Reencuentro con Elena

Cuidado con el regalo de cumpleaños para Abby!!
Ella podría interpretar que Javi le regala la consola, para que juegue ella sola. Porque él ya no quiere jugar con ella 😔.
Abby estaba muy contenta, con que su amiguito Javi, viniera a su casa con su consola bajo el brazo para jugar juntitos.
🤔🤔🤔
 
Por cierto, qué raro lo de Abby, ni un amigo ni nadie, ni una compañera de trabajo o de la universidad, no hay nadie en su vida ... o están todos en el sótano ...
La historia que conocemos, es que Abby se quedó sola en el mundo con 16 años. Ha sobrevivido por su cuenta desde entonces. Vive en una casa enorme, que ella misma mantiene más limpia que los chorros del oro. Cocina de maravilla y es lista y ordenada.
Se entiende que económicamente tiene la vida solucionada, para poder vivir así.
Cómo es que siendo así no tiene un sólo amigo o amiga?... A excepción de Javi, claro.
Lo cierto es que a Javi le honra la relación que ha establecido con ésta chica, que parece padecer ansiedad social.
 
Capítulo 885

Durante el viernes por la noche, Abby y yo estuvimos hablando de cómo lo haríamos para pasar el día juntos para celebrar nuestros cumpleaños. Quedamos en que nos reuniríamos por la mañana para vernos y luego comer juntos, queriendo improvisar, aunque le sugerí ir a algún restaurante para comer y no tener que preparar nada, cosa que ya habíamos comentado y que le pareció bien.

Ese sábado me levanté como siempre, porque tenía tiempo más que de sobra para hacer todo lo que tenía en mente. Me dio tiempo a ir al gimnasio y luego a correr un poco por las cercanías de mi casa, yendo luego a darme una ducha para pasarme por una tienda de ropa y comprarme algo que estrenar, por lo que me puse en marcha, pidiendo opinión en la tienda que más me gustó de las que encontré, consiguiendo una camisa y un jersey para aquel día.

Luego me pasé a comprar el regalo de Abby. Se me vino a la mente que a ella le gustaba mucho jugar, pero que lo tenía consola para hacerlo, teniendo solo un ordenador, el cual tampoco iba sobrado. La única duda que tenía era de si comprarle una consola o un portátil que tuviera buenos componentes para jugar. Pero no me resultó difícil decidirme, pues ella me había dicho en alguna ocasión que prefería las consolas y de hecho, estaba acostumbrada a jugar con la mía.

Así que le compré la misma consola que tenía yo, bueno, un modelo mejor y más avanzado, pero con el que ambos podíamos jugar en línea. También me hice con dos juegos para que no la tuviera de pisapapeles y se pudiera entretener, siendo uno de ellos el que más jugaba cuando iba a casa y con el que pudiéramos jugar los dos juntos. El otro que le compré era uno más reciente, el cual llevaba poco en el mercado.

Pedí que me lo envolvieran todo para regalo y me lo llevé a casa para dárnoslo luego, pues antes íbamos a dar un paseo, por lo que fui a su casa en moto y ella me recibió con una sonrisa muy bonita, dándome un abrazo. Estuvimos un rato en su casa, charlando mientras su gata estaba con nosotros. A Abby le hacía gracia el cariño que me había cogido su gata habiéndome visto pocas veces, pero era algo que le gustaba.

Al final estuvimos más rato de la cuenta en su casa charlando, pero la verdad es que daba igual, porque estábamos muy entretenidos. Se nos pasó el tiempo muy rápido y al final improvisamos un poco para ir a comer a algún sitio, acabando en uno al que solía ir ella años atrás, el cual me gustó bastante por su sencillez, además de que todo lo demás estaba bastante bien. Fue una comida que nos tomamos con calma y muy agradable, aunque lo que más me gustó fue la compañía.

En lo que comíamos acordamos dar un paseo después para luego ir a su casa y comernos allí otra tarta que preparó, pero esta vez para los dos. Que la que preparó para el día de mi cumpleaños también lo fue, pero todo lo que sobró me la llevé a casa y me la terminé yo solo y luego lo que haríamos, después de entregarnos los regalos también, sería arreglarnos bien para ir a otro restaurante a cenar y luego poder irnos a tomar algo por ahí.

Me parecía un plan excelente, por lo que pagamos la comida y nos fuimos de allí, empezando a dar el paseo. Ya lo había hecho bastante por la ciudad, pero ella me llevó por algunos rincones que no conocía, yendo todo de maravilla, aunque luego cambiaría un poco la cosa, porque llegamos a lo que yo creía que era un parque al tener tanto césped y verdor, como había reconocido en las veces que había pasado por ahí en varias ocasiones, aunque no lo era.

Nunca había entrado y ahora que lo había hecho por fin me daba cuenta de aquello era un cementerio, lo cual me impactaba un poco, ya que no estaba acostumbrado a ver un cementerio de esa manera, como tampoco esperaba encontrarlo en una zona tan céntrica y sin mucha privacidad al poder verse todo desde fuera. Tan céntrico estaba situado, que la cafetería donde trabajaba Abby se encontraba tan solo a unos 500 metros de allí.

Me llevó hasta donde se encontraban enterrados sus padres, estando uno al lado del otro. Vi que se emocionó, porque se le pusieron los ojos vidriosos y de hecho se le derramó alguna lágrima. No dijimos nada, dándole yo un abrazo para consolarla, porque era muy evidente que se le hacía muy duro estar allí.

Cuando salimos y continuamos dando ese paseo que empezamos previamente, me contó que le costaba mucho ir a ese lugar en el que estaban enterrados sus padres, porque le traía malos recuerdos. De hecho, me dijo que podía contar con los dedos de una mano las veces que había ido a verlos, pero que siempre pagaba un servicio que mantuviera el lugar limpio y para que le pusieran flores regularmente, como pude observar, ya que había unos lirios morados.

Abby me contó que pidió que pusieran de vez en cuando ese tipo de flor en específico, como también deseaba que fueran de ese color. La razón era más simple de la que imaginaba, ya que su madre se llamaba Lily y el morado era su color favorito. También me contó que no solía mirar cuando pasaba por el lugar, confesándome que siempre apartaba la mirada cuando yo la llevaba desde su casa al trabajo, ya que solíamos pasar por ahí.

El paseo se volvió muy silencioso, aunque no pude evitar preguntarle por qué habíamos ido hasta allí si no le gustaba hacerlo. Abby me contó que llevaba mucho sin hacerlo, que en lo que llevábamos de año no lo había hecho aún y eso que estábamos por acabarlo en pocas semanas, pensando que tendría la fuerza suficiente estando yo a su lado. No le dije nada al respecto, pasándole solo el brazo por encima de los hombros.

Aunque sí pensé que ese gesto de llevarme hasta allí y decirme lo que me acababa de decir era el mejor regalo que me podía haber hecho, aunque sospechaba que ella no se daba cuenta de ello. Y yo tampoco le dije nada, continuando con el paseo hasta que volvimos a su casa, pero le pedí un momento para que pudiera ir a por su regalo, cambiándole el ánimo, pidiéndome que no tardara mucho, que ella también me quería dar el mío.

De camino a casa me quedé muy pensativo con lo que había pasado cuando fuimos al cementerio, dándome cuenta del mal cuerpo que se me había puesto al verla así de mal, con algunas lágrimas en su cara. No quería volver a verla así más, eso lo tenía muy claro. Fui hasta casa y eché en la moto el regalo que le compré por la mañana, no tardando en volver a su casa para poder intercambiárnoslos.

Cuando llegué, Abby me esperaba al parecer con impaciencia, porque me abrió la puerta enseguida. Me contó que estaba pendiente, mirando por la ventana y que en cuanto me vio fue a abrir. Mi regalo estaba sobre la mesa del salón, indicándome ella que dejara mi regalo al lado, porque antes teníamos que hacer una cosa.

Para ello, me llevó al comedor, en donde me pidió que esperara, sacando otra tarta que hizo el día anterior, aunque esta vez era de limón, comentándome ella que era de sus favoritas y que lo mejor era que no empachaba mucho. Volvió a poner las velas que usó el verdadero día de mi cumpleaños, aunque ahora también puso las suyas.

24 años hacía ella, mientras que yo ya llegaba a los 28, aunque en realidad ese día no era el verdadero cumpleaños de ninguno de los dos, pero acordamos celebrarlos ese día. Nos cantamos cumpleaños feliz mutuamente y soplamos las velas después de pedir un deseo, dándonos un abrazo cuando terminamos. La tarta estaba tremendamente buena, gustándome mucho, porque como me contó, era suave y ligera, cosa que te permitía comer sin miedo a empacharte.​
Que se besen que se besen
 
Y Javi no entiende las indirectas de la vida y no hace ninguna reflexión.

Abby visitando a sus padres en el cementerio, y Javi distanciado de su padre y hermano.

Aunque pensándolo bien, creo que están distanciados desde que nació.
Y bien distanciado que está y con motivos
Su Padre es un capullo y mala persona y el hermano un chulo.
 
Capítulo 886

Tras comer parte de la tarta y recogerlo todo, nos fuimos al salón para intercambiar regalos. Ella me pidió que abriera el mío yo primero, por lo que me puse a hacerlo, encontrando un par de juegos que tenía ganas de jugar. Recordé que habíamos hablado de ellos previamente, en una de las veces que ella se había quedado en mi casa para jugar y ahora por fin podía disfrutar de ellos, aunque me entró una sensación rara, pero no hice ningún comentario.

Lo que sentí me resultaba extraño, porque en lugar de estar todo lo contento que debería por recibir ese regalo que me encantó, también sentía culpabilidad, como si pensara que no me merecía esos regalos, aunque no comenté nada y traté de que no me lo notara, pidiéndole que abriera ahora ella el suyo. Le impresionaba que fuera voluminoso el paquete en comparación con el regalo que me había hecho ella, pero empezó a abrirlo igualmente.

Cuando descubrió la consola con esos dos juegos, uno de los cuales me había regalado ella también, negó con la cabeza. Me dijo que no podía aceptar un regalo tan caro, que no le sentaba bien que me hubiera gastado tanto dinero en ella, pero le pedí que no dijera eso y que lo aceptara, que no me importaba lo que costaba, porque sabía que lo iba a disfrutar mucho. Ella parecía indecisa, poniendo sus brazos en jarra, aunque yo la atraje hacia mí para darle un abrazo y que viera que todo estaba bien.

Le hice entrar en razón, dándome ella las gracias muchas veces, porque hacía mucho tiempo que no recibía un regalo así y ella era muy concienzuda con el dinero, pensando que no hacía falta que me gastara tanto, que podría haberse conformado con mucho menos y que de hecho, que estuviera allí con ella ya era un regalo. Me llegó hondo eso que dijo, aunque ella lo soltó como si nada, mientras recogía el papel de regalo que tuvimos que romper para abrirlos.

Le dije que mirara en la bolsa, que aún quedaba algo más, girándose ella hacía mí incrédula. Entre risas le dije que no se preocupara, que era una tontería más que otra cosa. Refunfuñando un poco, alcanzó la bolsa, aunque cuando sacó ese regalo empezó a reír al ver que tenía escrito el nombre de su gata. Me apeteció también comprarle un juguete a su gata, el cual abrió y usó un poco con ella, quedando su mascota entretenida con ello mientras nosotros conectábamos la consola para que la pudiera estrenar.

Abby se lo pasó en grande jugando con su nueva consola, dándome las gracias cada dos por tres, cosa que me hacía gracia. Se nos pasó prácticamente toda la tarde jugando, hasta que nos dimos cuenta y la dejamos para llevar a cabo el plan que teníamos de arreglarnos para irnos a cenar juntos a un restaurante y luego para salir a tomarnos algo, por lo que me fui a mi casa, pidiéndome ella una hora para que se pudiera arreglar bien. No veía problema alguno, así que me fui para ir dándome una ducha y para arreglarme yo también.

Estaba guapísima una vez la vi cuando llegué, con un vestido negro ajustado de manga larga y falda corta, sin escote, llevando unas medias negras también, algo translúcidas, dejando ver su color tan blanco de piel en sus piernas, rematando el conjunto con unos tacones altos de color rosa palo. A ella le gustó mucho encontrarme así de arreglado, aunque sí que me había visto ya así varias veces, pero era ropa nueva, comentando que era muy bonita.

Apenas llevaba maquillaje, pero es que no le hacía falta de lo guapa que ya era, llevando solo el rabillo del ojo, un ligero colorete en las mejillas y algo de rosa en sus labios, a juego con sus zapatos, aunque me llamaba la atención, porque nunca la había visto con ese tipo de maquillaje, o con alguno encima directamente. Además, llevaba su pelo muy alisado, luciendo un poco más largo de lo que parecía en su día a día.

Se puso su abrigo y nos marchamos de allí. Estaba un poco cortado, porque esta chica ya me había empezado a gustar, pero verla así de arreglada era una cosa que me ponía nervioso, porque así vestida, su belleza se veía más resaltada, resultando también más atractiva al llevar ropa más ajustada que la que solía llevar en su día a día.

Llegamos al restaurante que yo tenía previsto ir, al que llevé a mis amigos cuando fueron a verme, aquel que tenía buenas vistas. A Abby le gustó mucho el sitio, comentando que era precioso y que todo tenía buena pinta a juzgar por los platos que podía ver en las mesas cercanas.

Lo único que le echaba un poco para atrás era el precio, aunque le dije que la podía invitar si le suponía un problema. Se negó en redondo, diciendo que me había gastado ya mucho dinero en su regalo, no importándole cenar ahí por la ocasión que era.

No defraudó para nada, porque le encantó todo lo que pidió de comer. Hasta compartimos un poco, probando el plato del otro, como también hicimos con el postre, charlando mientras tanto, dándome ella las gracias una vez más por el regalo que le había hecho, diciendo yo que no era para tanto y dándole las gracias de paso por el que ella me hizo a mí.

Después nos fuimos, dando un paseo hasta que llegamos a una especie de pub y allí bebimos algo, aunque yo ya no bebía prácticamente nada, pero sí que me tomé una copa por la ocasión que era. La cosa se animó y bailamos un poco, con algún chico que otro mirándome con envidia al verme con una chica tan guapa y atractiva, pero no me preocupé mucho de eso, como tampoco le di mucha importancia.

Lo peculiar era que estábamos alejados de la multitud que había, porque notaba que ella no estaba muy cómoda, por lo que le propuse ir a otro sitio más tranquilo. En ese nuevo sitio, estuvimos más rato, tomándonos alguna copa más, aunque las pedimos no muy cargadas, como también bailamos un poco más, y eso que la música no era para eso, ya que era más de ambiente tranquilo, pero a ella le apetecía. Me encantaba verla tan contenta.

No nos recogimos muy tarde, aunque ya era de madrugada. Por el cambio conversamos mientras acompañaba a Abby a su casa y una vez llegamos nos despedimos con nuestro abrazo de siempre, dándome las gracias una vez más por ese día tan bueno y entretenido que vivimos. De nuevo nos dimos otro abrazo.

No tenía ni idea de qué estaba pensando en ese momento mientras una de las comisuras de sus labios se alzaba para esbozar una ligera sonrisa, pero yo al verla lo guapa que siempre la veía y más en ese momento apreciando el contraste entre la blancura de su piel, su pelirroja melena perfectamente lisa con la raya al medio, casi reluciente por la luz de la luna y algo de la luz de la calle reflejada en ella y esos ojos azules grisáceos en los que te perdías sin querer encontrar la salida, no pude evitar reprimir mis ganas de besarla, poniendo mis manos en su cuello con delicadeza, encorvándome para que nuestros labios entraran en contacto, apreciando lo suaves que estaban y permitiendo que nuestras lenguas se tocaran.

Estuvimos así durante unos segundos. Yo estaba en la gloria y al parecer Abby también porque puso sus manos sobre las mías con la misma delicadeza con las que yo las puse sobre su cuello, notando lo frías que estaban. Cuando nos separamos, ella estaba visiblemente sonrojada y lanzó un suspiro. Después se puso algo inquieta, como queriendo hacer algo que no se terminaba de decidir de llevar a cabo.

Esta vez sí que se decidió, tirando de mí para darme un beso igual al que yo le di, aunque más corto, porque se separó de mí, dándose la vuelta para abrir y entrar, cogiendo mi mano para tirar de mí y hacerme entrar. Al cerrar la puerta me volvió a agarrar la cara para besarme, esta vez durante mucho más tiempo.

Algo cambió en ella porque, sin dejar de besarme, me empezó a empujar hasta que acabamos en su salón, abrazándome para que nos tumbáramos mientras nos seguíamos besando. Oí cómo se descalzó al caer sus tacones al suelo, acomodándose en el sofá para seguir con el beso.

Ese beso tan apasionado me hizo sentir calor, por lo que me acabé quitando el abrigo rápidamente, tirándolo al suelo, haciendo Abby lo mismo, aunque sin dejar de besarnos en ningún momento. Perdí la cuenta de cuánto tiempo nos tiramos así, pero era una maravilla saborear su dulzura.​
 
Jolín. Se queda en lo más interesante como en las novelas.
Pero parece que por fin avanzan, esperemos que está vez vaya con la paciencia que haga falta.
 
Imagino que todos os habréis dado cuenta del subliminal mensaje del autor al referirse a la gracia que le hizo a Abby oír a Javier hablar en español.
 
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