Reencuentro con Elena

Capítulo 236

-Hola -dijo sonriendo.
-Hola.
-¿Todo bien?
-Bueno, creo que me he colado...
-Pero, ¿está bien?
-Sí. Bueno, eso creo. Dice que no le he hecho daño y me he asegurado de que estaba bien y se ha tranquilizado. Ya debe estar durmiendo.
-Bueno, me alegro de que todo esté bien.

Sofía se levantó y se quitó la toalla con mucha naturalidad para empezar a vestirse mientras yo me sentaba en el sofá, sin prestarle atención, pensando más en mis cosas y en lo que había ido pasando durante toda la noche.

-Siento haber cortado el rollo varias veces...
-Ah... ¿Quieres hablar de ello?
-¿Te has dado cuenta?
-Joder, Javi... Habría que estar ciego y sordo para no darse cuenta. ¿Estás bien? -dijo sentándose a mi lado.
-Sí, sí. Supongo.
-A ver, cuéntame -dijo cogiéndome las manos.
-No sé... Es que....
-Vale, te voy a ir contando lo que he pensado yo y a ver si así te sueltas, ¿vale? Es mejor hablar las cosas, Javi. Si te las guardas dentro es peor.
-Vale.
-Mira. He hablado con Irene mucho de esto y siempre me ha dicho que no tuviera muchas expectativas, porque sabe de sobra las ganas que te tengo, y también a tu chica, ¿para qué nos vamos a engañar...?
-Ajá.
-Y así he venido. Hemos echado un finde muy bueno de piscineo entre amigos, porque yo ya a todos os considero amigos, de los de verdad. Quiero que sepáis que podéis contar conmigo para lo que queráis.
-Muchas gracias. Ya sabes que yo siempre intento echar una mano cuando alguien la necesita, así que puedes contar conmigo. Y estoy seguro que con Elena también.
-Pero lo que no me esperaba es que Elena estuviera así de cariñosa y abierta.
-Ya, yo tampoco lo esperaba.
-Ayer te dije que hablaría con ella para que se soltara más y nos dejara tontear y tal, pero es que apenas le dije nada. Algún chascarrillo, pero nada del otro mundo. Te lo prometo.
-Ya, si te creo, no hay problema.
-Irene me ha dicho muchas veces que eras tú el que llevaba la batuta, como que eras el que dominaba la situación.
-Pero yo...
-Espera. Déjame acabar.
-Vale.
-Me ha dicho eso, pero también me ha dicho que te desvives por Elena y que estás todo el rato preguntándole si todo está bien, si está a gusto, si tiene algún problema, si quiere seguir...
-Así es.
-Y la verdad, me encanta. Pienso que es algo importantísimo en estos temas. Y más cuando no es tan liberal. Pero hoy... ¿Qué ha pasado hoy?
-No estoy muy seguro.
-Ya sido ella la que ha animado la cosa y la que ha empezado con las preguntas y tal... Iba a animar yo la cosa, aunque sin esperar mucho, pero es que la cosa ha ido cogiendo intensidad rápidamente.
-Ya. Elena estaba hoy muy encendida.
-¿Sabes por qué?
-No. La verdad es que no. En todo el día hemos tenido nada especialmente sexual, ni insinuaciones siquiera. Por la mañana se ha puesto tristona por la marcha de su prima, luego cortada con nuestra vecina cuando nos ha oído y luego ñoña cuando Irene nos ha dicho lo de Mario.
-Pues no sé qué le habrá dado a tu chica, pero estaba como si fuera Irene casi.
-¿Habrán hablado entre ellas?
-No -dijo Irene, quien estaba bajo el umbral de la puerta.

Ambos la miramos, viniendo ella hasta nosotros. Iba con la camiseta que se había puesto, marcando pezones por no llevar sujetador, su pelo recogido con una coleta y abajo solo llevaba sus braguitas negras, las cuales dejaban gran parte de sus nalgas al aire.

I: No ha hablado conmigo nada del tema sexual. ¿Por qué os lo preguntáis?
S: Porque cuando nos habéis dejado solos iba muy lanzada y no sabíamos por qué está así.
I: ¿Ha pasado algo, Javi?
J: No, no ha pasado nada. Que tampoco es que esté rayadísimo, pero bueno...
I: A ver... Un poquito raro sí que me ha parecido cuando os he visto.
S: Ah, ¿pero nos has visto?
J: Sí. Yo me he dado cuenta.
I: He venido a por mi móvil y he visto como le comías las tetas.
S: Pues no me he dado cuenta.
I: Estarías flipando, ¿cómo lo ibas a hacer? Jajaja.
S: Más he flipado cuando me las ha comido a mí.
I: ¿Qué dices?
S: Pues eso. Que Elenita estaba muy encendida hoy...
I: No me lo puedo creer. Con lo que me ha costado irla soltando y contigo de primeras...
S: ¿Estás celosa? Jajaja.
I: Un poquito, jajaja.
S: La cosa es que Javi estaba como cortado. Elena le animaba a que me tocara las tetas, o a que me las comiera, pero él como que rehuía la situación.
I: ¿Qué te pasa, cariño? -dijo acariciándome la cara.
J: Tengo miedo. Me da miedo que Elena se sienta mal viéndome haciendo cosas con otra, aunque sea ella la que me diga de hacer algo. No puedo quitarme de la cabeza lo que pasó con Ángela. No quiero volver a verla así. No puedo.
I: Pero eso no tiene sentido. Hemos hecho varias cosas después de eso. ¿No pensabas así entonces?
J: Sí, sí lo hacía. Pero también me dejaba llevar. Ha llegado un punto en el que ese pensamiento no me deja relajarme para poder disfrutar. No sé... No puedo.
I: Ay, Javi... -dijo con preocupación.
J: Otra situación que se me viene mucho a la cabeza es lo de Bea.
S: ¿Bea?

Irene y yo le contamos lo que pasó con Bea, hablando yo más porque fue el que lo vivió, pero también intervino Irene explicando lo que le dijo Elena cuando le contó sus pensamientos ya en privado una vez se lo confesé. También le contamos la pelea que tuvimos Irene y yo, con ella creyendo que le había puesto los cuernos a Elena y si bien es verdad que fue una situación muy fuera de lugar, tampoco es que hiciera nada con ella. No nos llegamos a tocar siquiera sin contar los dos besos que me dio de despedida. Sofía me miraba impresionada, aunque entendió la situación por mi enfado, el cual achaqué una vez más a la borrachera de Elena más que por lo que pasó realmente.

J: Debéis pensar que soy un idiota por poder estar con dos chicas a la vez con el permiso de mi chica y no llegar a hacer nada.
-No -respondieron las dos a la vez.
I: Yo creo que eres un chico genial que quiere a su novia con toda su alma y que, para él, ella es lo primero.
S: Opino igual. Es algo que admiro de ti, Javi. Cómo quieres a Elena y cómo la cuidas. Si es que solo hay que ver cómo la miras.
J: Tengo miedo de que a Elena le dé de nuevo por menospreciarse como ha hecho alguna vez. No quiero eso. Quiero que se vea con mis ojos. Ella es la mejor para mí. En todos los aspectos.
I: He hablado con ella bastante de eso y no para de decirme cómo la animas y como se lo dices siempre. Pero Javi, tienes que entender que eso es algo psicológico. No es tan fácil desprenderse de algún complejo o de algunos pensamientos maliciosos. Por desgracia es así y solo se pueden aplacar con mucho esfuerzo y terapia. No digo que Elena la necesite, ni mucho menos, porque no noto que sea algo serio cuando lo hemos hablado, pero no deja de ser algo que está en la cabeza y esas cosas son muy delicadas.
S: Eso les he dicho yo antes. Que de adolescente estaba acomplejada con éstas. -dijo señalándose las tetas- Pero que ahora estoy encantada.
I: Yo creo que no hay por qué preocuparse, Javi. Ella lo tiene bastante claro.
J: Ya, pero no puedo evitar pensar en si le puede dar por ahí.
S: Entonces, ¿es por eso por lo que no has hecho nada conmigo?
J: Sí.
S: Menos mal. Me estaba asustando, creía que era por mí.
I: ¿Cómo va a ser por ti?
S: Me ha rechazado ya varias veces. Y esta noche unas cuentas. Estaba empezando a pensar que no le parecía nada atractiva.
J: No, no es eso. Es por Elena. ¿Sabéis? Hemos hablado del tema y le pregunté que por qué era tan cortada con Mario y no quería hacer nada más. Ya sabes cómo se puso cuando Mario estaba... En fin, cuando la tocó sin que ella se diera cuenta.
I: Sí. Se molestó bastante.
J: Pues me dijo que sentía que me estaba engañando al dejar que otro le tocara y demás.
I: Uff... Javi, no me gusta por dónde va esto. Creo que deberías de hacer nada con más gente. Por eso que me acabas de decir y por lo que te está pasando con tu miedo, lo mejor es que estéis solos y evitéis esas situaciones.
S: Joder, Irene... Que seas tú quien le diga eso... Muy chunga tienes que ver la cosa...
I: No me gusta que puedan surgirles problemas. Les quiero a rabiar y para mí, que ellos estén bien es más importante que lo que yo quiera hacer con ellos. Me da igual quedarme sin eso, lo importante es que ellos sigan como han estado siempre.
J: Gracias, Irene.
I: Se lo comentaré a Mario para que sepa la situación.
S: ¿Dónde está?
I: Durmiendo.
S: ¿Tan reventado lo has dejado?
I: En realidad no. No hemos follado, hemos hecho el amor, como diría Elena, jejeje. Es que nos hemos puesto muy ñoños... Aun así, nos hemos corrido unas cuantas veces y Mario cuando se corre varias veces cae muerto.
S: ¿Por eso aguanta tanto la corrida?
I: Básicamente. Le empieza a entrar sueño y se queda empanado. Ahora se ha corrido tres veces y el pobre se ha quedado frito.
J: Yo también tengo sueño. Me voy ya a la cama.
I: Nosotras nos quedamos un poco más hablando. Que me tiene que contar el juego, que tengo ganas, jajaja.
S: Jajajaja. Buenas noches, Javi.

Me levanté y me fui, saliendo del salón.

-Espera, Javi -dijo Irene viniendo detrás de mí.
-Dime.
-Que no te preocupes tanto, de verdad. Ya verás como no pasa nada.
-Ya, ya. Me lo tomaré con calma, pero quiero hablarlo con ella.
-Vale, lo veo bien, es muy importante la comunicación -dijo mientras me daba un abrazo.
-Gracias por preocuparte.
-Te machacas mucho, Javi -dijo apretando el abrazo.
-Solo quiero que esto salga bien. La quiero como no he querido a nadie en mi vida.
-Y ella a ti -dijo acariciando mi cara y dándome un beso en la mejilla.

Nos dimos de nuevo las buenas noches y ella volvió al salón mientras que yo fui a dormir con Elena. Cuando llegué me senté en la cama y me quedé mirándola por la ligera luz que entraba de la calle. Estaba preciosa, como siempre, siguiendo en la misma postura en la que la había dejado. Me tumbé con cuidado y ella se movió, poniéndose de lado, aunque sin despertarse. Yo aproveché y la abracé por detrás, dándole un beso en la cabeza, durmiéndome rápidamente porque estaba cansado.
 
Capítulo 237

Al día siguiente me desperté sobre las 11. Elena seguía durmiendo y me puse a pensar sobre lo ocurrido la noche anterior. Ya no era ella la que mostraba inseguridades sobre algo sexual, ahora era yo. Sentía que en cualquier momento la cosa se iba a ir de madre y que se iba a producir malestar. Yo no tenía problema en verla besarse o magrearse con otras chicas o incluso con Mario. Pensaba de primeras que me iba a costar más verla con alguien más, sobre todo con un chico, pero no fue así cuando Mario le tocó aquella vez.

Sin embargo, sabía que a ella sí que le costaba ver como otra chica hacía algo conmigo, aunque fuera algo mínimo. Si es verdad que se fue soltando de primeras con Irene, pasando de darle esos manotazos cuando intentaba tocarme el pecho siquiera, o cuando dejaba claro que yo era solo suyo diciéndolo claramente a permitir más acercamiento entre nosotros con algo de toqueteo o incluso permitiendo morreos cambiando de parejas, cosa que tampoco me molestó ver.

Con todo eso, yo no podía evitar pensar en que le diera de nuevo por ponerse celosa o por que se sintiera por debajo de la otra chica o chicas con la que estuviéramos en el momento. Y menos mal que Irene y Mario se fueron solos, porque me hubiera costado más frenar a las dos en vez de a Sofía solo. Y no porque el morbo hubiera sido mayor, sino porque conocía a Irene y empezaría a persuadirme para que me dejara llevar y al final no sé si hubiera podido aguantar firme y más conforme estaba Elena.

Sorprendentemente, la misma Irene fue la que me aconsejó dejar de hacer esas cosas, dando su punto de vista diciendo que sería mejor parar antes de que alguno lamentara algo de verdad y más cuando las dudas venían de ambas partes, aunque no fuera simultáneamente. Que me diera ese punto de vista, aconsejándome eso me demostró que sus palabras eran verdaderas. No decía que nos quería para acercarse a nosotros, lo hacía de verdad, por eso me recomendó lo que ella creyó mejor oportuno. Actitud que distaba mucho de la que ella creía que tenía en esa breve conversación que tuve con ella a primeros de esa semana donde me decía creer no ser la buena amiga que ella creía que era.

Elena seguía durmiendo, completamente desnuda, como se había quedado al dormirse. Estaba echada sobre mi pecho, como solía, con su brazo cruzando mi cuerpo, dejando caer la mano en la cadera. Tenía el gesto muy relajado, sin signos de estar dolorida ni nada, aunque seguía sintiendo que la noche anterior me había pasado, por lo que me quería disculpar y explicarle porqué lo hice.

Le empecé a acariciar la cara, aunque le costó despertar. Lo hizo algo agitada, como siempre que quedaba reventada tras una noche de sexo intenso. Una vez fue consciente de donde estaba y demás continué mis caricias, acompañadas de besos, pasando a abrazarla, devolviéndomelo ella mientras reía de manera muy tierna.

-Mi amor, que cariñoso... Jijiji...
-¿Estás bien?
-Claro que estoy bien, cariño.
-Lo digo por lo de anoche...
-Sí, Javi. Estoy bien. Ni que fuera la primera vez que tenemos sexo así de fuerte.
-Creo que me pasé. Te quería pedir perdón...
-No, hombre... Perdón dice... Qué tontería disculparse por hacerme disfrutar... -dijo acariciando mi cabeza.
-También me gustaría comentarte algo... Es importante -dije apretando el abrazo.
-Javi, ¿qué pasa? No me asustes...
-Es que... Anoche no estaba cómodo.
-¿Tan grave es? -dijo apartándose de mí para coger mi cara y mirarme a los ojos.

Asentí y le expliqué lo que sentía y pensaba al respecto. Le conté con detalle cómo me sentía a media que cada cosa iba teniendo lugar, como me sorprendía su actitud, aunque recalcando que no me desagradaba ni nada de eso, sino que me sorprendía sin más. Ella me escuchaba atentamente mientras acariciaba mi cara y yo le exponía mis pensamientos y miedos.

-Pero mi amor, ya hemos hablado esto varias veces. ¿No está claro que yo ya tengo claro lo que hay?
-Sí, Elena. Pero es que son miedos que tengo ahí y no se me van. ¿Tú quieres seguir haciendo cosas con más gente?
-Yo quiero lo que tú quieras, mi amor.
-Anoche hablé con Sofía cuando te dejé aquí descansando. Y luego se nos unió Irene. Y ella fue la que me aconsejó que paremos todo esto. Ambos tenemos nuestras cosas y piensa que es lo mejor para los dos.
-¿Y qué piensas tú?
-Que tiene razón. Yo creo que los dos nos lo pasamos muy bien y que no necesitamos meter a nadie más. Pero no quiero quitarte eso si te gusta.
-Basta. Para de ponerme por encima, Javi. Si no estás cómodo, no se hace, punto.
-Pero...
-¡Tsss! Ni pero, ni nada.
-Lo siento, Elena.
-¡Qué pares de pedir perdón! Javi, que te quiero y eres lo más importante para mí. Que no voy a dejar que absolutamente nada pueda ocasionar ningún problema. Si el sexo contigo es lo mejor, no necesito a nadie más. Sabes lo que me gusta, sabes cómo encenderme, sabes cómo satisfacerme, cómo matarme de gusto... ¿Qué más quiero?
-Te quiero.

Le di un buen beso, el cual duró varios minutos, dándonos cariño de esa forma mientras nos acariciábamos, llegando a perder la noción del tiempo. Nuestros amigos fueron los que interrumpieron el beso que nos estábamos dando con el traqueteo en el cuarto de baño o en la cocina. Al final decidimos levantarnos para ir a desayunar, por lo que nos vestimos y fuimos a la cocina donde ya estaban los demás.

Elena le dio un abrazo a Irene nada más verla, en silencio, recibiéndolo ésta de buena gana, sonriendo mientras le acariciaba la espalda y apoyaba su cabeza sobre la de mi chica por la diferencia de altura. Todos estuvimos en silencio durante ese momento, sabiendo de sobra lo que pasaba por la cabeza de cada una, hasta Mario que no estuvo en la conversación, pero parecía estar enterado, ya que me miró con media sonrisa haciéndome un gesto como queriendo decir que qué le íbamos a hacer. Yo le devolví el gesto y fui a prepararme el desayuno. Desayunamos todos en la mesa de la cocina mientras comentábamos la semana que nos esperaba de trabajo. Volviendo de las vacaciones, a varios ya se nos venía de nuevo la rutina, por lo que veíamos complicado pasar tiempo juntos, aunque para eso estaban los fines de semana. Al final nuestros amigos se fueron sobre la 1 de la tarde y no se quedaron para comer, diciendo que tenían que regresar a casa para irse preparando para el trabajo, sobre todo por parte de Sofía, quien tenía que hacer algún viaje y tenía que preparar la maleta y alguna cosa más y Mario, con bastante papeleo. Irene estaba más calmada, ya que su trabajo era menos exigente y no estaba para nada estresada, pero le compensaba que no fuera de lo que había estudiado porque al menos hablaba con mucha gente y aprovechaba que trabajaba ahí para llevarse algún descuento en algo que le gustara.

Esa semana, el trabajo de Elena era menor, teniendo las tardes libres, dejándoles descansar de esa parte instructiva, pero aun así tenía que ir por la mañana con su correspondiente madrugón. Y respecto a mí, pues para mí alivio, no me hicieron la cabronada de enterrarme en documentos como hicieron antes de coger las vacaciones a mediados de julio, aunque tenía que sacar mi trabajo normal y eso contaba con trabajar por la mañana y por la tarde para no ir tan apurado, pero mantenido el fin de semana libre. Y menos mal que fue así porque ese fin de semana era el concierto del que Mario se informó cuando estuvimos en la playa y estuvimos haciendo un poco el tonto, Mario con la guitarra y yo con la batería en aquel hotel.

La semana transcurrió con normalidad. Elena se marchaba a trabajar por la mañana, viniendo una compañera suya a recogerla, aquella compañera con la que tantas buenas migas había hecho y que estaba deseando presentarme, aunque entre su trabajo y el mío, no encontrábamos manera de hacerlo en condiciones. Luego iba yo a recogerla y como por la tarde no tenía que ir, pues se ponía a hacer la comida tranquilamente, aunque eso significara que comiéramos cerca de las 3 de la tarde, pero al menos comíamos bien y no tanto de bar. Elena tenía muy buena mano para la cocina, por lo que disfrutábamos mucho ese momento, sobre todo yo, y más acostumbrado a la comida de mi madre, que también cocinaba muy bien, nada que ver conmigo. Yo al menos ayudaba en lo que podía y ponía la mesa, pero el mérito era todo suyo. Después de comer, ella se quedaba en el sofá, algo adormilada después de tanto ajetreo mientras yo recogía y lavaba los platos y demás, luego me iba con ella al sofá para estar junto a ella, aunque alguna que otra vez se quedaba dormida sobre mí. Por la tarde yo me iba a nuestra habitación, dónde tenía el ordenador montado para trabajar, pero Elena se venía muchas veces porque quería estar conmigo. Tanto fue así que apenas parábamos en el salón y nos quedábamos en la habitación, ella en la cama viendo la tele mientras yo trabajaba de espaldas a ella con unos cascos escuchando música relajante para no distraerme.

Y en el tema del sexo pues buscábamos más cariño que pasión, y más con el problema que surgió conmigo cuando estuvieron todos nuestros amigos, por lo que hacíamos cada día el amor de manera sosegada, en varias posturas, sobre todo las que nos gustaban más, pero siempre con mucho cariño.

Y así transcurrió toda la semana excepto el viernes por la tarde, cuando sobre las 7 de la tarde llamaron a la puerta mientras yo estaba trabajando. Elena se levantó, poniéndose el sujetador, porque estaba con ropa normal, pero no se lo ponía para estar más cómoda y como se le marcaban los pezones, pues se lo puso al recibir visita. A los pocos minutos regresó a la habitación.
 
Capítulo 238

-Javi, es mi compañera Yolanda. Ha venido para tomar un café.
-Ah... Pero, ¿lo sabías?
-No. Se ha presentado porque sí. Habíamos dicho de quedar algún día y se ha acercado. Vamos, que te la presento, que es muy maja.
-Voy.

Me levanté de la silla y fui junto a Elena al salón, encontrándome a su compañera sentada en el sofá. Estaba sonriente, levantándose al vernos aparecer para acercarse a darme dos besos.

Yolanda era una chica muy agradable, bastante extrovertida y cercana. Se sorprendió de mi altura, siendo lo primero que dijo nada más verme, sobre todo por la diferencia de altura con Elena. Mi chica se reía y empezamos a hablar para conocernos mejor. Físicamente mediría en torno a 1,70m. Castaña clara con una larga melena algo rizada, cara redondita con grandes ojos marrones claros, cejas algo gorditas, nariz un poco grande y una gran boca que le hacía lucir una enorme sonrisa que era agradable de ver. No era una chica especialmente guapa, pero tampoco era fea. De cuerpo, Yolanda era una mujerona, que se suele decir. La típica chica que tiene complexión robusta, con un voluptuoso pecho, grandes caderas y culo grande y redondo, con unos carnosos muslos y brazos. Robusta es la palabra, porque gorda no estaba.

Estuvimos hablando, empezando a conocernos, yendo Elena a hacer algo de café mientras Yolanda y yo nos contábamos cosas cada uno de sí mismo. Luego se volvió a unir Elena y seguimos hablando mientras tomábamos café. Sabía que ambas se llevaban bien por cosas que hablaba Elena y por como siempre que iba a recogerla las veía salir juntas, hablando un poco en la puerta para luego despedirse con un beso e irse cada una por su lado, además de que esta era la chica que venía cada día a recogerla para llevarla al trabajo por la mañana, pero no sabía que se llevaran tan bien. Parecía que se conocían de toda la vida. Hasta me daba la sensación de que tenía más afinidad con ella que con Noelia, aunque no era tan complicado teniendo en cuenta el comportamiento de ésta última.

Tenían mucha complicidad mientras hablaban, cogiendo Yolanda a mi chica del brazo mientras reía al contar alguna anécdota que tenía lugar en el trabajo, como cuando le envié a Elena un ramo de flores, contando ella con detalle cómo fue toda la situación mientras Elena se ponía roja. También contaba algún cotilleo del trabajo, como que, si alguien del grupo de ambas estaba coladillo por alguna chica del mismo grupo, como otros u otras se interesaban también por otros, o incluso por gente con más rango, aunque en lo que más hicieron hincapié fue en uno de sus jefes. Yolanda lo describía como un hombre de muy buen porte, muy elegante, siempre en traje, bastante guapo y con buen cuerpo. Dijo que a varias se les iban los ojos detrás de él, pero que ese hombre aparecía poco por allí, solo para supervisar alguna cosa y echar un ojo a cómo iba todo, pareciendo ser uno de los que más mandaban en la empresa. Llegó un punto en el que se cortó de repente porque nos dijo que no debería estar pensando en esas cosas porque ella tenía novio. Comentó que tenía 32 años, aunque Elena ya lo sabía. Que tenía novio desde hacía 3 años y que les iba muy bien y que ambos eran muy fieles, por eso se cortó al empezar a hablar así de aquel hombre.

Me pareció extraño que estuviera en el grupo de Elena por la diferencia de edad, porque ese plan estaba diseñado para los que acababan de salir de la universidad, pero me contó que ella había tenido problemas y que tuvo que dejar aparcados los estudios durante algunos años, pero que cuando los retomó lo hizo con ganas y que acabo haciendo un máster, siendo la mejor de la promoción y que en esas reseñas que pidieron pues la recomendaron a ella. Elena aprovechó para comentarle a Yolanda como ella había pasado por algo parecido por temas familiares y como le afectó a sus estudios, aunque al final lo sacó todo muy bien. Le estuvo contando como le acompañé a la exposición de su TFG y como estuve dándole ánimos y pendiente de ella. Yolanda no paraba de reír y atendernos con emoción cuando le hablábamos. Y es que Yolanda era así, una chica muy emocional, llegando a tener como un punto de haber bebido alcohol por ser tan risueña con cualquier cosa y por lo extrovertida que era, pero no, no iba borracha, simplemente era así.

Mientras seguimos contándonos cosas me puse a pensar en que había dejado a medias lo que me quedaba del trabajo y ya se estaba haciendo tarde. Me parecía feo dejarlas ahí a las dos solas cuando la amiga de Elena había venido para pasar un rato con nosotros, sobre todo con la intención de conocerme, por lo que decidí dejarlo para más tarde, aunque eso significara acabar de madrugada.

Con la tontería se nos hizo la hora de cenar, por lo que fuimos a la cocina para preparar algo mientras seguíamos hablando. Aproveché un momento en el que Yolanda fue al baño para comentarle a Elena el problema que tenía con lo del trabajo. Ella puso cara como de susto, pidiéndome perdón por no haberse dado cuenta. Yo le dije que se tranquilizara, pero que luego tendría que estar hasta tarde para acabar y poder estar el sábado y el domingo totalmente libre para poder disfrutar de irnos con nuestros amigos fuera. Sugirió decirle a su amiga que se fuera para que pudiera acabar a buena hora, pero me parecía un poco feo decirle que se fuera.

Aun así, Elena le dijo a su amiga si su pareja no la echaría de menos al no ir a casa a cenar, pero ella le dijo que estaba con sus padres en un pueblo de al lado, así que se quedó con nosotros para cenar y seguir hablando. Y no me molestaba ni me causaba malestar. Yolanda tenía muy buena conversación y lo pasamos bien en todo momento, pasándose el tiempo bastante rápido, al menos para mí. Una vez acabamos de cenar, estuvimos un rato más, pero no mucho y después se fue, despidiéndose de Elena hasta el lunes y de mí hasta la próxima vez, proponiendo una quedada entre las dos parejas para salir a cenar los cuatro juntos.

Elena y yo nos sentamos un rato en el sofá, llamando yo a Mario para ver cómo lo haríamos para ir a donde era el concierto. Le expuse el problema que tenía, porque desde primera hora quedamos en que iríamos en mi coche, conduciendo yo durante todo el camino, pero con eso de que iba a acabar tarde no es que fuera muy buena idea, por lo que al final quedamos en que vendría él a por nosotros, yendo al final en su coche. El viaje duraba varias horas y teníamos pensado no parar y hacerlo del tirón para llegar más o menos a la hora de comer y hacerlo allí para dar después una vuelta y ver la ciudad. Del alojamiento se encargaron Elena e Irene, por lo que no había problema con eso. El concierto era a las 10 de la noche, por lo que la idea era comer, ver tranquilamente la ciudad dando un paseo después de dejar las pequeñas maletas que íbamos a llevar en el hotel, yendo después al concierto, hacer noche ahí y el domingo estar en plan tranquilo, descansando un poco, para comer de nuevo allí y volver a casa.

Cuando terminé de hablar con Mario me levanté para ir a nuestra habitación para acabar con mi trabajo, pero Elena me detuvo, cogiéndome de la mano y tirando para que me volviera a sentar.

-¿Tienes ganas?
-Siiiii... Contigo siempre tengo ganas.
-¿Y eso?
-¿Pero qué pregunta es esa? Jajajaja. ¿No ves acaso cómo te quiero y cómo me pones?
-Claro que lo veo, pero me gusta hacerme de querer.
-Pero si no te puedo querer más.
-Lo sé.
-¿Estás ñoño? Jejeje.
-No. Me gusta jugar.
-Y a mí, anda, vamos a jugar...
-Elena, tengo que acabar eso.
-Jo... No cuidas de tu niña... -dijo haciéndome pucheros.
-¿Mi niña tiene queja de mí?
-No -dijo sonriendo.
-Pues no te portes mal, a ver si te voy a tener que castigar... -dije riéndome.
-¿Quieres castigar a tu niña? Pero si se porta muy bien... -dijo con tono meloso.
-¿Cómo voy a castigar a esta ricura? Si solo tengo ganas de comerte a besos.
-¿Y por qué no lo haces? -preguntó con cara de niña buena.
-Porque tengo que acabar eso, mi vida.
-¿Y un poquito solo?

Parecía que me estaba resistiendo porque no quería hacer nada, pero en realidad no era así. Simplemente quería acabar mi trabajo para poder estar tranquilo los dos siguientes días. Me estaba costando mucho no lanzarme sobre ella, porque me derretía cuando se ponía así. Elena tenía la capacidad de calentarme de varias maneras, pudiendo hacerlo de manera muy sensual o de manera muy tierna, como era este caso. Y esas últimas palabras, con esa forma de decirlas, tan dulcemente y con su voz tan angelical hizo que me sentara a su lado para empezar a besarla, estando así durante varios minutos hasta que la cogí en brazos y la llevé hasta la cama para desnudarla y hacerle el amor.

Le empecé a quitar la ropa con mucha delicadeza mientras le basaba por toda la cara. Elena reía cariñosamente, lanzando algún gemido entre risa y risa, acariciando mi espalda y mis brazos. Una vez le quité la ropa, me la quité yo, liberando mi polla bastante empalmada. Ella la agarró y la empezó a masturbar mientras nos mirábamos a los ojos.

Tras unos segundos así, me la soltó para cogerme de los hombros y pegar nuestros cuerpos, quedando yo encima de ella, aunque hacía por donde para apoyar mi peso sobre mis rodillas y codos para no dejar caer todo mi peso sobre ella. Mi polla quedaba atrapada entre nuestros cuerpos, bastante aprisionada, pero Elena estaba así bastante a gusto, por lo que siguió con las caricias durante unos momentos más. Después, sin habernos estimulado apenas ni habernos lubricado con sexo oral, Elena hizo fuerza para que me levantara un poco, cogiendo mi polla y llevándola hasta su rajita para acariciarla con mi glande.

-Me encanta cuando me haces esto con tu polla.
-¿Sí?
-Sí. Me vuelve loca y hace que me moje mucho.-Siempre me gusta hacerlo antes de follar.
-Pues nunca lo dejes de hacer...

Después de unos roces de esa manera, Elena la dirigió bien para que se la metiera. Y ahí acabaron las palabras porque empecé a follarla con mucho cariño, como veníamos haciendo desde hacía varios días. Y así estuvimos durante un buen rato, en un misionero hasta que cuando noté que ella estaba cerca decidí apretar más, empezando a follarla con bastante rapidez. Elena abrió mucho sus ojos, poniendo cara de placer, empezando a correrse con gemidos bastantes altos. Yo la seguí acabando dentro de ella, como era lo normal, ya que a ambos nos gustaba.

Como siempre pasaba, yo me recuperé rápido, pudiendo mirarla mientras ella seguía sumergida en su orgasmo, con sus convulsiones y espasmos, notando como se le ponía la piel de gallina por momentos. Al poco alargué mi mano hasta la mesita para coger papel y salirme de ella para taparle el coño y no manchar las sábanas.

Me puse los boxers y los pantalones para sentarme y seguir trabajando para acabarlo y dejarlo todo listo y enviado. Al rato de estar ya en ello me giré para mirar a Elena y me la encontré tumbada de lado mirándome, con una sonrisita muy bonita en su cara.
 
Capítulo 239

-¿Te molesta la luz de los monitores para dormir?
-No. No me molesta nada de ti. Solo veo como trabajas.
-Deberías dormir, mañana hay que madrugar un poco.
-Estoy más que acostumbrada, mi amor. Además, te quiero esperar. Es por mi culpa que ahora estés así.
-No es tu culpa, no digas eso.
-¿Te ha caído bien mi amiga?
-Claro. Es una chica muy agradable.
-Genial.
-Además, sé que es una persona importante para ti.
-Sí. Yolanda es un apoyo muy importante para mí. Que no es que haya ningún problema ni nada, pero me alegra mucho tenerla a mi lado.
-Os veo tan bien compenetradas que estoy seguro de que os van a ascender pronto. Seguro que os ponen al mando de vuestro grupo.
-Anda... Qué cosas dices...
-Pues lo que veo. Si ya solo con la exposición que me hiciste de tu TFG para practicar veía lo bien que ibas a hacer tu trabajo.

Elena se rio y se fue al baño para limpiarse bien. Cuando vino se puso la ropa y se sentó a mi lado para hacerme compañía mientras yo seguía trabajando. Parecía que tenía curiosidad de algunas cosas, por lo que yo le explicaba cómo funciona lo que hacía. Después fue a la cocina a por algo para beber y algo para picar. Se me hizo muy llevadero lo que me quedaba de trabajo con su compañía, por lo que se me hizo corto. Al final no acabé tan tarde como yo pensaba, así que nos fuimos a dormir a una hora más decente, pero tarde, aun así.

Como acordamos, el sábado nos levantamos temprano, siendo Elena la que me despertó, costándome trabajo por habernos ido a dormir tan tarde. Elena sin embargo no parecía estar muy cansada ni adormilada, todo lo contrario. Estaba con mucha energía, con muchas ganas de ponernos en marcha y eso que ella ni siquiera iba a ir al concierto. De hecho, cuando me levantó, ella ya se había duchado y mientras yo lo hice preparó el desayuno. Yo aun con la ducha estaba empanado, pero el café ayudó a espabilarme un poco. Mientras desayunábamos, Elena me empezó a contar lo que tenía pensado hacer mientras llegaba la hora de irnos para Mario y para mí.

Al rato aparecieron nuestros amigos en su coche. Después de saludarnos nos montamos, quedando yo atrás con Elena mientras nuestros amigos estaban en la parte de alante, con Mario conduciendo. Entre ellos empezaron a hablar y yo, pese a haberme tomado un café hacía pocos minutos, caí dormido enseguida. De hecho, dormí del tirón hasta que llegamos a nuestro destino.

I: ¡Vamos, bella durmiente! -dijo desde la parte de alante, empujando mi pecho con su mano para despertarme.
E: Irene, no seas mala... Que mi niño estuvo trabajando anoche hasta muy tarde y está cansadito...
I: Claro, trabajando y trabajándote, ¿no? Jajajaja.
E: Bueno...
J: Sí. Se puso cariñosa y tuve que darle cariño.
M: Ahí está, jajajaja.
I: ¿Tú tienes queja? Jajaja.
M: ¿Yo? Qué va. Si anoche casi rompemos la cama, jajajaja.
J: Tú verás, si tienes que tener el coño holgado, cabrona, jajaja.
I: Hala...
E: Pero qué bruto eres...
M: En realidad sí que tengo una queja...
I: ¿Cómo?
M: El no poder follarme a la preciosidad que tengo detrás, por eso celebro que mi amigo lo haga.
I: Anda, será que no soy lo suficiente para ti...
M: No es eso, y lo sabes. Y no te pongas así, que tú sí que has podido hacer muchas cosas con ella...
I: ¿Te da envidia? Envidiosillo... -dijo con cariño acariciando su cara.
M: Pues sí, jajaja.

Aún adormilado miré a mis amigos con una sonrisa en la cara por cómo se picaban entre ellos, pero con muy buen rollo y cariño. Después miré a Elena, quien estaba roja como un tomate. Me reí y ella se puso a mirar por la ventana. Le puse mi mano sobre su muslo y ella sin mirar puso su mano sobre la mía.

Por fin llegamos al hotel, aparcando en el subterráneo que tenía, el cual estaba casi repleto de coches. El hotel desde fuera tenía muy buena pinta y una vez entramos al aparcamiento vi que no era solo fachada, literalmente. Fuimos al ascensor para subir hasta recepción y mientras las chicas hablaban en recepción para coger las llaves, Mario y yo echábamos un vistazo porque ninguno de los dos teníamos ni idea de cómo era el sitio.

Era bastante impresionante porque parecía un hotel de jugo, con una recepción enorme, con bastantes recepcionistas, varios compartimentos como si fueran cabinas telefónicas, hasta con ordenadores. Lo que más me llamó la atención fue el suelo, estaba tan brillante que te podías ver reflejado en él, pues era de mármol, color crema, con varias baldosas cambiando a un negro con betas blancas, al igual que unas gigantes columnas que comunicaba el techo con ese suelo. En la parte central se encontraban las escaleras que conducían a la primera planta, también enormes y del mismo mármol que el suelo, con los filos chapados en oro y unas barandillas grandes y robustas de madera de roble.

Yo no tenía ni idea de nada, así que me dispuse a ir al ascensor, diciéndoselo a Mario una vez las chicas venían hacia nosotros, pero éstas nos detuvieron, diciéndonos que nos alojábamos en la primera planta, por lo que acabamos subiendo por las escaleras, aunque un botones se encargó de nuestras maletas. Una vez subimos y llegamos, el botones nos dejó las maletas y entonces Irene abrió la puerta de su habitación, pero Elena entró detrás.

J: Oye, ¿qué pasa, que Mario y yo vamos a otra habitación, o qué? Jajajaja. -dije una vez entré yo también.
I: No, es que esta habitación es para los cuatro.
J: Eh... ¿Cómo?
I: Pues eso, chico... Jajajaja.
J: Ah, es que no tenía ni idea.
E: Ha sido por mí. Espero que no te moleste.
J: No, no me molesta. Pero, ¿por qué lo habéis hecho así?
E: Hemos pensado en que para una vez que veníamos a esta ciudad, pues queríamos disfrutar y darnos un pequeño caprichito, por eso hemos venido a este hotel.
I: 250 euros la noche, ¿sabes?
J: Ostia...
E: Por eso. Compartimos gastos y nos sale a buen precio.
J: Pero, ¿no os han dicho nada en recepción?
I: De eso me he encargado yo. He dicho que Elena y yo éramos pareja, hemos cogido la llave y ya está. Como vosotros estabais más apartados, pues parecíais otra pareja.
M: Pero, ¿y el botones?
I: Obviamente no sabía nada, porque no nos ha dicho nada. Por eso he sacado las maletas rápidamente, para que no viera que íbamos a entrar todos aquí.
M: Nos podemos meter en un lío si nos pillan, ¿eh?
I: Pues llevaremos cuidado. Ahora salimos Elena y yo de la manita y dentro de un rato os avisamos cuando veamos que no hay nadie en el pasillo y ya pues bajamos nosotras y luego vosotros
J: ¿De la manita también? Jajaja.
I: Lo que quieras. No soy celosa -dijo sonriendo y guiñándome un ojo.
E: ¿Vosotros creéis que será para tanto? -dijo con cara de estar un poco preocupada.
M: Nos pueden denunciar, pero bueno. Si lo hacemos bien no pasa nada. Solo va a ser una noche.

Dejamos las maletas, aprovechando yo para ir al baño. Mientras estaba ahí pensaba en la idea tan mala que habían tenido. No solo por haber hecho esa triquiñuela, sino porque también hubiera preferido más intimidad con mi chica para poder dormir más tranquilamente o hacer algo más si se daba la situación, pero ahora con nuestros amigos estaría más cortado pese a haber hecho bastantes cosas con ellos, aunque con cómo me puse el fin de semana anterior no es que me apeteciera hacer nada con ellos. Para ser justos tampoco iba a decir nada de lo mal que me parecía haber hecho así las cosas pidiéndonos meter en un lío, ya que alguna idea mía había llegado a ser hasta peor.

Después de dejar nuestro ligero equipaje, salimos como dijo Irene, llevando bastante cuidado y con nuestros tiempos para que nadie sospechara lo que estábamos haciendo. Una vez en la calle y lejos de aquel hotel fuimos andando para ir viendo la ciudad. Ya no había problema porque estaba descansado por haber dormido durante todo el viaje, por lo que aguanté muy bien el ritmo de la caminata, como los demás tras haber parado en un bar para comer, aprovechando para probar la gastronomía local.

Una vez acabamos de comer, seguimos haciendo turismo, yendo a ver los sitios más conocidos de la ciudad.

I: Deberíamos hacerle dicho a Laura que se viniera. Ella se tiene que conocer todo esto muy bien.
E: Bueno, ella no es de aquí en realidad, es de un pueblo de al lado. Pero sí que tiene que conocerse el lugar, seguro que ha venido varias veces.
M: Por cierto... ¿Sabéis dónde está? Porque llevo sin verla... Está perdidísima.
J: Claro, no le das bola...
M: ¿Qué?
 
Capítulo 240

Puse cara de pensar que la había cagado al decir eso, ya que fue algo que me contó Elena lo de que a Laura le gustaba Mario en su día, pero no recordaba que fue así hasta que vi la reacción de Mario. Tampoco es que fuera algo muy grave, ya que mi intención era decirlo de coña y al ver las caras que estaban poniendo pues no tuve más remedio que explicarme, confesando lo que Elena me contó en su día.

J: Eh... Nada. Es que Elena me dijo que Laura estaba un poco pillada por ti en su día.
M: No jodas...
E: Javi... Bueno, da igual. No pasa nada. No es para tanto, ¿no?
M: No, no pasa nada. Pero es que no lo sabía. No tenía ni idea.
E: Pues sí. Le gustabas, pero nunca te lo dijo.
M: ¿Por qué?
E: Pues no estoy segura. Era timidita, pero se le pasó cuando os fuisteis a la universidad.
M: Pero nos veíamos de vez en cuando los fines de semana.
E: Pues no sé.
J: Bueno, tú ya en la universidad estarías a otras cosas. Y más cuando conociste a Irene, ¿no?
M: Pero a Irene no la conocí hasta bastante después de irme.
I: Vaya con Laurita... Voy a tener que preguntarle. Me he quedado con la intriga...
E: Espera, espera. Que en principio solo sé yo eso de que le gustaba Mario.
I: ¿Qué más da? Si de eso hace ya bastante...
M: A ver si va a seguir pillada de mí, jajajaja.
E: Mmm, puede, pero no sé yo...
I: ¿Por?
E: Porque en una fiesta le tiró la caña a Javi.
I: ¿En serio?
E: Sí. Y además fue cuando ya estábamos saliendo.
J: Elena, ella no lo sabía...
E: Ya. Pero sabía que tú y yo estábamos tonteando.
J: Me dijo que le parecía más guapo que cuando me conoció y con eso que hice por ti en la fiesta anterior en la que se te acercó Alejandro y tal...
E: Sí, en la que me enamoré de ti -dijo interrumpiéndome.
J: Eh, sí. En esa.
I: Elena, tranquila. Si no pasó nada, ¿no?
J: No. Me aparté de ella y le expliqué que estaba con Elena. Y luego pues me abrí la cabeza.
E: No, si tranquila estoy, pero no me parece bien que una amiga haga eso, aunque no supiera que estábamos juntos.
M: Pues ya le preguntaré a Laura a ver qué pasó con eso -dijo intentando cambiar el rumbo de la conversación.
I: Mmm, yo también quiero hablar con ella. Lo mismo se anima a...
J: Jajajaja, no pierdes el tiempo, ¿eh?
I: Ya me conoces -dijo guiñándome un ojo.

Seguimos andando para ver más lugares de la ciudad, notando como Elena estaba algo callada y distante mientras los demás hablábamos, aunque le duró poco, porque se animó bastante rápido comentando lo que le gustaba aquel lugar.

Páramos a tomarnos un helado por las horas que eran y el calor que hacía, aunque no hacía tanto calor como donde vivíamos, ni de lejos. Comentamos lo que íbamos a hacer el resto de la tarde, queriendo ir a visitar algún sitio más y algo que querían hacer las chicas, aunque no nos dijeron nada acerca de ello.

Así se nos pasó el resto de la tarde hasta que llegaron las 9 de la noche, por lo que Mario y yo regresamos al hotel para cambiarnos de ropa y ponernos algo más cómodos, porque sabíamos que en el concierto íbamos a sudar bastante por cómo se armaba en los conciertos del grupo al que íbamos a ver. Las chicas nos dieron la llave y subimos, bajando después, acompañándonos ellas hasta la misma puerta del estadio en el que tenía lugar el evento. Quedamos con ellas en que nos recogerían en la puerta una vez acabara.

El concierto empezó a la hora acordada, estando muy bien, con Mario y yo juntos en todo momento, aunque alguna vez nos distraíamos por los empujones y el barullo que había. Cantábamos las canciones a pleno pulmón, junto a los miles de personas que había en el lugar.

Cuando acabamos, tuvimos que esperar a que la gente fuera saliendo, porque nosotros éramos de los que más próximos al escenario estábamos. Casi 10 minutos después de que el concierto hubiera acabado, conseguimos salir, buscando a nuestras parejas, encontrándolas rápidamente. Iban arregladas, porque teníamos pensado ir a cenar por ahí. Estaban preciosas, pero no metieron prisa porque ya era algo tarde y no queríamos quedarnos sin cenar en un buen sitio que al parecer ellas habían encontrado.

Bajamos enseguida después de habernos duchado Mario y yo, por turnos, estando vestidos acordes con nuestras chicas. Ambos íbamos en camisa con las mangas remangadas. Mario llevaba una blanca, mientras que yo llevaba una azul clara. Ambos íbamos con unas bermudas vaqueras y unas zapatillas. Las chicas iban espectaculares, con Elena llevando un pantalón largo, aunque fino, de color rosa con un estampado de pequeñas flores blancas y un top negro que dejaba su abdomen al aire, supersexy, además de unas altas sandalias negras con tacón. Nunca la había visto así y me sorprendió bastante. Iba con el pelo alisado, como siempre que salíamos, al igual que su ligero maquillaje. También llevaba unos aros en las orejas, no muy grandes y todas sus uñas pintadas de negro, con las de las manos algo largas como se había ido dejando. Estaba preciosa, a la vez que superatractiva y supersexy. Irene no se quedaba atrás, con unos shorts vaqueros, unas medias negras y altos tacones rojos, quedando cerca de la altura de Mario. En la parte de arriba llevaba un top muy parecido al de Elena, pero en rojo, conjuntando con sus tacones. Esta vez sí que iba algo más maquillada, con su pelo bastante alisado, cambiando ligeramente su peinado usual.

I: Mira que sois distraídos, ¿eh...?
J: ¿Por qué lo dices?
I: ¿No notáis nada nuevo en nosotras? -dijo abriendo sus brazos.

Me quedé callado, mirándola de arriba abajo y no pude ser capaz de encontrar nada nuevo en ella.

I: ¿En serio?

Miré a Elena de la misma manera y entonces sí que me di cuenta de algo nuevo en ella. Se trataba de un piercing en su ombligo. Era de color verde pistacho. Le quedaba muy bien, supersexy. Luego volví mi vista a Irene y vi que ella tenía otro, pero de metal. Como a mi chica, le quedaba muy bien, haciéndola más sexy aún.

J: Joder, con la prisa que nos habéis metido no me he dado cuenta.
I: Anda... Que sois...

Me acerqué a Elena para darle un beso con muchas ganas, susurrándole lo guapísima que estaba y lo que me entraba su nuevo piercing, diciéndole que le hacía más sexy aún. Ella reía y me devolvía el beso, acompañado de un abrazo. Mientras Elena y yo estábamos así pude oír a Mario decirle a Irene que se la iba a comer enterita, soltando ella una risita. Cuando me despegué de Elena vi que se besaban de la misma manera que nosotros, viendo como Irene estaba algo sonrojada al retirarse de él. La miré aguantando la risa.

I: Anda, no me mires así... -dijo riendo, poniendo su mano en mi cara y empujándome ligeramente.

Una vez les dijimos lo preciosas que estaban, nos cogimos de la mano, cada uno con su pareja para ir a cenar, de nuevo con algo de prisa para que no hubiera problema, porque ya era un poco tarde para cenar.

Por suerte pudimos cenar tranquilamente pese a la hora que era, sin llegar a tener ningún problema por eso. Suerte que era verano y que había mucho turista y por lo tanto los negocios hosteleros no cerraban precisamente temprano. Las chicas se empeñaron en ir a un sitio en específico y aunque Mario y yo les dijimos que se habían venido bastante arriba, ya que era un sitio caro, sabiéndolo él y yo porque era famoso, ellas nos dijeron que para una vez que salíamos los cuatro juntos, pues querían que fuera un buen recuerdo, por lo que no repararon en gastos. Sobre todo, fue por Irene, ya que aún se sentía culpable por lo de no poder pasar solos aquella semana que pasamos juntos de vacaciones, por haber dejado que Noelia de viniera. Elena le quitaba importancia y decía que apoyaba lo de dejar un buen recuerdo, ya que ahora vivíamos separados de ellos y nos veíamos menos.

Como esperaba, aquel lugar no defraudó. La comida estaba inmejorable, al igual que el servicio, aunque demasiado formal para mi gusto. Así que echamos un rato tan bueno como inolvidable, disfrutando muchísimo de la comida, como de la compañía.

Una vez acabamos, fuimos a dar un paseo, yendo Elena y yo con nuestros dedos entrelazados. No me fijé en cómo iban nuestros amigos, pues iban detrás de nosotros, pero seguro que iban de forma similar a nosotros. De vez en cuando, Elena se arrimaba más a mí, pasando a abrazarme el brazo.

Decidimos parar en un pub para tomarnos algo, aunque Elena no quiso beber alcohol, por lo que se pidió algo sin. Yo me pedí algo, pero con muy poco también. Y echamos un buen rato los cuatro juntos, comentándoles como había ido el concierto y demás, viendo al grupo desde bastante cerca. Ella nos lo notaban en la voz, teniéndola rasgada de los berridos que habíamos metido. Irene y Mario se pusieron más cariñosos, empezando a besarse, estando ella sobre las piernas de Mario. Elena y yo también estamos cariñosos, pero no tanto, seguramente por la falta de ese punto de alcohol que desinhibe. Sin embargo, estaba abrazada a mi brazo, de manera similar a la que lo estaba mientras íbamos paseando.

Al final, después de que nuestros amigos se tomarán un par de copas, decidimos volver al hotel para ir a descansar, ya que después de aquel largo viaje estábamos algo cansados y al día siguiente nos esperaba lo mismo. Como habíamos hecho en varias ocasiones, hicimos la pirula, con las chicas entrando primero mientras Mario y yo nos retrasamos para no aparecer los cuatro juntos, haciéndonos los locos, esperando fuera. Una vez las chicas entraban y pasaban unos minutos, nos avisaban por un mensaje para que subiéramos. Con cuidado, Mario y yo subíamos por las escaleras hasta llegar al pasillo, asegurándonos de llamar a la puerta ligeramente con los nudillos cuando no había nadie por ahí.

En cuanto entramos, Irene se lanzó a por Mario, comiéndole la boca mientras lo arrastraba hasta la cama sin separar sus labios de los suyos. Se sentaron en la cama y se tumbaron a lo ancho, morreándose mientras se tocaban por todo el cuerpo.

Elena me miraba dudado qué hacer, por lo que antes de adentrarnos más en la habitación, le besé en los labios de manera tierna, siendo menos costoso para mí por sus altas sandalias. Rápidamente el beso cogió intensidad, por lo que nos empezamos a morrear de manera muy guarra.
 
Capítulo 241

-¿Qué hacemos? -preguntó bajito mi chica con una vocecilla muy dulce.
-Te quiero comer enterita. Estás preciosa y no puedo quitarte los ojos de encima.

Elena me sonrió, sonrojándose un poco, poniendo su mano en mi cara para acariciármela.

-Pero es que están aquí Irene y Mario. No pensé en esto al encargar solo una habitación. Qué tonta soy...
-No te preocupes. Se me ha ocurrido una idea.

La cogí de la mano y tiré de ella para entrar más en la habitación. Cuando llegamos a la altura de nuestros amigos, éstos nos miraron, pero yo negué con la cabeza. Irene puso cara de entenderlo, aunque también de pena por haber perdido esos juegos. Seguí tirando de la mano de Elena hasta meterla en el baño. Una vez ahí me senté sobre el váter, poniéndola a ella sobre mí con una pierna a cada lado. Nos empezamos a besar de nuevo mientras yo ponía mis manos en su culo. Ella se reía mientras nos besábamos.

-¿Vamos a hacerlo aquí...? Qué poco romántico... Jajaja.
-Nooooo. Estamos besándonos solo.
-¿Entonces?
-Pues...

Entonces miré a la bañera. Ella la miró y devolvió su mirada a mí, sonriendo ampliamente.

-¿Qué te parece si la llenamos y le echamos algo de jabón para que haga espuma y ya pues lo que surja...?
-Me parece una idea genial -dijo sonriendo de nuevo.

Nos volvimos a dar un beso y nos levantamos para ir preparando la bañera, pero Elena me dijo que fuera empezando yo, que ella iba a por algo. Salió del baño y yo mientras me puse a llenarla echando jabón para que hiciera espuma. Me desnudé y me metí en aquella gran bañera con forma circular al ver que Elena tardaba en volver. Se estaba muy a gusto en esa bañera. Como todo en aquel hotel, era muy lujosa, con forma de asientos y un ventanal que daba a unas buenas vistas, aunque tampoco es que fueran las mejores al ser una primera planta. Decidí echar las cortinas por eso mismo, porque desde ahí se nos podía ver bastante bien, igual que yo veía a los viandantes pese a la hora que era, ya de madrugada, pero al ser verano pues había mucha gente de vacaciones, sobre todo mucho turista trasnochador con alguna copa de más encima.

Mientras me relajaba en la bañera rememoré momentos del concierto y del rato posterior en la cena y en el pub, pasando a preguntarme después qué estaría haciendo Elena, sobre todo teniendo en cuenta que nuestros amigos estaban ahí en la cama dale que te pego. Finalmente apareció casi al instante en el que me preguntaba aquello. Entró al baño de la misma manera que había salido, tan preciosa con esa ropa que decidió ponerse, estando superatractiva y provocadora. Lo único diferente era que traía consigo una botella de champán y dos copas de cristal.

-¿Y eso?
-Hoy es un día especial, hay que acabarlo bien. ¿No crees?
-Me parece perfecto.
-Se me ha ocurrido esto, como en las pelis, jejeje. Lo que pasa es que como estaban éstos ahí con el folleteo, pues no he llamado para que me lo subieran, he bajado yo.
-Am, ¿y todo bien?
-Claro, son muy amables. Ya lo has visto. Un poquito caro, pero bueno.
-¿Sí?
-No importa. Un día es un día. Merece la pena cada euro que he pagado por esto.

Le sonreí y Elena dejó las copas en el poyete de la bañera mientras ponía una sonrisa muy bonita en su preciosa cara. Pareció gustarle mucho mi idea porque se quedó unos segundos mirándome, junto a la bañera, mordiéndose ligeramente el labio. Se desnudó de una manera muy sensual, dejando su ropa junto a la mía, bien colocada, metiéndose después en la bañera conmigo. Se me abrazó después de haberse recogido el pelo con un coletero, quedando sobre mi pecho, el cual incorporé para que no estuviera dentro del agua. Nos quedamos en silencio durante unos momentos, dándole yo algún beso en la frente mientras oíamos a nuestros amigos, aunque no gritaban de manera salvaje como tantas veces los habíamos oído. Parecía estar más cariñosos, pese a como habían estado comiéndose la boca antes de que Elena y yo entráramos al baño.

-Hoy ha sido un día fantástico.
-¿Sí? Pero si tú no has ido al concierto.
-¿Y? No sabes lo que he disfrutado de estar así contigo y con mis amigos. Es que ha sido perfecto.
-Cuéntame, a ver.
-Pues mira, hemos echado unas cuantas horas de coche y hemos estado hablando mucho, aunque tú has caído muerto durante todo el viaje. Y ha sido por mi culpa. Perdón -susurró.
-No pasa nada.
-Después hemos venido a este hotel tan bonito y luego nos hemos ido a ver la ciudad. Es preciosa. Hemos comido por ahí y luego hemos seguido vendo la ciudad. Y ya pues Irene y yo hemos estado medio de compras y se nos ha ocurrido lo del piercing. Es un muy bonito, y no se me había ocurrido hacérmelo, pero ella quería hacerse uno y me he animado yo también.
-Te queda precioso. Me encanta.
-Y ya pues hemos ido a cenar. Qué sitio tan genial... Y luego al pub. Me lo he pasado muy muy bien.
-Me alegro muchísimo. Pensaba Irene y tú os ibais a aburrir, ya que este viaje era por lo del concierto, pero ya veo que no.
-Este viaje ha sido como una redención de nuestra semana de vacaciones con ellos. Ya sabes... por lo de mi hermana...
-Bueno, eso ya ha pasado.
-Sí, pero me quedé con la sensación de que nos hemos perdido varias cosas por eso. Y este día ha sido tan perfecto que me da un poco de pena que esa semana no haya sido así...
-Pero no fue tan mal, ¿no? ¿No te gustó la sorpresilla que te hice?
-¡No quería decir eso! Perdona, mi amor. Eso fue lo mejor de esa semana. ¿Qué digo? Ha sido lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo.
-Vale, vale. Tranquila, jajaja.
-Hoy ha estado bastante a la altura de ese día, aunque no ha sido tan genial, pero sí. Me ha encantado este día. Pasarlo con mis mejores amigos y con el amor de mi vida... ¿Qué más puedo pedir?

Me quedé en silencio y a los pocos segundos Elena incorporó su cabeza, de manera brusca, mirándome fijamente a los ojos.

-¿Qué pasa?
-Tu corazón, se ha acelerado mucho.

Sonreí al oírla decir eso, dándole un beso.

-Me has asustado.
-Eres tú la que me pone así.
-Voy a tener que medir mis palabras... Jajaja.
-Me encantas.

Elena se quedó embobada mirándome al haberle dicho esas palabras. Yo reía y le daba besos. Entonces ella se incorporó para coger la botella de champán y servirnos en las dos copas que trajo.

-¿Sabes? Siempre que me dices esas palabras o siempre que te las digo yo, me acuerdo de la primera vez que te las dije.
-Jajajaja, me pasa también.
-Vaya carilla tenías al día siguiente.
-Es que fue tan de sopetón que...
-¿Nunca te lo habían dicho?
-Pues así de esa manera, no.
-Pues no lo entiendo. Si eres un amor.
-Bueno, tampoco es que me abriera tanto con nadie como lo hice contigo.
-Esos días de antes de que empezáramos a ser pareja me recordó a tener 16 ó 17 años. Me lo pasé muy bien. Como hacía muchísimo tiempo que no lo hacía.
-Siempre es divertido eso.
-Mi hermana me preguntaba que si ya me había echado novio otra vez.
-¿En serio?
-Sí. Yo le daba largas. Tampoco es que supiera muy bien lo que quería. Estaba a gusto contigo así y tampoco quería meterme en una relación habiendo salido de una y de esa manera. Pero mira, pasó lo de la fiesta y una no puede ignorar sus sentimientos.
-Cómo me alegro de haberte llevado a mi casa para preguntarte eso.
-Uff... Estaba muy asustada, Javi... Desde el día anterior cuando me dijiste que me querías decir una cosa y que sería mejor en persona.
-Sí. Me arrepentí un poco cuando vi que te preocupabas.
-Javi, ¿crees que es un error haber traído este champán?
-¿Por?
-Ya sabes... Por cómo me pongo.
-No exageres. Si estamos aquí los dos muy a gusto. ¿Qué va a pasar?
-Ya, pero como te pusiste así aquella vez. No quiero que pase algo así de nuevo.
-No te preocupes, relájate y vamos a beber con tranquilidad.
 
Capítulo 242

Ambos bebimos de nuestras copas tranquilamente mientras nos acariciábamos y besábamos. Estuvimos así un buen rato, sirviéndonos más y bebiendo, aunque estando en silencio, dándonos cariño. Sin embargo, había algo que rondaba mi cabeza y quería sacármelo preguntándole a Elena al respecto.

-Elena, ¿qué ha pasado esta tarde con lo de Laura?
-¿Mmm?
-Pues que me ha dado la impresión de que estabas celosa.
-Bueno... -respondió a los pocos segundos- ¿Te cuento un secreto?
-Claro, mi vida.
-Cuando tuviste el accidente y me lo contaste... No es que me sentara muy bien. Pero tampoco era plan de decir ni hacer nada.
-Elena, no lo hizo adrede.
-Ya, ya lo sé. Pero no me sentó bien.
-No veo a Laura intentado joderte, la verdad.
-Ya, pero en ese momento pues me dio por pensar que sí. Mira, algo malo que tengo es que cuando le voy cogiendo cariño a alguien, no quiero que me lo quiten. Y eso fue lo que pensé. Me dio por pensar que al llevar tan poco contigo, a lo mejor te daba por dejarte llevar y liarte con ella o algo...
-Pero...
-Ya. Ya lo sé. Soy imbécil por pensar algo así, pero no puedo remediarlo. Aunque cada vez me pasa menos y en parte es gracias a ti por los problemillas que hemos tenido por eso.
-Elena, yo desde que estábamos viéndonos antes de ser pareja quería lo mejor para ti. El primer día en el que estuvimos en tu casa te oí hablar con tu hermana algo de tus padres y me empecé a oler algo y sumándole lo que te pasó en tu anterior relación me hizo preocuparme por ti. Yo desde el primer día quiero que estés a gusto conmigo. No te haría algo así nunca.
-Lo sé -respondió con tranquilidad.
-Puedes estar tranquila por eso.
-Si ya, pero es que es algo que me pasa desde pequeña. Con mi padre era igual. Recuerdo que le daba manotazos a mi madre para dejarme estar con él. Y con mi hermana igual, hasta la hacía llorar.

Me quedé en silencio imaginando esas situaciones mientras la abrazaba y le daba besos en la cabeza. Ella de repente se puso a reír, incorporándose para besarme en los labios. Se separó para mirarme fijamente a los ojos, pasando a los labios después. Me acarició la cara con mucha ternura, siguiendo con un beso con el mismo cariño.

-¿Vas a follar por fin a tu niña?
-¿Quieres que te folle o que te haga el amor?
-Mmm... -dijo pensativa- ¿Y por qué no las dos cosas?

Le sonreí y la empecé a besar de nuevo, con mucho cariño. Ella lo entendió y me siguió de la misma manera mientras me acariciaba la espalda al haberme incorporado. Nos pusimos en mitad de la bañera, cogiendo ella mi polla para empezar a estimularme, haciendo que se me pusiera dura rápidamente. Sin esperar más se sentó sobre ella con cuidado, metiéndosela muy lentamente al dejar caer su peso sobre mí. Una vez dentro por completo y tras exhalar todo su aire, junto a un gemido largo y dulce, se empezó a mover hacia delante y atrás para empezar a hacerme el amor. Durante todo el rato fue lento, manteniendo nuestros cuerpos pegados mientras nos besábamos con la misma lentitud. Al buen rato de estar así separamos nuestras caras para mirarnos fijamente, acelerado un poco el ritmo, aumentando sus caras de placer, llegando a cerrar los ojos.

-No, mírame. Quiero que me veas cuando nos corramos.

Elena abrió sus ojos algo desorientada, encontrándose rápidamente con los míos. Me dio un pico y seguimos de la misma manera, empezando ella a gemir con más intensidad, pero no más alto de lo que ya lo hacía. No tardamos mucho más en empezar a corrernos, primero yo, descargando todo dentro de ella, pasando Elena a contraer su coñito, como si estuviera exprimiéndome. Seguimos mirándonos a los ojos mientras ambos teníamos nuestros orgasmos, aunque a Elena se le cerraban solos, por lo que apretaba sus nalgas, respondiendo ella con un ligero gemido, abriéndolos para volver a mirarme. Una vez acabé yo le di un beso y ella echó su cara sobre mi hombro mientras se recuperaba, notando como sus contracciones seguían, pero cada vez más ligeras.

Una vez se recuperó del todo y dejó de contraer su coñito, lanzó un suspiro, seguido de una dulce risita, saliéndose de mí para sentarse, apoyando su espalda en el borde de la bañera. Yo me acerqué a ella y me puse a su lado, escurriéndome para quedar a su altura y besarle el hombro mientras ella se reía, estando con los ojos cerrados. Parecía estar relajándose y yo estaba haciendo lo propio, pero seguía con ganas de marcha, estando más encendido que antes, por lo que una vez me aseguré de que estaba totalmente recuperada, llevé mi mano hasta su pubis para acariciarlo, recibiendo ella mi caricia con una risita. Como vi que no ponía impedimentos, seguí bajando hasta toparme con su rajita, empezando a acariciársela con mis dedos. Ella lanzó un sensual "Mmm..." mientras lo hacía, escurriéndose un poco hacia abajo mientras cerraba sus ojos.

Seguí estimulándola lentamente, abriendo ella los ojos de vez en cuando para buscar los míos, lanzándome una preciosa sonrisa. Elena empezaba a ronronear, por lo que pasé a meterle los dedos, sacándolos de vez en cuando para acariciarle el clítoris. En todo momento estábamos en silencio, pero fue Irene la que lo rompió entrando al baño.

I: Chicos, perdonad, pero es que me meo...
E: No pasa nada... -susurró.

Estuvimos los dos de la misma manera que antes de que nuestra amiga entrara mientras ella orinaba como si tal cosa, como si nosotros no estuviéramos ahí. Una vez acabó, se limpió y se subió su tanga, cogiendo su neceser y yendo en dirección a la puerta, pero justo se detuvo y se dio la vuelta para venir hacía nosotros.

I: Qué sexy todo...
E: Se le ha ocurrido a él. Como vosotros estabais ahí y queríamos más intimidad, pues hemos aprovechado aquí.
I: Bien que hacéis. No os preocupéis por nosotros. Ya hemos acabado. Mario se ha corrido dos veces y se ha quedado dormido. Va a dormir del tirón, jejeje.
J: ¿Y tú?
I: ¿Yo? Tres veces. En cuanto me desmaquille, me abrazo a él y caigo en nada.
J: Pues no os hemos oído para que os hayáis corrido tantas veces.
I: Bueno, estamos en un ciclo más tranquilito. Creo que como vosotros.
E: ¿Todo bien?
I: Mejor que nunca. Os lo prometo. Con todo lo callados que nos veis y como de intensos son nuestros orgasmos. Ahora te entiendo más, Elena.
E: Jejeje.
I: Bueno, me voy a dormir que es tarde y mañana nos espera unas cuantas horas de coche. ¿Venís?
E: Nos queda un poquito todavía, jejeje.
I: ¿Estás borrachilla?
E: Mmm, puede. Un poquito solo.
I: Bueno, os dejo que sigáis con la diversión. La cama es enorme, Mario está en un filo y yo me pondré a su lado. Tenéis la otra mitad para vosotros cuando vayáis a dormir.
E: Gracias.

Irene se fue mientras Elena giraba su cabeza hacia a mí para mirarme y besarme, estando bastante risueña. Nos seguimos besando mientras yo seguía acariciando su rajita, haciéndolo lentamente, sin meterle los dedos ya. Simplemente se la acariciaba, pasando a estimularle el clítoris haciendo ligeros movimientos circulares. Elena resoplaba y resoplaba hasta que le vino su orgasmo, aparentemente sin ella esperarlo, porque su cuerpo dio una sacudida muy fuerte, abriendo los ojos, con expresión de sorpresa, rompiendo ese gesto contraído y apretado que tenía por el placer que le estaba dando. También reprimió un gritito que le salió de manera muy dulce.

-¿Qué ha pasado? -dije riéndome.
-Me ha venido de repente... -dijo con la voz entrecortada, medio riéndose.
-Elena, me encanta ver cómo te corres.
-Mmm, qué rico, Javi... Me haces unas cosas que parece que toco el cielo.
-Yo ya estoy en el cielo contigo.

Elena se lanzó a comerme la boca con ansia, sin llegar a recuperarse, por lo que notaba como le daba algún espasmo al estar nuestros cuerpos tan pegados. Cuando se separó de mis labios me agarró la cara con la mano, apretando mis mejillas, mirándome a los ojos y a la boca, dándome muchos picos. Se volvió a incorporar para echar más champán en las copas, habiéndonos bebido ya más de la mitad de la botella. Brindamos y volvimos a beber, en silencio, mientras nos mirábamos a los ojos.

En cuanto nos bebimos las copas, Elena dejó la suya en el poyete de la bañera, quitándome la mía para dejarla al lado de la suya. Después me empujó y se puso a cuatro patas en medio de la bañera. Entonces hizo ese movimiento de mirar a atrás, tapando parte de su cara con su hombro. Lo movió ligeramente de lado a lado y me dijo con una voz muy dulce:

-¿Me follas?

Mi erección hacia bastante que estaba presente, desde que empecé a tocarla de nuevo una vez se fue Irene, pero al oírla decirme esas palabras, de esa manera tan dulce y como lo hacía estando ya en posición y moviendo ese culito que me volvía loco, se me puso más dura aún, por lo que me puse de rodillas detrás de ella y coloqué mi polla en su raja.

-Javi, Javi... Despacito, ¿vale?
-Claro, cariño.

Se la metí despacio y Elena se estremeció, soltando una risita y un suspiro muy tierno. Me empecé a mover lentamente dentro de ella, empezando ella a gemir mientras yo jadeaba. Estuve un rato follándola hasta que empecé a ver como hacía movimientos raros, como si se empezara a estremecer, pero no de la manera en la que lo solía hacer. Al verla así paraba de vez en cuando y volvía a la carga, riendo ella como cuando se la empezaba a meter y de nuevo se volvía a mover así a los pocos segundos, por lo que me incliné para preguntarle:

-¿Todo bien?
-Claro que sí, mi amor.
-Es que veo que te ríes mucho y que te mueves raro...
-No te preocupes. Estoy un poquito sensible y un poquito mareada. Es por el alcohol, ya no estoy muy acostumbrada.
-¿Quieres que paremos?
-Nooooo -dijo de manera tierna-. Quiero que me folles, cariño. Vamos a acabar bien la noche. Fóllame más fuerte.
-¿Segura?
-Siiiii.

Le di un beso en el hombro, mientras ella reía muy dulcemente y me incorporé para acabar el polvo porque la veía sensible y un poco ida por el alcohol, por lo que empecé con ligeros movimientos que se fueron transformando en potentes embestidas que Elena acompañaba con un gemido cada una de ellas.

-Más fuerte... -me pedía mi chica con voz lastimera y dulce.
-¿Más fuerte?
-Sí. Reviéntame.

Le hice caso en el acto, seguramente venido a arriba por ir algo bebido, pero así lo hice, agarrándola bien de las caderas para taladrarla fuertemente. Elena lanzaba gemidos que reprimía agachando su cabeza. Me notaba cerca y ella también lo estaba aparentemente por sus movimientos, por lo que me salí de ella y como si se tratara de una muñeca, la coloqué boca arriba, con su espalda apoyada en la bañera y con sus piernas abiertas. Ella me miraba con expectación y con algo de incertidumbre. Yo apoyé mis manos en el filo de la bañera después de guiar mi polla hasta su raja para volver a metérsela. La empecé a follar de nuevo, con bastantes ganas. Ella me miraba con los ojillos vidriosos y algo rojos, por la ingesta de alcohol haciendo que sus vasos sanguíneos se dilataran y fluyera más sangre por ellos. Con cada embestida que daba ella lanzaba un gemidito dulce que me ponía a mil y me envalentonaba a darlas con más fuerza e ímpetu. Tanto fue así que casi se desbordaba el agua de la bañera pese a no estar demasiado llena y Elena paso a taparse la boca con su mano. También se escurría y se movía bastante por la fuerza con la que se la metía, por lo que le dije que se agarrara con sus piernas a mí. Me hizo caso y ayudó bastante porque ya no se movía tanto y eso hizo que cogiera más ganas a la hora de empujar. Ya sentía ese cosquilleo que precedía a la explosión. Y también sentía su particular explosión acercarse por sus gestos y sus estremecimientos y más aún cuando apretó su abrazo con sus piernas y se agarró a uno de mis brazos con su mano mientras se seguía tapando la boca con la otra. Al final se acabó corriendo apretando mucho su cara y su mano contra su boca, temblando bastante mientras gemía desesperada, aunque de forma reprimida. Como hacía unos minutos, me vacié por completo dentro de ella, mientras ella seguía temblando, aunque ya sin gemir, jadeando entrecortadamente.

Me iba a salir de ella, pero no podía por la rigidez de sus piernas apretando mi cuerpo, además de que me pidió bajito que no lo hiciera, ya que quería sentirme bien. Le hice caso y me quedé conforme estaba, notando sus últimos espasmos y contracciones hasta que poco a poco se fue relajando, haciéndolo también sus extremidades. Ya sí que me salí ahí y me puse a su lado, besando su hombro. Elena reía de manera bobalicona, relajándose mucho, estirándose bastante.

-¿Por qué te has reprimido tanto?
-Mmm, porque nuestros amigos están durmiendo, Javi. No quiero molestar.
-Ah.
-¿Te molesta?
-¿Qué? ¿Por qué me iba a molestar? Si te pones muy mona.
-Vale, jejeje -dijo incorporándose para servirnos lo que quedaba en la botella.
-¿Quieres más?
-Bueno, me da pena no acabarla con lo que cuesta. ¿No te apetece más?
-¿Sabes qué? Llevas razón. Un día es un día.
 
Capítulo 243

Al final nos acabamos la botella, aunque no me llegué a emborrachar y eso que había bebido una copa en el pub, aunque no estuviera muy cargada. Sin embargo, Elena sí que estaba algo más tocadilla, porque se le iba la voz y no paraba de reírse todo el tiempo. Era algo que no me molestaba realmente, porque lo que me tocaba la moral en realidad era que se pusiera como aquella vez en la playa cuando tuvimos ese incidente con su hermana, aunque Elena no se enteraba de lo que estaba pasando. Y ya el remate era cuando se menospreciaba, era algo que me sacaba de mis casillas, pero afortunadamente no lo acabó haciendo y era algo que llevaba sin hacer desde aquella vez.

Tras acabarnos la botella, nos pusimos a vaciar la bañera, aprovechando después para aclararnos y lavarnos bien después de tanto folleteo y haber acabado dentro de ella dos veces. Elena aprovechó también para quitarse su ligero maquillaje de la cara, lavándosela con jabón. Cuando nos levantamos para salir la tuve que agarrar porque estaba bastante mareada, aunque ella lo achacó al folleteo, diciendo que aún le temblaban las piernas. Eso sí, todo riéndose. Al final salimos y nos secamos tranquilamente, cogiendo la ropa y dejándola doblada en la maleta, saliendo con cuidado cada uno enrollado en su toalla para coger ropa limpia y ponérnosla. Unos boxers en mi caso, ya que es como estaba acostumbrado a dormir, y más teniendo en cuenta que estábamos en pleno agosto. Y en su caso unas braguitas negras y una camiseta mía de manga corta que usaba como pijama varias veces.

Le tuve que llamar la atención en varias ocasiones porque no paraba con la risita, viniendo ella hacía a mí diciéndome que era porque estaba feliz y encantada con ese día que habíamos pasado. Nuestros amigos dormían a pierna suelta, por lo que no había problema, pero aun así no quería despertarlos, por eso la regañaba. Efectivamente, Irene y Mario estaban como nos dijo ésta que iban a estar, por lo que Elena gateó para meterse hacía la mitad de la cama, moviendo su culito. Ahora el que reía era yo, porque estaba muy mona con ese atuendo y esos movimientos, llevando además su pelo suelto al haberse quitado la goma que se lo recogía. Se sentó en medio de la cama, abriendo sus brazos queriéndome decir que fuera con ella, aunque me quedé cerca del filo de la cama, dando palmaditas para que viniera hacía a mí. Parecía que seguía con ganas de juerga, pero ya era muy tarde y estábamos en la cama con nuestros amigos, por lo que la tumbé y la eché sobre mí para que se durmiera. Como si fuera una niña pequeña, se revolvía y jugaba conmigo, por lo que entre risas le tenía que llamar la atención. Al final conseguí que se estuviera quita al subirse encima de mí, pero murmuraba largos "mmm...", porque le acariciaba y le rascaba la espalda. Le susurré que lo hiciera más bajito y ella volvía a reír, pero finalmente se fue calmando, quedando profundamente dormida sobre mí.

Irene se giró preguntándome qué pasaba. Le respondí que nada, que Elena estaba muy contentilla. Se incorporó para beber agua y luego me dio un beso en la mejilla, dándole otro a Elena tras pasarle el pelo por detrás de la oreja. Me dio las buenas noches y se volvió a echar sobre el pecho de Mario para dormir. Yo me quedé unos momentos pensando en lo bien que había ido el día y lo graciosa que se había puesto Elena en los últimos momentos. Finalmente caí dormido debido al cansancio de aquel largo día con tanto movimiento y tanta diversión.

Al día siguiente nos despertamos sobre las 10 y media porque teníamos que dejar la habitación sobre las 12. Nuestros amigos fueron a ducharse y nosotros aprovechamos para quedarnos un rato más en la cama. Elena estaba en plan muy cariñoso, parecido a como estaba la noche anterior, pero sin reír tanto y sin hacer todas esas tonterías que hacía. Tampoco parecía tener ganas de folleteo, por lo que nos quedamos tumbados con simples caricias y algún que otro beso.

-Anoche estabas muy tontorrona...
-Como para no... Me tenías muy caliente.
-No, no lo digo por eso.
-¿Entonces?
-Fue por el champán. Te pusiste muy graciosa. Hacías mucho el tonto y no parabas de reírte.
-¿Sí?
-Vaya. Por momentos me recordabas a tu prima Paula. Estabas muy mona.
-Qué vergüenza... -dijo apretando su cara contra mi pecho.
-¿Vergüenza de qué? ¿A estas alturas?
-No sé... Es que... No quiero que veas borracha y más después de...
-Elena, que no pasa nada. Si me hizo mucha gracia. Y no pasó nada malo. Mira, nosotros no somos muy de beber, pero tampoco pasa nada porque alguna vez lo hagamos.
-No sé...
-Va, no te pongas así. Estuvo divertido.
-La verdad es que tengo unas cuantas lagunas...
-¿No te acuerdas de cómo hicimos el amor y como follamos?
-Sí, sí. Pero de algún momento en específico pues no. Y, por ejemplo, después de que acabáramos no recuerdo nada.
-¿No te acuerdas de cómo casi te caes y te agarré?
-Pues no.
-¿Ni como estabas con las risitas y moviendo tu culito mientras te subías a la cama?
-Ay... Qué vergüenza...
-Me encanta. Parece que nos acabamos de conocer cuando te pones así, jajajaja.
-Javiiiii...
-Es que estabas como una niña pequeña. Y yo haciéndote mimitos para que no la liaras, porque estabas juguetona.

Al rato salieron nuestros amigos y nos levantamos nosotros para arreglarnos y dejar la habitación, por turnos para no ser descubiertos. Nos hicimos los locos con las maletas, yendo al ascensor Mario y yo para bajar al subterráneo donde estaba su coche mientras Elena e Irene iban a la recepción para entregar la llave y despedirse del personal.

Por suerte no hubo ningún problema, por lo que nos montamos en el coche echando un ojo para ver dónde podíamos desayunar, porque habíamos pensado en desayunar fuerte para hacer el viaje del tirón y no llegar muy tarde a casa. A Mario y a mí se nos notaba en la voz los estragos del concierto, estando ambos bastante roncos, con las chicas medio riéndose de nosotros por ello. Al final acabamos haciendo un desayuno-almuerzo porque con la tontería ya eran más de las 12 y los restaurantes empezaban a abrir sus puertas.

Después de disfrutar de la gastronomía local nos volvimos a montar en el coche y nos pusimos en camino para regresar a casa. Al final decidimos parar a medio camino para tomarnos un café y picar algo mientras hablábamos sobre cosas del día anterior, contando Mario y yo detalles del concierto mientras ellas nos contaban también cosas que habían visto y algo que se habían comprado, comentando que había alguna sorpresa para que lo viéramos más tranquilamente en casa y con más intimidad. Mario y yo nos mirábamos sonriendo, entendiendo lo que nos querían decir, con ganas de ver de qué se trataba pese a la noche de folleteo que tuvimos con ellas.

Llegamos a casa tras aquel largo viaje sin llegar a tener ningún percance, nada en absoluto en todo el fin de semana, cosa que se agradecía. Pude disfrutar de la compañía de mi chica y de mis amigos de una manera que hacía bastante que no podía, con muy buen rollo durante todo el tiempo y sin ningún problema por ningún lado.

Al final llegamos casi a la hora de cenar a casa cuando nos dejaron en la misma puerta, por lo que Elena y yo pensamos en invitarlos a cenar. Ellos nos dijeron que no hacía falta, pero la cosa fue tan bien que insistimos. Al final acabaron aceptando, por lo que entraron en casa. Elena se puso a hacer algo de cena mientras Irene le ayudaba, aprovechando yo para darme una ducha rápida y ayudar a poner la mesa una vez acabara. Nos pusimos a cenar los cuatro tranquilamente comentando la semana que tendríamos por delante. Nuestros amigos seguían con su rutina de trabajo, con Mario trabajando por la mañana y por la tarde, mientras que Irene solo tenía turno de tarde. Nos explicaban que aprovechaban para comer juntos, porque si no, apenas se veían durante el día. Mario decía que había mucho cachondeo con sus compañeros porque siempre le puteaban diciendo que se iba con su novia en vez de irse con ellos, pero es que él pasaba casi todo el día con ellos y quería estar con ella. Elena dijo que esa semana le tocaba de mañanas y de tarde, por lo que se avecinaba una larga semana muy monótona, pasando menos tiempo con ella, aunque comíamos, cenábamos y pasábamos la noche juntos. Respecto a mí, poco secreto había. Todos conocían mi situación con el trabajo, por lo que ya suponían que trabajada por la mañana y por la tarde, pero muy tranquilo y muy a mi bola, con la misma libertad que siempre para hacer alguna escapada o por si surgía algún problema, manteniendo los fines de semana libres.

Así se nos pasó el rato, acabando de cenar, despidiéndonos de ellos con unos fuertes abrazos, sin saber muy bien cuando nos veríamos, por la semana tan ocupada de trabajo que se nos venía encima, sin llegar a concretar nada para el fin de semana siguiente. Pese a despedirnos sin saber muy bien cuando los veríamos, Elena no estaba muy triste, todo lo contrario. Parecía durarle ese buen humor y esa alegría de aquel fin de semana que acabábamos de pasar.

Después de recoger entre los dos lo de la mesa, ella se fue a darse una ducha para descansar mejor, esperándola yo en la cama con el aire puesto mientras veía la tele, aunque me notaba cansado. Elena regresó enseguida, tumbándose a mi lado, estado también con los ojos entornados, por lo que apagué la tele para irnos a dormir, descansando para afrontar una nueva semana.

Efectivamente la semana fue muy monótona por estar ambos con nuestros trabajos. Yo ya estaba más que acostumbrado al mío, pero también era verdad que no madrugaba tanto como Elena, siendo ese el principal motivo por el que ella acababa muy cansada cuando iba a recogerla ya acabando la tarde.

Lo bueno del verano es que los días eran más largos y ser de día cuando salía hacía que no se viniera tan abajo, ya que Elena amaba que los días fueran largos y que hiciera buen tiempo, encantándole el verano por esas razones. Yo sin embargo tenía gustos contrarios a los de mi chica. De siempre me ha gustado más el otoño e invierno, gustándome el frío con esos días de lluvia. Y hasta me gustaba eso de que anocheciera temprano en los meses más fríos del año.

A veces me paraba a pensar en eso, dándome hasta algo de miedo llegar a esos meses y que saliera de trabajar en esas condiciones. Sospechaba que su reacción no sería la mejor, pero yo estaría allí para hacérselo más llevadero. También esperaba que para ese entonces la hubieran ascendido tras ese periodo de enseñanza, ya que Elena era una chica muy capaz y sabía de sobra que podría con todo y que sería una de las mejores. De hecho, ya me olía eso por cosas que me decía ella y sobre todo por lo que dijo Yolanda el día en el que nos conocimos, alabándola sin parar.

Solo tres hechos fueron reseñables esa semana. El primero tuvo lugar el jueves. Estaba algo aburrido de la monotonía de mi nueva vida y aproveché que iba bastante bien en el trabajo para ir a casa para ver a mi madre, ya que al habernos ido mi hermano y yo de casa y al estar éste bastante lejos, sin posibilidad de acercarse por la gran distancia que le separaba de su familia y lo ocupado que estaba con su trabajo, decidí esforzarme e intentar ir más regularmente para intentar llenar el vacío que ambos dejamos en casa.

Llegué y estuve hablando con ella un buen rato. Se la veía contenta de verme allí, haciéndome algo para desayunar pese a haberlo hecho ya, pero así son las madres. Su alegría por tenerme ahí era notable, pero también la veía algo decaída y sabía de sobra por lo que era, por lo que se lo hice saber diciéndole que fuera a casa de mis abuelos más y que fuera también con mi tía para tomar café con ella, salir a hacer recados o simplemente dar un paseo con ella. No me gustaba que estuviera tanto rato sola, ya que ella no trabajaba y mi padre lo hacía demasiado. Ella me daba la razón para que no fuera muy insistente, cambiándome de tema rápidamente, preguntándome cómo estaba Elena, cómo nos iba en el trabajo a ambos, qué hacíamos para desconectar y alguna cosa más.

Después de estar un buen rato allí para hacerle compañía me despedí de ella con un fuerte abrazo, prometiéndole que me tendría por allí más a menudo. Ella me dio las gracias y me dijo que me quería, como siempre. Salí de mi casa y vi que aún era temprano para ir a recoger a Elena a pesar de tener que hacer aún el viaje de vuelta a casa, por lo que decidí aprovechar que aún no hacía tanto calor para dar un pequeño paseo. Al estar tan cerca de la casa de Mario fue inevitable que pasara por ahí, aunque tampoco es que tuviera intención de evitarlo. Pero sí que debería haber ido en otra dirección, porque justo cuando me asomé para ver si la valla estaba abierta, me encontré con que había una chica frente a la puerta.
 
Capítulo 244

Pese a estar de espaldas, sabía perfectamente quien era por su cuerpo delgado con ese culo despampanante y ese pelo rubio peinado con dos moñetes en forma de bolas a cada lado de la parte superior de su nuca. Irene fue la que confirmó mi deducción de quién era, aunque como digo, no la necesitaba, con ese saludo: "Ángela, preciosa, qué ganas tenía de verte. Pasa y nos tomamos un café".

Me oculté retrocediendo unos pasos para que las plantas que habían pegadas a la valla me taparan y mi amiga no me pudiera ver. Oí como se cerraba la puerta y miré de nuevo hacia adentro, viendo que ya no había nadie. Seguí mi camino mientras pensaba en Ángela. Aún me dolía todo aquello y la echaba de menos. Me jodía mucho no poder estar con ella como estábamos años atrás, como estaba en ese momento con Irene, por ejemplo. Y no era por lo de poder hacer con ella cosas sexuales en presencia de Elena, aunque aquello parecía haber tenido su fin. Lo decía por poder compartir tiempo con ella como dos buenos amigos, como la hacía con Irene.

Angustiado recordando esas semanas en las que Ángela volvió a mi vida y como trastocó mi círculo, ya fuera con ese encontronazo con Elena, que ocasionó un ataque de celos y una situación desagradable; provocando en mí sentimientos extraños que no entendía al hacer esa declaración de todo lo que pensaba y sentía por mí, desde que empezamos a vernos más en los tiempos de la universidad, hasta esos momentos previos a su marcha; con los momentos que pasaba con Irene y Mario de por medio también; seguí mi camino, pero en realidad lo que hice fue dar la vuelta a la manzana porque tenía pensado en ir a ver a otra amiga, a Sofía.

Sabía que estaba en su casa porque nos dijo que el fin de semana anterior se iba a casa de su madre para estar con ella y que esa semana siguiente se quedaría en la ciudad, trabajando de forma telemática, parecida a la que tenía yo, pero haciendo varías conferencias. Pese a saber que podría estar trabajando, decidí ir a su casa porque no me apetecía estar solo y necesitaba hablar con alguien, por lo que fui hasta mi casa para coger el coche e ir hacia la suya, ya que pillaba lejos en realidad, como bien conocía porque supuestamente aquella iba a ser mi casa. Una vez aparqué, me bajé del coche y llamé a la puerta. Me abrió enseguida, sorprendiéndose de verme ahí, aunque alegrándose también. Me hizo pasar y me dijo de tomar un café, pero yo me negué porque ya había desayunado dos veces y a ese paso me iba a poner malo.

La sorpresa viendo cuando entrando, ya casi en el salón, oí a una mujer preguntar quién era. En el sofá se encontraba una mujer muy parecida a Sofía, imaginando yo que era su madre. Y así fue, porque Sofía me la presentó como tal.

S: Javi, ésta es Nadine. Es mi madre.
J: ¿Nadine? Encantado.
N: Sí, así me llamo. Encantada. Sofía, ¿quién es este chico tan guapo? ¿Por fin te has echado novio?
S: No, mamá... -dijo algo cortada.

Estuvimos hablando un poco y me empezaron a contar. Nadine era una mujer francesa que se vino a vivir a España. Según me contó, ella venía mucho en verano a España de vacaciones cuando era niña, con sus padres y resultó que tanto ella como sus padres se enamoraron del lugar en el que veraneaban, tanto que decidieron irse a vivir a esa ciudad costera. Allí empezaron una nueva vida, lejos de casa, pero felices de poder vivir en aquel lugar tan diferente de su hogar y que tanto amaban. También me contaron como se quedó embaraza con 17 años de Sofía, de un chico del que se enamoró, pero que lamentablemente se tuvo que ir en busca de trabajo a otro país junto a toda su familia, produciéndose una historia similar a la suya, aunque ese chico se fue por obligación más que por otra cosa. El problema fue que no sabía que estaba embarazada hasta que fue demasiado tarde para poder contárselo, porque ya se había ido. Nadine quería tener al bebé porque quería mucho a ese chico y pensaba que algún día se volverían a ver y sabía que le haría mucha ilusión encontrar un hijo suyo, pero lamentablemente no fue así, ya que no volvió a saber nada más de él.

Sorprendentemente para mí, no lo contaban con aire triste, algo de nostalgia si acaso, pero desde luego no como un recuerdo que quisiera evitar. Sofía se había criado sin padre, aunque su abuelo actuó como tal, por lo que por esa parte no hubo problema. En varias ocasiones en aquella conversación dijo que estaba muy agradecida de tener la familia que tenía pese a no haber conocido a su padre, al cual no tenía rencor ni ningún pensamiento negativo. Entendía perfectamente el motivo de su marcha debido a la situación delicada de aquel momento para él y su familia por lo que le contaba su madre. De nuevo, Sofía agradecía la familia que tenía, ya que los padres de Nadine no se opusieron en ningún momento a que tuviera al bebé, ayudándola a criarla y demás. Además, Sofía no para de decir lo orgullosa que estaba de su madre, ya que sus abuelos se empeñaron en que siguiera con sus estudios, pero ella tenía un pensamiento más maduro y decidió dejarlo para trabajar y no tener que depender tanto de sus padres, cuidado de su hija todo lo que podía hasta que se tenía que ir a trabajar. Según Sofía, echaba muchas horas y se partía el lomo para que no le faltara de nada, teniendo siempre buena ropa, buena comida y regalos para su cumpleaños y Navidad.

Verlas hablar y contarme así su historia, con esa manera de quererse, me hizo olvidar ese pequeño bajón que tenía por haber visto a Ángela. La mujer era muy extrovertida, preguntando sin cortarse un pelo acerca de mí, de cómo nos habíamos conocido y demás. Entre Sofía y yo le contamos cómo nos habíamos conocido, cómo nos habíamos hecho amigos y el grupillo de amigos que tenía ahora. Nadine nos miraba encantada, se le notaba que le gustaba lo que oía.

Mientras Sofía le contaba, yo pude centrarme en mirarla bien, apreciando que era una mujer bastante atractiva. Para sus 49 años, aparentaba bastante menos. Físicamente era muy parecida a Sofía por obvias razones, salvo en la cara. No se parecían demasiado para ser madre e hija, por lo que supuse que Sofía había salido a su padre en ese aspecto. Nadine era una mujer alta, aunque no tanto como su hija, pero en lo demás sí que se parecía a ella bastante, con un cuerpo esbelto, con buenas tetas, no muy caídas para la edad que tenía, pudiéndolo notar al no llevar sujetador, apreciando hasta como se le marcaban los pezones. De cara era guapa, aunque para mi gusto Sofía lo era más. Nadine tenía unos grandes ojos negros, al igual que su pelo que llevaba con el mismo estilo que su hija, con un afro algo más grande, de color negro, al contrario que su hija, que lo llevaba castaño. Como ya he descrito en alguna escena, es un peinado que me gusta bastante en una chica y a Nadine le quedaba muy bien. A sus ojos le acompaña una nariz achatada y una gran boca con unos labios bastante carnosos. Lo último que pude ver de ella fue su culo cuando se disculpó para ir a darse una ducha, y entonces pude ver que sí que tenía un cuerpo muy similar al de Sofía, siendo casi una copia la una de la otra.

-¿Qué te pasa, Javi? -me preguntó mi amiga.
-Pues poca cosa. He venido a ver a mi madre y he aprovechado para venir a verte a ti.
-¿Y por qué estás así de tristón? ¿Hay problemas con la familia? ¿Todo bien con Elena? ¿Es por lo de la última vez? Yo...
-No, no. No es por nada de eso, tranquila. Todo está perfecto.
-¿Entonces?
-¿Tanto se me nota?
-Bueno, siempre que te he visto has estado muy sonriente y muy alegre. Hoy, sin embargo...
-Vaya. Pues bueno, algo hay, pero no es para tanto...
-¿De qué se trata?
-¿Recuerdas la chica de la que hablamos en mi casa? ¿Esa de la que te habló Irene?
-Ajá. ¿Qué pasa?
-Pues que he ido a casa de Mario para ver a Irene y estar un rato con ella y justo he visto a esta chica en la puerta.
-¿Y ellas te han visto?
-No.
-¿Y por eso estás triste?
-Bueno... Es que triste no sé... Me da rabia que la cosa haya acabado así. Consideraba a esa chica una muy buena amiga y me jode mucho que la cosa no pueda ser como antes.
-Pero Javi, es que tienes que entender que ella no te quiere ver.
-Pero...
-Es muy fácil de hecho. Ella está enamorada de ti. Imagínate que tú estás enamorado de Elena, pero ella de ti no y te dice de no querer nada contigo. ¿Cómo estarías?
-Me volvería loco.
-¿Aguantarías verla sin besarla, sin abrazarla, sin dejar de mirarla, sin decirle a cada rato lo que sientes por ella?
-Joder, no.
-Pues esto es lo mismo para esa chica.
-Ya. Lo entiendo, pero eso no deja de hacerme sentir mal por no poder estar así con ella. Supongo que soy un egoísta.
-No, no lo eres. Es completamente normal que quieras volver a tener a esa amiga. Se ve que la aprecias y que ha pasado muy buenos momentos con ella.
-Así es. Y tampoco entiendo por qué se pone así cuando en su día estuvo enamorada de mí y no me dijo absolutamente nada, aguantando todos esos años...
-¿Seguro que no lo sabes?
-En su día me dijo que no lo hizo porque le gustaba mucho estar conmigo y no quería arriesgarse a decírmelo para no espantarme. Prefirió seguir así a intentarlo.
-¿Ves? Y eso es algo muy admirable, aunque pueda parecer tremendamente cobarde. Eso demuestra la increíble fuerza de voluntad que tiene. Eso de aguantar estar cerca de la persona de la que estás enamorada, sabiendo que él no busca lo mismo que tú y que además se ve con otras tiene que ser muy duro. Vamos, es que veo completamente normal que se haya ido ahora. Imagino que sabe de sobra lo que duele y lo que quema eso y ha decidido quitarse del medio para que ninguno sufra.
-Ya veo.
-Yo en su lugar lo hubiera dicho de primeras. No aguantaría estar así, la verdad. ¿Y tú?
-¿Yo? Yo no sé qué pensar ya...
-Joder, pero, ¿para tanto es? Te veo muy alicaído...
-Bueno, es que... ¿Te puedo contar un secreto?
-Claro. No te he dado ningún motivo para que desconfíes de mí, ¿no?
-No. Y lo hago, confío en ti.
-Y yo en ti.
-Esto solo se lo he contado a Irene.
-No se lo voy a decir a nadie, puedes estar tranquilo.
-Cuando Ángela se despidió de mí me dio un beso.
-Ah... Pero nada más, ¿no?
-No, pero el caso es que ese beso me hizo sentir algo.
-¿Algo? -dijo sorprendida.
-Sí... No sé... Ese beso que me dio me hizo ver a Ángela como algo más que una amiga.
-Pero...
-Sí. Yo ya quería a Elena con todo mi corazón y no veía hacer nada con Ángela ni nada de eso. No le haría eso a Elena jamás.
-Lo sé.
-Pero ese beso despertó algo en mí y no sé...
-Bueno... Le tienes mucho cariño. Se ve.
-Ya.
-Yo creo que no te tienes que preocupar por eso.
-Ya, si Irene me lo dejó muy claro, me lo hizo ver muy fácil, pero a veces no puedo evitar pensar en aquello y se me pone mal cuerpo. Y cuando la veo es peor.
 
Capítulo 245

Sofía se levantó de su asiento y se puso a mi lado, pasando uno de sus brazos por mis hombros y dándome un beso en la mejilla. Nos quedamos unos momentos en silencio, pasando ella a acariciarme la espalda.

-Es una pena, la verdad. Pero es que os entiendo a los dos. Entiendo ambas partes y creo que ambos tenéis razón en como lo sobrelleváis. Pero la cosa es que no se puede hacer nada. ¿Cómo ibas a saber tú que iba a estar ahí en ese momento? Y tampoco es que Irene te llame cada vez que quede con ella.
-Ya, eso sería un poco ridículo.
-Peor hubiera sido si os hubierais encontrado de frente.
-Pues una vez casi nos pasa. Estábamos en casa de Mario y por lo visto habían quedado con ella, pero para más tarde. Aun así, acabó apareciendo antes de tiempo y casi coincidimos.
-Pero no pasó nada, ¿no?
-Mmm, no. Irene y Mario a pusieron muy nerviosos. Irene nos llevó a la cocina y nos entretuvo mientras Mario la metía en su habitación. Luego Irene nos despidió rápidamente y ya está.
-Bueno, lo hicieron bien. Y tú, pues si vienes a verla pregúntale primero si está disponible. Así evitas estas cosas.
-Ya, eso haré. Pero si es que no tenía pensado nada. He venido sobre la marcha y me ha apetecido ir a verla.
-Bueno, pues para la próxima ya lo sabes.
-Sí. Ya lo sé.
-Javi...
-Dime.
-¿Te molestaría si yo la conociera?
-¿Qué? No. ¿Por qué me iba a molestar?
-No sé. Solo pregunto. Irene me ha hablado varias veces de ella y alguna vez ha dicho que me la presentaría.
-Pues hazlo si quieres. No tengo problema en ello. Además, le van las chicas, así que puedes aprovechar.
-Shhh... Calla -dijo mirando hacia la puerta que daba al pasillo.
-¿Qué pasa?
-Que mi madre no sabe nada de eso.
-Ah...
-Que no pasa nada. Ella lo entiende y lo respeta. Pero es que me da mucha vergüenza.
-Jajajaja. Vale, vale.

Nos quedamos unos segundos en silencio con Sofía mirando al suelo, algo cortada, hasta que levantó su vista hacia a mí de nuevo.

-¿Está buena?
-Un rato -dije riéndome.
-¿Puedo ver alguna foto?
-Claro.

Le dije como se llamaba para que la viera en una red social y así lo hizo ella. Se quedó con la boca abierta cuando la vio. Dijo que era guapísima y que tenía un cuerpo muy bonito, sobre todo cuando llegó a alguna en la que salía en bikini, donde estaba de espaldas y se veía su culo, redondo y grande, con gran parte de sus nalgas al aire por cómo era aquel bikini azul celeste, que, sin llegar a ser un tanga, se quedaba a medio camino entre eso y un culotte. Sofía se mordía el labio mientras miraba la imagen fijamente. Después siguió haciendo scroll hasta que llegó a una en la que aparecía yo con ella. Ángela con su pelo recogido y sus gafas que solo se ponía para estudiar, con una sudadera bastante grande puesta. Yo, por el otro lado, salía como siempre iba, pero ya con barba, ya que la foto era de tercero de carrera si no recuerdo mal.

-Vaya, qué aplicados, jejeje.
-Sí, estudiábamos mucho juntos.
-Ay... Pues es una monada la niña.
-Ya… ¿Y qué hace aquí tu madre?
-Pues ha venido a pasar unos días conmigo. Mis abuelos están entretenidos con la feria, pero ella me echa más de menos y quería estar conmigo.
-Ah, me parece genial.
-¿Qué te parece?
-¿Ella?
-Claro, jajaja.
-Pues, ¿qué te voy a decir? Está increíble, como tú.
-Jajajaja -rio con orgullo.
-A veces le entran más a ella que a mí cuando hemos salidos juntas a tomarnos una cerveza.
-Jajajaja, no me parece raro. Se conserva muy bien.
-Luego saldremos a comer por ahí. A ver si se vienen Mario e Irene.
-Ten cuidado con ella, que seguro que va a por ella a saco, jajaja.
-Uff, no jodas...
-Con la madre de Elena le pasó, pero se controló.
-Bueno, pero es que ellas se parecen mucho.
-Y vosotras. De cara tal vez no, pero de cuerpo sois muy parecidas.
-Y el finde bien, ¿no?
-Sí. Estuvimos fuera para ver un concierto y todo muy bien.
-Sí, algo me han contado Irene y Elena. Me alegro un montón.
-Y tú, todo bien, ¿no?
-Sí, sí. Todo genial.
-¿Sales ya con nuestro grupo?
-No, aún no he podido salir con todos. He salido un par de veces con Irene y Mario, ya sabes cómo acabamos... Jejeje.
-Ya, lo imagino.
-Pero aún no he conocido a nadie más de vuestros amigos.
-Pues a ver si te animas.
-Ya, es que con el trabajo tengo un poco de lío y tal. Además, ahora que mi madre va a estar aquí unos días, pues no sé si lo haré, porque no la quiero dejar sola.
-Pues llévatela. Si se la ve muy en nuestro rollo.
-Mmm, bueno. Ya veremos.
-Bueno, yo me voy ya. Qué tengo que ir a por Elena para ir a comer con ella.
-Vale. A ver si venís algún día.
-Sí. Es que Elena está con el trabajo hasta arriba y aprovechamos los fines de semana para descansar y estar tranquilitos en casa.
-Claro, si lo entiendo. Pero tenéis que venir.
-Vale, a ver si este finde nos podemos acercar.

Justo casi cuando nos íbamos a despedir salió Nadine, envuelta en una toalla blanca, ajustándola bastante a su cuerpo, con el pelo mojado, no tan alborotado con ese peinado con la que la había visto hacía escasos minutos. Nos vio levantados y me preguntó si me iba ya, respondiéndole yo afirmativamente. Sofía le dijo que a dónde iba así, que fuera a vestirse, pero su madre le respondió que no pasaba nada, que no le importaba estar así delante de un chico como yo. Sofía le dijo que se cortara porque tenía novia y ella rio un poco y se acercó para darme dos besos para despedirse de mí, volviendo a irse hacia dentro.

Después nos despedimos Sofía y yo con un gran abrazo, apretándome ella, pudiendo notar como se estrujaba sus tetas contra mí y más al no llevar ella sujetador. Me dio un beso en la mejilla y me dijo que contara con ella para lo que necesitara, ya fuera para hablar o para desconectar, o si tenía algún problema o duda con el trabajo. Me acompañó hasta la puerta y me dio otro abrazo, con mucho cariño, pero no como si estuviera buscando algo, más bien era como si se lo estuviera dando a un niño pequeño.

Me fui de allí montándome en el coche, arrancando para ir a mi casa. Por el camino pensé en todo lo que acababa de pasar, en cómo había visto a Ángela y como me seguía doliendo todo lo que pasó. No me dolía que Irene y ella se estuvieran viendo, ni mucho menos, ni que Sofía estuviera interesada en conocerla, eso tampoco. Lo que me molestaba era no poder estar yo así con ella, como estábamos en aquel entonces en la universidad o como estaba con Irene o Sofía. Y lo entendía, ya eran varias personas las que me decían el motivo de que ella no quisiera verme. Hasta ella misma me lo dijo claro cuando contacté con ella para felicitarla por su cumpleaños, pero yo me resistía a verlo así, queriendo volver a tener nuestra amistad.

Lo único bueno que tenía que Ángela y yo no fuéramos amigos era que Elena no tenía que verla, así se evitaban situaciones incómodas. Tenía bastante claro que Elena no quería verla ni saber nada de ella, pero yo sí que lo quería hacer. Tantos años juntos, aunque sin pareja, pero estudiando, saliendo de fiesta, o simplemente pasando el rato juntos, era algo que me gustaba.

Así llegué a nuestra nueva ciudad, pero no fui a casa. Estuve dando una vuelta una vez aparqué por el centro para echar un ojo para ver cómo estaba la cosa por ahí, yendo a algunos sitios a los que solía ir en tiempos universitarios. Al final me entretuve y me fui a recoger a Elena con el tiempo pegado, pero llegué a tiempo, antes de que ella saliera. Una vez lo hizo, se montó en el coche después de que se despidiera de Yolanda, como siempre hacía. Me dio un buen beso y no me apetecía ir a casa para comer. Me apetecía ir por ahí, así que fuimos en coche hasta un restaurante, preguntándome ella que a dónde íbamos. Yo le respondí eso, que no me apetecía encerrarme en casa y que quería comer fuera, aprovechando que Elena iba muy guapa con la ropa con la que iba a trabajar, yendo yo también bien pese a no haber ideado el plan hasta ese momento.

Cuando llegamos y nos sentamos, Elena me empezó a contar cómo le había ido el día con todo lo que estaban haciendo en el trabajo y lo emocionada que estaba porque tenía todo bajo control, poniendo la vista en un proyecto futuro del que tenía muchas ganas de empezar. Estaba hiperactiva, gesticulando mucho, explicando algunos detalles con énfasis. Luego me preguntó qué había hecho yo. Le dije que me tomé la mañana libre, yendo a ver a mi madre y tal, sin entrar mucho en detalle de lo que pasó después de que me fuera de mi casa. Solo le comenté que pensaba acercarme más por casa de vez en cuando porque mi madre se sentía un poco sola y no me gustaba verla así. A ella le pareció muy bien.

La comida llegó y nos pusimos a comer, siguiendo Elena contándome cosas mientras yo la escuchaba atentamente. Llegó un punto en el que Elena se quedó callada, seria, mirándome. Se dio cuenta de que no estaba teniendo un día muy bueno por lo ocurrido la mañana y me preguntó qué me pasaba. Era muy lista y no la podía engañar, ya que antes de que dijera nada me dijo que no intentara escabullirme y que le contara qué me pasaba. Además, me dijo que la excusa del trabajo ya no colaba porque le acaba de decir que me había tomado la mañana libre y no lo haría de no ir bastante relajado. Mi chica era muy lista y no la podía engañar, por lo que le dije lo que ocurrió después de que saliera de casa.
 
Capítulo 246

Estaba un poco nervioso, pero le conté que vi a Ángela y que se me puso un poco de mal cuerpo. A ella le extrañó y no me quedó más remedio que explicarle todo el tema con Ángela para que me entendiera. Le empecé a explicar todo lo que tuvo lugar en la tarde en la que Ángela quería hablar conmigo, teniendo nuestra última conversación en persona. Le comenté que me explicó todo lo que sentía y porqué se había comportado así. Elena me escuchaba con atención y yo intenté explicarme lo mejor que pude sin hacerle daño al contarle cómo me dijo que creía que se está volviendo a enamorar de mí, lo mal que se había sentido en esas semanas en las que coincidimos y cómo decidió irse para olvidar todo aquello, con aquel beso final de despedida.

-Creía que todo había ido bien...
-Elena, yo es que...
-¿Sabes qué? -dijo interrumpiéndome- No me apetece esto. Vamos a comer tranquilamente y esta noche lo hablamos en casa.
-Pero...
-No. Esta noche.

Elena bajó su mirada al plato, aparentemente tranquila, para seguir comiendo. Yo también comía, pero estaba más pendiente de ella, intentando analizar cómo se comportaba, y salvo el silencio, no veía nada raro. Tenía una expresión relajada, aunque no sabía que se le pasaba por la cabeza.

La frialdad con la que me dijo esas últimas palabras me asustó un poco. En varias ocasiones quería volver a retomar la conversación, porque sabía que iba a pasar mala tarde si no hablaba con ella para quedarme tranquilo, pero la forma en la que me interrumpió no me la esperaba y no terminaba de arrancar pese a que hasta me echaba hacia delante para empezar a hablar sin terminar de hacerlo.

Al final lo único que sí pude decirle fue que me explicara acerca de ese nuevo proyecto que tenía muchas ganas de empezar. Ella por fin levantó la mirada del plato y se puso a hablarme de ello. De porqué tenía tantas ganas y porqué estaba deseando, ya que tenía en mente cómo abordarlo y quería poner en práctica técnicas nuevas que le habían enseñado. Me hablaba de buena manera, incluso mirándome a los ojos, pero tampoco lo hacía como lo había estado haciendo desde que llegamos, con esa vitalidad casi contagiosa.

Cuando acabamos de comer fuimos a casa para descansar un poco. Estuvimos callados durante todo el camino, con ella mirando por la ventana y yo mirándola a ella de reojo. Salimos del coche cuando llegamos para entrar en casa, poniéndome yo más cómodo para ir luego al sofá a ver la tele mientras ella me decía que se iba a dar una ducha rápida. Aunque no lo fue tanto, ya que se tiró más tiempo del que esperaba. Imaginaba que estaba también lavándose el pelo, pero no, porque lo traía recogido con una goma y no oí el secador ni nada.

Cuando salió se sentó a mi lado mirando algo en el móvil. Casi no habíamos dicho ninguna palabra desde que salimos del restaurante y era algo que me estaba empezando a preocupar, hasta me empecé a poner nervioso. Se acercaba la hora de que Elena volviera a entrar al trabajo, por lo que se fue a ponerse la ropa mientras yo me ponía los zapatos y cogía las llaves para llevarla.

-No, no. Viene Yolanda a por mí.
-Pero...
-No te preocupes, cariño. Quédate y descansa. Si es que me ha dicho que tenía que pasar por aquí para ir a no sé dónde y ya está viniendo, nos vamos juntas.
-Pero, ¿voy luego a por ti?
-Claro, mi amor -dijo sonriendo.
-Vale, pues luego voy a por ti. Avísame si pasa algo o lo que sea.
-Muy bien.
-Te quiero -dije inclinándome para besarla.
-Te veo luego -dijo después de darme un rápido pico.

Elena salió por la puerta, dejándome a mí en la entrada de casa un poco con mal cuerpo. No me gustó ni un pelo su reacción a pesar de que no parecía habérselo tomado tan mal, pero que estuviera tan callada y ese pico tan frío de despedida me mosqueó un poco, ya que siempre nos dábamos un buen beso, tanto al vernos como al despedirnos.

Efectivamente, la tarde se me hizo larga y dura por no parar de estar dándole vueltas a la cabeza, estando pendiente del móvil por si me decía algo, aunque ni lo toqué. No me apetecía nada hablarlo con nadie tampoco, así que lo único que se me ocurrió fue jugar a la play para distraerme e intentar que el tiempo se pasara más rápido, pero estaba más atento del móvil que de jugar.

Finalmente llegó la hora de ir a por Elena y salí disparado, llegando bastante antes de lo que solía. Estaba nervioso, salía y entraba al coche mientras esperaba que saliera. Cuando lo hizo, salía junto a Yolanda, como siempre. Se quedaron hablando unos minutos a un par de metros de la puerta. Yo miraba a mi chica fijamente, viendo que estaba sonriente. Vale, una buena señal al fin, pero tampoco me garantizaba nada. No tenía ni idea de lo que estaría hablando con su amiga, pero se me estaba haciendo eterno.

Al fin vino hasta a mí una vez se despidió de ella, con buen gesto, como siempre que me veía cuando salía. Una vez a mi altura me dio un beso de los que me daba siempre y ya sí que me empecé a tranquilizar, aunque aún teníamos hablar. Por el camino estuvimos en silencio de nuevo, hasta que llegamos a casa y mientras nos cambiábamos no pude más.

-Elena...
-No. Espera. Vamos a preparar la cena, cenamos tranquilamente y cuando acabemos y estemos sentados y tranquilos lo hablamos.

De nuevo me empecé a poner nervioso. Me daba la sensación de que estaba evitando la conversación y no sabía por dónde podía salir la cosa. Como dijo, fuimos a preparar la cena, otra vez en silencio y nos pusimos a cenar. Saqué tema de conversación preguntándole cómo le había ido la tarde. Me respondió que todo bien y me preguntó por la mía. Le dije que me la había tomado libre también y que había estado jugando un poco. De nuevo silencio hasta que acabamos y recogimos todo. Me senté en el sofá mientras Elena iba al baño y una vez llegó al salón y se sentó a mi lado me quedé mirándola, empezando ella la conversación.

-A ver... Cuéntame exactamente qué ha pasado.

Le comenté lo que había pasado esa mañana desde que salí de mi casa hasta que volví a por ella.

-¿Y qué dices que pasó cuando se despidió de ti?
-Me dijo que se iba lejos porque creía que se estaba enamorando otra vez de mí y que no quiera pasarlo mal otra vez por lo mismo.
-Ajá...
-Que por eso te dijo aquello con lo que... Bueno, que por eso te dijo si eras paradita. Se puso celosa.
-Am...
-Y que había pasado unas semanas un poco malas. Por eso decidió irse.
-¿Y a dónde se ha ido?
-No lo sé. No quiso decírmelo.
-¿Y cómo fue lo del beso?
-Fue ella. Nos despedimos y me llamó. Cuando me di la vuelta me agarró y me lo dio. Elena, te prometo que fue ella. Yo no lo hice, ni quería que pasara.
-Tranquilo. Te creo. Además, de eso ya hace un tiempo.
-Lo siento.
-¿Algo más que quieras contarme?
-Mmm, no sé. No creo... Ah, por su cumpleaños, que fue después de esto, le hablé por whatsapp y la cosa no fue bien.
-¿Y eso?
-Me dijo que no quería que le hablara más. Que me centrara en mi vida y en ti y que la dejara tranquila.
-Vaya...
-Y nada más.
-Bueno, ¿y por qué estás así?
-Pues porque... yo...
-¿La echas de menos?
-Sí. Algo así.
-Y es por...
-Elena, fueron muchos años juntos. No éramos pareja, ni tenía yo la intención de serlo, pero es que estábamos casi todo el día juntos entre las clases y que quedábamos para estudiar, hacer trabajos o salir a tomarnos algo con más gente.
-Mmm, vale.
-Mira, es como si Irene o Sofía se fueran y no me hablaran más. O si se te va a ti Yolanda.
-Vale, lo entiendo.
-Simplemente se trataba de una amiga especial, como lo son Irene y Sofía. Con ellas tengo una confianza que no tengo con ninguna más de nuestro grupo, por ejemplo. Es solo eso.
-Vale, mi amor. Solo quería dejarlo claro.
-Elena, para mí tú eres lo primero. Y siempre lo serás.
 
Capítulo 247

Elena me besó, esta vez con ganas. Parecía que se había pasado todo ese mal rato que había empezado en la comida. Ahora nos besábamos como siempre lo hacíamos, poniendo ella sus manos en mi cuello y cara. De hecho, hasta pasó a ponerse encima de mí con una pierna a cada lado. Pese a no haberme besado el cuello en todo el rato, la tenía como una piedra por habernos tirando bastante tiempo con esos besos. Elena se dio cuenta de mi erección y se separó de mí riendo.

-Javi, me apetece un montón. ¿Me das un momentito para preparar una cosa y ahora te llamo?
-Claro.

Elena se fue corriendo a nuestra habitación y al cabo de unos pocos minutos me llamó con una voz muy dulce. Me levanté de inmediato, yendo hacia allí. Al entrar me quedé impresionado pese a que no era la primera vez que me encontraba aquella sorpresa con la habitación repleta de velas, pero esta vez era diferente. Había algo nuevo.

Elena llevaba como una especie de mono de encaje, como algunas medias que tenía, pero era de cuerpo entero, cubriéndole también el abdomen, llegando hasta sus hombros, sujetándose en forma de tirantes. Tenía una apertura en la entrepierna para dejar la zona desprovista de tela. En la parte del pecho no tenía ninguna apertura, pero se veían sus pezones. Acompañando al conjunto llevaba lo que aprecia ser un tanga rojo de encaje al juzgar por lo fino que era, junto a unos tacones del mismo color.

Me quedé bajo el umbral de la puerta sonriendo, haciéndolo también ella, levantando su mano para decirme que fuera con ella con su dedo. Le hice caso y fui hacia la cama para sentarme en el filo mientras ella me miraba con expectación y fuego en los ojos. Se veía a leguas que quiera follar, no hacer el amor como llevábamos haciéndolo todo aquel tiempo. Podía ver en sus ojos como me desnudaba con la mirada y casi que también podía notar cómo le latía el corazón rápidamente.

Estaba con una sonrisilla picarona, esperando a que yo diera el paso. Yo simplemente le empecé a acariciar la cara suavemente. Parecía inquieta, como si me dijera con la mirada que no quería eso, y yo lo sabía perfectamente, pero también quería jugar con ella. Lo malo que fue que le pudieron sus ganas.

-Mi amor... -dijo susurrando- Quiero que...
-Shhh. Lo sé perfectamente, pero es que te veo tan guapa que... Pero no te preocupes. Te voy a reventar, pero bien.
-Uff... -dijo de forma temblorosa.

Sin esperar más me lancé a comerle la boca con ansia, más con la que lo hacíamos en el salón. Me levanté y me desnudé rápidamente, mientras ella me miraba fijamente, mordiéndose un labio. En cuanto acabé de hacerlo y me acerqué, me agarró la polla, que ya estaba dura desde que llegué a la habitación y la vi así vestida, aunque era casi como si no llevara nada por lo poco que tapaba aquella prenda. Me la empezó a pajear a buen ritmo, apretando con fuerza, tirando de mí para que me pusiera de rodillas sobre la cama, incorporando ella su cabeza para empezar a chupármela.

La cosa estaba yendo demasiado rápido y en realidad no me importaba. Después de aquel día tan de bajón, necesitaba liberar tensiones, sobre todo las generadas desde que me sinceré en la comida, con toda la tarde pensando en cómo estaría ella y como se lo tomaría. También pensaba que lo ideal sería no estar mucho rato, porque Elena al día siguiente madrugaba, como cada día que tenía que ir a trabajar. Además, seguramente tendríamos que darnos una ducha porque por el calor que hacía, pese a tener aire, seguro que sudaríamos bastante.

Después de unos minutos dándome placer con aquella mamada, en la que alternaba entre metérsela poco o bastante, lenta, o rápidamente, se incorporó para ponerse de rodillas y besarme con mucha ansia. Hasta la notaba temblar, como en las primeras veces que nos íbamos a la cama. A pesar de la pasión con la que los estábamos besando y queriendo pasar a más, atiné a decir que la quería muchísimo mientras nos comíamos la boca. Ella lanzó un gemido y me empujó contra la cama para tumbarme.

Estaba encendidísima, tanto que fue ella la que se quitó el tanga, lanzándolo hacia atrás sin mirar. Agarró con fuerza mi polla y se la metió con cuidado, gimiendo una vez la tenía dentro por completo. No fue muy costoso por cómo estaba de mojada, pero si era verdad que tal vez se lo debería haber comido antes un poco para terminar de lubricarlo. Pero Elena no estaba para esperar. Empezó una cabalgada a buen ritmo, apoyándose con sus manos en mi pecho. Me miraba fijamente a los ojos, empezando a jadear, al igual que yo lo hacía.

Lo hacía con mucha velocidad, pero la aumentó más aún cuando se quitó los tacones, lanzándolos de la misma manera que el tanga, poniéndose en cuclillas para follarme de la misma manera, moviéndose hacia delante y detrás, pero con mejor estabilidad, para poder hacerlo más rápido. Pese a la velocidad con la que me follaba y lo caliente que estaba, estaba teniendo bastante aguante, imaginaba que por lo rápido que estaba yendo todo, pero Elena estaba ya demasiado caliente, resoplando y jadeando bastante, con gemidos que intentaba reprimir, pero que se le escapaban, incluso con alguno con tono lastimero. Sus gemidos y jadeos no ocultaban ya ningún secreto para mí.

Y llevaba razón porque en cuestión de segundos paró para quedarse con toda mi polla en sus entrañas, acariciando mi cuerpo. Después se echó sobre mí para besarme, está vez de manera más calmada y pausada, riendo cuando despegaba sus labios de los míos. No nos decidamos nada, pero ambos sabíamos lo que pasaba. Dejé que Elena siguiera con la iniciativa, por lo que ella se fue escurriendo por mi cuerpo para chupármela de nuevo, de la misma manera con la que la hacía minutos antes, aunque esta vez hacía el esfuerzo de metérsela entera, consiguiéndolo como siempre que se lo proponía. Hasta cogía una de mis manos para llevársela a su nuca y apretar, como si me estuviera pidiendo que la ahogara.

-Madre mía, Elena... Cómo estás... -susurré.

Elena no me respondió nada más que con un gemido que indicaba afirmación y excitación.

Después de un rato de mamada, más salvaje que otra cosa, se puso a besarme los muslos, como si estuviera tomándose un respiro y quisiera descansar un poco. El problema era que yo no quería esperar más, por lo que me incorporé, cogiéndola de los brazos para tumbarla y ponerme sobre ella, riendo ella por como la movía. Encajé mi polla en su coño y la empecé a follar, aunque no de manera muy rápida. Elena me miraba con ojitos esta vez mientras gemía de manera muy dulce, cosa que cambió cuando pasé a dar unas embestidas bastante fuertes y secas, que ella acompañaba con un gemido que cada vez era más alto conforme recibía esos pollazos.

Como era de esperar, Elena no tardó mucho en correrse con esa manera de taladrar su coñito. Hasta me llegaba a susurrar que se iba a correr para que parara, pero no podía. Necesitaba que mi chica se corriera, quería que lo hiciera de esa manera tan única, deshaciéndose en mis manos.

Un fuerte temblor fue lo que anunció su potente orgasmo que siguió manifestando con fuertes gritos mientras yo notaba como me estrujaba todo el cuerpo, ya fuera de manera interna con su coñito, o más externa, apretándome en un abrazo con sus brazos y piernas como si no se quisiera despegar de mí nunca más.

Me quedé así durante un buen rato, hasta que Elena se relajó y me liberó de su fortísimo abrazo. Estaba muy relajada, tanto que creía que se iba a dormir, por lo que le di un beso, susurrándole que despertara. Me aparté de ella, habiendo perdido ya gran parte de mi erección, pero yo seguía con ganas de juerga, por lo que empecé a acariciar su cuerpo mientras ella reía tierna y sensualmente. El problema fue que cuando estuve unos pocos minutos acariciándole el coño, me dijo que parara, que aún estaba un poco sensible y que, si se iba a correr, prefería hacerlo mientras la follaba y así de paso acababa yo también dentro de ella, ya que era donde más nos gustaba a los dos que yo lo hiciera.

Aun así, me resistí un poco y bajé a comérselo, porque no lo había hecho y me moría de ganas por saborear a mi chica así. Elena reía como una niña pequeña, cambiando a algunos gemidos de placer que me derretían, pero que paraban cuando notaba que estaba acercándose de nuevo a su orgasmo, aprovechando yo para darle besos por los muslos. Ella se seguía derritiendo, pero de otra manera, por el cariño que le estaba dando. Así estuve un buen rato hasta que vi que ella ya estaba casi casi y me incorporé para cogerle los pies y besárselos. Como de costumbre, se puso bastante roja y llevó su mano hasta su coño, pero yo se la apartaba cada dos por tres. Tanto, que me cansé y cogí un cinturón para atarle las manos al cabecero de la cama. A pesar de hacer eso, Elena buscaba darse placer intentando frotar sus muslos, pero yo no la dejaba, susurrándole qué s portara bien mientras seguía besando y chupando sus pies, aunque fuera a través de la tela.

Al poco, ya estaba que no podía más y tenía ganas de correrme, teniéndola durísima por ver así a Elena, notando hasta como me goteaba. Se la metí de nuevo, aprovechando para desatarla mientras me la follaba. Como imaginaba, ninguno de los dos aguantamos mucho, porque la empecé a follar con fuertes embestidas, como lo había hecho antes, pero esta vez bastante más rápido. Su orgasmo fue lo que provocó el mío, abrazándome con fuerza, como había hecho antes, pero ahora ella ponía una mano en mi nunca para pegar nuestras cabezas. Gritaba como una loca, mojándose bastante, dejándome el pubis empapado. Noté que descargué bastante dentro de ella, por lo que una vez acabé de correrme, la agarré para quedar yo tumbado boca arriba, con ella sobre mí, sin llegar a sacársela para no manchar.

Al recuperamos por completo, nos levantamos, teniendo ella cuidado de no manchar, poniendo su mano en su coñito. Ambos fuimos a la ducha para lavarnos juntos mientras caía algún que otro arrumaco, recordándome muchísimo a cuando nos empezamos a ver, yendo a ducharnos y dándonos mientras cariño, aunque ni fuéramos pareja en aquel entonces. Al acabar, regresamos a la habitación y nos tumbamos para dormir, con ella teniendo su pelo mojado. Estaba reventada y ni siquiera se lo secó, diciendo que ya se peinaría por la mañana. Pese a tener también algo de sueño y verla así, tenía ganas de hablar con ella para disculparme por ocasionar lo ocurrido durante todo el día.
 
Capítulo 248

-Elena, lo siento.
-No pasa nada, mi amor.
-Me siento mal. Por haberte ocultado todo eso y por hacerte pasar un mal rato.
-Bueno, ya ha pasado.
-Me siento mal por lo del beso con Ángela. Yo no quería, te lo prometo, no me lo esperaba y no supe reaccionar. Lo siento.
-Javi, de verdad, que no pasa nada. Además, no tengo derecho a enfadarme por eso. A mí me pasó algo parecido cuando empezamos a salir y Alejandro vino a mi casa y me dio uno. ¿Recuerdas?
-Sí, vaya susto me diste cuando me llamaste así...
-Perdón.
-Pero es que sabiendo cómo te cae Ángela y tal...
-Mira, entiendo que es alguien especial en tu vida, pero ya está. Por suerte o por desgracia, se ha ido de tu vida y ha sido porque ella ha querido.
-Ya...
-Javi... Yo si quieres puedo hacer un esfuerzo para llevarme bien con ella si se da la ocasión. Es evidente que Ángela es muy importante para ti y no me gustaría quitarte algo así si lo pudieras tener. Parecería la típica novia celosa y no. Ya no más. Bastante he dado la nota con mis celos...
-No digas eso. Y no tienes que hacer el esfuerzo. Para mí, tú eres lo primero. No merece la pena.
-Como quieras, mi amor. Pero que no pasa nada, de verdad. Esta tarde lo he estado pensando y me he calmado. Y sobre todo cuando me lo has explicado.
-Me alegro de que no haya sido para tanto.
-Te quiero.
-Y yo, mi vida. Anda, vamos a dormir que mañana hay que madrugar y ya es muy tarde.

Nos relajamos y caímos dormidos enseguida, aunque yo me quedé unos breves minutos pensando en todo aquello.

Me puse a pensar en cómo me había sincerado con Elena acerca de un tema bastante peliagudo, probablemente el que más, que ella supiera. Y ahí era donde veía el error. Sentía como que me sinceraba de absolutamente todo por la culpabilidad que sentía por no hacerlo con el problema más importante, el de Noelia.

Ya me sinceré con el intento de beso que hizo Laura en su día en aquella fiesta en la que me abrí la cabeza. Sentía culpabilidad al ocultarle eso. También me sinceré con lo de Bea, siendo en mi opinión algo más grave pese a no haberla tocado ni siquiera, pero también lo acabé confesando por una culpabilidad que yo creía que tenía por ese tema, pero que ahora veía más claro porqué era en realidad. Y, por último, con el de Ángela, pese a que pasó ya hacía algún tiempo desde esa despedida con aquel beso.

No supe reaccionar cuando Elena me notó algo decaído y más cuando me dijo que la excusa del trabajo no le valía. ¿Qué significaba eso? ¿Creería que siempre que le decía algo así era una excusa? No tenía ni idea. No me quedó otra que contarle lo que me pasaba. Su cara cambió un poco por las palabras que le dije, pero pude notar como intentó bloquear sus emociones, sobre todo al decirme que no quería tratar ese tema en ese momento, dejándolo para más tarde.

Por suerte, no se lo tomó tan mal y parece que razonó todo mientras estuvo en el trabajo. Tal vez lo habló con Yolanda y ella le dio su punto de vista. Tampoco lo sabía, pero lo razonó y todo acabó bien, una vez más.

Me quedé mirándola como dormía. Estaba preciosa, con su cara relajada y su pijamita de verano. Le acaricié la cara con cuidado mientras pensaba en esa culpabilidad que sentía con lo de Noelia, pero... ¿Cómo le iba a contar algo así? Y ya no es que fuera por todo el tiempo que pasó. ¿Cómo se le dice a una amiga que su hermana te ha hecho una encerrona y que después no ha parado de maquinar para irse contigo a la cama? Estaba seguro de que no me hubiera creído si se lo hubiera dicho al instante, por lo que pensé que tal vez había hecho bien en no hacerlo. De lo que estaba seguro era de que, si lo hubiera hecho, me hubiera perdido todo lo vivido esos meses con la chica de la que estaba tan enamorado.

Y sí, puede que no pareciera tan enamorado de ella con todas las tonterías que estaba haciendo y con esas maneras de resolverlas, ya fuera huyendo de esos problemas o confesándolo a destiempo, cuando en realidad lo que tenía que hacer era evitar todo aquello a toda cosa. Parece que era algo sencillo de identificar una situación problemática como las que había ido viviendo, y tal vez fuera así en realidad, pero al fin y al cabo era mi primera relación y muchas veces no sabía cómo actuar, todo aquello era algo nuevo para mí. A veces sentía que era algo que me quedaba grande, que Elena era demasiado para mí, que era una persona muy sensible y que yo no estaba a la altura para cuidarla lo bien que se merecía y más teniendo en cuenta por lo que ella había pasado en su anterior relación, además de todos sus problemas familiares, ya fuera conocidos, como lo de sus padres, como los que ella no conocía, como con su hermana.

A veces tenía miedo de cagarla con ella de por más, creyendo que poco a poco todas esas cosas irían mermando la relación hasta que se cansara de mí, de mis problemas y de mis tonterías y me terminara dando la patada en el culo. Eso era algo que ya no me podía permitir que pasara. Me veía muy enamorado de ella, no sabía qué sería de mí si algo así pudiera pasar.

Tanto pensamiento malicioso hizo que me entrara como una sensación de vértigo, casi como si me estuviera dando un ataque de ansiedad. Con cuidado me levanté y fui al baño para echarme agua fría en la cara y en la nuca. Por suerte funcionó y me tranquilicé. Fui de nuevo con ella, abrazándola por detrás con cuidado para no despertarla y poder dormir.

Al día siguiente me desperté antes de que Elena se fuera, pese a que ella nunca hacía ruido. Siempre cerraba la puerta para darse una ducha, cogiendo antes la ropa para cambiarse ahí y no molestarme. Salí y la busqué, viendo que estaba en la cocina tomándose un café. Le di un abrazo desde atrás y ella dio un respingo porque la asusté. Nos despedimos con un beso y quedamos en que iría a por ella a la hora de comer. Regresé a la cama para acostarme de nuevo, pero me desvelé un poco y me costó dormirme, aunque lo conseguí después de dejar la mente en blanco.

A las pocas horas desperté con una sensación un poco mala aún por lo del día anterior. Me quedé sentado en la cama unos minutos con las piernas cruzadas, dándole vueltas al asunto, aunque estaba más tranquilo porque vi a Elena muy bien y alegre cuando nos despedimos al irse ella a trabajar. Me levanté y me di una ducha para después desayunar mientras miraba el móvil.

Vi que tenía unos mensajes de Irene, preguntándome si todo iba bien y que si me podía pasar por su casa para hablar con ella. Al parecer había hablado con Sofía y ésta le había contado lo que pasó. Le contesté que sí y me puse en camino porque iba bastante bien con el trabajo y no necesitaba trabajar tampoco aquella mañana. Ya trabajaría por la tarde para acabar lo poco que me quedaba por entregar.

Antes de ir a su casa, pasé por la mía en cuanto llegué a mi ciudad para ver a mi madre un poco. Me preguntó extrañada que qué hacía ahí cuando había ido el día anterior. Simplemente le dije que quería aprovechar que no tenía trabajo para ir a verla, por si de repente me mandaban mucho y no podría ir más a menudo. Después de un rato, sin decirle nada de por qué estaba ahí realmente, me fui andando a casa de Irene pensando en que no quería que mi madre pensara mal al decirle que iba a ver a una amiga, porque se estaba volviendo algo común y hacerlo dos días seguidos le podría dar pie a pensar algo que en realidad no estaba teniendo lugar.

En nada me planté en casa de Mario e Irene y ésta me abrió, mirándome fijamente, supongo que buscando cómo estaba, queriendo corroborar lo que le contesté por mensaje. Me hizo pasar después de darme un abrazo y un beso en la mejilla y nos sentamos en el sofá. Después de ofrecerme algo de beber empezamos a hablar, siendo ella muy directa.

-Javi, siento lo de ayer. No tenía ni idea de que ibas a venir, ni siquiera sabía que ella lo iba a hacer tampoco, se presentó aquí sin avisar.
-Tranquila, Irene, no pasa nada.
-¿No estás enfadado?
-¿Qué? No. ¿Por qué iba a estarlo?
-No sé...
-No, no lo estoy.
-¿Te molesta que seamos amigas?
-Qué va. Eso tampoco.
-¿Entonces?
-Me molesta no poder ser su amigo, como lo soy contigo o con Sofía, o con ella misma como hace unos años.
-Lo siento. Yo solo quiero que todos estéis bien...
-Bueno, eso es algo que no puede ser por lo que se ve.
-Es que... Es raro todo esto.
-¿Por qué?
-Porque cada vez que nos vemos o hablamos me pregunta por ti.
-¿Crees que sigue enamorada de mí?
-Mmm, no lo sé. Interés tiene, obviamente, porque si no, no preguntaría. Pero no te puedo decir si está enamorada.
-Bueno...
-Yo diría que no. Porque es diferente a las primeras veces que me preguntaba. Esas veces ponía una carilla... Le brillaban los ojos esperando mi respuesta. Ya no lo veo tan así. Simplemente me pregunta, esperando una respuesta de manera normal, como si preguntara por un amigo.
-¿Y qué le respondes tú?
-Pues cómo te va. Ya le he contado que os habéis ido a vivir juntos fuera y que os va muy bien.
-¿Y qué le parece?
-Pues le impresionó. Me dijo que no esperaba que dieras ese paso. Y mencionó como te ve de cambiado, porque en la carrera no querías saber nada de novias durante todos esos años y ahora de repente te ve y tienes novia y te vas a vivir con ella sin que llevéis tampoco mucho tiempo.
-Vaya...
-Yo le dije que había surgido por lo del trabajo de Elena.
-Pero en realidad...
-Ya, ya. Lo hice para que no se sintiera tan mal.
-Joder, ¿por qué tiene que ser tan difícil?
-Lo siento, Javi. De verdad. Ojalá pudiera hacer más.
-Tranquila, no pasa nada.
-¿Quieres que hable con ella para intentar que hable contigo para que le expliques?
-No, no. Déjalo. Prefiero no hacer nada. Ya está bien de líos.
-No se me ocurre nada, lo siento.

Después de quedarnos unos segundos en silencio le dije lo de que le conté a Elena lo pasado el día anterior y cómo me sinceré sobre la despedida de Ángela y lo que sentía.

-Ya, ya sabía que se lo habías contado.
-Ah, ¿sí?
-Sí. Ayer por la tarde me llamó y estuvimos hablando un buen rato.
-¿Por la tarde? Pero si estaba trabajando.
-Me dijo que como no tenía mucho lío, que preguntó si podía coger un rato por motivos personales y que no le pusieron ninguna pega.
-Ah... No me ha dicho nada.
-Me contó que te vio un poco raro mientras comíais y que te preguntó.
-Me vine abajo. No supe reaccionar diciéndole algo convincente para que no se sintiera mal y se lo conté todo.
-Ya. Por lo que me ha contado Elena y cómo me lo ha contado, hubo un poco de mal rollo, ¿no?
-Sí. Su reacción fue un poco... Bueno, no es como ella suele reaccionar, pero me dio miedo.
-Joder... Bueno, tranquilo. Al final no ha pasado nada, porque me ha vuelto a llamar y me ha contado que todo ha ido bien.
-Sí. Lo hablamos por la noche y al final todo acabó bien.
-Claro, ¿ves? No pasa nada.
-¿Le dijiste tú algo?
-Mira, me extrañó un poco cuando me llamó a esas horas. Sabía que estaba trabajando, por eso me extrañó. Se lo cogí y no la noté muy bien. Estaba nerviosa.
-Joder.
-Me comentó lo que pasó y me preguntó mi opinión. Yo le dije que no se preocupara, que no pensara cosas raras. Estuvimos hablando y lo terminó viendo claro, aunque me dijo que tenía miedo de que te hubieras fijado el Ángela de una manera más... Ya sabes.
-No, no, no, no. No es eso. Para nada. Es verdad que le tengo mucho cariño, pero ni de lejos como se lo tengo a Elena. Simplemente es... Es que cuando sentí irse así de mi vida a Ángela... Fue como si te hubieras ido tú, o como si se me va ahora Sofía. Sería algo doloroso, mucho. Irene, es que son muchos años de amistad...
-Lo sé, Javi. Si te entiendo y más o menos fue lo que le dije a Elena. Al final se acabó tranquilizando y entró en razón. Me dijo que era ridículo que pensara que tú sentías algo tan fuerte por ella.
-Me siento fatal, Irene.
-¿Por qué?
-Por todo, por lo de Ángela y por Elena, por ponerle ese mal cuerpo sin ninguna necesidad.
-Bueno, Javi... -dijo sentándose a mi lado, echándome un brazo por encima de los hombros-. Ya ha pasado. No le des más vueltas. Lo que tenéis que hacer es estar bien y daros cariño.

De nuevo nos quedamos unos segundos en silencio.

-Irene, tengo miedo -dije girando mi cabeza hacia ella.
-¿Por qué? -preguntó seria.
-Tengo miedo de que Elena se canse de mí.
-No, Javi... Tú también no. ¿Por qué dices eso?
-Joder, Irene... ¿Te parece poco todas las que he liado? Con lo de Sofía, lo de Bea, ahora esto con Ángela y en su día también.... Todo eso ha sido por mi culpa.
-Ay, Javi... No digas eso.
-Tengo miedo de que se canse de todo eso y que me dé la patada en el culo para que no le dé más problemas.
-Eso no va a pasar, ¿me oyes?

Me quedé en silencio, sin decir nada porque no podía. Eso era lo que sentía.

-Javi, mírame. Tienes que ser fuerte. Elena es muy sensible. No podéis estar los dos en este plan. Tienes que cuidar de nuestra niña, ¿vale?
-Noto que no estoy a la altura.
-Javi, por favor, no digas eso. ¿Ya se te ha olvidado lo que la quieres?
-No, no se me ha olvidado.
-Ni que se te olvide lo que te quiere ella.
-Ya, ya.
-Tienes que ser fuerte. Mira, si tienes algún problema, lo que sea, me lo dices y yo te ayudo en todo lo que pueda. Me tienes aquí para lo que sea, Javi. Y a Mario también y hasta a Sofía. Pero por favor, no te pongas así. No quiero veros así. No ha sido para tanto.

Le di un abrazo a Irene con fuerza, quedándome en silencio.

La verdad es que esas palabras de Irene me hicieron sentir mucho mejor. Era un gran alivio tenerla siempre ahí cuando la necesitaba. Me ayudó a calmarme y ver que no había sido para tanto y que todo había acabado bien. Y sobre todo que Elena ya estaba bien, sin estar molesta ni nada y al final eso era lo importante. Cuando Irene vio que ponía mejor cara me dio otro abrazo y me dio varios besos en la mejilla, cambiando después de tema.

-Nene, ¿has conocido a la madre de Sofía?
-Sí. Ayer fui a su casa después de... Bueno, que sí. La vi y estuvimos hablando un poco.
-Vaya pedazo de mujer. Qué calores me entraron cuando las vi. No sabía a quién me quería follar primero.
-Jajajaja.
-Aunque me hubiera encantado un trío con las dos, ya me conoces.
-Sí, demasiado, jajajaja.
-Vaya historia, ¿eh?
-Ya ves.
-No sabía que Sofía tenía raíces francesas.
-Pues eso parece. Normal que se especializara en ese idioma en el periódico, si se ha criado con su madre y abuelos, que son todos franceses...
-Y lo que no es el idioma, otro tipo de francés, ya sabes... Jajaja.
-¿Pero qué te pasa hoy?
-Pues que Mario está hasta arriba de trabajo el pobre y apenas follamos, tío... Es que lleva unos días que no puede ni comer conmigo. Y por eso fui a casa de Sofía, porque me deprime comer sola.
-Ah, pues vaya.
-Lo bueno es que sabemos que solo vamos a estar así una semana, dos como mucho. Pero que estoy que me subo por las paredes. El pobre mío llega reventado y no tiene ganas de nada, solo de dormir.
-Madre mía cuando acabe... Lo vas a exprimir.
-Uff... Rompemos la cama, ya te lo digo.
-A ver si os vais a hacer daño, jajaja.

Seguimos hablando un poco más de otras cosas, preguntándole yo que si ellos no tenían problemas como los que tenía yo o los que tenía Elena. Me respondió que sí que había tenido algo parecido, sobre todo cuando empezaron, ya que no siempre habían sido así. Al principio no eran tan liberales y hasta había algo de celos por parte de Irene en algunas ocasiones, pero que le duró poco. Me dijo que ese comportamiento se debía a sus primeros intentos de relación, en las que al final le engañaban con otras. Según ella, no se juntaba con gente decente, solo con embaucadores que la adulaban y luego se la clavaban por la espalda. Pero al final cuando conoció bien a Mario, todo eso cambió. Él estuvo con ella bien desde primera hora, estaba muy pendiente de ella, sobre todo tras contarle todos estos problemas que tuvo anteriormente. Al final se acabaron enamorando el uno del otro y ya empezaron a experimentar, porque Mario sí que era más así como lo era en ese momento, algo parecido a como era yo en esa época en la que iba más de flor en flor que otra cosa, pero ambos coincidieron de esa manera y se acabaron gustando, desembocando en esa relación en la que llevaban ya un tiempo.

También me dijo que lo que nos pasaba era algo más normal de lo que yo pensaba. Teníamos que tener en cuenta que Elena era una chica sensible de por sí, pero que, además, había salido de una relación muy larga, y no de la mejor manera. A eso a le sumaba mi escasa experiencia en lo que a una relación de pareja se refería. Me dijo que, en su opinión, eso podía ser una mezcla un poco peligrosa, porque Elena podría a veces necesitar más atención de la cuenta y tal vez se me podría escapar ese detalle a mí, por lo que me insistió en que le preguntara si le pasaba algo o si había algún problema en cuanto la notara algo rara. Además, me recomendó que me tranquilizara y que no sacara tanto las cosas de quicio, que me relajara.

Seguimos hablando un poco más, ya de otros temas totalmente diferentes relacionados con nuestro grupo de amigos, del trabajo y alguna que otra cosa más. Cuando acabamos de hablar me fui de allí, despidiéndome de ella con un fuerte abrazo, dándole las gracias por haberme aconsejado y animado. Ella le quitó importancia, diciéndome que no dudara en hablar con ella cuando lo necesitara, lamentando de nuevo ese encuentro fortuito que casi tuve con Ángela, pero poco podía hacer ella al respecto. Me dio un beso en la mejilla, devolviéndome el abrazo que le di.
 
Capítulo 249

Cuando me fui pensé en cómo se preocupaba Irene por nosotros. Siempre decía que quería lo mejor para nosotros y cumplía con eso, aunque ella creyera que no lo hacía tan bien por calentarse demasiado a veces con tanto juego. También pensé en como Ángela se seguía interesando por mí, o más bien por Elena y por mí, pese a haberme dicho que dejara de hablarle. Imaginaba que se encontraba en una situación similar a la mía, pero en ella seguro que sería peor por ese enamoramiento, aunque parecía que la cosa se había calmado según me contó Irene con lo que ella notaba en esos detalles cuando preguntaba por mí. Algo me decía que quería hablar conmigo, pero lo evitaba para no volver a liar la cosa y estar como en esas semanas en las que nos volvimos a ver. También supuse que era por respeto a mí y a mi pareja. Sabía que Ángela me seguía queriendo y me lo demostraba no metiéndose en mi relación, cosa que agradecía mucho, aunque me jodiera ese distanciamiento.

Dando un pequeño paseo, me acerqué a la zona más comercial de la ciudad, la cual se trataba de una larga calle repleta de tiendas de todo tipo, ya fuera de ropa, tecnología, alguna de móviles, joyerías, varias cafeterías o incluso un pequeño supermercado. Era probablemente la calle más conocida de la ciudad, ya que prácticamente siempre estaba repleta de gente, ya fuera de la propia ciudad o de ciudades, pueblos o pedanías próximas. Dicha calle conectaba uno de los edificios históricos más reconocidos de la ciudad, con una antigua plaza, aunque reformada en la que siempre había gente, ya fuera ancianos o niños.

Paseando, con algo de dificultad, ya fuera por la cantidad de gente, que hacía algo incómodo pasar por ciertos lugares a veces, o por el calor que ya empezaba a apretar, pensé en tener un detalle con Elena, ya que aún me sentía algo mal y me apetecía prepararle algo. Pasé por una de esas joyerías y entré. Estuve un rato mirado y no terminaba de ver algo que me convenciera hasta que se acercó alguien del personal al verme algo perdido. Le expliqué que quería tener un detalle con mi chica, preguntándome si tenía algo en mente. Yo solo le dije que la quería mucho y que era un ángel para mí. La chica sonrió y fue a buscar algo. A los pocos minutos vino con una pieza y me la mostró. Se trataba de un pequeño ángel de plata, precioso. Me dijo que se trataba de un colgante y que era algo que no se iba mucho de precio, que no tenía que preocuparme por eso. La verdad es que me gustó mucho y me pareció buena idea, pero luego recordé que ha tenía el colgante del corazón que le regalé por su cumpleaños, el cual nunca se quitaba. Se lo comenté a la chica y me dijo que no había demasiado problema, que podía ajustar la cadena del colgante para que se quedara más larga o corta para que no se estorbaran ambos o que incluso podía unir ambos colgantes, ya que le expliqué cómo era el otro, especificando la forma y lo que tenía grabado. Al tener la parte de atrás libre, me dijo que podría quedar bien, que lo pensáramos y que fuéramos si queríamos dejarlo así.

Salí de allí bastante contento con esa pieza tan bonita para mi chica. De vuelta a mi casa, donde aparqué mi coche, empecé a pasar por donde lo había hecho antes de pararme en esa joyería y entonces me pareció ver a Maribel y a Noelia por ahí. Ni quise interesarme, no estaba el horno para bollos, así que seguí mi camino sin ser aparentemente visto por ellas gracias a la cantidad de gente que había por la calle. Antes de llegar, me paré en un chino porque se me ocurrió preparar una cursilada que estaba seguro que le gustaría a Elena y me monté en el coche para regresar a casa y preparar la sorpresa. Llegué un poco con el tiempo justo, pero conseguí prepararlo todo, dejándolo todo como me había imaginado de camino a casa. Me fui bastante contento, con una sonrisa tonta en mi cara por la cursilería que acababa de hacer, pensando que ni de coña se me ocurriría algo así antes de tener pareja.

De camino a recoger a Elena pensé en que había un problema, y es que teníamos que comer y con la sorpresa se nos pasaría un buen rato, por lo que pensé en llevarla por ahí para comer fuera. Cuando llegué la esperé fuera del coche, viendo como salía despidiéndose de Yolanda, como siempre, buscándome después con su mirada, sonriendo ampliamente cuando me encontró, saludándome también con la mano mientras se acercaba a mí a paso ligero. Cuando llegó hasta a mí, se lanzó a mis brazos, dándonos un buen beso. Estaba muy contenta y sonriente, por lo que me terminé de tranquilizar al verla tan bien.

Fuimos a comer un bar cercano, echando un buen rato mientras ella me contaba cómo le había ido la mañana. También me preguntó a mí por la mía. Le expliqué que había estado trabajando para así tener una coartada para mi sorpresa. La veía muy animada, por lo que tenía muchas ganas de verle la cara cuando descubriera la sorpresa.

Regresamos a casa una vez acabamos de comer, diciéndole yo que abriera ella la puerta. Cuando abrió, se medio asustó porque vio en la entrada algunas plumas blancas. Me preguntó qué era eso y yo le respondí que no lo sabía, que todo estaba bien cuando me fui. Dijo que creía que se había colado algún pájaro o algo porque estaba todo lleno de plumas. Algo asustadiza, empezó a andar en dirección al salón, cogiéndome de la mano. Yo la seguía aguantándome la risa porque me hablaba y actuaba con una inocencia que me derretía. Seguimos el rastro de plumas hasta el salón, llegando y viendo que seguía hasta la mesa, donde estaba el colgante sobre un cojín cubierto de plumas, estando rodeado de ellas también. Elena se acercó y respiró con fuerza, como si le hubiera dado impresión. Después cogió una pequeña nota que dejé y se puso a leerla con detenimiento mientras yo la observaba. La nota decía:

"Hola, soy un pequeño ángel y me he perdido. Me enterado de que aquí vive un ángel tan precioso como yo, y también muy bueno. ¿Podría ese ángel cuidar de mí tan bien como cuida al chico que la acompaña?"

Una vez Elena acabo de leerla, se la llevó a los labios para besarla y yo le di un beso en la cabeza, abrazándola desde atrás, susurrándole "te quiero". Ella se dio la vuelta, con varias lágrimas cayendo desde sus ojos. Se me partía el alma al verla así, aunque fuera por algo bueno. Se abrazó muy fuerte a mí mientras balbuceaba algo entre sollozos. No podía oírla, pero es que no podía hacer tampoco por donde para escucharla mejor, porque no soltaba su abrazo. Yo se lo devolví y la llevé hasta el sofá para sentarnos y que se tranquilizara.

-Va, Elena. Ya está. No te pongas así, que me da mucha pena verte así.
-Javi... -dijo entre sollozos con la respiración agitada-. Es muy bonito.
-Vale, pero no llores más.

Elena se volvió a abrazar a mí, soltándose enseguida para darme un beso. Podía notar como sus lágrimas seguían saliendo desde sus ojos y llegaban hasta nuestros labios, haciendo el beso más salado. Tenía un nudo en la garganta por verla así, pero poco a poco se le fue pasando el llanto, quedando echada sobre mi pecho, abrazándome por la cadera mientras yo le acariciaba la espalda y le daba besos en la cabeza.

-Me ha encantado, mi amor. Es que... Nunca nadie ha hecho algo así por mí. Y estas cosas me superan. Me pasó igual en mi cumpleaños cuando me preparaste todo eso.
-Me alegro de que te haya gustado.
-Es precioso. No tengo palabras, de verdad.
-Elena, lo siento. Yo... Es que estoy dando demasiados problemas con las chicas que me rodean.

Elena se incorporó y puso su mano sobre mi boca para que me callara, negando con la cabeza mientras ponía una ligera sonrisa en su boca.

-No hace falta que te disculpes, mi amor. Más que nadie sé por qué todas esas chicas se han acercado a ti.
-Elena, por favor, déjame disculparme.
-Vale, cariño.
-Me siento fatal contigo. Eres muy sensible y por mi culpa estás así. En ningún momento pretendo ponerte triste, pero es que hay veces que no sé cómo actuar. Y sé que no está bien compensar todo esto comprándote una joya, pero me ha apetecido hacerlo y quería disculparme así.
-No digas tonterías. Me ha encantado el detalle. Y no te preocupes. Es normal que pasen estas cosas. Pero ya está. Te quiero.
-Es que no me siento bien con todo esto que ha ido pasando. Ángela, Sofía, Bea...
-Javi, mírame. ¿Te acuerdas de lo que pasó en la playa cuando viniste después de estar toda la noche fuera? Te dije que estaba mostrando varias inseguridades. ¿Y qué hiciste tú? Quitarle importancia diciendo que te enamoraste de mí y que te daban igual mis celos, que me querías con todo eso. Pues ahora es igual. Yo te quiero conforme eres. Para mí no haces nada malo. Es a lo que una se arriesga al estar con un chico tan genial como tú.
-Sí, soy la ostia. Tanto que me despeloto con una completa desconocida al enfadarme un poco con mi novia...
-Pero solo fue eso. Te la podrías haber follado y no lo hiciste. Ya te lo dije. No cualquiera pasa de una chica tan espectacular como esa y teniéndolo tan fácil.
-Pero...
-Pero nada, Javi. En realidad, todo esto es normal. Yo tengo lo mío y todo esto es nuevo para ti. ¿Por qué no nos olvidamos de todo esto? Yo ya he pasado página. Ayer hablé con Irene y con Yolanda y me ayudaron un montón.

Me quedé mirándola fijamente. Seguía con sus ojos vidriosos por las lágrimas que había lanzado antes, pero ahora me hablaba con una firmeza y seguridad que me quedé sin saber qué decir. Ella me devolvía la mirada, muy fija, pasando a sonreír.

-No voy a dejar que nada ni nadie nos moleste en esta vida que acabamos de iniciar. Quiero seguir siendo feliz contigo. ¿Quieres serlo tú?

Le di un abrazo con todas mis fuerzas mientras le respondía que sí y le decía que la quería varias veces. Ella me devolvió el abrazo también con fuerza.

-Javi, mi amor... No puedo respirar, jejeje.

La solté y le di un beso con muchas ganas. Después Elena se levantó para ver el colgante mejor, inclinándose para mirarlo con detenimiento mientras ponía sus manos en su cara, que tenía una expresión muy tierna. Luego cogió la nota y la volvió a leer, sonriendo de nuevo tiernamente. Pasó a mirar al ángel y le respondió que sí, que cuidaría de él. Lo cogió y se quedó mirándolo un rato mientras yo la miraba a ella. Susurró que era precioso y me pidió que se lo pusiera, dándose la vuelta y recogiendo su pelo con sus manos para que no me estorbara. Se lo puse y se giró para preguntarme cómo le quedaba. Le dije que estaba preciosa con él y que me encantaba verla con ambos colgantes a la vez, pero que quedaba un poco raro, por lo que pensó en sacar la argolla de uno de los colgantes de la cadena de la que colgaba para poner a ambos en la misma. El resultado fue mucho mejor de lo esperado, de hecho, me gustó mucho y le dije que había tenido una idea genial. Ella me lo agradeció con una sonrisa enorme en la boca, pasando a darme un buen beso.
 
Capítulo 250

Después de aquel beso, miró el reloj que teníamos en el salón y me volvió a mirar sonriendo. Se sentó sobre mí, con una pierna a cada lado y me empezó a besar de nuevo con mucha intensidad. En nada ya se estaba quitando la camiseta tan bonita que llevaba con la que fue a trabajar, quedándose solo con el sujetador puesto en la parte de arriba. Poco le duró también, porque se lo quitó rápidamente dejándolo apartado en la mesa. Inmediatamente me lancé a comerle las tetas gimiendo ella dulce y tiernamente. Me entró un calentón bastante alto, por lo que me empecé a desnudar mientras no me separaba de sus tetas, tirando también de lo que le quedaba a ella de ropa para seguir.

Sin muchos más preliminares, se montó sobre mi polla para follarme, haciéndolo rápido, sin brusquedad, pero sin cuidado tampoco. Lanzó un jadeo, al igual que lo hice yo y entonces me empezó a montar, moviéndose hacia delante y atrás o botando encima de mí, variando entre esas dos maneras. Durante todo el polvo no parábamos de besarnos y gemirnos en la boca. A los pocos minutos ya me estaba corriendo dentro de ella entre jadeos, haciéndolo ella también al notar como le llenaba el coño, entre jadeos también. Una vez acabamos, ella se derrumbó encima de mí, apoyando su cara en mi pecho, respirando aceleradamente.

-Uff... Qué bien. Te quiero -me dijo susurrando.

Yo sin embargo no atiné mucho a contestar, balbuceando algo de lo extasiado que estaba. Fuimos a la ducha una vez ambos nos recuperamos del todo, teniendo que esperar yo un poco por sus extensos orgasmos mientras le acariciaba la espalda, dándole besos en la cabeza. Todo tuvo que ser rápido porque Elena se tenía que ir a trabajar. Ya casi llegando a allí, Elena me comentó lo que daría lugar al segundo hecho reseñable de la semana.

-Javi, casi se me olvida decírtelo.
-¿Qué pasa?
-Yolanda nos ha invitado a cenar esta noche a su casa. Tiene muchas ganas de que vayamos y de paso nos va a presentar a su pareja.
-Ah, vale. Me parece bien.
-Tengo muchas ganas. Ya sabes lo importante que es Yolanda para mí.
-Lo sé, cariño.
-Si no fuera por ella, se me haría muy largo el tiempo que estoy en el trabajo.
-¿Y los demás? ¿Te caen mal?
-Nooooo, pero con ella se me hace muy llevadero. La relación con ella es diferente a la que tengo con los demás.
-Ajá.
-Bueno, pues eso. Que esta noche sobre las 10 hemos quedado. Luego me recoges y nos ponemos guapos.
-Vale.

Nos dimos un beso y Elena se bajó del coche para entrar al trabajo. De camino a casa pensé en que ya teníamos plan para la noche, que solían ser muy tranquilas con nuestra nueva rutina, por lo que pensé que estaría bien para variar un poco.

Una vez en casa, me puse a trabajar para ultimar lo poco que me quedaba por entregar esa semana, tomándomelo con descanso, ya que era un de esas cosas que tienes por hacer y le empiezas a dar vueltas porque no te apetece nada, pero como era del trabajo, había que sacarlo sí o sí, por lo que a media tarde me puse para acabarlo. Cuando acabé me fui al salón a echar alguna partida a play que, por supuesto, llevé conmigo en la mudanza, aunque tampoco es que le diera mucho uso porque cuando no estaba trabajando, o estaba con Elena, o iba a mi ciudad para visitar a la familia y a los amigos.

Finalmente llegó la hora de ir a por Elena, por lo que la recogí y volvimos a casa para darnos una ducha juntos, donde hubo muchos mimos, sobre todo por mi parte. Ella reía, pero se resistía a que hiciéramos algo más. Yo sin embargo cada vez estaba más cachondo, por lo que le empecé a tocar las tetas con descaro, pasando también a su coñito.

-Javiiiii, para.
-Pero es que me apetece...
-Esta noche cuando lleguemos, mi amor.
-Uff... Pero mira cómo está ésta... -dije mirando mi erección.
-Pues ésta va a tener que tranquilizarse... -dijo cogiéndomela para pajearla ligeramente durante unos segundos.
-Elena, así no ayudas...
-Vale, perdón.
-Cómo te gusta putearme...
-Un poquito.
-¿Lo haces por eso o porque te gusta que te castigue después?
-Un poco de cada, jejeje.
-Pues a ver qué pasa esta noche, tendré que ir pensando un castigo...
-Mmm, vale. Y con gusto lo recibiré.
-Ya veremos... -dije riéndome.

Salimos de la ducha y nos empezamos a vestir. Yo opté por ponerme una camisa en azul clara, la cual llevaba remangada, acompañada de unas bermudas vaqueras de color muy claro, acabando con unas zapatillas negras. Algo informal, pero raro en mí porque apenas solía vestir con camisas. Elena por su lado, se puso un vestidito corto de verano, con una falda de vuelo. Era blanco con un estampado de pequeñas flores. Un vestido precioso que la hacía más guapa y atractiva aún. Y como siempre, el pelo alisado y un maquillaje muy ligero, en el que destacaba el color de sus labios, de un rosa muy bonito, aunque era discreto. Acompañó el vestido con unas sandalias blancas con algo de tacón, haciendo que fuera más alta, pero aun así quedaba lejos de mi altura. Esta vez optó por llevar sus uñas al natural, sin pintarlas, poniéndose también unos aros como pendientes, aunque sin ser muy grandes.

Verla así de preciosa con su colgante del cual colgaba aquel corazón y aquel ángel era algo que hacía que pusiera una sonrisa tonta en mi cara. Ella también la tenía, diciéndome que le encantaba verme en camisa, que me quedaban muy bien y que me hacía más atractivo. Siempre que me veía con una me preguntaba que por qué no las usaba más, respondiéndole yo que no estaba del todo cómodo vistiendo así. Prefería camisetas y sudaderas, ya que me gustaba más ese estilo deportivo, aunque poco deporte practicaba.

Nos montamos en el coche y fuimos hasta la casa de su amiga, dándome ella las indicaciones que Yolanda le había dado al mandarle la ubicación. Estaba extrañado porque tuvimos que salir de la ciudad.

-¿Pero dónde coño vive esta chica?
-En las afueras.
-Joder, creía que nosotros vivíamos en las afueras, pero ella ya...

Y sí que vivía a las afueras, porque era en un lugar en que encuentras las típicas cuatro casas que hay a un lado de la autovía, teniendo al lado el típico bar en el que uno se para para estirar las piernas y tomarse un café cuando llevas varias horas de viaje.

Llegamos y aparcamos, yendo de la mano recorriendo los pocos metros que había desde el aparcamiento del bar a aquel conjunto de casas en donde se encontraba la de Yolanda. Cuando llegamos, nos abrió ella, muy efusiva. Estaba bastante guapa, con un vestido similar al de Elena en lo que ha clase se refería, ya que era de un color más intenso a la vez que oscuro, de color granate, con flores blancas de estampado. Nos llevó al salón, donde se encontraba su pareja, Antonio. Él también iba vestido para la ocasión, con unas bermudas, aunque el llevaba un polo verde lima en lugar de una camisa. Nos dimos un fuerte apretón de manos y le dio dos besos a Elena, diciendo que al fin conocía a la famosa Elena de la que su pareja no dejaba de hablar. Rápidamente hubo buen rollo entre los cuatro, ya que ellos eran personas muy amigables y abiertas.

Entre los dos nos enseñaron la casa, la cual era bastante normalita, aunque bastante bonita y acogedora, recordándome a la nuestra. Después de ver toda la casa, no sentamos en la mesa para cenar. Mientras cenábamos, nos fuimos conociendo, sobre todo con Antonio, del que Elena sabía poco y yo menos. Según nos contó, tenía 29 años y se dedicaba al transporte, llevando mercancía desde nuestra ciudad a pedanías y pueblos más cercanos. Antonio nos contó cómo se habían conocido Yolanda y él, siendo de casualidad, al repartir a la tienda de los padres de Yolanda, donde entonces ella trabajaba echándole una mano. Se empezaron a ver así hasta que fueron quedando, conociéndose mejor y enamorándose el uno del otro. Antonio era un chico bastante cercano, creyendo yo que esa era la razón por la que encajaban tan bien, ya que ambos tenían la misma personalidad. Físicamente era también robusto y más alto que Yolanda, aunque sin ser tanto como yo o ser algo muy superior a la media. Una vez nos contaron como se conocieron ellos, nosotros le contamos nuestra historia, con Elena interviniendo bastante, siendo ella la que más describía ciertas cosas, poniendo detalles que yo ya había olvidado. Mientras tanto, disfrutábamos de la cena tan buena que había preparado Yolanda, recalcándolo Antonio diciendo que él no sabía ni hacer un huevo frito, porque era un desastre, asintiendo yo riéndome mientras me daba golpecitos en el pecho, haciéndole saber que a mí me pasaba igual.

Ambos escuchaban a Elena con atención, sobre todo Yolanda, sonriendo mucho mientras mi chica le contaba cómo nos enamoramos y los detalles que había tenido con ella a lo largo de nuestra relación. Elena lo contaba con orgullo y muy emocionada, gesticulando mucho, pero más orgullo puso cuando les contó a lo que me dedicaba. Tanto ahínco le ponía que hasta me daba vergüenza por como Elena expresaba su admiración, animándome a que hablara en inglés un poco para que vieran como me manejaba con el idioma. Después de mucha insistencia, tanto de su parte como de la otra pareja, acabé haciéndolo con bastante vergüenza por sentirme así de observado. Ambos me dieron la enhorabuena por saber hablar inglés de esa manera, quitándole yo importancia, aunque Elena estuviera con una cara de orgullo y una sonrisa radiante en su cara, poniendo su mano sobre la mía.

Así nos tiramos durante toda la cena, intercambiando palabras, contándonos nuestros gustos, nuestros pasatiempos, como habíamos pasado el verano y algunas cosas más hasta que Yolanda se levantó diciendo que iba a preparar el postre, advirtiéndonos de que iba a tardar un poco porque lo tenía que hacer en el momento para que saliera bien. Yolanda le pidió a su pareja que fuera con ella para que le ayudara a prepararlo. Elena se ofreció, pero Yolanda se negó en rotundo, diciendo que éramos sus invitados y que no le parecía bien. Así que ambos se fueron del salón a la cocina, dejándonos a Elena y a mí en el salón con el aire puesto y la puerta cerrada para que estuviéramos más fresquitos, cosa que era de agradecer en aquellos días tan calurosos. Mientras tanto, Elena y yo aprovechamos para hablar de cómo nos caían y demás, hasta que dije de ir al baño, por lo que salí del salón.

¿Y por qué considero esto un hecho reseñable? Pues porque conforme salí del salón me dirigí a la cocina para ver cómo les iba aprovechando que iba al baño, pero no los vi. Pude ver que estaba el postre a medio preparar. No sabía dónde estaban, pero seguí mi camino hasta el baño y ahí fue donde me encontré la sorpresa.
 
Capítulo 251

Me encontré la puerta entornada de tal manera que casi estaba cerrada, lo suficientemente abierta para dejar salir un hilo de luz que alumbraba la pared del pasillo. Estando ya han cerca fue imposible no oír lo que venía desde dentro del baño. Pude oír jadeos y respiraciones agitadas. También el ruido que parecían hacer sus carnes al chocar.

-Tenías ganas de polla, ¿eh?
-Muchas. Fóllame fuerte, como sabes que me gusta.
-Te has puesto muy cerda cuando has visto al novio de tu amiga, ¿no? Seguro que quieres comerle la polla y que te folle.
-Mmm... -dijo en forma de gemido-. No. Solo quiero tu polla dentro de mí. Seguro que no la tiene como tú.
-¿Quién te va a follar como yo?
-Nadie. Cógeme las tetas, pellízcame los pezones.
-Mmm, cómo me gustan estas tetazas...

Después de asomar la vista y ver lo que pareció la sombra de las tetas de Yolanda rebotando, me di media vuelta regresando al salón, pudiendo oír algún gemido más alto por ambas partes, aunque apenas se podía oír. Con la polla algo morcillona entré al salón, donde me esperaba Elena mirando su móvil. Me senté y puse una mano sobre mi cara.

-¿Todo bien?
-Bueno...
-¿Ha pasado algo?
-Pues...
-¿Qué es?
-Me da corte decírtelo.
-¿Por qué?
-Porque es tu amiga.
-Huy... ¿Qué pasa? Va, cuenta.
-Pues que he pasado por la cocina y no estaban y he seguido hasta el baño.
-¿Y...?
-Y parece que estaban follando.
-Jajajaja.
-Shhh, no te rías tan alto, que te van a oír.
-¿En serio? Vaya con Yolanda, con lo normalita que parece.
-Que corte, Elena...
-¿Corte? ¿Tú? Pero si eres el primero que hace cosas así... Jajajaja.
-No sé... Los veo tan normales y no en ese aspecto que me choca un poco.
-Pues yo lo veo normal. Mira lo que nos dijeron Irene y Mario cuando nos pillaron con lo del vibrador. Dijeron exactamente lo mismo.
-Ya...
-¿Estás cachondillo? -dijo poniendo su mano sobre mi paquete.
-Eleeeeena...
-Que no es por nada, mi amor... Solo quiero ver si estás caliente, y parece que un poquito sí. Y menos mal...
-¿Por?
-Porque esta noche te voy a comer vivo. Te voy a reventar.
-Pfff... No me digas eso, Elena.
-¿Por qué? -dijo riendo.
-Porque ahora voy a estar empalmado toda la noche hasta que lleguemos a casa.
-Mejor, jijiji.
-Estás juguetona hoy, ¿no?
-Sí -dijo mirándome a los labios.

Nos quedamos unos segundos mirándonos así y le di un beso. Fuimos interrumpidos por la otra pareja, quien entró al salón, viendo cómo nos besábamos. Yolanda rio y nosotros nos apartamos, estando yo algo cortado por lo que había oído hacía pocos minutos.

Antonio se sentó en su silla, mientras Yolanda nos decía que ya estaba casi listo el postre. Antonio empezó a sacarnos conversación de nuevo, sin notársele nada que venía de lo que venía. No pudimos hablar mucho porque Yolanda le llamó con una voz, pidiéndole que fuera con ella, suponiendo yo que esta vez sí que era para ayudarle.

-Parece que se han quedado con ganas de más... Jijiji -dijo mi chica, mostrando una opinión diferente a la que pensaba yo.
-Elena...
-Jajajaja, ¿qué?
-Que estás desbocada, jajaja.
-Hemos cambiado los papeles hoy. Yo así y tú más como yo, jajaja.
-Anda...
-Solo espero que se hayan lavado las manos al menos... Jajajaja.
-Madre mía cómo estás hoy... Jajaja.
-Estoy contenta. Y cachonda por ver a mi novio tan guapo. Qué ganas tengo de que me folles como solo tú sabes.
-Joder, ya me quiero ir de aquí.
-Espérate, cariño... Estamos muy a gusto con ellos. Solo un poquito.
-Cómo te gusta hacerme sufrir...

Elena me sacó la lengua y se sentó bien en la silla, cogiendo el móvil de nuevo mientras venía la otra pareja. Al rato volvieron, sirviéndonos el postre, sentándose también con nosotros para comérnoslo juntos mientras seguíamos hablando.

Otra de las cosas que hizo reseñable este momento fue que de repente, Yolanda mencionó sutilmente el tema por el que habíamos pasado Elena y yo.

Y: Vaya, veo que todo vuelve a la normalidad. Vaya beso os habéis dado...

Mi reacción fue mirarla, viendo que estaba con una cara sonriente, aunque no supe descifrar si lo decía con intención de algo por sus gestos o expresión, aunque bien es verdad que no me gustó del todo el tono con el que lo dijo. Antonio la miró como extrañado, negando ligeramente con la cabeza. Elena, sin embargo, sí que le respondió.

E: Bueno, siempre hemos estado bien.
Y: Ya, si no digo que no. Solo que... Bueno, que os veo muy bien.
E: Claro. Nos queremos mucho -dijo mirándome con una sonrisa muy tierna.
Y: Lleváis casi 6 meses, ¿no?
E: Así es.
Y: ¿Y os habéis prometido ya?

Casi me atraganto con la pregunta tan directa que nos hizo.

E: Bueno, es que Javi...
Y: ¿No quiere? No me digas... ¿No quieres ataduras? -dijo mirándome, de nuevo con ese retintín de antes.
J: Em... -balbuceé con cara de extrañado-. Bueno, es que yo no soy muy partidario del matrimonio y esas cosas.
A: Claro, hombre. Cada uno es como es. Si no le gusta, pues ya está.
Y: Con lo bonito que es eso... Ay... Me muero si mi Antonio me dice que no se quiere casar conmigo. De hecho, ya estamos prometidos y todo.
E: ¿Sí?
Y: Claro. Fue a los 8 meses de empezar a salir. Me llevó a su pueblo y me lo pidió a los pies de la catedral, en un pequeño jardín que había al lado, más precioso...
E: Eso no me lo habías contado...
Y: Estaba esperando a que lo conocieras.
E: ¿Y cuánto hace de eso?
Y: Pues un tiempo. Pero no hemos podido casarnos aún, porque estábamos esperando para tener ambos el dinero suficiente para poder llevarlo a cabo, aprovechando además para ahorrar para cuando vengan los niños.
A: Aunque ya lo hemos intentado.
E: ¿Tener niños?
Y: Sí. Estuvimos un tiempo intentándolo, pero la cosa no cuajaba. Ahora hemos pensado en no tener de momento hasta que no me asiente más en el trabajo. Imagínate que me quedo embarazada en este periodo... Hasta que no nos hagan fijas del todo, no voy a seguir intentándolo.
E: Ya, lo entiendo.
Y: Y la boda... A mí me gustaría en primavera.
A: Me parece una buena fecha.
E: Pues ya tenéis fecha.
A: Sí. Habrá que llamar para prepararlo.
Y: Y volviendo a vosotros. ¿Por qué no quieres, Javi?
E: Porque le da vergüenza ser el centro de atención y se agobia pensando en toda la gente que habrá -dijo mi chica sin dejarme responder.
J: Y porque me parece una tontería tener que demostrar lo que la quiero cuando pienso que lo mejor es hacerlo día a día.
Y: ¿Y crees que lo haces bien?
 
Capítulo 252

Si bien es verdad que esta vez no lo dijo con retintín, también es cierto que no me gustaron esas palabras. De nuevo hacía referencia al problema por el que Elena y yo acabábamos de pasar y solo sabía ella si se refería a alguno más que Elena le hubiera podido contar. De nuevo, me quedé cortado sin saber qué responder. Estaba algo descolocado. Mientras pensaba qué responder, noté como Antonio llevaba su mano hasta su regazo y la movía. Imaginé que era porque le estaría haciendo un gesto a Yolanda para que parara, porque la impresión que me estaba dando era que estaba yendo a saco a por mí, dándole tal vez a Antonio la misma impresión. Elena fue la que salió al quite una vez más al ver que no respondía.

E: Pues claro que lo hace bien, Yolanda. Me dice todos los días que me quiere. Todos los días durante casi los 6 meses que llevamos juntos.
Y: ¿Y quiere tener hijos? ¿O tampoco?
E: Sí, eso sí.

Entonces Elena le contó cómo pensábamos en tener un bebé en un futuro cuando ya pasaran unos años, explicándole que queríamos tener una niña, cómo queríamos que fuera, la razón de por qué queríamos tener una niña y no un niño... Hasta mencionó como su prima Paula pasó una semana con nosotros y como la cuidaba, aunque eso ya lo sabía su amiga por cómo le contaba cada día como nos iba. Hasta mencionó como Paula entró pegada a Elena sin separarse de ella, cambiando eso a lo largo de la semana, siendo al revés cuando se marchó a casa, estando más pegada a mí, contando hasta la anécdota que tuvo lugar en la piscina cuando Paula se puso un poco celosa, empujando a mi chica y demás.

Afortunadamente esa conversación acabó rápido, pasando a otra totalmente diferente, en la que yo estaba menos participativo. Apenas levantaba la vista del plato pensando en esa especie de ataque que me había hecho Yolanda. Elena seguía como toda la noche, bastante alegre y participativa, pero yo ya no estaba cómodo y quería irme de ahí, por lo que nos disculpé diciendo que se estaba haciendo tarde y nos teníamos que ir porque al siguiente día tendríamos que madrugar. La otra pareja nos dijo de tomarnos algo en lo que Elena me miraba un poco extrañada porque en realidad no teníamos ningún plan para el día siguiente que requiriera madrugar. Yo me negué a tomar nada, ya que ni bebía, ni podía por tener que coger el coche para regresar a casa. Ambos nos dijeron que nos podíamos quedar a dormir, pero de ninguna manera, me puse firme en irnos y Elena me apoyó, diciendo que ella tampoco bebía, por lo que nos despedimos de ellos, agradeciendo bastante la cena a la que los habían invitado, diciendo Elena que estaba en deuda y que le gustaría invitarlos a nuestra casa a cenar otro día.

Salimos de la casa y nos fuimos de la mano, paseando tranquilamente, aunque tampoco es que hubiera mucho que ver en aquel lugar tan inhóspito y bastante desolado. Así mismo le dije a Elena lo que me parecía el lugar, diciendo ella que era porque les salía el alquiler muy barato, ya que se fueron a vivir a esa casa porque cuando lo hicieron, solo contaban con el suelo de Antonio para subsistir, ya que la familia de Yolanda tenía problemas con el dinero y apenas podía ahorrar. Con esa inseguridad de si no le iría bien en ese nuevo trabajo con ese periodo de pruebas, por decirlo de alguna manera, ya que aún le tenían que hacer fija para asegurarse de que seguiría cobrando y así poder cambiar de casa. Llegando ya casi a ese bar, que ya estaba cerrado a esas horas, Elena tiró de mí, llevándome casi a rastras a la parte trasera. Era un lugar bastante oscuro, casi como si fuera un almacén descubierto en el que apilaban cajas llenas de botellas de cristal de refrescos y cervezas vacías, lleno también de palés.

-Elena, ¿qué hacemos aquí?
-Quiero que me folles ahora mismo.
-Pero...
-No puedo esperar. Estoy muy caliente.
-¿Es por haberlos pillado?
-Qué va. Es porque me encantas. Estás guapísimo y te deseo.
-Tú también estás preciosa, aunque siempre lo estás.

Elena tiró de mí para besarme muy intensamente, separándose de mí a los pocos segundos, empujándome un poco para ponerse en cuclillas y desabrocharme la bragueta y así sacar mi polla para metérsela directamente en la boca y empezar a mamar pese a que no la tenía dura. Pero eso se remedió de inmediato, porque me excité bastante al ver así a mi chica y se me puso como una piedra. Estuvo así durante un buen rato, mamando con mucho esmero, haciéndolo a veces con mucha ansía. Debía pensar que no había nadie cerca, porque no le importaba hacer ruido al chuparla y al metérsela entera en la boca, atragantándose, dándole alguna arcada al hacerlo tan bruscamente, a pesar de que podía metérsela entera en la boca, como tantas veces me había demostrado ya.

Mientras me la chupaba, me la meneaba con una mano, recogiendo las babas para pajearme mientras descansaba y cogía aire para recuperar la respiración. Podía ver cómo tenía una mano por debajo a la vez que estaba teniendo lugar aquello, por lo que imaginaba que se estaba tocando. Y debía ser así porque gemía bastante para estar solo chupándomela. Así que la levanté para ponerla de pie, viendo que efectivamente tenía una mano por debajo del vestido y aparentemente dentro de sus braguitas. Tiré de ella para sacarla, viendo que tenía sus dedos mojados por la luz azulada, casi blanca, pero muy tenue que la luna emitía, siendo esa nuestra única fuente de iluminación. Me los llevé a la boca, saboreando sus fluidos que tan loco me volvían mientras mi chica lanzaba un gemido muy sensual y dulce. Después nos volvimos a dar un beso y yo en ese momento estaba muy encendido, por lo que le di la vuelta y le levanté el vestidito un poco para dejar su culo al aire. Corrí sus braguitas a un lado para destapar su coñito, sin llegar a quitárselas y le empecé a acariciar su rajita con mi polla, como siempre hacía. Era increíble lo mojada que estaba, haciendo que sonara ya a chapoteo. Se la metí del tirón, empezando una buena follada, la cual provocaba gemidos en Elena. Ella trataba de reprimirlos, pero alguno se le escapaba, porque tenía que tener las dos manos sobre aquellos palés para mantenerse firme y resistir mis embestidas. Pasó a bufar para intentar aguantarse loa gemidos, aunque alguno se le seguía escapando mientras yo la cogía de las caderas y empujaba con fuerza. Pasados un par de minutos me susurró:

-Javi, Javi... Para.
-¿Por qué? -pregunté con la respiración acelerada.
-Déjame que me quite las bragas, por favor.

Me salí de ella, quitándose Elena las braguitas, guardándolas en su bolsito, el cual dejó apoyado de nuevo sobre los palés mientras yo la miraba pajeándome. Después se puso en posición y la empecé a follar exactamente igual a como lo estaba haciendo hacía nada. No pasaron muchos minutos hasta que noté como Elena se estremecía, empezando a retorcerse, encogiendo su cuerpo y susurrando que se iba a mojar.

Efectivamente se mojó, dando un respingo que provocó que me saliera de ella, empezando a lanzar un chorro muy fuerte que impactó contra el suelo con tal fuerza que causó bastante ruido. La tuve que coger para que no se cayera al suelo, dejando ella de correrse, aunque temblaba como una loca mientras respiraba con ansia. Esta vez se recuperó más rápido de lo que solía, poniéndose frente a mí para besarme mientras me la agarraba y me la meneaba. Después a puso a mi lado y me pajeó con fuerza, haciendo que me corriera de manera abundante, lanzando chorros sin saber muy bien donde apuntaba por lo oscuro que estaba aquello.

En cuanto me recuperé, me la guardé y nos fuimos hasta el coche, ya estando ambos más normales, sin ningún sofoco ni estar agitados. Nos montamos y nos fuimos a casa.

-Uff... Qué bien. Qué ganas tenía.
-Hacía mucho que no te ponías así.
-Si es que me pones muy mala, Javi. Y más vestido así. Pero esto no acaba aquí. Ahora seguimos en casa.

Durante el camino fuimos en silencio. Elena estaba sentada en su asiento, agarrándose al cinturón de seguridad, mirándome con ganas de seguir con lo que habíamos empezado en la calle. Solo soltaba el cinturón para acariciar mi cuerpo y pasar la mano por mi paquete. Yo reía con nerviosismo porque estaba con unas ganas tremendas de seguir también, sin pensar ni siquiera en el numerito que había montado Yolanda de últimas.

En cuanto llegamos, aparqué en la misma puerta, pero es que no podíamos esperar, por lo que en cuanto nos quitamos los cinturones de seguridad, nos pusimos a comernos la boca como si no hubiera un mañana. Ambos estábamos encendidos, pero lo de Elena ya era otra cosa porque hasta gemía simplemente con eso, con besos. Ni siquiera la estaba tocando, solo ponía las manos en su cintura.

Tampoco nos importaba si alguien pudiera vernos así, aunque tampoco es que estuviéramos haciendo nada del otro mundo, solo nos besábamos. Pero sí que pude echar un ojo por si acaso, viendo que no había nadie en la calle por las horas que eran, siendo ya más de las 12. En un barrio tan tranquilo a esas horas no había un alma en la calle pese a ser verano y al haber una temperatura agradable que invitaba a dar un paseo.

El problema fue que, al salir del coche para continuar en casa, vimos que Arantxa estaba cerca. Parecía venir de la piscina, aunque estaba sola. Nos saludó y nosotros le devolvimos el saludo, aunque casi no lo hacemos por como estábamos de encendidos. No me llegué a dar cuenta de si se llegó a percatar de mi erección, la cual estaba bastante marcada por todo ese magreo que habíamos tenido en el coche.

Elena me llevó a rastras a casa, tirando de mí mientras buscaba las llaves de manera nerviosa para abrir la puerta, riendo y sacando antes sus braguitas para enseñármelas. Las guardó de nuevo y sacó las llaves para abrir la puerta. En cuanto entramos, cerró de un portazo y tiró el bolso a un lado, cogiéndome de la mano para llevarme a la habitación. Una vez llegamos me desabrochó la camisa para besarme el cuello entre pequeños gemidos. De nuevo se ponía de esa forma en la que parecía que le estaban dando placer, pero no estaba recibiendo ningún estímulo. De hecho, era yo el único que los estaba recibiendo en ese momento con esos besos tan dulces que hacían que se me erizara la piel.

No tuve el placer de deleitarme mucho con como mi chica me besaba de esa manera, aunque placer no me iba a faltar por cómo estaba ella. Me terminó de quitar la camisa, quitándome también el resto de la ropa para empujarme hacia la cama, quedándome yo boca arriba. Nuestra respiración estaba muy acelerada. Elena casi ni se desnudó, porque le daban como impulsos como si quisiera venir hacía a mí mientras tocaba su ropa, tirando de ella. Finalmente se quitó el vestido rápidamente, quedando totalmente desnuda al haberse quitado las braguitas hacía ya un buen rato y al no llevar sujetador. Se terminó de desnudar al quitarse las sandalias y saltó encima de mí, besándome de la misma manera que lo hacíamos en el coche.
 
Capítulo 253

Sin muchos más preliminares, se puso sobre mi polla después de cogerla fuertemente con la mano, dirigiéndola hacia su rajita, metiéndosela al dejar caer su peso sobre ella. Entró de manera brusca, lanzando Elena un gemido alto. A mí también me provocó mucho placer, gimiendo de manera parecida a ella. Aproveché los pocos segundos que Elena se quedó quieta con toda mi polla en sus entrañas para encender la luz de la mesita de noche, teniendo así una pequeña luz tenue para poder vernos mejor. Qué preciosa la veía. También, aproveché para encender el aire porque tenía pinta de que íbamos a sudar bastante y que por lo tanto pasaríamos calor.

Apenas hice eso, Elena tiró de mí para juntar nuestros cuerpos, quedando ambos sentados, con ella sobre mí. Me miraba a los ojos muy fijamente, pasando a besarme mientras se movía a buen ritmo encima de mí. Yo la cogía del culo para sujetarla, ya que se movía de una manera tan acelerada que temía que se pudiera caer. Tras unos minutos breves con Elena cabalgándome, se corrió entre sus típicos temblores, aunque no tan exagerados como lo había hecho antes de que llegáramos a casa. Yo ya notaba que andaba cerca de acabar también, pero al haber descargado hacía pocos minutos, tenía más aguante.

Elena se quedó conforme estábamos, sentados los dos, con ella sobre mí, teniendo mi polla aún en su coño, notando como la estrujaba, aunque no tan fuerte como en otras ocasiones. Había sido un orgasmo más ligero que los que solía tener, seguramente por la rapidez con la que se corrió. Lo que sí estaba era abrazada con fuerza a mí, dejando caer todo su peso sobre mi cuerpo, con su carita sobre mi hombro mientras me daba algún beso al recuperarse.

Una vez se recuperó, se enderezó, mirándome a los ojos, pasando a reírse de manera tonta, siguiendo con un buen beso, esta vez más lento, pero igual de intenso que los anteriores.

-Qué caliente estás hoy...
-Siiiii... Tenía muchas ganas de esto.
-Cómo me pones...
-Bien, porque quiero seguir.
-¿Sí?
-Claro. Quiero que me revientes.
-Uff...

De nuevo, Elena me empezó a comer la boca con ansia mientras no paraba de sobrarme el cuerpo con sus manos. Yo hacía lo propio con un el suyo, paseando mis manos por su espalda y, sobre todo, por su culo. Me eché hacia atrás para tumbarnos, moviéndose ella para que mi polla saliera de ella, lanzando un gemido dulce. Estuvimos así un buen rato, ambos tumbados, besándonos y tocando nuestros cuerpos, así aprovechábamos para que ella se recuperara y tranquilizara, permitiendo que su sensibilidad bajara, ya que seguía con ganas de fiesta, y de la buena.

Mi polla seguía durísima y deseosa de entrar de nuevo en ella y así fue cuando Elena se puso de rodillas sobre la cama, levantándome a mí también al tirar de mis manos. Me dio otro beso, estrujándome el culo y se puso a cuatro, pidiéndome con una voz muy dulce que la follara así. Me ponía a mil cuando se ponía en ese plan de querer follar duro, pero a la vez con esas muestras de cariño y con su vocecilla pidiéndome que se lo hiciera así. Me quedé unos segundos conforme estaba, mirándola, porque estaba a cuatro, con una mano abriéndose un cachete para mostrarme su coñito enrojecido de todo el traqueteo que habíamos tenido ya, estando también hinchado, mojado y bastante abierto. Su cara la tenía medio oculta detrás de uno de sus hombros, habiendo aprendido ese gesto de Irene, como ya he mencionado alguna vez anteriormente.

No pude esperar más y se la metí, ni muy brusco, ni llevando tampoco mucho cuidado. Ella estaba más que lubricada y no se quejó ni nada. La agarré de las caderas y empecé un mete-saca a buen ritmo, gimiendo ella con cada embestida. Pese a haber puesto el aire, a los pocos minutos de estar follando así nos pusimos a sudar ambos bastante. Durante todo ese folleteo, empecé a jugar con el orgasmo de Elena, como muchas veces había hecho ya. Frenaba el ritmo en seco cuando notaba que estaba cerca con esos temblores y manera de retorcerse. Y de la misma manera, reanudaba el ritmo acelerando una vez se calmaba o cuando estaba a medio camino para hacerla llegar a ese punto rápidamente. Cada vez se retorcía de manera más brusca y sus temblores eran más intensos, pasando a darle sacudidas el cuerpo. Ya de las últimas veces, cuando paraba en seco, Elena interrumpía sus gemidos para lanzar algunos "mmmm..." de manera melosa, aunque con tono de que parara de hacerle rabiar de esa manera. Ya no quise hacerla sufrir más y apreté bastante, haciendo que se corriera entre fuertes gemidos que pasaron a ser resoplidos. Me mantuve quieto, notando como me apretaba, pero yo no me acabé corriendo, aunque me quedé bastante cerca. Viendo que se había relajado bastante, intenté salirme, pero ella no me dejó, ya que llevó su mano hacia atrás para que no me moviera.

-No, no. Quédate ahí, cariño.

Me quedé conforme estaba, notando como me apretaba con su coñito, estrujando, hasta haciendo sonidos de chapoteo aún. Elena permanecía descansando con su cara echada de lado sobre la cama, respirando cada vez de manera más normal, aunque lanzaba suspiros de vez en cuando. Yo seguía muy caliente, por lo que la erección no se me bajaba y que ella me siguiera apretándome de aquella manera ayudaba a que la cosa siguiera así.

Al poco, Elena se fue incorporado lentamente, apoyándose en sus brazos, levantando la cabeza poco a poco entre ellos hasta que la levantó del todo. Lanzó otro suspiro y volvió a mirar hacia atrás.

-Fóllame otra vez.
-¿Segura?
-Sí, pero ahora despacito.

Como ella me pidió, la empecé a follar lentamente. Elena gemía bajito y se reía como si le hiciera cosquillas. Estaba bastante sensible aún. Conforme pasaban los minutos, lo hacía más rápido. Elena aumentaba sus gemidos y de nuevo se empezaba a retorcer, pero me pidió que le diera más fuerte. Yo ya me notaba cerca de acabar, así que le hice caso y le empecé a dar fuerte, empezando a gritar hasta que se empezó a correr. Yo al notar su orgasmo la seguí con el mío, vaciándome dentro de ella, entre altos jadeos. A Elena le daban espasmos muy fuertes, tanto que tuve que sujetarla bien de las caderas para impedir salirme de ella para evitar manchar las sábanas, pero ella hacía mucha fuerza, empujándome, quedando los dos de lado ya sin movernos. Me apretaba muy fuerte la polla con su coñito y ésta, entre lo lubricada que estaba y el semen que tenía Elena dentro, se fue escurriendo como si su coño la escupiera, lanzando un gemido lastimero.

Al final de poco sirvió sujetarla para que no manchara las sábanas, porque se derramó todo sobre ellas. Yo también necesitaba un respiro después de aquel orgasmo que me dejó bastante K.O. La miré y vi que estaba de lado, con la respiración muy agitada, respirando hondo varias veces, aunque sin gemir, pero sí con algún fuerte espasmo. Quería coger papel para limpiarle, pero la veía tan sensible que no me atrevía a tocarla, y mucho menos por la zona más baja, por lo que decidí esperar un poco mientras yo también me relajaba cerrando los ojos y dejando la mente en blanco.

Después de un rato, Elena empezó a reaccionar, aunque estaba muy ausente. Aproveché para decirle que fuéramos a darnos una ducha antes de que se durmiera. Ella estaba muy desorientada, casi con la mirada perdida. Me asustó un poco verla así, por lo que le pregunté si estaba bien, sonriéndome ella mientras asentía ligeramente. Le pareció bien lo de la ducha, pero estaba muy ida, por lo que la cogí en brazos y la llevé al baño después de llenar la bañera y echarle jabón. Cuando llegamos la metí y se quedó muy relajada, con los ojos entornados. La vi tan mona que me apeteció hacer algo especial, así que antes de meterme, fui a la cocina a por unas pocas velas y ponerlas por ahí para hacerlo algo más romántico. Además, puse música relajante en mi móvil. Me metí en la bañera, viendo como Elena me miraba sonriente, pero con los ojos entornados aún.

Estuvimos un buen rato relajándonos los dos en silencio, con algunas caricias cuando se puso ella sobre mí. La bañera no era como la del hotel al que habíamos ido cuando fuimos al concierto, ni tampoco tan grande como la que tenían Irene y Mario en su casa, donde nos dimos un baño parecido en las primeras veces que empezamos a jugar con ellos, pero hacia el apaño. Estábamos a gusto con ese cariño que nos estábamos dando. Casi que fue así todo el rato, salvo cuando Elena me dio las gracias por haber improvisado aquello, susurrándome también varias veces que me quería. Elena estaba muy adormilada, pero no podíamos irnos a dormir teniendo así la cama, con las sábanas tan sucias, por lo que me levanté de la bañera y fui a la habitación para cambiar las sábanas, diciéndole que volvía enseguida. Cuando volví después de cambiar las sábanas me la encontré dormida, asustándome un poco porque se podría haber hundido en el agua, pero no pasó nada. La desperté con cuidado y salió de la bañera, secándose y yendo a la habitación para tumbarse en la cama. Recogí todo aquello y me fui con ella, tumbándome en la cama para dormir con ella. Elena emitió un sonido muy agradable y dulce cuando se abrazó a mí, cayendo dormida en segundos. Yo, sin embargo, tardé más en dormirme.

No pude evitar pensar en lo que pasó al final de la noche. Y no me refiero al polvo con Elena, me refiero a lo que pasó en casa de su amiga. Estaba siendo un momento excelente y de la nada, Yolanda empezó a salir con esa especie de puyitas o de cotilleo que quería asegurar. No entendía como la cosa había ido por ahí con lo bien que estaba yendo todo. Si parecíamos casi amigos de toda la vida, sobre todo con Antonio, pese a haberlo conocido esa misma noche. No entendía a qué vino ese cambio de humor en ella, empezando a insinuar que no trataba bien a Elena o que si no satisfacía sus deseos con eso de que no me parecía buena idea lo de casarme.

Fue algo que me pilló desprevenido, casi tanto como lo de oírlos follar de esa manera tan salvaje, con cierto tono de humillación, aunque no era el típico papel de sumisión. Lo llegué a ver hasta raro, sobre todo por la parte de Antonio, preguntándole a Yolanda si quería que yo la follara y que si estaba deseando chupármela. Estaba flipando porque para nada me daba la sensación de que fueran personas que follaran de esa manera y mucho menos que lo hicieran en ese momento. Pero Elena bien lo dijo, que nunca se sabe con estas cosas. Nosotros hacíamos cosas parecidas y según Irene y Mario no dábamos la impresión de ser así en ese tema, como nos pasaba a nosotros con ellos, sin llegar a pensar que fueran tan liberales y tan morbosos.

Volviendo a lo otro, pues me quedé bastante descolocado. No tenía ni idea de porqué Yolanda se estaba comportando así de repente. También me dio la sensación de que lo sabía todo de mí. Joder, es que hasta me dio la sensación de que sabía lo de Noelia, pero es que aquello tenía que ser imposible, porque la única manera de que ella supiera todo sobre mí tendría que ser a través de Elena, y ella obviamente no sabía nada. Esa mirada que me echaba mientras me preguntaba delataba que sabía todo sobre mí, pero era algo que no terminaba de entender, porque Elena y ella se conocían de hacía menos de un mes. ¿Ya le había contado todo lo que nos había pasado? No sabía que me impresionaba más, si la rapidez con la que lo había hecho, o la cantidad de tiempo que tenía que haber invertido en contarle todo aquello, preguntándome si aprovechaban el tiempo en el trabajo del todo. Lo que tenía claro es que ella sabía cosas, porque la propia Elena fue la que me dijo que había hablado con ella acerca nuestro último problema para pedir consejo y apoyo.

Me molestaba lo que Yolanda había hecho, obviamente. No sabía quién coño se creía para hablarme así sin tener confianza conmigo, por mucho que la tuviera con mi chica. Si hasta su pareja se incomodó conforme hizo la primera pregunta en esa tónica, mirándola con cara de estar preguntándose qué estaba haciendo. También me molestó como Elena permitía que me hablara así, porque es que era obvio que lo estaba haciendo para hacer daño. No entendía como Elena no le llamaba la atención, respondiéndole simplemente, aunque de manera acorde, casi como una reprimenda maternal pese a que era más joven que su amiga. Que le contestará así no quitaba que yo no me sintiera cómodo en ese punto de la quedada, pero como sabía lo importante que esa chica era para mi novia, como tantas veces ella me había dicho, pues lo dejé estar sin responderle como se merecía. El medio calentón que teníamos antes de irnos ayudó a que no le prestará atención, sobre todo cuando salimos y echamos ese polvo rápido en la parte de atrás de aquel bar, siguiendo con el juego en casa, pensando en cómo seguirlo por el camino, acabando como acabó ya en casa.

Miraba como dormía Elena con su cara apoyada sobre mi pecho, viendo lo guapa que estaba, aunque ya se hubiera quitado el maquillaje. No se me quitaba aquello, pero ver a Elena así me calmaba bastante, aunque me estaba costando dormirme, por lo que cogí el móvil, mirando los mensajes que tenía. Vi que el día siguiente se había hecho una quedada en nuestro grupo de amigos para tomar una cerveza por tarde, sobre las 9. Al parecer iban a venir casi todos, hasta Laura, a quien llevaba meses sin ver, por lo que pensé que sería buena idea acercarnos y echar un rato con ellos, porque hacía bastante que no los veíamos, así aprovechábamos y veíamos a Irene y a Mario, aunque los veíamos prácticamente todos los fines de semana desde que nos fuimos a vivir a aquel lugar. De paso, podíamos ver también a Sofía y a su madre, para que la conociera Elena. Después de un rato mirando el móvil, me empezó a entrar sueño, por lo que lo dejé en la mesita y me acomodé para dormir mientras Elena dormía a pierna suelta desde hacía un buen rato.
 
Capítulo 254

Ese sábado nos levantamos tarde debido a lo que solíamos madrugar y al día tan largo que pasamos, acabando bastante tarde después de tanto juego. Elena estaba adormilada, pero despierta, acariciándome mi pecho desnudo, dándome algún besito en él. No parecía estar tontorrona, pero sí mimosa, porque no hablaba, pero no dejaba de darme cariño en forma de caricias y besos por mi cuerpo. De repente levantó su cabeza para mirarme sonriente.

-¿Estás juguetona?
-Mmm, no. De hecho, sigo sensible... Jejeje.
-Vaya...
-Pero es que me apetece mucho estar así. Estoy muy a gustito.
-¿Te duele?
-No. Noto hormigueo.
-Flipo con lo sensible que eres.
-Oye...
-No lo digo a malas. Te lo prometo. De hecho, hasta me da envidia de tus orgasmos. Es que te pones de una manera que parece que... No sé. Ni siquiera me lo puedo imaginar.
-Pues sí. Es algo muy difícil de explicar. Pero todo eso me lo provocas tú, mi amor... Jejeje.
-Ya... Oye, esta tarde-noche van a quedar todos para echar una cerveza, va a ir hasta Laura. ¿Te parece si vamos también? Hace bastante que no estamos con el grupo.
-Me parece perfecto. Me apetece un montón.
-Genial. ¿Qué te parece si vamos a mi casa a comer y luego vamos a eso?
-Me parece estupendo.
-Vale, voy a avisar a mi madre.
-Javi, ¿te parece si pasamos la noche en casa de Mario y mañana vamos a mi casa y comemos allí?
-Mmm, vale. Así echamos todo el fin de semana.

No me hacía gracia eso último por no tener que aguantar las tonterías de Maribel o Noelia, pero por ella hacía el poder. Además, solo sería un rato, por lo que no es que me causara tanto malestar y de hecho me apetecía ver a su abuela, era una mujer muy agradable y con buena conversación, estando siempre muy activa pese a su edad. Avisé tanto a mi madre, diciéndole que íbamos a ir a comer y que, si necesitaba que lleváramos algo, como a nuestros amigos en ese grupo en el que estábamos todos. Nos pusimos en marcha rápidamente, levantándonos y desayunando algo ligero, preparando un par de mudas en una pequeña mochila que eché al maletero. Vi que mi madre me contestó encantada diciéndome que allí nos esperaba, por lo que fuimos al rato para llegar allí sobre esa hora. Por el camino, Elena estaba como adormilada, por lo que no hablé con ella para dejarla descansar porque tenía pinta de que iba a ser un fin de semana largo. También pensé en como mi madre estaba encantada y eso era algo que me preocupa, porque la notaba muy sola y falta de cariño por esa parte. Últimamente mi padre trabajaba más horas de lo que solía, por lo que mi madre se pasaba sola mucho tiempo y mi hermano se pasaba días sin dar señales de vida, porque básicamente como no le llamara mi madre, no sabría nada de él. Conmigo tampoco hablaba mucho, siempre con el trabajo que se llevaba hasta a casa de lo que le gustaba. Ya hablaría con él para echarle la bronca y que la llamara más o fuera a verla de vez en cuando. Definitivamente era un tema que no quería sacar porque siempre que lo hacía, mi madre se ponía bastante triste, hasta se le ensombrecía la cara. Siempre estuvo acostumbrada a tenernos ahí a los tres y ahora casi que estaba todo el rato sola. Yo le insistía en que fuera a casa de mis abuelos y que estuviera más con ellos y el resto de la familia y ella lo hacía, pero no era lo mismo.

Cuando llegamos aparqué y Elena se espabiló, bajando los dos del coche para ir a mi casa y entrar. Mi madre estaba eufórica por tenernos ahí. Nos dio un abrazo fortísimo a cada uno, además de varios besos. Comimos los tres tranquilamente porque mi padre se quedó trabajando, pasando un muy buen rato en el que disfrutamos de la buenísima mano que mi madre tenía en la cocina mientras no parábamos de charlar, preguntándonos mucho acerca de nuestros trabajos, sobre todo a Elena, quien estaba empezando casi aún. Ella le contaba todo con detalle, hasta hablaba con tecnicismos que ni mi madre ni yo llegábamos a entender, pero ella se esforzaba y nos explicaba todo con detalle y paciencia. Estábamos tan a gusto allí que echamos gran parte de la tarde mientras seguíamos hablando, tomando café, o incluso viendo alguna película. Le contamos nuestro plan para ese día y nos fuimos de allí, diciéndonos que fuéramos si lo necesitábamos.

Cuando salimos fuimos dando un paseo hasta la casa de Mario, pero no estaban allí al parecer, porque no nos abrían y tras hablarles por mensaje, nos contestaron a los pocos minutos, contándonos que estaban en casa de los padres de Mario. Al parecer tenían un plan parecido al nuestro, por lo que nos quedamos sin saber qué hacer, pero rápidamente se me ocurrió ir a visitar a Sofía y a su madre, por lo que fuimos al coche para ir hasta allí porque la casa pillaba bastante retirada como para ir andando y más teniendo en cuenta el calor que hacía. Cuando llegamos nos abrió Sofía, con cara de sorpresa, estando también encantada por vernos. En el salón estaba su madre quien me saludó por ya conocerme, acercándose a conocer a Elena también. Como hizo conmigo, Nadine se puso a contarle a Elena la historia de su vida mientras ella la escuchaba con atención. Elena estaba animada al ver a Nadine tan abierta y cercana, por lo que se puso a preguntarle detalles de cómo era su vida en Francia y como era aquel chico.

Así se no pasó casi la tarde entera mientras hablábamos los cuatro de todo un poco hasta que se acercó la hora de la quedada con nuestro grupo de amigos. Les preguntamos si se querían venir, pero dijeron que no, sobre todo Sofía. Parecía estar aún algo cortada por juntarse con nuestro grupo. Yo me extrañé por eso, preguntándole a qué se debía que estuviera cortada. Ella me respondió que era por ser alguien nuevo en un grupo con bastante gente y que también era por sacarles varios años a todos. Elena dijo que eso era una tontería y que no tenía que preocuparse por nada, que todos eran buena gente. Sofía dijo que ya lo haría, pero que quería ir poco a poco y que quería pasar lo que quedaba de día con su madre porque al siguiente día se volvía a casa. Nos despedimos de ellas con un fuerte abrazo, diciéndonos Nadine que a ver si nos veíamos otra vez porque le habíamos caído muy bien y veía que hacíamos buena pareja.

Salimos de allí, montándonos en el coche para dejarlo aparcado cerca del bar en el que habían quedado todos, pero nos costó encontrar aparcamiento, por lo que llegamos un poco tarde, encontrándonos a todos ya en la terraza del bar cuando llegamos. Nos hicieron la coña de aplaudirnos cuando llegamos y más al vernos de la mano. Elena se puso un poco roja mientras yo me reía y les decía los cabrones que eran. Nos sentamos y como ellos acababan de pedir las bebidas, me acerqué yo a la barra a pedir la de Elena y la mía, porque el bar estaba a reventar. Mientras esperaba a que me las pusieran vi que Laura entraba para ir al baño. Ni siquiera me había fijado en ella al ver a tantos amigos juntos. Estaba preciosa, con un vestido corto de verano de color amarillo, contrastando con el moreno de su piel, que, si bien no era tan intenso ni oscuro, le quedaba bien por tener la piel tan clara, dándole un color muy bonito. También llevaba un maquillaje discreto, aunque bonito, con su larga y lisa melena morena con la raya al medio, acabando con unas sandalias negras.

-Hola Laura. Qué guapa estás.
-Hola, Javi -dijo algo cortada.
-¿Cómo va la cosa? Hace meses que no te veo. Estás perdidísima...
-Pues... Es que estoy más por mi ciudad.
-¿Sí? Nosotros hemos estado cerca hace nada.
-¿Y eso?
-Pues Mario y yo fuimos a un concierto. Elena e Irene vinieron con nosotros, aunque se dieron una vuelta, ellas no fueron al concierto.
-Ah... Eso me han dicho, que hacéis muchos planes los cuatro, ¿no? Qué os habéis hecho muy amigos.
-Pues sí. Como somos las únicas parejas de nuestro grupo de amigos, pues empezamos a quedar para hacer planes de pareja y tal.
-Qué bien. ¿Y qué tal os va a Elena y a ti?
-Pues muy bien. Nos hemos ido a vivir juntos.
-¿En serio?
-Sí, a principios de mes. A Elena le ha salido un trabajo donde estudiamos en la universidad y estamos allí.
-¿Y tu trabajo?
-Pues como trabajo desde casa, no tengo problema.
-Ah, es verdad. Se me había pasado eso. Entonces todo bien, ¿no?
-Sí. Estamos muy bien.
-Me alegro un montón, Javi.
-¿Y tú? ¿Cómo vas de parejas?
-Bueno... -dijo apartando la mirada.
-Huy... ¿Problemas?
-No exactamente...

Entonces apareció Mario, poniéndose a nuestro lado.

M: Hombre, Laura... A ti te quería ver yo...
L: ¿Y eso?
M: Porque me gustaría preguntarte una cosa...
L: Pues tú dirás, Mario.
 
Capítulo 255

Miré a Mario con expresión seria. Pensaba que le iba a decir eso que me contó Elena de que Laura estaba pillada por él y que se me escapó a mí delante de él y de Irene. No es que fuera algo exagerado o incómodo para que reaccionara así, pero no quería que se lo contara porque pensaba que no dejaría en buen lugar a Elena. Mario sonrió al ver mi expresión y negó ligeramente con la cabeza. Le sacó otro tema de conversación a Laura, algo de ropa, ya que a Irene le gustaba mucho el estilo de ésta y Mario le pidió opinión para regalarle algo. Yo cogí las bebidas y me fui con los demás, sentándome con Elena, quien se abrazó a mi brazo, haciendo un gesto de cariño mientras Irene nos miraba con una sonrisilla.

Al poco, ambos volvieron sin aparente muestra de molestia por parte de Laura, cosa que me tranquilizó y permitió disfrutar de todo ese tiempo con Elena y mis amigos, estando en un muy buen ambiente, contando cosas de nuestras vidas, como nos iba, cosas del trabajo y demás. Al final la cosa fue tan bien que nos quedamos hasta cenando allí, marchándonos sobre las 11 de la noche, porque algunos habían quedado con otra gente, otros querían descansar porque habían trabajado ese día y otros lo tenían que hacer el día siguiente. Como Irene y Mario no llevaron coche porque fueron andando dando un paseo pese al calor que hacía, se vinieron con nosotros ya que íbamos a pasar la noche con ellos como les dijimos cuando hablamos con ellos por mensaje para ver dónde andaban cuando fuimos a su casa. Pero no fueron los únicos que se vinieron con nosotros, ya que Irene se puso insistente con Laura para que se viniera con nosotros para echar un rato en su casa y tomar algo allí en plan tranquilo. Así que fuimos loa cinco en mi coche hasta la casa de Mario, yendo las chicas atrás y Mario a mi lado.

Cuando llegamos aparqué y nos bajamos, entrando a la casa. Nos sentamos en los sofás mientras Elena e Irene preparaban las bebidas en la cocina. Mario y Laura empezaron a hablar mientras yo pensaba en que iba a salir el tema que no quería que saliera cuando Mario entró al bar cuando estábamos hablando Laura y yo. Estaba seguro de que iba a ser así porque a esas alturas ya sabía lo que había con Irene. Y Mario también pareció curioso de aquello cuando le contamos aquello de que le gustaba a Laura cuando estábamos en el instituto.

Cuando volvieron las chicas con las copas, se sentaron para estar charlando un rato. Elena me dijo que no se había echado nada del alcohol, mientras que a mí me había echado un poco. Me dio un poco de cosa por lo que pudiera pensar Laura, porque que tu chica te diga eso sin venir a cuento podría dar la impresión de que yo era alguien posesivo que le manda a Elena lo que podía hacer y lo que no, cuando no era así para nada. Tampoco es que dijera nada o pusiera ninguna expresión, pero podría pensarlo igual. El caso es que la cosa iba bien, una charla normal con Laura contándonos lo que estaba haciendo y porqué había estado en su ciudad tanto tiempo, aunque bajara de vez en cuando.

I: Bueno, Laura... Laurita...
L: ¿Qué pasa?
I: Un pajarito nos ha contado a Mario y a mí una cosita...
L: ¿Qué cosita? Me tienes despistada, jajajaja.
I: Bueno, yo es que no te conocía entonces... Pero por lo visto Mario te hacía tilín, ¿no?
L: Bueno... ¿Quién te ha contado eso? -preguntó riéndose, mirando a Elena.

Elena se rio, tapándose la boca con la mano mientras Irene seguía diciendo:

I: ¿Cómo era eso?
L: Pues bueno, en su día me parecía mono y ya está.
I: ¿Cómo era entonces? Cuéntame...
L: ¿Pues cómo iba a ser? Casi como es ahora...
M: ¿Por qué no me dijiste nada?
L: Pues no sé... Porque era más tímida y no sé... Lo hablé con Elena alguna vez. Como que me intimidabas un poco.
M: ¿Intimidar?
L: No, no seas malpensado... Solo que ya eras alto entonces y parecía más mayor, además de que me sacabas dos años...
M: Pues qué tontería, ¿no? Yo es que soy malísimo para darme cuenta de esas cosas...
L: Pero bueno, eso fue ya hace bastante...
I: ¿Crees que si hubieras dado el paso él te hubiera dicho que sí?
L: No sé. No tengo ni idea... Nunca pareció fijarse en mí.
M: Yo miraba a todas, jajaja.
E: ¿A mí también?
M: Pues claro, si erais todas muy guapas.
L: ¿Hubieras salido conmigo entonces?
M: Si una chica como tú me lo hubiera pedido, seguro.
L: Vaya, jajajaja.
I: ¿Y ahora...?

Elena se puso recta, negando con la cabeza ligeramente, pero de manera rápida. Yo también me puse algo tenso, poniéndome recto, porque estaba viendo a Irene venir con una de las suyas y nosotros ya no estábamos mucho en ese plan y yo por lo menos no quería que Laura se enterara de todo aquello.

L: Ahora... ¿Qué?
I: Pues... -dijo mirándonos a Elena y a mí-. Que qué te parece ahora.
L: ¿Cómo?
I: ¿Te parece guapo?
L: Pues supongo... No sé.
I: ¿Cómo no lo vas a saber? Si dices que es muy parecido a aquel entonces, te seguirá gustando, ¿no?
L: Eh...
I: Laura, contesta. Si no pasa nada, solo estamos hablando.
L: Bueno, Mario es guapete y eso, pero es que para decirte si me gusta... No sé... Ya no hablo con él ni nada para decirte si me gusta. Además, yo ahora estoy viéndome con alguien y tal...
I: Ah, ¿sí?
L: Sí, pero no lo conocéis. Es de mi ciudad.
I: Va, contesta. ¿Te atrae?
L: Pues sí, supongo...
I: ¿Y Javi?
L: Pero bueno, Irene...
I: Va, tía, si es para reírnos un rato.
E: Ya sabemos la respuesta. Le intentó besar en una de las fiestas que hicimos, justo cuando empezamos a salir él y yo.
L: Pero Elena, yo no sabía eso. Sabía que os veíais por cosas que se decían en el grupo, pero no pensaba que era algo serio, como acababas de salir de una relación y tan larga, pensé que era para olvidarte de eso.
I: No te piques, Elena.
E: No, si no estoy picada.
L: No era mi intención, Elena. Te lo juro.
I: Cambiando de tema... Laura, ¿te follarías ahora a Mario si pudieras? Ya te digo que él sí que lo haría... Jajajaja.
L: ¿Cómo?
E: Y a Javi también si pudiera. Seguro, jajajaja.
L: Eh... Estoy flipando. Cómo se os va la cabeza...
I: Que no pasa nada, Laura. ¿Y lo que nos estamos riendo?
L: Os estáis riendo vosotros. Yo paso de esto. Me voy a casa de mis padres.
I: No, mujer... No te enfades.
L: No, no. Yo paso de historias. Os dejo aquí que os sigáis riendo vosotros. Yo me voy.
E: Pero espera, que te lleve Javi al menos, que tu casa queda muy lejos.
L: Nooooo, que a lo mejor me da por follármelo, ¿no?
E: Laura... No te enfades, por favor.
L: Aquí os quedáis.
 
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