Memorias de una solitaria

El último capítulo me ha roto el alma, es muy triste vivirlo desde Claudia, desde alguien que sigue enamorado y sabe que debe renunciar a ese amor que no sabe quererla. Y además lo hace por el bien de los dos.
Para colmo el autor lo escribe tan bien, que no puedes evitar meterte dentro del personaje que lo cuenta.

Me he quedado con el corazón en un puño, y eso que sabía lo que iba a pasar, pero verlo desde los ojos de Claudia ha sido aún más triste. No me extraña que tardase en superarlo.
 
Última edición:
El último capítulo me ha roto el alma, es muy triste vivirlo desde Claudia, desde alguien que sigue enamorado y sabe que debe renunciar a ese amor que no sabe quererla. Y además lo hace por el bien de los dos.
Para colmo el auto lo escribe tan bien, que no puedes evitar meterte dentro del personaje que lo cuenta.

Me he quedado con el corazón en un puño, y eso que sabía lo que iba a pasar, pero verlo desde los ojos de Claudia ha sido aún más triste. No me extraña que tardase en superarlo.

Nunca lo superó...tiene a Luis enquistado en su corazón. :confused::(
 
Nunca lo superó...tiene a Luis enquistado en su corazón. :confused::(
Yo creo que con el tiempo lo superó, no parece que lo tenga ya muy enquistado, ya no compara permanentemente, como con el griego aquel o con Borja. Hace varios capítulos, en los que se nos narran su vida de cardióloga residente, en que no se acuerda de Luis como se acordaba antes.
No debemos confundir cómo vive ella su vida, su profesión y su intimidad, o la falta de un proyecto de familia tradicional, con una cicatriz sin curar en Claudia. Me da la impresión de que la cicatriz está ahí, pero la herida ya está curada, exactamente como la cicatriz que tiene Luis.
Claudia parece plenamente consecuente con su compromiso vocacional, el que le demostró a Luis, su compañera de vida es su vocación, aunque eso sí, compañeros de cama y compañeros de cenas, opera, charla interesante y vida, en definitiva, no parece que le falten.
Cada vez me cuadra menos el título del relato o, mejor dicho, cada vez entiendo más que no refleja la visión de Claudia, sino de alguien ajeno que mira su vida desde un punto de vista más "tradicional", en el sentido de que una vida completa debe incluir matrimonio e hijos, matrimonio e hijos que te acompañan el resto de tu vida para no poder llamarte solitario o solitaria. No veo a Claudia lamentándose de tener una vida de "solitaria".

Además, por experiencia, y precisamente con la especialidad de cardiología, he podido observar el elevado grado compromiso de estos especialistas con su profesión, sin desmerecer otras especialidades. No sé si es por la propia naturaleza de la especialidad en sí que se caracteriza porque la vida está en sus manos en tiempo real, pero a veces parece que condicionasen su vida fuera de su vocación a que no se vea afectada su capacidad de respuesta en el ejercicio de su profesión y, a veces, acaban evitando situaciones que creen que les pueden afectar. Son muchos días en las unidades de cardiología al lado de personas en estado crítico o semi-crítico, y eso refuerza el compromiso y las prioridades en su esquema mental y su forma de relacionarse con el mundo y las personas.
En el caso de Claudia, me parece entender que su vocación por medicina, primero como una oportunidad de progresar en la vida y dejar para siempre atrás las sombras de una adolescencia que le asustan y de las que huye, se ve reforzada por una especialidad que exige un altísimo compromiso, dedicación y equilibrio mental. Eso sí, por experiencia, la gratitud de los pacientes cardiacos, como la de los oncológicos, es una de las más genuinas y agradables de recibir, para muchos es como volver a nacer, tener una segunda oportunidad. Claudia nunca estará sola.

¡Ah! Y no debemos olvidar el impacto para una adolescente de ser protagonista de la pérdida de una vida, tiene algo de justicia poética que aquella chiquilla que se sintió hasta cierto punto culpable de la pérdida de una vida, de que un corazón dejase de latir, consagre su vida a que muchos corazones sigan latiendo.
No sé yo si al lado de aquel Luis egoísta e inmaduro habría podido mantenerse firme en su vocación. Visto con perspectiva la decisión que tomó Claudia de alejarse de Luis fue, sin duda alguna, una buena decisión para los dos. La tristeza del último capítulo, propia de cualquier ruptura, me pasa mejor sabiendo que propició dos vidas plenamente realizadas, cada una a su manera y siguiendo cada uno el camino que, de alguna manera, ya habían elegido, Claudia siendo plenamente consciente de cual era su camino incluso antes del momento de la ruptura y Luis descubriéndolo después de haberse alejado de él, cuando marchó desde su casa a la Residencia, y reencontrándolo cuando volvió a su "hogar". Dos caminos que se cruzaron pero que tenían destinos claramente distintos. De hecho, sus caminos se cruzaron solo porque Luis se desvió del suyo y estuvo recorriendo, por un tiempo, un camino que no le llevaba a donde él quería estar, y fue Claudia y su decisión de alejarse de él, la que le ayudó a encontrar el camino que le llevaría a donde él quería estar. Luis le debe gratitud eterna a esta gran mujer, y Alba también.

Joooodeer, es que no consigo evitar estas parrafadas, pero un buen relato tiene eso, saber contarte bien vidas ricas, llenas de detalles y matices que explican la complejidad natural de las personas, y es una gozada pasear por los paisajes costumbristas y humanos narrados por este autor y descubrir rincones más o menos escondidos, ya si encima te permites montarte tu propia película, pues pasa esto ...
 
Última edición:
Cada vez me gusta más el aire que toma el personaje de Claudia, superado aquel periodo de autoinculpación absurda, toma decisiones valientes con una motivación personal y vocacional inequívoca. Empática y asertiva de forma equilibrada, entiende a Luis y precisamente por eso, porque lo entiende y ve cómo es, sin el velo romántico del enamoramiento, debe protegerse de él, aunque le produzca un gran dolor porque lo ama de verdad pero sabe que él no sabe amarla.
Poco a poco voy recuperando la fe en que Claudia logre una vida próspera y feliz, en los parámetros que para ella tenga la prosperidad y la felicidad.
Recuerdo cuando visitaba a mi tía carmelita descalza en su convento de clausura, y el revuelo de todas las demás hermanas al recibirnos, evidentemente en todas partes hay problemas, pero en aquella congregación de "mujeres solitarias" había prosperidad y felicidad. Mi "solitaria" tía tuvo una vida próspera y feliz. Y no comparo a Claudia con una persona dedicada al retiro, la vida espiritual y que "no conoció varón", evidentemente a Claudia le gusta la vida social, la utilidad práctica de su vocación y conocer varones, sino que me refiero a las diferentes formas de tener una vida próspera y feliz a parte del modelo "familiar tradicional". Espero que Claudia sea un buen ejemplo de ello.
 
Última edición:
La naturalidad con la que Edu asumió la ruptura pareció dolerme más a mí aunque no se lo hice saber. Yo había sido la culpable de dar el paso. Pero los dos sabíamos que ya sólo nos unía el sexo. Lo que había empezado como una amistad se había transformado en deseo pero nunca había fraguado como relación de pareja. Me moría de gusto con su cuerpo pero me quedaba corta con su mente. Y el tiempo nos había puesto en nuestro lugar. La aparición de César no había hecho más que dejar patentes nuestras incompatibilidades.

Ni siquiera nos despedimos haciendo el amor. Aquella mamada en mi sofá había sido nuestro último acto común cerrando el círculo de aquella otra que le había hecho casi un año antes en el vestuario de la planta de cardiología.

Lo curioso es que yo no sabía si realmente interesaba a César para algo más que nuestras conversaciones. Como buen caballero jamás había cruzado el límite del flirteo siendo mi mente la que me había jugado malas pasadas.

Además según nos íbamos conociendo su vida se iba mostrando más claramente, y aunque éramos muy distintos en algunas cosas compartíamos bastantes intereses y gustos.

Él se movía en diversos ambientes de la ciudad y tenía una antigua amistad con Amelia siendo más colaboradores que rivales en sus respectivos bufetes. Su vida, muy alejada de los deseos de su familia, no era del todo opuesta a sus principios. Se consideraba cristiano en su fe y su obrar caritativo hacia los más necesitados, pero llevaba una vida aparentemente licenciosa con diferentes parejas en ambientes públicos y sociales, aunque siempre rodeados de la discreción. Ahora los rumores me situaban en esa circunstancia sin que ni él ni yo hubiésemos expresado más interés que la amistad, pues mis pensamientos eran sólo míos y, por supuesto, la sospecha de Edu.

César se movía en ambientes cofrades como mucha de aquella sociedad con la que yo me mezclaba en óperas, teatros, toros o actos benéficos de la ciudad. De hecho. Él estaba detrás de la organización de más de uno de aquellos saraos donde le sacaba el dinero a la alta y media alta sociedad de la ciudad para ayuda a inmigrantes, madres solteras, Cáritas parroquial o la construcción de una guardería gratuita para padres de pocos recursos.

Aquella cuaresma me invitó a más de uno de esos actos comentándose que desde hacía tiempo yo era su única compañía femenina soltera. Fue algo parecido a mi inicio con Edu. Todo el mundo daba por hecho algo que no había ocurrido pero que no tardaría en pasar cuando poco antes de Semana Santa me invitó a llevarme en su moto a un delicioso restaurante en la sierra disfrutando de la incipiente primavera comiendo las últimas carnes de caza de la temporada.

Atravesar esas carreteras sinuosas abrazada a su cuerpo mucho más menudo que el de Edu como paquete en su moto me resultó bastante cómodo como todas las conversaciones del día. Su curiosidad, su capacidad de aprendizaje y sus lecturas constantes hacían su charla siempre agradable para otro espíritu ávido de conocimiento como el mío.

Cuando me dejó en mi casa me besó al bajarme de la moto y quitarnos los cascos aunque me dejó descolocada cuando rechazó mi invitación de subir a tomar algo en el apartamento. Me preocupó que pensara que estaba deseando dar el paso con él y que sus intenciones no fuesen en esa dirección. Pero salí de dudas cuando me llamó al día siguiente para preguntarme por mi siguiente día libre para invitarme a cenar y no dudé en hacerlo el primer día que no tuve guardia de noche.

Después dudé haber aceptado tan precipitadamente cuando apenas tuve tiempo de pasar por casa para arreglarme. Aún así me maquillé, me puse un vestido de primavera de manga larga, pero espalda al aire sin medias y con sandalias de tacón. No iba muy diferente a como acudía alas reuniones sociales aunque aquel día nada más llegar a su ático directamente alabó mi belleza.

No voy a negar que me había depilado a conciencia previendo que César diera el paso de colarse entre mis piernas. ¿Cómo aquel hombre menudo y despeinado podía atraerme más que el musculoso Edu? La respuesta estaba en su carácter y cultura que sustituían con creces a lo meramente físico.

Bueno, su ático también debió impresionar a más de una visitante. Yo sólo vi al entrar un vestíbulo amplio que daba paso a un inmenso salón de cocina americana con el comedor como separación de los tres ambientes abierto a un gran ventanal abierto de par en par a una terraza más grande que el propio salón con muebles de exterior y antorchas antimosquitos. Pero lo más impresionante eran las vistas. Enclavado en el barrio de los Remedios tenía espectaculares vistas al río y el centro de la ciudad con el palacio de san Telmo en primer plano.

No recuerdo lo que cené pero sí que estaba delicioso, así como los distintos vinos que probé. Pero mientras tomábamos el postre acompañado de una copa de Pedro Ximénez helado me quejé de los pies pasándome la mano por los tobillos. Llevaba todo el día de pie y el tacón de aguja no había mejorado el cansancio y dolor de mis pies.

De forma caballerosa se ofreció a masajeármelos. Me pareció directo y atrevido como nunca antes pero al menos ya nos habíamos besado. Él mismo se agachó a desabrocharme la hebilla de la sandalia. Era un experto pues estaba relajando mis músculos y reactivando la circulación de mis arterias como si fuera fisioterapeuta. Desde Borja no recibía un masaje así. Pero César era más delicado hasta el punto de verme obligada a ahogar los gemidos que sus dedos en mis pies y pantorrillas empezaban a generar.

Cuando su mano se aventuró a llegar a mis muslos yo ya estaba dispuesta a todo y me daba igual que al subir el vestido descubriera mi ropa interior negra. Y así fue. Pensé que me llevaría a su dormitorio pero de forma inesperada se arrodilló colocando mi pierna en su hombro, masajeando y besando mi muslo hasta que su cara quedó a pocos centímetros de la fina tela que separaba mi coño de su aliento.

Tras mirarme a los ojos me pidió permiso para continuar, que yo le concedí tácitamente y apartando mi braga con delicadeza me practicó un cunnilingus que me dejó temblando de placer despatarrada sobre sus hombros.

Avergonzada por haberme dejado llevar de aquella manera hasta el orgasmo quise cubrirme mientras César se levantaba del suelo para tras limpiarse mis flujos de la barbilla y la boca apurar la copa de Pedro Ximénez comentando:

-Claudia, pasar una velada contigo es delicioso en todos los sentidos…
 
La naturalidad con la que Edu asumió la ruptura pareció dolerme más a mí aunque no se lo hice saber. Yo había sido la culpable de dar el paso.
Creo que el autor se ha confundido, debe ser un lapsus, estoy convencido de que quería decir simplemente "Yo había dado el paso." ... vamos segurísimo. Tal vez el autor ha confundido la escena y cree que aún está con Luis en uno de esos saltos temporales, es natural, tanto ir pa lante y pa tras. En fin, un lapsus se le perdona, faltaría más.
 
Última edición:
La caridad cristiana no es la "caridad" de los ricos, la caridad cristiana es la de los pobres que aún teniendo poco son capaces de compartir para que otra persona no pase hambre o tenga un lugar donde dormir y protegerse de las inclemencias.
Aquí, en Barcelona, se construye un templo expiatorio muy famoso, cuyo diseñador era un cristiano que vivía de verdad el cristianismo. Un día se le acercó un rico burgués, que presumía de devoto cristiano de misa diaria, para comunicarle que iba a hacer un donativo para el templo porque, como muchos templos expiatorios, se sufraga exclusivamente con limosnas y donativos. Pues bien, el cristiano arquitecto, porque era antes cristiano y después arquitecto, entendía que esas limosnas y donativos debían ser fiel expresión de la "caridad cristiana", así que cuando el rico burgués se dirigió a él para informarle de su "acto de caridad", el cristiano arquitecto se interesó por la cuantía económica y seguidamente le pregunto si esa cuantía suponía algún tipo de sacrificio económico para él, si iba a renunciar a algo importante a lo que pensaba destinar ese dinero para destinarlo al templo. El "caritativo" burgués le contestó que no, que era una cantidad que podía permitirse sin notar su falta, así que el cristiano arquitecto rechazó amablemente su donativo y le encomendó a reconsiderar su colaboración en la construcción del templo expiatorio con estas palabras: "Cuando la cantidad que decida amablemente aportar suponga un sacrificio o una renuncia a algo importante para usted, estaré encantado de aceptarla, como auténtico acto de caridad cristiana".
El propio cristiano arquitecto renunció a algunos proyectos para dedicar su tiempo al diseño y la construcción de unas escuelas en terrenos del templo, escuelas destinadas a los hijos de los obreros que trabajaban en el templo y a niños vecinos del templo. El coste de las escuelas también fue sufragado por el propio cristiano arquitecto, y eso que nunca le sobró el dinero y siempre llevó una vida austera y frugal.

Indudablemente hay personas que practican auténtica caridad cristiana, y sacrifican su tiempo, sus recursos y su trabajo para ayudar a otros, renunciando a cubrir algunas necesidades propias, pero lo más común es que la limosna que se da no suponga un auténtico sacrificio.
La beneficencia como se entiende en las clase altas de la sociedad es un acto de bondad hacia los necesitados, son actos de caridad y siempre son de agradecer, pero por favor, que nadie los llame lo que no son, no son actos de caridad cristiana.
Por cierto, muchos que presumen de sus actos "nominales" de beneficencia protestan por tener que aportar a través de impuestos "anónimos", y hacen todo lo posible por evitar contribuir solidariamente a ayudar a quienes tienen menos medios para cubrir sus necesidades. El Estado del Bienestar se basa en conseguir que la caridad no sea necesaria y que nadie dependa de la "caprichosa" caridad de nadie.
 
Última edición:
Esta Claudia me gusta cada vez más ¡Qué suerte! Encontrar alguien con quien compartas aficiones y con quien puedas tener conversaciones enriquecedoras, y si encima sabe dar un buen masaje de pies y comer un coño con arte, pues mejor que mejor.
 
... mientras César se levantaba del suelo para tras limpiarse mis flujos de la barbilla y la boca apurar la copa de Pedro Ximénez comentando:

-Claudia, pasar una velada contigo es delicioso en todos los sentidos…

El autor se ha adornado con esta escena final, si Luis nos parecía, a nosotros y a Claudia, muy zalamero, César juega en las grandes ligas ...
 
Última edición:
Aquel hombre era increíble. ¿Cómo se contenía? ¿Es que sólo le interesaba comerme el coño? No. La forma como había degustado mis pechos demostraba que disfrutaba. Y yo…

Tenía una sensación extraña pues me sentía follada totalmente sin que siquiera me hubiera metido la polla. Y es que como él decía el sexo era mental y César estaba llevándome como quería. Pero yo nunca he siso de dejarme dominar desde que tras el Negro se me abrieron los ojos. Así que una tarde tras salir de trabajar me planté en su casa con una botella de vino singular como ya sabía que le gustaban. Cuando me abrió la puerta ya en su rellano me recibió con sorpresa:

-¿A qué debo tu inesperada visita?- dijo guardando el vino en la vinoteca a 18 grados- Ni siquiera he comprado nada para cenar.

-No vengo a que me des de cenar.

Su sorpresa se hizo mayor expresándose en su rostro para indagar mi presencia.

-Tú dirás entonces, querida…

-Es fácil, César. Hoy he venido a follarte…

No di opción a respuesta. Directamente empecé a besarlo mientras mi mano por primera vez osaba amasar su paquete que parecía reaccionar favorablemente a mi atrevimiento. Tiré de su mano llevándolo a su dormitorio, que aún no conocía, con una enorme cama en el centro rodeada de un vestidor y la puerta del baño. Sin contemplaciones lo desnudé de cintura para abajo descubriendo una polla que si bien no era el armatoste increíble de Edu en ese momento me pareció la más deliciosa del mundo.

Tras tumbarlo en la cama con una sonrisa de satisfacción me desnudé igualmente de cintura para abajo y me monté sobre él que sólo me detuvo un instante para darme un condón de su mesilla y que se lo pusiera. Un lamentable retraso del momento que yo buscaba que fue dejar que se clavara en mí cabalgándolo sin controlar mis expresiones de deseo hasta que me sobrevino un orgasmo que me impidió continuar. Ocasión que aprovechó César para despojarse de su camisa y a mí de mi top y follarme a lo misionero hasta que llenó el condón con la misma cara de placer con la que lo había visto comerme el coño en otras ocasiones.

Qué decir que mientras seguía clavado en mi los temblores y contracciones de mi orgasmo retornaron a mi cuerpo hasta que mi amante tuvo que salirse de mi coño para evitar que su ya disminuida polla derramara el contenido del preservativo en lugar tan peligroso.

Se fue al baño a tirarlo a una papelerita que tenía y salió con un albornoz dejándome en la cama. Su actitud me desconcertó cuando poco a poco fue siendo consciente del lugar y el momento. Pero a los pocos minutos regresó con una bandeja en la que traía algo de queso y unos patés con panecillos dejándola sobre la mesilla. Después me ofreció una bata de seda y regresó con dos copas y mi botella de vino abierta.

Tras la frugal y relajada cena volvimos a follar con menos prisa y me quedé a dormir con él. Fue la primera de innumerable días y noches aquel verano en que dormíamos juntos hasta que ambos empezamos a dejar ropa y neceseres en casa del otro. No vivíamos juntos pero casi. Algo que no sorprendió a nuestro entorno pero sí a su familia que consideraba más intolerable la convivencia “en pecado” con la misma mujer que el rosario de parejas que César había tenido antes.

Pero yo había descubierto algo con él que pensaba no volver a tener nunca después de romper con Luis. César me ilusionaba. Veía un futuro con él. Hacíamos casi todo juntos menos trabajar. Estaba recuperando el concepto de pareja que sólo había disfrutado unos meses con Luis. Y lo mejor de todo es que si alguien entendía mis sacrificios para conseguir ser una cirujana cardiovascular de prestigio era César, que a pesar de su fama y relevancia sabía estar en un segundo plano cuando me tocaba a mí ser protagonista.

Incluso cuando le anuncié que tenía que pasar una temporada en el extranjero para asistir a una formación concreta de una técnica que yo misma había colaborado a desarrollar fue mi mayor animador. No tuve las dudas de cuando con 19 años le dije a mi novio temerosa que me iba a Bolonia. De hecho durante los meses que pasé en Londres César se convirtió en un asiduo de la línea aérea entre Sevilla y Londres que el viernes por la mañana lo traía a la capital del Reino Unido y lo devolvía a Andalucía la mañana del domingo. No sé cómo haría para traerme en uno de sus viajes una botella de manzanilla de Sanlúcar en rama, jamón de Jabugo al vacío y unas coquinas de Huelva que temí que se hubieran estropeado en el viaje.

Cuando regresé a la ciudad para convertirme en jefa del servicio de cirugía cardiovascular del principal hospital privado de la ciudad heredando dicha plaza por jubilación del doctor García a la vez que mantenía mi puesto de adjunta en el hospital público donde hice mi residencia.

El día de mi toma de posesión en un acto organizado por la dirección de la empresa propietaria del hospital fue quizá uno de los más emocionantes de mi vida. Todas las personas más queridas por mí estaban allí presentes. Mis padres, totalmente emocionados. Mi madre no dejaba de llorar abrumada. Mi tía, probablemente la persona que más había contribuido a que yo estuviera allí. Lourdes, que vino desde Granada a pesar de estar embarazada con un Víctor prematuramente encanecido. Incluso Borja y Edu, con los que seguía manteniendo amistad estaban invitados, aunque el segundo se ausentó por tener turno de trabajo a esa hora.

Y por supuesto, César, que ya en ese momento y a pesar de nuestra relación extraña, en la que manteníamos cada uno nuestros pisos abiertos aunque solíamos dormir en uno de los dos, era mi pareja. Se había convertido en mi compañero acabando con mi soledad de años.

¿Cómo encajaría alguien de su clase social con mi familia? Pues para mi sosiego el abogado estuvo absolutamente encantador con mi madre y llano con mi padre con quién habló largamente del escalafón taurino y de los carteles de la próxima Feria de Abril.

Cuando terminó el coctel servido tras el acto me quedé un rato a solas con Lourdes con la que lloré abrazada mientras feliz me decía:

-Tanto sufrir da sus frutos, amiga. Lo has conseguido…
 
No sé, pero todo lo de Luis me parece poco. En teoría, Claudia ya debió haberse olvidado totalmente de él.

Aunque, el corazón muchas veces te juega chueco.
 
Ha sido muy emotivo, ahí estábamos los que apreciamos a Claudia, al lado de sus padres, de su tía, de su amiga Lourdes con el encanecido Víctor, al que el autor parece tenerle "especial afecto", de Cesar, y de tantos otros que han sabido querer a Claudia, como su mentor y su esposa.

Ha sido un capítulo un poco "apresurado" con una mezcla extraña, por un lado un momento íntimo con una Claudia desatada sexualmente con César, una mujer que sabe lo que quiere y va a por ello y, por otro lado, un momento cargado de ritos sociales y emoción, y de nuevo una mujer que supo lo que quería y que fue a por ello. Esa conexión me ha gustado, aunque me habría gustado más que estuviera más desarrollada, el paisaje lo hemos visto de pasada, con lo bien que los recrea el autor, ha sabido a poco.

La frase final de Lourdes no la comparto, lo que da frutos es el esfuerzo, no sufrir en sí mismo. Te esfuerzas y haces renuncias porque crees que es lo conveniente, a veces esas renuncias suponen un sufrimiento momentáneo, pero sentir que estás en el camino te ayuda a superarlo, eso ya te debe compensar. Alcanzar el destino no te compensa de los sufrimientos, esos ya están compensados, sino que te da la razón en tus decisiones, y los esfuerzos y las renuncias que suponen, todo cobra pleno sentido, supone un extraordinario acto de autoafirmación, no de compensación. Llamadme tiquismiquis, seguro que lo haréis con razón.

En el plano de la historia de Claudia, me ha parecido un buen capítulo, "apresurado", pero creo que el autor ha conseguido lo que pretendía.

Ahora Claudia ha llegado a un sitio en el que quería estar y, en el plano personal está rodeada de personas que la quieren y la aprecian, y en el íntimo tiene una relación que le permite aquella libertad de la que le habló a Luis aquel verano en una playa del sur de España, en que él empezó a verla un poco "rara" desde su perspectiva guarrilla pero "tradicional".

Podríamos presumir que el autor nos ha traído a este punto, en este momento de la vida de Claudia en que se siente realizada y viviendo la vida que quiere vivir, para encontrarse con aquel otro "personaje", también realizado y que vive la vida que quiere vivir ... será interesante ver cómo vive Claudia aquel nuevo cruce de caminos, ahora sabiendo eso, que sus caminos pueden cruzarse pero nunca pueden alinearse porque lo que cada uno espera de la vida es muy distinto.
 
Última edición:
Atrás
Top Abajo