Capítulo 816
Ángela y yo estuvimos preparando entre los dos algo para comer juntos ese domingo, estando bastante entretenidos al preguntarme ella cómo había ido el día anterior con los amigos de la tienda, pidiéndome que le contara con detalle lo que habíamos hecho, aunque no se enteraba de nada del juego, pero no le hice pasar por aquello, contándole por encima los problemas que tenía al poder jugar con lo que yo tenía.
Me encantaba el interés que mostraba en aquello, aunque no le entendiera. Ponía una cara tan bonita al prestarme atención que me daban ganas de besarla, pero me mantenía fuerte. Obviamente salió el tema de Amaya y del vacío que había dejado en nuestro grupo. Le conté a mi amiga ese momento algo tenso que tuvo lugar al recordarla, pero que al final se solventó bien.
Se lamentaba mucho de lo que había pasado con ella, poniendo su mano en mi espalda para acariciarla con cariño, aunque al final dijo que se alegraba de que tuviera a esos amigos, invitándome a jugar más con ellos y no dejar ese hobby que tenía de lado, porque sabía de sobra que me gustaba mucho y al mismo tiempo me servía para despejarme, como lo hizo el día anterior.
A ella le hacía gracia cómo no se enteraba de nada del juego cuando me pedía que le contará de qué iba. Más bien era que el juego contenía demasiadas mecánicas y no sabía cómo éramos capaces de retener tanta información y tener tantas cosas en cuenta a la vez mientras jugábamos, sin contar lo que le fascinaba que fuéramos capaces de saber qué hacía cada carta con tan solo ver el dibujo de ésta.
A medida que pasaba el tiempo, el cual fue bastante rápido con su presencia, mi cabreo se iba rebajando bastante hasta que llegó un punto en el que estaba bien, pero es que ella me lo ponía muy fácil. Siempre lo era con ella, y de hecho se lo dije antes de que se fuera a casa sobre las 8 de la tarde.
Ella le restaba importancia a lo que yo le decía, como si fuera algo normal, pero es que a mí me llamaba mucho la atención que fuera capaz de hacerme pasar buenos momentos incluso cuando estaba atravesando momentos problemáticos.
No le llegué a decir nada, pero sí que pensé que quizá todo hubiera sido más fácil si ella hubiera estado presente cuando Elena me dejó, o cuando la volví a ver después de tantos meses poco antes de Navidad. Estaba completamente seguro de que no habría hecho tantas tonterías ni habría estado tan mal.
Sí que le dije que ya iban un par de veces en las que me había enfadado mucho y ella había pasado tiempo conmigo, calmándome y haciendo que ese mal humor desapareciera. Le di un fuerte abrazo, diciéndole que no sabía qué sería de mí sin ella, porque a lo mejor ella no lo veía para tanto al restarle importancia, pero la ayuda que me daba siempre era enorme, ya fuera pasando tiempo conmigo o dándome esos consejos tan buenos que siempre tenían todo el sentido del mundo para mí.
Hice que se ruborizara, dándole otro abrazo y apretándole bastante, llegando a levantarla del suelo. Ella me lo devolvió y me dio las gracias por las cosas tan bonitas que le decía, dándome además un beso en la mejilla. Nos despedimos con ella pidiéndome que le contara cómo había ido la cosa cuando Elena se disculpara conmigo, respondiéndole yo que así sería.
El lunes continué con la rutina de gimnasio y trabajo, aunque me llevé una sorpresa bastante grande cuando salí de trabajar, pues había alguien esperando frente a mi puerta, siendo ni más ni menos que Irene. Me quedé bastante pasmado al verla allí, estando muy guapa al ir con un jersey de cuello alto negro, unos vaqueros y unas zapatillas, aunque sobre todo eso llevaba un abrigo de paño de color marrón.
Hacía un día un poco regular, pero ella sostenía un paraguas, llevando además una bolsa en la otra mano. Le pregunté qué hacía ahí bastante impresionado, diciéndome ella que tenía un par de días libres y que había pensado en venir a verme. No la hice pasar más frío y la invité a entrar en casa, donde dejamos los abrigos y nos fuimos al salón para hablar allí.
Lo que traía en la bolsa era para que pudiéramos comer juntos, sobre todo por la hora que era ya. Me comentó que me avisó por WhatsApp de que iba a venir, pero no lo vi al tenerlo en silencio y bocabajo mientras estaba trabajando. Pero no importaba, porque no había ningún problema en que estuviera ahí.
De hecho, estuvimos un buen rato hablando de varias cosas, aunque al final acabó saliendo el tema que tenía que salir: lo ocurrido el sábado. Irene me contó que estaba bastante confusa con lo que había pasado, sobre todo en el momento, pero que luego entendió algunas cosas.
Como hizo Ángela el día anterior a través de las palabras de Sofía, Irene me contó lo que hicieron el sábado, siendo tal cual lo que me contó Ángela. Aunque no sabía que Elena se quedó a dormir con ellos y que también pasó gran parte del domingo con ambos. No le gustó ver a Elena tan alicaída por lo que había pasado el sábado, por eso trataron de levantarle el ánimo al pasar tiempo con ella y al acompañarle a ver a su familia, llevándola después a casa.
Me contó con detalle ese momento en el que estuvieron en su casa y vieron a Maribel y a su abuela, estando ambas como cuando las vieron por última vez. Fue un shock para Maribel verles de nuevo, pero la cosa fue bien según me contó Irene.
Elena le contó a su madre que se habían vuelto a ver no hacía mucho, pero en ningún momento me llegó a nombrar a mí, cosa que agradecí, aunque algo me decía que Maribel se podía oler algo, porque tonta no era precisamente. Pero no tener noticias de ella por mensaje o llamada era algo que me tranquilizaba, como le acabé contando a Irene, estando ella de acuerdo, porque seguía teniendo el carácter tan fuerte que tenía en su día según me contó.
También mencionó que estaba preocupada por nosotros, pues estábamos chocando bastante en periodos cortos de tiempo y no le gustaba nada aquello. Antes de que yo le expusiera mis razones, Irene me dijo que sabía que yo estaba poniendo mucho de mi parte para que la cosa fuera bien.
Primero, porque era algo que podía ver con sus propios ojos al fijarse en algunos detalles cuando estábamos todos presentes y además, porque era algo que había hablado algunas veces con Sofía. No había hablado con Ángela directamente, pero sí con Sofía, y ella le contaba lo que Ángela le decía, palabras que venían directamente de mi boca, porque con ella era con quien más hablaba.
Irene llegó a poner su mano en mi cara para acariciarme y darme así algo de cariño, pasando después a darme un abrazo. Era muy evidente que aún se sentía culpable por lo ocurrido meses atrás y por su comportamiento, pero eso ya era agua pasada para mí, porque ahora mismo lo que más rondaba mi cabeza y lo que más me preocupaba era Elena y su comportamiento. Irene no entendía qué era lo que pasaba para que Elena saltara así, porque lo hacía de manera fea.
Y también entendía que yo hubiera saltado así el sábado con lo que ella me dijo, pero también pensaba que mis formas no habían sido las mejores y que eso no había hecho más que empeorar la cosa. Le confesé que me pilló en un momento no muy bueno, explicándole que era el cumpleaños de mi amiga, que ya no estaba entre nosotros y que hablara así de ella pues no me había sentado bien, además de la desconfianza en mí al insinuar que me estaba viendo con más chicas además de con ella cuando la realidad estaba muy alejada de aquello.
Elena le contó que yo le había dicho varias veces que no me veía con nadie más, pero que no podía evitar pensar en que sí, porque ahora estaba mucho más en forma que antes y con esos tatuajes llamaba mucho la atención, siendo algo que atraía a la gente al estar de moda.
Pensaba que me había acostado con muchas chicas en todo ese tiempo que no nos vimos y que lo tendría tan fácil para seguir haciéndolo que le resultaba muy difícil confiar en mí, sobre todo teniendo en cuenta cómo acabaron las cosas. Nos quedamos en silencio unos momentos después de que me dijera aquello, pero rápidamente, Irene cambió de tema y hablamos de otras cosas, contándome que le tenían que dar dos días libres y que quería venir a verme, porque me echaba de menos también y le parecía que habíamos estado mucho tiempo sin vernos para lo que nosotros éramos.
Así que pensó que podíamos comer juntos ese día y que se podía quedar conmigo hasta que entrara a trabajar, volviéndose entonces a casa. Con tono de broma me dijo que así dejaba a Mario también un poco tranquilo, porque pasaban demasiado tiempo juntos entre trabajar en el mismo sitio y vivir juntos, aunque es verdad que no es que estuvieran pegados todo el día en el trabajo, viéndose alguna vez, sobre todo en la hora de comer.
Le di las gracias por pensar en mí de esa manera y por emplear uno de sus días libres en pasar tiempo conmigo, sonriendo ella. Según me contó, compró algo cuando vino mientras yo salía de trabajar, así que nos fuimos a la cocina a emplatarlo y calentarlo, comiendo mientras hablábamos de otras cosas.
Veía a Irene muy guapa, con su peinado de siempre y con esa sonrisa tan bonita que le hacía achicar tanto sus ojos. Me seguía sorprendiendo a esas alturas cómo podíamos estar hablando tranquilamente, con ese acercamiento y con ese cariño que percibía por su parte con sus gestos y con cómo me acariciaba las manos, teniendo en cuenta la pelea que habíamos tenido.
De hecho, ese fue el tema de conversación que estuvimos tratando durante un rato, pues ella se volvió a disculpar conmigo, pidiéndole yo que no lo hiciera más. Ella me dijo que estaba bien, pero me preguntó si algún día estaríamos tan unidos como lo estuvimos en otros tiempos.
Mi respuesta fue quizá algo desalentadora, porque le dije que no era adivino para ver el futuro y poder decirle si sí o si no, pero que desde luego a mí me gustaría que así fuera, como también le prometí que haría todo lo que estuviera en mi mano para que así fuera, porque les había echado bastante de menos a los dos en esos meses en los que no nos hablábamos. Irene me miraba con unos ojos muy tiernos que podrían derretir a cualquiera.
Parecía una niña pequeña. Por eso le di un abrazo, al que ella se sumó, apretando mucho mi cuerpo. De hecho, nos quedamos así durante bastante tiempo mientras permanecíamos en silencio, viendo la televisión, aunque apuesto a que ninguno le prestábamos atención. Puedo asegurar que no era así por mi parte, porque la veía tan apenada y tan arrepentida de lo que pasó entre nosotros que no se me iba de la cabeza su carilla con esos ojillos.
Pero por desgracia acabó llegando la hora de regresar al trabajo, así que nos despedimos con un gran abrazo, dándome ella un beso en la mejilla también, tal y como lo hizo Ángela el día anterior. También me dijo que no me preocupara, que Elena me llamaría para disculparse.
Por la noche de ese mismo día, una vez llegué a casa después de trabajar y de cenar, llamé a Ángela para comentarle que Irene me había hecho una visita tal y como lo hizo ella el domingo. Se interesó bastante por aquello, pidiéndome que le contara, por lo que lo hice.
Le comenté lo que pasó, mencionando que me parecía curioso lo parecidos que habían sido esos momentos a los que compartimos ella y yo el día anterior, porque fue en el mismo contexto y me acabaron diciendo lo mismo con eso de que no tenía que preocuparme, porque pensaban que Elena me llamaría para disculparse.
Ángela se alegraba mucho de ver cómo Irene se interesaba por mí y cómo trataba de arreglar lo ocurrido meses atrás. Aunque lo que más pendiente me tenía era Elena, cómo no. Me puso nervioso que no me contactara en los próximos días, tanto como para estar un poco pensativo todo el tiempo, yéndoseme el santo al cielo en algunas ocasiones en el trabajo, aunque el jueves la encontré en la puerta de casa cuando salí de trabajar por la tarde.
Me quedé un poco perplejo al verla allí, porque viendo que no me había dicho nada en esos días desde que ocurrió aquello, pues ya iba a dando por sentado que no me diría nada. Sin embargo, ahí estaba, bien abrigada y sujetando su bolso con las dos manos al tenerlas por delante de su cuerpo.
No me dio muy buena sensación encontrarla así de sería, porque lo estaba, y mucho. Sus ojos oscuros me analizaban y no cambiaba su gesto, siendo yo el que rompió el hielo al saludar. Ella me devolvió el saludo y abrí la puerta, porque estaba empezando a llover y hacía bastante frío.
Le pedí que entrara, haciéndolo ella, ayudándole yo a colgar su abrigo para irnos después al salón, aunque encendí la calefacción antes de que habláramos nada. Antes de que pudiera decirle nada, mientras me acercaba a ella, Elena me dio un abrazo muy fuerte, pero fuerte de verdad, hundiendo su cara en mi pecho.