Capítulo 41
Me senté en la cama y apoyé las manos hacia atrás, cruzando los tobillos e intentando aparentar tranquilidad, pero todo era una pose, el corazón me latía a mil pulsaciones y tenía un ligero temblor en las extremidades, sobre todo en las piernas.
―Di lo que tengas que decir y lárgate…
―El domingo, cuando regresé de San Sebastián…, ya sabías lo mío con Javier…
―Sí.
―¿Y por qué no me lo dijiste?
―No me dio tiempo, te fuiste muy rápido…
―Pero sí te dio tiempo a follarme…, ¿qué era, el polvo de despedida?
―Más o menos…
―Lo sabías todo y, aun así, no tuviste reparos en metérmela…, es más, me pareció que se te puso bien dura…, más que de costumbre…
―Estás muy buena, es normal…, ¿y eso es lo que me querías decir?
―¿Ni tan siquiera vas a preguntarme si es verdad lo que te contó Javier?, le crees a él y ya está…, sin esperar a escuchar mi versión…, lo mismo lo que te dijo era todo mentira…
―Pufff, mira, Sara, no estoy ahora para estas tonterías, sé cada mínimo detalle de vuestro encuentro del otro día, Javier ya se encargó de restregármelo, de hecho, sé to-dos los detalles de to-dos vuestros encuentros, desde la primera vez que follasteis en Bilbao…
―¡¡¡¿Cómo dices?!!!
―Lo que has escuchado…, incluso la primera vez que nos enrollamos en tu fiesta de despedida, Javier me dijo que antes te había tocado el culo, cuando os dejé a solas…
―¡Qué hijo de puta!, o sea, que siempre lo has sabido…
―Sí…
―Y aun así…
―Y aun así he tragado como un imbécil, he tragado demasiado porque me gustabas y pensé que bueno…, pensé que habías cambiado; pero las tías como tú no cambian, de hecho, van a peor…
―¿Y lo de este año?, nunca había estado tan bien con una pareja, ha sido increíble este año contigo… y te he sido fiel hasta…
―¡Tendrás valor de decirme eso! Estábamos tan bien y vas y lo tiras todo por la borda por… ¡¡follar con Javier!!, sigues igual con él, es que lo veo cuando estáis juntos, es tan evidente, ¡¡y no lo entiendo!! ―dije poniéndome las manos en la cara como si fuera a llorar.
―Yo tampoco…, lo siento mucho. ―Se acercó a mí, me hizo una caricia en el pelo y juntó mi cabeza contra su estómago―. Sé que ya no me vas a perdonar, pero al menos quiero que sepas que me has dado el mejor año de mi vida…, ¡nunca había estado tan bien como ahora!
―¡Y llegaste tú para joderla a lo grande…! ―exclamé poniéndome de pie y apartándome de ella.
―Sí, entiendo que tengas motivos para estar enfadado, muy enfadado, porque me lo merezco…
―Pues ya está, Sara, tú misma lo has dicho, no te voy a perdonar esto…, ¡no puedo hacerlo!
―¡Saca esa rabia que tienes dentro!, ¡hazlo!, ¡al menos enfádate de verdad conmigo!…
―No quiero…, ya paso de ti…
―Eso es mentira, puedo verlo en tu cara, tienes ganas de decirme cuatro cosas bien dichas…; adelante…, ahora es tu momento…
―Sara, vale ya…
―¿Y así vamos a terminar?, ¿entonces, se acabó lo nuestro?
―Sí, te lo he dejado bien clarito al salir de la discoteca, ¿no?
―Ni un puto enfado, ni un grito, nada, al menos saca un poco de orgullo…; ¡te he puesto los cuernos!
―¿Para qué?…, no quiero gastar ni un gramo de energía contigo…, ala, ya puedes ir a follar con Javier tranquila…
―Eso es lo que te gustaría a ti, escucharnos detrás de esta pared ―dijo golpeando con su mano―. Así fue como empezó todo… Y recuerdo que te puso muy cachondo cuando te lo conté el día de mi despedida…
―¡Vete a la mierda!
―Eso es…, venga, sigue, insúltame.
―Paso de ti, ¡puta!
―¡¡Por fin!! ¡¡un poquito de orgullo!!…, venga, sigue…, yo seré una puta, pero a ti te puso bien cachondo saber cómo me había follado…
―Ya lo que me faltaba, no tengo que soportar esto…
―Solo dime una cosa, una simple curiosidad, el otro día, mientras Javier te contaba lo de Bilbao, seguro que os estabais tomando una copita, ¿también se te puso dura?
―Síííí, sííííí, me encantó, bueno, me gustó mucho saber cómo se habían follado a mi novia, claro, es lo más normal… ―dije en modo irónico.
―¿Sabes?, te quiero decir una cosa y es muy importante. Escucha bien. El jueves pasado con Javier descubrí, bueno, más bien entendí…, cómo sería una relación perfecta contigo, plena en lo personal y en lo sexual…, puede sonar ridículo, pero fue así… y hasta el jueves por la noche no me di cuenta…
―¡¿Perdona?!
Sara volvió a acercarse a mí, esta vez despacio, de manera sensual, y comenzó a desabrocharse los botones de la camisa. Uno a uno.
―¡¿Qué cojones haces?!
―Pues te estoy diciendo que todavía tiene solución lo nuestro… ―dijo llegando hasta mi altura y aprisionándome contra la pared.
―¡No me toques, joder! ―le pedí apartándola por los hombros y caminando hasta la otra esquina de la habitación.
Pero ella vino detrás y ahora, mientras caminaba, se fue bajando el culotte que cubría su ropa interior. Cuando la volví a tener de frente, estaba con la camisa desabrochada, mostrándome el sujetador y el tanguita.
¡La imagen era imponente con esas botas altas tan eróticas!
Y sin poderlo remediar me empalmé de inmediato. Sara se había vuelto loca.
―¡No huyas más, estate quieto!
―¡¡Eres una puta!!, ¿es que acaso quieres que te folle por última vez?, ya no siento nada por ti…
―¿Y por eso la tienes tan dura? ―preguntó palpándome el paquete.
―¡Que no me toques, joder! ―Y aparté su mano con un golpe seco, aunque eso no la detuvo. Se pegó más a mí y rozó sus labios con los míos, acariciando mi pecho con sus tetas.
―Sí, soy una puta y me pone cachonda ponerte los cuernos, ¡no te lo voy a negar!, pero… ¿sabes una cosa?, ¡lo nuestro lo ha estropeado tu puto orgullo!
―Lo que me faltaba por escuchar…
―Desde el principio tenías que haberme dicho que esto es lo que te gustaba. Deberíamos haber sido una pareja liberal, abierta…, pero tu estúpido orgullo de machito te impidió hacerlo… Y estoy convencida de que te ponías muy cachondo cuando Javier te contaba todo lo que me hacía, ¿verdad?
―Sara, para ya…
―Estás temblando de miedo… ―Y me aprisionó la polla por encima del pantalón.
―Nooooo…
―Todavía estamos a tiempo de arreglarlo…
―Ya no, Sara, ¿o tengo que recordarte que la jodiste el otro día?
―Eso no tiene por qué ser así ―susurró sacándome la polla del pantalón y agarrándomela con firmeza―. Si quieres, te cuento lo que pasó con Javier y luego… echamos el mejor polvo de nuestra vida…, mmmmm…
―No hace falta, ¡ya sé lo que pasó!
―¿Y qué te parece…?, perdí el control, lo perdí por completo… ―suspiró besándome la mejilla
―Oooooh, Sara ―gimoteé bajando las manos y poniéndolas sobre sus glúteos.
―Dejé que me hiciera de todo, mmmmm, ¡de todo!, solo Álvaro me había follado por el culo…, hasta el otro día…
―Joder, Sara, cállate ya, mmmmmm ―exclamé de placer cuando ella movió su mano comenzando a pajearme lentamente.
―El día de nuestro aniversario, ¡Javier me dio por el culo!, aaaaah, aaaaah, y yo me corrí como no lo había hecho en mi puta vida…, ¡¡nunca había llegado al orgasmo con esa intensidad!!
―¡Que te calles, puta!
―Dime que soy una puta si eso te pone, no me importa, saca esa rabia, me lo merezco… Mira, ya no puedo prometerte que no me voy a acostar más con Javier, porque te estaría engañando, me lo pienso tirar muchas más veces, ¡me encanta cómo me folla y cómo me trata!, soy su niñata…, aunque todavía podemos solucionar lo nuestro…, en serio, ¡podríamos ser tan felices!, juntos tú y yo…, te quiero mucho y quiero estar contigo ―dijo lanzándose a mi boca y dándome un morreo desesperado que yo correspondí, aunque se separó diez segundos después―, pero tendrías que permitirme ciertas cosas…, ya me entiendes.
―¿Ciertas cosas?
―Sí, eso es, ¡como por ejemplo dejar que folle con otros!
―Estás loca, peor de lo que pensaba… ―Y ella me puso el dedo en la boca.
―Shhh, déjame hablar, el sexo contigo está muy bien y todo eso, pero lo que sentí el otro día con Javier, mmmmmm…, ese morbo de la infidelidad ya lo había experimentado con otros novios, con Abel, con Álvaro, y me gustaba, aunque nada comparado a lo del jueves, ufffff, perdí la voluntad por completo, ¡fui un juguete en sus manos!
―Sara, noooo… ―volví a gimotear disfrutando de la maravillosa paja que me estaba haciendo.
―Podríamos hacer taaantas cosas, mmmmm, haría lo que quisieras, follaría con Javier y luego te lo contaría, imagínate qué polvazos echaríamos. Me acostaría con el que me pidieras, con Álvaro, con cualquier compañero de la auditoría con el que me tocara salir, con Jessica si te pone que me lo monte con otra tía, incluso con tus amigos, mmmmm, dejaría que me follara Daniel. Te haría un buen cornudo y todos sabrían que lo eres… Iríamos a clubs de intercambio, tú podrías tirarte a otras también… Nos llevaríamos a hombres a casa, follaría con ellos delante de ti si eso es lo que te excita, ¡uf, lo pasaríamos tan bien!, y entonces sí, tendríamos la relación perfecta…
―Debes estar muy borracha para soltarme esto y creértelo de verdad…
―Apenas he bebido…, y estoy siendo muy sincera, vamos, reconócelo, el sexo contigo no está nada mal, pero…
―¿No está mal? ―dije resignado.
―No es eso, está bien y tal, pero tampoco es que sea… ―Y volvió a comerme la boca.
Todavía no podía creerme lo que me estaba proponiendo Sara, ¡era una locura!, y, sin embargo, allí seguía con ella, dejando que me pajeara y sobando su culazo a dos manos. Apenas me salía palabra alguna de mi boca, solo podía gimotear y escuchar la voz de zorra de Sara mientras me soltaba toda esa fantasía perversa que se le había pasado por la cabeza.
Y lo peor es que parecía sincera. ¡Estaba dispuesta a hacer todo eso que me había dicho!
―Te ha gustado, ¿verdad?, noto lo durísima que la tienes. Yo también estoy supercachonda de imaginarme todo eso que te he dicho, ufffff, pero no te corras todavía, eh, ¡no me jodas!, tienes que follarme, Pablo, por lo que más quieras, esta noche tienes que metérmela…
Tiró de mi camiseta para que la siguiera. Llegamos hasta la mesita donde estaba la televisión frente a la cama y Sara apoyó el culo, recostándose en ella y abriéndose de piernas. Todo en Sara era pornográficamente obsceno. Me encanta mirar ese vientre tan firme, sus tetas medio ocultadas detrás de la tela y su coño expuesto y húmedo bajo el tanguita.
No me soltó la polla ni un instante y yo me dejé llevar acercándome a su cuerpo. Ella misma se apartó el tanguita y rocé con mi capullo sus labios vaginales. Sara estaba excitadísima y me ofreció su coño para que me lo follara. Emitía un ligero ronroneo que me volvía loco, y se inclinó hacia delante para darme otro morreo antes de volver a la misma posición.
―¿Quieres follarme?, eh, ¿eso es lo que quieres?
―Sí, joder, es lo que quiero…
―Diossss, ¡qué caliente estoy, joder!
Cuando fui a clavársela, Sara devolvió el tanga a su lugar ocultándome la entrada, y yo froté mi polla contra su entrepierna, arriba y abajo, como si estuviéramos follando ya.
―Mmmmmm, ¡como sigas haciendo eso, me voy a correr, cabrón!
―Vamos, apártate el tanguita y deja que te la meta…
―Espera, ufffff, se me está ocurriendo una idea… Lo que te he dicho antes era totalmente cierto, estoy dispuesta a hacer todas esas cosas por ti, para que lo disfrutemos los dos, pero veo en tus ojos que todavía no me crees, ¿verdad?
―Sara, aparta ese tanga o lo hago yo…
―Espera, mmmmm, espera, aaaaah, tenemos a Javier aquí al lado…
―Cállate, ahora no quiero hablar de él…
―Imagínate que voy a su habitación y luego regreso contigo… ¡y te lo cuento todo!, ¿eso no te daría morbo?
―¡Cállate, puta!
―Porque a mí sí, mucho, mmmmm, solo de pensarlo me estoy poniendo cachondísima…
―¡Que te calles, joder!
―Quiero que veas con tus propios ojos lo que te estás perdiendo… Hoy es la noche indicada… Si después de esto no quieres seguir lo entenderé, pero tiene que ser hoy, no puedo dejar que me folles y ya está, sería lo de siempre, y volveríamos al mismo punto…, ¡tenemos que hacer algo distinto!
―¿Algo distinto? ―dije sin dejar de menearme y frotándome contra ella con las manos en su cintura.
Después acaricié sus pechos y nos fundimos en un morreo. No sé qué es lo que pretendía Sara, pero nunca la había visto así de excitada. Tan desbocada. Dispuesta a hacer cualquier cosa por complacerme y convencerme de su enrevesada idea.
Ella podría follar con quien quisiera y yo sería su cornudo.
Movía sus caderas de manera impúdica y se echó hacia atrás para que contemplara su cuerpo del pecado. Yo en ese momento podría haber apartado su tanguita y clavársela hasta el fondo. No creo que me hubiera dicho nada, pero quería saber qué es lo que Sara tenía en mente.
Que era eso «distinto» que me acababa de ofrecer.
―Si me dejas, te aseguro que esta noche no la vas a olvidar en tu vida… ―suspiró Sara―, mmmm, quítame el sujetador ―me pidió bajando la camisa por la parte de la espalda para que pudiera soltar su broche.
Cuando lo hice, la camisa regresó a su lugar y Sara se sacó el sujetador con gran habilidad por una de las mangas. Me agarró la polla y le pegó un par de sacudidas, me la apretó con fuerza haciendo que se me pusiera más dura, si es que eso era posible, y luego se sentó en la mesa con las piernas abiertas y tiró de mí para que me acercara.
Nuestras bocas quedaron prácticamente pegadas y Sara comenzó a hablar.
―Llevo muchas horas cachonda, demasiadas, desde que estaba en la ducha y cuando he comenzado a vestirme…, ya ni te cuento, uffff, me he puesto estas botas porque me lo pidió Javier el martes en el despacho…, sí, lo he hecho por él y bueno, ahora ya da igual, porque estamos tú y yo aquí, pero reconozco que esta noche he salido dispuesta a follar con él, ¿que cómo lo iba a hacer sabiendo que tú también estabas con nosotros?, pues ni idea… y ¿sabes una cosa?, eso todavía me daba más morbo… Llevo toda la noche con el coño húmedo, palpitando, es una sensación extraña el estar tan mojada, pero, uffffff, ¡me encanta!, y estoy así porque solo podía pensar que a la mínima te iba a poner los cuernos con Javier…, ¿y sabes qué?, ¡¡que hoy voy a follar con Javier!!, te guste o no…
―Te he dicho antes que me da igual lo que hagas, ya no estamos juntos… En cuanto termine contigo y te largues de aquí, puedes hacer lo que te salga del coño…, no es mi problema…
―Veo que todavía no lo has pillado, Pablito… ―se burló Sara de mí llamándome igual que como lo hacía el jefe―, pero te lo voy a explicar…, no me vas a follar y luego voy a ir con Javier, no, no, no, va a ser al revés, cariño, ahora voy a ir a su habitación y después regresaré contigo y te contaré lo que me ha hecho…
―Debes estar de puta broma. ¡No pienso tragar con eso!
―Claro que lo vas a hacer, ¿sabes por qué?, porque lo estás deseando…, ¡mira qué dura la tienes, joder! ―Y me pegó un par de sacudidas y luego me la soltó―. Si te la toco un poco más, yo creo que te me corres encima… ―Luego buscó mi boca y nos fundimos en un morreo muy caliente.
Los dos jadeábamos, suspirábamos, estábamos muy nerviosos. Nuestros cuerpos temblaban, no solo el mío, también Sara estaba fuera de sí. Nos quedamos mirando fijamente. Aparté la tela de su camisa y me quedé mirando sus tetas con detenimiento. Sus pezones no me engañaban.
Estaban duros, erectos, sensibles, y eso solo sucedía cuando Sara se encontraba en un estado de excitación máximo. Como en ese momento.
―¡Deja que te folle, Sara!
―Mmmmm, sí, podría dejarte, pero sería lo de siempre, te correrías en un minuto, o menos…, me dejarías a medias, y mira qué cachonda estoy ―dijo apartándose el tanguita y metiéndose un par de dedos en el coño.
Me pareció impresionante cómo chapoteaba su entrepierna y después subió el brazo y me metió esos dedos en la boca para que se los chupara. Yo lo hice con mucho gusto, degustando sus flujos y me acerqué a ella en busca de mi objetivo, pero Sara puso las manos en mi vientre, impidiéndome que mi polla llegara hasta ella.
―¡No puedo esperar más, jodeeeeer!, ¡estoy cerdísima! ―jadeó Sara subiendo los pies a la mesa, abriendo más las piernas y cerrando los ojos mientras echaba la cabeza hacia atrás.
Luego se acarició el coño por encima del tanga y se dio unas palmaditas en su entrepierna. Era impresionante cómo movía las caderas y esa manera de gemir, con un sonido grave y salvaje que le salía de la garganta.
―Aaaaaah, joder…, ¡no puedo más, no puedo más!…, ¡ven aquí! ―me dijo incorporándose y tirando de mi camiseta para acercarme a ella―. ¡Ha llegado el momento! ¡Desnúdate!
Yo pensé que Sara quería que me quitara la ropa para que por fin me la follara, pero justo cuando me quité la camiseta, ella comenzó a abrocharse los botones de la camisa, uno a uno. Yo no entendía qué es lo que estaba sucediendo y acto seguido me ordenó.
―Los pantalones también…
De un solo tirón me deshice de ellos y me quedé completamente desnudo delante de Sara. Me sujeté la polla con firmeza y avancé un paso, hasta que toqué otra vez su empapado coño. Se notaba una mancha de humedad en su tanguita y es que Sara estaba tan mojada que sus fluidos ya habían traspasado la tela.
Sara terminó de abrocharse el último botón de su camisa y me agarró la polla.
―Quiero que me esperes así, como estás ahora, ni te muevas…, yo me voy a ir y en unos minutos estaré de vuelta…
―¿Perdona?, ¿de qué cojones estás hablando?
―Ya te lo he dicho, voy a ir a la habitación de Javier y luego regresaré contigo… ―afirmó con seguridad cogiendo su cinto negro, que estaba sobre la mesa, y poniéndoselo en la cintura―. ¡Y ahora dímelo!, quiero escuchar cómo me lo pides, vamos, aaaah, no puedo esperar más, ¡dime que quieres que vaya a la habitación de Javier para que me folle!
―No, Sara, aaaaah…
―Tú solo espérame aquí, no te muevas. ―Y me pegó un par de sacudidas más y un piquito en la boca.
Me miró ansiosa, jadeante, y me soltó un gemido demasiado excitante en el centro de la cara. Me llegó su aliento a sexo desesperado. Rodeó con su lengua mis labios y lamió el contorno, para terminar besando mi cuello.
―¡Dímelo! Va a ser increíble, mmmmm, estoy taaaan cachonda que voy a hacer lo que me pida. Quiero meterme su polla en la boca, chupársela, aaaaah. ―Y volvió a pasarme la lengua por los labios―. Luego Javier hará conmigo lo que le dé la gana…, ¡¡voy a ser su niñata!!
―Aaaah, Sara…, nooooo, por favor, no lo hagas…
―Ya no hay marcha atrás, Pablo, y lo sabes… Estoy decidida y tú me vas a esperar aquí, desnudo. Quiero que sigas así de empalmado… ¡No sé cuánto tiempo voy a estar con él!, intentaré que sea algo rápido…
―Noooo, Sara…
―Y ahora sí, dímelo, dame tu permiso para follar con él, lo estás deseando, mmmmmm…
―Nooooo…
―Ven aquí, bájame el tanguita, solo voy a llevar la camisa, sin ropa interior debajo, aaaaah, Pablo, ¿es que no quieres bajarme las bragas para que otro me folle?
―Oooooh, Dios mío, nooooo… ―Y metí las manos por debajo de su camisa.
Agaché la mirada de la vergüenza que me dio y me sometí a ella, poniéndome de rodillas. Fui deslizando su prenda más íntima por sus piernas y Sara me acarició el pelo. Como un perrito obediente.
―Muy bien, eso es…
Y sin que me lo esperara, cuando terminé de quitarle el tanguita, Sara se volvió a sentar en la mesa y se abrió de piernas. Allí tenía su coño, mojado, expuesto. Ella me lo ofrecía y yo me quedé mirándolo. Besé la cara interna de sus muslos y Sara gimió, entremezclando sus dedos en mi cabello, por unos segundos pensé que todo había sido un juego de ella para llevarme al límite, pero al final me iba a dejar metérsela.
Acerqué mi polla a su coño, decidido, y ella se la restregó varias veces por la entrada. Estaba a punto de follármela.
―Lo has hecho muy bien, Pablito, mmmmmm, no puedo esperar ni un segundo más a tenerla dentro, aaaaah, joder… Ahora tú decides…, me la metes, te corres en veinte segundos y lo nuestro se acabó para siempre o me dejas ir con Javier y me esperas con la polla en la mano hasta que regrese, aaaaah…, seré su niñata… Y eso significa que voy a volver con el pelo revuelto, unas buenas marcas de azotes en el culo, apestando a polla y posiblemente con su corrida dentro…
»¿Cuál de las dos opciones prefieres?