Keranos
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Capítulo 304
E: ¿Ya estás en casa?
N: Sí. Ya me he venido.
E: ¿Cuándo?
N: Hace un rato.
E: ¿Y eso?
N: ¿Vas a empezar con las preguntitas como mamá? Porque es por eso que he venido antes. Parece que se ha enterado de que hemos discutido o algo y se ha puesto muy pesada.
J: Tranquila, no hace falta ponerse así tampoco -dije al ver como levantaba la voz.
E: Noelia, solo quiero saber qué ha pasado. El viernes te fuiste sin dar ninguna explicación…
N: Necesitaba despejarme, punto. ¿Algo más? -dijo de manera seca y cortante.
E: No. Ya está -respondió cohibida.
Elena se sentó en el sofá y yo la seguí, aunque no estábamos pegados a Noelia. Poco como estábamos con Elena entre los dos y echada sobre mí, Elena no podía ver cómo eran varias las veces que Noelia me miraba, siendo ya las últimas más prolongadas, haciéndolo de manera fija. Me estaba poniendo tenso, pero por suerte Noelia se levantó de manera repentina y con aire para marcharse a su habitación, cerrando la puerta con las mismas maneras. Elena suspiró y apretó su cara contra mi cuerpo. Yo le pasaba la mano por la espalda, dándole algunos besos en la cabeza para consolarla, porque ya a esas alturas poco podía decir para hacerla sentir mejor. Sentía como si hubiera agotado todo el repertorio para esas situaciones de lo repetidas que eran. Estábamos mirando la tele, pero ella estaba más pensativa que otra cosa, sin ni siquiera mirarla, haciendo circuitos con su dedo sobre mi piel con gesto triste.
Más tarde Noelia salió de casa, sin decirnos a dónde iba o qué iba a hacer. La cosa estaba fea y yo estaba en medio de todo. En lugar de pensar algo que hacer al respecto, me puse a recordar el momento en el que nos pilló en la bañera, sobre todo en ese momento en el que abrí los ojos y me la encontré con sus pantalones y bragas casi por las rodillas, tocándose de aquella manera. Parecía volver a ese punto en el que ella se sentía muy atraída por mí para hacer aquello, que si bien era cierto que estaba cubierta por la música y por el abrazo que le daba a Elena para que no la viera, eso no quitaba el riesgo de ser descubierta. También me puse a recordar todos los encuentros similares que tuve con ella desde que la conocí, sobre todo el primero cuando me hizo aquella fatal encerrona en la que caí como un imbécil, aunque yo estuviera soltero.
También se me vinieron a la cabeza un par de momentos más. El primero fue en el que se presentó en el cuarto de baño de su casa antes de que se mudaran a casa de su abuela, siendo Elena y yo ya pareja. Recordé como se empezó a desnudar y como me provocó, acabando la conversación de aquella manera tan abrupta cuando le dije que me daba asco por hacerle aquello a su hermana. El otro momento fue en el que yo, ya desesperado por acabar con todo aquello, accedí a hacer lo que fuera menos acostarme con ella para que me dejara en paz, permitiendo que nos viera a Elena y a mí follar mientras ella se escondía en el armario de la habitación de mi chica, también antes de que se mudaran a casa de su abuela.
Así estuvimos durante gran parte de la tarde Elena y yo, más en nuestro mundo que pendientes de otra cosa. Por suerte, pude reaccionar y le empecé a hacer cariñitos, diciéndole cosas también para distraerla de aquello, interesándome por proyectos que me contaba de su trabajo, pidiéndole que me diera detalles y demás. Pareció animarse más con todo aquello, porque dijo de ir a preparar la cena juntos. La ayudé como buenamente pude y terminamos, yendo al salón para cenar allí, dejando un poco apartado para Noelia en la cocina. Ya casi acabando, Noelia apareció, yéndose derecha a su habitación sin dar ninguna explicación, ni siquiera dejarnos pedir alguna. Al poco llamaron a la puerta y salió ella rápidamente. Al parecer había pedido algo para cenar, porque se fue a su habitación con una bolsa y olía a comida.
Elena se enderezaba de vez en cuando, sobre todo en esos momentos en los que había movimiento. De nuevo las caras largas sin prestar atención a la tele, quedándose en su mundo. Ya no aguanté más y apagué la tele para llevarla en brazos a la habitación. Se puso el pijama mientras yo me quedaba en boxers y nos metimos en la cama para descansar. Elena tenía que madrugar al día siguiente para empezar una nueva semana de trabajo y necesitaba descansar, por lo que nos fuimos a dormir mientras se oía un ligero murmullo desde la habitación de Noelia. Me esforcé mucho en levantarle el ánimo a Elena con cariñitos, buenas palabras y muchos besos, diciéndole también que tuviera paciencia con su hermana, agradeciéndome ella la manera en la que la trataba para hacerla sentir mejor.
De esa manera entramos en el mes de octubre y pasamos nuestro séptimo aniversario, con ese cambio tan brusco en nuestro estado de ánimo al tener mal rollo con Noelia para pasar todo el fin de semana juntos y tranquilos, acabando con el mismo mal rollo con el que empezamos con Noelia, o incluso peor por mi parte al encontrármela mirándonos. Otro problema que veía y sabía que no podía esquivar era la charla con Maribel acerca de su hija y la situación que teníamos con ella en casa. Lo que me extrañó fue que no dijera nada más en todo el fin de semana desde su llamada, pero rápido saldría de dudas al día siguiente cuando tanto Noelia como Elena se fueron, no sin antes despedirme de mi chica, estando ya más animada. Maribel se presentó en casa a media mañana, interrumpiendo mi rutina de trabajo. Iba bien arreglada y hasta maquillada. Me quedé un poco cortado al verla así y más sin haber avisado de que vendría. No quise empezar la semana de mala manera, así que la hice pasar inmediatamente y le ofrecí un café para relajar el ambiente, ya que la cara que traía no era precisamente amigable.
-Javier, ¿se puede saber qué pasa con mi hija Noelia? -me preguntó directamente.
-Pues nada nuevo, Maribel -respondí con tono conciliador queriendo evitar un posible enfrentamiento.
-Otro... Mi hija me dice que soy muy pesada y que no quiere hablar del tema. ¿Qué ha pasado? Con lo bien que iba la cosa...
-Pasa que tu hija Noelia es muy cabezona y que cuando no tiene lo que quiere pues se enfada y pilla una pataleta. Ya sabes cómo es...
Maribel me miró algo sorprendida, probablemente por la naturalidad con lo que le solté eso para luego decir:
-Ya. Lo sé. Pero algo habrá pasado para que esté así, ¿no?
-Bueno, puede ser. Si es que por algo no quería que se viniera a vivir aquí, Maribel...
-Javier, entiéndeme. Es mi hija pequeña. Necesitaba asegurarme que iba a estar bien. ¿Y quién mejor que vosotros para echarle un ojo?
-Ya, pero...
-¿Creéis que no confío en vosotros? Porque ya me dirás tú si dejaros a mi hija pequeña no es confiar...
-No es eso. La cosa es que nosotros somos una pareja y necesitamos nuestra intimidad. Intimidad que no teníamos antes de estar viviendo juntos.
-Ni que estuvierais todo el día...
Miré a Maribel con cierta incredulidad, levantando una ceja y ella se dio cuenta de que tal vez había respondido de una manera no muy adecuada. De hecho, hasta se le subieron los colores, quedándose en silencio, por lo que yo continué:
-Bueno, eso no viene al caso, pero molesta no poder estar lo a gusto que deberíamos en ese aspecto y tener cuidado de si Noelia anda por aquí o no. Que parece que tenemos una hija. Seguro que a ti te ha pasado esto también. El tema es que bueno...
-¿Qué pasa?
-Vamos a ver, Maribel... Es que no soy yo quien debería hablar esto contigo.
-¿Por qué?
-Porque tiene que ser Noelia. Es cosa suya.
-Pero ella no quiere hacerlo. ¿Me tengo que aguantar sin saber qué es lo que ocurre?
-Pues lo mismo sí.
-Pues no. Quiero saberlo y tú lo sabes.
-¿Y por qué no le preguntas a tu hija Elena?
-Porque ella tampoco va a querer hablar del tema. ¿Crees que no la conozco?
-Y me tengo que comer yo el marrón, ¿no?
-¿Qué más te da? Venga, dímelo.
-Es que estoy viendo que voy a salir escaldado y no me apetece, la verdad.
-Pues de aquí no me voy hasta que no me lo digas. Tú verás.
-Lo que pasa es que... A ver... Precisamente esa intimidad que nosotros pedimos y hemos perdido.
-¿Otra vez con eso? Tampoco pasa nada por estar unos días sin...
-No es por eso.
-¿Entonces?
-Pues que ella tiene envidia.
-¿Envidia? ¿De qué?
-De que Elena y yo podamos... Y ella no.
-No te entiendo.
-Maribel, tu hija quiere divertirse también. Eso es lo que pasa.
-Pero...
-La cosa hoy en día es muy diferente. Ya no es como antes que te juntabas con una persona y era para siempre. Ahora la gente va y viene con varias personas.
-Pero mi hija Noelia...
-Sí, Maribel. Y nos echó en cara que nosotros podamos divertirnos aquí y ella no.
-¿Cómo que aquí?
-Pues que un día se trajo a un chico y tal. Elena y ella discutieron por eso, porque Elena dice que no quiere que se traiga a nadie aquí para eso y que no quiere oírla en el momento. Noelia le echó en cara que nosotros sí que podíamos y tal.
-Pero...
-Y Elena le dijo que somos una pareja. Que ella no tendría problema en dejar que se trajera a su pareja si la tuviera, nosotros lo conociéramos y viéramos que es buena gente. Pero que así no.
-Me estás dejando...
-Si es que es lo de siempre, Maribel. No sé cómo me las apaño para acabar hablando contigo de estas cosas.
-Pero Noelia... ¿Ya...?
-Maribel, es normal. No tengas miedo por eso.
-¿Normal, Javier? ¿Y si se me queda embarazada?
-Bueno, por eso no te preocupes. Noelia es una chica muy lista y sabe lo que hay que hacer.
-¿Y cómo sabes tú eso?
-Porque antes de que se trajera aquí a alguien la pillé con un chico y usaban protección.
-¡Madre mía! -dijo escandalizada.
-¿Ves? Si es que ya te decía yo...
-¿Has visto a mi hija...?
-Fue sin querer. Elena y yo íbamos a cenar fuera, pero se tuvo que quedar trabajando y al volver me los encontré aquí -dije señalando el sofá.
Maribel miraba atónita el sofá, mirándome a mí de la misma manera, pero es lo que quería, enterarse de lo que pasaba, pues lo estaba haciendo pese a mis advertencias.
-Y bueno, Noelia quiere traerse aquí a algún chico para pasarlo bien. Y Elena dice que no, que nuestra casa no es un picadero y que tampoco quiere que se vaya con ningún chico, que hay mucho tonto por ahí. Y pues Noelia se enfadó y tal.
-¿Y tú qué opinas?
-Yo estoy con Elena. Dijo que era lo que harías tú, así que seguro que tiene razón.
-¿Y ahora qué hago yo?
-Ni idea, pero yo poco puedo hacer. ¿Qué le vas a decir?
-¿Yo? Nada. No puedo sacarle el tema. Seguro que se cabrea y se enfada de verdad conmigo. No quiero que lo haga. Pero tampoco quiero que esté así con vosotros.
-Pues ya me dirás qué hacemos.
-No sé. Ya pensaré algo.
-¿Algo más?
-Javier... Parece que te molesta que venga por aquí.
-No es eso, pero es que tengo que trabajar.
-Vale, pues te dejo entonces. Así aprovecho y hago unos recados.
E: ¿Ya estás en casa?
N: Sí. Ya me he venido.
E: ¿Cuándo?
N: Hace un rato.
E: ¿Y eso?
N: ¿Vas a empezar con las preguntitas como mamá? Porque es por eso que he venido antes. Parece que se ha enterado de que hemos discutido o algo y se ha puesto muy pesada.
J: Tranquila, no hace falta ponerse así tampoco -dije al ver como levantaba la voz.
E: Noelia, solo quiero saber qué ha pasado. El viernes te fuiste sin dar ninguna explicación…
N: Necesitaba despejarme, punto. ¿Algo más? -dijo de manera seca y cortante.
E: No. Ya está -respondió cohibida.
Elena se sentó en el sofá y yo la seguí, aunque no estábamos pegados a Noelia. Poco como estábamos con Elena entre los dos y echada sobre mí, Elena no podía ver cómo eran varias las veces que Noelia me miraba, siendo ya las últimas más prolongadas, haciéndolo de manera fija. Me estaba poniendo tenso, pero por suerte Noelia se levantó de manera repentina y con aire para marcharse a su habitación, cerrando la puerta con las mismas maneras. Elena suspiró y apretó su cara contra mi cuerpo. Yo le pasaba la mano por la espalda, dándole algunos besos en la cabeza para consolarla, porque ya a esas alturas poco podía decir para hacerla sentir mejor. Sentía como si hubiera agotado todo el repertorio para esas situaciones de lo repetidas que eran. Estábamos mirando la tele, pero ella estaba más pensativa que otra cosa, sin ni siquiera mirarla, haciendo circuitos con su dedo sobre mi piel con gesto triste.
Más tarde Noelia salió de casa, sin decirnos a dónde iba o qué iba a hacer. La cosa estaba fea y yo estaba en medio de todo. En lugar de pensar algo que hacer al respecto, me puse a recordar el momento en el que nos pilló en la bañera, sobre todo en ese momento en el que abrí los ojos y me la encontré con sus pantalones y bragas casi por las rodillas, tocándose de aquella manera. Parecía volver a ese punto en el que ella se sentía muy atraída por mí para hacer aquello, que si bien era cierto que estaba cubierta por la música y por el abrazo que le daba a Elena para que no la viera, eso no quitaba el riesgo de ser descubierta. También me puse a recordar todos los encuentros similares que tuve con ella desde que la conocí, sobre todo el primero cuando me hizo aquella fatal encerrona en la que caí como un imbécil, aunque yo estuviera soltero.
También se me vinieron a la cabeza un par de momentos más. El primero fue en el que se presentó en el cuarto de baño de su casa antes de que se mudaran a casa de su abuela, siendo Elena y yo ya pareja. Recordé como se empezó a desnudar y como me provocó, acabando la conversación de aquella manera tan abrupta cuando le dije que me daba asco por hacerle aquello a su hermana. El otro momento fue en el que yo, ya desesperado por acabar con todo aquello, accedí a hacer lo que fuera menos acostarme con ella para que me dejara en paz, permitiendo que nos viera a Elena y a mí follar mientras ella se escondía en el armario de la habitación de mi chica, también antes de que se mudaran a casa de su abuela.
Así estuvimos durante gran parte de la tarde Elena y yo, más en nuestro mundo que pendientes de otra cosa. Por suerte, pude reaccionar y le empecé a hacer cariñitos, diciéndole cosas también para distraerla de aquello, interesándome por proyectos que me contaba de su trabajo, pidiéndole que me diera detalles y demás. Pareció animarse más con todo aquello, porque dijo de ir a preparar la cena juntos. La ayudé como buenamente pude y terminamos, yendo al salón para cenar allí, dejando un poco apartado para Noelia en la cocina. Ya casi acabando, Noelia apareció, yéndose derecha a su habitación sin dar ninguna explicación, ni siquiera dejarnos pedir alguna. Al poco llamaron a la puerta y salió ella rápidamente. Al parecer había pedido algo para cenar, porque se fue a su habitación con una bolsa y olía a comida.
Elena se enderezaba de vez en cuando, sobre todo en esos momentos en los que había movimiento. De nuevo las caras largas sin prestar atención a la tele, quedándose en su mundo. Ya no aguanté más y apagué la tele para llevarla en brazos a la habitación. Se puso el pijama mientras yo me quedaba en boxers y nos metimos en la cama para descansar. Elena tenía que madrugar al día siguiente para empezar una nueva semana de trabajo y necesitaba descansar, por lo que nos fuimos a dormir mientras se oía un ligero murmullo desde la habitación de Noelia. Me esforcé mucho en levantarle el ánimo a Elena con cariñitos, buenas palabras y muchos besos, diciéndole también que tuviera paciencia con su hermana, agradeciéndome ella la manera en la que la trataba para hacerla sentir mejor.
De esa manera entramos en el mes de octubre y pasamos nuestro séptimo aniversario, con ese cambio tan brusco en nuestro estado de ánimo al tener mal rollo con Noelia para pasar todo el fin de semana juntos y tranquilos, acabando con el mismo mal rollo con el que empezamos con Noelia, o incluso peor por mi parte al encontrármela mirándonos. Otro problema que veía y sabía que no podía esquivar era la charla con Maribel acerca de su hija y la situación que teníamos con ella en casa. Lo que me extrañó fue que no dijera nada más en todo el fin de semana desde su llamada, pero rápido saldría de dudas al día siguiente cuando tanto Noelia como Elena se fueron, no sin antes despedirme de mi chica, estando ya más animada. Maribel se presentó en casa a media mañana, interrumpiendo mi rutina de trabajo. Iba bien arreglada y hasta maquillada. Me quedé un poco cortado al verla así y más sin haber avisado de que vendría. No quise empezar la semana de mala manera, así que la hice pasar inmediatamente y le ofrecí un café para relajar el ambiente, ya que la cara que traía no era precisamente amigable.
-Javier, ¿se puede saber qué pasa con mi hija Noelia? -me preguntó directamente.
-Pues nada nuevo, Maribel -respondí con tono conciliador queriendo evitar un posible enfrentamiento.
-Otro... Mi hija me dice que soy muy pesada y que no quiere hablar del tema. ¿Qué ha pasado? Con lo bien que iba la cosa...
-Pasa que tu hija Noelia es muy cabezona y que cuando no tiene lo que quiere pues se enfada y pilla una pataleta. Ya sabes cómo es...
Maribel me miró algo sorprendida, probablemente por la naturalidad con lo que le solté eso para luego decir:
-Ya. Lo sé. Pero algo habrá pasado para que esté así, ¿no?
-Bueno, puede ser. Si es que por algo no quería que se viniera a vivir aquí, Maribel...
-Javier, entiéndeme. Es mi hija pequeña. Necesitaba asegurarme que iba a estar bien. ¿Y quién mejor que vosotros para echarle un ojo?
-Ya, pero...
-¿Creéis que no confío en vosotros? Porque ya me dirás tú si dejaros a mi hija pequeña no es confiar...
-No es eso. La cosa es que nosotros somos una pareja y necesitamos nuestra intimidad. Intimidad que no teníamos antes de estar viviendo juntos.
-Ni que estuvierais todo el día...
Miré a Maribel con cierta incredulidad, levantando una ceja y ella se dio cuenta de que tal vez había respondido de una manera no muy adecuada. De hecho, hasta se le subieron los colores, quedándose en silencio, por lo que yo continué:
-Bueno, eso no viene al caso, pero molesta no poder estar lo a gusto que deberíamos en ese aspecto y tener cuidado de si Noelia anda por aquí o no. Que parece que tenemos una hija. Seguro que a ti te ha pasado esto también. El tema es que bueno...
-¿Qué pasa?
-Vamos a ver, Maribel... Es que no soy yo quien debería hablar esto contigo.
-¿Por qué?
-Porque tiene que ser Noelia. Es cosa suya.
-Pero ella no quiere hacerlo. ¿Me tengo que aguantar sin saber qué es lo que ocurre?
-Pues lo mismo sí.
-Pues no. Quiero saberlo y tú lo sabes.
-¿Y por qué no le preguntas a tu hija Elena?
-Porque ella tampoco va a querer hablar del tema. ¿Crees que no la conozco?
-Y me tengo que comer yo el marrón, ¿no?
-¿Qué más te da? Venga, dímelo.
-Es que estoy viendo que voy a salir escaldado y no me apetece, la verdad.
-Pues de aquí no me voy hasta que no me lo digas. Tú verás.
-Lo que pasa es que... A ver... Precisamente esa intimidad que nosotros pedimos y hemos perdido.
-¿Otra vez con eso? Tampoco pasa nada por estar unos días sin...
-No es por eso.
-¿Entonces?
-Pues que ella tiene envidia.
-¿Envidia? ¿De qué?
-De que Elena y yo podamos... Y ella no.
-No te entiendo.
-Maribel, tu hija quiere divertirse también. Eso es lo que pasa.
-Pero...
-La cosa hoy en día es muy diferente. Ya no es como antes que te juntabas con una persona y era para siempre. Ahora la gente va y viene con varias personas.
-Pero mi hija Noelia...
-Sí, Maribel. Y nos echó en cara que nosotros podamos divertirnos aquí y ella no.
-¿Cómo que aquí?
-Pues que un día se trajo a un chico y tal. Elena y ella discutieron por eso, porque Elena dice que no quiere que se traiga a nadie aquí para eso y que no quiere oírla en el momento. Noelia le echó en cara que nosotros sí que podíamos y tal.
-Pero...
-Y Elena le dijo que somos una pareja. Que ella no tendría problema en dejar que se trajera a su pareja si la tuviera, nosotros lo conociéramos y viéramos que es buena gente. Pero que así no.
-Me estás dejando...
-Si es que es lo de siempre, Maribel. No sé cómo me las apaño para acabar hablando contigo de estas cosas.
-Pero Noelia... ¿Ya...?
-Maribel, es normal. No tengas miedo por eso.
-¿Normal, Javier? ¿Y si se me queda embarazada?
-Bueno, por eso no te preocupes. Noelia es una chica muy lista y sabe lo que hay que hacer.
-¿Y cómo sabes tú eso?
-Porque antes de que se trajera aquí a alguien la pillé con un chico y usaban protección.
-¡Madre mía! -dijo escandalizada.
-¿Ves? Si es que ya te decía yo...
-¿Has visto a mi hija...?
-Fue sin querer. Elena y yo íbamos a cenar fuera, pero se tuvo que quedar trabajando y al volver me los encontré aquí -dije señalando el sofá.
Maribel miraba atónita el sofá, mirándome a mí de la misma manera, pero es lo que quería, enterarse de lo que pasaba, pues lo estaba haciendo pese a mis advertencias.
-Y bueno, Noelia quiere traerse aquí a algún chico para pasarlo bien. Y Elena dice que no, que nuestra casa no es un picadero y que tampoco quiere que se vaya con ningún chico, que hay mucho tonto por ahí. Y pues Noelia se enfadó y tal.
-¿Y tú qué opinas?
-Yo estoy con Elena. Dijo que era lo que harías tú, así que seguro que tiene razón.
-¿Y ahora qué hago yo?
-Ni idea, pero yo poco puedo hacer. ¿Qué le vas a decir?
-¿Yo? Nada. No puedo sacarle el tema. Seguro que se cabrea y se enfada de verdad conmigo. No quiero que lo haga. Pero tampoco quiero que esté así con vosotros.
-Pues ya me dirás qué hacemos.
-No sé. Ya pensaré algo.
-¿Algo más?
-Javier... Parece que te molesta que venga por aquí.
-No es eso, pero es que tengo que trabajar.
-Vale, pues te dejo entonces. Así aprovecho y hago unos recados.