Memorias de una solitaria

Lo curioso es que yo no le había pedido permiso a mis padres para irme a la playa con mis amigos y mi novio. Tenía 19 años. Era mayor de edad. Pero suponía un gasto con el que mis padres no contaban. Por suerte las cosas en casa estaban mejor. Ya sólo quedaban dos de mis hermanos en casa y uno de ellos trabajaba. Por lo que mi madre al contarle mis planes de inmediato me animó y me dio dinero. Con las notas que había sacado en la universidad me lo había ganado. Aunque estaba preocupada por la beca en el extranjero. Si no cubría mis gastos quizá tendría que renunciar a ella.

Mejor no pensar en eso porque en realidad yo estaba algo descentrada aquellos días. Sólo pensaba en los días de playa. Y por supuesto en Luis.

La noche tras mi tonto ataque de celos no conseguía dormirme. Luis ya había terminado los exámenes y se iba a celebrar el fin de curso con compañeros de su equipo de fútbol sala con el que habían ganado la liga universitaria. Lo imaginaba tomando cervezas como hacía todos los jueves tras los partidos y acostándose temprano para volver a su ciudad.

Me llamaba para contarme todo. Lo mejor fue cuando me llamó para decirme que después de la playa volveríamos a vernos pues vendría a mi ciudad. Si es que todo salía bien.

Pero es que aunque faltara poco para estar juntos no nos aguantábamos. No dejábamos de mandarnos mensajes. Una noche ya acostada me llegó un mensaje suyo:

-¿Estás despierta?

-Sí, hace mucho calor y no me duermo- respondí de inmediato

-Contigo a mi lado estaría mejor en la cama.

-Pero te daría más calor-respondí.

-Pero tendría otras cositas a cambio…-respondió mandándome un selfie con carita compungida dándome lastimita.

-Qué fresquito estás- observé.

-En calzoncillos. ¿Cómo quieres que duerma con este calor?

-Yo no puedo. Comparto dormitorio con mi hermano.- mentí pues en realidad tenía cuarto propio pero dormíamos siempre con las puertas abiertas.

-¿Y qué te pones para dormir con esta calor?-preguntó.

Iba a explicarle que en casa siempre iba vestida, incluso para dormir. Pero pensando en su foto pensé que sería mejor que lo viera. Me fui al baño, única habitación con pestillo de la casa y me hice también un selfie en el espejo del armarito. Realmente no me veía guapa, pero quería mostrarme con Luis como era en realidad. Sin artificios. Así le mostré un pijamita de verano consistente en un pantaloncito estampado ligero y un top suelto de tirantas cortito que no me cubría la barriga.

En vez de responder me mandó una foto de sus calzoncillos y después escribió:

-Ahora tengo más calor…

Me tuve que contener la risa para no despertar a la familia y respondí con un emoticono de carita avergonzada. Lo que no esperaba es que me mandara una foto de su polla caída sobre su muslo con el siguiente mensaje:

-Mira que triste está…

A cualquier otro tío lo mando a la mierda por cerdo. Pero a mi Luis….si además esa era la polla que suspiraba por acariciar, besar, chupar, y por supuesto, que me clavara en lo más hondo de mi ser para llevarme hasta el orgasmo. Así que con nuestros juegos habituales le respondí:

-Pobrecita. Tendríamos que darle ánimos.

-Contigo en mi cama daría saltos de alegría…

Me dio la risa tonta que callé con mis manos en la boca y pasé al ataque. Me hice una nueva foto bajándome el pantalón del pijama lo suficiente como para que asomara mi vello púbico.

-¿Dónde estás?- me preguntó.

-En el cuarto de baño…¿no querrás que me ponga a hacerme fotos sexis para mi novio con mi hermano en la cama de al lado?- respondí por no explicar lo del pestillo y las puertas abiertas.

Su respuesta: una foto de su polla a medio hinchar con su glande asomando. Daban ganas de agarrarla.

-¿Te estás tocando?-quise saber entonces.

-No ha hecho falta…

Mi macho, jajajaja. Si es que al final el muy cerdete me iba a poner caliente y todo. Mi respuesta: quitarme el top y mostrarle mis pechos que me había confesado que tanto le gustaban. La suya: una foto de su pollón durísimo y preparado para darme placer.

-Mira que contenta se ha puesto-explicó.

-Jajajaja. Que caliente se pone mi gordo- respondí sin admitir que yo también me había puesto muy caliente.

-Con las cosas que me mandas, normal…

-Pues resérvate para la playa que te vas a enterar…me voy a dormir, gordo.- respondí al escuchar ruido en el pasillo de mi casa- Un besito.

-¿Ahora me dejas así????- respondió haciéndome pensar con cuanto gusto le bajaba yo esa hinchazón después de aprovecharla un ratito.

-Besitos, jajaja.

Me fui a mi dormitorio pensando en lo que acababa de pasar y el cosquilleo que tenía en la entrepierna. Sin darme cuenta estaba en la cama boca arriba con las piernas flexionadas y abiertas como si estuviera esperando para recibirlo entre ellas. Me acaricié mis labios mayores metiendo la mano en mis bragas comprobando que estaba algo mojada. Luis me había puesto caliente. ¡Qué ganas de pillarlo! Entonces recibí otro mensaje. Era una nueva foto de mi novio. Se había corrido y me enseñaba su semen en la barriga con su polla aun dura de fondo. Se había masturbado pensando en mí.

-Mira lo que me has hecho…- me escribía debajo de la foto.

-Resérvate para mí que te voy a dejar seco, jajajaja. Me encantas, jajaja. Hasta mañana, gordo.

-¿A ti no te pone verme así?

-Yo te prefiero en carne y hueso y ser yo la que te saque tu lechita- respondí controlando mi impulso de masturbarme- Venga, te dejo que se va a despertar mi hermano- corté mandándole besos.

-Así me vas a calentar otra vez-respondió.

Contesté con risas y más besos y Luis ya se despidió:

-Un beso, princesa. Que ya vamos a estar juntos otra vez.

Princesa…¿cursi? Gloria para mí después de haber sido “nena”, “nenita”, “Claudi”…no. Me gustaba mucho más que mi gordo me llamara princesa.
 
Los casi 3 años que pasé viviendo con mi tía me cambiaron totalmente. Aquella adolescente de barrio deprimido que se dejaba arrastrar por el entorno ya no existía. Sería fácil decir que al cambiar el entorno yo me había adaptado a él como un camaleón muda su color para mimetizarse. Pero no fue así.

Pasado el pánico inicial y mi escaso interés en relacionarme con mis nuevos compañeros me refugié en el estudio. Mi tía había intentado matricularme en un colegio concertado con uniforme. Amenacé con escaparme si eso llegaba a ocurrir. Por lo que al final me matriculó en un instituto público cerca de su casa.

Como funcionaria no tenía un sueldo muy alto pero sí bastante desahogado para una mujer sola. Mi tía vivía en un pisito de dos dormitorios con garaje en el centro de la ciudad. Siempre tuvo un segundo dormitorio para que sus padres la visitaran y ahora ese era mi dormitorio, que adaptó a una estudiante quitando una cama para poner en su sitio una mesa de estudio y una estantería para los libros.

Pese a ser un instituto público la zona en que estaba era acomodada por lo que todos los compañeros me parecían unos pijos que vestían con ropa de marca y salían con dinero los fines de semana. Pero aunque yo quería diferenciarme de aquella gente, por ejemplo a través de mi ropa, cogiendo la costumbre de vestir con mis shorts y tops ajustados a mi pecho, tan distinta de las falditas, pantalones pitillo y camisetas de aquellas chicas, al final empecé a descubrir que aquel ambiente en realidad me gustaba. A diferencia de mi barrio para la mayoría de mis nuevos compañeros el estudio era un objetivo. Querían labrarse un futuro profesional, en algunos casos a imitación de sus padres médicos o abogados, y en otros casos como reacción al deseo de sus progenitores. Pero el éxito escolar era entendido como el primer escalón para conseguir un futuro de éxito en la vida.

Yo me gané fama de solitaria y arisca entre mis compañeros, pero también de competitiva. Cuando en bachillerato empecé a sacar buenas notas y tras hablarlo con mi tía empecé a dirigir mis pasos hacia la medicina empezó el pique en clase. Y es que la niña seca que nunca salía los fines de semana ni quedaba con nadie después de clase era la mejor de la clase, la más alabada por los profesores y la envidia de los que intentaban alcanzar notas mejores.

Lo que más me terminó gustando de aquel ambiente en realidad es que las chicas no vivían pensando en novios y futuros maridos como en mi barrio. Todas querían tener estudios, desarrollar una carrera profesional y ser mujeres independientes, aunque muchas ya tenían sus novios.

Era todo tan distinto de donde yo venía que en realidad nunca me sentí parte de aquel sitio por más que mi tía me animara a hacer amistades y salir. Yo siempre encontraba una excusa en los estudios aunque cuando me proponía ir al cine o a cenar nosotras solas a algún restaurante yo misma me descubría aceptando esa salida.

Por supuesto de tíos no quería ni oír hablar. Y no sólo porque los veía inmaduros y caprichosos acostumbrada a salir con tíos bastante mayores. Sino porque yo había perdido todo deseo después de mi pésima experiencia. Yo había separado totalmente lo que era sexo y amor teniendo en cuenta que el Negro nunca me había querido y ni siquiera yo estaba enamorada del Largo más allá que de su cuerpo y su forma de follar.

Pero es que tampoco me apetecía liarme con un tío del que no estuviera enamorada, aunque en realidad yo no conocía entonces el verdadero significado de estar enamorada. Recordar el sabor del semen del Negro me daba más asco ahora que entonces, y mi mente era incapaz de disociar chicos de sexo. El sexo por tanto se había convertido en algo incómodo, desagradable, incluida mi masturbación que me terminaba llevando al difunto Migue quitándome todas las ganas. Fue un trauma que no superé hasta que volví a disfrutar con la mano perdida entre mis piernas recordando la desnudez de Luis tras la partida de póker.

Pero que los tíos fuesen inocuos para mí no significa que yo lo fuese para ellos. Varios me entraron en el recreo del instituto pero a todos los despaché secamente. Mi fama de arisca y estrecha ya se estaba convirtiendo en un reto para los chicos del instituto que ponían a prueba su capacidad de seducción conmigo creyéndose irrechazables.

Esa fama mía llegó a su punto culminante cuando me tocó hacer un trabajo con el guaperas de la clase, que ya se había enrollado con varias compañeras, y viendo que yo no entraba al trapo apoyó su mano en mi muslo mientras se acercaba con intención de besarme. El bofetón resonó en la biblioteca y el cotilleo extendió su eco por todo el centro educativo. La rara era arisca, estrecha y cabrona. Me gané definitivamente el rechazo de los tíos pero la admiración de algunas chicas con las que hice las suficientes migas como para decir que tenía algunas amigas en el instituto.
 
Que tal Claudia.
Ahora se entiende como es que le dio prioridad a los estudios y dejó de lado el amor y sexo en un segundo, tercer, cuarto plano.
Recién cuando encontró y empezó a conocer a Luis el amor volvió a tener importancia para ella.
 
Que tal Claudia.
Ahora se entiende como es que le dio prioridad a los estudios y dejó de lado el amor y sexo en un segundo, tercer, cuarto plano.
Recién cuando encontró y empezó a conocer a Luis el amor volvió a tener importancia para ella.
De hecho, el amor no volvió ... porque nunca antes lo había experimentado, lo de el Negro y el Largo no era amor ... y ella lo deja claro.
El amor lo descubrió con Luis.
 
Pufff..... lástima que Luis fue una decepción en cuestión de fidelidad, pero también la sacó del pozo dónde estaba metida, aunque ya ni sé si realmente fue para bien o para mal, ya que actualmente no la veo especialmente feliz. Quizás lo de Luis también significó otro trauma. Pero aún me aferro a qué valió la pena porque conoció el amor, y esa experiencia es sublime.

Pobre Claudia, lo único que no le salió mal fueron los estudios.
 
Se me hace difícil recordar en que se me haga tan complicado escoger a una chica sobre otra en una historia.

Por un lado me haría feliz que vuelva con Claudia pero por otro también lo estaría si se queda con Alba.

También me chocaría que se ensucie Alba para justificar la unión de Luis y Claudia. Si se va a llegar a eso, quizás es mejor que Luis se mantenga como el villano de la historia.
 
Se me hace difícil recordar en que se me haga tan complicado escoger a una chica sobre otra en una historia.

Por un lado me haría feliz que vuelva con Claudia pero por otro también lo estaría si se queda con Alba.

También me chocaría que se ensucie Alba para justificar la unión de Luis y Claudia. Si se va a llegar a eso, quizás es mejor que Luis se mantenga como el villano de la historia.
Yo creo que el ya eligió a Alba y actualmente está con Ella.
Lo que pasa es que aquí alguno se cree que van a volver a estar juntos y yo creo que no.
 
Para irnos a la playa las dos parejas Luis y yo iríamos a Granada, donde estudiábamos, y allí nos recogerían nuestros amigos y para partir en el coche de Lourdes en el que llegaríamos a la costa. Desde mi pueblo tenía dos opciones para llegar a Granada a apenas 100km. Tenía dos opciones, una horita en autobús aproximadamente o algo más en tren haciendo trasbordo en Bobadilla. Allí comprobé que el tren que tenía que coger era el mismo que traía a Luis desde Sevilla, por lo que me decidí a darle una sorpresa.

El tren desde mi pueblo a Bobadilla tardaba apenas 20 minutos en hacer el trayecto así que no me hizo falta madrugar aunque sí me desperté temprano más por los nervios que por otra cosa. Era la primera vez en mi vida que viajaba con amigos, y también la primera vez que lo hacía con mi novio. Todo eran novedades.

Llegué a Bobadilla y el tren de Luis aún no había llegado. Venía con unos minutos de retraso. Pero al momento fue anunciado por la megafonía de la estación. Venía bastante vacío y tras dos vagones en que no vi a mi novio al fin pude encontrarlo. Venía dormido apoyado en la ventana. Estaba muy guapo. Se había cortado el pelo y se le notaban los días de piscina pues tenía cara, brazos y piernas bronceadas. La cara la tenía toda pecosa. Estaba lindísimo.

Con disimulo sin soltar mi mochila en la bandeja superior le pregunté muy seria:

-Perdona, ¿está ocupado ese asiento?

Extrañado sin parecer reconocerme entreabrió los ojos y totalmente extrañado, pues me esperaba ya en Granada, se incorporó aturdido diciendo con sorpresa:

-¿Pero qué haces aquí?

No respondí sentándome en sus piernas para besarlo directamente hasta quedar satisfecha de saborear su boca.

-El autobús me salía de precio como el tren y vi los horarios. Bueno, que te quise dar una sorpresa y hacer juntos esta parte del viaje…

Mi respuesta pareció gustarle pues se olvidó de responder con su voz haciéndolo de nuevo con sus labios y su lengua que yo recibía gustosa mientras sus brazos me apretaban con él. De nuevo se separó de mí como si no se creyera lo que había ocurrido y me observó para asegurarse hasta que dijo:

-¡Qué guapa estas! ¿Te has costado el pelo?

Ni me acordaba de que me había recortado el pelo sobre todo por detrás para no pasar calor en verano. Mi chico me observaba.

-Quiero estar cómoda y fresquita para el verano… -respondí.

-Oye, ¿qué morenito estás?- pregunté para que se diera cuenta de que yo también lo notaba cambiado.

-Las dos veces que he estado de piscina…

Mientras no podía dejar de comerme a besos a Luis lo noté incómodo mirando de reojo hacia el interior del vagón. A mí me daba igual porque sólo me interesaba él. Pero como Luis es tan comedido en público, supongo que tan influido por su educación de niño bueno en barrio pijo, terminó levantándose para llevarme a la plataforma que comunica los vagones. Ahora sí, se dejó llevar pues no sólo me besaba con ganas sino que además su mano se coló bajo mi falda acariciándome el culo. Intentábamos contarnos cosas pero siempre el beso del otro lo interrumpía. Estaba muy efusivo y yo ya lo conocía lo suficiente como para saber que se había puesto más salido que un burro. Su gesto de meterme en el baño del vagón me lo confirmó.

Efectivamente llevó mi mano a su paquete para que sintiera su dureza y me dijo con una sonrisa acalorada:

-Alguien más se alegra de verte…

No voy a negar que yo también le tenía ganas. Pero mi sofoco no era tan evidente para él aunque sí para mí con cosquilleo en el bajo vientre y esa sensación de mojar las bragas tan inequívoca. Nuestros cuerpos reaccionaban al encuentro con deseo y no teníamos necesidad de ocultarlo así que le devolví la sonrisa casi susurrándole:

-Mi toro viene desbocado…¿Y qué hacemos ahora?

Él lo tenía muy claro y sin miramientos coló su mano dentro de mi braga. Los días antes de viajar no sólo había pasado por la peluquería, también había depilado toda mi zona íntima para poder usar sin problemas braguitas de bikini de distinta anchura. Cuando sentí su mano le gemí en el oído apoyando mi cabeza en su hombro, pero él seguía sorprendido por mi chochito pelón y preguntó:

-¿Y esto?

-Para estar fresquita en veranito…-respondí aparentando inocencia.

-En verano te sobra todo el pelo…-dijo justo antes de alcanzar mi raja con su dedo buscando con descaro mi humedad.

Me estremecí y empecé a gemir sintiendo mi cara contraerse. Para entonces el dedo de Luis ya estaba dentro de mi chocho. Se me aflojaron las piernas y me agarré a sus hombros mientras seguro de sí mismo con voz ronca me decía:

-…algo más también se alegra…Claudia necesito metértela…no voy a poder esperar…

-¿Has traído condones?- le pregunté confirmándole que yo también quería que me la metiera.

-Están fuera en la mochila…pero no puedo salir ahí fuera con este empalme…

-No importa. Métemela a pelo y la sacas antes de correrte….tú sabes hacerlo...-respondí sin perder tiempo mientras lo desnudaba para sacarle la polla que estaba deseando clavarme.

Estaba empalmadísimo y al acaríciasela comprobé que estaba muy caliente pues de su meato manaba un poco de líquido preseminal. Le bajé pantalón y calzoncillo para que no estorbaran y me relamí observando la virilidad de mi macho que me iba a dar placer en aquel estrecho baño con el traqueteo del tren. Luis me giró con fuerza poniéndome de espaldas a él para subirme el vestido y bajarme las bragas mientras yo me apoyaba en el lavabo y abría mis piernas.

No sé que hacía pero yo estaba impaciente así que bajé una de mis manos entre mis piernas hasta toparme con su churra gorda y babosa y yo misma tiré de ella para llevarla a mi coño. Mientras su falo entraba en mi vagina mis pulmones se vaciaban dejándome sin respiración y haciéndome boquear como un pez fuera del agua.

-Ainsssss, Luis….como te echaba de menos…-dejé escapar de mi garganta cuando pude volver a inspirar.

Luis empezó a penetrarme a buen ritmo. Tanía las piernas cada vez más flojas sólo de sentir su verga entrando y saliendo. Creo que me pidió que no gimiera pero no podía evitarlo. Llevaba casi dos semanas vacía y por fin me sentía llena de amor y de deseo.

Entonces sentí su mano en mi cara y no pude reprimir chupar sus dedos como si de su misma polla se tratase. Era un acto reflejo, pero sentir invadida mi boca y mi coño con sus golpes de cadera violentos en mi culo mientras me sujetaba con su otra mano para marcar el ritmo de la follada me llevaba rápidamente al orgasmo.

Y así fue. Primero el cosquilleo. Después el latigazo. Falta de fuerza en las piernas y asfixia. Y sólo eran los preliminares. Perdí la fuerza en las manos y ahí estalló la explosión de placer que me dejó en silencio y a merced de mi macho que no dejaba de bombearme desde atrás. Si él no me estuviera sujetando habría resbalado por el lavabo hasta acabar en el suelo seguramente sucio de aquel baño.

Todo mi cuerpo se contraía al ritmo de mi útero hasta el punto que intenté agarrarlo para que no se moviera más con tal tino que alcancé sus pelotas que presioné como si quisiera vaciarlas por presión como un tubo dentífrico.

De golpe bruscamente se salió de mí. Iba a correrse fuera. Abrí los ojos y por el espejo vi como observaba su propia masturbación. Me dejé resbalar por el lavaba ahora ya sin su sujeción con tiempo justo para poner mi cara delante de su polla ofreciéndole mi boca a tan precioso néctar. No hizo falta mucho para que Luis empezara a correrse entre espasmos mientras yo intentaba recoger su semen.

Si me tocaba me corría de nuevo de lo sensible que estaba. Pero en cuanto Luis entre gemidos dijo “ya, ya, ya…”, me levanté escupiendo su corrida en el lavabo que dejó en mi boca el sabor agridulce ya conocido.

Aunque aun sentía leves contracciones y tragaba mucha saliva por el orgasmo y su semen me subí las bragas para poder abrazarlo y besarlo tras el maravilloso polvo que acabábamos de echar. No era el lugar más bonito del mundo pero en ese momento yo estaba en una nube.
 
Cada capítulo, más pena me da que se acabará está bella Historia de amor.
No me quejo, porque yo soy muy de Alba, pero, esto me recuerda a mí Hermana, que tuvo un novio muy joven, hacían una gran pareja, pero al pillarles muy jóvenes e inmaduros, se acabó y a mí me dio mucha pena, porque nos llevabamos muy bien. De hecho nos vemos de vez en cuando.
 
De aquellos días de playa mi mejor recuerdo fue poder escribir con mayúsculas la palabra libertad. Ni me fijé en que mi amiga tenía coche, o como era el apartamento ni la urbanización. A mí me habría valido un techo en cualquier sitio. Pero éramos cuatro jóvenes en nuestro primer viaje en soledad. O al menos el mío. Y me sentía muy amiga de mis amigos y muy enamorada de mi novio.

Otras personas disfrutan de esa sensación en plena adolescencia, pero las características socioeconómicas de mi barrio, el mal camino que tomé, mi exilio con mi tía que me convirtió en una persona solitaria resentida por un trauma y ese sentido de culpabilidad que no conseguía eliminar del todo, habían retrasado esa sensación hasta que llegué a la residencia. Y aunque mi deriva era seguir así, en esa soledad autoimpuesta, Luis, y Lourdes se convirtieron en mis rescatadores: amistad y amor ¿qué más se puede pedir?

Y a pesar de los vaivenes de Luis nuestro noviazgo había consolidado el cuarteto que cerraba Víctor, para poder llevar a cabo aquella semana de vacaciones con la libertad de sentirte adulta y dueña de ti misma. ¿Era eso la felicidad?

Aunque nuestro reencuentro había empezado con un polvo el resto del viaje lo hicimos en el asiento hablándonos atropelladamente como si hiciera un siglo que nos viéramos a pesar de hablar todos los días. Y cuando no sabíamos que decir mi Luis insistía una y otra vez en lo guapa que estaba con el rostro iluminado no ya por el sofoco del sexo furtivo que acabábamos de tener. Pero es que ni cuando nos reencontramos con Lourdes y Víctor cambiaba su actitud. Si es que era para comérselo…

En el trayecto en coche hasta la costa de nuevo la misma euforia ahora entre los cuatro. Estábamos nerviosos y a la vez contentos por lo que se nos abría por delante y se nos notaba a todos, incluso al inexpresivo Víctor.

Tras subir al apartamento en el que nos cedieron la habitación de Lourdes y hacer la compra nos preparamos para bajar a la playa. Pero al ponerse ella el bikini se dio cuenta de que con los nervios del viaje no se había depilado. Le dejé mi maquinilla y la aconsejé que se rasurara todo pues a Víctor le gustaría mucho. Le confesé el polvo en el tren y como Luis se había puesto atacado al acariciarme la piel suave del pubis. Estábamos tardando en salir pero tampoco había prisa.

Cuando Lourdes me vio ponerme el pareo sin la parte de arriba del bikini se quedó muy cortada, pero mi libertad no consistía sólo en irme una semana a follar con mi novio. Tenía que desprenderme de más cosas.

En realidad no pensé que aquello fuese importante. Pero cuando al bajar a la playa Luis vio mis pechos desnudos se cortó bastante. Tuve mi momento de duda. No quería que se sintiera molesto pero no estaba dispuesta a ser lo que él quisiera, como hacía el Negro. Reconozco que fue un momento tenso y que me puse muy nerviosa, pero mi novio volvió a demostrarme por qué había sido el elegido. Me dio un beso y se sentó a mi lado aparentando normalidad. Qué queréis que os diga, se me caía el chocho con este niño.

Pero había algo más. Un par de juegos en el agua, algo fría de principios de verano, y acabamos las dos parejas separadas dándonos cariñitos en el agua. Un abrazo y dos caricias y sentí a mi chico empalmado. Estaba claro que la libertad de mis pechos no le disgustaba.

Todo el día en la playa sin hacer nada más que bañarnos, jugar a las cartas o a las palas. Eso era vida. Nos lo merecíamos después del curso que habíamos pasado. Además por pereza nos quedamos en la terraza escuchando el rumor del mar tras la cena mientras tomábamos unas copas.

Yo sentía a Luis impaciente por irnos a dormir. Bueno, a dormir no. Pero cuando fui al dormitorio tras pasar por el baño noté que estaba más colorado que moreno y tenía la piel muy caliente así que antes de fiestas tocaba echarse crema hidratante.

Para nosotros cualquier contacto llevaba a lo mismo y antes de que pudiera extenderla bien la crema por la espalda me había quitado la camiseta con la excusa de darme crema también en mis tetas. Aquello terminó con su dedo hundido en mi coño mientras supuestamente nuestras pieles absorbían la mal untada crema. Por supuesto me corrí con su mano hundida entre mis piernas mientras agarraba su cabeza y sentía su cuerpo pegado a mi espalda.
 
Con Luis el sexo era divertido. Pero aquellos días fue hasta compartido. No, no hicimos nada raro de cambios de pareja ni fiestas exhibicionistas. Cada mochuelo a su olivo. Pero las paredes finas del apartamento hicieron que se oyera algo de lo que pasaba en la otra habitación, así que al oír el inconfundible traqueteo y gemiditos acompasado de nuestros amigos reté a Luis a que a él también lo oirían.

Como era tan competitivo y sin saber qué se me había ocurrido se pavoneo de que yo siempre hacía más ruido. Y era cierto. Pero no contaba con mi picardía. Empecé a comérsela pero era cierto que no estaba consiguiendo mi propósito de hacerlo gemir suficientemente alto así que envalentonada por los gemidos de la otra habitación se me ocurrió pellizcarle un pezón por si al menos el dolor le hacía quejarse lastimosamente de forma que pareciera placer, pero el muy bribón resistió a pesar de que le había dado permiso para que me follara la boca hasta el punto de que tuve que apoyar mi mano en su cadera para que no me atragantara a pollazos.

No contento con eso se le ocurrió devolverme el pellizco en mi pezón apartando una de las manos con las que sujetaba mi cabeza. Joder, me hizo daño. Pero reconozco que la situación me excitó bastante. Nuestros amigos follando a pocos metros, la polla de Luis en mi boca, sus leves gemidos y ahora el pellizco en zona tan sensible. Casi gimo yo más fuerte que él.

Pero no vamos a ocultar a estas alturas que yo también soy competitiva. Y el sexo es un juego entre dos. Probé de nuevo con su pezón pero como no funcionaba alterné con su culo y sus pelotas. Ahí sí se quejó. Ya era mío. Lo engañé con otro pellizco en el pezón pero aguantó de nuevo el tío…pero su pellizco no me iba a hacer aguantar. Apretaba mis piernas pues si las abría acabaría tocándome y estaría acabada.

De la otra habitación se anunciaba ya el final inminente y de la nuestra sospechaba que también pero sin salirme con la mía. Luis apenas gemía aunque se había olvidado de mi teta concentrado en su polla. Tenía que ser ya. Tuve que hacerle bastante daño retorciéndole el pezón pero en vez de gemir lo que me encontré fue su semen brotando salvajemente hasta el punto de costarme tragar.

¿Cómo es posible que sólo recordar las corridas del Negro en mi boca me generara nauseas y sin embargo podía tragarme el semen de Luis hasta dos veces el mismo día encantada? Porque esta vez no lo escupí, el néctar de mi chico acabó en mi estómago dejando antes su inconfundible sabor en mi boca mezclado con un extraño sabor químico que supuse sería jabón que impregnó su polla durante toda la mamada.

Mientras me tragaba su corrida comprobé su cara de triunfo por haber resistido mientras en la habitación de al lado se hacía el silencio. Pero como en aquella partida de póker yo tenía mi as en la manga. La polla de Luis seguía erecta aunque no tan hinchada y con su glande brillante y muy oscuro por lo que supuse que estaría muy muy sensible.

Bastó que lamiera y chupara un poco su punta sujetándolo por el nabo para que no se me escapara para que empezara a rogarme lastimosamente que parara. ¡Punto para el equipo de las chicas, jajajaja!.

Pero esta vez no hubo enfado como aquella vez. Pudimos dormir abrazados toda la noche y despertarme con su mano acariciándome la barriguita y el pubis. Qué delicia. Y que lindo mi niño…el pobre se disculpó por los pellizcos aclarándole que si se pasaba yo haría que le quedara claro que no más. Incluso me consultó algo que me pareció hasta inocente. Quería metérmela por el culo. En realidad nunca entendí por qué a los tíos les da por esas cosas. Siempre son más guarretes. Pero Luis me pudo con su inocencia.

Un amigo le había contado que lo hacía y quería probar. Yo desde luego no me planteaba esos juegos a pesar de que no hacía ascos a otras cosas. Pero el sexo es disfrute y no terminaba de ver clara una práctica en la que yo podía acabar dolorida y no precisamente por un pellizco en la teta.

Pero ya lo conocía tan bien que le planteé que me la metería por detrás si yo se la metía a él. Su cara de desconcierto fue mayor que cuando me vio en top les. ¡Qué lindo me parecía! Es que me gustaba todo de él, hasta que fuese tan tradicional cuando yo desde luego no lo era. ¿Enchochamiento? Pues claro que sí…

Pero no sólo se quedó desconcertado con mi respuesta. Cuando nos fuimos a desayunar Lourdes y Víctor se mofaron de sus gemidos de la noche anterior imitándolo con voz aguda:

-Ay, para, para, por favor, para…

Tan cortado se quedó que salí al rescate imitando los gemiditos de Lourdes, más tradicional todavía que mi niño, quedándose más cortada hasta que nos dio la risa a todos. Recordar el pasado es bonito, pero a veces duele saber que esos tiempos ya no volverían.
 
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