La tentación de Sara

PARTE 3





Capítulo 19




El domingo me levanté con una doble sensación extraña y contradictoria; por un lado, me invadía la euforia, pues todavía no podía creerme que había follado con Sara y que ella me insinuara que yo le gustaba; pero, por otro lado, no me gustó esa despedida tan precipitada ni tampoco que me hubiera mentido respecto a Javier, diciéndome que solo se había acostado una vez con él.

Si lo que pasó entre nosotros se suponía que era el comienzo de una relación, ya había nacido con el pie torcido al ocultarme un hecho que para mí era muy importante.

Estuve todo el día mirando la pantalla del móvil, esperando un mensaje de Sara que no llegó, y tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no ser yo el que le escribiera, aunque no sabía muy bien qué decir ni tampoco quería agobiarla desde el principio.

Decidí que lo mejor era dejar pasar el tiempo y que fuera ella la que se pusiera en contacto conmigo, así podría comprobar el interés real que Sara tenía en mí o si solo había sido un solitario polvo de despedida.

El lunes solo vi caras largas en el trabajo. La fiesta del sábado nos había pasado factura y más de uno iba a tener resaca y mal cuerpo toda la semana. Javier llegó tarde, como de costumbre, y actuó con normalidad; pero yo sabía que le había jodido mucho ver cómo me había ido de la fiesta con Sara agarrada a mi brazo.

Y a media mañana, cuando bajamos a tomar el café, no tardó en soltármela mientras leía su periódico de economía.

―Enhorabuena, eh… ―dijo sin levantar la vista.
―¿Y eso?
―No te hagas el tonto, Pablito, sabes de sobra a lo que me refiero.
―Pues no.
―Está buena desnuda, ¿verdad?, menos mal que solo éramos tres en el equipo, porque, si llegamos a ser diez, se pasa a todos por la piedra en seis meses, ja, ja, ja…
―Si lo dices por Sara, te informo que no pasó nada entre nosotros, solo la acerqué hasta su casa…
―Venga ya, si no te la tiraste, eres más panoli de lo que pensaba…
―Lo mismo es que solo somos amigos e hice lo correcto, como hubiera hecho cualquiera, ¿no te parece?
―Ay, Pablito, tú siempre tan buenazo… En serio, ¿no te la follaste?
―Qué no, ya te lo he dicho…, pensé que lo harías tú, ¿no decías que hacías con ella lo que te daba la gana?
―El otro día me sorprendió cuando me sacó a bailar y se me restregó en plan calientapollas, estaba convencido de que me la iba a follar otra vez…
―Sí, me fui dentro para allanarte el camino…, ya vi que la tenías a punto de caramelo…, ¿por qué no pasó nada entre vosotros?
―No lo sé, no me corté un pelo cuando nos quedamos solos en el bar exterior, dejó que le tocara todo el culazo y le comenté que había venido muy guapa de vacaciones, ese moreno de piel le sentaba de maravilla…
―¿Le tocaste el culo? ―pregunté sin creérmelo.

Aquello me sentó como una patada en los huevos, me estaba enterando de que la primera noche que me había acostado con Sara ella se había dejado sobar por Javier unos minutos antes.

―Sí, la verdad es que la cabrona baila muy bien y me puso muy cerdo con esos movimientos de golfa, pero tampoco te creas que me dejó mucho, eh, enseguida me retiró la mano y me dijo que allí no, yo creo que se cortó bastante porque estábamos todos los del trabajo y no quería que nos vieran…, lo que me parece normal…
―¿Tú crees que si hubierais estado solos te la habrías follado?
―No tengo ninguna duda…, otra vez puso la cara esa de… ¡niñata con ganas de que le den una buena lección!, ja, ja, ja, ya sabes a lo que me refiero…; pero de repente me dijo que entráramos a la sala de fiesta con el resto…, ella sabía de sobra que, si se quedaba un par de minutos más conmigo, ya no hubiera habido vuelta atrás…
―¿Por…?
―Estaba muy cachonda, demasiado, colé la mano por debajo de su faldita y hasta se le escapó un gemido cuando sobé su culazo…
―¿Metiste la mano por debajo de su falda?, ¿así, sin más?
―Sí, tan fácil como eso, me dejó unos segundos, pero luego se arrepintió…, me dejó con una buena empalmada, y cuando vi que al momento salía contigo me dije: «Pablito va a tener suerte y le va a tocar apagar el calentón que lleva la niñata».

Las palabras de mi jefe me estaban jodiendo mucho. No podía ser que Sara se hubiera enrollado conmigo solo porque estuviera cachonda después de estar con Javier. Un cabreo considerable me subió desde el estómago y ya no me apeteció seguir escuchando sus payasadas.

No había pasado ni un día y medio y Javier ya me había quitado cualquier ilusión de poder tener una relación medianamente seria con Sara.

―¿Entonces, no hiciste nada con ella?, cuando vinisteis juntos a despediros, ibas demasiado eufórico…
―Ya te he dicho que no pasó nada… Bueno, me subo, que tengo mucho trabajo pendiente…
―¡No te pongas así, hombre!, que tampoco es para tanto… Ahora dentro de un rato voy yo también… ―Y se quedó leyendo el periódico como si tal cosa.

Javier era un bocazas y un experto en meter la pata, pero si lo que me había contado era cierto, Sara había vuelto a jugármela. Aquella noche me creí sinceramente sus palabras y si no quería tener nada conmigo me parecía bien, y lo aceptaba, pero que me ilusionara sin tener ninguna intención de ser mi pareja, eso ya era de ser muy mala persona.

Y yo consideraba a Sara una chica muy noble en ese aspecto, pero lo que no lograba entender era esa sumisión con Javier.

¿Por qué se comportaba así con él?

Salí de la oficina con un enfado de tres pares de narices. Confundido y asqueado solo tenía dos opciones, llamarla de inmediato y quedar por la tarde para que ella fuera sincera y aclarar lo que había entre nosotros o seguir esperando a que se desarrollaran los acontecimientos y ver lo que me deparaba el futuro.

Al final opté por la segunda opción, me parecía la más lógica y me puse en el lugar de Sara, en ese momento, sin trabajo y habiendo cortado con su chico, con el que tenía una relación cuanto menos extraña; quizás su vida era un poco caótica y necesitara tiempo para organizarse.

Por no hablar de mí, que, con cuarenta y cinco años, dos hijas y un divorcio a mis espaldas, me estaba comportando como un quinceañero celoso. No entendía esa obsesión con Sara, joder, que sí, que tenía un cuerpazo de impresión y unos labios que daban ganas de besar a todas horas; pero es que también me encantaba su forma de ser y cuando estaba con ella, sentía una conexión muy especial.

¿Era normal estar tan pillado por aquella «niñata»?

No podía seguir así de rayado, pensando en ella cada segundo, y decidí no hacer caso de lo que me decía Javier, que había sonado más bien despechado y esperar que fuera Sara la que diera el primer paso, si realmente estaba interesada.

Aquella misma tarde llamé a Daniel y salimos con la bici un par de horas que me vinieron de maravilla para limpiar la mente y expulsar las malas vibraciones. Terminamos en un bar de pueblo, tomando una cerveza y compartiendo confidencias.

―¿Y qué tal la fiesta de despedida del sábado? ―me preguntó.
―Bien, mejor de lo que pensaba…
―¿Ah, sí?, ¿y eso?
―Sara y yo…, bueno…, eh…, lo pasamos muy bien y al final… terminamos en mi casa…
―¡No me fastidies!, ¿te follaste a la de prácticas?
―Sí…
―¡Sí, señor!, ese es mi Pablo, me alegro mucho por ti…
―Gracias.
―¿Y ahora?
―¿Ahora qué…?
―¿Qué piensas hacer?
―Nada, nos acostamos y ya está…
―Pero esa chica te gustaba de verdad…, ¿no habéis vuelto a hablar?
―No, fue hace solo dos días…
―¿Y no te gustaría?
―Pues sí, pero prefiero que sea ella la que tome la iniciativa…
―¡Bien hecho!, si estás detrás de ellas, luego pasan de ti, ¡así son las tías!, ahora tienes que ser fuerte, Pablo…
―¿Ser fuerte?
―Sí, ya sé que eres un buen tipo y tal, pero tienes que fingir que no te interesa…, que para ti fue solo el polvo de una noche…, y pasar de ella…
―¡Menudo consejo!
―Tú hazme caso, déjate de llamaditas empalagosas, cenas románticas y regalos…, o vas a ser un pelele en sus manos.

Prácticamente ya lo era.

―Si quieres que esa chica se interese de verdad por ti, tienes que ser un poco cabroncete y te aseguro que en menos de lo que piensas va a estar comiendo de tu mano…

Daniel era mi mejor amigo, pero si su idea de comenzar una relación era esa, casi mejor que iba a pasar de él. Me hacían gracia las chorradas que soltaba, que parecían sacadas del «Manual del follador», y a veces ya no sabía si estaba bromeando o me lo decía totalmente en serio.

―Mírame a mí, yo también era un pringao con Estela, y, sin ir más lejos…, este fin de semana también he triunfado…
―¿La casada?
―Sí, quedamos en mi casa, le dijo a su marido que iba a salir a cenar con unas amigas y tal… y estuvimos cuatro horas follando…, ¡nos teníamos muchas ganas!
―Joder, pobre Isabel…, no se merece eso…
―Lo sé, pero no lo pude evitar, es que esta tía me daba mucho morbo. Nos conocemos desde hace diez años y había una tensión sexual entre nosotros que debíamos resolver…
―¿Y ya no vais a repetir?
―No creo, si surge alguna vez, no me importaría, pero yo creo que los dos sabíamos que era una noche y punto…
―Entiendo… Bueno, deberíamos volver, que se nos va a hacer tarde…
―Sí, vamos, Pablo…, y ya sabes lo que tienes que hacer con la de prácticas…, a partir de ahora pasa de ella, hazme caso y me lo agradecerás…


El martes tampoco tuve noticias de Sara. Ni el miércoles. Ni el jueves. Cuando el viernes salí del trabajo, pasé por casa de mi ex a recoger a las niñas. Me tocaban todo el finde y la semana siguiente al completo.

Pasar diez días con las niñas me iba a venir muy bien para centrarme solo en el trabajo y en ellas y así poder olvidarme de Sara, que tampoco tenía pinta de que me estuviera echando mucho de menos.

Por la noche, mientras cenaba con mis hijas viendo una peli, recibí un inesperado whatsapp. En cuanto vi su nombre, el corazón me bombeó con fuerza bajo el pecho.

Sara 21:40
Hola, Pablo
Qué tal la semana?
Espero que bien
Siento no haberte llamado antes, pero el martes me llamó una amiga y me he venido con ella a pasar unos días a San Sebastián
Hasta la semana que viene no vuelvo

Después me llegó una foto de ella en la playa de la Concha. Estaba sentada con un enorme sombrero de paja, gafas de sol y se rodeaba las rodillas con los brazos para taparse los pechos, que parecían desnudos. La muy cabrona estaba haciendo topless…, y no podía ser más atractiva.

Me tomé unos segundos para pensar la respuesta y después escribí emocionado.

Pablo 21:45
Hola!
Pues mi semana seguro que peor que la tuya, como siempre mucho trabajo, ya veo que te lo estás pasando muy bien
No te preocupes, la semana que viene hablamos, cuando estés por aquí dame un toque aunque no podamos quedar, me toca con las niñas, finde incluido…
Sara 21:46
Es verdad, que ya empezabas con la custodia compartida
Seguro que estás genial con las niñas
Me encantaría conocerlas
Lo mismo me paso una mañana cerca de la auditoría y te puedes escapar unos minutos para tomar un café, ¿te parece?​
Pablo 21:47
Eso estaría genial
Cuando quieras, me avisas con un poquito de tiempo y tomamos algo
Sara 21:48
Perfecto, en eso quedamos
Un besazo
Te dejo que vamos a salir a cenar con unas amigas​
Pablo 21:49
Pásalo bien y otro para ti
Por cierto, estás muy guapa en la foto…
Es una pena que estén esas rodillas delante de la cámara, jajaja.
Sara 21:50
(Tres emoticonos con cara enfadada).​


¿Es que no le había gustado mi broma? Tampoco consideré que fuera ofensiva, y menos después de habernos acostado. Sí, quizás no debería haberle puesto esto último, pero ya no lo podía borrar. Luego estuve repasando la conversación, había sido breve, pero muy interesante y pude sacar varias conclusiones de ella.

La primera y más importante es que Sara continuaba en la misma actitud que el día de la cena de su despedida y quería seguir viéndome y quedando conmigo. Eso era muy buena señal. Que me mandara la foto de la playa casi desnuda lo había hecho para provocarme y que no me olvidara de su cuerpazo, aunque eso era casi imposible. Y todavía había una tercera cosa a la que había hecho caso omiso, pero que quizás era la más importante de todas.

Me había dicho que quería conocer a mis hijas.

Eso podía significar muchas cosas, entre ellas que Sara me estuviera insinuando que quería una relación seria, pero yo de momento prefería guardar un poco las distancias. Conociendo el carácter tan divertido de Sara seguro que mis hijas estarían encantadas con ella y se iban a llevar de maravilla, pero consideraba que todavía era demasiado pronto para presentárselas.

Aun así, no pude evitar otra vez sentir esas mariposillas en el estómago. Con unos simples mensajes, Sara ya había conseguido que me olvidara de la semana tan asquerosa que había pasado por las palabras de Javier.

Lo que le pasaba a mi jefe es que estaba jodido porque Sara prefirió irse conmigo.

Esa noche dormí con una sonrisa de oreja a oreja, teniendo a mis hijas felices en la habitación de al lado y sabiendo que Sara estaba deseando volver a quedar conmigo. No os podéis imaginar la sorpresa que me llevé cuando encendí el móvil a las ocho de la mañana me encontré que había recibido un whatsapp de Sara un par de horas antes.

No ponía ningún mensaje ni emoticono. La muy cabrona me había mandado otra foto de la playa de la Concha, era prácticamente igual que la de por la mañana, pero tenía las piernas cruzadas, con la postura de la flor de loto, y las manos hacia atrás apoyadas en la arena, con la espalda recta.

¡Me mostraba impúdica sus imponentes tetazas desnudas bajo el sol!

Tuve una erección instantánea y enseguida caí en la cuenta de que esa foto ya la tenía en su galería cuando habíamos estado hablando durante la hora de la cena; por lo que se había estado haciendo fotos en topless con su amiga durante la jornada de playa.

Ni que decir tiene que me tuve que sacar la polla y aliviarme bajo las sábanas antes de que se despertaran las niñas. Con aquella foto me iba a sacar unas cuantas pajas, aunque era una pena que llevara el sombrero y las gafas de sol, pues hacía que no pudiera ver bien su cara…; pero esas tetas bien merecían una ampliación para contemplarlas con detalle.

¿Cómo tenía que interpretar aquello?

Sara empezaba a mandarme fotos de ella medio desnuda en la playa… y eso supongo que no lo haría con cualquiera. Es verdad que solo nos habíamos acostado una vez, pero me encantaba que Sara se hubiera acordado de mí durante su escapada a San Sebastián y ya parecía claro que para ella no era solo el rollo de una noche…

Algo más serio estaba surgiendo entre nosotros.
 
PARTE 3





Capítulo 19




El domingo me levanté con una doble sensación extraña y contradictoria; por un lado, me invadía la euforia, pues todavía no podía creerme que había follado con Sara y que ella me insinuara que yo le gustaba; pero, por otro lado, no me gustó esa despedida tan precipitada ni tampoco que me hubiera mentido respecto a Javier, diciéndome que solo se había acostado una vez con él.

Si lo que pasó entre nosotros se suponía que era el comienzo de una relación, ya había nacido con el pie torcido al ocultarme un hecho que para mí era muy importante.

Estuve todo el día mirando la pantalla del móvil, esperando un mensaje de Sara que no llegó, y tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no ser yo el que le escribiera, aunque no sabía muy bien qué decir ni tampoco quería agobiarla desde el principio.

Decidí que lo mejor era dejar pasar el tiempo y que fuera ella la que se pusiera en contacto conmigo, así podría comprobar el interés real que Sara tenía en mí o si solo había sido un solitario polvo de despedida.

El lunes solo vi caras largas en el trabajo. La fiesta del sábado nos había pasado factura y más de uno iba a tener resaca y mal cuerpo toda la semana. Javier llegó tarde, como de costumbre, y actuó con normalidad; pero yo sabía que le había jodido mucho ver cómo me había ido de la fiesta con Sara agarrada a mi brazo.

Y a media mañana, cuando bajamos a tomar el café, no tardó en soltármela mientras leía su periódico de economía.

―Enhorabuena, eh… ―dijo sin levantar la vista.
―¿Y eso?
―No te hagas el tonto, Pablito, sabes de sobra a lo que me refiero.
―Pues no.
―Está buena desnuda, ¿verdad?, menos mal que solo éramos tres en el equipo, porque, si llegamos a ser diez, se pasa a todos por la piedra en seis meses, ja, ja, ja…
―Si lo dices por Sara, te informo que no pasó nada entre nosotros, solo la acerqué hasta su casa…
―Venga ya, si no te la tiraste, eres más panoli de lo que pensaba…
―Lo mismo es que solo somos amigos e hice lo correcto, como hubiera hecho cualquiera, ¿no te parece?
―Ay, Pablito, tú siempre tan buenazo… En serio, ¿no te la follaste?
―Qué no, ya te lo he dicho…, pensé que lo harías tú, ¿no decías que hacías con ella lo que te daba la gana?
―El otro día me sorprendió cuando me sacó a bailar y se me restregó en plan calientapollas, estaba convencido de que me la iba a follar otra vez…
―Sí, me fui dentro para allanarte el camino…, ya vi que la tenías a punto de caramelo…, ¿por qué no pasó nada entre vosotros?
―No lo sé, no me corté un pelo cuando nos quedamos solos en el bar exterior, dejó que le tocara todo el culazo y le comenté que había venido muy guapa de vacaciones, ese moreno de piel le sentaba de maravilla…
―¿Le tocaste el culo? ―pregunté sin creérmelo.

Aquello me sentó como una patada en los huevos, me estaba enterando de que la primera noche que me había acostado con Sara ella se había dejado sobar por Javier unos minutos antes.

―Sí, la verdad es que la cabrona baila muy bien y me puso muy cerdo con esos movimientos de golfa, pero tampoco te creas que me dejó mucho, eh, enseguida me retiró la mano y me dijo que allí no, yo creo que se cortó bastante porque estábamos todos los del trabajo y no quería que nos vieran…, lo que me parece normal…
―¿Tú crees que si hubierais estado solos te la habrías follado?
―No tengo ninguna duda…, otra vez puso la cara esa de… ¡niñata con ganas de que le den una buena lección!, ja, ja, ja, ya sabes a lo que me refiero…; pero de repente me dijo que entráramos a la sala de fiesta con el resto…, ella sabía de sobra que, si se quedaba un par de minutos más conmigo, ya no hubiera habido vuelta atrás…
―¿Por…?
―Estaba muy cachonda, demasiado, colé la mano por debajo de su faldita y hasta se le escapó un gemido cuando sobé su culazo…
―¿Metiste la mano por debajo de su falda?, ¿así, sin más?
―Sí, tan fácil como eso, me dejó unos segundos, pero luego se arrepintió…, me dejó con una buena empalmada, y cuando vi que al momento salía contigo me dije: «Pablito va a tener suerte y le va a tocar apagar el calentón que lleva la niñata».

Las palabras de mi jefe me estaban jodiendo mucho. No podía ser que Sara se hubiera enrollado conmigo solo porque estuviera cachonda después de estar con Javier. Un cabreo considerable me subió desde el estómago y ya no me apeteció seguir escuchando sus payasadas.

No había pasado ni un día y medio y Javier ya me había quitado cualquier ilusión de poder tener una relación medianamente seria con Sara.

―¿Entonces, no hiciste nada con ella?, cuando vinisteis juntos a despediros, ibas demasiado eufórico…
―Ya te he dicho que no pasó nada… Bueno, me subo, que tengo mucho trabajo pendiente…
―¡No te pongas así, hombre!, que tampoco es para tanto… Ahora dentro de un rato voy yo también… ―Y se quedó leyendo el periódico como si tal cosa.

Javier era un bocazas y un experto en meter la pata, pero si lo que me había contado era cierto, Sara había vuelto a jugármela. Aquella noche me creí sinceramente sus palabras y si no quería tener nada conmigo me parecía bien, y lo aceptaba, pero que me ilusionara sin tener ninguna intención de ser mi pareja, eso ya era de ser muy mala persona.

Y yo consideraba a Sara una chica muy noble en ese aspecto, pero lo que no lograba entender era esa sumisión con Javier.

¿Por qué se comportaba así con él?

Salí de la oficina con un enfado de tres pares de narices. Confundido y asqueado solo tenía dos opciones, llamarla de inmediato y quedar por la tarde para que ella fuera sincera y aclarar lo que había entre nosotros o seguir esperando a que se desarrollaran los acontecimientos y ver lo que me deparaba el futuro.

Al final opté por la segunda opción, me parecía la más lógica y me puse en el lugar de Sara, en ese momento, sin trabajo y habiendo cortado con su chico, con el que tenía una relación cuanto menos extraña; quizás su vida era un poco caótica y necesitara tiempo para organizarse.

Por no hablar de mí, que, con cuarenta y cinco años, dos hijas y un divorcio a mis espaldas, me estaba comportando como un quinceañero celoso. No entendía esa obsesión con Sara, joder, que sí, que tenía un cuerpazo de impresión y unos labios que daban ganas de besar a todas horas; pero es que también me encantaba su forma de ser y cuando estaba con ella, sentía una conexión muy especial.

¿Era normal estar tan pillado por aquella «niñata»?

No podía seguir así de rayado, pensando en ella cada segundo, y decidí no hacer caso de lo que me decía Javier, que había sonado más bien despechado y esperar que fuera Sara la que diera el primer paso, si realmente estaba interesada.

Aquella misma tarde llamé a Daniel y salimos con la bici un par de horas que me vinieron de maravilla para limpiar la mente y expulsar las malas vibraciones. Terminamos en un bar de pueblo, tomando una cerveza y compartiendo confidencias.

―¿Y qué tal la fiesta de despedida del sábado? ―me preguntó.
―Bien, mejor de lo que pensaba…
―¿Ah, sí?, ¿y eso?
―Sara y yo…, bueno…, eh…, lo pasamos muy bien y al final… terminamos en mi casa…
―¡No me fastidies!, ¿te follaste a la de prácticas?
―Sí…
―¡Sí, señor!, ese es mi Pablo, me alegro mucho por ti…
―Gracias.
―¿Y ahora?
―¿Ahora qué…?
―¿Qué piensas hacer?
―Nada, nos acostamos y ya está…
―Pero esa chica te gustaba de verdad…, ¿no habéis vuelto a hablar?
―No, fue hace solo dos días…
―¿Y no te gustaría?
―Pues sí, pero prefiero que sea ella la que tome la iniciativa…
―¡Bien hecho!, si estás detrás de ellas, luego pasan de ti, ¡así son las tías!, ahora tienes que ser fuerte, Pablo…
―¿Ser fuerte?
―Sí, ya sé que eres un buen tipo y tal, pero tienes que fingir que no te interesa…, que para ti fue solo el polvo de una noche…, y pasar de ella…
―¡Menudo consejo!
―Tú hazme caso, déjate de llamaditas empalagosas, cenas románticas y regalos…, o vas a ser un pelele en sus manos.

Prácticamente ya lo era.

―Si quieres que esa chica se interese de verdad por ti, tienes que ser un poco cabroncete y te aseguro que en menos de lo que piensas va a estar comiendo de tu mano…

Daniel era mi mejor amigo, pero si su idea de comenzar una relación era esa, casi mejor que iba a pasar de él. Me hacían gracia las chorradas que soltaba, que parecían sacadas del «Manual del follador», y a veces ya no sabía si estaba bromeando o me lo decía totalmente en serio.

―Mírame a mí, yo también era un pringao con Estela, y, sin ir más lejos…, este fin de semana también he triunfado…
―¿La casada?
―Sí, quedamos en mi casa, le dijo a su marido que iba a salir a cenar con unas amigas y tal… y estuvimos cuatro horas follando…, ¡nos teníamos muchas ganas!
―Joder, pobre Isabel…, no se merece eso…
―Lo sé, pero no lo pude evitar, es que esta tía me daba mucho morbo. Nos conocemos desde hace diez años y había una tensión sexual entre nosotros que debíamos resolver…
―¿Y ya no vais a repetir?
―No creo, si surge alguna vez, no me importaría, pero yo creo que los dos sabíamos que era una noche y punto…
―Entiendo… Bueno, deberíamos volver, que se nos va a hacer tarde…
―Sí, vamos, Pablo…, y ya sabes lo que tienes que hacer con la de prácticas…, a partir de ahora pasa de ella, hazme caso y me lo agradecerás…


El martes tampoco tuve noticias de Sara. Ni el miércoles. Ni el jueves. Cuando el viernes salí del trabajo, pasé por casa de mi ex a recoger a las niñas. Me tocaban todo el finde y la semana siguiente al completo.

Pasar diez días con las niñas me iba a venir muy bien para centrarme solo en el trabajo y en ellas y así poder olvidarme de Sara, que tampoco tenía pinta de que me estuviera echando mucho de menos.

Por la noche, mientras cenaba con mis hijas viendo una peli, recibí un inesperado whatsapp. En cuanto vi su nombre, el corazón me bombeó con fuerza bajo el pecho.

Sara 21:40
Hola, Pablo
Qué tal la semana?
Espero que bien
Siento no haberte llamado antes, pero el martes me llamó una amiga y me he venido con ella a pasar unos días a San Sebastián
Hasta la semana que viene no vuelvo

Después me llegó una foto de ella en la playa de la Concha. Estaba sentada con un enorme sombrero de paja, gafas de sol y se rodeaba las rodillas con los brazos para taparse los pechos, que parecían desnudos. La muy cabrona estaba haciendo topless…, y no podía ser más atractiva.

Me tomé unos segundos para pensar la respuesta y después escribí emocionado.

Pablo 21:45
Hola!
Pues mi semana seguro que peor que la tuya, como siempre mucho trabajo, ya veo que te lo estás pasando muy bien
No te preocupes, la semana que viene hablamos, cuando estés por aquí dame un toque aunque no podamos quedar, me toca con las niñas, finde incluido…
Sara 21:46
Es verdad, que ya empezabas con la custodia compartida
Seguro que estás genial con las niñas
Me encantaría conocerlas
Lo mismo me paso una mañana cerca de la auditoría y te puedes escapar unos minutos para tomar un café, ¿te parece?​
Pablo 21:47
Eso estaría genial
Cuando quieras, me avisas con un poquito de tiempo y tomamos algo
Sara 21:48
Perfecto, en eso quedamos
Un besazo
Te dejo que vamos a salir a cenar con unas amigas​
Pablo 21:49
Pásalo bien y otro para ti
Por cierto, estás muy guapa en la foto…
Es una pena que estén esas rodillas delante de la cámara, jajaja.
Sara 21:50
(Tres emoticonos con cara enfadada).​


¿Es que no le había gustado mi broma? Tampoco consideré que fuera ofensiva, y menos después de habernos acostado. Sí, quizás no debería haberle puesto esto último, pero ya no lo podía borrar. Luego estuve repasando la conversación, había sido breve, pero muy interesante y pude sacar varias conclusiones de ella.

La primera y más importante es que Sara continuaba en la misma actitud que el día de la cena de su despedida y quería seguir viéndome y quedando conmigo. Eso era muy buena señal. Que me mandara la foto de la playa casi desnuda lo había hecho para provocarme y que no me olvidara de su cuerpazo, aunque eso era casi imposible. Y todavía había una tercera cosa a la que había hecho caso omiso, pero que quizás era la más importante de todas.

Me había dicho que quería conocer a mis hijas.

Eso podía significar muchas cosas, entre ellas que Sara me estuviera insinuando que quería una relación seria, pero yo de momento prefería guardar un poco las distancias. Conociendo el carácter tan divertido de Sara seguro que mis hijas estarían encantadas con ella y se iban a llevar de maravilla, pero consideraba que todavía era demasiado pronto para presentárselas.

Aun así, no pude evitar otra vez sentir esas mariposillas en el estómago. Con unos simples mensajes, Sara ya había conseguido que me olvidara de la semana tan asquerosa que había pasado por las palabras de Javier.

Lo que le pasaba a mi jefe es que estaba jodido porque Sara prefirió irse conmigo.

Esa noche dormí con una sonrisa de oreja a oreja, teniendo a mis hijas felices en la habitación de al lado y sabiendo que Sara estaba deseando volver a quedar conmigo. No os podéis imaginar la sorpresa que me llevé cuando encendí el móvil a las ocho de la mañana me encontré que había recibido un whatsapp de Sara un par de horas antes.

No ponía ningún mensaje ni emoticono. La muy cabrona me había mandado otra foto de la playa de la Concha, era prácticamente igual que la de por la mañana, pero tenía las piernas cruzadas, con la postura de la flor de loto, y las manos hacia atrás apoyadas en la arena, con la espalda recta.

¡Me mostraba impúdica sus imponentes tetazas desnudas bajo el sol!

Tuve una erección instantánea y enseguida caí en la cuenta de que esa foto ya la tenía en su galería cuando habíamos estado hablando durante la hora de la cena; por lo que se había estado haciendo fotos en topless con su amiga durante la jornada de playa.

Ni que decir tiene que me tuve que sacar la polla y aliviarme bajo las sábanas antes de que se despertaran las niñas. Con aquella foto me iba a sacar unas cuantas pajas, aunque era una pena que llevara el sombrero y las gafas de sol, pues hacía que no pudiera ver bien su cara…; pero esas tetas bien merecían una ampliación para contemplarlas con detalle.

¿Cómo tenía que interpretar aquello?

Sara empezaba a mandarme fotos de ella medio desnuda en la playa… y eso supongo que no lo haría con cualquiera. Es verdad que solo nos habíamos acostado una vez, pero me encantaba que Sara se hubiera acordado de mí durante su escapada a San Sebastián y ya parecía claro que para ella no era solo el rollo de una noche…

Algo más serio estaba surgiendo entre nosotros.
A vere si despierta de una vez y se da cuenta que cada vez le queda menos pelo de listo..... Eso sí, aún tengo la espranza que de un golpe de puño a la situación
 
Capítulo 20



La semana siguiente fue una locura, entre que tenía a mis hijas y acababan de empezar el colegio y que nos asignaron una auditoría externa, apenas tuve un segundo de respiro, y me tocó dejar a las niñas en casa de mis padres las dos noches que pasé fuera.

El jueves, recién llegado del viaje, pasé a recogerlas por donde mis padres. No eran ni las nueve y media cuando acabé de acostarlas y ya estaba agotado y medio dormido en el sofá. Encendí la tele e hice el esfuerzo por cenar algo cuando me llegó un whatsapp de Sara.

No había tenido tiempo ni de pensar en ella.

Sara 21:26
Hola!
Ya estoy por aquí
Te apetece tomar un café mañana?
Pablo 21:27
Hola
Sí, claro, aunque mañana voy a estar un poco pillado, hemos tenido auditoria y ya sabes el papeleo que nos toca preparar…​
Sara 21:27
Lo dejamos para la semana que viene?
Pablo 21:28
Como mejor te venga
Pero un ratito sí podría escaparme​
Sara 21:28
Vale, perfecto
Aunque sea veinte minutitos no me importa
Me apetece verte
Pablo 21:29
A mí también
Pues si te pasas por mí genial​
Sara 21:29
A las 10?
Pablo 21:30
Ok
Sara 21:31
Si quieres quedamos en el Rinconcito, aunque te pille a cinco minutos, es para no encontrarme a nadie del trabajo
Pablo 21:32
Me parece bien, así estamos más tranquilos​
Sara 21:32
Por eso
Pues hasta mañana
Un besazo
Descansa
Pablo 21:32
Otro para ti
Hasta mañana​

La capacidad que tenía Sara de alegrarme el día era algo que ni ella misma se imaginaba. Con un par de mensajes se me pasaban todos los males y con el subidón de saber que al día siguiente íbamos a vernos me acosté temprano y después de dormir nueve horas me levanté con las energías renovadas.

Me duché, preparé el desayuno a las niñas, las llevé al cole y entré en el trabajo como un torbellino. Adelanté todo lo que pude y diez minutos antes de lo acordado salí de la oficina para acercarme hasta el Rinconcito.

Con puntualidad inglesa llegó Sara. Esa era otra cosa que me gustaba mucho de ella. A las diez apareció por la cafetería con unas enormes gafas de sol que se quitó para dejarlas sobre su cabeza. Llevaba unos shorts vaqueros muy cortos, sudadera fina azul marino y zapatillas blancas.

No era su look más erótico, pero a mí me parecía que estaba igual de guapa que siempre. Con una sonrisa de oreja a oreja se acercó hasta mi mesa y antes de sentarse nos saludamos con un solo beso de estos que llamaríamos incómodos. No sé si quiso darme un pico y yo puse la mejilla, o algo así, total, que quedó un poco raro.

Los veinte minutos previstos se convirtieron en casi una hora en la que estuvimos hablando sin parar. Yo contándole a Sara cosas de la auditoría y de mis quehaceres diarios en casa con las niñas y ella explicándome sus viajes, fiestas con amigos y los planes futuros que tenía.

Sara me dijo que necesitaba urgentemente ponerse a currar para ahorrar algo porque tenía en mente irse de casa de sus padres cuando llegara el verano. Me enseñó un currículum que había preparado, a ver qué me parecía, y yo le propuse que podría redactarle una carta de recomendación de nuestra auditoría.

Me dio pena despedirme y esta vez sí, lo hicimos con un pico cariñoso en los labios. Llegué flotando al trabajo y el resto de la mañana me la pasé con una estúpida sonrisa en la cara.

No volví a tener noticias de Sara en toda la semana y el domingo por la noche, en cuanto dejé a las niñas en casa de mi ex, le mandé un mensaje para ver qué tal había pasado el fin de semana.

A las diez de la noche me contestó con un par de whatsapp escuetos que había estado de fiesta con los amigos hasta que se hizo de día y que necesitaba dormir urgentemente. Tampoco le pedí ninguna explicación de lo que había hecho, pero podría haber sido un poco más efusiva en su respuesta.

No sabía muy bien a qué atenerme con Sara; de repente me mandaba mensajes en los que decía que le apetecía verme o conocer a mis hijas y luego me pasaba días y días sin saber nada de ella. Mi situación personal no era fácil, con una custodia compartida para tener a mis dos hijas una semana sí y una no, y Sara no era más que una veinteañera que lo único que quería era viajar y salir de fiesta con sus colegas.

Mirándolo desde esa perspectiva, que Sara y yo tuviéramos una relación seria o estable me parecía muy complicado, y yo era muy consciente de eso; pero ese juego del gato y el ratón, ahora te escribo un mensaje, después estamos cinco días sin hablar, te mando una foto desnuda, luego paso de ti…, me tenía muy desconcertado.

La semana siguiente al menos pude entrenar con Daniel y todas las tardes quedamos para hacer deporte. Eso me venía muy bien para tener la cabeza despejada y hablar con mi amigo, al que expuse mis inquietudes respecto a Sara.

―Sí, es un poco extraño tal y como lo cuentas…, lo mismo sí que le gustas, pero tiene dudas. Al fin y al cabo, no deja de ser una chica de veinticinco y la mitad de su tiempo lo tendría que compartir con tus hijas. Tampoco debe ser fácil para ella…
―Ya, ¿y qué hago?, ¿hablo con Sara?
―¿Y qué le vas a decir?, por lo que parece, a ella le gusta ir por libre, pero es muy buena señal que se acuerde de ti…, o lo mismo solo quiere ser tu follamiga…
―A mí esas cosas no me van…
―Ya lo sé, pero de momento es lo que hay… Joder, Pablito, ya veo que te has pillado bien por esa chica…, si es que no cambias. Disfruta y ya está, deja que pase el tiempo, y ya se verá qué pasa en un futuro, si echas unos polvos con ella y la cosa no va a más…, pues eso que te llevas por delante…
―¿Entonces, sigo igual?
―Sí, claro, no puedes hacer otra cosa… Tiene que ser muy guapa para que te hayas encoñado así con ella, ¿no tendrás alguna foto por ahí?, me gustaría ver cómo es y todavía no me la has enseñado…
―Pues creo que no…
―¿Y no tienes su ********* o ********?
―Yo no utilizo esas cosas…
―Dime su nombre completo…
―Sara…

Daniel se puso a buscarla por el ********** Dio con el perfil de una chica que se parecía de espaldas a ella, pero lo tenía privado.

―Vaya, qué pena, al final no la voy a conocer…

Me acordé de que el día de la cena de su despedida, los compañeros habían hecho varias fotos que luego habían mandado por WhatsApp y se las mostré a Daniel, aunque se la veía a lo lejos y rodeada de cincuentones trajeados.

―¡Guau!, parece muy guapa…, ya lo creo… sí, señor, esa fue la noche que te la follaste, ¿verdad?
―Sí…
―No me extraña, uf, vaya modelito llevaba…

Todavía quise alardear de Sara un poco más y le enseñé la foto que me había mandado desde la playa, en la que se abrazaba las piernas y se intuía por un lateral sus grandes tetas en topless.

―Aquí no se le ve la cara muy bien… ―le dije a Daniel antes de pasarle el móvil.
―Joder, ¿y te mandó esa foto?, mmmm, cómo le gusta calentarte, tiene pinta de estar muy pero que muy buena…

Y sin que me lo esperara y casi en un acto reflejo, Daniel pasó a la siguiente foto. En la pantalla de mi móvil apareció Sara completamente desnuda en la playa, en la foto que ella me había mandado de madrugada, y a mi amigo se le pusieron los ojos como platos.

―¡Hostia!, ¡serás cabrón!…, ¡vaya tetazas!
―Trae para acá el móvil ―Y se lo arrebaté de las manos.
―Vaya, vaya, menudas fotitos te manda… ―bromeó―, ahora entiendo que estés tan pillado por ella, está buenísima, ja, ja, ja, ¡enhorabuena, Pablito! Así que también te manda ese tipo de fotos, eso no me lo habías contado… Yo creo que quiere algo más serio de lo que me había pensado, no creo que le vaya enviando fotos desnuda a sus amigos…
―Ya, es lo que te digo, me manda eso y luego está una semana sin hablarme…
―Sí, es para volverse loco, pero lo estás haciendo muy bien, tienes que mantenerte fuerte y dejar que sea ella la que se acerque a ti…, yo creo que vas por el buen camino… Solo puedes hacer una cosa, esperar y ser paciente.
―Gracias, te haré caso…
―Deberías…, yo con esas tetas esperaría lo que hiciera falta, ja, ja, ja…
―Serás cabrón…

Supongo que Daniel tenía razón y me tocaba esperar. Además, yo también me había dado cuenta de un detalle del que no me había percatado hasta ese momento, y es que la actitud de Sara no era la misma cuando me escribía ella que cuando lo hacía yo; así que comprendí que era mejor dejarle su espacio y que fuera ella la que se pusiera en contacto conmigo.

No tuve noticias de Sara hasta finales de semana, cuando el viernes me llamó a media mañana muy emocionada.

―¡Me han cogido, Pablo!, no te lo vas a creer, pero esta semana he estado echando currículums y ayer por la tarde hice una entrevista en la gestoría de García Sánchez y… ¡me acaban de llamar!
―¡Enhorabuena, Sara!
―Quieren que empiece ya el lunes.
―Pues me alegro mucho…
―Me estuvieron preguntando por mis prácticas en la auditoría y se quedaron sorprendidos con la carta de recomendación que escribiste; además, el que me hizo la entrevista te conocía…
―¿Sí?, ¿quién era?, conozco a varios en esa gestoría…
―Se llama Alfredo, así más o menos de tu edad…
―Sí, es mi amigo desde hace muchos años, ¡qué casualidad!, hace tiempo que no nos vemos…
―Pensé que se pondría en contacto contigo para preguntarte por mí, ¿te llamó ayer?
―La verdad es que no, Sara…, te puedo asegurar que el puesto lo has conseguido por méritos propios…
―Uf, ¡qué contenta estoy! Oye, Pablo, este finde… no tienes a las niñas, ¿no?
―No, este me toca de relax…
―Me apetece verte, ¿quieres quedar este sábado? ―me preguntó Sara.
―Claro, me encantaría…, si quieres, vamos a cenar a algún sitio, o lo que te apetezca…
―Este finde prefiero descansar…, algo en plan tranqui, no sé…, había pensado que podríamos cenar en tu casa…, ¿te gusta la idea?
―Me parece perfecta ―contesté emocionado casi de inmediato.
―Vale, mándame la dirección, que no me acuerdo, y sobre las nueve o así me paso…
―¡Genial!
―Mañana nos vemos, un besazo.
―Un beso…

Lo que se presumía como un fin de semana tranquilo en el que me iba a quedar de Rodríguez se acababa de transformar en una cita con Sara. El resto de la mañana estuve pensando qué preparar de cena, en la lista de la compra para pasarme después por el súper y en la limpieza general que me tocaría hacer el sábado por la mañana.

Tenía que cuidar hasta el más mínimo detalle. Era mi primera cita seria con Sara y del resultado de esa cena seguramente dependiera mucho mi futuro con ella; quería que todo saliera perfecto.

El sábado me pegué un currazo tremendo entre limpiar el salón, el baño, mi habitación, cambiar las sábanas… y dejar preparado lo que íbamos a cenar por la noche. A las ocho y media ya estaba todo listo, unos entrantes frescos, una lubina al horno y tarta casera con helado. Puse música jazz a volumen bajo y la mesa decorada con unos adornos muy chic. Quería que fuera elegante, pero no empalagoso ni romántico, y sorprender a Sara con la decoración de la mesa.

Me duché rápido y me puse unos vaqueros y una camiseta blanca. En los pies no sabía qué llevar, unos zapatos me parecía demasiado formal, estar en calcetines era algo muy cutre, deportivas…, vulgar; así que decidí quedarme descalzo, como solía estar habitualmente en casa.

Al fin y al cabo, era una cena entre dos amigos y me apetecía que Sara se sintiera cómoda desde el principio.

A las nueve en punto, ni un minuto antes ni uno después, tocó el timbre y me quedé en la puerta esperando a que apareciera por el ascensor. Salió deslumbrante, con una botella de vino dulce en la mano y me dio un pico en los labios antes de entrar.

―Estás en tu casa… ―le dije mientras ella caminaba decidida hasta la cocina.

Lo primero que hicimos fue celebrar su nuevo trabajo y Sara me felicitó por la buena pinta que tenía todo lo que había preparado para cenar.

―Encima cocinas bien, si es que eres todo un partidazo… ―bromeó Sara después del primer brindis.

Chocamos las copas y nos quedamos mirando directamente a los ojos mientras las vaciábamos por primera vez. Ella también había venido muy natural, con sandalias veraniegas, una falda roja a medio muslo y camiseta blanca de tirantes.

Es que era verla y se me desataban los infiernos. Emitía una poderosa energía sexual que llenaba cada estancia que ocupaba. Se pasó el pelo por un solo hombro y apoyó el culo en la encimera sin dejar de mirarme. Se le marcaban descaradamente los pezones por debajo de la camiseta y estaba claro que no llevaba sujetador, aunque ya me había dado cuenta de ese detalle nada más salir del ascensor, con el bamboleo de sus tetazas mientras caminaba hacia mí.

―¿Te ayudo? ―me preguntó cuando terminamos el vino.

Llevamos los entrantes hasta la mesa del salón y dejé la lubina en el horno para que se fuera haciendo. Tuve que contenerme para no abrazarla por detrás y follármela contra la mesa después de levantar su falda. Intenté que no se me notara mucho las ganas que tenía de estar con ella y actué con toda la normalidad que pude.

―¿Te importa que me quite las sandalias?, a mí también me gusta estar como tú…

«Por mí como si cenas desnuda».

―Claro, me encantaría… ―dije mientras Sara se descalzaba y dejaba las sandalias al lado del sofá.

La cena salió fenomenal, pero a mí se me hizo eterna, casi una hora y media hablando de trabajo, de los planes futuros de Sara…, y yo deseando que llegaran los «postres». Con la tarta y el helado rompimos un poco el hielo, Sara me dio el helado de chocolate directamente de su cuchara y yo hice lo mismo. Al final terminamos comiéndonos la boca en un morreo húmedo pero suave.

Sara se levantó de la silla y se sentó de lado en mis piernas, como si fuera una niña pequeña. Me agarró por el cuello y enseguida notó la empalmada que llevaba y la muy cabrona se llevó las manos a la boca, tratando de disimular su sonrisa.

―¡Me vas a matar! ―afirmó.
―¿Por?
―Es que hoy no vamos a poder hacer nada…, ya sabes, estoy en esos días que…
―No hay problema…, me conformo con que estés aquí… ―dije decepcionado, pero intentando que no se me notara.
―Me ha bajado esta mañana, lo siento…

¡Joder, no podía tener más mala suerte! Solo con poner las manos en sus muslos y notando su culazo sobre mi paquete ya la tenía a punto de reventar y ahora Sara me estaba diciendo que estaba con la regla y no íbamos a poder follar en toda la noche.

Ya solo me tocaba esperar que fuera buena y al menos me aliviara el calentón que llevaba encima, que ella misma se encargó de avivar comiéndome la boca y dejando que sobara sus tetas por encima de la camiseta.

Cuando se levantó de mis piernas, mi erección todavía era más evidente. Recogimos el salón y llevamos los restos de la cena a la cocina.

―Deja, que mañana lo friego yo todo…

Regresamos con una copa de vino y nos sentamos juntos en el sofá.

―Me apetece ver una peli contigo… ―me propuso Sara y al final elegimos la segunda parte de Top Gun, que no habíamos visto ninguno de los dos.

Bajamos las luces, nos pusimos cómodos, Sara se recostó sobre mi hombro y levantó la pierna para subirla en mi muslo, con su rodilla peligrosamente cerca de mi paquete. Yo la rodeé por la cintura y comenzamos a ver la película como dos enamorados.

Pero Sara no tenía ninguna intención de que se me bajara el calentón. Casi desde el principio apoyó una mano en mi abdomen y los primeros minutos se los pasó jugando con sus dedos cerca de mi ombligo, mientras movía muy despacio su muslo sobre mi pierna, en un vaivén que me estaba volviendo loco.

Yo también acariciaba su cintura y parte de su espalda, y a los veinte minutos Sara ya había metido la mano por debajo de mi camiseta y me acariciaba el torso y el estómago, jugando con los pelillos de mi pecho. Era un recorrido lento, de abajo arriba y viceversa y en cada descenso llegaba con los dedos cada vez un poco más lejos.

La muy cabrona me lo estaba haciendo desear.

Cuando alcanzó el vaquero, los metió por debajo un centímetro, los volvió a sacar y me dejó un minuto esperando su regreso, que es lo que tardaba en hacer el camino de ida y vuelta. Jugaba con el dedo meñique, por debajo del pantalón, moviéndolo con suavidad de lado a lado, hasta que lo sacaba y, otra vez, alejaba su mano de mi entrepierna.

Os puedo asegurar que casi media hora así es una puta tortura. Y lo siguiente fue llegar un poquito más lejos y meter dos dedos por el elástico del calzón, hasta que tocó mi vello púbico. Creo que incluso se me escapó un gemido.

―¿Estás bien? ―suspiró Sara.
―Sí, pero me estás volviendo loco…
―¿Ah, sí?

La pantalla de la tele ya me daba igual, solo me importaba la mano de Sara jugando sobre mí, y al fin me abrió el pantalón deslizando la cremallera. La película ya debía llevar una hora y mi polla no había dejado de hincharse en todo ese tiempo.

¡Estaba a punto de explotar!

Pero Sara quería hacérmelo desear todavía un poco más y una vez que desabrochó mis vaqueros siguió bajando con los dedos hasta que por fin me tocó directamente con sus uñas en el capullo. Aquello me puso en tensión y acto seguido me sujetó la polla con firmeza.

―Uf, ¡la tienes muy dura! ―murmuró Sara.

Esas palabras subieron mi orgullo de machito, me gustaba que ella notara mi potente erección y aquello me dio confianza para meter la mano por debajo de su fina camiseta. Me encantó encontrarme con sus tetas desnudas, y Sara me dejó acariciarla mientras comenzaba a hacerme una deliciosa paja recostada sobre mi hombro, sin dejar de mirarme la polla.

Me la agarraba con mucha fuerza, pero movía su brazo despacio y cuando chocaba con el puño contra mi pubis, aprovechaba para aflojar la presión y acariciarme mi sensible glande con el dedo pulgar, haciendo círculos sobre él.

Podría haber hecho que me corriera en un minuto si hubiera querido, pero Sara iba a recompensarme por la noche frustrada de sexo, con una paja que no olvidaría jamás. Yo no tenía ninguna prisa y dejé que ella lo hiciera a su ritmo.

Entre el juego previo y esa paja a cámara lenta debíamos llevar casi una hora. Tiré de su camiseta, desnudando sus pechos, los sopesé arriba y abajo y los dejé caer sobre la palma de mi mano.

Y a Sara se le escapó un gemido.

Tuvo que incorporarse un poco para poder darme un beso en la mejilla y después me jadeó en el oído.

―Mmmmm, estoy muy cachonda…
―Joder, Sara, tengo unas ganas locas de follarte…
―Lo sé…, habrá más días…
―Quería tenerte en mi cama toda la noche, verte desnuda, comerte, follarte sin parar hasta que se hiciera de día, ducharme contigo…
―¿Eso quieres?, ¿verme desnuda?
―Sí…
―Si ya lo has hecho, la otra vez que estuve en tu casa te recuerdo que…
―Pero no pude, fue todo muy rápido…, y no te quitaste la ropa…
―Eso es porque tenía muchas ganas de hacerlo contigo…, aunque… tomo nota…
―Mmmmmm…
―¿Quieres correrte? ―me preguntó subiendo un poquito la velocidad de su paja.
―Sí, no sé si alguna vez la había tenido tan dura…
―Es verdad, es increíble cómo estás ―dijo soltándomela y acariciando con un dedo todo mi tronco, recorriendo la vena que sobresalía.

Luego me pasó el pulgar por el frenillo y comenzó a hacer círculos en esa zona. Joder, ¡qué gustazo!, y todavía me puso más cerdo cuando subió la mano y me metió ese dedo en la boca para que lo ensalivara bien y volvió a bajarlo para continuar con su tortura.

En cuanto reanudara la paja, me iba a correr como un loco, pero Sara seguía a lo suyo, acariciándome en círculo el frenillo y aumentando la presión que ejercía sobre él. Me quedé muy sorprendido cuando me di cuenta de que incluso podría hacerme llegar al orgasmo con un solo dedo.

¿Era eso lo que pretendía Sara?

―Aaaah, aaaaah, joder, sigueeee, vamos, cógemela y hazlo con fuerza…, sigue con la paja… ―le pedí.
―Shhh, déjame a mí. ―Y continuó presionando con una técnica exquisita que me estaba derritiendo.

Y de repente me llegó esa maravillosa sensación y el clímax se puso en marcha irremediablemente. Yo no quería correrme así, de esa manera tan extraña. Necesitaba que Sara agarrara mi polla y me la sacudiera con dureza; sin embargo, ella estaba decidida a que me corriera frotándome con un solo dedo.

―Sara, Sara…, aaaah, joder, Saraaaaa…
―Déjalo salir…, venga…, eso es, ya está…

Mi polla explotó a lo bestia y un primer lefazo salió directo hacia mi cara. Sara seguía con el pulgar, sin dejar de hacer ese movimiento circular, y una segunda sacudida impactó contra las tetas de ella, que emitió un pequeño gritito cuando sintió mi caliente semen bañándola. El tercer disparo llegó hasta el sofá, al lado de mi hombro izquierdo, y Sara, viendo que mi polla estaba descontrolada, bamboleándose de lado a lado, me la sujetó con la palma de la mano, sin dejar de masajearme con el dedo pulgar en el glande.

Esa paja tan lenta me había llevado a un orgasmo muy intenso y con una sonrisa picarona Sara siguió con su caricia, viendo cómo salían continuos chorros de semen sobre mi propio estómago.

―Uf, ya veo que te ha gustado, ¡cómo me has puesto!, te me has corrido encima… ―murmuró Sara sin soltarme la polla, que estuvo palpitando todavía un par de minutos más.
―Lo siento, no quería…
―Shhh…

A pesar de mi eyaculación no se me bajó ni un ápice, todavía seguía muy cachondo y más viendo sus tetazas bañadas con mi semen. Sara me puso un dedo en la boca para que me callara, me la agarró con firmeza otra vez y me pegó unas cuantas sacudidas, como si quisiera masturbarme de nuevo, pero enseguida la soltó y se puso de pie para ir al baño.

Al regresar ya se había limpiado las tetas y bajado la camiseta, y se dejó caer a mi lado para pasarme el papel y que me limpiara yo mismo.

―¡Guau!, te has corrido en tu propia cara…, mmmmm ―susurró jugando con el semen que bañaba mi mejilla.

Luego me pasó el índice por los labios con el propósito de hacerme probar mi propia lefa, y yo retiré la cara.

―Me ha encantado masturbarte tan despacio…, es una pena que no podamos hacer otras cosas, hoy me apetecía mucho que me follaras ―dijo retirando el resto de semen que cubría mi rostro, para luego limpiarse la mano con el papel higiénico y darme un pico en los labios.
―Joder, Sara, me vas a volver loco.
―Y todavía no has visto nada… ―me advirtió―. Vamos a ver cómo termina la peli y luego me acercas a casa, me ha encantado pasar la noche contigo…
―A mí también. ―Y Sara se acurrucó a mi lado poniendo una mano en mi pecho y dejando que la rodeara con el brazo en plan protector.

Solo esperaba que esa fuera la primera cita de muchas. Algo dentro de mí me decía que me estaba embarcando en una aventura muy peligrosa, que Sara no me convenía y que me lo iba a hacer pasar muy mal; pero me daba igual lo que mi instinto me advertía.

No podía estar más encoñado con aquella chica… y decidí que merecía la pena correr el riesgo…
 
Capítulo 21



El lunes llamé a Sara a mediodía para preguntarle por su nuevo trabajo en la gestoría, estuvimos hablando por teléfono unos quince minutos y ya no volví a tener noticias de ella durante toda la semana. Tampoco le di mucha importancia, pues me tocaba la custodia de las niñas y no tuve un segundo de respiro.

El domingo dejé a mis hijas en casa de mi ex y al regresar volví a llamar a Sara, con la que estuve charlando casi una hora. Me apetecía mucho verla, o quedar el fin de semana, aunque no me atreví a decírselo, pues esperaba que saliera de ella y que no se lo tuviera que estar mendigando. Me sentí muy decepcionado cuando Sara me dejó caer que ya tenía planes con sus amigos también el siguiente finde.

Parecía que no tenía ni un rato libre para nosotros, y el miércoles ya habían pasado diez días desde la última vez que nos habíamos visto. No entendía el comportamiento de Sara conmigo, pues cuando quedábamos estábamos genial, pero luego se podía pasar días y días sin saber de mí.

Ya me estaba comiendo mucho la cabeza con todo este asunto cuando aquella mañana me sorprendí al recibir un whatsapp de ella.

Sara 10:49
Hola!
Qué tal va la semana?
Tienes algún plan hoy por la tarde?, me gustaría verte…

Ya había quedado con Daniel para ir al gimnasio, pero no podía desperdiciar las pocas oportunidades de verme con Sara, y aunque me jodía tener que cambiar los planes, no me lo pensé y le mandé un mensaje a mi amigo para decírselo.

Daniel 11:15
Serás cabroncete!, aunque yo también haría lo mismo…, pásalo bien, Pablito… mañana le damos caña a esos músculos y me cuentas…

Y después le mandé un mensaje a Sara para confirmar nuestra cita.

Pablo 11:16
Había quedado con Daniel, pero he hablado con él y ya me tienes a tu disposición, jajaja.
Sara 11:17
Guay
Te parece bien si me paso por tu casa esta tarde?​
Pablo 11:17
Me parecería genial
Sara 11:18
Pues luego nos vemos
Un beso​
Pablo 11:19
Un beso


Directa y decidida. Sin perder el tiempo. Eso era lo que más me gustaba de Sara, que tenía muy claro lo que quería e iba a por ello.

Me puse muy nervioso, pues aquello sonaba a tarde de sexo salvaje sin salir de la cama, pero tratándose de Sara cualquier cosa me podía esperar.

Recogí la casa a marchas forzadas, aunque más o menos estaba limpia, me pegué una ducha y a las cuatro y media ya estaba listo en el sofá, esperando que llegara. Encendí la tele y cambié de un canal a otro sin dejar de mirar el reloj, y entonces caí en la cuenta de que no habíamos quedado a ninguna hora.

Debería haberle mandado un mensaje a Sara para preguntarle cuándo se iba a pasar, pero no quería parecer impaciente; así que me tocó esperar casi dos horas, lo que hizo que mi tensión sexual no dejara de crecer. Cada vez estaba más nervioso y con ganas de que llegara Sara y a las seis y media sonó el telefonillo del portal.

Casi me da un puto infarto y me levanté con el corazón palpitando para abrir la puerta. Me quedé allí hasta que llegó el ascensor y unos segundos más tarde apareció Sara.

―Perdona, hemos quedado las chicas de la gestoría para comer después del trabajo y se me ha hecho un poco tarde… ―se excusó dándome un beso en la boca antes de entrar en casa.
―No pasa nada…

Sara se coló directamente en el salón y dejó el bolso sobre la mesa. Yo fui detrás de ella y le pregunté si quería beber algo. No pude evitar fijarme en su vestuario, con una camisa blanca, con la que se le transparentaba el sujetador negro, falda de tubo oscura hasta las rodillas y zapatos de tacón.

―Me he tomado tres cañas con las del trabajo y ya voy un poco contentilla… ―comentó acercándose a mí.
―Se nota, se nota…, ja, ja, ja.
―Oye, que voy bien.
―Era broma.

Me rodeó con los brazos y me dio otro beso más intenso, metiéndome la lengua en la boca y yo bajé las manos para sobar su culazo, apretándoselo con ganas. Ya estaba empalmadísimo y Sara lo comprobó con una sonrisa sensual, pasándome la palma por el paquete.

―Mmmmm, ¡cómo estamos ya! ―susurró en mi oído soltándome un pequeño mordisquito en el lóbulo de la oreja―. ¡Siéntate en el sofá! ―me ordenó de repente.
―¿Perdona?
―Que te sientes… y quítate la ropa. ¡Desnúdate!

Sara venía muy decidida y después de tanto tiempo esperando este momento no le quise llevar la contraria. En menos de treinta segundos me quité toda la ropa y ella se quedó de pie, a unos dos metros de mí.

―Me encanta que ya estés así ―afirmó cuando vio que me agarraba la polla y me pegaba un par de sacudidas para que se pusiera más dura, si es que eso era posible.

Esbozó una sonrisa al ver cómo me la meneaba y ella comenzó a desabrocharse la camisa, botón a botón, lo hacía muy despacio y sin dejar de mirarme y me quedé estupefacto ante el espectáculo que Sara me brindaba.

―¿No querías verme desnuda? ―preguntó quitándose la camisa para quedarse solo con el sujetador, mientras comenzaba a bajarse la cremallera lateral de la falda, que en unos segundos también tocó el suelo.

Allí la tenía delante. Con un precioso conjunto de lencería negro y Sara se giró para que viera su culazo, tan solo cubierto por un fino tanguita que se perdía entre sus prominentes glúteos.

―¡No pares, sigue tocándote mientras me miras! ―me pidió mordiéndose los labios, luego se pasó las manos hacia atrás y soltó el broche del sujetador, que siguió el mismo camino que la falda.

Volvió a darse la vuelta y me mostró sus tetazas de manera impúdica, con los brazos en jarra, exhibiéndose ante mí, y yo seguía con la polla en la mano, meneándomela a cámara lenta, absorto con el cuerpazo de Sara. Me gustaba lo morena que estaba, su firme vientre, esas piernas tan largas, con el cuerpo limpio, sin ningún tatuaje ni piercing.

Todo en ella era natural y volvió a agarrarse las tetas, moviéndolas de arriba abajo y dejándolas caer antes de girarse otra vez.

―Hazte una paja mientras me miras…, más rápido… ―jadeó metiendo los dedos por el elástico de su tanguita.

Tenía su culo a menos de un metro y me recosté en el sofá acariciándome la polla muy despacio. No quería subir la intensidad para no correrme, quería disfrutarlo con calma, la situación era muy morbosa, uno no tiene todos los días a una chica como Sara desnudándose en medio del salón, y ella echó la vista hacia atrás, como si quisiera asegurarse de que aquello lo estaba viendo bien.

―Te he dicho que lo hagas más rápido, vuélvete loco, ¡destrózatela!
―Quiero follarte… y si sigo así, me voy a… ―protesté.
―Shhh, tú haz lo que te digo…, tenemos toda la tarde para nosotros. ―Y después se pasó las manos por las piernas hasta que llegó a los tobillos, agachándose como una jodida stripper para mostrarme todo el culazo.

Abrió las piernas y vi sus dedos asomando entre la cara interna de los muslos, peligrosamente cerca de su coño, que seguía cubierto por la tela del tanguita. Yo aumenté la intensidad de mi paja, aunque quizás no tanto como se esperaba Sara, que al girarse me lo volvió a recriminar.

―Más, más fuerte, ¿eso es destrozártela para ti?
―Joder, Sara, aaaah…
―No me importa que te corras, de hecho, es lo que quiero…
―Pero…
―Me encantó la última vez cuando te corriste encima…, me puso muy cachonda ―susurró comenzando a bajarse el tanguita.

Me pareció muy erótico ese gesto, cuando coló los dedos por el lateral y los deslizó por sus largas piernas. Meneó las caderas de lado a lado con mucha sensualidad y el tanguita abandonó su posición hasta que se posó entre sus tobillos y Sara se quedó completamente desnuda.

Su culo lucía poderoso y potente y yo aceleré el pajote que me estaba haciendo. Todavía me puse más caliente cuando Sara se inclinó hacia abajo y abrió las piernas, mostrándome el coño desde atrás. Sus labios vaginales tenían un brillo especial y me excitó comprobar que Sara también estaba muy cachonda.

La muy cabrona se pasó un par de dedos por el coño y después se los metió hasta el fondo. Se le escapó un gemido que todavía me puso más cerdo, y cuando se los sacó, tiró de su glúteo derecho hacia fuera mostrándome su pequeño ano, que se encontraba escondido entre su carnoso culo.

―¡Joder, Sara! ―jadeé sin dejar de pajearme.

Ya me daba igual correrme, porque era lo que pretendía Sara; así que solo me preocupé de disfrutar del momento y deleitarme ante el espectáculo que me estaba brindando. Ella seguía con la mano tirando de su cachete y me fijé en la humedad de sus dedos, que se restregaba ansiosa por la firme piel de su trasero.

Daban ganas de incorporarse, poner las manos en su culo y meter la cara entre sus posaderas. En ese momento me acordé de Javier, cuando en Bilbao no se había podido resistir en lamer aquel ojete que ahora se me ofrecía abierto.

En cuanto ella apartó la mano, sus glúteos volvieron a su lugar original. Sara se giró y se quedó frente a mí.

―Eso es, muy bien, vamos, dale más, más fuerte… ―insistió.

Ya me pajeaba todo lo rápido que podía. Sara dio un paso, elevó la pierna y la apoyó en el sofá. Tenía su depilado coño delante de mi cara y estiré el brazo para tocar su firme vientre, deteniendo unos segundos mi masturbación.

―No pares…, ¡córrete!, mmmmmm…, ¿esto es lo que querías?, ¿verme desnuda? ―Y abrió más la pierna levantada para pasarse un par de dedos por el clítoris, que ya se veía erecto y sensible.

De repente me llegó el olor de su coño y aquello ya fue demasiado para mí, y cuando Sara comenzó a masturbarse a treinta centímetros de mi cara, estiré el brazo libre y lo pasé por detrás para acariciar su culo. Escuchaba el chapoteo de sus dedos jugando dentro de ella y Sara me ordenó en una especie de gemido.

―Aaaah, córrete, échatelo todo por encima, Pablo…, quiero verlo…, aaaah…

Tensé las caderas liberando mi orgasmo mientras, ahora sí, me destrozaba la polla como quería Sara. Me sorprendió otra vez la potencia de mis chorros, que salieron descontrolados y me impactaron en el cuello, que recibió cinco o seis lefazos consecutivos, animado por Sara, que no paraba de gritar «Córrete, córrete», hasta que terminé de vaciarme sobre mi estómago.

―Mmmmm, me encanta que hagas lo que te pido, uf, estabas muy excitado… ―ronroneó Sara bajando la pierna y dándome un beso en los labios.

Sin que me lo esperara me agarró la polla y le pegó un par de sacudidas a la vez que me metía la lengua en la boca.

―Límpiate y vamos a la cama…, ahora tienes que follarme…
―Sara…
―Sí, ya sé lo que vas a decir…, que te vuelvo loco, ¿verdad?
―Ni te lo imaginas, esto jamás me había pasado, lo de correrme y seguir así ―dije señalando mi erección―. Es que ese cuerpo que tienes… Creo que no podré acostumbrarme nunca a verte desnuda, me excitas demasiado…
―Venga, vamos. ―Y tiró de mi mano para que me levantara del sofá.
―Cómo te has puesto, me pone mucho cuando te lo echas encima, como ahora o el otro día…, me hubiera dado morbo que te corrieras en la cara otra vez…

Fuimos agarrados de la mano, me metí en el baño y dejé a Sara que continuara ella sola, moviendo su culo por el pasillo hasta que llegó a mi habitación. Cuando me limpié el semen que bañaba mi cuerpo, Sara ya me estaba esperando en la cama.

Había dejado caer la colcha al suelo y estaba tumbada bocarriba con las piernas abiertas, ofreciéndome su exquisito coño.

―Acércate ―me pidió―. ¿Cómo era eso que dijiste el otro día?, lo de verme desnuda, comerme, follarme sin parar toda la noche, ducharte conmigo…, era así, ¿no?…, creo que ahora te toca lo de comerme…

Me subí a la cama gateando hasta sus piernas. No dije nada, solo me tumbé y pasé las manos por sus muslos. Me quedé unos segundos mirando su coño e incluso pasé la nariz por su agujerito, intentando que me llegara el olor a sexo que emanaba.

Sara me esperaba ansiosa, con la espalda apoyada en la cama y sin mirarme, pero acariciándose los pechos, cuyos pezones apuntaban directos hacia el techo. No se lo hice desear más y en cuanto apoyé la lengua en su coño ella se crispó y elevó las caderas.

―Aaaaah, joder, estoy muy sensible…

Se lo abrí con las manos e hice círculos con mi lengua antes de metérsela. Comencé a soltarle lametazos a la vez que intentaba follármela y Sara pareció enloquecer, subiendo y bajando su culo, que golpeaba contra la cama en cada recorrido. Me puso las manos en el pelo y me aplastó contra su cuerpo, restregándome el coño por la boca.

―¡Aaaah, aaaaah!, ¡qué bueno! ―jadeó sin dejar de apretarse los pechos.

No había que ser muy listo para darse cuenta de que a Sara le encantaba llevar la iniciativa en la cama. Le gustaba mandar, darme órdenes, que se hiciera lo que ella quería y someterme a su completa voluntad.

Dejé que ella se frotara contra mí, saqué la lengua a lo largo de toda su rajita, hasta que Sara levantó tanto la cadera que sin querer llegué a rozar su ano.

―¡Aaaaah, aaaaaah, sí, sí! ―Y esta vez fue ella la que buscó que mi lengua quedara a la altura de su culito.

Yo jamás se lo había comido a Natalia, era algo que no le gustaba y el sexo anal nunca había entrado entre nuestras prácticas sexuales; por eso me aparté pensando que le iba a molestar a Sara, pero volvió a agarrarme por el pelo y guio mi boca hasta su ojete.

―Sigue, sigueeee, cómemelo…, mmmmm, eso, eso…, cómemelo ―me repitió para que no quedara ninguna duda.

Y ahí estaba yo, tumbado en mi cama, lamiendo el culo de aquella jovencita de veinticinco años que se movía como una puta serpiente en círculos sobre mi cara.

―¡¡Aaaaaah, qué rico, Pablo, qué rico!!, me encanta…, me encanta… ―dijo girándose de medio lado e incrustándome la cabeza entre sus glúteos.

Hice verdaderos esfuerzos por tratar de penetrar su apretado culo con la lengua, e incluso creo que llegué a conseguirlo varias veces, y cuando ya le estaba cogiendo el tranquillo, Sara se volvió a tumbar bocarriba y se abrió el coño.

―Méteme la puta lengua y los dedos…, aaaah, aaaah, fóllame con los dedos…, uffff, estoy a punto de correrme…

Aquellas palabras hicieron que se me pusiera más dura, desde que me había corrido todavía no se me había bajado y en ese momento lo que más me apetecía del mundo era tumbarme sobre ella y clavarle mi polla.

Pero Sara quería otra cosa.

Le metí dos dedos de golpe, que entraron demasiado fácil, y luego busqué su clítoris con la boca y lo succioné en cuanto apareció delante de mí.

―Aaaaah, cabrón, aaaaah, qué bueno, joder…

Sara estaba a punto de correrse y de repente vi cómo colaba un dedo por debajo de su cuerpo y se lo metió por el culo. Yo seguí lamiendo su botoncito, follándomela y contemplando alucinado el dedo de Sara entrando y saliendo de su ano.

Sin dejar de jugar con su clítoris, los gemidos de Sara se transformaron en gritos de placer y tensó las caderas para correrse en mi cara, aplastándome contra su cuerpo.

―¡¡AAAAH, AAAAAH, AAAAAH, ME CORRO, JODER, SÍÍÍÍÍÍ, SÍÍÍÍÍÍ!!

Esa fue la primera vez que hice llegar a Sara al orgasmo. Me sentí orgulloso por el trabajo que había hecho, y con un beso en el coño abandoné su clítoris antes de pasar mi lengua por la cara interna de sus muslos.

El dedo de Sara salió de su culo cuando se dejó caer en la cama y la muy cabrona me lo metió en la boca, haciendo que se lo lamiera. Miré hacia arriba y ella sonreía satisfecha, con una cara de puta viciosa que me hizo comprender que esa tarde no la iba a olvidar en la vida.

Jugaba con su dedo, pasándomelo por los labios y otra vez me lo volvió a introducir en la boca, los dos sabíamos dónde lo había tenido metido, lo que hacía que aquello fuera más sucio y depravado. Y Sara no dejaba de mirarme y de someterme a su antojo.

Hacía de mí lo que quería.

Su respiración ahogada era prácticamente un gemido y sin tiempo que perder me lanzó un condón que tenía a su lado.

―Ponte eso y fóllame ―dijo sin titubeos.

Me quedé de rodillas entre sus piernas y me mordí los labios sabiendo que en unos segundos mi polla iba a estar dentro de aquel coño, que Sara me ofrecía abierto, mojado y palpitante.

Recubierto de látex me dejé caer sobre ella y casi sin sujetármela encontré su entrada, que acogió gustosa mi polla. A Sara se le escapó un gemido cuando la penetré y bajó las dos manos para ponerlas sobre mi culo.

―¡Quiero que me folles… fuerte! ―me ordenó.

Y comencé a embestirla, pero Sara no se quedaba quieta y movía su cuerpo, acompasando sus caderas con las mías y saliendo a recibir cada pollazo que le daba.

―¡Más, más fuerte, mááááás…
―Joder, Sara, no te muevas tanto ―le pedí.

Así era imposible que pudiera llevar el control, era como si ella me follara a mí y eso que yo estaba encima. El sexo con Sara era muy salvaje y busqué su cuello para comérselo mientras le estrujaba las dos tetas con las manos. Y sin que me lo esperara noté una de sus uñas jugando con mi culo.

Seguí embistiendo y por los gemidos parecía que le estaba gustando mi manera de follar. Sentí su dedo corazón haciendo círculos en mi ano. No sabía qué era lo que pretendía Sara, ¿es que iba a meterme un dedo por el culo sin tan siquiera pedirme permiso?

En veinte años con Natalia jamás se le había ocurrido hacerme eso y yo tampoco se lo hubiera permitido.

Pero Sara no era mi ex y sentí cómo se fue abriendo paso en mi culo, proporcionándome un placer desconocido, antes de que pudiera protestar.

―¡Fóllame, fóllame! ―gritó Sara sin dejar de lanzar sus caderas contra mí.

Cuando me quise dar cuenta, ya me lo había incrustado hasta el fondo de mi ano. No sé qué cojones hizo con el dedo, pero comenzó a moverlo, y rozó algo en mi interior que disparó mi orgasmo casi de inmediato.

Tensé el culo, atrapando la mano de Sara entre mis glúteos y dejé de follármela intentando retrasar lo inevitable. Ahora fue Sara la que se incorporó y buscó el lóbulo de mi oreja para soltarme un mordisquito a la vez que me decía:

―No te preocupes, córrete dentro…, aaaaah…, aaaaah…, les pasa a todos…

Mi semen salió como un misil, dejé de luchar y caí sobre el cuerpo de Sara, que no paró de menear sus caderas contra mí, follándome con el dedo, mientras me corría en su interior en un polvazo de apenas tres minutos.

Nos quedamos unos segundos abrazados, desnudos, sudando, satisfechos, con una sonrisa en la boca de oreja a oreja. Sara me sacó el dedo del culo y me dio unas palmaditas en las nalgas como si fuera un niño pequeño.

―Muy bien, ha estado muy bien… ―suspiró antes de que sacara mi polla de su interior.

Me quedé de medio lado, mirando su cuerpo, y Sara se giró hacia mí, en una imagen muy tierna. Sin decir nada comenzamos a besarnos, yo no podía dejar de magrear su cuerpo, y a pesar de que mi polla pedía un descanso, mi cabeza quería volver a follar con ella una y otra vez.

Aquella diosa me excitaba demasiado. Sara era una tentación creada por el mismísimo diablo, que había cincelado cada curva de su voluptuoso cuerpo en sus noches más oscuras y prohibidas.

Por suerte fue ella la que me dio un respiro, y después de comerme la boca se levantó para meterse al baño. Eso sí, antes me advirtió:

―Todavía no he terminado contigo…

Yo me quedé mirando su culo desnudo con la boca abierta y después aproveché para quitarme el preservativo y levantarme a beber un poco de agua. Necesitaba hidratarme para lo que faltaba. En ese momento la habitación ya apestaba a sexo y al regresar con dos vasos comprobé que la sábana revuelta ya tenía un par de manchas de humedad.

No tardó en salir del baño y se subió a la cama para venir gateando hasta mí, que la esperaba medio recostado.

Me arrebató el vaso de agua de las manos y se lo terminó, bebiéndoselo de manera vulgar y dejando que se le derramara por la comisura de los labios. Luego cogió el que había traído para ella, que estaba más lleno, e hizo lo mismo, pero todavía más exagerado, bebiendo de manera atropellada y dejando que el agua se le escurriera entre los pechos.

¡Creo que se me volvió a poner dura viendo esa imagen!

Pero Sara quería dejarme descansar un ratito más y se recostó a mi lado. Me encantaron esos minutos en los que apenas hablamos, sin dejar de tocarnos y besarnos. Sara bajó la mano y comenzó a acariciarme la polla con dos deditos.

―Me encanta la facilidad con la que te excitas… ―dijo Sara al ver que en apenas unos segundos ya la tenía dura otra vez.
―No me había pasado nunca…, eres tú la que provoca ese efecto en mí…
―Quiero que me vuelvas a follar. ―Se giró hacia la mesilla y cogió un condón que había dejado listo.

Fue ella misma la que lo sacó y sin dejar de besarme me lo puso muy despacio, desenrollándolo sobre mi polla. Me hizo tumbarme bocarriba, se subió encima y me la agarró para situarla a la entrada de su coño.

Y otra vez esa maravillosa sensación de sentir cómo penetraba aquel coñito depilado. Puse las manos en la cintura de Sara y dejé que me follara, que lo hiciera a su ritmo, que meneara su culazo sobre mis piernas y que me aplastara los huevos con sus glúteos cada vez que se dejaba caer. Yo no podía dejar de mirar la cara de placer que ponía, las gotas de sudor perlando su frente, su pelo moviéndose, esas tetas desbocadas al ritmo de su cabalgada.

¡Menuda follada! ¡Sara me estaba partiendo en dos!

Puso la mano en mi cuello, estrangulándome y yo le pedí un poco de aire, pero Sara no solo no aflojó, sino que apretó con más fuerza, impidiéndome respirar unos segundos. No sé si llegué a perder el sentido, de repente hacía mucho calor y solo escuchaba los gemidos de Sara y sus glúteos golpeando contra mis piernas cada vez que se dejaba caer.

Cuando por fin me liberó el cuello, sentí que mi polla se había hinchado todavía más. Sara sonrió satisfecha y me metió un par de dedos en la boca para que los lamiera. No me había recuperado del todo y me costaba respirar con sus dos dedos rozando mi garganta, pero me volvía loco esa manera tan salvaje que tenía Sara de follarme.

Tiró con los dedos de mi mandíbula hacia abajo y tuve que abrirla, momento que aprovechó Sara para inclinarse sobre mí y dejar caer un escupitajo de saliva, que entró directo hasta mi garganta. Luego me cerró la boca, haciendo presión en mi barbilla y me cogió las manos para que las pusiera sobre sus tetas.

―¡Trágatelo, mmmmmm!, y ahora, apriétamelas duro, eso es, hazme daño, aaaaah…

Yo se las estrujé un poco, pero tampoco quería pasarme. El culo de Sara ya se movía descontrolado sobre mí y me estaba llevando al séptimo cielo.

―Más, joder, más fuerte, pellízcame los pezones, mmmmm, aaaahggg, aaaaahgg…

Pero a mí ese sexo tan duro no es que no me gustara, es que no sabía cómo hacerlo y Sara volvió a subir la mano para estrangularme otra vez el cuello, incrementando todavía más la velocidad de su follada.

Me dio miedo la cara de zorra que puso, pero sabía que ya no me iba a soltar hasta que uno de los dos se corriera. Intenté apartar sus manos, y Sara me golpeó en la mejilla, soltándome una cachetada para que me estuviera quieto.

El final fue una locura y al borde de la asfixia nos corrimos prácticamente a la vez. Solo me liberó el cuello cuando comprobó que ya estaba eyaculando dentro de ella y Sara se inclinó hacia atrás para acariciarse el clítoris y aumentar el placer de su clímax.

Terminé al borde de un puto infarto, menos mal que estaba en forma o hubiera reventado en ese instante. Sara se dejó caer a mi lado también con la respiración acelerada y me pasó la mano por el pecho. Tenía que estar muy en forma para cabalgarme con esa intensidad durante casi media hora.

¡No me habían follado así en la puta vida!

―Joder, Sara, me vas a matar…
―¿No querías follarme toda la noche?…, solo lo hemos hecho dos veces…
―Podría follarte una semana entera.
―¿Te parece bien si nos pegamos una ducha?, creo que sería una buena despedida.
―Me encantaría…

Cuando recuperamos las pulsaciones y dejamos de sudar, nos metimos en la ducha juntos, y yo creo que eso todavía fue mejor que follar. Abrazar el cuerpo desnudo de Sara, magrear sus tetas y sobar su culazo mientras nos comíamos la boca, enjabonar su pelo y su espalda y terminar metiendo un par de dedos por su coño para dejárselo bien limpito.

Ni que decir tiene que mi polla se volvió a poner dura y cuando le tocó el turno a Sara me devolvió el favor, poniéndose detrás de mí y pasando el brazo hacia delante para agarrármela y hacerme una paja bajo el agua caliente que caía sobre nuestras cabezas.

Otra vez volvió a meterme un dedo por el culo, que entró con mucha suavidad gracias al gel, y me masturbó muy despacio sin dejar de penetrarme. No llegué al orgasmo porque Sara no quiso y cinco minutos más tarde detuvo su paja.

―Quiero dejarte así, para que tengas ganas de mí otro día… ―me susurró al oído antes de aclararme el pelo.

Salimos de la ducha sin poder dejar de besarnos y manosearnos. Yo me la hubiera vuelto a follar de nuevo, sin ninguna duda, y me quedé sentado en la cama, con la polla en la mano, mirando cómo Sara se vestía delante de mí.

―¿Cuándo vamos a volver a vernos? ―le pregunté antes de que se fuera de mi casa.
―Este finde lo tengo mal, celebramos el cumpleaños de uno de mis amigos…, aunque, pensándolo bien, ¿por qué no te vienes?, así los conoces…, creo que te lo vas a pasar muy bien.
―¿Yo con tus amigos?, no creo que pueda seguir vuestro ritmo…
―Hoy lo has aguantado muy bien… ―dijo inclinándose sobre mí para darme un beso en la boca―. Puedes venir sin problema, vamos a ir a cenar a La tercera estación y luego tomaremos una copa…
―No sé, si a ti te parece bien…
―Pues claro, la semana que viene lo vamos a tener un poco mal para vernos…, ya tienes a las niñas…
―Vale, entonces, me apunto a cenar con tus amigos…
―¡Guay!, el sábado te mando un whatsapp y te digo sitio y hora.
―Si quieres, te paso a buscar y vamos juntos…
―Perfecto, bueno, Pablo, tengo que irme…, mañana hay que currar… ¿Vas a correrte? ―me preguntó mirando mi mano, que no dejaba de sacudírmela.
―Espera, que te llevo a casa…
―No pasa nada, puedo ir en metro.
―No me importa.
―Si insistes, no te voy a decir que no, si es que estás en todo, eres un amor… Guárdate esta, anda… ―susurró cogiéndome la polla y pegándome un par de sacudidas.

Un rato más tarde regresé a casa sabiendo que aquella tarde iba a suponer un punto de inflexión en nuestra relación. No solo habíamos estado follando durante más de dos horas, es que Sara me había invitado a salir el finde con ella para que conociera a sus amigos.

Era un paso muy importante.

Cené algo rápido y me metí en la cama antes de las diez. Me sentía como si estuviera en una nube. Estaba muy cansado, pero feliz, y me quedé dormido en menos de un minuto.

Ahora sí, parecía que lo mío con Sara comenzaba a despegar…
 
Capítulo 21



El lunes llamé a Sara a mediodía para preguntarle por su nuevo trabajo en la gestoría, estuvimos hablando por teléfono unos quince minutos y ya no volví a tener noticias de ella durante toda la semana. Tampoco le di mucha importancia, pues me tocaba la custodia de las niñas y no tuve un segundo de respiro.

El domingo dejé a mis hijas en casa de mi ex y al regresar volví a llamar a Sara, con la que estuve charlando casi una hora. Me apetecía mucho verla, o quedar el fin de semana, aunque no me atreví a decírselo, pues esperaba que saliera de ella y que no se lo tuviera que estar mendigando. Me sentí muy decepcionado cuando Sara me dejó caer que ya tenía planes con sus amigos también el siguiente finde.

Parecía que no tenía ni un rato libre para nosotros, y el miércoles ya habían pasado diez días desde la última vez que nos habíamos visto. No entendía el comportamiento de Sara conmigo, pues cuando quedábamos estábamos genial, pero luego se podía pasar días y días sin saber de mí.

Ya me estaba comiendo mucho la cabeza con todo este asunto cuando aquella mañana me sorprendí al recibir un whatsapp de ella.

Sara 10:49
Hola!
Qué tal va la semana?
Tienes algún plan hoy por la tarde?, me gustaría verte…

Ya había quedado con Daniel para ir al gimnasio, pero no podía desperdiciar las pocas oportunidades de verme con Sara, y aunque me jodía tener que cambiar los planes, no me lo pensé y le mandé un mensaje a mi amigo para decírselo.

Daniel 11:15
Serás cabroncete!, aunque yo también haría lo mismo…, pásalo bien, Pablito… mañana le damos caña a esos músculos y me cuentas…

Y después le mandé un mensaje a Sara para confirmar nuestra cita.

Pablo 11:16
Había quedado con Daniel, pero he hablado con él y ya me tienes a tu disposición, jajaja.
Sara 11:17
Guay
Te parece bien si me paso por tu casa esta tarde?​
Pablo 11:17
Me parecería genial
Sara 11:18
Pues luego nos vemos
Un beso​
Pablo 11:19
Un beso


Directa y decidida. Sin perder el tiempo. Eso era lo que más me gustaba de Sara, que tenía muy claro lo que quería e iba a por ello.

Me puse muy nervioso, pues aquello sonaba a tarde de sexo salvaje sin salir de la cama, pero tratándose de Sara cualquier cosa me podía esperar.

Recogí la casa a marchas forzadas, aunque más o menos estaba limpia, me pegué una ducha y a las cuatro y media ya estaba listo en el sofá, esperando que llegara. Encendí la tele y cambié de un canal a otro sin dejar de mirar el reloj, y entonces caí en la cuenta de que no habíamos quedado a ninguna hora.

Debería haberle mandado un mensaje a Sara para preguntarle cuándo se iba a pasar, pero no quería parecer impaciente; así que me tocó esperar casi dos horas, lo que hizo que mi tensión sexual no dejara de crecer. Cada vez estaba más nervioso y con ganas de que llegara Sara y a las seis y media sonó el telefonillo del portal.

Casi me da un puto infarto y me levanté con el corazón palpitando para abrir la puerta. Me quedé allí hasta que llegó el ascensor y unos segundos más tarde apareció Sara.

―Perdona, hemos quedado las chicas de la gestoría para comer después del trabajo y se me ha hecho un poco tarde… ―se excusó dándome un beso en la boca antes de entrar en casa.
―No pasa nada…

Sara se coló directamente en el salón y dejó el bolso sobre la mesa. Yo fui detrás de ella y le pregunté si quería beber algo. No pude evitar fijarme en su vestuario, con una camisa blanca, con la que se le transparentaba el sujetador negro, falda de tubo oscura hasta las rodillas y zapatos de tacón.

―Me he tomado tres cañas con las del trabajo y ya voy un poco contentilla… ―comentó acercándose a mí.
―Se nota, se nota…, ja, ja, ja.
―Oye, que voy bien.
―Era broma.

Me rodeó con los brazos y me dio otro beso más intenso, metiéndome la lengua en la boca y yo bajé las manos para sobar su culazo, apretándoselo con ganas. Ya estaba empalmadísimo y Sara lo comprobó con una sonrisa sensual, pasándome la palma por el paquete.

―Mmmmm, ¡cómo estamos ya! ―susurró en mi oído soltándome un pequeño mordisquito en el lóbulo de la oreja―. ¡Siéntate en el sofá! ―me ordenó de repente.
―¿Perdona?
―Que te sientes… y quítate la ropa. ¡Desnúdate!

Sara venía muy decidida y después de tanto tiempo esperando este momento no le quise llevar la contraria. En menos de treinta segundos me quité toda la ropa y ella se quedó de pie, a unos dos metros de mí.

―Me encanta que ya estés así ―afirmó cuando vio que me agarraba la polla y me pegaba un par de sacudidas para que se pusiera más dura, si es que eso era posible.

Esbozó una sonrisa al ver cómo me la meneaba y ella comenzó a desabrocharse la camisa, botón a botón, lo hacía muy despacio y sin dejar de mirarme y me quedé estupefacto ante el espectáculo que Sara me brindaba.

―¿No querías verme desnuda? ―preguntó quitándose la camisa para quedarse solo con el sujetador, mientras comenzaba a bajarse la cremallera lateral de la falda, que en unos segundos también tocó el suelo.

Allí la tenía delante. Con un precioso conjunto de lencería negro y Sara se giró para que viera su culazo, tan solo cubierto por un fino tanguita que se perdía entre sus prominentes glúteos.

―¡No pares, sigue tocándote mientras me miras! ―me pidió mordiéndose los labios, luego se pasó las manos hacia atrás y soltó el broche del sujetador, que siguió el mismo camino que la falda.

Volvió a darse la vuelta y me mostró sus tetazas de manera impúdica, con los brazos en jarra, exhibiéndose ante mí, y yo seguía con la polla en la mano, meneándomela a cámara lenta, absorto con el cuerpazo de Sara. Me gustaba lo morena que estaba, su firme vientre, esas piernas tan largas, con el cuerpo limpio, sin ningún tatuaje ni piercing.

Todo en ella era natural y volvió a agarrarse las tetas, moviéndolas de arriba abajo y dejándolas caer antes de girarse otra vez.

―Hazte una paja mientras me miras…, más rápido… ―jadeó metiendo los dedos por el elástico de su tanguita.

Tenía su culo a menos de un metro y me recosté en el sofá acariciándome la polla muy despacio. No quería subir la intensidad para no correrme, quería disfrutarlo con calma, la situación era muy morbosa, uno no tiene todos los días a una chica como Sara desnudándose en medio del salón, y ella echó la vista hacia atrás, como si quisiera asegurarse de que aquello lo estaba viendo bien.

―Te he dicho que lo hagas más rápido, vuélvete loco, ¡destrózatela!
―Quiero follarte… y si sigo así, me voy a… ―protesté.
―Shhh, tú haz lo que te digo…, tenemos toda la tarde para nosotros. ―Y después se pasó las manos por las piernas hasta que llegó a los tobillos, agachándose como una jodida stripper para mostrarme todo el culazo.

Abrió las piernas y vi sus dedos asomando entre la cara interna de los muslos, peligrosamente cerca de su coño, que seguía cubierto por la tela del tanguita. Yo aumenté la intensidad de mi paja, aunque quizás no tanto como se esperaba Sara, que al girarse me lo volvió a recriminar.

―Más, más fuerte, ¿eso es destrozártela para ti?
―Joder, Sara, aaaah…
―No me importa que te corras, de hecho, es lo que quiero…
―Pero…
―Me encantó la última vez cuando te corriste encima…, me puso muy cachonda ―susurró comenzando a bajarse el tanguita.

Me pareció muy erótico ese gesto, cuando coló los dedos por el lateral y los deslizó por sus largas piernas. Meneó las caderas de lado a lado con mucha sensualidad y el tanguita abandonó su posición hasta que se posó entre sus tobillos y Sara se quedó completamente desnuda.

Su culo lucía poderoso y potente y yo aceleré el pajote que me estaba haciendo. Todavía me puse más caliente cuando Sara se inclinó hacia abajo y abrió las piernas, mostrándome el coño desde atrás. Sus labios vaginales tenían un brillo especial y me excitó comprobar que Sara también estaba muy cachonda.

La muy cabrona se pasó un par de dedos por el coño y después se los metió hasta el fondo. Se le escapó un gemido que todavía me puso más cerdo, y cuando se los sacó, tiró de su glúteo derecho hacia fuera mostrándome su pequeño ano, que se encontraba escondido entre su carnoso culo.

―¡Joder, Sara! ―jadeé sin dejar de pajearme.

Ya me daba igual correrme, porque era lo que pretendía Sara; así que solo me preocupé de disfrutar del momento y deleitarme ante el espectáculo que me estaba brindando. Ella seguía con la mano tirando de su cachete y me fijé en la humedad de sus dedos, que se restregaba ansiosa por la firme piel de su trasero.

Daban ganas de incorporarse, poner las manos en su culo y meter la cara entre sus posaderas. En ese momento me acordé de Javier, cuando en Bilbao no se había podido resistir en lamer aquel ojete que ahora se me ofrecía abierto.

En cuanto ella apartó la mano, sus glúteos volvieron a su lugar original. Sara se giró y se quedó frente a mí.

―Eso es, muy bien, vamos, dale más, más fuerte… ―insistió.

Ya me pajeaba todo lo rápido que podía. Sara dio un paso, elevó la pierna y la apoyó en el sofá. Tenía su depilado coño delante de mi cara y estiré el brazo para tocar su firme vientre, deteniendo unos segundos mi masturbación.

―No pares…, ¡córrete!, mmmmmm…, ¿esto es lo que querías?, ¿verme desnuda? ―Y abrió más la pierna levantada para pasarse un par de dedos por el clítoris, que ya se veía erecto y sensible.

De repente me llegó el olor de su coño y aquello ya fue demasiado para mí, y cuando Sara comenzó a masturbarse a treinta centímetros de mi cara, estiré el brazo libre y lo pasé por detrás para acariciar su culo. Escuchaba el chapoteo de sus dedos jugando dentro de ella y Sara me ordenó en una especie de gemido.

―Aaaah, córrete, échatelo todo por encima, Pablo…, quiero verlo…, aaaah…

Tensé las caderas liberando mi orgasmo mientras, ahora sí, me destrozaba la polla como quería Sara. Me sorprendió otra vez la potencia de mis chorros, que salieron descontrolados y me impactaron en el cuello, que recibió cinco o seis lefazos consecutivos, animado por Sara, que no paraba de gritar «Córrete, córrete», hasta que terminé de vaciarme sobre mi estómago.

―Mmmmm, me encanta que hagas lo que te pido, uf, estabas muy excitado… ―ronroneó Sara bajando la pierna y dándome un beso en los labios.

Sin que me lo esperara me agarró la polla y le pegó un par de sacudidas a la vez que me metía la lengua en la boca.

―Límpiate y vamos a la cama…, ahora tienes que follarme…
―Sara…
―Sí, ya sé lo que vas a decir…, que te vuelvo loco, ¿verdad?
―Ni te lo imaginas, esto jamás me había pasado, lo de correrme y seguir así ―dije señalando mi erección―. Es que ese cuerpo que tienes… Creo que no podré acostumbrarme nunca a verte desnuda, me excitas demasiado…
―Venga, vamos. ―Y tiró de mi mano para que me levantara del sofá.
―Cómo te has puesto, me pone mucho cuando te lo echas encima, como ahora o el otro día…, me hubiera dado morbo que te corrieras en la cara otra vez…

Fuimos agarrados de la mano, me metí en el baño y dejé a Sara que continuara ella sola, moviendo su culo por el pasillo hasta que llegó a mi habitación. Cuando me limpié el semen que bañaba mi cuerpo, Sara ya me estaba esperando en la cama.

Había dejado caer la colcha al suelo y estaba tumbada bocarriba con las piernas abiertas, ofreciéndome su exquisito coño.

―Acércate ―me pidió―. ¿Cómo era eso que dijiste el otro día?, lo de verme desnuda, comerme, follarme sin parar toda la noche, ducharte conmigo…, era así, ¿no?…, creo que ahora te toca lo de comerme…

Me subí a la cama gateando hasta sus piernas. No dije nada, solo me tumbé y pasé las manos por sus muslos. Me quedé unos segundos mirando su coño e incluso pasé la nariz por su agujerito, intentando que me llegara el olor a sexo que emanaba.

Sara me esperaba ansiosa, con la espalda apoyada en la cama y sin mirarme, pero acariciándose los pechos, cuyos pezones apuntaban directos hacia el techo. No se lo hice desear más y en cuanto apoyé la lengua en su coño ella se crispó y elevó las caderas.

―Aaaaah, joder, estoy muy sensible…

Se lo abrí con las manos e hice círculos con mi lengua antes de metérsela. Comencé a soltarle lametazos a la vez que intentaba follármela y Sara pareció enloquecer, subiendo y bajando su culo, que golpeaba contra la cama en cada recorrido. Me puso las manos en el pelo y me aplastó contra su cuerpo, restregándome el coño por la boca.

―¡Aaaah, aaaaah!, ¡qué bueno! ―jadeó sin dejar de apretarse los pechos.

No había que ser muy listo para darse cuenta de que a Sara le encantaba llevar la iniciativa en la cama. Le gustaba mandar, darme órdenes, que se hiciera lo que ella quería y someterme a su completa voluntad.

Dejé que ella se frotara contra mí, saqué la lengua a lo largo de toda su rajita, hasta que Sara levantó tanto la cadera que sin querer llegué a rozar su ano.

―¡Aaaaah, aaaaaah, sí, sí! ―Y esta vez fue ella la que buscó que mi lengua quedara a la altura de su culito.

Yo jamás se lo había comido a Natalia, era algo que no le gustaba y el sexo anal nunca había entrado entre nuestras prácticas sexuales; por eso me aparté pensando que le iba a molestar a Sara, pero volvió a agarrarme por el pelo y guio mi boca hasta su ojete.

―Sigue, sigueeee, cómemelo…, mmmmm, eso, eso…, cómemelo ―me repitió para que no quedara ninguna duda.

Y ahí estaba yo, tumbado en mi cama, lamiendo el culo de aquella jovencita de veinticinco años que se movía como una puta serpiente en círculos sobre mi cara.

―¡¡Aaaaaah, qué rico, Pablo, qué rico!!, me encanta…, me encanta… ―dijo girándose de medio lado e incrustándome la cabeza entre sus glúteos.

Hice verdaderos esfuerzos por tratar de penetrar su apretado culo con la lengua, e incluso creo que llegué a conseguirlo varias veces, y cuando ya le estaba cogiendo el tranquillo, Sara se volvió a tumbar bocarriba y se abrió el coño.

―Méteme la puta lengua y los dedos…, aaaah, aaaah, fóllame con los dedos…, uffff, estoy a punto de correrme…

Aquellas palabras hicieron que se me pusiera más dura, desde que me había corrido todavía no se me había bajado y en ese momento lo que más me apetecía del mundo era tumbarme sobre ella y clavarle mi polla.

Pero Sara quería otra cosa.

Le metí dos dedos de golpe, que entraron demasiado fácil, y luego busqué su clítoris con la boca y lo succioné en cuanto apareció delante de mí.

―Aaaaah, cabrón, aaaaah, qué bueno, joder…

Sara estaba a punto de correrse y de repente vi cómo colaba un dedo por debajo de su cuerpo y se lo metió por el culo. Yo seguí lamiendo su botoncito, follándomela y contemplando alucinado el dedo de Sara entrando y saliendo de su ano.

Sin dejar de jugar con su clítoris, los gemidos de Sara se transformaron en gritos de placer y tensó las caderas para correrse en mi cara, aplastándome contra su cuerpo.

―¡¡AAAAH, AAAAAH, AAAAAH, ME CORRO, JODER, SÍÍÍÍÍÍ, SÍÍÍÍÍÍ!!

Esa fue la primera vez que hice llegar a Sara al orgasmo. Me sentí orgulloso por el trabajo que había hecho, y con un beso en el coño abandoné su clítoris antes de pasar mi lengua por la cara interna de sus muslos.

El dedo de Sara salió de su culo cuando se dejó caer en la cama y la muy cabrona me lo metió en la boca, haciendo que se lo lamiera. Miré hacia arriba y ella sonreía satisfecha, con una cara de puta viciosa que me hizo comprender que esa tarde no la iba a olvidar en la vida.

Jugaba con su dedo, pasándomelo por los labios y otra vez me lo volvió a introducir en la boca, los dos sabíamos dónde lo había tenido metido, lo que hacía que aquello fuera más sucio y depravado. Y Sara no dejaba de mirarme y de someterme a su antojo.

Hacía de mí lo que quería.

Su respiración ahogada era prácticamente un gemido y sin tiempo que perder me lanzó un condón que tenía a su lado.

―Ponte eso y fóllame ―dijo sin titubeos.

Me quedé de rodillas entre sus piernas y me mordí los labios sabiendo que en unos segundos mi polla iba a estar dentro de aquel coño, que Sara me ofrecía abierto, mojado y palpitante.

Recubierto de látex me dejé caer sobre ella y casi sin sujetármela encontré su entrada, que acogió gustosa mi polla. A Sara se le escapó un gemido cuando la penetré y bajó las dos manos para ponerlas sobre mi culo.

―¡Quiero que me folles… fuerte! ―me ordenó.

Y comencé a embestirla, pero Sara no se quedaba quieta y movía su cuerpo, acompasando sus caderas con las mías y saliendo a recibir cada pollazo que le daba.

―¡Más, más fuerte, mááááás…
―Joder, Sara, no te muevas tanto ―le pedí.

Así era imposible que pudiera llevar el control, era como si ella me follara a mí y eso que yo estaba encima. El sexo con Sara era muy salvaje y busqué su cuello para comérselo mientras le estrujaba las dos tetas con las manos. Y sin que me lo esperara noté una de sus uñas jugando con mi culo.

Seguí embistiendo y por los gemidos parecía que le estaba gustando mi manera de follar. Sentí su dedo corazón haciendo círculos en mi ano. No sabía qué era lo que pretendía Sara, ¿es que iba a meterme un dedo por el culo sin tan siquiera pedirme permiso?

En veinte años con Natalia jamás se le había ocurrido hacerme eso y yo tampoco se lo hubiera permitido.

Pero Sara no era mi ex y sentí cómo se fue abriendo paso en mi culo, proporcionándome un placer desconocido, antes de que pudiera protestar.

―¡Fóllame, fóllame! ―gritó Sara sin dejar de lanzar sus caderas contra mí.

Cuando me quise dar cuenta, ya me lo había incrustado hasta el fondo de mi ano. No sé qué cojones hizo con el dedo, pero comenzó a moverlo, y rozó algo en mi interior que disparó mi orgasmo casi de inmediato.

Tensé el culo, atrapando la mano de Sara entre mis glúteos y dejé de follármela intentando retrasar lo inevitable. Ahora fue Sara la que se incorporó y buscó el lóbulo de mi oreja para soltarme un mordisquito a la vez que me decía:

―No te preocupes, córrete dentro…, aaaaah…, aaaaah…, les pasa a todos…

Mi semen salió como un misil, dejé de luchar y caí sobre el cuerpo de Sara, que no paró de menear sus caderas contra mí, follándome con el dedo, mientras me corría en su interior en un polvazo de apenas tres minutos.

Nos quedamos unos segundos abrazados, desnudos, sudando, satisfechos, con una sonrisa en la boca de oreja a oreja. Sara me sacó el dedo del culo y me dio unas palmaditas en las nalgas como si fuera un niño pequeño.

―Muy bien, ha estado muy bien… ―suspiró antes de que sacara mi polla de su interior.

Me quedé de medio lado, mirando su cuerpo, y Sara se giró hacia mí, en una imagen muy tierna. Sin decir nada comenzamos a besarnos, yo no podía dejar de magrear su cuerpo, y a pesar de que mi polla pedía un descanso, mi cabeza quería volver a follar con ella una y otra vez.

Aquella diosa me excitaba demasiado. Sara era una tentación creada por el mismísimo diablo, que había cincelado cada curva de su voluptuoso cuerpo en sus noches más oscuras y prohibidas.

Por suerte fue ella la que me dio un respiro, y después de comerme la boca se levantó para meterse al baño. Eso sí, antes me advirtió:

―Todavía no he terminado contigo…

Yo me quedé mirando su culo desnudo con la boca abierta y después aproveché para quitarme el preservativo y levantarme a beber un poco de agua. Necesitaba hidratarme para lo que faltaba. En ese momento la habitación ya apestaba a sexo y al regresar con dos vasos comprobé que la sábana revuelta ya tenía un par de manchas de humedad.

No tardó en salir del baño y se subió a la cama para venir gateando hasta mí, que la esperaba medio recostado.

Me arrebató el vaso de agua de las manos y se lo terminó, bebiéndoselo de manera vulgar y dejando que se le derramara por la comisura de los labios. Luego cogió el que había traído para ella, que estaba más lleno, e hizo lo mismo, pero todavía más exagerado, bebiendo de manera atropellada y dejando que el agua se le escurriera entre los pechos.

¡Creo que se me volvió a poner dura viendo esa imagen!

Pero Sara quería dejarme descansar un ratito más y se recostó a mi lado. Me encantaron esos minutos en los que apenas hablamos, sin dejar de tocarnos y besarnos. Sara bajó la mano y comenzó a acariciarme la polla con dos deditos.

―Me encanta la facilidad con la que te excitas… ―dijo Sara al ver que en apenas unos segundos ya la tenía dura otra vez.
―No me había pasado nunca…, eres tú la que provoca ese efecto en mí…
―Quiero que me vuelvas a follar. ―Se giró hacia la mesilla y cogió un condón que había dejado listo.

Fue ella misma la que lo sacó y sin dejar de besarme me lo puso muy despacio, desenrollándolo sobre mi polla. Me hizo tumbarme bocarriba, se subió encima y me la agarró para situarla a la entrada de su coño.

Y otra vez esa maravillosa sensación de sentir cómo penetraba aquel coñito depilado. Puse las manos en la cintura de Sara y dejé que me follara, que lo hiciera a su ritmo, que meneara su culazo sobre mis piernas y que me aplastara los huevos con sus glúteos cada vez que se dejaba caer. Yo no podía dejar de mirar la cara de placer que ponía, las gotas de sudor perlando su frente, su pelo moviéndose, esas tetas desbocadas al ritmo de su cabalgada.

¡Menuda follada! ¡Sara me estaba partiendo en dos!

Puso la mano en mi cuello, estrangulándome y yo le pedí un poco de aire, pero Sara no solo no aflojó, sino que apretó con más fuerza, impidiéndome respirar unos segundos. No sé si llegué a perder el sentido, de repente hacía mucho calor y solo escuchaba los gemidos de Sara y sus glúteos golpeando contra mis piernas cada vez que se dejaba caer.

Cuando por fin me liberó el cuello, sentí que mi polla se había hinchado todavía más. Sara sonrió satisfecha y me metió un par de dedos en la boca para que los lamiera. No me había recuperado del todo y me costaba respirar con sus dos dedos rozando mi garganta, pero me volvía loco esa manera tan salvaje que tenía Sara de follarme.

Tiró con los dedos de mi mandíbula hacia abajo y tuve que abrirla, momento que aprovechó Sara para inclinarse sobre mí y dejar caer un escupitajo de saliva, que entró directo hasta mi garganta. Luego me cerró la boca, haciendo presión en mi barbilla y me cogió las manos para que las pusiera sobre sus tetas.

―¡Trágatelo, mmmmmm!, y ahora, apriétamelas duro, eso es, hazme daño, aaaaah…

Yo se las estrujé un poco, pero tampoco quería pasarme. El culo de Sara ya se movía descontrolado sobre mí y me estaba llevando al séptimo cielo.

―Más, joder, más fuerte, pellízcame los pezones, mmmmm, aaaahggg, aaaaahgg…

Pero a mí ese sexo tan duro no es que no me gustara, es que no sabía cómo hacerlo y Sara volvió a subir la mano para estrangularme otra vez el cuello, incrementando todavía más la velocidad de su follada.

Me dio miedo la cara de zorra que puso, pero sabía que ya no me iba a soltar hasta que uno de los dos se corriera. Intenté apartar sus manos, y Sara me golpeó en la mejilla, soltándome una cachetada para que me estuviera quieto.

El final fue una locura y al borde de la asfixia nos corrimos prácticamente a la vez. Solo me liberó el cuello cuando comprobó que ya estaba eyaculando dentro de ella y Sara se inclinó hacia atrás para acariciarse el clítoris y aumentar el placer de su clímax.

Terminé al borde de un puto infarto, menos mal que estaba en forma o hubiera reventado en ese instante. Sara se dejó caer a mi lado también con la respiración acelerada y me pasó la mano por el pecho. Tenía que estar muy en forma para cabalgarme con esa intensidad durante casi media hora.

¡No me habían follado así en la puta vida!

―Joder, Sara, me vas a matar…
―¿No querías follarme toda la noche?…, solo lo hemos hecho dos veces…
―Podría follarte una semana entera.
―¿Te parece bien si nos pegamos una ducha?, creo que sería una buena despedida.
―Me encantaría…

Cuando recuperamos las pulsaciones y dejamos de sudar, nos metimos en la ducha juntos, y yo creo que eso todavía fue mejor que follar. Abrazar el cuerpo desnudo de Sara, magrear sus tetas y sobar su culazo mientras nos comíamos la boca, enjabonar su pelo y su espalda y terminar metiendo un par de dedos por su coño para dejárselo bien limpito.

Ni que decir tiene que mi polla se volvió a poner dura y cuando le tocó el turno a Sara me devolvió el favor, poniéndose detrás de mí y pasando el brazo hacia delante para agarrármela y hacerme una paja bajo el agua caliente que caía sobre nuestras cabezas.

Otra vez volvió a meterme un dedo por el culo, que entró con mucha suavidad gracias al gel, y me masturbó muy despacio sin dejar de penetrarme. No llegué al orgasmo porque Sara no quiso y cinco minutos más tarde detuvo su paja.

―Quiero dejarte así, para que tengas ganas de mí otro día… ―me susurró al oído antes de aclararme el pelo.

Salimos de la ducha sin poder dejar de besarnos y manosearnos. Yo me la hubiera vuelto a follar de nuevo, sin ninguna duda, y me quedé sentado en la cama, con la polla en la mano, mirando cómo Sara se vestía delante de mí.

―¿Cuándo vamos a volver a vernos? ―le pregunté antes de que se fuera de mi casa.
―Este finde lo tengo mal, celebramos el cumpleaños de uno de mis amigos…, aunque, pensándolo bien, ¿por qué no te vienes?, así los conoces…, creo que te lo vas a pasar muy bien.
―¿Yo con tus amigos?, no creo que pueda seguir vuestro ritmo…
―Hoy lo has aguantado muy bien… ―dijo inclinándose sobre mí para darme un beso en la boca―. Puedes venir sin problema, vamos a ir a cenar a La tercera estación y luego tomaremos una copa…
―No sé, si a ti te parece bien…
―Pues claro, la semana que viene lo vamos a tener un poco mal para vernos…, ya tienes a las niñas…
―Vale, entonces, me apunto a cenar con tus amigos…
―¡Guay!, el sábado te mando un whatsapp y te digo sitio y hora.
―Si quieres, te paso a buscar y vamos juntos…
―Perfecto, bueno, Pablo, tengo que irme…, mañana hay que currar… ¿Vas a correrte? ―me preguntó mirando mi mano, que no dejaba de sacudírmela.
―Espera, que te llevo a casa…
―No pasa nada, puedo ir en metro.
―No me importa.
―Si insistes, no te voy a decir que no, si es que estás en todo, eres un amor… Guárdate esta, anda… ―susurró cogiéndome la polla y pegándome un par de sacudidas.

Un rato más tarde regresé a casa sabiendo que aquella tarde iba a suponer un punto de inflexión en nuestra relación. No solo habíamos estado follando durante más de dos horas, es que Sara me había invitado a salir el finde con ella para que conociera a sus amigos.

Era un paso muy importante.

Cené algo rápido y me metí en la cama antes de las diez. Me sentía como si estuviera en una nube. Estaba muy cansado, pero feliz, y me quedé dormido en menos de un minuto.

Ahora sí, parecía que lo mío con Sara comenzaba a despegar…
Sara lo tiene en sus manos a Pablo que parece peor que un pelele, al ritmo que van, en la próxima cita le mete un dildo y se lo hace chupar 😃
 
Me parece extraño qué su jefe no le haya contado nada, porque estoy casi seguro que volvió a follar con Sara.
 
Me parece extraño qué su jefe no le haya contado nada, porque estoy casi seguro que volvió a follar con Sara.

A todas luces pareciera ser así, Sara sabe lo que provoca en su entorno, sobre todo en Pablo.

Si Pablo no lleva cuidado terminará quemándose con esa brasa caliente que es Sara.
 
Capítulo 21



El lunes llamé a Sara a mediodía para preguntarle por su nuevo trabajo en la gestoría, estuvimos hablando por teléfono unos quince minutos y ya no volví a tener noticias de ella durante toda la semana. Tampoco le di mucha importancia, pues me tocaba la custodia de las niñas y no tuve un segundo de respiro.

El domingo dejé a mis hijas en casa de mi ex y al regresar volví a llamar a Sara, con la que estuve charlando casi una hora. Me apetecía mucho verla, o quedar el fin de semana, aunque no me atreví a decírselo, pues esperaba que saliera de ella y que no se lo tuviera que estar mendigando. Me sentí muy decepcionado cuando Sara me dejó caer que ya tenía planes con sus amigos también el siguiente finde.

Parecía que no tenía ni un rato libre para nosotros, y el miércoles ya habían pasado diez días desde la última vez que nos habíamos visto. No entendía el comportamiento de Sara conmigo, pues cuando quedábamos estábamos genial, pero luego se podía pasar días y días sin saber de mí.

Ya me estaba comiendo mucho la cabeza con todo este asunto cuando aquella mañana me sorprendí al recibir un whatsapp de ella.

Sara 10:49
Hola!
Qué tal va la semana?
Tienes algún plan hoy por la tarde?, me gustaría verte…

Ya había quedado con Daniel para ir al gimnasio, pero no podía desperdiciar las pocas oportunidades de verme con Sara, y aunque me jodía tener que cambiar los planes, no me lo pensé y le mandé un mensaje a mi amigo para decírselo.

Daniel 11:15
Serás cabroncete!, aunque yo también haría lo mismo…, pásalo bien, Pablito… mañana le damos caña a esos músculos y me cuentas…

Y después le mandé un mensaje a Sara para confirmar nuestra cita.

Pablo 11:16
Había quedado con Daniel, pero he hablado con él y ya me tienes a tu disposición, jajaja.
Sara 11:17
Guay
Te parece bien si me paso por tu casa esta tarde?​
Pablo 11:17
Me parecería genial
Sara 11:18
Pues luego nos vemos
Un beso​
Pablo 11:19
Un beso


Directa y decidida. Sin perder el tiempo. Eso era lo que más me gustaba de Sara, que tenía muy claro lo que quería e iba a por ello.

Me puse muy nervioso, pues aquello sonaba a tarde de sexo salvaje sin salir de la cama, pero tratándose de Sara cualquier cosa me podía esperar.

Recogí la casa a marchas forzadas, aunque más o menos estaba limpia, me pegué una ducha y a las cuatro y media ya estaba listo en el sofá, esperando que llegara. Encendí la tele y cambié de un canal a otro sin dejar de mirar el reloj, y entonces caí en la cuenta de que no habíamos quedado a ninguna hora.

Debería haberle mandado un mensaje a Sara para preguntarle cuándo se iba a pasar, pero no quería parecer impaciente; así que me tocó esperar casi dos horas, lo que hizo que mi tensión sexual no dejara de crecer. Cada vez estaba más nervioso y con ganas de que llegara Sara y a las seis y media sonó el telefonillo del portal.

Casi me da un puto infarto y me levanté con el corazón palpitando para abrir la puerta. Me quedé allí hasta que llegó el ascensor y unos segundos más tarde apareció Sara.

―Perdona, hemos quedado las chicas de la gestoría para comer después del trabajo y se me ha hecho un poco tarde… ―se excusó dándome un beso en la boca antes de entrar en casa.
―No pasa nada…

Sara se coló directamente en el salón y dejó el bolso sobre la mesa. Yo fui detrás de ella y le pregunté si quería beber algo. No pude evitar fijarme en su vestuario, con una camisa blanca, con la que se le transparentaba el sujetador negro, falda de tubo oscura hasta las rodillas y zapatos de tacón.

―Me he tomado tres cañas con las del trabajo y ya voy un poco contentilla… ―comentó acercándose a mí.
―Se nota, se nota…, ja, ja, ja.
―Oye, que voy bien.
―Era broma.

Me rodeó con los brazos y me dio otro beso más intenso, metiéndome la lengua en la boca y yo bajé las manos para sobar su culazo, apretándoselo con ganas. Ya estaba empalmadísimo y Sara lo comprobó con una sonrisa sensual, pasándome la palma por el paquete.

―Mmmmm, ¡cómo estamos ya! ―susurró en mi oído soltándome un pequeño mordisquito en el lóbulo de la oreja―. ¡Siéntate en el sofá! ―me ordenó de repente.
―¿Perdona?
―Que te sientes… y quítate la ropa. ¡Desnúdate!

Sara venía muy decidida y después de tanto tiempo esperando este momento no le quise llevar la contraria. En menos de treinta segundos me quité toda la ropa y ella se quedó de pie, a unos dos metros de mí.

―Me encanta que ya estés así ―afirmó cuando vio que me agarraba la polla y me pegaba un par de sacudidas para que se pusiera más dura, si es que eso era posible.

Esbozó una sonrisa al ver cómo me la meneaba y ella comenzó a desabrocharse la camisa, botón a botón, lo hacía muy despacio y sin dejar de mirarme y me quedé estupefacto ante el espectáculo que Sara me brindaba.

―¿No querías verme desnuda? ―preguntó quitándose la camisa para quedarse solo con el sujetador, mientras comenzaba a bajarse la cremallera lateral de la falda, que en unos segundos también tocó el suelo.

Allí la tenía delante. Con un precioso conjunto de lencería negro y Sara se giró para que viera su culazo, tan solo cubierto por un fino tanguita que se perdía entre sus prominentes glúteos.

―¡No pares, sigue tocándote mientras me miras! ―me pidió mordiéndose los labios, luego se pasó las manos hacia atrás y soltó el broche del sujetador, que siguió el mismo camino que la falda.

Volvió a darse la vuelta y me mostró sus tetazas de manera impúdica, con los brazos en jarra, exhibiéndose ante mí, y yo seguía con la polla en la mano, meneándomela a cámara lenta, absorto con el cuerpazo de Sara. Me gustaba lo morena que estaba, su firme vientre, esas piernas tan largas, con el cuerpo limpio, sin ningún tatuaje ni piercing.

Todo en ella era natural y volvió a agarrarse las tetas, moviéndolas de arriba abajo y dejándolas caer antes de girarse otra vez.

―Hazte una paja mientras me miras…, más rápido… ―jadeó metiendo los dedos por el elástico de su tanguita.

Tenía su culo a menos de un metro y me recosté en el sofá acariciándome la polla muy despacio. No quería subir la intensidad para no correrme, quería disfrutarlo con calma, la situación era muy morbosa, uno no tiene todos los días a una chica como Sara desnudándose en medio del salón, y ella echó la vista hacia atrás, como si quisiera asegurarse de que aquello lo estaba viendo bien.

―Te he dicho que lo hagas más rápido, vuélvete loco, ¡destrózatela!
―Quiero follarte… y si sigo así, me voy a… ―protesté.
―Shhh, tú haz lo que te digo…, tenemos toda la tarde para nosotros. ―Y después se pasó las manos por las piernas hasta que llegó a los tobillos, agachándose como una jodida stripper para mostrarme todo el culazo.

Abrió las piernas y vi sus dedos asomando entre la cara interna de los muslos, peligrosamente cerca de su coño, que seguía cubierto por la tela del tanguita. Yo aumenté la intensidad de mi paja, aunque quizás no tanto como se esperaba Sara, que al girarse me lo volvió a recriminar.

―Más, más fuerte, ¿eso es destrozártela para ti?
―Joder, Sara, aaaah…
―No me importa que te corras, de hecho, es lo que quiero…
―Pero…
―Me encantó la última vez cuando te corriste encima…, me puso muy cachonda ―susurró comenzando a bajarse el tanguita.

Me pareció muy erótico ese gesto, cuando coló los dedos por el lateral y los deslizó por sus largas piernas. Meneó las caderas de lado a lado con mucha sensualidad y el tanguita abandonó su posición hasta que se posó entre sus tobillos y Sara se quedó completamente desnuda.

Su culo lucía poderoso y potente y yo aceleré el pajote que me estaba haciendo. Todavía me puse más caliente cuando Sara se inclinó hacia abajo y abrió las piernas, mostrándome el coño desde atrás. Sus labios vaginales tenían un brillo especial y me excitó comprobar que Sara también estaba muy cachonda.

La muy cabrona se pasó un par de dedos por el coño y después se los metió hasta el fondo. Se le escapó un gemido que todavía me puso más cerdo, y cuando se los sacó, tiró de su glúteo derecho hacia fuera mostrándome su pequeño ano, que se encontraba escondido entre su carnoso culo.

―¡Joder, Sara! ―jadeé sin dejar de pajearme.

Ya me daba igual correrme, porque era lo que pretendía Sara; así que solo me preocupé de disfrutar del momento y deleitarme ante el espectáculo que me estaba brindando. Ella seguía con la mano tirando de su cachete y me fijé en la humedad de sus dedos, que se restregaba ansiosa por la firme piel de su trasero.

Daban ganas de incorporarse, poner las manos en su culo y meter la cara entre sus posaderas. En ese momento me acordé de Javier, cuando en Bilbao no se había podido resistir en lamer aquel ojete que ahora se me ofrecía abierto.

En cuanto ella apartó la mano, sus glúteos volvieron a su lugar original. Sara se giró y se quedó frente a mí.

―Eso es, muy bien, vamos, dale más, más fuerte… ―insistió.

Ya me pajeaba todo lo rápido que podía. Sara dio un paso, elevó la pierna y la apoyó en el sofá. Tenía su depilado coño delante de mi cara y estiré el brazo para tocar su firme vientre, deteniendo unos segundos mi masturbación.

―No pares…, ¡córrete!, mmmmmm…, ¿esto es lo que querías?, ¿verme desnuda? ―Y abrió más la pierna levantada para pasarse un par de dedos por el clítoris, que ya se veía erecto y sensible.

De repente me llegó el olor de su coño y aquello ya fue demasiado para mí, y cuando Sara comenzó a masturbarse a treinta centímetros de mi cara, estiré el brazo libre y lo pasé por detrás para acariciar su culo. Escuchaba el chapoteo de sus dedos jugando dentro de ella y Sara me ordenó en una especie de gemido.

―Aaaah, córrete, échatelo todo por encima, Pablo…, quiero verlo…, aaaah…

Tensé las caderas liberando mi orgasmo mientras, ahora sí, me destrozaba la polla como quería Sara. Me sorprendió otra vez la potencia de mis chorros, que salieron descontrolados y me impactaron en el cuello, que recibió cinco o seis lefazos consecutivos, animado por Sara, que no paraba de gritar «Córrete, córrete», hasta que terminé de vaciarme sobre mi estómago.

―Mmmmm, me encanta que hagas lo que te pido, uf, estabas muy excitado… ―ronroneó Sara bajando la pierna y dándome un beso en los labios.

Sin que me lo esperara me agarró la polla y le pegó un par de sacudidas a la vez que me metía la lengua en la boca.

―Límpiate y vamos a la cama…, ahora tienes que follarme…
―Sara…
―Sí, ya sé lo que vas a decir…, que te vuelvo loco, ¿verdad?
―Ni te lo imaginas, esto jamás me había pasado, lo de correrme y seguir así ―dije señalando mi erección―. Es que ese cuerpo que tienes… Creo que no podré acostumbrarme nunca a verte desnuda, me excitas demasiado…
―Venga, vamos. ―Y tiró de mi mano para que me levantara del sofá.
―Cómo te has puesto, me pone mucho cuando te lo echas encima, como ahora o el otro día…, me hubiera dado morbo que te corrieras en la cara otra vez…

Fuimos agarrados de la mano, me metí en el baño y dejé a Sara que continuara ella sola, moviendo su culo por el pasillo hasta que llegó a mi habitación. Cuando me limpié el semen que bañaba mi cuerpo, Sara ya me estaba esperando en la cama.

Había dejado caer la colcha al suelo y estaba tumbada bocarriba con las piernas abiertas, ofreciéndome su exquisito coño.

―Acércate ―me pidió―. ¿Cómo era eso que dijiste el otro día?, lo de verme desnuda, comerme, follarme sin parar toda la noche, ducharte conmigo…, era así, ¿no?…, creo que ahora te toca lo de comerme…

Me subí a la cama gateando hasta sus piernas. No dije nada, solo me tumbé y pasé las manos por sus muslos. Me quedé unos segundos mirando su coño e incluso pasé la nariz por su agujerito, intentando que me llegara el olor a sexo que emanaba.

Sara me esperaba ansiosa, con la espalda apoyada en la cama y sin mirarme, pero acariciándose los pechos, cuyos pezones apuntaban directos hacia el techo. No se lo hice desear más y en cuanto apoyé la lengua en su coño ella se crispó y elevó las caderas.

―Aaaaah, joder, estoy muy sensible…

Se lo abrí con las manos e hice círculos con mi lengua antes de metérsela. Comencé a soltarle lametazos a la vez que intentaba follármela y Sara pareció enloquecer, subiendo y bajando su culo, que golpeaba contra la cama en cada recorrido. Me puso las manos en el pelo y me aplastó contra su cuerpo, restregándome el coño por la boca.

―¡Aaaah, aaaaah!, ¡qué bueno! ―jadeó sin dejar de apretarse los pechos.

No había que ser muy listo para darse cuenta de que a Sara le encantaba llevar la iniciativa en la cama. Le gustaba mandar, darme órdenes, que se hiciera lo que ella quería y someterme a su completa voluntad.

Dejé que ella se frotara contra mí, saqué la lengua a lo largo de toda su rajita, hasta que Sara levantó tanto la cadera que sin querer llegué a rozar su ano.

―¡Aaaaah, aaaaaah, sí, sí! ―Y esta vez fue ella la que buscó que mi lengua quedara a la altura de su culito.

Yo jamás se lo había comido a Natalia, era algo que no le gustaba y el sexo anal nunca había entrado entre nuestras prácticas sexuales; por eso me aparté pensando que le iba a molestar a Sara, pero volvió a agarrarme por el pelo y guio mi boca hasta su ojete.

―Sigue, sigueeee, cómemelo…, mmmmm, eso, eso…, cómemelo ―me repitió para que no quedara ninguna duda.

Y ahí estaba yo, tumbado en mi cama, lamiendo el culo de aquella jovencita de veinticinco años que se movía como una puta serpiente en círculos sobre mi cara.

―¡¡Aaaaaah, qué rico, Pablo, qué rico!!, me encanta…, me encanta… ―dijo girándose de medio lado e incrustándome la cabeza entre sus glúteos.

Hice verdaderos esfuerzos por tratar de penetrar su apretado culo con la lengua, e incluso creo que llegué a conseguirlo varias veces, y cuando ya le estaba cogiendo el tranquillo, Sara se volvió a tumbar bocarriba y se abrió el coño.

―Méteme la puta lengua y los dedos…, aaaah, aaaah, fóllame con los dedos…, uffff, estoy a punto de correrme…

Aquellas palabras hicieron que se me pusiera más dura, desde que me había corrido todavía no se me había bajado y en ese momento lo que más me apetecía del mundo era tumbarme sobre ella y clavarle mi polla.

Pero Sara quería otra cosa.

Le metí dos dedos de golpe, que entraron demasiado fácil, y luego busqué su clítoris con la boca y lo succioné en cuanto apareció delante de mí.

―Aaaaah, cabrón, aaaaah, qué bueno, joder…

Sara estaba a punto de correrse y de repente vi cómo colaba un dedo por debajo de su cuerpo y se lo metió por el culo. Yo seguí lamiendo su botoncito, follándomela y contemplando alucinado el dedo de Sara entrando y saliendo de su ano.

Sin dejar de jugar con su clítoris, los gemidos de Sara se transformaron en gritos de placer y tensó las caderas para correrse en mi cara, aplastándome contra su cuerpo.

―¡¡AAAAH, AAAAAH, AAAAAH, ME CORRO, JODER, SÍÍÍÍÍÍ, SÍÍÍÍÍÍ!!

Esa fue la primera vez que hice llegar a Sara al orgasmo. Me sentí orgulloso por el trabajo que había hecho, y con un beso en el coño abandoné su clítoris antes de pasar mi lengua por la cara interna de sus muslos.

El dedo de Sara salió de su culo cuando se dejó caer en la cama y la muy cabrona me lo metió en la boca, haciendo que se lo lamiera. Miré hacia arriba y ella sonreía satisfecha, con una cara de puta viciosa que me hizo comprender que esa tarde no la iba a olvidar en la vida.

Jugaba con su dedo, pasándomelo por los labios y otra vez me lo volvió a introducir en la boca, los dos sabíamos dónde lo había tenido metido, lo que hacía que aquello fuera más sucio y depravado. Y Sara no dejaba de mirarme y de someterme a su antojo.

Hacía de mí lo que quería.

Su respiración ahogada era prácticamente un gemido y sin tiempo que perder me lanzó un condón que tenía a su lado.

―Ponte eso y fóllame ―dijo sin titubeos.

Me quedé de rodillas entre sus piernas y me mordí los labios sabiendo que en unos segundos mi polla iba a estar dentro de aquel coño, que Sara me ofrecía abierto, mojado y palpitante.

Recubierto de látex me dejé caer sobre ella y casi sin sujetármela encontré su entrada, que acogió gustosa mi polla. A Sara se le escapó un gemido cuando la penetré y bajó las dos manos para ponerlas sobre mi culo.

―¡Quiero que me folles… fuerte! ―me ordenó.

Y comencé a embestirla, pero Sara no se quedaba quieta y movía su cuerpo, acompasando sus caderas con las mías y saliendo a recibir cada pollazo que le daba.

―¡Más, más fuerte, mááááás…
―Joder, Sara, no te muevas tanto ―le pedí.

Así era imposible que pudiera llevar el control, era como si ella me follara a mí y eso que yo estaba encima. El sexo con Sara era muy salvaje y busqué su cuello para comérselo mientras le estrujaba las dos tetas con las manos. Y sin que me lo esperara noté una de sus uñas jugando con mi culo.

Seguí embistiendo y por los gemidos parecía que le estaba gustando mi manera de follar. Sentí su dedo corazón haciendo círculos en mi ano. No sabía qué era lo que pretendía Sara, ¿es que iba a meterme un dedo por el culo sin tan siquiera pedirme permiso?

En veinte años con Natalia jamás se le había ocurrido hacerme eso y yo tampoco se lo hubiera permitido.

Pero Sara no era mi ex y sentí cómo se fue abriendo paso en mi culo, proporcionándome un placer desconocido, antes de que pudiera protestar.

―¡Fóllame, fóllame! ―gritó Sara sin dejar de lanzar sus caderas contra mí.

Cuando me quise dar cuenta, ya me lo había incrustado hasta el fondo de mi ano. No sé qué cojones hizo con el dedo, pero comenzó a moverlo, y rozó algo en mi interior que disparó mi orgasmo casi de inmediato.

Tensé el culo, atrapando la mano de Sara entre mis glúteos y dejé de follármela intentando retrasar lo inevitable. Ahora fue Sara la que se incorporó y buscó el lóbulo de mi oreja para soltarme un mordisquito a la vez que me decía:

―No te preocupes, córrete dentro…, aaaaah…, aaaaah…, les pasa a todos…

Mi semen salió como un misil, dejé de luchar y caí sobre el cuerpo de Sara, que no paró de menear sus caderas contra mí, follándome con el dedo, mientras me corría en su interior en un polvazo de apenas tres minutos.

Nos quedamos unos segundos abrazados, desnudos, sudando, satisfechos, con una sonrisa en la boca de oreja a oreja. Sara me sacó el dedo del culo y me dio unas palmaditas en las nalgas como si fuera un niño pequeño.

―Muy bien, ha estado muy bien… ―suspiró antes de que sacara mi polla de su interior.

Me quedé de medio lado, mirando su cuerpo, y Sara se giró hacia mí, en una imagen muy tierna. Sin decir nada comenzamos a besarnos, yo no podía dejar de magrear su cuerpo, y a pesar de que mi polla pedía un descanso, mi cabeza quería volver a follar con ella una y otra vez.

Aquella diosa me excitaba demasiado. Sara era una tentación creada por el mismísimo diablo, que había cincelado cada curva de su voluptuoso cuerpo en sus noches más oscuras y prohibidas.

Por suerte fue ella la que me dio un respiro, y después de comerme la boca se levantó para meterse al baño. Eso sí, antes me advirtió:

―Todavía no he terminado contigo…

Yo me quedé mirando su culo desnudo con la boca abierta y después aproveché para quitarme el preservativo y levantarme a beber un poco de agua. Necesitaba hidratarme para lo que faltaba. En ese momento la habitación ya apestaba a sexo y al regresar con dos vasos comprobé que la sábana revuelta ya tenía un par de manchas de humedad.

No tardó en salir del baño y se subió a la cama para venir gateando hasta mí, que la esperaba medio recostado.

Me arrebató el vaso de agua de las manos y se lo terminó, bebiéndoselo de manera vulgar y dejando que se le derramara por la comisura de los labios. Luego cogió el que había traído para ella, que estaba más lleno, e hizo lo mismo, pero todavía más exagerado, bebiendo de manera atropellada y dejando que el agua se le escurriera entre los pechos.

¡Creo que se me volvió a poner dura viendo esa imagen!

Pero Sara quería dejarme descansar un ratito más y se recostó a mi lado. Me encantaron esos minutos en los que apenas hablamos, sin dejar de tocarnos y besarnos. Sara bajó la mano y comenzó a acariciarme la polla con dos deditos.

―Me encanta la facilidad con la que te excitas… ―dijo Sara al ver que en apenas unos segundos ya la tenía dura otra vez.
―No me había pasado nunca…, eres tú la que provoca ese efecto en mí…
―Quiero que me vuelvas a follar. ―Se giró hacia la mesilla y cogió un condón que había dejado listo.

Fue ella misma la que lo sacó y sin dejar de besarme me lo puso muy despacio, desenrollándolo sobre mi polla. Me hizo tumbarme bocarriba, se subió encima y me la agarró para situarla a la entrada de su coño.

Y otra vez esa maravillosa sensación de sentir cómo penetraba aquel coñito depilado. Puse las manos en la cintura de Sara y dejé que me follara, que lo hiciera a su ritmo, que meneara su culazo sobre mis piernas y que me aplastara los huevos con sus glúteos cada vez que se dejaba caer. Yo no podía dejar de mirar la cara de placer que ponía, las gotas de sudor perlando su frente, su pelo moviéndose, esas tetas desbocadas al ritmo de su cabalgada.

¡Menuda follada! ¡Sara me estaba partiendo en dos!

Puso la mano en mi cuello, estrangulándome y yo le pedí un poco de aire, pero Sara no solo no aflojó, sino que apretó con más fuerza, impidiéndome respirar unos segundos. No sé si llegué a perder el sentido, de repente hacía mucho calor y solo escuchaba los gemidos de Sara y sus glúteos golpeando contra mis piernas cada vez que se dejaba caer.

Cuando por fin me liberó el cuello, sentí que mi polla se había hinchado todavía más. Sara sonrió satisfecha y me metió un par de dedos en la boca para que los lamiera. No me había recuperado del todo y me costaba respirar con sus dos dedos rozando mi garganta, pero me volvía loco esa manera tan salvaje que tenía Sara de follarme.

Tiró con los dedos de mi mandíbula hacia abajo y tuve que abrirla, momento que aprovechó Sara para inclinarse sobre mí y dejar caer un escupitajo de saliva, que entró directo hasta mi garganta. Luego me cerró la boca, haciendo presión en mi barbilla y me cogió las manos para que las pusiera sobre sus tetas.

―¡Trágatelo, mmmmmm!, y ahora, apriétamelas duro, eso es, hazme daño, aaaaah…

Yo se las estrujé un poco, pero tampoco quería pasarme. El culo de Sara ya se movía descontrolado sobre mí y me estaba llevando al séptimo cielo.

―Más, joder, más fuerte, pellízcame los pezones, mmmmm, aaaahggg, aaaaahgg…

Pero a mí ese sexo tan duro no es que no me gustara, es que no sabía cómo hacerlo y Sara volvió a subir la mano para estrangularme otra vez el cuello, incrementando todavía más la velocidad de su follada.

Me dio miedo la cara de zorra que puso, pero sabía que ya no me iba a soltar hasta que uno de los dos se corriera. Intenté apartar sus manos, y Sara me golpeó en la mejilla, soltándome una cachetada para que me estuviera quieto.

El final fue una locura y al borde de la asfixia nos corrimos prácticamente a la vez. Solo me liberó el cuello cuando comprobó que ya estaba eyaculando dentro de ella y Sara se inclinó hacia atrás para acariciarse el clítoris y aumentar el placer de su clímax.

Terminé al borde de un puto infarto, menos mal que estaba en forma o hubiera reventado en ese instante. Sara se dejó caer a mi lado también con la respiración acelerada y me pasó la mano por el pecho. Tenía que estar muy en forma para cabalgarme con esa intensidad durante casi media hora.

¡No me habían follado así en la puta vida!

―Joder, Sara, me vas a matar…
―¿No querías follarme toda la noche?…, solo lo hemos hecho dos veces…
―Podría follarte una semana entera.
―¿Te parece bien si nos pegamos una ducha?, creo que sería una buena despedida.
―Me encantaría…

Cuando recuperamos las pulsaciones y dejamos de sudar, nos metimos en la ducha juntos, y yo creo que eso todavía fue mejor que follar. Abrazar el cuerpo desnudo de Sara, magrear sus tetas y sobar su culazo mientras nos comíamos la boca, enjabonar su pelo y su espalda y terminar metiendo un par de dedos por su coño para dejárselo bien limpito.

Ni que decir tiene que mi polla se volvió a poner dura y cuando le tocó el turno a Sara me devolvió el favor, poniéndose detrás de mí y pasando el brazo hacia delante para agarrármela y hacerme una paja bajo el agua caliente que caía sobre nuestras cabezas.

Otra vez volvió a meterme un dedo por el culo, que entró con mucha suavidad gracias al gel, y me masturbó muy despacio sin dejar de penetrarme. No llegué al orgasmo porque Sara no quiso y cinco minutos más tarde detuvo su paja.

―Quiero dejarte así, para que tengas ganas de mí otro día… ―me susurró al oído antes de aclararme el pelo.

Salimos de la ducha sin poder dejar de besarnos y manosearnos. Yo me la hubiera vuelto a follar de nuevo, sin ninguna duda, y me quedé sentado en la cama, con la polla en la mano, mirando cómo Sara se vestía delante de mí.

―¿Cuándo vamos a volver a vernos? ―le pregunté antes de que se fuera de mi casa.
―Este finde lo tengo mal, celebramos el cumpleaños de uno de mis amigos…, aunque, pensándolo bien, ¿por qué no te vienes?, así los conoces…, creo que te lo vas a pasar muy bien.
―¿Yo con tus amigos?, no creo que pueda seguir vuestro ritmo…
―Hoy lo has aguantado muy bien… ―dijo inclinándose sobre mí para darme un beso en la boca―. Puedes venir sin problema, vamos a ir a cenar a La tercera estación y luego tomaremos una copa…
―No sé, si a ti te parece bien…
―Pues claro, la semana que viene lo vamos a tener un poco mal para vernos…, ya tienes a las niñas…
―Vale, entonces, me apunto a cenar con tus amigos…
―¡Guay!, el sábado te mando un whatsapp y te digo sitio y hora.
―Si quieres, te paso a buscar y vamos juntos…
―Perfecto, bueno, Pablo, tengo que irme…, mañana hay que currar… ¿Vas a correrte? ―me preguntó mirando mi mano, que no dejaba de sacudírmela.
―Espera, que te llevo a casa…
―No pasa nada, puedo ir en metro.
―No me importa.
―Si insistes, no te voy a decir que no, si es que estás en todo, eres un amor… Guárdate esta, anda… ―susurró cogiéndome la polla y pegándome un par de sacudidas.

Un rato más tarde regresé a casa sabiendo que aquella tarde iba a suponer un punto de inflexión en nuestra relación. No solo habíamos estado follando durante más de dos horas, es que Sara me había invitado a salir el finde con ella para que conociera a sus amigos.

Era un paso muy importante.

Cené algo rápido y me metí en la cama antes de las diez. Me sentía como si estuviera en una nube. Estaba muy cansado, pero feliz, y me quedé dormido en menos de un minuto.

Ahora sí, parecía que lo mío con Sara comenzaba a despegar…
Hola, buenas noches.

Sobre lo que pasará o no, no lo sé, pero sobre lo que ha pasado, muy buen capítulo.

Saludos y gracias.

Hotam
 
Imagino que al igual que otros, estoy deseando el siguiente capítulo para saber que pasa con nuestro amigo y Sara.

Gran escritor David.
 
Me parece extraño qué su jefe no le haya contado nada, porque estoy casi seguro que volvió a follar con Sara.
Estoy totalmente contigo. Sip...soy del mismo parecer y aquí vendrá lo bueno!!!.....what happen!!!
 

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