebrando conmigo tu primer aniversario» y otra vez acaricié la cremallera de su espalda, rozándola sutilmente con los dedos en la piel. Se le puso la carne de gallina, tío, mmmmmm…, y noté que temblaba de excitación, le di un beso en la mejilla y puse una mano en su cintura, y entonces fue cuando le solté la sentencia en su oído.

«¿Sabe tu novio lo que hay que hacer con una niñata como tú?».

Y ese fue el preciso instante en el que mi polla despertó bajo los pantalones. No podía creerme que, mientras Javier me relataba la infidelidad de mi novia, yo iba a quedarme sentado escuchándolo todo con una frialdad que me asustaba. Pensé que esta vez no me sucedería, era algo demasiado duro y devastador para mí. Una situación muy jodida, que me iba a dejar destrozado una buena temporada, y, sin embargo, y contra mi voluntad…

¡Mi polla se fue hinchando lentamente hasta alcanzar una erección completa!

Esa frase había sido demasiado fuerte y Javier hizo una leve pausa para degustar su old fashioned. El cabrón era bueno contando historias, lo hacía tan bien que podía visualizar la escena perfectamente, y ahora allí estaba él, pegado a mi novia, susurrándole al oído y con una mano en su cintura.

Ya había hecho el trabajo duro. Solo tenía que llevársela a la habitación del hotel y follársela, pero ahora yo quería saber más. Una vez que fui asumiendo que iba a perder a Sara necesitaba conocer todos los detalles de su encuentro, en un morbo insano del que me avergonzaba.

Así que lo apremié para que continuara hablando.

―Ya la tenías a tu merced… ¿Y qué te dijo?
―¿Tú qué crees?
―Nada, se quedaría callada…
―Error, la muy zorra no solo quería que la humillara a ella, yo creo que también le ponía que lo hiciera con su novio…, y va y me contesta en bajito a mi pregunta: «No», ja, ja, ja, ahí ya era el dueño de la situación, podía decirle lo que me diera la gana, que ya sabía que a ella no le iba a molestar, más bien al contrario, cuanto más la puteaba, más cachonda se ponía, aunque a esas alturas de lo mojada que estaba seguro que ya había traspasado la tela del tanguita y había empapado el mono también…
―¡Joder!, y tal como eres, seguro que la hundiste todavía más…
―Ja, ja, ja, ¡qué bien me conoces, Pablo!, pues sí, insistí con eso, «Así que tu novio no sabe lo que hay que hacer con una niñata, ¿eh?», y ella me pidió en bajito que no siguiera hablando de él y me dio hasta un poco de pena, ¡pobrecito cornudo!

Y la polla me palpitó bajo los pantalones. Ya la notaba babeando, nerviosa y descontrolada y, en cuanto llegara a la habitación, no iba a tener más remedio que aliviarme. Le di un buen trago a mi old fashioned, que debía ser distinto al de Javier, porque a mí me sabía a rayos, y después otro y otro más, hasta que lo apuré.

―Tranquilo, Pablo, que esto hay que disfrutarlo, te lo bebes como si fuera agua… ―Levantó las manos y chasqueó los dedos para llamar al camarero―. Dos más de lo mismo ―pidió mostrándole la copa vacía y sin tan siquiera mirarlo a la cara cuando el chico llegó hasta nuestra mesa.

Era todo muy turbio, allí sentado con Javier, escuchando sus burradas, con una erección que cada vez me molestaba más y ya me costaba articular palabra, fruto del alcohol y de los nervios que se me acumulaban en el estómago, como si estuviera a punto de devolver. Y al que se le había soltado la lengua era a Javier, que en cuanto probó su nuevo cóctel, se relamió los labios y siguió hablando.

―Si te digo la verdad, me parece acojonante que el novio de esta tía no se dé cuenta de que lo que necesita es que le den caña, pero caña caña…, a esta le pone que la traten de puta para arriba, ja, ja, ja, el novio debe ser el típico guaperas de gimnasio que se pasa el día viendo el TikTok, como si lo estuviera viendo, mucho musculito y se correrá en menos de cinco minutos. ¿Cómo puedes estar un año con una zorra así y no saber lo que le pone cachonda?

En cuanto dijo eso, me hizo pensar. Tenía razón en parte, llevábamos un año saliendo y habíamos echado unos señores polvazos y si yo lo comparaba con lo que hacía con mi ex, creo que mi vida sexual había mejorado bastante, pero, joder, ¿a quién pretendía engañar?, la mayoría de las veces me corría en un suspiro y dejaba a Sara a medias. Ella era la que me dominaba y siempre se me ponía encima hasta que terminaba, seguíamos utilizando preservativo un año después y Sara nunca había visto mi polla lo suficientemente atractiva como para agacharse y chupármela.

No podía decir que fuéramos unos salvajes en la cama, pero yo pensé que Sara estaría satisfecha. Para un tío, lo peor que puede haber es descubrir que su novia no disfruta en la cama con él. Y mientras Javier seguía hablando, me pegó una bofetada de realidad.

―Entonces le dije: «Es una pena que tengas novio y hoy no podamos hacer nada, porque me apetecía bastante follarte», luego me separé de ella para observar su reacción…, seguía con la cabeza agachada y la levantó con timidez, me miró a los ojos, pero no soltó palabra, no hacía falta…, ¡su cara lo decía todo! Y otra vez me incliné a su oído y le solté: «Porque, claro, en un día tan especial como hoy, no querrás ponerte conmigo a cuatro patas en medio de la cama, ¿no?».
―¡Qué hijo de puta eres!
―Ja, ja, ja, lo sé.

«Podías haberte muerto de un puto infarto en ese momento».

―Y entonces me arriesgué, y mucho… ―siguió Javier.
―¿Y eso?
―Pues porque después de decir eso Sara se quedó en silencio y, como habíamos terminado la copa, ella se puso de pie sin decir nada y nos subimos a las habitaciones. Yo no sabía qué es lo que pasaba y decidí que fuera la niñata la que propusiera algo…, pero no lo hizo y, al final, nos despedimos en el pasillo con un «buenas noches» y cada uno entró en su habitación.
―¿Entonces, no te la follaste?, yo pensaba que… ―comencé a decir emocionado, visualizando un mínimo de esperanza.
―Shhh, no corras, Pablito, que ahora viene lo mejor. Entré en mi habitación y me senté en la cama, no te voy a engañar, estaba bastante excitado, ¡¡es que la niñata está muy buena!! y tenerla allí delante, temblando, cachonda, con esas tetazas que no podía dejar de mirar, y sabiendo que me la iba a volver a calzar, pues me había alterado un poquito…
―¿Y qué hiciste?
―Nada, esperar confiado. Estaba convencidísimo de que ella iba a presentarse en mi habitación. Tenía cero dudas. Se lo podía haber comentado en el pasillo y ella hubiera accedido, pero me gustaba más así, haciendo que fuera ella la que me llamara, la que se rebajara…, ¡eso todavía me ponía más cerdo!, jo, jo, jo…

En ese momento lo odiaba con todas mis fuerzas. «Desde luego que eres un puto cerdo, eso no lo dudes».

―Pasaron dos minutos, tres, cuatro… y yo me iba poniendo más nervioso, me había jugado un órdago y ya no me podía echar para atrás e ir a su habitación; así que solo podía esperar, incluso llegué a pensar que la había cagado por idiota, quizás tensé tanto la cuerda que se rompió, y de repente… ¡el móvil se iluminó!, me entró un whatsapp y respiré aliviado cuando vi que era ella. ¡Menos mal!, lo abrí y… ¿sabes lo que me escribió?
―No, pero cualquier cosa me espero…
―Nada, ni una palabra, solo me mandó una foto…
―¿Una foto de Sara…?, ¿desnuda?…
―No, algo todavía mejor, era la foto de… ¡un espejo!, el que había en la habitación. ¡La muy puta me mandó la foto del espejo de su habitación!
―¡¡Joder!!
―Sí, eso pensé yo, joder, la niñata va muy fuerte hoy, era evidente lo que me estaba sugiriendo, ¿no?
―Sí, claro…
―Me acababa de invitar a ir a allí sin escribir ni una sola palabra, fue muy sutil y me gustó que lo hiciera así. Y nada, me retoqué un poco el pelo, dejé la americana sobre mi cama y salí al pasillo hasta su habitación, al llegar tenía la puerta abierta y pasé dentro sin llamar… ―E hizo otra de sus pausas dándole un trago a su copa.
―¿Y…? ―pregunté impaciente.
―Ahí estaba, esperándome, de pie frente al espejo, con los zapatos puestos, y las manos en la cintura en forma de jarra, ¡uffff, fue demasiado encontrármela así! Cerré la puerta, avancé unos pasos y me puse detrás. No dijimos nada, solo nos miramos a través del espejo y acto seguido comencé a deslizar la cremallera de su mono, como antes le había sugerido, lo hice despacio, sin prisa, notaba su cuerpo temblar, la niñata estaba muy nerviosa, pero cachonda, je, je, je…, y después aparté los tirantes por sus hombros y se los fui bajando; primero aparecieron sus tetazas, buaaaah, ¡son enormes!, qué tetas tiene…; y luego el tanguita blanco y su culo, es tan carnoso que dan ganas de morderlo, pero me contuve y seguí hasta los pies. Ella misma se sacó el mono para no pisarlo y se quedó desnuda sin moverse, con los brazos en jarra.
―¡Guau!
―Pero seguía muy altiva, como diciendo, «mira, qué buena estoy» y primero le sobé los melones así, con desgana, de manera vulgar, ja, ja, ja, y pasé una mano por su espalda para jugar con su pelo y sin que se lo esperara le pegué un tirón seco, puso cara de dolor, y le dije: «Esa chulería de niñata te la quito yo en un segundo, anda, ahórrame el esfuerzo y bájate la porquería esa que tienes metida por el culo»…, y se agachó para quitarse el tanguita, ahora sí que la tenía desnuda del todo, mmmmmm. Es muy indecente la niñata, con esas tetas enormes y el coño depilado como si fuera una niña, ¿cómo cojones se me exhibía así?
―Desde luego…
―Le ordené que se diera la vuelta y nos quedamos frente a frente. Puse una mano en su mejilla y la otra en la cintura y me incliné de puntillas para darle un beso en la boca, quería morreármela, tío…
―¿Y te dejó…? ―pregunté, aunque ya me daba igual la respuesta.
―Por supuesto, no solo me dejó, sino que esta vez le puso ganas, mmmmm, la zorra me agarró por el pelo y me metió la lengua hasta la campanilla, uffff, iba pasadísima…, gimoteaba mientras nos comíamos la boca y yo le sobé el culo a lo bestia… Tenía prisa por sacarme la polla y ella misma me desabrochó el pantalón, yo dejé que lo hiciera y, en cuanto la tuvo en la mano, me empujó y caí sentado en la cama…, pensé que se me iba a poner encima, porque vino directa hacia mí, pero… no, pasó por mi lado y se subió directa a la cama y…, joder, ¡la niñata se me puso a cuatro patas!
―¡Menuda guarra! ―comenté.
―Ni que lo digas, imagínatela, con lo buena que está ahí, a cuatro patazas, con las piernas abiertas, los tetones colgando y ofreciéndome su culo, tirando de su glúteo hacia fuera sin decir nada, solo ronroneando como una zorrita…, ¡es que era la hostia!
―Y ahí ya te la follaste…
―No, tío, quería putearla un poquito más, mmmmm, es que eso era lo que más me ponía, hacer que se rebajara, y yo ni me giré…, la tenía detrás de mí y seguí sentado, con la polla en la mano y fue cuando le dije: «Ya sabes que antes de follar me gusta que me hagan una buena mamada», ja, ja, ja…
―¿Y te la hizo…? ―pregunté como un idiota sabiendo ya la respuesta.
―¿Tú que crees, Pablito? Lo mejor fue el cómo, se dio la vuelta y vino gateando hasta mí, sin bajarse de la cama, y tal y como estaba, se agachó y, mmmmmm, ¡qué rico!, ¡¡se la metió en la boca sin pestañear!!

Un año. Más de un puto año con ella y no había hecho ni el amago de obsequiarme con una felación. Y al cerdo de Javier se la comía en cuanto lo tenía delante. Fue imaginarme a Sara a cuatro patas en la cama, detrás de Javier y chupándole la polla como una fulana y sentí una excitación que me empezaba a desbordar. Notaba las palpitaciones de mi miembro bajo la ropa interior y ya era imposible que pudiera relajarme, porque Javier no me daba un segundo de respiro y seguía hablando.

Y cada frase era más fuerte y soez que la anterior.

―Le tuve que pedir que se calmara, joder, chico, ¡qué manera de comérmela!, parecía que llevaba siglos sin chupar una polla, ja, ja, ja…, me la sujetaba con una mano y movía la cabeza de arriba abajo para tragársela entera, ufffff, ¡qué ganas le ponía el muy zorrón! A mí me gustan las mamadas más sutiles, pero creo que la niñata ya no estaba para sutilezas… Solo se la sacó una vez de la boca para suplicarme…
―¿Para suplicarte que te la fo…?
―No, para que no terminara, me lo pidió con esa vocecita, casi susurrando, que me puso todavía más burro, «No te corras», y yo le dije que continuara un poco más, que estuviera tranquila, que podía aguantar… Dejé que siguiera y estuve unos minutos acariciando su pelo, más que nada para guiar su mamada; tampoco podía tocar otra cosa, pues ella estaba detrás…, pero a mí lo que me apetecía en ese momento era follármela… y la levanté tirándola del pelo. Nos dimos otro morreo y fue cuando le dije: «Ahora sí te voy a follar», creo que hasta se le escapó un gemido y se volvió a poner a cuatro patas, sumisa, en medio de la cama…
―Se te estaba ofreciendo…
―Ni que lo digas, Pablo, y ¿sabes una cosa?, me puse detrás de ella y en cuanto la vi me acordé de ti…
―¿De mí…?, y…, y… ¿eso? ―tartamudeé pensando que me había descubierto y se había dado cuenta de que yo era el novio de Sara.

Pero otra vez me volví a equivocar.

―Sí, de una cosa que me dijiste hace tiempo, que cuando estaba así de cachonda seguro que esta era de las que se dejaba encular, ja, ja, ja, ¿te acuerdas?
―Eh, sí, claro… No me digas que…
―Y me dije: «¿Por qué no intentarlo?, tiene un culo de puta madre, y está chorreando…». Me situé detrás, sujetándola por la cintura, la acerqué al coñito y se la restregué un par de veces…, tenía que jugar más con ella, no podía llegar y, zas, metérsela por el culo de primeras…, ¡eso no funciona así, Pablito!
―¿Y cómo lo hiciste?
―Pues me incliné sobre su espalda y le pregunté por su novio, quería saber si iba a quedar con el pobre cornudo al día siguiente.

Otra vez mi polla volvió a palpitar, esta vez con mucha más fuerza.

―¿Y qué te dijo?
―Que sí, ja, ja, ja, que iba a quedar con él para celebrar su aniversario, me comentó que saldrían a cenar o algo por el estilo, tampoco me acuerdo mucho, yo también estaba, ufffff, imagíname recostado sobre su espalda, sobando sus melones, a punto de metérsela y ella ronroneando, moviendo las caderas, suplicándome que me la follara y diciéndome que al día siguiente tenía cena con el cornudito, ja, ja, ja… Entonces fue cuando apuntillé: «Hoy es un día muy señalado y en los días señalados es cuando se hacen las cosas especiales, ¿sabes lo que quiero decir?» y me agarré la polla y se la restregué por el culito. ¡Te lo juro, tío, que pegó un gemido como si se la hubiera metido!
―¡¡Dios mío!!
―Pero no me contestó, solo jadeaba la muy puta, y yo seguía frotándola contra su pequeño agujerito, mmmmmm, e insistí, no se lo tenía que pedir, ella era mi sumisa, se lo iba a ordenar y punto, y la niñata lo tendría que aceptar, le gustara o no…, y con seguridad afirmé: «Te voy a follar por el culo, y mañana, cuando quedes con el cornudo, te acordarás de mí, porque te va a doler al sentarte mientras cenas con él, pero será un dolorcito muy rico», ja, ja, ja… Pensé que se enfadaría, o que al menos se haría de rogar un poquito, pero ella solo podía suspirar y me llamó por mi nombre, «Javier, aaaah, aaaaah, nooo…», intentó negarse, pero no podía ni hablar la puta de ella, ja, ja, ja… Y yo le dije: «¿Qué pasa, es que no quieres?», y afirmó con la cabeza, «Vale…, fóllame por donde quieras».

Un año de relación conmigo tirado por la borda. Se había aguantado lo que había podido, pero una vez que ya había cedido parecía que todo le daba igual. Se le habían desatado los siete infiernos y estaba dando rienda suelta al deseo acumulado durante todos estos meses. Con el morbo añadido de que me estaba siendo infiel, ¡justo en nuestro primer aniversario!

Mi cara debía de ser un poema, escuchando cómo Javier estaba a punto de sodomizar a Sara. Y ya quería que lo hiciera. Quería saber cómo le había clavado la polla por el culo, cómo había hecho gritar a mi novia y yo no paraba de temblar, casi igual de excitado que ellos en esa noche de abandono y lujuria.

―Tenías que ver cómo le colgaban los labios vaginales y lo húmedos que estaban, ¡chorreaba literalmente!… Y antes de empezar le pregunté: «¿Tu novio te da por el culo, nena?, porque tienes un trasero de puta de lujo»… Y ¿sabes lo que me contestó?
―Que no… ―contesté con mi información privilegiada.
―¡Exacto!, ja, ja, ja, ¿te lo puedes creer?, ¿qué clase de capullo tiene una novia así y no le rompe el culo?

Ya hacía tiempo que no me importaban sus insultos, ni tan siquiera me molestaban, más bien al contrario, esa humillación por parte de Javier me estaba volviendo loco, tanto que por un instante llegué a dudar si confesarle que yo era el imbécil del novio.

―Y debía tener razón, porque le metí un dedito y, uffff, ¡qué apretado lo tenía!, joder, tío, no le pegaba nada, ese culazo grande, redondo, carnoso y, sin embargo, tan estrecho, cerrado como el de una princesita, mmmmmm…
―¿Y Sara qué decía?
―De momento nada, solo se dejaba penetrar por mi dedo y ronroneaba, ah, y también se acariciaba el coño, eso me gustaba…, que ella misma se tocara…
―¿Le comiste el culo?
―No, dejé caer un salivazo entre sus glúteos y seguí jugando con el dedo, le pregunté que cuándo fue la última vez que alguien se lo había hecho por detrás… y ella me dijo que «hacía mucho»…; por lo que deduje que no era virgen, así que tampoco se lo quise trabajar más, me decepcionó un poco, porque llegué a pensar que ese culo no se lo habían estrenado..., pero ya después fui bastante directo, se la puse a la entrada y la avisé, «Allá voy», y la niñata se tensionó, mmmmm, se le cerró el culo, apretó los glúteos y yo le pedí que se relajara… y fui empujando, despacio…, Sara respiraba en profundidad, tomando aire en cada bocanada y yo seguí, forzando su entrada…, y ella gemía, gritaba, movía las caderas, pero poco a poco fue entrando, ese culo se la tragó sin pestañear, mmmmmm, joder, Pablito, y en un par de minutos, ¡¡la tenía clavada hasta el fondo de su ojete!!

Primero fue un ligero temblor de pies y manos.

―Y después agarré sus caderas y plas, plas, folladón a lo bestia, pero sin cortarme un puto pelo, ¡no veas cómo chillaba!, ja, ja, ja….

Luego el estómago.

―Y ella me pedía más y más…, me decía: «Dame por el culo, dame por el culo» y yo me volví loco, reconozco que me pasé, tío, la agarré del pelo, le solté azotes, hasta le pegué un escupitajo en toda la cara, fue todo muy, no sé…, demasiado pasados de vueltas… Aunque tenía que frenar de vez en cuando, era imposible resistir ese ritmo, y me encantaba cuando se lo hacía despacito y yo miraba hacia abajo y veía desaparecer mi polla en ese culilo perfecto, me recreaba en llegar hasta el final, aplastando sus glúteos con mi panza, mmmmmm, ¡qué gozada!, y ella gimoteaba, agradeciéndome esos descansos, pero preparándose para un nuevo acelerón… y después otra vez me gritaba: «Más, máááás», tengo sus putos chillidos metidos en la cabeza… ¡Y no veas qué cara ponía!, se mordía los labios y miraba hacia atrás para que la viera bien…, ¡no podía ser más puta!

Se me tensaron los glúteos. Entonces ocurrió, un ligero temblor fue el inicio de mi propio orgasmo mientras Javier seguía hablando sin darse cuenta de lo que sucedía.

―¡¡Eso fue un polvazo, Pablito!!, ¡más de veinte minutos reventándole el culo! Ella se corrió por lo menos dos veces o tres y cuando me oyó gruñir, para que no me vaciara dentro, me pidió que la avisara, y en cuanto lo hice, se giró como una serpiente, se tumbó en la cama bocarriba y se metió mis huevos en la boca. Me quedé en estado de shock, no me lo esperaba, ¡no me habían hecho esa guarrada en la vida!, y me dijo: «Córrete en mi cara»; me dio igual porque, aunque no me lo hubiera dicho, ya se me estaba escapando todo…, y el primer lefazo salió volando entre sus tetas, pero luego eché el culo hacia atrás y le regué toda la carita, la frente, la nariz, la boca, ¡todo!

Cuatro, cinco, seis disparos, con una intensidad fuera de lo normal. Yo también me estaba corriendo en los calzones, casi a la vez que ellos, casi a la vez que Javier eyaculaba sobre mi novia.

¡¡En su cara!!

―Tendría que hacer memoria para recordar un folladón mejor que ese ―afirmó Javier―. Desde luego que por el culo ha sido el mejor de mi vida, porque el trasero de la niñata es de diez, perfecto, estrechito, pero luego me sorprendió y se abrió de maravilla, lo tenía calentito, elástico…, ¡una delicia!… Después me senté en la cama y ella se dio la vuelta con la cara cubierta con mi corrida. Tío, ¡menuda imagen!, y… ¿sabes lo que me dijo?
―No…
―Que no me fuera, me lo suplicó: «No te vayas todavía, quédate un rato más, por favor», «Espera a que me limpie y luego puedes hacerme lo que quieras, ¿vale?», volvió a decirme. Era a-co-jo-nan-te, porque tú ya sabes que a mí las putas me gustan solo para follármelas una vez, pero la niñata es categoría especial… Le ordené que se fuera al baño…, no me gustaba verla así…, ya me parecía demasiado vulgar…

Con mi propia corrida bañándome las pelotas y sintiendo la humedad por mi vello púbico, lo normal hubiera sido largarme deprisa a la habitación, una vez que ya me había corrido, pero a mí no me pasó eso, quería saber más.

¡Quería saberlo todo!

Javier ya se estaba terminando la copa, por desgracia, pensé que me contaría el final de manera atropellada y luego nos iríamos a dormir, pero esa noche no tenía ninguna prisa. Si yo estaba medio borracho, Javier iba por el mismo camino.

―¿Nos tomamos otra? ―pregunté con voz pastosa―, y me cuentas lo que le hiciste luego a la niñata…
―Me parece bien…, porque lo que viene…, ¡uf!, ¡no tiene desperdicio!
Estoy deseando escuchar la escusa (o la motivación) de Sara. Ahora Pablito sí deberá elegir entre asumir ser un cornudito🤘🏻 y disfrutarlo (porque se le pone como un calabacín cada vez que escucha cómo se la follan) o romper con ella, lanzar el móvil a un río y cambiar de empresa, de piso y de país si es necesario.
 
Tengo la impresión de que Javier sabe que su novio es Pablo, o al menos lo intuye y se está regodeando y humillandolo en su cara.

Ahora tengo dudas de la decisión que tome Pablo, o rompe con Sara manteniendo su dignidad, pero sabiendo que no va a encontrar a nadie como ella. O admite que Sara pueda follar con otros, asumiendo su condición de cornudo consentidor y disfrutando de las migajas de sexo que Sara le ofrezca.

Ya hemos visto que lo que le pone a Sara es cornear y humillar a sus parejas, y Pablo puede cumplir muy bien esa condición de cornudo sumiso.
 
Tengo la impresión de que Javier sabe que su novio es Pablo, o al menos lo intuye y se está regodeando y humillandolo en su cara.

Ahora tengo dudas de la decisión que tome Pablo, o rompe con Sara manteniendo su dignidad, pero sabiendo que no va a encontrar a nadie como ella. O admite que Sara pueda follar con otros, asumiendo su condición de cornudo consentidor y disfrutando de las migajas de sexo que Sara le ofrezca.

Ya hemos visto que lo que le pone a Sara es cornear y humillar a sus parejas, y Pablo puede cumplir muy bien esa condición de cornudo sumiso.
Pues si, esa parece que será la decisión que tome.
No le dirá nada y seguirá con ella.
Pero, claro, ahora él estará en otra empresa y no podrá enterarse de nada a menos que Sara se lo cuente.
 
Bueno, el nuevo trabajo le viene de perlas para escapar de esa vida y no perder a sus hijas.

Cabe la mínima posibilidad de que Javier sabiendo lo de él con Sara, lo invente o exagere todo, pero lamentablemente no será así.
 
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