vixenhorny
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De improviso noté como Ángelo se estremecía detrás mío y le oí entrecortado como advertía a mi mujer que se corría y como acto seguido del orgasmo que estaba teniendo le ordenaba a que tragase la corrida que le estaba descargando en su boca. Mi sorpresa fue mayúscula cuando escuché como ella asentía con una ¡Aja! y comenzaba a tragar sin reparos todas las ráfagas de leche que aquel enorme biberón le estaba dispensando..
Yo ya no daba crédito a lo que ocurría detrás mío y hubiese pagado por ver como mi querida esposa con la boca llena estaba siendo amamantada con el semen de una polla que no era la mía.
Durante unos segundos se hizo el silencio más absoluto, hasta que de improviso Vixen se abalanzó sobre mi dándome un enorme beso, un beso salado con un regusto algo amargo que indudablemente tenían su origen en la eyaculación que sus carnosos labios habían proporcionado al chaval. Entre tanta efusividad pude apreciar el detalle de como todavía le regabinaban restos de semen por la comisura de sus labios y como su camiseta fosforita estaba impregnada con la lefa de nuestro joven huésped.
Tras despedirse de mí, vi de reojo como de nuevo los dos se fundían en un beso a mis espaldas y escuché claramente como él pretendía que después de cenar le hiciese una paja en el sofá donde yo ahora estaba sentado, a lo que ella dándose la vuelta aceptó su petición y desapreció de allí saciada por todo el semen que el niño le había hecho ingerir en aquella sublime mamada.
Yo ya no daba crédito a lo que ocurría detrás mío y hubiese pagado por ver como mi querida esposa con la boca llena estaba siendo amamantada con el semen de una polla que no era la mía.
Durante unos segundos se hizo el silencio más absoluto, hasta que de improviso Vixen se abalanzó sobre mi dándome un enorme beso, un beso salado con un regusto algo amargo que indudablemente tenían su origen en la eyaculación que sus carnosos labios habían proporcionado al chaval. Entre tanta efusividad pude apreciar el detalle de como todavía le regabinaban restos de semen por la comisura de sus labios y como su camiseta fosforita estaba impregnada con la lefa de nuestro joven huésped.
Tras despedirse de mí, vi de reojo como de nuevo los dos se fundían en un beso a mis espaldas y escuché claramente como él pretendía que después de cenar le hiciese una paja en el sofá donde yo ahora estaba sentado, a lo que ella dándose la vuelta aceptó su petición y desapreció de allí saciada por todo el semen que el niño le había hecho ingerir en aquella sublime mamada.