Cuento a continuación la segunda ahora que tengo tiempo.
Esta sucedió hace un año o año y medio y fue de lo más extraño pues no sabría decir cómo llegamos hasta ahí.
Creo que era un sábado o un viernes pues habíamos salido por ahí a tomar algo. Al volver a casa era ya un poco tarde y nuestros hijos ya estaban acostados. Nos fuimos a la cama y nos quedamos dormidos casi enseguida.
El caso es que al rato, no sé si mucho o poco, me despertaron unos gemidos de mi mujer. Unos gemidos suaves que señalaban inconfundiblemente que mi mujer estaba cachonda. Entonces fui consciente de que mi mano estaba en su coño y que la estaba acariciando el clítoris.
Ya dueño de mis actos, me seguí aplicando en la tarea que tan buenos resultados había dado hasta el momento. Mi mujer,.más excitada, empezó un movimiento de vaivén de sus caderas mientras acercaba su culo para entrar en contacto con mi polla. Cuando se produjo el contacto, le aparte las bragas para meter mi polla entre la raja de su culo mientras seguia acariciando su botoncito.
Mi mujer se separó un poco de mí, se quitó las bragas, las hizo un burruño y me las dió en la mano mientras me decía:
"Mira como me has puesto, cabrón".
Normalmente soy yo quien le baja o le quita las bragas. Que fuera ella quien se las quitara me puso a mil.
Agarró mi polla con su mano derecha y la llevó a la entrada de su coño para que la penetrara, acoplados en la postura de la cucharita.
Su coño ardía y yo tenía la polla como una barra de hierro en el horno de fundición.
Empezó a gemir más fuerte y entonces le metí, no sé muy bien porqué sus bragas en la boca mientras seguía bombeando. Ella no se las quitó ni protestó, todo lo contrario, me cogió la mano y la puso en su boca...
Imaginad la escena, yo follándola de costado, ella con las bragas dentro de la boca, mi mano tapando su boca y su mano sujetando la mía...
Y ahí no paró la cosa. Al poco rato me retiro la mano de su boca y la bajo hasta su garganta, hizo que mi mano la rodeara y con su mano sobre la mía empezó a apretar. Estábamos jugando a un juego que nunca habíamos practicado. Era una situación un poco irreal, entre el sueño y la vigilia, con el placer nublándonos el sentido.
Yo acepté su deseo y conforme iba llegando al orgasmo iba incrementando un poco la presión en su cuello. Entonces ella se corrió con un sonido gutural amortiguado por la mordaza que formaban sus bragas, culeando cada vez más rápido hasta que me hizo correr a mi también.
Luego, al terminar se quitó las bragas de la boca y me las volvió a dar llenas de saliva y de flujo.
Me dijo "Eres un cerdo. Vaya festival. Que a gusto me he quedado".
Tampoco hemos vuelto a hacer nada parecido, pero desde entonces muchas preguntas rondan mis pensamientos acerca de esto.