Capítulo 907
En ese momento, ambas vivían en la misma ciudad, cosa que ya sabía yo al trabajar Elena con Valentina. Mencionó que quedaban de vez en cuando para hablar y comer juntas, o cosas por el estilo, yendo todo cada vez mejor entre ellas. Al menos así lo veía Noelia, manteniéndose muy positiva al pensar que era cuestión de tiempo que se llevaran tan bien como ella pretendía. Otra buena noticia fue que sus padres estaban viéndose de nuevo, aunque la cosa iba lenta según nos contó, pero que el paso se había dado, diciéndole yo que me alegraba mucho de oír eso.
La verdad es que fue un rato muy positivo, infinitamente mejor del que yo me pudiera imaginar. Nos despedimos de ellos, diciendo Noelia que se alegraba de ver que todo iba bien, como yo también lo hice con ella. Abby estaba exaltada cuando salimos de allí, sentándonos en un banco próximo que encontramos. Se sentía orgullosa de haber conseguido convencerme para que pudiera hablar con Noelia y de que todo hubiera ido tan bien. Eso le animó a sacar en tema de hacer lo mismo con Elena, pero yo no estaba tan seguro.
Al final, mientras volvimos a casa, le dije que sería mejor dejarlo para la próxima vez que viviéramos, prefiriendo yo dejar pasar un poco más de tiempo. Abby se mostraba muy optimista al decirme que si había sido capaz de perdonar a su hermana con todo lo que le había contado, que seguro que también lo hacía conmigo. También me sacó el tema de hablar con mi padre y con mi hermano, cosa que habíamos hablado muchas veces a esas alturas, y sabía que tenía razón, pero ya no nos quedaba tiempo, pensando ella que la próxima vez que volviéramos podría ser una buena ocasión.
Obviamente, mis amigos estaban enterados de todo esto. Irene era la más reticente, pero finalmente llegó a la conclusión de que estaría bien tratar de poner tierra de por medio en todo el asunto en el que nos habíamos metido desde hacía mucho tiempo. También le contamos a todos cómo fue la situación, estando todos bastante sorprendidos por lo que le contábamos y por estar Noelia de otra manera.
Seguramente el que más contento estaba con la situación era yo, porque, sin poder terminar de creer lo bien que había ido, me había sacado una espina que tenía bien clavada desde hacía tiempo. Era genial ver que todo se había solucionado por esa parte, pues Noelia parecía muy decidida a olvidar y perdonar todo lo que pasó en aquel entonces, como también lo estaba yo por la parte que me tocaba.
La despedida con todos mis amigos y con la familia fue bastante más dura que en previas ocasiones. Supongo que era por la presencia de Abby, quien le había caído muy bien a todos, aunque todos me dijeron que me iban a echar mucho de menos. Se derramaron varias lágrimas en esos momentos, especialmente al comunicarles yo que no tenía ni idea de cuándo podríamos volver, ya que me contaron que tenían en mente seguir con esos cursos que impartía en verano.
Abby acabaría la carrera y estaría más libre durante ese tiempo, pero yo debía quedarme allí para trabajar. Además de ello, aunque no es que se lo dijera a todos explícitamente, el viaje salía muy caro. De hecho, en esta ocasión en la que volvimos tuvimos mucha suerte al poder pillar unos billetes tan baratos, pero tanto Abby como yo coincidíamos en que hacer tantas escalas era algo problemático y estresante.
No quedamos en nada en especial, pero tanto Abby como yo dijimos que ya pensaríamos alguna solución para que todos quedaran contentos. El viaje de vuelta a casa fue especialmente duro por el tema de las despedidas. Teníamos mucha tristeza encima, cosa que podía notar la gata también al dormir más de lo que hacía de por sí, estando también más mimosa de lo común.
Pero se fue diluyendo con el pasar de los días una vez llegamos a casa, los cuales empleamos en descansar lo máximo posible antes de la vuelta a las clases. Abby cada vez se encontraba mejor, aunque yo andaba un poco regular. Ella me lo notó en todo momento y me preguntaba a menudo, pero también me daba mi espacio, porque sabía que a veces necesitaba solo eso para ponerme mejor.
En una de las ocasiones en las que me preguntó le dije que había también un motivo por el que me encontraba un poco regular anímicamente, y es que me sentía bastante culpable de no haber hecho un esfuerzo para hablar con Elena o con mi padre y mi hermano. Pensaba que ella había hecho es esfuerzo titánico al dar el paso de conocer a bastante gente importante para mí con lo problemático que le resultaba a ella por su ansiedad.
Abby me dijo que no se trataba de ver quién hacía más, sino de estar el uno al lado del otro y avanzar juntos. Siempre tenía las palabras adecuadas para mí cuando tenía momentos bajos como esos, haciendo que cada vez me enamorara más de ella. Cada vez me gustaba más la vida junto a ella, aunque en realidad éramos tres, ya que también teníamos nuestra compañera felina, a la que ambos queríamos muchísimo.
Continuamos con nuestra rutina hasta que acabamos las clases, saliendo todo perfectamente. Abby acabó su carrera muy bien, al igual que yo también finalicé el primer año de máster bastante bien. Ella era mucho más aplicada que yo y se notaba en los resultados, pero yo estaba muy contento con los míos de todas formas. De hecho, había momentos en los que llegaba a pensar que ella se esforzaba de por más.
El verano fue bastante tranquilo, tomando finalmente la decisión de no volver a España, aunque sí que barajamos muchas veces la posibilidad de hacerlo para Navidad. Por lo pronto, recibimos la vista de Ángela, pasando con nosotros unas cuantas semanas en agosto. Todos decían que le daba envidia su libertad para viajar tanto, ya fuera de tiempo por la flexibilidad del horario de su trabajo, como por el lado económico.
Fue toda una sorpresa encontrarla en casa un día cuando volví de impartir clases por la mañana al empezar los cursos en los que también se empezó a apuntar gente que aún no estaba en la universidad pero que querían hacerse con esas licenciaturas. Nos dimos un abrazo tremendo, estando ella muy contenta, como lo estaba yo también, aunque me costó un poco asimilar que estaba allí con nosotros.
En realidad, su visita tenía algo de truco, y es que Abby me tenía preparada una sorpresa. La razón de que Ángela estuviera allí con nosotros, además de vernos y poder estar tiempo con ella, era para que se quedara unos días con nuestra gata, pues el plan al que íbamos no se podía apuntar ella. Esa fue la única pista que recibí por parte de mi novia, estando yo muy despistado.
La despedida de la gata muy de aquella manera, especialmente para Abby, quien no se había separado de ella nunca, pero nos montamos en un tren y nos pusimos en camino, dándome ella tan solo una pista más al decirme que ya en su día me dijo que le apetecía mucho llevarme a un sitio, porque ella lo había visto de pequeña con su familia y le resultó muy especial, aunque el precio echaba un poco para atrás. Al final logró encontrar una buena oferta, teniéndolo todo calculado a la perfección para que nos fuera más asequible.
Llamábamos todos los días a Ángela para ver cómo estaba tanto ella como la gata, llegando a hacer alguna en forma de video. Nuestra pequeña amiga nos echaba de menos, pero podíamos ver que no estaba nada mal. Ángela nos contó que jugaba mucho con ella y que la mantenía distraída, durmiendo también con ella para que no se sintiera sola.
Cuando llegamos, yo que me quedé un poco sin saber qué decir, porque era un páramo nevado gigante. De hecho, la vista no hacía más que ver nieve mirara a donde mirara. Tan solo había unas pocas cabañas y un edificio. Abby me preguntó si me gustaba, diciéndole yo que no sabía que pensar, que lo veía todo muy desierto, aunque la verdad es que la visita era muy bonita. Ella rio un poco, contándome que esa no era la sorpresa, que debía esperar un poco más para poder verla.
Pero mientras tanto, podíamos hacer otras actividades, como pasear un poco en moto de nieve. De nunca me han gustado los deportes extremos, al menos a la hora de practicarlos, pero ella me tranquilizó al decirme que iríamos acompañados de las demás personas que había por allí, en plan como en una guía turística. Ahora entendía por qué la gata no podía venir con nosotros. El clima era demasiado extremo para que fuera adecuado para ella.
En todo momento íbamos forrados para no pasar tanto frío, aunque en las cabañas se estaba muy bien. Todo fue muy bien, aunque yo seguía sin entender por qué estábamos allí. No sería hasta la noche que me enteraría. Desde allí se podía ver algo que en realidad siempre había tenido ganas de ver, pero que no veía viable por demasiadas razones. Estábamos viendo auroras boreales. Esa era la sorpresa que tenía Abby en mente en su día, la cual había cumplido.
La verdad es que me quedé sin palabras al ver aquello. Es lo más parecido que haya visto jamás a algo fuera de este mundo. Es una sensación rara la que sentí al ver aquello, pues parecía que el cielo se estaba abriendo, como si algo estuviera rajándolo, como si algo fuera a salir de ahí, pero es de las cosas más bonitas que haya visto jamás también. Eran de un color verde muy intenso, tanto que la nieve que nos rodeaba se iluminaba y daba hasta miedo.
Le agradecí a Abby esa sorpresa, la cual me encantó, sonriendo ella muy ampliamente al ver que me había gustado tanto. Se podían ver incluso desde la cabaña. Hacer el amor con esas vistas y junto a una chimenea era algo muy de película, pero que hacía todo mucho más romántico que de costumbre, especialmente con un chocolate caliente al lado. Abby me contó la ocasión en la que fue con sus padres, no recordándolo ella tanto al ser tan pequeña, pero ahora estaba encantada de volver a vivir ese recuerdo junto a mí.
De nuevo, unas palabras que me conmovían y que me hacían sentir que ella era la única persona en mi universo. Ella me miraba sonriente cuando me quedaba embobado, pero a mí se me pasaban muchas cosas por la cabeza que me eran imposibles comunicarles. Fueron solo dos días los que estuvimos allí, volviendo de momento, aunque el viaje fue bastante largo en realidad. Estábamos casi tan cansados como en el viaje de avión que hicimos para ir a España y luego volver.
Ángela estuvo unos días más con nosotros, estando genial su visita, cosa que nos vino muy bien para no echar tanto en falta a alguien más. Pero se tuvo que volver no muchos días después. Con su marcha, Abby y yo nos decidimos a volver a España por Navidad. La noticia les encantó a todos, en especial a mi madre, quien estaba muy animada y exaltada por tenernos por allí durante las fiestas, aunque me encontraría alguna que otra sorpresa a la vuelta.
La primera de ellas, aunque era algo de lo que ya me había enterado varios meses atrás, era que mi madre estaba hablando con mi padre. Fue él quien tomó la iniciativa a la hora de mediar palabra. Al fin y al cabo, fue mi madre quien dejó a mi padre, por lo que era lo más normal. Mi madre me estuvo contando cómo fue el momento y demás, teniendo sus dudas a la hora de coger la llamada, pero finalmente lo hizo.
Al parecer mi padre quería volver a estar como antes, yendo la conversación muy bien en ese aspecto, mostrándose muy entregado y apaciguado. Mi madre ya veía indicios de que aquello podía pasar, ya que mi hermano le había comentado alguna que otra cosa de vez en cuando referente a mi padre, por lo que no se llevó una sorpresa muy grande con su llamada.
Al final quedaron para verse y pudieron hablar más tranquilamente, ya que a ambos les gustaba más hacerlo en persona que mediante llamada. No me extrañó a mí tampoco recibir una llamada de mi padre a los pocos días en donde se disculpó conmigo, dándome cuenta de cuánto se esforzaba en arreglar la situación, contándome que le parecía impresionante lo que estaba haciendo y estando a tantos kilómetros de casa.
Fue una conversación bastante amena y calmada, cosa que llevaba mucho sin hacer con mi padre. Tanto, que casi no me acordaba de la última. Al final, mi madre decidió darle otra oportunidad, yendo ambos a vivir a nuestra casa de siempre, ya que aún estaba intacta desde la última vez que estuvimos allí. Por eso no me pilló de nuevas que mi madre armara una buena cena de Nochebuena en casa, encontrándome también por allí a mi hermano.
También tuvimos unas palabras, disculpándonos cada uno en la parte que nos tocaba mientras Abby se quedaba con mi madre y con mi padre, a quien no conocía. A esas alturas, Abby ya no tenía mucho problema con su ansiedad a la hora de lidiar con situaciones como esa en la que tenía que conocer a gente nueva, como me demostró al presentarle a mi padre y a mi hermano y luego en la cena de Nochebuena.
Pero antes de eso, Abby y yo nos juntamos con los amigos, siendo algo fantástico al poder reencontrarnos con Irene y con Mario también, ya que a Ángela la habíamos visto no hacía tanto, aunque también nos encantó verla. Lo que no me esperaba para absolutamente nada era encontrarme a Elena también por allí, viniendo del baño cuando nos sentamos y empezamos a charlar con los demás después de darnos un buen abrazo.
Me pilló muy a contrapié. Tanto, que no supe cómo reaccionar. A Abby también le pasó, pero ella reaccionó mucho más rápido que yo, acercándose a Elena para darle dos besos y saludarla. Fue Elena la que se acercó a mí para hacer lo propio, respondiendo yo a ese saludo en forma de dos besos también mientras ponía una de mis manos en su cadera. Se hizo un silencio ensordecedor, pero fue ella misma la que lo rompió al preguntarme si podíamos hablar a solas.