La cena del Idiota

Lo de las artes marciales... ¿es por relacionarlo con algún personaje conocido? En ese caso la respuesta es negativa.
...
Lo de publicar en plazos semanales es porque necesito cierto margen para ir retocando. Quizás sea buena idea lo de acortar un par de plazos durante este periodo vacacional. Lo pensaré.
...
Y el título... pues qué mala noticia que opines eso, porque lo había elegido justo para que invitará a leerlo.
Precisamente por ser diferente a los típicos "infidelidad infiel", "mi esposa me traicionó", "me corneó con los cuernos"... y todo ese tipo de títulos demasiado... no simples.
era porque en varias ocasiones dani apareció a buscar a alba despues que se lo llevaran los 3 musculitos del pub o bar cuando el encargo que les habian hecho era de alejarlo y apareció solo,,,,,,,,,,,,,,,,, y despues con el gasolinero se obvió el final,,,,,,,,,,,,,,,,,, he tardado en contestar por estar unos dias fuera
 
Si mal no recuerdo, nunca la encaró cara a cara. Mostró un video públicamente (qué de paso provocó la muerte de su sobrina) y luego desapareció.
Si no recuerdo mal estuvo en lo que iba a ser la boda y soltó la bomba.
Pero vamos que el no podía saber que le iba a afectar tanto a su sobrina y seguro que a él también le dolió mucho su muerte. A mí me dio mucha pena porque era una buena chica. Quizás no debió hacerlo y limitarse a decir que no se casaba con Livia.
 

Capítulo IV​


Nada por aquí​




Seguía mirando su mano abierta y los dedos extendidos. Su botellín de kas, junto al vaso con los hielos casi derretidos, estaba vacío sobre la barra. Se hizo con él cogiéndolo por su circunferencia, rodeándolo con los dedos hasta tocar las puntas. Lo levantó a la altura de sus ojos y observó su diámetro. No era muy diferente del juguete de Alba.

La taza de ella estaba intacta. En el mismo sitio donde la habían dejado al servirla. Totalmente fría, sin necesidad de verterla sobre los hielos. La espuma de la superficie había desaparecido. El camarero, que en esos momentos se encontraba al final de la barra, lo vigilaba de reojo. Quizás preguntándose por qué seguía allí.

Había dejado el periódico cerrado por su última página y se apoyaba con los codos en la barra, esperando y desesperándose. Echó un vistazo al reloj. Había pasado tiempo más que suficiente como para que ella hubiera movido el coche hasta la puerta y hubiera arreglado medio país con su prima.

Y seguía sin aparecer.

Un mal presagio recorrió su espina dorsal.

Se llevó la mano al bolsillo en busca de su móvil para llamarla, pero al palparlo lo encontró vacío. «Mierda», pensó. Recordó que lo había dejado en el coche cuando bajó a repostar. Chasqueó la lengua y decidió ir en su busca.

Se despidió parcamente del camarero que seguía vigilándolo de reojo. Antes de abandonar su asiento le pareció verlo sonreír. Le daba muy mal rollo aquel tipejo.

Al salir de la cafetería, volvió a sentir la fuerza del sol que lo cegó. Puso una mano sobre su frente a modo de visera y paseó la vista por los coches aparcados frente al edificio.

Nada.

Alba todavía no había traído el coche para aparcarlo allí y eso que aún quedaban huecos libres. Su inquietud creció un poco más.

Comenzó a deshacer el camino hasta el surtidor, volviendo a fijarse a su paso, en cada coche y en cada plaza de aparcamiento vacía hasta llegar a la esquina que doblaba hacia la tienda. Desde allí se veía la zona de repostaje. Varios coches llenaban sus depósitos en ese momento.

De nuevo su estómago volvió a contraerse al verlo vacío. Secó el sudor de la frente con la palma de la mano. Si Alba no está allí ni en el aparcamiento,

DÓNDE. DEMONIOS. ESTABA.

Dos chicos salieron por las puertas automáticas de la tienda revisando los tiques de compra. Se le ocurrió que quizás alguno de los dependientes pudiera darle algo de información.

El frescor del interior fue lo primero que notó. El aire acondicionado funcionaba a toda máquina y el zumbido inundaba la estancia. Avanzó hasta colocarse delante del mostrador intentando encontrar al chico del acné, pero su lugar lo ocupaba ahora el señor de pelo cano. Aquel que había sacado una foto del escote de Alba y que morboseaba con ella.

Estaba de espaldas, cuchicheando con otro compañero que Dani no reconoció. Los hombros de ambos se tocaban por lo que no podía ver lo que tenían entre manos. Carraspeó para llamar la atención.

Ninguno de los dos le oyó. Carraspeó con más fuerza y golpeó con los nudillos en el mostrador.

—Perdone…

Esta vez sí surgió efecto. Ambos se giraron y se sorprendieron al verlo. El del pelo cano escondió algo tras su espalda. Era un móvil. Acto seguido se adelantó hasta el mostrador para atenderle.

—Eh…, ¿sí?

—Estoy buscando a mi novia ¿La habéis visto?

El señor pareció dudar un momento. Miró hacia atrás de manera fugaz, a su compañero. Le guiño un ojo y le hizo una indicación de cabeza para que se acercase.

—¿Cómo dices? —preguntó por fin.

—A mi novia. Que si la has visto por aquí.

—Bueno, aquí vendemos de todo, pero novias… creo que no. —Miró a su compañero y se rio de su propia gracia.

Lo hubiera matado de un puñetazo por idiota. Cerró los ojos un momento y cogió aire intentando no perder la calma que, en ese momento, no tenía.

—Dime, ¿la has visto o no? —su tono sonó impaciente.

El señor se tomó su tiempo para contestar. —Puesss…, no sabría decirte. ¿Cómo es tu novia?

Sabía de sobra quién era ella y el aspecto que tenía. Como si no guardara una foto suya en el móvil ni acabara de estar morboseando con su compañero. Aun así, decidió seguir su juego. Si quería algún tipo de pista no le quedaba más remedio.

—Como de esta altura. Morena.

El dependiente ponía atención pero su cara no dejaba de mostrar la mueca del desconcierto. Como si no fuesen datos suficientes.

—Pantalón claro, chaqueta vaquera… —continuaba Dani—. Hizo una pausa por si al dependiente le parecía suficiente información, pero para su consternación, el viejo de las canas seguía atento esperando más datos esclarecedores que iluminaran su mente calenturienta.

—Ojos verdes, muy guapa y con un cuerpo bien definido. O sea… bien proporcionada.

Cometió el error de representar este último dato llevando las manos frente al pecho conformando sus generosas redondeces. Lo hizo por acto reflejo, sin ser consciente. Y, aunque las retiró con rapidez, el daño ya estaba hecho.

El dependiente amagó con morderse el labio, paladeando aquellas tetas que Dani acababa de formar con sus manos. Como si con ello pudiera sobarlas y saborearlas a través de ellas. Como si la hubiera desnudado para él. No hacía falta ser muy suspicaz para saber que se la estaba imaginando con sus tetas botando sobre su cara. Follándola delante de él. Cabalgando a su novia a la que, virtualmente, acababa de ofrecerle.

El otro compañero también se había acercado al mostrador para atender a sus explicaciones. Sus caras eran la representación gráfica del pajillero crónico. Ninguno de los dos decía nada. Esperando obtener más carnaza para aumentar la erección que con toda probabilidad estarían teniendo, pero Dani había agotado las ganas de seguir humillándose.

—Pues ahora mismo, no me suena —dijo el señor—. A lo mejor es que solo nos fijamos en la gente al salir.

Si esperaban que les describiera cómo eran sus caderas o la redondez de su culo lo iban a tener claro. Dani estaba pegado al mostrador a menos de un tortazo de distancia.

Al final, tras una tensa espera, el señor elevó la vista al techo y entrecerró los ojos mientras se daba toquecitos en los labios simulando que hacía memoria.

El tiempo pasaba y el dependiente no parecía recordar. Dani tensó los puños de pura impaciencia. Sabía que entrar aquí no iba a ser una buena decisión. Ese idiota solo estaba morboseando con su novia a su costa. Resopló y decidió que ya había tenido suficiente así que, se dio la vuelta, y caminó hacia la salida. Apenas había dado tres pasos y alguien levantó la voz.

—Estaba con Javier, un chaval que ha entrado a trabajar aquí para la temporada de verano.

El que había hablado era el chico de los granos. Estaba al final de las estanterías con una caja en las manos. Dani se acercó dos pasos para oírle mejor. No había debido entenderle bien. «¿Que Alba se había ido con quién?»

—Ah, sí —constató el señor mayor—, ahora que lo dices, empiezo a recordar. Tu novia entró de nuevo a la tienda y fue a buscarlo. —Señaló hacia el fondo del establecimiento—. Había acabado el turno y estaba en los vestuarios.

Y como si supiera que acababa de golpearlo en todos los huevos, prosiguió sin darle tiempo a asimilar lo que venía a continuación.

—Se perdieron de vista durante un rato largo. No sé qué estarían haciendo, pero ya te digo que tardaron mucho —hizo una pausa para ver si Dani lo seguía—. Después, cuando volvieron, se subieron al coche de ella y se largaron tan contentos. Juntos.

Dani solo pudo parpadear atónito.

—Ya sabes —insistió con inquina sin dejar de golpear—, el chico nuevo, ese tal alto que va con el pelo tan moderno. —Separó las manos abarcando un espacio generoso entre ellas—. Ese chaval tan grande, con espaldas y brazos y todo lo demás en proporción.

Los comentarios no podrían ser más incisivos y dolorosos. Tuvo que apoyar una mano intentando adivinar cuánto de verdad había en todo aquello. Aquellos indeseables del mostrador lo estaban disfrutando a base de bien.

El del pelo cano hacía esfuerzos por reprimir una sonrisa. Aquello sería lo más cerca que habría estado nunca de bajar a su altura a tipos como Dani, que salían con chicas con las que él jamás sería capaz de imaginar.

Dani notaba su envidia. Envidia convertida en odio y en goce por el dolor ajeno. Un odio recíproco e insano. Lo miraba fijamente, auscultándolo, disfrutando el momento. Regodeándose en el “Lo sabía. Tengo un Don para esto” y disfrutando que su novia estuviera con otro. Que, de alguna manera, Dani era una especie de cornudo.

Se puso rojo hasta las orejas aunque intentó que no se notara el cabreo. No quería que unos perdedores como aquellos lo vieran azorarse.

—Ah… vale —fue todo lo que pudo decir intentando aparentar normalidad. Como si aquella noticia no lo pillara por sorpresa ni estuviera comenzando a hiperventilar.

Intercambió una mirada con el chico de los granos que se ajustó las gafas y se encogió de hombros como si no pudiera hacer más. Acto seguido, se dirigió con paso vacilante hacia la salida. Harto de aquel viejo idiota y con la acuciante necesidad de encontrar a Alba cuanto antes.

Cuando las puertas se cerraron tras él, se apartó a un lado para que no lo vieran a través del cristal y apoyó la espalda en la pared. Estaba sudando y no precisamente por el calor que de nuevo volvía a golpearlo.

«¿De verdad Alba se ha ido con ese tipejo? ¿Pero, a dónde? y sobre todo, ¿por qué?»

Era inconcebible. No podía haberlo dejado allí, solo. A cientos de kilómetros de ningún sitio. No tenía ningún sentido ni había explicación. Sin duda aquel payaso debía estar riéndose a su costa. Y sin embargo, su coche no estaba en el surtidor ni delante de la cafetería, y no había más sitios donde dejarlo si es que no se le había pasado ninguno por alto.

Comenzó a caminar hasta la esquina más cercana del edificio, la contraria por la que había venido hasta asomarse al lateral. En la parte Este.

Nada.

La pequeña acera, aquella por la que venía caminando, continuaba bordeando la pared por el lateral. Continuó rodeando en dirección norte hasta alcanzar la siguiente esquina. Al llegar a ella vio la parte trasera de la tienda.

Una pequeña explanada sin asfaltar se abría en el terreno que ocultaban ambos edificios por su parte posterior. Varios coches se encontraban allí, aparcados en batería contra la pared trasera de la tienda, probablemente de los empleados que aprovechaban para dejar sus vehículos fuera de la vista. Los equipos de los aires acondicionados que refrescaban el interior de los edificios sobresalían de la pared emitiendo un zumbido considerable. Barrió la explanada con los ojos, y por fin la vio.

Hablando con el gasolinero guaperas.

Mentiría si no reconociera que le dolió que lo hubiera olvidado en el bar mientras pasaba el tiempo de palique de ese crápula. No es que estuviera haciendo nada malo, pero verse relegado por ese patán, lo enfureció.

De pie y clavado donde estaba, escudriñó a la pareja desde la distancia. Ella sonreía al igual que él, pero él lo hacía sin dejar de mover los labios. Fuera lo que fuese que le estuviera contando debía ser muy interesante.

De tanto en tanto la tocaba o colocaba las puntas de los dedos sobre sus hombros que, ahora que se daba cuenta, estaban desnudos. Solo se apreciaban las dos tiras de la camiseta.

Se había deshecho de la chaqueta.

Sin ella, sus tetas quedaban expuestas frente a su interlocutor, actuando como dos imanes. Él, con mucha habilidad, hablaba gesticulando frente a su cara pero su mirada iba más allá de sus manos, directa al canalillo. Se las estaba follando con la vista.

Caminó hacia ellos.

Cuando estaba a varios pasos de distancia, Alba se percató de su presencia y sonrió nada más verlo, levantando una mano a modo de saludo y comenzando a caminar hacia él.

Su chaqueta, la que llevaba cuando la dejó, era transportada por su acompañante en un gesto de galantería mientras tomaba a Alba por la parte inferior de la cintura. La parte inferior de la parte inferior.

—Lo siento churri —dijo ella con voz lastimera—. Me he liado hablando con Javier y se me ha ido el tiempo. ¿Me perdonaas?

Que se le había ido el tiempo, decía. «Sí, claro, con el gasolinero embaucador, perdidos detrás de la tienda», pensó. Pero el cabreo no era con ella, sino con él.

Expertos en tocar las narices cuando una chica guapa se cruzaba delante, sin importar o, mejor dicho, con la importancia de arrebatar un caramelo de esa categoría al inocente de turno.

Justo cuando Dani iba a abrir la boca, Javier comenzó a hablar. Lo hizo en tono conciliador y amable.

—Ha sido culpa mía. Yo la he convencido para que trajera el coche hasta aquí. Allí delante —dijo señalando el aparcamiento frente a la cafetería— hace un sol del copón y el coche se pone como un horno. Los empleados utilizamos esta zona aquí detrás, a la sombra.

—Javi es íntimo de uno de mis amigos del pueblo —dijo Alba sonriendo de oreja a oreja—. ¿Te puedes creer qué casualidad? —Movía la cabeza a un lado y a otro como si le costara creerlo—. Anda que, si no nos ponemos a hablar —dijo dirigiéndose a él—, nunca nos hubiésemos reconocido. Al menos yo, porque tu cara no me sonaba de nada.

—Normal, han pasado muchos años. Era un crío la última vez que me viste. Algo he tenido que cambiar.

—¿Algo? Has cambiado mucho. Y para mejor. Que hay que ver cómo sienta el aire de la costa a los chicos de este pueblo.

Alba se separó algo para observarlo en su conjunto y el chico se dejó admirar orgulloso, sabedor de su buena planta. Miradita de triunfo hacia Dani. Punto para él.

—Pues tú estás igual, Alba. Cuando hemos hablado la primera vez, frente a la tienda, no estaba del todo seguro. Me ha despistado que llevas el pelo diferente, pero después, ya me he dado cuenta de que eras tú. Si es que de ti es imposible olvidarse.

—Qué tonto eres, calla, anda. —Le dio una palmada en el pecho a modo de afectuoso castigo—. Yo ya voy para vieja.

—¿Vieja tú? No me hagas reír, que estás igual de impresionante que siempre. Todavía me acuerdo de cuando pasabas los veranos en el pueblo. Todos los críos de mi edad estábamos enamorados de ti.

Alba soltó una risotada como si hubiera sido una fanfarronada de su amigo, aunque en el fondo, los tres sabían que era exactamente así. A Dani no le costó imaginar la cantidad de pajas que él y sus amigos se habrían hecho a su costa.

Alba por su parte, parecía encantada con la atención y los piropos aunque hacía como si no estuviera de acuerdo y se sintiera abrumada por un cumplido que no merecía.

—Bueno, pues… nos vamos ya, ¿no? —dijo Dani.

—Javi dice que nos invita a los cafés y así de paso me pone un poco al día. Habrán pasado muchas cosas desde que no vengo por aquí, seguro —dijo dirigiéndose a él.

—Claro, claro, en todo este tiempo ha cambiado todo. Buf, te tengo que contar.

Ni de coña iba Dani a tomarse un café con ellos, ese individuo.

—A mí no me apetece. Yo ya he tomado algo mientras esperaba todo el rato. Además —miró el reloj—, tanto tiempo perdido se nos va a hacer tarde.

Puyita para Alba que captó a la primera.

—Ay, cari, lo siento, de verdad. Habrás estado preocupado. —Lo abrazó por el cuello—. Es que con la ilusión de volver a ver a alguien del pueblo, se me fue la pinza.

Y cuando parecía que iba a claudicar y por fin podrían irse…

—Pero bueno, si llegamos un poco más tarde no va a pasar nada. Total, mi prima va a seguir allí. —Puso ojos de gatito triste—. Un cafelito rápido mientras me pone al día. Te prometo que no tardamos nada. Tú, si quieres, te puedes tomar un kas de limón, que con este calor seguro que te apetece.

—¿Bebes kas de limón? —preguntó Javier con cierto retintín.

Ignoró el comentario. No sabía por qué la gente se extrañaba tanto, pero no por ello le molestaba menos. En cualquier caso, seguía en sus trece de mandarlo a la mierda lo antes posible.

—Perdona… Javier, ¿no?

Sonó más áspero de lo que lo había hecho en su cabeza y Alba se puso en alerta borrando su sonrisa de niña buena y tensando la espalda. El lenguaje gestual decía que no iba a aguantar ninguna escena delante de un amigo por muy enfadado que su novio pudiera estar. Javier debió intuirlo porque sonrió un poco más desde las alturas. Dani también se dio cuenta.

—Javier, de verdad que me alegra que os hayáis reconocido —mintió regalándole una sonrisa franca al muchachote—. Pero, necesito comentar algo con ella. ¿Te importa dejarnos solos?

Dani se había puesto la mano en el pecho, indicando sincera cortesía con su anfitrión. —Será solo un momento, te lo aseguro —insistió.

Sin embargo, Javier apartó la vista hacia Alba, cediéndole el peso de la decisión y, de paso, ninguneándolo. Ella le instó a aceptar con una leve caída de ojos y una sonrisa de disculpa. Javier, a duras penas mantuvo la suya al saberse apartado. Sin embargo, aquel buitre carroñero no iba a claudicar.

—Os espero con los cafés. El tuyo con un vaso con hielos aparte, ¿no?

—Sí, eso es. Vamos enseguida. —Otro punto a favor de Javier.

—Te devuelvo esto —dijo tendiendo su chaqueta—. Y sigo diciendo que estás mejor sin ella.

La mirada que le echó a sus tetas hizo que Dani pusiera los ojos en blanco.

—Calla, bobo —contestó melosa.

—No tardéis.

Dani lo observó mientras se alejaba. Su caminar era el de un vaquero del oeste. «Idiota», pensó. Cuando estuvo suficientemente lejos, se volvió hacia ella y habló en un tono que no fuera audible a cierta distancia.

—Joder, tía. Ya te vale.

—Me he entretenido. Lo siento, ¿vale? —El tono era educado, pero había cierto deje de hartazgo.

—He estado solo la tira de tiempo y me estaba preocupando mogollón porque no te veía. Empezaba a pensar que te había pasado algo. Como en la película esa de Kurt Russell en la que secuestran a su mujer en mitad de la carretera. Me estaba emparanoiando. No estabas por ninguna parte.

»Estaba a punto de pedir ayuda a alguien para que llamara a la policía o algo, y de repente te veo tan pancha con ese. ¿No pensabas que podía estar preocupándome?

Alba dulcificó el gesto a medida que había estado escuchando. Lo cogió de las manos.

—Vale, perdona, tienes razón. Me lie y se me fue el tiempo. —Cerró los ojos un momento—. Es que cuando he ido a por el coche me he dado cuenta de que me había olvidado el bolso en los aseos, así que he vuelto a por él. Cuando he salido del baño me he cruzado con Javier que salía de su vestuario y es ahí cuando me ha reconocido. Nos hemos puesto a hablar y…

Se encogió de hombros levemente antes de seguir contando.

—Con la ilusión de reconocernos, se nos ha ido el tiempo. Luego hemos traído el coche aquí. Te he enviado varios mensajes contándotelo, pero claro, te habías dejado el móvil en el salpicadero.

La última frase sonó a reproche. Alba llevó una mano hasta el bolsillo trasero de su pantalón y extrajo una tarjeta de visita. Antes de dársela a Dani, la leyó en voz alta.

—Gonzalo Huertas Florín. Ese es mi amigo —aclaró—. Es dueño de su propia empresa. Javier reparte sus tarjetas para hacerle publicidad.

Seguía sin gustarle un pelo. Tomó la tarjeta y la leyó. Aparte de su teléfono y dirección laboral, había escrito a boli otro número más.

—Supongo que este otro será el suyo, el de Javier. Anda que… no ha tardado mucho en pasártelo —Alba contestó con una sonrisa infantil, intentando mostrar inocencia.

—Es un crío. ¿No te parece adorable?

—Para nada —bufó—. Intenta ligarte. Lo sé porque conozco cómo piensan los de mi especie.

—Oy, oy, oy. Los de su especie, dice el Sapiens éste —exageró ella—. Javier es íntimo de un amigo al que conozco desde que éramos críos, por favor.

Dani sonrió y Alba comenzó a caminar.

—Bueno, vamos que nos estará esperando —apremió ella colocándose la chaqueta por encima de los hombros. Dani permaneció en el sitio.

—Prefiero no ir. Es mejor que arranquemos ahora para llegar cuanto antes a casa de tu prima.

—Venga, vaa. Será un momento. Así me pongo al día de los cotilleos.

—En serio, Alba. No me apetece.

—Si ya hemos quedado con él.

—Tampoco le va a importar demasiado si no aparecemos. Además, ya sabe que vas a casa de tu prima. A lo mejor coincidís un día. —Rezó porque no fuera así.

Lo tomó del brazo. —Venga, Dani, ya verás que es un tío muy majo. Además, tiene ganas de conocerte.

«Seguro que sí», pensó él.

—En serio Alba, no me apetece. Además, cuanto antes salgamos, más tiempo tendremos para aprovecharlo en casa de tu prima.

Ambos se quedaron el uno frente al otro, en un punto muerto, brazos en jarras.


*​


Alba apretaba las manos en el volante. Tenía el rictus serio y la mirada fija en la carretera. —No vuelvo a hacer esto en la vida. ¿Me oyes? Es que… vamos, dejarlo tirado sin despedirnos, sin avisarle al menos…

—No se ha quedado tirado, Alba. Además, ya sabía que teníamos que irnos.

—Es que no sé qué perra te ha dado con él. No sé por qué no podíamos habernos quedado un poquito más.

No hablaron más durante el resto del camino. Cada uno concentrado en sus cavilaciones. Alba, seguramente, pensando en Javier y en cómo lo habían dejado colgado. Dani, por su parte, también pensaba en él, pero con otro enfoque muy distinto.

Le caía mal, como si ya lo conociera de antes. Como si le odiara desde siempre. Y entonces, en ese momento, supo por qué. Y no era por el incidente de cuando repostó su coche; ni por su escapadita con Alba; tampoco porque hubiera estado intentando ligarse a su novia.

La razón por la cual sentía tanta grima por aquel chico; la causa de que aquel chaval; aquel crío con cuerpo de nadador, con su altura, con su chulería y con toda su enormidad que a buen seguro tenía en proporción por el resto de partes de su cuerpo, era que le recordaba a Rafa, el exnovio de Alba. Apenas habían pasado tres meses desde la última vez que había oído su nombre, pero parecía como si hubiera sido ayer y, desde entonces, no se lo había podido quitar de la cabeza.

Se preguntó si a Alba se lo habría recordado también.
 

Capítulo IV​


Nada por aquí​




Seguía mirando su mano abierta y los dedos extendidos. Su botellín de kas, junto al vaso con los hielos casi derretidos, estaba vacío sobre la barra. Se hizo con él cogiéndolo por su circunferencia, rodeándolo con los dedos hasta tocar las puntas. Lo levantó a la altura de sus ojos y observó su diámetro. No era muy diferente del juguete de Alba.

La taza de ella estaba intacta. En el mismo sitio donde la habían dejado al servirla. Totalmente fría, sin necesidad de verterla sobre los hielos. La espuma de la superficie había desaparecido. El camarero, que en esos momentos se encontraba al final de la barra, lo vigilaba de reojo. Quizás preguntándose por qué seguía allí.

Había dejado el periódico cerrado por su última página y se apoyaba con los codos en la barra, esperando y desesperándose. Echó un vistazo al reloj. Había pasado tiempo más que suficiente como para que ella hubiera movido el coche hasta la puerta y hubiera arreglado medio país con su prima.

Y seguía sin aparecer.

Un mal presagio recorrió su espina dorsal.

Se llevó la mano al bolsillo en busca de su móvil para llamarla, pero al palparlo lo encontró vacío. «Mierda», pensó. Recordó que lo había dejado en el coche cuando bajó a repostar. Chasqueó la lengua y decidió ir en su busca.

Se despidió parcamente del camarero que seguía vigilándolo de reojo. Antes de abandonar su asiento le pareció verlo sonreír. Le daba muy mal rollo aquel tipejo.

Al salir de la cafetería, volvió a sentir la fuerza del sol que lo cegó. Puso una mano sobre su frente a modo de visera y paseó la vista por los coches aparcados frente al edificio.

Nada.

Alba todavía no había traído el coche para aparcarlo allí y eso que aún quedaban huecos libres. Su inquietud creció un poco más.

Comenzó a deshacer el camino hasta el surtidor, volviendo a fijarse a su paso, en cada coche y en cada plaza de aparcamiento vacía hasta llegar a la esquina que doblaba hacia la tienda. Desde allí se veía la zona de repostaje. Varios coches llenaban sus depósitos en ese momento.

De nuevo su estómago volvió a contraerse al verlo vacío. Secó el sudor de la frente con la palma de la mano. Si Alba no está allí ni en el aparcamiento,

DÓNDE. DEMONIOS. ESTABA.

Dos chicos salieron por las puertas automáticas de la tienda revisando los tiques de compra. Se le ocurrió que quizás alguno de los dependientes pudiera darle algo de información.

El frescor del interior fue lo primero que notó. El aire acondicionado funcionaba a toda máquina y el zumbido inundaba la estancia. Avanzó hasta colocarse delante del mostrador intentando encontrar al chico del acné, pero su lugar lo ocupaba ahora el señor de pelo cano. Aquel que había sacado una foto del escote de Alba y que morboseaba con ella.

Estaba de espaldas, cuchicheando con otro compañero que Dani no reconoció. Los hombros de ambos se tocaban por lo que no podía ver lo que tenían entre manos. Carraspeó para llamar la atención.

Ninguno de los dos le oyó. Carraspeó con más fuerza y golpeó con los nudillos en el mostrador.

—Perdone…

Esta vez sí surgió efecto. Ambos se giraron y se sorprendieron al verlo. El del pelo cano escondió algo tras su espalda. Era un móvil. Acto seguido se adelantó hasta el mostrador para atenderle.

—Eh…, ¿sí?

—Estoy buscando a mi novia ¿La habéis visto?

El señor pareció dudar un momento. Miró hacia atrás de manera fugaz, a su compañero. Le guiño un ojo y le hizo una indicación de cabeza para que se acercase.

—¿Cómo dices? —preguntó por fin.

—A mi novia. Que si la has visto por aquí.

—Bueno, aquí vendemos de todo, pero novias… creo que no. —Miró a su compañero y se rio de su propia gracia.

Lo hubiera matado de un puñetazo por idiota. Cerró los ojos un momento y cogió aire intentando no perder la calma que, en ese momento, no tenía.

—Dime, ¿la has visto o no? —su tono sonó impaciente.

El señor se tomó su tiempo para contestar. —Puesss…, no sabría decirte. ¿Cómo es tu novia?

Sabía de sobra quién era ella y el aspecto que tenía. Como si no guardara una foto suya en el móvil ni acabara de estar morboseando con su compañero. Aun así, decidió seguir su juego. Si quería algún tipo de pista no le quedaba más remedio.

—Como de esta altura. Morena.

El dependiente ponía atención pero su cara no dejaba de mostrar la mueca del desconcierto. Como si no fuesen datos suficientes.

—Pantalón claro, chaqueta vaquera… —continuaba Dani—. Hizo una pausa por si al dependiente le parecía suficiente información, pero para su consternación, el viejo de las canas seguía atento esperando más datos esclarecedores que iluminaran su mente calenturienta.

—Ojos verdes, muy guapa y con un cuerpo bien definido. O sea… bien proporcionada.

Cometió el error de representar este último dato llevando las manos frente al pecho conformando sus generosas redondeces. Lo hizo por acto reflejo, sin ser consciente. Y, aunque las retiró con rapidez, el daño ya estaba hecho.

El dependiente amagó con morderse el labio, paladeando aquellas tetas que Dani acababa de formar con sus manos. Como si con ello pudiera sobarlas y saborearlas a través de ellas. Como si la hubiera desnudado para él. No hacía falta ser muy suspicaz para saber que se la estaba imaginando con sus tetas botando sobre su cara. Follándola delante de él. Cabalgando a su novia a la que, virtualmente, acababa de ofrecerle.

El otro compañero también se había acercado al mostrador para atender a sus explicaciones. Sus caras eran la representación gráfica del pajillero crónico. Ninguno de los dos decía nada. Esperando obtener más carnaza para aumentar la erección que con toda probabilidad estarían teniendo, pero Dani había agotado las ganas de seguir humillándose.

—Pues ahora mismo, no me suena —dijo el señor—. A lo mejor es que solo nos fijamos en la gente al salir.

Si esperaban que les describiera cómo eran sus caderas o la redondez de su culo lo iban a tener claro. Dani estaba pegado al mostrador a menos de un tortazo de distancia.

Al final, tras una tensa espera, el señor elevó la vista al techo y entrecerró los ojos mientras se daba toquecitos en los labios simulando que hacía memoria.

El tiempo pasaba y el dependiente no parecía recordar. Dani tensó los puños de pura impaciencia. Sabía que entrar aquí no iba a ser una buena decisión. Ese idiota solo estaba morboseando con su novia a su costa. Resopló y decidió que ya había tenido suficiente así que, se dio la vuelta, y caminó hacia la salida. Apenas había dado tres pasos y alguien levantó la voz.

—Estaba con Javier, un chaval que ha entrado a trabajar aquí para la temporada de verano.

El que había hablado era el chico de los granos. Estaba al final de las estanterías con una caja en las manos. Dani se acercó dos pasos para oírle mejor. No había debido entenderle bien. «¿Que Alba se había ido con quién?»

—Ah, sí —constató el señor mayor—, ahora que lo dices, empiezo a recordar. Tu novia entró de nuevo a la tienda y fue a buscarlo. —Señaló hacia el fondo del establecimiento—. Había acabado el turno y estaba en los vestuarios.

Y como si supiera que acababa de golpearlo en todos los huevos, prosiguió sin darle tiempo a asimilar lo que venía a continuación.

—Se perdieron de vista durante un rato largo. No sé qué estarían haciendo, pero ya te digo que tardaron mucho —hizo una pausa para ver si Dani lo seguía—. Después, cuando volvieron, se subieron al coche de ella y se largaron tan contentos. Juntos.

Dani solo pudo parpadear atónito.

—Ya sabes —insistió con inquina sin dejar de golpear—, el chico nuevo, ese tal alto que va con el pelo tan moderno. —Separó las manos abarcando un espacio generoso entre ellas—. Ese chaval tan grande, con espaldas y brazos y todo lo demás en proporción.

Los comentarios no podrían ser más incisivos y dolorosos. Tuvo que apoyar una mano intentando adivinar cuánto de verdad había en todo aquello. Aquellos indeseables del mostrador lo estaban disfrutando a base de bien.

El del pelo cano hacía esfuerzos por reprimir una sonrisa. Aquello sería lo más cerca que habría estado nunca de bajar a su altura a tipos como Dani, que salían con chicas con las que él jamás sería capaz de imaginar.

Dani notaba su envidia. Envidia convertida en odio y en goce por el dolor ajeno. Un odio recíproco e insano. Lo miraba fijamente, auscultándolo, disfrutando el momento. Regodeándose en el “Lo sabía. Tengo un Don para esto” y disfrutando que su novia estuviera con otro. Que, de alguna manera, Dani era una especie de cornudo.

Se puso rojo hasta las orejas aunque intentó que no se notara el cabreo. No quería que unos perdedores como aquellos lo vieran azorarse.

—Ah… vale —fue todo lo que pudo decir intentando aparentar normalidad. Como si aquella noticia no lo pillara por sorpresa ni estuviera comenzando a hiperventilar.

Intercambió una mirada con el chico de los granos que se ajustó las gafas y se encogió de hombros como si no pudiera hacer más. Acto seguido, se dirigió con paso vacilante hacia la salida. Harto de aquel viejo idiota y con la acuciante necesidad de encontrar a Alba cuanto antes.

Cuando las puertas se cerraron tras él, se apartó a un lado para que no lo vieran a través del cristal y apoyó la espalda en la pared. Estaba sudando y no precisamente por el calor que de nuevo volvía a golpearlo.

«¿De verdad Alba se ha ido con ese tipejo? ¿Pero, a dónde? y sobre todo, ¿por qué?»

Era inconcebible. No podía haberlo dejado allí, solo. A cientos de kilómetros de ningún sitio. No tenía ningún sentido ni había explicación. Sin duda aquel payaso debía estar riéndose a su costa. Y sin embargo, su coche no estaba en el surtidor ni delante de la cafetería, y no había más sitios donde dejarlo si es que no se le había pasado ninguno por alto.

Comenzó a caminar hasta la esquina más cercana del edificio, la contraria por la que había venido hasta asomarse al lateral. En la parte Este.

Nada.

La pequeña acera, aquella por la que venía caminando, continuaba bordeando la pared por el lateral. Continuó rodeando en dirección norte hasta alcanzar la siguiente esquina. Al llegar a ella vio la parte trasera de la tienda.

Una pequeña explanada sin asfaltar se abría en el terreno que ocultaban ambos edificios por su parte posterior. Varios coches se encontraban allí, aparcados en batería contra la pared trasera de la tienda, probablemente de los empleados que aprovechaban para dejar sus vehículos fuera de la vista. Los equipos de los aires acondicionados que refrescaban el interior de los edificios sobresalían de la pared emitiendo un zumbido considerable. Barrió la explanada con los ojos, y por fin la vio.

Hablando con el gasolinero guaperas.

Mentiría si no reconociera que le dolió que lo hubiera olvidado en el bar mientras pasaba el tiempo de palique de ese crápula. No es que estuviera haciendo nada malo, pero verse relegado por ese patán, lo enfureció.

De pie y clavado donde estaba, escudriñó a la pareja desde la distancia. Ella sonreía al igual que él, pero él lo hacía sin dejar de mover los labios. Fuera lo que fuese que le estuviera contando debía ser muy interesante.

De tanto en tanto la tocaba o colocaba las puntas de los dedos sobre sus hombros que, ahora que se daba cuenta, estaban desnudos. Solo se apreciaban las dos tiras de la camiseta.

Se había deshecho de la chaqueta.

Sin ella, sus tetas quedaban expuestas frente a su interlocutor, actuando como dos imanes. Él, con mucha habilidad, hablaba gesticulando frente a su cara pero su mirada iba más allá de sus manos, directa al canalillo. Se las estaba follando con la vista.

Caminó hacia ellos.

Cuando estaba a varios pasos de distancia, Alba se percató de su presencia y sonrió nada más verlo, levantando una mano a modo de saludo y comenzando a caminar hacia él.

Su chaqueta, la que llevaba cuando la dejó, era transportada por su acompañante en un gesto de galantería mientras tomaba a Alba por la parte inferior de la cintura. La parte inferior de la parte inferior.

—Lo siento churri —dijo ella con voz lastimera—. Me he liado hablando con Javier y se me ha ido el tiempo. ¿Me perdonaas?

Que se le había ido el tiempo, decía. «Sí, claro, con el gasolinero embaucador, perdidos detrás de la tienda», pensó. Pero el cabreo no era con ella, sino con él.

Expertos en tocar las narices cuando una chica guapa se cruzaba delante, sin importar o, mejor dicho, con la importancia de arrebatar un caramelo de esa categoría al inocente de turno.

Justo cuando Dani iba a abrir la boca, Javier comenzó a hablar. Lo hizo en tono conciliador y amable.

—Ha sido culpa mía. Yo la he convencido para que trajera el coche hasta aquí. Allí delante —dijo señalando el aparcamiento frente a la cafetería— hace un sol del copón y el coche se pone como un horno. Los empleados utilizamos esta zona aquí detrás, a la sombra.

—Javi es íntimo de uno de mis amigos del pueblo —dijo Alba sonriendo de oreja a oreja—. ¿Te puedes creer qué casualidad? —Movía la cabeza a un lado y a otro como si le costara creerlo—. Anda que, si no nos ponemos a hablar —dijo dirigiéndose a él—, nunca nos hubiésemos reconocido. Al menos yo, porque tu cara no me sonaba de nada.

—Normal, han pasado muchos años. Era un crío la última vez que me viste. Algo he tenido que cambiar.

—¿Algo? Has cambiado mucho. Y para mejor. Que hay que ver cómo sienta el aire de la costa a los chicos de este pueblo.

Alba se separó algo para observarlo en su conjunto y el chico se dejó admirar orgulloso, sabedor de su buena planta. Miradita de triunfo hacia Dani. Punto para él.

—Pues tú estás igual, Alba. Cuando hemos hablado la primera vez, frente a la tienda, no estaba del todo seguro. Me ha despistado que llevas el pelo diferente, pero después, ya me he dado cuenta de que eras tú. Si es que de ti es imposible olvidarse.

—Qué tonto eres, calla, anda. —Le dio una palmada en el pecho a modo de afectuoso castigo—. Yo ya voy para vieja.

—¿Vieja tú? No me hagas reír, que estás igual de impresionante que siempre. Todavía me acuerdo de cuando pasabas los veranos en el pueblo. Todos los críos de mi edad estábamos enamorados de ti.

Alba soltó una risotada como si hubiera sido una fanfarronada de su amigo, aunque en el fondo, los tres sabían que era exactamente así. A Dani no le costó imaginar la cantidad de pajas que él y sus amigos se habrían hecho a su costa.

Alba por su parte, parecía encantada con la atención y los piropos aunque hacía como si no estuviera de acuerdo y se sintiera abrumada por un cumplido que no merecía.

—Bueno, pues… nos vamos ya, ¿no? —dijo Dani.

—Javi dice que nos invita a los cafés y así de paso me pone un poco al día. Habrán pasado muchas cosas desde que no vengo por aquí, seguro —dijo dirigiéndose a él.

—Claro, claro, en todo este tiempo ha cambiado todo. Buf, te tengo que contar.

Ni de coña iba Dani a tomarse un café con ellos, ese individuo.

—A mí no me apetece. Yo ya he tomado algo mientras esperaba todo el rato. Además —miró el reloj—, tanto tiempo perdido se nos va a hacer tarde.

Puyita para Alba que captó a la primera.

—Ay, cari, lo siento, de verdad. Habrás estado preocupado. —Lo abrazó por el cuello—. Es que con la ilusión de volver a ver a alguien del pueblo, se me fue la pinza.

Y cuando parecía que iba a claudicar y por fin podrían irse…

—Pero bueno, si llegamos un poco más tarde no va a pasar nada. Total, mi prima va a seguir allí. —Puso ojos de gatito triste—. Un cafelito rápido mientras me pone al día. Te prometo que no tardamos nada. Tú, si quieres, te puedes tomar un kas de limón, que con este calor seguro que te apetece.

—¿Bebes kas de limón? —preguntó Javier con cierto retintín.

Ignoró el comentario. No sabía por qué la gente se extrañaba tanto, pero no por ello le molestaba menos. En cualquier caso, seguía en sus trece de mandarlo a la mierda lo antes posible.

—Perdona… Javier, ¿no?

Sonó más áspero de lo que lo había hecho en su cabeza y Alba se puso en alerta borrando su sonrisa de niña buena y tensando la espalda. El lenguaje gestual decía que no iba a aguantar ninguna escena delante de un amigo por muy enfadado que su novio pudiera estar. Javier debió intuirlo porque sonrió un poco más desde las alturas. Dani también se dio cuenta.

—Javier, de verdad que me alegra que os hayáis reconocido —mintió regalándole una sonrisa franca al muchachote—. Pero, necesito comentar algo con ella. ¿Te importa dejarnos solos?

Dani se había puesto la mano en el pecho, indicando sincera cortesía con su anfitrión. —Será solo un momento, te lo aseguro —insistió.

Sin embargo, Javier apartó la vista hacia Alba, cediéndole el peso de la decisión y, de paso, ninguneándolo. Ella le instó a aceptar con una leve caída de ojos y una sonrisa de disculpa. Javier, a duras penas mantuvo la suya al saberse apartado. Sin embargo, aquel buitre carroñero no iba a claudicar.

—Os espero con los cafés. El tuyo con un vaso con hielos aparte, ¿no?

—Sí, eso es. Vamos enseguida. —Otro punto a favor de Javier.

—Te devuelvo esto —dijo tendiendo su chaqueta—. Y sigo diciendo que estás mejor sin ella.

La mirada que le echó a sus tetas hizo que Dani pusiera los ojos en blanco.

—Calla, bobo —contestó melosa.

—No tardéis.

Dani lo observó mientras se alejaba. Su caminar era el de un vaquero del oeste. «Idiota», pensó. Cuando estuvo suficientemente lejos, se volvió hacia ella y habló en un tono que no fuera audible a cierta distancia.

—Joder, tía. Ya te vale.

—Me he entretenido. Lo siento, ¿vale? —El tono era educado, pero había cierto deje de hartazgo.

—He estado solo la tira de tiempo y me estaba preocupando mogollón porque no te veía. Empezaba a pensar que te había pasado algo. Como en la película esa de Kurt Russell en la que secuestran a su mujer en mitad de la carretera. Me estaba emparanoiando. No estabas por ninguna parte.

»Estaba a punto de pedir ayuda a alguien para que llamara a la policía o algo, y de repente te veo tan pancha con ese. ¿No pensabas que podía estar preocupándome?

Alba dulcificó el gesto a medida que había estado escuchando. Lo cogió de las manos.

—Vale, perdona, tienes razón. Me lie y se me fue el tiempo. —Cerró los ojos un momento—. Es que cuando he ido a por el coche me he dado cuenta de que me había olvidado el bolso en los aseos, así que he vuelto a por él. Cuando he salido del baño me he cruzado con Javier que salía de su vestuario y es ahí cuando me ha reconocido. Nos hemos puesto a hablar y…

Se encogió de hombros levemente antes de seguir contando.

—Con la ilusión de reconocernos, se nos ha ido el tiempo. Luego hemos traído el coche aquí. Te he enviado varios mensajes contándotelo, pero claro, te habías dejado el móvil en el salpicadero.

La última frase sonó a reproche. Alba llevó una mano hasta el bolsillo trasero de su pantalón y extrajo una tarjeta de visita. Antes de dársela a Dani, la leyó en voz alta.

—Gonzalo Huertas Florín. Ese es mi amigo —aclaró—. Es dueño de su propia empresa. Javier reparte sus tarjetas para hacerle publicidad.

Seguía sin gustarle un pelo. Tomó la tarjeta y la leyó. Aparte de su teléfono y dirección laboral, había escrito a boli otro número más.

—Supongo que este otro será el suyo, el de Javier. Anda que… no ha tardado mucho en pasártelo —Alba contestó con una sonrisa infantil, intentando mostrar inocencia.

—Es un crío. ¿No te parece adorable?

—Para nada —bufó—. Intenta ligarte. Lo sé porque conozco cómo piensan los de mi especie.

—Oy, oy, oy. Los de su especie, dice el Sapiens éste —exageró ella—. Javier es íntimo de un amigo al que conozco desde que éramos críos, por favor.

Dani sonrió y Alba comenzó a caminar.

—Bueno, vamos que nos estará esperando —apremió ella colocándose la chaqueta por encima de los hombros. Dani permaneció en el sitio.

—Prefiero no ir. Es mejor que arranquemos ahora para llegar cuanto antes a casa de tu prima.

—Venga, vaa. Será un momento. Así me pongo al día de los cotilleos.

—En serio, Alba. No me apetece.

—Si ya hemos quedado con él.

—Tampoco le va a importar demasiado si no aparecemos. Además, ya sabe que vas a casa de tu prima. A lo mejor coincidís un día. —Rezó porque no fuera así.

Lo tomó del brazo. —Venga, Dani, ya verás que es un tío muy majo. Además, tiene ganas de conocerte.

«Seguro que sí», pensó él.

—En serio Alba, no me apetece. Además, cuanto antes salgamos, más tiempo tendremos para aprovecharlo en casa de tu prima.

Ambos se quedaron el uno frente al otro, en un punto muerto, brazos en jarras.


*​


Alba apretaba las manos en el volante. Tenía el rictus serio y la mirada fija en la carretera. —No vuelvo a hacer esto en la vida. ¿Me oyes? Es que… vamos, dejarlo tirado sin despedirnos, sin avisarle al menos…

—No se ha quedado tirado, Alba. Además, ya sabía que teníamos que irnos.

—Es que no sé qué perra te ha dado con él. No sé por qué no podíamos habernos quedado un poquito más.

No hablaron más durante el resto del camino. Cada uno concentrado en sus cavilaciones. Alba, seguramente, pensando en Javier y en cómo lo habían dejado colgado. Dani, por su parte, también pensaba en él, pero con otro enfoque muy distinto.

Le caía mal, como si ya lo conociera de antes. Como si le odiara desde siempre. Y entonces, en ese momento, supo por qué. Y no era por el incidente de cuando repostó su coche; ni por su escapadita con Alba; tampoco porque hubiera estado intentando ligarse a su novia.

La razón por la cual sentía tanta grima por aquel chico; la causa de que aquel chaval; aquel crío con cuerpo de nadador, con su altura, con su chulería y con toda su enormidad que a buen seguro tenía en proporción por el resto de partes de su cuerpo, era que le recordaba a Rafa, el exnovio de Alba. Apenas habían pasado tres meses desde la última vez que había oído su nombre, pero parecía como si hubiera sido ayer y, desde entonces, no se lo había podido quitar de la cabeza.

Se preguntó si a Alba se lo habría recordado también.
No entiendo la insistencia de Alba de tomarse un café con el gasolinero con la excusa de ponerse al día de lo que ha susedido en su pueblo en su ausencia, cuando tranquilamente su prima se lo puede contar bien detallado
 
Yo creo que la infidelidad será de Alba, si es que es una infidelidad, me explico, puede que todo empiece con tonteos de Alba y provocaciones y puede que se le vaya de las manos, y lo que en principio parece una infidelidad consentida se convierta en algo peor.
Lo siento pero desde que el autor hizo referencia a la película perros de paja, no puedo dejar de hacer paralelismos, en esa película lo que empieza con infidelidad se convierte en violación.
 
En la oTRa hay gente que tienen una teoría que yo no veo.
Que al final sea el quien cometa la infidelidad.
Yo no lo creo, pero bueno.
Lo que va a pasar, es que ella se trague un cuento de infidelidad, y por eso ella lo cuernea.

Es que lo siento, van a haber situaciones muy parecidas a lo de Lorna y a la del zanahorio. Es que este tipo cogió lo peor de los dos.

Se juntó un hiper patético con la más buenorra que se hace la idiota.

Demasiadas humillaciones se vienen.
 
Que rabia me dio la escena de Dani convenciendo a Alba que se fueran y Alba haciéndose la desentendida. Así que felicitaciones al autor por haber escrito esa escena de manera muy realista.

O sea, Dani recibe combustible en su ropa, se queda en el café esperando y después sale a buscarla y Alba piensa que Dani va a tener ganas de tomarse un café con un completo desconocido, que además fue el que le tiro combustible ???????

Definitivamente hay personas que no son capaces de captar cuando una persona está incómoda y eso lo plasmó bastante bien el autor en esa escena con Alba.
 
Lo que va a pasar, es que ella se trague un cuento de infidelidad, y por eso ella lo cuernea.

Es que lo siento, van a haber situaciones muy parecidas a lo de Lorna y a la del zanahorio. Es que este tipo cogió lo peor de los dos.

Se juntó un hiper patético con la más buenorra que se hace la idiota.

Demasiadas humillaciones se vienen.
No creo que sea ningún patético. Es más, tiene más carácter del que te crees.
Que lo van a humillar puede ser, pero no porque el se vaya a dejar, si no porque se va a dar la situación.
Lo importante es que tiene pinta de que el reaccionará bien.
Yo estoy casi seguro de que después de este viaje, se va a romper la relación. Y veo que la culpable va a ser Alba.
 
La situación de la gasolinera creo que se va a repetir en el pueblo con los amigos de Alba. Vamos que a Dani lo van a ningunear hasta rabiar. Además habrá sospechas de infelicidadad, pequeños o grandes gestos que a Dani le harán desconfiar de los amigos y de Alba.

Y puede que si, que eda infelicidad al final se produzca. Pero yo creo que Dani aguantará por Alba hasta que no pueda más y ahí nos acordaremos de la peli "Perros de paja"

Bueno, son solo suposiciones. Por suerte el autor ya tiene el relato terminado y no se dejará influenciar por nuestras aportaciones.

¡O si!
 
La situación de la gasolinera creo que se va a repetir en el pueblo con los amigos de Alba. Vamos que a Dani lo van a ningunear hasta rabiar. Además habrá sospechas de infelicidadad, pequeños o grandes gestos que a Dani le harán desconfiar de los amigos y de Alba.

Y puede que si, que eda infelicidad al final se produzca. Pero yo creo que Dani aguantará por Alba hasta que no pueda más y ahí nos acordaremos de la peli "Perros de paja"

Bueno, son solo suposiciones. Por suerte el autor ya tiene el relato terminado y no se dejará influenciar por nuestras aportaciones.

¡O si!
Al revés, es el autor el que ha dirigido e influenciado, mis aportaciones y opiniones, por decirnos en que relatos se ha inspirado, y claro aquí estamos todos pensando en lo que puede pasar teniendo siempre en mente estás referencias y eso es bueno.
 
La situación de la gasolinera creo que se va a repetir en el pueblo con los amigos de Alba. Vamos que a Dani lo van a ningunear hasta rabiar. Además habrá sospechas de infelicidadad, pequeños o grandes gestos que a Dani le harán desconfiar de los amigos y de Alba.

Y puede que si, que eda infelicidad al final se produzca. Pero yo creo que Dani aguantará por Alba hasta que no pueda más y ahí nos acordaremos de la peli "Perros de paja"

Bueno, son solo suposiciones. Por suerte el autor ya tiene el relato terminado y no se dejará influenciar por nuestras aportaciones.

¡O si!
Pues como haga como el de Perros de Paja.....
 
La situación de la gasolinera creo que se va a repetir en el pueblo con los amigos de Alba. Vamos que a Dani lo van a ningunear hasta rabiar. Además habrá sospechas de infelicidadad, pequeños o grandes gestos que a Dani le harán desconfiar de los amigos y de Alba.

Y puede que si, que eda infelicidad al final se produzca. Pero yo creo que Dani aguantará por Alba hasta que no pueda más y ahí nos acordaremos de la peli "Perros de paja"

Bueno, son solo suposiciones. Por suerte el autor ya tiene el relato terminado y no se dejará influenciar por nuestras aportaciones.

¡O si!
En esa pela, a ella la violan. Aquí, será muy similar, pero será consentido por ella.
 
En esa pela, a ella la violan. Aquí, será muy similar, pero será consentido por ella.
No cuadra violación con ser consentido.
En la película empezó siendo una violación pero la tía al final, más o menos lo disfruto.
Por eso el la mandó a paseo, si no recuerdo mal.
Porque si fuera violación, entonces no tendría motivos para dejarla. Yo creo que no va a ser violación y si que se va a calentar con alguno y va a cruzar la linea roja.
 
En esa pela, a ella la violan. Aquí, será muy similar, pero será consentido por ella.
Si la violan, pero antes de llegar a esto ella provoca situaciones como la de pasearse desnuda delante de la ventana para que la vean de los del pueblo que están arreglando el tejado, cosa que ella le recrimina siempre, ya que si fuera un "hombre normal" lo arreglaría el, o cuando les matan el gato le recrimina que no se encare con ellos, es decir en la película el protagonista no sigue el canon de hombre eso sí tiene un límite.
Ella va siempre sin sujetador, empieza a tontear con su exnovio y cuando quiere pararlo ya no puede, es una escena muy dura ella se deja hacer y el director nos hace dudar si es consentido o no pero ella simplemente está intentando abstraerse pensando en situaciones agradables con su marido.
 
No cuadra violación con ser consentido.
En la película empezó siendo una violación pero la tía al final, más o menos lo disfruto.
Por eso el la mandó a paseo, si no recuerdo mal.
Porque si fuera violación, entonces no tendría motivos para dejarla. Yo creo que no va a ser violación y si que se va a calentar con alguno y va a cruzar la linea roja.
En la película no es consentido, pero el director nos hace dudar porque como no puede escapar,ella se deja hacer y se abstrae pensando en situaciones agradables con su marido.
 
Y el marido nunca se entera de la violación, la deja por otro motivo secundario, que es el intento de linchamiento por parte de los del pueblo a un enfermo mental que está en su casa, y eso es lo que motiva las ira del protagonista, y aquí el director nos hace dudar de nuevo si es justo que el protagonista lo defienda ya que aunque no se sabe es el causante de la muerte de una menor, pero el no acepta el linchamiento.
 
Atrás
Top Abajo