A los pocos días Luis volvió a llamarme. Necesitaba un informe muy concreto que le había pedido el cardiólogo de su padre, conocido mío de la Sociedad. Por supuesto le respondí que se lo preparaba y lo avisaba cuando lo tuviera para que viniera a recogerlo. Ese día yo no tenía quirófano y pude hacer un hueco para tomarme un café con él.
Como sospechaba vino solo y eso significaba que su comportamiento sería diferente. Nada más saludarlo lo comprobé. Me observaba con mayor detenimiento y sin el cuidado que había mostrado delante de su mujer. Pero la conversación empezó de una manera formal y le expliqué la parte más científica de mi trabajo incluido el proyecto de investigación conjunto que estábamos haciendo con varios hospitales europeos y el artículo que estaba preparando para publicarlo en las revistas científicas del ramo.
Al sentarnos de nuevo pude observarlo mejor. Ya no veía al Luis de 20 años. No había envejecido pero sí madurado. En su forma de moverse, de hablar…se le notaba una persona más centrada que aquel Luis descontrolado en la residencia que buscaba mojar el churro en cualquier agujero que se dejara. Estar asentado con una mujer como Alba y con dos hijos lo había convertido en una persona muy diferente. ¿Me habría gustado este otro Luis? Descarté la idea alabando su vida:
-Me alegra mucho que hayas construido una vida como tú querías con una mujer como Alba.
-Gracias. No sé qué decir de ti en ese sentido.-respondió cortado.
-Tengo lo que quiero, Luis.
-De eso tengo que hablarte. Te debo una disculpa.
-No es necesario a estas alturas.
-¿Me vas a decir que no has pensado en mí en todos estos años?
Este sí era el Luis que yo conocía. Sabía que me sacaría el tema.
-Luis, no es el momento…
-No pienses mal. Estoy felizmente casado con Alba. Ella me salvó de ti..
¿Salvar de mí? ¡Pero si fui yo la que salió huyendo! Debió notar mi molestia y trató de explicarse mejor.
- ...Perdón, no lo he expresado bien. Tú no eras nada malo. Me hiciste mucho bien. Todos los errores fueron míos. Por eso te debo una disculpa.
-En serio. Ya no es necesario.
-Quizá para ti no. Pero yo necesito quitarme esta losa. Ya había conseguido apartarte, pero al verte he encontrado la oportunidad de ser justo contigo.
No dije nada y lo entendió como que lo animaba a hablar.
-Alba me rescató porque me quedé hecho una mierda. Asustados porque yo no daba señales de vida después de que te fueras sin despedirte mis amigos fueron a buscarme. Y me encontraron sin comer, sin duchar, con una pinta lamentable.
-Luis, yo…
-No es un reproche. Déjame explicarme, por favor. Estaba hecho una mierda porque no entendía que alguien que me eludía porque yo le hacía daño fuese capaz de venir a mi casa, acostarse conmigo y desaparecer. No es reproche, de verdad. Yo sé que fue culpa mía porque esperaba algo distinto que tú. Sólo fuimos felices de verdad en la residencia como amigos, cuando reconociste que estabas por mí y empezamos y aquellos días en la casa de Lourdes en la playa. Nada más. No vamos a atar una vida entera por ¿dos meses?
Si llegaba a la misma conclusión que yo ¿a qué venía entonces tanta disculpa? Pero él siguió hablando.
-Cuando te engañé. No te engañaba a ti. Me engañé a mí mismo. Decía sentir y querer contigo algo que en realidad yo era el que me estaba saltando, porque tú valorabas otras cosas. Mi culpa a ti no te dolía por lo hecho, sino por mi sentimiento. Tú tenías claro tu objetivo. Yo no. Y me autoengañaba. Lo hice durante todos los años que estuve en la residencia. Quería ser una cosa pero actuaba como otra. Quería una novia y tonteaba con María. Tenía esa novia y la engañaba con María. Te tuve a ti. Y te engañé con Blanca. Bueno, eso fue lo de menos. Con Blanca sólo había sexo. Mi problema es que mientras decía echarte de menos y te culpaba por irte yo estaba empezando una relación. Me creía que tenía una relación. Y me llevé el palo. Porque me engañaste haciéndome creer que tú tenías un lío sólo para sacarme de mi propio lío. A ti la fidelidad te daba igual, pero yo que la valoraba era el que me la saltaba. Lejos de mí lo tenías claro, pero conmigo delante dudabas y acababas sucumbiendo a tu deseo. Para ti el sexo era algo secundario. Te daba igual. No era algo necesario, pero conmigo la cosa cambiaba. Sentías una atracción y te pasaba como a mí. Tenías nostalgia de aquel tiempo juntos en el que para qué negarlo, nos pasábamos el día follando y disfrutábamos de lo lindo. Pero eras consciente de que no llegaríamos juntos a ninguna parte. Y fuiste más consciente que yo y antes que yo. Y pusiste tierra de por medio a pesar de estar más cerca de mí que nunca.
-Luis, yo…
No me dejaba intervenir así que continuó:
-Déjame terminar. Porque no he venido a decirte nada para que te sientas mal. Todo lo contrario. Quiero liberarte de la tentación de pensar que llevo colgado por ti estos años. Y es verdad que no te he olvidado, pero es falso que viviera colgado por ti. Sabía donde estaba tu nueva residencia, donde estudiabas, y sospechaba cuando estabas en la ciudad y cuando fuera. Pero no moví un dedo por buscarte. Aquella carta de despedida me rompió, pero me liberó. Pude analizar mis errores. Pero también los tuyos. Dejaste de ser perfecta para ser incompatible. Teníamos visiones opuestas de la vida y sus objetivos como la vida tan distinta que llevamos demuestra. Pero no fue fácil. No. Y eso que yo tenía un ángel que me guiaba. Pero precisamente la veía tan buena, tan hermosa, tan perfecta… que me daba miedo acabar como contigo a pesar de ser iguales, de buscar lo mismo, aunque yo lo hiciera de forma equivocada endiosado en mi éxito con el sexo contrario. Pero en cuanto fui capaz de controlar mis impulsos y dirigir mis pasos hacia la diana correcta tracé un plan que, gracias a Dios, se ha cumplido. Sólo me quedaba un último gesto para cerrar el círculo de mi transformación. Ya pensaba que nunca lo cumpliría, pues si antes no te había buscado ahora menos. Una vez creí verte en Semana Santa y me puse tan nervioso que descarté la idea de intentar saber de ti. Pero mi padre me ha dado esta oportunidad y creo que era justo pedirte perdón por mi deslealtad, y por convertirme en una piedra en tu zapato.
-Me dejas sin palabras, Luis.
-No era mi intención.
-Pero aunque me has dejado algo cortada de inicio voy a repetir lo que te dije al llegar. Me alegro de que hayas hecho tu vida como tú querías y no haber sido un obstáculo. Sé que fui drástica, pero lo hice egoístamente. Hui de ti para tener este futuro. Y tienes razón. Yo podía estar sin ti pero no a tu lado. No es fácil llevar una vida como la mía y por eso tuve que alejarme de ti. Pero que sepas que no te guardo rencor. Todo lo que hice lo hice porque quise. Dar el paso de mostrar abiertamente que te quería y alejarme porque sabía que no podía quererte como tú esperabas. Te has pasado toda la vida creyendo que me enfadaban tus cuernos. Y el problema era mío, no tuyo. Luis, yo sabía que me los ibas a poner. Eras un caballo imparable en ese momento. Si hubieses tenido una relación estable, juntos, a tu estilo, no habría pasado nada. Pero ni tú estabas preparado para una separación ni yo para el tipo de relación que tú demandabas. No le des vueltas, éramos jóvenes y nos dejamos llevar, pero nada más.
-¿Nada más? Eso signifiqué yo en tu vida…- respondió ofendido.
-Para nada. Fuiste tan importante que tuve que huir de ti. Pero ¿nos ha ido mal?
-No. Yo tuve mucha suerte con Alba. Pero, nunca supe que había pasado contigo. Y esa culpa en ocasiones regresaba a mi mente. Casi siempre en las pequeñas crisis con Alba. No quería repetir con ella mis errores anteriores.
-Eso es la madurez. Aprender de los errores.
-Pero al verte, supongo que feliz, quería sacarme esa espina y por eso quería hablar contigo.
-Me alegro de que lo hayas hecho si eso te reconforta. ¿Y ahora? ¿Qué esperas?- pregunté sondeándolo.
-La verdad que nunca me lo planteé. Sólo pensaba en qué te diría, pero nada más.
-¿Crees que podemos ser amigos?
-No le niego la amistad a nadie, pero tengo que cuidar mi casa y preocuparme por la persona a la que más quiero en este mundo. No sería buena idea restregarle a una exnovia por la que ella me vio penar por delante de sus narices. No sería justo.
-¿Nunca le has explicado qué pasó entre nosotros?
-Lo sabe todo. Soy transparente para ella. De hecho sabe que hoy he venido al hospital.
-¿Ves? Mi pareja no sabe la mitad de mi vida. Ni siquiera sabe que existes- mentí para quitarle importancia.
-¿Nunca habéis hablado de vuestra vida anterior?
-No.
-Somos muy distintos. Aunque yo he aprendido a golpes, creo que aprendí bien.
-Y me alegro por ti. ¿Ves que nos ha ido mejor separados que juntos? Mantén los buenos recuerdos y haz como yo. Olvida todo lo malo…