Si un año antes me dicen que iba a tener una amiga como Lourdes no me lo habría creído. Seguramente ella habría pensado lo mismo. Si a ambas nos cuentan que nos íbamos a ir con nuestros novios unos días a la playa los habríamos tomado por locos.
Lourdes era el tipo de chica que abundaba en el instituto donde estudié bachillerato cuando me tuve que ir a vivir con mi tía. Era pija. Pero ella lo era más. Padres médicos, forrados de dinero y con una educación muy tradicional se había criado en colegios de monjas hasta el bachillerato. Pero tampoco era tan mojigata. Había tenido novio en el bachillerato y aunque era virgen me confesó cuando empezó a salir con Víctor que sabía perfectamente lo que era hacerle una paja a un tío.
No era una niña guapa de llamar la atención pero sabía sacarle muy buen provecho a su cuerpo a pesar de soler vestir muy sencilla y generalmente recatada. Era alta, no sabría decir si rubia oscura o castaña clara, con la piel muy blanca y pequitas bajo sus ojos color miel y sobre su nariz. Solía vestir vaqueros no muy ajustados con blusas y tops que no apretaran sus grandes pechos aunque cuando se arreglaba sabía como lucir bonitos escotes con canalillo pronunciado.
Nuestra amistad fue fácil. Ambas nos sentamos juntas el primer día de clase. Ella se me presentó y terminamos desayunando juntas en los jardines de la facultad tras la primera clase. A partir de ahí empezamos a sentarnos juntas, contarnos nuestra vida y ser inseparables en clase. Bueno, toda la vida no, pues yo nunca le conté lo ocurrido con el Largo. De hecho ese asesinato era mi gran secreto con mis amigos.
El día que conoció a Víctor ya me reconoció que le gustaba y tras la partida de póker estaba atontada. Era cuestión de que el chaval se le declarara como pasó poco tiempo después. Lógicamente Lourdes era la única que sabía que estaba por los huesos de Luis. Se pasó todo el curso advirtiéndome de que si no hacía algo acabaría perdiéndolo para siempre. Cuando Luis empezó con Marta en vez de reprochármelo se convirtió en mi confidente y cuando por fin Luis y yo nos confesamos nuestro amor lloró de alegría por mí. No se podía ser más buena.
Su defecto principal era su tradicionalismo. Cuando llevaba ya tiempo con Víctor y éste le propuso mantener relaciones empezaron sus temores. Le pesaba la educación recibida, lo que pensarían sus padres y hasta como se sentiría ella misma. Pero cuando le conté con que edad yo había perdido la virginidad se quedó anonadada.
De ahí pasó a la curiosidad. Pese a los estudios de medicina ponía dudas a practicar el sexo. Que si era imposible que una polla pudiera pasar por una vagina no dilatada, que si Víctor estaba muy dotado…pero después cambió de discurso y ya más bien preguntaba qué se sentía, si dolía o si lo mejor era dejar que el chico mandara. Cada vez que se echaba atrás y pensaba que no debía hacerlo yo le recordaba que una buena mamada y tendría a su novio contento ganándome su cara de asco, aunque también terminó preguntándome si tenía algún sabor la polla o si chupar incluía dejar que se corriera en la boca. Era por tanto la viva imagen de la contradicción de algunos tipos de educación.
A pesar de lo modosa que aparentaba ser entre nosotras no había secretos hasta el punto en que en ocasiones me contaba detalles con Víctor que yo no necesitaba saber. Pero era tan buena amiga que en cuanto empezamos Luis y yo organizó la escapada. En realidad lo hicimos a medias. Ella tenía el apartamento en la playa pero no podía irse con Víctor. Sus padres sabían que tenía novio pero no iban a consentir que su niñita se fuera sola con él. Mi presencia se convirtió en la solución.
Sus padres ya me conocían de las vece que habían ido a Granada de visita. Contarles que nos íbamos a relajarnos después del curso las dos solas fue obtener el ofrecimiento del apartamento. Que en realidad nos llevábamos a nuestros novios para hartarnos de follar con ellos era un detalle que tampoco tenían por que saber. Porque ambas lo teníamos claro: esos días de playa serían nuestro premio a nuestro primer año en Medicina. Seríamos dos mujeres adultas y libres que se iban a divertir disfrutando del mar, la fiesta y dos novios estupendos a los que íbamos a dejar secos, pues Lourdes iba dispuesta a todo.
Eso sí, después nos tocaría contar el relato de lo tranquilas que habíamos estados las dos solas…
Lourdes era el tipo de chica que abundaba en el instituto donde estudié bachillerato cuando me tuve que ir a vivir con mi tía. Era pija. Pero ella lo era más. Padres médicos, forrados de dinero y con una educación muy tradicional se había criado en colegios de monjas hasta el bachillerato. Pero tampoco era tan mojigata. Había tenido novio en el bachillerato y aunque era virgen me confesó cuando empezó a salir con Víctor que sabía perfectamente lo que era hacerle una paja a un tío.
No era una niña guapa de llamar la atención pero sabía sacarle muy buen provecho a su cuerpo a pesar de soler vestir muy sencilla y generalmente recatada. Era alta, no sabría decir si rubia oscura o castaña clara, con la piel muy blanca y pequitas bajo sus ojos color miel y sobre su nariz. Solía vestir vaqueros no muy ajustados con blusas y tops que no apretaran sus grandes pechos aunque cuando se arreglaba sabía como lucir bonitos escotes con canalillo pronunciado.
Nuestra amistad fue fácil. Ambas nos sentamos juntas el primer día de clase. Ella se me presentó y terminamos desayunando juntas en los jardines de la facultad tras la primera clase. A partir de ahí empezamos a sentarnos juntas, contarnos nuestra vida y ser inseparables en clase. Bueno, toda la vida no, pues yo nunca le conté lo ocurrido con el Largo. De hecho ese asesinato era mi gran secreto con mis amigos.
El día que conoció a Víctor ya me reconoció que le gustaba y tras la partida de póker estaba atontada. Era cuestión de que el chaval se le declarara como pasó poco tiempo después. Lógicamente Lourdes era la única que sabía que estaba por los huesos de Luis. Se pasó todo el curso advirtiéndome de que si no hacía algo acabaría perdiéndolo para siempre. Cuando Luis empezó con Marta en vez de reprochármelo se convirtió en mi confidente y cuando por fin Luis y yo nos confesamos nuestro amor lloró de alegría por mí. No se podía ser más buena.
Su defecto principal era su tradicionalismo. Cuando llevaba ya tiempo con Víctor y éste le propuso mantener relaciones empezaron sus temores. Le pesaba la educación recibida, lo que pensarían sus padres y hasta como se sentiría ella misma. Pero cuando le conté con que edad yo había perdido la virginidad se quedó anonadada.
De ahí pasó a la curiosidad. Pese a los estudios de medicina ponía dudas a practicar el sexo. Que si era imposible que una polla pudiera pasar por una vagina no dilatada, que si Víctor estaba muy dotado…pero después cambió de discurso y ya más bien preguntaba qué se sentía, si dolía o si lo mejor era dejar que el chico mandara. Cada vez que se echaba atrás y pensaba que no debía hacerlo yo le recordaba que una buena mamada y tendría a su novio contento ganándome su cara de asco, aunque también terminó preguntándome si tenía algún sabor la polla o si chupar incluía dejar que se corriera en la boca. Era por tanto la viva imagen de la contradicción de algunos tipos de educación.
A pesar de lo modosa que aparentaba ser entre nosotras no había secretos hasta el punto en que en ocasiones me contaba detalles con Víctor que yo no necesitaba saber. Pero era tan buena amiga que en cuanto empezamos Luis y yo organizó la escapada. En realidad lo hicimos a medias. Ella tenía el apartamento en la playa pero no podía irse con Víctor. Sus padres sabían que tenía novio pero no iban a consentir que su niñita se fuera sola con él. Mi presencia se convirtió en la solución.
Sus padres ya me conocían de las vece que habían ido a Granada de visita. Contarles que nos íbamos a relajarnos después del curso las dos solas fue obtener el ofrecimiento del apartamento. Que en realidad nos llevábamos a nuestros novios para hartarnos de follar con ellos era un detalle que tampoco tenían por que saber. Porque ambas lo teníamos claro: esos días de playa serían nuestro premio a nuestro primer año en Medicina. Seríamos dos mujeres adultas y libres que se iban a divertir disfrutando del mar, la fiesta y dos novios estupendos a los que íbamos a dejar secos, pues Lourdes iba dispuesta a todo.
Eso sí, después nos tocaría contar el relato de lo tranquilas que habíamos estados las dos solas…