Keranos
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Capítulo 793
Continuamos comiendo lo que preparamos hasta que lo terminamos, recogiéndolo yo todo rápidamente para servir el postre, preguntándole si quería algo más, pero ella decía que así estaba bien. Le gustó también lo que preparé de postre y continuamos charlando, interesándose ella un poco por mi trabajo, haciéndolo yo también con el suyo.
Me estuvo contando algunos proyectos que hicieron y otros que tenían en el horizonte mientras que yo le explicaba cómo me manejaba en las clases, cómo impartía varias asignaturas... Me preguntó por qué me dedicaba ahora a ese trabajo, comentándole yo lo que ocurrió con mi anterior trabajo, narrando toda la historia que pasó con Sofía en donde casi la echan a ella, pero donde al final solo me echaron a mí, cómo me mudé a aquella ciudad para dar clases a domicilio y cómo me incorporé en la academia en la que ahora trabajaba.
También me preguntó sobre dejarme la barba así de larga, contándole yo que me dejé bastante cuando lo nuestro se terminó, como supuse que pudo ver al encontrarme en mi casa el día de Reyes. Y como me gustó, pues me la seguí dejando. También hizo alusión a los tatuajes, contándole yo que de siempre me habían llamado la atención, que me hice uno y que era como adictivo hasta que me hice los dos brazos por completo.
Yo también le pregunté acerca del pasado, con ella diciéndome que también lo había pasado mal y que gracias a su padre, a su prima y a sus tíos había podido salir de aquello. También narró aquel momento en el que su madre se enteró de que habíamos roto, comentando que me podía haber estado quieto.
Le expliqué que su madre me empezó a bombardear con llamadas y mensajes, contándome una historia que ella me dijo que se inventó porque no quería que su madre pusiera las cosas peor. Quizá fue el mejor momento para decirle lo que pasó entre su madre y yo, pero de ninguna manera tenía en mente contarle aquello, no cuando lo que quería era intentar algo de nuevo con ella, porque no sabía cómo podía reaccionar aquello.
La historia se volvía a repetir al ocultarle algo tan importante, pero si ella no sabía nada al no decirme nada en absoluto, es que Maribel no le había dicho nada, ni pensaba hacerlo, como tampoco lo pensaba hacer yo.
Elena me contó que su madre se puso muy pesada con ella por aquello y que había momentos en los que ignoraba sus llamadas y mensajes. Le jodía mucho por no poder comunicarse tanto con su abuela como le hubiera gustado, porque si lo hacía, su madre iba a ir detrás de ella y estaba muy agobiada con sus reproches.
Decidí cambiar de tema para relajar el ambiente, porque, aunque no estábamos muy tensos que digamos, sí es verdad que la cosa no estaba yendo por buen camino y no era lo que quería, por lo que le volví a preguntar por su trabajo.
Me dijo que le habían hecho encargada de una sección en la empresa y que todo iba muy bien, encargándose de dirigir pequeños grupos que tenían varias funciones por hacer. Me gustaba mucho ver que le iba tan bien en ese ámbito, aunque no podía evitar pensar que su jefe tenía mucho que ver y que aún seguía detrás de ella.
Elena miró un par de veces el reloj que tenía, diciendo que se estaba haciendo muy tarde, pero le volví a sugerir que se quedara allí a dormir, especialmente con la lluvia que estaba cayendo. Dijo que le resultó complicado y pesado encontrar aparcamiento por la zona y que le iba a resultar un poco engorroso salir de allí con la que caía, por lo que al final acabó aceptando.
Le dejé una sudadera mía para dormir, preguntando yo si necesitaba algo más, pero ella dijo que no. Pasó por el baño para salir con la sudadera y su pelo suelo. La veía tan guapa... Me dio las buenas noches y se metió en lo que era la habitación de Andrea, cerrando la puerta mientras que yo me fui a la mía para tratar de dormir, aunque no lo podía hacer. No paraba de dar vueltas en la cama y fui al baño para echarme agua caliente en la cara y ver si así podía dormir mejor, pero no había manera.
Empecé a deambular por la casa, parando un par de veces en la puerta de la habitación donde estaba ella por si oía algo, pero no pasaba nada, hasta que en la última vez que pasé por ahí, Elena me llamó al otro lado de la puerta.
-Dime. ¿Necesitas algo?
-No.
-¿No puedes dormir?
-Pues contigo dando vueltas por toda la casa me está costando. Me has puesto nerviosa.
-Perdona, ya me voy a mi habitación y no me muevo de ahí. Es que me está costando a mí también.
-Javi, ¿crees que es buena idea ir mañana a casa de Sofía?
-¿Por qué preguntas eso? -pregunté acercándome a ella para sentarme en la cama.
-Pues porque... No sé. Lo mismo no le hace mucha gracia verme, ¿no? Con eso de desaparecer sin hablar con nadie y cortando toda relación...
-Pero si he sido yo mismo el que te ha dicho que era ella la que tenía ganas de verte. ¿A qué viene esa pregunta? ¿Eres tú la que no quieres? ¿No te cae bien?
-Claro que me cae bien. Es un amor, pero no sé... Estoy nerviosa por eso.
-No te preocupes. Si ya sabes cómo es. Todo va a salir bien.
-No sé... -decía mirando al techo.
-¿Quieres algo para dormir?
-No, no hace falta. Gracias igualmente.
-Vale, pues te dejo descansar entonces.
-Vale. Buenas noches.
Me marché a mi habitación para dejarla más tranquila y tratar de dormir, pero no podía. No dejaba de dar vueltas en la cama, estando todo el tiempo pensando en ella. Al final me levanté, pero no salí de mi habitación, poniéndome a pensar qué podía hacer para matar tiempo y esperar a que me entrara sueño, pero es que no me apetecía jugar a nada y tampoco quería hacer ruido. Al final cogí la caja que me envió Elena en su día. Llevaba muchísimo sin abrirla y empecé a sacar todo lo que había dentro para ir mirándolo, deteniéndome sobre todo en las fotos.
De repente, llamaron a la puerta de mi habitación al golpearla suavemente con los nudillos, preguntando yo qué pasaba. Elena abrió la puerta y asomó su cabeza preguntándome si me había despertado, negando yo con la cabeza, por lo que al final acabó entrando, sentándose en la cama, pareciendo que iba a preguntarme qué estaba haciendo, aunque al final no lo hizo. Se sentó y cogió unas cuantas fotos para verlas también. Le sorprendió bastante que estuviera así, porque puso cara de sorpresa al ver esa caja.
Sus caras expresaban de todo conforme pasaban los segundos. Algunas fotos las miraba con una sonrisa en su boca, transmitiendo mucha nostalgia, como aquellas en las que salíamos los dos junto a Paula en esos días que se vino con nosotros. Otras las miraba con gesto muy triste, como eran aquellas en las que salíamos junto a nuestros amigos o también los dos solos, como una que teníamos cuando Elena se graduó, o la primera foto que nos hicimos al irnos a vivir juntos.
Se paró bastante en las que salíamos Irene, Mario, Sofía, ella y yo. Haciendo bastantes pucheros hasta que sus ojos se empezaron a humedecer hasta tal punto que se escapaba alguna lágrima, tras lo cual, las dejó sobre la cama para darme un abrazo con fuerza y llorar un poco sobre mi hombro. Yo la abracé de vuelta, teniendo también mucha pena por ver esas fotos y por verla así de triste, pero a la vez me encantaba olerla y tenerla tan cerca de mí.
Luché con todas mis fuerzas, porque sabía que podía salir bastante mal, pero no pude evitar agarrar su cara con suavidad para besarla. Era un cara o cruz para que aquello saliera bien o saliera mal. De ese gesto dependía que nos siguiéramos viendo o que no lo hiciéramos más, pero por suerte, Elena se dejó llevar, poniendo sus manos sobre las mías para recibir ese beso y después participar en él.
De primeras, me sabía muy dulce, más de lo que recordaba y eso me encantaba, pero luego ese sabor suyo se hizo más salado por las lágrimas que empezaron a brotar previamente desde sus ojos. Pero eso no me alejó de disfrutar ese beso que nos empezamos a dar y del que no nos despegamos hasta pasado un buen rato, en donde nos miramos a los ojos, estando ella con una expresión tan tierna como vulnerable. Verla así hizo que me dieran ganas de besarla de nuevo, por eso lo acabé haciendo, con Elena reaccionando de la misma manera.
No fue poco el tiempo que estuvimos con esos besos, poniéndonos incluso más cómodos al tumbarnos un poco. Sus manos acariciaban mucho mi cara y las mías lo hacían con su espalda, colándose por dentro de la sudadera que llevaba puesta, aunque no me atrevía a hacer ningún movimiento más.
De repente, parecía que tenía otra vez 17 años y estaba por estrenarme, porque los nervios que sentía eran muy parecidos a los de ese entonces, aunque definitivamente estaba mucho más nervioso que en ese momento. No sabía qué decir o hacer, o más bien, tenía miedo de dar el siguiente paso.
Parecía que estaba siendo nuestra primera vez cuando ya llevábamos compartidas bastantes situaciones como esa. Ella tampoco daba un paso más allá, porque no quitaba sus manos de mi cara. Y si lo hacía era para dirigir una a mi pecho. Por lo que sentía, estaba más interesada en el beso que en los gestos, pero yo necesitaba algo más.
-Elena, no he podido olvidarte en todo este tiempo que hemos estado separados. No te imaginas cuánto te he echado de menos. Ojalá haber hecho mejor las cosas desde el primero momento y no habernos separado nunca. ¿Podrás perdonarme algún día?
Pero ella no respondió, porque me volvió a besar agarrando mi cara una vez más. Ahora, sin embargo, sus manos se perdían más por mi cuerpo, metiéndolas incluso por debajo de mi ropa para acariciar la piel de mi pecho directamente. Eso hizo que me pusiera más nervioso aún, pero también me dio la libertad de hacerlo también un poco con ella al poner mis manos sobre su culo.
Se me puso una erección tan tremenda que me dolía y que era imposible que ella no percibiera al estar nuestros cuerpos tan juntos. Fue ella la que volvió a tomar la iniciativa, empezando a tirar de mi ropa para quitarme la parte de arriba, mirando mi torso para luego acariciarlo.
En esta ocasión fui yo el que volvió a buscar sus labios, porque tenía muchas ganas de dar un paso más allá, pero también quería seguir con esos besos que tanto me gustaban de ella, dejándose llevar ella una vez más. Aquí sí que me vine más arriba y le quité la sudadera que le dejé para tirarla al suelo, quedándome admirando su precioso cuerpo, aunque veía alguna diferencia respecto a lo que yo ya conocía previamente.
-Te has quitado los piercings... -dije al ver que no tenía ni el del pezón ni el del ombligo.
Elena asintió, aunque sin decir nada.
-Y el de la lengua también. No me había dado cuenta hasta que nos hemos besado... -seguí.
-Yo también veo diferencias... -dijo observando mi cuerpo.
Continuamos comiendo lo que preparamos hasta que lo terminamos, recogiéndolo yo todo rápidamente para servir el postre, preguntándole si quería algo más, pero ella decía que así estaba bien. Le gustó también lo que preparé de postre y continuamos charlando, interesándose ella un poco por mi trabajo, haciéndolo yo también con el suyo.
Me estuvo contando algunos proyectos que hicieron y otros que tenían en el horizonte mientras que yo le explicaba cómo me manejaba en las clases, cómo impartía varias asignaturas... Me preguntó por qué me dedicaba ahora a ese trabajo, comentándole yo lo que ocurrió con mi anterior trabajo, narrando toda la historia que pasó con Sofía en donde casi la echan a ella, pero donde al final solo me echaron a mí, cómo me mudé a aquella ciudad para dar clases a domicilio y cómo me incorporé en la academia en la que ahora trabajaba.
También me preguntó sobre dejarme la barba así de larga, contándole yo que me dejé bastante cuando lo nuestro se terminó, como supuse que pudo ver al encontrarme en mi casa el día de Reyes. Y como me gustó, pues me la seguí dejando. También hizo alusión a los tatuajes, contándole yo que de siempre me habían llamado la atención, que me hice uno y que era como adictivo hasta que me hice los dos brazos por completo.
Yo también le pregunté acerca del pasado, con ella diciéndome que también lo había pasado mal y que gracias a su padre, a su prima y a sus tíos había podido salir de aquello. También narró aquel momento en el que su madre se enteró de que habíamos roto, comentando que me podía haber estado quieto.
Le expliqué que su madre me empezó a bombardear con llamadas y mensajes, contándome una historia que ella me dijo que se inventó porque no quería que su madre pusiera las cosas peor. Quizá fue el mejor momento para decirle lo que pasó entre su madre y yo, pero de ninguna manera tenía en mente contarle aquello, no cuando lo que quería era intentar algo de nuevo con ella, porque no sabía cómo podía reaccionar aquello.
La historia se volvía a repetir al ocultarle algo tan importante, pero si ella no sabía nada al no decirme nada en absoluto, es que Maribel no le había dicho nada, ni pensaba hacerlo, como tampoco lo pensaba hacer yo.
Elena me contó que su madre se puso muy pesada con ella por aquello y que había momentos en los que ignoraba sus llamadas y mensajes. Le jodía mucho por no poder comunicarse tanto con su abuela como le hubiera gustado, porque si lo hacía, su madre iba a ir detrás de ella y estaba muy agobiada con sus reproches.
Decidí cambiar de tema para relajar el ambiente, porque, aunque no estábamos muy tensos que digamos, sí es verdad que la cosa no estaba yendo por buen camino y no era lo que quería, por lo que le volví a preguntar por su trabajo.
Me dijo que le habían hecho encargada de una sección en la empresa y que todo iba muy bien, encargándose de dirigir pequeños grupos que tenían varias funciones por hacer. Me gustaba mucho ver que le iba tan bien en ese ámbito, aunque no podía evitar pensar que su jefe tenía mucho que ver y que aún seguía detrás de ella.
Elena miró un par de veces el reloj que tenía, diciendo que se estaba haciendo muy tarde, pero le volví a sugerir que se quedara allí a dormir, especialmente con la lluvia que estaba cayendo. Dijo que le resultó complicado y pesado encontrar aparcamiento por la zona y que le iba a resultar un poco engorroso salir de allí con la que caía, por lo que al final acabó aceptando.
Le dejé una sudadera mía para dormir, preguntando yo si necesitaba algo más, pero ella dijo que no. Pasó por el baño para salir con la sudadera y su pelo suelo. La veía tan guapa... Me dio las buenas noches y se metió en lo que era la habitación de Andrea, cerrando la puerta mientras que yo me fui a la mía para tratar de dormir, aunque no lo podía hacer. No paraba de dar vueltas en la cama y fui al baño para echarme agua caliente en la cara y ver si así podía dormir mejor, pero no había manera.
Empecé a deambular por la casa, parando un par de veces en la puerta de la habitación donde estaba ella por si oía algo, pero no pasaba nada, hasta que en la última vez que pasé por ahí, Elena me llamó al otro lado de la puerta.
-Dime. ¿Necesitas algo?
-No.
-¿No puedes dormir?
-Pues contigo dando vueltas por toda la casa me está costando. Me has puesto nerviosa.
-Perdona, ya me voy a mi habitación y no me muevo de ahí. Es que me está costando a mí también.
-Javi, ¿crees que es buena idea ir mañana a casa de Sofía?
-¿Por qué preguntas eso? -pregunté acercándome a ella para sentarme en la cama.
-Pues porque... No sé. Lo mismo no le hace mucha gracia verme, ¿no? Con eso de desaparecer sin hablar con nadie y cortando toda relación...
-Pero si he sido yo mismo el que te ha dicho que era ella la que tenía ganas de verte. ¿A qué viene esa pregunta? ¿Eres tú la que no quieres? ¿No te cae bien?
-Claro que me cae bien. Es un amor, pero no sé... Estoy nerviosa por eso.
-No te preocupes. Si ya sabes cómo es. Todo va a salir bien.
-No sé... -decía mirando al techo.
-¿Quieres algo para dormir?
-No, no hace falta. Gracias igualmente.
-Vale, pues te dejo descansar entonces.
-Vale. Buenas noches.
Me marché a mi habitación para dejarla más tranquila y tratar de dormir, pero no podía. No dejaba de dar vueltas en la cama, estando todo el tiempo pensando en ella. Al final me levanté, pero no salí de mi habitación, poniéndome a pensar qué podía hacer para matar tiempo y esperar a que me entrara sueño, pero es que no me apetecía jugar a nada y tampoco quería hacer ruido. Al final cogí la caja que me envió Elena en su día. Llevaba muchísimo sin abrirla y empecé a sacar todo lo que había dentro para ir mirándolo, deteniéndome sobre todo en las fotos.
De repente, llamaron a la puerta de mi habitación al golpearla suavemente con los nudillos, preguntando yo qué pasaba. Elena abrió la puerta y asomó su cabeza preguntándome si me había despertado, negando yo con la cabeza, por lo que al final acabó entrando, sentándose en la cama, pareciendo que iba a preguntarme qué estaba haciendo, aunque al final no lo hizo. Se sentó y cogió unas cuantas fotos para verlas también. Le sorprendió bastante que estuviera así, porque puso cara de sorpresa al ver esa caja.
Sus caras expresaban de todo conforme pasaban los segundos. Algunas fotos las miraba con una sonrisa en su boca, transmitiendo mucha nostalgia, como aquellas en las que salíamos los dos junto a Paula en esos días que se vino con nosotros. Otras las miraba con gesto muy triste, como eran aquellas en las que salíamos junto a nuestros amigos o también los dos solos, como una que teníamos cuando Elena se graduó, o la primera foto que nos hicimos al irnos a vivir juntos.
Se paró bastante en las que salíamos Irene, Mario, Sofía, ella y yo. Haciendo bastantes pucheros hasta que sus ojos se empezaron a humedecer hasta tal punto que se escapaba alguna lágrima, tras lo cual, las dejó sobre la cama para darme un abrazo con fuerza y llorar un poco sobre mi hombro. Yo la abracé de vuelta, teniendo también mucha pena por ver esas fotos y por verla así de triste, pero a la vez me encantaba olerla y tenerla tan cerca de mí.
Luché con todas mis fuerzas, porque sabía que podía salir bastante mal, pero no pude evitar agarrar su cara con suavidad para besarla. Era un cara o cruz para que aquello saliera bien o saliera mal. De ese gesto dependía que nos siguiéramos viendo o que no lo hiciéramos más, pero por suerte, Elena se dejó llevar, poniendo sus manos sobre las mías para recibir ese beso y después participar en él.
De primeras, me sabía muy dulce, más de lo que recordaba y eso me encantaba, pero luego ese sabor suyo se hizo más salado por las lágrimas que empezaron a brotar previamente desde sus ojos. Pero eso no me alejó de disfrutar ese beso que nos empezamos a dar y del que no nos despegamos hasta pasado un buen rato, en donde nos miramos a los ojos, estando ella con una expresión tan tierna como vulnerable. Verla así hizo que me dieran ganas de besarla de nuevo, por eso lo acabé haciendo, con Elena reaccionando de la misma manera.
No fue poco el tiempo que estuvimos con esos besos, poniéndonos incluso más cómodos al tumbarnos un poco. Sus manos acariciaban mucho mi cara y las mías lo hacían con su espalda, colándose por dentro de la sudadera que llevaba puesta, aunque no me atrevía a hacer ningún movimiento más.
De repente, parecía que tenía otra vez 17 años y estaba por estrenarme, porque los nervios que sentía eran muy parecidos a los de ese entonces, aunque definitivamente estaba mucho más nervioso que en ese momento. No sabía qué decir o hacer, o más bien, tenía miedo de dar el siguiente paso.
Parecía que estaba siendo nuestra primera vez cuando ya llevábamos compartidas bastantes situaciones como esa. Ella tampoco daba un paso más allá, porque no quitaba sus manos de mi cara. Y si lo hacía era para dirigir una a mi pecho. Por lo que sentía, estaba más interesada en el beso que en los gestos, pero yo necesitaba algo más.
-Elena, no he podido olvidarte en todo este tiempo que hemos estado separados. No te imaginas cuánto te he echado de menos. Ojalá haber hecho mejor las cosas desde el primero momento y no habernos separado nunca. ¿Podrás perdonarme algún día?
Pero ella no respondió, porque me volvió a besar agarrando mi cara una vez más. Ahora, sin embargo, sus manos se perdían más por mi cuerpo, metiéndolas incluso por debajo de mi ropa para acariciar la piel de mi pecho directamente. Eso hizo que me pusiera más nervioso aún, pero también me dio la libertad de hacerlo también un poco con ella al poner mis manos sobre su culo.
Se me puso una erección tan tremenda que me dolía y que era imposible que ella no percibiera al estar nuestros cuerpos tan juntos. Fue ella la que volvió a tomar la iniciativa, empezando a tirar de mi ropa para quitarme la parte de arriba, mirando mi torso para luego acariciarlo.
En esta ocasión fui yo el que volvió a buscar sus labios, porque tenía muchas ganas de dar un paso más allá, pero también quería seguir con esos besos que tanto me gustaban de ella, dejándose llevar ella una vez más. Aquí sí que me vine más arriba y le quité la sudadera que le dejé para tirarla al suelo, quedándome admirando su precioso cuerpo, aunque veía alguna diferencia respecto a lo que yo ya conocía previamente.
-Te has quitado los piercings... -dije al ver que no tenía ni el del pezón ni el del ombligo.
Elena asintió, aunque sin decir nada.
-Y el de la lengua también. No me había dado cuenta hasta que nos hemos besado... -seguí.
-Yo también veo diferencias... -dijo observando mi cuerpo.