Capítulo 696
No me extrañó que Valentina le hiciera esa oferta, pero Daniela sí que lo hizo, porque nadie había apostado tanto por ella. Pero se negó. No veía normal estar viviendo de gratis con ella en lo que se preparaba todos sus estudios, porque era demasiado tiempo. Valentina le comentó que no le importaba en absoluto y que la quería mucho como para importarle ese gasto de dinero que le iba a suponer. La amistad que tenía con ella era mucho más valiosa que todo ese dinero que pudiera costar dejarla vivir en casa y ayudarle con sus estudios. Daniela no lo veía claro. Le parecía abusar mucho de su amistad, pero Valentina le insistió, aunque entendía que pensara eso, por esa razón le dejó unos días para pensarlo, pero ella le abrió las puertas de su casa en ese mismo momento. Mi amiga me contaba que no fue una decisión fácil de tomar, porque le parecía muy fuerte hacer algo así y pensaba que iba a ser una molestia y una carga, cuando lo que quería era ser alguien de provecho. Hablaron el tema más tranquilamente y al final la hizo entrar en razón.
Daniela se fue a vivir con Valentina y también empezó a prepararse por su cuenta la ESO, lo cual quería quitarse del medio cuanto antes. De ahí su interés por las clases que dábamos de otras asignaturas en la academia. Me dijo que estudiaba muchas horas al día y que casi que no perdonaba ni los fines de semana, porque se quería poner a ello cuanto antes. Valentina también tuvo mucho que ver en su evolución, porque le proporcionó todo lo que necesitaba para llevar aquello acabo. Me contó que puso en orden un despacho que tenía, supongo que el de su marido, para que fuera su sala de estudio, comprándole incluso un ordenador portátil y todo para que tuviera las máximas facilidades para desempeñar su nueva vida de manera más eficiente. También se la llevaba varias veces a la semana a la oficina para que se fuera familiarizando con todo ese mundo, tomándose su tiempo para explicarle cada paso que hacían con detalle. Daniela me contaba entre risas que todo lo que veía le impresionaba mucho y que la intimidaba, pero que también la ilusionada y le encantaba.
Tenía el don de aprender rápido y Valentina era consciente de ello, al igual que veía las ganas que le ponía. Pero se sentía mal por no poder aportarle nada a cambio de todo lo que estaba haciendo por ella. Valentina solo le pidió una cosa, su amistad, que no le fallara y que acompañara, porque se sentía sola. Ambas se hicieron mucho más amigas a raíz de eso, llegando a tener un vínculo propio de familiares. Daniela me decía que la consideraba como una segunda madre y que pensaba que ella era como una hija para ella por lo que estaba haciendo por ella y por su manera de aconsejarle y comportarse con ella. Y estaba encantada. Se emocionaba contándome todo esto y yo no podía estar más contento al oírla y ver cómo de bien le iba y cómo de bien se comportaba Valentina con ella. Era algo de admirar. Hablamos de más cosas después de eso. Hasta volvió Andrea a casa, dándonos cuenta del tiempo que había pasado. Ambas se saludaron y Daniela dijo que se iba a marchar, porque se le había hecho tarde. Nos despedimos en la entrada con un fuerte abrazo, diciéndole que me alegraba mucho por ella y que estaba en la academia para lo que necesitara. Ella me pidió que me cuidara, poniendo una cara muy mona y se fue.
Una vez se fue, me fui directo a mi habitación, porque no tenía ganas de una posible bronca por parte de Andrea. Aproveché para mandarle unos mensajes a Valentina y decirle que estaba impresionado con todo lo que me contó Daniela, a la vez que me parecía genial. Sorprendentemente, Valentina me respondió casi de inmediato, riéndose y diciendo que no era para tanto, que ella merecía eso y mucho más. Le llegué a decir incluso que me entró orgullo por ella, a lo que ella me contestó diciendo que en el momento en el que le ofreció aquello, se acordó de mí, porque yo había hecho algo muy parecido con mi compañera de piso, restándole importancia al gesto que tuvo. Yo le dije que no tenía que desmerecerse nada y también le pregunté si le molestaba que le hablara y que mantuviéramos el contacto. Quizá fue algo precipitado hacer eso, jugándomela un poco, pero tuve la suerte de que me dijera que no. Que tras la cena que tuvimos la noche anterior me veía con otros ojos y pensaba que no era tan malo como creía que era por haberla engañado. El plan parecía marchar bien.
Sin embargo, los siguientes días mi ánimo se empezó a apagar de nuevo. Esas ganas e ilusión, en parte, por algo se fueron desvaneciendo. O más bien, el no poder actuar con rapidez, hacía que me relajara en ese asunto y estuviera más pendiente de mi día a día que de otra cosa. La rutina no ayudaba a aquello, porque era siempre lo mismo una y otra vez. El gimnasio me servía mucho para despejarme y evadirme, al igual que las clases, porque me ayudaban a socializar, aunque no es que se pudiera hacer mucho con los más pequeños por los escasos temas de conversación que se podían tener con ellos, aunque con los de bachillerato y cursos sí que tenía una conversación más amena, sin ser tampoco algo extraordinario al estar referidos al ámbito académico y poco más. Con mis compañeros y compañeras de trabajo tampoco pasaba mucho más allá del típico saludo al vernos y despedirnos.
En casa la cosa estaba delicada, porque no quería hablar mucho con Andrea por no sacar un tema de conversación en el que Noelia fuera la protagonista. Hablábamos lo justo y necesario, estando ella también bastante mosqueada. A lo largo de la semana recibí mensajes de Noelia tratando de ser conciliadora y acercarse a mí, aunque yo no le prestaba la más mínima atención. Hasta la silencié para que no me saltaran notificaciones con sus mensajes. No estaba interesado en nada que me pudiera decir, especialmente estando el tema con mis amigos igual de mal, porque no hablé nada ni con Irene ni con Mario. Hasta la acabé bloqueando por lo pesada que se puso. Con Sofía hablaba, aunque poco, comentándonos de vez en cuando cómo nos iba, pero no diariamente. De hecho, conforme pasaba la semana, menos frecuentes se hacían esos contactos. Con Hugo coincidía menos que de costumbre en el gimnasio, aunque siempre que me veía me preguntaba cómo estaba y me daba buena charla, preocupándose siempre por lo que pasó el día de mi cumpleaños, preguntándome por novedades, aunque yo le decía que la cosa estaba en reposo.
La persona que se preocupaba más por mí esos días, aparte de mi madre, aunque ella no conocía nada de lo que pasó el día de mi cumpleaños, era Ángela. Con ella hablaba todos los días, ya fuera por llamada o por mensaje. Esta chica era un sol y estaba muy pendiente de mí, tratando de distraerme, de recomendarme cómo entablar esa conversación con Irene... Aunque cuando veía que me agobiaba por ese tema, cambiaba radicalmente la dirección de la conversación para levantarme el ánimo. En casi todas nuestras conversaciones me quedaba embobado, no en lo que me contara, sino en mi mundo, pensando cuánto me arrepentía de no haber dado el paso de contarle mis sentimientos antes de que se fuera. A veces acaba enfadado cuando terminábamos de hablar, aunque a ella la trataba lo bien que se merecía y no decía ni hacía absolutamente nada que le diera pie a pensar que yo estaba enfadado. No podía hacer eso con la persona que más se preocupaba de mí al ser conocedora del mal rumbo que había tomado mi vida las últimas semanas, aunque se le escapara ese detalle de que quería estar con ella de manera más cercana a como habíamos estado nunca.
La pesadez de Noelia llegó un paso más allá al dejarme una carta en el buzón, supongo que al ver que le había bloqueado y que no me llegaban sus mensajes. Tampoco la abrí. La dejé sobre mi escritorio aquella noche de vienes recién llegado a casa después de trabajar para salir de casa sin decirle a una Andrea que estaba terminando de cenar a donde iba, aunque ella tampoco me preguntó nada. Ya casi ni comíamos o cenábamos juntos y quizá debería haber tenido esa conversación en la que debía proponerle ese ultimátum, tal y como me recomendaban mis amigas, pero sabía que se iba a poner a la defensiva y que Noelia iba a robarse el protagonismo de la conversación. Y no me apetecía nada, por eso pensé en salir por ahí para cenar, entreteniéndome más de la cuenta y dando un largo paseo después, porque me gustaba mucho el invierno y estando ya casi en él, disfrutaba bastante estando en la calle con ese frío y bien abrigado.
Me paré cuando pasé por una plaza cercana a casa, en la cual había un pequeño puesto de buñuelos dulces, los cuales bañaban con diferentes condimentos, como chocolate, chocolate blanco, sirope de fresa... Fue perfecto para entrar un poco en calor y comérmelos allí tranquilamente sentado en un banco, momento que aproveché para mensajearme con mi madre y decirle que me gustaría pasar el fin de semana en el que acabábamos de entrar allí con ella. Ella estaba encantada de que fuera allí un par de días, pensando en celebrar mi cumpleaños con ellos al no poder haberse acercado ellos y no haber querido ir yo el fin de semana anterior, aunque le puse una excusa diciendo que había salido y estaba cansado, con resaca y demás. Le pedí que no quería tampoco una fiesta ni nada por el estilo, preguntándome ella si estaba bien o me pasaba algo. Le dije que sí, que estaba bien, pero que ya me conocía y que sabía que no era muy de eso. Al final nos pusimos de acuerdo en que habría una tarta y poco más.
El fin de semana fue bastante tranquilo. La familia estaba contenta de tenerme allí y yo también lo estaba, procurando que no me notaran el bajo estado de ánimo que mantenía desde hacía unos días. Y lo conseguí en gran parte, sobre todo con aquello de la tarta, que me prepararon durante la mañana del sábado. Incluso recibí algún que otro regalo que me gustó, pero mi madre era mucho más lista que yo y se acabó dando cuenta, sacándome el tema de conversación cuando llegué de dar un largo paseo por toda la ciudad, tal y como hice la noche anterior en la que vivía entonces. Vi que se había quedado en el grupo grande de amigos, porque el pequeño estaba bastante desierto por el mal rollo que teníamos, pero tampoco me animé a acercarme para pasar la tarde o la noche con ellos, prefiriendo estar solo. Mi madre intentó sacarme qué me pasaba hasta con sacacorchos, pero no solté prenda. Hasta me tuve que poner serio con ella, diciendo que estaba cansado después de toda la semana de trabajo y gimnasio y que no había más. Le dije que si iba a estar así de pesada cada vez que iba, pues que tendría que ir menos y ahí se zanjó la conversación.
Durante la tarde estuve pensando si acercarme a casa de mis amigos para hablar con ellos, pero pensaba que a lo mejor era pronto aún y que todavía estarían enfadados, sobre todo Irene. Aunque tenía más miedo que otra cosa. Miedo, porque ya eran varias las veces que la había liado con ellos y ya se habían dicho comentarios como no tener confianza en ellos por omitir ciertas cosas o incluso mentir. Y esta era una de ellas, y bastante grave por cómo se lo tomaron. Le daba vueltas a qué decir o hacer, teniendo en mente lo que me dijeron tanto Ángela como Sofía, pero sabía que no iba a ser fácil y que no iba a salir bien parado de ahí, por eso no me terminaba de decidir a afrontar el momento. También pensé en Sofía, y me puse en contacto con ella, pero me dijo que no estaba por allí, que la había pillado fuera por trabajo, así que mala suerte. Cuando me quedé solo, una vez mi madre se fue a dormir, miré el móvil sin encontrar gran cosa, pero me acordé de que hacía casi una semana de lo último hablado con Valentina, así que le puse algo para preguntarle cómo le había ido la semana y si ya había resuelto ese lío que tenía el trabajo. Pensé inmediatamente que había sido un error por lo tarde que era ya para los horarios que tenía ella, pero me sorprendió que me respondiera, manteniendo una breve conversación conmigo en la que respondía a mi pregunta y también se interesaba un poco por mí, explicándome que estaba teniendo una noche de chicas con Daniela, pidiéndole yo que le saludara de mi parte.
Ese tema iba lento, pero parecía que encaminado, aunque por momentos me seguía preguntando si merecía la pena, porque tampoco es que las tuviera todas conmigo para poder disfrutar con Valentina como lo hacíamos cuando nos conocimos. No tardé mucho en irme a dormir después de eso para tratar de descansar, aunque no podía hacerlo, quedándome pensando, intentando darme ánimos para ir al día siguiente a casa de mis amigos para tener esa dichosa conversación que tenía pendiente. No quería hacerlo, pero debía y allí me planté un rato pasada la hora del almuerzo, momento que pasé en familia y que se alargó un poco al venir más familia, pero yo me despedí para volver a casa, aunque antes me pasaría por allí para tratar de encarrilar nuestra amistad una vez más después de otra cagada mía. Me quedé varios minutos frente a la puerta de aquella casa, poniendo el dedo en el timbre en varias ocasiones, pero sin llegar a llamar. Me entraba el miedo de nuevo, pero era algo que tenía que hacer, por eso acabé llamando.
Mario fue quien me abrió la puerta. No puso muy buena cara cuando me vio, pero aun así me invitó a pasar, preguntándome cómo me iba, aunque parecía que lo decía más por educación que por interés de verdad. Yo le respondí de manera breve para salir del paso, yendo hacia el salón, donde estaba sentada Irene en el sofá, pareciendo estar en pijama, porque tenía una manta por encima. Estaba mirando la tele, apoyando su codo en uno de los brazos del sofá, y su cara en una de sus manos. Tenía gesto triste, a la vez que distraído, teniendo pinta de no estar prestando mucha atención a lo que miraba en la tele. Cuando se percató de que estaba entrando, me miró y su semblante cambió totalmente. Jamás me había mirado de la manera en la que lo hizo en ese momento pese a haber tenido situaciones similares, aunque con esa manera de fijarse en mí parecía que no era como las otras precisamente. No me daba buena espina el resultado de la conversación que estábamos por tener.