De la (mas)turbación (apócrifo).
La autoayuda,
como todos bien sabemos,
es un tema que se aprende de chiquit@s,
un accidental roce es suficiente,
para despertar la magia del durmiente.
Como todos, yo he intentado mis "pinitos",
con fortuna y resultados variopintos.
Unas veces el placer vino enseguida,
y otras tantas, fue de efectos retardados.
Las primeras, dado que llevo un colgajo,
suspendido en la zona de allá abajo,
fue la siempre socorrida pierna/pierna,
restregón, restregón,
y ¡ala, al carajo!
con la consiguiente dosis de inventiva,
del cómo y donde disimular el lamparón,
causado por tan gozoso desahogo,
y no verme, por mis calzones delatado,
para no tener que enfrentar la disyuntiva,
de, ante la maternal inquisición,
confesar, o quedarme yo callado.
Y que siendo como soy,
de aquella época,
en que los indecentes tocamientos,
te cegaban,
amén de causar,
acusador,
desaforado crecimiento capilar,
en las palmas de las manos
pecadoras,
mi calenturienta mente
y mi ciruelo,
(porque a cirio no llegaba,
¿a que mentir?
si no conduce a nada,
ni en mis sueños),
me traían, noche a noche
al retortero.
Y pecaba, si señor@s,
doblemente,
pues al acto condenable,
yo añadía,
el pecado del hurto,
¡ Mamá mía !
A vecina galana y rezongante,
de interesantes formas
curvilineas,
y de un añada y casta,
muy superiores a la mía,
de la cuerda donde a secar,
ella exponía,
(para mí, tentación, aún incipiente),
yo robaba los sostenes
y las bragas,
con maligna nocturnidad
y alevosía,
para así solazarme,
en su imaginada compañía.
¡Pero ojo!
que a uno le educaron honorable,
y terminada la función,
yo devolvía,
tanto astrosas y arrugadas,
dichas prendas,
arrojándolas en rincones del terrado,
de la casa,
que entonces nuestras vidas
compartían,
simulando, que el viento
era culpable,
de mis primeras y dulces
felonías.
(Tengo para mí,
ya andando el tiempo,
que la susodicha dama,
lo sabía,
y dulce y cariñosa como era,
perdonaba mi latrocinio
adolescente,
y más, posiblemente
comprendía,
y ¿quién sabe?
a veces pienso que tal vez,
mi evidente deseo
la (mas)turbaba y complacía.
Y hasta aquí mis primeras aventuras,
si gustaron del relato de las mismas,
quizás en otra entrada,
en unos días,
les narre alguna más,
¡que las había!