Reencuentro con Elena

Capítulo 304

E: ¿Ya estás en casa?
N: Sí. Ya me he venido.
E: ¿Cuándo?
N: Hace un rato.
E: ¿Y eso?
N: ¿Vas a empezar con las preguntitas como mamá? Porque es por eso que he venido antes. Parece que se ha enterado de que hemos discutido o algo y se ha puesto muy pesada.
J: Tranquila, no hace falta ponerse así tampoco -dije al ver como levantaba la voz.
E: Noelia, solo quiero saber qué ha pasado. El viernes te fuiste sin dar ninguna explicación…
N: Necesitaba despejarme, punto. ¿Algo más? -dijo de manera seca y cortante.
E: No. Ya está -respondió cohibida.

Elena se sentó en el sofá y yo la seguí, aunque no estábamos pegados a Noelia. Poco como estábamos con Elena entre los dos y echada sobre mí, Elena no podía ver cómo eran varias las veces que Noelia me miraba, siendo ya las últimas más prolongadas, haciéndolo de manera fija. Me estaba poniendo tenso, pero por suerte Noelia se levantó de manera repentina y con aire para marcharse a su habitación, cerrando la puerta con las mismas maneras. Elena suspiró y apretó su cara contra mi cuerpo. Yo le pasaba la mano por la espalda, dándole algunos besos en la cabeza para consolarla, porque ya a esas alturas poco podía decir para hacerla sentir mejor. Sentía como si hubiera agotado todo el repertorio para esas situaciones de lo repetidas que eran. Estábamos mirando la tele, pero ella estaba más pensativa que otra cosa, sin ni siquiera mirarla, haciendo circuitos con su dedo sobre mi piel con gesto triste.

Más tarde Noelia salió de casa, sin decirnos a dónde iba o qué iba a hacer. La cosa estaba fea y yo estaba en medio de todo. En lugar de pensar algo que hacer al respecto, me puse a recordar el momento en el que nos pilló en la bañera, sobre todo en ese momento en el que abrí los ojos y me la encontré con sus pantalones y bragas casi por las rodillas, tocándose de aquella manera. Parecía volver a ese punto en el que ella se sentía muy atraída por mí para hacer aquello, que si bien era cierto que estaba cubierta por la música y por el abrazo que le daba a Elena para que no la viera, eso no quitaba el riesgo de ser descubierta. También me puse a recordar todos los encuentros similares que tuve con ella desde que la conocí, sobre todo el primero cuando me hizo aquella fatal encerrona en la que caí como un imbécil, aunque yo estuviera soltero.

También se me vinieron a la cabeza un par de momentos más. El primero fue en el que se presentó en el cuarto de baño de su casa antes de que se mudaran a casa de su abuela, siendo Elena y yo ya pareja. Recordé como se empezó a desnudar y como me provocó, acabando la conversación de aquella manera tan abrupta cuando le dije que me daba asco por hacerle aquello a su hermana. El otro momento fue en el que yo, ya desesperado por acabar con todo aquello, accedí a hacer lo que fuera menos acostarme con ella para que me dejara en paz, permitiendo que nos viera a Elena y a mí follar mientras ella se escondía en el armario de la habitación de mi chica, también antes de que se mudaran a casa de su abuela.

Así estuvimos durante gran parte de la tarde Elena y yo, más en nuestro mundo que pendientes de otra cosa. Por suerte, pude reaccionar y le empecé a hacer cariñitos, diciéndole cosas también para distraerla de aquello, interesándome por proyectos que me contaba de su trabajo, pidiéndole que me diera detalles y demás. Pareció animarse más con todo aquello, porque dijo de ir a preparar la cena juntos. La ayudé como buenamente pude y terminamos, yendo al salón para cenar allí, dejando un poco apartado para Noelia en la cocina. Ya casi acabando, Noelia apareció, yéndose derecha a su habitación sin dar ninguna explicación, ni siquiera dejarnos pedir alguna. Al poco llamaron a la puerta y salió ella rápidamente. Al parecer había pedido algo para cenar, porque se fue a su habitación con una bolsa y olía a comida.

Elena se enderezaba de vez en cuando, sobre todo en esos momentos en los que había movimiento. De nuevo las caras largas sin prestar atención a la tele, quedándose en su mundo. Ya no aguanté más y apagué la tele para llevarla en brazos a la habitación. Se puso el pijama mientras yo me quedaba en boxers y nos metimos en la cama para descansar. Elena tenía que madrugar al día siguiente para empezar una nueva semana de trabajo y necesitaba descansar, por lo que nos fuimos a dormir mientras se oía un ligero murmullo desde la habitación de Noelia. Me esforcé mucho en levantarle el ánimo a Elena con cariñitos, buenas palabras y muchos besos, diciéndole también que tuviera paciencia con su hermana, agradeciéndome ella la manera en la que la trataba para hacerla sentir mejor.

De esa manera entramos en el mes de octubre y pasamos nuestro séptimo aniversario, con ese cambio tan brusco en nuestro estado de ánimo al tener mal rollo con Noelia para pasar todo el fin de semana juntos y tranquilos, acabando con el mismo mal rollo con el que empezamos con Noelia, o incluso peor por mi parte al encontrármela mirándonos. Otro problema que veía y sabía que no podía esquivar era la charla con Maribel acerca de su hija y la situación que teníamos con ella en casa. Lo que me extrañó fue que no dijera nada más en todo el fin de semana desde su llamada, pero rápido saldría de dudas al día siguiente cuando tanto Noelia como Elena se fueron, no sin antes despedirme de mi chica, estando ya más animada. Maribel se presentó en casa a media mañana, interrumpiendo mi rutina de trabajo. Iba bien arreglada y hasta maquillada. Me quedé un poco cortado al verla así y más sin haber avisado de que vendría. No quise empezar la semana de mala manera, así que la hice pasar inmediatamente y le ofrecí un café para relajar el ambiente, ya que la cara que traía no era precisamente amigable.

-Javier, ¿se puede saber qué pasa con mi hija Noelia? -me preguntó directamente.
-Pues nada nuevo, Maribel -respondí con tono conciliador queriendo evitar un posible enfrentamiento.
-Otro... Mi hija me dice que soy muy pesada y que no quiere hablar del tema. ¿Qué ha pasado? Con lo bien que iba la cosa...
-Pasa que tu hija Noelia es muy cabezona y que cuando no tiene lo que quiere pues se enfada y pilla una pataleta. Ya sabes cómo es...

Maribel me miró algo sorprendida, probablemente por la naturalidad con lo que le solté eso para luego decir:

-Ya. Lo sé. Pero algo habrá pasado para que esté así, ¿no?
-Bueno, puede ser. Si es que por algo no quería que se viniera a vivir aquí, Maribel...
-Javier, entiéndeme. Es mi hija pequeña. Necesitaba asegurarme que iba a estar bien. ¿Y quién mejor que vosotros para echarle un ojo?
-Ya, pero...
-¿Creéis que no confío en vosotros? Porque ya me dirás tú si dejaros a mi hija pequeña no es confiar...
-No es eso. La cosa es que nosotros somos una pareja y necesitamos nuestra intimidad. Intimidad que no teníamos antes de estar viviendo juntos.
-Ni que estuvierais todo el día...

Miré a Maribel con cierta incredulidad, levantando una ceja y ella se dio cuenta de que tal vez había respondido de una manera no muy adecuada. De hecho, hasta se le subieron los colores, quedándose en silencio, por lo que yo continué:

-Bueno, eso no viene al caso, pero molesta no poder estar lo a gusto que deberíamos en ese aspecto y tener cuidado de si Noelia anda por aquí o no. Que parece que tenemos una hija. Seguro que a ti te ha pasado esto también. El tema es que bueno...
-¿Qué pasa?
-Vamos a ver, Maribel... Es que no soy yo quien debería hablar esto contigo.
-¿Por qué?
-Porque tiene que ser Noelia. Es cosa suya.
-Pero ella no quiere hacerlo. ¿Me tengo que aguantar sin saber qué es lo que ocurre?
-Pues lo mismo sí.
-Pues no. Quiero saberlo y tú lo sabes.
-¿Y por qué no le preguntas a tu hija Elena?
-Porque ella tampoco va a querer hablar del tema. ¿Crees que no la conozco?
-Y me tengo que comer yo el marrón, ¿no?
-¿Qué más te da? Venga, dímelo.
-Es que estoy viendo que voy a salir escaldado y no me apetece, la verdad.
-Pues de aquí no me voy hasta que no me lo digas. Tú verás.
-Lo que pasa es que... A ver... Precisamente esa intimidad que nosotros pedimos y hemos perdido.
-¿Otra vez con eso? Tampoco pasa nada por estar unos días sin...
-No es por eso.
-¿Entonces?
-Pues que ella tiene envidia.
-¿Envidia? ¿De qué?
-De que Elena y yo podamos... Y ella no.
-No te entiendo.
-Maribel, tu hija quiere divertirse también. Eso es lo que pasa.
-Pero...
-La cosa hoy en día es muy diferente. Ya no es como antes que te juntabas con una persona y era para siempre. Ahora la gente va y viene con varias personas.
-Pero mi hija Noelia...
-Sí, Maribel. Y nos echó en cara que nosotros podamos divertirnos aquí y ella no.
-¿Cómo que aquí?
-Pues que un día se trajo a un chico y tal. Elena y ella discutieron por eso, porque Elena dice que no quiere que se traiga a nadie aquí para eso y que no quiere oírla en el momento. Noelia le echó en cara que nosotros sí que podíamos y tal.
-Pero...
-Y Elena le dijo que somos una pareja. Que ella no tendría problema en dejar que se trajera a su pareja si la tuviera, nosotros lo conociéramos y viéramos que es buena gente. Pero que así no.
-Me estás dejando...
-Si es que es lo de siempre, Maribel. No sé cómo me las apaño para acabar hablando contigo de estas cosas.
-Pero Noelia... ¿Ya...?
-Maribel, es normal. No tengas miedo por eso.
-¿Normal, Javier? ¿Y si se me queda embarazada?
-Bueno, por eso no te preocupes. Noelia es una chica muy lista y sabe lo que hay que hacer.
-¿Y cómo sabes tú eso?
-Porque antes de que se trajera aquí a alguien la pillé con un chico y usaban protección.
-¡Madre mía! -dijo escandalizada.
-¿Ves? Si es que ya te decía yo...
-¿Has visto a mi hija...?
-Fue sin querer. Elena y yo íbamos a cenar fuera, pero se tuvo que quedar trabajando y al volver me los encontré aquí -dije señalando el sofá.

Maribel miraba atónita el sofá, mirándome a mí de la misma manera, pero es lo que quería, enterarse de lo que pasaba, pues lo estaba haciendo pese a mis advertencias.

-Y bueno, Noelia quiere traerse aquí a algún chico para pasarlo bien. Y Elena dice que no, que nuestra casa no es un picadero y que tampoco quiere que se vaya con ningún chico, que hay mucho tonto por ahí. Y pues Noelia se enfadó y tal.
-¿Y tú qué opinas?
-Yo estoy con Elena. Dijo que era lo que harías tú, así que seguro que tiene razón.
-¿Y ahora qué hago yo?
-Ni idea, pero yo poco puedo hacer. ¿Qué le vas a decir?
-¿Yo? Nada. No puedo sacarle el tema. Seguro que se cabrea y se enfada de verdad conmigo. No quiero que lo haga. Pero tampoco quiero que esté así con vosotros.
-Pues ya me dirás qué hacemos.
-No sé. Ya pensaré algo.
-¿Algo más?
-Javier... Parece que te molesta que venga por aquí.
-No es eso, pero es que tengo que trabajar.
-Vale, pues te dejo entonces. Así aprovecho y hago unos recados.
 
Capítulo 305

Me levanté para despedir a Maribel, quien para mi sorpresa me dio dos besos en la puerta, justo antes de salir. La vi montarse en su coche y marcharse de allí mientras me paraba a pensar que no era la primera vez que me sentía atraído por ella, porque era lo que tenía que se pareciera tanto a Elena. De normal no me pasaba tanto, pero cuando iba bien vestida y maquillada despertaba esa atracción en mí que ya había experimentado alguna vez. Lo que me parecía curioso era que no me terminó de pasar en nuestro primer encuentro cuando la conocí en la graduación de Elena y eso que iba de manera muy similar, pero claro, toda la situación disipó esa posible atracción que podía generar en mí, aunque sí que salió a flote ese mismo día al verla desnuda al salir de la ducha y luego con lo que pasó por la noche donde no sabía quién había quedado más cortado.

El resto de la mañana transcurrió con normalidad hasta que llegó la hora de comer, avisándome Elena de que no iba a poder salir porque estaban atareados. Así que me tocó hacerlo solo y para evitar quedarme a solas con Noelia en ese momento decidí irme a comer a un sitio cercano. Estaba bastante seguro de que Noelia empezaría con las suyas y era mi último que quería aguantar. Para mi sorpresa, cuando llegué a casa tras comer, no había nadie. Imaginé que habría comido fuera y que probablemente estaría más fuera de casa que dentro. Quizá estaba empezando a relacionarse con más gente y eso la mantendría distraída. En cualquier caso, me quedé un rato reposando la comida para luego ponerme a trabajar.

Estar tan tranquilo y no tener indicios de ella hizo que se me pasara echar el pestillo de la habitación en la que trabajaba. Oí como entraba en casa al abrir la puerta y como iba a su habitación, yendo después al salón mientras yo seguía a lo mío. Alrededor de media hora después apareció por ahí para entrar y quedarse mirándome.

-¿Qué quieres?
-Joder, qué borde siempre...
-¿Qué esperas después de lo que ha pasado todos estos días, que te reciba con aplausos?
-No estaría mal.
-Claro que sí.
-Quería hablar contigo.
-¿De qué? -pregunté con pesadez.
-Cálmate, ¿vale?
-Contigo, imposible.
-Te pongo demasiado, ¿no?
-Ya sabía yo que ibas a empezar otra vez.
-¿Y qué quieres que haga? No soy de piedra, ¿vale? ¿Qué creías que iba a pasar después de veros así en la bañera?
-Ya, esa es otra.
-No sabes cómo me puse... No pude evitar hacer eso. Me la jugué por si mi hermana se daba la vuelta.
-Ya, otra más.
-Gracias por cubrirme. Creo que a ti también te gustó. Seguro que te dio morbo y te corriste pensando en mí.
-Qué idiota eres, de verdad.
-No seas malo... -dijo acercándose a mí para abrazarme por detrás.
-Déjame tranquilo.
-Es solo un abrazo.
-No quiero ni que me toques.
-Que siiiiiii, que solo tienes ojos para mi hermana, que solo vas a estar con ella y blablabla...
-¿Me puedes soltar?
-Solo un momentito.
-Va, déjame.
-Es solo un abrazo. No te estoy haciendo nada más. Podría hacerte esto... -dijo pasando su mano por mi paquete.
-Ya -dije dándole un manotazo para apartarle la mano.
-O esto -dijo pasando su mano por mi cara.

Me pilló desprevenido eso, y más aún el olor a coño que desprendía, pero aun así le di otro manotazo, medio empujándola para que se apartara de mí.

-¿Qué coño haces?
-Me he tocado antes pensando en ti. Por eso huele así. ¿Te gusta?
-Eres una guarra.
-Mmm, sí. Dime esas cosas. Me pone muy perra.
-Me tienes...
-Sí, hasta los cojones. Lo sé. Esos mismos cojones que te quiero comer. ¿Me dejas?
-No.
-Vaya...
-¿Te das cuenta de lo que estás haciendo? Esto es acoso.
-Que sí, que sí. Si me follaras, te dejaría en paz.
-Mentira. Querrías más. Así es como funcionáis la gente como tú.

Noelia se acercó con intención de querer hacer algo, pero yo la paraba, o al menos lo intentaba.

-Va, que llevo sin echar un polvo desde el otro día que me oíste. ¿Te gustó?
-¿Te puedes ir a tomar por culo?
-Prefiero que me lo folles. ¿Quieres?
-¡Qué me dejes, coño!

Noelia se acercó para restregarme otra vez la mano por la cara, llegándome el mismo olor de antes. Después salió corriendo riendo como una niña traviesa. Me froté la cara y salí detrás de ella pocos segundos después para encontrármela en el salón tumbada sobre el sofá, desnuda y despatarrada, tocándose lentamente mientras con la otra mano me hacía señas con su dedo para que me acercara. Me di media vuelta y fui al baño para lavarme la cara y volver a la habitación en la que trabajaba para encerrarme. Noelia se quejó con un sonido extraño cuando me fui, pero bastante circo había montado ya como para seguirle el juego. A veces me sentía muy estúpido por ser tan permisivo con ella, pero no paraba por mucho que se lo dijera.

Ya por la noche, Elena sí que cenó en casa, yendo yo a por ella antes sin mediar palabra con Noelia pese a haberse acercado a la habitación un par de veces, llamando y pidiéndome que le dejara pasar. Preparamos algo rápido de cenar, porque Elena estaba reventada y cenamos en el salón, sumándose Noelia a nosotros. Elena estaba tan cansada que no le echó cuenta ni se dio cuenta de las miradas que me echa a su hermana. De lo que sí se dio cuenta fue del respingo que pegué, llegando a mover la mesa incluso cuando Noelia me rozó la pierna con su pie de manera provocativa. Me preguntó qué me pasaba, pero yo le puse una excusa, levantándome inmediatamente para empezar a recoger la mesa. En cuanto se quedó todo recogido cogí a Elena en brazos y la llevé a la habitación para irnos a dormir, pero quería agua, por lo que tuve que ir a la cocina a por ella. Allí me encontré a Noelia.

-Hoy no hay polvo. Mi hermana tiene poco aguante -susurró.

No le hice caso, cogiendo la botella de agua para salir de allí, pero ella siguió.

-Conmigo no tendrías ese problema. Yo podría follar todos los días contigo. Y también me refiero al otro aguante. Yo no necesito tanto para recuperarme -dijo guiñándome un ojo.

La miré con gesto serio, negando con la cabeza mientras ella sonreía de manera burlona. Me fui con Elena y me acosté a su lado para dormirse al poco, queriendo sacar lo ocurrido con Noelia ese día de mi cabeza, por lo que a mí me costó más dormirme.

El día siguiente fue en gran medida un calco de aquel, con Elena estando más ausente por su trabajo, sin venir a comer tampoco. Yo sí que optaba por salir a comer fuera para así evitar coincidir en ese momento con Noelia, quien no paraba de venir a la habitación donde trabajaba para llamar a la puerta preguntando qué hacía y pidiéndome que le dejara entrar. Yo hacía como si no estuviera, pero era algo bastante molesto. Solo coincidimos para la cena, como el día anterior, pero esta vez fui más precavido y me puse lejos de su alcance para que no hiciera de nuevo lo de acariciarme con su pie. En esta ocasión, Elena sí que le preguntó cómo iba la cosa en la universidad y Noelia, quedándose callada y mirándola durante unos segundos, acabó respondiendo de manera breve. Como no estaba por la labor de entablar conversación, Elena se puso a preguntarme cosas a mí acerca de mí trabajo. Yo le empecé a responder y Noelia se levantó sin ni siquiera recoger lo suyo para encerrarse en su habitación una vez acabó de cenar.

Entre Elena y yo recogimos aquello y nos sentamos un poco en el sofá para reposar la cena y ver la tele. La veía tan mona con su carita de cansada que tenía pocas ganas yo de ver la televisión, escurriéndome para besarla por su cuello y pecho. Ella reía de manera encantadora, pero no me seguía el juego, al parecer no tenía ganas de nada. Intenté ir un poco más allá al empezar a jugar con ella, tocándole un poco, y ella lo recibía bien, con una sonrisa muy bonita y un gesto muy tierno, pero seguía sin participar en el juego. Como ya tampoco ella le prestaba atención a la televisión, opté por apagarla y cargar con ella hasta la habitación. Elena estaba muy risueña y mimosa, haciendo soniditos como si fuera una niña pequeña. Al llegar a la cama nos tumbamos y ella se echó sobre mí. Yo seguía con ganas, por lo que empecé a acariciarla, pero ella se puso boca abajo. Empecé a rascarle la espalda, cosa que le encantaba, demostrándolo ella con sonidos placenteros. Yo acompañaba aquello dándole algunos besos por la cara y por el hombro. Después de unos minutos rascándole la espalda empecé a bajar para acabar con la mano dentro de su pantalón y braguitas, acariciándole un cachete del culo.

-Javi, me encantaría, pero es que no puedo más. Estoy muy cansada y con esto que me acabas de hacer me ha entrado mucho sueño.
-Sí, perdona. Es que tenía muchas ganas y bueno... Lo siento.
-No tienes nada que sentir, mi amor. Es normal. No te preocupes, pero es que no puedo. A ver si en los próximos días no estoy tan cansada y podemos pasar una buena noche.
-Vale, descansa, mi vida -dije dándole un beso en la frente.
-Buenas noches.

Elena cayó dormida en cuando dijo esas palabras. Ni un minuto pasó. Lejos de enfadarme o no sentarme bien el no poder hacer nada, estaba bastante contento por lo cariñosa que era. Era normal que no tuviera ganas. Si solo había que ver la cara con la que venía, que se le entornaban los ojos en mitad de la cena. Era muy trabajadora y necesitaba descansar, por eso no había problema. Sin embargo, no podía dormir, porque me puse a darle vueltas al tema de Noelia. De momento estaba aguantando bien la situación, pero también era verdad que solo llevábamos así 2 días, literalmente.
 
Capítulo 306

Al día siguiente sí que pasó algo más fuera de lo normal en aquella rutina y es que a media tarde, Noelia llamó con insistencia a la puerta, siguiendo yo sin hacerle caso, pero entonces fue cuando me dijo que había una chica que preguntaba por mí en la puerta. De primeras no la creí, porque pensaba que era otra de las suyas para hacerme abrir la puerta y así poder empezar con su numerito, pero su insistencia hizo que saliera, echando a andar hacia la puerta sin dejar que se me acercara o me dijera nada más. Efectivamente en la puerta había una chica, porque me encontré a Sofía allí esperando y la hice pasar después de saludarnos y darnos dos besos. Fuimos al salón y fui a la cocina para hacer un poco de café y sentarme con ella.

-¿Qué haces por aquí?
-Pues que tenía un viajecito, ya sabes. Y como me pillaba de camino pues he pensado en venir a verte.
-Ah, vale.
-Oye, ¿esa es la hermana de Elena?
-Sí.
-Me he quedado un poco pillada, porque se parecen un montón y estaba como flipando. Hasta había pensado que Elena se había dejado el pelo largo y se había puesto morena. Pero es imposible, si solo han pasado unos días.
-Pues no, jajaja. Es su hermana. Elena está trabajando y su hermana vive aquí con nosotros porque va a la universidad de aquí.
-Ya, ya lo sé. ¿Y cómo va la cosa?
-Bueno, ahí vamos.
-Huy... No suenas muy convencido.
-Es que la niña...
-Ya me ha contado Irene. Que la semana que estuvisteis en la playa se portó regular.
-Sí. Mejor ni comentarlo.
-¿Está en ese plan otra vez? -susurró.

Asentí con la cabeza sin llegar a responder con palabras.

-Entonces con ella aquí a lo mejor estáis también un poco a pan y agua, ¿no?
-Más o menos. Ya sabes cómo es Elena.
-Pues vaya... Y yo que quería pediros un huequecito en la cama... Desde lo que hicimos no paro de pensar en eso. Lo disfruté mucho y me gustaría volver a hacerlo. Lo que más me gustó fue...

No dejé que siguiera al hacerle una señal de que se callara. No quería que Noelia se enterara de nada de aquello y Sofía lo entendió, por lo que acabamos cambiando de tema, hablando sobre el trabajo, llevándola a la habitación en la que lo hacía para enseñarle cómo lo hacía yo. Me dijo que le trajo recuerdos y que había muchas veces que echaba de menos aquello y que no eran pocas las veces que se cuestionaba si prefería haberse quedado como estaba en lugar de ascender, porque había periodos muy estresantes y con el trabajo que tenía yo, ella tenía mucha más libertad, recalcando que eso era lo que más echaba de menos.

Tras un rato más de charla, Sofía se despidió de mí con dos besos y un abrazo, marchándose. Antes de que pudiera volver al trabajo me encontré a Noelia en el pasillo, frente a la puerta de la habitación a la que iba.

-¿Esa es tu jefa?
-Sí -dije intentando entrar a la habitación.
-Es más impresionante de lo que vi en las fotos.
-¿Sí? Bueno. ¿Me dejas pasar? Tengo que trabajar.
-¿Has hecho algo con ella?
-¿Y este interrogatorio?
-Aprovecho para hablar contigo cuando puedo, porque como no me dejas y como cuando está mi hermana no podemos...
-No me canses, va.
-Respóndeme, joder.
-¿Qué es lo que quieres?
-Que me digas si has hecho algo con ella. ¿Habéis follado? ¿Te la ha chupado o hecho una paja?
-Que no.
-Ya... Pues con Irene me dijiste que sí que habíais hecho cosas.
-Lo dije para que me dejaras en paz.
-Una mierda.
-Vale. ¿Algo más?
-¡Qué no me trates así! -dijo dándome un manotazo- No soy estúpida. ¿Te crees que no me di cuenta de cómo hicisteis algo en la playa cuando llegamos? Todos os comportabais de manera rara, sobre todo Irene.
-Que sí, Noelia. Lo que tú digas.
-¡Qué te calles! -dijo dándome otro manotazo- Sabes que me revienta que me hables y me trates así.
-¿Y tú? ¿Sabes cómo estoy ya de ti?
-Es que si me dejaras... Pero es que eres gilipollas.
-Ajá. ¿Qué más?
-Un calzonazos y un perrito faldero.
-Eso ya me lo has dicho. Cambia el repertorio.
-Imbécil. Además, os he oído un poco.
-Ah, es verdad, que lo que más te gusta es espiar. Se me olvidaba.
-Pues no. Pero como no me dices nada, pues me tengo que buscar la vida.
-Lo que tienes que hacer es vivir tu vida y dejarnos tranquilos a los demás. No es tan difícil.
-Pues sí que lo es, porque te has portado como un cabrón conmigo, poniéndome la miel en los labios y quitándomela en el último momento.
-Mala suerte.
-Pues no. ¿Qué habéis hecho con ella?
-Me la he follado. La he reventado como te dije a ti que te haría. Gritaba como una perra y fue la ostia. ¿Te quedas más tranquila así?
-Mentiroso.
-¿En qué quedamos?
-Quedamos en que me ibas a follar. Y no lo has hecho.
-Mala suerte.

Noelia me miraba con una cara sulfurada. Hasta podía ver cómo le vibraban los ojos del enfado que tenía, arrugando su nariz también.

-¿No tienes que estudiar o algo? -dije empujándola ligeramente con un brazo para poder pasar.

Entonces Noelia entró como en una especie de ataque de ira, empezando a darme manotazos, insultándome también. Tan enfadada se puso que tuve que agarrarla de las muñecas para que parara de pegarme, porque ya me estaba empezando a hacer daño.

-¿Vas a parar?
-No.
-Pues no te voy a soltar hasta que te tranquilices.
-Fóllame.
-No.
-Sí.
-Te he dicho que no. Y para ya -dije apretando sus muñecas.
-Lo estás deseando.
-No.
-Entonces, ¿por qué me follaste ese día?
-Porque fui un gilipollas y no supe controlarme. Has sido el error más grande de mi vida.
-Hijo de puta -susurró.
-¿Te vas a calmar? -dije a los pocos segundos- Si me vuelves a pegar te voy a tener que volver a agarrar.
-¿Por qué no me agarras de las caderas mientras me empotras en mi cama?
-Estás loca. No paras con lo mismo. Estás todo el día pensando en eso.
-No lo haría si me dieras lo que quiero. Lo tenemos tan fácil...
-Noelia, no hay nada que puedas hacer para que cambie de opinión. ¿No te das cuenta? Es imposible que entre tú y yo pase nada de eso. Deberías olvidarte de todo esto y empezar a conocer a gente para poder encontrar algo que busques de verdad. No te vendría mal encontrar una persona con la que puedas tener algo tan bonito como lo que tenemos tu hermana y yo -dije soltándola finalmente.

Noelia se quedó mirándome ya sin parecer estar enfadada, momento que aproveché para entrar a la habitación y cerrar la puerta echando el pestillo. No volví a oírla en toda la tarde. Tan solo como iba de un lugar a otro, pero sin pegar portazos ni decir nada. Yo mientras tanto, me tumbé un poco en el sofá que tenía ahí poniéndome música para tranquilizarme después de otro momento desagradable más. A la vez que me relajaba me puse a pensar en lo extraño que me parecía que no fuera ya tanto a casa de Arantxa o que ella no viniera por casa. Tal vez se habían pelado, o tal vez cada una estuviera más ocupada con sus cosas de clase, aunque creí escuchar alguna vez que iban a estudiar juntas. Tampoco le di muchas vueltas, porque no me importaba tanto y tenía que seguir trabajando.

Así se me pasó el resto de la tarde hasta que fui a por Elena a su hora de salida, aunque se demoró unos cuantos minutos, pero al final salió sin problema y sin rastro de Yolanda para mi suerte. Nada más entrar al coche sopló como si estuviera aliviada. Le estaba costando acostumbrarse a ese ritmo de trabajo. Para hacérselo más llevadero, le hice algunos mimitos de los que tanto le gustaban y dije de cenar fuera. Le pareció buena idea y nos fuimos a un restaurante cercano para cenar después de que Elena le pusiera un mensaje a su hermana avisándola de que no íbamos a ir para que se preparara o pidiera algo.

En el restaurante echamos un buen rato en el que nos pudimos poner al día de nuestros trabajos, comentando lo nuevo que nos llegaba y como le iba a ella con los compañeros. Era algo muy necesario esos momentos a solas, porque con Noelia en casa pocos eran aquellos momentos en los que Elena y yo podíamos hablar tranquilamente, sobre todo por la mía por todo lo que arrastraba. Estábamos tan a gusto y se comía tan bien ahí que estuvimos más tiempo del que solíamos estar cuando salíamos a cenar, pero es que la compañía y el ambiente tan agradable del sitio hacía que no te quisieras ir de allí. Pero evidentemente no íbamos a estar allí toda la noche, por lo que cuando acabamos nos fuimos a casa. Ese momento de tranquilidad que echamos en el restaurante se quedó allí, porque nada más llegar y abrir la puerta pudimos oír gemidos provenientes de la habitación de Noelia.

Elena se quedó quieta frente a la puerta, negando con la cabeza. No se movía y hacía como amagos de darse la vuelta, como si quisiera salir de allí. Yo no hubiera tenido ningún problema en irnos de allí, porque sabía que eso jodía mucho a Elena. Además de decirle a su hermana que no quería que su casa fuera un picadero para ella, oírla en esos momentos era algo que la incomodaba mucho. Pero el problema era que ya era tarde y al día siguiente tenía que madrugar, por lo que decidió seguir andando hasta nuestra habitación. Al pasar por la habitación de Noelia, Elena se detuvo frente a la puerta, con la intención de llamar. La veía muy enfadada. Yo opté por seguir hasta la habitación para desnudarme y meterme en la cama. Al poco acudió Elena después de pasar por el baño para quitarse el ligero maquillaje que se ponía de vez en cuando para ir al trabajo mientras los gemidos de Noelia se oían constantemente, con alguno de un chico entre ellos. Sabía cómo se ponía mi chica en esas situaciones, aprendiendo que lo mejor era no sacar el tema, de hecho, hasta evitaba hablar porque tendía a hablar de eso y su enfado era tan grande que casi que la tomaba conmigo también. Me acosté y ella lo hizo también en cuanto entró a la habitación, haciéndolo de lado dándome la espalda. Yo la arropé bien y la abracé por detrás sin decirle nada, aunque me apetecía decirle que tuviera paciencia y que ya hablaría yo con ella, pero ni quería hacer eso último ni quería que la tomara conmigo por algo que no había hecho yo, así que me quedé en silencio.

Tuvimos que aguantar el recital durante unos 20 minutos más hasta que tras un largo gemido de Noelia todo se quedó en silencio. Elena se movía de manera nerviosa, obligándome a deshacer el abrazo que le estaba dando. Afortunadamente se durmió a los 10 minutos de aquello. Yo tardé algo más al pensar en la situación, preguntándome si volveríamos a tener una conversación desagradable como la que ya habíamos tenido con Noelia por este mismo tema. Yo estaba ya cansado de la situación y cada vez que intervenía para ayudar salía escaldado, por lo que en principio pensé en mantenerme al margen si ellas lo hablaban. También me jodía como se ponía Elena por culpa de su hermana, aunque a esas edades uno se deja llevar y poco importa lo que te digan los demás, pero debería haber sido más considerada y al menos haberse asegurado de que ninguno de los dos estábamos por casa para hacer eso. Otra cosa que me molestó fue el jodernos el momento a nosotros, porque Elena parecía más receptiva esa noche, estando más animada y menos cansada respecto a días anteriores. Era algo que suponía al verla tan activa durante la cena, por eso tenía ganas de llegar a casa, para poder tener sexo, aunque fuera de forma más comedida por la presencia de Noelia, pero no pudo ser.
 
Capítulo 307

Para mi sorpresa, durante los siguientes días no tuvo lugar aquella conversación desagradable entre las dos. Pero eso no significa que la situación por casa fuera la mejor. De hecho, no lo era. Noelia se mantenía como era usual en ella últimamente, teniendo el contacto justo con nosotros dos cuando su hermana estaba presente, sin hablar ya de nada cuando coincidíamos en la comida o en la cena, algo que era raro, porque se aislaba mucho. Lo que más me preocupaba era el comportamiento de Elena, quien no hablaba tampoco con su hermana. Normalmente ella intentaba entablar conversación con ella, pero a raíz de esa situación, ya no lo hacía. Y también era algo que me afectaba directamente a mí, ya que Elena estaba más crispada en general por esa situación y por el estrés del trabajo, por lo que estaba como más reacia a todo, sumándole a eso la falta de sexo que teníamos, algo que ya me estaba empezando a afectar también, ya que eran varios los días que llevamos sin hacer nada cuando lo normal era hacer algo todos los días prácticamente. Noelia seguía en su línea conmigo cuando su hermana no estaba en casa, así que todas las tardes me tocaba aguantar sus tonterías y provocaciones. Aquello me hizo adoptar la rutina de encerrarme en mi puesto de trabajo, cogiendo todo lo necesario para no salir de allí en toda la tarde, aunque como es normal, tenía que salir para ir al baño, momentos que Noelia aprovechaba para hacer de las suyas, como colarse en el baño con una risita para vérmela, por ejemplo.

En una de nuestras discusiones donde le decía que me dejara en paz, le insinué que se fuera con su amiga Arantxa. Fue algo que no le sentó muy bien, contestándome ella diciendo que ahora estaba muy ocupada porque se había hecho muy amiga de un par de chicas de su clase y ya no quedaba tanto con ella. Al decirme eso, yo le repliqué preguntándole si ella no había hecho amigas para hacer lo mismo, pero se quedó callada, dando media vuelta y yéndose al salón. Eso no hizo más que reafirmar que nadie la aguantaba, ni siquiera su amiga con la que tan buenas migas había hecho. Ese mismo día, antes de ir a por Elena ya cuando salía por la tarde, me acerqué a casa de nuestras vecinas para ver si podía hablar con Arantxa. Tuve suerte, porque fue ella misma la que me abrió la puerta.

-Hola, ¿qué pasa? -me preguntó.
-Hola, Arantxa. Mira, es por Noelia.
-¿Qué sucede?
-Pues que parece que ya no quedáis tanto, ¿no? Ya no te veo por casa y ella tampoco sale mucho.
-Ah... Es que, bueno... Dice que está muy ocupada y que no tiene tiempo ya.
-¿En serio?
-Sí, ¿por? -preguntó extrañada.
-Mmm, porque no es lo que me ha dicho ella.
-Ah, ¿no? -volvió a preguntar extrañada.
-Pues no. Ha salido el tema y dice que es que ahora pasas más tiempo con unas amigas de clase y que ya no puedes quedar tanto.
-Bueno, sí. Paso tiempo con ellas, lo normal, vamos. Vamos a las mismas clases y nos ayudamos para hacer buenos apuntes, para ir organizando trabajos y planificar el estudio de los exámenes. Pero que yo le he dicho de quedar a ella varias veces y era ella la que me decía que no.
-Mmm, pues no es lo que me ha dicho ella.
-Pues no sé. ¿Le pasa algo?
-Bueno, está un poco rebelde, pero nada más.
-Ah... Por lo que me has dicho creía que estaba enfadada conmigo.
-¿Habéis discutido?
-Qué va. Para nada.
-Vale. Pues... Te quiero pedir un favor.
-Dime.
-Que le insistas para que paséis más tiempo juntas. Parece que no ha hecho amigas aún en clase y está muy sola.
-Tampoco quiero ser una pesada.
-Ya, lo imagino. Pero es que ella es así. Es muy cerrada a veces y necesita un poco de insistencia.
-Vale.
-Si ves algo raro en ella, ¿me lo puedes contar?
-Mmm, sí. A ver si se anima y tal.
-Vale, gracias.

Nos despedimos y fui a recoger a Elena mientras por el camino pensaba en la incongruencia entre ambas versiones. Lo único que se me ocurría era que Noelia quería estar en casa por la tarde sin que hubiera nadie más para seguir intentando algo conmigo con la esperanza de que algún día lo conseguiría, pero eso sonaba muy presuntuoso y no me quería dar más importancia de la que tenía. Solo esperaba que la cosa volviera a ser la de antes, ya que cuando pasaba más tiempo con Arantxa, la veía más relajada y a otra cosa que encima de mí todo el tiempo.

La cosa siguió igual, acentuándose aún más el fin de semana, ya que Noelia decidió no irse a su casa y permanecer en casa. El sábado no salió de su habitación en todo el día mientras Elena y yo hacíamos vida normal en el salón, con ella ultimando algunas cosas del trabajo en su portátil, sentada con las piernas cruzadas en el sofá mientras tecleaba, estando preciosa con sus moñetes. Pareció tranquilizarse y más cuando le hacía mimitos, como rascarle la espalda mientras hacía sus cosas, por lo que parecía que ese día sí que iba a hacer diversión, aunque con Noelia por allí, hasta la noche seguramente no habría nada.

Y efectivamente así fue cuando antes de cenar, Noelia salió de casa aparentemente bien vestida y maquillada. No teníamos ni idea de que iba a hacer, pero al parecer íbamos a tener intimidad y queríamos aprovechar. Empezamos por preparar la cena juntos para poder disfrutar de momentos a solas, yendo después a la cama para empezar a besarnos. A pesar de las ganas que tenía yo por obvias razones, Elena controlaba la situación, apartando mis manos de su cuerpo entre risitas cuando la buscaba por sus zonas más sexuales. Estuvimos un buen rato jugando, con ella escurriéndose por mi cuerpo entre besos para empezar a chupármela. Lo hacía de muerte, como siempre, pero yo también quería jugar con ella, por lo que se lo dije en varias ocasiones, pero ella no me hacía caso, chupando cada vez con más ganas. Si seguía así me iba a correr rápido por llevar varios días sin hacer nada y la manera en que lo estaba haciendo, por lo que le pedía que parara, diciéndole también que yo quería darle placer a ella de esa manera.

-Esta noche mando yo -dijo con voz sensual para retomar la mamada.

Eso me encendió bastante, por lo que le acabé corriendo en su boca, gimiendo ella con tono de aprobación, siguiendo hasta que paré de correrme para exprimirme bien. Después echó su cabeza sobre mi muslo mientras seguía moviendo su mano a lo largo de mi polla de manera muy lenta y suave, esperando a que me recuperara. Tras un par de minutos le pedí que me dejara comérselo. Ella rio y se puso tumbada boca arriba para dejarme hacerlo. Empecé de manera cariñosa, con besos por sus caderas y su pubis, pero es que tenía tantas ganas que no pude remediar empezar a comérselo, y no de manera suave, sino que lo hacía rápidamente, dando buenos lametones y succiones que hacían que Elena se estremeciera, pasando a reírse por verme así de encendido. La diferencia entre el sexo oral que nos dimos fue que yo sí que paré cuando ella me lo dijo, aunque no quería hacerlo. Esa noche estaba muy mandona y quería que todo fuera como ella quisiera.

Empezamos a bromear con aquello, preguntándole yo quien mandaba en la cama y ella, lejos de ceder, plantaba cara diciendo que ella era quién mandaba en la cama. De hecho, hasta me ordenó de manera firme que me pusiera sobre ella para que se la empezara a meter, empezando así a follar en un misionero. Yo tenía muchas ganas, por lo que empecé a follarla de manera rápida, pero ella me detuvo, mandándome que lo hiciera lentamente. Sentir su humedad me excitó sobremanera, ya que conforme más nos rozábamos, más lubricaba y más cachonda se ponía. Me notaba calor por la cara al tenerla así boca arriba con las piernas bien abiertas y levantadas mientras yo se la clavaba, por lo que a veces daba alguna fuerte embestida o aceleraba el ritmo. Elena apretaba sus piernas para mantenerme dentro de ella sin dejarme moverme hasta que me tranquilizara para que después retomara el ritmo lento.

Después de estar así durante varios minutos, pudimos oír la puerta de la calle. Noelia había llegado y al parecer no lo había hecho sola, porque tras unos minutos y algunos murmullos empezamos a oír como gemía. Paré de follar a Elena en cuanto oímos como su hermana recibía al chico, expresándole de manera tan sonora. Mi chica puso los ojos en blanco, apartándome de ella para que le sacara mi polla. Me quedé un poco desconcertado, tumbado de lado en la cama a la espera de qué quería Elena, pero no hacía nada, permaneciendo con sus ojos cerrados. Yo seguía con muchas ganas y, en lugar de pensar con la cabeza fría tratando de entender cómo se sentía Elena, me dejé llevar por mis ganas, poniéndome sobre ella para besarla. De primeras no hizo nada, pero sí que reaccionó cuando restregué mi glande con su rajita mientras se seguía oyendo a su hermana gemir como una perra.

-¿Qué haces? -dijo de manera seria, apartándome de ella con su brazo.
-Elena, tengo un calentón muy grande y llevamos toda la semana sin follar, no me jodas.
-No te puedo creer. Sabes cómo me pongo con esto, ¿y me sales así?

No me dejó ni responderle, porque se puso de lado dándome la espalda. Se había enfadado, y no poco. Y llevaba razón, solo que yo me dejé llevar por las ganas que tenía. Estaba enfadado, porque Noelia ya no solo me había jodido poder follar tranquilamente con mi chica, sino que también estaba empezando a provocar discusiones entre Elena y yo. Una vez en frío era consciente de que la culpa de haber querido seguir era mía, pero era por culpa de Noelia que lleváramos una semana sin poder follar y que a Elena se le fueran las ganas por completo al oírla con alguien en su habitación, cosa que le había prohibido en varias ocasiones, aunque ella lo seguía haciendo igual; era algo que me tocaba la moral. Intenté tranquilizarme, y conseguí hacerlo un poco, pero había otra cosa que no se tranquilizaba, tanto por el calentón al quedarme a medias, como por estar oyendo a Noelia follar y gemir como pocas veces había hecho. Al buen rato de ver que aquello no bajaba, decidí ponerme un pantalón e ir al baño para hacerme una paja y descargar, que quedarse con todo eso ahí tampoco es bueno y llega a ser hasta doloroso. Después me di una ducha para relajarme más aún e ir a dormir. Para entonces ya estaba todo en silencio, encontrándome también a Elena vestida con su pijama y arropada. Me tumbé junto a ella con ganas de abrazarla por detrás, pero tampoco quería que malentendiera aquello, por lo que opté por quedarme boca arriba, durmiéndome al poco.

El domingo me desperté al oír un grito a lo lejos, para después oír murmullo en la habitación de Noelia, con alguna risa, por lo que imaginé que no era nada. Tras eso, oí la puerta de la calle, imaginando que aquel chico ya se había marchado. Lo que vino después era algo de esperar, pues Elena y Noelia se pusieron a discutir, sin llegar a saber yo exactamente dónde estaban. Decidí seguir con lo pensado de no intervenir entre ellas, porque al final yo era el que peor salía de aquellas. La cosa fue que empezaron a hablar muy fuerte, eran chillidos lo que emitían, llegando un punto en el que oí como se rompía algo. Me levanté rápidamente, dándome cuenta que estaban en la cocina. Justo cuando llegué me las encontré hablando tal cual las estaba oyendo desde la cama, con Noelia muy roja del cabreo que tenía.

Y sin que no lo esperara, Noelia levantó la mano para empezar a darle manotazos a su hermana Elena, quien tampoco lo esperaba, aunque sí que pudo reaccionar a tiempo para defenderse. En cuanto vi eso, cogí del brazo a Noelia para sacarla de la cocina y que dejara a su hermana en paz, llevándola a su habitación, metiéndola a la fuerza porque se resistía. Le eché una mirada que ni se atrevió a decirme nada. Cerré su puerta y fui a la cocina, donde estaba Elena sentada en una de las sillas que había junto a la mesa, tapándose la cara con ambas manos y llorando. Yo pasé como pude tratando no cortarme con los pedazos del plato que se había roto. La abracé con fuerza, apartando ella sus manos de su cara para devolverme el abrazo. Qué mal cuerpo se me ponía al verla llorar así. Era algo que me podía.

Tras unos minutos pude consolarla, cogiéndola en brazos para llevarla de nuevo a la habitación, quedándome con ella hasta que se relajó, diciéndole que iba a la cocina a recoger lo que se había roto y de paso a hacer algo para desayunar. Por suerte no me encontré a Noelia, porque a saber qué le hubiera dicho, porque estaba seguro al 100% de que la discusión había empezado por su culpa. Una vez recogí el estropicio que se lio e hice algo rápido para desayunar los dos, volví a la habitación con una bandeja con todo. La vi sentada en la cama con la espalda apoyada en el cabecero, aún con su llanto, dando bocanadas de aire como si tuviera hipo. Se me hacía muy mona verla así como una niña pequeña, pero es que me podía verla llorar y se me ponía muy mal cuerpo. Me senté junto a ella y después de un buen rato de mimitos y buenas palabras conseguí consolarla para que desayunara algo, aunque decía que no le entraba nada y que no tenía hambre.

Cuando acabamos de desayunar se quedó abrazada a mí, estando ya ambos tumbados, pero era algo diferente a nuestra postura cuando estábamos así, ya que Elena se abrazaba a mí con mucha fuerza. Con uno de sus brazos cruzaba mi pecho hasta llegar a uno de mis costados, apretándome contra ella mientras que enlazaba sus dos piernas con una de las mías. Parecía tener miedo a que me fuera, pero eso era algo que no iba a pasar. No sabía por qué me abrazaba de esa manera como si la cosa fuera conmigo o si hubiéramos discutido, pero desde luego no me iba a quejar por tenerla así. Estábamos los dos en silencio, con ella con sus ojos cerrados, poniendo morritos como a veces hacía cuando dormía, pero estaba despierta. En esos momentos me puse a pensar en la situación que había tenido con Noelia, donde no llegué a escuchar mucho de la conversación de primeras, solo ya cuando me acerqué, estando Elena echándole en cara que ya no ayudaba en casa para colmo, preguntándole también si se creía que éramos sus criados. Imaginaba que ya le habría echado el rapapolvo por hacerse traído otro chico a casa, por lo que supuse que eso había sido la gota que colmó el vaso para que Noelia reaccionara así. Y eso fue lo que me preocupó de verdad.

Nunca la había visto así y aquello me hizo decidir zanjar el asunto de manera tajante, pero más aún me decidí cuando Elena se volvió a echar a llorar diciendo lo que echaba de menos a la Noelia que jugaba con ella todo el día antes de que se fuera a la universidad. La tranquilicé de nuevo y la llevé a la ducha para que se relajara. Mientras ella estaba allí, pensé si quedarnos en casa o que hacer, pero no veía bien estar allí si Noelia también lo estaba, por lo que pensé en improvisar algo para aquel día y pasarlo por completo fuera y ya Noelia que hiciera lo que quisiera, que ya era mayorcita y no se merecía que estuviéramos pendiente de ella para la comida después de lo que había hecho. Que espabilara.
 
Capítulo 308

Una vez Elena acabó de ducharse, la llevé a la habitación en brazos como si fuera una niña pequeña y le saqué ropa, aunque ella me preguntó qué hacía, guardando esa ropa y sacando otra. Al parecer mi gusto para vestir a una chica no era el mejor, pero por lo menos le arranqué una pequeña risa. Nos vestimos mientras ella me preguntaba qué íbamos a hacer, respondiéndole yo que era una sorpresa, porque en realidad no tenía ni idea de qué hacer. Salimos de casa cuanto antes para evitar cualquier posible situación similar. De primeras pensé en aprovechar el buen tiempo otoñal para dar un paseo por el barrio, parándonos en un parque en el que había bastantes niños y un grupo de mimos y cuentacuentos que se encargaban de entretenernos para ver aquello un rato. Eso pareció distraerla, por lo que pensé en quedarnos un rato más, pero el número acabó rápido. Seguimos paseando y después cogimos el coche para ir a comer a un restaurante. Ya conocía algunos y opté por ir a uno bueno. Un día es un día y aquel había que aprovechar para levantar el ánimo. Fue un buen rato el que echamos, aunque los silencios eran largos a veces. Elena estaba más animada, pero era imposible quitarle lo pasado en casa de la cabeza.

Después de la comida fuimos al centro comercial más grande de la ciudad para ver algunas tiendas y que se distrajera, pero Elena no era una chica que se entretuviera mucho con eso. De vez en cuando echaba un ojo, pero no era algo pesado. Así que al final acabamos en el cine para vernos dos películas y así echar toda la tarde. Durante el visionado de ambas películas Elena estaba echada sobre uno de mis brazos, agarrándolo con sus dos manos, con gesto similar al que había tenido en casa, abrazándose de manera casi exagerada, como si me fueran a apartar de ella. Yo le daba de vez en cuando un beso en la cabeza y ella como respuesta apretaba aquel abrazo. Estaba muy mona, pero no me gustaba nada verla así de triste. Cuando acabaron las películas, cenamos en aquel centro comercial, en uno que tenía una pequeña bolera dentro, pero ya era algo tarde para nosotros, por lo que de ver cómo jugaba la gente no pasamos. Cenamos y regresamos a casa, aparcando en la misma puerta. Cuando apagué el motor y saqué las llaves del contacto con intención de abrir la puerta para bajarme, Elena me detuvo.

-¿Qué pasa, mi vida?
-Nada. Solo te quería dar las gracias.
-¿Por?
-Por cuidarme así. Es algo muy bonito, ¿sabes?
-Anda, no digas tonterías.
-Va en serio. No es la primera vez que lo haces. ¿Crees que no recuerdo cuando pasó algo parecido a lo de hoy y me llevaste a ver un pueblo muy cercano? Era precioso, pero no tanto como tú.
-Am... -dije algo cortado por sus palabras y la forma tan sentida que tuvo de decirlas.
-¿Te cuento un secreto?
-Claro. Dime.
-A veces pienso que mi abuelo te ha mandado para que cuides de mí.
-¿Pero qué dices Elena?
-Lo digo de verdad. Creo que él me cuida desde allí de esta manera. Es como si después de su muerte, después de lo que pasó entre mis padres y lo de Alejandro te hubiera puesto en mi vida para arreglar todo eso. Así lo siento yo -dijo con los ojos vidriosos.

No pude decir nada como respuesta a aquello. Se me puso un nudo muy grande en la garganta que me impedía articular palabra. De hecho, ni siquiera lo pude contener, porque se me cayeron dos lagrimones.

-No llores -dijo con voz dulce, poniéndose de rodillas sobre su asiento para acercarse a mí y besarme tras poner sus manos en mi cara.

Después de unos minutos me pude tranquilizar, respirando hondo y pasándoseme la llorera.

-Lo siento.
-¿Por?
-Por lo de anoche. Se te quitaron las ganas y yo me empeñé en seguir.
-No pasa nada.
-Sí pasa. No fui muy considerado.
-No importa, de verdad. Entiendo que quisieras seguir. Llevábamos varios días sin hacer nada y después de haber empezado, cortar ahí fue muy desafortunado.
-Ya, pero...
-Javi, de verdad. Para. ¿Crees que con lo que has hecho hoy por mí tengo algo que echarte en cara? Todo lo contrario. Anda, no digas nada más sobre eso. No merece la pena.

Nos dimos otro beso, el cual duró algunos minutos, con más cariños y salimos del coche. Nos quedamos fuera unos instantes y alargó su mano para que le diera la mía. Entrelazó sus dedos con los míos y esperó a que yo dijera de entrar a casa. Al parecer yo le daba la seguridad necesaria para soportar lo que se pudiera dar, porque agarraba mi mano con fuerza, apretando más cuando entramos en casa. Por suerte no ocurrió nada más, ya que nos acostamos después de ir directamente a nuestra habitación, sin oír nada fuera de lo común, estando todas las luces y demás apagadas. Sabíamos que Noelia estaba en su habitación, porque algo de ruido sí que salía de allí, pero no había indicios de que hubiera nadie más. Elena y yo los tumbamos de lado en la cama para quedar abrazados, acurrucándose ella, cayendo dormida al poco, siguiéndola yo después de pensar qué hacer para solucionar tan desagradable situación que teníamos en casa.

La mañana del siguiente día transcurrió sin ningún percance. El día fui bastante parecido al anterior, ya que era festivo y Noelia iba a estar todo el día por casa. Por lo que me encargué de distraer a Elena con varios planes improvisados, que tampoco me costó tanto llevar a cabo debido a lo grande que era la ciudad y al tener tantos lugares de interés y para pasar el tiempo, que poca cabida había para el aburrimiento pese a ser un día festivo. Cuando el día estaba acabando regresamos a casa, viendo que Arantxa estaba con Noelia en el salón, pero solo saludamos y nos fuimos a la habitación directamente. Elena se mostraba muy agradecida por mi esfuerzo para mantenerla activa y distraída, aunque también era verdad que, durante todo el día, eran varias las ocasiones en las que se quedaba pensativa con la mirada fija en un sitio, haciendo una mueca con la cara con tono tristón. Nos fuimos a dormir para empezar la semana laboral, cayendo ella dormida de manera rápida afortunadamente.

El martes me desperté al oír la puerta de la calle cerrarse, pero Elena seguía conmigo. Parecía que Noelia se había marchado ya a la universidad. Miré el reloj de la mesita y era bastante temprano aún, por lo que teníamos algo de tiempo para dormir algo más, aunque Elena ni se enteró, seguía durmiendo profundamente. Me volví a despertar cuando oí como Elena se vestía para irse al trabajo. Me vio y me sonrió, dándome un beso de despedida. Me quedé un poco más en la cama, levantándome después de dormir un poco más, como solía hacer siempre. Me duché, desayuné y me puse a trabajar, enviándole antes un mensaje a Maribel para decirle que me llamara en cuanto pudiera. La espera no fue muy prolongada, ya que no pasaría ni un cuarto de hora desde que le envié el mensaje hasta que me llamó.

-Buenos días, Maribel.
-Buenos días. ¿Qué pasa, Javier? Parecías muy serio en ese mensaje.
-Es que necesito que me hagas un favor.
-¿Cuál?
-Necesito que vengas esta noche a cenar a casa.
-¿Y eso?
-La cosa se ha salido del tiesto. Noelia está en un plan que no se puede.
-No me digas. Pero...
-Lo que te comenté ha ido a peor y parece que busca enfrentamientos con nosotros. Le dijimos que no queríamos que se trajera a nadie, ya sabes... Pero sigue haciéndolo. Y no es solo eso.
-¿Hay más?
-Por desgracia sí.
-¿Qué pasa?
-Pasa que yo ya no sé qué hacer. He intentado ayudar, poner tierra de por medio, pero es que siempre que me meto entre ellas, salgo mal parado.
-¿Mal parado?
-Sí. Me ha costado alguna discusión con Elena. Ella se enfada y se desahoga conmigo. Me molesta más que esté así que el que lo pague conmigo. Y ya estoy cansado de la situación.
-¿Tan grave es?
-El sábado Noelia se volvió a traer a alguien y Elena y yo discutimos un poco por eso.
-¿Pero por qué? No lo entiendo. Si ambos estáis de acuerdo en que no lleve a nadie, ¿no?
-Para que me entiendas, Maribel. Noelia nos cortó el rollo a Elena y a mí. Yo... Yo estaba... En fin. Quería seguir y ella se enfadó por la situación con Noelia, estar escuchándola y tal.
-Ah... -dijo cortada.
-Lo siento, pero es que es así. Ayer discutieron muy fuertemente por la mañana. Un plato acabó roto en el suelo. No sé lo que pasó, aunque lo imagino. Cuando oí eso fui a la cocina para parar eso y me encuentro a Noelia pegándole a Elena.
-¿Cómo?
-Lo que oyes. Le pegaba manotazos. Estaba hasta roja del enfado que tenía encima.
-¿Pero cómo va a ser eso?
-No lo sé Maribel. Yo ya no puedo más. Estoy muy cansado y no quiero que la cosa vaya a peor. Necesito tu ayuda. No sé cómo se lo tomarán ellas, pero es que yo ya no sé qué más hacer.
-Vale. Te entiendo. No pensaba que la cosa estuviera tan mal. Voy a pedirle a mi hermana que se quede con mi madre y voy esta noche sin falta.
-Una cosa más.
-Dime.
-Necesito que apoyes a Elena con esto.
-Claro.
-Va en serio, Maribel. Ayer se puso muy triste. Lloraba como pocas veces he visto llorar a Elena. Por favor, que Noelia no te coma la cabeza para darle la vuelta a la tortilla.
-No, no. A mí eso no me lo hace. La conozco y ella me conoce a mí. Imposible.
-Eso espero, porque yo había pensado en dejaros a las tres solas.
-¿Y eso?
-Esto es algo que tenéis que solucionar vosotras. Yo he ayudado todo lo que he podido y siento que jodo más la cosa en lugar de arreglarla.
-Como veas.
-Vale, pues nos vemos esta noche.
-Muy bien.

Fue lo único que se me ocurrió. Ella sabría qué hacer y así de paso yo me libraba de aquello, porque no quería volver a lidiar con situaciones como esa nunca más. Solo esperaba que ella pudiera poner tierra de por medio para que, por lo menos, ambas hermanas no se estuvieran matando cada dos por tres. Además, ya estaba cansado de intentar intervenir y salir mal parado, así que no veía otra solución mejor.

El resto de la mañana seguí trabajando, parando para ir a por Elena y comer juntos en casa, como siempre. No hubo problema con su horario, aunque necesitaba que fuera así más por la tarde-noche que, en ese momento, por lo que se lo pregunté.

-Esta noche sales a la hora de siempre, ¿no?
-Ya sabes que no depende de mí, pero en principio, sí. ¿Por?
-No, por nada. Es que necesito que seas puntual en la salida.
-¿Y eso? ¿Otra sorpresita?
-Mmm, más o menos.

Elena sonrió y se quedó conforme con esa respuesta. Me dio un abrazo y un beso y después de descansar un rato, en el cual llegó Noelia, pero sin cruzar palabra alguna, la llevé al trabajo para luego recogerla a la noche. Por suerte, la tarde se dio bien, ya que Noelia no parecía estar con el humor necesario para seguir tocándome los cojones, así que aproveché para quitarme bastante material de encima. Solo tuve unas palabras con ella antes de ir a por su hermana, preguntándole si iba a cenar en casa. Ella de primeras, me preguntó qué quería de manera muy borde y acelerada. Yo solo le pregunté si iba a cenar en casa para preparar más comida o no como excusa. Pareció colar, respondiendo afirmativamente entre dientes y sin mirarme ni siquiera.

Así que fui a por Elena, quien me dijo que no iba a haber problema con la hora de salida. Llegamos a casa y fuimos a la cocina, llamando Maribel a la puerta poco antes de acabarla, justo como le indiqué que hiciera cuando me dijo por mensaje que no había ningún problema y que su madre se quedaba con su hermana. Elena se quedó muy extrañada al verla por allí, mirándome a mí. Nuestra complicidad era tan alta para aquel entonces que ya sabía lo que pasaba con tan solo mirarme a los ojos. No puso mala cara ni nada, pero la veía tensa. Yo le hice un gesto queriéndole transmitir que era algo por lo que iba a tener que pasar. Maribel fue a ver a Noelia mientras yo le contaba a Elena lo que se me había ocurrido para solucionar el problema. Pude oír como Noelia resoplaba desde su habitación, regañándola Maribel enseguida. Con ella pocas tonterías iba a tener. Ambas se fueron al salón y yo le di un abrazo a Elena.
 
Capítulo 309

-Me voy, ¿vale?
-¿Cómo que te vas? ¿A dónde?
-A dar una vuelta. Es algo que tenéis que solucionar entre vosotras. No te preocupes, tu madre te va a apoyar.
-¿Y la cena?
-Ya cenaré algo por ahí. Cenad vosotras tres tranquilas y hablad lo que tengáis que hablar. Tú tranquila, ¿vale? Y sé sincera con tu madre, que no te pueda la incomodidad. Si yo ya le he contado mucho para que no lo pases tan mal.
-Quédate conmigo, porfa.
-No, Elena. Siempre que estoy en medio es peor. Me voy y así podéis hablar vosotras tranquilas. Yo poco pinto aquí.
-Pintas mucho, porque eres mi novio y esta es tu casa.
-Ya, bueno. Pero es un tema familiar. No te preocupes, con tu madre aquí, tu hermana no va a hacer nada.
-¿Y si lo hace cuando se vaya?
-Estoy seguro de que no va a ser así porque tu madre le va a dejar las cosas claras. Y si sigue, pues habrá que buscarle otra casa, porque así no podemos seguir.
-Javi, por favor. No te vayas.
-Venga, que no es para tanto. Ya verás como se pasa rápido.

Elena me miraba con unos ojos que casi me hacen cambiar de opinión y quedarme, pero sabía que mi presencia iba a perturbar a Noelia seguramente, por lo que decidí irme de allí antes de que Elena me convenciera. Le di un beso y pasé por el salón para despedirme, yéndome a dar una vuelta para cenar fuera. Empecé a pasear, un tanto nervioso por no saber cómo estaba yendo la cosa en casa entre las tres, pero solo esperaba que todo fuera bien. Aunque era martes 13, y si bien es verdad que yo no soy muy supersticioso, darme cuenta de ese detalle, tampoco me hizo sentir mejor. Tal vez era una señal que quería indicar que aquello no iba a salir tan bien como deseaba, o tal vez era una tontería que no tenía nada que ver y que era imposible que afectara.

Me metí en un bar para cenar algo después de andar unos 20 minutos mientras veía el repaso a la última jornada de la liga en la tele del lugar, aunque en lo que más estaba pensando era en como estaría yendo la cosa por casa, pensando sobre todo en Elena. No recibí ningún mensaje o llamada, por lo que pensé que todo iba bien, pero no se me iba ese nerviosismo. Y otra cosa que me ponía más nervioso aún era que no sabía cuándo debía volver. No sabía si esperar a que Elena me llamara, o si ir directamente, porque entre ambos tramos en los que estuve paseando y la cena, ya había pasado bastante más de una hora.

Decidí ir andando hacía casa sin prisa, haciendo hora para ver si recibía algún mensaje y así fue después de estar dando vueltas en círculos por las proximidades de mi casa durante unos minutos. Era un mensaje de Elena preguntando dónde estaba. Le respondí que estaba cerca y ella me pidió que fuera para allá. En menos de 5 minutos ya estaba dentro de casa.

Elena me estaba esperando aparentemente porque me la encontré justo de cara al abrir. Sin decir nada me dio un abrazo bastante largo. Evidentemente no había sido una situación agradable, pero no estaba llorando, por lo que supuse que no había ido tan mal. Una vez se despegó de mí me agarró de la mano y me llevó al salón, donde estaba su madre en el sofá sentada. Me saludó y tampoco dijo mucho más porque se fue con Noelia para estar con ella. Era bastante tarde y se iba a quedar a dormir con ella.

-¿Cómo ha ido la cosa? -pude preguntar al fin.
-Bueno, pues te puedes imaginar.
-Ya.
-Mi hermana muy tensa al ver aquí a mi madre diciendo que le habíamos hecho una encerrona y tal.
-Vaya.
-Yo he dicho que no sabía nada y que me sentía un poco igual. Mi madre ha dicho que necesitábamos ayuda y que había venido a dárnosla.
-Vale, ¿y qué ha pasado?
-Pues hemos estado comentando un poco la situación. Ha sido bastante incómodo, sobre todo con el tema de que mi hermana se estaba trayendo a varios chicos.
-Imagino.
-Dice que ella también tiene derecho a disfrutar de eso, al igual que hacemos nosotros.
-Lo que nos dijo en su día a nosotros.
-Eso es.
-¿Y qué ha dicho tu madre?
-Que lo que tiene que hacer es centrarse en sus estudios, que ha venido a estudiar, no a lo otro.
-Mi hermana se ha puesto cabezona y bueno. Ya sabes cómo es mi madre. Se ha puesto seria. Le ha dicho que, si eso es lo que quiere hacer, que se eche pareja, como he hecho yo.
-Y eso la ha enfadado, ¿no?
-Sí. Mi madre ha seguido diciendo que con esa edad solo se piensa en eso, que creen que son muy listos y luego vienen los sustos. Y mi hermana ha sacado el susto que tuve yo con Alejandro.
-Vaya tela...
-Mi madre le ha dicho que no se colara, pero también le ha dado la razón. Eso ha hecho que mi hermana se viniera arriba, pero mi madre de nuevo la ha parado. Le ha dicho que ella no permitiría que hiciera eso si estuviera por aquí, comentando también que lo mismo es lo que hace falta, que se venga aquí también para controlarla, llevarla y recogerla de la universidad y así asegurarse de que no se pone a hacer cosas que no debe.
-Ah... -dije algo tenso, tragando saliva.
-Mi hermana ha dicho que no hace falta. Y ya ha cambiado de tema diciendo que esto de la universidad no era lo que esperaba, que las clases eran un poco difíciles porque le ha tocado profesores que no son muy buenos, que le está costando hacer amistades...
-Vaya. Bueno, algo de eso nos olíamos ya.
-Ajá. Mi madre le ha dicho que tenga paciencia y que somos hermanas, que nos tenemos que querer y apoyar. Noelia ha parecido entrar en razón y se ha tranquilizado y se ha ido a dormir.
-Bueno, parece que ha ido bien más o menos.
-Sí, no ha sido tan malo como esperaba.
-¿Ves?
-Sí, llevabas razón. Gracias por hacer todo lo posible porque todo esto salga bien. No sabes lo agradecida que estoy contigo. Tienes mucha paciencia.

“No lo sabes bien...”, pensé.

Nos dimos un beso y nos fuimos a dormir, porque ya era tarde y al día siguiente tocaba madrugar para ir al trabajo. Ella cayó dormida enseguida, como era lo normal, debido al cansancio y a los madrugones que se metía, pero yo me quedé un rato más despierto pensando en aquello. Al parecer la idea de llamar a Maribel para que ella tratara con Noelia fue una buena decisión, ya que la pudo tranquilizar según me dijo Elena y eso podría ser lo que necesitaba para alejarse un poco de mí y no molestar tanto. Pero tampoco me veía tan optimista, porque ya sabía cómo era la niña y no era la primera vez que me parecía tranquilizarse para luego volver a las mismas. Y diría que tampoco era la segunda. Así que pensé en mantener las distancias en lo máximo que pudiera y estar pendiente de no confiarme demasiado para que no me pillara desprevenido.

El día siguiente me desperté como solía hacerlo, al escuchar a Elena cambiarse a mi lado. Me vio y me miró con una pequeña sonrisa. Se sentó en la cama para darme algunos besos y susurrarme que se iba a trabajar y que su madre iba a llevar a Noelia a la universidad para luego irse a casa. Quedamos en que iría a recogerla a la hora de comer y se fue. Me quedé un rato más en la cama, levantándome más tarde para empezar a trabajar. A media mañana recibí una de Maribel.

-Buenos días. ¿Ya te has despertado? Duermes mucho.
-Eh... Buenos días.
-¿Has hablado con mi hija?
-¿Con Noelia? No.
-Me refería a Elena.
-Ah, sí. Me contó un poco cómo fue la cosa.
-Vale. Parece que la cosa se ha calmado.
-Bueno, a ver si es verdad y todo sigue calmado cuando pasen unos días.
-¿Por qué no iba a estarlo?
-Porque Noelia es muy suya.
-Sí que la conoces bien.
-Más de lo que me gustaría.
-Huy... ¿Qué significa eso?
-Nada, mujer. Que ya hace muchos meses que la conozco y sé por dónde puede salir.
-Ah... Tienes que cuidar de mis niñas. Es en lo que quedamos.
-Ya. ¿Y quién me cuida a mí?
-Pues mi hija Elena. ¿Tienes queja con ella? ¿Necesitas que vaya yo para que os cuide a todos?
-No, no, no -dije algo acelerado.
-Era broma. Que sé que Elena y tú necesitáis vuestro espacio. Y bastante os he robado ya con encargaros a Noelia.
-Ya, es que Elena comentó algo de eso...
-¿El qué?
-Pues que le dijiste a Noelia que a ver si tenías que venir a vivir aquí para poder controlarla, que como que se ha revolucionado mucho...
-Sí. Pero lo dije por decir, para que no se confiara y se calmara.
-Ah, vale.
-No te preocupes por eso, que no voy a abusar más de vosotros.
-Vale.
-Y si pasa algo más con Noelia, me lo contáis y ya veremos qué hago con ella.
-Perfecto. Gracias.
-De nada. Hasta luego.

No había manera de mantener una conversación con esta mujer que no fuera rara o me causara incomodidad. Por un momento me acojoné con aquello que dijo de que lo mismo se tenía que venir a vivir con nosotros. Si ya se me hacía difícil la convivencia con Noelia, no quería imaginar si se nos sumaba Maribel. Aunque lo mismo no estaría tan mal teniendo en cuenta que ella no trabajaba y que estaría prácticamente todo el día por casa. Así le sería imposible a Noelia dar el por culo que estaba dando y mucho menos traerse a nadie a casa, pero que Maribel se viniera a casa nos supondría sacrificar totalmente nuestra intimidad a Elena y a mí y eso era algo por lo que ya habíamos pasado antes de irnos a vivir juntos y desde luego, por mi parte, no estaba dispuesto a dar un paso atrás en nuestra relación en ese aspecto.

El resto de la mañana transcurrió con normalidad, aunque Elena no pudo venir a comer, quedándose en la oficina con las demás personas de su equipo. Al menos se preocupó de avisarme de que no iba a poder comer conmigo, ahorrándome ir hasta allí en balde. Opté por hacerme algo rápido de comer para no poner muchas cosas por medio, pero claro, también habría que hacer algo para Noelia. Pensé en qué hacer y no me apetecía nada estar mucho rato en la cocina, por lo que le mandé un mensaje diciéndole que su hermana no vendría a comer y que si podía comer ella fuera. Para mi sorpresa, me respondió con un simple "Ok" y no hubo rastro de ella durante toda la hora del almuerzo. Yo comí tranquilamente en la cocina, para ensuciar lo mínimo posible, teniendo una breve conversación con Elena para ver cómo le iba y hacernos todas esas horas sin vernos más ligeras. Como Noelia no aparecía, me puse a trabajar sin llegar a echar el pestillo, estando bastante tranquilo, pero aun así con la puerta cerrada. Tan absorto estaba en lo mío que me llevé un susto cuando llamaron a la puerta de la habitación en la que estaba al golpearla con los nudillos. Ese susto se hizo un poco más grande al no haber percibido a Noelia o a Elena entrar en casa, sin llegar a oír la puerta de la calle. Me levanté a abrir la puerta con cierto temor, pero se trataba de Noelia. Estaba seria, mirándome fijamente.
 
Capítulo 310

-¿Podemos hablar?
-Estoy trabajando.
-Solo será un momento. Te espero en el salón.

Se fue y me dejó bajo el marco de la puerta sin llegar a poder responderle. Estaba bastante seria y parecía no buscar ningún acercamiento de los que solía buscar. Decidí ir al salón para acabar con eso rápido. Me la encontré en el salón, como dijo que estaría. Sentada en el sofá, con la televisión apagada, sus manos sobre sus rodillas y mirando al suelo.

-¿Qué pasa? -dije después de sentarme a su lado en el sofá.
-¿Por qué llamaste a mi madre?
-¿Y esa pregunta?
-Quiero saber por qué lo hiciste.
-Es fácil, ¿no? Porque la situación que teníamos en casa era horrible y no hacía más que ir a peor. Teníamos que poner una solución.
-¿Y era necesario llamar a mi madre?
-Sí. Por supuesto.
-¿Por qué?
-Porque siempre que he intentado arreglarlo yo o ayudar, la he acabado liando más.
-¿Eso crees?
-Pues sí. La cosa no ha hecho más que ir a peor cada vez que me metía en medio. Ya ver lo del plato y ver también como pegabas a tu hermana fue la gota que colmó el vaso.
-Bueno, eso fue el calentón del momento.
-Ya. Uno de tantos...
-¿Crees que esto calmará la situación?
-Espero. Tu madre me ha contado que ha visto que os habéis relajado, sobre todo tú. Al final es algo que depende de ti.
-¿Y qué pasa si la cosa no se calma y sigue así, o incluso va a peor?
-¿Eso es una amenaza?
-No. Solo te pregunto.
-Pues lo que va a pasar si la cosa sigue así es... -dije haciendo el gesto de que se tendría que largar, señalando a la puerta también.
-¿En serio? ¿Me echaríais?
-Sí. Bueno, es que Noelia, tienes que entender que esto no puede seguir así. Yo entiendo que aún eres una niña y te falta mucho por entender y vivir para ver la de tonterías que haces, pero es que no es ni medio normal todo lo que montas. ¿No te das cuenta que hemos hecho el esfuerzo de que vinieras aquí por ti? Y así nos lo pagas... Por tu culpa, tu hermana y yo hemos tenido alguna discusión. Si la cosa sigue así o va a peor, te vas a tener que ir de aquí. Que tu madre se encargue de ti y vea qué hace contigo, porque nosotros lo hemos intentado de muchas formas y no hay manera.
-Mi madre ha dicho de venir aquí a vivir para controlarme.
-Eso no va a pasar.
-¿Seguro?
-Sí. Y si viene a vivir aquí, pues os vais las dos a otra casa, pero aquí no podemos estar todos.
-Hay sitio de sobra.
-No. Aquí vivimos Elena y yo y necesitamos nuestro espacio.
-Si mi madre se viene a vivir aquí, yo me quedo sin el mío.
-Nosotros ya nos hemos quedado así un poco por ti. Así que deberías pensar en el sacrificio que hemos hecho y actuar en consecuencia.
-No es tan fácil.
-¿Cómo que no? ¿Te estás quedando conmigo?
-No. Ya me conoces de sobra. Sabes cómo soy. Me cuesta contenerme.
-Ya. Yo solo te advierto. Si sigues así, te vas a tener que largar. Ya lo he hablado con tu madre y ella lo ve lógico.

Noelia se quedó pensativa, mirando al suelo de nuevo, tal y como lo hacía cuando llegué. Como no decía nada más, me levanté diciendo que volvía a trabajar, respondiendo ella con un sonido que transmitía que me había escuchado, pero tampoco dijo nada más. No entendía nada de lo que estaba pasando con ella. Ahora me venía en plan amiga a preguntarme qué es lo que tenía en mente hacer con la situación. Siempre pensaba que actuaba así porque era una niña, pero es que tantos cambios de actitud y tanto numerito me tenían muy desconcertado.

El resto de la tarde transcurrió con normalidad para mi sorpresa. Noelia parecía que ni estaba en casa por no molestar, ni siquiera hablar o poner la tele. Aquello me sirvió para centrarme en trabajar e ir a por Elena cuando se acercó la hora de que saliera del trabajo. Una vez volvimos a casa, la cosa fue de la misma manera. Hasta cenamos los tres tranquilamente en el salón después de preparar algo para cenar. Durante la cena, Elena me contó cómo le iba en el trabajo, manteniéndome informado de lo nuevo que había y de lo contentos que estaban en general con el trabajo de su departamento. Noelia también se animó a hablar, pero tampoco era nada del otro mundo. Solo comentaba algo más de lo que lo venía haciendo últimamente. Elena seguía triste aun así por toda la situación reciente, aunque parecía estar resolviéndose, pero ver a su hermana de esa manera y además pegándole pareció tocarla más de lo que yo pensaba que lo haría. Además de esto, llegó muy cansada a casa, por lo que esa noche tampoco hubo sexo.

El resto de la semana tuvo lugar en la misma tónica, en la que todo estaba como en una especie de stand by, con Elena teniendo cada vez mejor ánimo, aunque era una mejoría muy lenta. Noelia no molestaba apenas, permitiéndome trabajar a buen ritmo por la tarde. Lo único nuevo fue que Arantxa aparecía más por casa, pero ya no iban a la suya. Respecto a las provocaciones, pues no tenía nada que ver. No hacía nada. Tan solo notaba como miraba a veces mi paquete y mis labios, haciendo movimientos extraños, como si estuviera inquieta, pero de ahí no pasaba. Elena también trabajaba mucho, tanto, que entre eso causándole llegar muy cansada, el tiempo de más que echaba y su estado de ánimo, el cual no era el mejor, no tuvimos sexo en toda la semana y ya sí que estaba preocupado, porque no salía de ella y prácticamente lo hacíamos todos los días antes de que todo aquello pasara. Aunque fuera breve, pero lo hacíamos. Hasta la notaba menos cariñosa. Tampoco quería ser pesado y sacarle el tema, porque quería esperar a que lo hiciera ella cuando ya estuviera al 100%. Aun así, mi cuerpo reaccionaba, pidiéndomelo en forma de fuertes erecciones por la mañana que incluso me llegaban a doler, teniendo también un dolor de huevos de vez en cuando, por lo que me veía forzado a descargar cuando estaba solo para aliviar todo aquello.

El viernes de aquella semana, ya en la cena, estuvimos hablando y Noelia dijo que se iba a ir a casa para ver a su abuela. Elena dijo que también quería hacer eso, pero que no podía ser porque tenía un plan. Me extrañó, porque no me dijo nada, ni tenía constancia de algo que hubiera planeado, por lo que la miré buscando una explicación, sonriéndome ella, haciendo un gesto como queriendo decir que me contaría luego. Cuando acabamos de cenar, estuvimos un poco en el salón y Elena fue al baño, aprovechando Noelia para hablarme.

-Ese plan que tenéis...
-¿Qué pasa con eso?
-Me imagino lo que es.
-Pues dímelo, porque estoy perdido.
-Hombre... Lleváis toda la semana sin... Y diría que varios días más. Lo que vais a hacer es estar follando desde que me vaya hasta que venga.
-¿Ya vas a empezar? -dije molesto.
-No. No voy a empezar, no.
-¿Entonces?
-Solo pregunto. Es preocupante que llevéis tanto sin follar cuando lo hacéis todos los días. ¿Tenéis problemas? ¿Va todo bien?
-No sé... Lo mismo es por algo que ha pasado últimamente. ¿Se te ocurre algo?
-No. Imposible que sea por mí. Ya nos ha pasado esto antes y habéis follado igual. Tiene que ser otra cosa.
-Lo que tú digas -dije mirando la tele y perdiendo el interés en lo que decía.
-A ver si tienes suerte esta noche.
-Pero si estás aquí.
-No, ahora me voy.
-¿Te vas?
-Sí. Voy a salir con gente de la universidad. Voy a follar y también a pasármelo bien. Voy a pillar una...
-Noelia, no me jodas. ¿Ya se te ha olvidado lo que hablamos?
-No.
-Pues no hagas el idiota. Como te pase algo, tu madre nos mata.
-Que nooooo, que yo controlo.
-Más te vale.
-Que síiiiiii.
-¿Tienes condones?
-Síiiiiii.
-No bebas mucho, que hay mucho gilipollas que se aprovecha de chicas como tú.
-¿Chicas como yo? ¿Me estas llamando facilona?
-No. Lo digo porque vas a beber y tienes ganas de fiesta. No saques la cosa del tiesto.
-Si es por no molestar. Podría estar aquí recogida, pero como a los señoritos les molesta escuchar un poco a alguien follar...
-Cállate ya, anda. Y ten cuidado.

Elena volvió, obligándonos a cambiar de tema y Noelia dijo que iba a vestirse para salir. Elena no quiso meterse mucho, preguntando, pero sin profundizar para que Noelia no saltara como solía hacer. Una vez se fue, pasando antes por donde estábamos para despedirse y viendo que iba muy provocativa, Elena me contó lo del plan que había dicho en la cena. Se trataba de que nuestros amigos vendrían a casa la siguiente noche para cenar los cuatro juntos y luego lo que surgiera según sus palabras, diciéndolas con tono que denotaba ganas de hacer algo con ellos. Al parecer era algo que había hablado con Irene en uno de los descansos para comer durante la semana, pero fue algo que decidió mantener en secreto casi hasta el último momento. Parecía más animada, por lo que la empecé a besar con idea de pasar a más, pero ella no quiso, diciendo que quería que nos reserváramos para el día siguiente con nuestros amigos. No me hizo mucha gracia esperar tanto, pero ella se lo tomó con humor, haciéndome algún mimito para que se me hiciera más llevadero. Así nos fuimos a la cama, con ella ya durmiéndose enseguida debido al cansancio que arrastraba y como yo no tenía nada mejor que hacer me acosté con ella para dormir.

Esa noche, de madrugada, sobre las 5 de la mañana, me desperté al oír algo de ruido. Elena dormía profundamente, pero yo era capaz de oír a alguien vomitando en el baño. Evidentemente era Noelia. Me levanté con cuidado, poniéndome un pantalón, para ir al baño y ver qué pasaba, encontrándomela abrazando el váter. Estaba muy pálida, con su falda subida por estar sentada de mala manera, pudiendo ver sus bragas, las cuales parecían ser blancas y de encaje. No llegué a ver si era un tanga, pero sí que me percaté de que algo se transparentaban, dejando adivinar su rajita bajo ellas. El gran escote que llevaba y como su ropa estaba algo movida por la postura que tenía, también mostraba parte de su sujetador, pareciendo ser del mismo tejido que la parte de abajo, formando un conjunto quizá. Estuvo algunos minutos vomitando. Parecía que efectivamente había cogido una buena para estar vomitando así, porque había momentos que parecía una manguera.

Cuando paró de vomitar la levanté para lavarle la cara y que tratar de que se lavara los dientes, pero no había manera. Estaba muy ida aún con la borrachera. Yo solo rezaba porque ninguno se hubiera aprovechado de ella y hubiera hecho algo fuera de lugar, porque en el estado en el que estaba daba miedo. La llevé a su habitación en brazos, echando ella su cara sobre mi hombro y medio abrazándome. La dejé con la misma ropa que llevaba, tapándola con idea de dejarla allí y volver a la habitación.

-No te vayas... -dijo con la voz muy ida por la borrachera.
-¿Se puede saber qué has hecho?
-Shhhh. No quiero chapas ahora.
-No me toques los cojones, ¿eh? -susurré.
-Ya me gustaría... Ojalá me follaras ahora mismo.
-Noelia. O te callas, o mañana hablo con tu madre.
-Vale, vale... Pero no te vayas. Todo me da vueltas...
-Venga. A dormirla. Mañana hablamos.
-Como te vayas, grito.
-Shhh. Es muy tarde. No empieces a hacer el tonto.
 
Capítulo 311

Entonces Noelia empezó a gritar muy alto, sin entenderse qué decía por la borrachera que llevaba. Elena acudió preocupada y ella se encargó de su hermana, yéndome yo a nuestra habitación, porque quería evitar estar allí por si a Noelia le daba por decir alguna barbaridad. Así, si no estaba, no podía incitarla a hacerlo. Miré el móvil cuando entré y vi que tenía algunos mensajes de un número que no tenía registrado ni conocía.

-Hola, Javi. Soy Arantxa. Mira, es que Noelia se ha puesto muy mal y la he llevado a casa en taxi.
-¿Qué ha pasado? -contesté en cuanto leí su mensaje.
-Nada. Bueno, que se ha emborrachado bastante.
-Ha vomitado mucho.
-Normal. Si apenas se tenía en pie.
-¿Y algo más?
-Mmm... No sé.
-Mira, voy a ser directo. Me ha dicho que quería follar. ¿Sabes si...?
-Ah... Pues sí. Con uno de la facultad, pero me ha dicho que ha usado protección. Y ha sido antes de ponerse como una cuba.
-Vale. ¿Y sólo con ese?
-Sí. Cuando ha empezado a beber he estado todo el tiempo con ella para que no hiciera ninguna tontería.
-Ah, perfecto.
-Y he cogido su móvil para poder tener tu número y hablarte, para explicarte cómo ha llegado.
-Muchas gracias, de verdad. No sabes cómo me alegro de que Noelia tenga una amiga tan buena como tú. Gracias por haber cuidado así de ella.
-De nada. Si necesitáis algo, pasad por casa, que mi madre seguro que puede ayudar.
-Gracias.

Al rato apareció Elena, diciéndome que había conseguido que su hermana se durmiera. Yo le conté lo que había hablado con Arantxa, negado Elena con la cabeza. Estuvimos un rato más despiertos para ver si Noelia se despertaba, yendo mi chica un par de veces a su habitación para ver cómo estaba, pero como dormía y no pasaba nada, nos acabamos durmiendo al rato.

Nos despertamos alrededor de las 10 de la mañana el día siguiente, estando Noelia durmiendo aún. Me desperté con una erección de las buenas, de esas que hasta duele un poco y como era obvio, y más teniendo en cuenta que había perdido la cuenta de los días que llevaba sin echar un buen polvo, pues intenté algo, pero Elena me decía todo el tiempo que no quería. Hasta me llegó a molestar el plan en el que estábamos ya, pero ella decía que con su hermana en casa y estando así no quería hacer nada, queriendo esperar además para cuando llegaran nuestros amigos. Bajo mi punto de vista, la situación rozaba la estupidez. Parecía que estaba poniendo excusas para no follar conmigo, pero bueno, tampoco le eché mucha cuenta si esa noche acabaríamos haciéndolo por fin. Nos levantamos, yendo a desayunar, acudiendo Noelia al poco con la cara descompuesta por la resaca que tenía. Pese al frío que hacía ya por la mañana en esos días de octubre, iba con solo una camiseta ancha, aparentemente sin nada más debajo por cómo se le marcaban los pezones. No sabía si llevaba bragas, imaginaba que sí, pero de lo que sí me di cuenta era de que iba descalza. También iba con los ojos muy entornados y unas ojeras bastante grandes, bebiendo bastante agua y sentándose en una de las sillas de la cocina.

E: Noelia, ¿qué pasó anoche?
N: ¿Ya vais a empezar?
E: ¿No te das cuenta de cómo viniste?
N: Pues no.
J: ¿No te acuerdas de que estuviste como media hora vomitando como una loca?
N: No. ¿Habéis acabado ya?
E: Noelia, habíamos quedado en que no íbamos a hacer el tonto, ¿no?
N: Joder, para una vez que salgo... Ni que lo hiciera todos los días, coño. Seguro que vosotros hicisteis igual con mi edad.
E: Yo desde luego, no. Nunca me he puesto así.
N: ¿Segura? ¿Ya no te acuerdas de lo de la playa?
E: Eso es muy diferente.
N: No lo es.
J: Noelia, eso no viene al caso ahora.
N: Pues sí que viene, porque ella me da la chapa cuando aún lo hace. Y seguro que tú en su día cogerías peores.
J: No. A mí el alcohol no me gusta. De hecho, nunca me he emborrachado.
N: Sí, venga...
J: Da igual. Lo importante es que tienes que saber que no puedes hacer eso.
N: Estoy hasta el coño de que me digáis lo que puedo y no puedo hacer, de verdad.
E: Noelia, ayer estabas como un animal, dando voces y diciendo muchas tonterías.
N: ¿Qué dije? -preguntó mirándome.
E: No lo sé, porque no se te entendía, pero vamos, vaya espectáculo...
N: Pues como el que tú diste en la playa.
J: Noelia, ya está bien. No quiero que está conversación siga, porque vamos a acabar como lo hacemos últimamente y hemos quedado en que no pasaría más.
N: Es que me parece ridículo que me echéis todo en cara. Estoy en la edad de hacer estas cosas.
J: Sí, lo estás, pero hay muchas maneras de hacer las cosas. Mira, en mi grupo había un chico que empezó así, como has hecho tú. ¿Y sabes qué pasó?
N: ¿Qué?
J: Que un día nos lo encontramos tirado entre unos contenedores. Había salido un rato con otra gente y no volvía y fuimos a buscarlo y nos lo encontramos allí inconsciente.
N: No sería para tanto.
E: ¿No te parece para tanto que se lo encontraran así?
N: Bah, vomitaría y al día siguiente resaca. Nada más.
J: Noelia, casi se muere. Lo llevamos al hospital corriendo y estuvo ingresado varias semanas.
E: Y anoche por lo visto también te lo pasaste bien de otra manera. Usarías protección, ¿no?
N: Joder, lo sabéis todo, ¿eh?
J: Contesta.
N: Que sí, coño. Qué pesados sois...
E: Noelia, solo nos preocupamos por ti.
J: Déjala, ya verás como acude cuando le pase algo de verdad.
N: Enhorabuena, lo habéis conseguido. Habéis hecho que me entre más dolor de cabeza aún -dijo levantándose para irse.
E: ¿A dónde vas?
N: A la ducha y luego a casa.
E: ¿Te acerca Javi?
N: No. Me voy en autobús. Paso de más charlitas.
E: Pero desayuna algo.
N: Tengo el estómago cerrado.

Noelia se fue y nos dejó a nosotros terminando de desayunar. Elena estaba mirando al plato, con gesto de preocupación.

-Venga, Elena. Si tampoco ha sido para tanto.
-¿Cómo que no? ¿No viste como estaba anoche?
-Claro que lo vi.
-¿Entonces?
-Es para que no te comas la cabeza. ¿Qué quieres que te diga? Si tu hermana es más cabezona...
-A ver si con lo de tu amigo entra en razón.
-Tampoco fue para tanto. He exagerado un poco.
-¿En serio?
-Sí. Solo estuvo esa noche en el hospital. Un lavado de estómago y ya está. Pero fue suficiente para llevarse el susto y dejar de hacer el gilipollas. Lo de que lo encontramos ahí sí que es verdad.
-Ah.

Noelia se fue al poco y nosotros pasamos la mañana yendo a comprar cosas para la cena que teníamos que preparar para la noche cuando vinieran Irene y Mario. Sofía seguía bastante ocupada de viajes con el trabajo, notándolo yo al tener algo más de trabajo durante esos últimos días. Al parecer estaban de reuniones con una farmacéutica extranjera, ya que, en gran medida, me dediqué a traducir varios artículos e información que tenían colgada en su página web. De Irene y Mario sabía menos al no tener nada que ver nuestros trabajos, pero ya me enteraría de cómo les iba esa noche. Comimos en un bar y luego fuimos a casa para reposar la comida, empezando a preparar la cena a media tarde. Durante esos momentos, me arrimaba bastante a Elena, porque estaba ya con muchas ganas. Ella seguía con el jueguecito de apartarme para reservarnos para la noche. Cuando acabamos de hacer la comida, nos fuimos a dar una ducha, para después arreglarnos.

Entonces paso algo que era de lo último que esperaba. No tenía suficiente con todo el circo que estaba montando Noelia de nuevo con ese comportamiento de mierda que volvía a tener y siendo la situación más hostil que nunca. El caso es que Elena se estaba duchando para prepararse para la cena para cuando vinieran Mario e Irene a casa y ésta le empezó a llamar. Como estaba en la ducha lo cogí yo. Me dijo que se iban a retrasar un poco porque habían ido a casa de los padres de Mario para verlos y se habían entretenido, pero que no tardarían mucho. El problema fue que le llegaron un par de mensajes poco antes de que colgara y cuando lo hice vi uno de refilón. Se trataba del jefe de Elena. Aquel chico que era el centro de atención de la oficina y no solo por ser el jefe, ya que por lo visto se hablaba mucho de él en la oficina. Y era normal, era un chico bastante guapete y con un cuerpo fibrado y tonificado, siendo alto también, rubio con su melenita y barba de pocos días, en fin, un chico atractivo, el cual tenía agendado como "Alberto".
 
Capítulo 312

En esos mensajes le preguntaba a Elena cómo le iba, que le había dejado pensativo con eso último que hablaron. Me pregunté a qué se estaba refiriendo y vi que tenía una conversación con él, por lo que hice un poco de scroll para ver si ahí se decía algo referente a esa última frase que había leído. Efectivamente pude sacar algo en claro, porque él le empezó a hablar saludándola y diciéndole que era una pena que no se pudiera ver más con ella por la oficina, ya que estaban separados por unas cuantas plantas pese a estar involucrado en varios proyectos, aunque él solo daba el visto bueno y poco más al ser el jefe de su departamento. Tras el saludo de cortesía, donde Elena le respondió de manera amable, este chico empezó a hablarle con buenas palabras. Le estaba adulando descaradamente, vaya. Le decía que era una chica muy apta en su trabajo, que estaba muy contento con su desempeño y la manera en la que se comprometía con los proyectos, cómo le gustaba la forma que tenía de aportar ideas y soluciones, el compañerismo y hasta cómo sabía manejar a pequeños grupos cuando era necesario. Hubiera sentido orgullo por mi chica si no fuera porque después se puso a decirle lo guapa que era y lo apañada que parecía. No me consideraba alguien celoso, pero tampoco me iba a poner a celebrar como un tío de ese calibre se ponía a hablarle así a mi chica. Ella le respondía educadamente a todo, aunque le restaba importancia a todos esos piropos referentes a su físico.

Su jefe le respondía de vuelta preguntándole si no le gustaban esos piropos por mí, por si me ponía celoso. Elena respondía con seguridad diciendo que ya sabía que tenía pareja y que no veía muy correcto que le hablara así. Este chico se mofaba un poco de mí diciéndole a Elena que aspiraba a algo mejor, que era demasiada mujer para un chico que siempre iba en sudadera y en camisetas. De nuevo, Elena le respondió que era muy feliz conmigo y que no hablara así de mí, que no me conocía para saber cómo era y que solo me había visto una vez para decir que siempre iba en camiseta o sudadera. Él le dijo que siempre veía como la recogía al medio día y que siempre me veía vestido de esa manera, además de que, en su opinión, yo no aportaba nada interesante a la conversación en la cena en la que habíamos coincidido. Elena ya se enfadó, contestándole de manera más seria, llegando a decir que si seguía así le bloquearía y hablaría con los jefes de la empresa para que viera cómo trataba a sus empleados.

Éste se excusó diciéndole que era broma y que tampoco se pusiera así, que quería que se distrajera, porque la había visto muy pensativa las pocas veces que coincidía con ella en las últimas semanas y quería preguntarle qué le pasaba. Antes de que Elena pudiera responder, él comentó que sabía que no se trataba del trabajo, porque veía buenos resultados y rendimiento y preguntaba a otros compañeros y decían que no había problema con ella, por lo que le preguntó si era algo personal. Para mi sorpresa, Elena le comentó que algo de eso había. Alberto, después de empezar a alabar de nuevo a Elena con buenas palabras y con más tonteo al que ella no le hacía ascos, le preguntó de qué se trataba. Elena empezó a darle largas, aun así, pero Alberto se puso insistente, preguntando después de que cambiarán de tema hablando de cosas referentes al trabajo. Elena seguía escabulléndose hasta que Alberto le dijo que podía contar con él, que le caía muy bien, que le podía ayudar si lo necesitaba y que estaba pensando en ascenderla de nuevo para que pudiera trabajar con él.

Elena se partía de risa en forma de emoticonos, pero yo veía que su jefe le hablaba en serio, porque no parecía estar de broma y tampoco se reía o le mandaba emoticonos del estilo. Finalmente, Elena soltó prenda después de que Alberto le preguntara si había alguien más en su cabeza como él creía que pasaba. Elena se empezó a reír de nuevo, pero tampoco dejó claro qué pasaba. Alberto se puso de nuevo insistente. Elena soltaba cada vez más prenda diciendo que era fuerte pese a haber algún que otro chico guapo en la oficina. Alberto se sentía identificado con esas palabras e intentó sonsacar algo más, pero Elena divagaba mucho. Para que la dejara tranquila, Elena dijo que estaba hecha un lío y que no sabía qué hacer. Alberto se venía a arriba, diciéndole que la vida son solo dos días y que hay que disfrutar. Elena le dio la razón y dijo que era joven y que quería disfrutar, que ya habría tiempo de ser más seria cuando se hiciera mayor. Y ahí se quedó la conversación, porque Elena dijo que tenía que seguir con el trabajo.

Vi que la conversación tuvo lugar unos días antes de ese momento, en el horario de la comida en el que Elena se empezó a quedar en la oficina porque estaba muy ocupada y no venía a comer y algunas veces venía muy tarde a casa por la noche. Dejé el móvil donde estaba y me fui a la sala donde trabajaba para jugar a algo en el ordenador. Necesitaba distraerme.

No me esperaba que Elena dijera esas últimas cosas. ¿Se refería a él? ¿De verdad tenía en mente engañarme con alguien? No daba crédito a lo que había leído. Me había molestado un poco que su jefe le hablara así, pero es que era normal que le hablara así, Elena era una chica estupenda y muy atractiva. ¿De verdad pensabas que ningún tío le iba a entrar de esa manera? Seguro que alguno más de la oficina lo había hecho. No ibas a ser tú el único que iba a tener gente detrás de ti, si Elena era mejor que tú en todo y a ti ya te habían entrado algunas, ¿qué esperabas?

No sabía cómo gestionar todo eso. Ni mis pensamientos, ni las palabras de Elena. Era la primera vez que me pasaba algo así y que sentía algo como aquello. Nunca en mi vida había sentido esos celos que sentí mientras leía la conversación. Me acordé de cómo Elena pilló a Alejandro según me contó ella y no podía evitar ver la correlación. Pero no, me negaba a ver que Elena me estaba engañando o que estaba pensando en hacerlo. Pero eso no quitaba que me molestara como le seguía el juego y como le contaba algo más de la cuenta pese a defenderme cuando su jefe hablaba de mala manera sobre mí.

Se me pasó un poco esa mezcla de sentimientos desagradables cuando apareció Elena por esa habitación buscándome. Estaba tan guapa con un vestido rojo ajustado que se puso, unas medias negras muy tupidas y sus tacones rojos de terciopelo que era imposible que no se me pusiera una sonrisilla en la boca. Además, estaba preciosa por llevar ese maquillaje ligero suyo, aunque se puso la raya de ojos que era bastante rara en ella de ver, pero si llevaba su clásico brillo rosa de labios, arreglándose el pelo también, no alisándolo, sino que se hizo unas ondas que le daba volumen a su pelo. Para poner la guinda, llevaba un perfume dulzón, de los que a mí más me gustaban. Era un ángel.

Se acercó a mí y me dio un abrazo, plantándome después un beso. Me preguntó qué hacía ahí, respondiéndole yo que estaba distrayéndome, ya que Irene había llamado diciendo que se iban a retrasar un poco. Al final dejé lo que estaba haciendo y me fui con ella al salón para esperar a nuestros amigos mientras veíamos la tele. Cómo tardaban algo más de lo que me dijo, pusimos la mesa y nos volvimos a sentar. Finalmente llegaron y nos levantamos, poniéndome Elena bien la camisa y el pelo mientras sonreía, dándome después un beso y agarrando mi mano para ir hacia la puerta juntos y abrir a nuestros amigos. Nos saludamos todos de manera afectuosa y fuimos al salón para sentarnos después de que Elena y yo termináramos de preparar lo que habíamos hecho para la cena, aunque fue ella la que más hizo, y de sacarlo, dejándolo sobre la mesa. Estuvimos hablando de nuestras cosas, poniéndonos al día de cómo iba todo en el trabajo y con la familia. Nuestros amigos preguntaron por Noelia y esa era otra. Menos mal que se había ido a casa esa mañana, porque aguantarla en mi estado iba a estar complicado. La conversación era fluida, pero yo estaba distante, quedándome pensativo, mirando a la mesa o los vasos en lugar de mirar a Elena, quien estaba enfrente de mí, ya que nos sentamos cada pareja enfrente de la suya, quedando cada chica una al lado de la otra, al igual que Mario y yo.

I: Javi, ¿qué te pasa?
M: Eso, estás muy callado. ¿Todo bien?
E: Sí, tranquilos. Es que últimamente está estresado por el trabajo. Le están metiendo mucha caña -dijo sin dejarme responder.
I: Pues habla con Sofía, nene.
E: Poco tiene que hacer ella si tiene que sacar todo ese material igualmente. Además, le han asignado alguna cosa extra más y bueno, le está costando un poco. Por lo visto en el periódico andan de negocios y tiene que traducir muchas cosas de algunas páginas web.
M: Joder, ¿tan apretada está la cosa? Espero que al menos paguen bien a cambio.
E: De momento lo mismo según he visto -dijo sorprendiéndome al dar tanto detalle.
I: ¿Y tú Elena? ¿Cómo llevas lo de las horas extra?
E: Pues bueno... No tan mal como esperaba.

Miré a Elena por si hacía algún gesto o decía alguna palabra que me despejara alguna de las dudas que tenía desde hacía poco más de una hora.

E: Mis compañeros me lo ponen muy fácil -continuó-. Además, como me gusta mi trabajo, pues merece la pena.
I: Eso está muy bien -dijo mirándome, imagino que al verme bastante callado-. Yo estoy un poco quemada de la tienda de ropa ya. A ver si me sale algo de lo mío.
J: ¿Por qué no trabajas con Mario? -dije para no levantar más sospechas en ella- ¿No habéis estudiado lo mismo?
I: Lo mismo no. Tiene que ver, pero no es lo mismo, no sé si habría hueco para mí en su empresa.
M: Te he dicho muchas veces que sí. Que yo puedo hablar con los de recursos humanos para ver algo para ti fácilmente. Si eres muy echada para delante, Irene. Seguro que te desenvuelves bien en lo que sea.
I: Sí, bueno. Pero es que también pienso que quizá no es lo mejor estar con tu pareja en el trabajo. Estar todo el día pegados... Al final nos agobiaríamos.
E: ¿A ti te molesta, Javi?
J: ¿Eh? -pregunté algo desconcertado.
E: Lo digo porque como alguna vez me he metido contigo en donde trabajas para pasar más tiempo juntos, pues por eso.
J: No, no me ha molestado. Además, de eso hace ya. Ya apenas pasas tiempo en casa.
M: Uuuuuh... ¿Puyita?
J: No, solo digo lo que pasa. Elena está muy ocupada con su trabajo. Y yo también, ¿eh?
I: Bueno, pues tenéis que aprovechar bien el tiempo que estáis juntos.

Seguimos hablando de otras cosas y así se nos pasó la cena, disfrutando de la comida, pasando al postre mientras seguíamos conversando tomándonos una copa ya sentados en el sofá mientras seguíamos con la charla con la televisión de fondo. Me animé conversar algo más, pero seguía sin ser yo en ese aspecto, centrándome a veces más en la tele que en otra cosa. Nuestros amigos se miraban como si se tuvieran ganas ya y Elena también se dejaba caer sobre mí, poniendo su mano sobre mi rodilla. La cosa fue a más y empezaron las caricias y los besos, sobre todo entre nuestros amigos, aunque Elena también se puso cariñosa, besándome de vez en cuando, aunque lo hacíamos menos que la otra pareja, riéndose ella cuando los veía morrearse. Ya habiendo jugado de aquella manera ligera, Irene insinuó irnos a la habitación para seguir allí tranquilamente.

J: Lo siento, pero yo hoy no estoy muy fino.
I: ¿Y eso?
E: Javi, ¿estás bien?
J: Sí, estoy bien -mentí-. Debe ser algo de la cena, que no me ha sentado bien. Vosotros podéis ir a la otra habitación. Mañana cambiamos las sábanas. Yo me voy a dormir, a ver si se me pasa.
 
Capítulo 313

Elena me miró con cara de preocupación, pero tampoco le di más importancia, volviendo a repetir que estaba bien y que no pasaba nada, añadiendo que disfrutaran ellos. Me fui a la habitación y me desnudé para meterme en la cama y acostarme de lado, pensando en todo lo que había pasado.

No paraba de darle vueltas a lo de la conversación que tenía Elena con su jefe y esos estúpidos celos que me habían entrado. Echando cuentas, me di cuenta que alguna de las noches que venía tarde y yo la estaba esperando, ella rechazó tener sexo conmigo achacándolo al cansancio y lo veía normal, al igual que en ese momento, porque era verdad que llegó bastante tarde y suponía que lo estaba de verdad pese a no saber cómo de intenso había estado trabajando. Pero, ¿y si no era por eso y era por otra cosa? No podía evitar pensar en algo así después de haber leído todo aquello y ver el interés que tenía ese chico en ella y, sobre todo, las palabras finales de Elena en las que decía que estaba echa un lío y que quería disfrutar. ¿Estaba echa un lío con qué? ¿Disfrutar de qué?

En cualquier caso, no pude pensar mucho más sobre eso, porque alguien entró en la habitación cerrando la puerta. Obviamente era Elena, quien se desnudó y se tumbó en la cama, a mi lado, empezando a besarme el brazo y el hombro.

-¿Ya habéis acabado?
-Javi, no iba a hacer nada con ellos si no ibas a estar tú.
-Ah, vale.
-¿Estás bien? -preguntó haciendo fuerza con su mano para ponerme boca arriba- Me tienes preocupada.
-Sí, estoy bien. Es algo que no me ha sentado bien, no es nada.

Elena se quedó callada, pero aun así siguió con los besos mientras empezamos a oír a nuestros amigos con el jugueteo seguido de gemidos y de golpes por el cabecero de la cama. Elena estaba decidida a jugar de la misma manera, volviendo a girar mi cuerpo para ponerme boca arriba y seguir besándome, esta vez por el pecho. Se tiró así unos minutos, besándome también en los labios, aunque yo me mantenía bastante distante, pensando por momentos en lo mismo de antes, pero intentando quitármelo de la cabeza. Elena empezó a bajar por mi pecho, con intenciones claras de llegar a su presa.

-¿Ahora si tienes ganas? -dije sin poder remediarlo.
-Pero cariño... ¿Qué es lo que pasa? ¿Y esa pregunta?
-Elena, es que no quiero hacer nada. Estoy un poco mal. Solo quiero descansar.
-Vale. Vamos a dormir.

Me quedé tumbado boca arriba y ella sobre mí como solía, con una pierna suya sobre las mías. Nos costó un poco dormirnos, sobre todo por como nuestros amigos no paraban de hacer ruido con el folleto que tenían. Elena se puso a acariciarme el pecho mientras me daba algún besito. Finalmente cayó dormida, notándolo por cómo se quedó de quieta y por su respiración más profunda. Hasta oí como nuestros amigos se quedaron en silencio, pero yo no podía dormir. Apretaba los ojos con fuerza intentando sacar todo lo que rondaba mi cabeza fuera de ahí, pero me costaba muchísimo. Hasta se me vino a la mente como debía sentirse Elena siendo ella celosa. No quería ni pensar cómo debía sentirse ella cuando pasaban cosas como las que tenía yo en ese momento en mi cabeza cada vez que veía a una chica acercarse a mí o algo por el estilo.

Esa noche no pegué apenas ojo. Me levanté con cuidado, dejando a Elena en la cama conforme estaba conmigo, pero sola. La puerta de la otra habitación estaba cerrada y como no sabía qué hacer, me fui al salón, quedándome sentado en el sofá solo iluminado por la luz de las farolas que entraba desde la calle. No paraba de darle vueltas a lo mismo, llegando un punto en el que se me levantó un dolor de cabeza bastante grande. Solo descansé unos instantes al oír pasos por el pasillo, siendo ya de madrugada, medio tumbándome en el sofá para no ser visto, rezando que no fuera Elena buscándome. No llegué a saber quién era, solo noté como entraba a la cocina y se marchaba a los pocos segundos, oyendo como se cerraba una puerta después, imaginando que era uno de mis amigos. Ya cuando empezaba a amanecer volví a la habitación, encontrándome a Elena conforme la dejé. Me metí con cuidado, tapándome porque estaba tiritando. No sabía si era por los nervios o por si había cogido frío, pero al menos conseguí dormirme.

Me desperté sobre las 10 de la mañana, solo en la cama. Solo hoy aún murmullo y lejos. Imaginaba que era Elena hablando con nuestros amigos. Sentía como que tenía frío en los huesos, esa noche debí coger frío. Me levanté, poniéndome algo cómodo para ir en busca de los demás. Al pasar por la habitación de Noelia lo vi todo abierto de par en par ventilándose y con unas sábanas dobladas sobre una cama completamente desnuda. Estaban los tres en la cocina desayunando.

I: Vaya cara traes, nene.
E: Javi, ¿estás bien?
J: Creo que he cogido frío, porque no me noto muy bien.
M: Qué blandito te has vuelto. ¿Ya no tienes aguante, o qué?
E: No, si anoche no hicimos nada.
I: ¿En serio?
E: Sí. No estaba de humor.
I: Pues grave tiene que ser, porque anoche la niña estaba para comérsela entera. Me ha encantado el peinado ese. Creo que te lo voy a copiar.
E: Llevaba mucho sin hacérmelo. Pero me gusta para alguna ocasión.
J: Creo que me voy a echar un poco más.

Los dejé en la cocina hablando, yéndome a la habitación de nuevo, pero Elena me siguió sin que me diera cuenta, dándome un susto al tenerla como a un palmo de distancia cuando me senté en la cama tras suspirar. Ella se rio por el susto, pero yo no estaba para muchas tonterías. Ella se preocupó al verme así, preguntándome si ocurría algo y que a qué venía ese suspiro. Yo le dije que me encontraba mal y necesitaba descansar. No le convenció mucho mi respuesta, por lo que cogió un termómetro para medirme la temperatura y al final resultó que tenía algunas décimas, por lo que se puso en plan madre, tumbándome y arropándome para regresar a los pocos minutos con algo para desayunar, diciéndome que no podía estar con el estómago vacío, eso sí, algo ligero por aquello que dije la noche anterior de que me encontraba regular creyendo que algo me había sentado mal.

Me quedé dormido de nuevo al poco una vez desayuné, sin llegar a poder pensar en nada más, porque ahora sí que me encontraba regular de verdad. De hecho, ni siquiera me enteré de cuando se fueron nuestros amigos. Me desperté de nuevo solo en la cama, viendo que habían pasado varias horas, aunque aún no era la hora de comer. Me levanté y fui a buscar a Elena, quien estaba recogiendo un poco. En cuanto me vio se puso de nuevo en plan madre diciéndome que por qué no la había llamado, que estaba malo y que tenía que estar descansando. De nuevo, para comer me hizo algo ligero, comiendo ella después al haberme dejado a mí comido y reposando. La llamé para decirle que se quedara conmigo, creyendo ella que era mejor dejarme descansar, pero acabó aceptando. Así nos tiramos toda la tarde, en la cama, pero no de la manera en la que yo deseaba estar los días previos. Tras decirle varias veces que se pusiera la televisión y que no me molestaría, acabó haciéndolo y al menos así no se hizo tan aburrido.

Noelia llegó poco antes de la hora de cenar. Elena salió enflechada para hablar con ella, limitándose su hermana solo a asomarse a la habitación sin ni siquiera decir nada. Bueno, al menos había algo positivo al estar así. Otra cosa positiva fue que no le di muchas vueltas al estar dormitando y con verdadero malestar. Ya para la cena sí que me animé a levantarme pese a que Elena estaba encabezonada en que no lo hiciera. Noelia no dijo nada apneas, solo que su madre le dijo que le hubiera gustado que hubiéramos ido también nosotros para estar allí con ella y con su madre y que ésta le había echado un poco la bronca por llegar con esa resaca tan notable, aunque tampoco es que indagara en nada, porque buena hubiera sido la que le hubiera liado si hubiera sabido lo que pasó la noche de aquel viernes.

El lunes empezó como todos los anteriores, pero Elena estaba más pendiente de mí que de costumbre, aunque yo ya estaba en perfectas condiciones, sin ningún malestar ni nada. Se fue a trabajar y Noelia a la universidad, como era lo habitual en nuestra rutina. Yo me levanté al rato para empezar la mía, trabajando para sacar lo asignado para esa semana, aunque ahora ya recuperado de aquel catarro que pillé, empecé a darle vueltas a lo del fin de semana. Me sentía mal por todo lo que tenía relación con Elena y su jefe, pero también con mis amigos al no haberles prestado la atención que se merecían, en todos los aspectos. El caso fue que tampoco pude pensar mucho, porque me llamó Irene.

-Nene, ¿cómo estás?
-Bien. Ya estoy mejor, no tengo fiebre ni nada.
-Ya, eso me ha dicho Elena. Que ni nos despedimos por no despertarte.
-Sí, ni me enteré de cuándo os fuisteis.
-¿Y qué te pasaba el sábado?
-Nada.
-Sí, venga... Que nos conocemos...
-De verdad, Irene. Me encontraba un poco regular. Ya viste como me puse.
-Va, Javi. Suéltalo.
-¿Qué quieres que suelte?
-¿Me vas a hacer ir a tu casa para hablarlo bien?
-No hay nada que hablar. No sé por qué te pones así.
-Está bien -dijo para después colgar.

Me quedé un poco pillado por cómo se había puesto un poco de la nada. Creía que lo de que estaba malo la convencería, pero parecía haberse enfadado por como colgó. Me puse a trabajar, porque sí era verdad que tenía más material de la cuenta y tenía que echarle más tiempo, o al menos, ser más productivo. Estar más ocupado que de costumbre no quitaba que a veces me quedara un poco embobado pensando en lo que no paraba de rondar mi cabeza desde hacía un par de días. Hasta llegaba a preguntarme qué estaba haciendo Elena en esos momentos en los que estaba trabajando, pensando en si su jefe estaría cerca de ella. Al par de horas llamaron a la puerta de casa y de primeras no fui a abrir porque no esperaba visita y no tenía muchas ganas de aguantar al comercial de turno, pero la insistencia en el timbre me hizo levantarme para ver quién era. De camino a la puerta pensé en la conversación que había tenido con Irene, preguntándome si era ella y efectivamente, lo era.

-¿Qué haces aquí?
-¿Creías que me iba a conformar con la mierda de excusa que me has puesto?
-¿Pero en realidad has venido por eso?
-¿Me vas a dejar pasar o qué?
-Joder, sí que estás enfadada.
-Sí. Y tú no colaboras.

La hice pasar, ofreciéndole un café mientras le decía de ir a donde trabajaba porque tampoco podía perder mucho tiempo y pensé que podríamos hablar mientras seguía con lo mío.

-A ver, ¿qué te pasa?
-Que no es nada, Irene. No sé qué te ha dado.
-Me ha dado que te conozco y esa cara larga que tenías el sábado no era por estar un poco malo o estresado por el trabajo.
-Pues es eso. No sé qué película te estás montando, pero es que no hay más. El sábado comimos en un bar y creo que algo me sentó mal. La cena fue también un poco fuerte para lo que solemos cenar y no me hizo mucho bien a pesar de lo buena que estaba. Y mira todo esto... -dije enseñándole todo lo que tenía que hacer para la semana.
-Sofía me ha contado que sí, que tenéis más lío, pero que tampoco es para tanto.
-Claro, ella como está de viajecitos, pues está más entretenida, pero yo que es con todo esto poco voy a poder salir de aquí.
-Sigues sin convencerme, Javi. Si solo hay que ver la cara que tienes.
-Aún sigo un poco malo.
-Una mierda. A ti te pasa algo. ¿Qué es? Va.
-Que no es nada, coño. Es que he estado malo y estoy un poco estresado y hasta arriba de trabajo.
-¿Tan mala amiga soy que no me lo quieres contar?
-Noooooo. No es eso.
-¿Te da miedo que se lo pueda contar a Elena?
-¿Miedo de qué? Si no hay nada.
-Es por Noelia, ¿no? ¿Está en el mismo plan en el que estaba en la playa?
-¿Te ha contado algo Elena?
-Sí.
-Pues ya lo sabes.
-¿Eso es?
-Sí, eso es -dije para que me dejara en paz.
-¿Pero qué es? ¿Te está provocando para que te la folles? No me jodas...
-No. Qué va. Es simplemente que la convivencia con ella está siendo un calvario por la actitud de mierda que tiene. Es una chica muy egoísta y muy narcisista. Todo tiene que girar en torno a ella y tiene que ser como ella diga.
-¿Y ya está? ¿Solo eso?
-Bueno. Parece poco, pero es que una vez vives con ella, te das cuenta de lo porculera que es. No sé cómo cojones la ha aguantado Elena tantos años.
-Porque es su hermana.
-Ya, pero es que la nena...
-¿Algo más?
-Es que lo que más me jode es el haber perdido esa intimidad que tanto necesitábamos. Con ella aquí, Elena no quiere hacer mucho, ya sabes.
-Sí, ya sé cómo es.
-Y también hemos llegado a discutir por su culpa.
-¿En serio? Eso no me lo ha contado. ¿Cómo ha sido?
-Da igual, es que no quiero ni recordarlo. Pero ha pasado, aunque ya está arreglado y tal.

Decir todo aquello pareció convencer a Irene, quien se quedó mirando al suelo pensativa. Por mi parte, soltar aquello tampoco es que me hiciera bien, porque como si no tuviera poco con lo que pasó hacía pocas horas, ahora estaba también pensando justo en lo que le acaba de contar a mi amiga. Me empecé a sentir peor y estuve muy cerca de levantarme para sentarme al lado de ella en el sofá y darle un abrazo, porque realmente lo necesitaba, pero tampoco quería que le diera por pensar más, por lo que al final no lo acabé haciendo. Por suerte, estuvimos hablando de otras cosas, en concreto de lo bien que se lo pasó el sábado, aun estando yo de aquella manera, pero dijo que siempre le gustaba pasar tiempo con nosotros. También dijo que le hubiera encantado hacer algo más con nosotros, lamentándose que no pudiera haber sido así.
 
Capítulo 314

Finalmente, después de hablar otros temas del resto de amigos que teníamos en común, Irene volvió a preguntarme si había algo más aparte de todo lo que me preocupaba, por si necesitaba desahogarme, interesándose si la amiga de Elena, Yolanda, o como se refirió a ella, "la gilipollas" tenía algo que ver. Yo le respondí que para nada, que estaba muy suave la cosa con ella y que no habíamos cruzado palabra alguna. Al rato, Irene dijo de irse para no robarme más tiempo, porque con ella allí no me estaba cundiendo mucho en el trabajo, por lo que se fue, acompañándola yo hacía la puerta. Una vez Irene estaba a punto de irse, abriendo la puerta, la agarré del brazo para darle un abrazo que no pude reprimir. Y me alegré de no hacerlo, porque me supo a gloria. Lo necesitaba de verdad, porque no le había contado a nadie lo que había descubierto y el mar de dudas que tenía en mi interior era enorme y hacer aquello fue liberador en cierto modo, ayudándome a descargar tensiones. Irene de primeras me recibió con normalidad, pero el abrazo se alargó, dándome cuenta, por lo que me separé de ella en cuanto volví a la realidad.

-¿Y esto?
-Nada, un abrazo.
-Pero... ¿Estás bien?
-Que sí, coño. Jajajaja. Que no nos despedimos ayer y quería compensarte hoy. Además, con Elena tanto tiempo en el trabajo, se me hace la casa muy grande y necesito socializar. ¿Y quién mejor que vosotros, que sois mis mejores amigos?
-Ah... Vale. Parecía un abrazo de estar mal. Pero si es solo eso, genial. Yo también te quiero. Que no se te olvide.
-Imposible.
-Y que si necesitas algo, hablar, charlar, despejarte, pues me llamas y listo.
-Vale. Gracias, de verdad.

Irene se fue y yo volví al trabajo, aunque antes me senté un poco en el sofá para tratar de poner la mente en blanco y que así me fuera mejor. Necesitaba distraerme para evitar pensar en cosas que no me iban a hacer bien y que no creía en realidad, o eso era lo que quería pensar, porque tenía dudas. Dudas que aumentaron un poco cuando Elena me llamó cerca de la 1 de la tarde para decirme que ese día tampoco iba a poder salir para comer y que lo iba a hacer en la oficina. Le pregunté si saldría al menos a la hora pactada ya por la tarde-noche, pero como solía hacer en estos casos, me dijo que no dependía de ella y que ya me avisaría. Después me colgó tras decir que me tenía que dejar, que la estaba esperando su jefe. Desafortunadas palabras teniendo en cuenta la situación en la que estaba, pero claro, ella no tenía ni idea de nada de aquello. Que no me preguntara cómo estaba teniendo en cuenta que por la mañana sí que estaba interesada no hizo más que aumentar un poco esas dudas, pero quizá estaba ya viendo cosas donde no las había.

Era una situación un tanto incierta, porque nunca me había sentido así con ella. Habíamos pasado ya por varias cosas, pero nunca por algo así, al menos por mi parte. Me paraba a pensar y hasta sentía que pasábamos menos tiempo juntos que cuando empezamos a salir sin estar viviendo juntos y sin ni siquiera estar en la misma ciudad. De nuevo vuelta a lo mismo, empezando a pensar en todo como si tuviera una película en bucle en mi cabeza. Y me esforzaba por tratar de despejar todo aquello de mi cabeza, pero me resultaba muy difícil. Intentaba concentrarme para trabajar, pero me distraía un segundo y volvía a empezar a pensar en eso. Barajaba la posibilidad de salir a dar un paseo y que me diera el aire, pero eso era algo que solía hacer para despejarme y pensar las cosas en frío, pero era algo que no necesitaba, bastantes vueltas le había dado ya al tema como para seguir haciéndolo cuando en realidad lo que quería era sacarme todo aquello de la cabeza. Solo quería unas horas con la cabeza en otro sitio para descansar. Jugar a videojuegos sí que ayudaba, pero la montaña de trabajo que tenía no se iba a hacer sola, por lo que tampoco me podía permitir pasarme horas jugando.

Noelia llegó a casa, preguntado si había alguien en casa, imagino que al verlo todo muy en silencio y demás. Respondí desde mi puesto de trabajo, acudiendo ella al instante.

-¿Aún trabajas?
-Sí.
-¿Y mi hermana?
-En el trabajo también.
-Joder...
-No somos tus criados, Noelia. No tenemos que estar pendientes de ti todo el día. Hazte tú de comer.
-No sé cocinar, ya lo sabes. Y tampoco tendría ganas de cocinar después de más de 6 horas de clase.
-¿Y te crees que nosotros sí después de estar el mismo tiempo o más trabajando?
-Bueno, paso de discutir por tonterías. ¿Tú no comes?
-Ahora cojo algo.
-Voy a pedir algo. ¿Te pido algo a ti?
-No. No me apetece.
-Como quieras.
-Una cosa -dije cuando ya se estaba marchando.
-¿Qué?
-Estoy muy liado con el trabajo. Te agradecería que no me molestaras, porque no puedo estar perdiendo el tiempo.
-Vale. Esta tarde iba a venir Arantxa. ¿Puede ser, o también te molesta?
-Mientras no hagáis ruido, me da igual. Aunque también podríais ir a su casa.
-Su madre tiene visita, por eso vendimos aquí.
-Vale, pero no arméis jaleo.

Noelia se quedó unos instantes en la puerta, viéndola yo por el rabillo del ojo mientras miraba los monitores, pasando a mirarla a ella, yéndose en cuanto me vio dirigir mis ojos hacia ella. El resto de la tarde transcurrió igual en gran medida. Me preparé un sándwich rápido para comer algo, aunque no tenía mucho apetito y pude oír como efectivamente, Arantxa entró en casa, pero aparte de unos murmullos no oí nada más, por lo que pude trabajar medio en condiciones cuando mi cabeza me dejaba hacerlo sin distraerse con aquel tema recurrente. Ya bien entrada la tarde, sobre las 8 apreció Elena por la puerta.

-¿Ya estás aquí?
-Sí, ya hemos acabado.
-¿No me ibas a avisar?
-Sí, bueno, se me ha pasado.
-¿Cómo has venido?
-Me han traído.
-Ah...
-¿Todo bien? -preguntó extrañada.
-Sí, claro.
-Hemos acabado más pronto de lo que pensábamos. Hoy hemos puesto broche al proyecto en el que llevamos trabajando un par de semanas y hemos salido a tomarnos una cerveza.
-Ah, bien.
-¿Estás bien?
-Sí. Bueno, un poco cansado.
-Pues a descansar.

Al rato nos pusimos los tres a cenar en silencio mientras veíamos la tele. Elena se preparó una ensalada, porque no tenía mucha hambre por haber estado picando algo con sus compañeros, mientras que Noelia y yo hicimos una cena normal. Elena no perdía detalle de la tele mientras que yo prácticamente solo la miraba a ella pensando en qué habría estado haciendo en el trabajo, con quién se habría ido a echarse esa cerveza, quien la habría traído... Le estaba dando demasiadas vueltas a la cabeza y quizá estaba viendo cosas donde no las había. Por cómo estábamos sentados, Elena no se percataba mucho de cómo la miraba y analizaba, aunque Noelia sí que me veía, quedándose con su mirada fija en mí, incluso aguantándola cuando cruzaba la mía con la suya. Me preguntaba qué pasaba por su cabeza. Sabía que era lista y que algo se podía estar oliendo, y más por las preguntas que me hizo de si Elena y yo estábamos bien, así que tal vez tendría que lidiar con ella de nuevo en ese aspecto.

Tras la cena, nos quedamos en el sofá y Elena estaba con el móvil, no sé si viendo algo o hablando con alguien, pero lanzaba risitas y eso me ponía nervioso. Me imaginaba que estaba hablando con Alberto y me ponía de mala ostia. Tan incómodo estaba que fui a dónde tenía el ordenador para echar un ojo a lo que me quedaba por hacer en el trabajo pese a estar aún a lunes. Elena se acercó a los pocos minutos preguntándome qué hacía. Yo le respondí que estaba mirando algo del trabajo y calculando cuánto tiempo tendría que echarle para poder ir bien de tiempo. No pareció importarle mucho, haciendo un pequeño sonido de estar conforme con mi respuesta, diciéndome después que se iba a la cama a dormir, que no tardara. Me quedé un rato más y luego me fui a la cama, estando ella ya dormida.

Los dos siguientes días fueron prácticamente iguales, aunque sin la visita de Irene. Elena se quedó en la oficina para comer, ya que habían empezado otro proyecto y tenían lío. Noelia llegaba de la universidad y comía, bastante a su bola, quedándose durante toda la tarde en el salón, aunque empezó a tener más interacción conmigo, ya que me preguntaba algunas dudas que tenía en los diferentes idiomas que estaba estudiando, pidiéndome consejo para estudiar algunos puntos de gramática y sobre todo vocabulario. Le ayudaba a regañadientes diciéndole que no podía distraerme mucho, porque estaba liado, pero eso a ella parecía darle igual. Hasta se trajo un libro para sentarse en el sofá y medio tomar apuntes de las dudas que le iban surgiendo y yo le resolvía. Como tampoco estaba en el plan en el que solía estar, no la eché de malas maneras, atendiéndola esperando que fuera algo breve y que al menos eso hiciera que nuestra convivencia fuera mejor.

Lo que me ponía algo nervioso era el contacto físico que tenía conmigo, acercándose a preguntarme alguna duda para señalarme en los libros lo que era, apoyando su mano en mi hombro a veces o directamente echándose sobre mí un poco. La veía tan natural que imaginaba que no lo hacía con intención de llegar a algo más, pero cualquiera se fiaba de ésta. En esos días ya sí fui yo a por Elena, siendo unas cenas exactamente iguales, aunque Elena ya sí venía con más hambre que aquel lunes, pero las miradas entre nosotros eran las mismas. Ya fuera las inexistentes por parte de Elena hacía Noelia y yo, o las que yo le hacía a Elena y Noelia a mí, cruzándose en varias ocasiones. Yo la retiraba enseguida por incomodidad, pero ella aguantaba como si quisiera desafiarme a aguantarla.

Algo que hacía esas noches era irme a la habitación donde trabaja en cuanto veía a Elena coger el móvil, porque me empezaba a imaginar cosas y me llegaba a desquiciar. En esos días seguía con esos pensamientos, en los que pocas eran las ocasiones en las que podía desconectar, por lo que intentaba jugar un poco de noche para distraerme hasta que me entrara el sueño y así poder dormir sin estar comiéndome el coco. El problema era cuando Elena se iba a la habitación y podía oír su risa desde allí. No sabía qué estaba haciendo y eso me desquiciaba más. Era bastante ridícula toda la situación y no veía otra solución más que hablarla, por lo que me tenía que mentalizar para hacerlo, siendo una situación de la que no podía huir.

Así llegué hasta el jueves por la noche, con toda esa minirutina, en la que los días fueron fotocopias, pero esa noche Noelia se presentó en la habitación, llamando y entrando para sentarse en el sofá.

-¿Estás jugando? Creía que aún trabajabas.
-Estoy descansando un poco.
-Es que tengo alguna duda y quería preguntarte.
-¿Y si lo dejamos para mañana?
-Es solo un momento.
-Va, venga, ve a por el libro.

Noelia salió y volvió a los pocos segundos, cerrando la puerta, pero no traía ningún libro consigo.

-¿Y el libro?
-Bueno, es que es una duda diferente.
-¿Diferente?
-Sí.
-Eh, no. No empecemos.
-No, no. Solo te quería preguntar qué te pasa con mi hermana.
-¿Y esa pregunta?
-Os he estado observando y la cosa pinta fea. ¿Qué pasa?
-Nada. ¿Qué va a pasar?
-Ay... -dijo en forma de suspiro- Me molesta mucho que me tomes por tonta, de verdad. A estas alturas deberías saberlo.
-No tengo el cuerpo tus tonterías, te aviso.
-Precisamente por eso. ¿Por qué tienes así el cuerpo? ¿Qué os pasa? He estado viendo como la miras cuando cenamos. Parece que intentas leerle la mente. Ella sin embargo no te hace caso.
-No sé de qué me hablas.
-Te cuento lo que veo. ¿Tienes miedo de algo? ¿Ha pasado algo? Porque esa es otra... Ya he perdido la cuenta de los días que lleváis sin follar.
-¿Y qué sabrás tú?
-Hombre, pues lo sé porque mi hermana está aquí en casa solo cuando estoy yo y no se os oye. Y contigo ella no puede controlarse, chico.
-Deja de ver películas, que te montas muchas en tu cabeza.
-Sigue por ahí si quieres, pero no me vas a convencer de que no pasa nada.
-¿Y tú? ¿Por qué me miras?
-Ya te lo he dicho. Os observo.
-A tu hermana no la miras.
-Porque sé de sobra cómo es. Es una chica muy simple. Tú me interesas más.
-Pues no pasa nada, así que ve quitándotelo de la cabeza.
-No me convences. Inténtalo de nuevo -dijo acercándose para sentarse en mi regazo.
-¿Qué haces? -dije con tono de reprimenda- ¿No ves que tu hermana nos puede ver?
-Me da igual -dijo susurrando.
-Pues a mí no. Levanta.

Noelia no me hacía caso, por lo que dejé el mando de la play en el escritorio e intenté apartarla de mí, pero ella se resistía, cogiendo mis manos con una fuerza sorprendente para ser una chica tan menuda. De hecho, hasta consiguió darme un pico en ese forcejeo, celebrándolo ella con una risita traviesa.

-Me tienes hasta los huevos, de verdad.
-Mmm, qué ricos.
-Fuera de aquí -dije ya cogiéndola con fuerza de los brazos para echarla de allí.
-Que sepas que me voy a tocar pensando en ti.
-Pues que lo disfrutes.
-Seguro -dijo ya en el pasillo.

Volví a la habitación y me senté en mi silla, echándome hacía atrás, notando una tensión muy fuerte en mi cuerpo, y no era sexual. De hecho, me empecé a sentir mal. Notaba una tensión tan alta que me empezaron a doler los hombros y ese dolor se propagó por la espalda. Hasta me llegué a levantar para hacer estiramientos, pero eso no ayudaba. Al final decidí acostarme, por lo que lo apagué todo y me fui hasta mi habitación, pero por el camino empecé a sentir que me dolía más. Lo que era un trayecto de unos pocos metros se me hizo largo. Me empecé a agobiar, teniendo dificultades para respirar y hasta me empezaba a marear. Era una situación bastante desagradable que nunca había experimentado y a todo aquello se empezaron a sumar una serie de pinchazos en la espalda cuando intentaba respirar hondo.

Eso no hizo más que aumentar mi agobio. También notaba como tenía hormigueo por los labios y cómo me daba mucho frío de repente. Ya casi llegando a la habitación sentía como el corazón me latía más fuerte de la cuenta, empezando a asustarme. Lo que sentía era como si alguien lo estuviera cogiendo y lo estuviera estrujando. Ya entrando a la habitación empecé a temblar y me medio desvanecí por el mareo, yendo a parar al armario, causando ruido al embestirlo. Elena se asustó, espabilándose de su estado en el que parecía estar dormitando, encendiendo la luz y preguntándome qué pasaba. Solo recuerdo decirle a duras penas que no me encontraba bien, porque después de eso se me apagaron las luces.
 
Capítulo 315

El susto fue muy grande. Realmente creí que me estaba dando un infarto, pero al despertarme en el hospital me dijeron que no había sido eso. Fue muy impactante verme allí con varios cables conectados y bastante gente entrando y saliendo haciéndome varias pruebas, pero más impactante fue ver como Elena estaba a mi lado con la cara desencajada y los ojos muy rojos por haber llorado. En cuanto me vio abrir los ojos se acercó a mí, cogiendo una de mis manos, preguntándome cómo me encontraba. Estaba muy nerviosa, hasta sentía como temblaba al tener una de mis manos agarradas. El personal de ahí se encargó de tranquilizarla, porque la vieron muy nerviosa, además de que tenía que dejarme espacio para poder respirar bien y para no ponerme nervioso, porque una máquina empezó a pitar. Se la llevaron de allí y al poco empezaron a venir más médicos. Me hicieron algunas pruebas para ver que reaccionaba bien a todos los estímulos que me provocaban, siendo algunas desagradables, como ese en el que te dan con una luz en las pupilas. Tras ver que todo estaba en orden, me empezaron a preguntar para ver qué podía ocurrir.

Lo primero que hicieron fue tranquilizarme, diciéndome que no tenía nada grave, ninguna secuela ni nada raro, ya que todas las pruebas habían salido correctamente. Les empecé a decir que no había hecho nada especial en esos días de actividad física y una vez descartado eso, me preguntaron acerca de mi bienestar. Les comenté que no estaba atravesando una situación personal muy buena, preguntando yo si aquello podría tener algo que ver. Siguieron con las preguntas para ahondar en el asunto y así poder sacar un diagnóstico más claro. Les empecé a relatar cómo me había sentido justo antes de eso, diciéndoles también que andaba algo estresado por lo que les había dicho antes de estar en una situación personal delicada y por el trabajo, ya que tenía que trabajar más de lo que estaba acostumbrado. Conforme les iba contando, parecían tener claro lo que pasaba. Según me explicaron, se me había acumulado demasiado estrés y mi cuerpo había reaccionado apagándose porque necesitaba descansar. No quisieron preguntarme más de la cuenta en aquello de la situación personal, pero dijeron que eso más lo del trabajo era lo causante de lo que me había pasado. Había ido acumulando tensión en el cuerpo, cosa que se vio reflejada en como tenía de tensos varios músculos del cuerpo, por aquello me dolía tanto los hombros, propagándose por la espalda, como si hubiera hecho una reacción en cadena. Respecto a lo de los mareos y el corazón, me explicaron que se trataba de un ataque de ansiedad el cual me hizo hiperventilar, haciendo que le llegara al cerebro más oxígeno del que necesitaba, causando aquel mareo.

Yo insistí en lo del corazón, creyendo que podría ser in infarto, pero dijeron que no era posible, porque no vieron nada tras las pruebas que me hicieron, comentándome que todo funcionaba con normalidad cuando llegué al hospital. Me dijeron que me habían puesto un fuerte calmante para que el cuerpo terminara de relajarse, que por eso podía notar como si estuviera en una nube o podría sentirme aturdido, como efectivamente me sentía. Antes de que se fueran, les dije que no comentaran nada de la situación personal a la chica que me acompañaba, porque lo último que necesitaba en ese momento era hablar justo de eso teniendo en cuenta cómo estaba y lo ido que estaba por el calmante. Pude ver cómo un médico hablaba con una Elena notablemente afectada. Se me venía el mundo encima al verla así. En cuanto acabó de hablar con el médico, entró para estar conmigo, agarrando una de mis manos, notando como la suya estaba muy fría.

-Javi, vaya susto me has dado. No vuelvas a hacerme esto nunca más -dijo empezando a llorar.
-No lo he hecho queriendo, Elena -dije tirando de ella para que nos pudiéramos abrazar.

Elena se abrazó con fuerza a mí y lloró en mi hombro durante unos minutos mientras yo intentaba tranquilizarme para no ponerme peor, pero el calmante hacia su trabajo y estaba bastante ido.

-He llamado a tu madre.
-No... No tenías que haberlo hecho.
-¿Cómo no lo iba a hacer? Es tu madre y esto que te ha pasado es grave.
-No es para tanto.
-Sí. Tienes que descansar y tengo que cuidarte. También he llamado a Irene y Mario. Están viniendo para acá y están trayendo a tu madre.
-Pfff... Vale.
-Bueno, ahora les llamo otra vez para decirles que ya te han hecho pruebas y eso y que todo está bien.
-Vale. Y diles que no es nada. No quiero que se preocupen sin necesidad.
-Vale. Ahora duerme, que tienes que descansar.

Le hice caso y al poco me dormí, aunque tampoco es que pudiera haber aguantado mucho de lo drogado que iba. Desperté en cuanto llegaron, ya que oí bastante barullo y me despertaron. No fue una situación muy agradable, sobre todo por mi madre, quien también estaba llorando pese a que Elena la intentaba tranquilizar diciéndole que ya había pasado todo y que estaba fuera de peligro y no tenía nada. Aun así, seguía llorando y ya me tuve que poner serio con ella, porque no había necesidad de ponerse así. Había sido un susto y nada más, pero una madre sufre mucho por sus hijos y ella lo hacía como la que más. Por parte de mis amigos, también tenían expresión de preocupación, pero no tan exagerada. Tras unos minutos, les dije que se llevaran a mi madre a casa y que se llevaran también a Elena, que al día siguiente tenía que trabajar y por lo que vi al mirarla mejor, iba en pijama, habiendo cogido solo una chaqueta. Pero ninguna de las dos quería irse, negándose a dejarme allí solo. Elena dijo que ya había hablado con quién tenía que hablar y no había problema porque faltara unos días al trabajo. Y mi madre no quería separarse de mí. Al ver que no estaba realmente mal, se fueron a casa porque al día siguiente tenían que trabajar, sobre todo por Mario, quién tenía que madrugar bastante, no sin antes decirnos que les mantuviéramos informados de cualquier cosa que pasara.

La noche la pasé en el hospital bajo observación, con una a cada lado. No sé si ellas llegaron a dormir algo, pero yo sí que lo hice. De hecho, dormí del tirón hasta que me despertaron para ya estando mejor, volver a casa. A pesar de estar mejor, me dijeron que tomara calmantes durante ese día y el siguiente para que mi cuerpo terminara de descansar y así poder recuperarme del todo. Entre las dos me ayudaron a entrar en casa. Me llevaron directamente a la cama para que pudiera reposar allí. Elena aprovechó para darse una ducha mientras mi madre se quedaba conmigo, viniendo en seguida para estar allí los tres. Como ya estaba todo bajo control, le dije a mi madre que se fuera a casa, porque ya poco podía hacer ella y necesitaba estar pendiente de mi padre. Se fue un poco a regañadientes, diciéndonos que la llamáramos con lo que fuera y que la mantuviéramos informada, diciendo también que se quedaba tranquila al dejar a Elena allí conmigo cuidándome. Me dio un abrazo muy fuerte, dándole otro a Elena y se fue.

Elena se tumbó en la cama a mi lado y me dio el calmante, contándome mientras tanto que lo tenía todo bajo control. Me contó que había hablado con Sofía, contándole la situación, para que buscaran a otra persona para sacar el trabajo que me asignaron a mí y que vendría en cuanto pudiera para verme. También me dijo de nuevo que no había ningún problema en su trabajo y que podría estar conmigo todo el tiempo. Al final caímos los dos dormidos de inmediato, yo por la droga y ella por no haber pegado ojo en toda la noche según dijo. Nos despertamos cuando Noelia volvió a casa. Elena fue a hacer la comida diciéndome que la llamara si pasaba algo o me encontraba peor. A los pocos minutos acudió Noelia a la habitación.

-¿Cómo estás? -preguntó con una voz y de una manera que pocas veces había visto en ella.
-Pues ya mejor.
-Vaya susto nos diste anoche... Cuando oí ruido y como mi hermana chillaba... Vine y te vi en el suelo y mi hermana llorando y gritando.
-Yo ni me enteré. Me desmayé.
-Javi, me asusté mucho. Hasta me bajó la regla de la impresión.
-Pues a ver si esto que ha pasado te sirve para darte cuenta de muchas cosas. Porque tú tienes que ver en que me pasara eso.
-Lo siento.

Nos quedamos en silencio durante unos segundos, mirando ella al suelo. Parecía estar arrepentida y hasta asustada por toda la situación que habíamos pasado. Elena apareció con una bandeja para que pudiéramos comer allí, diciéndole a Noelia que le había dejado su plato en la cocina para que comiera ella allí. Cuando acabamos, Elena llevó todo a la cocina y volvió enseguida. Me dijo que le había contado a su hermana lo que me habían dicho en el hospital, tanto todo aquello de las pruebas y el diagnóstico, como lo que me dijeron que tenía que hacer. También me comentó que Noelia tenía pensando ir a casa ese fin de semana, pero que al final se iba a quedar para echarnos una mano en lo que pudiera y así poder estar Elena más pendiente de mí. Finalmente me dijo que también le había contado a su madre lo que había ocurrido y que se acercaría al día siguiente para vernos y quedarse más tranquila. Durante todo ese tiempo, Elena me hablaba casi susurrando y con miedo de echarse sobre mí como solía hacer cuando estábamos juntos en la cama, como si tuviera miedo de que me fuera a romper. Tuve que pedirle yo que se pusiera como siempre, porque me apetecía y necesitaba tener ese cariño y su calor corporal. Ella me hizo caso, pero aun así no llegaba a abrazarme como siempre. Se quedó conmigo y a media tarde me dio otro calmante para que descansara más, cayendo yo dormido sin enterarme de nada de lo que pasaba.

A la hora de cenar me despertó Elena para precisamente eso. De nuevo, como hizo a la hora de comer, vino con una bandeja para que pudiera cenar ahí y hacer así menos esfuerzos, aunque bajo mi punto de vista, no necesitaba tanta atención. Ella cenó a mi lado, estando en silencio. Mucho, de hecho. Me extrañó y le pregunté qué pasaba. Ella me dijo que no pasaba nada, pero yo la conocía y sabía que algo había. No quería ser pesado, pero verla así me preocupaba, y más teniendo en cuenta por todo por lo que estábamos pasando. Tan preocupado estaba que empecé a pensar lo del tema de su jefe y no pude evitar volver a preguntarle.

-Elena, ¿de verdad está todo bien?
-Ya te he dicho que sí. ¿Por qué lo preguntas de nuevo?
-Porque te conozco y sé que algo te ha pasado. ¿De qué se trata? ¿Es por mí?
-No, ¿cómo va a ser por ti?
-Por estar así y por todo el susto.
-No. Bueno, un susto sí que ha sido, pero no estoy así por ti, cariño.
-¿Entonces?
-Es que... -dijo después de un suspiro- Cuando te has dormido me han llamado del trabajo y he tenido que acercarme un momento.
-Ah...
-Pero mi hermana ha estado aquí contigo pendiente de ti. Le he dicho que no se separara y que estuviera atenta si necesitabas algo.
-Ajam... ¿Y qué ha pasado?
-Pues nada. Tenía que ir porque mis compañeros no encontraban una cosa que había en mi escritorio. Ni con mis indicaciones lo han encontrado y he tenido que ir.
-Ah. Bueno, no es para tanto.
-Ya... Es que a veces me cansa un poco todo. He pedido tiempo por una emergencia personal y no se me respeta.
-Tampoco es para ponerse así, ¿no?
-Yo que sé.
-No sé, me parece un poco raro que te pongas así de seria y callada por eso solo. Ya sabes que si pasa algo, lo que sea, me lo puedes contar, ¿verdad?
-Claro que lo sé, mi amor -dijo dándome un beso en los labios.

Era raro. Notaba que algo más había y no estaba en condiciones para darle más vueltas al asunto de su jefe. No quería empezar la conversación en ese momento, porque la veía muy contrariada y en mi estado prefería esperar un poco más antes de sacar algo que pudiera ser peliagudo. Ya le sacaría el tema cuando estuviera recuperado por completo. Tampoco es que tuviera mucho descanso, porque aquello que dijo que me dejó solo con Noelia no me hizo mucha gracia. Me preguntaba si había hecho algo conmigo al estar bastante K.O. pero no notaba nada raro. Aun así, quise cerciorarme o, al menos, encarar aquello con ella. Le dije a Elena que necesitaba ir al baño, preguntándome ella si necesitaba que me acompañara. Tras decirle varias veces que no, porque ella se puso muy insistente, logré ir al baño. Fui rápidamente y después me dirigí a la habitación de Noelia, entrando sin llamar. Ella reaccionó de manera agitada al asustarse aparentemente, aunque no estaba haciendo nada.

-¿Qué pasa? -preguntó acelerada.
-Me ha dicho tu hermana que ha tenido que salir y que me ha dejado a tu cargo.
-Sí.

Me quedé mirándola seriamente, aunque no lograba descifrar nada en ella como para saber si había hecho algo.

-¿Qué pasa? -preguntó al ver que yo no seguía la conversación.
-¿Has hecho algo?
-¿Qué si he hecho algo de qué? ¿A qué te refieres?
-¿Tú qué crees?

Noelia se me quedó mirando extrañada, esperando algo que pudiera aclararle lo que le preguntaba quizá, pero pasó a poner una cara de sorpresa.

-¿Te refieres a...?
-Sí.
-¿Por quién me tomas? ¿En serio me crees capaz de...?
-¿A estas alturas? Sí. Lo creo.
-Pues no, no he hecho nada.
-¿Segura?
-Claro que sí. No sé cómo puedes pensar siquiera que haya intentado algo conforme estás...
-Son muchas cosas ya.
-Pues no -dijo algo triste.

Me di media vuelta para salir de la habitación, pero Noelia me preguntó:

-¿Estás ya mejor?

Me quedé quiero un par de segundos, pero salí sin llegar a responderle. Regresé con Elena a la habitación y me abracé a ella cuando me tumbé, quedando con mi cara apoyada en su pecho. Ella me acariciaba la cabeza y por suerte caí dormido rápido, seguramente por el efecto del calmante.
 
Capítulo 316

Ese sábado me desperté solo en la cama, cosa que le extrañó por cómo estaba Elena de pendiente de no dejarme solo. Oí un murmullo, suponiendo que estaba hablando con Noelia, por lo que decidí quedarme en la cama esperándola. Como pasaban varios minutos y no venía, me puse la tele para estar entretenido, acudiendo ella a los pocos minutos, aunque no veía sola, sino que Maribel estaba con ella.

E: Anda, si ya se ha despertado.
M: Buenos días, ¿cómo estás?
J: Hola. Pues ya estoy mejor.
M: Me quedé muy preocupada cuando Elena me llamó llorando. Me puse muy nerviosa. Esta noche no he dormido nada.
J: No ha sido para tanto...
E: Pues el susto que me llevé sí que fue para tanto.

Entonces Elena se puso a contarle a su madre lo que ocurrió exactamente, hasta imitándome para que viera cómo me di contra el armario y luego me desmayé. Maribel parecía muy impactada, sentándose en los pies de la cama para seguir la conversación.

M: ¿Y al final qué ha sido? ¿Estrés?
J: Eso me han dicho.
M: Hay que cuidarse. Que eso parece que no, pero está ahí haciendo mella por dentro y luego pues pasan cosas como esta.
E: Pero ya está todo arreglado. Ya he hablado con su jefa para que le dé la baja y a ver si en lo que se pasa esto, baja la cantidad de trabajo que tienen, porque vaya días llevan...
M: Ah.
E: Y ayer no fui a trabajar. Tengo que cuidarlo. Y el lunes tampoco voy a ir seguramente.
J: Pero si no hace falta. Ya me encuentro mucho mejor y no necesito tanta atención. Hoy acabo con los calmantes.
E: Que no. Que hay que asegurarse. Si no hay problema tampoco en mi trabajo porque falte un par de días.
M: Vaya carácter.
J: Se nota que es tu hija.

Ambas empezaron a reír y luego Maribel siguió.

M: La verdad es que creía que le iba a costar más trabajo sobrellevar todo esto por cómo me llamó llorando.
E: Fue el momento. El susto fue muy grande y muy inesperado.
M: Lo imagino.
E: Aunque no es la primera vez que nos pasa.
M: ¿No?
J: No.
E: Pero si te lo conté, ¿no, mamá?
M: No recuerdo ahora mismo.

Elena le empezó a contar la anécdota de aquella fiesta en la que tuve un encontronazo con su ex, aquella en la que le metí un rodillazo y yo me caí y me abrí la cabeza contra la pata de una mesa. Maribel nos miraba con los ojos muy abiertos, como si no creyera lo que le contamos.

M: Pero si Alejandro parecía un buen chico en ese aspecto.
E: Pues ya ves que no. En ninguno.
M: Eso sí que sería un susto. Ahí con toda la sangre...
J: Yo no recuerdo nada de aquello.
E: Me asusté, pero reaccioné a tiempo. Fui hacia él y le tapé la herida con la mano. Lo peor era ver cómo tenía la mirada perdida. La sangre comparada con eso no era para tanto.
M: ¿Y qué hicisteis después?
E: Lo llevamos a su casa y allí pues nos encontramos a su madre. Una manera horrible para conocer a tu suegra, pero bueno, todo fue muy bien. Su madre es un cielo.
M: Venís a casa en esas condiciones, contigo así Elena y lo mato.

Nos reímos y seguimos hablando de esos detalles de la fiesta, contándole también como en los días siguientes a esos, le dejé el coche a Elena para que viniera a verme, ya que no lo iba a usar y así no tenía que depender ni de autobuses ni de ninguno de nuestros amigos para poder desplazarse entre su pueblo y mi ciudad. Maribel estaba sorprendida con aquello de que le dejara el coche habiendo empezado a salir hacía pocos días, asombrándose también por la de cosas que Elena hacía a sus espaldas sin que ella se enterara, aunque no lo decía a malas. Ella creía que se iba con sus amigas del pueblo y que dormía con ellas, pero luego resultaba que estaba siempre conmigo, en mi casa o con unos amigos.

Así estuvimos hablando un buen rato hasta que alguien llamó a la puerta. Elena fue a ver quién era mientras Maribel se quedó conmigo en la habitación. Se trataba de Sofía, quien también venía a verme. Sofía saludó y vino hacía a mí directamente para darme un abrazo. Tenía un rostro de preocupación bastante grande. Lo primero que hizo fue preguntar cómo estaba, respondiéndole yo que me encontraba mejor y que ya se había pasado el susto. Ella me dijo que debería haberla avisado, respondiendo yo que creía tenerlo todo bajo control y que no necesitaba ayuda hasta que finalmente sí que acabé explotando, aunque en realidad el trabajo poco tenía que ver. Pasamos a ir al salón, porque estábamos todos en la habitación y decidimos movernos para tener más espacio. Allí, seguimos hablando, dándome cuenta de cómo Maribel no le quitaba el ojo a Sofía, mirándola de arriba a abajo en varias ocasiones. Noelia también se nos unió para estar todos juntos charlando. Sofía comentó que lo había solucionado, repartiendo mi trabajo entre los demás compañeros que tenía en mi departamento, así no se notaría mi falta, aunque también suponía apretar un poco más de la cuenta a mis compañeros.

Sofía siguió relatando como se preocupó cuando la llamó Elena y le contó todo. No podía evitar sentirse culpable de que me hubiera ocurrido aquello, ya que todos pensaban que se trataba por el estrés del trabajo. Ahora Noelia también miraba a Sofía igual que lo hacía Maribel. Se notaba que eran madre e hija. Cambiamos de tema, hablando de otras cosas, empezando a conocerse ellas, ya que era la primera vez que Sofía veía a la madre de Elena y casi que a Noelia también, porque la vio una vez, no hacía mucho, pero fue de manera breve. Estaba muy sorprendida diciendo que era increíble lo que se parecían las tres, sobre todo Maribel y Elena. Maribel se interesó por nuestra amistad, preguntando cómo nos conocimos y como habíamos ido desarrollando esa afinidad, porque veía mucha confianza entre nosotros y ella no había oído hablar de ella nunca.

Sofía le empezó a contar cómo nos conocimos en aquel viaje en el que me tuve que ir fuera, coincidiendo allí con ella y como de primeras congeniamos bien al ser los más jóvenes de nuestro grupo, siendo los demás ya de mediana edad en adelante. Después de ese trabajo comentó que seguimos manteniendo el contacto al ser ella ascendida como jefa y también como le presenté a Irene y a Mario. Sofía contaba lo bien que le caímos con esa confianza que ella solía tomarse, cogiendo una de mis manos o directamente el brazo. Dijo que al conocernos a todos se sintió como parte del grupo de amigos y que pasados unos meses decidió venirse a vivir a mi ciudad después de haber tenido la oportunidad. Maribel estaba sorprendida y casi que Noelia también al oírla hablar de esa manera, aunque lo disimulaba mejor. Era hasta divertido verlas así de desconcertadas y de curiosas sobre Sofía.

Tras un buen rato en el que estuvimos todos hablando, sobre todo ellas, Sofía se marchó porque tenía que volver para trabajar. El resto de la mañana transcurrió con normalidad. Y quién me lo iba a decir a mí después de todas las que había tenido con Noelia y Maribel. Pues ahora estaban en casa y no me molestaban. Tal vez fuera por mi estado, haciendo que ellas no fueran tan impetuosas, o tal vez el calmante funcionaba demasiado bien haciendo que me cambiara hasta el carácter. A la hora de la comida, Maribel dijo de ir a preparar la comida y Elena se prestó para ayudarla, pero ella se negó, diciendo con palabras textuales que se quedara conmigo, que tenía que cuidar de su novio, por lo que le dijo a Noelia que la acompañara para que ella le ayudara y de paso para ver si se le pegaba algo y así poder valerse por sí misma. A mí me parecía perfecto, así podía estar con mi chica a solas, imaginando también que ambas iban a cuchichear.

Me quedé con Elena tumbado en el sofá, con mi cabeza sobre su regazo. Estaba muy a gusto, pero había momentos en los que la miraba y me la encontraba pensativa, como distante, sin prestar atención a la tele, la cual estaba encendida. Me preguntaba qué era lo que pasaba por su cabeza. Lo que se pasaba por la mía al verla así era aquella conversación que tenía con su jefe, pero era algo en lo que no quería pensar después de todo lo que había pasado. No quería dar un paso atrás en mi recuperación y ya tendríamos tiempo de abordar ese tema y hablarlo tranquilamente. Por suerte, sus caricias en mi cabeza me ayudaban a relajarme y pensar en otras cosas, aunque lo que más hacía era descansar, resultándome muy fácil desconectar, seguramente debido a la medicación. Comimos en el salón, estando todo espectacular como yo bien sabía que estaría. Tras comer, charlando entre todos un poco, Elena me dijo de ir a la habitación para descansar mejor. Ella me acompañó y se quedó sentada, con la espalda apoyada en el cabecero de la cama mientras que yo estaba tumbado.

Le empecé a acariciar una pierna, porque me sentía bien y con ganas. Ya había perdido la cuenta de los días que llevamos sin hacer nada y mi cuerpo me lo pedía. La veía tan guapa y tan mona con ese aire maternal al cuidarme de esa manera tan buena y tan cercana, que me apetecía hacerle el amor. Elena respondía con una sonrisa preciosa, poniendo su mano sobre la mía para acariciarla. Pero la cosa cambió cuando empecé a subir la mano con intenciones claras. Ella me la paró y me miró con una sonrisilla socarrona.

-¿Qué haces?
-Me apetece...
-¿Pero qué dices? Anda...
-Elena... Llevamos mucho sin hacer nada. Parecemos una pareja de abuelos.
-Jajajajaja. ¿Eso crees?
-No, en realidad no. Pero es verdad que llevamos mucho sin echar un polvo ni nada.
-Pero mi amor... -dijo escurriéndose para tumbarse de lado mirándome- Está aquí mi madre y mi hermana.
-También lo estaban cuando me quedaba en tu casa y buenos polvos que caían...
-Jajajaja. Sí, eso es verdad. Pero me sigue dando vergüenza. ¿Y si nos pillan? Ya sabes la suerte que tenemos para esto...
-A veces pienso que no te pongo ya -dije de broma.
-¿Qué dices? Eso es mentira. ¿No viste como te miraba el fin de semana pasado cuando tuvimos la cena con Irene y Mario? Si te comía con los ojos...
-Ya, era broma.
-Además, estás malito mi amor. Tenemos que esperar a que te pongas bueno del todo.
-¿Por qué no me curas?
-Que nooooo, jajaja. Vamos a esperar un poquito más.
-Bueno, pues haremos lo que la niña diga.
-Es por tu bien, mi amor -dijo acariciándome la cara para darme un beso muy dulce después.
-Vale, pero quiero que volvamos a estar como antes.
-¿Cómo? ¿Es que estamos mal?
-No. No es eso... Es que... -dije dudando cómo seguir- Antes lo hacíamos a diario casi. Y míranos ahora. Semanas sin follar ni nada.
-Jejeje -rio dejándome medio desconcertado.

No dijo nada más y se levantó con mucho cuidado, como si fueran las 5 de la mañana y nuestra casa estuviera llena de gente durmiendo, andando de puntillas para no hacer ruido. Llegó a la puerta y la cerró, ya que estaba entornada, echando luego el pestillo. Volvió a la cama de la misma manera y me destapó para ponerse sobre mí con una pierna a cada lado y empezar a besarme. Me hacía cosquillas al dejar caer su pelo por mi cara, pero su olor y ese cariño con el que me estaba besando hizo que mi erección se disparara. Ella rio dulcemente y bajo dándome besos por mi cuerpo, aunque llevaba el pijama puesto y no lo llegaba a hacer sobre mi piel. Cuando llegó a mi cintura se quedó quieta, agarrando mi polla por encima de la tela para acariciarla y sobarla. Me miraba con una expresión traviesa y yo a ella con expectación. Hasta estaba nervioso, con mi corazón latiendo rápido por ver qué seguía. Ella me bajó los pantalones y los boxers a la vez con cuidado de no hacer ruido, agarrando mi polla para empezar a pajearla de manera suave y pausada. Me miraba fijamente a los ojos, acelerando poco a poco, aunque de manera tan ligera que apenas se notaba. Sin esperármelo me dio un beso en el glande que le hizo estremecer, provocando de nuevo su dulce risa. No esperó mucho más y empezó una mamada lenta, con más cariño que pasión, aunque yo no me iba a quejar desde luego teniendo en cuenta lo que llevaba sin recibir una.

Era un espectáculo verla hacerlo, ya que, sin dar grandes lametones ni chupadas, el placer que me originaba era altísimo, teniendo que ver aquellas miradas que me lanzaba, tan fijas y tan penetrantes que me provocaban escalofríos. Lo mejor de aquella mamada era que me sirvió para evadirme de todo lo que estaba pasando en esas últimas semanas. Estaba siendo capaz de disfrutar al 100% de eso. Elena paraba a veces, apoyando su carita de ángel en mi cadera para seguir estimulándome con una paja, pero fue algo breve, porque volvió a la carga, esta vez poniéndole más pasión al hacerlo algo más rápido y al empezar a tragar más, llegándolo a hacer por completo. Ese momento solo se vio afectado por un ruido de alguien entrando al baño, con una Elena poniéndose inusualmente nerviosa teniendo en cuenta que aquello no era algo nuevo ni mucho menos para nosotros y que el pestillo estaba echado. Pegó un respingo y aceleró su respiración, pero al poco volvió.

Tras tragar un par de veces más mi polla por completo, la avisé en forma de susurros que iba a acabar. Ella rodeó mi glande con sus labios, moviendo su lengua para estimularme, mientras me pajeaba con cierta rapidez. El resultado fue expulsar una corrida abundante en su boca mientras me estremecía y mi respiración se entrecortaba. Ni siquiera pude verla, porque el placer que me dio hizo que me abandonara a las sensaciones, cerrando mis ojos. Antes de que soltara mi polla abrí los ojos para mirarla, encontrándomela con una expresión rara. Soltó mi polla y cogió apresurada las toallitas que tenía en la mesita para sacar un par y escupir mi corrida en ellas, pasando a limpiarse bien la boca con una, enjuagándose con agua también.

-¿Todo bien? -pregunté algo desconcertado.
-Sí, claro. Es que sabía diferente.
-Ah...
-No sé... No me ha gustado.
-¿Y eso?
-Supongo que será por la medicación. No sé.
-Me ha encantado.
-¿Sí? -preguntó divertida.
-Mucho. Me ha sabido a gloria, aunque no puedo decir lo mismo por tu parte.
-Jajajaja. No te creas, ¿eh? Me ha gustado mucho. Ya sabes que yo también lo disfruto mucho. Me notó muy mojadita.
-¿Te lo como?
-Nooooo.
-Es que me apetece mucho.
-No. Que al final vamos a acabar follando.
-Menudo problema, ¿eh?
-Jajajajaja. Va, cuando estemos más solitos y estés recuperado del todo, vamos a pasarlo bien.
-Qué ganas.
-Yo también tengo ganas, amor mío.
-A ver si es verdad y me revientas.
-Yo también quiero que me revientes, jajaja. Anda, voy a por un calmante, que ya te toca. Descansa.

Elena se fue mientras yo me quedé ahí relajado y contento, aunque solo hubiera sido una mamada. Si no fuera porque la conocía, hubiera pensado que estaba poniendo excusas para no echar un polvo, pero sabía que no le gustaba mucho hacer nada con su familia por casa y la veía preocupada por mi estado de salud. Aunque ya más pensativo se me vino la cara de su estúpido jefe a la cabeza. Me di un par de tortas para quitarme la idea de la cabeza, poniendo la tele para distraerme mientras esperaba que Elena volviera. Lo hizo rápido, trayéndome el calmante para que me lo tomara, tumbándose a mi lado. Yo me puse de lado y ella se puso de la misma manera, aunque mirando hacia a mí para acariciarme la cara, haciendo que me relajara bastante.

-Mi amor -dijo susurrando.
-Dime -respondí de la misma manera.
-Me he acostado con mi jefe.
-¿Cómo? -dije apartándome de ella bruscamente.
-Lo siento -dijo empezando a llorar.
-Elena... ¿Cómo me has podido hacer esto?
-Pasó. Simplemente pasó. Me engatusó y se aprovechó de mí, de cómo estaba por todo lo que había pasado con mi hermana, en ese momento en el que también me enfadé contigo un poco por darle alas a mi hermana...
-Pero... No lo entiendo. ¿Cómo te pudo convencer? No tiene sentido. ¿Todo eso de que me quieres es mentira?
-No, no lo es.
-¿Y te parece normal hacer eso? ¿Te parece normal contármelo con tu familia aquí? ¿Y en mi estado?
-No podía aguantarlo más. Lo he hecho ahora que está mi familia aquí porque... -dijo quedándose en silencio después.
-¿Tienes miedo? ¿Creías que iba a hacer algo?
-No. No, no, no, no -dijo mientras seguía llorando.
-¿Entonces?
-Por si me dejas. Así por lo menos tengo donde apoyarme.
-Madre mía... Yo haciendo malabares para esquivar a varias chicas y tú me la pegas con el primero que se te acerca...
-Eso no es así.
-¿No? ¿Entonces qué es? ¿Se te han acercado más? Porque no me has dicho nunca nada.
-Para, por favor.
-No, si ahora soy yo el malo, no te jode...
-No...
-Elena, que tu hermana ha estado provocándome desde antes de que fuéramos pareja tú y yo para que me la follara.
-¿Qué?
-Lo que oyes. He estado los casi 8 meses que llevamos juntos aguantando tonterías y provocaciones de todos los tipos por su parte. Está obsesionada conmigo.
-¿Y lo has hecho?
-Me la follé, sí. Pero tú y yo no éramos aún pareja.

Elena me soltó un guantazo que me cruzó la cara.

-Hijo de puta. ¿Cómo has podido hacer eso?
-Fue ella. Me hizo una encerrona y caí como un gilipollas. Pero no me insultes, porque yo no te he engañado con nadie, no éramos pareja todavía. Sin embargo, tú sí que lo has hecho. Lo has hecho sabiendo lo que duele que te lo hagan. Y sabiéndolo bien por cómo te lo hicieron a ti y por cómo se lo hicieron a tu madre.
-Seguro que tú también me lo has hecho.
-Mentira. No he hecho nada.
-Seguro que te follaste a Bea. Lo de la historia esa de que os desnudarais y todo eso no hay quien se lo crea.
-Pues fue así. Pero que ya da igual, que tú me has engañado a mí. No tienes derecho a reprocharme nada.
-Pero te lo he contado.
-En mi estado. Qué hace dos días escasos estaba en el hospital después de darme lo que me dio.
-¿Remordimientos por haberme engañado?
-No. Agobiado por la hija de puta de tu hermana que no me ha dejado tranquilo un puto día de estos 8 meses. Comiéndome la cabeza por una conversación que vi en tu whatsapp con tu jefe por accidente. Me hizo pensar que me estabas engañando, aunque no tenía pruebas, pero me negaba a pensarlo para luego ver que sí, que me has engañando con él. No soy perfecto, lo reconozco, pero desde luego no soy como tú, que vas de sensible y de víctima y luego haces justo lo que más te ha dolido.
-No soy así. Fue un desliz. ¿No me puedes perdonar eso?
-No lo sé, Elena. ¿Me perdonarías tú a mí algo así?
-Entonces lo has hecho...
-No. Te estoy preguntando si me perdonarías.
-Sí.
-Mentira. Mira cómo has reaccionado a lo de tu hermana y eso que aún no éramos pareja.

Al final acabaron apareciendo tanto Maribel como Noelia por las voces que estábamos dando, preguntando su madre qué pasaba. No fue una situación muy agradable por como explotó todo. Al final Elena sí que me había sido infiel con su jefe. Mis sospechas estaban ahí, pero en lo más profundo de mi corazón no pensaba que lo hubiera sido. Maribel se volvió loca, negándose a creer nada de lo que estábamos diciendo por mucho que Elena lo volviera a confesar delante de su familia. Noelia lo que hacía era negar todo lo que yo decía acerca de aquellos meses en los que no me dejó tranquilo, haciendo de todo para conseguir lo que quería. Maribel empezó a pegarme manotazos, pero yo me defendía desviándolos con las manos, pasando a agarrárselas mientras gritaba que tenía pruebas. Elena se empezó a pelear con su hermana tirándole del pelo y llamándola puta, a lo que Noelia respondía haciendo lo mismo, pero de manera más agresiva. Yo no podía aguantar ni un segundo más allí con todo aquello, por lo que las dejé allí a las tres con ese barullo para coger las llaves del coche, montarme en él e irme a casa, aunque entre lo nervioso que estaba y el calmante, no tenía pinta de ser buena idea.
 
Capítulo 317

Una fuerte sacudida fue lo que me sacó de aquel infierno en forma de pesadilla que solo había tenido lugar en mi cabeza. Estaba muy agitado, temblando, hasta sudando.

-Javi, ¿qué te pasa?
-Nada. Estoy bien. Era solo una pesadilla.
-Ay, Javi... Me has asustado -dijo agitada y preocupada.
-No pasa nada, estoy bien.
-Estás muy acelerado y hasta sudando.
-Es lo normal cuando tienes una pesadilla.
-Has empezado a hacer sonidos extraños mientras te movías. Me he asustado.
-Lo siento.
-¿Qué has soñado?
-Eh... Que me caía desde un sitio muy alto -respondí diciendo lo primero que se me pasó por cabeza.
-¿Lo del vértigo?
-Sí. Eso es.
-Ah... Bueno, pero tranquilo, ¿vale? Ya ha pasado.
-Sí. Ya ha pasado. Solo estaba en mi cabeza.
-Ay... Oye, mi madre se va a quedar a dormir por si pasa algo. No se fía mucho. Va a dormir con mi hermana.
-Ah, muy bien.
-Dice que mañana come aquí con nosotros también y que se marcha por la tarde.
-Vale, sin problema.
-Ay... Te tienes que poner bueno ya, Javi.
-Sí. Si ya me encuentro mucho mejor.
-Bueeeeeeno. Sigue descansando, que los siguientes días son moviditos. Tenemos el cumple de Mario, luego la fiesta de Halloween que suelen hacer éstos y luego tu cumple.
-Es verdad, cuántas cosas.
-¿Tienes ganas?
-Pues claro. Y si es contigo, más todavía.
-Jejeje.

Al final todo había sido una pesadilla, y de las peores que había tenido en mi vida. El tema del jefe de Elena me estaba empezando a obsesionar, por lo que teníamos que hablarlo cuanto antes, pero me quedé pensando en lo que dijo Elena de todos esos eventos que iban a tener lugar en los próximos días y no sabía muy bien cómo hacerlo entre todo eso y su trabajo. Estaba tan acelerado por la pesadilla que no pude dormir más durante la tarde pese a que el efecto del calmante seguía activo. Maribel preparó la cena, avisándonos para que fuéramos a cenar todos juntos. Era de agradecer lo simpática y atenta que estaba. Ojalá siempre hubiera sido así. Noelia también estaba en un plan muy tranquilo en el que no hacía absolutamente nada fuera de lugar, ni siquiera ninguna de sus miraditas. Simplemente se limitaba a responder cuando se le preguntaba algo en las conversaciones que teníamos durante la cena, aunque yo estaba más callado de lo habitual, más ido que pendiente de lo que estábamos hablando. Cuando acabamos de cenar, ya estaba más tranquilo, por lo que me fui a la habitación para echarme. Elena vino conmigo y antes de que me pudiera dar cuenta ya estaba dormido.

El día siguiente fue bastante normal y muy tranquilo. Elena seguía en ese plan de protección maternal en el que ni siquiera me dejaba levantarme de la cama casi. Lo bueno es que ya no tenía que tomar nada más, aunque no estaba yo muy convencido con esa receta que me dieron. Lo que sí tenía claro era que si me volvía a sentir así de agarrotado, me tenía que tomar uno y tratar de tranquilizarme si se trataba de un ataque de ansiedad, pero lo importante era ir al médico antes de dejarlo estar y ocasionar algo parecido a lo que me ocurrió.

Maribel se volvió a encargar de la comida, estando los cuatro juntos en el salón tranquilamente. Después de comer nos quedamos en el salón prácticamente toda la tarde hasta que Maribel digo que se tenía que ir para recoger a su madre y volver a casa. Al irse le dio un abrazo a cada una de sus hijas y finalmente me dio otro a mí, con bastante cariño, acariciándome la espalda mientras lo alargaba y me decía que me cuidara. Me sorprendió bastante cómo se despidió de mí. Siempre me confundía su manera de ser, tan seria y estricta y tan amable y cariñosa a veces. Noelia se quedó un rato con nosotros y se acabó yendo a la cama porque al día siguiente tenía universidad.

Elena y yo no tardamos mucho en irnos a la cama, aunque ella dijo que al día siguiente no iba a ir al trabajo y que se quedaría conmigo por si acaso, así veía como evolucionaba mi día y se aseguraba. Yo lo creí innecesario, pero ella se encabezonó en eso, ya que yo tenía pensado volver a trabajar al día siguiente, ya habiendo hablado con Sofía, quien me dijo que me mandaría el material, pero que no sería tanto como en esas últimas semanas, de hecho, iba a ser incluso menos de lo que estaba acostumbrado a hacer, así no me estresaría tanto. A Elena no le hacía mucha gracia que volviera a trabajar tan pronto después de lo ocurrido, pero es que no había otra.

Estábamos en la cama y ella estaba algo enfadada, o molesta más bien por no poder estar descansando durante más días. Yo la tranquilizaba y le hacía mimitos, también porque me apetecía. Esa mamada que me hizo el día anterior y ese pequeño bajón por la pesadilla me pusieron muy ñoño y quería algo de cariño que ella recibió y daba de buena gana. Hasta se puso a reír de esa manera tan dulce que tenía en esos momentos. De hecho, nos empezamos a besar de lo cariñosos que nos pusimos, pero de ahí no pasamos, aunque yo tenía muchas ganas. Nos acabamos durmiendo abrazados con nuestros cuerpos muy pegados, casi como si fuéramos solo uno.

El lunes empezó como acabó el domingo, con ambos abrazados. Al parecer no nos habíamos movido en toda la noche, porque seguíamos abrazados con fuerza, hasta estábamos sudando del calor corporal de cada uno y al estar tapados. Estaba muy a gusto a pesar del calor que tenía, pero tenerla así merecía la pena. Al parecer me desperté temprano, porque oía a Noelia de un lado para otro, entrando al baño y demás, pareciéndome que se paró frente a nuestra puerta, marchándose después oyendo como se cerraba la puerta de la calle. Cerré los ojos y me acomodé para volver a dormir durante un rato más. Al par de horas nos despertamos de la misma manera, con Elena sorprendida por como estábamos de entrelazados y por como estábamos hasta sudando. Me preguntó cómo estaba, respondiéndole yo que me encontraba perfectamente, restregando mi erección con ella para que viera que era verdad. Ella reía y dijo de levantarnos para ir a la ducha.

Ya hasta le llegué a preguntar si no le apetecía follar. Así, directamente. Ella volvió a reír y se levantó para destapar la cama y levantarme a mí también, tirando de mí para llevarme al baño. Me trataba como a un niño pequeño, desnudándome para meterme a la ducha con ella. Mi polla seguía dura y al verla desnuda no dijo de bajar, por lo que me seguí restregando con ella. Ella reía dulcemente, como todas las veces en las que intentaba algo sexual, dándose la vuelta para mirarme sonriente, diciéndome que me estaba portando mal y que me iba a tener que castigar. Yo le respondí que recibiría el castigo encantadísimo, que quería sentirla bien, pero ella seguía encabezonada en que no íbamos a hacer nada. Así salimos de la ducha, secándonos y yendo a la habitación para vestirnos, pero mi erección seguía sin bajar. Ya allí, al verla desnuda y encorvándose para coger su ropa interior no pude remediar darle un azote. Ella rio divertida.

-Pero bueno... Jajajaja.
-Elena, es que estás buenísima. Mira qué culo -dije agarrándoselo.
-Pero que aún tienes que hacer reposo, mi amor... -dijo con tono maternal.
-Que no. Mira.

Cogí a Elena en brazos sin ningún problema para ponerla pegada a mí cuerpo, pero con su cabeza por encima de la mía. Ella reaccionó con un gritito de sorpresa pasando a reír. Nos quedamos mirando unos segundos y le pasé el pelo por detrás de la oreja. Sabía que eso la encendía y ya estaba buscando hacer todo lo posible porque a ella le entraran ganas también.

-¿Ves? Mira lo bien que estoy ya.
-Ya lo veo.
-Y ésta no se baja. Me vas a tener que curar...
-¿Tú crees?
-Sí. Necesito unos cuidados muy urgentes. Y estamos solos para que nadie nos moleste.
-Cómo te gusta...
-No sabes cómo lo deseo ahora mismo.

Esa mirada que teníamos fija en nuestros ojos se hizo más intensa aún y ya no pudo aguantar más, lanzándose a darme un beso con mucha ansia. Yo se lo devolvía de la misma manera mientras le agarraba del culo. Elena empezó a emitir sonidos algo empalagosos por el beso y hasta podía notar como su cara se ponía más caliente y cómo su corazón latía más rápido. Después de unos minutos besándonos la eché sobre la cama, siguiendo con esos besos, pero esta vez ya bajando por su cuerpo como tantas veces le había hecho ya. Elena se empezó a derretir, lanzando gemidos apesar de no estar estimulándole ningún punto erógeno. Me puse sobre ella, despegando mis labios de su piel para mirarla a los ojos. Ella hizo un sonido de queja por haber parado, mirándome de vuelta para sonreír muy dulcemente, girando su cabeza.

-Joder, Elena... Mira.

Cogí una de sus manos y la llevé a mi corazón, el cual ya estaba latiendo con fuerza. Elena se medio asustó, mirándome agitada.

-Mi amor... Esto no me gusta.
-¿No te gusta?
-Te va a dar algo. Vamos a parar, anda.
-Elena, estoy así por ti, no porque me encuentre mal. Mira cómo me pones. Esto lo has hecho tú. Me vuelves loco.

Elena me miraba de una manera única. Expresaba vulnerabilidad, ternura, cariño... De nuevo me lancé a besarla, empezando a bajar por su cuerpo hasta llegar a sus pechos. Me entretuve bastante con ellos, atrapando sus pezones con mis labios para lamerlos y succionarlos después. Elena gemía como si me la estuviera follando. Se los notaba durísimos y eso me encantaba. Ella me acariciaba la cabeza, pero yo quería seguir, por lo que empecé a bajar de nuevo, pasando a besarle el esternón, su estómago y luego sus caderas. A medida que iba bajando, podía notar como su respiración se iba acelerando. Estuve unos segundos por sus caderas, con besos y algún mordisco ligero que despertaba algún gemido en ella al mismo tiempo que se le erizaba la piel.

De ahí pasé a su pubis, besándolo mientras ella alzaba su cabeza para mirarme, viendo yo como lo hacía cuando su pecho me dejaba al estar subiendo y bajando. Parecía estar nerviosa. De su pubis pasé a sus muslos, lanzando ella un sonido de molestia de nuevo, echando su cabeza hacia atrás con rabia. Le molestaba mucho que jugara así con ella en esos momentos, pero es que a mí me encantaba hacerlo para poder disfrutar de ella al máximo y de paso, también me hacía gracia verla ponerse así. Le besé y mordisqueé los muslos, con ella gimiendo bajito. Pese a molestarse por no ir al grano, lo disfrutaba igual. Seguí bajando con esos besos y mordisquitos por sus piernas.

-¿No querías follar? No te veo con tantas ganas... -dijo justo antes de que llegara a sus pies.
-Y tengo muchas ganas. No sabes lo que me está costando no metértela ahora mismo y reventarte.
-Pues hazlo.
-Me lo paso muy bien con esto. Las chicas siempre os quejáis de que los chicos nos saltamos los preliminares...
-Me da igual eso.
-Pues vas a tener que aguantar.
-No, va... Métemela ya.
-¿Es por no jugar con tus pies?
-Nooooo... -dijo evitando mi mirada.
-Pues menos mal, porque estaba deseando llegar a ellos.
-¿Sí?
-Sí. Me encantan.
 
Capítulo 318

Elena resopló y yo empecé a jugar con ellos, besándoselos por todas partes, lamiéndolos después. Mi chica se volvía loca. Se puso rojísima, no sabía si de la vergüenza que le solía dar eso, si de la excitación o si de ambas, pero a mí me encendía mucho verla así.

-Joder, soy tonto. Si lo sé te hago esto antes. Así seguro que hubiéramos follado antes.

Elena no llegó a responder, porque estaba ya en su mundo de placer. Yo seguí jugando con ellos, metiéndome los dedos en la boca, aunque estaba ya con muchas ganas, por lo que me lancé a comerle el coño enseguida. Lo tenía empapado y de una lamida recogí toda su humedad. Me dio hasta un escalofrío y eso me hizo comérselo com ansia, lamiendo y chupando con muchas ganas, muy brutalmente quizá. No tardó nada en correrse entre gritos a la vez que encogía su cuerpo y apretaba mi cabeza con sus muslos. Quería que me mojara la boca, por lo que seguí, apretando ella más con sus muslos y hasta llegando a tirarme del pelo para que la dejara, pero yo tenía claro lo que quería. Y lo conseguí al meterle dos dedos además de seguir chupando su clítoris. Elena me empezó a mojar y yo estaba tan cachondo que lo recibí con gusto. Temblaba exageradamente, por lo que paré de estimularla, apartándome de ella, relamiéndome mientras veía como contraía su rostro por el torrente de placer en el que se encontraba. Estaba preciosa.

Esperé a que se recuperara mientras me relamía, viendo cómo se retorcía y cómo le daban espasmos estando con sus ojos muy apretados. Hacía bastante que no le provocaba esa clase de orgasmo y era algo que siempre me daba un subidón increíble ponerla así, llegando a un punto en el que perdía el control y no era consciente de nada de lo que pasaba a su alrededor. Además de darme ese subidón, me encendía mucho más de lo que lo estaba a esas alturas, por lo que sentía mi polla hasta palpitar de lo fuerte que era la erección. Con cuidado me puse sobre ella, sin llegar a tocarla ni nada, pero quería estar cerca de ella, de su piel. Me moría por besarla, pero no quería alertarla, porque sabía que cualquier mínimo roce o contacto la haría sobresaltarse. Finalmente la acabé besando al poco, esperando a que se asustara, pero no lo acabó haciendo. Me recibió de buena manera, abrazándome por la espalda para abrir su boca y poder empezar a besarnos. Ahora era yo el que podía notar como su corazón latía a mil. Esos orgasmos no eran normales y me daba hasta envidia. Muchas veces me paraba a pensarlo y me parecía increíble, llegando a desear poder sentir alguna vez lo mismo que ella pese a haberme llevado varias veces al límite.

Una vez se recuperó, abrió sus ojos y se quedó mirándome. Ya sí que nos podíamos besar de verdad, me puse de lado y ella pegó su cuerpo al mío. Nuestras manos se paseaban por el cuerpo del otro. Concretamente las suyas se paseaban por mis brazos mientras que las mías llegaban hasta su espalda y su culo, el cual estuve amasando y acariciando durante un rato. Me hubiera tirado así horas, pero Elena echó mano a mi polla, la cual seguía dura y la verdad era que yo también tenía ganas ya. Sin decirme nada, Elena me empujó para ponerme boca arriba, sentándose sobre mis muslos, agarrando mi polla para empezar a pajearme.

-Eres muy malo...
-¿Yo? ¿Por qué?
-Porque no paras cuando sabes que ya he llegado.
-Quería que te corrieras así de fuerte. Además, es algo que te encanta.
-Sí, pero a veces es demasiado.
-Y soy muy malo por hacerte sentir así, ¿no?
-No, en realidad no. Eres un sol.
-Y tú eres un ángel.

Elena me miraba con esa expresión tan dulce e inocente que ponía a veces, sobre todo cuando le hablaba así, pero la cambió rápidamente al encorvarse para darme un beso. Como ya sabía, hablarle así y decirle esas cosas la encendían mucho, como pude comprobar cuando tras ese beso que me dio de manera breve bajando por mi cuerpo, aunque no se paró tanto como lo hice yo, para empezar una mamada lenta que poco a poco cogía ritmo para hacerla más rápida. Si seguía así me iba a correr rápido, pero por suerte ella no dejó que eso pasara, porque se incorporó para ponerse sobre mí y acariciar su rajita con mi glande, como yo lo solía hacer, aunque ella lo hacía de manera más torpe, imagino que por la falta de práctica, al hacerlo siempre yo. También podía ser por la postura en la que no llegaba a ver bien cómo tenía que dirigirla pese a pasarse el pelo por detrás de la oreja para que no le molestara, pero el caso era que tampoco importaba mucho, porque ella estaba muy mojada.

No sabía con exactitud si era por el orgasmo de antes, o porque ya estaba lista para otro asalto, estando de nuevo muy excitada, pero tampoco me iba a poner a pensar en ese momento en eso. Elena se la empezó a meter lanzando con gemido muy dulce y no muy alto. Una vez estaba mi glande en su interior levantó su mirada hacia mis ojos, poniendo una sonrisa muy bonita. Poco a poco empezó a bajar mientras yo le acariciaba los muslos y veía como tenía los pezones muy de punta, además de su pelo algo despeinado. Era pura excitación. Una vez se la metió por completo, sintiéndolo yo más apretado que de costumbre, se quedó quieta mirándome con una pequeña sonrisa.

-¿Qué sientes? -me preguntó mientras apretaba los músculos de su vagina.
-Siento que estoy en el cielo. Además, también lo noto un poco apretadito.
-Son muchos días sin tenerte dentro.
-Sí, demasiados.
-¿Lo echabas de menos?
-Mucho. ¿Tú no?
-Sí. Pero es que con todo lo que ha pasado pues o no teníamos tiempo, o no estábamos para eso.
-Ven aquí -dije para que se pusiera sobre mí y poder besarla.

No era momento de ponerse a hablar de eso. Quería disfrutar de ella después de estar varios días a pan y a agua. El beso se prolongó, aunque con mis manos dirigía su culo para que subiera y bajara para que se hiciera una penetración lenta, pero lo suficientemente rápida para que nos diéramos placer, como podía notar con los gemidos que emitía y que se quedaban encerrados en mi boca. Aquello de ponerla sobre mí para besarla funcionó para cortar ese tema y poder centrarnos en follar, sobre todo cuando después de unos minutos, Elena se volvió a incorporar para follarme de manera rápida. Por cómo había ido el polvo hasta ahora, parecía que Elena tenía las de ganar a la hora de arrancarme un orgasmo a mí por como ella se había corrido ya y debería tener más aguante, a la vez que yo estuve cerca con su mamada y ahora me estaba follando con rapidez, pero no llegó a ser así del todo, porque pese a estar yo cerca de nuevo, ella paró de repente, aunque pareció no haberlo hecho a tiempo, porque noté como me apretó con muchísima fuerza y como su cuerpo le daba una sacudida, pasando a vibrar un poco, estando ella entre jadeos. Fue extraño, pues no llegó a ser como uno de los orgasmos que llegaba a tener normalmente.

-¿Qué ha pasado?
-Que me he corrido un poquito, jejeje.
-¿Y eso?
-No lo he podido aguantar. Aunque no ha sido tan grande como otros. Si hubiera seguido un poco más, sí que lo hubiera sido.
-¿Puedes seguir?
-Claro. Dame un segundo.

Elena me volvió a besar y en breve ya se estaba moviendo de nuevo encima de mí, porque en todo ese rato en el que nos estuvimos besando no se bajó de mí. Pero esta vez yo quería más, por lo que pegué su cuerpo al mío para movernos y ponerme yo sobre ella mientras ella reía, lanzando también un gritito de sorpresa. Puse sus piernas pegadas a mi pecho y se la empecé a meter lentamente para ir subiendo el ritmo poco a poco hasta que era tan alto que se empezaban a oír sonidos de palmadas por el choque de nuestros cuerpos, viendo también como sus tetas botaban por el movimiento. Eso me encendió más aún, provocando que embistiera con más fuerza y rapidez. Elena pasó a gritar, empezando a correrse de nuevo mientras agarraba las sábanas con fuerza y tiraba de ellas, aunque esta vez paré en seco para no hacerle daño o que se pusiera más sensible de la cuenta. Pese a parar, sus movimientos y contracciones me estimularon lo suficiente para acabar corriéndome dentro de ella entre jadeos, expulsando una abundante corrida.

Esperé a que ella se recuperara, aunque también tuve que tener cuidado porque ya me había corrido y mi erección perdía fuerza, lo que significaba que toda mi corrida se iba a derramar en las sábanas. Cogí papel de la mesita y le tapé el coño, limpiándome yo también con ese papel, pasando después a usar toallitas. Mentiría si dijera que no quería seguir, pero me temía que Elena iba a estar demasiado sensible después de esos dos orgasmos tan intensos y aquel más pequeño, por lo que me quedé satisfecho por el momento. Me quedé tumbado de lado mirándola, esperando a que se calmara, como pude ver al notar como su respiración se iba ralentizando, viéndolo directamente por como su pecho subía y bajaba cada vez menos. Una vez se calmó del todo se puso de lado para acurrucarse contra mí, obligándome a ponerme boca arriba para echarse sobre mí.

-Madre mía, Javi...
-¿Qué te pasa, mi vida?
-Todo me da vueltas...
-¿Pero estás bien?
-Claro. Hacía mucho que no me corría así. Bueno, que no me corría directamente.
-De poco ha servido la ducha que nos hemos dado. Vamos a tener que darnos otra.
-Es temprano. ¿Te apetece un baño?
-Vale.
-Voy a prepararlo -dijo incorporándose, mirándome con su preciosa sonrisa y su pelo muy despeinado.
-¿Pero puedes o estás muy mareada?
-No te preocupes, ya se me ha pasado un poco.
-Vale, prepáralo y mientras yo voy cambiando las sábanas.

Elena se fue al baño, cambiando yo las sábanas y echándolas a lavar, yendo con ella al baño una vez acabé. Me la encontré desnuda dentro de la bañera, con todo preparado. Estaba con su preciosa sonrisa y me hizo un gesto para que fuera con ella. Me metí en la bañera y ahí estuvimos alrededor de media hora los dos tranquilos y en silencio, con ella sobre mi pecho, acariciándome y dándome pequeños besitos por la zona. Yo mientras me paré a pensar en el polvo que acabábamos de echar. No fue uno especialmente destacable en nuestro historial, pero hacía tanto que no sentía todo aquello que me encantó. Y lo mejor de todo fue que me sirvió para desconectar bastante de todo lo que me rondaba por la cabeza, desde todo el tema de Noelia con esas provocaciones y malos rollos que volvían a tener lugar después de ese breve periodo de "buen comportamiento", hasta el tema del jefe de Elena. Al reflexionar en eso, me volvió a rondar ese último tema por la cabeza y muy cerca estuve de sacarlo para resolverlo, pero estaba tan a gusto que no quería perturbar ese momento. O quizá era miedo de poder descubrir algo que me pudiera hacer daño, ya que no tenía del todo claro cómo me podría tomar algo que hubiera podido pasar.

Después del baño fuimos a la cocina y nos preparamos un buen desayuno, porque teníamos que recuperar fuerzas. Fue otro momento agradable, ya que podía sentir ese acercamiento con Elena que notaba perdido en esos últimos días, por lo que me vi con fuerza para ponerme a trabajar después y hacer una toma de contacto para ver cómo se daba la cosa, aunque no era algo que me preocupaba, porque en realidad, el trabajo poco tenía que ver en aquello que me pasó. Elena decidió venirse conmigo, sentándose en el sofá que tenía a mis espaldas para hacerme compañía. De vez en cuando lanzaba una risita al estar mirando el móvil, pero ya no me molestaba tanto y más al tener en cuenta que de vez en cuando se acercaba y me daba un abrazo por la espalda, acompañado de un beso en la mejilla, preguntándome también cómo estaba. Yo le decía que me encontraba perfectamente y que se notaba que tenía menos tarea, porque pude sacar todo lo que me propuse para esa mañana y eso que habíamos estado ocupados entre el folleteo y el baño. Elena se ausentó para hacer algo más elaborado de comer de lo que solíamos preparar al tener mucho más tiempo por lo tener que trabajar ese día.

Como acabé rápido, me fui a la cocina para ver cómo iba. Estaba muy guapa con su pelo recogido y el delantal puesto, pendiente de la comida mientras picaba varias verduras para una ensalada. Me acerqué a ella con cuidado para abrazarla por detrás, dándole un beso en la cabeza. La asusté un poco, pero rio y me preguntó qué hacía. Yo le dije que ya había acabado y que estaba viendo qué hacía, porque me llegaba un olor muy bueno y tenía curiosidad. Elena seguía picando verduras, pero yo estaba cariñoso, por lo que me empecé a arrimar a ella.
 
Capítulo 319

-¿Aún tienes ganas?
-Mmm, a lo mejor.
-¿Cómo es posible? Si hace nada hemos estado... Y ha sido muy bueno.
-Elena, entiéndeme. Hacía mucho que no follábamos. Aún no entiendo cómo hemos llegado a eso, pero así ha sido. Y ahora al sentirte así y tan bien, pues hace que me apetezca. También tenemos que aprovechar cuando podemos.
-Ajammm...
-Ah, y lo más importante... Es imposible no tener ganas con la chica más buena y preciosa del mundo. Me quedo embobado cuando te miro.

Elena rio bajito, negando con la cabeza mientras la agachaba. Yo, al ver que no decía nada, colé mi mano por dentro del pantalón de su pijama y de sus braguitas para estimularla un poco tocándole el coño. Rápidamente noté como se humedecía, aunque no la oía gemir, ni siquiera resoplar.

-Me gustaría verte cocinar alguna vez solo con el delantal. Debes estar muy sexy así...

Ahora sí que lanzó una risa muy bonita al oírme decir semejante tontería, pero sirvió para hacer que reaccionara a la situación. Cómo veía que no tenía intención de pararme, pareciendo estar disfrutando de lo que hacía, le bajé un poco tanto los pantalones como las braguitas, bajándome también yo mi ropa para humedecer la punta de mi polla con la saliva que había dejado caer sobre mis dedos y metérsela poco a poco hasta que lo hice por completo. Pude ver como ella dejó de cortar verdura, dejando la tabla apartada al empujarla, poniendo el cuchillo sobre ella. La moví un poco para que se apoyara en la parte de la encimera en la que no había nada y empecé a follarla, más lento que rápido. Por la hora que era podíamos estar tranquilos, aún quedaba bastante para que Noelia viniera de la universidad, aunque deberíamos llevar cuidado de no perder el control y la noción del tiempo como nos había pasado tantas veces.

Empecé a aumentar el ritmo mientras ella se agarraba con fuerza al filo de la encimera, empezando a jadear. Me sentía un poco raro, no por las sensaciones que me transmitía su coño, sino por lo callada que estaba, sin apenas manifestar sus sensaciones.

-¿Estás bien? -dije susurrando en su oído.
-Claro que sí -dijo con una voz muy dulce.

Como era usual, me dio un escalofrío al oírla hablar así, además de que me apretó con su vagina, quizá por haberla asustado un poco al susurrarle aquello. Reanudé la follada que me encargué de mantener a un ritmo normal, casi más lento que rápido para poder disfrutar bien de aquello. Elena mostró cómo le gustaba lo que le estaba haciendo al estirar sus brazos para pegar su pecho a la encimera a la vez que se ponía de puntillas mientras emitía un sensual gemido. Eso me envalentonó para aumentar más el ritmo y empezar a ocasionar los típicos sonidos de palmadas cuando se folla en esa postura. El problema era que me cansaba de estar encorvado, pese a que Elena estaba de puntillas. Nuestra diferencia de altura era grande y pese al placer que le daba y que yo mismo sentía, no era de mis posturas preferidas por la incomodidad que sufría mi espalda. Con los pantalones ya por los tobillos de tanto traqueteo la moví con cuidado para sentarme en unas de las sillas, llevando también cuidado de no salirme de Elena. Una vez me senté, pegué su espalda a mi pecho y le di un beso en la mejilla, girando ella su cabeza para darnos un pico. Ahora era ella la que se movía, lentamente para reanudar la follada. Lo hacía muy bien, apoyándose en mis rodillas con sus manos para tener estabilidad, aunque yo me encargué de acelerar la follada para sentir más placer aún.

Se veía que esa postura era algo incómoda para ella tal vez, porque al poco se salió de mí, quitándose toda la ropa que llevaba, subiéndose encima de mí estando cara a cara. Pasó sus brazos por mi cuello y me empezó a besar mientras se movía hacia delante y atrás para reanudar la follada. Sabía de sobra cómo me encantaba de esa manera y pasó a hacerlo más rápido, aunque botando. Eso hizo que las sensaciones se dispararán más, causando que mi orgasmo estuviera tan cerca que antes de darme cuenta me empecé a correr dentro de ella, ahogando mis jadeos en su boca con ese beso permanente que tuvo lugar desde que se montó encima de mí. En cuanto sintió mi orgasmo, paró en seco clavándose toda mi polla en sus entrañas para empezar a temblar mientras se abrazaba a mí con una fuerza increíble. Pasaron varios minutos y ella no hacía por donde por aflojar su abrazo, como si quisiera que estuviéramos pegados para siempre. Finalmente se despegó de mí, con una sonrisa tonta para darme un beso muy tierno, quedándose mirándome después. Nos dimos un pico y se marchó al baño para lavarse después de aquel polvo mientras yo estaba pendiente de la comida para que no se quemara hasta que volviera ella. Después fui yo al baño una vez regresó.

La comida fue bastante tranquila, ya que estuvimos solos los dos al ver que Noelia no aparecía. Hacía bastante que nos disfrutaba de un rato así a solas por completo con ella. Prácticamente sentía que no estábamos así desde los primeros días que nos fuimos a vivir juntos. O quizá era mi sensación y solo estaba exagerado cuando en realidad sí que estábamos así más de lo que yo creía, pero me sentía así. Finalmente, Noelia acabó apareciendo al poco mientras recogíamos la mesa, ya acabando, habiendo incluso fregado los platos. Elena le dijo que creía que se iba a comer por ahí con sus amigos, pero que aun así le había dejado algo de comida apartada, dejándosela en la cocina para no volver a ensuciar. La noté rara, como si fuera ajena a nosotros. Se quedaba mirándonos sin decir nada, como si estuviera pendiente de nuestros gestos y palabras.

Observadora era la palabra que mejor la describía en ese momento. Se marchó a la cocina y comió allí mientras Elena y yo nos tumbamos en el sofá del salón para reposar, estando abrazados y tapados para el frío que empezaba a hacer, sin llegar a ser tan intenso como para poner la calefacción aún. Al poco apareció Noelia por el salón y se sentó en uno de los sillones próximos al sofá, aunque no tardó mucho en levantarse e irse a su habitación. Esa tarde decidí no hacer nada más para aprovechar el tiempo que tenía con Elena antes de que volviera al trabajo. Ya recuperaría durante el resto de la semana, aunque esa mañana me fue bien, por lo que no temía por aquello.

Elena se durmió un poco y yo estuve relajado, aunque fui al baño teniendo cuidado de no despertara. Al pasar por el pasillo pude oír como Noelia parecía estar llorando. Me quedé unos segundos detrás de su puerta, corroborando que estaba llorando por como sorbía con su nariz y por su respiración entrecortada. Al final pasé de largo y fui al baño. Prefería no meterme donde no me llamaban. Ya había aprendido la lección de llevar cuidado con mis ayudas que luego me salpicaban, además de que se trataba de Noelia, alguien que no sabía por dónde me podía salir. Ese comportamiento con el que regresó a casa me pareció extraño y ahora estaba llorando. Supuse que le tendría que haber pasado algo en clase para estar así de rara, o tal vez de tratara de la regla y estaba así de rara y sensible por ella, ya que me dijo que le bajó al verme tirado en el suelo y al ver a su hermana chillando y llorando hacía pocos días. Por la noche, ya en la cena la seguía viendo algo rara, bastante seria en comparación a cómo estaba en esos últimos días. La miraba de vez en cuando y alguna vez se cruzaron muestras miradas, aguantándola ella, pero yo no lo hacía. Elena no le echaba mucha cuenta a su hermana, ya que estaba pendiente de mí con esa protección maternal por si me encontraba mal o necesitaba algo. El resto de la cena transcurrió con normalidad, sin ningún contratiempo, sobre todo por parte de Noelia.

Tras la cena, nos volvimos a sentar en el sofá un buen rato, aunque tampoco demasiado porque Elena tenía que madrugar ya al día siguiente para ir al trabajo. Noelia se quedó con nosotros de la misma manera que lo hizo después de comer, algo más de tiempo quizá, pero tampoco es que estuviera muy pendiente de ella, de hecho, ni la miraba porque Elena estaba muy cariñosa y estaba echada muy encima de mí, con varios besitos y caricias, pasando a ponerse sobre mi regazo por completo para pedirme que le rascara la espalda, algo que le encantaba. Estuve un buen rato haciéndolo, con ella riendo y ronroneando. Al poco, Noelia se levantó y se marchó a su habitación sin ni siquiera decir nada. De hecho, Elena ni se enteró y cuando se incorporó me preguntó dónde estaba. Ya era algo tarde para el horario que teníamos y dijimos de irnos a la cama, está vez sin oír nada proveniente de la habitación de Noelia. En la cama, Elena seguía muy cariñosa, siguiendo con esos besos, ahora más intensos, aunque sin llegar a hacer nada sexual. Por ese día tuvimos bastante, sobre todo ella, estando más sensible. Al final se acabó quedando dormida encima de mí, algo que hacía bastante que no pasaba. Y no fuera porque me molestara, de hecho, me gustaba bastante para poder abrazarla bien, simplemente no tenía lugar.

El día siguiente volvimos a nuestra rutina de esos últimos meses. Ni siquiera me enteré de cuando se fueron ambas, tal vez Elena no me quería despertar porque creía que aún necesitaba descanso, pero yo ya me notaba bien. Me levanté como cualquier día para ducharme y desayunar, poniéndome a trabajar en cuanto acabé. Al poco de empezar me llamó Elena preguntándome cómo estaba. Aún estaba bastante preocupada por mí. Yo le quitaba importancia diciéndole que me encontraba muy bien, pasando a preguntarle cómo le iba a ella, aunque casi que ni me respondió, diciéndome que le iba muy bien de manera rápida, pasando a preguntarme qué hacía, diciéndome también que no trabajara mucho para no cansarme. Cuando me colgó seguí trabajando, aunque me quedé pensativo unos instantes por cómo me había respondido. Noté que estaba algo sería cuando me dijo que le iba bien, no llegaba a saber si era algo de lo que me tenía que preocupar. Y algo sospechaba que tenía que ver con su jefe, o tal vez estaba volviendo a ver cosas donde no las había. Tenía que hablarlo con ella, pero tenía miedo y habíamos estado tan bien esos últimos días que no quería arriesgarme a que pasara nada. Solo esperaba no obsesionarme con aquello, porque no sabía ni cómo podía reaccionar si al final algo de lo que me imaginaba era verdad, o de si me ejercía a mucha presión mental con esos pensamientos intrusivos.

El resto de la mañana fue muy tranquila, sin ningún problema, pudiendo hacer todo lo que tenía previsto, metiéndole mano para incluso hacer más. Para la hora de comer, Elena no pudo salir del trabajo, diciéndomelo poco antes de que fuera a por ella, junto a un emoticono con cara triste. Me tuve que pedir algo para comer, porque no teníamos nada preparado y no me apetecía ensuciar la cocina. Comí tranquilamente en el salón sin rastro de Noelia, cosa que agradecí, porque así no tenía que aguantarla, pero después de ver cómo estaba el día anterior tampoco es que me pusiera a celebrar no saber de ella. Para salir un poco de dudas le pregunté a Arantxa.

-Hola, Arantxa. ¿Sabes dónde está Noelia?
-Sí, está aquí conmigo y con mi madre -respondió a los pocos minutos.
-Ah, vale. Es que no ha venido a comer a casa, no ha avisado ni nada y no sabía dónde podía estar.
-Pues ha comido aquí con nosotras y ahora se ha dormido un poco. Ha pasado mala noche según me ha dicho.
-¿Y te ha dicho por qué? Ayer la noté un poco seria y tal.
-Bueno, no sé mucho, solo sé que está pasando unos días difíciles.
-¿Y eso? ¿Es por las clases?
-No. Ya se ha acostumbrado a eso y lo lleva mejor. A veces me dice que se siente sola y se pone triste.
-Ah, eso... Ya hemos hablado varias veces de ese tema.
-Ya, me ha contado que le has aconsejado y eso. Pero bueno, sigue sintiéndose así.
-¿Qué te ha dicho de mí?
-Poca cosa -dijo respondiendo tras unos minutos, provocando que me pusiera nervioso.
-¿Poca cosa?
-Sí. Algo me ha contado.
-¿Puedo saber el qué?
-Bueno, es que son cosas íntimas...
-Pues con más razón. ¿Qué te ha contado de mí?
-No te preocupes, Javi. Todo está bien.
-Ya, pero me gustaría saber qué te ha dicho.
-¿Por qué tanta insistencia? ¿Ha pasado algo entre vosotros?
-No. ¿Te ha dicho ella que sí? Porque si es así, es mentira.
-Javi, te noto nervioso. ¿Todo bien?

Me estaba metiendo en un jardín como un tonto al ponerme tan nervioso, pero es que no sabía qué le podía haber contado Noelia. Sabía que tenía mucha afinidad con su amiga, pero no sabía si tanta como para contarle todo lo que había entre nosotros. Quería pensar que no era así, pero saber lo sola que estaba en el tema de amistades y lo que le costaba relacionarse, habiéndolo hecho prácticamente solo con Arantxa para temas de amistad que yo supiera, me daba pie a pensar que sí. Imaginaba que necesitaba hablarlo con alguien. Eran demasiadas cosas como para quedárselas todas encerradas dentro. Cuando nuestra historia empezó, ella tenía a María, quien la escuchaba o incluso la ayudaba a que ella y yo llegáramos a más, aunque luego se arrepintiera y se llegara a disculpar finalmente conmigo, viendo en ella a alguien buena que solo actuaba cegada por su enamoramiento por ella. Tenía que salir de esa sospecha que pudiera haber despertado en ella, o confirmado cualquier cosa que le hubiera contado Noelia por su percepción de verme tan nervioso.

-Pues no, no va bien.
-¿No? ¿Qué pasa?
-Pues están siendo unos días difíciles para mí también.
-¿Por qué?
-Porque Noelia y su hermana no se llevan muy bien y chocan mucho. Y la convivencia está siendo dura.
-Vaya, lo siento.
-Y la razón por la que estoy nervioso es porque a raíz de cómo de mal se lleva con su hermana, Noelia se ha dejado llevar y ha intentado algo conmigo.
-¿En serio?
-Sí. Hasta ahí ha llegado.
-No me lo puedo creer.
-Por eso te preguntaba qué te había dicho ella, porque no quiero que ella te lo venda como que he sido yo el que la ha buscado. No ha sido así. Fue ella la que me buscó.
-Javi, yo... No sé qué decir.
-No tienes que decirme nada. Simplemente es eso lo que ocurre.
-¿Lo sabe Elena?
-No, no lo sabe. No lo sabe nadie, solo tú.
-¿Y qué vas a hacer?
-No lo sé. Aguanto lo que me cae, pero es que ya me ha costado alguna que otra discusión con Elena y bueno... No es agradable.
-Entiendo. Yo, es que me cuentas esto y veo que ella lo está haciendo mal, pero es mi amiga y no quiero verla mal ni nada.
-Claro, es lógico.
-Mira, yo voy a intentar que no siga por ahí.
-Pero no le cuentes nada. No quiero que sepa que he hablado contigo, porque a lo mejor se enfada y es peor.
-Lo entiendo. Lo haré sutilmente.
-Ok.
-Yo tampoco quiero que sepa que hemos hablado, por eso no te preocupes. Así evitamos malos rollos para los dos.
-Es lo suyo.
-Vale, pues ya está. Ella está aquí en mi casa durmiendo ahora mismo. No sé cuándo se despertará. Si hablamos algo si surge o lo que sea, te digo.
-Vale. Gracias.
 
Capítulo 320

Al final mi forma de salir de ese aprieto fue contarle una verdad a medias. Y me vino bastante bien, porque hasta me sirvió como liberación para poder hablarlo con alguien más y eso que no la conocía de mucho. Haberle contado algo así a Arantxa antes que a Irene, por ejemplo, era algo que le desconcertaba. Quizá fuera por el temor a que Irene metiera mano en el tema y se pudiera liar muy fuerte. Sabía que eso no podía tener lugar con Arantxa. Con lo poco que habíamos hablado sabía que era una chica muy prudente y que tenía cabeza. Pero no me había liberado del todo, porque el tema del jefe de Elena sí que no lo había compartido con nadie y era algo que no paraba de rondar mi cabeza. Mi madre, María y ahora Arantxa eran conocedoras de mis problemas con Noelia, sobre todo María, que fue la que se enteró de todo. Mi madre solo sabía que me había acostado con ella antes de que Elena y yo fuéramos pareja y que seguía pinchando y demás, pero no sabía ni la mitad de lo que pasaba. Y ahora Arantxa sabía algo también, pero poco. No tenía preocupación porque ninguna destapara el tema. Lo que más me preocupaba era que Noelia no parara.

Después de comer y reposar un poco me puse de nuevo a trabajar un poco, aunque iba bastante desahogado. Sobre las 7 de la tarde, Elena me llamó para que fuera a recogerla. Me extrañó y me llegó a preocupar, porque no era algo normal que saliera a esa hora y que no me diera ningún detalle de porqué había salido antes incrementó esa preocupación. Así que me puse unos vaqueros y una sudadera y me monté en el coche para ir a por ella al trabajo, viendo que estaba en la puerta hablando con su jefe cuando llegué y aparqué. Ya oscurecía antes y podía ver cómo ambos hablaban en la recepción del edificio en el que trabajaban. Mentiría si dijera que no me puse nervioso al ver a los dos ahí el uno frente al otro, tan cerca y hablando durante unos minutos.

Finalmente, Elena salió por la puerta, algo sería, diferente a cómo solía salir. Se montó en el coche y se quedó apoyada en el asiento, saludando con un breve "hola", casi haciéndolo en un susurro. Me quedé mirándola mientras ella miraba al frente y luego cerraba sus ojos para permanecer así durante unos segundos. No sabía qué pasaba y me empecé a poner más nervioso aún.

-¿No me das un beso? -pregunté con miedo, como si cualquier palabra que ella me pudiera decir me fuera a hacer daño.

Elena abrió los ojos y me miró, con una pequeña sonrisa en su boca, dándome un beso muy tierno después.

-¿Cómo estás? -me preguntó después del beso.
-Bien. Estoy bien. He estado trabajando por la mañana y por la tarde y muy bien. ¿Y tú? -pregunté con algo de miedo y nerviosismo.
-Bien. La cosa va bien -dijo algo seca.
-¿Segura? No pareces muy convencida y te he visto hablando con tu jefe -dije mirando hacia la puerta del edificio, viendo como él estaba de cara a nosotros desde la puerta, aunque sin saber si nos llegaba a ver.
-Sí, no te preocupes.
-Vale.

Arranqué el coche y empecé a conducir hasta casa, hablándome Elena cuando ya casi habíamos llegado.

-¿A dónde vamos?
-A casa, ¿no?
-No, hombre...
-¿Entonces? ¿Quieres cenar por ahí?
-No. Tenemos que ir a tu ciudad.
-¿A mi ciudad? ¿A qué?
-¿No te acuerdas?

Me quedé pensativo sin saber a qué se refería, sacándome ella de dudas.

-Es el cumpleaños de Mario, mi amor. ¿Cómo no te acuerdas?
-Joder, se me ha pasado. Soy idiota.
-Ay... ¿Por qué crees que he salido antes de trabajar?
-No sé. Imaginaba que habíais acabado.
-Pues no. He pedido salir antes, porque quería felicitarlo en persona.
-Ah... Pues se me había pasado, la verdad.
-Anda, vamos para allá, que si no, se nos va a hacer tarde.
-Vale, vamos para allá.

Cambié de dirección para ir a mi ciudad y ver a nuestros amigos y felicitar a Mario. Se me había pasado el cumpleaños de mi amigo, pero es que mi cabeza esos últimos días no paraba de dar vueltas a lo mismo. De camino, Elena estaba muy callada, con su cara sobre su mano, mirando por la ventana, cuando lo normal era que me contara su día. Tampoco ahondó mucho en mi estado, cosa que me extrañó. Era una situación rara.

-¿Podemos pasarnos por mi casa un momento para ver a mi madre y a mí abuela?
-Claro.
-Gracias.
-¿Gracias? Elena, es tu familia. Lo único es... ¿No se volverá a enfadar tu madre por dejar a Noelia sola allí?
-Le he hablado y me ha dicho que está en casa de su amiga y que va a cenar ahí también, así que no hay problema.
-Ah, perfecto.

Al final llegamos relativamente rápido a casa de Elena, aparcando en la misma puerta y abriendo ella con sus llaves.

M: Pero bueno, ¿y esta visita? -dijo dándonos un abrazo a cada uno y un beso a su hija.
E: Pues nada, que estamos de paso.
M: ¿De paso?
E: Hoy es el cumpleaños de nuestro amigo Mario y queríamos felicitarlo en persona.
M: Ah... No tenía ni idea.
E: Ya que pasábamos por aquí, pues qué menos que venir a saludar.
M: ¿Y tu hermana?
E: Se ha quedado en casa, pero no está sola. Está con nuestra vecina, con su amiga con la que tanto tiempo pasa. Se ha pasado todo el día allí, incluso va a cenar con ella.
M: Ah... Me alegro de que tenga una amiga tan cercana con la que pase tanto tiempo. Desde lo que pasó con su otra amiga creía que le costaría mucho encontrar algo así otra vez, pero veo que no ha sido para tanto. Solo necesitaba salir de aquí.
E: Sí, se llevan muy bien.
M: ¿Y tú, Javier? ¿Cómo estás?
J: Mejor. Gracias por preguntar.
E: Ya ha vuelto al trabajo, aunque no tiene que hacer tanto como antes.
M: Pues me alegro mucho de que la cosa vaya mejor. Vaya susto nos has dado a todas. Mi pobre Elena llamándome llorando -dijo pasándole el brazo a Elena por los hombros.
J: Bueno, no ha sido para tanto.
M: ¿Cómo que no, hombre...? Hay que cuidarse. Voy a por tu abuela, Elena, que la acabo de acostar y así os ve, que también estaba preocupada por él.

Maribel fue a por la abuela de Elena, apareciendo las dos rápidamente. La mujer vino rápidamente hacia nosotros, al menos lo que su cuerpo le permitía, para darnos un abrazo fortísimo y varios besos. Esa mujer era un encanto y muy cariñosa, nada que ver con Maribel y Noelia, pareciéndose a Elena más en ese aspecto, aunque para que Elena fuera así tenía que tener confianza con la otra persona para ser tan cercana. Con su abuela no hacía falta esa confianza, siendo así desde el primer día que la conocí. Nada más verme me preguntó cómo me encontraba, diciéndome que me cuidara y que no podía darle esos sustos a su nieta. Estuvimos un rato hablando los cuatro y al poco nos fuimos, porque ya eran casi las 10 de la noche y aún teníamos que ir a mi ciudad y demás. Elena se encargó de acostar a su abuela, ya que hacía tanto que no lo hacía que le apetecía y como la echaba de menos quería aprovechar para estar todo lo que pudiera con ella. Maribel y yo nos quedamos en el salón mientras tanto, estando yo en silencio y esperando a Elena, pero Maribel no parecía querer estar en silencio.

-Entonces, ¿estás bien?
-Sí, claro.
-Es que te veo un poco serio.
-¿Sí?
-Pues sí. Más callado de lo habitual. ¿Va todo bien por casa? ¿Es por Noelia? Porque no me habéis dicho nada más desde lo de la última vez...
-No. No ha pasado nada.
-Pues otra cosa será, porque algo te pasa. Eso se nota.
-No sé... Yo estoy como siempre.
-O tal vez sea una secuela de esto que te ha pasado. Lo mismo no estás aún recuperado del todo.
-¿Tú crees?
-No lo sé. Lo que sí sé es que algo te pasa -dijo acercándose- A mí no me engañas -dijo acabando con una sonrisa.

Me quedé un poco cortado por esas formas con las que me estaba hablando. Era una mujer muy rara para mí, a veces muy seria y estricta, otras más alegre, algo cariñosa, incluso tomándose más confianzas de la cuenta, como en este momento.

E: ¿De qué habláis? -dijo en cuanto apareció.
M: Nada, que noto a Javier un poco raro.
E: ¿Raro?
M: Sí, algo serio. No sé. Él dice que no sabe a qué me refiero.
E: ¿Pasa algo? -preguntó mirándome.
J: No -dije negando con la cabeza.
M: Elena, ha estado malo. Tienes que cuidar de él. Mira qué carilla tiene...
E: Mamá, cuido bien de él.
M: No digo que lo hagas mal, pero tienes que estar pendiente de él. Hace dos días que estaba en el hospital con todos esos cables y luego en casa sin moverse de la cama, más sedado que un enfermo.
E: Ya lo sé. Estuve desde que le pasó eso pegada a él sin separarme ni un minuto.
M: Ya lo sé. ¿Ha conducido él cuando habéis venido?
E: Sí.
M: Pues no creo que haya sido una buena idea, la verdad. ¿Por qué no conduces tú?
E: Es que estoy cansada. Llevo todo el día trabajando.
M: No es excusa. Él también ha trabajado y en su estado no debería conducir tanto. Anda, conduce tú cuando volváis a casa.

Elena al final le acabó dando la razón, quizá para no discutir con ella. Nos fuimos de allí después de que Maribel nos diera un fuerte abrazo a cada uno, dándome uno más largo que el que me dio cuando aparecimos, diciéndole de nuevo a Elena que me cuidara mejor y que estuviera pendiente. No entendía nada, pero tampoco me iba a quejar por ver cómo se preocupaban por mí. Nos montamos en el coche, cogiéndolo Elena esta vez para ir a mi ciudad.

-Javi, ¿crees que mi madre tiene razón?
-¿En qué?
-En que no te cuido tan bien como debería.
-No. Creo que lo has hecho perfecto. Tal vez lleve razón en lo de coger el coche, pero como me encontraba bien pensé en cogerlo yo.
-¿Qué es lo que te pasa entonces?
-No me pasa nada.
-¿Y por qué dice mi madre que te ve raro?
-Yo qué sé... ¿Tú cómo me ves?
-Yo te veo bien.
-Pues ya está. Estará preocupada por lo que ha pasado. Seguro que es eso, no te preocupes.
 
Capítulo 321

Seguimos el camino hasta llegar a mi ciudad, aparcando Elena muy cerca de mi casa, diciendo que también quería ir a ver a mis padres. Una vez paramos, me iba a bajar del coche, pero Elena me agarró de la mano, haciendo que la mirara. No sabía qué quería y vi que estaba seria al mirarle la cara. Se me quedó mirando fijamente a los ojos, moviendo ambos de sus ojos a los míos. Tras unos segundos así me agarró la cara para acercarla a la suya y darme un beso lento y largo. Cuando nos separamos me miró de nuevo a los ojos, acariciándome la cara.

-Javi, sabes que si pasa algo, te encuentras mal o lo que sea, me lo puedes contar, ¿no?
-Sí, Elena. Claro que lo sé.
-Lo siento.
-¿Por qué?
-Por no estar lo suficientemente pendiente de ti. Sí que te veo una cara un poco mala. Es que con todo esto que ha pasado, lo de mi hermana y el trabajo no me he fijado. Soy tonta.
-¿Pero qué dices? Si me has cuidado mejor de lo que necesitaba.
-Aparentemente no. ¿Por qué tienes esa cara entonces?
-¿Qué cara tengo? A ver...
-Pues tienes los ojos caídos, como si estuvieras triste.
-¿Triste? Si no puedo estar mejor al estar contigo.
-Pues algo hay para que mi madre se haya dado cuenta tan rápidamente y de manera tan obvia.
-Que no es nada, Elena. De verdad. ¿Y qué te pasa a ti en el trabajo?
-Nada. Es que son muchos cambios en poco tiempo y el ritmo a veces es agotador.
-¿Y hay algo más? ¿O es solo eso?
-Bueno, tener que aguantar a ciertas personas no ayuda.
-No me habías contado nada de eso. ¿Qué ocurre? ¿Es por Yolanda?
-No. No es por ella. Da igual, vamos.
-Elena, no da igual. Si necesitas hablar de algo me tienes aquí.

Elena se quedó unos segundos mirándome, estando seria. Me empecé a poner nervioso de nuevo porque pensaba que me iba a soltar algo relacionado con su jefe, pero al final no lo acabó haciendo. Entramos a mi casa para ver a mis padres, aunque mi padre aún no había llegado. Mi madre estaba terminando de hacer la cena y se alegró mucho de vernos. Aún seguía preocupada por lo que me pasó la semana anterior, estando sentada a mi lado agarrando mis manos. Elena y ella estuvieron hablando durante ese breve rato que estuvimos ahí mientras yo pensaba en lo que había pasado en el coche antes de que nos bajáramos. Sentía que nuestra relación no iba tan bien como yo pensaba. A lo mío de ocultarle lo de Noelia se le empezaron a sumar el problema de su jefe, que aún no tenía el suficiente valor para afrontar y plantarle cara por miedo a que hubiera algo de verdad. Y además de eso ahora Elena y yo teníamos una falta de comunicación que creía que no existía. Al parecer no se encontraba del todo a gusto en el trabajo por eso que dijo de que tenía que aguantar ciertas cosas, pero no sabía a qué se refería, quitándotele ella importancia. ¿Por qué no quería hablarlo? Esa manera de esquivar el tema no hizo que creyera más todavía en esa película que me había montado en mi cabeza en la que la veía acostándose con su jefe. En nada nos despedimos de mi madre para ir a casa de Mario por fin. Al salir y echar a andar un poco para ir a pie, Elena me paró y me dio un abrazo muy fuerte sin venir mucho a cuento. Fue algo que me gustó, pero que también me desconcertó. Estaba siendo un día muy raro.

Llamamos al timbre de su casa, parándome yo a pensar si estarían ahí o si se habrían ido con la familia de Mario para celebrarlo. Elena me dijo que estaba segura de que estaban allí. Y efectivamente así era, porque nos abrieron enseguida.

Fue Irene la que lo hizo, dándonos un abrazo y dos besos a cada uno. Estaba muy contenta por vernos, dando las gracias por ir y haciéndonos pasar. Al entrar nos encontramos a Mario y a Sofía. Inmediatamente felicitamos a Mario. Elena con un abrazo y dos besos y yo con un abrazo y palmadas en la espalda. Después saludamos a Sofía, quien también parecía estar contenta de estar allí. Mario también lo estaba, pero cómo no estarlo siendo su cumpleaños. Elena sacó un regalo para él de su bolso y se lo entregó, diciendo que era de parte de los dos. Le gustó mucho, pillándole un poco por sorpresa, aunque más por sorpresa me pilló a mí, que no tenía ni idea de que Elena le hubiera comprado algo. Vaya mierda de amigo era que ni me acordaba de su cumpleaños y tampoco había pensado en comprarle nada cuando Elena me lo recordó pocos días antes de ese momento. Irene dijo de cenar y en nada la mesa estaba puesta, aunque las chicas se ausentaron durante unos minutos, dejándonos a Mario y a mí solos.

-¿Y cómo vas con eso? ¿Ya estás mejor?
-Sí. Ya estoy bien. Hoy he empezado a trabajar otra vez y todo bien. Aunque tampoco es que tuviera lo mismo que solía tener.
-Bueno, poco a poco.
-Ya.
-Tío, ¿cómo llegaste a eso?
-¿A qué te refieres?
-¿Pues a qué va a ser? ¿No te diste cuenta de que necesitabas ayuda?
-Creía que lo tenía bajo control.
-Coño, para eso tienes pareja. En esos momentos es importante apoyarse en la otra persona.
-No pensaba que me fuera a pasar eso. Solo me veía un poco agobiado.
-Pues ya has visto lo que ha pasado. Si te encuentras mal o lo que sea, pues ya sabes lo que tienes que hacer. Y por supuesto, también nos tienes a nosotros.

En cuanto vinieron las chicas nos pusimos a cenar. Todos empezaron a hablar, participando yo también en la conversación, aunque menos que de costumbre. Al parecer esa cena era algo planeado, pero yo no tenía ni idea de que iba a tener lugar. Ni siquiera sabía que íbamos a ir hasta allí para felicitarlo. De nuevo me encontraba en una situación un tanto delicada en la que mi cabeza se iba por senderos que yo no quería recorrer. Me sentía bastante alejado de todo, muy despistado y muy fuera de la onda en la que solíamos estar. Tras la cena, vino el momento de sacar la tarta en la que había unas velas que indicaban los 26 años que cumplía Mario. Disfrutamos todos de ella, pasando a sentarnos en los sofás para seguir charlando. La conversación se puso más caliente, como solía pasar entre nosotros. Empezaban a haber miraditas, gestos o incluso algunas caricias que indicaban lo que cada uno quería.

Yo estaba como si la cosa no fuera conmigo, más pendiente de luchar conmigo mismo intentando sortear las trampas que me hacía pensando en Elena con su jefe, la no tan perfecta relación que teníamos y cosas por el estilo. Notaba a Elena mirarme un poco de reojo, esperando quizá a que yo dijera algo, pero viendo que no lo hacía, fue ella la que nos disculpó para irnos. Tal vez mi cara era suficiente para saber que esa noche no me apetecía hacer nada de aquello y ella se diera cuenta. El caso es que puso la excusa de que al día siguiente tenía que madrugar mucho y aún teníamos que volver a casa. Irene, Mario y Sofía lamentaron que nos tuviéramos que ir, notándoseles como lo decían de verdad por la cara que ponían.

Así que nos despedimos de ellos y nos marchamos de allí con Elena agarrando mi mano para entrelazar nuestros dedos e ir hacia el coche dando un paseo. Fuimos en silencio todo el trayecto hasta llegar al coche, con ella apretando mi mano con fuerza, pegando su cuerpo al mío, sin llegar a saber yo si era por el frío que pudiera tener o por la situación en general. Una vez montados en el coche, prendimos nuestro camino de vuelta a casa. Estuvimos en silencio durante todo el camino, oyéndose solo la radio que puso Elena, aunque no la puso con mucho volumen.

La cosa estaba fea a pesar de no haber discutido ni nada parecido, pero empezaban a salir cosas en nuestra relación que eran tan nuevas como difíciles. Sobre todo, para mí que nunca había experimentado esos celos y esa falta de comunicación, por ejemplo. Me preguntaba si Elena pensaba también en aquello, si creía que estábamos pasando por un mal momento y si hacía alguna comparación entre nuestra relación y la que tuvo con su ex. Tampoco llegué a saber qué pensaba ella, porque me daba miedo hasta abrir la boca, temiendo que cualquier palabra que dijera desencadenara algo malo. Nunca había experimentado un miedo así tampoco. Jamás me había encontrado en esa situación en la que pensaba varias veces el próximo gesto o las próximas palabras que fuera a decir, como si ambos fuéramos de cristal y nos fuéramos a romper si no medía todo con precisión.

Así llegamos a casa, aunque Elena pasó de largo al llegar a nuestra puerta. Le pregunté qué a dónde íbamos, pero ella no me respondió, solo me miró poniendo una sonrisilla muy bonita en su cara. No tardamos mucho en llegar a un solar que había muy próximo a nuestro barrio. Aparcó en una de las esquinas al lado de unos árboles que estaban ya fuera del solar, quedando bastante resguardados, aunque todo se quedó muy oscuro. Elena encendió la luz de cortesía y se puso de lado después de quitarse el cinturón de seguridad, quitándomelo a mí también. Se quedó mirándome fijamente, empezando a asustarme.

-¿Qué hacemos aquí? -pregunté algo asustado.
-Ay... Qué tierno estás. Pareces un niño.

Me quedé un poco sin saber qué decir, porque no esperaba que me saliera con eso. Ella me miraba con la misma sonrisa con la que lo hizo al preguntarle a dónde íbamos.

-Estamos aquí porque quiero hacer el amor contigo.
-Ah... Pero para eso podemos ir a casa, ¿no?
-Quería un poquito de intimidad. Allí con mi hermana no podemos tener tanta. Estando solos estoy más tranquila. Aquí es imposible que nos vea nadie.
-Vale.
-¿No quieres?
-Claro.
-Es que cuando éstos estaban ya con ganas estabas un poquito... No sabía qué hacer, porque a mí también me apetecía un montón.
-Es que era muy tarde y mañana tienes que trabajar, Elena. Si hubieran estado aquí...
-Claro, eso había pensado -dijo empezando a besarme después.

Elena me empezó a besar de manera muy lenta y dulce, algo que me encantaba, pero no podía terminar de disfrutarlo del todo. Aun así, el cariño que me daba ella con ese beso mientras pasaba su mano por mi cara era lo suficientemente agradable para que mi polla empezara a reaccionar. Después de unos minutos de besos por el estilo, Elena dijo de irnos a la parte de atrás. Apagamos la luz del coche y nos fuimos a la parte de atrás, ella desde dentro, teniendo yo que bajarme. Al volver a entrar, Elena tiró de mí con una risita para luego ponerse sobre mí.

-Espera -dijo cogiendo su móvil.
-¿Qué vas a hacer?
-Nada, solo quiero poner un poco de luz para poder vernos.

Elena dejó su móvil sobre uno de los asientos traseros, quedando desbloqueado con el menú con todas las aplicaciones para poder iluminarnos.

-Hacía muchísimo que no hacíamos nada en el coche...
-Claro, ya cuando conocí a tu madre podía ir a tu casa y ya luego en la nuestra. Ya no nos hace falta.
-Sí. Pero está bien, porque me recuerda a esos días. ¿Te acuerdas?
-Claro que me acuerdo.
-Lo pasábamos muy bien.
-Y lo seguimos haciendo, ¿no?
-Claro, mi amor.

Elena volvió a besarme, cortando la conversación. Mientras nos besábamos me puse a pensar en eso último que hablamos, dándome la sensación de que Elena echaba de menos esos momentos en los que improvisábamos algún polvo en el coche. Quizá echaba de menos todas esas locuras que hacíamos cuando empezamos a salir. ¿Otra preocupación más en la que pensar? Tal vez, pero no pude darle muchas vueltas al empezar Elena a besarme el cuello como ella sabía que tenía que hacer para ponerme a mil y que mi polla se pusiera como una piedra. El problema fue que giré mi cara hacia su móvil. No es que viera nada raro, pero sí que intentaba estar pendiente de él por si pudiera aparecer algún mensaje como el que me encontré de su jefe. Podía ver el icono de WhatsApp con la notificación de que tenía algunos mensajes, pero no sabía de quién eran ni lo que decían. De nuevo empezaba a rondar ese tema mi cabeza, provocándome que cogiera el móvil para bloquearlo.

-¿Por qué quitas la luz? -me preguntó al momento.
-Me apetece así. Así podemos concentrarnos más en lo que sentimos.
-¿No me quieres ver?
-¿Cómo no voy a querer? Pero es que esto está muy oscuro y con esa luz no me gusta. Vamos a hacerlo así hoy.
 
Capítulo 322

Le quité la parte de arriba de su ropa para cortar la conversación, empezando ella a reír de manera picarona. Me lancé a por sus tetas, atrapándolas con mi boca para empezar chuparle los pezones. Ella lanzó un gritito al sentirme de esa manera, empezando a gemir bajito. Estuve durante un buen rato estimulándola de esa manera, con lamidas, chupadas y algún que otro mordisco en sus pezones, notando como cada vez estaban más duros. Elena pasó a gemir de manera empalagosa mientras me acariciaba la cabeza, dándome señales de seguir con aquello.

-Ha sido buena idea eso de quitar la luz. Así me concentro más en lo que siento. En lo que me haces sentir.

Seguí comiéndole las tetas sin decirle nada mientras ella seguía gimiendo, pero me paró.

-Javi, te necesito ya dentro. Estoy mojadísima.

Sin dejarme decir nada, Elena me empezó a desnudar de manera brusca, terminando ella de desnudarse también. Llevaba razón, porque al apartar sus braguitas pude notar su humedad en ellas. Se puso de nuevo sobre mí, ensartándose en mi polla, lanzando un gemido alto que podría haber sido escuchado por alguien que pudiera estar cerca, pero era imposible por las horas que eran y el lugar en el que estábamos. De nuevo, corroboré que llevaba razón al notar cómo de empapada estaba, entrando mi polla por completo sin ningún problema. Elena se quedó durante unos segundos quieta, penetrada por completo. No sabía si era para acostumbrarse o para sentirme bien, porque de normal necesitaba un poco para acostumbrarse, aunque con lo mojada que estaba podíamos iniciar la follada perfectamente. Lo que sí notaba era cómo me apretaba con sus músculos vaginales, provocándome bastante placer. Se abrazó a mí, pasando sus brazos por mi cuello para pegar nuestros cuerpos lo máximo posible, empezando a subir y bajar muy lentamente después. Mis manos recorrían sus muslos y su culo, pasando después a su espalda cuando se empezó a mover.

-Elena, ¿esos movimientos los haces tú o es tu cuerpo?
-Los hago yo, jejeje. Me gusta mucho hacerlo para sentirte bien.
-Es muy agradable.
-De normal los hago voluntariamente, pero cuando me corro y sigues mi cuerpo lo hace solo.
-Estás empapada.
-Te lo he dicho. Tenía muchas ganas de estar así contigo.
-¿Y eso?
-¿Cómo que y eso?
-El fin de semana nos hinchamos.
-¿Y por eso no puedo tener ganas?
-No, no. No quería decir eso.
-¿Entonces? Javi, ¿todo bien?
-Sí, claro.
-Es que no entiendo a qué viene esa pregunta.
-No, lo decía porque hace dos días hemos follado mucho y como antes de eso estuvimos tantos días sin hacer nada, pues no sé...
-¿Otra vez con eso? Ya te he dicho por qué no hicimos nada.
-Ya, ya. Es solo que...
-¿Qué hay de raro en que quiera hacer el amor con mi pareja? A ver... Lo de estas semanas atrás pues ha sido una mala racha de estrés por el trabajo y malos horarios.
-Vale, ya está. Perdona. No te quería cortar el rollo.
-No lo has hecho. Además, ahora vamos a hacer el amor. No vamos a follar.

Elena se empezó a mover mientras me besaba, seguramente para callarme y no decir nada más. Lo hacía de manera muy suave moviéndose un poco hacia arriba para después dejar caer su peso y metérsela de nuevo muy profundamente. Lo de apagar la luz para que sintiéramos más lo dije para apagar su móvil y así no estar más pendiente de él que de mi chica, pero la verdad era que llevaba razón, porque el placer que me generaba Elena era muy alto pese a estar moviéndose muy lentamente. Ella manifestaba el placer que recibía con aquel roce con sus gemidos, más normales que bajos para la velocidad a la que lo estábamos haciendo, pero lo que más me sorprendió fue que cada vez estaba más mojada. No llevaba a lanzar esos chorros, porque eso solo tenía lugar en un buen orgasmo, pero empezó a generar fluidos de manera exagerada, notando como me resbalaba por el cuerpo. Poco a poco Elena fue aumentando el ritmo, aunque no se podía decir que me estuviera reventando. Quería hacer el amor conmigo y era lo que me estaba haciendo. A cada poco paraba para besarme muy intensamente, con toda mi polla clavada en sus entrañas, recibiendo yo aun así placer por sus contracciones voluntarias. No pasarían más de 10 minutos hasta que Elena empezó a resoplar fuertemente, con unas paradas que eran cada vez más frecuentes y largas.

-Dios... Cómo estoy... Javi, ha sido una idea muy buena lo de hacerlo así.
-¿Sí?
-Sí. Estoy ya que no puedo más. Intento cortar el orgasmo, pero me está costando mucho.
-Pues cuando tú quieras acabamos.
-Vale. Vamos a acabar ya.
-Muy bien.
-Pero en otra postura.
-¿Otra? Pues ya me dirás cómo lo hacemos aquí.
-Mira, vamos a ponernos haciendo la cucharita.

Elena se bajó de mí, sentándose a mi lado, pero dándome la espalda, echada sobre el asiento, dejando su culo apoyado en el filo de los asientos. Yo me puse exactamente igual que ella, quedando detrás y acercando mi cuerpo al suyo. Ella fue la que agarró mi polla para pajearla un poco y dirigirla a su coño. Entró perfectamente, lanzando ella un gemido.

-Mmmmm... Así. Qué bien.

Elena cogió mi mano para entrelazar nuestros dedos y llevársela a su pecho. Casi podía notar sus latidos mientras respiraba de manera pesada. Me pidió que me empezara a mover lentamente y así lo hice, empezando ella a gemir. De nuevo sentí como empezaba a segregar bastantes fluidos. Mi cabeza me jugaba una mala pasada de nuevo preguntándome si estaba pensando en su jefe mientras hacíamos el amor. Tan obsesionado estaba con el tema que no me centraba en lo que estábamos haciendo y fue un fuerte gemido de ella lo que me sacó de esa pesadilla lúcida que estaba teniendo. Elena se empezó a correr, gritando a pleno pulmón mientras su cuerpo empezaba a temblar exageradamente. Agarró mi mano con fuerza, apretando sus dedos para tirar de ella con fuerza contra ella y así juntar más mi cuerpo al suyo. Me quedé quieto y creía que no me iba a correr por estar a otras cosas en lugar de centrarme en disfrutar, pero el roce que tuvimos durante todo ese rato, más sentir ese orgasmo tan bestial con todos esos fluidos por todas partes provocó que le vaciara en su interior con algunos espasmos que me hacían empujar con mis caderas, aunque fueron breves y no tan grandes como para hacerle daño.

Me quedé dentro de ella esperando a que se recuperara, pero le estaba costando. Era un orgasmo de los buenos y su cuerpo temblaba bastante. Como mi polla empezó a menguar después de hacer acabado, cogí el bolso de Elena, que andaba por los asientos de atrás para coger pañuelos y así taparle el coñito y no manchar el coche más de lo que ya lo estaba por sus fluidos. Volví a dar la luz de cortesía para ver mejor y así poder limpiar lo que pude mientras ella se terminaba de recuperar. Vi su móvil de nuevo y me quedé unos segundos mirándolo, pensando en cogerlo y mirar rápidamente sus mensajes, pero eso no estaba bien. También pensé en sacarle el tema y hablarlo de una vez, pero no quería interrumpir ese momento en el que ella se estaba recuperando. ¿A quién quería engañar? Tenía bastante miedo de sacar el tema y descubrir algo que no me pudiera gustar. Confiaba en Elena, pero me aterraba que hubiera algo de verdad. Me encontraba en esa situación de querer saberlo para quedarme más tranquilo, pero de no querer saberlo también por si me encontraba que había pasado algo de verdad y que eso me hiciera un daño que nunca había experimentado y que no sabía cómo podía gestionar. No estaba seguro de qué podría pasar en caso de que ella me fuera infiel. ¿Estaría dispuesto a perdonarla si lo fuera? No tenía ni idea, pero desde luego no quería comprobarlo.

Elena se dio la vuelta mientras yo no paraba de pensar en lo mismo. Estaba preciosa con una cara de recién follada bastante evidente, con el pelo alborotado y sus ojos entrecerrados. Me dio un beso después de echarse en mi pecho, empezando a acariciármelo. Era muy agradable ese momento, pero le dije que ya era muy tarde y que teníamos que regresar a casa, por lo que nos vestimos y nos fuimos. Llegamos enseguida, diciéndome Elena por el camino de darnos una ducha rápida para dormir mejor, así no tenía que madrugar tanto para dársela por la mañana. Cuando entramos en casa, fuimos a la ducha directamente, aunque Elena se pasó por la habitación de su hermana para ver si estaba ahí. Al parecer sí que lo estaba, porque oí una breve conversación, aunque no me llegué a enterar de nada de lo que dijeron. Nos metimos en la ducha juntos, quedándonos un poco bajo el agua caliente, con ella abrazada a mí, saliendo y secándonos para ir a la cama.

-Ya verás mañana cuando suene el despertador... -dije una vez nos acostamos en la cama viendo la hora que era.
-Ha merecido la pena. Me apetecía mucho ver a éstos y más siendo el cumple de Mario. Son muy importantes para nosotros y teníamos que ir a verlo. Y lo de después me ha encantado. Ha sido muy especial.
-Me alegro de que te haya gustado.
-¿Y a ti? ¿Te ha gustado?
-Pues claro. ¿Qué pregunta es esa?
-No sé... Como estás pachucho...
-Ya estoy mejor.
-Lo digo por lo que ha dicho mi madre de que te ve mala cara, que yo también lo creo ahora que me he fijado bien.
-No es nada, de verdad.
-Bueeeeeeno. Pero que sepas que sea lo sea puedes contar conmigo para lo que querías o necesites. Que te quiero más que a nadie.
-Lo sé, Elena.

Me dio un beso y se acomodó para dormir echada sobre mi pecho, como siempre. Yo tardé un poco más en dormirme por estar pensando todo el tiempo en lo mismo pese a lo tarde que era.

Me puse a darle vueltas a lo de siempre, a Elena y su jefe. No podía sacarme esa maldita conversación que tuvieron por mensaje. Era ridículo pensar de esa manera tratándose de Elena, y aún más cuando se comportaba con cierta normalidad, aunque yo sí que lo notaba en algunos detalles, sobre todo en la falta de comunicación que detecté esos últimos días. Realmente no veía a Elena capaz de hacerme algo así. No tenía ningún tipo de sentido que ella, después de todo lo que había pasado en su anterior relación, después de lo ocurrido con sus padres y diciéndome las cosas que me decía me hiciera algo así. Pero tenía un miedo que nunca había tenido. No sabía si en lo más profundo veía una posibilidad de que en realidad lo hiciera, o qué era lo que pasaba, pero me atormentaba. No sabía a ciencia cierta cómo era la relación con su jefe. Al menos antes de que esa conversación tuviera lugar. Era muy evidente que a él le gustaba Elena, pero yo no sabía lo que ella opinaba de él del todo.

Y tampoco sabía cómo sacarle el tema sutilmente sin que sospechara nada. No sabía cómo afrontar el problema. Me aterrorizaba hablarlo con ella, por lo que al final lo acabé descartando. ¿Se lo contaba a Irene? No tenía muy claro que fuera una buena idea conociéndola y sabiendo lo impulsiva que era. Seguro que enfrentaría a Elena preguntándoselo directamente y quería evitarlo por si al final era verdad. A Mario no le quería pedir opinión, porque siempre lo había visto muy torpe con estos temas. Siempre le costaba trabajo ver detalles como los que yo estaba viendo y seguramente me diría que no pasaba nada. Con Sofía no tenía una confianza tan alta como para contarle algo así antes que a Irene, considerándola muy buena amiga, aun así, pero pensaba que en cuanto se lo dijera iría corriendo a Irene para que nos ayudara.

¿Y si le pedía ayuda a Yolanda? Ella trabajaba en el mismo lugar que Elena y su jefe y tal vez supiera algo al respecto, o al menos lo que pensaba Elena de él, ya que hasta donde yo sabía, ambas habían compartido muchas cosas íntimas y ésta podría ser una más. Parecía la mejor opción, pero la cosa con ella estaba muy tranquila y casi que prefería que siguiera así. Demasiados desencuentros habíamos tenido como para empezar otra vez. Hasta pensaba en que se pondría hecha una furia y le iría a Elena con lo que le había preguntado, costándome una discusión innecesaria. Lo único que tenía claro era que esas últimas palabras de la conversación en las que Elena le decía que estaba hecha un lío, que quería pasárselo bien y que ya tendría tiempo de serenarse no se iban de mi cabeza. No veía una explicación lógica a esas palabras.

La veía ahí tan preciosa por la poca luz que entraba por la ventana, con los morritos que solía poner cuando dormía, su pelo dejado caer un poco sobre su cara, su cálido tacto por todo mi cuerpo al dejarse caer sobre mí y su dulce olor, que veía imposible que hubiera nada de lo que me estaba imaginando. Era imposible que Elena me hiciera algo así, por eso me frustraba mucho sentir ese miedo.

También me puse a pensar en Mario por ser su día y en la mierda de amigo que había sido con él. No me acordé de que ese día era su cumpleaños. ¿Cómo se me había podido pasar habiendo Elena hablado de eso hacía muy poco? No sé si se llegaron a dar cuenta de mi cara cuando Elena sacó su regalo del bolso, pero casi que era mayor en sorpresa a la de Mario. Entre unas cosas y otras me sentía muy apartado y el problema era yo. Me perdía en mi mundo en lugar de disfrutar el tiempo con mis amigos y mi pareja. Y hablando de disfrutar el tiempo... ¿Nos hubiéramos quedado con ellos para jugar si hubiera estado yo más atento? A Elena se le veía con ganas, y más a juzgar por lo que pasó después, pero no tenía ni idea de si al final lo hubiéramos hecho, porque tenía pinta de que iba a ir para largo y luego teníamos que volver a casa, ducharnos y demás, pasando probablemente toda la noche en vela.

Al buen rato de estar deambulando por esas ideas sin parar, me acabé quedando dormido por el cansancio.
 
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