Keranos
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Capítulo 343
Al final para Noche Buena me quedé en casa para la cena, sin llegar a salir tampoco con nadie. Mis amigos me contaron que iban a cenar en casa de Irene, para ir a ver a sus padres, ya que estaban bastante lejos de la ciudad en la que vivíamos todos y querían aprovechar la ocasión para ir a verlos, aunque supuestamente iban a regresar al día siguiente para comer en la casa de los padres de Mario. Sofía regresó a casa de su madre, junto a sus abuelos para pasarla allí en familia y verlos también, cosa que no tenía lugar desde verano prácticamente. Respecto a mí, no tenía muchas ganas de reunirme con la familia, más que nada por evitar preguntas que no tenía ganas de responder, ya que imaginaba que mi madre habría contado algo.
Para mi suerte, fue ella la que propuso quedarnos en casa ese año para cenar allí, con la idea de ir a comer el día de Navidad con la familia, diciéndome que fuera si me apetecía y si no, pues no pasaba nada. Por comida no iba a ser, ya que en época de Navidad en mi familia siempre suele haber comida lista en abundancia. A mi padre no le hizo mucha gracia la idea que tuvo mi madre, ya que siempre le gustaba reunirse con la familia, aunque más con la suya que con la de mi madre, pero ésta le echó una mirada que hizo que no dijera nada en ese momento en el que se lo contó aquel día que salí con Irene.
Ya de tarde, mi madre me confirmó que mi hermano David vendría para cenar con nosotros y estar al menos más en familia y no solos los tres. Lo primero que me dijo nada más comentarme esto fue que no tenía que preocuparme de nada, ya que había preparado el terreno para que todo fuera bien y para que no se ocasionara ninguna situación incómoda. La veía tan optimista, con tanta energía y hasta con alegría de ver que mi hermano también vendría que me hizo sentir bastante bien, ya que hacía mucho que no la veía así.
Rápidamente me preguntó qué me apetecía para la cena, así que empezamos a diseñar el menú entre los dos. No sabía muy bien lo que me apetecía, porque mi ausencia de apetito seguía presente y no creía que fuera capaz de ingerir mucho, así que ella me empezó a explicar las ideas que tenía en mente. Al final, la mayoría de los platos que iba a hacer eran los que cada año de dedicaba a preparar cada tarde antes Noche Buena o Noche Vieja cuando nos tocaba en casa de sus padres, mis abuelos. Y eran platos que yo disfrutaba como el que más.
De siempre me ha gustado mucho la Navidad y son días que disfruto mucho, porque me gusta el clima de invierno, los días en los que anochece temprano y esos días de diciembre son los más propicios para esas circunstancias. Además, el ambiente de en las calles era de mis preferidos, con la costumbre de salir a ver el alumbrado especial de la festividad en las calles, con esos árboles de navidad gigantes en algunas plazas, o regalos que colgaban de algunos pinos o abetos repartidos por la ciudad. Algo que me encantaba también era como en algunas calles sonaban villancicos, ver también algunos pequeños puestos en los que vendían chucherías con aspecto acorde a la fecha, mirar como los niños se quedaban mirando los escaparates de jugueterías señalando el que querían, o simplemente la expresión de alegría de la gente que iba por la calle. Pero esas Navidades no llegué a disfrutar de nada de aquello, ya que, sin contar ese día, no llegué a salir ninguno más de casa.
El 24 fue en gran parte como un día más. Dormí poco y no llegué a comer mucho, aunque otra de las tradiciones que teníamos desde siempre era comer ligero para luego por la noche hacerlo de manera más extensa, aunque de manera relajada. Ese día estuve deambulando un poco más por la casa. Mi padre estaba viendo la televisión, algo de deportes y algo me entretenía, además de que estábamos en silencio viéndola y no se daba pie a ninguna conversación incómoda. De vez en cuando iba a mi habitación porque llegaba un punto en el que le aburría y no sabía qué hacer.
Pensé en jugar a algo, pero es que en realidad no tenía ganas de nada. Me senté en mi escritorio, mirando por mi habitación para ver si veía algo con lo que entretenerme, pero no llegaba a dar con nada. Lo único que llamaba mi atención era aquella caja de ese color naranja tan fuerte que Elena me envió y la cual dejé sobre una estantería bastante alta. La miré varias veces, pero rehuía cogerla para abrirla y mirar lo que había en su interior, porque no quería cargarme un día como ese y más teniendo en cuenta lo animada que estaba mi madre. Afortunadamente fue ella misma la que vino a buscarme para que me fuera con ella a la cocina y le echara una mano, ya que llevaba allí desde las 4 de la tarde para empezar a preparar cosas.
Así que fui con ella para ayudarla en lo que pudiera mientras charlábamos, hablando de años anteriores en esas fechas, recordando muy buenos momentos. Sobre las 6 de la tarde acudió mi hermano por casa. Mi madre salió enflechada, casi sin dejarle soltar la maleta que traía para pasar esos días con nosotros. También saludó a mi padre, recibiéndolo él de manera parecida a mi madre. Finalmente me tocó a mí. Su expresión al mirarme no expresó tanta sorpresa como esperaba. Imaginaba que mi madre le había ido contando cómo me encontraba y como debía estar físicamente para no cambiar mucho su gesto ni decir nada.
Aun así, su rostro denotaba preocupación, por lo que se acercó a mí para darme un abrazo bastante largo y con mucha fuerza. Hasta se me llegó a poner un nudo en la garganta al ver como mi hermano se preocupaba así por mí. Nunca fue mucho de mostrar lo que sentía o pensaba, pero esta vez lo estaba haciendo con ese abrazo. Seguramente también tenía que ver que llevara tanto tiempo sin verlo. Se vino un rato con nosotros a la cocina para estar con mi madre y conmigo, picando algo de paso de lo que estábamos preparando, dando su visto bueno diciendo que todo estaba buenísimo. Después se fue con mi padre para estar con él, siguiendo yo allí con mi madre.
La cena transcurrió perfectamente sin que nada malo tuviera lugar. Disfruté bastante de la compañía que nos hacíamos, siendo algo que me recordaba mucho a tiempos en los que mi hermano y yo íbamos al colegio o al instituto y en el que vivíamos allí. También me animé más a comer algo de todo lo que había preparado, ya que había tantas cosas y todos comían con tantas ganas, que me acabaron entrando a mí también y comí algo más de lo que solía en esas semanas. Después de más de dos horas de cena, en la que no nos comimos ni la mitad de lo preparado, recogimos todo y nos sentamos en el salón.
La cosa se animó y hasta se tomaron una copa, aunque yo pasé de tomar nada. Poco antes de las 12 de la noche me retiré a la cama para intentar descansar, dándome ellos las buenas noches. Me tumbé en la cama para intentar hacerlo, pero como era normal no podía. Ya ni me sorprendía, siendo algo que asumía, aunque eso tampoco dejaba de ser algo que me molestaba. Mi padre me siguió al poco por lo que pude oír, así que se quedaron mi madre y mi hermano en el salón. Los oía hablar durante varios minutos por el murmullo que provenía de allí y al buen rato se acabaron yendo a dormir, pasando antes mi madre por mi habitación para darme las buenas noches.
El día de Navidad no salí de casa en todo el día. Mi madre me dijo cerca de las 12 del medio día que se iba a ir para comer en casa de mis abuelos con la idea de volver temprano para no dejarme solo. Yo le dije que no había necesidad de que se encerraran tan pronto por mi culpa. Sabía que necesitaban salir un poco y estar con la familia, así que le pedí que disfrutara ese rato si podía. Ella aceptó pidiéndome a cambio que comiera algo y saliera de la cama para no estar tan apagado, diciéndome también que la llamara si necesitaba algo o si me pasaba algo.
Volví a dormir un poco después de pegarme toda la noche en vela y me desperté al rato, estando ya solo en casa. Me sentía un poco raro con tanto silencio y la casa vacía. En ningún momento estuve solo desde que volví tras la ruptura y no sabía si me hacía mucha gracia estarlo. No quería ser más carga de lo que había sido y estaba siendo con mi madre, porque no se separaba prácticamente de mí en ningún momento. A cada rato se asomaba para ver cómo estaba y por si necesitaba algo. Pero estar en esa condición no me daba ningún derecho a tenerla así, por eso le dije que no era necesario que volviera tan rápido.
Se merecía disfrutar con la familia y distraerse un rato. Para hacerme ese rato solo más ameno puse la tele del salón y me serví algo de comer de lo tanto que sobró la noche anterior. No tenía mucha hambre, pero hice el poder para contentar a mi madre y que se quedara más tranquila. Tras comer algo me quedé echado en el sofá viendo una de las típicas películas que ponen cada año por esas fechas y que ya había visto varias veces, pero como al final lo importante es que te entretenga, pues la acabé dejando por mucho que ya la tuviera vista. En todo el día recibí ningún mensaje ni ninguna llamada de nadie más que de mi madre, que cada media hora me mandaba un mensaje para ver cómo seguía.
Llegó un punto en el que le dije que dejara el móvil un rato y no estuviera tan pendiente, que no iba a pasar nada. Pensaba que mis amigos estarían también con la familia, por eso no se pusieron en contacto conmigo, y esa era otra cosa que pensaba de ellos. También tenían derecho a despejarse y no estar tan encima de mí. Bastante agradecido me sentía ya con ellos por haber cuidado así de mi durante todas esas semanas. Y también notaba un cambio en sus actitudes, porque veía casi que ya lo tenían asimilado. Y ya creía que iba siendo hora de hacerlo yo también. Pero me costaba tanto...
De hecho, en lugar de quitarme ese pensamiento de la cabeza y ponerme a ver la película, me puse a montarme la mía propia en la cabeza pensando en cómo hubieran sido esas navidades si Elena no me hubiera dejado. Me preguntaba si hubiéramos cenado en casa de su madre o en casa de su padre, si lo hubiéramos hecho también en la mía. Tal vez nos hubiéramos ido unos días fuera de vacaciones para estar solos y con más intimidad. En los regalos que le podría haber hecho, los paseos de la mano viendo el alumbrado de la ciudad con ese ambiente navideño con esos decorados y villancicos por las calles.
Eso me llevó a pensar en los billetes que encontré en la caja con dirección a París. Me preguntaba qué tenía preparado para hacer allí. Me hubiera encantado ver la ciudad con ella y hacer todos esos típicos planes de pareja que seguramente tenía pensado que hiciéramos, pero no pudo ser. También pensé en que en realidad hubiera sido problemático por aquello de los atentados que tuvieron lugar en dicha ciudad, porque puede que esos últimos días nos hubiera pillado. Para cuando me di cuenta noté como algunas lágrimas se escurrían por mi cara, por lo que me di un par de palmadas para espabilarme y seguir viendo la televisión.
Cuando acabó la película me marché a mi habitación para jugar a algo y hacer así que el tiempo corriera más rápido. Y funcionó en cierto modo, porque oí regresar a mi familia ya bien tarde antes de la hora de cenar, aunque mi hermano había aprovechado para quedar con algunos amigos al parecer, porque solo volvieron mis padres. Como ya esperaba, mi madre vino inmediatamente a mi habitación para verme y preguntarme cómo seguía. Le dije que estaba bien, jugando a algo y ella me miró con una sonrisa que hacía bastante que no veía en ella. Se acercó para darme un abrazo y me dijo que toda la familia había preguntado por mí y que me mandaban besos. Ella le dijo que estaba fuera para que no se pusieran pesados, cosa que agradecí, poniéndomelo ella todo más fácil una vez más.
Los siguientes días fueron en la misma tónica que las últimas semanas. No hacía gran cosa, pasando bastante tiempo jugando para evadirme de todo y hacerlo más llevadero. Mis amigos venían de vez en cuando a visitarme, aunque en esas fechas estaban más con reuniones familiares. Cada vez los veía mejor y a mí también me entraban ganas de estar como ellos, pero se me hacía muy difícil porque a nada que estaba sin hacer algo o distraerme me ponía a pensar en Elena.
Mi horario de sueño tampoco mejoró mucho, pues me pasaba gran parte en vela dando vueltas en la cama oyendo solo el reloj del salón y cuando conseguía dormir me seguía despertando de manera súbita como si tuviera pesadillas, aunque no sabía nunca de qué trataban, pero sí recordaba que siempre acababan con esa imagen en la que veía a Elena llorar. Mi hermano tampoco paraba mucho por mi casa en esos días. Aprovechaba que iba a estar esos días que comprendían desde Noche Buena a Año Nuevo en casa para pasar tiempo con sus amigos que tenía allí y a los cuales veía muy poco. Mi madre le decía que pasara más tiempo en casa con nosotros, pero él decía que quería aprovechar para verlos. Yo lo entendía, pues meses atrás hacia lo mismo.
Así llegó el día de Noche Vieja en el que yo en principio no tenía ningún plan, pero cerca de la hora de comer acudieron Irene y Mario por casa para venir a verme. Fui hacia el salón, donde me esperaban. Iban bastante guapos, porque al parecer tenían una comida familiar con gran parte de la familia de Mario. Irene dijo que estaban ahí porque habían tenido una idea, la cual trataba de juntarnos para la cena en su casa. Le pidió permiso a mi madre por si había algún inconveniente en los planes que pudiéramos tener, pero ella no puso ninguna objeción. Yo no tenía muchas ganas de aquello por mi estado, pero Irene fue la que se encargó de acordar lo que se haría, casi sin contar con mi opinión, pareciendo no importarle. Decía que era algo que necesitaba y que por eso iba a ir con ellos a cenar me gustara o no.
Nos comentó que estaríamos los tres y que Sofía también se apuntaba, así que pasaríamos los cuatro juntos aquella Noche Vieja. No me dio tiempo a decirle nada de que no quería salir para tomar algo ni nada por el estilo, ya que ella me dejó claro que estaríamos los cuatro solos en casa y que no saldríamos. La idea era cenar allí para pasar tiempo juntos y que yo no estuviera tan encerrado en mí mismo. Sin decir nada más se fueron, ambos bastante contentos por al parecer haber conseguido lo que querían. Irene era la que más lo manifestaba, estando Mario con una sonrisa que expresaba más el aguantarse una risa que otra cosa, porque Irene se puso en un tono mandón y algo que hacía siempre en esos momentos era agudizar la voz, casi poniéndola de pito. Mi madre también me miró con una sonrisilla, aunque la mezclaba con un gesto muy tierno.
-Me encantan los amigos que tienes.
-Pues no me apetece mucho salir, la verdad...
-Pues ya has visto cómo se ha puesto tu amiga. Como no vayas...
-Habrá que hacer el poder.
-Claro que sí. No sabes cómo me alegra ver y saber que los tienes siempre ahí. A estos dos y a la otra chica.
-No solo están ahí para mí. También lo estaban para...
-Ya, ya lo sé. Mmm, Javier, ven -dijo cogiendo mi mano y llevándome hasta el sofá para que me sentara a su lado.
-¿Qué pasa, mamá?
-Javier, ya sé que ellos también estaban ahí para ella. Lo sé de sobra. Si nada más había que veros cuando fui a vuestra casa y estábamos todos en la piscina. Pero ella ha tomado una decisión. Y créeme que después de ti, yo soy la que más lo siente. No sabes lo duro que es ver así a un hijo. Es como si me pasara a mí. No solo ha decidido romper todo vínculo contigo, sino que también lo ha hecho con ellos. Y no creo que ninguno de tus tres amigos tenga nada que ver con lo que pasó.
-No sabían nada, desde luego. De hecho, no sabían ni lo que pasó desde primera hora con su hermana.
-Pues eso. No sé por qué ha decidido alejarse de ellos también, pero ya está hecho y no hay vuelta atrás.
-Pero es que si pudiera explicarle...
-Ya, pero se ha esfumado. No podéis dar con ella. Javier, han pasado ya casi dos meses y entiendo que ella era tu vida, pero me es muy difícil verte así. Mira la cara que tienes, mira lo delgado que te has quedado, no comes nada. Nunca te he visto tan triste, con esa expresión. Me da mucha pena -dijo empezando a llorar-. No quiero verte así.
-No llores, por favor.
-Yo solo quiero que seas el de antes. Por favor, ve con tus amigos esta noche. Disfruta de su compañía y despéjate un poco. Te va a venir bien.
-Vale, yo lo hago, pero no te pongas así, por favor.
Mi madre me dio un abrazo muy grande que se prolongó durante unos minutos. Por suerte estábamos solos en casa para evitar que tanto mi hermano como mi padre nos vieran, porque habría sido algo muy incómodo. Tras el abrazo regresé a mi habitación. Para mi sorpresa no me vine abajo al hablar de aquella manera ni al ver a mi madre llorar así, aunque el mal cuerpo que se me puso no me lo quitó nada. Me paré a pensar en cómo mi madre me dio un enfoque más objetivo de lo que me estaba pasando a pesar de cómo de claro me dejó que seguía preocupada por mí. Y supongo que fue por eso por lo que tuvimos la charla. Ya tenía en mente ir pasando de página conforme el tiempo iba pasando, pero este momento hizo que me lo empezara a plantear de verdad costara lo que costara.
Al final para Noche Buena me quedé en casa para la cena, sin llegar a salir tampoco con nadie. Mis amigos me contaron que iban a cenar en casa de Irene, para ir a ver a sus padres, ya que estaban bastante lejos de la ciudad en la que vivíamos todos y querían aprovechar la ocasión para ir a verlos, aunque supuestamente iban a regresar al día siguiente para comer en la casa de los padres de Mario. Sofía regresó a casa de su madre, junto a sus abuelos para pasarla allí en familia y verlos también, cosa que no tenía lugar desde verano prácticamente. Respecto a mí, no tenía muchas ganas de reunirme con la familia, más que nada por evitar preguntas que no tenía ganas de responder, ya que imaginaba que mi madre habría contado algo.
Para mi suerte, fue ella la que propuso quedarnos en casa ese año para cenar allí, con la idea de ir a comer el día de Navidad con la familia, diciéndome que fuera si me apetecía y si no, pues no pasaba nada. Por comida no iba a ser, ya que en época de Navidad en mi familia siempre suele haber comida lista en abundancia. A mi padre no le hizo mucha gracia la idea que tuvo mi madre, ya que siempre le gustaba reunirse con la familia, aunque más con la suya que con la de mi madre, pero ésta le echó una mirada que hizo que no dijera nada en ese momento en el que se lo contó aquel día que salí con Irene.
Ya de tarde, mi madre me confirmó que mi hermano David vendría para cenar con nosotros y estar al menos más en familia y no solos los tres. Lo primero que me dijo nada más comentarme esto fue que no tenía que preocuparme de nada, ya que había preparado el terreno para que todo fuera bien y para que no se ocasionara ninguna situación incómoda. La veía tan optimista, con tanta energía y hasta con alegría de ver que mi hermano también vendría que me hizo sentir bastante bien, ya que hacía mucho que no la veía así.
Rápidamente me preguntó qué me apetecía para la cena, así que empezamos a diseñar el menú entre los dos. No sabía muy bien lo que me apetecía, porque mi ausencia de apetito seguía presente y no creía que fuera capaz de ingerir mucho, así que ella me empezó a explicar las ideas que tenía en mente. Al final, la mayoría de los platos que iba a hacer eran los que cada año de dedicaba a preparar cada tarde antes Noche Buena o Noche Vieja cuando nos tocaba en casa de sus padres, mis abuelos. Y eran platos que yo disfrutaba como el que más.
De siempre me ha gustado mucho la Navidad y son días que disfruto mucho, porque me gusta el clima de invierno, los días en los que anochece temprano y esos días de diciembre son los más propicios para esas circunstancias. Además, el ambiente de en las calles era de mis preferidos, con la costumbre de salir a ver el alumbrado especial de la festividad en las calles, con esos árboles de navidad gigantes en algunas plazas, o regalos que colgaban de algunos pinos o abetos repartidos por la ciudad. Algo que me encantaba también era como en algunas calles sonaban villancicos, ver también algunos pequeños puestos en los que vendían chucherías con aspecto acorde a la fecha, mirar como los niños se quedaban mirando los escaparates de jugueterías señalando el que querían, o simplemente la expresión de alegría de la gente que iba por la calle. Pero esas Navidades no llegué a disfrutar de nada de aquello, ya que, sin contar ese día, no llegué a salir ninguno más de casa.
El 24 fue en gran parte como un día más. Dormí poco y no llegué a comer mucho, aunque otra de las tradiciones que teníamos desde siempre era comer ligero para luego por la noche hacerlo de manera más extensa, aunque de manera relajada. Ese día estuve deambulando un poco más por la casa. Mi padre estaba viendo la televisión, algo de deportes y algo me entretenía, además de que estábamos en silencio viéndola y no se daba pie a ninguna conversación incómoda. De vez en cuando iba a mi habitación porque llegaba un punto en el que le aburría y no sabía qué hacer.
Pensé en jugar a algo, pero es que en realidad no tenía ganas de nada. Me senté en mi escritorio, mirando por mi habitación para ver si veía algo con lo que entretenerme, pero no llegaba a dar con nada. Lo único que llamaba mi atención era aquella caja de ese color naranja tan fuerte que Elena me envió y la cual dejé sobre una estantería bastante alta. La miré varias veces, pero rehuía cogerla para abrirla y mirar lo que había en su interior, porque no quería cargarme un día como ese y más teniendo en cuenta lo animada que estaba mi madre. Afortunadamente fue ella misma la que vino a buscarme para que me fuera con ella a la cocina y le echara una mano, ya que llevaba allí desde las 4 de la tarde para empezar a preparar cosas.
Así que fui con ella para ayudarla en lo que pudiera mientras charlábamos, hablando de años anteriores en esas fechas, recordando muy buenos momentos. Sobre las 6 de la tarde acudió mi hermano por casa. Mi madre salió enflechada, casi sin dejarle soltar la maleta que traía para pasar esos días con nosotros. También saludó a mi padre, recibiéndolo él de manera parecida a mi madre. Finalmente me tocó a mí. Su expresión al mirarme no expresó tanta sorpresa como esperaba. Imaginaba que mi madre le había ido contando cómo me encontraba y como debía estar físicamente para no cambiar mucho su gesto ni decir nada.
Aun así, su rostro denotaba preocupación, por lo que se acercó a mí para darme un abrazo bastante largo y con mucha fuerza. Hasta se me llegó a poner un nudo en la garganta al ver como mi hermano se preocupaba así por mí. Nunca fue mucho de mostrar lo que sentía o pensaba, pero esta vez lo estaba haciendo con ese abrazo. Seguramente también tenía que ver que llevara tanto tiempo sin verlo. Se vino un rato con nosotros a la cocina para estar con mi madre y conmigo, picando algo de paso de lo que estábamos preparando, dando su visto bueno diciendo que todo estaba buenísimo. Después se fue con mi padre para estar con él, siguiendo yo allí con mi madre.
La cena transcurrió perfectamente sin que nada malo tuviera lugar. Disfruté bastante de la compañía que nos hacíamos, siendo algo que me recordaba mucho a tiempos en los que mi hermano y yo íbamos al colegio o al instituto y en el que vivíamos allí. También me animé más a comer algo de todo lo que había preparado, ya que había tantas cosas y todos comían con tantas ganas, que me acabaron entrando a mí también y comí algo más de lo que solía en esas semanas. Después de más de dos horas de cena, en la que no nos comimos ni la mitad de lo preparado, recogimos todo y nos sentamos en el salón.
La cosa se animó y hasta se tomaron una copa, aunque yo pasé de tomar nada. Poco antes de las 12 de la noche me retiré a la cama para intentar descansar, dándome ellos las buenas noches. Me tumbé en la cama para intentar hacerlo, pero como era normal no podía. Ya ni me sorprendía, siendo algo que asumía, aunque eso tampoco dejaba de ser algo que me molestaba. Mi padre me siguió al poco por lo que pude oír, así que se quedaron mi madre y mi hermano en el salón. Los oía hablar durante varios minutos por el murmullo que provenía de allí y al buen rato se acabaron yendo a dormir, pasando antes mi madre por mi habitación para darme las buenas noches.
El día de Navidad no salí de casa en todo el día. Mi madre me dijo cerca de las 12 del medio día que se iba a ir para comer en casa de mis abuelos con la idea de volver temprano para no dejarme solo. Yo le dije que no había necesidad de que se encerraran tan pronto por mi culpa. Sabía que necesitaban salir un poco y estar con la familia, así que le pedí que disfrutara ese rato si podía. Ella aceptó pidiéndome a cambio que comiera algo y saliera de la cama para no estar tan apagado, diciéndome también que la llamara si necesitaba algo o si me pasaba algo.
Volví a dormir un poco después de pegarme toda la noche en vela y me desperté al rato, estando ya solo en casa. Me sentía un poco raro con tanto silencio y la casa vacía. En ningún momento estuve solo desde que volví tras la ruptura y no sabía si me hacía mucha gracia estarlo. No quería ser más carga de lo que había sido y estaba siendo con mi madre, porque no se separaba prácticamente de mí en ningún momento. A cada rato se asomaba para ver cómo estaba y por si necesitaba algo. Pero estar en esa condición no me daba ningún derecho a tenerla así, por eso le dije que no era necesario que volviera tan rápido.
Se merecía disfrutar con la familia y distraerse un rato. Para hacerme ese rato solo más ameno puse la tele del salón y me serví algo de comer de lo tanto que sobró la noche anterior. No tenía mucha hambre, pero hice el poder para contentar a mi madre y que se quedara más tranquila. Tras comer algo me quedé echado en el sofá viendo una de las típicas películas que ponen cada año por esas fechas y que ya había visto varias veces, pero como al final lo importante es que te entretenga, pues la acabé dejando por mucho que ya la tuviera vista. En todo el día recibí ningún mensaje ni ninguna llamada de nadie más que de mi madre, que cada media hora me mandaba un mensaje para ver cómo seguía.
Llegó un punto en el que le dije que dejara el móvil un rato y no estuviera tan pendiente, que no iba a pasar nada. Pensaba que mis amigos estarían también con la familia, por eso no se pusieron en contacto conmigo, y esa era otra cosa que pensaba de ellos. También tenían derecho a despejarse y no estar tan encima de mí. Bastante agradecido me sentía ya con ellos por haber cuidado así de mi durante todas esas semanas. Y también notaba un cambio en sus actitudes, porque veía casi que ya lo tenían asimilado. Y ya creía que iba siendo hora de hacerlo yo también. Pero me costaba tanto...
De hecho, en lugar de quitarme ese pensamiento de la cabeza y ponerme a ver la película, me puse a montarme la mía propia en la cabeza pensando en cómo hubieran sido esas navidades si Elena no me hubiera dejado. Me preguntaba si hubiéramos cenado en casa de su madre o en casa de su padre, si lo hubiéramos hecho también en la mía. Tal vez nos hubiéramos ido unos días fuera de vacaciones para estar solos y con más intimidad. En los regalos que le podría haber hecho, los paseos de la mano viendo el alumbrado de la ciudad con ese ambiente navideño con esos decorados y villancicos por las calles.
Eso me llevó a pensar en los billetes que encontré en la caja con dirección a París. Me preguntaba qué tenía preparado para hacer allí. Me hubiera encantado ver la ciudad con ella y hacer todos esos típicos planes de pareja que seguramente tenía pensado que hiciéramos, pero no pudo ser. También pensé en que en realidad hubiera sido problemático por aquello de los atentados que tuvieron lugar en dicha ciudad, porque puede que esos últimos días nos hubiera pillado. Para cuando me di cuenta noté como algunas lágrimas se escurrían por mi cara, por lo que me di un par de palmadas para espabilarme y seguir viendo la televisión.
Cuando acabó la película me marché a mi habitación para jugar a algo y hacer así que el tiempo corriera más rápido. Y funcionó en cierto modo, porque oí regresar a mi familia ya bien tarde antes de la hora de cenar, aunque mi hermano había aprovechado para quedar con algunos amigos al parecer, porque solo volvieron mis padres. Como ya esperaba, mi madre vino inmediatamente a mi habitación para verme y preguntarme cómo seguía. Le dije que estaba bien, jugando a algo y ella me miró con una sonrisa que hacía bastante que no veía en ella. Se acercó para darme un abrazo y me dijo que toda la familia había preguntado por mí y que me mandaban besos. Ella le dijo que estaba fuera para que no se pusieran pesados, cosa que agradecí, poniéndomelo ella todo más fácil una vez más.
Los siguientes días fueron en la misma tónica que las últimas semanas. No hacía gran cosa, pasando bastante tiempo jugando para evadirme de todo y hacerlo más llevadero. Mis amigos venían de vez en cuando a visitarme, aunque en esas fechas estaban más con reuniones familiares. Cada vez los veía mejor y a mí también me entraban ganas de estar como ellos, pero se me hacía muy difícil porque a nada que estaba sin hacer algo o distraerme me ponía a pensar en Elena.
Mi horario de sueño tampoco mejoró mucho, pues me pasaba gran parte en vela dando vueltas en la cama oyendo solo el reloj del salón y cuando conseguía dormir me seguía despertando de manera súbita como si tuviera pesadillas, aunque no sabía nunca de qué trataban, pero sí recordaba que siempre acababan con esa imagen en la que veía a Elena llorar. Mi hermano tampoco paraba mucho por mi casa en esos días. Aprovechaba que iba a estar esos días que comprendían desde Noche Buena a Año Nuevo en casa para pasar tiempo con sus amigos que tenía allí y a los cuales veía muy poco. Mi madre le decía que pasara más tiempo en casa con nosotros, pero él decía que quería aprovechar para verlos. Yo lo entendía, pues meses atrás hacia lo mismo.
Así llegó el día de Noche Vieja en el que yo en principio no tenía ningún plan, pero cerca de la hora de comer acudieron Irene y Mario por casa para venir a verme. Fui hacia el salón, donde me esperaban. Iban bastante guapos, porque al parecer tenían una comida familiar con gran parte de la familia de Mario. Irene dijo que estaban ahí porque habían tenido una idea, la cual trataba de juntarnos para la cena en su casa. Le pidió permiso a mi madre por si había algún inconveniente en los planes que pudiéramos tener, pero ella no puso ninguna objeción. Yo no tenía muchas ganas de aquello por mi estado, pero Irene fue la que se encargó de acordar lo que se haría, casi sin contar con mi opinión, pareciendo no importarle. Decía que era algo que necesitaba y que por eso iba a ir con ellos a cenar me gustara o no.
Nos comentó que estaríamos los tres y que Sofía también se apuntaba, así que pasaríamos los cuatro juntos aquella Noche Vieja. No me dio tiempo a decirle nada de que no quería salir para tomar algo ni nada por el estilo, ya que ella me dejó claro que estaríamos los cuatro solos en casa y que no saldríamos. La idea era cenar allí para pasar tiempo juntos y que yo no estuviera tan encerrado en mí mismo. Sin decir nada más se fueron, ambos bastante contentos por al parecer haber conseguido lo que querían. Irene era la que más lo manifestaba, estando Mario con una sonrisa que expresaba más el aguantarse una risa que otra cosa, porque Irene se puso en un tono mandón y algo que hacía siempre en esos momentos era agudizar la voz, casi poniéndola de pito. Mi madre también me miró con una sonrisilla, aunque la mezclaba con un gesto muy tierno.
-Me encantan los amigos que tienes.
-Pues no me apetece mucho salir, la verdad...
-Pues ya has visto cómo se ha puesto tu amiga. Como no vayas...
-Habrá que hacer el poder.
-Claro que sí. No sabes cómo me alegra ver y saber que los tienes siempre ahí. A estos dos y a la otra chica.
-No solo están ahí para mí. También lo estaban para...
-Ya, ya lo sé. Mmm, Javier, ven -dijo cogiendo mi mano y llevándome hasta el sofá para que me sentara a su lado.
-¿Qué pasa, mamá?
-Javier, ya sé que ellos también estaban ahí para ella. Lo sé de sobra. Si nada más había que veros cuando fui a vuestra casa y estábamos todos en la piscina. Pero ella ha tomado una decisión. Y créeme que después de ti, yo soy la que más lo siente. No sabes lo duro que es ver así a un hijo. Es como si me pasara a mí. No solo ha decidido romper todo vínculo contigo, sino que también lo ha hecho con ellos. Y no creo que ninguno de tus tres amigos tenga nada que ver con lo que pasó.
-No sabían nada, desde luego. De hecho, no sabían ni lo que pasó desde primera hora con su hermana.
-Pues eso. No sé por qué ha decidido alejarse de ellos también, pero ya está hecho y no hay vuelta atrás.
-Pero es que si pudiera explicarle...
-Ya, pero se ha esfumado. No podéis dar con ella. Javier, han pasado ya casi dos meses y entiendo que ella era tu vida, pero me es muy difícil verte así. Mira la cara que tienes, mira lo delgado que te has quedado, no comes nada. Nunca te he visto tan triste, con esa expresión. Me da mucha pena -dijo empezando a llorar-. No quiero verte así.
-No llores, por favor.
-Yo solo quiero que seas el de antes. Por favor, ve con tus amigos esta noche. Disfruta de su compañía y despéjate un poco. Te va a venir bien.
-Vale, yo lo hago, pero no te pongas así, por favor.
Mi madre me dio un abrazo muy grande que se prolongó durante unos minutos. Por suerte estábamos solos en casa para evitar que tanto mi hermano como mi padre nos vieran, porque habría sido algo muy incómodo. Tras el abrazo regresé a mi habitación. Para mi sorpresa no me vine abajo al hablar de aquella manera ni al ver a mi madre llorar así, aunque el mal cuerpo que se me puso no me lo quitó nada. Me paré a pensar en cómo mi madre me dio un enfoque más objetivo de lo que me estaba pasando a pesar de cómo de claro me dejó que seguía preocupada por mí. Y supongo que fue por eso por lo que tuvimos la charla. Ya tenía en mente ir pasando de página conforme el tiempo iba pasando, pero este momento hizo que me lo empezara a plantear de verdad costara lo que costara.