De pajas, reputación y un rastrillo. (Entrada titubeante)
He dudado si publicar o no esta entrada, pero si hay algo que llevo mal que me toquen es el honor, y hace unos días ¡se me acusó de no ocuparme de las pajas! Indignadísima, (¿pero cómo es posible que me digan esto a mí, que tan por extenso me he expresado sobre ello...?), rebusqué entre hilos...y encontré poco, efectivamente. Caí en la cuenta de que mis expansiones tuvieron lugar en el foro difunto.
Por aquel entonces me dirigía a un interlocutor sin nombre. En el estadio actual, mucho más divertido, cuento con "conocidos", "camaradas", "amigos" y eso provoca que mida más las palabras. Y mis pajillas no me parecían un tema a la altura, pues doy por hecho que aquí todos somos amantes de tan noble práctica.
Sin embargo, cuando a una le tocan el honor, debe limpiarlo. Por eso he recogido una selección de objetos que han servido a mis gozos y alborozos. (Todos bastante típicos y dentro de la más estricta ortodoxia).
Por lo visto, es frecuente que las mujeres nos llevemos las primeras placenteras sorpresas a base de restregones contra ella, incluso antes de descubrir que tenemos manos.
Esta es la versión más parecida que he encontrado del auténtico, que terminó decapitado a base de apretones. (No es una licencia poética, tenía un cuello muy frágil)
Los lomos y esquinas de los libros -sobre todo si tenían algo mínimamente picantillo- fueron otro de mis juguetes más usados.
Un poco más mayorcita, no pude resistirme al famoso cosquilleo, pero era más bien exasperante y lo deseché pronto.
Ya en la mayoría de edad, lo que ahora mismo recuerdo con más cariño son dos muestras artesanales que pongo abajo. Quizá porque traen a la memoria placeres compartidos con sendos compañeros, así que evocan escenas muy concretas. (Brindo por Donosti y Burgos).
A partir de aquí, se abre el diálogo...o no. ¿Alguna historieta, chascarrillo, hipótesis, idea o sugerencia sobre el asunto que nos ocupa? ¿O mejor lo dejamos en un piadoso silencio?
Besos onanistas

De la
(mas)turbación
(apócrifo).
La autoayuda,
como todos bien sabemos,
es un tema que se aprende de chiquit@s,
un accidental roce es suficiente,
para despertar la magia del durmiente.
Como todos, yo he intentado mis "pinitos",
con fortuna y resultados variopintos.
Unas veces el placer vino enseguida,
y otras tantas, fue de efectos retardados.
Las primeras, dado que llevo un colgajo,
suspendido en la zona de allá abajo,
fue la siempre socorrida pierna/pierna,
restregón, restregón,
y ¡ala, al carajo!
con la consiguiente dosis de inventiva,
del cómo y donde disimular el lamparón,
causado por tan gozoso desahogo,
y no verme, por mis calzones delatado,
para no tener que enfrentar la disyuntiva,
de, ante la maternal inquisición,
confesar, o quedarme yo callado.
Y que siendo como soy,
de aquella época,
en que los indecentes tocamientos,
te cegaban,
amén de causar,
acusador,
desaforado crecimiento capilar,
en las palmas de las manos
pecadoras,
mi calenturienta mente
y mi ciruelo,
(porque a cirio no llegaba,
¿a que mentir?
si no conduce a nada,
ni en mis sueños),
me traían, noche a noche
al retortero.
Y pecaba, si señor@s,
doblemente,
pues al acto condenable,
yo añadía,
el pecado del hurto,
¡ Mamá mía !
A vecina galana y rezongante,
de interesantes formas
curvilineas,
y de un añada y casta,
muy superiores a la mía,
de la cuerda donde a secar,
ella exponía,
(para mí, tentación, aún incipiente),
yo robaba los sostenes
y las bragas,
con maligna nocturnidad
y alevosía,
para así solazarme,
en su imaginada compañía.
¡Pero ojo!
que a uno le educaron honorable,
y terminada la función,
yo devolvía,
tanto astrosas y arrugadas,
dichas prendas,
arrojándolas en rincones del terrado,
de la casa,
que entonces nuestras vidas
compartían,
simulando, que el viento
era culpable,
de mis primeras y dulces
felonías.
(Tengo para mí,
ya andando el tiempo,
que la susodicha dama,
lo sabía,
y dulce y cariñosa como era,
perdonaba mi latrocinio
adolescente,
y más, posiblemente
comprendía,
y ¿quién sabe?
a veces pienso que tal vez,
mi evidente deseo
la
(mas)turbaba y complacía.
Y hasta aquí mis primeras aventuras,
si gustaron del relato de las mismas,
quizás en otra entrada,
en unos días,
les narre alguna más,
¡que las había!