Capítulo 36
No pude ni subir con él en el ascensor. Me inventé deprisa que tenía que hacer una llamada de teléfono y salí del hotel para que me diera el aire cuando ya comenzaba a hiperventilar.
Con el corazón latiendo a toda velocidad y un temblor descontrolado de manos, estaba teniendo un ataque de ansiedad. En un segundo, mi idílica vida se acababa de derrumbar, y yo me maldecía por mi mala suerte.
¡Otra vez no!
Bueno, para ser preciso, aquello no era mala suerte. Aquello era una «hijoputez» muy grande por parte de Sara, que después de un año me había vuelto a poner los cuernos con Javier, precisamente en nuestro primer aniversario, es que no podía ser más retorcida la muy zorra, y no solo eso, es que al día siguiente habíamos quedado para cenar y ella se había comportado con toda la naturalidad del mundo.
¡No tenía ningún cargo de conciencia por lo que me había hecho!
Yo no le había notado nada extraño, cenamos como dos enamorados, nos dimos los regalos y terminamos acostándonos en mi casa. Y no habían pasado ni 24 horas desde que Javier se la había follado en su último viaje. ¡Es que era increíble!
¡Era una auténtica HIJA DE PUTA con mayúsculas!
Con el paso de los minutos, me fui calmando y justo, en ese preciso instante, Sara me llamó. Aunque ya se me había pasado el ataque de ansiedad, no me encontraba en condiciones de contestar; así que por esa noche apagué el móvil y subí a la habitación para intentar descansar.
Y digo a intentar porque, naturalmente, me fue imposible. Había pasado de un estado de euforia por mi relación con Sara y el nuevo trabajo a hundirme en la miseria por completo. De cien a cero en un chasquido de dedos. Todavía no sabía nada de lo que había pasado entre el jefe y mi chica, pero al día siguiente tendría que soportar por boca de Javier el relato de su encuentro íntimo… y actuar como si no me importara lo más mínimo.
¡Iba a ser un jodido suplicio! ¡La mayor de las torturas!
O me tomaba un par de vinos durante la cena para poder aguantarlo, o me derrumbaría por completo durante el monólogo que me esperaba. A Javier no le gustaba escatimar en detalles y la noche siguiente me tocaría escuchar ni más ni menos cómo se había follado a Sara, aderezado, además, con su tono arrogante y tratando de manera despectiva y machista a mi novia.
Por la mañana le mandé un mensaje a Sara diciéndole que me había quedado dormido muy pronto y disculpándome por no haber cogido su llamada. No quería que sospechara nada y tenía que comportarme con normalidad.
La auditoría se me hizo eterna y yo ya estaba deseando regresar al hotel para conocer cuanto antes lo que había pasado entre Sara y Javier. Eso sí, antes de bajar a cenar la llamé y estuvimos hablando casi media hora, y no noté nada raro en su voz, Sara seguía siendo la misma de siempre.
No podía ser que me hubiera hecho lo que Javier había insinuado y que se siguiera comportando así. O era una actriz muy buena, o es que no tenía sentimientos.
Pasé por la cafetería del hotel antes de entrar al buffet y me tomé un par de vinos, sabía que los iba a necesitar, y cuando bajó Javier a cenar, no puedo decir que ya estuviera borracho, pero con el estómago vacío los dos vinos me cayeron en el estómago como una bomba.
Durante la cena dimos buena cuenta de una botella entre los dos, según Javier, teníamos que despedirnos a lo grande en nuestra última auditoría juntos. Hubiera estrangulado a ese tío con el que compartía mantel, me daban asco sus manos, sus dedos, su boca, su pelo. Solo con pensar que había tocado a Sara se me hacía un nudo en el estómago.
Y, sin embargo, yo le obsequiaba con la mejor de mis sonrisas, como si fuéramos dos colegas celebrando la champions de nuestro equipo. Enseguida se levantó de la mesa para que le acompañara hasta la cafetería del hotel. El muy cabrón tenía prisa por contarme lo de Sara. Eso era lo que más le gustaba, pavonearse por haberse follado al pibón del trabajo.
A la jovencita de veintiséis años.
Lo que no sabía es que esa niñata de la que iba a empezar a hablar en plan machirulo era mi novia desde hacía un año.
Aquello no podía soltármelo rápido en la barra medio sentado en un taburete, qué va, esa historia era de las que había que tomar asiento en una buena silla, en una mesa apartada y degustando su old-fashioned. Yo odiaba ese cóctel, pero, para martirizarme un poco más, me pedí otro para mí.
Total, ya empezaba a ir muy pasado y me daba lo mismo con lo que emborracharme. Solo quería cerciorarme de que lo que me había insinuado la noche anterior era cierto. En cuanto me confirmara que había hecho algo con Sara, ya era absurdo continuar aguantando esa mierda.
Se recostó en la silla después de probar su copa y dejarla en la mesa. Solo le faltó sacarse un puro. Se me hacía extraño verlo sin corbata, llevaba la camisa blanca desabrochada, americana y se repeinó el pelo hacia atrás con la mano antes de comenzar a hablar.
―Pues sí ―dijo metiendo dos dedos por la base para dar unas vueltas a su copa―, la niñata volvió a caer la semana pasada… Lo que no sabía es que tenía novio…, ¿tú estabas enterado?, como pasas tanto tiempo con ella…
Me puse rojo de la vergüenza. Aunque no podía verme en el espejó, noté cómo me subían los calores por las mejillas. Carraspeé intentando ganar unos segundos, meditando la respuesta y quise contestar con seguridad para no delatarme.
―Sí, lleva unos meses con un chico…
―Me dijiste una vez que salía con un guaperas, un tío con pinta de surfista, ¿no?
―Pero eso fue hace tiempo, ya no está con él…, ahora tiene a otro…
―Joder, cambia más de novio que de bragas, ja, ja, ja…, y no me extraña, ¡menudo vicio tiene!…, bueno, con este debe llevar un año, porque me dijo que era su primer aniversario…, y yo que me alegro, ja, ja, ja…, ¡lo celebramos por todo lo alto!
Esto iba a ser peor de lo que pensaba. Apreté los puños con fuerza unos segundos y después los solté intentado liberar un poco de tensión. Le di un buen trago al cóctel y me senté con las piernas relajadas, casi estiradas, tan solo cruzando los pies por debajo de la mesa.
Como Javier no terminaba de arrancar, fui yo el que lo apremió para que comenzara a hablar.
―Así que bien con Sara, eh…
―¡Uf, demasiado, Pablito!, lo del otro día fue demasiado…, mira, un adelanto… ―me dijo encendiendo el móvil y pasándomelo para que viera una foto.
¡Era Sara! ¡¡El muy cerdo tenía una foto de mi novia en su móvil!!
Me fijé en la parte de arriba y así pude saber la fecha y hora a la que estaba hecha. 28 de febrero, 00:34.
¡No podía ser!, media hora antes Sara había estado whatsappeando conmigo y me había dicho que estaba en la cama. Me había mentido descaradamente. Aunque eso para ella debió ser un juego de niños, si ya tenía pensado acostarse con Javier, lo de mandarme el mensaje no fue más que una nimiedad.
Estuve unos segundos mirando la foto. Sara llevaba un mono entero de color azul marino, una prenda que yo no conocía, muy elegante, pantalón largo, tirantes finos y escote pronunciado. Lo veía apropiado para ir a una boda o un evento similar, pero para cenar con Javier en el hotel me parecía demasiado.
Apenas se había maquillado, el pelo lo llevaba suelto y salvaje y se le habían subido los calores. Esos coloretes la delataban, pero lo que más me impresionó fue la cara que tenía Sara en la foto.
La pequeña caída de ojos y la boca entreabierta transmitían su grado de excitación. Estaba a punto de ponerme los cuernos y se percibía con claridad lo cachonda que se encontraba. No sé qué habría pasado antes para que Sara se dejara hacer esa foto, pero era evidente que en ese instante ya estaba sometida a Javier.
Aquella foto era la confirmación de su sumisión.
―¿Has visto que cara, tío?, ahí ya su coñito estaba dando palmas con las orejas, ja, ja, ja…
―Sí, se nota…
―Pero bueno, hasta llegar a ese punto, me la tuve que trabajar, no te creas que fue tan fácil.
―Me supongo… Venga, empieza, que me tienes en ascuas ―lo apremié cuando ya llevaba el cóctel por la mitad.
―Vale, impaciente, ja, ja, ja…, pues estuvimos en el hotel de siempre en Sevilla, ya sabes, el que tiene una terracita de la hostia para cenar ―me explicó comenzando por fin su relato.
―Sí…
―Le dije a Sara que el hotel era de cinco estrellas, por si quería bajar arreglada y va y se me presenta así…
―Sí, quizás pensó que…
―Me puse muy bruto en cuanto la vi, llevaba unos meses que ya había desistido de intentar nada con ella, pero me dije que esa noche no se me escapaba, ¡daban ganas de arrancarle ese mono a mordiscos!
«Imbécil».
―Cenamos de maravilla, como siempre, y hacía muy bueno para estar a últimos de febrero, así que le propuse tomar una copita allí…, todavía era pronto.
―Y aceptó.
―Por supuesto…, luego estuvimos hablando de trabajo y de repente le entró un mensaje en el móvil. Eso fue el detonante de todo.
―¿Y eso?
―Pues porque le escribió el novio, eran justo las doce y debía ser su aniversario, ja, ja, ja, ¿te lo puedes creer?
«Te voy a matar, hijo de la gran puta».
―Le pregunté quién le escribía y ella me lo confirmó, así que luego le dije que no sabía que tenía novio y entonces fue cuando me soltó lo de que ese día hacían un año juntos…, bueno, pues le deseé suerte, que les fuera muy bien y que ese chico era muy afortunado por estar con una chica como ella, y me contestó con un simple «gracias». Seguía igual de seca que las últimas veces, no me daba pie a nada.
―Lógico, si tenía novio…
―A estas les da igual eso, cuando tienen ganas de follar, se olvidan hasta de su padre, ja, ja, ja…, ¿y sabes una cosa?
―Dime…
―Ahora me acuerdo, cuando me la tiré la primera vez, que te dije que ese tipo de zorras no me gustaban porque me parecían muy interesadas y tal.
―Sí.
―Pues con Sara me equivoqué…
―¿Y eso?
―No sé, fue una intuición que tuve en su momento, pero esta no se acostó conmigo por conseguir trabajo, no, no…, lo hizo porque le daba morbo, le daba mucho morbo ponerle los cuernos a su pobre novio. Y el otro día…, ¡me di cuenta de que quería lo mismo!
―Eh…
―Sí, tío, es como si fuera un reto para ella el poderse resistir, pero cuanto más la fastidie y más consecuencias acarreé su engaño, más cachonda se pone. Y el otro día…, ¡era su puto día especial!, su primer aniversario… y eso la tenía encendidísima, quería resistirse, hacerse la digna, pero estoy convencido de que, en cuanto salió de la ducha, ya sabía que no iba a poder resistirse a caer en la tentación esa noche…, quizás hasta ya viniera con la idea de casa, por eso trajo ese mono, pero hasta que no me tuvo delante, observándome cómo babeaba con su escote y esas putas tetas… Y luego, joder, recibió el mensajito de amor del pobre cornudo, ja, ja, ja…, ¡eso ya la activó del todo!
«Si me vuelves a llamar cornudo, te arranco la cabeza».
―Le dije que ese mono le sentaba impresionante y la niñata me contó que hacía tres años que no se lo ponía, que se lo compró para el bautizo de una prima y no sé qué más…, pero que había cogido cuatro kilos desde entonces y ya no le sentaba tan bien…, debía estar de puta coña, con esos cuatro kilos de más es cuando le encajaba como un puto guante…, ¡es que no podía estar más potente! Yo le dije que le quedaba perfecto no, lo siguiente…, y luego me confesó que un mono así no era muy cómodo para «ciertas cosas». Yo no comprendía a qué se refería, pensé que lo estaba diciendo para follar o algo así, pero no se refería a eso, sino a que…
―Es muy incómodo para ir al baño, cada vez que van se lo tienen que bajar entero ―afirmé.
―¡Exacto!, eso es lo que me confirmó. Yo no había caído, y en cuanto me dijo eso, uffff, enseguida se me vino a la cabeza la imagen de la niñata en los baños bajándoselo para echar un pis… No me digas que eso no te pone…
―No mucho, la verdad…
―Pues a mí me puso muy cachondo y fue el hueco que vi para entrarle otra vez…, lo que pasa es que se levantó un pelín de aire y yo notaba que Sara se estaba quedando fría; así que le propuse terminar la copa dentro del bar del hotel…, ya nos quedaba poquito, pero ella no tenía prisa y se sentó en uno de los taburetes, así cruzando las piernas…, ufffff, y con aquello ya me empalmé y me dije: «Tengo que ir a saco, la niñata me está pidiendo un pollazo a gritos».
―¿Y cómo le entraste?
Tenía que sacar fuerzas de flaqueza para hacer cada pregunta, para seguir escuchando, me agarraba a la silla y reprimía las ganas de matar a golpes al que había sido mi compañero de trabajo durante tantos años, que, ajeno a lo que pasaba, se regodeaba con la historia. Y yo no quería que llegara ese momento en el que Javier me contara cómo se había follado a mi novia.
Todo me daba vueltas. Pedí otro cóctel ya sin importarme dónde me encontraba ni en la resaca que iba a tener al día siguiente, y Javier hablaba y hablaba…
―Ya te lo dije antes, le entré con el puto mono…, aunque antes, por supuesto, y sin preguntarle, la invité a otra copa, que ella no rechazó…, hicimos un brindis y nos miramos a los ojos…, ¡estaba cachondísima y todavía no había hecho nada!
Muy bonito. Brindando con Javier el día de nuestro aniversario.
―Me acerqué a ella y le susurré en el oído: «Puede que para ir al baño sea un poco incómodo, pero…, si fuera tu pareja, me parecería muy excitante poder quitarte una prenda así, eso debe ser, uf…».
―Joder, ¿le soltaste eso? ¿Y ella qué respondió?
―Ja, ja, ja, nada, bajó la cabeza avergonzada, se ruborizó, y yo no la dejé escapar…, me acerqué más, esta vez poniendo la mano en su muslo y le dije: «¿Te lo imaginas?, ponerse detrás de ti frente a un espejo y bajar la cremallera muy despacio por la espalda, hasta que el mono caiga el suelo. ¿Te ha hecho eso tu novio, Sara?», y va y me suelta: «No hables de él», y yo, «¿Por qué, Sara?», y es cuando me saltó lo de «Ah, ahora te acuerdas de mi nombre, no me lo has llamado en todo el año». ¡Dios!, ahí la tenía otra vez, ¡cómo le ponía esa humillación y eso es lo que quería!, la niñata ya se me estaba ofreciendo para que la puteara, se mojaba enterita con eso, ja, ja, ja…
En ese momento odié a Sara con todas mis fuerzas. ¡¡¿¿Cómo podía ser tan PUTA??!!
―Y no se me ocurrió otra cosa que acercarme a ella, pasar una mano por su espalda y comenzar a jugar con la cremallera de su mono…, la bajé un centímetro y enseguida volvió a su sitio…, después me aparté sin decir nada más… y Sara me dejó hacer, incluso se quedó sorprendida porque me detuviera, lo podía notar en su cara y le dije algo así como, «pues ale, ya te he dado una idea de algo que puedes hacer con tu novio para celebrar vuestro aniversario». Y ahí me miró con odio, tío. Con mucho odio. Pensé que me había pasado con el puteo, pero insistí, quería encontrar su límite, si es que lo tenía, y le pregunté: «¿Sabe tu novio que ahora estás tomando una copa con tu jefe?», y todavía se enfadó más, me pidió que dejara de hablar de su chico, y fue entonces cuando saqué el móvil, «Seguro que le gustaría ver lo guapa que estás ahí sentada», y me dispuse a hacerle una foto.
―¿Y no te lo impidió?
―No quería, pero los dos sabíamos que yo había empezado ese juego de putearla y, aunque se hiciera la ofendida, es lo que le gustaba. Se lo pedí por favor, le dije que estaba muy guapa con ese mono y enseguida accedió, aunque me pidió por favor que no se la enseñara a nadie y fue cuando posó para mí, ¡uf, ahí sentada, con las piernazas esas cruzadas!, ¡y ya viste qué carita tenía! Me rogó varias veces que no se la enseñara a nadie y yo le dije: «Has salido muy guapa, ¿no quieres mandársela a tu chico?», ja, ja, ja, ¿te imaginas, Pablo, que el cornudo hubiera visto esa foto?, ja, ja, ja, ¿qué pensaría al tener una novia así de zorra?
Por un momento supuse que Javier sabía que el novio era yo y ahora al que estaba puteando era a mí, riéndose en mi propia cara. No podía ser casualidad que soltara todo eso sin darse cuenta de que yo era el cornudo al que se refería.
―Casi mejor que no la hubiera visto… ―dije abatido en mi silla.
―Le enseñé la foto y ella misma se vio la carita de «ganas de polla» que tenía, y entonces me volví a acercar y le murmuré en el oído: «Me encanta que estés celebrando conmigo tu primer aniversario» y otra vez acaricié la cremallera de su espalda, rozándola sutilmente con los dedos en la piel. Se le puso la carne de gallina, tío, mmmmmm…, y noté que temblaba de excitación, le di un beso en la mejilla y puse una mano en su cintura, y entonces fue cuando le solté la sentencia en su oído.
«¿Sabe tu novio lo que hay que hacer con una niñata como tú?».
Y ese fue el preciso instante en el que mi polla despertó bajo los pantalones. No podía creerme que, mientras Javier me relataba la infidelidad de mi novia, yo iba a quedarme sentado escuchándolo todo con una frialdad que me asustaba. Pensé que esta vez no me sucedería, era algo demasiado duro y devastador para mí. Una situación muy jodida, que me iba a dejar destrozado una buena temporada, y, sin embargo, y contra mi voluntad…
¡Mi polla se fue hinchando lentamente hasta alcanzar una erección completa!
Esa frase había sido demasiado fuerte y Javier hizo una leve pausa para degustar su old fashioned. El cabrón era bueno contando historias, lo hacía tan bien que podía visualizar la escena perfectamente, y ahora allí estaba él, pegado a mi novia, susurrándole al oído y con una mano en su cintura.
Ya había hecho el trabajo duro. Solo tenía que llevársela a la habitación del hotel y follársela, pero ahora yo quería saber más. Una vez que fui asumiendo que iba a perder a Sara necesitaba conocer todos los detalles de su encuentro, en un morbo insano del que me avergonzaba.
Así que lo apremié para que continuara hablando.
―Ya la tenías a tu merced… ¿Y qué te dijo?
―¿Tú qué crees?
―Nada, se quedaría callada…
―Error, la muy zorra no solo quería que la humillara a ella, yo creo que también le ponía que lo hiciera con su novio…, y va y me contesta en bajito a mi pregunta: «No», ja, ja, ja, ahí ya era el dueño de la situación, podía decirle lo que me diera la gana, que ya sabía que a ella no le iba a molestar, más bien al contrario, cuanto más la puteaba, más cachonda se ponía, aunque a esas alturas de lo mojada que estaba seguro que ya había traspasado la tela del tanguita y había empapado el mono también…
―¡Joder!, y tal como eres, seguro que la hundiste todavía más…
―Ja, ja, ja, ¡qué bien me conoces, Pablo!, pues sí, insistí con eso, «Así que tu novio no sabe lo que hay que hacer con una niñata, ¿eh?», y ella me pidió en bajito que no siguiera hablando de él y me dio hasta un poco de pena, ¡pobrecito cornudo!
Y la polla me palpitó bajo los pantalones. Ya la notaba babeando, nerviosa y descontrolada y, en cuanto llegara a la habitación, no iba a tener más remedio que aliviarme. Le di un buen trago a mi old fashioned, que debía ser distinto al de Javier, porque a mí me sabía a rayos, y después otro y otro más, hasta que lo apuré.
―Tranquilo, Pablo, que esto hay que disfrutarlo, te lo bebes como si fuera agua… ―Levantó las manos y chasqueó los dedos para llamar al camarero―. Dos más de lo mismo ―pidió mostrándole la copa vacía y sin tan siquiera mirarlo a la cara cuando el chico llegó hasta nuestra mesa.
Era todo muy turbio, allí sentado con Javier, escuchando sus burradas, con una erección que cada vez me molestaba más y ya me costaba articular palabra, fruto del alcohol y de los nervios que se me acumulaban en el estómago, como si estuviera a punto de devolver. Y al que se le había soltado la lengua era a Javier, que en cuanto probó su nuevo cóctel, se relamió los labios y siguió hablando.
―Si te digo la verdad, me parece acojonante que el novio de esta tía no se dé cuenta de que lo que necesita es que le den caña, pero caña caña…, a esta le pone que la traten de puta para arriba, ja, ja, ja, el novio debe ser el típico guaperas de gimnasio que se pasa el día viendo el TikTok, como si lo estuviera viendo, mucho musculito y se correrá en menos de cinco minutos. ¿Cómo puedes estar un año con una zorra así y no saber lo que le pone cachonda?
En cuanto dijo eso, me hizo pensar. Tenía razón en parte, llevábamos un año saliendo y habíamos echado unos señores polvazos y si yo lo comparaba con lo que hacía con mi ex, creo que mi vida sexual había mejorado bastante, pero, joder, ¿a quién pretendía engañar?, la mayoría de las veces me corría en un suspiro y dejaba a Sara a medias. Ella era la que me dominaba y siempre se me ponía encima hasta que terminaba, seguíamos utilizando preservativo un año después y Sara nunca había visto mi polla lo suficientemente atractiva como para agacharse y chupármela.
No podía decir que fuéramos unos salvajes en la cama, pero yo pensé que Sara estaría satisfecha. Para un tío, lo peor que puede haber es descubrir que su novia no disfruta en la cama con él. Y mientras Javier seguía hablando, me pegó una bofetada de realidad.
―Entonces le dije: «Es una pena que tengas novio y hoy no podamos hacer nada, porque me apetecía bastante follarte», luego me separé de ella para observar su reacción…, seguía con la cabeza agachada y la levantó con timidez, me miró a los ojos, pero no soltó palabra, no hacía falta…, ¡su cara lo decía todo! Y otra vez me incliné a su oído y le solté: «Porque, claro, en un día tan especial como hoy, no querrás ponerte conmigo a cuatro patas en medio de la cama, ¿no?».
―¡Qué hijo de puta eres!
―Ja, ja, ja, lo sé.
«Podías haberte muerto de un puto infarto en ese momento».
―Y entonces me arriesgué, y mucho… ―siguió Javier.
―¿Y eso?
―Pues porque después de decir eso Sara se quedó en silencio y, como habíamos terminado la copa, ella se puso de pie sin decir nada y nos subimos a las habitaciones. Yo no sabía qué es lo que pasaba y decidí que fuera la niñata la que propusiera algo…, pero no lo hizo y, al final, nos despedimos en el pasillo con un «buenas noches» y cada uno entró en su habitación.
―¿Entonces, no te la follaste?, yo pensaba que… ―comencé a decir emocionado, visualizando un mínimo de esperanza.
―Shhh, no corras, Pablito, que ahora viene lo mejor. Entré en mi habitación y me senté en la cama, no te voy a engañar, estaba bastante excitado, ¡¡es que la niñata está muy buena!! y tenerla allí delante, temblando, cachonda, con esas tetazas que no podía dejar de mirar, y sabiendo que me la iba a volver a calzar, pues me había alterado un poquito…
―¿Y qué hiciste?
―Nada, esperar confiado. Estaba convencidísimo de que ella iba a presentarse en mi habitación. Tenía cero dudas. Se lo podía haber comentado en el pasillo y ella hubiera accedido, pero me gustaba más así, haciendo que fuera ella la que me llamara, la que se rebajara…, ¡eso todavía me ponía más cerdo!, jo, jo, jo…
En ese momento lo odiaba con todas mis fuerzas. «Desde luego que eres un puto cerdo, eso no lo dudes».
―Pasaron dos minutos, tres, cuatro… y yo me iba poniendo más nervioso, me había jugado un órdago y ya no me podía echar para atrás e ir a su habitación; así que solo podía esperar, incluso llegué a pensar que la había cagado por idiota, quizás tensé tanto la cuerda que se rompió, y de repente… ¡el móvil se iluminó!, me entró un whatsapp y respiré aliviado cuando vi que era ella. ¡Menos mal!, lo abrí y… ¿sabes lo que me escribió?
―No, pero cualquier cosa me espero…
―Nada, ni una palabra, solo me mandó una foto…
―¿Una foto de Sara…?, ¿desnuda?…
―No, algo todavía mejor, era la foto de… ¡un espejo!, el que había en la habitación. ¡La muy puta me mandó la foto del espejo de su habitación!
―¡¡Joder!!
―Sí, eso pensé yo, joder, la niñata va muy fuerte hoy, era evidente lo que me estaba sugiriendo, ¿no?
―Sí, claro…
―Me acababa de invitar a ir a allí sin escribir ni una sola palabra, fue muy sutil y me gustó que lo hiciera así. Y nada, me retoqué un poco el pelo, dejé la americana sobre mi cama y salí al pasillo hasta su habitación, al llegar tenía la puerta abierta y pasé dentro sin llamar… ―E hizo otra de sus pausas dándole un trago a su copa.
―¿Y…? ―pregunté impaciente.
―Ahí estaba, esperándome, de pie frente al espejo, con los zapatos puestos, y las manos en la cintura en forma de jarra, ¡uffff, fue demasiado encontrármela así! Cerré la puerta, avancé unos pasos y me puse detrás. No dijimos nada, solo nos miramos a través del espejo y acto seguido comencé a deslizar la cremallera de su mono, como antes le había sugerido, lo hice despacio, sin prisa, notaba su cuerpo temblar, la niñata estaba muy nerviosa, pero cachonda, je, je, je…, y después aparté los tirantes por sus hombros y se los fui bajando; primero aparecieron sus tetazas, buaaaah, ¡son enormes!, qué tetas tiene…; y luego el tanguita blanco y su culo, es tan carnoso que dan ganas de morderlo, pero me contuve y seguí hasta los pies. Ella misma se sacó el mono para no pisarlo y se quedó desnuda sin moverse, con los brazos en jarra.
―¡Guau!
―Pero seguía muy altiva, como diciendo, «mira, qué buena estoy» y primero le sobé los melones así, con desgana, de manera vulgar, ja, ja, ja, y pasé una mano por su espalda para jugar con su pelo y sin que se lo esperara le pegué un tirón seco, puso cara de dolor, y le dije: «Esa chulería de niñata te la quito yo en un segundo, anda, ahórrame el esfuerzo y bájate la porquería esa que tienes metida por el culo»…, y se agachó para quitarse el tanguita, ahora sí que la tenía desnuda del todo, mmmmmm. Es muy indecente la niñata, con esas tetas enormes y el coño depilado como si fuera una niña, ¿cómo cojones se me exhibía así?
―Desde luego…
―Le ordené que se diera la vuelta y nos quedamos frente a frente. Puse una mano en su mejilla y la otra en la cintura y me incliné de puntillas para darle un beso en la boca, quería morreármela, tío…
―¿Y te dejó…? ―pregunté, aunque ya me daba igual la respuesta.
―Por supuesto, no solo me dejó, sino que esta vez le puso ganas, mmmmm, la zorra me agarró por el pelo y me metió la lengua hasta la campanilla, uffff, iba pasadísima…, gimoteaba mientras nos comíamos la boca y yo le sobé el culo a lo bestia… Tenía prisa por sacarme la polla y ella misma me desabrochó el pantalón, yo dejé que lo hiciera y, en cuanto la tuvo en la mano, me empujó y caí sentado en la cama…, pensé que se me iba a poner encima, porque vino directa hacia mí, pero… no, pasó por mi lado y se subió directa a la cama y…, joder, ¡la niñata se me puso a cuatro patas!
―¡Menuda guarra! ―comenté.
―Ni que lo digas, imagínatela, con lo buena que está ahí, a cuatro patazas, con las piernas abiertas, los tetones colgando y ofreciéndome su culo, tirando de su glúteo hacia fuera sin decir nada, solo ronroneando como una zorrita…, ¡es que era la hostia!
―Y ahí ya te la follaste…
―No, tío, quería putearla un poquito más, mmmmm, es que eso era lo que más me ponía, hacer que se rebajara, y yo ni me giré…, la tenía detrás de mí y seguí sentado, con la polla en la mano y fue cuando le dije: «Ya sabes que antes de follar me gusta que me hagan una buena mamada», ja, ja, ja…
―¿Y te la hizo…? ―pregunté como un idiota sabiendo ya la respuesta.
―¿Tú que crees, Pablito? Lo mejor fue el cómo, se dio la vuelta y vino gateando hasta mí, sin bajarse de la cama, y tal y como estaba, se agachó y, mmmmmm, ¡qué rico!, ¡¡se la metió en la boca sin pestañear!!
Un año. Más de un puto año con ella y no había hecho ni el amago de obsequiarme con una felación. Y al cerdo de Javier se la comía en cuanto lo tenía delante. Fue imaginarme a Sara a cuatro patas en la cama, detrás de Javier y chupándole la polla como una fulana y sentí una excitación que me empezaba a desbordar. Notaba las palpitaciones de mi miembro bajo la ropa interior y ya era imposible que pudiera relajarme, porque Javier no me daba un segundo de respiro y seguía hablando.
Y cada frase era más fuerte y soez que la anterior.
―Le tuve que pedir que se calmara, joder, chico, ¡qué manera de comérmela!, parecía que llevaba siglos sin chupar una polla, ja, ja, ja…, me la sujetaba con una mano y movía la cabeza de arriba abajo para tragársela entera, ufffff, ¡qué ganas le ponía el muy zorrón! A mí me gustan las mamadas más sutiles, pero creo que la niñata ya no estaba para sutilezas… Solo se la sacó una vez de la boca para suplicarme…
―¿Para suplicarte que te la fo…?
―No, para que no terminara, me lo pidió con esa vocecita, casi susurrando, que me puso todavía más burro, «No te corras», y yo le dije que continuara un poco más, que estuviera tranquila, que podía aguantar… Dejé que siguiera y estuve unos minutos acariciando su pelo, más que nada para guiar su mamada; tampoco podía tocar otra cosa, pues ella estaba detrás…, pero a mí lo que me apetecía en ese momento era follármela… y la levanté tirándola del pelo. Nos dimos otro morreo y fue cuando le dije: «Ahora sí te voy a follar», creo que hasta se le escapó un gemido y se volvió a poner a cuatro patas, sumisa, en medio de la cama…
―Se te estaba ofreciendo…
―Ni que lo digas, Pablo, y ¿sabes una cosa?, me puse detrás de ella y en cuanto la vi me acordé de ti…
―¿De mí…?, y…, y… ¿eso? ―tartamudeé pensando que me había descubierto y se había dado cuenta de que yo era el novio de Sara.
Pero otra vez me volví a equivocar.
―Sí, de una cosa que me dijiste hace tiempo, que cuando estaba así de cachonda seguro que esta era de las que se dejaba encular, ja, ja, ja, ¿te acuerdas?
―Eh, sí, claro… No me digas que…
―Y me dije: «¿Por qué no intentarlo?, tiene un culo de puta madre, y está chorreando…». Me situé detrás, sujetándola por la cintura, la acerqué al coñito y se la restregué un par de veces…, tenía que jugar más con ella, no podía llegar y, zas, metérsela por el culo de primeras…, ¡eso no funciona así, Pablito!
―¿Y cómo lo hiciste?
―Pues me incliné sobre su espalda y le pregunté por su novio, quería saber si iba a quedar con el pobre cornudo al día siguiente.
Otra vez mi polla volvió a palpitar, esta vez con mucha más fuerza.
―¿Y qué te dijo?
―Que sí, ja, ja, ja, que iba a quedar con él para celebrar su aniversario, me comentó que saldrían a cenar o algo por el estilo, tampoco me acuerdo mucho, yo también estaba, ufffff, imagíname recostado sobre su espalda, sobando sus melones, a punto de metérsela y ella ronroneando, moviendo las caderas, suplicándome que me la follara y diciéndome que al día siguiente tenía cena con el cornudito, ja, ja, ja… Entonces fue cuando apuntillé: «Hoy es un día muy señalado y en los días señalados es cuando se hacen las cosas especiales, ¿sabes lo que quiero decir?» y me agarré la polla y se la restregué por el culito. ¡Te lo juro, tío, que pegó un gemido como si se la hubiera metido!
―¡¡Dios mío!!
―Pero no me contestó, solo jadeaba la muy puta, y yo seguía frotándola contra su pequeño agujerito, mmmmmm, e insistí, no se lo tenía que pedir, ella era mi sumisa, se lo iba a ordenar y punto, y la niñata lo tendría que aceptar, le gustara o no…, y con seguridad afirmé: «Te voy a follar por el culo, y mañana, cuando quedes con el cornudo, te acordarás de mí, porque te va a doler al sentarte mientras cenas con él, pero será un dolorcito muy rico», ja, ja, ja… Pensé que se enfadaría, o que al menos se haría de rogar un poquito, pero ella solo podía suspirar y me llamó por mi nombre, «Javier, aaaah, aaaaah, nooo…», intentó negarse, pero no podía ni hablar la puta de ella, ja, ja, ja… Y yo le dije: «¿Qué pasa, es que no quieres?», y afirmó con la cabeza, «Vale…, fóllame por donde quieras».
Un año de relación conmigo tirado por la borda. Se había aguantado lo que había podido, pero una vez que ya había cedido parecía que todo le daba igual. Se le habían desatado los siete infiernos y estaba dando rienda suelta al deseo acumulado durante todos estos meses. Con el morbo añadido de que me estaba siendo infiel, ¡justo en nuestro primer aniversario!
Mi cara debía de ser un poema, escuchando cómo Javier estaba a punto de sodomizar a Sara. Y ya quería que lo hiciera. Quería saber cómo le había clavado la polla por el culo, cómo había hecho gritar a mi novia y yo no paraba de temblar, casi igual de excitado que ellos en esa noche de abandono y lujuria.
―Tenías que ver cómo le colgaban los labios vaginales y lo húmedos que estaban, ¡chorreaba literalmente!… Y antes de empezar le pregunté: «¿Tu novio te da por el culo, nena?, porque tienes un trasero de puta de lujo»… Y ¿sabes lo que me contestó?
―Que no… ―contesté con mi información privilegiada.
―¡Exacto!, ja, ja, ja, ¿te lo puedes creer?, ¿qué clase de capullo tiene una novia así y no le rompe el culo?
Ya hacía tiempo que no me importaban sus insultos, ni tan siquiera me molestaban, más bien al contrario, esa humillación por parte de Javier me estaba volviendo loco, tanto que por un instante llegué a dudar si confesarle que yo era el imbécil del novio.
―Y debía tener razón, porque le metí un dedito y, uffff, ¡qué apretado lo tenía!, joder, tío, no le pegaba nada, ese culazo grande, redondo, carnoso y, sin embargo, tan estrecho, cerrado como el de una princesita, mmmmmm…
―¿Y Sara qué decía?
―De momento nada, solo se dejaba penetrar por mi dedo y ronroneaba, ah, y también se acariciaba el coño, eso me gustaba…, que ella misma se tocara…
―¿Le comiste el culo?
―No, dejé caer un salivazo entre sus glúteos y seguí jugando con el dedo, le pregunté que cuándo fue la última vez que alguien se lo había hecho por detrás… y ella me dijo que «hacía mucho»…; por lo que deduje que no era virgen, así que tampoco se lo quise trabajar más, me decepcionó un poco, porque llegué a pensar que ese culo no se lo habían estrenado..., pero ya después fui bastante directo, se la puse a la entrada y la avisé, «Allá voy», y la niñata se tensionó, mmmmm, se le cerró el culo, apretó los glúteos y yo le pedí que se relajara… y fui empujando, despacio…, Sara respiraba en profundidad, tomando aire en cada bocanada y yo seguí, forzando su entrada…, y ella gemía, gritaba, movía las caderas, pero poco a poco fue entrando, ese culo se la tragó sin pestañear, mmmmmm, joder, Pablito, y en un par de minutos, ¡¡la tenía clavada hasta el fondo de su ojete!!
Primero fue un ligero temblor de pies y manos.
―Y después agarré sus caderas y plas, plas, folladón a lo bestia, pero sin cortarme un puto pelo, ¡no veas cómo chillaba!, ja, ja, ja….
Luego el estómago.
―Y ella me pedía más y más…, me decía: «Dame por el culo, dame por el culo» y yo me volví loco, reconozco que me pasé, tío, la agarré del pelo, le solté azotes, hasta le pegué un escupitajo en toda la cara, fue todo muy, no sé…, demasiado pasados de vueltas… Aunque tenía que frenar de vez en cuando, era imposible resistir ese ritmo, y me encantaba cuando se lo hacía despacito y yo miraba hacia abajo y veía desaparecer mi polla en ese culilo perfecto, me recreaba en llegar hasta el final, aplastando sus glúteos con mi panza, mmmmmm, ¡qué gozada!, y ella gimoteaba, agradeciéndome esos descansos, pero preparándose para un nuevo acelerón… y después otra vez me gritaba: «Más, máááás», tengo sus putos chillidos metidos en la cabeza… ¡Y no veas qué cara ponía!, se mordía los labios y miraba hacia atrás para que la viera bien…, ¡no podía ser más puta!
Se me tensaron los glúteos. Entonces ocurrió, un ligero temblor fue el inicio de mi propio orgasmo mientras Javier seguía hablando sin darse cuenta de lo que sucedía.
―¡¡Eso fue un polvazo, Pablito!!, ¡más de veinte minutos reventándole el culo! Ella se corrió por lo menos dos veces o tres y cuando me oyó gruñir, para que no me vaciara dentro, me pidió que la avisara, y en cuanto lo hice, se giró como una serpiente, se tumbó en la cama bocarriba y se metió mis huevos en la boca. Me quedé en estado de shock, no me lo esperaba, ¡no me habían hecho esa guarrada en la vida!, y me dijo: «Córrete en mi cara»; me dio igual porque, aunque no me lo hubiera dicho, ya se me estaba escapando todo…, y el primer lefazo salió volando entre sus tetas, pero luego eché el culo hacia atrás y le regué toda la carita, la frente, la nariz, la boca, ¡todo!
Cuatro, cinco, seis disparos, con una intensidad fuera de lo normal. Yo también me estaba corriendo en los calzones, casi a la vez que ellos, casi a la vez que Javier eyaculaba sobre mi novia.
¡¡En su cara!!
―Tendría que hacer memoria para recordar un folladón mejor que ese ―afirmó Javier―. Desde luego que por el culo ha sido el mejor de mi vida, porque el trasero de la niñata es de diez, perfecto, estrechito, pero luego me sorprendió y se abrió de maravilla, lo tenía calentito, elástico…, ¡una delicia!… Después me senté en la cama y ella se dio la vuelta con la cara cubierta con mi corrida. Tío, ¡menuda imagen!, y… ¿sabes lo que me dijo?
―No…
―Que no me fuera, me lo suplicó: «No te vayas todavía, quédate un rato más, por favor», «Espera a que me limpie y luego puedes hacerme lo que quieras, ¿vale?», volvió a decirme. Era a-co-jo-nan-te, porque tú ya sabes que a mí las putas me gustan solo para follármelas una vez, pero la niñata es categoría especial… Le ordené que se fuera al baño…, no me gustaba verla así…, ya me parecía demasiado vulgar…
Con mi propia corrida bañándome las pelotas y sintiendo la humedad por mi vello púbico, lo normal hubiera sido largarme deprisa a la habitación, una vez que ya me había corrido, pero a mí no me pasó eso, quería saber más.
¡Quería saberlo todo!
Javier ya se estaba terminando la copa, por desgracia, pensé que me contaría el final de manera atropellada y luego nos iríamos a dormir, pero esa noche no tenía ninguna prisa. Si yo estaba medio borracho, Javier iba por el mismo camino.
―¿Nos tomamos otra? ―pregunté con voz pastosa―, y me cuentas lo que le hiciste luego a la niñata…
―Me parece bien…, porque lo que viene…, ¡uf!, ¡no tiene desperdicio!