Fantasías sexuales de las españolas 2º parte

2​



Pisando la grava.



Paloma pisa la grava que rodea el contenedor que hace las veces de oficina oyendo el crujir que acompaña a cada uno de sus pasos. Es un sonido que le resulta agradable, igual que el de las hormigoneras, las máquinas y los golpes que cortejan todo edificio en construcción.
Su oficina, a modo de cuartel general, está situada en lo alto de una loma, lo cual le proporciona una visión de conjunto de toda la obra que está llevando a cabo. Desde allí le basta con echar un vistazo para ver si hay algo inusual, si todo marcha correctamente, si cada uno ocupa el lugar que debe, si las distintas fases del trabajo están sincronizadas. Se siente orgullosa de ser la responsable última de todo aquello. No es la primera vez que proyecta y diseña a la vez que ejecuta, pero sí es la primera que lo hace en una edificación de ese tamaño. Más de un centenar de casas adosadas, centro social, locales comerciales y equipamientos deportivos y jardines se van a desplegar en las faldas de aquellas colinas, no muy lejos del río Jarama. Piensa que no solo está en lo alto de un cerro, sino que es una analogía perfecta que le permitiría decir que está en la cima de su carrera. Profesionalmente hablando, no puede poner queja al acuerdo al que llegó hace apenas cinco años con Valentín Jurado y que rubricó a través de su perro de presa Santiago. Ahora es una arquitecta reputada que podría montar su propio gabinete, eso en el caso que no quiera aceptar ofertas, que ya las ha habido de otras promotoras y constructoras. No desea ganar más dinero, ni tan siquiera a esas alturas de su vida y con su edad no anhela fama, le basta con sentirse respetada dentro del gremio y que se reconozca su talento. Se lo ha ganado trabajando duro, poniendo toda la carne en el asador, echándole muchas horas, prácticamente ha estado dedicada a su trabajo durante todo este tiempo, mucho más incluso que cuando era funcionaria del Ayuntamiento. Se pregunta que debe hacer ahora. Si merece la pena buscarse otra colina más alta a la que subir o si ya es hora de dar un giro a su carrera y a su vida. Quizás de establecerse por su cuenta con pequeños proyectos que le permitan elegir y decidir en qué trabaja, solo aceptando aquello que realmente la motive y le guste, aunque no gane mucho dinero. Tal vez volver a la administración. En el Ayuntamiento aún mantiene su plaza mediante una petición sucesiva de excedencias. Trabajo burocrático pero tranquilo. O tal vez la tiente un cambio radical de actividad, reinventarse y hacer otra cosa distinta, aunque le cuesta pensar que pueda hacer algo que no esté relacionado directamente con la arquitectura.

El trabajo en aquel tajo comienza casi al amanecer y a media mañana se hace una pequeña parada para tomar un tentempié o un bocado. Ahora hay una falsa sensación de inactividad, aunque no todos paran a la vez y los ruidos le siguen llegando. Quizás sea por eso que no escapa a su control un vehículo que por la pista de tierra sube hasta donde está su caseta. No lo reconoce como uno de los habituales, es un todoterreno demasiado limpio y demasiado nuevo que no parece que haya pisado mucho barro. Cuando llega a su altura, dos hombres se bajan de él. Aspecto de funcionarios que tira para atrás. Uno de ellos porta un maletín para portátil, el otro solo una carpeta. Se dirigen hacia ella con una sonrisa.

- Buenos días - le saluda animosamente el primero y el que parece que lleva la voz cantante. Un tipo mayor con cara de ratón de biblioteca, compuesto de forma que parece que le ha vestido su madre. Pantalones de pana, jersey de pico que no combina, cuello de camisa abrochado hasta el último botón y una parca que parece que vaya a ir a clase en los salesianos.

- Soy Rafael Crespo, técnico del Ayuntamiento. Me han dicho abajo que usted es la responsable.

- Si es por temas de seguridad y prevención de riesgos laborales tenemos un jefe de obra que puede atenderles.

- No, no, es tema de papeleo, simple burocracia. Nos gustaría revisar algunos de los permisos.

- Claro, pasen a mi oficina por favor.

A pesar de ser una caseta prefabricada, el espacio interior resulta cómodo y práctico a la vez que está razonablemente limpio para lo que se supone que es una oficina de obra. Una pequeña mesa de reuniones, un escritorio donde Paloma monta su portátil y tiene a mano impresora, escáner y todo lo necesario para realizar su trabajo. Una máquina de café de cápsulas en un rincón completa la decoración. Todo muy funcional. Paloma les invita a sentarse en la mesa de reuniones.

- Pues usted dirá.

- Sí, voy a necesitar que me muestre el permiso de obra, inscripción en el Registro de empresas Acreditadas (REA), Seguro de Responsabilidad Civil y Certificado de Contratistas y Subcontratistas.

- De todo eso solo le puedo enseñar el permiso de obra y el seguro de Responsabilidad Civil.

- ¿No tiene los demás documentos?

- Rafael ¿puedo preguntarle cuánto tiempo lleva usted de técnico en el Ayuntamiento?

- Unos diez años - contesta el otro, afable y orgulloso.

- Y antes ¿ya estaba en la corporación municipal?

- Si, como administrativo.

- Supongo que terminó la carrera y se presentó a la promoción interna.

- Sí, sí, eso es – responde con cierta suficiencia y vanidad.

- Entonces, Rafael, si lleva tanto tiempo sabrá perfectamente que esos documentos casi nunca se guardan a pie de obra, sino que hay que pedirlos a la constructora mediante requisición, requisición que actualmente se hace por correo electrónico. En una obra solo están obligados a tener el permiso de obra y el seguro, que son justamente los que yo tengo aquí. Pero no se preocupe - dice al ver la cara de circunstancias del otro - Yo le facilito el correo, aunque debe tenerlo en la documentación que en su día se envió al Ayuntamiento. Por cierto, de todos estos documentos deben tener copia. Hubo que darles entrada como requisito para empezar los trabajos. Si me deja echar un vistazo a mi portátil miramos todos los documentos de los que ustedes ya disponen porque se les entregaron en el plazo marcado por la ley.

- Bueno, no es necesario, usted muéstreme lo que tenga aquí y ya cotejaré yo el resto con lo que haya en nuestras oficinas - contesta Rafael Crespo visiblemente nervioso.

No está acostumbrado a que le pongan mirando para Cuenca a la primera de cambio, se supone que él es la autoridad y los que se ponen nerviosos son aquellos a los que visita. Por el contrario, Paloma, lo mira muy segura, sin pestañear, dejándolo cocerse en su propio desasosiego antes de levantarse y dirigirse al archivador donde guarda los papeles. Mientras busca no puede evitar echar un vistazo de reojo al acompañante del tal Rafael y lo sorprende con una media sonrisa, como si todo aquello le divirtiera. Presenta los documentos al técnico.

- Bien, para cualquier otro documento puede dirigirse a nuestra oficina central para reclamarlo, incluidos los que ya debieran tener. Si se les ha perdido alguno, le puedo indicar la dirección de la oficina o el teléfono por si quiere llamar o acercarse presencialmente. También le puedo facilitar el contacto de la persona que puede atenderle.

El otro ya no sonríe, se limita a ponerse las gafas de ver de cerca y pegar la nariz a los papeles, revisándolos como un topo que va husmeando por una galería a ciegas. Va emitiendo pequeños gruñidos (que no se sabe si son de aprobación o de cabreo) al ir comprobando que los documentos que tiene delante parecen estar en regla. Su actitud conciliadora desde que llegó y de falsa amabilidad se ha trocado en mal humor. Paloma está tranquila, ella ha estado muchas veces en el lugar del otro y sabe que no puede pillarla en ningún renuncio, que todo está bien. Aquella no es una obra de tres al cuarto, sino que está respaldada por una promotora fuerte, con buenos contactos y esa inspección no va a ningún sitio. Lo que le extraña es que para ser una inspección rutinaria haya sido tan chapuza. Se pregunta qué están haciendo realmente aquellos dos en su obra. Paloma desvía la mirada hacia el otro tipo que no ha abierto la boca desde que han llegado y que por cierto tampoco se ha presentado.

- Bien, todo parece estar correcto - indica Rafael que parece haberse dado cuenta que allí ha pinchado en hueso, que más le vale cubrir el expediente de la visita como realizada y retirarse, porque la tipa que tiene enfrente parece saber muy bien el camino que pisa y no va a conseguir pillarla en un renuncio, ni irse con la satisfacción de haberla puesto una sola vez contra las cuerdas.

- Espero no haberla molestado mucho - dice en un tono bastante neutro que igual puede significar ironía que sincero pesar por haberle hecho perder el tiempo.

- Ninguna molestia, entiendo que usted tiene que hacer su trabajo - dice ella también en tono neutro, sin que se le note tampoco demasiado si es sarcasmo o cachondeo.

Es entonces, cuando todo parece finalizado, el momento en que el otro personaje, que no tiene pinta de funcionario municipal, le pregunta:

- ¿Dispone usted de los albaranes de entrega de mercancías?

- ¿Como dice?

- Le preguntaba por la documentación referente a la entrega de materiales. Me gustaría verla si no es mucha molestia.

Paloma centra ahora su atención en él. Viste con pantalones de pinza, camisa y cazadora ajustada Burberry. Posee unos ojos grises pequeños pero penetrantes, pelo pajizo de color rubio tirando a claro y es barbilampiño como un niño de diez años.

- Disculpe, creo que no he oído su nombre, tal vez sea porque no se ha presentado…

- Me llamo Fermín Márquez.

- ¿Y usted es? …

- Solo acompaño a Rafael como auxiliar. Me gustaría ver la documentación relativa a pagos y entrega de materiales, y si es posible, lo relativo a contabilidad que tengan por aquí.

- La recepción de mercancías la realiza generalmente el capataz de la obra o, sólo en los casos en que él no está disponible, yo misma, pero aquí no nos quedamos con esa documentación. Se envía lo más pronto posible a la oficina central donde está el departamento de contabilidad y donde seguro que usted sabe que hay que ir a reclamarla.

- Ya, solo preguntaba por si acaso la tenían aquí. Hay veces que en la oficina de obra disponen de ella.

- ¿De verdad cree que la gestión contable de una promoción de este tamaño se hace desde una caseta de obra?

- Bueno, no se pierde nada por preguntar.

- Claro. A mí me gusta también preguntar ¿sabe? ¿Podría decirme qué competencias tiene un ayuntamiento para solicitar documentación fiscal?

- Es simplemente una indagación a título informativo. Solo para uso interno de la corporación municipal. Ya sabe, encuestas y esas cosas que nos piden que hagamos.

Paloma pone cara de “pero ¿qué me estás contando chaval?”. Deja pasar unos instantes de mutismo en los que los segundos se arrastran lentos, pesados, evidentes, mientras clava su mirada inquisidora alternativamente en uno y en otro. Alumna aventajada de Jesús Quintero, parece ser capaz de leerles la mente, cosa que no es cierta por supuesto. Paloma sigue sin saber a qué han venido realmente ese técnico del Ayuntamiento y quién sea el tipo que le acompaña, pero hace como si los tuviera calados, los reta con la mirada devolviendo la pelota a su tejado y poniéndolos en el brete de explicarse o retirarse. Rafael Crespo se revuelve inquieto. El otro le devuelve una mueca convertida en sonrisa al parecer dispuesto a mantenerle el desafío, pero el técnico del Ayuntamiento considera que ya es bastante embarazosa la situación y levanta su culo de la silla, estirándose.

- Bien, si no puede aportarnos más documentación nos vamos. En caso necesario haremos una requisición a sus oficinas centrales.

- Claro. Hagan una lista de lo que necesitan y seguro que allí les atienden. Si hubiera algún problema pasen por la obra, me lo comunican y yo hablaré con la persona adecuada.

- Muy amable.

- Faltaba más.

Ese cortés adiós no engaña a nadie. Paloma les despide a pie de caseta viéndolos montarse en el vehículo, con gesto malhumorado el funcionario del Ayuntamiento, como si se preguntara por qué ha tenido que pasar aquella vergüenza y con ademán tranquilo y relajado el otro individuo, que no sabe quién es pero que se va con un extraño aire de deber cumplido que ella no alcanza a comprender.

¿Qué cojones ha pasado? ¿A qué carajo ha venido todo esto? se pregunta Paloma. No tiene sentido que vengan aquí a por esa documentación. La mayoría de los papeles que han pedido no se guardan en una caseta de obra ni en una oficina portátil. También han pedido documentos que ya tenían o deberían tener. El técnico hace más o menos el mismo trabajo que hacía Paloma así que ella entiende perfectamente que esa visita no parece obedecer a un propósito lógico. No le gusta, no le gusta ni un pelo. Lo piensa unos minutos, con la vista perdida en el horizonte de grúas y andamios antes de tomar la decisión de hacer una llamada. Finalmente toca el contacto de la oficina de su empresa.

- Hola Olga. Soy Paloma, necesito hablar con Valentín ya mismo.

- Valentín está ahora mismo ocupado, le diré que te llame en cuanto pueda.

- Tiene que ser ahora, es urgente, así que pásame la llamada por favor.

Demasiado bien sabe que ese “te llamará en cuanto pueda” es un poco como el que tiene tos y se rasca los cojones. No supone ninguna garantía de que le devuelvan la llamada rápidamente.

- Te he dicho que está ocupado. Tendrás que esperar.

- Muy bien, dile entonces que tengo aquí un inspector del ayuntamiento de Arganda. Que se tome todo el tiempo que necesite para llamarme. Mientras, yo iré hablando con él y facilitándole la documentación que me requiera.

Paloma cuelga sin molestarse en esperar respuesta. No tiene tiempo ni ganas de discutir con la víbora que hace de secretaria de Valentín Jurado. Ya ha lanzado el anzuelo y cualquier pelea es vana. Sólo resta sentarse a esperar a ver si pican. Tamborilea con los dedos encima de la mesa mientras se sirve un chupito. No pasan ni dos minutos cuando suena el teléfono.

- Hola ¿qué sucede?

La voz de Valentín suena cavernosa y enfadada. Igual resulta que sí, que estaba haciendo algo importante, aunque Paloma lo duda porque entonces no habría llamado tan rápido. Más bien debe ser la urticaria que le produce hablar con ella. En las contadas ocasiones que han coincidido desde que forma parte de la empresa, Valentín se ha ido a su casa con la irritación producida solo por la mirada asesina de Paloma.

- Sucede que acabo de tener una visita aquí en la obra. Dos tipos, uno del Ayuntamiento pidiendo ver permisos de obra y diversa documentación.

- Lo habrás remitido a nuestra oficina central ¿no? Es extraño que venga alguien del Ayuntamiento, saben que tenemos todo en regla.

- Ese no me preocupa, me preocupa el otro.

- ¿Que otro?

- El que no se identificó, pero olía a auditor a un kilómetro de distancia. Habló poco, pero mencionó temas relacionados con partidas presupuestarias, materiales comprados, etcétera. Además, no resulta para nada normal que alguien acompañe a un técnico del Ayuntamiento. Y me dio la impresión de que solo estaba tanteando, que callaba más de lo que decía.

- ¿Los remitiste para cualquier tema a nuestra oficina? - insiste Valentín.

- Por supuesto, le dije que los datos eran públicos y que para más información o en caso de necesitar algún detalle, que acudiera a nuestra agencia y que a través de nuestro servicio jurídico se le facilitaría todo lo necesario. Pero eso ya lo sabía. Lo que me pregunto es ¿que estaba haciendo este tipo aquí? ¿Es un aviso? ¿Hay algún tema que deba preocuparme?

- No te preocupes, haré mis averiguaciones a ver qué pasa. La gente del Ayuntamiento me debe más de una y me informarán. Seguramente se trate de una inspección rutinaria para cubrir el expediente.

- Valentín: teníamos un trato.

- Y lo he mantenido. No te pongas histérica que seguro que esto es una tontería.

- Yo me pongo como me sale del coño. El día que me ponga histérica de verdad te aseguro que lo vas a lamentar. De momento, si quieres tranquilizarme, garantízame que no me has metido en una obra donde haya ningún pufo.

- Te garantizo que no pasará nada. Ahora estate tranquila y si hay alguna novedad me vuelves a avisar. Voy a hacer algunas averiguaciones.

- Más vale.

Cuando Paloma cuelga no puede evitar darle vueltas a las últimas palabras de Valentín Jurado, de la misma forma que le está dando vueltas al culín de licor que aún queda en el vaso. No ha dicho “no hay nada, no te preocupes” si no “no pasará nada”. No se le escapa la diferencia ni lo que esta implica.

- Mierda.

Paloma toma el móvil. Parece dudar, pero finalmente localiza un número, uno que duerme el sueño de los justos en su agenda, al que ha evitado llamar hasta ahora y envía un mensaje.
 
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Pisando la grava.



Paloma pisa la grava que rodea el contenedor que hace las veces de oficina oyendo el crujir que acompaña a cada uno de sus pasos. Es un sonido que le resulta agradable, igual que el de las hormigoneras, las máquinas y los golpes que cortejan todo edificio en construcción.
Su oficina, a modo de cuartel general, está situada en lo alto de una loma, lo cual le proporciona una visión de conjunto de toda la obra que está llevando a cabo. Desde allí le basta con echar un vistazo para ver si hay algo inusual, si todo marcha correctamente, si cada uno ocupa el lugar que debe, si las distintas fases del trabajo están sincronizadas. Se siente orgullosa de ser la responsable última de todo aquello. No es la primera vez que proyecta y diseña a la vez que ejecuta, pero sí es la primera que lo hace en una edificación de ese tamaño. Más de un centenar de casas adosadas, centro social, locales comerciales y equipamientos deportivos y jardines se van a desplegar en las faldas de aquellas colinas, no muy lejos del río Jarama. Piensa que no solo está en lo alto de un cerro, sino que es una analogía perfecta que le permitiría decir que está en la cima de su carrera. Profesionalmente hablando, no puede poner queja al acuerdo al que llegó hace apenas cinco años con Valentín Jurado y que rubricó a través de su perro de presa Santiago. Ahora es una arquitecta reputada que podría montar su propio gabinete, eso en el caso que no quiera aceptar ofertas, que ya las ha habido de otras promotoras y constructoras. No desea ganar más dinero, ni tan siquiera a esas alturas de su vida y con su edad no anhela fama, le basta con sentirse respetada dentro del gremio y que se reconozca su talento. Se lo ha ganado trabajando duro, poniendo toda la carne en el asador, echándole muchas horas, prácticamente ha estado dedicada a su trabajo durante todo este tiempo, mucho más incluso que cuando era funcionaria del Ayuntamiento. Se pregunta que debe hacer ahora. Si merece la pena buscarse otra colina más alta a la que subir o si ya es hora de dar un giro a su carrera y a su vida. Quizás de establecerse por su cuenta con pequeños proyectos que le permitan elegir y decidir en qué trabaja, solo aceptando aquello que realmente la motive y le guste, aunque no gane mucho dinero. Tal vez volver a la administración. En el Ayuntamiento aún mantiene su plaza mediante una petición sucesiva de excedencias. Trabajo burocrático pero tranquilo. O tal vez la tiente un cambio radical de actividad, reinventarse y hacer otra cosa distinta, aunque le cuesta pensar que pueda hacer algo que no esté relacionado directamente con la arquitectura.

El trabajo en aquel tajo comienza casi al amanecer y a media mañana se hace una pequeña parada para tomar un tentempié o un bocado. Ahora hay una falsa sensación de inactividad, aunque no todos paran a la vez y los ruidos le siguen llegando. Quizás sea por eso que no escapa a su control un vehículo que por la pista de tierra sube hasta donde está su caseta. No lo reconoce como uno de los habituales, es un todoterreno demasiado limpio y demasiado nuevo que no parece que haya pisado mucho barro. Cuando llega a su altura, dos hombres se bajan de él. Aspecto de funcionarios que tira para atrás. Uno de ellos porta un maletín para portátil, el otro solo una carpeta. Se dirigen hacia ella con una sonrisa.

- Buenos días - le saluda animosamente el primero y el que parece que lleva la voz cantante. Un tipo mayor con cara de ratón de biblioteca, compuesto de forma que parece que le ha vestido su madre. Pantalones de pana, jersey de pico que no combina, cuello de camisa abrochado hasta el último botón y una parca que parece que vaya a ir a clase en los salesianos.

- Soy Rafael Crespo, técnico del Ayuntamiento. Me han dicho abajo que usted es la responsable.

- Si es por temas de seguridad y prevención de riesgos laborales tenemos un jefe de obra que puede atenderles.

- No, no, es tema de papeleo, simple burocracia. Nos gustaría revisar algunos de los permisos.

- Claro, pasen a mi oficina por favor.

A pesar de ser una caseta prefabricada, el espacio interior resulta cómodo y práctico a la vez que está razonablemente limpio para lo que se supone que es una oficina de obra. Una pequeña mesa de reuniones, un escritorio donde Paloma monta su portátil y tiene a mano impresora, escáner y todo lo necesario para realizar su trabajo. Una máquina de café de cápsulas en un rincón completa la decoración. Todo muy funcional. Paloma les invita a sentarse en la mesa de reuniones.

- Pues usted dirá.

- Sí, voy a necesitar que me muestre el permiso de obra, inscripción en el Registro de empresas Acreditadas (REA), Seguro de Responsabilidad Civil y Certificado de Contratistas y Subcontratistas.

- De todo eso solo le puedo enseñar el permiso de obra y el seguro de Responsabilidad Civil.

- ¿No tiene los demás documentos?

- Rafael ¿puedo preguntarle cuánto tiempo lleva usted de técnico en el Ayuntamiento?

- Unos diez años - contesta el otro, afable y orgulloso.

- Y antes ¿ya estaba en la corporación municipal?

- Si, como administrativo.

- Supongo que terminó la carrera y se presentó a la promoción interna.

- Sí, sí, eso es – responde con cierta suficiencia y vanidad.

- Entonces, Rafael, si lleva tanto tiempo sabrá perfectamente que esos documentos casi nunca se guardan a pie de obra, sino que hay que pedirlos a la constructora mediante requisición, requisición que actualmente se hace por correo electrónico. En una obra solo están obligados a tener el permiso de obra y el seguro, que son justamente los que yo tengo aquí. Pero no se preocupe - dice al ver la cara de circunstancias del otro - Yo le facilito el correo, aunque debe tenerlo en la documentación que en su día se envió al Ayuntamiento. Por cierto, de todos estos documentos deben tener copia. Hubo que darles entrada como requisito para empezar los trabajos. Si me deja echar un vistazo a mi portátil miramos todos los documentos de los que ustedes ya disponen porque se les entregaron en el plazo marcado por la ley.

- Bueno, no es necesario, usted muéstreme lo que tenga aquí y ya cotejaré yo el resto con lo que haya en nuestras oficinas - contesta Rafael Crespo visiblemente nervioso.

No está acostumbrado a que le pongan mirando para Cuenca a la primera de cambio, se supone que él es la autoridad y los que se ponen nerviosos son aquellos a los que visita. Por el contrario, Paloma, lo mira muy segura, sin pestañear, dejándolo cocerse en su propio desasosiego antes de levantarse y dirigirse al archivador donde guarda los papeles. Mientras busca no puede evitar echar un vistazo de reojo al acompañante del tal Rafael y lo sorprende con una media sonrisa, como si todo aquello le divirtiera. Presenta los documentos al técnico.

- Bien, para cualquier otro documento puede dirigirse a nuestra oficina central para reclamarlo, incluidos los que ya debieran tener. Si se les ha perdido alguno, le puedo indicar la dirección de la oficina o el teléfono por si quiere llamar o acercarse presencialmente. También le puedo facilitar el contacto de la persona que puede atenderle.

El otro ya no sonríe, se limita a ponerse las gafas de ver de cerca y pegar la nariz a los papeles, revisándolos como un topo que va husmeando por una galería a ciegas. Va emitiendo pequeños gruñidos (que no se sabe si son de aprobación o de cabreo) al ir comprobando que los documentos que tiene delante parecen estar en regla. Su actitud conciliadora desde que llegó y de falsa amabilidad se ha trocado en mal humor. Paloma está tranquila, ella ha estado muchas veces en el lugar del otro y sabe que no puede pillarla en ningún renuncio, que todo está bien. Aquella no es una obra de tres al cuarto, sino que está respaldada por una promotora fuerte, con buenos contactos y esa inspección no va a ningún sitio. Lo que le extraña es que para ser una inspección rutinaria haya sido tan chapuza. Se pregunta qué están haciendo realmente aquellos dos en su obra. Paloma desvía la mirada hacia el otro tipo que no ha abierto la boca desde que han llegado y que por cierto tampoco se ha presentado.

- Bien, todo parece estar correcto - indica Rafael que parece haberse dado cuenta que allí ha pinchado en hueso, que más le vale cubrir el expediente de la visita como realizada y retirarse, porque la tipa que tiene enfrente parece saber muy bien el camino que pisa y no va a conseguir pillarla en un renuncio, ni irse con la satisfacción de haberla puesto una sola vez contra las cuerdas.

- Espero no haberla molestado mucho - dice en un tono bastante neutro que igual puede significar ironía que sincero pesar por haberle hecho perder el tiempo.

- Ninguna molestia, entiendo que usted tiene que hacer su trabajo - dice ella también en tono neutro, sin que se le note tampoco demasiado si es sarcasmo o cachondeo.

Es entonces, cuando todo parece finalizado, el momento en que el otro personaje, que no tiene pinta de funcionario municipal, le pregunta:

- ¿Dispone usted de los albaranes de entrega de mercancías?

- ¿Como dice?

- Le preguntaba por la documentación referente a la entrega de materiales. Me gustaría verla si no es mucha molestia.

Paloma centra ahora su atención en él. Viste con pantalones de pinza, camisa y cazadora ajustada Burberry. Posee unos ojos grises pequeños pero penetrantes, pelo pajizo de color rubio tirando a claro y es barbilampiño como un niño de diez años.

- Disculpe, creo que no he oído su nombre, tal vez sea porque no se ha presentado…

- Me llamo Fermín Márquez.

- ¿Y usted es? …

- Solo acompaño a Rafael como auxiliar. Me gustaría ver la documentación relativa a pagos y entrega de materiales, y si es posible, lo relativo a contabilidad que tengan por aquí.

- La recepción de mercancías la realiza generalmente el capataz de la obra o, sólo en los casos en que él no está disponible, yo misma, pero aquí no nos quedamos con esa documentación. Se envía lo más pronto posible a la oficina central donde está el departamento de contabilidad y donde seguro que usted sabe que hay que ir a reclamarla.

- Ya, solo preguntaba por si acaso la tenían aquí. Hay veces que en la oficina de obra disponen de ella.

- ¿De verdad cree que la gestión contable de una promoción de este tamaño se hace desde una caseta de obra?

- Bueno, no se pierde nada por preguntar.

- Claro. A mí me gusta también preguntar ¿sabe? ¿Podría decirme qué competencias tiene un ayuntamiento para solicitar documentación fiscal?

- Es simplemente una indagación a título informativo. Solo para uso interno de la corporación municipal. Ya sabe, encuestas y esas cosas que nos piden que hagamos.

Paloma pone cara de “pero ¿qué me estás contando chaval?”. Deja pasar unos instantes de mutismo en los que los segundos se arrastran lentos, pesados, evidentes, mientras clava su mirada inquisidora alternativamente en uno y en otro. Alumna aventajada de Jesús Quintero, parece ser capaz de leerles la mente, cosa que no es cierta por supuesto. Paloma sigue sin saber a qué han venido realmente ese técnico del Ayuntamiento y quién sea el tipo que le acompaña, pero hace como si los tuviera calados, los reta con la mirada devolviendo la pelota a su tejado y poniéndolos en el brete de explicarse o retirarse. Rafael Crespo se revuelve inquieto. El otro le devuelve una mueca convertida en sonrisa al parecer dispuesto a mantenerle el desafío, pero el técnico del Ayuntamiento considera que ya es bastante embarazosa la situación y levanta su culo de la silla, estirándose.

- Bien, si no puede aportarnos más documentación nos vamos. En caso necesario haremos una requisición a sus oficinas centrales.

- Claro. Hagan una lista de lo que necesitan y seguro que allí les atienden. Si hubiera algún problema pasen por la obra, me lo comunican y yo hablaré con la persona adecuada.

- Muy amable.

- Faltaba más.

Ese cortés adiós no engaña a nadie. Paloma les despide a pie de caseta viéndolos montarse en el vehículo, con gesto malhumorado el funcionario del Ayuntamiento, como si se preguntara por qué ha tenido que pasar aquella vergüenza y con ademán tranquilo y relajado el otro individuo, que no sabe quién es pero que se va con un extraño aire de deber cumplido que ella no alcanza a comprender.

¿Qué cojones ha pasado? ¿A qué carajo ha venido todo esto? se pregunta Paloma. No tiene sentido que vengan aquí a por esa documentación. La mayoría de los papeles que han pedido no se guardan en una caseta de obra ni en una oficina portátil. También han pedido documentos que ya tenían o deberían tener. El técnico hace más o menos el mismo trabajo que hacía Paloma así que ella entiende perfectamente que esa visita no parece obedecer a un propósito lógico. No le gusta, no le gusta ni un pelo. Lo piensa unos minutos, con la vista perdida en el horizonte de grúas y andamios antes de tomar la decisión de hacer una llamada. Finalmente toca el contacto de la oficina de su empresa.

- Hola Olga. Soy Paloma, necesito hablar con Valentín ya mismo.

- Valentín está ahora mismo ocupado, le diré que te llame en cuanto pueda.

- Tiene que ser ahora, es urgente, así que pásame la llamada por favor.

Demasiado bien sabe que ese “te llamará en cuanto pueda” es un poco como el que tiene tos y se rasca los cojones. No supone ninguna garantía de que le devuelvan la llamada rápidamente.

- Te he dicho que está ocupado. Tendrás que esperar.

- Muy bien, dile entonces que tengo aquí un inspector del ayuntamiento de Arganda. Que se tome todo el tiempo que necesite para llamarme. Mientras, yo iré hablando con él y facilitándole la documentación que me requiera.

Paloma cuelga sin molestarse en esperar respuesta. No tiene tiempo ni ganas de discutir con la víbora que hace de secretaria de Valentín Jurado. Ya ha lanzado el anzuelo y cualquier pelea es vana. Sólo resta sentarse a esperar a ver si pican. Tamborilea con los dedos encima de la mesa mientras se sirve un chupito. No pasan ni dos minutos cuando suena el teléfono.

- Hola ¿qué sucede?

La voz de Valentín suena cavernosa y enfadada. Igual resulta que sí, que estaba haciendo algo importante, aunque Paloma lo duda porque entonces no habría llamado tan rápido. Más bien debe ser la urticaria que le produce hablar con ella. En las contadas ocasiones que han coincidido desde que forma parte de la empresa, Valentín se ha ido a su casa con la irritación producida solo por la mirada asesina de Paloma.

- Sucede que acabo de tener una visita aquí en la obra. Dos tipos, uno del Ayuntamiento pidiendo ver permisos de obra y diversa documentación.

- Lo habrás remitido a nuestra oficina central ¿no? Es extraño que venga alguien del Ayuntamiento, saben que tenemos todo en regla.

- Ese no me preocupa, me preocupa el otro.

- ¿Que otro?

- El que no se identificó, pero olía a auditor a un kilómetro de distancia. Habló poco, pero mencionó temas relacionados con partidas presupuestarias, materiales comprados, etcétera. Además, no resulta para nada normal que alguien acompañe a un técnico del Ayuntamiento. Y me dio la impresión de que solo estaba tanteando, que callaba más de lo que decía.

- ¿Los remitiste para cualquier tema a nuestra oficina? - insiste Valentín.

- Por supuesto, le dije que los datos eran públicos y que para más información o en caso de necesitar algún detalle, que acudiera a nuestra agencia y que a través de nuestro servicio jurídico se le facilitaría todo lo necesario. Pero eso ya lo sabía. Lo que me pregunto es ¿que estaba haciendo este tipo aquí? ¿Es un aviso? ¿Hay algún tema que deba preocuparme?

- No te preocupes, haré mis averiguaciones a ver qué pasa. La gente del Ayuntamiento me debe más de una y me informarán. Seguramente se trate de una inspección rutinaria para cubrir el expediente.

- Valentín: teníamos un trato.

- Y lo he mantenido. No te pongas histérica que seguro que esto es una tontería.

- Yo me pongo como me sale del coño. El día que me ponga histérica de verdad te aseguro que lo vas a lamentar. De momento, si quieres tranquilizarme, garantízame que no me has metido en una obra donde haya ningún pufo.

- Te garantizo que no pasará nada. Ahora estate tranquila y si hay alguna novedad me vuelves a avisar. Voy a hacer algunas averiguaciones.

- Más vale.

Cuando Paloma cuelga no puede evitar darle vueltas a las últimas palabras de Valentín Jurado, de la misma forma que le está dando vueltas al culín de licor que aún queda en el vaso. No ha dicho “no hay nada, no te preocupes” si no “no pasará nada”. No se le escapa la diferencia ni lo que esta implica.

- Mierda.

Paloma toma el móvil. Parece dudar, pero finalmente localiza un número, uno que duerme el sueño de los justos en su agenda, al que ha evitado llamar hasta ahora y envía un mensaje.
Vuelve Paloma 😄😄😄😄

Y yo liado a más no poder.

¿Esto sigue siendo Marta?
 
3​



Sigue la pista del dinero.

(The Wire)




Fermín espera con paciencia mientras avanza metro a metro por el atasco. A esas horas suele haber embotellamiento alrededor de la sede central de Hacienda en Guzmán el Bueno. No se altera porque ya está acostumbrado, además, así tiene tiempo para pensar. La visita de esta mañana a la obra que está llevando a cabo la promotora Wkm y constructora Unitesa en Arganda del Rey ha resultado un fiasco desde el punto de vista de la inspección. El técnico del Ayuntamiento al que ha obligado prácticamente a acudir a pie de obra gracias a una requisición, no sabía ni por dónde empezar. Normal, no tenía prevista la visita y todo aquello le ha pillado a contrapelo y es más que posible que sus superiores le estén pegando ahora la bronca padre porque no ha tenido tiempo de avisarles. De eso se trataba, de hacer algo no preparado y por sorpresa para que nadie tuviera tiempo a reaccionar, así que Fermín no se ofusca por la falta de resultados. En realidad, ya contaba con eso, su objetivo era otro.

Consigue llegar hasta la salida de la avenida y gira por una bocacalle, accediendo por un lateral al edificio de la Agencia Tributaria. No cualquiera trabaja en la sede central, ni tampoco cualquiera dispone de plaza de garaje allí, pero es que Fermín no es cualquiera. Trabaja en un grupo especial dentro de la Unidad Central de Coordinación en materia de Delitos contra la Hacienda Pública (UCCDHP), directamente dependiente del director del departamento. En principio esta es una unidad encargada de fijar criterios y elaborar procedimientos para guiar a los inspectores en materia de delitos económicos, así como dar asesoramiento a los propios inspectores. Pero Fermín pertenece a un grupo específico dentro de la unidad, un grupo un tanto singular. La Unidad de Seguimiento Administrativo (USA). Debido a sus siglas, dentro de la Agencia los conocen como los americanos.

Aún puede recordar cuando empezó allí, aquellos días en los que (al más puro estilo de las unidades de élite), le recomendaban no desvelar su pertenencia al grupo. Fueron tiempos felices, de ilusión y optimismo. Un momento en que parecía que era posible cambiar las cosas. Fue con la llegada de Rodríguez Zapatero al poder, cuando este manifestó lo que al parecer era una decidida voluntad de perseguir a los grandes defraudadores, imponiéndose reforzar la unidad de Inspección de Hacienda con un selecto grupo de inspectores que serían la punta de lanza que por fin abriría el melón de las investigaciones a los principales agujeros de fraude. Las grandes corporaciones, las grandes fortunas, los holding y entramados financieros que movían más dinero en España. Se supone que iban a ser algo así como los intocables de Eliot Ness. A partir un núcleo escogido de experimentados funcionarios se creó la unidad que, sin embargo, en su mayoría contaba con personal nuevo, recién incorporado a través de oposición y selección. Parecía que había voluntad de verdad porque querían una unidad nueva, libre de las costumbres y de los lastres corporativos que ya existían. Todo el mundo sabía que las grandes fortunas, bien sea a través del contacto directo o bien a través de algunos de los partidos que formaban gobierno, tenían sus propios recursos e informadores dentro de la misma Agencia Tributaria. No obstante, como solía pasar cuando gobernaba el Partido Socialista, una cosa eran las buenas intenciones y lo que se hacía en el escaparate y otra la voluntad real de llegar al final del asunto. Toda la formación recibida, toda la infraestructura montada, todas las labores de coordinación y de puesta en marcha del grupo, todas las expectativas levantadas, todo parecía indicar que casi enseguida se dirigirían a la yugular de los grandes defraudadores. Sin embargo, paralelamente a la creación de esta unidad, el Gobierno decretó una especie de amnistía fiscal, consistente en avisar a todos de lo que se estaba haciendo y perdiendo el factor sorpresa. Para cuando se pusieron manos a la obra, los malos ya estaban sobre aviso y en muchos casos habían tomado sus propias medidas de precaución. No obstante, la unidad funcionó y aunque rebajando sus expectativas, Fermín y sus compañeros se ganaron al sueldo. Se sentía a gusto y feliz, no solo por haber superado una dura oposición de acceso, sino porque le encantaba el trabajo que hacían. Allí estaban los mejores. Sin embargo, un nuevo giro de tuerca del destino le enseñó que, en este país, bajo un barniz de legalidad y de aparente igualdad de oportunidades, son los mismos de siempre quienes siguen teniendo la sartén por el mango. Con la llegada del Partido Popular y Rajoy al poder decayó notablemente el interés por perseguir a las grandes corporaciones y a los grandes depredadores fiscales. El trabajo de la unidad fue obstaculizado y se vieron mermados sus recursos. Otra amnistía fiscal, en este caso ya directamente sobre defraudadores que pudieron blanquear su dinero negro pagando los respectivos impuestos, dejó sin efecto muchas de sus investigaciones. Se podía hacer aflorar todo el capital acumulado en paraísos fiscales sin tener prácticamente que justificar nada. Desde el gobierno dejaron claras cuál eran sus prioridades y también cuáles eran sus amistades. Ellos pasaron de ser una unidad donde todo el mundo esperaba hacer una carrera fulgurante y ser la referencia dentro de Hacienda, al sitio donde nadie quería estar porque sabía que desde allí no iba a ningún lado. Más aun, era de los sitios en la agencia donde, si hacías bien tu trabajo, estabas mal visto. Poco a poco la gente fue saliendo de allí, la unidad perdió empuje y los más espabilados (y también los menos comprometidos) fueron optando por otras vías de promoción. Tu carrera y también tus expectativas económicas mejoraban ostensiblemente si pasabas a hacerte amigo o consultor de quienes tenían el dinero, o del gobierno que los amparaba. El mecanismo habitual era que te reclutaran, generalmente a cambio de información y a cambio de asesoría, no para evitar que la empresa hiciera ilegalidades necesariamente, sino para que no la pillaran con las manos en la masa. Una excedencia como técnico de Hacienda unos años en la privada, o de consultor en algún organismo público manejado por el partido político de turno y luego vuelta a tu puesto, en muchos casos ya próximo a la jubilación, habiendo ganado diez veces más y con una agenda de contactos envidiable.

Pero Fermín Márquez era una rara avis, de esos funcionarios que están por vocación, que profesan el juramento realizado de servicio a los ciudadanos, que aún creía que pertenecer aquella unidad le hacía un intocable, que quería perseguir de verdad del fraude, que no se conformaba con en el mejor de los casos dar avisos, si no que quería que se impusieran multas o si era posible, que por una vez algún gran defraudador pisara la cárcel. Cabezón, metódico, obstinado, comprometido con su trabajo, sigue imperturbable en la unidad, viendo como en vez de héroes ahora los miran como si fueran los de asuntos internos en la policía. Gente aparcada en un sitio que tiene poco recorrido, donde cuando hay posibilidad de dar un buen mordisco al crimen, te quitan el filete de las manos. Hay pocos medios y muchas trabas, pero a pesar de todo y, aunque no te pongan muchas medallas ni repercuta mucho en tu valoración ni en tu currículum, de vez en cuando se permite la satisfacción de poner contra las cuerdas a algún gran defraudador.

El único cambio reseñable es cuando lo pusieron a trabajar de la oficina de enlace con la UDEF. Los que quedan en su unidad han sido reconvertidos para colaborar con la policía. Muy pocos tienen la posibilidad de dirigir investigaciones personales por cuenta y riesgo de la agencia Tributaria en exclusiva. Ahora, más que investigadores, en ese nuevo departamento son asesores policiales, aunque tienen cierto margen de autonomía (que Fermín aprovecha al máximo). Y así es como llegó a la empresa de Valentín Jurado, Wkm, colaborando con la Unidad de Delitos Fiscales en un caso de blanqueo de capitales. No le dieron toda la información, casi nunca suelen hacerlo, solo le piden que investigue algún tema concreto, encargos limitados sin saber exactamente en qué consiste el grueso del caso ni cuánta gente hay implicada.

Se suponía que había una organización que lavaba dinero a través de diversas constructoras invirtiendo en vivienda. Le pidieron que revisara una cartera de empresas que en algún momento habían construido viviendas en las que luego había invertido la organización. Esto, por supuesto, no quiere decir que todas las empresas hicieran algo ilegal o que supieran de los asuntos ilegales de quien invertía el dinero en ellas, de hecho, la mayoría eran operaciones limpias, pero siempre el dinero acaba dejando algún rastro que conduce a algún sitio. Sigue la pista del dinero, que decían en The Wire. En eso Fermín es muy bueno. Ha localizado al menos dos promotoras que colaboraron con la organización sin hacer demasiadas preguntas y donde el volumen de inversión no cuadra con los datos de que dispone Hacienda. La promotora de Valentín jurado no es una de ellas, pero Fermín tiene olfato y en sus ratos libres, en vez de a jugar al pádel con los compañeros o con aquellos jefes que luego le puedan dar un achuchón a su carrera, se dedica a investigar preventivamente.

Una vez descartada la complicidad y ya que dispone de permisos para acceder a datos fiscales por orden judicial ¿por qué no echar un vistazo a estas promotoras que aparentemente están limpias? Su trabajo, entiende él, no acaba con obtener pruebas que sirvan para incriminar a los que resultan evidentemente culpables, sino en ver más allá. Descubrir fraudes allí donde hasta ahora nadie había visto nada le provoca una especial satisfacción. Dar un buen susto a aquellos culpables que se creen a salvo, que pasan desapercibidos y que no esperan que alguien ponga la lupa sobre ellos. Es el caso de Wkm, en la que ha detectado movimientos de capital extraños, un entramado de cuentas innecesario para una promotora que, en principio, tiene un volumen de actividad asociado solo a Madrid y no a toda la península. Un entramado que reconoce demasiado bien porque presenta la misma estructura de aquellos que tratan de dispersar ganancias, aumentar costos, beneficiarse de las desgravaciones y que pretenden hacer desaparecer mucho dinero y muy rápido. Siempre es lo mismo, incluso en aquellos casos donde no se trata de blanqueo descarado de capitales: a los que ganan no les basta con ser una empresa de éxito que ha multiplicado sus dividendos (curiosamente desde el último cambio de legislatura en el Ayuntamiento y en la Comunidad), quieren ganar más y quieren ganar rápido, seguramente porque tienen conexiones políticas y no quieren esperar a un cambio de marea, vaya a ser que las cosas no les funcionan tan bien si hay un cambio de responsables. De hecho, ha estado investigando y se ha dado cuenta que su negocio no se limita a obras cuya adjudicación o permisos dependen del Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad, sino de otros ayuntamientos, todos gobernados por el mismo partido. Un vistazo a sus cuentas declaradas y (más aún), a aquellas a las que ha podido acceder con permiso judicial por la investigación preventiva anterior, le dice que los números no cuadran. Demasiados gastos inflados, mucho movimiento de dinero y cuentas opacas. Algo huele a podrido.

Fermín aparca el vehículo en su plaza reservada. No todo van a ser malas noticias en su vida, al menos ese pequeño privilegio lo sigue conservando. Y también que dispone de un buen despacho. Todavía no han eliminado del todo su unidad y aunque los miren con otros ojos y ya no sean los niños bonitos de Guzmán el Bueno, todavía se acomoda en un lugar con máquina de café de la buena, nevera bien abastecida en la sala de juntas y microondas. Toma una Coca-Cola y se sienta en su oficina abriendo su portátil. No deja la puerta cerrada, hace calor y allí no llega bien el aire acondicionado. Saca su libreta de la carpeta y, metódico, pasa a su ordenador algunas notas que ha tomado inmediatamente después de la visita a Paloma Gálvez.

- Hola Fermín.

El inspector levanta la vista y observa a una mujer que ronda la cuarentena, más al final que al principio. Cinco o seis años mayor que él. Ojos un poco hundidos y ojerosos. Viste con discreción, suéter de cuello vuelto y falda hasta los tobillos. Pelo largo y liso, color castaño. Es alta y corpulenta, aunque no desgarbada. Abundante pecho y redondeces generosas en sus nalgas y muslos. Agita suavemente unos papeles en la mano. Ningún gesto brusco ni mirada desafiante, pero Fermín conoce lo suficiente a la inspectora de policía Mónica Pedroso como para saber que viene buscando pelea. Mónica es su equivalente en la UDEF y lleva ya un año colaborando con ella. Es la que lleva el caso de blanqueo de capitales donde trabaja actualmente y que le ha llevado a Wkm. Colaborando es un decir porque, aunque la Unidad de Seguimiento Administrativo ahora colabora con la UDEF a requerimiento judicial, lo cierto es que desde que han perdido peso en la agencia Tributaria se limitan a estar a sus órdenes en la práctica. Y eso la policía lo tiene muy interiorizado, no están acostumbrados a colaborar sino a ordenar. De facto, son ellos los que establecen qué debe investigar Fermín, hasta donde debe llegar su pesquisa y si hay imputación o no. Ir de la mano de la Policía abre muchas puertas, pero solo aquellas puertas que ellos quieren abrir y eso enfada bastante a Fermín, al que nunca le ha gustado que le pongan límites. “Qué pena de talento desaprovechado”, es la frase que él le suelta a Mónica cada vez que esta le corta alguna iniciativa.

- ¿Estás ocupado?

- Un poco, la verdad.

- Pues no lo parece, te has quedado mirándome como si me vieras por primera vez ¿qué pasa? ¿ahora te gusto o algo?

- Bueno, en realidad pensaba que con veinte años tenías que estar buenísima ¿nunca te has echado novio estable?

- Hijoputa ¿me estás llamando vieja?

- Solo eres vieja si lo eres de mente y tú tienes un espíritu y una mala leche de jovenzuela.

Fermín se permite ese tono con Mónica porque sabe que le resbala todo y que esa mala leche a la que hace referencia (y que por supuesto tiene), no se activa por ese tipo de comentarios. Donde debe tener cuidado para no resbalar es en la relación profesional. Mónica no es una policía de calle, pero ha visto bastante y está lo suficientemente curtida como para que le patinen e incluso le hagan gracia ese tipo de comentarios entre compañeros. Ahora, no le toques los ovarios ni cuestiones su autoridad cuando está trabajando. Ahí es donde puede ser que eche arena para atrás y te de una cornada que te mande a la enfermería. Fermín mira los papeles que trae la mano y supone que no son buena noticia para él.

- ¿Que me traes ahí?

- Has hecho un buen trabajo con lo de Comisa y Rentair, hay base para intervenir sus cuentas.

Esa es la caricia. Mónica frunce un poco hacia abajo los labios. Y ahora viene la ostia, piensa Fermín que la conoce como si la hubiera parido.

- ¿Me puedes explicar por qué Wkm está en esta requisición al juez para ser también intervenidas sus cuentas?

- Sospecho que puede haber algo.

- Las sospechas deben estar fundadas y según tus propios cálculos (que valen perfectamente para las otras dos), para esta no has presentado nada que indique indicio de delito.

- Bueno es que eso es lo que estamos buscando, indicios, sin investigar no los encontraremos.

- No es así como funcionamos y lo sabes. Para pedirle al juez un permiso para monitorizar sus movimientos económicos debe haber pruebas o indicios más sólidos.

- Tú sabes tan bien como yo que, si vosotros se lo pedís, el juez no pondrá pegas.

- Como Agencia Tributaria también podéis emitir un informe y hacer una solicitud.

- No nos harán caso y lo sabes. Con vosotros están a partir un piñón.

- Fermín, no me voy a arriesgar a que el juez nos eche para atrás la orden por culpa de una cagada como poner a Wkm en la lista sin las suficientes pruebas.

- Aquí huele raro y si tienes algo de policía, que lo tienes, lo sabrás tan bien como yo. Esta gente hace cosas extrañas ¿No te parece sospechoso que en el proceso de licitación haya coincidido en el tiempo con un incremento de patrimonio extraño de Manuel Cascajo, concejal de urbanismo del Ayuntamiento? Tan extraño como que la empresa beneficiaria arrastre una larga lista de adjudicaciones con el Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad y ahora el Ayuntamiento de Arganda. Curioso que le den tantos contratos y más curioso aún que siempre sean con alcaldías del mismo signo político. Lo de Manuel Cascajo es casi una anécdota, pero la empresa que está realizando el proyecto reúne muchas de las características de otras empresas asociadas a actos de corrupción.

- Pero ¿qué carajo te pasa con Wkm? no los estamos investigando a ellos.

- No, todavía no.

- ¡Joder, Fermín, no me pongas de los nervios que como me dé una subida de leches me voy a cagar en todo lo que se menea! El objetivo principal es el fraude fiscal y para ir a por ello tenemos dos sociedades que sí podemos demostrar que hacen lavado de dinero ¡Céntrate coño! ¿O es que tengo que explicarte como tienes que hacer el trabajo? Deja en paz Wkm, no es momento de distraerse.

- Yo hago muy bien mi trabajo y no se trata de distraerse sino de sumar a lo que ya hay.

- No tienes absolutamente nada.

- Sabes que esa gente no es trigo limpio. Nadie hace una estructura de sociedades como la suya si no tiene pensado defraudar. Solo hay que hacer seguimiento de sus cuentas.

- ¿Y si no hay nada? en la captura preventiva que sacamos no aparecían movimientos extraños.

- Porque no estaban nerviosos. En cuanto agitemos el avispero cometerán algún error.

- ¿Qué quieres decir? - pregunta Mónica poniéndose de repente rígida.

Si las miradas matasen Fermín habría caído fulminado al suelo.

- ¿Fermín?

- A ver, digamos les he dado un pequeño empujón. Les he hecho una visita.

- ¡Me cago en mi puta vida! ¿qué has hecho qué?

- He estado esta mañana en la obra sin identificarme, solo acompañando un técnico del Ayuntamiento para una inspección rutinaria. Simplemente les he dejado caer alguna pregunta acerca de albaranes y facturas de material. Lo justo para ponerlos nerviosos y la responsable de aquello te puedo asegurar que ha captado la indirecta.

- ¿Como narices has conseguido que te acompañe un técnico del Ayuntamiento?

- Para eso sí tengo competencias, yo también puedo solicitar una inspección y que me acompañe alguien del consistorio, solo que lo he hecho al revés: me he presentado allí con la carta y antes de que pudiera reaccionar ni comunicar nada a sus superiores le he achuchado para que fuera a la obra a pedir papeles. El técnico ha preferido no complicarse la vida, es más, seguramente cerrará la boca y no contará ni siquiera a sus superiores lo que ha pasado hoy.

- Los acabas de poner sobre aviso.

- Bueno, si no tienen nada que esconder o si no hay nada importante como tú dices ¿qué problema hay?

- Aquí el único problema que hay es que no te enteras. Me tienes harta. Sabes que no puedes hacer nada sin consultarlo conmigo.

Fermín abre los brazos extendiendo las manos como dando a entender que la cosa ya no tiene remedio. Intenta un gesto de pesadumbre, pero no le sale. La media sonrisa de caimán viendo caer un pollo al agua lo delata.

- Muy bien, si esas son las que tenemos... - Dice Mónica agitando los papeles - Entonces voy a romper esto y a reformular la petición para que solo se sigan las cuentas de las dos empresas.

- Mónica, no. Déjame solo una semana, no te pido más. Si en una semana no hay resultados retiramos la petición de monitorizar a Wkm.

- Fermín: cómprate un bosque y te pierdes, hazme el favor.

Mónica sale del despacho mientras el inspector tributario resopla y da una patada al cajón de la mesa.

- Así no se puede, coño.
 
4



Tengo un trato, lo mío pa mi saco…

(La Mala Rodríguez)




El móvil de Paloma atruena inundando la casa con la melodía del tono de llamada. Es una canción de Lenny Kravitz. Decidió cambiar el aburrido tono que venía predeterminado porque le resultaba invisible al oído. Es el tema Fly y lo eligió porque era cañero y estridente y así no se le camufla entre los ruidos de obra o cuando deja el móvil aparcado en cualquier rincón de su hogar. Siguiendo la música consigue verlo, lo había dejado en la entradita, su sitio habitual. Ve que la llaman desde un número oculto. Normalmente no lo cogería, como toda buena ciudadana prefiere un dolor de tripas antes de un pesado comiéndole el coco por teléfono para que cambie de compañía del gas o electricidad. Pero hoy no pasa, esta mañana ha enviado un mensaje a un número. No se ha molestado en esperar porque sabe que nadie le va a coger el teléfono, pero está segura de que leerán el recado. Otra cosa es si deciden responder o no y si el mensaje ha llegado a quien ella cree que debe llegar. Esa llamada forma parte de un viejo acuerdo que no está muy segura de que aún siga vigente, o de que la persona con la que quiere contactar esté dispuesta a cumplirlo, pero ha decidido que no pierde nada por intentarlo. Hay una posibilidad de que esa llamada sea la que está esperando. Así que descuelga y ¡bingo!

- ¿Qué sucede?

Una voz que suena a metálico, pero reconocible a pesar de todo, la interpela. Es Santiago. Así, sin formalismos, sin saludar, como si fuese anoche la última vez que hablaron cuando en realidad fue hace cinco años. Entonces, muy a su pesar, Paloma tuvo que cerrar un pacto por el cual se tragaba sus principios, cerraba el pico y obtenía todo lo que tiene y es ahora. No fue un trato ventajoso, ella no quería nada de lo que ha conseguido, pero fue un pacto necesario.

- Yo también me alegro de oírte Santiago ¿Qué tal estás?

- Ocupado ¿qué quieres?

- Quiero saber que todo está bien, teníamos un trato.

Santiago tiene buena memoria y recuerda perfectamente que, aquello que llaman trato, en realidad fue un chantaje al que Paloma solo pudo poner una condición: que no la implicaran en nada turbio y que ninguno de los trabajos que realizara para la promotora tuviera ningún aspecto ilegal. Eso venía bien a las dos partes porque ellos tampoco acababan de fiarse de ella.

- Yo he cumplido mi parte, estoy seguro que estás al tanto – insiste.

- Y nosotros hemos cumplido la nuestra.

- No estoy tan segura.

- ¿A qué te refieres?

- Ayer se presentó un técnico del Ayuntamiento en la nueva promoción que estoy llevando en Arganda del Rey.

- No estoy al tanto de todas las promociones que hacéis, mi trabajo es otro.

- No te preocupes que ya te pongo yo al día: es una promoción en la zona sureste de Madrid, junto al rio Jarama. Varias manzanas de chalets en una zona colindante con el parque regional. Teóricamente todos los permisos están en regla y los terrenos fueron recalificados en su día por el ayuntamiento de Arganda.

- ¿Y entonces? - pregunta Santiago a quien aquel “teóricamente” no le ha sonado nada bien.

- Se supone que si todo está en regla no sé qué pinta un técnico del ayuntamiento pidiendo informes y haciendo preguntas en mi obra. Pensé que igual era simplemente una inspección de rutina para cubrir el expediente, pero el técnico no venía solo. Le acompañaba alguien que no se identificó, habló poco, escuchó mucho y estaba más pendiente de mis reacciones que de mis palabras. Ese tipo olía a funcionario a kilómetros, pero no a funcionario municipal.

- Entonces ¿quién crees que podía ser?

- No lo sé, tenía pinta de inspector de Hacienda o algo similar. Me hizo preguntas sobre facturas y albaranes, sobre temas de contabilidad. Todo esto me ha dado muy mala espina.

- Habla con Valentín.

- Ese trámite ya está hecho, llevo cinco años sin marcar el número que me diste ¿crees que te llamo por una tontería? La charla que he tenido hoy con Valentín me ha dejado más preocupada que tranquila. Se supone que estoy trabajando en una obra legal donde no hay ningún pufo, pero algo me dice que esta visita no es casual y nuestro trato era que a mí me teníais que mantener al margen de cualquier movida rara. Si salgo en un solo papel o me encuentro teniendo que declarar como imputada en cualquier proceso, vamos a tener problemas. Los vamos a tener todos.

Paloma hace un silencio corto para que la amenaza cale.

- Santiago: dime que estáis cumpliendo y que nada de lo que yo haya tocado está contaminado, porque me estoy empezando a poner nerviosa y tu jefe me pone más aún.

- Que yo sepa todo está bien. Voy a hacer alguna averiguación y te llamo. Estate tranquila y no hagas tonterías.

- Espero tu llamada.


Fermín no hace más que darle vueltas al asunto. Necesita monitorizar las cuentas conocidas de Wkm pero Mónica no está para pedirle un favor. Trabajan juntos desde que la UDEF y la Unidad de Seguimiento Administrativo colaboran. Los roces entre las dos unidades fueron constantes desde el inicio, pero una vez se acostumbraron y se consolidó el reparto de roles la relación mejoró. Nunca han llegado a hacer equipo del todo, pero funcionan razonablemente bien. Su trato con Mónica ha seguido un camino parecido. Formal al principio, productivo después una vez que se acostumbraron el uno al otro y luego, ha habido altibajos según los casos en los que han trabajado, la presión a la que han sido sometidos y las circunstancias personales de cada uno, que el humor también cuenta.

Hace unos meses Mónica se separó, aún no ha consumado el divorcio pero ya hace vida independiente. No da muchas explicaciones y Fermín no considera de buen gusto indagar en los temas personales, pero lo cierto es que parecía aliviada de haber puesto fin a la relación con su marido. Incluso diría que las primeras semanas estaba hasta de buen humor, cosa extraña en ella. Pero todavía carga con dos hijos adolescentes y el tenerse que ocupar ahora casi en exclusiva de la intendencia de la casa y de manejarlos, le ha devuelto la simpatía a la casilla de salida. Y desde la bronca del otro día la cosa está más tirante que el cuello de Isabel Preysler. Esta misma mañana cuando se han visto le ha lanzado una carpeta encima de la mesa, como quien tira un palo a su perro cuando lo saca a pasear a las siete de la mañana antes de ir al trabajo.

- Ahí tienes trabajo. Los primeros resultados de las monitorizaciones de las dos empresas. En la carpeta hay un resumen de gráficas y un pendrive con la información. Hemos detectado movimientos con cuentas establecidas en paraísos fiscales y algunas empresas pantalla. Haz algo útil y crúzalo con los datos fiscales que tenéis y también échale un vistazo a ver si ves algo raro que se nos haya escapado a nosotros.

- ¡Claro que sí guapi!

La mirada que le lanzó de vuelta tras el comentario tendría que esperar a ser mejor escritor para poder describirla, pero supongo que os podéis imaginar a Fermín tragando saliva y batiendo en retirada su lengua para concentrarse en la carpeta y solo atreverse a echar un vistazo de reojo al cabo de unos instantes, a ver si Mónica ya se había ido. Pero no, la policía dura e hija de puta estaba todavía allí, esperando que sus miradas se cruzaran para lanzarle una última advertencia muda pero intensa con los ojos. Sólo entonces se dio la vuelta y se fue sin decir adiós.

- Bueno pues ya tengo tajo – se dijo Fermín, aunque eso no le ha impedido dedicar tiempo a revisar también toda la documentación disponible en la agencia Tributaria sobre Wkm y Unitesa, su constructora.

Ha investigado a fondo la empresa haciendo un recorrido por aquellos organismos donde tiene acceso. También ha revisado artículos en prensa. Sorprendentemente apenas hay noticias de ellos y eso que han participado en algunos proyectos importantes dentro del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. No se menciona ni para bien y eso es sospechoso, porque a una empresa que obtiene buenos contratos, que parece estar a partir de un piñón con la administración local y autonómica y a la que todo le va viento en popa, normalmente le gusta obtener publicidad en medios de comunicación y redes sociales ¿Qué empresa no desea que los demás sepan que las cosas le van bien? ¿Quién le hace ascos a un poco de publicidad gratuita? pues lógicamente las que quieren pasar desapercibidas, los que quieren un perfil bajo porque igual de puertas para adentro la casa no está tan limpia. Un motivo más para investigarlos.

Ha podido comprobar que su andadura comienza con varios contratos con el Ayuntamiento y la Comunidad. También resulta ilustrativo que en los lugares donde construye siempre gobierne el mismo partido. El tema de las concesiones y recalificaciones sería otro campo donde investigar, pero ahí él ya no se mueve como pez en el agua, lo suyo es la contabilidad y el tema fiscal. Ha estado a punto de contárselo a Mónica, pero cuando la ha visto echando arena para atrás, como los toros antes de embestir, ha preferido meterse la lengua en el culo y callarse la boca. Se imagina la respuesta de ella y es que eso en todo caso correspondería a anticorrupción y no necesariamente a la UDEF. La cosa ahora está tan tirante que da por sentado que, si le lanza esa pelota, ella le va a dar de tacón fuera del área.

No, como tantas otras veces, todo va a depender de lo que él haga y de su iniciativa. Decide trazar un plan: tendrá que apañarse con lo que tiene y volver a revisar toda la documentación disponible. Tiene que haber otra forma de encontrar indicios en contra de Wkm. Pero ahora toca lo que toca, trata de conformarse mientras vuelve sobre la carpeta que le ha pasado Mónica.

- Vamos al lío – suspira.


Santiago tiene previsto viajar a Madrid. En un par de días tomará un vuelo desde Italia, donde se encuentra ahora. Siempre a caballo entre los dos países, está cansado. Piensa que debería retirarse, son muchos años bregando con un trabajo que lo sitúa en el limbo de lo legal, frontera que traspasa con demasiada frecuencia. No le apetece acabar su carrera cumpliendo una condena de prisión a estas alturas, aunque sea una pena mínima. Tiene que aprovechar y disfrutar de todo lo que ha ganado, que es bastante porque pagan muy bien sus servicios. Pero ahí está el problema, en que no sabe disfrutar del dinero ni de tanto tiempo libre. No tiene claro si sabrá adaptarse porque hasta ahora lo que le da la vida es su trabajo.

A ver, que no es que no sea capaz de disfrutar de la buena vida que su actividad le permite: viajar en primera, comer en restaurantes caros, vestir bien, permitirse caprichos como el Rolex Daytona que lleva de su muñeca y tener aventuras con distintas mujeres. Respecto al sexo, hace tiempo que perdió ya frescura. Aunque físicamente se conserva bien es evidente que tiene una edad, pero su inteligencia, su capacidad de persuasión y su don de palabra le han permitido hacer conquistas allí por donde ha pasado, generalmente ligues breves, de ocasión, solo para desfogar y satisfacer su ego pensando que conserva intacta su capacidad de atraer a las mujeres. Ahora, el sexo ya no es una necesidad perentoria, de manera que se dosifica bien y prefiere la comodidad de tener sexo de pago con una escort. Tan solo muy de vez en cuando, el tiempo y las ganas hacen que se permita intentar una conquista. Solo para saberse en forma, solo para saber que aún conserva cierta capacidad de atracción, pensando siempre en que algún día se retirará y quizás quiera sentar la cabeza. Entonces, en su vida habrá espacio y tiempo para una relación fija. Santiago tiene tantas cosas postergadas para el futuro que realmente no sabe qué pasará cuando llegue este. Quizás se siente inseguro y por eso le está costando tanto dejarlo, porque en su presente es alguien, hace cosas que le gustan, gana mucho dinero y tiene esa sensación de poder, de control. No sabe qué sucederá cuando ya no permanezca activo. Pero va ya tocando, se acerca la hora de tomar una decisión, piensa antes de marcar el número de Valentín. Movidas como estas ya le van viniendo largas y lo que antes ni se planteaba (y que luego pasó a convertirse en una posibilidad), poco a poco se va convirtiendo en una certeza: habrá algún momento en que mantenerse en su puesto le resulte más penoso que agradable. Va siendo hora de hacer cambios en su vida y despejar la incógnita de si está preparado para una jubilación.

Marca el teléfono y espera un par de tonos de llamada. Luego cuelga para esperar que sea Valentín el que lo llame desde una línea segura.

Apenas tarda.

- Hola Santiago.

- Hola.

- ¿Algún problema?

- ¿Que estáis haciendo en Arganda del Rey?

- Lo de siempre chalets y un centro comercial.

- Lo que hacéis con los ladrillos no me importa, me refiero a si el proyecto está limpio.

- Santiago, está todo controlado.

Esa respuesta le sienta como una patada en el culo.

- ¡Y una mierda está todo controlado, porque el que controla soy yo y me acabo de enterar! Valentín, no me gusta nada como estáis funcionando desde hace ya algún tiempo. Estáis cambiando negocio por seguridad cuando ambos deberían ir de la mano. Era más seguro mantener un perfil bajo.

- La legislatura se acaba y hay otros peces más gordos intentando ponernos freno y cortarnos el pienso. Hemos crecido mucho en muy poco tiempo, tenemos que aprovechar para posicionarnos y para ganar todo el dinero posible. Si conseguimos una buena cuota de mercado y crecer lo suficiente ya no podrán echarnos. Tú sabes cómo va esto.

- Claro que lo sé, esto va de hacer mucho dinero en poco tiempo por si la cosa se tuerce y hay que cerrar o bajar el nivel. De montar un negocio demasiado gordo para para garantizaos un sitio en la mesa de los poderosos, quizás al lado de Florentino. Pero ese no es mi trabajo, mi trabajo es que no te pillen y no puedo hacerlo si no me das la información. Últimamente todo esto está lleno de agujeros y por alguno de ellos nos van a meter un palo en el culo el día menos pensado. Eso es lo que significa lo que me estás diciendo de que no puedes parar la máquina, no sé si eres consciente.

- Santiago, los dos sabemos que esto excede de tus posibilidades, no puedes estar a todo a la vez, el volumen es demasiado alto. Si te pasara todo lo que tengo no darías abasto.

- Si quieres hacer las cosas bien hay que ir más despacio, ya te lo he dicho muchas veces.

- ¡No se puede ir despacio joder! ¿Es que no has entendido nada? Santiago, somos un Ferrari.

- Sois un niñato de dieciocho años conduciendo un Ferrari. Todos sabemos cómo puede acabar esto.

- Tenemos contactos, hay mucha gente implicada, está todo controlado, nadie se va a meter con nosotros. Si hay algún problema lo taparemos.

- Querrás decir que si hay un problema me tocará taparlo a mí. Tú lo has dicho Valentín: yo ya no doy abasto. Ni aunque me dedicara en exclusiva a trabajar para ti podría gestionar y prevenir todas tus movidas y, mucho menos, apagar todos los fuegos que vas encendiendo. Algún día el bosque se va a quemar y te va a pillar dentro.

Valentín no contesta, se limita a negar con la cabeza como si estuviera discutiendo con un niño pequeño. Es Santiago quien retoma la conversación tras unos segundos de incomodo silencio.

- ¿Puedes asegurarme que la urbanización esa del Jarama está limpia? Ahí tenemos a Paloma Gálvez.

Valentín levanta las manos en un gesto que podría significar cualquier cosa, pero que parece querer decir que esa promoción también tiene truco. Santiago interpreta su silencio como un no.

- ¿A quién se le ha ocurrido la maravillosa idea de meter a Paloma Gálvez en una promoción tocada?

- ¿Qué te pasa con Paloma? En todos sitios tenemos a alguien. Que haga su trabajo y nosotros nos ocuparemos de lo demás, como siempre.

- Teníamos un acuerdo con Paloma. Ella se callaba la boca y nosotros la manteníamos al margen de cualquier situación comprometida.

- Pues que siga muda y se dedique a sus labores. Ya se lo dije cuando me llamó.

- Valentín, te vuelvo a preguntar ¿Está limpia la promoción?

- Hemos tenido que tocar a alguna gente en el Ayuntamiento y también en la Comunidad de Madrid. Aquello está en el borde del parque natural pero el tema está controlado.

- ¿Eso es un hecho o un deseo?

- ¿Es ella la que te ha ido con el cuento?

- Ha recibido una visita.

- Sí, lo estoy investigando, supongo que será una inspección de rutina.

- Esta tía tiene olfato, sabe lo que hace y no parecía muy contenta cuando me ha llamado.

- Paloma no tiene por qué contactar contigo para nada.

- Pues lo ha hecho, así que asegúrate de que no tenemos allí ningún problema y si hay algo raro me llamas para que me ocupe yo personalmente.

- Lo comprobaré.

- De acuerdo.

Valentín cuelga y Santiago bloquea el móvil y se lo mete en el bolsillo. Se queda mirando hacia una de las tiendas que hay al otro lado de la calle, justo enfrente del bar donde está sentado tomando un café. No le gusta un pelo lo que está pasando y tampoco le gusta nada que sea precisamente Paloma la que lo haya tenido que poner sobre aviso. Todavía recuerda la mirada de aquella mujer cuando consiguieron comprarla extorsionándola. No es de las que se aguantan sin más. Santiago sabe reconocer una mirada peligrosa y aquella mujer tenía el peligro en los ojos. Supo tragarse el cabreo, la bilis y el veneno, pero no es de las que olvida ni de las que te puedes permitir dar un paso en falso con ellas. Ya la cabrearon una vez y (chica lista), fue lo suficientemente prudente como para no pelear una batalla que sabía que no podía ganar, pero es de aquellas personas con las que no conviene repetir apuesta. Le da un mal palpito. Hubiera preferido no volver a tener noticias suyas, su instinto le dice que es mejor no tocarle los ovarios.

Santiago decide no esperar a la llamada de Valentín. De todas formas, tenía que ir a Madrid de manera que decide adelantar el viaje. Abre el portátil y empieza a mirar billetes de avión.
 
Me está gustando un montón. 😄😄

A ver cómo se enlaza a Marta con Paloma.

Cuando me olvido que estoy leyendo una historia en un foro de relatos eróticos es cuando me doy cuenta que la historia me está apasionando. 😄😄
 
5



De vicios y familia.



La mujer hace un gesto dando dos veces con el dedo índice encorvado sobre la barra. Un crack, crack de la uña retumbando sobre la madera noble que atrae inmediatamente la atención del camarero, pendiente de cualquier detalle. En aquel lugar no trabaja cualquiera, solo profesionales con mucho oficio y la necesaria inteligencia emocional para anticiparse a los deseos de los clientes.

- ¿Le sirvo otro Margarita, señora?

Y sin embargo acaba de cometer un error. La mujer lo mira con ojos penetrantes solo un par de segundos antes de asentir, ha conseguido sacarla de su apatía, pero no en el modo que ella quisiera. Lo de señora sobraba. Que no es que le moleste, en su casa le gusta que el servicio la llame así y también cuando va de compras, o a la selecta peluquería donde hoy le han hecho un cardado con una buena dosis de laca que le da volumen a su pelo y lo hace parecer más recio y abundante de lo que realmente es. Pero allí no. Cuando está en ese local lo de señora suena a viejo, a apagado e incluso un poco sórdido. No pagan una cuota de casi ochocientos euros al mes para estar en un ambiente como podría ser el de cualquier club liberal de barrio. Allí las bebidas son de primeras marcas, los camareros van correctamente uniformados, las instalaciones están impolutas y el sitio está decorado con gusto, un poco barroco y recargado quizá, al estilo de un palacio versallesco, pero con gusto. Las normas también son mucho más estrictas: no se permiten los malos modos, ni la gente desnuda por las instalaciones comunes y por mucho dinero o muy poderoso que sea un hombre, no puede acceder allí solo ni tampoco en compañía de chicas contratadas, lo cual hace que la proporción entre hombres y mujeres siempre se mantenga equilibrada.

Recuerda con horror la visita que hizo con su marido a un local muy popular en Madrid. Y eso que se lo habían recomendado como uno de los mejores. Se sintieron extraños entre gente que no pegaba ni en educación ni en cultura con ellos, con unas formas y maneras que dejaban mucho que desear. Un sitio que a pesar del olor a desinfectante y del aspecto limpio de las sábanas y camas, no resistía su escáner para el polvo y los ácaros. Y lo peor de todo era que permitían el paso a hombres solos. En teoría no a la zona de parejas, pero si la noche estaba floja, acababan dejándolos entrar previo abono de un suplemento. Aquello se llenó de moscones, de gente que no guardaba las formas, todo muy animal y bruto, lo cual, si bien a su marido parecía divertirle, a ella le provocó rechazo.

- Vámonos de aquí - le dijo enfadada cuando apenas llevaban tres cuartos de hora y ya habían rechazado al menos una decena de intentos de acercamiento - A mí me llevas a un local con clase o no vuelvo a salir para jugar a esto.

Y así fue como acabaron por fin encontrando el lugar para sacudir las telarañas de su vida de alcoba. El Círculo Cultural de Miraflores se lo recomendó a su marido un cliente que también tenía gustos parecidos y la verdad es que acertaron: un local exclusivo donde solo entran socios, limpio, discreto y con camareros jóvenes y atentos, excepto este idiota.

La mujer es delgada, con un cuerpo sin flacideces gracias al pádel, al cardio y al yoga. Las tetas se le mantienen bien altas porque para eso son operadas. También se retocó un poco la nariz y los ojos. Su cuerpo alto y su andar estiloso todavía conservan trazas de modelo a pesar de sus cuarenta y tantos años largos. Claro, hasta que aquel camarero impertinente la vuelve a colocar en su sitio con un “señora” que se le clava en las tripas y que en ningún otro sitio le hubiera molestado, pero allí sí. Toma su copa y no se molesta en darle las gracias. Le hace un gesto a su marido que aburrido, apura su whisky. Esa noche hay poca gente y entre los que hay, nadie apetecible para hacer algo especial, porque para un polvo normal ya tienen ellos su cama y no necesitan acudir al círculo.

- Mira quién ha venido - murmura ella entre sorbo y sorbo de su Margarita.

Su marido levanta la vista y la fija en una mujer algo más bajita que su esposa, delgada, aunque con un buen culo. Lleva un traje chaqueta un poco por encima de los muslos, pelo recogido en un moño bien trabajado. Elegante y sobria, camina sin fijar su vista en nadie en particular y se sienta en una mesita del rincón. A pesar de los cómodos sofás, elige una silla entre rococó y art deco sobre la que cruza las piernas y hace un gesto a uno de los camareros que asiente. Es una habitual y no necesita decirle lo que quiere beber. Un vaso donde dos hielos lanzan destellos cobrizos vuela hacia su mesa y hasta el tercer trago, no levanta la cabeza y echa un vistazo al salón. Es entonces cuando sus miradas se encuentran

- ¿Te apetece? - pregunta la mujer.

- ¿Tú crees que querrá jugar hoy?

- Claro, si no ¿porque crees que está aquí?

La pareja hace volar hacia ella una sonrisa un poco impostada, como aquellos que se preparan para hacer un negocio o una transacción comercial. Paloma los ve y no se inmuta lo más mínimo. Contesta levantando la copa de bourbon en un mudo brindis. Es su forma de decirles que sí, que le apetece, pero que todavía no está lista. No hasta la segunda copa por lo menos. Su rutina siempre es la misma: intentar beber lo suficiente para anestesiarse un poco y luego tener sexo. Ya ha renunciado a los ligues esporádicos, a probar fortuna a través de aplicaciones informáticas o a pelo en la barra de algún bar. Prefiere ir a lo seguro.

La pareja se le acerca. Ya se conocen y saben cuál es el protocolo. Entablan una charla informal hablando de banalidades, ese tipo de charla que la gente de clase alta domina perfectamente: dejar pasar el tiempo hablando mucho y sin decir nada, siendo corteses, ocultando tras sus deferencias lo que no es más que clasismo puro y duro. Paloma lo sabe, van de exclusivos, de educados, de saberlo todo, de autosuficientes, cuando en realidad esa meritocracia que venden es totalmente impostada. Se creen mejores por tener dinero, pero el dinero les ha venido regalado vía herencia. Si son empresarios es porque sus padres les han montado la empresa o la han heredado. Si tienen éxito es porque se pueden permitir el lujo de fracasar una y otra vez hasta que aciertan, no tienen problemas de embargos ni de hipotecas, entre los de su clase siempre se apoyan, todos hacen negocios con todos y se pueden pagar los mejores asesores.

Paloma da el perfil: arquitecta, trabajando en una profesión liberal, ganando mucho dinero, construyendo sus propios diseños, el traje le viene a medida para relacionarse con este tipo de gente que la acepta entusiasmada como a una de los suyos. No meten a cualquiera en su cama, eso es lo que vienen a decir, aunque luego en la cama den rienda suelta a perversiones que harían palidecer a cualquier choni poligonera. En el fondo Paloma siente repulsa, no es con la gente que se relacionaría habitualmente, pero no está allí para hacer amigos, está para obtener placer, para desconectar su cerebro de la realidad diaria, para darse un chute de endorfinas que le permita relajar la tensión y quedase tranquila por unos días. Y para eso se encuentra en el sitio ideal, un lugar donde (aunque las pasiones sean bajas) el decorado es bonito, donde nadie tiene que disimular lo que quiere y lo que pretende, donde como en un supermercado, llegas, eliges y consumes.

Paloma pone buena cara a lo que le dicen, sigue la conversación mostrándose amable, llevándoles la corriente, refugiándose en tópicos y en frases evidentes para no crear malestar. Con el segundo bourbon ya se está cloroformizando. Con el tercero está lista y es ella misma la que les propone pasar a una habitación. No es un simple somier con sábanas bajeras como en los clubs normales lo que se encuentran, en una habitación de paredes lisas, con láminas fotocopiadas de dudoso gusto. Es una cama completa, extra grande, con un pequeño aseo, albornoces y toallas limpias. La puerta no tiene pestillo, está prohibido encerrarse, pero las normas también son claras: nadie puede acceder a una de las habitaciones si no es invitado por las personas que están dentro. Hay todo un código que indica si las parejas desean intimidad, ser solo vistas, si desean interactuar con otras parejas, si desean un chico o una chica. Todo va en función de si dejas la puerta abierta o no, de cómo colocas la cinta de distintos colores en el pomo y sobre todo del intercambio verbal. Hay que pedir permiso para entrar y, ante la duda, aclarar si quienes están en la habitación te admiten en el juego o no. Nadie puede forzar, insistir o molestar. Si en algún momento la cosa se tuerce o no transcurre tal y como alguien esperaba, puede abandonar la habitación libremente o pedir a los que han entrado después que la dejen. Está prohibido enfadarse o montar espectáculos. Luego, hay otras salas más amplias donde van las parejas que buscan un intercambio total, que no les importa tanto con quién están sino el hecho de participar en nuevas experiencias colectivas. Paloma ya ha probado también a jugar a eso, pero no le resulta del todo satisfactorio, de modo que prefiere jugar a dos o a tres bandas como mucho. Sus fetiches son muy concretos y no funcionan bien con demasiada gente alrededor. Y hoy es de los días que necesita descargar adrenalina.

Se colocan en torno de la cama como si tuvieran ya estudiada la coreografía. Ella también conoce los gustos de la pareja y sabe que no habrá problemas en el reparto de papeles. Se quita el vestido quedándose en tacones y bragas. Un liguero y unas medias ajustadas de rejilla son los únicos complementos. No lleva sujetador y sus pechos se muestran naturales y alzados. La mujer hace lo mismo, la única diferencia es que conserva el sujetador. Tiene un busto más voluminoso. Paloma, que ya la ha visto desnuda antes, piensa que en su juventud tuvo que lucir espectacular. Con ese tipazo y sin las arrugas que te va dejando la vida debía volver locos a los hombres. Los que tienen pasta eligen bien. Aunque en este caso no saldría decir cuál de los dos es el que puede presumir más de trofeo. Paloma es buena observadora y se da cuenta de que años de buena vida han dado lustro y un buen barniz a la mujer, pero no consiguen ocultar del todo ese anhelo de exclusividad, ese mirar por encima del hombro, ese resentimiento contra todos lo que no sean de tu clase, que a los hijos les sale de forma natural, pero en el caso de esta mujer le aparece desde el resentimiento. Ella no tiene pedigrí pijo, de niña bien, aunque como pasa muchas veces, es peor la recién llegada que quiere destacar que los que pertenecen desde siempre a esa clase exclusiva. Está claro que no fue la unión de dos iguales, simplemente fue una transacción donde ambos tenían algo que ofrecer. Sí, es posible que el trofeo haya sido mutuo concluye y decide centrarse en lo que ha venido a hacer, que ya está bien de darle a la cabeza. Ahora toca activar la piel, las entrañas, las terminaciones nerviosas, necesita un subidón, un pelotazo de placer que le permita volver a casa, darse una buena ducha y meterse en la cama relajada.

No han elegido esa habitación al azar: es la habitación donde se practican algunos juegos más duros de lo normal. En un armarito se encuentra todo un arsenal compuesto por cadenas, porras y fustas.

- ¡Desnúdale! - ordena paloma.

Y la mujer obedece. Desnudo ya no parece tan importante el hombre, ni tan seguro de sí mismo. Quizás sea ese sentimiento de estar desvalido es lo que lo atrae. el sentir por unos momentos que pierde el control, que está merced de otro. El perder su seguridad, el saber que el suelo sobre el que pisa se tambalea, que su dinero, su posición y su apellido no valen aquí. Quizás esa sea la sensación que busca, lo que lo excita, a todos nos gusta lo inaudito, lo extraño, lo inhabitual.

Le sujetan una correa al cuello y la correa es enganchada una cadena.

- ¡A cuatro patas! ¡Pasea al perro! - ordena Paloma mientras cierra la puerta. No desean público. Sin espectadores pueden ir más lejos en sus juegos.

El hombre es obligado a caminar en círculo. La mujer tira de él sin contemplaciones, obligándolo a moverse más ligero.

-Maldito animal ¡Camina, joder! ¡No me obligues a darte una paliza!

Cada vez que pasa junto a la cama Paloma le da un fustazo en las nalgas o en la espalda. Con cada golpe, la verga va adquiriendo dureza y pasa de colgar entre sus piernas a estar totalmente en erección y paralela a su vientre. No está mal de tamaño, igual que el tipo, tampoco desmerece físicamente. Aún en esa postura tan humillante y forzada, muestra que a pesar de su edad tiene un cuerpo cuidado y relativamente musculoso. Pero eso ya lo sabe ella porque no es la primera vez que forman un trío. También sabe que le gusta ser humillado y tiene una vena masoquista que es necesario alimentar, pero que al final hay premio porque el tipo es buen amante y por supuesto entregado a sus órdenes. Aguanta bastante y se deja manejar.

- Lo tienes muy mal educado, vaya mierda de perro - indica mientras se levanta y lo toma por el pelo obligándolo a levantar la cabeza - vamos a tener que castigarlo - concluye mientras le mete la mano entre las nalgas y desde atrás le agarra los huevos apretándoselos con fuerza.

El hombre no protesta, se limita a emitir un quejido, dolorido, pero a la vez se estremece de placer. Paloma vuelve a apretarle los genitales y una gota de líquido transparente sale de la punta de su polla.

- Estás deseando montar a una de estas dos perras ¿verdad? Pero esto no es tan fácil, tienes que ganártelo, cabrón ¡Quítate las bragas! - le ordena a la mujer que obedece sin dudarlo, con un punto de vicio en la mirada.

Paloma puede imaginarla en sus inicios en el mundo liberal, cuando ya aburridos de fornicar de todas las maneras posibles él le propuso acudir a uno de estos locales. Siempre son ellos los que toman la iniciativa y siempre son ellas las que fruncen el ceño pensando que no es buena idea, pero luego transigen. Este, seguro que es el caso, como si lo viera por un agujerito. Las pocas palabras intercambiadas las veces que han estado juntos, le permiten reconstruir lo que seguramente habrá sido el camino recorrido por estos dos en el mundo liberal.

- La idea de iniciarnos fue suya - confesó ella entre copa y copa como si tal cosa ya no importara.

Paloma está segura que la mujer al principio debió resistirse, no quería abrir su coto privado, aunque posiblemente ambos por separado se habían puesto ya los cuernos. Cuando te cansas es mejor así, sin malos rollos, sin que nadie se entere y sin que el uno sospeche del otro. No mezclemos la casa con lo que sucede fuera y todo irá bien. Pero cuando un marido se atreve a proponerte eso es que pasan dos cosas: la primera es que ya se está empezando a aburrir y la segunda es que de alguna forma todavía te guarda la lealtad suficiente como para proponerte jugar juntos. Si hubiera decidido ponerte los cuernos de forma permanente o echarse una amante, hace ya mucho que lo estaría haciendo sin pedirte permiso. A la mujer debió parecerle mejor entrar en el juego que cerrar la puerta y que el marido saltara por la ventana a otras aventuras. Al fin y al cabo, la pareja que disfruta junta no se es infiel. Y tras varios intentos infructuosos acabaron en este círculo liberal donde ya han podido dar rienda suelta a sus perversiones. Al principio más él que ella, pero luego también la señora parece haberle cogido el gusto. Ya puestos ¿Por qué no pasárselo bien? ¿Por qué no invertir los papeles y dejar de ser la esposa sumisa, bien hablada, la mujer florero que queda bien en todas las conversaciones, en todas las reuniones y en todas las fotos familiares, a la que no le falta de nada pero a la que tampoco se le pide nunca voz ni voto? Aquí manda ella y eso le gusta. La pone bastante porque sabe que tiene vía libre para hacer lo que quiera con su marido y también con otros. Así que ahora ha perdido la vergüenza, si es que alguna vez la tuvo. O más bien lo correcto sería decir que ha adquirido confianza y sabe que, en ese lugar y en ese momento, están permitida cosas que en cualquier otro sitio o situación serían impensables.

Se quita las bragas con un movimiento lento, sensual. Llamar bragas a esa pieza carísima de lencería que lleva puesta es casi un crimen. Se adaptan como una segunda piel, son elegantes a la vez que sensuales, marcando la forma de su cintura, adaptándose al bulto de su pubis, señalando los labios de su sexo, tan finas y delicadas que se podría adivinar cada arruga de su himen. Por detrás se pierden entre sus cachetes. La mujer todavía mantiene buena parte de su hermosura, pero una ayuda tampoco está mal, piensa Paloma mientras la ve por fin despegarlas de su intimidad y dejarlas caer sobre la cama.

- Ábrete de piernas y ponte en el borde.

Ella obedece ofreciendo impúdicamente su vulva mientras se mantiene semi incorporada, apoyándose en sus codos para no perder detalle de lo que sucede.

- Perro, huélele el coño.

El otro se hace un poco el remolón. Conoce lo que viene después. Paloma sabe que es algo que no suele practicarle a su mujer en la intimidad, por eso ha elegido esta forma de humillarlo. El hombre vacila, lo hace a propósito porque quiere provocarla y ella responde con un fustazo que se le marca en una de las nalgas y le alcanza los testículos por detrás. Ahora sí se acerca y olisquea entre las piernas de su pareja.

- Lame. Como si fueras un San Bernardo bebiendo agua. Que se oiga. Ponle ganas o te meto mi tacón por el culo.

El otro se estremece de placer y comienza a usar la lengua. Al principio a tontas y locas, como ella le ha ordenado, llenándola de saliva y pasando la lengua por su perineo, por sus muslos y por fin, por su coñito. La mujer se remueve satisfecha. Es un extra al que no está acostumbrada y todo aquello la pone mucho. El tipo no está muy habituado y no concentra sus lamidas donde debe, sino que las va repartiendo con una frecuencia desigual, así que la mujer lo agarra del pelo, le da una torta en la cara y la hunde entre sus muslos, guiándola con la mano hasta que la lengua da en el sitio correcto.

- Así, ahí, ahí es donde tienes que lamer perro y ahora más rápido, no te pares.

El otro continúa a la vez que ella empieza a gemir. Un fustazo en el culo lo interrumpe.

- ¡No te pares! - le grita Paloma mientras le pasa el cuero por entre los muslos.

Él continúa, haciendo que su mujer se retuerza de placer. En aquel momento y en aquel sitio es consciente de que ella manda y puede hacer lo que le dé la gana. La advenediza, la que gracias a su buen físico obtuvo un puesto muy por encima de su categoría, aquella a la que siempre trataron con cierto desapego y con aires de superioridad en su familia política, aquella a quien no engañaban las falsas sonrisas ni la amabilidad impostada, obtiene por fin su venganza, aunque sea en privado, aunque sea con solo una espectadora. Puede permitirse ser ella la que tome el mando, la que haga lo que le dé la gana y eso le provoca un placer equiparable al orgasmo. Sabe que no tendrá consecuencias, que en aquel momento y en aquel sitio su marido no solo se lo permite, sino que disfruta con esta transgresión, que encuentra un placer masoquista inmenso que no podría permitirse mostrar en ningún otro ámbito de su vida, que ese escarnio es también es su válvula de disfrute. Y Paloma es su cómplice. Una de tantas porque siempre eligen a mujeres. Pero Paloma es buena, muy buena, aunque se vende cara porque no siempre aparece por allí y no siempre es posible coincidir con ella.

- Métele los dedos gilipollas ¿no ves como la tienes? hazla a disfrutar ¿o es que eres tan inútil que solo sabes dar lengüetazos al aire? – le espeta mientras le tira del pelo y le fuerza a separar la cara, toda llena de flujo pegajoso para mirarla.

El obedece. Introduce dos dedos de golpe que se hunden sin dificultad en la vagina húmeda de su esposa, separando los labios que forman una larga raja desde el perineo hasta el clítoris.

- Con cuidado imbécil.

Él ralentiza el gesto y ahora lo hace más lentamente, sacando y metiendo dos dedos y presionando con el índice hacia arriba a la vez que continúa lamiendo. Ahora sí, poco a poco la mujer se tensa, se curva arqueando la espalda, cierra los ojos, se pasa la lengua por los labios humedeciéndolos y la deja fuera como si estuviera mamando o succionando algo. Su pecho sube y baja agitándose, su vientre se contrae en espasmos de gusto. Los jadeos se aceleran y pronto se pone tensa, estira los pies atrapando al hombre entre sus muslos y emite un gemido ronco y profundo. Al final, un grito liberador anuncia que se corre. Ahora abre los ojos mucho, la saliva le corre por la comisura de la boca y se queda como sorprendida, mirando al infinito. El orgasmo la ha dejado desorientada, ha sido muy intenso.

Su esposo mantiene la posición a cuatro patas, sin moverse del sitio, esperando órdenes. Paloma decide que es buen momento para desahogarse. Reconoce ese punto en el que está excitada y dispuesta para el placer. Ni demasiado pronto ni demasiado tarde, justo cuando su libido se ha puesto a trabajar y alcanza su nivel máximo.

- Súbete a la cama, perro.

El otro obedece. Con la fusta lo obliga a darse la vuelta y a ponerse boca arriba.

- Ponle un condón - le ordena a la mujer que obedece de forma mecánica. Aún está un poco aturdida y ella ya ha obtenido su placer, por lo cual actúa un poco indolentemente.

- Venga, que los demás también queremos disfrutar - le apremia Paloma.

Sabe que si ella se queda al margen la cosa decae, el triángulo para que funcione debe permanecer con todos sus miembros activos. La esposa le enfunda un preservativo y Paloma se quita las bragas poniéndoselas en la cara al tipo. Toma gel lubricante y lo esparce por sus labios exteriores e interiores. Ya no se moja como una jovencita y el roce con el preservativo le puede provocar más tarde escozor y sequedad, de modo que con el resto sobrante le embadurna bien la verga y luego se monta a horcajadas, flotando la punta contra la entrada de su vagina. Se la mete poco a poco hasta que hace tope. Tiene un tamaño medio, ni muy pequeña ni tampoco muy grande. Todavía no se ha acostado con un hombre que supere a Stefano en tamaño. Desecha el pensamiento con cierto enfado. No quiere ni pensar en él vaya a ser que se le agüe la fiesta, pero tiene que reconocer que a pesar de todo era un excelente amante el muy cabrón. De hecho, no puede evitar compararlo con los hombres con los que se va acostando. Rápidamente aparta el recuerdo y vuelve a concentrarse en la realidad, evitando aquel tema que la pone de mala leche. Se folla a aquel tipo como si se estuviera follando un consolador atado a un trozo de carne, solo buscando el estímulo físico, ignorando la conexión personal. Para ella solo es un juguete sexual dentro de la fantasía que está realizando allí. Empieza a tocarse, presiona su clítoris con ambos dedos, luego los separa y los vuelve a juntar pellizcándolo. Está poniéndose caliente, muy caliente. El tipo también resopla y ella le coge la cara con la mano apretándole las mejillas.

- Ni se te ocurra correrte cabrón, no te lo permito ¿lo entiendes?

Él intenta contestar, pero la presión sobre su cara hace que sólo emita un gorgoteo ininteligible.

- ¡Que te calles gilipollas! eres solo un perro y tu única misión es obedecer a tus dueñas.

Acto seguido coge la braga que estaba sobre su cara y se la mete en la boca casi provocándole asfixia.

- A ver si así, con el pico cerrado, no te oigo ladrar - dice mientras continúa follándoselo.

La mujer mira complacida, cediéndole ahora el protagonismo y la propiedad sobre su esposo. Ha obtenido su goce que se ve prolongado más allá del orgasmo al ver como siguen humillando a su marido. Paloma aprieta con más fuerza los dedos sobre su clítoris, iniciando un movimiento circular rápido e intenso que la lleva al orgasmo. Se corre mientras se aprieta uno de los pechos con la mano y con la otra mantiene la presión entre sus piernas. Su cintura se mueve delante y atrás y sus muslos se tensan hasta que por fin termina. Cuando acaba, todavía se mantiene unos momentos sobre él y finalmente se saca la verga de sus entrañas y se tumba en el lado libre de la cama.

- Quita el preservativo a este imbécil y dime que no se ha corrido. Como no me haya obedecido se va a ir con marcas a su casa - afirma mientras mueve la vara en el aire.

La mujer le muestra el condón vacío. Al parecer se ha portado bien. Paloma le saca las bragas de la boca y le pasa la fusta por la mejilla, en tanto que el otro recupera la respiración con dificultad, tosiendo varias veces.

- ¿Quieres descargar? Si quieres correrte tendrás que hacerlo como el perro que eres.

Él asiente con la cabeza sin atreverse siquiera a hablar. Este juego ya lo han repetido en otras ocasiones, de manera que basta una seña a su esposa para que sepa lo que tiene que hacer. Ella se coloca a cuatro con los brazos apoyados en la cama, en una posición cómoda, mientras que Paloma tira de la cadena atada al collar del cuello y lo hace que ande como un perro por el suelo, dando un par de vueltas.

- Móntala - le ordena.

Él se sitúa detrás y penetra a su mujer con cierta brusquedad. Le puede el ansia: le ha costado la misma vida contenerse antes con Paloma. Mueve el pene buscando la entrada a la vagina porque en el primer empujón la ha sacado demasiado y ahora está fuera. Consigue volver a meterla y la empuja con fuerza, sin consideración, exactamente igual que haría un perro. Ella levanta un poco la grupa, separando las rodillas y abriendo un poco las nalgas para que resulte más fácil. Continúa follándosela durante unos minutos, apenas tres o cuatro no más, hasta que encuentra una inclinación que le permite dar golpe de cintura más fuertes y también coger el ritmo adecuado haciendo inevitable su orgasmo. Se corre resoplando, agarrado a la cintura de su esposa, forzándola a pegar el culo contra su pubis para que reciba toda la descarga lo más dentro posible. Jadea como un auténtico animal en celo mientras eyacula varias veces en su interior. Paloma acompaña cada espasmo con un latigazo en el culo que lo haga hace enardecer. La mezcla de castigo y placer lo deja satisfecho y rendido, inclinado hacia adelante sobre su mujer, empotrándola entre él y la cama. Y así permanece un rato hasta que por fin recupera el control. Cuando se retira ella cierra los muslos entre los cuales se ve un buen chorro de semen que ha salido de su coño.

- Huélele el culo perro.

Él parece no entender la orden, todavía está un poco obnubilado. Paloma agita la fusta delante de su cara.

- Mete la nariz y la lengua entre sus nalgas, te he dicho.

El otro obedece y lame desde atrás a su mujer.

- Mejor túmbate, este inútil no tiene la lengua lo suficientemente larga…

La esposa se levanta y se echa en la cama abriéndose bien de piernas.

- Perro, lámele todo el coño hasta dejárselo bien limpio. No quiero ver una gota de flujo ni de tu semen manchando su piel.

Nuevamente el hombre cumple la orden, aplicándose con esmero y usando su lengua cuál bayeta para dejar todo lo limpia que puede a su mujer. Esta se queja de cosquillas, tiene ganas de hacer pipí y muy sensibles sus partes íntimas.

- Tengo que ir al servicio - indica mientras que el hombre alarga el brazo hacia un mueble auxiliar donde hay agua y bebidas. Está sediento, pero Paloma le da un nuevo latigazo en la mano.

- ¡Ahí no! tu bebe donde beben los perros.

Lo manda al pequeño aseo que hay en la habitación, que cuenta con un lavabo y un bidé además de una pequeña ducha. Le abre el agua al bidet y le dice que beba ahí, que los perros tienen que beber en su recipiente. El marido obedece. Entre tanto, Paloma detiene con la mano a la mujer que se va a sentar sobre el inodoro.

- Espera.

Cuando el otro ha terminado de beber le da una patada en el culo y una nueva orden.

- ¡A la ducha, perro malo y sucio! Túmbate con las patas para arriba.

Entonces invita a la mujer a ponerse sobre él con las piernas separadas.

- Méate encima de este despojo - le sugiere al oído.

Ella se concentra. Al principio parece que le cuesta, no había previsto esa parte del juego, pero tiene muchas ganas, así que por fin cuando el chorro rompe sale incontenible, un buen chorro de orín que impacta sobre el pecho y la cara de su esposo. El otro soporta aquella lluvia dorada. En ese momento parece molestarle, pero pronto comprende que es un elemento más de morbo, algo que hasta entonces no habían probado y que cuando recuerde el encuentro, hará que se ponga muy caliente y que desee volver a repetirlo. De manera que soporta toda la meada sobre su cuerpo, hasta la última gota.

- Este es tu premio por haberte portado bien. La próxima vez que nos veamos quizás me anime yo también a mearme en tu cara.

A partir de ahí consideran que el encuentro ha terminado. Hoy no pueden entretenerse mucho más al ser un día entre semana, quizás en un festivo o en otra ocasión pudieran prolongar más el encuentro que parece que, al menos al matrimonio, le ha sabido a poco. No hay charla informal, ni descanso en la cama mientras toman un aperitivo. Se apresuran a asearse y al terminar de vestirse, cada uno recupera sus roles habituales.

Salen de nuevo a la zona común y allí en la barra, se toman la última copa antes de despedirse. A Paloma se le ha hecho tarde.

- Nos gustaría verte fuera de aquí otra vez- le comenta el marido antes de separarse - ¿Por qué no vienes otro día a nuestra casa de campo?

- Para fiestas de ese tipo prefiero venir aquí.

- Las nuestras son aún más exclusivas. Creo que la última vez te lo pasaste bien.

Paloma duda un momento. Finalmente decide dejar la puerta abierta.

- Llamadme para la próxima que hagáis y ya me lo pensaré.

Se despiden amigablemente, como un trío de amigos que solo hubiera estado compartiendo unos vinos y un rato de charla. Paloma pide un taxi para ir a casa. Pega la cabeza al cristal frio, le agrada sentir el frescor en contraste con el bochorno de la calefacción. Ve su reflejo en el cristal, donde pavesas luminosas recorren la imagen distorsionada de su cara. Las luces la marean un poco así que cierra los ojos y se permite pensar sobre lo sucedido. Con esta pareja siempre ha tenido el mismo rol, el de domina, dirigiendo la función. La mujer también ha ejercido de dominatrix, pero con un rango inferior al de ella y el marido siempre como sumiso. El caso es que a ella le van los dos papeles, aunque al principio le llamaba más la atención ser sometida. Cuando pasó lo de Stefano se veía solo en ese papel que era con el que más disfrutaba, pero después y movida seguramente por la repulsa que le provocaba todo lo sucedido, empezó a explorar también su parte sádica. Y descubrió que le gustaba. Ahora alterna los roles según con quien le toque jugar. Esto amplía al doble sus posibilidades de disfrutar y ella lo aprovecha.

- Más despacio - le pide al taxista que aprovecha el poco tráfico nocturno para circular como si fuera Fernando Alonso intentando obtener la pole posición de un Gran Premio de Fórmula 1.

El otro levanta un poco el pie del pedal a pesar de lo cual, cuando la deja en casa se siente mareada. Ha comido poco, ha bebido mucho, le ha pegado un buen revolcón al cuerpo y ahora el vacío en el estómago, la tensión, el mareo del alcohol y las curvas del camino hacen que esté un poco inestable. Quizás no debería haber salido esa noche, pero odia cambiar sus planes, el cuerpo hacía ya bastantes días que le pedía un desquite y su mente también. Por unas horas ha conseguido dejar de darle vueltas a la visita que ha recibido esta mañana en la obra.

- ¡Mamá!

Paloma se da la vuelta para descubrir que acaba de coincidir con su hija. También vuelve tarde de donde quiera que haya estado, seguramente con ese novio nuevo que se ha echado.

- ¿Ahora llegas?

- Pues igual que tú.

Las dos entran en el ascensor. Paloma se tambalea un poco y su hija la agarra del brazo. No dice nada pero el olor a bourbon le llega, así como la mirada cansada con los ojos un tanto extraviados. Entran en casa y cierran la puerta, coincidiendo en silencio en el reducido espacio del recibidor, donde coreografían movimientos para no molestarse mientras dejan zapatos en el zapatero, abrigos en la percha y llaves y bolsos en la mesita de entrada. Los cuerpos no, pero las lenguas acaban por chocar poniendo voz a los reproches.

- ¿Dónde has estado?

- ¿Dónde has estado tú?

- ¡Basta! ¿Vas a seguir así toda la noche? soy tu madre, yo soy la primera que pregunto.

La hija la mira con aire condescendiente.

- Claro, preguntas primero para no tener que dar explicaciones.

- Yo no tengo que darte ninguna explicación.

- Pues entonces tampoco me la pidas a mí, que ya soy mayorcita.

- Bueno, eres mi hija y vives en mi casa, creo que tengo derecho a preguntar.

- He estado con Jorge.

- Lo suponía…

- Pues entonces para qué preguntas.

- Estarás tomando precauciones con ese chaval ¿no?

- Mamá, que no soy tonta.

- Eso espero, que no seas tonta y no te arruines la vida.

- Ya existe la píldora del día después así que no te preocupes - le responde provocadora.

- Mejor no llegar a eso.

- ¿Es lo que te inquieta? ¿Que me quede embarazada?

- Me inquietan muchas cosas. Estás empezando a vivir, dieciocho años no son nada. De como orientes ahora tu vida y de cómo trabajes en este momento tu futuro, dependerá lo que llegues a conseguir y también lo que acabes siendo.

- Bien, bonito consejo ¿Alguna lección más? ¿Algún error que tú hayas cometido y que yo no deba cometer? ¿Como por ejemplo que no beba?

Una nube negra pasa por los ojos de Paloma, que contesta arrastrando las palabras.

- Ha sido un día muy largo...

- Para ti todos los días lo son... ¿Cuándo has empezado a beber?

- No bebo.

- No te emborrachas y eso ya es buena señal, pero sigues bebiendo, puedo oler desde aquí el pestazo a Bourbon. Mamá, debes dejarlo completamente.

- Eso es asunto mío… y no te preocupes que lo tengo controlado.

- Consejos vendo que para mí no tengo. Si de verdad te preocupas por mí y quieres llevarme por el buen camino ¿no te parece que deberías empezar por dar ejemplo? Beber no te hace nada de bien. Ninguna de las dos queremos que vuelvas a entrar en depresión.

- ¡Basta ya! No lleves las cosas a tu terreno. Solo quiero que llegues a tu hora y que tengas cuidado en tus relaciones, supongo que no es mucho pedir teniendo en cuenta que vives en mi casa y te doy todo lo que necesitas.

- ¿Qué es esto? ¿Un contrato de alquiler?

- Llámalo como quieras pero es mi casa y son mis normas.

- Y si no las cumplo ¿me echas?

Paloma no está para discusiones en ese momento, el día no ha sido fácil y el efecto adormecedor y estimulante del sexo ha dejado paso al dolor de cabeza y el mareo que antecede la resaca.

- No me pongas a prueba - le contesta mirándola con furia.

Luego se dirige a su dormitorio dando por acabada la discusión. Su prioridad ahora es darse una buena ducha y cenar un vaso de leche con galletas antes de meterse en la cama. Hoy necesitará una pastilla para dormir.

- Hay que joderse - dice su hija lo suficientemente alto para que ella lo oiga.
 
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