Capítulo 877
Al día siguiente, presté mucha más atención cuando fui a la universidad, por si veía a Abby, pero no logré dar con ella. Ni siquiera en el descanso, pasándome por la cafetería, pero tampoco la vi. Sí que lo hice sin embargo en su puesto de trabajo cuando fui después de comer a la cafetería para tomarme un café y hacer hora hasta que entrara a trabajar.
Es cierto que era muy tímida, pues lo estuvo cuando fui, aunque no se le iba la sonrisa de la cara. En esta ocasión llevaba también el pelo suelto, aunque no le dije que me gustaba verla más así, pero no eran por falta de ganas. No quería incomodarla viendo cómo era, pero la verdad es que el pelo recogido también le sentaba muy bien.
Como en las ocasiones anteriores, en esta tampoco soltó palabra. Ni siquiera se acercó demasiado para ver qué quería, aunque fue más por mí, ya que le dije desde la lejanía lo que quería. Me lo trajo y me dedicó una buena sonrisa, tomándomelo yo todo con mejor ánimo del que tenía los días pasados. Tenía entre manos algunas cosas que hacer, teniendo en mente dejarlo hecho allí, pero es que no me terminaba de concentrar con ella por allí.
Ya por la noche hablamos precisamente de eso, de lo que estaba haciendo. Ella me dijo que me había visto con unos papeles, como si estuviera tomando nota. Le dije que se trataban de correcciones que tenía que hacer de los cursos que impartía para llevar un control de que todos estudiaran, aunque no era algo que fuera necesario, pero me gustaba hacerlo al estar acostumbrado de mi anterior trabajo.
Esta vez la charla fue más breve, contándome ella de qué iba lo que estaba estudiando, dándome detalles y contándome lo que tenía en mente hacer una vez se graduara. Tuvimos que cortar la conversación disculpándose ella al decirme que estaba muy cansada y que necesitaba irse a dormir, por lo que lo dejamos ahí, dándonos las buenas noches para que ella pudiera descansar, empleando yo las siguientes horas en cenar y jugar con Ángela a la consola mientras nos contábamos cómo había ido el día.
Los siguientes días fueron bastante parecidos en todos los aspectos. Yo seguía recibiendo mis clases por la mañana y dando las de la tarde, estando cada vez más cómodo al acostumbrarme, sobre todo al darlas por eso de tener a tanta gente a la vez a mi cargo, no como en mi anterior trabajo, en donde las clases se organizaban de cinco a diez personas.
En este caso era bastante más diferente, pues llegaba a superar la veintena, y no es que diera solo una clase, sino que eran varias. Y en realidad estaba bien así, primero porque no me suponía problema alguno al ser todos bastante aplicados y segundo, porque me servía de experiencia para el trabajo que yo aspiraba a conseguir.
También iba al gimnasio y hacía mis compras, pero las conversaciones con Abby no evolucionaban. Que eso no quitaba que me gustara hablar con ella, pues me hacía compañía de algún modo y no me sentía tan solo, pero es que aún no la había oído decir ni una palabra, porque todo lo extrovertida que era mediante mensaje, era de tímida en persona.
Y no era una timidez típica de cuando te gusta una persona, no, porque ella era tímida. Me dediqué a observarla cada vez que iba a la cafetería y me di cuenta de que era así con todo el mundo. Si por no hablar, no lo hacía ni con sus compañeras de trabajo. De hecho, me pareció captar alguna queja por parte de un cliente al decir que no le preguntaba qué quería tomar ni siquiera, aunque por suerte ella no lo escuchó.
Fue un comentario que esa persona lanzó al aire, pero a mí no me terminó de parecer que fuera algo positivo, más que nada por el tono que usó. No es que me encarara con esa persona, pero sí que comenté que no tenía por qué decir eso, porque esa persona era muy amable y yo jamás había tenido ningún problema en lo que llevaba yendo a esa cafetería, todo lo contrario.
No obtuve replica, marchándose esa persona y saliendo Abby para traerme lo que pedí, viniendo con una sonrisa preciosa, como siempre. Y me tomé aquello con gusto y con la esperanza de que esa persona que se quejó de esa manera no volviera por allí, sobre todo si no iba a tener un buen trato hacia Abby, porque no merecía unas palabras así.
Pero la cosa no avanzaba. Por momentos me figuraba que estaba hablando con una persona totalmente diferente, como si me hubiera dado el número de alguna amiga suya o algo así. Le volví a sugerir si le apetecía que nos viéramos en persona para poder charlar y tomarnos un café o algo, pero obtuve largas, como la primera vez que lo hice.
Me preguntó si no le gustaba que habláramos de esa manera, y le dije que me gustaba hablar con ella, pero que me gustaría hacerlo de otra manera en la que hubiera más interacción, porque a veces resultaba complicado interpretar el humor de la conversación, sobre todo las bromas y más teniendo en cuenta que estaba hablando en un idioma que no era mi lengua natal pese a controlarla con soltura.
Ella me dijo que tenía demasiado lío entre las clases, el trabajo y luego tener que encargarse de todas las tareas de su casa al vivir sola, por lo que tampoco pudo ser en esta ocasión. Al menos se abrió un poco al decirme que vivía sola, siendo información nueva, pero que yo tampoco consideré muy relevante.
Si es que tampoco la veía por la universidad, y eso que hacía por donde para ver si la encontraba, pasándome todos los días por la cafetería y por donde se suponía que estaba ella, pero ni rastro. Es verdad que podría identificarla fácil al ser pelirroja y tan bajita, ya que no superaba el metro y medio de estatura, pero es que aquello no era tan raro por allí, sobre todo ese color de pelo.
Unos pocos días después, saliendo del trabajo, al poco de salir de la universidad, yendo de camino a casa, alguien me dio un par de toques en la espalda, dándome yo la vuelta para ver de quién se trataba, siendo Abby. Me sorprendió mucho encontrarla por la calle, yendo con su ropa de día a día, estando muy mona.
Le pregunté sorprendido qué hacía ahí, encogiéndose ella de hombros, resultándome un poco incómodo porque no soltaba palabra aún. Esperé un par de segundos, pero viendo que no decía nada le dije si quería venir a mi casa y la invitaba a tomar algo o a cenar directamente. Ella se quedó pensativa durante unos momentos, pero asintió con una sonrisa.
El camino a casa sí que se me hizo más incómodo, pues ella no decía ni mu. Sabía ya cómo de tímida era, pero aun así traté de entablar conversación, pero ella se limitaba a afirmar con la cabeza o a sonreír, o las dos cosas al mismo tiempo, pero no decía nada y cada vez me ponía más nervioso. Al final opté por no hacerle más preguntas y llegamos a casa.
-Por favor, dime algo, es que no sé... Cada vez me resulta más raro que no digas palabra -le dije ya sin poder evitarlo.
-Te dije que era tímida, ¿no? -respondió ella con una voz preciosa.
-Sí, pero... -dije un poco sorprendido por escucharla al fin.
-Estos días me ha dado la sensación de que has perdido el interés en nuestras conversaciones.
-No, no es así -dije al instante y bastante seguro.
-Pues me había parecido que sí. No me hagas caso, me habré montado una película.
-Es que... Vamos a sentarnos mejor. ¿Quieres algo de beber?
-Vale.
-Es que veía raro que me hablaras tan abiertamente por mensaje y que no lo hicieras en persona para absolutamente nada -le dije después de traerle su bebida y sentarme.
-Ya, si te entiendo, pero...
-¿Pasa algo?
-Sí, es que tengo un problema.
-¿Qué problema?
-Una vez me pasó algo y me cuesta mucho relacionarme.
-Vaya, lo siento. Pero estás bien, ¿no?
-Sí, estoy bien, solo que con eso que me pasó me aislé mucho y estuve bastante tiempo sin tener contacto con nadie. Al final me acabé acostumbrando y fue algo que me hizo mal, porque cuando empecé a relacionarme con gente, me encontraba muy incómoda.
-Entiendo. ¿Y ahora lo estás? Supongo que sí, ¿verdad? Si quieres no tienes por qué contarme más.
-Tranquilo, está bien. Si te soy sincera, estoy un poquito nerviosa, porque llevaba mucho sin hablar de esta manera con nadie.
-¿Y por qué yo?
-Pues porque te acercaste a mí interesado en charlar.
-¿Y ya está?
-Sí -dijo de manera obvia.
-¿Nadie se ha acercado a ti para hablarte como lo he hecho yo?
-Mmm, no.
-¿En serio?
-De esa manera, no.
-A lo mejor fui demasiado directo, ¿no? Perdona.
-Bueno, no fue para tanto, aunque me pilló muy de sorpresa, por eso mi reacción.
-Ya, eso sí me lo contaste, pero no tenía ni idea de lo que había detrás y la razón por la que no hablabas. Te quiero pedir perdón por si te he incomodado más de la cuenta, pero es que me parecía raro. Pero ya está, todo aclarado.
-Me pareció buena idea que habláramos por mensaje para ir conociéndonos y que esto que estoy haciendo ahora no me costara tanto.
-¿Y ha funcionado?
-Sí. Aunque estaba nerviosa cuando te he llamado la atención. Te había visto salir de la universidad, pero me ha costado un poquito decidirme a hacer esto.
-Bueno, pues ya has dado el paso. Eso está muy bien. Me alegra que así haya sido.
-A mí también. Esto es un paso muy grande para mí, aunque tú lo veas algo normal. Tengo ansiedad social y me cuesta mucho hacer esto -dijo poniéndose roja.
-No pasa nada. Ya está. Si quieres ponemos la tele o algo. O pedimos la cena, o nos hacemos algo, como tú quieras, pero si no quieres hablar, no hace falta que lo hagas -dije un poco confuso por no conocer muy bien de lo que me estaba hablando-. Te enseñaría mi casa, pero es que no hay mucho más que enseñar, es muy pequeña.
-Jejeje -reía ella.
Al final nos pedimos una pizza para cenar, porque no es que tuviera gran cosa para que pudiéramos preparar una cena decente. En lo que venía, ella miraba mucho mi casa, y yo no sabía qué hacer, porque con todo eso que me había contado, me daba palo sacarle tema de conversación para no incomodarla, aunque no lo parecía a juzgar por su cara. Me pilló un par de veces mirándola, con ella sonriendo como respuesta.
-¿Te gusta jugar? -me preguntó señalando la consola.
-Sí. Suelo jugar en los ratos libres. ¿A ti también?
-Sí. Pero yo no tengo consola. Juego con mi ordenador portátil, aunque no es muy bueno y algunas cosas no las puedo jugar, pero no me aburro.
-Eso está genial. Si quieres puedes jugar con mi consola cuando quieras. No tengo problema.
-Vale, luego jugamos.
-Tengo varios juegos. Seguro que encontramos algo que te guste.
-Me gusta de todo, no te preocupes.
-Estupendo.
-¿Te molesta que te haya contado todo eso? -preguntó al cabo de unos pocos segundos.
-¿Cómo? Para nada.
-Pensaba que tal vez no te gustaba hablar de esos temas, porque es algo serio y...
-No te preocupes. Me has ayudado a entender por qué no hablabas. Ha sido una conversación necesaria pienso yo.
-¿Crees que soy rara?
-¿Por qué iba a pensarlo?
-Por mi problema.
-Todos tenemos problemas.
-¿Qué te pasa a ti?
-Que no hablo las cosas cuando debo hacerlo. Qué irónico, ¿no? Te pido explicaciones a ti de por qué no hablas y yo también soy muy callado a veces.
-Jejejejeje.
-He echado demasiadas cosas a perder por eso... Entre ellas a la persona que más he querido.
-Oh... Siento oír eso.
-No pasa nada. Todo está bien ya. Ya ha pasado lo peor.
-Me alegro de oír eso.
-Hay que pasar página.
-Sí. Lo sé... Perdí a mis padres. Sé lo que es todo eso.
-¿Has perdido a tus padres?
-Sí. Tuvieron un accidente de coche cuando yo tenía 16 años y bueno... Por eso todo esto que me pasa. Estuve aislada en casa durante mucho tiempo. Pero con el paso del tiempo pude salir adelante.
-Tendrías a alguien que te ayudara, ¿no?
-No. Estoy sola desde entonces.
-Pero... -dije desolado.
-No tengo más familia. Mis padres no tenían hermanos y mis abuelos murieron cuando yo era muy pequeña, porque eran bastante mayores.
-Vaya, cuánto lo siento. ¿Y no tenías amigos?
-Sí. Pero solo quería estar sola. Cuando empecé a querer seguir hacia delante todos se habían ido fuera para estudiar en otras ciudades, o para volver a las suyas.
-Vaya...
-Me preparé yo sola lo que me faltó para acabar el instituto y ya llevo unos años en la universidad. Si todo va bien, este curso es el último.
-Seguro que sí.