La tentación de Sara

Con un cambio de trabajo a la vista y la vuelta a las andadas de Sara, sólo hay dos opciones, o termina consintiendo o Ronnie con todo, la primera opción es el objetivo de Sara, pero me da que en esta ocasión se rompe la pareja definitivamente, eso sí debería terminar a lo grande haciendo con Sara lo que todos hacen y él no y posteriormente dejarla.
 
―¿Sabes que la semana pasada volvió a caer?
―¡¡¡¿Cómo dices?!!! ―pregunté sin entender lo que acababa de escuchar.
―Sí, la niñata…
―¿Qué pasa con Sara?
―Pues eso…, que el otro día, en Sevilla…, ¡¡me la volví a follar!!…, joder, llevábamos casi un año que no me había dejado ni acercarme a ella y de repente…; pero bueno, esto merece que te lo cuente con mucha calma, ¡porque vaya nochecita pasamos! ―dijo poniéndose de pie―. Mañana me dejas a mí que te invite a una después de cenar y entro en detalles, que sé que te encantan, ja, ja, ja…
Perdón ninguno. Es una creación tuya que regalas a los lectores.

Sorpresas final. Será cierto lo que dice Javier? Si es así, la relación tiene que terminar definitivamente. Y el cambio de trabajo le vendría bien para pasar pagina para siempre por mucho que le duela.

Y si no es cierto??


Decía mi santa madre (QEPD) que tenía muy pocos estudios, pero una gran sabiduría de la vida, como toda aquella generación que paso la guerra y la posguerra y se tuvieron que buscar la vida para todo, para sobrevivir, comer, etc.

Bueno, pues esto decía "La cabra siempre tira al monte" y es algo muuuuy cierto, podrá tardar mas, o menos, pero termina tirando al monte.

Y viendo la actitud de esta chica, que si tu follame con goma para no ser como los otros, que si a ti no te la como pero con los otros me he hinchado a tragar leche, que si a mi culo no te acerques, pero no veas como me mola que me lo follen los otros, está claro que ha encontrado un perrillo, un sumisito, y por que no, un pagafantas.

Está claro que la muchacha tiene mucho vicio (algo que no tiene por que ser malo si está bien canalizado), y necesita un tipo concreto de macho, fuerte, duro, dominante, amo y señor.

Y nuestro protagonista es un blandito de cojones, mas tierno que el día de la madre, pues sabiendo como es ella, el sigue con el rollo de "ooooh, que bonito es el amor, que bien huelen las flores y que maravilla como cantan los pajaritos.

A una yegua así, hay que montarla con ganas, fusta y espuelas, y ser duro con ella pero con guante de seda.

Y si no se la ha follado en Sevilla, no pasa nada, ya se la follará otro en cualquier otro sitio, si es que en ese año no se la han follado ya algunos otros, que sería casi imposible saber por falta de contacto con ellos, al contrario que con el jefe, que hay contacto, y además tiene una boca como un buzon de correos de grande.

.
 
Está claro que Sara iba a caer de nuevo

El problema es que vuelve a ser infiel y no sólo no se lo cuenta a Pablo si no que le va con el jueguecito de "eres mío" tu no eres como los demás, en definitiva, te tengo cogido por los huevos.

Ahora Pablo que hará? Hará como los otros, la tratará como una zorra y la largará de su vida, la tratará como una zorra hasta que ella se largue viendo que Pablo ya no lo trata con amor como antes... O simplemente se largará sin más, demostraria ser un caballero pero nos quedaríamos sin polvo, 🤣🤣
 
Una gran pena por Pablo, no merece esa traición de Sara, nunca nadie la merece, y no sólo fue a Pablo, a todos nos tenía engañados con el año de fidelidad, era muy demasiado extraña la actitud que tuvo con él esta última salida, muy borde, es claro que le pone someterlo, saber tal vez, que podría llevarlo a aceptar lo que fuese con tal de seguir con ella.
Me enerva su casi sumisión, entra en su juego con demasiada facilidad, con la última confesión de Javier, nada cuesta pensar que este año que creímos de leal compromiso de Sara, en realidad tenga más cadáveres en el armario.
Necesitamos un Pablo que reaccione, que la encare de forma definitiva, y luego de vomitarle toda su basura traidora, la deseche en los tachos del callejón.
 
Capítulo 36




No pude ni subir con él en el ascensor. Me inventé deprisa que tenía que hacer una llamada de teléfono y salí del hotel para que me diera el aire cuando ya comenzaba a hiperventilar.

Con el corazón latiendo a toda velocidad y un temblor descontrolado de manos, estaba teniendo un ataque de ansiedad. En un segundo, mi idílica vida se acababa de derrumbar, y yo me maldecía por mi mala suerte.

¡Otra vez no!

Bueno, para ser preciso, aquello no era mala suerte. Aquello era una «hijoputez» muy grande por parte de Sara, que después de un año me había vuelto a poner los cuernos con Javier, precisamente en nuestro primer aniversario, es que no podía ser más retorcida la muy zorra, y no solo eso, es que al día siguiente habíamos quedado para cenar y ella se había comportado con toda la naturalidad del mundo.

¡No tenía ningún cargo de conciencia por lo que me había hecho!

Yo no le había notado nada extraño, cenamos como dos enamorados, nos dimos los regalos y terminamos acostándonos en mi casa. Y no habían pasado ni 24 horas desde que Javier se la había follado en su último viaje. ¡Es que era increíble!

¡Era una auténtica HIJA DE PUTA con mayúsculas!

Con el paso de los minutos, me fui calmando y justo, en ese preciso instante, Sara me llamó. Aunque ya se me había pasado el ataque de ansiedad, no me encontraba en condiciones de contestar; así que por esa noche apagué el móvil y subí a la habitación para intentar descansar.

Y digo a intentar porque, naturalmente, me fue imposible. Había pasado de un estado de euforia por mi relación con Sara y el nuevo trabajo a hundirme en la miseria por completo. De cien a cero en un chasquido de dedos. Todavía no sabía nada de lo que había pasado entre el jefe y mi chica, pero al día siguiente tendría que soportar por boca de Javier el relato de su encuentro íntimo… y actuar como si no me importara lo más mínimo.

¡Iba a ser un jodido suplicio! ¡La mayor de las torturas!

O me tomaba un par de vinos durante la cena para poder aguantarlo, o me derrumbaría por completo durante el monólogo que me esperaba. A Javier no le gustaba escatimar en detalles y la noche siguiente me tocaría escuchar ni más ni menos cómo se había follado a Sara, aderezado, además, con su tono arrogante y tratando de manera despectiva y machista a mi novia.

Por la mañana le mandé un mensaje a Sara diciéndole que me había quedado dormido muy pronto y disculpándome por no haber cogido su llamada. No quería que sospechara nada y tenía que comportarme con normalidad.

La auditoría se me hizo eterna y yo ya estaba deseando regresar al hotel para conocer cuanto antes lo que había pasado entre Sara y Javier. Eso sí, antes de bajar a cenar la llamé y estuvimos hablando casi media hora, y no noté nada raro en su voz, Sara seguía siendo la misma de siempre.

No podía ser que me hubiera hecho lo que Javier había insinuado y que se siguiera comportando así. O era una actriz muy buena, o es que no tenía sentimientos.

Pasé por la cafetería del hotel antes de entrar al buffet y me tomé un par de vinos, sabía que los iba a necesitar, y cuando bajó Javier a cenar, no puedo decir que ya estuviera borracho, pero con el estómago vacío los dos vinos me cayeron en el estómago como una bomba.

Durante la cena dimos buena cuenta de una botella entre los dos, según Javier, teníamos que despedirnos a lo grande en nuestra última auditoría juntos. Hubiera estrangulado a ese tío con el que compartía mantel, me daban asco sus manos, sus dedos, su boca, su pelo. Solo con pensar que había tocado a Sara se me hacía un nudo en el estómago.

Y, sin embargo, yo le obsequiaba con la mejor de mis sonrisas, como si fuéramos dos colegas celebrando la champions de nuestro equipo. Enseguida se levantó de la mesa para que le acompañara hasta la cafetería del hotel. El muy cabrón tenía prisa por contarme lo de Sara. Eso era lo que más le gustaba, pavonearse por haberse follado al pibón del trabajo.

A la jovencita de veintiséis años.

Lo que no sabía es que esa niñata de la que iba a empezar a hablar en plan machirulo era mi novia desde hacía un año.

Aquello no podía soltármelo rápido en la barra medio sentado en un taburete, qué va, esa historia era de las que había que tomar asiento en una buena silla, en una mesa apartada y degustando su old-fashioned. Yo odiaba ese cóctel, pero, para martirizarme un poco más, me pedí otro para mí.

Total, ya empezaba a ir muy pasado y me daba lo mismo con lo que emborracharme. Solo quería cerciorarme de que lo que me había insinuado la noche anterior era cierto. En cuanto me confirmara que había hecho algo con Sara, ya era absurdo continuar aguantando esa mierda.

Se recostó en la silla después de probar su copa y dejarla en la mesa. Solo le faltó sacarse un puro. Se me hacía extraño verlo sin corbata, llevaba la camisa blanca desabrochada, americana y se repeinó el pelo hacia atrás con la mano antes de comenzar a hablar.

―Pues sí ―dijo metiendo dos dedos por la base para dar unas vueltas a su copa―, la niñata volvió a caer la semana pasada… Lo que no sabía es que tenía novio…, ¿tú estabas enterado?, como pasas tanto tiempo con ella…

Me puse rojo de la vergüenza. Aunque no podía verme en el espejó, noté cómo me subían los calores por las mejillas. Carraspeé intentando ganar unos segundos, meditando la respuesta y quise contestar con seguridad para no delatarme.

―Sí, lleva unos meses con un chico…
―Me dijiste una vez que salía con un guaperas, un tío con pinta de surfista, ¿no?
―Pero eso fue hace tiempo, ya no está con él…, ahora tiene a otro…
―Joder, cambia más de novio que de bragas, ja, ja, ja…, y no me extraña, ¡menudo vicio tiene!…, bueno, con este debe llevar un año, porque me dijo que era su primer aniversario…, y yo que me alegro, ja, ja, ja…, ¡lo celebramos por todo lo alto!

Esto iba a ser peor de lo que pensaba. Apreté los puños con fuerza unos segundos y después los solté intentado liberar un poco de tensión. Le di un buen trago al cóctel y me senté con las piernas relajadas, casi estiradas, tan solo cruzando los pies por debajo de la mesa.

Como Javier no terminaba de arrancar, fui yo el que lo apremió para que comenzara a hablar.

―Así que bien con Sara, eh…
―¡Uf, demasiado, Pablito!, lo del otro día fue demasiado…, mira, un adelanto… ―me dijo encendiendo el móvil y pasándomelo para que viera una foto.

¡Era Sara! ¡¡El muy cerdo tenía una foto de mi novia en su móvil!!

Me fijé en la parte de arriba y así pude saber la fecha y hora a la que estaba hecha. 28 de febrero, 00:34.

¡No podía ser!, media hora antes Sara había estado whatsappeando conmigo y me había dicho que estaba en la cama. Me había mentido descaradamente. Aunque eso para ella debió ser un juego de niños, si ya tenía pensado acostarse con Javier, lo de mandarme el mensaje no fue más que una nimiedad.

Estuve unos segundos mirando la foto. Sara llevaba un mono entero de color azul marino, una prenda que yo no conocía, muy elegante, pantalón largo, tirantes finos y escote pronunciado. Lo veía apropiado para ir a una boda o un evento similar, pero para cenar con Javier en el hotel me parecía demasiado.

Apenas se había maquillado, el pelo lo llevaba suelto y salvaje y se le habían subido los calores. Esos coloretes la delataban, pero lo que más me impresionó fue la cara que tenía Sara en la foto.

La pequeña caída de ojos y la boca entreabierta transmitían su grado de excitación. Estaba a punto de ponerme los cuernos y se percibía con claridad lo cachonda que se encontraba. No sé qué habría pasado antes para que Sara se dejara hacer esa foto, pero era evidente que en ese instante ya estaba sometida a Javier.

Aquella foto era la confirmación de su sumisión.

―¿Has visto que cara, tío?, ahí ya su coñito estaba dando palmas con las orejas, ja, ja, ja…
―Sí, se nota…
―Pero bueno, hasta llegar a ese punto, me la tuve que trabajar, no te creas que fue tan fácil.
―Me supongo… Venga, empieza, que me tienes en ascuas ―lo apremié cuando ya llevaba el cóctel por la mitad.
―Vale, impaciente, ja, ja, ja…, pues estuvimos en el hotel de siempre en Sevilla, ya sabes, el que tiene una terracita de la hostia para cenar ―me explicó comenzando por fin su relato.
―Sí…
―Le dije a Sara que el hotel era de cinco estrellas, por si quería bajar arreglada y va y se me presenta así…
―Sí, quizás pensó que…
―Me puse muy bruto en cuanto la vi, llevaba unos meses que ya había desistido de intentar nada con ella, pero me dije que esa noche no se me escapaba, ¡daban ganas de arrancarle ese mono a mordiscos!

«Imbécil».

―Cenamos de maravilla, como siempre, y hacía muy bueno para estar a últimos de febrero, así que le propuse tomar una copita allí…, todavía era pronto.
―Y aceptó.
―Por supuesto…, luego estuvimos hablando de trabajo y de repente le entró un mensaje en el móvil. Eso fue el detonante de todo.
―¿Y eso?
―Pues porque le escribió el novio, eran justo las doce y debía ser su aniversario, ja, ja, ja, ¿te lo puedes creer?

«Te voy a matar, hijo de la gran puta».

―Le pregunté quién le escribía y ella me lo confirmó, así que luego le dije que no sabía que tenía novio y entonces fue cuando me soltó lo de que ese día hacían un año juntos…, bueno, pues le deseé suerte, que les fuera muy bien y que ese chico era muy afortunado por estar con una chica como ella, y me contestó con un simple «gracias». Seguía igual de seca que las últimas veces, no me daba pie a nada.
―Lógico, si tenía novio…
―A estas les da igual eso, cuando tienen ganas de follar, se olvidan hasta de su padre, ja, ja, ja…, ¿y sabes una cosa?
―Dime…
―Ahora me acuerdo, cuando me la tiré la primera vez, que te dije que ese tipo de zorras no me gustaban porque me parecían muy interesadas y tal.
―Sí.
―Pues con Sara me equivoqué…
―¿Y eso?
―No sé, fue una intuición que tuve en su momento, pero esta no se acostó conmigo por conseguir trabajo, no, no…, lo hizo porque le daba morbo, le daba mucho morbo ponerle los cuernos a su pobre novio. Y el otro día…, ¡me di cuenta de que quería lo mismo!
―Eh…
―Sí, tío, es como si fuera un reto para ella el poderse resistir, pero cuanto más la fastidie y más consecuencias acarreé su engaño, más cachonda se pone. Y el otro día…, ¡era su puto día especial!, su primer aniversario… y eso la tenía encendidísima, quería resistirse, hacerse la digna, pero estoy convencido de que, en cuanto salió de la ducha, ya sabía que no iba a poder resistirse a caer en la tentación esa noche…, quizás hasta ya viniera con la idea de casa, por eso trajo ese mono, pero hasta que no me tuvo delante, observándome cómo babeaba con su escote y esas putas tetas… Y luego, joder, recibió el mensajito de amor del pobre cornudo, ja, ja, ja…, ¡eso ya la activó del todo!

«Si me vuelves a llamar cornudo, te arranco la cabeza».

―Le dije que ese mono le sentaba impresionante y la niñata me contó que hacía tres años que no se lo ponía, que se lo compró para el bautizo de una prima y no sé qué más…, pero que había cogido cuatro kilos desde entonces y ya no le sentaba tan bien…, debía estar de puta coña, con esos cuatro kilos de más es cuando le encajaba como un puto guante…, ¡es que no podía estar más potente! Yo le dije que le quedaba perfecto no, lo siguiente…, y luego me confesó que un mono así no era muy cómodo para «ciertas cosas». Yo no comprendía a qué se refería, pensé que lo estaba diciendo para follar o algo así, pero no se refería a eso, sino a que…
―Es muy incómodo para ir al baño, cada vez que van se lo tienen que bajar entero ―afirmé.
―¡Exacto!, eso es lo que me confirmó. Yo no había caído, y en cuanto me dijo eso, uffff, enseguida se me vino a la cabeza la imagen de la niñata en los baños bajándoselo para echar un pis… No me digas que eso no te pone…
―No mucho, la verdad…
―Pues a mí me puso muy cachondo y fue el hueco que vi para entrarle otra vez…, lo que pasa es que se levantó un pelín de aire y yo notaba que Sara se estaba quedando fría; así que le propuse terminar la copa dentro del bar del hotel…, ya nos quedaba poquito, pero ella no tenía prisa y se sentó en uno de los taburetes, así cruzando las piernas…, ufffff, y con aquello ya me empalmé y me dije: «Tengo que ir a saco, la niñata me está pidiendo un pollazo a gritos».
―¿Y cómo le entraste?

Tenía que sacar fuerzas de flaqueza para hacer cada pregunta, para seguir escuchando, me agarraba a la silla y reprimía las ganas de matar a golpes al que había sido mi compañero de trabajo durante tantos años, que, ajeno a lo que pasaba, se regodeaba con la historia. Y yo no quería que llegara ese momento en el que Javier me contara cómo se había follado a mi novia.

Todo me daba vueltas. Pedí otro cóctel ya sin importarme dónde me encontraba ni en la resaca que iba a tener al día siguiente, y Javier hablaba y hablaba…

―Ya te lo dije antes, le entré con el puto mono…, aunque antes, por supuesto, y sin preguntarle, la invité a otra copa, que ella no rechazó…, hicimos un brindis y nos miramos a los ojos…, ¡estaba cachondísima y todavía no había hecho nada!

Muy bonito. Brindando con Javier el día de nuestro aniversario.

―Me acerqué a ella y le susurré en el oído: «Puede que para ir al baño sea un poco incómodo, pero…, si fuera tu pareja, me parecería muy excitante poder quitarte una prenda así, eso debe ser, uf…».
―Joder, ¿le soltaste eso? ¿Y ella qué respondió?
―Ja, ja, ja, nada, bajó la cabeza avergonzada, se ruborizó, y yo no la dejé escapar…, me acerqué más, esta vez poniendo la mano en su muslo y le dije: «¿Te lo imaginas?, ponerse detrás de ti frente a un espejo y bajar la cremallera muy despacio por la espalda, hasta que el mono caiga el suelo. ¿Te ha hecho eso tu novio, Sara?», y va y me suelta: «No hables de él», y yo, «¿Por qué, Sara?», y es cuando me saltó lo de «Ah, ahora te acuerdas de mi nombre, no me lo has llamado en todo el año». ¡Dios!, ahí la tenía otra vez, ¡cómo le ponía esa humillación y eso es lo que quería!, la niñata ya se me estaba ofreciendo para que la puteara, se mojaba enterita con eso, ja, ja, ja…

En ese momento odié a Sara con todas mis fuerzas. ¡¡¿¿Cómo podía ser tan PUTA??!!

―Y no se me ocurrió otra cosa que acercarme a ella, pasar una mano por su espalda y comenzar a jugar con la cremallera de su mono…, la bajé un centímetro y enseguida volvió a su sitio…, después me aparté sin decir nada más… y Sara me dejó hacer, incluso se quedó sorprendida porque me detuviera, lo podía notar en su cara y le dije algo así como, «pues ale, ya te he dado una idea de algo que puedes hacer con tu novio para celebrar vuestro aniversario». Y ahí me miró con odio, tío. Con mucho odio. Pensé que me había pasado con el puteo, pero insistí, quería encontrar su límite, si es que lo tenía, y le pregunté: «¿Sabe tu novio que ahora estás tomando una copa con tu jefe?», y todavía se enfadó más, me pidió que dejara de hablar de su chico, y fue entonces cuando saqué el móvil, «Seguro que le gustaría ver lo guapa que estás ahí sentada», y me dispuse a hacerle una foto.
―¿Y no te lo impidió?
―No quería, pero los dos sabíamos que yo había empezado ese juego de putearla y, aunque se hiciera la ofendida, es lo que le gustaba. Se lo pedí por favor, le dije que estaba muy guapa con ese mono y enseguida accedió, aunque me pidió por favor que no se la enseñara a nadie y fue cuando posó para mí, ¡uf, ahí sentada, con las piernazas esas cruzadas!, ¡y ya viste qué carita tenía! Me rogó varias veces que no se la enseñara a nadie y yo le dije: «Has salido muy guapa, ¿no quieres mandársela a tu chico?», ja, ja, ja, ¿te imaginas, Pablo, que el cornudo hubiera visto esa foto?, ja, ja, ja, ¿qué pensaría al tener una novia así de zorra?

Por un momento supuse que Javier sabía que el novio era yo y ahora al que estaba puteando era a mí, riéndose en mi propia cara. No podía ser casualidad que soltara todo eso sin darse cuenta de que yo era el cornudo al que se refería.

―Casi mejor que no la hubiera visto… ―dije abatido en mi silla.
―Le enseñé la foto y ella misma se vio la carita de «ganas de polla» que tenía, y entonces me volví a acercar y le murmuré en el oído: «Me encanta que estés celebrando conmigo tu primer aniversario» y otra vez acaricié la cremallera de su espalda, rozándola sutilmente con los dedos en la piel. Se le puso la carne de gallina, tío, mmmmmm…, y noté que temblaba de excitación, le di un beso en la mejilla y puse una mano en su cintura, y entonces fue cuando le solté la sentencia en su oído.

«¿Sabe tu novio lo que hay que hacer con una niñata como tú?».

Y ese fue el preciso instante en el que mi polla despertó bajo los pantalones. No podía creerme que, mientras Javier me relataba la infidelidad de mi novia, yo iba a quedarme sentado escuchándolo todo con una frialdad que me asustaba. Pensé que esta vez no me sucedería, era algo demasiado duro y devastador para mí. Una situación muy jodida, que me iba a dejar destrozado una buena temporada, y, sin embargo, y contra mi voluntad…

¡Mi polla se fue hinchando lentamente hasta alcanzar una erección completa!

Esa frase había sido demasiado fuerte y Javier hizo una leve pausa para degustar su old fashioned. El cabrón era bueno contando historias, lo hacía tan bien que podía visualizar la escena perfectamente, y ahora allí estaba él, pegado a mi novia, susurrándole al oído y con una mano en su cintura.

Ya había hecho el trabajo duro. Solo tenía que llevársela a la habitación del hotel y follársela, pero ahora yo quería saber más. Una vez que fui asumiendo que iba a perder a Sara necesitaba conocer todos los detalles de su encuentro, en un morbo insano del que me avergonzaba.

Así que lo apremié para que continuara hablando.

―Ya la tenías a tu merced… ¿Y qué te dijo?
―¿Tú qué crees?
―Nada, se quedaría callada…
―Error, la muy zorra no solo quería que la humillara a ella, yo creo que también le ponía que lo hiciera con su novio…, y va y me contesta en bajito a mi pregunta: «No», ja, ja, ja, ahí ya era el dueño de la situación, podía decirle lo que me diera la gana, que ya sabía que a ella no le iba a molestar, más bien al contrario, cuanto más la puteaba, más cachonda se ponía, aunque a esas alturas de lo mojada que estaba seguro que ya había traspasado la tela del tanguita y había empapado el mono también…
―¡Joder!, y tal como eres, seguro que la hundiste todavía más…
―Ja, ja, ja, ¡qué bien me conoces, Pablo!, pues sí, insistí con eso, «Así que tu novio no sabe lo que hay que hacer con una niñata, ¿eh?», y ella me pidió en bajito que no siguiera hablando de él y me dio hasta un poco de pena, ¡pobrecito cornudo!

Y la polla me palpitó bajo los pantalones. Ya la notaba babeando, nerviosa y descontrolada y, en cuanto llegara a la habitación, no iba a tener más remedio que aliviarme. Le di un buen trago a mi old fashioned, que debía ser distinto al de Javier, porque a mí me sabía a rayos, y después otro y otro más, hasta que lo apuré.

―Tranquilo, Pablo, que esto hay que disfrutarlo, te lo bebes como si fuera agua… ―Levantó las manos y chasqueó los dedos para llamar al camarero―. Dos más de lo mismo ―pidió mostrándole la copa vacía y sin tan siquiera mirarlo a la cara cuando el chico llegó hasta nuestra mesa.

Era todo muy turbio, allí sentado con Javier, escuchando sus burradas, con una erección que cada vez me molestaba más y ya me costaba articular palabra, fruto del alcohol y de los nervios que se me acumulaban en el estómago, como si estuviera a punto de devolver. Y al que se le había soltado la lengua era a Javier, que en cuanto probó su nuevo cóctel, se relamió los labios y siguió hablando.

―Si te digo la verdad, me parece acojonante que el novio de esta tía no se dé cuenta de que lo que necesita es que le den caña, pero caña caña…, a esta le pone que la traten de puta para arriba, ja, ja, ja, el novio debe ser el típico guaperas de gimnasio que se pasa el día viendo el TikTok, como si lo estuviera viendo, mucho musculito y se correrá en menos de cinco minutos. ¿Cómo puedes estar un año con una zorra así y no saber lo que le pone cachonda?

En cuanto dijo eso, me hizo pensar. Tenía razón en parte, llevábamos un año saliendo y habíamos echado unos señores polvazos y si yo lo comparaba con lo que hacía con mi ex, creo que mi vida sexual había mejorado bastante, pero, joder, ¿a quién pretendía engañar?, la mayoría de las veces me corría en un suspiro y dejaba a Sara a medias. Ella era la que me dominaba y siempre se me ponía encima hasta que terminaba, seguíamos utilizando preservativo un año después y Sara nunca había visto mi polla lo suficientemente atractiva como para agacharse y chupármela.

No podía decir que fuéramos unos salvajes en la cama, pero yo pensé que Sara estaría satisfecha. Para un tío, lo peor que puede haber es descubrir que su novia no disfruta en la cama con él. Y mientras Javier seguía hablando, me pegó una bofetada de realidad.

―Entonces le dije: «Es una pena que tengas novio y hoy no podamos hacer nada, porque me apetecía bastante follarte», luego me separé de ella para observar su reacción…, seguía con la cabeza agachada y la levantó con timidez, me miró a los ojos, pero no soltó palabra, no hacía falta…, ¡su cara lo decía todo! Y otra vez me incliné a su oído y le solté: «Porque, claro, en un día tan especial como hoy, no querrás ponerte conmigo a cuatro patas en medio de la cama, ¿no?».
―¡Qué hijo de puta eres!
―Ja, ja, ja, lo sé.

«Podías haberte muerto de un puto infarto en ese momento».

―Y entonces me arriesgué, y mucho… ―siguió Javier.
―¿Y eso?
―Pues porque después de decir eso Sara se quedó en silencio y, como habíamos terminado la copa, ella se puso de pie sin decir nada y nos subimos a las habitaciones. Yo no sabía qué es lo que pasaba y decidí que fuera la niñata la que propusiera algo…, pero no lo hizo y, al final, nos despedimos en el pasillo con un «buenas noches» y cada uno entró en su habitación.
―¿Entonces, no te la follaste?, yo pensaba que… ―comencé a decir emocionado, visualizando un mínimo de esperanza.
―Shhh, no corras, Pablito, que ahora viene lo mejor. Entré en mi habitación y me senté en la cama, no te voy a engañar, estaba bastante excitado, ¡¡es que la niñata está muy buena!! y tenerla allí delante, temblando, cachonda, con esas tetazas que no podía dejar de mirar, y sabiendo que me la iba a volver a calzar, pues me había alterado un poquito…
―¿Y qué hiciste?
―Nada, esperar confiado. Estaba convencidísimo de que ella iba a presentarse en mi habitación. Tenía cero dudas. Se lo podía haber comentado en el pasillo y ella hubiera accedido, pero me gustaba más así, haciendo que fuera ella la que me llamara, la que se rebajara…, ¡eso todavía me ponía más cerdo!, jo, jo, jo…

En ese momento lo odiaba con todas mis fuerzas. «Desde luego que eres un puto cerdo, eso no lo dudes».

―Pasaron dos minutos, tres, cuatro… y yo me iba poniendo más nervioso, me había jugado un órdago y ya no me podía echar para atrás e ir a su habitación; así que solo podía esperar, incluso llegué a pensar que la había cagado por idiota, quizás tensé tanto la cuerda que se rompió, y de repente… ¡el móvil se iluminó!, me entró un whatsapp y respiré aliviado cuando vi que era ella. ¡Menos mal!, lo abrí y… ¿sabes lo que me escribió?
―No, pero cualquier cosa me espero…
―Nada, ni una palabra, solo me mandó una foto…
―¿Una foto de Sara…?, ¿desnuda?…
―No, algo todavía mejor, era la foto de… ¡un espejo!, el que había en la habitación. ¡La muy puta me mandó la foto del espejo de su habitación!
―¡¡Joder!!
―Sí, eso pensé yo, joder, la niñata va muy fuerte hoy, era evidente lo que me estaba sugiriendo, ¿no?
―Sí, claro…
―Me acababa de invitar a ir a allí sin escribir ni una sola palabra, fue muy sutil y me gustó que lo hiciera así. Y nada, me retoqué un poco el pelo, dejé la americana sobre mi cama y salí al pasillo hasta su habitación, al llegar tenía la puerta abierta y pasé dentro sin llamar… ―E hizo otra de sus pausas dándole un trago a su copa.
―¿Y…? ―pregunté impaciente.
―Ahí estaba, esperándome, de pie frente al espejo, con los zapatos puestos, y las manos en la cintura en forma de jarra, ¡uffff, fue demasiado encontrármela así! Cerré la puerta, avancé unos pasos y me puse detrás. No dijimos nada, solo nos miramos a través del espejo y acto seguido comencé a deslizar la cremallera de su mono, como antes le había sugerido, lo hice despacio, sin prisa, notaba su cuerpo temblar, la niñata estaba muy nerviosa, pero cachonda, je, je, je…, y después aparté los tirantes por sus hombros y se los fui bajando; primero aparecieron sus tetazas, buaaaah, ¡son enormes!, qué tetas tiene…; y luego el tanguita blanco y su culo, es tan carnoso que dan ganas de morderlo, pero me contuve y seguí hasta los pies. Ella misma se sacó el mono para no pisarlo y se quedó desnuda sin moverse, con los brazos en jarra.
―¡Guau!
―Pero seguía muy altiva, como diciendo, «mira, qué buena estoy» y primero le sobé los melones así, con desgana, de manera vulgar, ja, ja, ja, y pasé una mano por su espalda para jugar con su pelo y sin que se lo esperara le pegué un tirón seco, puso cara de dolor, y le dije: «Esa chulería de niñata te la quito yo en un segundo, anda, ahórrame el esfuerzo y bájate la porquería esa que tienes metida por el culo»…, y se agachó para quitarse el tanguita, ahora sí que la tenía desnuda del todo, mmmmmm. Es muy indecente la niñata, con esas tetas enormes y el coño depilado como si fuera una niña, ¿cómo cojones se me exhibía así?
―Desde luego…
―Le ordené que se diera la vuelta y nos quedamos frente a frente. Puse una mano en su mejilla y la otra en la cintura y me incliné de puntillas para darle un beso en la boca, quería morreármela, tío…
―¿Y te dejó…? ―pregunté, aunque ya me daba igual la respuesta.
―Por supuesto, no solo me dejó, sino que esta vez le puso ganas, mmmmm, la zorra me agarró por el pelo y me metió la lengua hasta la campanilla, uffff, iba pasadísima…, gimoteaba mientras nos comíamos la boca y yo le sobé el culo a lo bestia… Tenía prisa por sacarme la polla y ella misma me desabrochó el pantalón, yo dejé que lo hiciera y, en cuanto la tuvo en la mano, me empujó y caí sentado en la cama…, pensé que se me iba a poner encima, porque vino directa hacia mí, pero… no, pasó por mi lado y se subió directa a la cama y…, joder, ¡la niñata se me puso a cuatro patas!
―¡Menuda guarra! ―comenté.
―Ni que lo digas, imagínatela, con lo buena que está ahí, a cuatro patazas, con las piernas abiertas, los tetones colgando y ofreciéndome su culo, tirando de su glúteo hacia fuera sin decir nada, solo ronroneando como una zorrita…, ¡es que era la hostia!
―Y ahí ya te la follaste…
―No, tío, quería putearla un poquito más, mmmmm, es que eso era lo que más me ponía, hacer que se rebajara, y yo ni me giré…, la tenía detrás de mí y seguí sentado, con la polla en la mano y fue cuando le dije: «Ya sabes que antes de follar me gusta que me hagan una buena mamada», ja, ja, ja…
―¿Y te la hizo…? ―pregunté como un idiota sabiendo ya la respuesta.
―¿Tú que crees, Pablito? Lo mejor fue el cómo, se dio la vuelta y vino gateando hasta mí, sin bajarse de la cama, y tal y como estaba, se agachó y, mmmmmm, ¡qué rico!, ¡¡se la metió en la boca sin pestañear!!

Un año. Más de un puto año con ella y no había hecho ni el amago de obsequiarme con una felación. Y al cerdo de Javier se la comía en cuanto lo tenía delante. Fue imaginarme a Sara a cuatro patas en la cama, detrás de Javier y chupándole la polla como una fulana y sentí una excitación que me empezaba a desbordar. Notaba las palpitaciones de mi miembro bajo la ropa interior y ya era imposible que pudiera relajarme, porque Javier no me daba un segundo de respiro y seguía hablando.

Y cada frase era más fuerte y soez que la anterior.

―Le tuve que pedir que se calmara, joder, chico, ¡qué manera de comérmela!, parecía que llevaba siglos sin chupar una polla, ja, ja, ja…, me la sujetaba con una mano y movía la cabeza de arriba abajo para tragársela entera, ufffff, ¡qué ganas le ponía el muy zorrón! A mí me gustan las mamadas más sutiles, pero creo que la niñata ya no estaba para sutilezas… Solo se la sacó una vez de la boca para suplicarme…
―¿Para suplicarte que te la fo…?
―No, para que no terminara, me lo pidió con esa vocecita, casi susurrando, que me puso todavía más burro, «No te corras», y yo le dije que continuara un poco más, que estuviera tranquila, que podía aguantar… Dejé que siguiera y estuve unos minutos acariciando su pelo, más que nada para guiar su mamada; tampoco podía tocar otra cosa, pues ella estaba detrás…, pero a mí lo que me apetecía en ese momento era follármela… y la levanté tirándola del pelo. Nos dimos otro morreo y fue cuando le dije: «Ahora sí te voy a follar», creo que hasta se le escapó un gemido y se volvió a poner a cuatro patas, sumisa, en medio de la cama…
―Se te estaba ofreciendo…
―Ni que lo digas, Pablo, y ¿sabes una cosa?, me puse detrás de ella y en cuanto la vi me acordé de ti…
―¿De mí…?, y…, y… ¿eso? ―tartamudeé pensando que me había descubierto y se había dado cuenta de que yo era el novio de Sara.

Pero otra vez me volví a equivocar.

―Sí, de una cosa que me dijiste hace tiempo, que cuando estaba así de cachonda seguro que esta era de las que se dejaba encular, ja, ja, ja, ¿te acuerdas?
―Eh, sí, claro… No me digas que…
―Y me dije: «¿Por qué no intentarlo?, tiene un culo de puta madre, y está chorreando…». Me situé detrás, sujetándola por la cintura, la acerqué al coñito y se la restregué un par de veces…, tenía que jugar más con ella, no podía llegar y, zas, metérsela por el culo de primeras…, ¡eso no funciona así, Pablito!
―¿Y cómo lo hiciste?
―Pues me incliné sobre su espalda y le pregunté por su novio, quería saber si iba a quedar con el pobre cornudo al día siguiente.

Otra vez mi polla volvió a palpitar, esta vez con mucha más fuerza.

―¿Y qué te dijo?
―Que sí, ja, ja, ja, que iba a quedar con él para celebrar su aniversario, me comentó que saldrían a cenar o algo por el estilo, tampoco me acuerdo mucho, yo también estaba, ufffff, imagíname recostado sobre su espalda, sobando sus melones, a punto de metérsela y ella ronroneando, moviendo las caderas, suplicándome que me la follara y diciéndome que al día siguiente tenía cena con el cornudito, ja, ja, ja… Entonces fue cuando apuntillé: «Hoy es un día muy señalado y en los días señalados es cuando se hacen las cosas especiales, ¿sabes lo que quiero decir?» y me agarré la polla y se la restregué por el culito. ¡Te lo juro, tío, que pegó un gemido como si se la hubiera metido!
―¡¡Dios mío!!
―Pero no me contestó, solo jadeaba la muy puta, y yo seguía frotándola contra su pequeño agujerito, mmmmmm, e insistí, no se lo tenía que pedir, ella era mi sumisa, se lo iba a ordenar y punto, y la niñata lo tendría que aceptar, le gustara o no…, y con seguridad afirmé: «Te voy a follar por el culo, y mañana, cuando quedes con el cornudo, te acordarás de mí, porque te va a doler al sentarte mientras cenas con él, pero será un dolorcito muy rico», ja, ja, ja… Pensé que se enfadaría, o que al menos se haría de rogar un poquito, pero ella solo podía suspirar y me llamó por mi nombre, «Javier, aaaah, aaaaah, nooo…», intentó negarse, pero no podía ni hablar la puta de ella, ja, ja, ja… Y yo le dije: «¿Qué pasa, es que no quieres?», y afirmó con la cabeza, «Vale…, fóllame por donde quieras».

Un año de relación conmigo tirado por la borda. Se había aguantado lo que había podido, pero una vez que ya había cedido parecía que todo le daba igual. Se le habían desatado los siete infiernos y estaba dando rienda suelta al deseo acumulado durante todos estos meses. Con el morbo añadido de que me estaba siendo infiel, ¡justo en nuestro primer aniversario!

Mi cara debía de ser un poema, escuchando cómo Javier estaba a punto de sodomizar a Sara. Y ya quería que lo hiciera. Quería saber cómo le había clavado la polla por el culo, cómo había hecho gritar a mi novia y yo no paraba de temblar, casi igual de excitado que ellos en esa noche de abandono y lujuria.

―Tenías que ver cómo le colgaban los labios vaginales y lo húmedos que estaban, ¡chorreaba literalmente!… Y antes de empezar le pregunté: «¿Tu novio te da por el culo, nena?, porque tienes un trasero de puta de lujo»… Y ¿sabes lo que me contestó?
―Que no… ―contesté con mi información privilegiada.
―¡Exacto!, ja, ja, ja, ¿te lo puedes creer?, ¿qué clase de capullo tiene una novia así y no le rompe el culo?

Ya hacía tiempo que no me importaban sus insultos, ni tan siquiera me molestaban, más bien al contrario, esa humillación por parte de Javier me estaba volviendo loco, tanto que por un instante llegué a dudar si confesarle que yo era el imbécil del novio.

―Y debía tener razón, porque le metí un dedito y, uffff, ¡qué apretado lo tenía!, joder, tío, no le pegaba nada, ese culazo grande, redondo, carnoso y, sin embargo, tan estrecho, cerrado como el de una princesita, mmmmmm…
―¿Y Sara qué decía?
―De momento nada, solo se dejaba penetrar por mi dedo y ronroneaba, ah, y también se acariciaba el coño, eso me gustaba…, que ella misma se tocara…
―¿Le comiste el culo?
―No, dejé caer un salivazo entre sus glúteos y seguí jugando con el dedo, le pregunté que cuándo fue la última vez que alguien se lo había hecho por detrás… y ella me dijo que «hacía mucho»…; por lo que deduje que no era virgen, así que tampoco se lo quise trabajar más, me decepcionó un poco, porque llegué a pensar que ese culo no se lo habían estrenado..., pero ya después fui bastante directo, se la puse a la entrada y la avisé, «Allá voy», y la niñata se tensionó, mmmmm, se le cerró el culo, apretó los glúteos y yo le pedí que se relajara… y fui empujando, despacio…, Sara respiraba en profundidad, tomando aire en cada bocanada y yo seguí, forzando su entrada…, y ella gemía, gritaba, movía las caderas, pero poco a poco fue entrando, ese culo se la tragó sin pestañear, mmmmmm, joder, Pablito, y en un par de minutos, ¡¡la tenía clavada hasta el fondo de su ojete!!

Primero fue un ligero temblor de pies y manos.

―Y después agarré sus caderas y plas, plas, folladón a lo bestia, pero sin cortarme un puto pelo, ¡no veas cómo chillaba!, ja, ja, ja….

Luego el estómago.

―Y ella me pedía más y más…, me decía: «Dame por el culo, dame por el culo» y yo me volví loco, reconozco que me pasé, tío, la agarré del pelo, le solté azotes, hasta le pegué un escupitajo en toda la cara, fue todo muy, no sé…, demasiado pasados de vueltas… Aunque tenía que frenar de vez en cuando, era imposible resistir ese ritmo, y me encantaba cuando se lo hacía despacito y yo miraba hacia abajo y veía desaparecer mi polla en ese culilo perfecto, me recreaba en llegar hasta el final, aplastando sus glúteos con mi panza, mmmmmm, ¡qué gozada!, y ella gimoteaba, agradeciéndome esos descansos, pero preparándose para un nuevo acelerón… y después otra vez me gritaba: «Más, máááás», tengo sus putos chillidos metidos en la cabeza… ¡Y no veas qué cara ponía!, se mordía los labios y miraba hacia atrás para que la viera bien…, ¡no podía ser más puta!

Se me tensaron los glúteos. Entonces ocurrió, un ligero temblor fue el inicio de mi propio orgasmo mientras Javier seguía hablando sin darse cuenta de lo que sucedía.

―¡¡Eso fue un polvazo, Pablito!!, ¡más de veinte minutos reventándole el culo! Ella se corrió por lo menos dos veces o tres y cuando me oyó gruñir, para que no me vaciara dentro, me pidió que la avisara, y en cuanto lo hice, se giró como una serpiente, se tumbó en la cama bocarriba y se metió mis huevos en la boca. Me quedé en estado de shock, no me lo esperaba, ¡no me habían hecho esa guarrada en la vida!, y me dijo: «Córrete en mi cara»; me dio igual porque, aunque no me lo hubiera dicho, ya se me estaba escapando todo…, y el primer lefazo salió volando entre sus tetas, pero luego eché el culo hacia atrás y le regué toda la carita, la frente, la nariz, la boca, ¡todo!

Cuatro, cinco, seis disparos, con una intensidad fuera de lo normal. Yo también me estaba corriendo en los calzones, casi a la vez que ellos, casi a la vez que Javier eyaculaba sobre mi novia.

¡¡En su cara!!

―Tendría que hacer memoria para recordar un folladón mejor que ese ―afirmó Javier―. Desde luego que por el culo ha sido el mejor de mi vida, porque el trasero de la niñata es de diez, perfecto, estrechito, pero luego me sorprendió y se abrió de maravilla, lo tenía calentito, elástico…, ¡una delicia!… Después me senté en la cama y ella se dio la vuelta con la cara cubierta con mi corrida. Tío, ¡menuda imagen!, y… ¿sabes lo que me dijo?
―No…
―Que no me fuera, me lo suplicó: «No te vayas todavía, quédate un rato más, por favor», «Espera a que me limpie y luego puedes hacerme lo que quieras, ¿vale?», volvió a decirme. Era a-co-jo-nan-te, porque tú ya sabes que a mí las putas me gustan solo para follármelas una vez, pero la niñata es categoría especial… Le ordené que se fuera al baño…, no me gustaba verla así…, ya me parecía demasiado vulgar…

Con mi propia corrida bañándome las pelotas y sintiendo la humedad por mi vello púbico, lo normal hubiera sido largarme deprisa a la habitación, una vez que ya me había corrido, pero a mí no me pasó eso, quería saber más.

¡Quería saberlo todo!

Javier ya se estaba terminando la copa, por desgracia, pensé que me contaría el final de manera atropellada y luego nos iríamos a dormir, pero esa noche no tenía ninguna prisa. Si yo estaba medio borracho, Javier iba por el mismo camino.

―¿Nos tomamos otra? ―pregunté con voz pastosa―, y me cuentas lo que le hiciste luego a la niñata…
―Me parece bien…, porque lo que viene…, ¡uf!, ¡no tiene desperdicio!
 
Capítulo 36




No pude ni subir con él en el ascensor. Me inventé deprisa que tenía que hacer una llamada de teléfono y salí del hotel para que me diera el aire cuando ya comenzaba a hiperventilar.

Con el corazón latiendo a toda velocidad y un temblor descontrolado de manos, estaba teniendo un ataque de ansiedad. En un segundo, mi idílica vida se acababa de derrumbar, y yo me maldecía por mi mala suerte.

¡Otra vez no!

Bueno, para ser preciso, aquello no era mala suerte. Aquello era una «hijoputez» muy grande por parte de Sara, que después de un año me había vuelto a poner los cuernos con Javier, precisamente en nuestro primer aniversario, es que no podía ser más retorcida la muy zorra, y no solo eso, es que al día siguiente habíamos quedado para cenar y ella se había comportado con toda la naturalidad del mundo.

¡No tenía ningún cargo de conciencia por lo que me había hecho!

Yo no le había notado nada extraño, cenamos como dos enamorados, nos dimos los regalos y terminamos acostándonos en mi casa. Y no habían pasado ni 24 horas desde que Javier se la había follado en su último viaje. ¡Es que era increíble!

¡Era una auténtica HIJA DE PUTA con mayúsculas!

Con el paso de los minutos, me fui calmando y justo, en ese preciso instante, Sara me llamó. Aunque ya se me había pasado el ataque de ansiedad, no me encontraba en condiciones de contestar; así que por esa noche apagué el móvil y subí a la habitación para intentar descansar.

Y digo a intentar porque, naturalmente, me fue imposible. Había pasado de un estado de euforia por mi relación con Sara y el nuevo trabajo a hundirme en la miseria por completo. De cien a cero en un chasquido de dedos. Todavía no sabía nada de lo que había pasado entre el jefe y mi chica, pero al día siguiente tendría que soportar por boca de Javier el relato de su encuentro íntimo… y actuar como si no me importara lo más mínimo.

¡Iba a ser un jodido suplicio! ¡La mayor de las torturas!

O me tomaba un par de vinos durante la cena para poder aguantarlo, o me derrumbaría por completo durante el monólogo que me esperaba. A Javier no le gustaba escatimar en detalles y la noche siguiente me tocaría escuchar ni más ni menos cómo se había follado a Sara, aderezado, además, con su tono arrogante y tratando de manera despectiva y machista a mi novia.

Por la mañana le mandé un mensaje a Sara diciéndole que me había quedado dormido muy pronto y disculpándome por no haber cogido su llamada. No quería que sospechara nada y tenía que comportarme con normalidad.

La auditoría se me hizo eterna y yo ya estaba deseando regresar al hotel para conocer cuanto antes lo que había pasado entre Sara y Javier. Eso sí, antes de bajar a cenar la llamé y estuvimos hablando casi media hora, y no noté nada raro en su voz, Sara seguía siendo la misma de siempre.

No podía ser que me hubiera hecho lo que Javier había insinuado y que se siguiera comportando así. O era una actriz muy buena, o es que no tenía sentimientos.

Pasé por la cafetería del hotel antes de entrar al buffet y me tomé un par de vinos, sabía que los iba a necesitar, y cuando bajó Javier a cenar, no puedo decir que ya estuviera borracho, pero con el estómago vacío los dos vinos me cayeron en el estómago como una bomba.

Durante la cena dimos buena cuenta de una botella entre los dos, según Javier, teníamos que despedirnos a lo grande en nuestra última auditoría juntos. Hubiera estrangulado a ese tío con el que compartía mantel, me daban asco sus manos, sus dedos, su boca, su pelo. Solo con pensar que había tocado a Sara se me hacía un nudo en el estómago.

Y, sin embargo, yo le obsequiaba con la mejor de mis sonrisas, como si fuéramos dos colegas celebrando la champions de nuestro equipo. Enseguida se levantó de la mesa para que le acompañara hasta la cafetería del hotel. El muy cabrón tenía prisa por contarme lo de Sara. Eso era lo que más le gustaba, pavonearse por haberse follado al pibón del trabajo.

A la jovencita de veintiséis años.

Lo que no sabía es que esa niñata de la que iba a empezar a hablar en plan machirulo era mi novia desde hacía un año.

Aquello no podía soltármelo rápido en la barra medio sentado en un taburete, qué va, esa historia era de las que había que tomar asiento en una buena silla, en una mesa apartada y degustando su old-fashioned. Yo odiaba ese cóctel, pero, para martirizarme un poco más, me pedí otro para mí.

Total, ya empezaba a ir muy pasado y me daba lo mismo con lo que emborracharme. Solo quería cerciorarme de que lo que me había insinuado la noche anterior era cierto. En cuanto me confirmara que había hecho algo con Sara, ya era absurdo continuar aguantando esa mierda.

Se recostó en la silla después de probar su copa y dejarla en la mesa. Solo le faltó sacarse un puro. Se me hacía extraño verlo sin corbata, llevaba la camisa blanca desabrochada, americana y se repeinó el pelo hacia atrás con la mano antes de comenzar a hablar.

―Pues sí ―dijo metiendo dos dedos por la base para dar unas vueltas a su copa―, la niñata volvió a caer la semana pasada… Lo que no sabía es que tenía novio…, ¿tú estabas enterado?, como pasas tanto tiempo con ella…

Me puse rojo de la vergüenza. Aunque no podía verme en el espejó, noté cómo me subían los calores por las mejillas. Carraspeé intentando ganar unos segundos, meditando la respuesta y quise contestar con seguridad para no delatarme.

―Sí, lleva unos meses con un chico…
―Me dijiste una vez que salía con un guaperas, un tío con pinta de surfista, ¿no?
―Pero eso fue hace tiempo, ya no está con él…, ahora tiene a otro…
―Joder, cambia más de novio que de bragas, ja, ja, ja…, y no me extraña, ¡menudo vicio tiene!…, bueno, con este debe llevar un año, porque me dijo que era su primer aniversario…, y yo que me alegro, ja, ja, ja…, ¡lo celebramos por todo lo alto!

Esto iba a ser peor de lo que pensaba. Apreté los puños con fuerza unos segundos y después los solté intentado liberar un poco de tensión. Le di un buen trago al cóctel y me senté con las piernas relajadas, casi estiradas, tan solo cruzando los pies por debajo de la mesa.

Como Javier no terminaba de arrancar, fui yo el que lo apremió para que comenzara a hablar.

―Así que bien con Sara, eh…
―¡Uf, demasiado, Pablito!, lo del otro día fue demasiado…, mira, un adelanto… ―me dijo encendiendo el móvil y pasándomelo para que viera una foto.

¡Era Sara! ¡¡El muy cerdo tenía una foto de mi novia en su móvil!!

Me fijé en la parte de arriba y así pude saber la fecha y hora a la que estaba hecha. 28 de febrero, 00:34.

¡No podía ser!, media hora antes Sara había estado whatsappeando conmigo y me había dicho que estaba en la cama. Me había mentido descaradamente. Aunque eso para ella debió ser un juego de niños, si ya tenía pensado acostarse con Javier, lo de mandarme el mensaje no fue más que una nimiedad.

Estuve unos segundos mirando la foto. Sara llevaba un mono entero de color azul marino, una prenda que yo no conocía, muy elegante, pantalón largo, tirantes finos y escote pronunciado. Lo veía apropiado para ir a una boda o un evento similar, pero para cenar con Javier en el hotel me parecía demasiado.

Apenas se había maquillado, el pelo lo llevaba suelto y salvaje y se le habían subido los calores. Esos coloretes la delataban, pero lo que más me impresionó fue la cara que tenía Sara en la foto.

La pequeña caída de ojos y la boca entreabierta transmitían su grado de excitación. Estaba a punto de ponerme los cuernos y se percibía con claridad lo cachonda que se encontraba. No sé qué habría pasado antes para que Sara se dejara hacer esa foto, pero era evidente que en ese instante ya estaba sometida a Javier.

Aquella foto era la confirmación de su sumisión.

―¿Has visto que cara, tío?, ahí ya su coñito estaba dando palmas con las orejas, ja, ja, ja…
―Sí, se nota…
―Pero bueno, hasta llegar a ese punto, me la tuve que trabajar, no te creas que fue tan fácil.
―Me supongo… Venga, empieza, que me tienes en ascuas ―lo apremié cuando ya llevaba el cóctel por la mitad.
―Vale, impaciente, ja, ja, ja…, pues estuvimos en el hotel de siempre en Sevilla, ya sabes, el que tiene una terracita de la hostia para cenar ―me explicó comenzando por fin su relato.
―Sí…
―Le dije a Sara que el hotel era de cinco estrellas, por si quería bajar arreglada y va y se me presenta así…
―Sí, quizás pensó que…
―Me puse muy bruto en cuanto la vi, llevaba unos meses que ya había desistido de intentar nada con ella, pero me dije que esa noche no se me escapaba, ¡daban ganas de arrancarle ese mono a mordiscos!

«Imbécil».

―Cenamos de maravilla, como siempre, y hacía muy bueno para estar a últimos de febrero, así que le propuse tomar una copita allí…, todavía era pronto.
―Y aceptó.
―Por supuesto…, luego estuvimos hablando de trabajo y de repente le entró un mensaje en el móvil. Eso fue el detonante de todo.
―¿Y eso?
―Pues porque le escribió el novio, eran justo las doce y debía ser su aniversario, ja, ja, ja, ¿te lo puedes creer?

«Te voy a matar, hijo de la gran puta».

―Le pregunté quién le escribía y ella me lo confirmó, así que luego le dije que no sabía que tenía novio y entonces fue cuando me soltó lo de que ese día hacían un año juntos…, bueno, pues le deseé suerte, que les fuera muy bien y que ese chico era muy afortunado por estar con una chica como ella, y me contestó con un simple «gracias». Seguía igual de seca que las últimas veces, no me daba pie a nada.
―Lógico, si tenía novio…
―A estas les da igual eso, cuando tienen ganas de follar, se olvidan hasta de su padre, ja, ja, ja…, ¿y sabes una cosa?
―Dime…
―Ahora me acuerdo, cuando me la tiré la primera vez, que te dije que ese tipo de zorras no me gustaban porque me parecían muy interesadas y tal.
―Sí.
―Pues con Sara me equivoqué…
―¿Y eso?
―No sé, fue una intuición que tuve en su momento, pero esta no se acostó conmigo por conseguir trabajo, no, no…, lo hizo porque le daba morbo, le daba mucho morbo ponerle los cuernos a su pobre novio. Y el otro día…, ¡me di cuenta de que quería lo mismo!
―Eh…
―Sí, tío, es como si fuera un reto para ella el poderse resistir, pero cuanto más la fastidie y más consecuencias acarreé su engaño, más cachonda se pone. Y el otro día…, ¡era su puto día especial!, su primer aniversario… y eso la tenía encendidísima, quería resistirse, hacerse la digna, pero estoy convencido de que, en cuanto salió de la ducha, ya sabía que no iba a poder resistirse a caer en la tentación esa noche…, quizás hasta ya viniera con la idea de casa, por eso trajo ese mono, pero hasta que no me tuvo delante, observándome cómo babeaba con su escote y esas putas tetas… Y luego, joder, recibió el mensajito de amor del pobre cornudo, ja, ja, ja…, ¡eso ya la activó del todo!

«Si me vuelves a llamar cornudo, te arranco la cabeza».

―Le dije que ese mono le sentaba impresionante y la niñata me contó que hacía tres años que no se lo ponía, que se lo compró para el bautizo de una prima y no sé qué más…, pero que había cogido cuatro kilos desde entonces y ya no le sentaba tan bien…, debía estar de puta coña, con esos cuatro kilos de más es cuando le encajaba como un puto guante…, ¡es que no podía estar más potente! Yo le dije que le quedaba perfecto no, lo siguiente…, y luego me confesó que un mono así no era muy cómodo para «ciertas cosas». Yo no comprendía a qué se refería, pensé que lo estaba diciendo para follar o algo así, pero no se refería a eso, sino a que…
―Es muy incómodo para ir al baño, cada vez que van se lo tienen que bajar entero ―afirmé.
―¡Exacto!, eso es lo que me confirmó. Yo no había caído, y en cuanto me dijo eso, uffff, enseguida se me vino a la cabeza la imagen de la niñata en los baños bajándoselo para echar un pis… No me digas que eso no te pone…
―No mucho, la verdad…
―Pues a mí me puso muy cachondo y fue el hueco que vi para entrarle otra vez…, lo que pasa es que se levantó un pelín de aire y yo notaba que Sara se estaba quedando fría; así que le propuse terminar la copa dentro del bar del hotel…, ya nos quedaba poquito, pero ella no tenía prisa y se sentó en uno de los taburetes, así cruzando las piernas…, ufffff, y con aquello ya me empalmé y me dije: «Tengo que ir a saco, la niñata me está pidiendo un pollazo a gritos».
―¿Y cómo le entraste?

Tenía que sacar fuerzas de flaqueza para hacer cada pregunta, para seguir escuchando, me agarraba a la silla y reprimía las ganas de matar a golpes al que había sido mi compañero de trabajo durante tantos años, que, ajeno a lo que pasaba, se regodeaba con la historia. Y yo no quería que llegara ese momento en el que Javier me contara cómo se había follado a mi novia.

Todo me daba vueltas. Pedí otro cóctel ya sin importarme dónde me encontraba ni en la resaca que iba a tener al día siguiente, y Javier hablaba y hablaba…

―Ya te lo dije antes, le entré con el puto mono…, aunque antes, por supuesto, y sin preguntarle, la invité a otra copa, que ella no rechazó…, hicimos un brindis y nos miramos a los ojos…, ¡estaba cachondísima y todavía no había hecho nada!

Muy bonito. Brindando con Javier el día de nuestro aniversario.

―Me acerqué a ella y le susurré en el oído: «Puede que para ir al baño sea un poco incómodo, pero…, si fuera tu pareja, me parecería muy excitante poder quitarte una prenda así, eso debe ser, uf…».
―Joder, ¿le soltaste eso? ¿Y ella qué respondió?
―Ja, ja, ja, nada, bajó la cabeza avergonzada, se ruborizó, y yo no la dejé escapar…, me acerqué más, esta vez poniendo la mano en su muslo y le dije: «¿Te lo imaginas?, ponerse detrás de ti frente a un espejo y bajar la cremallera muy despacio por la espalda, hasta que el mono caiga el suelo. ¿Te ha hecho eso tu novio, Sara?», y va y me suelta: «No hables de él», y yo, «¿Por qué, Sara?», y es cuando me saltó lo de «Ah, ahora te acuerdas de mi nombre, no me lo has llamado en todo el año». ¡Dios!, ahí la tenía otra vez, ¡cómo le ponía esa humillación y eso es lo que quería!, la niñata ya se me estaba ofreciendo para que la puteara, se mojaba enterita con eso, ja, ja, ja…

En ese momento odié a Sara con todas mis fuerzas. ¡¡¿¿Cómo podía ser tan PUTA??!!

―Y no se me ocurrió otra cosa que acercarme a ella, pasar una mano por su espalda y comenzar a jugar con la cremallera de su mono…, la bajé un centímetro y enseguida volvió a su sitio…, después me aparté sin decir nada más… y Sara me dejó hacer, incluso se quedó sorprendida porque me detuviera, lo podía notar en su cara y le dije algo así como, «pues ale, ya te he dado una idea de algo que puedes hacer con tu novio para celebrar vuestro aniversario». Y ahí me miró con odio, tío. Con mucho odio. Pensé que me había pasado con el puteo, pero insistí, quería encontrar su límite, si es que lo tenía, y le pregunté: «¿Sabe tu novio que ahora estás tomando una copa con tu jefe?», y todavía se enfadó más, me pidió que dejara de hablar de su chico, y fue entonces cuando saqué el móvil, «Seguro que le gustaría ver lo guapa que estás ahí sentada», y me dispuse a hacerle una foto.
―¿Y no te lo impidió?
―No quería, pero los dos sabíamos que yo había empezado ese juego de putearla y, aunque se hiciera la ofendida, es lo que le gustaba. Se lo pedí por favor, le dije que estaba muy guapa con ese mono y enseguida accedió, aunque me pidió por favor que no se la enseñara a nadie y fue cuando posó para mí, ¡uf, ahí sentada, con las piernazas esas cruzadas!, ¡y ya viste qué carita tenía! Me rogó varias veces que no se la enseñara a nadie y yo le dije: «Has salido muy guapa, ¿no quieres mandársela a tu chico?», ja, ja, ja, ¿te imaginas, Pablo, que el cornudo hubiera visto esa foto?, ja, ja, ja, ¿qué pensaría al tener una novia así de zorra?

Por un momento supuse que Javier sabía que el novio era yo y ahora al que estaba puteando era a mí, riéndose en mi propia cara. No podía ser casualidad que soltara todo eso sin darse cuenta de que yo era el cornudo al que se refería.

―Casi mejor que no la hubiera visto… ―dije abatido en mi silla.
―Le enseñé la foto y ella misma se vio la carita de «ganas de polla» que tenía, y entonces me volví a acercar y le murmuré en el oído: «Me encanta que estés celebrando conmigo tu primer aniversario» y otra vez acaricié la cremallera de su espalda, rozándola sutilmente con los dedos en la piel. Se le puso la carne de gallina, tío, mmmmmm…, y noté que temblaba de excitación, le di un beso en la mejilla y puse una mano en su cintura, y entonces fue cuando le solté la sentencia en su oído.

«¿Sabe tu novio lo que hay que hacer con una niñata como tú?».

Y ese fue el preciso instante en el que mi polla despertó bajo los pantalones. No podía creerme que, mientras Javier me relataba la infidelidad de mi novia, yo iba a quedarme sentado escuchándolo todo con una frialdad que me asustaba. Pensé que esta vez no me sucedería, era algo demasiado duro y devastador para mí. Una situación muy jodida, que me iba a dejar destrozado una buena temporada, y, sin embargo, y contra mi voluntad…

¡Mi polla se fue hinchando lentamente hasta alcanzar una erección completa!

Esa frase había sido demasiado fuerte y Javier hizo una leve pausa para degustar su old fashioned. El cabrón era bueno contando historias, lo hacía tan bien que podía visualizar la escena perfectamente, y ahora allí estaba él, pegado a mi novia, susurrándole al oído y con una mano en su cintura.

Ya había hecho el trabajo duro. Solo tenía que llevársela a la habitación del hotel y follársela, pero ahora yo quería saber más. Una vez que fui asumiendo que iba a perder a Sara necesitaba conocer todos los detalles de su encuentro, en un morbo insano del que me avergonzaba.

Así que lo apremié para que continuara hablando.

―Ya la tenías a tu merced… ¿Y qué te dijo?
―¿Tú qué crees?
―Nada, se quedaría callada…
―Error, la muy zorra no solo quería que la humillara a ella, yo creo que también le ponía que lo hiciera con su novio…, y va y me contesta en bajito a mi pregunta: «No», ja, ja, ja, ahí ya era el dueño de la situación, podía decirle lo que me diera la gana, que ya sabía que a ella no le iba a molestar, más bien al contrario, cuanto más la puteaba, más cachonda se ponía, aunque a esas alturas de lo mojada que estaba seguro que ya había traspasado la tela del tanguita y había empapado el mono también…
―¡Joder!, y tal como eres, seguro que la hundiste todavía más…
―Ja, ja, ja, ¡qué bien me conoces, Pablo!, pues sí, insistí con eso, «Así que tu novio no sabe lo que hay que hacer con una niñata, ¿eh?», y ella me pidió en bajito que no siguiera hablando de él y me dio hasta un poco de pena, ¡pobrecito cornudo!

Y la polla me palpitó bajo los pantalones. Ya la notaba babeando, nerviosa y descontrolada y, en cuanto llegara a la habitación, no iba a tener más remedio que aliviarme. Le di un buen trago a mi old fashioned, que debía ser distinto al de Javier, porque a mí me sabía a rayos, y después otro y otro más, hasta que lo apuré.

―Tranquilo, Pablo, que esto hay que disfrutarlo, te lo bebes como si fuera agua… ―Levantó las manos y chasqueó los dedos para llamar al camarero―. Dos más de lo mismo ―pidió mostrándole la copa vacía y sin tan siquiera mirarlo a la cara cuando el chico llegó hasta nuestra mesa.

Era todo muy turbio, allí sentado con Javier, escuchando sus burradas, con una erección que cada vez me molestaba más y ya me costaba articular palabra, fruto del alcohol y de los nervios que se me acumulaban en el estómago, como si estuviera a punto de devolver. Y al que se le había soltado la lengua era a Javier, que en cuanto probó su nuevo cóctel, se relamió los labios y siguió hablando.

―Si te digo la verdad, me parece acojonante que el novio de esta tía no se dé cuenta de que lo que necesita es que le den caña, pero caña caña…, a esta le pone que la traten de puta para arriba, ja, ja, ja, el novio debe ser el típico guaperas de gimnasio que se pasa el día viendo el TikTok, como si lo estuviera viendo, mucho musculito y se correrá en menos de cinco minutos. ¿Cómo puedes estar un año con una zorra así y no saber lo que le pone cachonda?

En cuanto dijo eso, me hizo pensar. Tenía razón en parte, llevábamos un año saliendo y habíamos echado unos señores polvazos y si yo lo comparaba con lo que hacía con mi ex, creo que mi vida sexual había mejorado bastante, pero, joder, ¿a quién pretendía engañar?, la mayoría de las veces me corría en un suspiro y dejaba a Sara a medias. Ella era la que me dominaba y siempre se me ponía encima hasta que terminaba, seguíamos utilizando preservativo un año después y Sara nunca había visto mi polla lo suficientemente atractiva como para agacharse y chupármela.

No podía decir que fuéramos unos salvajes en la cama, pero yo pensé que Sara estaría satisfecha. Para un tío, lo peor que puede haber es descubrir que su novia no disfruta en la cama con él. Y mientras Javier seguía hablando, me pegó una bofetada de realidad.

―Entonces le dije: «Es una pena que tengas novio y hoy no podamos hacer nada, porque me apetecía bastante follarte», luego me separé de ella para observar su reacción…, seguía con la cabeza agachada y la levantó con timidez, me miró a los ojos, pero no soltó palabra, no hacía falta…, ¡su cara lo decía todo! Y otra vez me incliné a su oído y le solté: «Porque, claro, en un día tan especial como hoy, no querrás ponerte conmigo a cuatro patas en medio de la cama, ¿no?».
―¡Qué hijo de puta eres!
―Ja, ja, ja, lo sé.

«Podías haberte muerto de un puto infarto en ese momento».

―Y entonces me arriesgué, y mucho… ―siguió Javier.
―¿Y eso?
―Pues porque después de decir eso Sara se quedó en silencio y, como habíamos terminado la copa, ella se puso de pie sin decir nada y nos subimos a las habitaciones. Yo no sabía qué es lo que pasaba y decidí que fuera la niñata la que propusiera algo…, pero no lo hizo y, al final, nos despedimos en el pasillo con un «buenas noches» y cada uno entró en su habitación.
―¿Entonces, no te la follaste?, yo pensaba que… ―comencé a decir emocionado, visualizando un mínimo de esperanza.
―Shhh, no corras, Pablito, que ahora viene lo mejor. Entré en mi habitación y me senté en la cama, no te voy a engañar, estaba bastante excitado, ¡¡es que la niñata está muy buena!! y tenerla allí delante, temblando, cachonda, con esas tetazas que no podía dejar de mirar, y sabiendo que me la iba a volver a calzar, pues me había alterado un poquito…
―¿Y qué hiciste?
―Nada, esperar confiado. Estaba convencidísimo de que ella iba a presentarse en mi habitación. Tenía cero dudas. Se lo podía haber comentado en el pasillo y ella hubiera accedido, pero me gustaba más así, haciendo que fuera ella la que me llamara, la que se rebajara…, ¡eso todavía me ponía más cerdo!, jo, jo, jo…

En ese momento lo odiaba con todas mis fuerzas. «Desde luego que eres un puto cerdo, eso no lo dudes».

―Pasaron dos minutos, tres, cuatro… y yo me iba poniendo más nervioso, me había jugado un órdago y ya no me podía echar para atrás e ir a su habitación; así que solo podía esperar, incluso llegué a pensar que la había cagado por idiota, quizás tensé tanto la cuerda que se rompió, y de repente… ¡el móvil se iluminó!, me entró un whatsapp y respiré aliviado cuando vi que era ella. ¡Menos mal!, lo abrí y… ¿sabes lo que me escribió?
―No, pero cualquier cosa me espero…
―Nada, ni una palabra, solo me mandó una foto…
―¿Una foto de Sara…?, ¿desnuda?…
―No, algo todavía mejor, era la foto de… ¡un espejo!, el que había en la habitación. ¡La muy puta me mandó la foto del espejo de su habitación!
―¡¡Joder!!
―Sí, eso pensé yo, joder, la niñata va muy fuerte hoy, era evidente lo que me estaba sugiriendo, ¿no?
―Sí, claro…
―Me acababa de invitar a ir a allí sin escribir ni una sola palabra, fue muy sutil y me gustó que lo hiciera así. Y nada, me retoqué un poco el pelo, dejé la americana sobre mi cama y salí al pasillo hasta su habitación, al llegar tenía la puerta abierta y pasé dentro sin llamar… ―E hizo otra de sus pausas dándole un trago a su copa.
―¿Y…? ―pregunté impaciente.
―Ahí estaba, esperándome, de pie frente al espejo, con los zapatos puestos, y las manos en la cintura en forma de jarra, ¡uffff, fue demasiado encontrármela así! Cerré la puerta, avancé unos pasos y me puse detrás. No dijimos nada, solo nos miramos a través del espejo y acto seguido comencé a deslizar la cremallera de su mono, como antes le había sugerido, lo hice despacio, sin prisa, notaba su cuerpo temblar, la niñata estaba muy nerviosa, pero cachonda, je, je, je…, y después aparté los tirantes por sus hombros y se los fui bajando; primero aparecieron sus tetazas, buaaaah, ¡son enormes!, qué tetas tiene…; y luego el tanguita blanco y su culo, es tan carnoso que dan ganas de morderlo, pero me contuve y seguí hasta los pies. Ella misma se sacó el mono para no pisarlo y se quedó desnuda sin moverse, con los brazos en jarra.
―¡Guau!
―Pero seguía muy altiva, como diciendo, «mira, qué buena estoy» y primero le sobé los melones así, con desgana, de manera vulgar, ja, ja, ja, y pasé una mano por su espalda para jugar con su pelo y sin que se lo esperara le pegué un tirón seco, puso cara de dolor, y le dije: «Esa chulería de niñata te la quito yo en un segundo, anda, ahórrame el esfuerzo y bájate la porquería esa que tienes metida por el culo»…, y se agachó para quitarse el tanguita, ahora sí que la tenía desnuda del todo, mmmmmm. Es muy indecente la niñata, con esas tetas enormes y el coño depilado como si fuera una niña, ¿cómo cojones se me exhibía así?
―Desde luego…
―Le ordené que se diera la vuelta y nos quedamos frente a frente. Puse una mano en su mejilla y la otra en la cintura y me incliné de puntillas para darle un beso en la boca, quería morreármela, tío…
―¿Y te dejó…? ―pregunté, aunque ya me daba igual la respuesta.
―Por supuesto, no solo me dejó, sino que esta vez le puso ganas, mmmmm, la zorra me agarró por el pelo y me metió la lengua hasta la campanilla, uffff, iba pasadísima…, gimoteaba mientras nos comíamos la boca y yo le sobé el culo a lo bestia… Tenía prisa por sacarme la polla y ella misma me desabrochó el pantalón, yo dejé que lo hiciera y, en cuanto la tuvo en la mano, me empujó y caí sentado en la cama…, pensé que se me iba a poner encima, porque vino directa hacia mí, pero… no, pasó por mi lado y se subió directa a la cama y…, joder, ¡la niñata se me puso a cuatro patas!
―¡Menuda guarra! ―comenté.
―Ni que lo digas, imagínatela, con lo buena que está ahí, a cuatro patazas, con las piernas abiertas, los tetones colgando y ofreciéndome su culo, tirando de su glúteo hacia fuera sin decir nada, solo ronroneando como una zorrita…, ¡es que era la hostia!
―Y ahí ya te la follaste…
―No, tío, quería putearla un poquito más, mmmmm, es que eso era lo que más me ponía, hacer que se rebajara, y yo ni me giré…, la tenía detrás de mí y seguí sentado, con la polla en la mano y fue cuando le dije: «Ya sabes que antes de follar me gusta que me hagan una buena mamada», ja, ja, ja…
―¿Y te la hizo…? ―pregunté como un idiota sabiendo ya la respuesta.
―¿Tú que crees, Pablito? Lo mejor fue el cómo, se dio la vuelta y vino gateando hasta mí, sin bajarse de la cama, y tal y como estaba, se agachó y, mmmmmm, ¡qué rico!, ¡¡se la metió en la boca sin pestañear!!

Un año. Más de un puto año con ella y no había hecho ni el amago de obsequiarme con una felación. Y al cerdo de Javier se la comía en cuanto lo tenía delante. Fue imaginarme a Sara a cuatro patas en la cama, detrás de Javier y chupándole la polla como una fulana y sentí una excitación que me empezaba a desbordar. Notaba las palpitaciones de mi miembro bajo la ropa interior y ya era imposible que pudiera relajarme, porque Javier no me daba un segundo de respiro y seguía hablando.

Y cada frase era más fuerte y soez que la anterior.

―Le tuve que pedir que se calmara, joder, chico, ¡qué manera de comérmela!, parecía que llevaba siglos sin chupar una polla, ja, ja, ja…, me la sujetaba con una mano y movía la cabeza de arriba abajo para tragársela entera, ufffff, ¡qué ganas le ponía el muy zorrón! A mí me gustan las mamadas más sutiles, pero creo que la niñata ya no estaba para sutilezas… Solo se la sacó una vez de la boca para suplicarme…
―¿Para suplicarte que te la fo…?
―No, para que no terminara, me lo pidió con esa vocecita, casi susurrando, que me puso todavía más burro, «No te corras», y yo le dije que continuara un poco más, que estuviera tranquila, que podía aguantar… Dejé que siguiera y estuve unos minutos acariciando su pelo, más que nada para guiar su mamada; tampoco podía tocar otra cosa, pues ella estaba detrás…, pero a mí lo que me apetecía en ese momento era follármela… y la levanté tirándola del pelo. Nos dimos otro morreo y fue cuando le dije: «Ahora sí te voy a follar», creo que hasta se le escapó un gemido y se volvió a poner a cuatro patas, sumisa, en medio de la cama…
―Se te estaba ofreciendo…
―Ni que lo digas, Pablo, y ¿sabes una cosa?, me puse detrás de ella y en cuanto la vi me acordé de ti…
―¿De mí…?, y…, y… ¿eso? ―tartamudeé pensando que me había descubierto y se había dado cuenta de que yo era el novio de Sara.

Pero otra vez me volví a equivocar.

―Sí, de una cosa que me dijiste hace tiempo, que cuando estaba así de cachonda seguro que esta era de las que se dejaba encular, ja, ja, ja, ¿te acuerdas?
―Eh, sí, claro… No me digas que…
―Y me dije: «¿Por qué no intentarlo?, tiene un culo de puta madre, y está chorreando…». Me situé detrás, sujetándola por la cintura, la acerqué al coñito y se la restregué un par de veces…, tenía que jugar más con ella, no podía llegar y, zas, metérsela por el culo de primeras…, ¡eso no funciona así, Pablito!
―¿Y cómo lo hiciste?
―Pues me incliné sobre su espalda y le pregunté por su novio, quería saber si iba a quedar con el pobre cornudo al día siguiente.

Otra vez mi polla volvió a palpitar, esta vez con mucha más fuerza.

―¿Y qué te dijo?
―Que sí, ja, ja, ja, que iba a quedar con él para celebrar su aniversario, me comentó que saldrían a cenar o algo por el estilo, tampoco me acuerdo mucho, yo también estaba, ufffff, imagíname recostado sobre su espalda, sobando sus melones, a punto de metérsela y ella ronroneando, moviendo las caderas, suplicándome que me la follara y diciéndome que al día siguiente tenía cena con el cornudito, ja, ja, ja… Entonces fue cuando apuntillé: «Hoy es un día muy señalado y en los días señalados es cuando se hacen las cosas especiales, ¿sabes lo que quiero decir?» y me agarré la polla y se la restregué por el culito. ¡Te lo juro, tío, que pegó un gemido como si se la hubiera metido!
―¡¡Dios mío!!
―Pero no me contestó, solo jadeaba la muy puta, y yo seguía frotándola contra su pequeño agujerito, mmmmmm, e insistí, no se lo tenía que pedir, ella era mi sumisa, se lo iba a ordenar y punto, y la niñata lo tendría que aceptar, le gustara o no…, y con seguridad afirmé: «Te voy a follar por el culo, y mañana, cuando quedes con el cornudo, te acordarás de mí, porque te va a doler al sentarte mientras cenas con él, pero será un dolorcito muy rico», ja, ja, ja… Pensé que se enfadaría, o que al menos se haría de rogar un poquito, pero ella solo podía suspirar y me llamó por mi nombre, «Javier, aaaah, aaaaah, nooo…», intentó negarse, pero no podía ni hablar la puta de ella, ja, ja, ja… Y yo le dije: «¿Qué pasa, es que no quieres?», y afirmó con la cabeza, «Vale…, fóllame por donde quieras».

Un año de relación conmigo tirado por la borda. Se había aguantado lo que había podido, pero una vez que ya había cedido parecía que todo le daba igual. Se le habían desatado los siete infiernos y estaba dando rienda suelta al deseo acumulado durante todos estos meses. Con el morbo añadido de que me estaba siendo infiel, ¡justo en nuestro primer aniversario!

Mi cara debía de ser un poema, escuchando cómo Javier estaba a punto de sodomizar a Sara. Y ya quería que lo hiciera. Quería saber cómo le había clavado la polla por el culo, cómo había hecho gritar a mi novia y yo no paraba de temblar, casi igual de excitado que ellos en esa noche de abandono y lujuria.

―Tenías que ver cómo le colgaban los labios vaginales y lo húmedos que estaban, ¡chorreaba literalmente!… Y antes de empezar le pregunté: «¿Tu novio te da por el culo, nena?, porque tienes un trasero de puta de lujo»… Y ¿sabes lo que me contestó?
―Que no… ―contesté con mi información privilegiada.
―¡Exacto!, ja, ja, ja, ¿te lo puedes creer?, ¿qué clase de capullo tiene una novia así y no le rompe el culo?

Ya hacía tiempo que no me importaban sus insultos, ni tan siquiera me molestaban, más bien al contrario, esa humillación por parte de Javier me estaba volviendo loco, tanto que por un instante llegué a dudar si confesarle que yo era el imbécil del novio.

―Y debía tener razón, porque le metí un dedito y, uffff, ¡qué apretado lo tenía!, joder, tío, no le pegaba nada, ese culazo grande, redondo, carnoso y, sin embargo, tan estrecho, cerrado como el de una princesita, mmmmmm…
―¿Y Sara qué decía?
―De momento nada, solo se dejaba penetrar por mi dedo y ronroneaba, ah, y también se acariciaba el coño, eso me gustaba…, que ella misma se tocara…
―¿Le comiste el culo?
―No, dejé caer un salivazo entre sus glúteos y seguí jugando con el dedo, le pregunté que cuándo fue la última vez que alguien se lo había hecho por detrás… y ella me dijo que «hacía mucho»…; por lo que deduje que no era virgen, así que tampoco se lo quise trabajar más, me decepcionó un poco, porque llegué a pensar que ese culo no se lo habían estrenado..., pero ya después fui bastante directo, se la puse a la entrada y la avisé, «Allá voy», y la niñata se tensionó, mmmmm, se le cerró el culo, apretó los glúteos y yo le pedí que se relajara… y fui empujando, despacio…, Sara respiraba en profundidad, tomando aire en cada bocanada y yo seguí, forzando su entrada…, y ella gemía, gritaba, movía las caderas, pero poco a poco fue entrando, ese culo se la tragó sin pestañear, mmmmmm, joder, Pablito, y en un par de minutos, ¡¡la tenía clavada hasta el fondo de su ojete!!

Primero fue un ligero temblor de pies y manos.

―Y después agarré sus caderas y plas, plas, folladón a lo bestia, pero sin cortarme un puto pelo, ¡no veas cómo chillaba!, ja, ja, ja….

Luego el estómago.

―Y ella me pedía más y más…, me decía: «Dame por el culo, dame por el culo» y yo me volví loco, reconozco que me pasé, tío, la agarré del pelo, le solté azotes, hasta le pegué un escupitajo en toda la cara, fue todo muy, no sé…, demasiado pasados de vueltas… Aunque tenía que frenar de vez en cuando, era imposible resistir ese ritmo, y me encantaba cuando se lo hacía despacito y yo miraba hacia abajo y veía desaparecer mi polla en ese culilo perfecto, me recreaba en llegar hasta el final, aplastando sus glúteos con mi panza, mmmmmm, ¡qué gozada!, y ella gimoteaba, agradeciéndome esos descansos, pero preparándose para un nuevo acelerón… y después otra vez me gritaba: «Más, máááás», tengo sus putos chillidos metidos en la cabeza… ¡Y no veas qué cara ponía!, se mordía los labios y miraba hacia atrás para que la viera bien…, ¡no podía ser más puta!

Se me tensaron los glúteos. Entonces ocurrió, un ligero temblor fue el inicio de mi propio orgasmo mientras Javier seguía hablando sin darse cuenta de lo que sucedía.

―¡¡Eso fue un polvazo, Pablito!!, ¡más de veinte minutos reventándole el culo! Ella se corrió por lo menos dos veces o tres y cuando me oyó gruñir, para que no me vaciara dentro, me pidió que la avisara, y en cuanto lo hice, se giró como una serpiente, se tumbó en la cama bocarriba y se metió mis huevos en la boca. Me quedé en estado de shock, no me lo esperaba, ¡no me habían hecho esa guarrada en la vida!, y me dijo: «Córrete en mi cara»; me dio igual porque, aunque no me lo hubiera dicho, ya se me estaba escapando todo…, y el primer lefazo salió volando entre sus tetas, pero luego eché el culo hacia atrás y le regué toda la carita, la frente, la nariz, la boca, ¡todo!

Cuatro, cinco, seis disparos, con una intensidad fuera de lo normal. Yo también me estaba corriendo en los calzones, casi a la vez que ellos, casi a la vez que Javier eyaculaba sobre mi novia.

¡¡En su cara!!

―Tendría que hacer memoria para recordar un folladón mejor que ese ―afirmó Javier―. Desde luego que por el culo ha sido el mejor de mi vida, porque el trasero de la niñata es de diez, perfecto, estrechito, pero luego me sorprendió y se abrió de maravilla, lo tenía calentito, elástico…, ¡una delicia!… Después me senté en la cama y ella se dio la vuelta con la cara cubierta con mi corrida. Tío, ¡menuda imagen!, y… ¿sabes lo que me dijo?
―No…
―Que no me fuera, me lo suplicó: «No te vayas todavía, quédate un rato más, por favor», «Espera a que me limpie y luego puedes hacerme lo que quieras, ¿vale?», volvió a decirme. Era a-co-jo-nan-te, porque tú ya sabes que a mí las putas me gustan solo para follármelas una vez, pero la niñata es categoría especial… Le ordené que se fuera al baño…, no me gustaba verla así…, ya me parecía demasiado vulgar…

Con mi propia corrida bañándome las pelotas y sintiendo la humedad por mi vello púbico, lo normal hubiera sido largarme deprisa a la habitación, una vez que ya me había corrido, pero a mí no me pasó eso, quería saber más.

¡Quería saberlo todo!

Javier ya se estaba terminando la copa, por desgracia, pensé que me contaría el final de manera atropellada y luego nos iríamos a dormir, pero esa noche no tenía ninguna prisa. Si yo estaba medio borracho, Javier iba por el mismo camino.

―¿Nos tomamos otra? ―pregunté con voz pastosa―, y me cuentas lo que le hiciste luego a la niñata…
―Me parece bien…, porque lo que viene…, ¡uf!, ¡no tiene desperdicio!
Estoy deseando escuchar la escusa (o la motivación) de Sara. Ahora Pablito sí deberá elegir entre asumir ser un cornudito🤘🏻 y disfrutarlo (porque se le pone como un calabacín cada vez que escucha cómo se la follan) o romper con ella, lanzar el móvil a un río y cambiar de empresa, de piso y de país si es necesario.
 
Tengo la impresión de que Javier sabe que su novio es Pablo, o al menos lo intuye y se está regodeando y humillandolo en su cara.

Ahora tengo dudas de la decisión que tome Pablo, o rompe con Sara manteniendo su dignidad, pero sabiendo que no va a encontrar a nadie como ella. O admite que Sara pueda follar con otros, asumiendo su condición de cornudo consentidor y disfrutando de las migajas de sexo que Sara le ofrezca.

Ya hemos visto que lo que le pone a Sara es cornear y humillar a sus parejas, y Pablo puede cumplir muy bien esa condición de cornudo sumiso.
 
Tengo la impresión de que Javier sabe que su novio es Pablo, o al menos lo intuye y se está regodeando y humillandolo en su cara.

Ahora tengo dudas de la decisión que tome Pablo, o rompe con Sara manteniendo su dignidad, pero sabiendo que no va a encontrar a nadie como ella. O admite que Sara pueda follar con otros, asumiendo su condición de cornudo consentidor y disfrutando de las migajas de sexo que Sara le ofrezca.

Ya hemos visto que lo que le pone a Sara es cornear y humillar a sus parejas, y Pablo puede cumplir muy bien esa condición de cornudo sumiso.
Pues si, esa parece que será la decisión que tome.
No le dirá nada y seguirá con ella.
Pero, claro, ahora él estará en otra empresa y no podrá enterarse de nada a menos que Sara se lo cuente.
 
Bueno, el nuevo trabajo le viene de perlas para escapar de esa vida y no perder a sus hijas.

Cabe la mínima posibilidad de que Javier sabiendo lo de él con Sara, lo invente o exagere todo, pero lamentablemente no será así.
 
PARTE 1




Capítulo 1



La mayoría de las veces no valoramos lo que tenemos. Siempre estamos pensando en problemas absurdos, en facturas, el trabajo, dinero…, y no nos preocupamos de disfrutar del día a día. Y es que no somos conscientes de que nuestra vida puede dar un giro radical de la noche a la mañana.

Y eso es precisamente lo que me pasó a mí.

A mis cuarenta y cinco años puedo decir que atravesaba un gran momento personal y profesional. Consolidado como uno de los mejores auditores de la compañía, llevaba casado quince años con Natalia, teníamos dos preciosas niñas de diez y siete, un enorme chalet de tres plantas que era la envidia de nuestros vecinos y un BMW X6 recién estrenado.

Al llegar a casa, después de trabajar, me encontré a mi mujer sola. Me extrañó que no estuvieran nuestras hijas y ella tenía mala cara.

―Tenemos que hablar ―me dijo con voz seria.

Lo primero que hice fue preocuparme y pensar que tenía una enfermedad grave o algo por el estilo, pero nada más lejos de la realidad, me hizo sentarme a su lado y me cogió de las manos en un gesto cariñoso. Luego las soltó, se recostó en el sofá cruzando las piernas y con voz temblorosa me soltó de repente.

―Pablo, es muy difícil para mí decirte esto…, pero quiero el divorcio.

Creo que me quedé sin palabras y el corazón me palpitaba tan fuerte que se me iba a salir del pecho. Miré fijamente a mi mujer como si no entendiera lo que acababa de decir, pero claro que lo había entendido. Y eso era lo peor de todo, que no comprendía lo que estaba sucediendo.

Nos llevábamos bien, jamás discutíamos, teníamos una vida acomodada y no había percibido ningún indicio de que esto pudiera pasar. Ni por lo más remoto.

Es difícil aceptar esa situación o saber qué decir a tu mujer en ese momento, así que tiré de tópicos.

―Pero ¿por qué?, ¿he hecho algo?
―No, no es por ti……, de verdad que no es por ti…, tú no tienes la culpa de esto.
―¿Entonces?, ¿es que acaso te estás viendo con otro?, porque es que estoy a cuadros.
―Esa no es la cuestión.
―Claro que es la cuestión ―exclamé poniéndome de pie―. Llevamos juntos toda la vida, veintitrés años, y ahora me sueltas de repente esto…, creo que al menos merezco una explicación…
―Llevaba una temporada mal y me ha costado darme cuenta de lo que me pasaba…… y ya no podía seguir así.
―¿Que no podías seguir cómo…?
―Contigo…, no quería seguir contigo.
―¿Es que ya no me quieres?, ¿cómo se puede dejar de querer a una persona de un día para otro después de tantos años?
―Pues claro que te quiero…, eres el único hombre con el que he estado, el padre de mis hijas……
―¿Y entonces?, ¿estás con otro?
―No, no estoy con otro…, pero tampoco te quiero mentir, he conocido a alguien, sí, aunque no tiene nada que ver con esto.
―Ah, que has conocido a alguien, pero no tiene nada que ver… ―dije en tono irónico―. ¿Y se puede saber quién es?
―No lo conoces.
―¿Te has acostado con él?
―No, joder, no me he acostado con él, te he dicho antes que nos estamos conociendo, pero lo del divorcio es otra cuestión, te lo hubiera pedido igual aunque él no estuviera…
―Ya, seguro, ¿y cuánto tiempo llevas «conociéndolo»?, si se puede saber…
―Mira, Pablo, no quiero seguir con esto, creo que te haría más daño del necesario.
―Necesito saberlo, no puedes soltarme de repente que me dejas y no darme más datos, me volvería loco.
―¿Qué quieres saber?
―Pues quién es, dónde lo has conocido, cuánto tiempo llevas con él…
―Es un chico del gimnasio, llevamos hablando cinco meses, un día me invitó a un café después de clase de spinning y yo acepté y… hasta hoy…
―Y ya está, te tomas un café con un tío y lo dejas todo por él… ¿Y cómo es?, ¿joven?, ¿en qué trabaja?
―Pablo, no quiero seguir con esto…
―Contéstame, por favor…
―Es más o menos como nosotros, treinta y cinco…
―Es diez años más joven… ¿Y en qué trabaja?
―Tiene un concesionario de coches de lujo…
―Así que me has dejado por un vendecoches…
―Lo sabía, Pablo, sabía que te ibas a poner así, no me siento cómoda hablando de él contigo.
―¿Y no te has acostado con él?
―No.
―Está bien, tendré que creerte. Lo dejas todo por un tío con el que solo te has tomado algún café después del gimnasio. ¿Tú te lo creerías?
―Pablo…
―¿O es que habéis quedado más veces?, ¿cuándo os veis?
―Ya te he dicho que solo allí.
―¿Y él sabe que me vas a dejar por él?, porque supongo que no se esperará que dejes a tu marido si solo habéis charlado.
―Sí, está al corriente.
―Venga, Natalia, sé sincera y dime cuánto tiempo llevas follando con ese tío…
―Pablo, aquí se acaba la conversación ―dijo mi mujer y salió del salón para ir a la cocina.

Abrió el armario, sacó una infusión de tila y yo fui detrás de ella.

―¿Y ahora qué se supone que va a pasar? ―pregunté.
―Por las niñas espero que lleguemos rápido a un acuerdo. Creo que lo mejor es que se queden aquí conmigo hasta que encuentres algo y luego podemos compartir custodia, una semana cada uno con ellas.
―Claro, para que puedas follar con ese sin preocuparte de las niñas la semana que no te tocan…
―Deja de decir tonterías, Pablo.
―Así que me pones los cuernazos y tú te quedas con la casa, con las niñas y luego ya si eso, compartimos custodia para que vivas de puta madre con ese tío y con mi dinero…
―Mi abogada está preparando los papeles, no voy a discutir más contigo…
―Ah, que ya tienes abogada y todo…, muy bien. ¿Y ahora qué tengo que hacer?, ¿me voy de casa y me denuncias por abandono del hogar?, ¿me quedo y nos hacemos la vida imposible?
―Yo no te voy a denunciar por abandono del hogar, Pablo, creo que me conoces un poquito.
―Sí, eso creía, pero ahora ya no sé quién eres… Antes de irme yo también tengo que hablar con un abogado, asesorarme…, ¿es lógico, no?
―Sí.
―Tranquila, esta noche dormiré en otra habitación, yo también quiero que esto sea rápido, y me gustaría despedirme de las niñas.
―Sí, claro, ahora voy a buscarlas a casa de mis padres…


Y en menos de dos semanas me vi en la calle, sin casa, sin mujer y sin mis hijas. Ese primer impacto inicial no lo supe digerir bien y me vine abajo. Mi vida con Natalia se podía decir que era casi idílica y de la noche a la mañana me acababa de enterar de que mi mujer se había encoñado con otro y me dejaba por él.

Los primeros meses fueron un suplicio. Saqué un par de maletas con ropa de casa y me metí en el primer piso que visité de la inmobiliaria. Estaba céntrico, con dos habitaciones y cerca del trabajo, pero muy viejo y olía a rancio que tiraba para atrás. No tenía ganas de buscar más. Perdí ocho kilos en esas semanas, apenas comía, me costaba dormir, tenía ataques de pánico nocturnos, no limpiaba, no hacía la cama, y aquel chamizo en el que me había metido se convirtió en una pocilga.

Estaba tan jodido que incluso perdí las ganas de estar con mis hijas. Me daba asco que pudieran verme así o que me visitaran en aquella cloaca.

Un día apareció Natalia, tenía muchas llamadas perdidas suyas que no había querido contestar y sin previo aviso se presentó en mi casa.

Recuerdo la cara de asco que puso cuando vio el estado de abandono y depresión en el que me encontraba. Ella estaba radiante, impoluta, con un brillo de piel que yo no había visto jamás, me pareció realmente atractiva, como si no conociera a esa mujer con la que había estado tantos años casado. Llevaba una americana oscura, camiseta blanca y unos pantalones vaqueros ajustados. Lo primero que hizo fue recoger la mesa y llevar el plato y el vaso al fregadero.

―Joder, Pablo, ¿qué estás haciendo?, ¿cómo puedes vivir así?, llevamos tiempo sin saber de ti, las niñas quieren verte…
―He estado ocupado…
―Esto es deprimente, menuda pocilga… ―dijo apartando una silla para sentarse, pero se lo pensó bien al ver su estado y se terminó quedando de pie.
―No tengo ganas de buscar otra cosa, esta es mi casa ahora ―comenté dejándome caer en el sofá y encendiendo la vieja tele de tubo con el mando―. Y deja de recoger eso, coño, que a mí me gusta que esté así…
―Este fin de semana quería dejarte a las niñas, pero ya veo que…
―¿Te vas todo el finde a follar con tu nuevo novio?
―Déjalo, Pablo, ya las llevo a casa de mis padres…
―Me parece bien.
―¿Y eso es todo lo que vas a decir?, no te reconozco, en serio, no es propio de ti comportarte así con las niñas…
―No quiero que me vean así ni que vengan a esta «pocilga»…
―Llevas sin verlas casi un mes…, quiero ponértelo fácil con lo de la custodia, pero como sigas en este plan, quizás tenga que hablar con mi abogada…
―Déjame una semanas para que busque otra cosa…
―Te doy un mes, Pablo, si sigues así… ―me amenazó sin terminar la frase―. Y no quiero llegar a…
―Lo he entendido.
―¿Entonces, no te quedas con las niñas este finde?
―No, no puedo, había quedado…
―Ya veo, ya… Como quieras. ― Se dio medio vuelta y salió de casa sin decir nada más.

Me gustaría decir que esa visita de Natalia hizo que me pusiera las pilas, pero cuando entras en un estado así de abatimiento, depresión y ansiedad como el que yo tenía, no te quedan fuerzas ni ganas de nada.

Lo único que pude hacer fue llorar desconsoladamente y me metí un chute de benzodiacepinas para quedarme dormido hasta el día siguiente.

Tenía que tocar fondo y el detonante fue una carta certificada que me llegó de Natalia. No cumplió su amenaza y por cortesía mi ex todavía me dio un margen de cuatro meses más hasta que, viendo mi situación, su abogada se puso en contacto conmigo para pedirme la custodia total de mis hijas para ella.

Aquella tarde llamé a mi mejor amigo, Daniel, al que había dado todo tipo de excusas para no quedar con él y le pedí que viniera a verme. Él había pasado por un caso como el mío, también se había divorciado cinco años atrás y era el que mejor me podía entender y asesorar.

En cuanto llegó a casa me desahogué con él y Daniel escuchó atento sin decir una sola palabra. Lo primero que hizo fue buscarme unas zapatillas, unas bermudas, una camiseta vieja y salimos a la calle a correr. Yo no podía ni con el alma, y después de veinte minutos echamos otra hora más andando a toda velocidad.

Es increíble lo que puede hacer un poco de deporte en nuestro organismo, pero cuando llegué a casa, me sentía eufórico y con ganas de revertir mi situación.

―No tenía que haber dejado que pasara tanto tiempo ―se lamentó mi mejor amigo.
―Tú no tienes la culpa, me llamaste muchas veces y pasé de ti.
―Sí, tampoco te quería agobiar, en estos casos, y hablo por experiencia, es mejor dar un poco de margen, pero quizás debería haber estado más encima, no pensé que fueras a estar tan jodido, lo siento, tío ―dijo Daniel sentándose conmigo en el viejo sofá―. Y, por favor, lo primero que tienes que hacer es salir de esta cueva, ¡es deprimente!
―Tienes razón, no sé cómo he acabado así…

Entre los dos recogimos la casa, le pegamos un repaso de arriba abajo y tres horas más tarde seguía siendo la misma mierda, pero al menos estaba limpia.

Daniel se despidió de mí con la promesa de volver al día siguiente para salir a hacer ejercicio otra vez. Y yo, con la adrenalina todavía recorriendo mi cuerpo, después de cenar, me tomé un café bien cargado y me puse manos a la obra. Estuve mirando pisos en varias páginas de inmobiliarias y por la mañana llamé a todas para cambiar de vivienda.

No podía seguir en aquel sitio.

Mi amigo volvió al día siguiente y al otro también…, y tres semanas más tarde me estaban dando las llaves de un lujoso apartamento de dos habitaciones.

No quiero decir que me curé de mi ansiedad de un día para otro, pero cuando mis hijas entraron en el nuevo piso y escuché sus gritos de alegría recorriendo la casa, me llenó de orgullo y me invadió una gran felicidad.

Aquel apartamento era una gozada. Preparado con una fantástica tele oled de 65 pulgadas en la que ver películas con mis princesas, una Nintendo Switch para jugar con ellas y una habitación llena de juegos con dos camas para que se empezaran a quedar a dormir conmigo.

Natalia se portó de manera muy generosa olvidando mi fase depresiva, y unos meses más tarde firmamos el divorcio y la custodia compartida.

Un año después de aquel fatídico día en el que mi ex me dijo que me quería dejar, había nacido un nuevo Pablo, aunque todavía no me encontraba preparado para rehacer mi vida y empezar una relación con nadie.

Había estado demasiado centrado en el trabajo, en mis hijas y en hacer deporte, y precisamente en el curro se me acercó Javier, jefe y compañero a la vez, para anunciarme una novedad.

―La semana que viene va a entrar una chica de prácticas en nuestro grupo…
―¿Ah, sí?
―Sí, he participado en el proceso de selección, ya verás cuando la veas… ―me dijo subiendo las cejas.
―¿Es guapa?
―Si te digo la verdad, ni he leído su currículum, en cuanto he visto la foto me he decantado por ella, je, je, je, veinticinco añitos…, no te digo más… ―bromeó en un asqueroso tono que sonó muy machista.

Y el lunes, a las ocho y cinco, cuando llegué a la oficina, una jodida diosa acompañaba a Javier, que le enseñaba cortésmente la auditoría. Guapa no, guapísima, con unos labios carnosos que eran una invitación a besar, pelo muy largo de color castaño con mechas por las puntas, ojos grandes, sobre 1,70, parecía tener un pecho generoso y un perfecto culo bajo ese pantalón de vestir negro que llevaba con un dobladillo con el que lucía una pulsera tobillera.

Moderna, elegante e informal.

Se subió las mangas de la americana talla oversize cuando se acercó a mí y Javier me la presentó.

―Y este es Pablo, estaremos los tres juntos en el equipo…
―Encantada, me llamo Sara… ―Y me dio dos efusivos besos ante la atenta mirada de Javier.

Una agradable fragancia me envolvió los sentidos… y me puse muy nervioso solo con pensar en que durante los seis próximos meses iba a trabajar con aquella chica.

No podía ser más atractiva…
muy buen relato!!
 
Más que la humillación, me cae peor la humillación junto con la culpa.

No vaya a ser que todo sea falso, qué él le increpe de mala manera a Sara, y esta en venganza por no haber confiado en ella, se desquite con Javier y él quede como un super idiota (justo como le pasa al de la Cena) .

Lo que faltaría
 
Más que la humillación, me cae peor la humillación junto con la culpa.

No vaya a ser que todo sea falso, qué él le increpe de mala manera a Sara, y esta en venganza por no haber confiado en ella, se desquite con Javier y él quede como un super idiota (justo como le pasa al de la Cena) .

Lo que faltaría
Ya pero es supondría que Javier ha tenido la increíble imaginación como para inventarse y recrear toda esa escena. Además de la foto que le ha enseñado. Y los datos del aniversario.
 
Ya pero es supondría que Javier ha tenido la increíble imaginación como para inventarse y recrear toda esa escena. Además de la foto que le ha enseñado. Y los datos del aniversario.


Sí pero la foto y lo del aniversario no es determinante, puede ser información sencilla y simple manipulada a su conveniencia para quedar como un fucker que se la ha vuelto a cepillar, y lo que ha hecho realmente es contarle la fantasía de como le hubiera gustado follarla esa noche.

Aunque bien es cierto que el comportamiento que describe en ella cuadra con el que le ha contado las otras veces y con el que ella le ha contado en aquel polvo de que él no podía follarla o no debía follarla como la follaban los demás, porque no podía ser igual que ellos ya que para ellos ella no era importante.

Ciertamente en este momento no hay nada determinante que nos permita asegurar que ha sucedido o no ha sucedido.

También hay que decir que si ha pasado en su aniversario, desde luego la tía no está pero nada nada bien de la cabeza, y es más peligrosa que un mono con una caja de bombas y esto lo digo en todos los sentidos no solo en el de la fidelidad sexual y de la otra.

Porque mira que me he follado unas cuantas zorritas y zorronas con novio, pareja o casadas, y desde luego ninguna ha caído en una fecha señalada.

.
 
No creo que Javier mienta. Todo concuerda, la foto, los datos y en las folladas anteriores Sara contaba lo mismo. Javier es un cabrón pero estima a Pablo, está recreándose contando la batalla de macho a su amigo.

En fin, una lástima, Pablo sufre por amor. No sé qué pasará al final, pero como dije hace un par de capítulos... Pablo va a perder deuna forma u otra, de hecho, ya ha perdido
 
No creo que Javier mienta. Todo concuerda, la foto, los datos y en las folladas anteriores Sara contaba lo mismo. Javier es un cabrón pero estima a Pablo, está recreándose contando la batalla de macho a su amigo.
En fin, una lástima, Pablo sufre por amor. No sé qué pasará al final, pero como dije hace un par de capítulos... Pablo va a perder deuna forma u otra, de hecho, ya ha perdido
Tienes razón, no tiene sentido que Javier mienta a estas alturas, si la misma Sara ha comprobado que ocurrió todo lo que le cuenta a Pablo.
 
Estoy de acuerdo. Pablo va a perder. Y es más, cuanto antes lo asuma mejor. E irse a otro trabajo le puede servir para dar el paso y olvidar a Sara y a Javier y mandarle a la mierda para siempre.

Eso si. Estoy deseando leer la conversación con Sara. Por donde saldrá esta.
 
Estoy de acuerdo. Pablo va a perder. Y es más, cuanto antes lo asuma mejor. E irse a otro trabajo le puede servir para dar el paso y olvidar a Sara y a Javier y mandarle a la mierda para siempre.

Eso si. Estoy deseando leer la conversación con Sara. Por n saldrá esta.
Tengo la esperanza de que Pablo se pare firme ante Sara y no se deje embaucar por los sentimientos y estimulos que la zorra esa provoca en él, esperando esa conversación
 
Perdón por la tardanza en publicar que llevo unos días con mucho lío, así que os dejo un par de capítulos, espero que os gusten.

Un saludo
Nada que perdonar, David. Es un regalo que escribas para nosotros de manera desinteresada. Pones tu tiempo y talento al servicio de nuestro gozo. Te mando un aplauso 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻 y te doy las gracias por hacernos pasar tan buenos ratos. Un abrazo, fenómeno.
 
Yo creo que Sara lo hizo con Javier por ganas, y que quizás se lo cuente a Pablo a modo de juego, aunque creo que habrá algo más. Quizás un cierre igual que el comienzo, un último viaje los 3, eso tiene que pasar si o si, donde Javier no sabe que son novios y creo que intentar afollarse a Sara delante de Pablo, o quien sabe, quizás intentar compartirla con Pablo? Pablo se excita, pero al mismo tiempo sabe que no es lo que quiere, está en una gran disyuntiva. Verá follar a Javier y Sara? O cantará el noviazgo cuando tenga que presenciarlo? Y más importante, se quedará con Sara sabiendo que ya le fue infiel, y que no le interesa la relación? Sara ya sabe que la onda cornuda le excita a Pablo, y quizás lo esté preparando para cuando eso pase, pero jugar con fuego te puede quemar
 
Capítulo 37




Antes de seguir le pedí a Javier que me dejara hacer un pequeño receso para ir al baño. Necesitaba echar un pis y limpiar el estropicio que me había originado. Estaba mareado y me costó mear, apoyado contra la pared como un borracho de bar.

A pesar de sentirme asqueado conmigo mismo, necesitaba seguir escuchando al necio de Javier, quería saber de primera mano cómo había humillado a mi novia, y ella se había rebajado prestándose a cualquier cosa que él quiso hacerle.

A mí jamás me había chupado la polla, ni me había dejado metérsela a pelo, ni probar su increíble culo y mucho menos correrme en su cara o en su boca. Y Javier le hacía eso y más cada vez que tenían uno de sus encuentros furtivos en los hoteles por toda la geografía española.

Estuve unos minutos hasta que limpié el corridón que bañaba mi vello púbico y cuando terminé, ya volvía a estar semiempalmado. En ese estado regresé a la cafetería. Javier ya había pedido otros dos cócteles y degustaba el suyo pasándose la lengua por los labios, como si estuviera saboreando el coñito de mi novia.

¡Lo que le gustaba el alcohol!

Tomé asiento y Javier reanudó su relato casi de inmediato, sin que yo se lo pidiera.

―Pues como te iba contando, me quedé en su cama, tumbado en pelotas. Ella estuvo un buen rato en el baño, y yo pensando: «Lo mismo se ha arrepentido de que yo esté aquí y ahora no quiere salir»; pero debió estar arreglándose un poco y limpiándose, pues cuando salió, ya no había ni rastro de mi corrida y no llevaba el pelo tan despeinado. Vino directa hacia mí, ¡uffff, impone ver a esa jaca desnuda!, con esas tetas tan grandes y el coño depilado…, se subió a la cama y se recostó a mi lado…
―¿Te la volviste a follar?
―No, Pablito, uno tiene ya una edad y en ese momento no la tenía todavía…, bueno, ya sabes…, necesito unos minutos para recuperarme. Y ella se dio cuenta enseguida, ¡no se le escapa una a la niñata!, y me soltó: «¿Vas a poder seguir?». No sé si lo preguntó para putearme por el tema de los años y tal…, pero conmigo lo llevaba claro…, y contrataqué: «¿Qué tal tu culo?, se notaba que hacía tiempo que nadie te lo follaba; me ha costado bastante meterla». Se lo apreté con fuerza y luego le solté un azote. Ella se avergonzó y bajó la cabeza, «Bien, bien, mejor de lo que pensaba», susurró. Entonces le acaricié el coñito, mmmmm, ¡lo seguía teniendo empapadísimo!
―Joder…
―Dejó que le clavara un par de dedos, ¡en ese momento me encantó follármela despacito! Ella me miró suplicante, todavía estaba muy cachonda, y nos comimos la boca, mmmmmm, un morreo más tranquilo mientras le metía y sacaba los deditos… Ella, gimiendo suave, fue abriendo las piernas y también me la agarró con un par de dedos, aunque todavía no la tuviera dura, pero la niñata se esforzó, ja, ja, ja…, ¡otra vez tenía ganas de polla! Se puso a hacerme una paja moviendo las caderas, arriba y abajo, dejando que me la siguiera follando con los dedos, cada vez gimiendo más alto… y me la apretó con fuerza, sacudiéndomela deprisa… Volvimos a comernos la boca y con eso ya se me puso dura del todo, mmmmm…
―Entonces te la follaste…, a pelo, seguro…
―Todavía no, ese era el momento de denigrarla un poquito más, quería ver hasta dónde estaba dispuesta a rebajarse la niñata… y le empecé a decir cerdadas, «A partir de hoy quiero que seas mía, cada vez que salgamos de viaje voy a follarte, me la vas a chupar y después voy a terminar dándote por el culo, así ya no se te va a cerrar nunca más, ¿te parece bien?»…, y ella negó con la cabeza y me dijo que no podía hacer eso, que tenía novio, ja, ja, ja, ¿te puedes creer lo zorra que es esta tía?, allí abierta de piernas, dejando que le metiera los putos dedos, y se me hace la digna, ja, ja, ja.
―¡Qué asquerosa!
―Y yo seguí: «Me da igual tu novio, si no sabe follarte, que se joda, ¿o te corres con él igual que conmigo?», y la niñata gemía, jadeaba, pero no quería contestar, y yo insistí: «Contesta, ¿te folla igual de bien que yo o es un puto inútil?». ¿Te puedes creer que después de esto cerró los ojos?, se le escapó un gemido y sentí los dedos más empapados, tenía el coño mojado no, lo siguiente…, y me dijo en bajito: «Tú me follas mejor», ja, ja, ja…, y seguí: «Ya lo sabía, que te follo mil veces mejor que el cornudo de tu novio». Y ahí fue cuando le pregunté si le había sido infiel más veces o solo conmigo.

En ese instante me puse en alerta, quería escuchar aquello bien, y ya volvía a tener la polla dura bajo los pantalones.

―Me dijo que no, y me pareció sincera, ¡era la primera vez que le ponía los cuernos a su novio!, eso me puso más cachondo, lo reconozco, y fue cuando le pregunté: «¿Es que no quieres ser mi niñata?, mira cómo te chapotea el coño, seguro que con tu novio no te has mojado así en la vida», y tensó las caderas y las sacó hacia fuera, se me estaba derritiendo, tío… «Estás demasiado buena para follar con un solo tío, yo creo que todos deberían disfrutar del cuerpazo este de guarra que tienes, cualquiera estaría dispuesto a follarte en la auditoría. ¿No te daría morbo tirarte a cada compañero cada vez que salieras de viaje con alguno?, ¡serías la puta de todos!, pero solo lo harías con quien yo te ordenara». Ja, ja, ja, ¿qué te parece, Pablito?, podría decirle que la siguiente vez que salgáis juntos de auditoría se acueste contigo, ¿no te molaría tirarte a la niñata?

Eso ya era demasiado, Javier ordenando a mi novia que hiciera el favor de acostarse conmigo. Aquello no podía ser más humillante.

―Era solo una fantasía, pero a ella le estaba volviendo loca imaginárselo. Luego le dije que tendría que tatuarse «niñata» en el coño para mí, así con unas palabras bien bonitas en vertical y luego se lo cubriría dejándose un poquito de vello…, ja, ja, ja, le dije que tenía que pedir cita a última hora con el tatuador, antes de cerrar, porque se iba a poner muy cachonda dejándose tatuar eso en el coño, allí tumbada en la camilla, abierta de piernas, y después se lo tendría que follar…, ja, ja, ja…, y fue cuando le pregunté si se tatuaría eso por mí, ¡joder, menuda cara se le puso! Nos dimos otro muerdo, ella me miró con los ojos semicerrados y me dijo: «Sí». Eso me puso muchísimo, tío, así que insistí en que se lo decía muy en serio…, y ella suspiró: «Si me lo pides…, lo hago»…, uffff, ¡menudo morbazo!, aquello hizo que se me pusiera muy dura…

No daba crédito a las palabras de Javier, Sara no solo no tenía ningún tattoo, es que además no le gustaban, siempre decía que eso de marcarse la piel para toda la vida no iba con ella, y de repente, dejándose meter los dedos en la cama, se le ofrecía a Javier para tatuarse en todo el coño.

―¿Y tú crees que se haría eso… por ti? ―pregunté yo.
―No lo sé, pero allí abierta de piernas y chapoteando mientras jugaba con los dedos en su coñito parecía muy sincera…, ja, ja, ja… Le dije que eso me pondría muy cachondo, entonces me levanté de la cama y le pregunté si tenía un rotulador negro. Ella me dijo que tenía uno en su maletín… Luego volví a subir a la cama. Sara me miró extrañada, pero no cerró los piernas, me esperó abierta y expectante. Le pedí que se recostara y comencé a escribir en su pubis, justo encima de su coño.

N
I
Ñ
A
T
A​

»Así, en vertical, me ocupó unos tres o cuatro centímetros. Ella lo miró. «Más o menos sería algo parecido a esto», le comenté, y ella bajó la mano, se acarició el coño y suspiró; luego me dijo: «Quiero que me vuelvas a follar» y se tumbó en la cama bocarriba. Estábamos los dos muy cachondos con la chorrada de lo del tatuaje y me puse encima de ella y se la clavé mientras nos comíamos la boca otra vez. Estaba tan cerdo que la informé de que me iba a correr dentro, que me ponía mucho hacerlo en su aniversario y que al día siguiente, cuando quedara con el panoli del novio, todavía llevaría mi lefada. Ella miraba hacia abajo viendo mi polla entrar justo por debajo de su tatuaje. Yo creo que eso le excitaba como no había estado en su puta vida y sin que se diera cuenta cogí el rotulador y le escribí en un pecho «zorra» y en el otro lo mismo, y luego, desde el nacimiento de sus tetones hasta el ombligo, le puse en grande «PUTA» y en la frente «cerda», ja, ja, ja, y me la seguí follando, ¡era la hostia! Tuve que sacarla de la cama para que se viera así de pie frente al espejo y ella jadeaba; luego seguí escribiendo en su espalda, otro «NIÑATA» en grande, y en el culo PU-TA, la mitad en cada glúteo, ja, ja, ja…, y le dije que me gustaba tenerla así, «marcada como si fuera ganado, y que era mía». Le pregunté que si le ponía cachonda verse de esa manera en el espejo y me contestó que sí, luego la arrastré hasta la cama por el pelo, como si fuera una perra, gateando…, y allí me la follé en un misionero, pero metiéndole bien un dedo por el culo, hasta que me corrí dentro, tío…, ufffff…
―¿Y ella te dejó?
―¿Que si me dejó?, ja, ja, ja, pues claro, no solo eso, es que me puso las manos en el culo para no dejarme escapar…
―¡Qué zorra!
―Ni que lo digas. ¡Qué gustazo derramarse dentro de una tía que está tan buena como Sara, mmmm, dos polvazos en menos de treinta minutos, ¡madre mía!, y todavía quería más la nena, a esta no te la acabas en una noche, Pablito, hazme caso…
―¿Te dijo que quería seguir?
―Se quedó tumbada, con toda mi leche saliendo de su coño, ¡menuda imagen!

Cogió el móvil y se puso a rebuscar en la galería, luego me lo pasó y lo que vi en la pantalla me heló la sangre. Era un primer plano del coño de Sara, del que emanaba un viscoso líquido blanco, y justo encima, escrito a rotulador, «NIÑATA».

―Ey, tío, de esto ni una palabra a nadie, me pidió por favor que no dijera nada, al fin y al cabo, es normal, tiene novio…
―¿Y, aun así, te dejó hacer una foto?
―Lo tiene bonito, ¿verdad? ―dijo hablando del coño de mi chica como si fuera lo más normal del mundo.
―Sí…
―¿Te lo habías imaginado así?, porque seguro que alguna vez has fantaseado con ella, no me digas que no, Pablito…, pasáis mucho tiempo juntos, seguro que te pone…
―Bueno, no te voy a decir que no…
―Mira cómo le brillaba, seguía empapada y cachonda. Me encanta ver salir mi semen de su interior. Y luego la palabra escrita a rotulador, es muy morboso…
―Sí, mucho, ufffff…, lo que no entiendo es que te dejara hacer esa foto, es muy comprometida…
―Solo se ve un coño, podría ser de cualquiera… Le dije que no se preocupara, que no se vería su cara…
―Joder, vaya historia…, ¡es alucinante!
―¿Verdad que sí?, pues no me he inventado ni una coma…

Aquello había terminado, como nuestras copas. Javier degustó el final de su cóctel y cuando me iba a levantar, le quiso poner el punto final a su relato.

―Allí la dejé, tío, con marcas por todas las partes del cuerpo, con el culo abierto, con mi semen saliendo de su interior… y pintada de arriba abajo con toda clase de insultos, ¡menudo cuadro!, yo creo que en ese momento hubiera hecho cualquier cosa que le pidiera…
―¿Tú crees que te la podrías haber follado otra vez?
―Cero dudas, mientras yo me vestía, ella seguía en la cama, con las piernas abiertas, sobándose las tetazas de manera vulgar…, aunque no decía nada, solo suspiraba…, y me largué de la habitación sin tan siquiera decir adiós…
―¿Y eso?
―Para pasar de ella, y humillarla todavía más…, quería que se quedara con ganas de polla, ja, ja, ja. Pobrecito el novio, al día siguiente lo debió destrozar de lo cachonda que estaba…; aunque la niñata seguro que esa noche se hizo un dedo en la ducha mientras se borraba todo lo que le había escrito por el cuerpo…, ja, ja, ja…
―¿Y a partir de ahora te la vas a follar más veces?

Nos pusimos de pie para dirigimos hacia el ascensor. Nos costaba mantener la línea recta y hablábamos de manera pastosa. Quizás nos habíamos pasado un poco con el alcohol.

―Joder, Pablito, tan inocente como siempre, como tú te vas de la empresa, la niñata tiene todas las papeletas para ser mi nueva compañera en un 99 %, así que imagínate lo que van a ser nuestros viajes a partir de ahora, me la pienso follar en todas las auditorías que pueda…, me la suda que tenga novio, ¿o es que tú no harías lo mismo?
―No sé, si tuviera novio…, quizás respetaría que…
―Pero si es un pichafloja, ¿cómo puede tener desatendida a una zorra así?, hay que ser muy pero que muy capullo para no darle a la niñata lo que se merece…, y yo desde luego no voy a desaprovechar cada oportunidad que tenga para hacer de todo con esa putita, je, je, je…
―Bueno, visto así ―dije apesadumbrado.
―Pues claro, Pablito…, si al final le estás haciendo un favor, ja, ja, ja, estás satisfaciendo a su novia, seguro que luego está más contenta, te lo tendría que agradecer y todo el muy cornudo…

Llegué hasta mi habitación. No me atreví ni a levantar la mirada y nos despedimos con un escueto «buenas noches». Pasé y me senté derrotado en la cama.

Se acabó.

Mi historia con Sara había sido muy intensa, pero acababa de llegar a su fin. Lo que me había contado Javier ya no lo podía dejar pasar por alto. No solo había sido una infidelidad, había sido una degradación total. El día de nuestro primer aniversario Sara lo había invitado a su habitación y había dejado que Javier la sodomizara, que se la follara a pelo, que se corriera en su boca y dentro de ella, le había permitido que escribiera todo tipo de insultos por su cuerpo y lo que era peor, al día siguiente actuó conmigo como si nada hubiera pasado.

Con una frialdad absoluta.

Solo el alcohol que llevaba encima mitigaba en parte mi dolor, pero sabía que me iba a tocar pasar unos días muy jodidos. Asqueado me senté en la taza del baño y terminé la noche con una paja. No puedo decir que la disfrutara, porque esta vez incluso me costó llegar al orgasmo, y cuando lo hice, ni tan siquiera sentí un mínimo de placer.

Nada.

Me arrastré hasta la cama y me dejé caer derrotado, enseguida alcancé un sueño profundo, solo quería despertar en casa con mis niñas y que toda esta pesadilla ya hubiera pasado, pero todavía quedaba lo más difícil.

Encontrarme cara a cara con Sara y terminar mi relación con ella… Y cuando todo esto saliera a la luz, no se presumía una ruptura nada pacífica…

¡Tendría que escupirle cuatro cosas bien dichas a esa zorra! ¡Esto no podía quedar así!
 

📢 Webcam con más espectadores ahora 🔥

Atrás
Top Abajo