Reencuentro con Elena

Capítulo 343

Al final para Noche Buena me quedé en casa para la cena, sin llegar a salir tampoco con nadie. Mis amigos me contaron que iban a cenar en casa de Irene, para ir a ver a sus padres, ya que estaban bastante lejos de la ciudad en la que vivíamos todos y querían aprovechar la ocasión para ir a verlos, aunque supuestamente iban a regresar al día siguiente para comer en la casa de los padres de Mario. Sofía regresó a casa de su madre, junto a sus abuelos para pasarla allí en familia y verlos también, cosa que no tenía lugar desde verano prácticamente. Respecto a mí, no tenía muchas ganas de reunirme con la familia, más que nada por evitar preguntas que no tenía ganas de responder, ya que imaginaba que mi madre habría contado algo.

Para mi suerte, fue ella la que propuso quedarnos en casa ese año para cenar allí, con la idea de ir a comer el día de Navidad con la familia, diciéndome que fuera si me apetecía y si no, pues no pasaba nada. Por comida no iba a ser, ya que en época de Navidad en mi familia siempre suele haber comida lista en abundancia. A mi padre no le hizo mucha gracia la idea que tuvo mi madre, ya que siempre le gustaba reunirse con la familia, aunque más con la suya que con la de mi madre, pero ésta le echó una mirada que hizo que no dijera nada en ese momento en el que se lo contó aquel día que salí con Irene.

Ya de tarde, mi madre me confirmó que mi hermano David vendría para cenar con nosotros y estar al menos más en familia y no solos los tres. Lo primero que me dijo nada más comentarme esto fue que no tenía que preocuparme de nada, ya que había preparado el terreno para que todo fuera bien y para que no se ocasionara ninguna situación incómoda. La veía tan optimista, con tanta energía y hasta con alegría de ver que mi hermano también vendría que me hizo sentir bastante bien, ya que hacía mucho que no la veía así.

Rápidamente me preguntó qué me apetecía para la cena, así que empezamos a diseñar el menú entre los dos. No sabía muy bien lo que me apetecía, porque mi ausencia de apetito seguía presente y no creía que fuera capaz de ingerir mucho, así que ella me empezó a explicar las ideas que tenía en mente. Al final, la mayoría de los platos que iba a hacer eran los que cada año de dedicaba a preparar cada tarde antes Noche Buena o Noche Vieja cuando nos tocaba en casa de sus padres, mis abuelos. Y eran platos que yo disfrutaba como el que más.

De siempre me ha gustado mucho la Navidad y son días que disfruto mucho, porque me gusta el clima de invierno, los días en los que anochece temprano y esos días de diciembre son los más propicios para esas circunstancias. Además, el ambiente de en las calles era de mis preferidos, con la costumbre de salir a ver el alumbrado especial de la festividad en las calles, con esos árboles de navidad gigantes en algunas plazas, o regalos que colgaban de algunos pinos o abetos repartidos por la ciudad. Algo que me encantaba también era como en algunas calles sonaban villancicos, ver también algunos pequeños puestos en los que vendían chucherías con aspecto acorde a la fecha, mirar como los niños se quedaban mirando los escaparates de jugueterías señalando el que querían, o simplemente la expresión de alegría de la gente que iba por la calle. Pero esas Navidades no llegué a disfrutar de nada de aquello, ya que, sin contar ese día, no llegué a salir ninguno más de casa.

El 24 fue en gran parte como un día más. Dormí poco y no llegué a comer mucho, aunque otra de las tradiciones que teníamos desde siempre era comer ligero para luego por la noche hacerlo de manera más extensa, aunque de manera relajada. Ese día estuve deambulando un poco más por la casa. Mi padre estaba viendo la televisión, algo de deportes y algo me entretenía, además de que estábamos en silencio viéndola y no se daba pie a ninguna conversación incómoda. De vez en cuando iba a mi habitación porque llegaba un punto en el que le aburría y no sabía qué hacer.

Pensé en jugar a algo, pero es que en realidad no tenía ganas de nada. Me senté en mi escritorio, mirando por mi habitación para ver si veía algo con lo que entretenerme, pero no llegaba a dar con nada. Lo único que llamaba mi atención era aquella caja de ese color naranja tan fuerte que Elena me envió y la cual dejé sobre una estantería bastante alta. La miré varias veces, pero rehuía cogerla para abrirla y mirar lo que había en su interior, porque no quería cargarme un día como ese y más teniendo en cuenta lo animada que estaba mi madre. Afortunadamente fue ella misma la que vino a buscarme para que me fuera con ella a la cocina y le echara una mano, ya que llevaba allí desde las 4 de la tarde para empezar a preparar cosas.

Así que fui con ella para ayudarla en lo que pudiera mientras charlábamos, hablando de años anteriores en esas fechas, recordando muy buenos momentos. Sobre las 6 de la tarde acudió mi hermano por casa. Mi madre salió enflechada, casi sin dejarle soltar la maleta que traía para pasar esos días con nosotros. También saludó a mi padre, recibiéndolo él de manera parecida a mi madre. Finalmente me tocó a mí. Su expresión al mirarme no expresó tanta sorpresa como esperaba. Imaginaba que mi madre le había ido contando cómo me encontraba y como debía estar físicamente para no cambiar mucho su gesto ni decir nada.

Aun así, su rostro denotaba preocupación, por lo que se acercó a mí para darme un abrazo bastante largo y con mucha fuerza. Hasta se me llegó a poner un nudo en la garganta al ver como mi hermano se preocupaba así por mí. Nunca fue mucho de mostrar lo que sentía o pensaba, pero esta vez lo estaba haciendo con ese abrazo. Seguramente también tenía que ver que llevara tanto tiempo sin verlo. Se vino un rato con nosotros a la cocina para estar con mi madre y conmigo, picando algo de paso de lo que estábamos preparando, dando su visto bueno diciendo que todo estaba buenísimo. Después se fue con mi padre para estar con él, siguiendo yo allí con mi madre.

La cena transcurrió perfectamente sin que nada malo tuviera lugar. Disfruté bastante de la compañía que nos hacíamos, siendo algo que me recordaba mucho a tiempos en los que mi hermano y yo íbamos al colegio o al instituto y en el que vivíamos allí. También me animé más a comer algo de todo lo que había preparado, ya que había tantas cosas y todos comían con tantas ganas, que me acabaron entrando a mí también y comí algo más de lo que solía en esas semanas. Después de más de dos horas de cena, en la que no nos comimos ni la mitad de lo preparado, recogimos todo y nos sentamos en el salón.

La cosa se animó y hasta se tomaron una copa, aunque yo pasé de tomar nada. Poco antes de las 12 de la noche me retiré a la cama para intentar descansar, dándome ellos las buenas noches. Me tumbé en la cama para intentar hacerlo, pero como era normal no podía. Ya ni me sorprendía, siendo algo que asumía, aunque eso tampoco dejaba de ser algo que me molestaba. Mi padre me siguió al poco por lo que pude oír, así que se quedaron mi madre y mi hermano en el salón. Los oía hablar durante varios minutos por el murmullo que provenía de allí y al buen rato se acabaron yendo a dormir, pasando antes mi madre por mi habitación para darme las buenas noches.

El día de Navidad no salí de casa en todo el día. Mi madre me dijo cerca de las 12 del medio día que se iba a ir para comer en casa de mis abuelos con la idea de volver temprano para no dejarme solo. Yo le dije que no había necesidad de que se encerraran tan pronto por mi culpa. Sabía que necesitaban salir un poco y estar con la familia, así que le pedí que disfrutara ese rato si podía. Ella aceptó pidiéndome a cambio que comiera algo y saliera de la cama para no estar tan apagado, diciéndome también que la llamara si necesitaba algo o si me pasaba algo.

Volví a dormir un poco después de pegarme toda la noche en vela y me desperté al rato, estando ya solo en casa. Me sentía un poco raro con tanto silencio y la casa vacía. En ningún momento estuve solo desde que volví tras la ruptura y no sabía si me hacía mucha gracia estarlo. No quería ser más carga de lo que había sido y estaba siendo con mi madre, porque no se separaba prácticamente de mí en ningún momento. A cada rato se asomaba para ver cómo estaba y por si necesitaba algo. Pero estar en esa condición no me daba ningún derecho a tenerla así, por eso le dije que no era necesario que volviera tan rápido.

Se merecía disfrutar con la familia y distraerse un rato. Para hacerme ese rato solo más ameno puse la tele del salón y me serví algo de comer de lo tanto que sobró la noche anterior. No tenía mucha hambre, pero hice el poder para contentar a mi madre y que se quedara más tranquila. Tras comer algo me quedé echado en el sofá viendo una de las típicas películas que ponen cada año por esas fechas y que ya había visto varias veces, pero como al final lo importante es que te entretenga, pues la acabé dejando por mucho que ya la tuviera vista. En todo el día recibí ningún mensaje ni ninguna llamada de nadie más que de mi madre, que cada media hora me mandaba un mensaje para ver cómo seguía.

Llegó un punto en el que le dije que dejara el móvil un rato y no estuviera tan pendiente, que no iba a pasar nada. Pensaba que mis amigos estarían también con la familia, por eso no se pusieron en contacto conmigo, y esa era otra cosa que pensaba de ellos. También tenían derecho a despejarse y no estar tan encima de mí. Bastante agradecido me sentía ya con ellos por haber cuidado así de mi durante todas esas semanas. Y también notaba un cambio en sus actitudes, porque veía casi que ya lo tenían asimilado. Y ya creía que iba siendo hora de hacerlo yo también. Pero me costaba tanto...

De hecho, en lugar de quitarme ese pensamiento de la cabeza y ponerme a ver la película, me puse a montarme la mía propia en la cabeza pensando en cómo hubieran sido esas navidades si Elena no me hubiera dejado. Me preguntaba si hubiéramos cenado en casa de su madre o en casa de su padre, si lo hubiéramos hecho también en la mía. Tal vez nos hubiéramos ido unos días fuera de vacaciones para estar solos y con más intimidad. En los regalos que le podría haber hecho, los paseos de la mano viendo el alumbrado de la ciudad con ese ambiente navideño con esos decorados y villancicos por las calles.

Eso me llevó a pensar en los billetes que encontré en la caja con dirección a París. Me preguntaba qué tenía preparado para hacer allí. Me hubiera encantado ver la ciudad con ella y hacer todos esos típicos planes de pareja que seguramente tenía pensado que hiciéramos, pero no pudo ser. También pensé en que en realidad hubiera sido problemático por aquello de los atentados que tuvieron lugar en dicha ciudad, porque puede que esos últimos días nos hubiera pillado. Para cuando me di cuenta noté como algunas lágrimas se escurrían por mi cara, por lo que me di un par de palmadas para espabilarme y seguir viendo la televisión.

Cuando acabó la película me marché a mi habitación para jugar a algo y hacer así que el tiempo corriera más rápido. Y funcionó en cierto modo, porque oí regresar a mi familia ya bien tarde antes de la hora de cenar, aunque mi hermano había aprovechado para quedar con algunos amigos al parecer, porque solo volvieron mis padres. Como ya esperaba, mi madre vino inmediatamente a mi habitación para verme y preguntarme cómo seguía. Le dije que estaba bien, jugando a algo y ella me miró con una sonrisa que hacía bastante que no veía en ella. Se acercó para darme un abrazo y me dijo que toda la familia había preguntado por mí y que me mandaban besos. Ella le dijo que estaba fuera para que no se pusieran pesados, cosa que agradecí, poniéndomelo ella todo más fácil una vez más.

Los siguientes días fueron en la misma tónica que las últimas semanas. No hacía gran cosa, pasando bastante tiempo jugando para evadirme de todo y hacerlo más llevadero. Mis amigos venían de vez en cuando a visitarme, aunque en esas fechas estaban más con reuniones familiares. Cada vez los veía mejor y a mí también me entraban ganas de estar como ellos, pero se me hacía muy difícil porque a nada que estaba sin hacer algo o distraerme me ponía a pensar en Elena.

Mi horario de sueño tampoco mejoró mucho, pues me pasaba gran parte en vela dando vueltas en la cama oyendo solo el reloj del salón y cuando conseguía dormir me seguía despertando de manera súbita como si tuviera pesadillas, aunque no sabía nunca de qué trataban, pero sí recordaba que siempre acababan con esa imagen en la que veía a Elena llorar. Mi hermano tampoco paraba mucho por mi casa en esos días. Aprovechaba que iba a estar esos días que comprendían desde Noche Buena a Año Nuevo en casa para pasar tiempo con sus amigos que tenía allí y a los cuales veía muy poco. Mi madre le decía que pasara más tiempo en casa con nosotros, pero él decía que quería aprovechar para verlos. Yo lo entendía, pues meses atrás hacia lo mismo.

Así llegó el día de Noche Vieja en el que yo en principio no tenía ningún plan, pero cerca de la hora de comer acudieron Irene y Mario por casa para venir a verme. Fui hacia el salón, donde me esperaban. Iban bastante guapos, porque al parecer tenían una comida familiar con gran parte de la familia de Mario. Irene dijo que estaban ahí porque habían tenido una idea, la cual trataba de juntarnos para la cena en su casa. Le pidió permiso a mi madre por si había algún inconveniente en los planes que pudiéramos tener, pero ella no puso ninguna objeción. Yo no tenía muchas ganas de aquello por mi estado, pero Irene fue la que se encargó de acordar lo que se haría, casi sin contar con mi opinión, pareciendo no importarle. Decía que era algo que necesitaba y que por eso iba a ir con ellos a cenar me gustara o no.

Nos comentó que estaríamos los tres y que Sofía también se apuntaba, así que pasaríamos los cuatro juntos aquella Noche Vieja. No me dio tiempo a decirle nada de que no quería salir para tomar algo ni nada por el estilo, ya que ella me dejó claro que estaríamos los cuatro solos en casa y que no saldríamos. La idea era cenar allí para pasar tiempo juntos y que yo no estuviera tan encerrado en mí mismo. Sin decir nada más se fueron, ambos bastante contentos por al parecer haber conseguido lo que querían. Irene era la que más lo manifestaba, estando Mario con una sonrisa que expresaba más el aguantarse una risa que otra cosa, porque Irene se puso en un tono mandón y algo que hacía siempre en esos momentos era agudizar la voz, casi poniéndola de pito. Mi madre también me miró con una sonrisilla, aunque la mezclaba con un gesto muy tierno.

-Me encantan los amigos que tienes.
-Pues no me apetece mucho salir, la verdad...
-Pues ya has visto cómo se ha puesto tu amiga. Como no vayas...
-Habrá que hacer el poder.
-Claro que sí. No sabes cómo me alegra ver y saber que los tienes siempre ahí. A estos dos y a la otra chica.
-No solo están ahí para mí. También lo estaban para...
-Ya, ya lo sé. Mmm, Javier, ven -dijo cogiendo mi mano y llevándome hasta el sofá para que me sentara a su lado.
-¿Qué pasa, mamá?
-Javier, ya sé que ellos también estaban ahí para ella. Lo sé de sobra. Si nada más había que veros cuando fui a vuestra casa y estábamos todos en la piscina. Pero ella ha tomado una decisión. Y créeme que después de ti, yo soy la que más lo siente. No sabes lo duro que es ver así a un hijo. Es como si me pasara a mí. No solo ha decidido romper todo vínculo contigo, sino que también lo ha hecho con ellos. Y no creo que ninguno de tus tres amigos tenga nada que ver con lo que pasó.
-No sabían nada, desde luego. De hecho, no sabían ni lo que pasó desde primera hora con su hermana.
-Pues eso. No sé por qué ha decidido alejarse de ellos también, pero ya está hecho y no hay vuelta atrás.
-Pero es que si pudiera explicarle...
-Ya, pero se ha esfumado. No podéis dar con ella. Javier, han pasado ya casi dos meses y entiendo que ella era tu vida, pero me es muy difícil verte así. Mira la cara que tienes, mira lo delgado que te has quedado, no comes nada. Nunca te he visto tan triste, con esa expresión. Me da mucha pena -dijo empezando a llorar-. No quiero verte así.
-No llores, por favor.
-Yo solo quiero que seas el de antes. Por favor, ve con tus amigos esta noche. Disfruta de su compañía y despéjate un poco. Te va a venir bien.
-Vale, yo lo hago, pero no te pongas así, por favor.

Mi madre me dio un abrazo muy grande que se prolongó durante unos minutos. Por suerte estábamos solos en casa para evitar que tanto mi hermano como mi padre nos vieran, porque habría sido algo muy incómodo. Tras el abrazo regresé a mi habitación. Para mi sorpresa no me vine abajo al hablar de aquella manera ni al ver a mi madre llorar así, aunque el mal cuerpo que se me puso no me lo quitó nada. Me paré a pensar en cómo mi madre me dio un enfoque más objetivo de lo que me estaba pasando a pesar de cómo de claro me dejó que seguía preocupada por mí. Y supongo que fue por eso por lo que tuvimos la charla. Ya tenía en mente ir pasando de página conforme el tiempo iba pasando, pero este momento hizo que me lo empezara a plantear de verdad costara lo que costara.
 
Capítulo 344

El resto de la mañana la pasé en mi habitación distrayéndome un poco para hacer hora para la hora del almuerzo. En éste no pasó gran cosa, aunque mi madre estaba más calmada y hasta sonriente por ver cómo se presentaba el día, comentando algo de que mis amigos habían venido a verme para llevarme luego con ellos por la noche a su casa y cenar allí. Como ellos iban a ir con la familia no pusieron mucha objeción, diciendo mi madre que era algo importante para mí y que prefería que me distrajera antes de que la familia estuviera encima preguntando todo el tiempo. La tarde la pasé de la misma manera, distrayéndome un poco jugando a algo, pero mi madre se pasó por la habitación para decirme que había preparado algo para que me pudiera llevar a casa de mis amigos y no ir de vacío. Verla de nuevo tan alegre y con esas ganas, hizo que me entraran a mí también. Y por fin llegó el momento en el que vinieron, aunque antes de eso me vestí con la ropa que me regaló Irene. Me puse una camisa azul clara y unos vaqueros oscuros y bastantes ajustados. Los zapatos los puse yo, al igual que la cazadora gris, porque hacía bastante frío. Incluso me esmeré en peinarme bien y arreglarme la barba pese a no recortarla ni nada. Estaba preparado, sentado en el salón esperando a que vinieran, como me dijeron.

Algo pasadas las 8 de la tarde acudieron y la verdad es que iban espectaculares. Mario iba muy elegante con un traje azul marino ajustado que le quedaba como un guante, acompañándolo con una camisa blanca, una corbata negra y unos zapatos negros. Bien peinado y con la cara perfectamente afeitada, como siempre la solía llevar. Irene iba con su peinado de siempre. No le gustaba mucho cambiárselo, pero es que estaba siempre guapa con esa melena ligeramente ondulada y morena que le llegaba a la altura de los pechos. Iba con un vestido negro corto y ajustado, que se adaptaba perfectamente a las curvas de su cuerpo, acompañando el conjunto con unos tacones negros muy altos. Además de combinar bastante bien con su color de piel, ese vestido le hacía una figura bastante sexy. Y más que lo estaba al llevar el maquillaje que se puso, más cargado que el que solía usar, pero no le hacía mal para nada. Sabía sacarle partido al maquillaje y estaba muy guapa.

Sofía también iba espectacular, aunque ella llevaba un vestido rojo en lugar de negro, de un color muy intenso, pero sí que era corto y ajustado como el de Irene. Ella, por su parte, llevaba unos tacones blancos que conjuntaban con las uñas de sus manos al llevarlas pintadas de ese color. También llevaba un maquillaje más marcado, pero igualmente estaba guapísima. Lo que llevaba diferente era su pelo, llevando un moño que recogía su pelo en una bola que quedaba bastante alta en su cabeza en lugar de su afro. Me levanté para darle un abrazo a Mario y dos besos a las chicas, dándome cuenta de lo bien que olían. Al separarme de ellos, vi como mi hermano las miraba con cara de estar flipando al ver a esos dos bellezones en el salón de mi casa. Me hizo gracia verle así, pero tampoco los hice esperar mucho, por lo que fui hasta la cocina a por lo que mi madre había preparado para llevármelo. Al final resultó que había hecho algo más de lo que me había dicho, por lo que entre todos llevamos dos o tres cosas para la cena. Me despedí de mi familia y nos fuimos hasta la casa de mis amigos.

Al llegar ya estaba la mesa medio preparada, por lo que entre todos la terminamos de poner, aunque esperamos un poco para cenar, ya que aún era temprano. Cuando lo hicimos disfrutamos de una buena cena con la televisión de fondo con el típico programa de música y baile que echan en esas noches. Irene reía diciendo que así era muy fácil celebrar una Nochevieja, ya que entre lo que llevé yo de casa y lo que preparó la madre de Mario al enterarse de su plan, poco tuvo que hacer ella. Sofía se encargó de llevar una buena botella de vino, la cual cayó relativamente rápido. Pese a no gustarme mucho el alcohol, acepté la copa que me sirvieron para no hacerle el feo y la verdad es que era muy bueno. También me animé a comer algo más de lo que solía en esos días, ya que la comida también era muy buena y mis amigos estaban con ganas, no quería estar ahí como de adorno. Con la tontería acabamos de cenar algo pasadas las 11 de la noche. Fue un rato que se me pasó volando, pero con ellos era más fácil al estar todo el tiempo hablando, con ese esfuerzo que hacían para integrarme en toda conversación al verme algo callado al principio, aunque luego me acabé soltado. También evitaron el tema crítico durante toda la cena, cosa que agradecí mucho pese a no decírselo a ellos, así como tal. Nos comimos el postre e hicimos hora para las campanadas y cumplir la tradición de las uvas.

Se les veía con ganas, pero yo eso era algo que no tenía costumbre de hacer. Sí que recuerdo haberlo hecho durante varios años de pequeño, pero dejé de hacerlo ya de adolescente. Siempre me ha parecido una tontería y también tenía el miedo de atragantarme, porque comerse doce uvas de manera tan rápida es lo que te puede producir y más si hay alguien haciendo el tonto que te provoque una risa, que es lo que suele pasar. Avisé de que yo no tenía esa costumbre y ellos lo entendieron, aunque ellos sí que lo acabaron haciendo. A Sofía siempre le había llamado la atención eso, porque prácticamente cada año su familia le explicaba como eso no se hacía en Francia. Ella lo veía normal al haber nacido aquí pese a que ni sus abuelos ni su madre eran mucho de hacer esa tradición, pero ella sí que la llevaba a cabo, contagiándoselo a ellos. De hecho, en Francia ni siquiera tienen esa tradición de juntarse a cenar en familia, siendo Nochevieja casi una noche como cualquier otra, pero su familia la cogió al poco de venirse aquí a vivir.

Tras las uvas y desearnos una buena entrada de año entre besos y abrazos, nos quedamos sentados en el sofá grande del salón los cuatro para tomarnos algo. De nuevo, para no hacer el feo y no ser el especialito, me eché una copa, aunque no llevaba casi nada de alcohol. Ellos sí se echaron más, pero bebíamos de manera relajada mientras las chicas bailaban con uno de esos programas que teníamos puesto en la televisión. Hasta se empeñaron en sacarnos a bailar a Mario y a mí, turnándose cada una con nosotros dos.

No quería cortar el rollo, pero ya había tenido bastante por ese día, por lo que dije de retirarme a casa algo pasada la 1 de la mañana. Ninguno de los tres quería que me fuera, por lo que me quedé un rato más, pero de nuevo dije de irme. Irene fue la que insistió de nuevo en que me quedara, diciéndome que me quedara a dormir allí con ellos esa noche. No vi ninguna intención en ella de acabar como tantas otras veces habíamos acabado, por lo que acabé aceptando viendo lo pesada que se iba a poner. No tenía mucho cuerpo para más fiesta, porque también llevaba a rastras bastante cansancio por dormir de esa manera tan mala, por lo que me acabé yendo a la habitación que tenían de invitados para descansar después de darle dos besos a cada chica y un abrazo a Mario. Le mandé un mensaje a mi madre para informarla de aquello y me quité la ropa para a acostarme en la cama. Las primeras sensaciones no fueron muy buenas al haber estado allí tantas veces con Elena, pero me concentré para tratar de dejar mi mente en blanco. A los pocos minutos, Irene se coló en la habitación lentamente tratando de no hacer mucho ruido.

-¿Estás dormido? -preguntó bajito.
-No. ¿Qué pasa?
-Nada... -dijo con tono triste-. ¿Estás cómodo?
-Claro. No es la primera vez que duermo aquí.
-Ya, eso es verdad -siguió después de sentarse en la cama.
-¿Qué pasa, Irene?
-Nada -dijo ya con la voz quebrada empezando a llorar.
-Va... No te pongas así. Ven, anda.

Irene se quitó los tacones para meterse conmigo en la cama y abrazarse a mí, apoyando su cara en mi pecho para ahogar su llanto. Yo empecé a acariciar su espalda para que se tranquilizara, pero le costó un poco, quedándose así durante algunos minutos. Imaginé que le había entrado el bajón después del alcohol que ingirió entre el vino que tomó en la cena y las copas de después de las uvas. El efecto depresor empezaba a hacer efecto, transformando esa sensación de euforia en tristeza. No sabía muy bien qué decirle para hacerla sentir mejor, también porque tenía miedo de ponerme yo así una vez sacáramos el tema, porque era bastante evidente porqué estaba así. Al final fue ella quien sacó el tema.

-La echo mucho de menos... -dijo aún con la respiración afectada por su llanto.
-Lo siento -dije apretando mi abrazo.
-Es que... No sé cómo hemos podido llegar a esto.
-Es todo por mi culpa.
-No. No digas eso.
-Yo solo quería evitar que todo se fuera a la mierda. Por eso no le dije lo que pasó con Noelia. Y mira de qué ha servido.
-No. No es culpa tuya.
-Sí que lo es. No le conté nada al principio por ser un egoísta de mierda. No quería que se apartara de mi vida y estaba seguro de que me habría dado la patada si se lo hubiera dicho. Y después por cobarde. No quería hacerle daño tampoco y sabía que se lo iba a hacer.
-Javi, no es así para nada -dijo incorporándose-. No estuvo bien ocultar eso, pero tu intención era buena. Eso es lo que cuenta al final. Y tampoco sabías que era Noelia la que estaba en la cama ese día, ¿no?
-No lo sabía. Estaba muy adormilado, pero ese día Elena se levantó muy juguetona. Creía que era ella por eso, te lo juro. Sí que notaba algo raro y diferente en todo, pero no creía que fuera lo que al final acabó siendo. Estaba muy callada mientras me la chupaba, pero no lo vi raro.
-Ajá.
-Lo raro lo noté cuando... Bueno, cuando se puso sobre mí para follarme. Era diferente. Bastante. Pero como los días anteriores tuvimos mucho jugueteo, pues pensé que estaba sensible y tampoco le di mucha importancia. Después de un par de embestidas, ella acabó y ahí fue cuando me di cuenta.
-Joder... Yo lo que no entiendo es cómo no nos has dicho nada. Te podríamos haber ayudado.
-Tenía miedo de que fuerais a hablarlo con ella o algo así. O de que se os escapara en alguna ocasión.
-Te prometo que jamás hubiéramos hecho nada para haceros daño.
-Lo sé, pero quería evitarlo a toda costa.
-Me siento tan mal... No sé cómo explicarlo.
-Qué me vas a decir a mí... Más que nadie sé cómo te sientes. Han sido unas semanas muy difíciles.
-Estoy muy preocupada por esto... -dijo pasando su mano por mi cuerpo, sobre todo por mis costillas.
-Sentí un pellizco muy grande en el estómago cuando me la encontré de aquella manera. No soy capaz de comer nada. No puedo.
-Pues eso tiene que cambiar. Tu madre me lo ha dicho mucho. Tiene miedo, es que parece que te estás consumiendo.
-Es muy difícil comer cuando te sientes tan mal.
-Lo entiendo, pero es que no puedes seguir así. Tienes que hacer un esfuerzo.
-Y lo hago. De hecho, si no fuera por mi madre y por vosotros, no sé qué habría sido de mí.
-No entiendo por qué no quiere hablar tampoco con nosotros...
-Es por Yolanda. Dijo algo de que le había avisado de que no éramos buena influencia para ella.
-Qué hija de puta... Seguro que le comió el coco para que no nos hablara. Por eso ha cortado toda relación con todo el mundo de aquí y ha cambiado de número. Seguro que es por eso.
-A lo mejor está viviendo con su padre ahora.
-¿Y sabes dónde es?
-Sí, conozco la ciudad, pero no sé dónde trabaja él ni nada y además es muy grande. Miré también si había otra sucursal de la empresa en la que trabaja Elena, pero no hay ninguna. Además, el trabajo de su padre es algo muy genérico y a saber cuántas empresas hay en esa ciudad. A saber si sigue allí…
-¿Crees que esa le llamó?
-Seguramente.
-Javi, yo desde que pasó eso he estado yendo todas las semanas para tratar de buscarla. He ido a vuestra casa y nada, en su trabajo tampoco. De primeras me ignoraban diciéndome que no me podían dar información de ella ni de su domicilio ni nada. Pero al final me acabaron diciendo que ya no trabajaba ahí. No sé si me lo dijeron para que no fuera más o si era verdad, pero dejé de ir al poco al encontrarme siempre con lo mismo. Hasta he ido a casa de la hija de puta esa… Ella me comentó una vez por donde vivía y cuando llegué, pregunté y di con la casa, pero jamás me ha respondido nadie. He pasado horas delante de la puerta y ahí no aparecía nadie. Y conforme ha pasado el tiempo me ha dado la sensación de que la casa está abandonada, porque se ha quedado todo muy descuidado y han salido muchos hierbajos. Y también he ido a casa de su madre…

Me quedé en silencio al oír todo eso, empezando a ponerme nervioso, en especial por eso último y ella siguió:

-He ido tantas veces... Pero no me atrevía a bajar del coche. Estaba tan triste... Y sobre todo porque nos pediste que no lo hiciéramos. Ya de últimas sí que me bajaba del coche y me planteaba en la puerta, pero nunca llamaba a pesar de que mis dedos rozaban el timbre.
-¿Y lo hiciste al final?
-No. No sabía qué decirle a la madre. A lo mejor no lo sabe o algo… Pienso que, si lo supiera, hubiera venido a matarte. No quería darte más problemas al contárselo.
-Irene... -dije tras un suspiro- Yo ya sabía que no estaba allí.
-¿Sí? -dijo impresionada, levantando su cabeza de mi pecho.
-A ver, me lo acabas de confirmar tú, pero era algo que ya tenía más que asumido.
-¿Por qué?
-Por Yolanda. Conozco a esa chica. La forma que tuvo de hablarme, de dirigirse a mí con esas amenazas… Sabía que no iba a dejar que pudiera ponerme en contacto con ella. Sabía que haría todo lo posible para quitarla de mi alcance. Seguramente esté viviendo con ella. Imagino que estarán hasta en otra ciudad, con otro trabajo… No lo sé. También le cogí mucho miedo a esas amenazas. Ya sabes lo delicado que está ese tema… Teniendo contactos, puede decir que he violado a su hermana y que la maltrataba a ella o algo así y me arruina la vida.
-Quiero matarla… -dijo con mucha rabia- No es justo…
-Sé que creéis que soy un cobarde por no tomar la única oportunidad que tengo para volver a ver a Elena al hablar con su madre, pero es que es algo que... Esa mujer es imposible. No sé qué haría al enterarse. Es que seguro que no me cree y me echa a palos. No serviría de nada ir hasta allí.
-No pensamos eso, Javi. Sabemos cómo es la madre de Elena. A saber qué haría... Es que todo se ha puesto de una manera tan imposible... Ojalá pudiéramos hacer algo...
-Yo solo espero que esté bien -dije empezando a llorar.
 
Capítulo 345

Ambos nos pusimos a llorar, quedándonos ya en silencio. Ni Mario ni Sofía aparecieron por la habitación, algo que en realidad me vino bien para no poner la cosa peor, porque bastante mal me sentía con ver así a Irene, como para verlos a ellos también de esa manera. Y ese era el tema, estaba haciendo mucho daño a demasiada gente por lo que me estaba pasando. Eso hacía que me sintiera peor aún, porque no solo tenía que cargar con la losa de haber roto con Elena y haberle hecho un daño del que estaba seguro que no se había librado, no. También tenía que cargar con el daño que le estaba haciendo a mi madre por la situación en general y por mi mal estado y también a mis amigos, porque, aunque el tiempo estuviera empezando a pasar y viera como ellos empezaran a hacerse a la idea, sabía que aún les dolía. Si solo tenía que ver cómo estaba Irene para darme cuenta. No sabía cómo quitarme tanto dolor y tanta culpabilidad de encima y eso era lo que me impedía pasar página. ¿Cómo se hace para borrar todo eso de tu cabeza y empezar a vivir de nuevo?

Estuvimos varios minutos llorando hasta que tras varias muestras de cariño que nos hicimos mutuamente en forma de caricias por su parte y besos en la cabeza por la mía, nos acabamos relajando. De hecho, Irene se acabó durmiendo sobre mi pecho, permaneciendo inmóvil durante gran parte de la noche. No me molestaba para nada que estuviera así, de hecho, hasta se me hacía agradable. Quería mucho a Irene y no me importaba tenerla así pese a pensar semanas atrás que no quería volver a estar así con nadie más. Yo poco conseguí dormir, como era habitual me despertaba varias veces después de breves cabezadas que daba. Irene seguía aferrada a mí siempre que despertaba. Tan solo cambiamos de postura una vez en la que me encontré abrazándola por detrás, rodeándola con mis brazos, cogiendo ella mis manos con las suyas.

Después de ese momento no me llegué a dormir más, pero permanecía inmóvil para dejarla descansar. No quería molestarla, sobre todo después de la forma en la que se había quedado dormida. Aproveché cuando dejó de hacer fuerza con sus manos para deshacer mi abrazo y levantarme poco a poco. Con cuidado y sin hacer ruido me vestí y arropé bien a Irene para que siguiera durmiendo. De la misma manera, salí de la habitación para ir al baño y lavarme un poco la cara y así poder despejarme del todo. Era bastante temprano en la mañana, pero me parecía muy feo irme a la francesa, así que me fui al salón y me quedé sentado en el sofá poniendo la tele para distraerme.

Me encontré todo recogido una vez llegué al salón. Imaginaba que Mario y Sofía se habían encargado de todo mientras Irene y yo hablábamos. Sabía que Sofía seguía por ahí, porque vi que su bolso estaba en uno de los sofás del salón, aunque dudaba que ella y Mario hubieran hecho algo sexual, porque no se les veía con ganas ni pude oír nada desde la habitación. El rato de espera se me hizo eterno. Ni con el móvil me llegaba a entretener, aunque cuando empezó el concierto de Año Nuevo ya si me entretuve más, pero me distraía mucho con la conversación que tuvimos Irene y yo y no le terminaba de prestar la atención que solía prestarle cada año cuando lo veía. Al menos cuando me despertaba después de haber salido de fiesta.

Pasadas las 12 del mediodía, vi aparecer a Sofía por el salón. Algo adormilada, aunque con la cara lavada. Me sonrió al verme y se sentó a mi lado preguntándome qué hacía. Le expliqué mi pasatiempo anual de ver el recital de música clásica y fue algo que le gustó. No tenía mucho conocimiento de música clásica, ni de música en general, pero ver aquello era algo que siempre me había gustado hacer. Tampoco era muy fan de la música clásica en realidad, pero me llamaba bastante la atención y me parecía algo bastante bonito, además de que me entretenía mucho oír al señor que todos los años informaba de cada pieza musical, con su autor y demás.

Sofía se acurrucó a mí, dejando caer su cabeza sobre mi hombro. Era evidente que tenía frío, algo normal con aquel vestido que llevaba, por lo que cogí una manta que había por ahí para echárnosla por encima. Mientras nuestros amigos despertaban, le conté lo ocurrido la noche anterior en la habitación de invitados con Irene. Sofía estaba muy apenada por la situación en general e intentaba darme cariño al coger una de mis manos para acariciarla o incluso entrelazar nuestros dedos. Se me hizo más llevadero todo al estar así con ella y con la música de fondo.

Al rato apareció Mario, dándonos los buenos días, aunque ya fuera más de medio día. Preguntó por Irene, diciéndole yo que parecía seguir durmiendo, por lo que fue a por ella. Tras unos minutos salieron los dos y ya era bastante tarde, por lo que me acabé despidiendo de todos para regresar a casa. La despedida fue como el saludo en mi casa la noche anterior, con la excepción de que Irene me dio un abrazo con mucha fuerza, el cual se alargó bastante. No quise demorarme mucho más, por lo que les dije que ya nos veríamos y me fui a casa.

Al regresar tenía en mente echarme en mi habitación un rato para terminar de ver el concierto, pero mi madre me recibió con ganas, siguiéndome para preguntarme cómo había ido todo. Mientras me cambiaba para ponerme más cómodo le fui contando que la cena fue de manera fantástica, al igual que las uvas y el rato que estuvimos después. Ella me preguntó que cual era el problema entonces, ya que me veía serio. Me terminé de cambiar y me senté en mi cama para poner la televisión y seguir contándole.

Le dije lo que ocurrió después con Irene, narrándole toda la situación, hasta llegándole a contar que dormimos juntos. Ella no se sorprendió en ningún momento, ni hizo gesto raro. Sabía de sobra la buena amistad que había entre nosotros y no le dio más importancia de la que tenía. Al contarle todo aquello, mi madre mostró preocupación por Irene también, diciendo que no era justo todo lo que estaba pasando. Hasta volvió a sacar el tema de la madre de Elena, pensando que tal vez estaría bien hablar con ella. Al igual que hice con Irene la noche anterior, le conté mi punto de vista sobre ese tema, dejándolo ella a mi elección, diciéndome que confiaba en mí.

Tras esa charla, me dijo que la familia no paraba de preguntar por mí y que le daba mucha pena que no fuera a verlos ese año en fechas tan señaladas, pidiéndome con cierto tono infantil si podía ser que fuera a comer con ellos. Como cada año había una comida familiar y mi madre quería que yo fuera partícipe de ésta. Para intentar convencerme me insinuó que algo había comentado en Nochevieja sobre mi estado, aunque sin indagar al parecer. Yo no era tonto y le pregunté directamente si lo había hecho y ella me confesó que sí. Me dijo que no me preocupara, que no había dicho nada en claro, pero que les había explicado que estaba pasando unos momentos muy difíciles.

Jugando un poco con el chantaje emocional, me dijo que no pasaba nada si no iba, pero que a ella le haría mucha ilusión que fuera, al igual que a todos y que no me iban a preguntar nada ni tampoco iba a perimir que se diera pie a ninguna situación incómoda. Como mi madre era la persona más importante en mi vida decidí darle ese gusto yendo con ellos. Confiaba en ella de sobra y le debía tanto por haber cuidado así de mí todas esas semanas que se lo merecía, así que acabé aceptando. Se le iluminó la cara cuando acepté, pasando ella a abrazarme con mucha fuerza a la vez que me daba muchos besos.

Así que me di una ducha rápida para ir luego a mi cuarto y terminar de ver el concierto mientras me vestía de manera formal de nuevo, aunque algo me costó al ver que casi todo lo que tenía me estaba algo grande. Al final me puse una camisa algo más vieja que tenía de hacía varios años, aunque estaba prácticamente nueva, con unos vaqueros y un jersey. Me veía raro, pero no estaba mal. Mientras esperaba a que todos acabaran, entró mi hermano por la puerta, sentándose en la silla de mi escritorio.

-¿Cómo estás?
-Bien.
-Te ha venido bien salir, ¿no?
-Sí. Bueno, me he despejado bastante, aunque la noche no acabó lo bien que esperaba.
-¿Y eso?
-Mi amiga Irene se puso muy triste.
-Pero...
-Es que las dos eran muy amigas. Casi como hermanas.
-Ah... No sabía.
-Ya, estás muy perdido, cabrón.
-Ya sabes cómo soy. Estar tan lejos tampoco ayuda mucho.
-¿Hacía falta que te fueras tan lejos?
-Bueno, a veces un cambio de aires viene bien. Además, el trabajo me salió al año de acabar la universidad. No podía dejarlo escapar.
-Pero eso no quita que tampoco nos llames ni pases a vernos.
-Ya. Eso es verdad.
-¿Y a ti cómo te va? Sé de ti lo poco que me cuenta mamá. No habla mucho de ti porque se pone triste al verte tan poco.
-Vale, vale...
-Va, ¿cómo te va?
-Bien. Estoy en un momento muy bueno, la verdad. Hay alguna cosa que me gustaría que fuera mejor, pero no me quejo.
-Guay.
-Y tú ya verás cómo sales de esto.
-Ya, pero no es fácil.
-Me lo imagino.
-¿Y qué te imaginabas ayer cuando visite a mis amigas? Jajaja.
-Ostia... ¿Se me notó?
-Joder... Bastante.
-Me quedé pillado. Vaya dos pibones, ¿no?
-Pues sí, la verdad.
-La del vestido negro es la novia de Mario, ¿no?
-Sí. Esa es la que se puso regular anoche.
-Pues vaya con Mario... No ha elegido mal. ¿Desde cuándo os conocéis?
-Pues la conozco desde hace ya, pero de manera más cercana desde hace unos meses. Nos hemos hecho muy amigos. Y bueno, Mario siempre ha sido muy buen amigo mío.
-Me alegra que tengas esos amigos que se preocupan tanto por ti. No cualquiera hace eso en estas fechas.
-Ya.
-¿Y la otra chica quién era?
-Ah, ella es Sofía. Era mi jefa en el trabajo que tenía.
-¿Sí?
-Sí. Nos conocimos en un trabajo que tuvimos en Alemania y nos caímos muy bien. Está un poco loca, porque se vino a vivir aquí habiéndonos visto pocas veces, pero es que le caímos todos tan bien que no se lo pensó mucho. Loca, pero con un corazón enorme. Es muy buena persona.
-Pues entre eso que me cuentas y lo guapa y atractiva que es seguro que tiene novio, ¿no?
-Pues no. A la pobre le cuesta hacer buenas migas con gente para eso. Según nos ha contado nunca se ha enamorado y dice que eso le preocupa, porque tiene ya más de 30 años y le da que pensar.
-Ah... Pues vaya...
-¿Por qué? ¿Te gusta? ¿Quieres que te la presente mejor?
-No, no. Solo es por hablar. Yo no...
-¿Cómo que tú no...?
-Pues que no estoy buscando nada ahora mismo.
-Ah. ¿Ya te ves con alguien?
-Eh... Más o menos.

Mi madre interrumpió la conversación para irnos ya a casa de mis abuelos y comer allí junto a toda la familia. Hacía muchísimo que no tenía una conversación tan larga y tan abierta con mi hermano. Cómo bien le dije, iba demasiado a su bola y él me daba la razón, pero tampoco hacía por donde para mejorar la situación. Y al parecer tenía algo por ahí, porque esa era otra, nunca le habíamos visto una novia por ningún lado. Alguna vez al salir de fiesta sí que había coincidido con él y sí que lo había visto acercarse a alguna chica para hablar durante un rato con ella, pero ni siquiera le había visto darle un beso a alguna. Se veía que llevábamos en la sangre eso de ser reservados y cuidadosos con el tema relaciones. Algo que ahora estaba pagando por no haber hecho bien las cosas.

La comida fue muy bien. Como dijo mi madre, mi familia no preguntó nada acerca de lo que me pasaba, pero sí me dijeron que me notaban muy delgado y que tenía unas ojeras muy grandes. No hubo nada más aparte de esos chascarrillos que tampoco es que me llegaran a molestar. Acabamos bien entrada la tarde y yo me excusé, porque estaba cansado y me quería echar. Todos me insistieron en que lo hiciera allí, pero es que no estaba acostumbrado a camisas y jerséis. Quería ponerme cómodo y estar tranquilo en silencio, porque allí no se paraba de hablar.
 
Capítulo 346

Decidí regresar dando un paseo pese a que me pillaba muy retirado de mi casa, pero así bajaba la comida que hice, que no fue poca por la insistencia de todos. De camino me puse a pensar en cómo había ido esos últimos días y quitando solo el bajón de Irene la noche anterior, la verdad es que veía todo con mejores ojos. Eso me hacía sentir algo mejor, pero cuando pensaba en Elena me seguía viniendo abajo. Me empecé a preguntar cómo lo estaba sobrellevando y qué estaría haciendo en ese momento. Solo deseaba que estuviera bien. Sin darme cuenta por estar bastante sumido en mis pensamientos acabé llegando a casa.

Al llegar le mandé un mensaje a Irene para preguntarle cómo se encontraba. Me respondió rápidamente diciéndome que ya estaba mejor y que estaba distraída por estar con la familia de Mario en una comida familiar y al estar en ese momento tomándose algo con ellos. Me alegré por ella, diciéndoselo y ella también me preguntó a mí. Le comenté lo que había hecho ese día, alegrándose ella bastante también por mí. Al final nos despedimos para seguir a lo nuestro. Me dijo que me quería mucho y me dio las gracias por preocuparme por ella, mandándome muchos emoticonos de besos.

Al ser vienes, mi hermano aún tenía el fin de semana para estar en casa, pero el domingo por la tarde después de comer se acabó yendo. Ya no veía a mi madre tan contenta por la marcha de mi hermano, pero era lo que había. Los siguientes días fueron bastante bien, con un ánimo mejor al ver las cosas desde la perspectiva que me dio mi madre. Eso era lo que me mantenía fuerte. Mis amigos seguían viniendo a verme, aunque no me llegaba a animar aún a salir con ellos cuando se quedaba, aunque en esos días es que tampoco se hiciera mucho, ya que en esas fechas se suele estar con la familia.

El día de reyes mi madre me despertó temprano para que abriera mi regalo. Era una costumbre que tenía desde siempre. Por mucho que pasaran los años y por más mayores que nos hacíamos, ella montaba todo el paripé de que eran los reyes los que nos traía esos regalos. Así que me levanté y fui al salón, lugar donde siempre los encontrábamos junto al árbol de Navidad. Se trataba de algo de ropa, una sudadera en concreto de las que yo más solía vestir, junto a unos pantalones vaqueros y unas zapatillas. Todo bastante bonito, y además de mi talla ahora que había perdido alguna. Me gustó mucho aquel regalo, porque era todo de marca y era perfecto, porque era muy de mi estilo y me encantó, aunque lo importante siempre es el detalle y no el precio. Me probé todo y me quedaba como un guante, hasta me veía bien, cosa que en esos meses era algo muy raro. Pero había más.

Junto a ese regalo había otros dos. Mi madre se hacía la sorprendida diciéndome que me tenía que haber portado muy bien ese año para tener tantos regalos. Yo no estaba tan de acuerdo con ella. El siguiente regalo se trataba de un juego para la play que habían sacado a principios del año anterior, pero que no había tenido la oportunidad de jugarlo. Me gustó también mucho aquel regalo, pero no tenía ni idea de cómo mi madre se había enterado. Le pregunté, pero ella decía todo el rato que por qué lo hacía, si habían sido los reyes. La única explicación que encontré fue que mi hermano debía habérselo dicho, ya que a él también le gustaba jugar y estaba bastante enterado en el tema. De hecho, fue él quien me introdujo al mundo. En ese momento y al hacer aquella deducción, recordé las primeras veces que le veía jugar y como entre los dos nos pasábamos juegos, aunque yo al ser tan pequeño miraba más que jugaba, pero era nuestro mayor pasatiempo. El último regalo se trataba de otra tradición que teníamos en casa en esos días, pues se trataba de una enorme bolsa de chucherías.

Al lado de los regalos había una nota que decía que esperaban que me gustaran esos regalos, especificando que creían que necesitaba la ropa al estar comiendo tan poco, medio regañándome en este aspecto diciéndome que comiera más. Sobre el juego decían que sabían que era algo que le ayudaba bastante para distraerme y creían que lo necesitaba en esos momentos y, por último, con las chucherías dijeron que era para endulzarme un poco la vida y para que engordara un poco, que me hacía falta. Al final de la nota veía que estaba firmada por los tres reyes magos. Yo miraba a mi madre con una sonrisilla, porque era bastante evidente que era su letra, pero ella se seguía haciendo de nuevas al preguntarme qué ponía. No le dije nada y le di un fuerte abrazo mientras pensaba lo poco considerado que había sido yo al no haberle comprado nada a ella. Pero es que seguía con la autoestima muy baja y eso era algo que me impedía salir de casa aún.

Tras abrir los regalos, nos fuimos a la cocina para desayunar, haciendo el esfuerzo para comer algo más y al menos contentarla de esa forma. Mientras lo hacíamos, mi madre me preguntó acerca de mi hermano. Me extrañó un poco, porque en esos días que vino por casa, estuvo más hablando con ella que conmigo, pero la sorpresa fue mayor cuando vi de qué se trataba.

-Javier, ¿sabes si tu hermano de está viendo con alguien?
-¿Y esa pregunta?
-Es que... Verás. Hemos estado hablando estos días y me ha dado la impresión de que hay alguien.
-¿Por?
-Porque se lo noto en la cara. Soy su madre, jajaja.
-Joder con los poderes de las madres...
-Y también porque por las noches cuando tú te ibas a la cama y él se quedaba conmigo en el salón un rato lo veía escribir con su móvil y ponía una sonrisilla.
-Eso sí que es un motivo ya.
-¿Ves? ¿A qué parece eso?
-Es lo normal si ves a alguien así.
-¿Tú sabes algo?
-El otro día charlamos y salió el tema de mis amigas. ¿Viste la cara que puso?
-Sí, sí que la vi. Jajaja.
-Me preguntó por ellas y creí que le había gustado alguna.
-Pero Irene...
-Ya, mamá. Ya sabe que es la novia de Mario.

Pobrecilla mi madre... Si ella supiera cómo era Irene, vería que de poco le importaba a ella estar en pareja para hacer algunas cosas.

-¿Le gusta Sofía?
-Me dijo que ambas eran muy guapas y que eran muy atractivas. Cuando me preguntó por ella le expliqué cómo nos conocimos y tal y luego le pregunté si quería que se la presentara. Él me dijo que no y me dio la sensación de que era porque tenía a alguien.
-¡Ah!
-De hecho, se lo pregunté, así como tal.
-¿Y qué te dijo?
-Que más o menos.
-Aaaaaah. Es que habíamos quedado en que vendría a por su regalo de reyes, ya has visto que estaba también en el salón.
-Sí, lo he visto. Pero si se fue hace dos días.
-Ya, pero lo hablamos y va a venir a por él.
-Bueno, me alegro de que se anime más a venir por aquí.
-Esa es la cosa.
-¿El qué?
-Que me ha dicho que viene acompañado.
-Ostia, ¿de verdad?
-Sí -dijo con ilusión-. Es la primera vez que va a hacerlo. Nunca ha traído ninguna pareja por aquí.
-Pues qué bien.
-Van a venir a comer, así de paso coge su regalo y tal. Anda, ve y descansa un poco, luego te das una ducha y te preparas para el almuerzo.
-Me voy a poner la ropa del regalo. Me ha encantado.
-Perfecto.

Me fui a mi habitación para echarme un rato en la cama, ya que aún era temprano, pero como era de costumbre, no podía dormir. Aun así, me tiré bastante tiempo vagueando sin hacer nada y aproveché para estrenar el juego que me acaban de regalar, pegándome una viciada importante. Tan grande que no me enteraba del tiempo y fue mi madre la que me tuvo que avisar de que ya mismo era la hora de la comida y aún no me había duchado. Así que me fui al baño para darme una ducha, la cual no fue rápida. No porque hiciera nada especial allí, aún no tenía cuerpo para eso. De hecho, no me solía despertar como solía y como solemos hacer los hombres, con una erección. En esos días todo mi cuerpo estaba muy apagado y ni siquiera me llegaba a preocupar de si eso era normal.

Simplemente me gustaba estar bajo el agua caliente en invierno con esos días tan fríos. Al salir de la ducha, vestirme y terminar de peinarme, mientras recogía todo, oí un cuchicheo proveniente de la cocina en el que podía reconocer la voz de mi hermano y la de mi madre, pero sin llegar a entender nada de lo que decían. Ya estaba allí, aunque en lugar de pararme en la cocina para saludarlo, enfilé directamente el salón para ir a ver a la chica que traía, porque me dio mucha curiosidad. Me encontré la puerta del salón cerrada, algo que no era común, así que la abrí extrañado y ahí me la encontré. Era ella, pero no podía ser. El corazón me dio un vuelco al verla de perfil. Estaba ahí. No me lo podía creer.
 
Capítulo 347

La veía igual, con su melena castaña y algo ondulada a la altura de los hombros, con su estatura algo bajita, sus pechos algo pequeños y su culo respingón. Estaba mirando a un punto fijo, aunque no había nada en él, encontrándomela como pensativa. Lentamente giró su cabeza hacia mí y en ese momento sentí como un escalofrío subía por mi espalda hasta llegar a la nuca haciendo que se me erizara el vello. Me di cuenta de lo que estaba pasando tan rápido como cae un rayo. Y sentía casi el mismo dolor que se debe de sentir cuando te atraviesa uno de éstos. De nuevo un pinchazo en el estómago bastante similar a aquella vez en la que me la encontré llorando, pero qué diferente era la situación ahora. Como si algo me controlara, me di media vuelta para salir del salón e irme derecho a mi habitación.

Ella no me dijo nada, ni intentó acercarse. Fui yo el que reaccionó marchándome de allí. Casi llegando a mi habitación, mi hermano David me llamó, pero no le hice caso. De hecho, me puso la mano en el hombro, pero me libré de él con un movimiento brusco para cerrar la puerta de mi habitación de un portazo, echar el pestillo y tumbarme en mi cama boca abajo.

Pero no podía dejar mi mente en blanco, porque solo se oían voces y golpes con los nudillos en la puerta. Así que cogí el móvil y me puse los auriculares para ponerme música a todo volumen y no escuchar nada de aquello. El problema era que me empezaron a llamar y la música se cortaba, por lo que hasta llegué a poner el móvil en modo avión y poder así estar tranquilo escuchando música. Sentía que la vida me estaba gastando una broma muy pesada y que todos se estaban riendo de mí. De todas las chicas que hay en el mundo y tenía que ser ella a la que había conocido.

Aunque rápidamente vi que todo tenía sentido. Mi hermano y ella habían estudiado algo muy parecido, por lo que eso me llevó a pensar que habían coincidido en el trabajo. Elena debió haber pedido el traslado a otra sucursal y tuvo que ser allí donde lo conoció. Pero la ciudad en la que se encontraba mi hermano no era la misma en la que vivía el padre de Elena. Al parecer mis elucubraciones habían sido fallidas, porque era evidente que se había marchado mucho más lejos. A unas 3 horas en coche de la ciudad en la que vivíamos los dos juntos, estando la del padre de Elena a poco más de media hora.

En ese momento me desencanté mucho de Elena, porque era bastante evidente que se estaba cobrando su venganza hacia mí por haberla engañado yo a ella con su hermana, aunque no había sido así del todo. Ni siquiera me dejó explicarle lo que había pasado, pero ella parecía haber montado la escena en su cabeza con lo que nos pudo oír decir en esa conversación que tuvimos Noelia y yo en la cocina. No me podía creer que una persona que supuestamente me había querido tanto según me decía ella me estuviera haciendo algo así. Lo mismo era que no me quería tanto para empezar a salir con otra persona tan rápido, porque yo aún me sentía muerto por dentro al no tenerla a mi lado.

Justo se me vino a la cabeza una conversación que tuvimos tras aquel problema que tuvo lugar al marcharme por el trabajo del periódico, precisamente en el que conocí a Sofía. En ella, me dijo que le costaba mucho separarse de alguien a quien le cogía mucho cariño, y que por eso se puso así con mi marcha, diciendo que siempre le pasaba al menos que pasara algo gordo, como tuvo lugar con Alejandro, a quien no echaba de menos en absoluto tras su ruptura según me dijo en varias ocasiones. Al parecer le había pasado lo mismo conmigo, porque ya estaba intentándolo de nuevo con otro. ¿O era solo parte de su plan de venganza hacia mí y solo estaba usando a mi hermano?

No lo sabía, pero me dolía mucho, ya fuera por una cosa o por la otra. Con todo lo que había avanzado desde la ruptura y ahora sentía que hacía pasos hacia atrás en aquel tortuoso camino que no me quedó más remedio que recorrer, viéndome de nuevo en el punto de partida. Las sensaciones desde luego eran las mismas, por el pinchazo del estómago, el malestar y por las lágrimas que no paraban de brotar de mis ojos. No llegué a presentarle nunca a mi hermano. Ni siquiera recordaba haberlo mencionado nunca en su presencia por lo alejados que estábamos al ir él mucho a su bola, pero supongo que el parecido físico y los apellidos que ambos tenemos en común fueron claves para darse cuenta de que él y yo éramos hermanos.

Hasta pensaba que seguramente le habría preguntado por su vida para corroborar dicha información. Pensaba que en esos momentos en los que hablaba con él por la noche según me dijo mi madre, tal vez le estaba preguntando por la familia para ver si podía sacar algo de cómo estaba yo o alguna información. No me podía creer como alguien con esa manera de ser tan dulce era capaz de hacerle algo así a alguien a quien había amado, pero era lo que estaba pasando. Eso me hizo ver a Elena con otros ojos, con rabia y con odio. Y eso era algo que me jodía el doble, porque era mezclar el dolor del suceso que acababa de tener lugar, con el de la ruptura, que aún seguía ahí y con el de los nuevos sentimientos hacia Elena que afloraron como consecuencia. Y yo pensando como un imbécil qué estaría haciendo y deseado que le fuera bien.

Al cabo de unas cuantas horas, dejé de escuchar música para ver si la cosa seguía igual y seguían ahí, pero no escuchaba nada. Me incorporé y vi que había una nota de papel en el suelo que habían colado bajo la rendija de la puerta. Fui a por ella y ni siquiera la leí. Tan solo la hice añicos y la tiré por la ventana. Me seguía sintiendo igual de mal, pero la rabia se iba haciendo cada vez más hueco entre mis sentimientos, poniéndome de muy mal humor. Cogí el móvil y le quité el modo avión, recibiendo al instante numerosos mensajes de WhatsApp y de llamas que tenía perdidas o que no se habían podido hacer correctamente. Tan solo eran de dos números diferentes, uno era el de mi hermano, al cual bloqueé al instante sin leer nada de lo que ponía y el otro era un número que no tenía registrado ni había visto nunca.

Supuse que se trataba del nuevo número de Elena, así que también lo bloqueé y borré los mensajes. No me apetecía leer cómo se reía de mí, porque, además, seguramente le habría dicho lo hija de puta que era por el estado en el que me encontraba. Ese día no salí absolutamente para nada de mi habitación. De hecho, no comí nada. Mi madre se pasaba por ahí, llamando a la puerta levemente con sus nudillos mientras me llamaba con la voz apagada, pero yo no le contestaba. Me puse a jugar para distraerme y no pensar en nada. Ya al día siguiente, sí que salí de mi habitación al poco de irse mi padre a trabajar. Al hacerlo me encontré a mi madre nada más salir.

-Javier... -dijo bajito.
-Mamá -dije seriamente-. No quiero hablar del tema. Así que, si vas a decir algo, ahórratelo.
-Pero... -dijo con un hilo de voz.
-Como empieces a hablar de eso, cojo y me voy. Y no me ves más el pelo.

Mi madre me miró con una expresión que mezclaba sorpresa y temor. Se quedó así durante unos segundos, pasando yo a decirle si lo había entendido. Ella me asintió y vino hacia a mí para darme un abrazo bastante largo. Ahí quedó la conversación, porque después nos separamos y me fui al baño a darme una ducha. Pensé en desayunar algo una vez acabé, pero no me entraba nada. Lo único que podía hacer era beber agua. La mañana transcurrió de manera bastante lenta, con mi madre acercándose a mi habitación para asomarse, aunque no se atrevía a decir nada. Era consciente de que había sido muy duro con ella, pero estaba muy quemado con todo lo que estaba pasando y no me apetecía hablarlo con nadie, y menos con ella, porque sabía que esa persona con la que lo hiciera iba a pagar el pato sin ninguna necesidad. Y mi madre era la última persona que se merecía eso. A medida que pasaban las horas, ese sentimiento mayoritario de rabia fue mutando a una tristeza muy profunda. Alguna lágrima se me escapaba de hecho, pero agitaba la cabeza intentando mantenerme fuerte y para ello me puse a jugar para al menos poder distraerme.

Las desgracias nunca vienen solas, porque en la hora de la comida la cosa fue a peor. Nos sentamos mi madre, mi padre y yo en la mesa para comer y estábamos en silencio. Yo mareaba la comida por mi inexistente apetito y mi padre visiblemente molesto y cansado de la situación me soltó si me iba a durar mucho más la tontería. Fue un comentario que me molestó bastante, por lo que le respondí con los mismos humos que tenía él, diciéndole que me duraría lo que me tuviera que durar. Eso le enfadó bastante. Quizá no fue la mejor manera de sobrellevar la situación, pero no estaba el horno para bollos y su falta de empatía me tocaba mucho los cojones, por eso le salté así. El me replicó diciendo que todo eso me estaba pasando por no saber cuidar de las cosas importantes de mi vida, por eso me veía ahora sin pareja, sin trabajo y casi que sin hermano también.

Tal vez tenía razón, pero no tenía ningún derecho a decirme eso con aquellas palabras. No estaba teniendo el tacto que debería tener con alguien en ese estado y por todo lo que estaba pasando. Yo le respondí preguntándole que quién le había pedido su opinión, porque yo no lo había hecho y mi madre tampoco. Ella misma fue la que intentó acabar la conversación mandándonos a los dos a callar, pero mi padre decidió no hacerlo, siguiendo al decir que la culpa era suya por haberse empeñado en tener otro hijo. Esas palabras me hicieron daño de verdad. No podía creer que mi padre estuviera diciendo esas palabras tan hirientes y que pensara eso.

Apreté el vaso de agua con mucha fuerza, con tanta que no sé cómo no lo rompí. Mi madre le miró con una de esas miradas asesinas que echan las madres cuando te la cargas con gravedad. Se hizo un silencio sepulcral y decidí levantarme para meterme en mi habitación y cerrar la puerta echando el pestillo. Otra llorera más que tuve que pasar en mi habitación mientras oía a mis padres discutir. De nuevo me puse música para no oírlos y así pasar el mal trago. Fueros unos días muy duros. Tanto que no llegaba a saber si me estaba doliendo todo eso más que la ruptura con Elena. Al igual que el día anterior, me pasé el resto del día en la cama sin salir de mi habitación para nada. Por suerte llegó un momento en el que no se oía nada, aunque mi madre venía de vez en cuando hasta la puerta para intentar hablar conmigo, pero no me apetecía.

Algo que también agradecí fue que mis amigos no se pasaran por casa esos días al estar más con la familia. No quería que me vieran así. De hecho, no sabía si quería contarles todo lo que había pasado. ¿Y si lo hacía Elena? Pues bueno, si alguien iba a destapar como era realmente, que fuera ella. Yo desde luego no lo iba a hacer, porque no quería dar la impresión de que decía esas cosas por despecho y también porque no quería que mis amigos perdieran su buena estima hacia ella por muy mal que estuviera lo que me había hecho. Era por mi culpa que se estuviera comportando así y no quería que eso les afectara.

La noche la dediqué a pensar sobre todo lo que me estaba pasando al haber silencio y sin llegar a tener nada que me molestara. No me sentía nada bien ni cómodo con mi vida, por lo que decidí dar un cambio. Eso último que había pasado en la comida me dio un empujón que al contrario de lanzarme al vacío como yo pensaba que pasaría, me dio ese arranque que necesitaba para volar y salir de esa espiral de dolor en la que se había convertido mi vida. De madrugada me dediqué a recoger todas mis cosas con cuidado y sin hacer ruido para no despertar a nadie. Llegué a dejar preparadas dos maletas con toda mi ropa y algunas cosas más, como alguna videoconsola, el ordenador y algunos utensilios que tenía por ahí. Ya por la mañana oí traqueteo al escuchar como mi padre se preparaba para marcharse al trabajo. También oí a mi madre después. Distinguí la ducha y al rato apareció por mi habitación, aunque permanecía cerrada desde el día anterior. Me llamó, pero al ver que no contestaba me dijo que tenía que salir porque tenía cita con el médico, pero que regresaría en cuanto acabara, aunque no sabía cuándo sería.

Ni me lo pensé. En cuando se marchó, me levanté para darme una ducha y meterlo todo en el coche. Pasé por el trastero que teníamos para ver si podría haber algo por ahí que me sirviera y alguna cosa encontré, entre las que estaba la batería de mi hermano y que yo también llegué a tocar. Pero estaba ya vieja y tendría problemas para meterla en el coche, por lo que acabé descartando llevármela, aunque me dio la idea de pillarme una para mí y retomar ese hobby. También me llevé la caja que me envió Elena a casa, aunque no sé por qué. Cogí algo de comida y me metí en el coche, pero no tenía a dónde ir.

Pensé en comentarle a Irene, a Mario y a Sofía mi decisión de irme de casa, pero caerían muchas preguntas y no me apetecía para nada la escenita. Así que pensé en irme a un hotel barato para estar algunos días hasta que encontrara algo. Ni siquiera saqué las maletas del coche. Entré para coger la habitación y quedarme allí durante bastante tiempo acostado en la cama y mirando al techo. Como esperaba, el móvil empezó a sonar y como pensaba, era mi madre. No me apetecía mucho cogérselo, porque sabía que la conversación no iba a ser bonita, pero era algo necesario y tampoco la quería preocupar.

-Javier, ¿dónde estás?
-Me he ido.
-Ya, eso ya lo veo, porque aquí no estás.
-Me refiero a que me he ido de casa.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Porque no quiero estar donde no me quieren.
-Javier, ni se te ocurra volver a decir eso -dijo angustiada.
-Es la verdad.
-No. No lo es. Tu padre te quiere. Dijo eso por el calentón de la discusión.
-Ya...
-¿Y yo? ¿Yo no te quiero tampoco?
-Tú sí, mamá. Y yo te quiero a ti muchísimo también. Pero no puedo estar allí más.
-Javier, de verdad. No es necesario que te vayas. Te prometo que tu padre no quería decir eso y que ambos decidimos tenerte.
-Mamá, que ya me da igual. Todo lo que se tenía que decir, está dicho.
-Que no -dijo con desesperación-. Anda, ven a casa y lo hablamos tranquilamente.
-No. Voy a estar un tiempo sin ir. Es lo mejor para todos.
-No, no lo es.
-Mamá, necesito darle un cambio a mi vida. No puedo seguir así. Llevo 2 meses sin levantar cabeza apenas y sin salir de casa. Ha llegado la hora de seguir hacia delante.
-Por favor...
-Lo siento.
-¿Pero dónde estás?
-Da igual. Voy a buscar una casa.
-¿Estás con tus amigos?
-Da igual, mamá. Estoy bien, no te preocupes.
-¿Cómo no me voy a preocupar?
-Te prometo que estoy bien.
-Está bien. Ya sabes que confío en ti y si tú has decidido hacerlo así, pues que así sea. Pero no te olvides de que te quiero muchísimo, que eres mi vida y que me tienes aquí para lo que sea.
-Lo sé, mamá. Yo también te quiero.
-Y tu padre también.
-Ya, ya.
-Por favor, Javier...
-Mamá, te tengo que dejar. Luego hablamos.
-Vale. Te quiero.
 
Capítulo 348

Dejé de hablar con mi madre para que la conversación no fuera a peor, porque ya la notaba bastante mal y no quería que fuera a más. No me gustaba ni quería hacerle daño a mi madre, pero me sentía en la obligación de empezar a hacer cambios. Cambios que quizá debería haber empezado a hacer mucho antes, pudiendo tal vez evitar varias situaciones por las que había pasado. Al poco de colgar y reposar un poco me puse a buscar casa. No sabía muy bien por dónde empezar, por lo que decidí mirar en mis grupos de WhatsApp por si daba la casualidad de que alguien dijera algo. En el grupo principal donde estábamos todos los amigos de siempre no había nada, por lo que seguí mirando en otros y sí que fui capaz de encontrar algo.

Un amigo mío de la universidad decía que tenía el piso de aquel entonces libre y lo llamé al instante, aunque el mensaje lo puso a finales de octubre. Tras estra un rato hablando con él, donde nos pusimos al día de nuestras vidas, pero sin entrar yo mucho en detalle de la mía, tuve la suerte de que aún no había encontrado a nadie a quien alquilárselo, porque me dijo que le habían dejado tirado al poco de empezar el curso universitario, aunque no se lo había alquilado a unos universitarios específicamente, sino que era un grupo de tres personas que iban a estudiar un ciclo superior, pero que al final se habían ido por otro lado y se quedó sin esa fuente de ingresos.

Me comentó que a esas alturas ya estaba todo más que hecho al haber empezado ya la universidad y que no había sido capaz de encontrar a nadie, porque quizá estaba pidiendo demasiado al estar tan bien situado en el centro y al estar bastante cerca de la universidad. No sabía por qué me contaba esto, si yo ya conocía aquel piso, ya que fue en el que estuve durante todos los años de carrera junto a él, porque fuimos compañeros de piso durante todos esos años junto a algunos más.

Al final me dijo que como veía difícil alquilarlo y como me conocía bastante bien, me lo dejaría a un precio bastante bueno. 200 euros al mes por un piso en el centro, grande y amueblado. Ni me lo pensé y le pregunté cuándo quedábamos para vernos y dejarlo apañado. Me dijo de vernos el siguiente lunes, porque estaba fuera por las fiestas y pasaría ese fin de semana por allí también, así que el lunes ya lo dejaríamos todo hecho y me podría instalar.

Al dejar ese asunto cerrado me entró un cambio de humor bastante notable, porque era una preocupación importante que me había quitado de encima. Tras unos minutos pensando en las ganas que tenía de estar ya allí por conocer bastante bien la zona y por rememorar tiempos pasados, se me ocurrió ir a casa de Mario e Irene para comentarles mi decisión de irme de casa antes de que aparecieran por allí para ir a verme. Así que tras pasar toda la mañana en el hotel pensando en cómo quería empezar a vivir allí de nuevo, con varias ideas de cómo dejarlo todo, como apañarme y demás, fui a casa de mis amigos poco antes de la hora de comer para informarles.

De camino se me vino a la cabeza la única pega que tendría al irme a vivir allí y es que estaba bastante claro que había altas probabilidades de toparme con Noelia por la proximidad de mi casa a la universidad. No me puso tan a alerta aquello, ya que la facultad de Noelia era la que quedaba más retirada a dónde iba a vivir yo y en cierto modo mi nueva casa quedaba algo resguardada al dar a una calle que no era muy frecuentada en realidad, por lo que tenía esa tranquilidad de que era bastante improbable que me viera entrar y salir, así que solo me quedaba ingeniármelas para no pasar mucho por las cercanías de la universidad y sobre todo, evitar el ambiente universitario y moverme más por donde lo hacía la gente de mi edad, aunque cuando yo salía por aquel sitio en mis días universitarios siempre se acababa juntando gente de 18 con gente que casi iban rondando los 30.

Pese a lo mal que me iba esos días, me mantuve optimista en que no me la encontraría de lo contento que estaba por poder dar un cambio a mi vida que veía bastante necesario y en un sitio en el que conocía, suponiendo que me resultaría más fácil. Así llegué a casa de mis amigos y llamé para ver si estaban por allí. Me abrió Irene, poniendo cara de estar extrañada, aunque puso una sonrisa rápidamente en su cara pasando a preguntarme qué hacía allí.

Le comenté que quería contarles una cosa, pero antes le pregunté si Mario había llegado a casa. Ella me dijo que sí, que se estaba poniendo más cómodo para poder comer y descansar un poco. No quería ser una molestia para ellos, porque era la hora de comer y Mario tenía solo ese rato para poder hablar con Irene hasta que saliera ya casi de noche. Ella me dijo que no era ninguna molestia y que me invitaba a comer, que había hecho comida para que sobrara para la noche, pero que ya que estaba allí pues quería que me quedara con ellos. Mario se sorprendió al verme, aunque se alegró, dándome un abrazo. Rápidamente nos sentamos a comer e Irene me volvió a preguntar.

I: Entonces, ¿qué querías hablar?
J: Ah, pues es que he tomado una decisión.
M: ¿Qué decisión?
J: Pues que me voy de casa.
I: ¡Ah! Muy bien, Javi.
J: Lo necesito para poder pasar página.
M: Claro que sí, hombre. Me alegro mucho de que hayas dado este paso.
I: Qué bien. Me alegro mucho. ¿Y dónde vas a vivir?
J: Pues bueno...
I: Huy...
J: Es donde vivía hace poco.

Mario e Irene se miraron con cierta seriedad en sus rostros, pasando a mirarme a mí.

M: ¿En la misma casa?
J: No, no. Imposible. ¿Cómo voy a…? -dije quedándome pensativo.
I: ¿Entonces?
J: En otra casa. De hecho, es en la que viví cuando iba a la universidad.
M: Ah, no está mal.
I: ¿Sabes dónde es?
M: Sí, fui un par de veces que quedamos para venirnos juntos y está bastante bien.
J: Y por 200 euros al mes más todavía.
M: ¿Solo? ¿Toda esa casa para ti por ese precio?
J: Sí.
M: Has triunfado.
J: La verdad es que sí.
I: Jo... Yo no sé dónde es.
J: No te preocupes, que te la enseño en cuanto tú quieras. Y espero veros por allí de vez en cuando.
I: ¡Claro! Cuenta con ello, cariño.
M: Javi, siempre nos vas a tener. No te preocupes por eso.
J: Ya, no lo decía por... Bueno, que era porque me gustaría poder salir con vosotros por allí algún día.
I: Pues claro. Qué ganas, jejeje.
M: Javi, una cosa.
J: Dime.
M: ¿Crees que es buena idea estar allí tan cerca de la universidad...?
J: He pensado en eso. No creo que haya problema. Ya sabes que está casi en un callejón y por ahí no pasa mucha gente.
M: Ya, eso es verdad. Pero puedes coincidir.
J: Conozco la ciudad bastante bien. Sé por dónde moverme para no...
I: Tampoco pasa nada. Si acaba pasando, pues se la ignora y ya está.
M: Parece mentira que no la conozcas... -dijo a regañadientes.
I: Ya, pero...
J: Chicos, no pasa nada. Todo va a salir bien -dije con un optimismo que no reconocía en mí.

Irene sonrió ampliamente y se levantó para darme un abrazo muy fuerte, dándome también un beso en la mejilla con mucha energía mientras se sentaba en mi regazo.

I: Me encanta verte así tan bien. Estoy encantada.

Sí, cualquiera diría que hacía literalmente dos días había pasado por una nueva crisis que casi que era peor que la ruptura. Pero como ya he dicho, esa situación con mi familia me acabó dando un empujón en la dirección correcta en lugar de hacia un pozo sin fondo como cabría esperar. Irene me acarició la cara, imagino que al verme pensativo mientras rememoraba toda esa situación y la de Elena.

I: ¿Todo bien?
J: Claro -dije sonriendo.
M: ¿Y cuándo te vas?
J: Pues he quedado con mi amigo este lunes. En principio ese mismo día me instalo.
I: Pues tienes que aprovechar este finde que te queda con tu madre. La pobre lo va a pasar mal.
J: No, si ya me he ido -se me escapó.
M: ¿Cómo?
J: Pues que ya me he ido de casa.
I: ¿Y eso? ¿Ha pasado algo?
J: No, no... -mentí-. Solo me ha dado el pronto y ya está.
I: ¿Y dónde vas a pasar estos días?
J: Pues me he ido a un hotel.
I: ¿Qué? De ninguna manera. Te vienes aquí con nosotros.
J: No hace falta. No quiero molestar.
I: Pero es que no molestas. Joder. Con todo lo que hemos vivido juntos y sigues diciendo eso... Te voy a dar al final.
M: ¿De verdad que no ha pasado nada, Javi?
J: De verdad que no.

Terminamos de comer tranquilamente mientras yo me paraba a pensar en cómo les oculté lo ocurrido en casa. No quería darles otra cosa más de la que preocuparse. Y además siendo otra cosa más sobre mí. Bastante habían tenido ya con todo lo que había provocado como para sacar más problemas aún. Tampoco dije nada de lo ocurrido con Elena el día de Reyes como había pensado, porque no quería trastocar su visión de ella y no quería parecer un patético que decía cosas así de feas de alguien a quien había amado. Lo mejor que podía hacer era pasar página y me estaba esforzando en hacerlo. No dejé que mis pensamientos me chafaran el rato que estaba teniendo con mis amigos, por lo que traté de neutralizarlos y ser más partícipe en la conversación. Total, si seguro que ya tendría tiempo de comerme la cabeza con aquello en mis ratos de soledad. Antes de irme, Irene me volvió a insistir.

I: Javi, ve ahora mismo a por tus cosas y te vienes aquí.
J: Pero que no hace falta, de verdad. Si ya he pagado la noche en el hotel.
I: Me da igual. Vas a por lo que tengas allí y te vienes aquí y pasas el finde con nosotros.
J: Pero...
I: Nada. Y no tardes, que a las 5 entro a trabajar.
M: Hazle caso, anda. Que, si no, se va a enfadar. Te lo digo yo.
J: Está bien.

Me marché para ir al hotel y coger lo poco que me llevé a la habitación. También aproveché para dejar la llave y decir que no iba a volver, acabando así el papeleo para dejarlo todo listo. De camino a casa de mis amigos decidí pararme en mi casa para darle la noticia a mi madre. Sabía que mi padre ya se habría ido a trabajar, así que me ahorraba ese mal trago, dejando a mi madre que fuera quien le informara a él, aunque viendo lo visto, dudaba que le interesara. Al llegar le noté muy mala cara. Hasta me llegaba a recordar a la mía de esos días. Nada más verme se echó a mi cuello para abrazarme como si llevara años sin verme. Me dio bastante cosa verla así de triste y ver la reacción que tuvo, por lo que entré a casa con ella para tratar de calmarla, ya que la veía muy alterada. Una vez nos sentamos en el sofá del salón y conseguí que se tranquilizara diciéndole que respirara hondo, empezamos a hablar.

-Joder, mamá... Que no es para tanto...
-Javier, sí que lo es.
-¿Pero por qué?
-¿Tú qué crees? ¿Te parece poco todo lo que está pasando? No quiero que te vayas de casa... -dijo empezando a llorar.
-No, por favor. No llores que me da el bajón a mí también.
-Es que te quiero mucho. Y no quiero que te vayas de mi lado.
-Lo entiendo mamá. Pero es que no hay más remedio.
-¿Por qué?
-Porque necesito salir de aquí. Llevo 2 meses encerrado en esta casa y necesito empezar de cero. Quiero empezar una nueva vida y olvidarme de todo esto.
-Ya... Lo entiendo -dijo después de unos segundos en los que se quedó pensativa-. Javier, ¿me dejas explicarte...?
-No, mamá -dije interrumpiéndola-. No quiero saber nada de nadie. Solo de ti. Eres la persona más importante de mi vida. Con que tú estés bien, lo demás me sobra.
-Pero estaría mejor si...
-Mamá, en serio -dije poniéndome serio-. No me hagas chantaje emocional, anda... No te pega nada. No me vengas con que estarías mejor si me quedara aquí o si te dejara que me explicaras las cosas. Ya sé todo lo que tenía que saber. Y si digo que me tengo que ir de aquí no lo digo por decir. Te lo digo porque lo necesito de verdad.
-Vale, hijo. Cómo tú quieras.
-Es así, mamá. Y me gustaría que me entendieras y que apoyaras en esto. Es algo muy importante para mí.
-Lo sé, hijo mío. Te apoyo en todo siempre. En esto no va a ser menos. Para mí lo primero sois tú y tu hermano. Perdóname por intentar retenerte aquí.
-No tengo nada que perdonarte, mamá. Con todo lo que me has dado pidiendo tan poco a cambio... Es lo más normal del mundo que intentes convencerme de que me quede.
-Te quiero mucho -dijo abrazándome con fuerza para ponerse de nuevo a llorar.

Después de unos minutos abrazándola y dándole cariño se consiguió calmar y ya pude seguir contándole.

-¿Te acuerdas de donde vivía cuando iba a la universidad? Has ido muchas veces.
-Claro.
-Pues voy a vivir ahí otra vez.
-¿Y eso?
-He estado hablando con mi amigo, el chico que vivía allí conmigo y que su padre compró ese piso para cuando empezó la universidad.
-Sí, para no tener problemas y luego alquilarlo.
-Sí, pues resulta que este año le han dejado tirado y he tenido la suerte de que aún lo tenía libre. 200 euros al mes solo, mamá.
-Hala... Qué bien.
-Es que es un regalo.
-Me alegro de que hayas encontrado algo tan rápido. Y además de esta manera. Está muy muy bien de precio y es una zona muy buena. Y te la conocerás ya muy bien.
-Claro.
-¿Y cuándo te vas allí?
-He quedado con él el lunes. Tengo la idea de instalarme ese día. Le avisaré para comentárselo y dejarlo ya asegurado.
-Vale. ¿Y mientras tanto?
-Pues hoy he comido con Irene y Mario y se lo he comentado y bueno... Tienen que saberlo.
-Ajá.
-Y me han insistido mucho en que me quede con ellos este fin de semana.
-Como tú veas, hijo.
-Mamá, alegra esa cara. Te voy a llamar todos los días y voy a venir mucho a verte, ¿vale?
-Pero, ¿y cómo vas a pagar el alquiler, la comida, la gasolina...?
-Tengo ahorros de estos años que he estado en el periódico y me pondré a buscar trabajo. No te preocupes por eso.
-Vale, pero si necesitas algo, lo que sea. Me lo dices rápidamente.
-Ya, mamá. Pero también me quiero valer por mí mismo. Ya tengo una edad y quiero resolver mis problemas yo solo. ¿Vale?
-Vale, pero quiero que sepas que siempre me vas a tener.
-Lo sé, mamá. Y tú a mí.

Nos despedimos con un gran abrazo y me fui rápidamente de mi casa para regresar a la de mis amigos, porque con la charla se habían pasado varios minutos y Mario ya había entrado a trabajar, teniéndolo que hacer Irene también en breve.
 
Capítulo 349

Al llamar, Irene me abrió, metiéndome prisa para que pasara. Se tenía que ir en breve y me cogió de la mano para sentarme en el sofá del salón para explicarme algunas cosas de la casa. Lo más básico por si pasaba algo para saber dónde se encontraba casa cosa. Casi que parecía que estaba tratando con un niño pequeño al que dejaba solo en casa durante unas horas. De hecho, se dio cuenta de la situación y se echó a reír, diciendo también que no sabía por qué me decía tantas cosas, si ya había estado allí muchísimas veces.

Se sentó a mi lado para darme un abrazo y un beso en la mejilla con mucho cariño y me dijo que se tenía que ir ya, que llegaba tarde. Me dejó sus llaves por si tenía que salir y luego quería volver a casa. Yo no podía dejar de darle las gracias por la hospitalidad y por lo que estaban haciendo por mí desde el día de mi cumpleaños. Ella casi que se emocionó, pasando a darme otro fuerte abrazo. Sin dejar pasar mucho tiempo se separó de mí para decirme que me quería y que se tenía que ir. También me dijo que Sofía se pasaría para venir a verme, porque le había dicho que iba a estar allí, aunque no le había llegado a contar nada, dejándomelo a mí para darme más detalles.

Así que ahí me quedé solo durante gran parte de la tarde, viendo la televisión y pensando cómo organizarme para cuando estuviera en mi nueva casa, dándole vueltas también a lo del trabajo para ver qué podía hacer. Algo se me vino a la cabeza, pero necesitaría que la suerte estuviera de mi parte para lo que me estaba imaginando. Ya se vería. Me sentía bastante raro estando solo en casa de mis amigos, y más en la situación en la que estaba. También me ponía un poco de mal cuerpo, porque se me venían tantos momentos compartidos con Elena en ese lugar que era imposible no volver a rememorarlos en mi cabeza, como las numerosas comidas y cenas que tuvimos allí todos con los posteriores momentos en los que hacíamos nuestras cosas y finalmente nos quedábamos a dormir.

Se me vino en concreto aquel momento en el que fuimos a verlos después de Elena expusiera su trabajo de fin de grado de la universidad. Ese día en el que iba tan preciosa con ese conjunto de traje y esos tacones altos que tan sexy la hacía. Quizá era que seguía echándola de menos después de lo ocurrido hacía pocas horas, pero yo no quería sentirme así más, aunque no podía evitar hacerlo por momentos. Sacudía mi cabeza siempre que me ponía a pensar en aquellos momentos o simplemente en ella, porque era algo cada vez más recurrente y veía que me iba a poner triste, así que intenté distraerme con el móvil o la televisión hasta que llegara Sofía, costándome demasiado hasta que finalmente vino.

-Hola, guapetón -dijo cuando le abrí la puerta, dándome también un abrazo.
-Hola -dije devolviéndole el abrazo.
-¿Cómo estás?
-Bien. Vamos, pasa.
-A ver, cuéntame, que Irene me ha insinuado que pasa algo -dijo directamente cuando nos sentamos en el sofá.
-Pues nada, que me voy de casa. Llevo ya más de 2 meses así y esto no puede ser. Necesito irme para pasar página y empezar de nuevo.
-Ah... ¿Y a dónde vas a ir? ¿Te quieres venir conmigo?
-Eh... Joder, pues no había caído, la verdad... Pero bueno, no creo que fuera muy buena idea. Necesito estar un poco solo para despejarme y poner todo en orden.
-Mi puerta siempre estará abierta para ti -dijo mientras me cogía de la mano.
-Muchas gracias. Eres genial, Sofía.
-Ya, ya... Jejeje. Entonces, ¿a dónde vas?
-Pues me voy a la ciudad donde vivía hace poco.
-Ah... ¿Estás seguro de eso?
-Sí. Donde voy a vivir ahora está muy lejos de donde lo hacía hasta hace poco.
-¿Y si ves a...?
-También he pensado en eso. La universidad queda cerca, sí. Pero mi casa está en un casi callejón y por ahí no pasa mucha gente. Sé por dónde tengo que ir para evitar la universidad y los lugares por donde se suelen mover los estudiantes.
-Bueno, como tú veas, Javi. Si tú estás contento y decidido con el cambio, yo también lo estoy. Aunque te voy a echar de menos al tenerte menos por aquí... -dijo dándome un abrazo.
-No te preocupes, mujer. Siempre podéis venir a mi casa a verme. Es vuestra casa también. Y también vendré mucho por aquí para veros y también a mi madre. No te preocupes, ya verás como la cosa sigue igual entre todos nosotros.
-Seguro que sí.
-¿Te hubiera gustado que me hubiera ido a vivir contigo?
-Claro. Te tengo mucho cariño.
-Es que ya lo tengo apalabrado y está tan bien de precio...
-Pero que no te preocupes, nene. No pasa nada. Solo te estaba dando ayuda por si la necesitabas.
-Joder. Flipo con cómo eres.
-¿A qué te refieres?
-Pues que no llevamos siendo amigos ni un año y parece que lo somos de toda la vida. Me parece increíble cómo te has involucrado de bien en nuestro grupo de amigos y cómo siempre estás ahí sin importar nada. ¿Eres así con todos?
-Solo con la gente que merece la pena -dijo sonriéndome.
-Cómo me alegro de que estés en vida -dije dándole un fuerte abrazo.

Cuando me despegué de ella, Sofía tenía una sonrisa enorme en su rostro y casi que podía ver cierto rubor. Era una chica muy bonita y lo era aún más cuando ponía esa expresión. Y esas palabras que le dije las sentía de una manera muy fuerte. Siempre había estado ahí para cualquier cosa. Siempre con una buena palabra, con una sonrisa, con un consejo o con algún abrazo.

-Yo también me alegro de que estés en mi vida. Aunque no me veo tan así como me dices.
-¿Por qué?
-Pues porque cuando te conocí me intenté acostar contigo.
-¿Y dónde está el problema en eso?
-Pues que seguí intentándolo cuando me dijiste que tenías novia. Eso no me deja en muy buen lugar. ¿Me perdonas?
-Pero estabas borracha. No tengo nada que perdonarte.
-¿Y qué me dices de cuando te envié esas fotos cuando me ascendieron? Me pasé bastante...
-Tampoco te lo tengo en cuenta. Te sentías muy atraída por mí y según me dijiste llevabas mucho sin echar un polvo. En un momento de calentón se hacen tonterías. No hay que darle más importancia.
-No sé... -dijo poco convencida.
-Mira. Algo grave para mí hubiera sido malmeter entre mi pareja y yo para intentar separarnos y poder acostarte conmigo. ¿Hiciste eso? No. ¿Por qué? Porque eres buena persona. Eres una chica que vale más que el oro.
-Jo... No me digas eso, hombre... -dijo dándome un gran abrazo.

No fue breve ese abrazo, pues nos quedamos así durante algunos minutos, con ella acariciándome la espalda mientras yo olía su perfume que tan agradable era. Tras el abrazo, se puso sobre mí al dejar caer su cabeza en mi brazo y estuvimos viendo la tele durante un rato en silencio. Ella, con naturalidad cogió una de mis manos con la suya, entrelazando sus dedos con los míos al poco. No fue algo que me molestó. Ni mucho menos. Simplemente lo veía como una muestra de cariño entre amigos.

Y cariño era de hecho lo que más necesitaba después de tantos palos. Por lo que, en lugar de estar reacio o reaccionar incómodamente, me relajé y escurrí mi cuerpo por el sofá un poco para ponerme más cómodo y de paso para que ella también lo estuviera. De vez en cuando me acariciaba esa mano que tenía sujeta con sus dedos con la otra mano. De nuevo, no veía algo más allá de nuestras de cariño producto de la amistad que nos unía, por lo que seguí dejándome querer en ese aspecto. También charlamos algo de su trabajo, el cual ya no era el mío, pero tampoco me sentía tan mal por aquello. Solo por haber puesto en peligro el suyo.

A mí tras todo lo ocurrido en mi vida era lo que menos me preocupaba, honestamente. Me contó que la seguían mirando con lupa y que habían implementado un nuevo sistema de seguridad en el que tenían que ser cuidadosos para no ocasionar problemas, ya que, según les informaron a todos, podría acarrear duras consecuencias. Sofía estaba segura de que todo aquello lo habían hecho a raíz de su metedura de pata y me contó que en cierto modo se sentía demasiado vigilada, porque al parecer tenían que informar de todos los movimientos que hacían si cambiaban de ubicación. Ambos estábamos de acuerdo en que nos parecía bastante estricto y exagerado, pero tampoco es que tuviera mucha opción. Ella se mantenía optimista y decía que seguramente la cosa se relajaba después de unos meses.

Tras esa charla y momentos juntos, apareció Irene por casa, pero no tenía llaves al habérmelas dado a mí, por lo que fui a abrirle. Se la notaba algo cansada, pero eso no le impidió poner una sonrisa al verme, dándome también un abrazo. Al pasar saludó a Sofía de la misma manera y se sentó un momento con nosotros para preguntarnos cómo estábamos. Nosotros hicimos lo mismo con ella, preguntándole cómo le había ido en el trabajo. Tras contarnos su tarde se fue a darse una ducha para hacer hora en lo que venía Mario, quedando en que pediríamos unas pizzas para cenar los cuatro juntos.

Al final Mario se acabó retrasando un poco más, pero tampoco vino muy tarde. Nada más entrar le dio un buen beso a Irene y luego nos saludó a los demás. Mientras se cambiaba pedimos las pizzas y cenamos tranquilamente los cuatro mientras charlábamos de muchas cosas. Como ellos no paraban de insistir en que comiera más, tuve que hacer el poder para contentarles y que así me dejaran tranquilo, porque estaban muy encima de mí con eso. Tras cenar, nos sentamos en el sofá para seguir hablando, pasando a ponernos una película después. Fue un momento muy bueno, ya que me sirvió bastante para distraerme y tener ahí a mis amigos me lo hacía todo mucho más llevadero. Aunque al igual que me pasaba por momentos por la tarde cuando estuve solo con Sofía, o cuando me empezó a hablar, me ponía a pensar en Elena y en todo lo ocurrido esos últimos días.
 
Capítulo 350

Por momentos la echaba de menos y en otros le tenía mucha rabia por lo que me hizo, siendo algo que me causaba una confusión y una frustración enormes. Eso hacía que no pudiera seguir el hilo en algunas conversaciones con ellos o incluso en la película, viéndome perdido en más de una ocasión. Aunque lo intentaba disimular. Por suerte, mis amigos no hacían referencia a ella para nada. Supongo que lo hacían para que me distrajera y no estuviera todo el tiempo pensando en ella, siendo algo de lo que estaba muy agradecido que hicieran.

Algo que también me pasaba era que me daba envidia al ver a mis amigos tan acaramelados, viéndolo nada más estar los dos juntos al darse aquel beso. Durante la película, Irene estaba echada sobre el regazo de Mario y éste le acariciaba la espalda. Luego pasaron a tumbarse, estando Irene encima de él, aunque no hacían nada sexual ni nada. Cariño era lo que se daban en forma de caricias, algún beso por el pecho por parte de Irene mientras Mario le rascaba la espalda. No creía recordar haberlos visto así de cariñosos antes, aunque a lo mejor reparaba más en ellos ahora que yo no tenía a nadie con quién hacer esas cosas.

Llegó un momento en el que me puse un poco de lado para darles la espalda y no mirarlos más, porque estaba más pendiente de ellos que de la película. Y no estaba incómodo, pero me daba envidia y me entristecía no tener a Elena a mi lado para besarla y acariciarla. De ahí pasaba a pensar que ella ya no me quería más por lo de juntarse con mi hermano para cobrar así su venganza, pasando yo de la tristeza a la rabia, formando así un círculo vicioso del que me costaba salir, aunque hacía todo lo posible porque no se me notara nada. Respecto a mis amigos, pues tampoco iba a pedirles que pararan. Al fin y al cabo, estaba en su casa y no tenía ningún derecho a decirles nada así después de que me hubieran acogido y después de darme todo ese apoyo.

Al acabar la película, dijimos de irnos a dormir, porque todos habían trabajado y estaban muy cansados. Sofía ya daba cabezadas antes de que la película acabara, quedándose allí a dormir también, porque le daba mucha pereza volver a casa aun habiéndome ofrecido yo a llevarla en coche. Dijo que no le apetecía y que estaba tan a gusto allí que seguro que se desvelaba al levantarse y moverse tanto para ir a su casa. A Irene y a Mario no les importaba que se quedara a dormir allí. Ni a mí tampoco. Ni siquiera cuando me preguntó si me importaba que durmiera conmigo en la cama de la habitación de invitados. No me negué en ningún momento, pues la conocía de sobra y sabía que no pasaría nada. Aunque una vez nos fuimos a la habitación sí que dudé de eso último al empezar ella a desnudarse para dormir. Irene le dio una camiseta ancha de Mario para que la usara de pijama, aunque como yo ya sabía de alguna charla anterior, ella solía dormir desnuda.

Yo ya estaba tumbado en la cama con mi pijama puesto, ahora que estaba acostumbrado a volver a usarlo, mientras ella se empezó a desnudar al quitarse sus vaqueros para quedarse con unas braguitas blancas, aunque eran más una especie de culotte. Muy sexy. La cosa no quedó ahí, pues también se quitó la parte de arriba, empezando por la sudadera ancha con gorro que llevaba, algo parecía a las que solía vestir yo, quedándose con una de las típicas camisetas blancas de tirantes que solía vestir. También se la quitó, quedándole tan solo un sujetador deportivo negro. Pensé que no se lo iba a quitar, pero también lo hizo, dejándolo todo en una silla que había en la habitación, de manera que se quedara bien puesta para que no se arrugara nada.

Pude ver sus tetas, o bueno, una de ellas de perfil, con su más que evidente bamboleo al encorvarse para dejar sus prendas de vestir. Aunque las pude ver de frente cuando vino hacia la cama para coger la camiseta ancha y luego ponérsela. Evidentemente se las miré, aunque ella no llegó a ver cómo lo hacía. Cuando me miró a los ojos, yo también lo estaba haciendo, por lo que pasó a sonreír. Hizo como un nudo en la parte de abajo de la camiseta para que se le quedara más recogida. Al hacerlo, no pude evitar mirar su entrepierna, viendo cómo se marcaban sus labios bajo la tela de esas braguitas. Rápidamente aparté la mirada para que no me pillara, porque me dio como vergüenza. Sí, a estas alturas y después de todo lo que había pasado ya. Algo irracional, pero así era. Ella hizo un gesto como de no convencerle cómo quedaba, por lo que deshizo el nudo y dejó la camiseta suelta.

Después se metió en la cama, tumbándose a mi lado para darme un beso en la mejilla y desearme una buena noche, haciéndolo yo también con ella. Apagó la luz de la mesita y nos quedamos en silencio. Ella pareció caer dormida de inmediato. No puedo decir lo mismo sobre mí. Como era habitual, no podía dormir, aunque ya en ese punto no sabía por qué. Tras el gran desencanto con mi expareja, no sabía por qué no podía conciliar el sueño, pues el cargo de conciencia se me despejó un poco al ver que ella también había hecho mal las cosas.

Llegué a la conclusión de que ese comportamiento suyo también se debía a lo mal que lo hice todo, por lo que al final me sentía igual de culpable que al principio, o incluso más. También me paré a pensar en cómo había observado a Sofía. Ya eran varias las semanas en las que no me fijaba así en ninguna chica, pero es que era algo imposible de no hacer al tenerla tan cerca y al estar cambiándose sin ningún tapujo mostrándome todas sus intimidades. Que no se me levantara con semejante mujer, y más al verla así, me decía que algo no andaba bien en mí, pero tampoco le di mucha importancia pese a no haberme puesto cachondo ni tampoco al no llegar a ponerse mi polla morcillona ni nada.

Sofía era una chica espectacular y que me atraía mucho físicamente desde el momento en el que la vi, pero es que yo no estaba para nada. Mi cuerpo no reaccionaba y no me lo pedía. Me pareció oír algún gemido proveniente de la habitación de mis amigos. Bueno, alguien que se lo pasa bien al menos. Pero eran muy diferentes a los que estaba acostumbrado a oír en ellos. Estaban muy lejos de esos chillidos largos y altos que Irene solía emitir. Y tampoco oía a Mario. Quizá se lo estaban tomando con más calma.

De repente, Sofía se dio la vuelta para ponerse de lado, pero mirándome hacía mí esta vez. Debió pensar que estaba dormido, porque no me preguntó nada, pese a que notaba como levantaba la cabeza como si tratara de verme en la oscuridad. No me apetecía mucho hablar de nada después de todos esos pensamientos que acababa de tener, por lo que guardé silencio y me mantuve con los ojos cerrados. Ella, supongo que, al verme así, creyó que estaría dormido y pegó su cuerpo al mío para acurrucarse, poniendo su mano sobre mi pecho, metiéndola por dentro de la camiseta del pijama para que hubiera contacto de piel con piel y así poder acariciarme mejor. Soltó un suspiro y me dio un beso en el pecho, siguiendo con las caricias hasta que cayó dormida.

En toda la noche nos movimos de esa postura. Yo logré dormir algunas horas, quizá algo más de lo normal en esos días. Sofía pareció dormir del tirón, pero no se despegaba de mí para nada, casi estando como agarrada al poner su mano en mi costado. No quería despertarla, por lo que esperé a que lo hiciera ella, como finalmente hizo al estirarse, mirando hacia varios sitios algo desorientada, aunque puso una sonrisa muy bonita al verme, como pude ver yo por la poca luz que entraba por las rendijas de la persiana.

-Buenos días. ¿Cómo has dormido?
-Bien -dije por decir algo-. ¿Y tú?
-Muy bien. Eres supercómodo para dormir. Y me has dado calorcito.
-No nos hemos movido casi en toda la noche.
-¿Te molesta que me haya abrazado a ti?
-Para nada. No te preocupes.
-Vale -dijo desperezándose a la vez que apretaba su abrazo.

Sofía se levantó enseguida, porque necesitaba ir al baño. Yo mientras tanto, me quedé mirando al techo pensando algunas cosas, como lo a gusto que había estado pese a decir en su día que no quería volver a dormir así más con otra chica que no fuera Elena. Ahora no pensaba lo mismo, pues me sentía bien al haberlo hecho con Sofía. Y también me sentó bien al haberlo con Irene en Noche Vieja. Lo primero que se me vino a la cabeza fue que se debía a lo ocurrido hacía poco, pero eso pasó después de que durmiera con Irene. Suponía que iba superando poco a poco la ruptura en ese aspecto y quizá me estaba empezando a abrir.

Otro motivo por el que no me importó fue porque Sofía me proporcionó un calor corporal y un cariño que necesitaba después de lo ocurrido. Era como si al estar así tan cerca de mí mostrándome cómo le importaba me lo hiciera más llevadero. La otra cosa que pensé fue en como aún mi cuerpo no terminaba de reaccionar como solía por las mañanas, y más teniendo en cuenta como una chica tan impresionante como Sofía, con ese cuerpazo que tenía había dormido pegadísima a mí.

Es cierto que ya no tenía 18 años y que era algo que no me llegaba a poner tan nervioso como en esos días, pero era preocupante que no se despertara nada en mí después de lo visto antes de que se metiera en la cama y sobre todo al notar como sus tetas se dejaban caer sobre mí pecho cuando me abrazó para dormir. Quizá eran imaginaciones mías, pero es que hasta juraría que podía notar sus pezones durante la noche por cómo estaba echada sobre mí. Sofía volvió a la habitación y sí que me percaté de que sus pezones se marcaban de manera exagerada, cosa que me llamó la atención, sintiendo algo como me ocurrió en la noche anterior, aunque mi cuerpo no terminaba de reaccionar todavía. Supuse que se trataba del frío que hacía, teniendo en cuenta que se fue descalza y que probablemente la taza del váter también estaría helada. Rápidamente se metió en la cama para tumbarse a mi lado y acurrucarse contra mi cuerpo.

-Qué frío... Anda, dame calorcito otra vez.
-Vale -dije abrazándola.

De nuevo me volví a poner algo nervioso, porque ahora sí que notaba sus pezones claramente. Estaban como una piedra. Era algo que me preocupaba de verdad, porque en cualquier otro momento, tenerla así de cerca y pegada a mi cuerpo, notando esas tetazas con esos pezones como para rayar cristal y aspirar su olor tan bueno que siempre llevaba me la hubiera puesto durísima, pero es que no reaccionaba. Ella no parecía darle mucha importancia a eso, pues estaba bastante contenta y alegre. Hablamos un poco mientras nos terminábamos de espabilar con ella preguntándome curiosa sobre cómo era mi vida en la universidad, ya que iba a volver a vivir en la misma casa en la que viví todos esos años y quería saber cómo era y qué hacía en esos tiempos.

Ella también me contó cómo era en su época universitaria, llegándose hasta sincerar en que había tenido algo con un profesor y que una vez casi les pillan follando en la universidad. No me esperaba que ella hubiera hecho algo así, por lo que le dije que me sorprendía aquello. Ella me preguntó si yo no había tenido ningún rollete con alguna profesora, respondiéndole yo negativamente, aunque no eran por falta de ganas.

Nos levantamos al cabo de un rato, yendo yo al baño después de haberme vestido mientras ella lo terminaba de hacer. Entraría de nuevo después de mí, aunque nuestros amigos no se habían levantado todavía, ya que tampoco era muy tarde, aunque no era temprano. No sabíamos muy bien qué hacer, por lo que nos decidimos a empezar a hacer el desayuno para todos cuando se despertarán. Y no tardaron mucho, pues Irene apareció por la puerta aún con la cara de estar medio dormida, contándonos que la había despertado ese olor a café tan bueno.

I: ¿Cómo habéis dormido?
S: ¡Muy bien! Este chico es como una estufita. He dormido del tirón. Y él también -dijo con mucha energía.
I: ¿Sí? -me preguntó mirándome.
J: Bueno, he descansado.
I: Pues me alegro.
S: ¿Y vosotros?
I: Muy bien también.
J: Siempre ayuda dormir después de...
S: ¿Eh?
I: ¿Nos oíste?
J: Un poco. Pero poca cosa. Si no conociera bien tu voz, habría pensado que eran los vecinos.
I: Pues mira que lo hicimos con cuidado...
J: Que no pasa nada, Irene.
I: No, si no me da vergüenza, jajaja.
J: ¿Entonces?
I: Nada. No sé.
S: ¿Y cómo es eso de que no parecían ellos? -preguntó curiosa.
J: Pues porque lo normal es que ésta chille a grito limpio -dije riéndome.
I: Estamos en plan cariñosos. Eso es todo. No os vayáis a creer que los vecinos no nos han llamado la atención varias veces... Ahora tienen que estar encantados.
S: Huy, ¿sí?
I: Pues sí. Que a ver si podíamos ser menos efusivos me decían.
S: Jajajaja. Qué vergüenza...
I: Pfff... Qué tontería. A ver si no voy a poder follar como yo quiera en mi casa...
J: ¿Y tú qué les respondías?
I: Que sí, que haríamos menos ruido. Pero luego hacía lo que me daba la gana. No voy a cortarme y disfrutar menos porque a ellos le molesten un poco el ruido. Lo siento.
J: Bien que haces.
S: ¿Y por qué os cortasteis anoche?
I: Ya os lo he dicho. Porque ahora estamos cariñosos -dijo mirando a Sofía para que parara de preguntar.
 
Capítulo 351

Sofía rio y volvió a hacer referencia a la buena noche que había tenido, pasando Irene a mirarla algo extrañada, mirándome a mí después. Yo me mantuve en silencio empezando a desayunar mientras Mario aparecía por la puerta dando los buenos días. Me quedé pensativo en por qué Irene me había mirado así. Quizá se le pasaba por la cabeza que Sofía y yo habíamos... Algo imposible, ya fuera por razones físicas o mentales. El desayuno transcurrió de manera amena, hablando entre todos, aunque yo tampoco es que lo hiciera mucho.

En cuanto acabamos, Irene se llevó a Sofía a su habitación para enseñarle algo nuevo que había comprado, para que le diera su opinión acerca de ello. Mario y yo mientras tanto, aprovechamos que ellas estaban entretenidas para ir al salón y jugar un rato a la play, la cual había instalado el día anterior al llevarla en el coche. Las chicas volvieron al cabo de un rato y decidieron irse a dar un paseo por la calle comercial al vernos tan entretenidos.

No quedamos en nada para hacer luego más tarde, pero cerca de la hora de comer aparecerían para proponernos irnos por ahí a comer. Mentiría si dijera que era algo que me entusiasmaba, porque no tenía muchas ganas de salir a la calle, pero como íbamos a estar solos los cuatro, pues no llegué a poner ningún inconveniente. Así que nos pusimos guapos para ir a algún sitio especial, ya que yo iba a irme en breve y queríamos aprovechar para hacer algo especial.

En lo que Irene y Mario se duchaban, yo llevé a Sofía a su casa para que ella lo hiciera allí y, sobre todo, para que pudiera coger ropa limpia y más de vestir. Me preguntó si me quería quedar allí para ducharme, pero no lo acabé haciendo, porque una de las dos duchas de su casa no estaba disponible y no quería hacer esperar a todos, por lo que le dije que en cuanto estuviéramos listos vendríamos a por ella y me acabé yendo a casa de mis amigos. En cuanto entré, me fui directo a la ducha, ya que ambos estaban juntos en un baño. De manera rápida, todos acabamos de arreglarnos y fuimos a por Sofía.

Mario iba con una camisa blanca, unos vaqueros y unos zapatos marrones, acabando el outfit con una americana azul marino. Entendía que Irene no le quitara ojo, porque mi amigo tenía muy buen porte, con su cara bien afeitada, y su pelo bien peinado. Hasta se le marcaban algo los músculos con la chaqueta que llevaba puesta. Irene optó por un vestido color crema muy sexy que marcaban sus curvas al ajustarse perfectamente a su cuerpo. Quizá era eso lo que había dicho de enseñarle a Sofía cuando se fueron las dos tras desayunar. También llevaba unas medias negras muy tupidas y unos tacones oscuros cerrados, aunque creo que no eran negros.

Un maquillaje algo más marcado que el que solía llevar al ponerse algo de colorete y al poner un rojo carmesí muy intenso en sus labios. Su peinado era el de siempre, pero es que estaba siempre tan guapa así, que uno no se cansaba nunca de verla de esa manera. Al hacer frío por estar en los primeros días de enero, Irene acababa su conjunto con un abrigo de paño de color perla, el cual le llegaba hasta las rodillas, invitando a imaginarla totalmente desnuda, llegando solo sus medias puestas. Por mi parte, yo opté por ponerme la misma ropa que usé en Noche Vieja, ya que era la que mejor me quedaba. Irene sonrió ampliamente al verme, diciéndome que me veía guapísimo y que le gustaba mucho cómo me quedaba la barba así más crecida y bien peinada.

Fuimos a por Sofía, la cual estaba tremendamente guapa al ir con un vestido parecido al de Irene, pero de color azul metalizado. Ella no llevaba medias, pero sí unos tacones blancos cerrados, teniendo el detalle de pintarse las uñas del mismo color. Esta vez optó por ir con un moño que consistía en peinar su pelo hacia atrás para recoger lo restante a la altura de su coronilla, quedando en forma de una bola grande. Estaba preciosa. De hecho, todos le dijimos lo guapa que estaba, llegando ella a ruborizarse. También iba bien maquillada, algo que no solía hacer mucho.

No era una chica de llevarlo mucho tampoco. No sé si lo hizo adrede o no, pero llevaba el mismo abrigo que en su día llevó puesto cuando intentó acostarse conmigo en el hotel que nos hospedábamos durante aquel trabajo al que fuimos fuera de España. Aquello me trajo recuerdos y no muy buenos, pero verla así de guapa me gustó, por lo que me acabé relajando. Nos metimos todos en mi coche, porque era yo el que conducía y empezamos a dar una vuelta para ver dónde podíamos ir. Finalmente acabamos aparcando por el centro para ir andando mientras nos decidíamos, ya que lo mejores restaurantes andaban por ahí. Acabamos entrando en uno por el que pasamos por la puerta para no tardar más, ya que ellos tenían hambre.

A mí se me fue un poco al ser un restaurante al que había ido con Elena en una de nuestros planes improvisados. Nos sentamos y esperamos al personal para que nos tomara nota de la bebida y de la comida mientras yo recordaba ese momento que compartí allí con mi ex. Algo que me sorprendía mucho era el seguir echándola de menos pese a todo lo que había pasado. No lo llegaba a entender con la rabia que le cogí al enterarme de que era ella la que estaba con mi hermano. Así de pensativo me quedé mirando la mesa en la que nos sentamos esa vez, teniendo mis amigos que llamarme la atención al no responder cuando el camarero nos preguntaba qué queríamos tomar.

Como ya imaginaba cuando me quedé así de empanado, aquello me iba a dar la comida, y así fue, pues no participé casi nada en ninguna conversación. De hecho, no levantaba la mirada casi del plato, el cual me esforcé bastante en comer para no haberlo pedido en vano. No poder disfrutar de un buen plan, que salió de esa manera tan improvisada, con mis amigos era algo que me ponía triste y que me molestaba mucho, ya que todo el tiempo se me olvidaba que esa ocasión sería una de las mejores para estar así los cuatro, sin llegar a saber cuándo se volvería a repetir.

De vuelta, en casa de mis amigos, yo me excusé para echarme un rato en la cama para descansar. Y eso que habían propuesto ir a echar un café o una copa de paso, pero supongo que declinaron al ver mi cara. Así que los dejé a los tres en el salón tomándose una copa mientras yo me marchaba a la habitación de invitados. Me desnudé y me metí en la cama en boxers. Irene no tardó mucho en aparecer para preguntarme qué me pasaba mientras se sentaba de lado en la cama.

-¿Todo bien? -me preguntó con cierto tono maternal.
-Sí, claro.
-Va... Que nos conocemos.
-Estoy un poco cansado. Llevo bastante sin salir de casa mucho y tampoco es que pueda descansar de la mejor manera por la noche todavía.
-Pero si en Noche Vieja estuviste mejor...
-Ya.
-¿No quieres hablar de ello?
-Da igual.
-Si necesitas hablar para desahogarte, aquí me tienes. Yo creo que es mejor sacárselo de dentro, pero como tú veas.
-Es que ese sitio en el que hemos estado comiendo...
-¿Qué pasa con él?
-Pues que estuve allí con ella una vez y me ha traído muchos recuerdos.
-Ah... Lo siento.
-No pasa nada. Enseguida se me pasa.
-Pfff... Es duro. Pasan las semanas, los meses y me sigue doliendo como el primer día. No quiero imaginar cómo tienes que estar tú...
-Qué te voy a contar... -dije pensando que ella solo sabía la mitad de lo que había pasado.
-Ay... -dijo en forma de suspiro.
-Estoy harto de ser una carga para todo el mundo -dije a los pocos segundos.
-No digas eso, porque no lo eres.
-Pues es lo que yo siento que soy. Siento que os he chafado el rato.
-Qué va. Para nada. Estabas un poco callado, pero ha estado muy bien. Me gusta pasar tiempo contigo. Te quiero un montón. Ya lo sabes.

Sonreí al oírla, haciéndolo ella de la misma manera.

-Necesito empezar de nuevo. Creo que irme a vivir fuera ha sido una buena idea. Necesito conocer gente nueva y olvidarme ya de todo esto.
-Ah...
-No lo digo por vosotros. Habéis sido lo mejor que he tenido en mi vida durante estas semanas. Sin vosotros y sin mi madre no sé qué habría sido de mí.
-Gracias por las palabras. Yo me muero si pierdo a Mario. No sé qué haría...
-Pero eso no va a pasar, porque nunca hay problemas entre vosotros.
-Ya, eso es verdad. Pero cuando pasó lo de Sofía...
-Es normal que alguna cosa así pasé. Pero desde entonces no ha habido nada más, ¿no?
-No.
-¿Ves? Por suerte, vosotros no tenéis secretos. Lo sabéis todo sobre el otro todo el tiempo. Así es imposible que la relación se rompa. Y si contamos con lo que os queréis y como os miráis después de... ¿Cuánto lleváis juntos?
-En abril hacemos 4 años.
-Joder... No recordaba que llevarías tanto.
-Como pareja oficial empezamos a mediados de abril. En el último año de universidad. Yo no estaba en mi mejor momento, pero Mario me ayudó mucho en todo. De hecho, gracias a él pude acabar bien la carrera. Mis ánimos esos días no eran los mejores y él estuvo tan pendiente de mí que me acabé enamorado de él.
-Cuéntamelo. Me gusta oírte hablar de esto.

Irene se descalzó para ponerse más cómoda al tumbarse a mi lado, empezando a contarme.

-Pues mira. Ya sabes que mi vida amorosa antes de conocer a Mario era una mierda, ¿verdad?
-Ajá.
-Pues el chico con el que estaba antes de estar con mi Mario, me lo hizo pasar bastante mal.
-¿Y eso?
-No me trataba muy bien -dijo apartando la mirada.
-¿Te pegaba? No jodas...
-No. No lo hacía. Pero me maltrataba psicológicamente. Eso es peor que lo otro en mi opinión.
-Lo siento.
-Me hacía sentir muy mal. Y era muy celoso. No podía mirar a nadie de ninguna manera. Luego me montaba unas muy gordas. El cabrón me dejó el día de San Valentín, ¿sabes?
-Joder... Vaya gilipollas.
-Estuve muy mal durante semanas, porque yo le quería como una tonta. No me preguntes por qué, porque no lo sé. El caso es que los exámenes se iban acercando cada vez más y yo no estaba haciendo nada. En el último año. Una locura. Me quedaba nada y estaba tirando todo un año por la borda. Y entonces lo conocí. Bueno, ya lo había visto varias veces por la facultad. De hecho, teníamos una materia en común. Desde la primera vez que lo vi me fijé en lo guapo que era y en lo formal y bien vestido que iba siempre. Me llamó mucho la atención, pero yo tenía pareja y tampoco es que estuviera pendiente de él todo el tiempo.
-Ya, lo imagino.
-Uno de esos días después de que me dejaran, me lo encontré en la cafetería de la facultad. Me dijo si le podía prestar algo de dinero para un café, porque no había cogido nada y no quería ir zombi. Estaba muy alegre, pero yo estaba de bajón y el me lo notó. A saber qué cara tenía. Se sentó conmigo y me preguntó si me pasaba algo. Yo le dije que nada y le di el dinero, pero él ni lo tocó. Se quedó sentado esperando una mejor respuesta.
-¿Y se la diste?
-No. Me vine abajo y rompí a llorar.
-Ah...
-Él se quedó conmigo consolándome, esperando a que pudiera hablar, porque no sabía qué me pasaba para saber qué decir. Al final se acabó saltando las clases que tenía y se quedó conmigo y estuvimos hablando. No lo conocía de nada, pero se lo conté todo. Hasta me acabó invitando a comer. Fue un gesto muy bonito, porque si te paras a pensarlo, ¿quién deja todo lo pendiente que tiene que hacer para estar con alguien que acaba de conocer porque ha visto a esa persona triste? Me ha pasado muy poco, la verdad.
-¿Y ese día te enamoraste?
-No. Me gustó mucho lo que hizo, pero lo que me hizo enamorarme de él fue la constancia en mantener ese gesto al buscarme para hablarme, preguntarme cómo me encontraba, interesarse por mí en general.
-Ya veo.
-De ahí pasó a invitarme a salir con su grupo de amigos de fiesta y en una de esas ocasiones pues le di un beso. Me atraía un montón y ya sí que me notaba enamorada de él.
-¿Y qué pasó?
-Él se sorprendió un poco, pero cuando me despegué de él, porque fue un beso rápido de toma de contacto, él me dio otro. Le notaba bastante nervioso, pero nos empezamos a besar bastante.
-Qué bien.
-Me notaba como en el cielo. Nunca hasta ese entonces había sentido nada igual. Ni siquiera nos despedimos de nadie, nos fuimos a su casa y allí nos acostamos. Los dos estábamos supernerviosos. Bueno, lo normal cuando te acuestas con alguien por primera vez. Aunque estando enamorada... No sabía si él lo estaba de mí, pero lo notaba igual de nervioso que como lo estaba yo.
-¿Y qué tal?
-Muy bien. Me encantó. Ya sabes cómo es Mario, que es muy cariñoso. Pues dio en el clavo, porque después de una relación así era lo que necesitaba. Me cuidó en todo momento y disfrutamos mucho.
-Aún me acuerdo de cómo lo tenías con la sumisión...
-Pero eso era un juego, nada más. Además, ya no hacemos eso. A veces follamos de manera salvaje, pero ya no hacemos más eso.
-Me llamó mucho la atención.
-Jajajaja. Bueno, ¿por dónde iba? Ah, estuvimos haciéndolo durante bastante tiempo. Tanto que me quedé a dormir. Por la mañana hablamos y me la jugué. Le conté lo que sentía por él.
-¿Y qué pasó?
-Me dijo que él también se había enamorado de mí. Que era una chica preciosa, muy divertida y que se sentía muy bien cuando estaba conmigo, que se le pasaba el tiempo volando. Y aquí estamos ahora.
-Me alegro mucho por vosotros. Es genial que te haya ayudado a salir de aquello y que os vaya tan bien.
 
Capítulo 352

Irene me sonrió y me dio un abrazo, diciéndome que me quería, marchándose después para dejarme descansar. Cuando se marchó, me quedé pensativo en su historia, pensando que quizá una buena manera de salir del pozo en el que me encontraba podría ser abriéndome de esa manera con alguien para intentarlo de nuevo con otra persona, habiendo aprendido de los errores cometidos en mi anterior relación. Quizá podía ser feliz de nuevo así. Pensando en esas cosas, al poco entró Sofía a la habitación, asomando primero su cabeza para ver si dormía y entrando finalmente al ver que la miré. Se sentó de manera similar a Irene para preguntarme lo mismo que hizo ella.

Estuvimos hablando un rato, en el que le conté lo que me ocurría, de la misma manera que hice con Irene. Ella trataba de quitarme todo eso de la cabeza. Me intentaba animar contándome alguna tontería como lo que le costó peinarse así por el pelo tan rebelde que tenía, aunque lo acabó consiguiendo. También me contó cómo buscó un tutorial de maquillaje en YouTube, ya que ella no solía maquillarse de esa manera tan cargada nunca. Mientras ella me contaba sus hazañas para ponerse más guapa de lo que era, yo me puse a pensar en si me podría abrir de esa manera con Sofía.

Era evidente que ella se sentía muy atraída por mí y que me quería, ya que me lo había dicho varias veces, sobre todo en esos últimos meses. Al final me dijo que acabó satisfecha con ambas cosas, preguntándome a mí que le parecía. Yo, obviamente, le respondí que estaba increíble, además de que iba vestida de manera acorde a su peinado y maquillaje. Le reconocí que ver ese abrigo me puso nervioso, porque me recordó al momento tenso que tuvimos en el hotel, pasando a preguntarle si se lo había puesto adrede. Ella me respondió negativamente. Tan solo me dijo que creía que combinaba bien con el vestido y como éste era tan fino y corto, pues necesitaba un abrigo para no pasar frío por si decíamos de ir andando o algo.

Tras hablar un poco más, se acabó despidiendo de mí, diciéndome que se iba a casa porque tenía pensado ir a casa de su madre y hacer noche allí, teniendo que cambiarse y que hacer algunas horas de viaje. Nos despedimos con un abrazo en el que la apreté contra mí, haciendo que durara más de lo que quizá debería haber durado. En esos momentos en los que la abrazaba ponderé lo que pensé de abrirme con ella. Rápidamente lo descarté, porque ella me había dicho en varias ocasiones que no sentía nada más que una buena amistad por mí pese a lo a gusto que decía que estaba conmigo. Otra gran razón por la que me quité esa idea de la cabeza fue por Elena. Aún estaba en mi cabeza y no podía dejar de pensar en ella pese a lo ocurrido hacía nada.

No podía meterme en otra relación, bueno, no podía intentar pasar página e intentar acercarme a otra persona con esas intenciones cuando aún sentía mucho dolor por la anterior relación en la que había estado y en la que tan feliz había sido. Otra razón era que no me veía preparado ni mucho menos para querer a alguien de esa manera cuando apenas me quería a mí mismo por haberle hecho tanto daño a la persona que más quería, aunque fuese de manera indirecta y accidental. Pero se lo había hecho. Y quería mucho a Sofía, pero de manera distinta. Tampoco quería construir algo que le diera pie a ilusionarse y que pudiera hacerla sufrir al no poder corresponderla yo finalmente en esos sentimientos. O quizá le podía hacer daño como se lo hice a mi ex por alguna situación que pudiera surgir y de la cual yo no tuviera el control. Vete tú a saber... Al despegarme de ella me miraba con gesto serio, quizá algo pensativa. Le di un beso en la mejilla para terminar de despedirme de ella y ella me dio otro a mí, acariciándome la cara.

El resto de la tarde la pasé en gran medida en la cama, descansando y pensando sobre todo lo ocurrido aquel día. Tuve la suerte de que Mario vino a por mí para jugar a la play un rato para tratar de que me distrajera, y fue algo que hizo bien, pues estuvimos jugando un buen rato mientras Irene hablaba por teléfono con su madre en su habitación, aunque luego se unió a nosotros mirando curiosa cómo jugábamos. El domingo fue un día bastante similar en el que no salí de la casa de mis amigos, aunque ellos sí que lo hicieron para dar un pequeño paseo. Yo seguía aprovechando los momentos de soledad para pensar en lo mismo de siempre, aunque tampoco me quería hundir, por lo que me centraba también proyectos para el futuro, como el trabajo que tenía pensado, aunque no tenía nada asegurado, por lo que tenía que buscar optativas, llegando a idear algo.

Ese día estaba más animado, siendo más participativo durante la comida con mis amigos, quedándome por la tarde con ellos para ver juntos una película, estando de la misma manera en la cena. Aunque Irene estaba algo seria. Le pregunté qué le ocurría y ella me dijo que estaba un poco triste por mi marcha al día siguiente. Yo para tranquilizarla le dije que mantendríamos mucho contacto por llamada y mensaje y que regresaría asiduamente para que no notaran la pérdida, al igual que le pedí a ambos que vinieran a mi casa en cuanto pudieran, que allí tendrían un lugar para comer y dormir. Mi amiga me dio un gran abrazo, dándome las gracias por esas palabras y por el ofrecimiento.
El lunes por la mañana me levanté muy temprano, cruzándome de hecho con Mario por la casa, ya que él también tenía que hacerlo para irse a trabajar. Me despedí de él con un abrazo, diciéndome que me iba a echar de menos, aunque yo le restaba importancia al recordarle lo dicho el día anterior.

Cuando se fue, me terminé de arreglar, dejándolo todo preparado para echar lo que tenía por ahí en el coche y marcharme, aunque antes fui a despedirme de Irene. Entré despacio en su habitación y la encontré tumbada de lado, tapada hasta arriba. No estaba dormida, aunque si bastante empanada. Me acerqué a ella para decirle que me marchaba y ella sacó sus brazos de debajo de las sábanas para darme un abrazo y decirme también me iba a echar de menos. Luego me dio varios besos en la mejilla y me acabé yendo. Al igual que hice con mis amigos, pasé por casa para despedirme de mi madre, porque era algo que quería hacer y me venía bien porque sabía que mi padre ya se habría ido a trabajar también. Entré con cuidado en casa y fui hasta su habitación, encontrándomela en la cama durmiendo. Con cuidado de no asustarla me puse en cuclillas a su lado para despertarla al acariciarle la cara, aunque se acabó asustando igual. Estaba un poco alarmada, pero la tranquilicé diciéndole porqué estaba ahí, ya que no tenía pensado en realidad regresar en unos días. Me quería asentar bien y dejarlo todo listo y estar yendo y viniendo me tomaría muchas horas y bastante energía de la cual no disponía por mi pésima manera de descansar por las noches. Evidentemente se puso triste, pero no llegó a decir nada, dándome un fuerte abrazo y un beso en la mejilla. Para no alargar más el mal rato me fui de casa diciéndole que hablaríamos a lo largo del día por llamada.

De camino a lo que sería mi "nueva" ciudad, estaba triste como imaginaba, aunque me dolía más de lo que suponía que iba a hacer. Dejaba atrás a lo que me quedaba de familia y a mis amigos, los cuales eran también mi familia en gran medida por como me cuidaron en esos momentos tan difíciles. Hasta apagué la radio, porque aún tenía grabadas las emisoras que Elena eligió en su día, ya que lo normal era escuchar música que le gustara a ella. De vez en cuando miraba también al asiento del copiloto, viendo cómo de vacío estaba, aunque no lo estaba tanto como mi corazón por su ausencia. El viaje de 2 horas daba para mucho, por lo que también navegué en esa rabia que me daba por momentos por lo que me había hecho Elena, siendo aún algo que me era difícil de creer. Al final le pisé al acelerador para llegar cuanto antes y así dejar de pensar en todo aquello, en Elena sobre todo.

Al llegar, evité a toda costa pasar por los lugares que más rondábamos en esos meses que estuvimos viendo juntos por ahí, por lo que no pasé por nuestra antigua casa, ni tampoco por la universidad, ni mucho menos por su trabajo. Me paré en una cafetería en la que no había estado nunca en realidad, situada cerca de lo que en tiempos universitarios fue y ahora iba a volver a ser mi casa. Fue algo rápido, porque en lo que duró el viaje, llegué a una hora aproximada a la de mi quedada con mi antiguo compañero y amigo. Así que me lo bebí rápidamente para espabilarme y fui hasta la casa, ya que fue allí donde quedamos. Nos dimos un gran abrazo, diciéndome él que me veía muy cambiado. Yo le dije que le veía exactamente igual que en esos días en los que vivíamos juntos, aunque había algo de ausencia capilar por su parte. Sin demorarnos más, entramos en la casa y para mi sorpresa me la encontré bastante arreglada. Al contarme él que le dejaron tirado al poco de empezar el curso escolar, me la esperaba sucia y llena de polvo, pero en realidad estaba impecable. Según me dijo, como sabía que era yo el iba a vivir allí, me hizo el favor de encargar que la limpiaran y así tenerla lista para poder empezar a vivir allí cuanto antes.

Nada más entrar por la puerta me inundaron una increíble cantidad de recuerdos de aquellos tiempos. De hecho, estuvimos un buen rato hablando de esos días, con varias anécdotas que tuvieron lugar allí, con varias fiestas que montaban mis compañeros de piso y las que yo asistía, aunque conocía a poca gente de las que había por allí. Nunca fui de llevar a nadie a mi casa. En esos tiempos era una persona bastante tímida en realidad y me daba vergüenza que me vieran aparecer con alguien, y sobre todo con una chica. Era algo similar a llevar a alguien a mi casa real con mis padres. Una tontería, pero así pensaba. Al cabo de un buen rato, después de dejarlo todo arreglado, nos despedimos con un fuerte abrazo de nuevo y se marchó. Yo me senté en una de las sillas que rodeaban a la gran mesa que había en el salón para mirar la casa bien desde ahí. Estaba bastante animado al ver cómo era de grande, siendo algo que se me había olvidado.

Disponía de un gran salón en el que, sin llegar a tener ninguna separación arquitectónica, se podía dividir en una zona de ocio en la que había un sofá dispuesto en forma de L, donde había también una gran televisión, a la cual ya tenía ganas de incarle el diente para jugar ahí a la play, como hacíamos incluso en aquellos días. Y también se podía vividir en otra parte, donde se encontraba esa mesa gigante de forja con un cristal y varias sillas, la cual usábamos para estudiar y comer o cenar. Además, el salón tenía una decoración con algunos cuadros y algunas estanterías, las cuales ya me encargaría de decorar a mi gusto. Desde el salón se podía salir a la calle atravesando un pequeño recibidor en el que había un mueble con un espejo y un perchero. Desde el salón también se podía ir hacia la cocina, amplia, con una nevera de dos puertas, lavavajillas, vitrocerámica, horno... Perfectamente preparada para hacer lo que se quisiera, aunque no estaba yo muy seguro de usar todo aquello. Junto a ella había una pequeña habitacion de pila en la que se encontraba la lavadora y donde se guardaban los demás productos de limpieza.

Lo último que conectaba al salón era un largo pasillo que conducía a las cuatro habitaciones que eran usadas como dormitorios, uno para cada estudiante y también a los dos cuartos de baño, siendo ambos bastantes amplios también, aunque uno lo era más que el otro. Al revisar toda la casa vi que tenía de todo, hasta toallas y sábanas para las camas, por lo que no tenía que preocuparme de nada de aquello. Lo único quizá reprochable era que solo había camas en dos de las cuatro habitaciones, aunque solo iba a usar una. Como dormitorio elegí el más grande, el cual era usado por el hijo del dueño de la casa, mi amigo que me acababa de dar las llaves para que volviera a vivir allí. Contaba con una cama de matrimonio con un colchón bastante decente, un escritorio y una silla, además de una gran estantería. La otra habitación con cama era bastante similar, aunque bastante más pequeña que de la que venía, siendo aún así el segundo dormitorio más grande.

De nuevo se me vinieron muchos recuerdos al entrar ahí. Era la otra habitación que tenía cama, aunque era una individual. Pensé seriamente instalar mi dormitorio allí por aquello de los recuerdos, ya que en su día esa era mi habitación, pero al final vi más práctico y espacioso el más grande, por lo que decidí quedarme ahí finalmente. Pensé en usar las otras dos habitaciones como trastero, aunque una de ellas en realidad me podía servir para colocar una batería que me quería comprar al haber visto la de mi hermano. Me entraron bastantes ganas de retomar ese hobby y ese sería un buen lugar para poder llevarlo a cabo. Toda esa mañana la empleé en dar viejes desde el coche hasta allí para dejar las maletas y todo lo que tenía en él para ir colocándolas y poner todo en orden. A lo largo de esas horas me llamaron tanto mi madre como mis amigos para preguntarme cómo iba todo, dándoles yo detalles y diciendo que todo iba sobre ruedas. Para comer me pedí algo, aunque estaba más entretenido colocando cosas, por lo que no comí mucho, aunque no tenía mucha hambre igualmente.

El resto de la semana la pasé acomodando todo para dejarlo todo a mi gusto. También me acerqué a una tienda en la que vendían instrumentos musicales para preguntar e informarme sobre una batería que fuera decente y que no se fuera mucho de precio, porque no tenía ni idea, pero sabía que barata no iba a ser. Tuve la suerte de dar con alguien muy amable, quien me informó bien, enseñándome varias opciones y contándome por encima cómo funcionaba. Hasta tuvo el detalle de ayudarme a la hora de transportarla y de montarla, porque yo no recordaba ya cómo iba eso. También me dediqué a mirar algún gimnasio, porque había decidido dar un cambio a mi vida en ese aspecto. Me veía demasiado flacucho y no me terminaba de convencer. El problema era que eso también implicaba llevar una buena dieta para tener energía a la hora de hacer ejercicio, además de que quería ganar músculo para no verme tan encanijado. Entre lo delgado que estaba y lo alto que era daba algo de mal rollo verme, sobre todo desnudo. Así que tocaría esforzarse para comer bien.
 
Capítulo 353

Otra cosa que tenía que hacer era buscar un trabajo y en ello me puse. Mi idea era acercarme a la academia de idiomas que solía frecuentar en tiempos universitarios para poder sacarme cursos necesarios para poder rellenar el currículum y así poder encontrar trabajo en un futuro cuando acabara la carrera, además de que de paso me ayudaban con alguna materia. Academia que, de hecho, estaba a nada de mi casa. Tenía pensado hablar con la dueña para ver si me podía colocar allí, ya que la conocía de varios años y pensaba que le podría echar una mano. Se alegró bastante de verme, pero por desgracia no tenía hueco para darme trabajo. Ya tenía personal suficiente y no tenían hueco para más clases. Pero me dio algo de esperanza diciéndome que una de las chicas que estaban ahí dando clase estaba teniendo algún problema familiar y que tal vez se podría quedar una plaza libre.

Me dijo que se pondría en contacto conmigo en cuanto supiera algo más o si finalmente se quedaba una plaza libre, aunque no tenía nada seguro. Fue un chasco, pero era algo en lo que había pensado y que llegué a tener previsto al idear una optativa, la cual consistía en trabajar de profesor particular de inglés y francés. No tenía constancia de que se diera alemán en los institutos, por lo que no lo acabé poniendo. Diseñé rápidamente un cartel en el que me publicitaba para dar clases de esas materias a cualquier nivel para imprimir varias copias e ir poniéndolas por puntos estratégicos de la ciudad, entre los que se encontraban varias bibliotecas, colegios e institutos. La universidad, obviamente, la evité a toda costa. En eso se me fue toda la semana en la que tanto mi madre, como mis amigos se interesaban por mí al preguntarme cada día como me iba y qué hacía.

Yo me encargaba de contarles todo, aunque me reservaba algunas cosas hasta que viera que se iba cumpliendo, como lo de ponerme más en forma de manera más saludable y lo del trabajo. Algo que no cambiaba era el dormir mal. Era algo que no conseguía hacer aún y ya sí que empezaba a ver preocupante, porque al dar ese cambio en mi vida necesitaría bastante energía entre el gimnasio y tanto movimiento. La cosa iba viento en popa hasta que el viernes de esa semana se presentó mi madre en casa sin avisar. Me gustó mucho verla aparecer sin previo aviso, por lo que la hice pasar, ofreciéndole un café después de darle un abrazo y un beso. Le enseñé la casa rápidamente, porque ya la conocía y nos sentamos para hablar en esa gran mesa del salón mientras nos tomábamos el café.

-¿Y cómo has venido?
-Me ha traído tu tío.
-¿Y él? ¿Por qué no ha venido también?
-Tenía cosas que hacer.
-Mamá, ¿estás bien? Te noto un poco...
-Sí. Bueno, es que te echo de menos. ¿Cómo te va?
-Ya lo sabes. Hemos hablado todos los días.
-Ya, pero quiero que me lo cuentes otra vez.
-Me va bien, mamá. Te lo juro. Estoy bastante más optimista. Mira, no quería comentar nada por si no funcionaba, pero he decidido apuntarme al gimnasio y empezar a comer mejor.
-¿Sí? -preguntó ilusionada.
-Sí, mamá. No tengo mucho apetito aún, pero te prometo que me voy a esforzar para empezar a comer mejor.
-¿Y cómo lo vas a hacer?
-De momento pido alguna cosa o voy a sitios de estos que venden comidas caseras. Pero mi idea es aprender a cocinar. Me quiero forzar a ello.
-Qué bien, Javier.
-También hay otra cosa.
-¿El qué?
-He mirado para trabajar.
-¿Sí? -volvio a preguntar ilusionada.

Le comenté lo que tenía pensado y como lo llevé a cabo, teniendo que decantarme por la segunda opción finalmente.

-Me alegro muchísimo, Javier. De verdad. Te lo prometo -dijo dándome un abrazo.
-Gracias, mamá. He venido con muchas ganas y tú y mis amigos os habéis encargado de darme muchas fuerzas para este momento.

Mi madre me miró con una expresión muy tierna, incluso con emoción.

-Javier... -dijo a los pocos segundos- Tengo algo que contarte.
-Claro, dime.
-Verás... -dijo tras unos segundos en los que me miraba inquieta y nerviosa- Tu padre y yo nos hemos separado.

Me quedé parado al oírla porque no me esperaba para nada que me soltara aquello, aunque su cara era un buen indicio de que todo no iba bien. Mentiría si dijera que sentía lo que me estaba diciendo en ese momento, pero no era así. A esas alturas ya conocía a mi padre de sobra y sabía lo que había en todos los ámbitos, además de ver varias cosas a lo largo de los años. Hasta me llegué a alegrar de esa noticia al pensarlo bien, ya que veía a mi madre demasiado buena para tener que aguantar a semejante idiota a diario. Se merecía a alguien mucho mejor que él y lo veía como algo positivo el haberse quitado ese lastre de encima, pero claro... Mi madre, por su expresión, no opinaba igual, ya que su cara lo decía todo. No debe ser nada fácil llegar a esa conclusión después de casi 30 años de matrimonio que llevaban en aquel entonces y teniendo dos hijos en común.

-¿Y cómo ha sido?
-Pues... Es que... Fue por el incidente que tuvimos en casa.
-Ah, eso...
-Sí. Discutimos bastante por ello. Y estos días desde que te has ido de casa pues han sido un poco así... Lo poco que hablábamos era para discutir.
-Ya veo. ¿Y cómo estás?
-Bueno... -dijo encogiéndose de hombros- Fui yo la que tomó la decisión. A tu padre no le sentó bien que se lo dijera. Se ha ido a vivir con tu tía.
-No me cuentes nada de él. Solo me importa cómo estás tú y dónde estás ahora mismo.
-A ver... Yo no estoy tan mal como esperaba estar si te digo la verdad. Tampoco estoy celebrándolo, pero creía que iba a estar peor. Son muchos años juntos y...
-Ya, me lo imagino. Si me puse yo como me puse habiendo estado solo 8 meses con...
-Estoy en casa. Pero no estoy cómoda allí.
-¿Te quieres venir aquí conmigo?
-No creo que sea lo mejor, Javier. Tú ya empiezas a hacer tu vida y necesitas tranquilidad. No quiero ser ninguna carga. No quiero que mi estancia y mi estado de ánimo te frenen.
-No digas tonterías, mamá. Que yo te dije algo parecido cuando aparecí por casa y casi te enfadas.
-Pero no es lo mismo. Soy tu madre.
-Y yo tu hijo. No es justo que tú me cuides y no me dejes hacerlo ahora a mí.
-Pero...
-No hay pero que valga. Quiero que pases unos días conmigo.
-Tenía pensado irme con tus abuelos. Así de paso les hago compañía y les echo una mano con las tareas de la casa.
-Mira, vamos a hacer una cosa. Quiero que pases unos días aquí conmigo. Por lo menos que pases lo peor aquí y así ya vas de otra manera a casa de los abuelos. Ambos nos podemos hacer compañía. Solo unos días, ¿te parece?
-Está bien. Déjame unos días para que apañe todo y lo deje recogido y ya me vengo.
-Vale. Me parece bien. ¿Qué vais a hacer con la casa?
-No lo sé. Ya veremos.

Ya nos pusimos a hablar de otras cosas, sin tocar más ese tema, aunque la veía tocada. Tampoco le iba a decir que me alegraba de aquello, porque era imposible que se pudiera sentar bien. Antes de que mi tío viniera a recogerla, le enseñé la casa un poco para contarle lo que tenía pensado hacer con ella. Mi madre ya la conocía, pero no de esa manera. Le expliqué que mi habitación iba a ser la grande y que la otra que tenía cama iba a ser por si tenía algún invitado o por si alguien necesitaba quedarse unos días allí, insinuando que ella iba a ser la primera. Le gustó cómo estaba todo montado, aunque fuera algo plano todo al carecer de decoración.

También le enseñé otra de las cuatro habitaciones que usaba como almacén para guardar varias cosas que no podía ir dejando por cualquier lado de la casa y finalmente la habitación en la que se encontraba la batería. Se sorprendió al verla, preguntándome al instante cuanto me había costado. No le dije el precio, pero le comenté que no fue algo barato. No puso muy buena cara, pero le dije que no se preocupara, que tenía un buen colchón de dinero ahorrado por ese tiempo que estuve en mi anterior trabajo. La batería le recordó obviamente a mi hermano, ya que a él fue a quien le compraron originariamente una.

-¿Has hablado con David?
-No.
-Javier, deberías...
-No. No lo voy a hacer.
-Pero aquello no fue queriendo... Él no sabía...
-Mamá. ¿Qué te dije en su día?
-Vale, vale. Pero sois hermanos. No podéis estar sin hablaros.
-Vale.

La saqué de allí cambiando de tema para evitar que la conversación siguiera, ya que no tenía ganas de que me recordara todo lo que había pasado. Al rato se marchó de casa, pero le hice prometer que volvería en pocos días para estar allí unos cuantos conmigo.

El resto del día lo pasé pensativo en aquello que me había dicho mi madre. No estaba de bajón, pero algo de mal cuerpo sí que tenía al verme una potencial causa de aquella separación. Que yo pensara eso no significaba que mi madre también lo hiciera y estaba seguro que no había sido una decisión fácil de tomar. Imaginaba que esas palabras que dijo mi padre fueron el detonante final para que ese fin tuviera lugar. No sabía a ciencia cierta si era así, pero todos los indicios apuntaban ahí. La razón por la que me sentía mal en realidad era por ver cómo mi vida se había ido desmoronando poco a poco en esos meses, empezando con la ruptura en la que perdí a una de las personas que más había querido en mi vida, pasando después a perder a mi hermano por estar saliendo con mi ex.

Seguramente él no sabía nada, y así me lo confirmó mi madre, pero el daño que me causó aquello estaba ahí y no quería hablarle para abrir de nuevo esa herida que aún ni siquiera había empezado a cicatrizar. Por otra parte estaba la relación con mi padre, la cual se había ido enfriando con los años, pero que terminó por hacerse añicos con esas palabras suyas. Ya no quería saber nada más de él. Y finalmente la separación de mis padres. Sentía que todo lo que tocaba se iba pudriendo. Pensar aquello, me hizo tratar de salvar las distancias con toda persona que me importaba. Era un pensamiento muy estúpido, pero eran tantas situaciones negativas acumuladas que vi la correlación entre todo. Por eso estuve reticente y algo esquivo cuando Irene me llamó por la tarde para preguntarme si podían ir ella y Mario a pasar el finde conmigo a mi casa, así la vería ella por fin y podríamos salir a comer y luego de fiesta, a ver si me animaba.

Trataba de darle largas diciendo que aún tenía cosas que arreglar en casa, cuando era mentira, pero ella estaba tan alegre, positiva y enérgica que insistió mucho y acabé cediendo. Así que por la mañana del sábado de esa semana vendrían para hacerme compañía. Esa noche no cené demasiado al tener mal cuerpo por la menera que tenía de comerme la cabeza, llegando a dormir poco también, como era habitual.

El sábado estuve deambulando por casa, terminando de poner alguna que otra cosa en su sitio y recogiendo bien para dar buena impresión, aunque era algo que nunca me había costado demasiado, ya que desde que estuve viviendo en esa casa me acostumbré a mantener una casa, aunque fuera entre todos, pero de mi habitación sí que me encargaba yo. Ahora tocaba toda la casa, pero al menos me distraía. Desayuné algo, aunque sin mucha gana, pero como ahora iba al gimnasio tenía que hacer ese esfuerzo extra para no ir con el estómago vacío, porque de esa manera me iba a dar algo. El fin de semana decidí no ir al venirse mis amigos a casa para estar conmigo. Veía feo que vinieran para estar conmigo e irme yo al gimnasio, así que me lo tomé libre. Ya me pondría las pilas la semana siguiente.

A eso de las 12 aparecieron por casa. Mario sabía perfectamente donde estaba, pero Irene no. Y eso era algo que tenía ganas de descubrir. Como ella dijo, no sabía de esa calle estrecha que comunicaba una de las calles comerciales más grandes con una de las zonas más ajetreadas de la ciudad, aunque antes de ello diera con un con enorme colgio que también hacía de instituto. La razón de que no supiera de su existencia era que esas dos zonas eran conectadas por una serie de calles en paralelo, siendo una de ellas en la que vivía yo, pero una de las menos transitadas a la vez. Las dos más reconocidas y usadas para ir de un lugar a otro eran las que se encontraban en los extremos, siendo una de ellas una de las calles más reconocidas de la ciudad y la otra era la que se encontraba junto a un gran monumento y que daba a un parque mediano. Entre ellas había varias, siendo usada también una que tenía un pasaje con más establecimientos en su interior.

Se sorprendió mucho por cómo de moderna y bien arreglada que estaba la casa, ya que la calle tenía un aspecto bastante antiguo con algunos balcones típicos de los años 70. Pero era lo que tenía que un hombre adinerado la hubiera comprado. Para que su hijo estuviera bien situado y no le faltara de nada, se encargó de comprar la casa y reformarla durante todo el verano anterior antes de entrar a la universidad. Hasta donde sabía yo, habían remodelado la casa por completo, porque antes de eso tenía un gran patio el cual quedó recortado considerablemente para poder hacer dos habitaciones más. Les enseñé la casa para que vieran cómo la había dejado y las ideas que tenía para vivir. A ambos le encantaron. Mario se vio sorprendido al ver la batería, diciendo que le traía buenos recuerdos. A mí también me los traía, aunque el más reciente se viera trastocado por cómo fue fluyendo esa semana y sobre todo, por cómo acabó todo. Hasta soltó el chascarrillo de volver a coger la guitarra. Se me vino a la cabeza juntarnos para tocar algo juntos, pero la distancia y los horarios lo ponían bastante complicado.

Irene estaba muy contenta, aunque le notaba algún gesto de vez en cuando, arrugando la cara y medio guiñando los ojos. Me olía lo que era, pero tampoco saqué el tema. No quería hablar de cosas serias a los 5 minutos de que ambos aparecieran por casa. Así que tras un rato en el que estuvimos sentados en el sofá del salón, dijimos de irnos a comer. Me adelante proponiendo ir al mejor hotel de la ciudad, el cual disponía de un buen restaurante con su zona de bar incluso. Era perfecto, porque estaba bordeando la ciudad en sentido contrario a donde vivía hacía escasos meses, así evitaría encontronazos indeseados.

A ambos le parecieron bien, así que fuimos en mi coche, ya que yo no iba a beber y estaba seguro de que ellos sí que se querrían tomar algo, así que subimos por esa calle en la que se encontraba mi casa para ir a la zona donde solía aparcar. Esa era la única pega que tenía la casa para mí, que era imposible aparcar en la misma puerta, teniendo que hacerlo a unos 200 metros. Los tres disfrutamos de una comida genial mientras estuvimos hablando de algunas cosas, sobre todo de cómo nos había ido la semana, del trabajo, algún cotilleo del grupo de amigos y demás. Tras una copiosa comida regresamos a mi casa, aunque pararon antes en su coche para coger una bolsa en la que traían ropa limpia para ese día y el siguiente. Nos pusimos una película, pero Mario cayó dormido a los 10 minutos de empezar, momento que aproveché para hablar con Irene de ese detalle del que me di cuenta nada más llegó.
 
Capítulo 354

-¿Te gusta la casa entonces?
-Sí. Me encanta. Está muy muy bien. Si es más grande que la nuestra, jajaja -reía bajito para no despertar a su novio.
-Se dejaron un dinero en dejarla así en su día.
-¿Y aquí vivías?
-Claro. La habitación secundaria era mi habitación.
-¿Y traías a muchas chicas? -preguntó divertida y curiosa.
-No. De hecho, no traje a ninguna nunca.
-¿En serio? -preguntó incrédula.
-Pues sí. Me daba mucha vergüenza que me oyeran en el tema... Es que vivía con varios amigos y no sé...
-Jajajaja. ¿Y ellos? ¿No traían a nadie?
-Joder que si traían... Más de una noche tuve que aguantar grititos y tal. Lo bueno es que lo aprovechaba para ponerme a estudiar.
-¿Y te concentrabas con todo ese jaleo? Jajajaja.
-Me ponía música -dije haciendo un gesto de tenerlo todo pensado.
-Pues qué raro. No te pega nada eso conforme eres ahora. Quiero decir...
-Ya, ya. No hace falta que...
-¿Y te veías con muchas chicas o tampoco?
-Claro. Eso sí.
-¿Muchas follamigas? -preguntó de nuevo divertida y curiosa.
-Estás muy interesada en mi vida, ¿eh? -dije riendo.
-Es que... -dijo acercándose a mí para echarse sobre mi pecho-. Me intereso por la gente que me importa. Además, ya sabes cómo soy para estos temas, jejeje.
-A ver... Follamigas como tal tuve dos.
-Cuéntame, anda.
-A una ya la conoces.
-Am, es verdad.
-Estuvimos de follamigos durante toda la carrera prácticamente. Si es que hasta en verano nos veíamos de vez en cuando.
-Claro, Ángela y tú sois de la misma ciudad.
-Casi siempre nos volvíamos juntos a casa de hecho.
-¿Y cómo os lo montabais?
-En su casa. Ella vivía con una chica. Ellas dos solas. Y ella tenía novio y muchas noches se iba con el a dormir.
-Ya, a dormir... Jajajaja -reía bajito.
-Ya, bueno. Lo normal. El caso es que siempre lo hacíamos ahí. Salíamos juntos de fiesta y acabábamos en su casa... Pues eso.
-¿Y de borrachera no hubo ningún susto nunca?
-Qué va. Ángela no bebe nada. Y yo casi nada, ya lo sabes.
-Ya, es verdad. Ahora que lo dices... Las veces que he salido con Ángela, no ha bebido nada. Solo cosas sin alcohol.
-Que no bebieramos no quitaba que no nos tuviéramos ganas. A mí ella siempre me ha atraído y era obvio que yo a ella también. Nos calentábamos durante toda la noche con algún beso o alguna caricia. Que si yo le tocaba un poco el culo, que si ella me ponía la mano en el pecho... Lo típico. Al final acabábamos en su casa y echábamos nuestros polvos.
-¿Y no te diste cuenta de...?
-Pues no. Yo estaba tan normal. Creía que ella pensaba como yo.
-Pues no era así. ¿Y no la dejabas colgada alguna vez?
-Claro. Alguna vez veía a alguna chica que me atraía y me acercaba a ella. Me alejaba del grupo y bueno, pues a veces salía bien, pocas en realidad, y otras pues no, jajajaja.
-¿Y ella qué decía?
-Nada. No se molestaba ni nada. Estaba como siempre.
-¿Y ella te lo hacía a ti?
-Yo la veía hablar con algún chico de vez en cuando. Apartados de la gente incluso. Yo suponía que esa noche ya tenía plan y alguna que otra vez me quedaba yo con las ganas, pero tampoco le daba más importancia.
-Pues vaya.
-Mira, por eso me sorprendió cuando me dijiste que Ángela y tú... Porque nunca la había visto con una chica en ese plan. Ni tampoco vi ningún indicio.
-Para darse cuenta de eso hay que tener un don.
-Como el tuyo, ¿no? -dije riéndome.
-Sí, jajajaja -dijo orgullosa.
-Buenos tiempos aquellos -dije algo melancólico.
-Bueno -dijo al ver cómo me ponía-, ¿y la otra?
-Uuuhhh... La otra...
-Huy. ¿Y ese tono?
-Fue complicado. Nos conocimos cuando yo estaba en segundo y ella en primero. Te hablé de ella hace poco.
-¿La de la pillada?
-Sí. Esa.
-Qué morbo...
-Era una chica estupenda. Muy alegre y cariñosa, pero la cosa no acabó bien. Solo la vi durante unos meses. Aunque fue algo intenso para no haber sido pareja.
-Descríbemela, anda...
-No. Que te pones cachonda perdida.
-Tío... -dijo molesta-. Bueno, eso es que estaba buena.
-Claro. A mí me ponía mucho. La cosa es que me cogió cariño. La ayudaba en lo que ella no entendía y bien. Poco antes de Navidad nos liamos y eso.
-¿La ayudabas a estudiar?
-Más o menos. Le resolvía alguna duda y ella pues cada vez me iba preguntando más, porque me dijo que se sentía un poco apartada. Me contó que se perdió los primeros días de clase por un problema familiar que tuvo y cuando empezó ya estaban los típicos grupillos de estudio formados y le daba vergüenza. También iba un poco agobiada por llevar material atrasado, así que me presté a ayudarla.
-El roce hace el cariño.
-Exactamente. Al volver de las vacaciones de Navidad me dijo que me había echado de menos, aunque tampoco es que hubiéramos tenido mucho contacto. Después cayeron más. En esa época estaba de los nervios con los exámenes de febrero. Yo la tranquilizaba diciéndole que no era para tanto.
-Yaaaaaa... Eso le decías... Jajaja.
-Bueno, también había de eso. Le tranquilizaba mucho, de hecho.
-Me lo imagino, jajaja.
-Tía, se agarraba a mí cuando me abrazaba y se quedaba dormida en nada. Al final me tenía que quedar con ella a dormir algunas veces.
-¿Y no os pillaban?
-Bueno, seguro que algo se olerían, pero no nos dijeron nada nunca. Estarían más que acostumbrados. En esos sitios, a esas edades seguro que se folla más que se estudia.
-Jajajaja.
-Algunas veces su compañera de habitación entraba después de hubiéramos acabado.
-¿Sí?
-Claro, tendría que dormir la chica, jajajaja.
-¿Y qué decía?
-Yo siempre me hacía el dormido. Pero la primera vez sí que la oí resoplar. Creo que estaba molesta por encontrarme ahí. Las siguientes no decía nada. Menos mal que ya habíamos acabado siempre que venía...
-Tampoco pasa nada, joder. Por un polvo no pasa nada... Si fuera todos los días, vale. Pero alguna vez de vez en cuando...
-Ya.

Entonces Irene me contó algunas historias parecidas a las que le estaba contando yo, con alguna aventura, rolletes e intentos de relación fallidos. Yo escuchaba atentamente a mi amiga, aunque el tema por el que tenía pensado empezar la conversación seguía rondando mi mente. Así que esperé pacientemente a que contara sus cosas, aunque lo hice con gusto, y le saqué el tema en cuanto acabó.

-Irene, antes cuando te estaba enseñando la casa estabas rara.
-¿Rara? No...
-Sí... Hacías cosas raras con la cara. Es porque está muy cerca de la universidad, ¿no?
-Joder... Pues sí. Es por eso.
-Agradezco que te preocupes por mí, de verdad.
-Claro que lo hago. Eres mi amigo. Uno de los mejores que tengo y te quiero muchísimo. Ya lo sabes. Te lo he dicho muchas veces.
-Yo también te quiero. Eres una de las personas más importantes de mi vida.
-Es que... No sé... Veo inevitable que os acabéis cruzando.
-¿Tú crees?
-La universidad está a nada.
-Piensa que esta calle es muy poco transitada. Solo pasa por aquí la gente con casas en esta calle prácticamente.
-¿Y si da la casualidad de que pase por aquí?
-No tiene porqué. Pero si ni siquiera tú la conocías. Y eso que has vivido también mucho aquí.
-Mi casa no quedaba muy lejos de aquí en realidad.
-Veo muy difícil que me la cruce. Es una tontería que pase por aquí cuando la calle principal que baja da casi directamente a la universidad. Ya te digo que por aquí no pasa ni Dios. Por experiencia de todos los años que estuve aquí te lo digo.
-Vale, confío en ti. Pero, ¿y si coincides con ella yendo a comparar el pan, por ejemplo?
-Pues trataré de hacer todos los recados por la mañana cuando ella esté en clase.
-¿Y si te la cruzas de fiesta? Porque tendrás que salir, digo yo...
-Pues iré a los sitios que menos frecuenten los estudiantes y gente de su edad. Además, ahora mismo no tengo muchas ganas de salir todavía.
-Pues esta noche lo vamos a hacer. Así que luego nos arreglamos y salimos un rato. Que falta te hace. Que en estos meses solo has salido en Noche Vieja y fue solo para ir a mi casa.
-Y fue genial. Me encantó ese día. Agradezco mucho lo que hicisteis por mí, aunque acabáramos un poco...
-Fue un día fantástico, pero es que aún nos duele a todos lo que pasó. Siento haberme puesto así.
-No te preocupes -dije dándole un abrazo mientras pensaba lo peor que se podía sentir si le contaba lo que pasó el día de Reyes.
-No sé, Javi... Me parece un poco precipitado que te vengas a vivir aquí pidiéndote cruzar con... Esa es la única pega que veo a esto.
-Mira, Irene. Nada más pasó aquello la bloqueé en todos sitios. Creo que eso es más que suficiente para que capte el mensaje. Y si me la cruzo, pues mira, la ignoro. Y si me dice algo, pues la mando a la mierda. Así de fácil.
-Vale. Si tú estás conforme, yo también.

Nos acomodamos para terminar de ver la película mientras Mario se echaba su buena siesta, perdiéndosela por completo. A media tarde ya estuvimos hablando a dónde podíamos ir, porque la preocupación de Irene de poder cruzarnos con Noelia era casi obsesiva. No sabía si lo hacía en su totalidad por mí o por no saber cómo podía reaccionar ella al verla. No estaba del todo seguro de cómo lo podría hacer, porque no se lo llegué a preguntar en ningún momento. Estaba bastante seguro de conocer bien a mi amiga, pero siendo un tema delicado en el que le costó perder a una de personas más importantes de su vida de esa forma tan abrupta me hacía dudar en qué podría hacer. La imaginaba peleándose con ella arrastrándola del pelo por media ciudad, pegándole un puñetazo quizá, o lo mismo la ignoraba y se alejaba. No lo sabía, pero desde luego no se lo iba a preguntar, porque era algo incómodo.

Al final nos decidimos por uno que ya estaba en decadencia desde hacía tiempo, aunque en su día era uno de los lugares más frecuentados. Las generaciones de estudiantes cambiaban, al igual que los gustos y eso pasa factura cuando no te adaptas. Mario se acercó a por unas hamburguesas de un local bastante conocido y de calidad, el cual le hacía competencia a los establecimientos más reconocidos de toda la vida. Cenamos en casa mientras mirábamos la tele y charlábamos. De hecho, todos llegamos a decir lo que hacía que no comíamos esas hamburguesas. Tras cenar, nos pusimos guapos al darnos una ducha y arreglarnos bien.

Irene salía impresionante con uno de sus vestidos ajustados. Esta vez optó por uno granate que dejaba toda su espalda al aire. De altura quedaba a medio muslo. Llevaba los brazos al aire y como he dicho, la espalda también. Era bastante evidente que no llevaba sujetador al no ver no rastro de él, pero el bamboleo de sus tetas con algunos movimientos y la manera que tenían sus pezones de marcarse lo hacía más evidente aún. Esa noche se puso unas medias negras muy tupidas que no dejaban ver el color de su piel bajo ellas, acabado con unos tacones del mismo color que el vestido, altos y cerrados, bastante bonitos. Iba más maquillada de lo que ella solía, pero le quedaba realmente bien y la hacía superguapa, llevando su peinado de siempre. Menos mal que iba a llevar un buen abrigo, porque unos minutos así vestida en la calle le hubiera costado un buen resfriado al estar a mediados de enero.

Mario se vistió de manera elegante, como solía hacerlo, con unos vaqueros ajustados, zapatos de vestir, camisa y jersey. Todo muy ajustado, permitiéndole lucir ese cuerpo que se encargaba de trabajar en el gimnasio, aunque no sabía cuándo iba al estar tan liado con el trabajo. Además, él siempre tenía muy buen porte y elegancia. Normal que ligara lo que ligaba en su día antes de echarse novia, aunque aun con Irene, muchas chicas se le quedaban mirando, como pude comprobar esa misma noche. Yo me puse unos vaqueros también. En la parte de arriba me decidí por una camisa oscura, que sin estarme ajustada, no me quedaba tan holgada como alguna otra que tenía. En lugar de usar unos zapatos de vestir como Mario, acabé poniéndome unas zapatillas informales para estar más cómodo. Bajo mi punto de vista, lo que más me lucía y lo me gustaba de lo que veía cuando me miraba al espejo era la nueva barba que decidí dejarme tras la ruptura, aunque en realidad no fue algo decidido. Simplemente me dejé y a la hora de ponerme más presentable, decidí dejarla. En varias ocasiones había pensado dejármela que creciera, pero no lo acababa haciendo por comodidad, sobre todo por el verano, ya que era algo que daba calor. Verme con ella bien arreglada fue algo que me gustó. Ganaba frondosidad y contrastaba bastante por lo oscura que era estando sobre mi piel clara.

Regresé con ellos al salón, viendo como Irene llevaba una de esas medias que se ajustan a medio muslo. Estaba supersexy así, aunque que se las viera yo con esa facilidad, indicaba que cualquiera lo podría hacer también, pero eso era algo que a ella no le importaba. Tampoco se la dio cuando me pilló mirándola por esa zona, poniendo una sonrisa en su cara para decirme después que me veía muy guapo y que le encantaba mi barba, sobre todo cuando me la arreglaba bien. Sin perder mucho más el tiempo salimos y cogimos mi coche para ir hasta ese lugar al que acordamos ir. Nos pillaba bastante retirado y hacia frío para ir andando, además de que cualquiera sabía cómo iría desemvolviéndose para ver en qué estado estarían mis amigos para regresar. Eso, y los tacones de Irene, que yo no sé cómo podía aguantar tanto con ellos.

Fue una noche divertida pese a no tener yo muchas ganas de salir, pero tampoco quería ser un lastre para ellos y chafarles la noche. Se habían portado tan bien conmigo todo el tiempo que hice por donde para tratar de pasarlo bien. Y de hecho, así fue, pues se me pasó relativamente rápido todo el tiempo que estuvimos fuera, ayudándome mucho a distraerme. Nuestra idea era estar en el lugar acordado todo el tiempo, pero es que estaba muy muerto y se te quitaban las ganas de hacer nada ahí, por lo que a la hora o así nos fuimos en busca de otro que estuviera abierto. Allí ya si pudimos pasarlo mejor. Mis amigos se animaban tomando copas, pero yo no quería beber teniendo luego que coger el coche para volver a casa. Me sentía un poco sujetavelas al estar con otra pareja, pero Irene se encargaba de no hacerme sentir tan así al sacarme a bailar pese a poner yo alguna pega.

Se turnaba con los dos para tenernos entretenidos, aunque conforme pasaba el tiempo, el alcohol iba haciendo algo de mella, provocando que se pusiera más cariñosa, pues no paraba de darle besos a Mario, a los cuales mi amigo no le hacía ningún asco.
En ese momento volví a sentir cómo echaba de menos yo algo así. Y pensaba en todo, tanto en una relación, como en ese cariño que te puede proporcionar alguien con quien te lías de fiesta. Sentirme deseado era algo que llevaba tiempo sin sentir y ver cómo alguna chica miraba a Mario pues me llegaba a dar algo de envidia, haciéndome sentir alguien invisible por así decirlo. Tampoco es que fuera mi prioridad, pues llevaba sin levantárseme semanas. Ni por acto reflejo en las mañanas lo llegaba a hacer.

Como ya he dicho, lo pasado el día de Reyes hizo que me desencantara de Elena, haciendo que pensara menos en ella, pero no se me terminaba de ir ese sentimiento de culpabilidad y esa necesidad de tener a alguien de esa manera como la tenía a ella. Eso me hizo pensar en la historieta de Irene de que un clavo saca a otro clavo, lo que me hizo recordar en el momento que tuve con Sofía cuando dormimos juntos aquel fin de semana. Me quedé empanado pensando en si podría animarme a dar ese paso, pero de nuevo, no lo veía algo correcto. Sofía era una chica increíblemente atractiva y guapa, pero es que de una atracción física y de una buena amistad no pasaba. No llegaba a sentir ese cosquilleo ni nada por el estilo. Digamos que no veía una proyección entre nosotros.

Pensándolo bien, con Elena también fue un poco así, pues cuando nos veíamos era prácticamente para echar un polvo. Quedábamos para tomarnos alguna cerveza y hablar, pero luego acabábamos así. Le empecé a dar tantas vueltas a la cabeza que me empecé a encontrar mal, como si me faltara el aire, por lo que fui al baño para echarme agua en la cara. Pero lo cargado que estaba el local no me permitía estar tranquilo, así que salí a la puerta para tomar el aire. Además de salir, me alejé un poco, ya que había gente en la puerta. Me eché sobre el poyete del escaparate de una tienda de ropa cercana. Pensar en todo aquello había desembocado en un ataque de ansiedad que me hizo hiperventilar. Conseguí calmarme a los pocos minutos al tratar de poner la mente en blanco y respirar hondo.

Así que una vez calmado, regresé al local, donde mis amigos me buscaron preguntándome donde estaba, ya que se habían preocupado al no verme por ningún sitio. Yo solo les dije que estaba tomando el aire, tratando de no alertarlos y que no se me notara. Aun así me dijeron que me veían muy blanco, por lo que nos acabamos yendo a casa pese a repetirles que no pasaba nada. Al final me convencieron, porque ya era algo tarde y se les veía cansados. De vuelta a casa, ambos se sentaron detrás, siguiendo con algún beso mientras yo me sentía algo mal por haberles chafado en cierto modo la noche, aunque tampoco parecían muy disgustados con esas muestras de cariño que tenían. Al llegar a casa seguían muy pegados. "Normal, si son pareja", pensaba yo.

Tras corroborar que estaba bien, enfilaron el pasillo para irse a la habitación de invitados, pero los detuve, diciéndoles que durmieran en la mía, ya que la cama era más grande y estarían más cómodos ahí. De primeras se negaron, pero acabaron aceptando al ponerme insistente y al coger yo la bolsa de ropa que trajeron y llevándola allí. Yo me cambié rápidamente y me fui a la habitación para meterme en la cama y tratar de dormir. No tardé mucho en escuchar a mis amigos seguir con el cariño que se empezaron a dar en el local. Oía risitas y algún gemido después, con el consecuente sonido causado por la cama. De nuevo, me sentía bastante solo al ver cómo se querían ellos. Y ya sé que no era así, pues los tenía a ellos, a Sofía y a mi madre. Todas esas personas me querían mucho, al igual que yo a ellas, pero me sentía muy vacío todavía. Tan triste me puse que empecé a llorar en silencio, cogiendo el móvil para mirar fotos de Elena.

Y esa era otra. No sabía cómo podía estar en esa situación viendo fotos en las que salía después de lo ocurrido, pero así era. Tampoco duraron mucho mis amigos, por lo que cuando dejé de oírlos, puse el móvil sobre la mesita y me acurruqué de lado para intentar dormir por si les daba por venir a ver cómo estaba. Después de ese silencio oí como alguien se duchaba y de nuevo silencio, pero tras unos minutos alguien abrió la puerta de mi habitación y entró, metiéndose en la cama conmigo, abrazándome por detrás.
 
Capítulo 355

-¿Estás despierto? -dijo Irene bajito.

No le respondí, haciéndome el dormido. Ella apretó su abrazo, dándome un beso en el hombro y otro en la cabeza. Me acariciaba el pecho y pegaba su cuerpo al mío, como si buscara darme calor. Y cada vez lo hacía más, buscando mis manos para entrelazar sus dedos con los míos y así completar el abrazo. Mentiría si dijera que no me supo a gloria sentirla así, pues era algo que necesitaba. Pero tampoco quería hablar de ello y que me lo notara, por lo que tuve cuidado de que no se enterara de que estaba despierto y que estaba así de regular. Ella se durmió enseguida, pero yo tardé algo más, aunque pude dormir algo más de lo que solía, que seguía siendo poco.

Antes de que empezara a amanecer me levanté con cuidado y la cogí en brazos, acurrucándose ella a mí, para llevarla junto a Mario y que durmiera allí mejor, ya que tendría más espacio y estaría con él. Regresé a mi habitación y me eché un rato más, consiguiendo dormir algo. A las pocas horas me levanté después de dormir algo más, aunque me despertaba varias veces, pero ya no me apetecía estar más en la cama, así que fui a hacer algo de desayuno, pero mis amigos no tenían prisa en levantarse, por lo que me quedé esperándolos en el salón. Sobre las 11 de la mañana acudió Irene por el salón en pijama, con la cara de recién levantada y con el pelo alborotado. Me dio los buenos días asomándose, pero fue al baño. 5 minutos después volvió estando ya con la cara despejada y peinada. Se sentó a mi lado en el sofá y me dio un abrazo largo, acariciándome la espalda y dándome algún beso en el hombro. No sabía a qué venía que estuviera así, por lo que le pregunté.

-¿Estás bien?
-Claro, ¿por?
-No sé... Te veo supercariñosa.
-Eso es porque te quiero -dijo sonriendo mientras me acariciaba la cara.
-¿Estás aún borracha? -dije medio riéndome.
-Nooooo. Bobo. Aunque resaca tengo. Me duele un poco la cabeza.
-Ahora te doy algo para eso. Pero veo que seguís así de cariñosos para aparecer así, ¿no?
-Bueno... Sí, seguimos así. Pero que esté así contigo no es por eso. Tú me ayudaste más de lo que crees cuando tuve mi problema con Mario por Sofía. Ahora me toca a mí ayudarte a ti. Sé lo mal que lo has pasado y lo sigues haciendo. Solo quiero que sepas que me vas a tener siempre.
-Gracias, Irene. De verdad.

Irene de nuevo me abrazó igual que hacía pocos minutos. Una vez más, me hacía sentir genial al estar tan cerca de mí y poder notar su calor corporal, además de su olor.

-¿Y Mario?
-Durmiendo.
-¿Le diste caña anoche?
-No. Estuvimos en plan tranquilo. Pero es que los fines de semana son así para él. Arrastra mucho cansancio por trabajar tantas horas durante toda la semana y madrugar tanto. Además, ayer salimos de fiesta.
-Ah... ¿Quieres desayunar?
-Pues sí. Tengo hambre. Mario ya comerá en el almuerzo. Y no te preocupes, ahora arreglamos tu habitación.
-No hace falta.
-Pues claro que sí.

Ambos fuimos a la cocina para desayunar tranquilamente, yéndonos al salón después para ver la tele mientras Mario se levantaba. Efectivamente, sobre la 1 o así se acabó levantando, yendo directamente al baño para arreglarse y lavarse. Cuando vino con nosotros saludó, poniéndome a mí la mano en el hombro. Hasta pregunté riéndome si él también estaba cariñoso. Ambos rieron. Pedimos algo para comer al rato y lo hicimos tranquilamente mientras charlábamos y mirábamos la tele. Después hicimos como el día anterior y vimos una película estando los tres bastante relajados. Ese fin de semana fue un par de días bastante diferentes a los primeros que pasé en esa casa tras mi regreso. Sentía el calor de un hogar por así decirlo, porque al vivir solo, todo estaba un poco vacío y no sentía del todo ese calor propio de un hogar.

Supongo que debía acostumbrarme, porque era la primera vez que vivía solo de verdad, sin nadie más a mi lado. A media tarde, ambos dijeron de irse para no llegar muy tarde a casa y así estar descansados para la semana que estaba por empezar. La despedida fue en la misma tónica que los saludos de ambos de esa mañana. Ambos seguían muy cariñosos conmigo. Mario me dio un buen abrazo con palmadas en la espalda, mientras que Irene me dio otro, aunque más largo mientras acariciaba mi espalda. Después me dio un beso en la mejilla, cogiéndome la cara para mirarme a los ojos y pasar a sonreírme. No me quejaba, pero lo veía algo raro. Estaban mostrando más cariño de lo que me habían mostrado esas últimas semanas, que no era poco precisamente.

Al irse fui a darme una ducha tranquilamente, yendo a mi habitación para ponerme más cómodo, viendo que estaba todo perfecto, aunque había un detalle que noté. La caja que me envió Elena no estaba en el mismo sitio en el que la dejé yo. Estaba en la misma balda de la estantería, pero puesta de distinta manera. Me extrañó y la cogí, viendo que el contenido también estaba de manera diferente a como lo dejé yo cuando la abrí por última vez. Estaba bastante claro. Ambos habían cogido la caja y la habían abierto. Ahora entendía porqué estaban ambos tan cariñosos y cercanos. Tampoco le di mucha importancia. Teníamos la confianza suficiente como para coger algo así. Supuse que sentirían curiosidad y la cogerían y ya pues al ver lo que había en el interior les empecé a dar pena o algo. No quería hablar de aquello con ellos por si me caía una charla de la que no tenía ganas, así que lo dejé aparcado esperando que ellos también lo hicieran.

La siguiente semana fui a por mi madre a casa de mis abuelos. Comimos allí y nos despedimos de ellos, sin llegar a tocar ningún tema peliagudo en concreto. Todos actuábamos como si no pasara nada. De camino a mi casa, mi madre estaba mirando por la ventana todo el tiempo, aunque yo me esforzaba poniendo una de mis manos sobres la suya para que me mirara y así poder sonreírle. Ella también lo hacía, pero al poco volvía a ponerse a mirar por la ventana. Puse la radio y le saqué tema de conversación para hacérselo más llevadero, consiguiéndolo, aunque las 2 horas de viaje se hicieron algo largas.

En cuanto entró, fue directa con su maleta a instalarse, pero la detuve de inmediato, pues iba derecha a la habitación de invitados. Tras una conversación en la que ninguno cedía, la logré convencer de que se quedara en mi habitación, ya que era la que tenía la cama más grande y así estaría más cómoda. Cedió con la condición de que durmiera con ella. Acepté sin mucha objeción, ya que era algo que no me molestaba, de hecho hasta iba buscando ese calor y contacto como me pasó con Irene hacía pocas horas. Y estaba seguro de que mi madre también lo buscaba.

Así que de ese modo nos apañamos esa semana. Nuestra rutina consistía en dormir juntos por la noche, aunque bueno... Yo seguía con mi manera de dormir tan mala que apenas me permitía hacerlo algunas horas, aunque ella también se movía mucho, pero la gran mayoría de las veces yo me hacía el dormido para que no se preocupara por mí. Con 26 años y durmiendo con mi madre... Pero era una situación un tanto especial. Ambos estábamos pasando por algo similar y nos venía bien ese calor humano. Yo era el que se levantaba siempre el primero para irme al salón y esperarla a ella. Llegaba un punto en el que no podía estar más en la cama y necesitaba moverme. Así que la esperaba jugando, haciéndoseme corto en realidad por estar entretenido y porque mi madre tampoco se levantaba muy tarde.

Una vez lo hacía, desayunábamos juntos y estábamos un rato charlando, pero yo me ausentaba un rato para ir al gimnasio, ya que estaba pagando la mensualidad y no quería desaprovecharlo, además de que quería seguir tonificando mi cuerpo para no parecer tan esmirriado y de paso no ser tan invisible para los demás, ya que el fin de semana anterior en la salida con mis amigos fue la sensación que me dio. Pero ese cambio iba a ser lento. Era consciente de ello, pero me propuse llevarlo a cabo y no faltaba ningún día. También tenía en cuenta que para lograr una mejor imagen debía empezar a comer bien y no como si fuera un pájaro. Debía ingerir las calorías necesarias para toda la energía que quemaba mi cuerpo, además de la proteína necesaria para aumentar la masa muscular que tenía bastante floja. Lo bueno es que de la grasa que tenía me libre naturalmente y sin esfuerzo. Algo bueno tenía que tener no comer casi nada, aunque solo fuera algo bueno a los ojos, pues es perjudicial para el organismo.

Como tenía que comer mejor y mi madre estaba por allí, pues con más razón me propuse acabarme todo lo que mi madre se encargaba de cocinar. Eso sí, le dije que tirara más por el lado saludable, teniendo que reducir algún plato de la amplia gama que tenía en su repertorio y que a cada cual estaba más bueno. Ella estaba encantada de ver cómo me comía todo sin rechistar y sin que ella me tuviera que insistir de hecho, porque no daba pie a ello. Era mucho más fácil comerme aquello con lo rico que estaba, y al salir del gimnasio hacía más hambre al quemar, como es obvio. Si no te mueves, vas a tener menos hambre que si lo haces.

Las tardes las empleábamos en dar paseos por la ciudad, porque ella no la conocía apenas. Las veces que había ido había sido para visitarme cuando estaba en la universidad. Así que la llevé a varios sitios famosos para que los viera, aunque siempre llevaba cuidado de no ir por las calles más transitadas. Era un poco neurótico actuar así, pero prefería ser precavido que enfrentarme a algo que no quería hacer, y mucho menos delante de mi madre. También nos entreteníamos en ver alguna serie juntos, aunque eso sobre todo lo hacíamos por la noche. Ambos habíamos sido siempre de irnos tarde a dormir y aprovechábamos para ver varios capítulos.

La semana fue muy tranquila, con mis amigos preguntándome cómo me iba, aunque no les llegaba a decir que mi madre se encontraba allí. No me apetecía hablarlo con nadie en realidad. Lo veía algo íntimo de la familia y no era yo el protagonista del problema. Si venían y mi madre creía oportuno contarles algo, pues que fuera ella la que lo decidiera. No lo iba a hacer yo, desde luego. Estaba bastante a gusto conviviendo con mi madre, aunque el viernes por la tarde la veía un poco pensativa y ausente, por lo que le pregunté qué le ocurría.

-No me pasa nada -me respondía de manera poco convincente.
-Ya... Mamá, que nos conocemos.
-Nada, he estado pensando.
-¿Qué has pensado?
-Pues que yo poco pinto aquí.
-¿Por qué dices eso? ¿No estás a gusto conmigo?
-Nooooo. No, no, no, no... -repetía mientras me daba un abrazo con fuerza.
-¿Entonces? Porque yo estoy a gusto contigo aquí.
-Yo también lo estoy aquí contigo, hijo. Pero es que...
-¿Qué pasa?
-Pues que yo estorbo aquí.
-¿Qué? ¿Por qué ibas a estorbar?
-Pues porque sí. Porque yo te veo ya muy bien. Veo que te manejas genial y que no me necesitas para nada. Y tendrás que entrar y salir, conocer gente, traer a tus amigos... Y yo poco pinto en todo eso.
-Pero no hace falta...
-Y por eso he pensado que me voy a vivir con tus abuelos.
-Ah.
-Ya están mayores y les vendría bien una mano.
-Vale. Si es lo que quieres, me parece perfecto. Pero no quiero que te vayas porque pienses que no estoy a gusto contigo o porque creas que estorbas. Porque para nada es así. Ahora mismo eres la persona más importante de mi vida.

Mi madre me miró sorprendida, quizá por la manera que tuve de decirle todo eso, pues no era muy normal en mi abrirme de esa manera en familia. Hasta podía ver algo de emoción en sus ojos. Me dio un abrazo de nuevo, con mucha fuerza y continuó:

-Lo sé, Javier. Tú también eres muy importante para mí. Ya lo sabes. Pero creo que es lo mejor. Tú ya vuelves a tener tu vida, empezarás a trabajar de nuevo, saldrás, conocerás gente. Y yo no puedo estar aquí. No quiero que te lo tomes como que estorbo, pero yo veo que puedo frenarte. Solo es eso. Y creo que estaría bien irme con tus abuelos, así no estoy sola.
-Vale, mamá. Si es lo que quieres, me parece bien.

Al final quedamos en eso, en que se iría a casa de mis abuelos. Me encargaría yo de llevarla al día siguiente, empezando ella a hacer la maleta por la tarde. No me sentó mal que me dijera que se quería ir, pero sí que lo hiciera por pensar todo aquello. Así que tras esa conversación y alguna que otra más a lo largo del día, le dejé claro que no estorbaba y que podía quedarse si quería. Pero ella ya había tomado su decisión, apoyándose en eso de que mis abuelos estaban ya algo mayores y les vendría bien ayuda en la casa de varias plantas que tenían. Ambos quedamos conformes al hablar bien del tema, dejándolo todo claro.
Así que el sábado nos levantamos, no muy temprano, y tras una ducha nos pusimos a desayunar tranquilamente. Cuando acabamos, eché la maleta al coche y nos montamos para ir a mi ciudad y dejarla en casa de mis abuelos.

Pese a lo que se pudiera esperar, la ida fue amena al tener puesta la radio y al charlar durante todo el camino. Era una despedida, pero en realidad no lo veíamos así, pues prometí ir casi todas las semanas para verla a ella y a mis abuelos. Y eso era algo que quería aprovechar para ir a ver a mis amigos, así no tendría esa sensación de lejanía. Cuando llegamos, entramos y les dimos una sorpresa a ambos, pues al parecer, mi madre no les había dicho nada. A ambos le hicieron mucha ilusión que fuera a vivir allí con ellos. El que más lo celebraba era mi abuelo quizá, pues le encantaba como cocinaba mi madre, ya que era muy normal que cuando ella hacía algo de comer en casa, le apartara un plato a él para luego llevárselo por la tarde. Al final me quedé a comer, echando un rato muy bueno y fue algo fantástico que no sacaran ningún tema peliagudo, ya fuera el mío, del cual estaba seguro que mi madre había contado más de la cuenta, y el suyo propio.

Me quedé un rato más, aprovechando mi abuela para hacer café y tomárnoslo allí todos juntos. Mientras lo hacía, puse por el grupo de WhatsApp en el que estábamos Irene, Mario, Sofía y yo que andaba por ahí, por si les apetecía quedar para tomar algún café o algo. La pareja dijo que iban a estar todo el finde fuera, ya que se habían ido a casa de los padres de Irene para estar con ellos y comer allí ambos días porque resultaba que era el cumpleaños de uno de ellos. Sofía, por su parte me dijo que ella estaba libre, así que me despedí de mi madre y de mis abuelos, diciendo que vendría asiduamente a verlos a todos y me marché en dirección a casa de mi amiga. Cuando llegué, llamé a la puerta y ella me abrió con una sonrisa enorme en su cara. También me dio un fuerte abrazo y un beso en la mejilla, haciéndome pasar.

-¿Y cómo es que estás por aquí? -me preguntó cuando nos sentamos en el sofá.
-Pues he venido a ver a mi madre y a mis abuelos.
-¿Están bien?
-Claro, era solo para ver cómo estaban.
-Me alegro.
-Y bueno, he comido con ellos y ya que estaba por aquí pues he preguntado eso por el grupo.
-Sí, es que es el cumpleaños de la madre de Irene y se han ido con ellos el fin de semana para estar con ellos y eso.
-Pero si estuvieron en Navidades, ¿no?
-Ya, pero quieren aprovechar ahora que no tienen mucho lío en el trabajo. Sobre todo Mario.
-Ah, vale.
-Pero bueno, yo estoy aquí.
-¿Nos tomamos un café? Aunque yo me acabo de tomar uno...
-Mmmm... ¿Y si nos vamos a tu cuidad y me enseñas tu casa y eso?
-No es mala.
-Así me enseñas también la ciudad también. Bueno, la zona por la que te movías y lo haces ahora, jeje.
-¿No has estado nunca por allí?
-No. Yo no estudie allí. Lo poco que he estado ha sido cuando iba a tu casa. Tampoco tenía amistades estudiando allí ni nada.
-Ah, pues genial.
-Mira, ¿te parece si me llevo algo de ropa y salimos esta noche a dar una vuelta?
-De fiesta, ¿no?
-Sí. Bueno, si tú quieres... -me preguntó comedida.
-Claro. Si te apetece, yo te llevo por ahí. Y luego te quedas a dormir en mi casa y tan a gusto.
-Vale -dijo sonriendo ampliamente.

Me levanté para salir a la calle, pero ella me frenó.

-Espera... Que tengo que coger mis cosas.
-Ah, es verdad. Qué cabeza tengo.
-¿Me ayudas a elegir modelito para esta noche?
-Eh, claro.
-Vamos a mi habitación.
 
Capítulo 356

Sofía me cogió de la mano y me llevó a su habitación. Justo al entrar me vino el recuerdo de hacía unos meses en el que me contaba lo preocupada que estaba por mí por el juego que tuvo lugar ese día pocas horas antes de la fiesta de Halloween y lo que me quería. Fue un flash de un segundo, volviendo al presente en cuanto oí su voz.

-A ver, tengo varios vestidos.
-Seguro que con todos estás genial.
-Bueno, se intenta. Pero no sé muy bien cuál llevarme.
-¿Cuál es el que más te gusta?
-El que me puse cuando salimos a comer con Irene y Mario.
-Ah, ese estaba muy bien.
-Pero no me apetece repetir. A ver qué te parecen a ti estos. También me gustan mucho.

Entonces sacó de su armario tres vestidos, colocándolos encima de la cama. Le di mi opinión sobre cada uno de ellos por encima, pero ella no parecía muy convencida.

-Mira, lo mejor es que me los pruebe y así me los veas puestos. Seguro que así me puedes dar una opinión más segura.
-Vale -dije levantándome.
-¿Pero a dónde vas, nene?
-Eh...
-Que tenemos confianza... Si me has visto desnuda muchas veces. Anda, siéntate.

Algo cortado me senté y ella se empezó a desnudar. Reconozco que sentí algo de nervios al ver cómo se despojaba de la sudadera azul ancha con gorro que llevaba, quitándose después una camiseta blanca de tirantes ajustada y luego sus leggings negros, quedándose en un conjunto de ropa interior blanco muy bonito, aunque no transparentaba nada. Era el mismo sentimiento que tuve cuando se quedó a dormir en casa de mis amigos hacía una semana justamente, en donde ella se quedó de una manera parecida para tumbarse a mi lado, pegándose al rato mucho más, tanto que sentía sus formas corporales perfectamente, de la misma manera que las sentí por la mañana cuando vino del baño y tenía frío. Por suerte en esta ocasión, no se quitó la ropa interior, empezando a ponerse los vestidos.

El primero de ellos se trataba de uno azul eléctrico, el cual le llegaba casi a la altura de las rodillas, quedando un poco por encima de éstas. Le estaba muy ajustado y la parte de arriba le cubría las tetas bien, aunque dejaban un generoso escote que le quedaba espectacular con semejantes melones. Se acoplaba a los hombros de mi amiga al cruzarse varios hilos formando una maraña de ellos, aunque quedaba bonito.

-¿No estás incómoda con ese vestido?
-No, ¿por qué lo dices?
-Es superajustado, tiene pinta de agobiar y los tirantes son un poco... No sé. Aunque es muy bonito.
-Pues para nada. Se acopla muy bien a la piel. Y es tan fino y elástico que parece que no llevas nada. Te lo prometo. Lo de los tirantes, pues sí, en un poco coñazo. Pero solo a la hora de ponértelo y quitártelo.
-Ah, bueno.
-¿Te gusta?
-Sí. Es muy bonito.
-Vamos a ver los otros dos.

Sofía se volvió a desnudar, esta vez contoneándose, poniéndose de lado y luego de espaldas, encorvándose al quitárselo, regalándome una perspectiva perfecta de su culo. De nuevo me puse algo nervioso. No sabía si lo estaba haciendo a posta, pero lo hacía con una naturalidad, que me indicaba que no era así. Cogió el siguiente vestido y se lo empezó a poner, siendo más fácil que el anterior para ella. En esta ocasión se trataba de un vestido amarillo, también ajustado, pero no tanto como el azul. Incluso parecía de otro tejido a simple vista. Éste brillaba bastante, haciéndolo bastante chillón entre el color y ese brillo.

Era más simple que el otro, pues tenía unos finos tirantes clásicos para sostenerse. También tenía escote, pero menos que el anterior. A la altura del vientre tenía un cinturón negro que parecía ir pegado al vestido, porque no se le caía. Lo que llamaba la atención del vestido era lo corto que parecía quizá, ya que le quedaba por encima de medio muslo. Siempre que veía a una chica vestir una prenda tan corta se me venía la misma pregunta a la cabeza: ¿Cómo se pueden poner eso y tener que estar pendientes todo el tiempo de que no se le vean las bragas en cualquier movimiento brusco que hagan?

Es que daba la sensación que en cuanto se sentara se le iba a ver hasta el alma, aunque no lo llegué a comprobar. Pero sí fue algo que hice en varias ocasiones al salir. Era muy normal ver a chicas vestidas así de corto, aunque casi nunca llegaba a ver nada al fijarme. Las chicas parece que tienen ese don para saber cómo moverse y sentarse, cruzando las piernas en milésimas de segundos para que no se les vea nada. Volviendo al presente, Sofía esperaba mi opinión sobre ese vestido, poniendo sus brazos en jarra.

-¿Qué tal este?
-Bueno...
-Huy... No te veo muy convencido...
-Es el color. No soy muy fan del amarillo. Además, es muy chillón. Con eso te ven venir desde aquí.
-No es tan feo...
-No he dicho que lo sea. Simplemente, no es de lo que más me gusta ver. Aunque estás guapísima con él.
-Vale, jajaja. Vamos a ver con el último.

Sofía se volvió a desnudar, esta vez de manera más rápida por lo cómodo que parecía ser el vestido. De hecho, se lo comenté, dándome ella la razón. No se me iba la vista de ese culazo con ese culotte blanco que tan buena figura le hacía, pero mi cuerpo seguía sin terminar de reaccionar. Pensé en eso, pero para cuando me di cuenta, Sofía ya se había puesto el nuevo y último vestido. Éste fue el que más me gustó en cuanto se lo vi puesto. Era un vestido rojo bermellón palabra de honor con un buen escote también, pero no tan pronunciado como el del vestido azul, que si te asomabas veías más de lo que debías.

Este mostraba un prolongado canalillo, aunque sujetaba bien las tetas con unas copas que llevaba incorporadas. De hecho, Sofía se quitó el sujetador sin mostrarme las tetas directamente diciendo que así se lo podría ver mejor. El vestido le quedaba como un guante, pues era también ajustado, pero no tanto como el primero. También disponía de unas pequeñas mangas que no debían medir más de 10 centímetros. Este vestido quedaba a medio muslo, haciéndole una figura marcada y bonita, resaltando sobre todo sus pechos, aunque tampoco era un corsé. Algo que me pareció peculiar era que antes de la cintura, el vestido se ajustaba más, haciendo la falsa sensación de tener un cinturón incorporado, pero no terminaba de ser así, ya que lo único que se veía era un lazo algo grande para adornar.

-Me encanta -dije en cuanto pude.
-Sabía que te gustaría.
-¿Y eso?
-Pues porque con este vestido es con el que más me entran, jajaja.
-Ah. Entonces has tenido mucha suerte con él puesto, ¿no?
-Bueno... Solo cuando me apetece. No me voy con cualquiera -dijo riendo.
-Bueno, pues ya está.
-Espera. ¿Tienes prisa?
-Pero si ya hemos acabado, ¿no?
-Pues no. ¿Y los zapatos?
-Ah. Venga, a ver qué tienes.

Sofía me sacó varios pares de zapatos que tenía en un apartado dentro del armario, probándose varios, aunque hubo unos que me llamaron la atención bastante y que me gustaron mucho cómo le quedaban. Eran unos negros que dejaban sus pies al descubierto casi en su totalidad. Negros, con un broche en el tobillo para llevarlos sujetos y una pequeña franja con brillos por encima de los dedos, dejándolos visibles. Eran muy altos.

-A mí también me gustan mucho estos tacones.
-Te quedan muy bien. Tienes unos pies bonitos.
-¿Sí?
-Claro. ¿No los ves?
-Sí. Nunca he tenido queja con ellos.
-A ver... -dije levantándome y yendo hacia ella.

Me puse frente a Sofía para ver cómo de altos eran, y sí que lo eran, ya que su frente quedaba a la altura de mi boca.

-Joder, casi me pillas, ¿eh?
-¿Has visto?
-Es que eres alta, pero con estos tacones ya...
-Me gusta lo que veo -dijo enlazando un brazo suyo con uno de los míos, poniéndonos a ambos frente al gran espejo que tenía sobre la cómoda de su habitación.
-Pues no sé, porque yo en sudadera no pego mucho contigo así vestida.
-Lo digo por la altura. A veces me cohíbo al ponerme tacones muy altos. He oído de refilón a algún chico decir que no me ha entrado por verme tan alta. Como que intimido.
-Vaya tontería.
-Ya.
-¿Y chicas?
-Aún no me he lanzado a ello. Tampoco ha venido ninguna buscándome.
-Bueno, todo es probar.
-Entonces, ¿te parece bien el conjunto?
-Sí. Estás guapísima.
-Pues ya está. Porque medias con estos tacones no me voy a poner.
-Vale. ¿Nos vamos ya?
-Espérame en el salón. Preparo todo para llevarlo en una mochila y nos vamos.

Me retiré al salón antes de que se quitara el vestido para evitar ponerme nervioso de nuevo, y más teniendo en cuenta que ahora no llevaba sujetador. Parecía venirse un buen fin de semana, al igual que el anterior, aunque tuviera ese bajón. Esperaba no tenerlo este y poder disfrutar de la compañía de mi amiga y que ella disfrutara también de mí al enseñarle la ciudad, por donde me movía y cómo era salir allí. Estuve pensando a dónde podía llevarla, ya que, al ser fin de semana, quizá Noelia se había ido a casa y podía estar más tranquilo y relajado al enseñarle la ciudad, pero cuando abrí los ojos me quedé parado al verla frente a mí de aquella manera.

A mi amiga no se le ocurrió otra cosa que ponerse frente a mí con un disfraz de Catwoman bastante provocativo. El disfraz estaba bastante logrado, pues era un traje de cuero ajustado que se le pegaba a la piel perfectamente. La cremallera que llevaba el disfraz, la cual iba desde el ombligo hasta el cuello estaba a medio subir, sin llegar a sus tetas, lo cual le hacía un escote de infarto y el colmo era que no llevaba sujetador, siendo algo evidente por no ver rastro de él en esa apertura del disfraz, aunque la manera que tenían sus pezones de marcarse también era un buen indicio.

Llevaba también unas largas botas negras con un tacón muy alto y los guantes que simulaban tener unas uñas o garras en los dedos. Además, llevaba el antifaz, que dejaba su frondoso pelo escapar por la parte de abajo, teniendo arriba las orejas de gata. Si hasta tenía el látigo en la mano. Era un disfraz muy completo y llamativo por la manera que tenía ella de vestirlo. Me quedé pálido al verla así y tan cerca, sin llegar a saber cómo reaccionar, aunque mi cuerpo decidió volver a ponerse nervioso, pues mi corazón latía con fuerza.

-Jajajajajaja, vaya cara has puesto -reía mi amiga con fuerza.
-Joder, es que me has asustado...
-Ya, jajaja. ¿Cómo me queda? -preguntó haciendo aspavientos y contoneos.
-Eh... Pues muy bien, la verdad...
-Lo he comprado para carnaval. Me iré a mi casa, que van a ir antiguos amigos míos y quería aprovechar.
-Joder... Pues los vas a tener buenos...
-Jajajaja -continuaba riendo-. ¿Es muy provocativo?
-Hombre, pues... Tal vez si te subes más la cremallera...
-Jajajaja. Es que no puedo. Éstas no quieren darle paso y como fuerce la cremallera la voy a romper.
-No, si ya... -dije mirando sus melones.
-Vale. Por lo que veo es muy provocativo.
-¿Mmm?
-Solo hay que ver cómo me miras, jaja.
-Joder, es que te me plantas así tan de sopetón que...
-Es broma, Javi. Solo te quería tomar el pelo. Pero sí que quería opinión, porque me lo compré por internet y no sabía si me iba a convencer.
-Pues está muy bien -dije aún nervioso.
-Tendré que buscarle un apaño para esto -dijo señalándose el escote. Joder, es que se me marcan los pezones. Parece que voy pidiendo guerra...
-Lo que tú veas...
-Por lo demás bien, ¿no? -dijo dándose la vuelta, dejándome ver su culazo apretado.
-Sí, sí... -dije dándome cuenta de que tampoco llevaba bragas, o eso era lo que parecía, porque no veía marcas del culotte que llevaba.
-Bueno, luego le pregunto a Irene. A ver qué me dice -dijo yéndose hacia su habitación.
-Lo mismo te lo arranca -dije medio tartamudeando, respondiendo ella con una risa.
 
Capítulo 357

Vaya situación más... No sé. Pero de todas las que tuve con Sofía en esos meses después de la ruptura, fue la vez que más nervioso me puse. La cosa venía calentita después de ver cómo se probaba esos vestidos tan sexis, con ella quedándose en ropa interior por momentos, pero con esto último del disfraz terminó de calentarla. Mi polla no salía de su estado de flacidez, pero sí que sentía el típico calor que se siente con la excitación. Me notaba la cara caliente y el corazón me latía rápido, además de que estaba inquieto, moviéndome en el sofá cambiando mi postura varias veces mientras ella terminaba de prepararse para irnos.

Afortunadamente conseguí tranquilizarme pensando en otras cosas y por fin apareció. Iba con la misma ropa con la que me la encontré al ir allí, pero ahora llevaba una mochila colgada a la espalda. Lo único que me preguntó antes de salir era si tenía plancha en mi casa para poder luego planchar el vestido, porque seguramente se arrugaría. Le contesté afirmativamente y salimos de allí poniéndonos en camino para ir a mi ciudad. Durante el trayecto hablamos de varias cosas, con detalles del trabajo por su parte, y por el mío, aunque aún no tuviera.

Pero le expliqué lo que tenía en mente y las ganas que tenía para distraerme y relacionarme con gente. Ella me daba muchos ánimos y seguimos hablando de otras cosas. Sobre todo, me empezó a contar cosas del carnaval, de cómo lo hacían en su tierra, cómo lo celebraba con su familia y demás. Durante gran parte del tiempo, la conversación se convirtió en un monólogo de ella explicándome situaciones y anécdotas de otros años en algunas fiestas a las que iba. Aunque tampoco me molestaba.

Al poco de llegar nos quedamos en silencio, aunque ella lo rompía canturreando las canciones que ponían en la radio. Era bastante agradable estar con ella, pero lo ocurrido en su casa me dejó pensativo. ¿Estaba haciendo todo eso para provocarme? Ella lo hacía todo con mucha naturalidad y es verdad que ya la había visto desnuda varias veces, pero esa manera de probarse vestidos tan cerca de mí, moviéndose de esa manera tan sexy y luego enseñándome ese disfraz que tan increíblemente bien le quedaba me hacía pensar que estaba con ganas de hacer algo. Quizá estaba viendo señales donde no las había. O quizá ella sí que me las estaba mandando y solo le faltaba desnudarse por completo y montarse encima de mí para preguntarme si quería follar con ella. Estaba hecho un poco el lío, pero no quería fastidiar el momento, así que lo dejé estar.

Por fin llegamos a casa, aparcando algo lejos, por lo que nos tocó dar un pequeño paseo. Me preste a llevar yo la mochila, pero ella me dijo que no era necesario mientras me preguntaba por cosas que veía conforme avanzamos. Tan curiosa la veía que entramos en casa y le enseñé la casa rápidamente después de que dejáramos su mochila para irnos a darnos una vuelta. Se sorprendió bastante de lo grande que era la casa y de lo acogedora que le parecía. Lo primero que hacía era asomar la cabeza y luego entraba para ver bien las habitaciones. Le expliqué cómo quería tener la casa y a ella le pareció genial. Probablemente lo que más le sorprendió fue ver la batería que me compré cuando entramos a la habitación en la que estaba.

-Hala... Qué guay.
-¿Te gusta?
-Claro. Es muy bonita. A ver si me enseñas a tocarla...
-No te creas que yo sé mucho. De hecho, no tengo ni idea. Lo único que hago es el tonto con ella. Busco videos de gente que sabe y yo les copio.
-Bueno, poco a poco. Irene me ha contado algo de esto. Algo de la playa y tal...
-Sí.
-Bueno, a ver si te animas y aprendes bien -dijo intentando cambiar de tema.
-No sé... Ya veremos.

Para conseguir cambiar de tema del todo, me cogió de la mano y me sacó de allí a rastras. Me llevó al salón para coger su abrigo y ponérselo, diciéndome de ir a dar una vuelta. Así que me puse yo el mío y salimos de casa. Fue una larga caminata la que nos dimos ya de noche por estar en invierno y con ese frío que por mucho que lleváramos sudaderas y abrigo no nos salvaba. Nos metimos en una cafetería para tomar un café caliente mientras seguíamos charlando para salir al poco y seguir caminando. Durante toda la charla se mostraba muy interesada y cariñosa, dándome algún manotazo flojo cuando oía algo que le hacía gracia, o acariciándome el brazo con cariño.

No sé si era porque era fin de semana e imaginaba que Noelia estaba en casa, o si era por la compañía de Sofía, pero me encontraba muy a gusto y bastante relajado, viéndome con la suficiente confianza como para llevarla por las calles más bulliciosas y comerciales. También dimos una vuelta por la zona donde solía salir cuando iba a la universidad, contándole alguna anécdota en donde nombré a Ángela. Ella no indagó mucho en ella ni en qué relación teníamos, pero me dijo que le encantaba oír lo que le estaba contando. Menos mal que iba con unas zapatillas planas y cómodas, porque nos tiraríamos fácilmente 3 horas andando de un lado para otro, aunque al estar paseando, no nos cansaba tanto.

A eso de las 9 de la noche nos pusimos en camino a mi casa, pero ambos teníamos hambre después de tanta vuelta, por lo que me dijo de parar en cualquier sitio para cenar y luego irnos a casa. Esta vez opté por llevarla a un chino que conocía bastante bien de tiempos universitarios y que sabía que seguía igual, o mejor. A Sofía le gustó bastante el sitio, diciéndome que era muy fan de esa comida, por lo que acerté bastante al parecer. Nos pegamos un atracón aprovechando los menús que tan bien estaban en relación calidad-precio y cuando acabamos, fuimos a casa paseando para bajar la cena. Cuando llegamos, Sofía me dijo que fuera a darme una ducha, que esa noche íbamos a salir y estaba segura de que yo iba a tardar menos que ella.

Así que me di una ducha mientras la dejaba a ella en el salón, aunque me la encontré en mi habitación cuando fui a por mi ropa, medio asustándola. Menos mal que cogí los boxers para que no me encontrara desnudo. Me dijo que quería elegir mi ropa para esa noche, teniendo ella buena mano con el conjunto que eligió, aunque dudaba de que la camisa que eligió me estuviera algo grande, pero no acabó siendo así. Una vez arreglado me fui al salón para esperarla a ella mientras ella se duchaba y arreglaba después de meterse en el baño con su mochila. Aunque antes de eso me pidió la plancha para darle un repaso al vestido, el cual dejó colgado de una percha enganchada en lo alto de la puerta de mi habitación.

Tardaba bastante y no salía, aunque la oía canturrear, pero ya era más de una hora lo que llevaba allí metida. Cansado de ojear el móvil todo el rato y aburrido porque no había nada interesante en la tele, me acerqué para preguntarle si le ocurría algo. Al acercarme vi que salía un hilo de luz del cuarto de baño y cuando iba a preguntarle mi vista se coló por esa rendija que dejaba la puerta al estar casi cerrada. No estaba seguro al 100%, pero juraría que vi como tenía vello púbico al ver esa zona más sombreada, porque evidentemente estaba desnuda, llevando tan solo una toalla atada en la cabeza para que su pelo se secara.

Ver eso hizo que cierto cosquilleo en los bajos tuviera lugar, aunque la cosa no terminaba de animarse. Carraspeé y le pregunté si se encontraba bien. Ella me dijo de nuevo que la había asustado, diciéndome después que estaba perfectamente y que se estaba arreglando para ponerse bien guapa, pidiéndome que tuviera paciencia. Así que regresé a la habitación y esperé casi otra hora mientras oía el secador de pelo y como salía y entraba. Me quedé pensando un buen rato en lo que acababa de ver mientras inconscientemente me sobaba los bajos por lo que había visto.

Jamás había visto a Sofía con un pelo ahí abajo. Y eso, como ya es bien sabido es una de las cosas que más morbo me da. Me la imaginé completamente desnuda, como tantas veces la había visto ya, pero estaba vez le dibujaba un triángulo de pelo sobre su coño. De nuevo, como ya me pasó esa tarde, empecé a notar calor por la cara, por lo que aparté todo eso de mí cabeza y volví a coger el móvil. Al fin apareció bien pasadas las 11 de la noche.

Eso sí, estaba increíble. Como esperaba, salió con el vestido acordado, el cual le quedaba impresionante. Pero había más cambios. Sofía estaba bien maquillada, algo que era raro de ver en ella. Con los labios rojos del mismo color que el vestido y sombra de ojos negra. Las uñas de sus manos y de sus pies estaban pintadas del mismo color que el vestido también, haciendo que conjuntara todo muy bien. Lo único que conjuntaba con sus tacones era el pequeño bolso que llevaba en una de sus manos y su sombra de ojos.

Pero eso no era todo. Lo que más me sorprendió era que se había cambiado el peinado, llevándolo de una manera totalmente diferente. Al contrario que el afro que solía llevar siempre, esta vez se hizo un peinado que se parecía bastante al que solía llevar Irene, pues lo tenía algo ondulado, dejándole una larga melena que le llegaba un poco por debajo de los pechos. Era la primera vez que la veía así, pero al contrario en el que muchas veces se ve raro a alguien que cambia de look, en ella la hacía muy guapa.

Tanto, que me quedé bastante parado. Ella me preguntó con una risita cómo estaba. Yo le respondí que estaba impresionante. Entre lo buena que estaba y lo alta que era con esos tacones, parecía un monumento casi literalmente. Ella puso una sonrisa muy bonita al oír mi respuesta y vino hacia mí para que la viera más de cerca, llegándome el olor tan embriagador de su perfume. Dulzón y fresco. Me gustó mucho también.

Con la tontería ya eran casi las 12 de la noche, por lo que dijimos de salir para ver dónde podíamos ir. Antes de salir me preguntó si nos podíamos echar una foto en el espejo de la entrada. Acepté con la condición de que no la fuera aireando por ahí. Ella me dijo que jamás haría eso, aunque me preguntó si se la podía enviar a Irene. Le contesté afirmativamente y ella la acabó enviando por el grupo en el que estábamos los cuatro. Salimos de casa después de ponernos cada uno nuestro abrigo, yendo en dirección al coche, aunque ella me preguntó si no había algún sitio por ahí para no tener que cogerlo.

Sí que había uno, pero era el más concurrido y ahora sí que me entró la duda de encontrarme a Noelia. Sabía lo que le gustaba una fiesta pese a no socializar mucho, pero al final acabamos yendo a ese sitio, el cual nos quedaba a poco más de 5 minutos andando. Por el camino, Irene llamó a Sofía, sin saber yo muy bien qué hablaban, aunque podía oír a mi amiga a través del auricular del móvil. Parecía muy contenta y animada. Cuando colgó, Sofía me contó que Irene estaba muy contenta de vernos así de guapos para salir. Oí como me llegaba un mensaje al móvil que supuse era de ella, ya que me había llegado nada más colgar, pero no lo abrí, dejándolo para después. Llegamos al sitio y a Sofía le encantó, sobre todo cuando dejamos los abrigos y su bolso en una taquilla del vestíbulo.

Era el pub más concurrido de la ciudad, de lejos. En éste se suelen reunir personas de todas las edades, aunque los que más lo frecuentan son los estudiantes, pero te puedes encontrar a gente de 20 y 30 para arriba, o incluso de más edad. Al estar en el puro centro de la ciudad y tener ese enorme salón bien dispuesto de sofás, sillones, mesas, taburetes, además de un servicio muy bueno y precios económicos, pues lo tenía bastante hecho para triunfar durante tantos años.

De primeras fuimos a la barra para pedirnos unas copas. Sofía se atrevió con algo más fuerte para empezar, mientras que yo dudaba qué pedir, aunque su insistencia en que me animara hizo que me decantara y pidiera algo de alcohol, aunque más flojo que lo que pidió ella, además de que le dije al camarero que no me lo cargara tanto como sería lo normal. Él me dijo que me iba a cobrar lo mismo, pero poco me importaba eso. Sofía no se llegó a dar cuenta de lo que hablé con él, porque se dio la vuelta para mirar bien el local en el que nos encontrábamos. En cuanto nos pusieron las bebidas, nos fuimos a uno de esos sofás para sentarnos y empezar a beber tranquilamente, aunque tampoco es que durara mucho esa tranquilidad.

Sofía estaba bastante eufórica, diciéndome que ya llevaba según ella bastante sin salir y tenía ganas. Eso hizo que se bebiera la copa demasiado rápido quizá, metiéndome prisa a mí para que me bebiera la mía y fuéramos a por otra. Yo le dije que estaba bien con esa, pero que me acercaba a pedirle otra. Después de pensarlo acepto, pero me dijo que no tardara. Regresé tan rápido como el camarero me puso la copa y me volví a sentar con ella. Para lo cargada que estaba su bebida anterior y lo rápido que se la había bebido la veía bastante bien. Tal vez tenía bastante aguante con el alcohol.

Con la segunda empezó a beber también rápidamente, aunque llegó un momento en el que la paré, porque si seguía así iba a dejar seca la barra. Le dije que se relajara y bebiera despacio para disfrutarla mejor. Me acabo haciendo caso entre sonrisas. Cuando la llevaba ya por la mitad me agarró de la mano para ponernos de pie en ese mismo sitio, no habiendo llegado yo aún a beberme la mitad de la mía. Estaba muy venida arriba y me dijo que quería bailar, por lo que me agarró de las manos para que la siguiera en esos pasos que sinceramente, no los hacía nada mal.

Sofía, además de tener mucha sensualidad en su cuerpo y gestos, también la tenía en su manera de bailar. Y así nos tiramos un buen rato, sentándonos para beber y descansar un poco para luego levantarnos, aunque era ella la que lo hacía y tiraba de mí para que bailáramos. Algo que no pudimos hacer es hablar mucho, pues la música del local estaba alta y las tres copas que llevaba Sofía ya encima a las 2 horas de estar allí, hacía que estuviera un poco en su mundo bailando con los ojos cerrados. Tampoco me quejaba de que estuviera así. Me parecía que le gustaba pasárselo bien y se le vino a la cabeza alguna que otra vez en la que decía que ya no tenía cuerpo para salir mucho.

Pues menos mal, porque parecía que tenía 18 años recién cumplidos por cómo se movía y bebía. Pero la cosa no quedó ahí, pues al poco nos acercamos a un grupo de gente de mi edad para charlar, aunque no podíamos mucho por la música. Prácticamente nos limitamos a bailar un poco con ellos. Alguna que otra chica de las que había ahí me parecía mona, pero ellas no reparaban mucho en mí, mirándome tan solo para verme la cara y ya está. No me miraban más, quedando cada una a su bola. De nuevo, me sentía un poco invisible y no me hacía mucha gracia, pero era algo que esperaba resolver con el tiempo que iba a invertir en el gimnasio.

Tras un rato con ese grupo, nos acabamos yendo al sitio donde estábamos antes para sentarnos un rato. Para estar a finales de enero, Sofía se abanicaba la cara mientras resoplaba como si tuviera calor. Normal, con esa manera de moverse y de beber debía estar con un calor... Ella ya era la que se acercaba a la barra para pedirse las copas, aunque ya me encargué de decirle al camarero que no se las cargara mucho, porque a ese paso íbamos a acabar en el hospital. A medida que esas copas iban cayendo, Sofía se ponía más cariñosa por así decirlo. No llegaba a hacer nada fuera de lo común, pero se acercaba más y se dejaba echar sobre mi brazo, apoyando su cabeza en mi hombro.

No estaba incómodo, ni mucho menos, pero me preguntaba si ella lo estaba por verme demasiado soso quizá. Aún no tenía mucho cuerpo para salir de fiesta de esa manera y ella lo estaba dando todo. No sabía si era porque le apetecía de verdad, o si era para intentar animarme a mí, pero lo cierto es que nunca la había visto así de revolucionada, por decirlo de algún modo. Ese estado cariñoso en el que estaba mutó cuando le dije de irnos a casa, porque ya eran más de las 5 de la mañana y había bebido mucho, apreciando yo como ya arrastraba las últimas sílabas de cada palabra que salía de su boca. No es que se pusiera agresiva o remolona, para nada. Lo que pasó fue que me pidió un último baile. Yo, con tal de que luego nos fuéramos, acepté, pero no imaginaba lo que iba a pasar.

En ese baile, Sofía empezó pegándose a mí bastante. Tanto, que notaba sus tetas pegadas a mi pecho y como se aplastaban. Ella mantenía una mirada muy intensa, clavando sus ojos en los míos sin pestañear apenas. Para mantener esa postura, Sofía pasó sus brazos por mi cuello y empezó a moverse, contoneando sus caderas. Tan solo soltó uno de sus brazos para coger mis manos y llevarlas a sus caderas, animándome a que me moviera yo también. Después lo volvió a poner como estaba para aferrarse a mi cuello y seguir con esos contoneos. La cosa parecía coger intensidad, pues no se despegaba de mí para nada.

De hecho, lo único que hacía era acercarse más, al igual que hacía con su cara hasta tal punto en el que casi nos rozábamos los labios. Era algo que no tenía mucha dificultad, pues con esos tacones quedaba cerca de mí altura, teniendo solo que alzar su cabeza un poco para que nos pudiéramos besar, pero fue algo que no llegó a ocurrir en ese momento. Parándome a pensar, era la chica más alta con la que había estado así en mi vida. Nunca me había cruzado a ninguna que, ni con tacones, se acercara a mí altura, pero es que ella ya lo era de por sí, pero con esos tacones altísimos, pues lo era más aún. Después de un rato así, se despegó un poco, creyendo yo que ya se había acabado el último baile, pero nada más lejos de la realidad.

Sofía, al contrario que hacía pocos segundos, decidió bailar algo más acorde a la música que había. Y cómo estaban poniendo reggaetón, pues se dio la vuelta después de sonreír y guiñarme un ojo para ponerse de espaldas y coger mis manos para llevarlas a su cintura de nuevo y empezar a bailar de manera muy sensual, haciendo que mi cuerpo se pegara al suyo. Cualquier persona que me viera podría pensar sin problema alguno que esa noche iba a triunfar por la manera en la que Sofía bailaba conmigo. Pero es que la cosa no quedó ahí. Mi amiga empezó a bajar su tronco, quedando con las piernas bien estiradas, llevando sus manos hasta sus pies para apoyarse y mover su culo para perrearme en toda regla.

Hacía mucho que no bailaba así, con una chica restregándose su culo contra mi paquete. Estaba flipando bastante, pues no había visto a Sofía así de ardiente nunca. Tan cortado estaba que no sabía cómo reaccionar, dejándole a ella hacer. Era una locura ver ese culo moverse hacia los lados en círculos y hacia arriba y abajo restregándose contra mi paquete, llegando a un punto en el que era bastante descarado y se le subía el vestido a ella, empezando a mostrar las nalgas. Me encargué de bajárselo varias veces mientras veía como la gente de nuestro alrededor se nos quedaba mirando.
 
Capítulo 358

Avergonzado por ser el centro de atención, tiré de uno de sus brazos para levantarla, estando ella algo roja. No llegaba a saber si era por el colocón de alcohol que llevaba encima, por el calor de bailar o porque el flujo de sangre estaba bajando a su cabeza por la postura, pero, en cualquier caso, le dije de irnos, aunque sin tono de reprimenda ni nada. No quería joderle el momento y tampoco es que estuviéramos haciendo nada malo. Ella me miraba sonriendo con los ojos entornados.

Era bastante obvio que ya sí que estaba borracha, así que acabó aceptando cuando le dije de irnos. Por el camino se iba apoyando en mí rodeando con uno de sus brazos mi cintura mientras yo le pasaba uno de los míos por encima de los hombros. También se pegaba mucho a mí porque tenía frío debido al contraste de temperatura, con ese aire caliente y viciado del local con el frío de la calle. No sabía cómo podía andar con esos tacones y más a esas alturas con lo cansada que debía estar y con la borrachera que llevaba encima.

Al llegar a casa, entramos y ella dijo que se quería desmaquillar, así que fue al baño, pero se tambaleaba mucho aun habiéndose quitado los tacones nada más entrar, por lo que tuve que acompañarla. Ella se empezó a desmaquillar usando un paquete de esas almohadillas blancas y redondas que trajo, aunque yo la sujetaba de la cintura poniéndome a su lado. Ella me miraba de vez en cuando por el reflejo del espejo mientras reía de manera bobalicona. No se quedó contenta después de haberse desmaquillado, pues se empeñó en darse una ducha para quitarse la sudada y dormir más a gusto. Para cuando quise darme cuenta y cogí una de las toallas que tenía en el armario del baño, me la encontré prácticamente desnuda al darme la vuelta.

El vestido estaba ya en el suelo y no se había puesto sujetador, ya que con las copas que llevaba el vestido no lo necesitaba. Me percaté de que llevaba un tanga negro, el cual ya iba camino de sus rodillas, permitiéndome corroborar que tenía una fina capa de vello negro en su pubis. Era algo supersexy verla así. Evidentemente me puse nervioso y me empezó a entrar calor, pero una vez más, mis bajos no reaccionaban, cuando lo normal hubiera sido que la erección hubiera salido disparada y estando soltero como lo estaba en ese momento, pues también la hubiera follado allí mismo. Pero lo que hice realmente fue darme la vuelta y salir del baño, cerrando la puerta. Fui al otro baño para echarme agua en la cara y luego fui a mi habitación para cambiarme y ponerme más cómodo.

Al poco apareció Sofía por mi habitación buscándome. De nuevo, completamente desnuda, ya que había dejado su mochila en mi cuarto, cosa que no fui capaz de ver al estar pensando en lo que acababa de ver. Otra vez me volví a poner tenso y ella sacó ropa interior limpia para ponérsela ahí mismo sin ningún tapujo. Estaba con su pelo húmedo y ya con su forma original. Después de ponerse sus braguitas, se incorporó para quedarse mirándome. Yo reaccioné rápido yendo hacia el armario para darle una de mis camisetas, suponiendo que no había traído nada de pijama. Debía tener bastante frío, pues sus pezones se marcaban tanto como aquella vez que dormimos juntos en casa de Irene y Mario, sobre todo en ese momento al volver del baño por la mañana.

Dije de acompañarla para que durmiera en la otra habitación, pero me pidió si podía dormir conmigo. Me quedé un poco sin saber qué decir, comentándome ella que no le gustaba dormir sola. Yo le respondí que era lo que solía hacer al vivir sola, que yo supiera y ella me dio la razón, pero también me dijo que siempre aprovechaba cuando dormía fuera o alguien iba a su casa a dormir para hacerlo con esa persona. Ya había dormido antes con ella sin ningún problema, por lo que acabé aceptando al ver la carita que puso al preguntármelo por segunda vez. Parecía que el efecto depresor del alcohol iba teniendo lugar, así que nos acostamos en mi cama y nos dimos las buenas noches, apagando después la luz.

Yo estaba boca arriba y ella de lado, dándome la espalda, pero pasados unos minutos se dio la vuelta para echar su cara sobre mi hombro y pasar su brazo por mi pecho, además de subir una pierna suya por encima de una de las mías. Cualquiera que nos viera diría que éramos pareja por cómo se había desenvuelto la cosa durante la noche entre todo ese bailoteo y ahora su manera de dormir conmigo. Me puse a pensar precisamente en eso, en cómo había ido yendo todo ese día. Empezamos viéndonos por la tarde en su casa y luego yendo a la mía para dar un paseo y demás, yendo todo bastante normal, pero a medida que el alcohol iba siendo ingerido por su parte, eso cambiaba y la cosa se ponía más cercana.

No sabía si lo hacía adrede, o simplemente se dejaba llevar y quería divertirse, pero había detalles que me indican que quizá estaba buscándome. El indicio más llamativo era eso de dejarse crecer algo de pelo ahí abajo. A esas alturas, ella ya sabía lo que me gustaba a mí que una chica tuviera pelo ahí abajo, además de que lo llevaba bien arreglado y de manera muy similar a Irene. Me dio por pensar que algo habían hablado y decidió dejárselo para calentarme. Pero solo eran suposiciones mías. No tenía por qué ser así. Mientras pensaba esto, Sofía murmuraba en sueños, o eso era lo que parecía, porque notaba una respiración más profunda. Hacía sonidos de estar a gusto, como si le estuvieran rascando la espalda o le estuvieran dando un masaje. No sabía si estaba teniendo un buen sueño o si seguía despierta y atontada por la borrachera, pero el caso fue que coló su mano por dentro de la camiseta de mi pijama, empezando a moverla como si me acariciara.

Eso me hacía pensar que estaba despierta, pero tras esos movimientos la fue bajando hasta que sus dedos se empezaron a abrir paso entre mi piel y el elástico del pantalón y los boxers que llevaba. En ese momento fue en el que más tenso me puse con Sofía desde que la conocí y tuvo lugar ese momento en el hotel en el que casi se lía. Juraría que sus dedos eran capaces de tocar el vello de mi pubis, y más si tenemos en cuenta que tenía aquello bastante descuidado al llevar casi 3 meses sin arreglarlo. Pensaba que iba a echar mano a mi polla, por lo que le pregunté si estaba despierta y así poder decirle que no quería hacer nada. Pero ella no respondió. Todo indicaba que eran movimientos involuntarios y que estaba durmiendo profundamente, pero vaya casualidad que hiciera todo eso. No se movió en toda la noche, aunque sí que emitía sonidos de vez en cuando. Bastante encantadores, eso sí.

Yo logré dormir alguna hora más de lo que solía quizá. Puede que fuera por el cansancio arrastrado del día por las horas de coche y la salida nocturna. No lo sé. Antes de dormir pensé algo más. Y eso fue que ni con esas, ni viéndola desnuda tres veces esa noche, con algo nuevo que me atraía tanto en las chicas, con ese vestido, con ese nuevo peinado que le quedaba genial, con ese perfume que tan bien olía, con esa manera de bailar y moverse, de perrearme y finalmente de acurrucarse contra mí, llegando casi a meter su mano en mis calzoncillos, no se me levantaba. Es que ni se me ponía morcillona. Sentía ese estado de excitación con calor por el cuerpo y nerviosismo, aunque lo sentía bastante menos que en otras veces, pero que no se animara el asunto era algo que ya me empezaba a preocupar, por lo que decidí ir al médico el lunes para ver qué me pasaba.

Casi a las 10 de la mañana me levanté, habiéndome despertado hacía ya un rato, porque no podía estar más en la cama. Todas las mañanas me pasaba el despertarme y sentirme muy vacío, por lo que lo primero que quería hacer era salir de la cama, aunque siempre esperaba un poco para terminar de espabilarme y ver si se me pasaba. Dejé a Sofía en mi cama bien arropada para que no cogiera frío dándole hasta un beso en la mejilla. La vi tan mona y olía tan bien que me salió solo, aunque yo lo veía como un simple gesto de amistad. La verdad es que notaba bastante cambio en mi estado anímico al dormir con alguien. Hacerlo solo después de estar acostumbrado a hacerlo todas las noches durante un periodo de tiempo como que cuesta más y siempre me daba un chute hacerlo con una amiga.

Me fui al salón y preparé café, porque tenía el cuerpo destemplado. Tenía pinta que la noche anterior había cogido algo de frío, pero no era tampoco nada del otro mundo, así que con un café caliente debería sentirme mejor. A medida que me lo tomé me terminaba de espabilar y entrar en calor. Puse la tele baja, pero en realidad estaba más con el móvil. Y entonces fue cuando recordé lo pensado la noche anterior, preguntándome eso de si Sofía estaba buscándome y de si Irene tenía que ver algo con eso. Esto también me llevó a recordar que Irene me había enviado un mensaje al haber visto la foto que le envío Sofía. Abrí WhatsApp y efectivamente tenía un mensaje de ella.

-¡Qué guapos estáis! Esta noche triunfáis 😉

Bien empezaba la cosa. Veía clarísimo que había hecho de celestina para juntarnos a los dos, por lo que le pregunté directamente:

-¿Estás despierta? Quiero hablar contigo.

Tardó alrededor de unos 20 minutos en contestar. De hecho, lo hizo en forma de llamada, aunque le colgué.

-No puedo hablar. Mejor lo hacemos por aquí.
-¿Qué pasa? Me has preocupado un poco entre decirme si podíamos hablar y colgarme...
-Es que Sofía está dormida y no quiero despertarla.
-Ah, vale. ¿Cómo fue la noche?
-Pues precisamente de eso te quería hablar.
-¿Por?
-Porque he visto cosas que... No sé.
-¿Qué cosas? ¿A qué te refieres?
-¿Tienes tú algo que ver?
-¿En qué? Javi, cariño... Estoy perdida.
-Me da la sensación de que Sofía me ha buscado y que tú puedes tener algo que ver.
-¿Te puedo llamar? Me gustaría hablarlo mejor que por mensajes.
-No, ya te he dicho que no quiero despertarla. Además, con lo que bebió anoche tiene que tener una resaca de cojones.
-Está bien. A ver, cuéntame un poco qué ha pasado.
-No. Primero me dices si tú has hecho algo.
-¿Estás enfadado?
-No. Pero me quiero quitar eso de la cabeza si no es así.
-Te prometo que yo no te la he echado encima.
-Vale.
-Ni le he dicho nada que pueda haberla alentado.
-Vale, te creo.
-¿Me cuentas qué ha pasado?

Le conté a Irene con detalle como fue el día desde que nos vimos hasta que nos fuimos a dormir, con lo de sus movimientos raros incluidos.

-Vaya. Pues a ver...
-¿Cómo lo ves?
-¿Te soy sincera?
-Por favor.
-Lo veo bastante normal. Sofía es una chica alegre y pues parece que tenía ganas de divertirse. Además, estos meses ha estado muy preocupada por ti. Seguro que lo que más quería era que te distrajeras y que te lo pasaras bien con ella.
-Ya, pero lo veo un poco...
-Yo no lo veo para tanto. Vamos a ver. Todos sabemos que Sofía se ha sentido siempre bastante atraída por ti físicamente, ¿verdad?
-Ajá.
-Pues con las copas de más se habrá desinhibido más de la cuenta y no pensaría bien las cosas.
-Lo de restregar su culo contra mi paquete de esa manera delante de tanta gente...
-Eso es el alcohol, Javi. No le des más vueltas. ¿Tú no bebiste?
-Casi nada.
-Bueno, pues ella tendría ganas y pues se le iría la mano.
-Sí, desde luego estaba desbocada con la bebida.
-Pues por eso. No le des más importancia de la que tiene.
-No sé, Irene... Veo más cosas.
-¿Cómo qué? Cuéntame.
-Lo de desnudarse delante de mí como si nada y luego venir desnuda a mi habitación en lugar de con una toalla.
-El alcohol, Javi. Pero si os habéis visto varias veces desnudos, ¿cuál es el problema?
-¿Y lo de acurrucarse a mí de esa manera con esos gestos?
-¿Pero no dices que crees que estaba dormida?
-Ya, pero no estoy seguro. Y esos movimientos son un poco... Para hacerlos inconscientemente.
-Javi, te tiene mucho cariño. Ya sabes cómo es. Nos cogió mucho cariño a todos rápidamente. Pero contigo es más especial, porque la conoces de antes.
-Tampoco es para tanto.
-Hombre, conoceros en un trabajo que dura 3 semanas, estando bastante tiempo juntos y encima saliendo de bares, pues tú me dirás... Y más si no os relacionabais con mucha gente.
-Estábamos muy ocupados.
-Pues por eso. Te cogió cariño y más que lo hizo con sus visitas. Si hasta se vino aquí a vivir. ¿Cómo no lo ves?
-Ya, puede ser. Pero, ¿y lo de dejarse pelo ahí abajo? Lo llevaba como tú.
-Pues no sé, Javi. Lo mismo se ha puesto de moda o algo. A lo mejor de vérmelo ha querido probar ella para ver cómo le quedaba. Yo qué sé...
-No sé, Irene... Lo veo todo un poco...
-¿Sabes que es lo que tienes que hacer? Dejar de pensar tanto en las cosas. Dejarte fluir. Si la vida te presenta esto, quizá sea por algo.
-¿Y esto? ¿Ahora te va el rollo místico?
-De verdad... 🙄
-Es que no sé... Yo ahora mismo...
-Ese es el problema.
-¿El qué? A ver...

La aplicación ponía que ella estaba escribiendo, aunque se cortaba varias veces, pasando a poner que estaba en línea. Así pasaron unos breves minutos en los que alternaban esas dos indicaciones hasta que finalmente me respondió.

-Javi, ya ha pasado un tiempo y creo que va siendo hora de ir pasando página. Yo entiendo mucho que todo esto ha sido y es horrible y que no va a haber nadie como ella, pero es que no puedes seguir así. ¿Ya no vas a relacionarte de manera cercana con ninguna chica más? ¿No ves lo extremo que es lo que estás haciendo? ¿O es que tienes esperanzas en que ella te contacte después de 3 meses sin dar señales de vida?

Me quedé parado al leer lo que me había puesto. Y razón no le faltaba en absoluto, pero fue como si me soltara un guantazo. Ella se dio cuenta al ver que no le contestaba, escribiéndome:

-Perdona, cariño. Pero es que no sabía cómo decirte todo esto con otras palabras. Seguro que me he pasado y me tendría que haber ahorrado decirte todo eso.
-No te preocupes. Si llevas razón.
-Ojalá estar ahí para poder abrazarte.
-No te preocupes, estoy bien.
-Javi, te quiero un montón. Ya lo sabes. Pero creo que alguien te tenía que decir todo eso.
-Sí. Llevas razón.
-Y lo de Sofía, pues háblalo con ella. Seguro que así sales de dudas.
-Yo creo que es mejor dejarlo estar.
-Javi. Lo siento otra vez, pero creo que ya deberías haber aprendido que es mejor hablar las cosas que guardárselas. Luego pasan cosas que no queremos.
-Ya veremos. Voy a pensarlo bien y a ver cómo se levanta con la resaca.
-Vale. Tú tranquilo, que no pasa nada tampoco porque te esté buscando. No estás haciendo nada malo.
-Ya, ya. No te molesto más.
-Nunca lo haces. Si necesitas hablar o lo que sea, me llamas y hablamos, ¿vale?
-Vale.
-Te quiero.
-Y yo a ti.

Me quedé pensativo durante un buen rato llegando a la conclusión de que Irene estaba en lo cierto, pero es que me costaba tanto... Además, ella solo sabía la mitad de lo ocurrido, ya que nunca le llegué comentar la sorpresita que me hizo Elena al aparecer con mi hermano en casa para vengarse. Sobre las 12 de la tarde apareció Sofía frotándose los ojos y vestida con ropa similar a la que llevaba cuando fui a su casa el día anterior. De hecho, más aún se los frotó cuando le dio la luz natural de la calle que entraba por la ventana en la cara, poniendo hasta gesto de dolor. Medio tapándose la cara de la luz vino hacia mí para sentarse a mi lado, echando su cabeza en mi hombro y medio recostándose.
 
Capítulo 359

-¿Cómo estás?
-Uff... Vaya resaca tengo...
-Normal. Ayer estabas que no parabas de beber -le dije flojito.
-Me lo estaba pasando muy bien y me apetecía más.
-Ya, pero no es necesario beber tanto. Mira ahora cómo estás...
-También tengo alguna laguna...
-¿Sí?
-Sí. Hay cosas que no recuerdo.
-¿Quieres que te refresque la memoria?
-¿Pero pasó algo? -dijo levantando la cabeza para mirarme.
-Mmm, no. Pero tampoco te había visto así nunca.
-Huy... Mejor no me lo cuentes, que me da vergüenza.
-Como quieras -dije riéndome.

Sofía se acurrucó de nuevo a mí. Se me pasaba varias veces por la cabeza preguntarle si me estaba buscando, pero al final no lo terminaba de hacer. Al parecer todo quedó en una noche un poco loca en la que se le fue la mano con la bebida y quería pasárselo bien. Quizá estaba exagerando las cosas demasiado. Le pregunté si tenía hambre y si quería algo para el dolor de cabeza, respondiéndome ella afirmativamente a ambas preguntas. Así que le preparé un café y le saqué unas galletas, además de un ibuprofeno.

-Qué servicial y qué buen amigo eres. Anda, ven aquí -dijo abriendo sus brazos para que fuera con ella.

Sofía me dio un abrazo muy grande y algo largo quizá, dándome después un beso en la mejilla.

-Mmm, que mullidita tienes la barba.
-¿Te gusta?
-Claro. Estás muy guapo con ella.
-¿Tú crees?
-Claro. Te queda muy bien.
-Tú también estabas muy guapa anoche.
-¿Sí?
-La verdad es que sí. Me cuesta aceptar muchas veces los cambios de look en la gente. Como que los veo raros, ¿sabes? Pero ayer no me pasó eso contigo.
-Me costó lo suyo dejarlo así. No lo hago mucho, porque es darle mucha caña al pelo con la plancha y eso lo debilita mucho. Además de que como me lo haga mucho no voy a ganar para planchas, que la pobre también sufre...
-Como tú veas. De las dos maneras estás muy guapa.
-¿Qué peinado de los dos te gusta más para mí?
-Mmm... No sé. Ambos te quedan muy bien.
-Va, elige uno.
-Creo que me quedo con el afro. Te conocí así y me gustó mucho en su día. Ya sabes que alguna vez te he dicho que me gusta ese peinado en general.
-A mí también me gusta.
-Claro. Si no fuera así, no lo llevarías.
-Sí. Además, es mucho más cómodo para mí. Porque cuando salgo de la ducha, poco hago para peinarme. Se me queda así.

Después de seguir hablando un poco más de sus peinados, se puso a desayunar para que no se le enfriara el café, dándome las gracias de nuevo y diciendo lo bien que olía. Cuando acabó, lo llevé todo a la cocina y volví con ella. Sofía estaba aún un poco atontada, seguramente por la resaca, por lo que se acurrucó de nuevo a mí, llegando incluso a levantarse un poco para coger mi brazo y pasárselo por los hombros para que la pudiera abrazar. Al recolocarse, su cabeza ya estaba en mi pecho, con una de sus manos en mi costado, bajándola hasta la cadera.

De nuevo me quedé pensando en que cualquiera que nos viera diría que éramos pareja por la manera en la que estábamos sentados. Ahora no se me venía a la mente que me estuviera buscando, porque no había pasado absolutamente nada sexualmente hablando. Ni insinuaciones, ni algún comentario, ni nada. Pero veía que estaba muy apegada a mí. Siempre había sido una chica cariñosa desde que la conocí, pero la verdad es que nunca me había visto así con ella.

Quizá nunca se había acercado a mí así por tener pareja y para que no se pusiera celosa, ya que la conocía y sabía que lo era. En cualquier caso, ahora ya no tenía a nadie en ese aspecto y parecía que ella se abría más de esa manera conmigo. Y no me molestaba recibir su cariño y cercanía, pero que estuviera literalmente tan encima de mí me daba que pensar. De vez en cuando emitía sonidos que expresaban lo a gusto que estaba, siendo algo ñoños y aniñados.

También parecía tener frío pese a la sudadera que llevaba, por lo que le pregunté si quería que pusiera la calefacción, pero ella me dijo que no. No quería que me moviera, porque así estaba muy a gusto y entre mi calor corporal y el del brasero decía apañarse. A pesar de haberse bebido un café hacía pocos minutos, echó una cabezadita sobre mí, despertándose un poco pasada la 1 de la tarde. Le pregunté si tenía hambre, porque tampoco había desayunado mucho y me respondió afirmativamente. Yo también tenía un poco, por lo que le sugerí salir a algún sitio para hacerlo.

-No, no. No quiero ser una molestia.
-¿Pero qué dices? Anda, vamos a comer algo, va.
-¿Y si pedimos algo? No me apetece mucho salir. Estoy muy a gusto aquí contigo.
-¿Es por la resaca?
-Sí. Además, estoy algo cansada y no me apetece mucho caminar.
-¿No has descansado bien?
-He dormido del tirón. Eres cómodo para dormir y das calorcito -dijo sonriendo-. Pero me he despertado porque me ha dado un poco de frío y al ver que no estabas, pues me he levantado.
-Am... Bueno, pues podemos comer y si quieres pues descansas un poco más.
-Mmm, es que no quiero chafarte el día.
-¿Chafarme el día? ¿Por qué?
-Porque seguro que tú tendrás cosas que hacer, o te apetece ir a algún sitio o algo. Yo hoy no estoy para muchos trotes.
-Pues no tengo ningún plan. Mira, podemos comer, descansar, nos vemos una peli o algo aquí y luego te llevo.
-No hace falta que me lleves.
-¿No? ¿Y cómo vuelves? A ver...
-Pues en taxi. O en bus.
-Anda, no seas tonta. Te llevo yo.

No entendía a qué venía ahora ponerse así. Parecía que me acababa de conocer y le daba corte estar conmigo cuando hacía pocas horas se estaba despelotando delante de mí. Era una manera de comportarse un poco rara después de lo cercana que había estado el día anterior y esa mañana antes de que se despertara de esa minisiesta que se echó. Tampoco le di mucha importancia, porque pasaba de calentarme la cabeza más de lo que ya la tenía, así que pensamos entre los dos qué pedir para comer, recurriendo al clásico chino. Eficacia y rapidez, en menos de 20 minutos ya estábamos comiendo en el mismo sitio en el que habíamos estados sentados cuando la pedimos.

Fue una comida amena y tranquila, porque lo hicimos despacio, sin prisas y charlando de algunas cosas. De su trabajo en concreto. Yo tenía curiosidad por haber estado trabajando allí durante 3 años. Le pregunté cómo iba la cosa, si habían contratado a gente nueva, si serían tan estrictos como me dijo en su día y más cosas. Cuando acabamos, nos volvimos a sentar, aunque antes fui al baño, pero al regresar, ella me estaba esperando para que nos pusiéramos como antes. No tardó nada en volver a quedarse dormida sobre mi pecho, llegando incluso a acomodarse más por momentos hasta que acabó con su cabeza sobre mi regazo mientras quedaba acostada de lado a lo largo del sofá. La tapé bien con las faldillas para que no cogiera frío.

Parecía estar muy a gusto por los sonidos que hacía, moviéndose muy poco, aunque cogió una de mis manos y la agarró bien, tirando de mi brazo. Hizo que me escurriera un poco quedando encorvado, pasando ella a poner su cabeza sobre mi barriga. El brazo era su prisionero al entrelazar los dedos de una de sus manos con los de la mía, quedando finalmente mi brazo entre sus tetas. Después de todo lo ocurrido, poca importancia le di, como si me estuviera acostumbrando ya a tanta cercanía. Peli no hubo, porque durmió durante un buen rato y para cuando despertó ya se hacía un poco tarde, porque luego tendría que volver a casa.

Cuando despertó, fuimos a la habitación y recogió su mochila. Me encontré la cama bien hecha, dándole yo las gracias por el detalle de haberla hecho. Ella me respondió qué menos y nos fuimos. Por el camino estaba muy adormilada y no llegamos a hablar mucho, pero como era un viaje algo largo me dio por volver a pensar en cómo se comportaba conmigo y cerca estuve de sacarle el tema para dejarlo hablado, pero no me terminaba de atrever. Por momentos me veía a mí mismo desde fuera pensando lo tonto que era, pero prefería no estropear la bonita relación de amistad que teníamos por un malentendido. No merecía la pena.

Al llegar, me dio las gracias y me dio un abrazo enorme, aún dentro del coche. Me dijo que me podía quedar a dormir si quería y que me invitaba a cenar para compensarme. Yo le volví a decir que no dijera tonterías y también le di las gracias por la oferta, pero ya que estaba allí pensé en acercarme para ver a mi madre y a mis abuelos. A ella no le pareció mal, pero me hizo prometerle que algún día tenía que quedarme en su casa. Acepté y nos despedimos con un abrazo algo largo y luego me dio un beso en la mejilla, sonriendo al separarnos.

Como le dije a ella, me acerqué a casa de mis abuelos para verlos a todos y al final entre una cosa y otra me quedé a cenar. Cuando acabamos pensé en pasarme por casa de Mario para saludarlos y también en parte porque fue la excusa que le di a mi familia al ir, porque no quería que pensaran cosas que no eran. Por suerte, ya estaban en casa, aunque parecían cansados. Me contaron que habían llegado hacía poco y que estaban reventados del viaje y de estar para arriba y para abajo yendo con los padres de ella a varios lugares. Tampoco tardé mucho en irme, pues aún me quedaba volver y no quería llegar muy tarde. Así que finalmente me fui a casa y tras un rato me acabé yendo a la cama para intentar dormir para empezar una nueva semana.

La semana fue bastante movidita. Empecé yendo al médico al haber pedido cita por internet el día anterior mientras Sofía se echaba una siesta después de comer. Una vez allí le expliqué el problema que tenía por no tener una erección al cabo de casi 3 meses. Pasé un poco de vergüenza, pues como es obvio, el médico me hizo una revisión para ver cuál podría ser el problema. Menos mal que fui previsor y esperaba algo así, pues esa mañana en la ducha me apañé aquello para estar presentable, dejándolo como siempre lo llevaba, teniendo solo una fina capa de pelo en el pubis.

Al final ese momento no sirvió de mucho, pues el médico me dijo que no veía ningún problema, así que me preguntó directamente si había empezado algún tratamiento, si había empezado a hacer algo diferente en mi rutina, como cambiar la dieta, pasar a hacer mucho ejercicio o dejar de hacerlo de golpe y alguna cosa más. Yo le dije que quizá mi dieta sí que había cambiado, ya que desde la ruptura comía muy poco. Él se interesó en el motivo y entonces fue cuando le empecé a contar lo que me había ocurrido, aunque le hice un resumen.

Tampoco creo que le interesara mi vida a aquel hombre. Cuando acabé, este señor me comentó que lo mejor sería que visitara a un psicólogo, porque el origen de todo estaba bastante claro, y ahí poco podía hacer él, aunque sí que podría desembocar en algunos problemas médicos de su especialidad. Por si acaso, me mandó a hacerme un análisis de sangre y de orina para asegurarse de que estaba bien, pero insistió en que fuera a un psicólogo. Cuando me sacó los papeles para los análisis, él seguía tecleando e imprimiendo algo, así que le pregunté. Me dijo que me iba a mandar también al urólogo por si había algún problema que pudiera identificar con un análisis más profundo. Pues otra vez a pasar vergüenza, pero si me ayudaban, bienvenido era.

Al salir regresé a casa, quedando en que al día siguiente iría para el análisis sanguíneo y al otro iría al urólogo para que tuviera también los resultados y poder tener así más información. Aproveché que era aún bastante temprano para ir al gimnasio y entrenar un poco, yendo a desayunar después aprovechando que hacía hambre al quemar tanta energía que no sabía de donde sacaba, sinceramente. En casa, el tiempo se me pasaba algo lento al estar tanto tiempo solo, pero los videojuegos me lo hacían más llevadero y la batería también, aunque estaba tan oxidado con ella que le costaba ponerme, así que pensé en ir poco a poco hasta volver a cogerle el truco, pues tampoco es que practicara mucho en su día.

Algo bastante significante fue que me llamaron por el tema del trabajo. Al parecer los carteles que fui poniendo por colegios e institutos habían tenido el efecto esperado y poco antes de la hora del almuerzo recibí la primera. Mi idea era recibir a los alumnos en casa, porque al vivir solo lo tenía superfácil para poder trabajar ahí, además de que había espacio más que suficiente para varias personas, pero esta madre en concreto me puso alguna pega, porque ella no tenía coche ni sabía conducir y el padre del niño estaba trabajando por las mañanas y por las tardes y nuestras casas quedaban a más de media hora andando.

Tampoco tenía mucho problema en desplazarme y darle la clase allí, por lo que acabé aceptando. Respecto al precio, pues decidí no ser muy ambicioso, ya que, si lo pedía lo mismo que una academia, pues lo más lógico sería llevar a los niños a la academia. Por eso no hubo ningún problema. Así que empezaríamos el mes de febrero. También me explicó que era un niño de 7 años y que iba a segundo de primaria. Dejé bastante claro que yo daba clases de inglés a cualquier nivel, pero me hizo mucho hincapié en ayudarle también con matemáticas, lengua y demás asignaturas. Se salía de mi idea principal, pero al final acabé aceptando, pues no creía que me fuera a dar problemas aquello.

De la misma manera, me llamó otra madre preguntando por las clases, siendo una situación bastante similar que la de la otra, salvo que este chico iba a quinto de primaria. Me pidió exactamente lo mismo, recalcando que necesitaba ayuda con varias asignaturas, nombrando más las matemáticas. De nuevo acepté porque no veía mucho problema. Así con la tontería ha tenía dos alumnos a los que darle clases. Y tenía que ir a sus casas, pero pese a tener coche, decidí hacerlo andando para hacer ejercicio. Me había tomado en serio aquello de ponerme en forma.

Al día siguiente, los análisis y entrenamiento en el gimnasio, sin ningún problema y todo dentro de la rutina. Dormir no dormía mucho aún. Y pensaba que me iba a costar retomar un horario de sueño normal a esas alturas y después de haber pasado ya tantas semanas. Pero ya cada vez estaba más acostumbrado y no me molestaba tanto. También usaba cafés y bebidas energéticas cuando me encontraba sin energía, en especial después de quemar tanta en el gimnasio. El miércoles tocaba la cita con el urólogo, así que tocaba pasar algo de vergüenza de nuevo, pero pasaría más de la que esperaba, ya que se trataba de una uróloga. Y además era joven, teniendo pinta de tener sobre 30.

Después de los saludos al vernos me comentó que le había echado un ojo al informe que me había hecho el médico al que visité principalmente. Ella me dijo que era algo normal si estaba bajo de ánimo y que en principio no debería tener ningún problema al haber indicado su compañero que no apreciaba nada a simple vista. Yo le pregunté si también era normal que no tuviera alguna erección por las mañanas, ya que yo creía que eso era más un acto reflejo que otra cosa, y me dio un poco la razón, pero me comentó que el cuerpo actúa en consecuencia a como nos encontramos. Me puso un ejemplo algo drástico quizá, pero lo entendí rápidamente. Me dijo que imaginara que mi madre se moría y que después del entierro me cruzaba con Angelina Jolie pidiéndome tener sexo.

-¿Cuál sería tú respuesta? -me preguntó.
-Pues yo en ese momento no tendría cuerpo para nada, la verdad.
-¿Ves? Lo has entendido. Nuestro estado de ánimo es algo que nuestro cuerpo tiene mucho en cuenta. Hay estudios que dicen que incluso bajan las defensas cuando nos encontramos mal de estado de ánimo.
-Ya, pero... ¿3 meses después y todavía?
-Cada persona es un mundo. Parece que a ti te ha afectado esto bastante. ¿Qué ha pasado exactamente?
-Eh... Una ruptura.
-Vaya. ¿Qué pasó?
-Es una historia muy larga. Pero la quería mucho y pasó algo.
-Bueno, no me cuentes más si no quieres. Te vendría bien ir a un psicólogo.
-Ya. Eso me dijo el médico.
-Pues anímate, que no es malo ir, ¿sabes? A veces necesitamos hablar las cosas y que nos ayuden. Mira, te recomiendo esta. Pásate, de verdad. Te prometo que te sentirás mejor y que ella te ayudará en todo.
-Qué bien me la vendes, ¿no? -le dije tomándome quizá más confianza de la cuenta.
-Es una amiga. Pero imagínate. Por aquí pasa mucha gente con problemas muchas veces es algo más psicológico que de lo mío.
-Vale, me pasaré.
-Claro. Ya verás qué bien.
-¿Y le preguntas a todos sobre sus problemas para ver si es psicológico?
-Bueno, es para romper el hielo para hacer el análisis -dijo poniéndose los guantes.
 
Capítulo 360

Algo cortado me levanté y ella se sentó en una silla. Se me quedó mirando, haciéndome un gesto para que me descubriera. Ya había pasado por algo así alguna vez anteriormente por un problema que tuve en el que me examinó también una chica joven en urgencias, pasándose dos chicas más. Se ve que estaban de prácticas y había varias allí. Hasta un chico se pasó, el cual parecía ser el urólogo, pues era al que le pedían consejo y le preguntaban. Y también eran chicas guapas las de aquella vez.

En esta ocasión, era una chica rubia con el pelo bastante largo y rizado. Gafas de pasta era lo que más resaltaba en su cara, aunque podía apreciar que era guapa, con unas cejas algo gruesas y muy negras, una nariz perfilada y unos labios estrechos pero carnosos. De estatura debía medir poco más de 1,60. Por la bata no la pude ver bien, pero se notaba que tenía buenas tetas. Me lo tuvo que pedir verbalmente para que me desabrochara los vaqueros y me bajara los boxers.

No me atrevía a mirarla a la cara los primeros segundos, pero ella se comportaba de manera muy profesional. Empezó mirando bien toda la zona, moviendo la cabeza de un lado a otro como si buscara algo, pero después pasó a coger mi polla para levantarla y mirar los huevos. Era la primera vez que una chica me tocaba después de la ruptura. Y no sentí absolutamente nada pese a ser una chica atractiva para mi gusto. Ni me estremecí ni di un respingo. Estuvo durante un rato mirando bien, cogiendo incluso mis huevos para palparlos.

-Te depilas, ¿no?
-Eh... -dije algo cortado-. Sí. Bueno, en estos 3 meses que han pasado desde que me dejó mi ex no lo he hecho. Pero como iba a ir al médico y eso, pues lo hice para... Bueno...
-Ya. No hace falta que me des esos detalles. ¿Lo haces con cuchilla?
-Sí.
-Bueno, pues ten cuidado, ¿vale?
-¿Por qué? ¿Pasa algo?
-No. Solo que la piel se irrita mucho. Ten en cuenta que la piel de esta zona es muy sensible. No uses cuchillas muy gastadas y usa crema para hidratar bien toda la zona.
-Vale.

Después de aconsejarme en el tema depilación, pasó de nuevo a agarrar mi polla para estirar la piel y descubrir el glande. Pasó sus dedos por él, apretándolo un poco y haciendo algunos movimientos más. Aquí sí que me puse más nervioso, pero tampoco reaccioné de manera exagerada por suerte, así que no me empalmé ni nada. Por fin acabó, pues dejó de tocarme diciéndome que no veía nada. Ya me estaba subiendo los calzoncillos cuando ella me paró, diciéndome que aún no habíamos acabado.

Algo extrañado la miré y me dijo que me iba a hacer un examen de próstata. Casi sin dejarme reaccionar me dijo que no me preocupara, que no era para tanto y que no me haría daño. No estaba cómodo, la verdad, pero tampoco iba a ser la primera vez que me metían el dedo en el culo, así que no puse mucho impedimento. Si ella lo veía necesario, pues había que pasar por el aro. Algo vergonzoso fue, pues me tuve que poner a cuatro patas en la camilla. Vi como cogía un bote de lubricante, aunque nada rimbombante como los que se suele usar para el sexo, para echarse una generosa cantidad en dos de sus dedos.

Se puso a mi lado y me dijo que me tranquilizara y que a lo mejor sentía un poco de molestia, pero poco más. Llegado el momento, ella metió un dedo y luego otro, empezando a hurgar. Efectivamente era una sensación muy rara. Qué diferente es eso en el médico y cuando lo haces en el sexo... Por suerte, ese examen no duró mucho, limpiándome con papel el lubricante que se había quedado por la zona, diciéndome después que me podía vestir.

-¿A que no ha sido para tanto?
-¿Eh? No... Si bueno...
-¿Ocurre algo?
-No. Bueno, es que yo soy de mente abierta y ya había probado... -dije ruborizándome.
-Ah, pero eso es fantástico. Entonces no te habrá parecido raro, ¿no?
-Bueno, diferente es. No te voy a mentir.
-Claro, con excitación es más fácil, aunque a mí no me han hecho un examen como el que yo te acabo de hacer.

Bonita forma de dejarme caer que ella disfrutaba del sexo anal. Tampoco pude pensar mucho en aquello, porque enseguida me comentó cómo había ido todo. Me dijo que con los exámenes que había hecho y con los resultados del análisis de sangre no había encontrado nada en absoluto. Lo veía todo muy normal y descartaba hacer exámenes de enfermedades de transmisión sexual, ya que le había dicho que llevaba desde entonces sin tener relaciones. Finalmente me marché de allí con su nueva recomendación de visitar al psicólogo.

Al salir eché un rato en el gimnasio y volví a casa para descansar. Miré la tarjeta que me dio la uróloga para llamar a esa psicóloga y pedir cita, pero me daba algo de miedo venirme abajo al contarle todo, aunque al final lo acabé haciendo para ir esa misma tarde para tener nuestra primera consulta.

Al llegar me encontré un panorama similar al que había con la uróloga, pues se trataba de una chica joven y atractiva, pensando yo que tendría alrededor de 30 años. Mucho más alta que su compañera, aunque llevaba tacones. Pelo ondulado, castaño claro que le llegaba a la altura de los pechos. De cara era más guapa que la doctora que visité por la mañana. Tenía una cara algo más redondita que ella, con unos ojos de color azul mezclado con gris, aunque eran algo oscuros. Tenía unas cejas finas del mismo color que el pelo, una nariz normalita en la que llevaba un aro, una boca de tamaño normal con unos bonitos labios y una dentadura blanca y perfecta.

De cuerpo era más delgada que la otra, con unos pechos significativamente más pequeños, dando la sensación de que no tenía. Al darse la vuelta cuando fue a sentarse en su asiento después de que me diera dos besos al presentarse vi que su culo era bonito pese a no ser ni grande ni voluminoso. Fue un momento de atontamiento por verla así tan atractiva y por el olor tan agradable que desprendía. Era una chica bastante alta y muy delgada, pero muy guapa. La verdad es que me esperaba a la típica señora de 50 años más bien fea con una expresión seria y los ojos entornados, pero no fue así.

Al darme esos dos besos me dijo que se llamaba Mónica. Cuando se sentó en su escritorio empezó a teclear en su teclado. Me empezó a preguntar mi nombre, apellidos, fecha de nacimiento y varios datos más, como si me estuviera haciendo una ficha para llevarme un control. Ella poco hablaba al principio y lo hacía de manera algo seria quizá. Mientras rellenaba mi perfil en su ordenador con mis datos me quedé mirándola para verla mejor. Y sí que era guapa, pero en ese momento no se despertaba nada en mí. Simplemente la contemplaba sin pensar en nada. Ni me la imaginaba desnuda, ni cómo sería en la cama ni nada por el estilo. No estaba aún para pensar en ello.

También me fijé en como llevaba las uñas de sus manos pintadas de color negro, al igual que la de sus pies. Ambas partes del cuerpo eran finas y bonitas. Aparte de guapa, estaba sexy con la ropa que llevaba, pues iba con una camisa blanca que se metía por dentro de sus vaqueros altos que le quedaban más arriba de la altura del ombligo según calculaba yo, los cuales acababan antes de sus tobillos, siendo unos vaqueros piratas. También llevaba americana fina negra un poco remangada, al igual que lleva la camisa, dejándose ver un poco por debajo de las mangas de la chaqueta. El conjunto lo acaba con unas sandalias negras con algo de plataforma y un tacón bastante alto. Mirándola bien, lo que más me llamaba la atención de ella quizá era lo blanquita que era de piel. Algo también llamativo era que no iba maquillada pese a lo arreglada que iba.

El sitio era acogedor, pero estaba bastante nervioso y su trato era quizá parte del problema, porque no me miraba casi y preguntaba todo aquello de manera mecánica. Pero eso cambió rápidamente. Cuando acabó de hacerme el registro, se levantó y sentó en un sillón que había al lado del sofá en el que me encontraba yo. Cogió una especie de libreta, que por el forro que llevaba parecía más un libro y empezó a hablar.

-Me ha comentado mi compañera más o menos lo que te pasa -dijo cambiando el tono de voz, haciéndolo más suave y tierno, casi aniñado.
-Ah... ¿Te ha contado?
-Sí. Bueno, siempre que deriva a alguien a mi departamento me comenta un poco lo que se ha encontrado para que me vaya haciendo a la idea. Por lo visto tienes un problema de erección y eso te preocupa, ¿no?
-Bueno, es que... -dije incómodo.
-Tranquilo. No pasa nada. Eso es más normal de lo que crees.
-No, si es que...
-¿Estás nervioso?
-Sí.
-Bueno -dijo cerrando su libreta-. Entiendo que lo estés. Hay muchos prejuicios de venir al psicólogo. Estoy acostumbrada, pero déjame decirte que nadie está loco por venir aquí. De hecho, para eso están los psiquiatras. Nosotros trabajamos de manera un poco diferente.
-No, si tampoco pienso así.
-Vale, son los nervios de dar el paso. Tampoco pasa nada. Ya verás como todo va a ir bien. Seguro que eres muy fuerte y con un poquito de mi ayuda, vamos a conseguirlo.

La verdad es que sus palabras me tranquilizaban. Y ese tono de voz que tenía lo hacía mucho más fácil. Así que le empecé a contar, abriendo ella de nuevo la libreta para tomar notas de lo que le iba contando. Le hice un resumen desde que empecé mi relación con el problema que tenía con Noelia. En ningún momento puse nombres pensando así que se me haría más fácil narrar la historia sin llegar a ponerles cara. Y estaba funcionando. Ella hacía alguna pregunta suelta de cómo me sentía en diferentes situaciones que le iba contando.

Así le conté gran parte de las perrerías que me hizo Noelia a lo largo de mi relación, o incluso antes. Todo iba bien hasta que llegué al momento de la ruptura. Le conté lo que Noelia hizo, aunque ella no parecía sorprenderse en ningún momento. Llegado a un punto le conté como mi novia estaba detrás de la puerta de la cocina oyéndolo todo, con la cara llena de lágrimas. De hecho, se me escapó su nombre al narrar ese momento. Y ahí tuve que parar un momento, porque se me hizo un nudo en la garganta. Me tapé la cara notando como se me ponían los ojos vidriosos. Ella fue muy amable tratando de tranquilizarme, diciendo que me tomara el tiempo que fuera necesario para recuperarme, ofreciéndome agua también.

Podía oír como anotaba en su libreta mientras yo terminaba de serenarme y entonces pude seguir. Le conté lo mal que lo pasé cuando volví a casa, diciéndole que no comía nada apenas, que no me levantaba de la cama para nada y varias cosas más. Ella asentía, preguntando esta vez menos, casi sin llegar a hacerlo. Finalmente le conté lo ocurrido el día de Reyes al encontrarme que mi hermano estaba como saliendo con ella. Le comenté lo que opinaba yo, llegándole a decir que pensaba que ella había diseñado esa venganza al haberse topado con él. Ella asentía y apuntaba un par de cosas más en la libreta y la cerró después, mirándome para seguir la conversación.

-Bueno. Pues ya está. Ya me has contado lo que ha pasado.
-Sí. Eso es todo. Creo que no me dejo nada.
-Si te dejas algo que no recuerdas, es porque no es importante. No te preocupes.
-Vale, ¿qué me puedes decir?
-Te puedo decir que todo eso por lo que has pasado es completamente normal. Se ve que tú la querías mucho y es comprensible que tuvieras esa reacción. Prácticamente es como si se hubiera muerto al dejarla de ver de esa manera tan repentina.
-¿Y es normal estar así tanto tiempo?
-Depende mucho de cada uno. Casa persona es un mundo. Hay quien se lo toma así, hay quien se lo toma mejor y peor. No tienes nada por lo que preocuparte en ese aspecto.
-Ah, ¿y en algún otro?
-En realidad no. Por la manera en la que me has hablado y contado todo, se ve que ya lo llevas mejor.
-Sí, tanto que me he puesto a llorar.
-Pero es que es normal. Mira, si supieras lo que me cuesta que la gente se abra... Muchas veces me lleva semanas conseguirlo. Tú, sin embargo, lo has soltado todo en nada.
-Si te digo la verdad, cuando me la encontré después de la ruptura sabiendo que era la chica que estaba saliendo con mi hermano, me desencanté mucho de ella.
-Lo entiendo. ¿Por qué crees que ha actuado así?
-Supongo que por despecho.
-¿Cómo era ella contigo?

Le conté de manera resumida cómo se comportaba Elena conmigo. Le dije que era una chica supercariñosa y que ella me quería, porque además de decírmelo muchas veces, lo demostraba. También le comenté que tuvo un problema de infidelidad en su anterior relación, la cual fue bastante más larga que la nuestra y que sus padres también habían pasado por ese tema. Ella volvió a anotar en su libreta y me preguntó si alguna vez habíamos tenido algún problema, pero serio.

Le respondí que en realidad no. Si acaso por culpa de su hermana en esos últimos meses. También me dio por contarle alguna situación peliaguda, como cuando se menospreciaba, lo ocurrido con Sofía y Bea, al igual que cómo se encontraba cuando me fui de viaje por el trabajo que me salió. Mónica me contó que según lo que le contaba, veía a Elena una chica con inseguridades y que eso a la larga puede causar un poco de mella en la relación. Especialmente si no se cuida ese aspecto por ambas partes.

También me preguntó si era celosa y le comenté que algo sí que lo era, pero que tampoco veía que fuera algo enfermizo. Ella me dijo que pensaba que Elena se podía haber dejado llevar por esas inseguridades y celos y por eso acabó haciendo lo que hizo. Tras algún comentario más dándome su punto de vista, me pidió que tratara de dejar la mente en blanco y que le contara como me sentía. Yo le dije que me encontraba bien. Sentía dolor aún por todo lo ocurrido, pero ni de lejos como las primeras semanas. También me preguntó cómo me iba ahora en mi vida diaria.

Le comenté que había decido marcharme de casa de mis padres y que vivía en una casa que se encontraba unas calles más abajo de donde nos encontrábamos. También le comenté que me había propuesto ponerme en forma yendo al gimnasio y comiendo mejor, aunque tenía que hacer un esfuerzo, pues no encontraba el mismo apetito que tenía antes. Y por último le comenté que también estaba a punto de volver a trabajar, comentándole lo que tenía pensado y cómo no pudo ser, pero que busqué una optativa, esperando que la cosa fuera bien y tuviera más alumnos conforme pasara el tiempo. Ella puso una sonrisa muy grande cuando le conté todo esto último y dio la sesión por concluida.

-¿Ya está?
-Sí. Ya se nos ha pasado la hora.
-Ah, vale. ¿Y qué hago?
-Tienes que seguir haciéndolo como lo estás haciendo ahora mismo.
-¿Y eso es todo?
-¿Esperabas algo más...?
-No sé. Es la primera vez que vengo a un psicólogo.
-No te voy a recetar nada, si eso es lo que esperas. Tú solito has decidido salir hacia delante y lo estás haciendo muy bien. Mantén esa actitud y ese positivismo.
-¿Pero y el problema de...?
-¿Lo de la erección?
-Sí.
-Tienes un bloqueo mental respecto al sexo. Piensas que no hay otra chica con la que quieras tener relaciones. Solo piensas en ella en ese aspecto pese a que me has dicho que te has desencantado de ella.
-¿Y qué hago?
-Ya te lo he dicho. Tienes que seguir conforme estás ahora mismo. Con el tiempo madurarás ese pensamiento y te darás cuenta de que no es así. Una vez des ese paso, todo volverá a la normalidad.

Ella parecía muy segura de lo que decía, mientras que yo no estaba del todo conforme. Me miraba sonriendo esperando por si tenía alguna pregunta más, pero como no le lanzaba ninguna, acabó siguiendo ella explicándome como debía hacerles frente a algunas situaciones que me podían pasar si me ponía triste o si empezaba a darle vueltas a las cosas.

-Pero creo que sí te voy a recetar una cosilla.
-¿El qué?
-Algo para dormir. Según me has dicho, aún no lo haces bien y eso es algo importantísimo. Sin un buen descanso, nuestro cuerpo y, sobre todo, nuestro cerebro no puede funcionar correctamente. Así que te vas a tomar esto cuando te vayas a dormir y así descansas bien.
-Mmm, vale.
-Y ya está.
-¿Y tengo que venir más?
-Eso depende de ti. Mi recomendación es que sigas viniendo para llevar un registro y ver cómo evolucionas. Sería algo muy positivo que vinieras y me contaras cómo te va y cómo te sientes. Pero entiendo también que cada sesión cuesta su dinero y que no quieras venir más si no lo crees necesario. Te daría mi número por si tienes alguna emergencia, pero estoy segura de que eso no va a pasar. Estás yendo por el buen camino y vas a conseguirlo.

Mentiría si dijera que no me importó que me dijera eso, pero fue como si cerrara todas las puertas a conocerme. O al menos así me lo tomaba yo. Era algo bastante chocante, porque su cercanía no me parecía muy normal. Esperaba algo más frío y mecánico, pero la sensación en esa sesión era la misma que la de estar hablando con una amistad.

-Ah... No, no. Ya que he dado el paso para venir aquí, quiero hacerlo bien. Me importa poco el dinero. Lo que quiero es estar como antes de que todo esto me pasara.

Mónica sonrió y me dio el papel de la receta y de nuevo, me dio dos besos, pero esta vez para despedirse de mí. Al hacerlo me acarició el brazo para darme fuerzas mientras me decía que me cuidara y que siguiera así, acompañándome después a la puerta pasa salir.
 
Capítulo 361

Me fui con una sensación sumamente rara. Me sentía vulnerable y motivado a la vez. Si una profesional me decía que lo estaba haciendo bien y que siguiera así, pues así lo haría. Fui a la farmacia de guardia a por las pastillas que me recetó y volví a casa, porque ya era casi la hora de cenar. No llegué a informar a nadie de que había ido al psicólogo, ni a familiares ni a amigos, quedándome pensativo sobre la experiencia una vez acabé de cenar algo ligero mientras descansaba en el sofá. Sobre las 12 de la noche me fui a la cama, tomándome una de esas pastillas para ver cómo iba la cosa, esperando poder dormir y descansar bien.

Y así lo hice, pero en exceso. Miré el móvil y ya era la 1 de la tarde. Eso hizo que me sobresaltara, aunque no tenía ningún motivo en realidad. Tan solo había faltado al gimnasio, y por un día que no fuera tampoco paraba nada. El problema era que me sentía muy atontado y hasta pesadez en el cuerpo. De hecho, la cabeza me daba vueltas cuando me desperté, por lo que me quedé en la cama un rato para espabilarme y ver si se me pasaba. Cuando me encontré mejor me di una ducha y desayuné algo ligero, porque tenía la costumbre de comer sobre las 2 de la tarde. Una vez lo hice, me quedé descansando en sofá todo el día, porque mi cuerpo no daba para más.

Al ver cómo reaccioné a esos somníferos, pensé en ir a hablar con Mónica para ver si ella sabía si era normal, o no, pero me daba un poco de corte acercarme tan pronto después de nuestra primera sesión y sobre todo por cómo se comportaba ella, así que decidí esperar un poco para ver si mi cuerpo se tenía que acostumbrar a eso. Por lo pronto, esa noche decidí no tomarme ninguno por algo de miedo. La noche se me hizo un poco larga, pues a pesar de dormir más de lo que solía esos últimos meses, seguía despertándome bastantes veces por la noche. Pero no me levantaba cansado. Pensaba que quizá el fármaco me seguía haciendo algo de efecto, pero tal vez también tenía que ver que el día anterior no hiciera nada al estar todo el tiempo en reposo. Ese día sí que fui al gimnasio, dándose bastante bien la cosa respecto a cómo me sentía. No tuve ningún problema, llevando a cabo una sesión normal.

Ese fin de semana salí por la noche, tanto el viernes, como el sábado para tratar de conocer a gente nueva. Para ello decidí acercarme a algunos pubs cercanos, pero que no estuvieran muy concurridos para evitar cruces indeseados. El problema era que seguía siendo muy invisible para todo el mundo, porque es que nadie de con quién me cruzaba me miraba ni siquiera. Yo sí me fijaba en todo el mundo que había a mi alrededor, pero nadie posaba sus ojos en mí. En un par de ocasiones intenté acercarme a unas chicas que me parecían monas, para hablar con ellas, pero me ponía muy nervioso. Parecía tener 15 años y no saber qué tema de conversación sacarle a una chica que no conocía de nada. Así que en cuanto llegaba a su altura me daba la vuelta y me alejaba de ella.

Quizá no tomar alcohol tenía algo que ver. Pero es que como no me gustaba y estaba con la medicación para dormir, pues no me hacía mucha gracia probarlo. Tal vez me hubiera venido bien para coger ese punto y desinhibirme, pero al final no acababa de tomar nada. De vuelta a casa pensaba también que sentía que estaba engañando a Elena al tratar de conocer a una chica, acordándome de lo que me dijo Mónica al acabar nuestra sesión. Según ella, ese pensamiento estaba equivocado y seguiría con ese bloqueo, tanto el de la erección, como el de acercarme a conocer gente hasta que cambiara el chip. En casa me puse una peli al no ser tan tarde cuando volvía y me quedaba un poco taciturno por mi situación, aunque trataba de mantenerme positivo pensando que eso cambiaría tarde o temprano.

La noche del sábado me volví a tomar una de esas pastillas para dormir y el domingo me levanté de la misma manera que la primera vez que me la tomé. No me gustaba lo que me estaba haciendo ese medicamento, por lo que pensé en ir a la consulta el lunes por la mañana para hablar con Mónica y que ella me contara. Ese día también me lo pasé en casa, sin salir y sin ganas de nada del atontamiento que tenía encima. Al día siguiente tenía que empezar las clases con mis dos nuevos alumnos, así que miré algo por encima de los cursos en los que estaban, pero tenía tanto empanamiento que al final lo dejé. Pensaba que no tendría problema para lidiar con ello sobre la marcha.

El lunes me levanté ya más normal y me fui directamente al gimnasio bastante temprano. Tenía por costumbre hacer bastante ejercicio de manera intensa para hacer hambre y luego desayunar bien una vez acababa esas sesiones de gimnasio. Al empezar una nueva semana me animé a probar más máquinas, ya que solo estaba usando la cinta de correr y la bicicleta para ganar resistencia. Ese día cogí por primera vez las pesas para hacer una toma de contacto con ellas y hacer algunas series de repeticiones para ir haciéndome a ellas.

No sabía muy bien cómo iba la cosa, por si tenía que empezar por algunas en específico, o por si podía coger las que yo creyera oportuno, por lo que pregunté a la gente que había por ahí. Pensé que podía ser una manera de conocer a gente, pero resultaba que una vez acababan de atender tu duda, cada uno iba a su bola, poniendo sus cascos para seguir entrenando sin mantener la más mínima conversación con nadie. Así que por ahí no iba a hacer amistades. Una vez acabé, me fui a casa para darme una ducha y desayunar bien.

Tras hacerlo, me pasé por la consulta para hablar con Mónica, pero estaba muy ocupada al estar en una sesión con alguien y por lo visto por la mañana era un no parar. En recepción me dijeron que me pasara por la tarde, pero les comenté que era imposible, ya que tenía que trabajar. En estas, salió Mónica un momento, no sé para qué, pero cruzó por donde estábamos y le llamé la atención. Dijo que se alegraba mucho de verme, aunque no paraba su camino. Parecía algo apurada. Le dije que tenía un problema y que si lo podíamos hablar en un momento.

Ella me preguntó si era importante y yo le asentí con la cabeza. Ella puso cara de preocupación, pero al parecer, lo que tenía entre manos era más delicado, pues se paró un momento antes de salir de la recepción para decirme que me llamaría en cuanto pudiera al tener mi número de teléfono y se marchó. Fue un buen momento para decirle que me diera su número y así poder hablar con ella, pero estaba algo cortado por la situación y no terminé de hacerlo. Tan solo me quedó decir en recepción que no podría cogérselo si me llamaba por la tarde seguramente, para que la avisaran.

Regresé a casa pensando en ella y si me llamaría como me dijo. ¿Lo haría desde su número personal? Lo dudaba bastante, pero tampoco me importaba mucho. Aún veía lejos intentar acercarme a una chica de esa manera, pero ella me caía tan bien que me estaba empezando a apetecer ese contacto para conocernos un poco, pero sin nada más allá. Solo charlar. Hice hora para la comida jugando un poco a la play y después me puse a cocinar algo. Tampoco es que fuera lo más, pues al estar en el gimnasio y querer ganar algo de masa muscular, basaba mi dieta en pollo y arroz. No hay que ser una eminencia para cocer arroz y hacer unos filetes de pechuga de pollo a la plancha, aunque las primeras veces se me pasaba el arroz y luego se me quedaba duro hasta que le pillé el truco, pero rápidamente me hice a eso.

Tampoco era algo obsesivo el comer así, ya que, si me apetecía algo en especial, pues lo pedía a domicilio y ya está. Eso sí, el pollo y arroz me sabía un poco soso, por lo que me las tenía que ingeniar para darle más sabor. Al arroz le echaba guisantes, jamón cocido y algo de zanahoria, añadiendo algo de salsa de soja para darme más sabor. Y a la pechuga le ponía un poco de perejil picado y ajo. Así, con limón entraban muy bien. Algo que también comía en aquel entonces era brócoli con patata, ambas cosas cocidas y mazorcas de maíz. Quizá estaba haciendo una mezcla rara en esa nueva dieta, pero me gustaba bastante cómo sabía todo aquello y a mí parecer era todo sano, así que sin problema. Hasta le mandaba fotos a mi madre de mis almuerzos. Ella me mandaba emoticonos de aplausos y me daba ánimos a seguir así y casi que aprovechábamos para hablar y así hacer como que comíamos juntos, preguntándonos ambos cómo estábamos y contándonos cómo nos iba.

Sobre las 3 y media de la tarde me marché para ir a la casa de mi alumno para llegar a las 4. Casi llegando estaba un poco nervioso, porque era algo casi que hacía por primera vez y tampoco había tratado con niños más allá de lo que lo había hecho con Paula. Cómo la echaba de menos... Al entrar en la casa, conocí a la madre, a la que no le ponía cara hasta ese momento y junto a ella estaba su hijo. Me llamó la atención cómo de bajita era, pues no le sacaba ni una cabeza a su hijo de 7 años.

O los niños crecían ya muy rápido, o ella era muy bajita, teniendo pinta de que era lo segundo. Al tener un niño de 7 años no sabía muy bien qué edad tenía, pero tampoco parecía muy joven. Era rubia y tenía un cuerpo normalito, aunque su culo y sus tetas le hacían unas buenas curvas sin llegar a tener en exceso de cada. Lo que más me llamaba la atención de ella eran sus ojos. Marrones, pero muy grandes y miraba de una manera muy intensa. De cara era bastante apañada, pues tenía una sonrisa muy bonita. Rápidamente me hizo pasar y nos fuimos al salón, donde me dejó con el niño después de decirme los deberes que le habían mandado.

A lo largo de la clase conocí al niño y fuimos haciendo todo lo que tenía que hacer. Para mi sorpresa, todo fue perfecto, pues esperaba que se distrajera mucho al ser un niño, pero tampoco era para tanto. De vez en cuando me sacaba tema de conversación al contarme cosas de su colegio, de sus amigos, de lo que le gustaba y demás. También salía corriendo para volver enseguida y traerme algunos juguetes de los que tenía para enseñármelos, al igual que hacía con cromos de unos dibujos. La clase fue bastante bien, dándonos tiempo a dejarlo todo acabado, incluso poniéndole yo algunas cuentas de sumar y restar, ya que era lo que estaba aprendiendo. Al salir iba contentísimo por lo bien que había ido, pero no podía dormirme mucho, pues tenía que ir a la otra clase.

No pude mirar el móvil en toda la clase al tener que estar pendiente del niño, y por el camino tampoco, pues entre la llovizna que me obligaba a usar paraguas y al tener que estar atento al tirar por calles que había transitado poco, pues no podía mirarlo. Tampoco pude hacerlo en la siguiente clase en la que de la misma manera que la anterior, conocí a la madre. Ésta si era más atractiva, aunque no encontraba a la anterior fea ni nada. Ésta era también rubia, con una larga melena algo rizada. Era alta, casi de 1,70. Delgada y con un culo redondito y algo respingón. Lo que más llamaba mi atención de ella eran sus tetas, pues se veían poderosas pese a no llevar ningún escote o una prenda que realizara esa parte, pero al verla de perfil, se notaban esos bultos. De cara era también apañada, pero tenía una nariz que no me gustaba. Muy aguileña. Por lo demás, era una mujer que estaba bastante bien, echándole yo entre 35 y 40 años.

Tampoco es que me fijara en exceso esos días, pero sí que miraba a la gente que con la que conversaba, sobre todo con las que mantendría algo de relación al verlas varias veces en semana. Esa clase fue también muy bien. A diferencia del otro niño, este era más tímido y apenas hablaba, pero era más centrado, aunque le tenía que repetir las cosas algunas veces porque se distraía mucho quedándose pensativo. Con éste me tocó explicarle las divisiones y sin problema, así que lo acabamos todo y me marché. Al salir me encontraba de una manera que hacía bastante que no sentía. Me sentía alguien de provecho y que estaba haciendo una buena labor. Y encima era un trabajo que veía bastante fácil por cómo fueron esas clases y que me gustaba mucho. De camino a casa sí que cogí el móvil, pero fue para llamar a mi madre y contarle cómo había ido el primer día de mi vuelta a la vida laboral. Ella estaba encantada, casi más contenta que yo, diciéndome que no se podía alegrar más por mí. De nuevo me sentía genial por dentro, viendo que mi madre estaba orgullosa de mí.

A la vuelta, pasé por una tienda que vendían juegos de mesa, merchandising, figuras y cosas relacionadas con películas, series y demás. Ya la conocía de haber jugado allí a un juego que desde el instituto jugaba y me dio curiosidad y acabé entrando. Estaba bastante igual que cuando yo la frecuentaba. El tendero me reconoció y estuvimos hablando un poco, animándome a volver por allí para jugar, explicándome que habían ampliado la zona de juego para poder hacer torneos más grandes. Le di la enhorabuena por cómo iba marchando la tienda y le dije que me pondría al día con el juego, ya que llevaba algo de tiempo sin jugar y que volvería para participar.

Antes de irme, compré alguna cosa y eché un ojo a la zona de juego. En ella me encontré un grupo de cinco personas, el cual constaba de dos chicas y tres chicos. Mentiría si dijera que lo veía normal, porque por desgracia, en este juego han escaseado las chicas, aunque actualmente la cosa está cambiando y ya se ven cada vez más. Me alegró ver que allí había dos. Me acerqué y, efectivamente, estaban jugando a aquel juego. Me quedé mirándolos un poco para ver cómo lo hacían y tratar de entender alguna jugada, porque había cartas que no me sonaban. Me preguntaron si quería jugar, pero les dije que no, que solo estaba mirando y que no tenía ninguna baraja encima para poder jugar, aunque ellos me dijeron que me podían prestar una.

Al final me limité a mirar sentándome con ellos un rato. Fueron muy amables e inclusivos, por lo que me entraron ganas de volver pronto para poder jugar con ellos. Ya era tarde y volví a casa porque la tienda cerraba. De camino pasé también por un estudio de tatuajes. Debía ser nuevo, porque no me sonaba para nada que hubiera uno allí. Me detuve en el pequeño escaparate que tenía viendo fotos de modelos que habían hecho allí y se veían muy bien con esos colores tan vivos que tenían algunos. Hasta me entraron ganas de hacerme uno. Siempre ha sido algo que me ha llamado la atención pero que hasta ese momento no había parado a pensarlo. Quizá era el momento de hacerlo y hacerme alguno.

Ya en casa me puse más cómodo y cené algo ligero para poder descansar bien, y al pensar en eso, recordé que Mónica había dicho que me iba a llamar, por lo que fui a ver si lo había hecho, pero justo me llamó Irene. En la llamada me contaba que estaban volviendo a casa, porque habían salido a tomar algo con el grupo y Sofía se encontraba con ellos. Al final acabamos haciendo una llamada en la que hablábamos los cuatro. Me preguntaron cómo me iba y les conté cómo había ido la tarde con las clases. Mis tres amigos se alegraron mucho por mí al verme tan contento y con tantas ganas. Yo también les pregunté a ellos cómo les había ido el día, pero me lo contaban de manera rápida para preguntarme más cosas a mí. Al parecer tenían mucha curiosidad, quizá por ser algo nuevo.

Al final les conté con bastante detalle cómo fue la tarde, describiendo a los niños y qué estábamos haciendo. Hasta conté lo de la tienda de juegos, con Mario diciéndome que se acordaba de ella por haber ido a jugar allí alguna vez, porque con él fue con el que descubrí el juego aquel. Se nos pasó al final un buen rato hablando, yendo Sofía con ellos a su casa para tomarse algo pese a ser lunes. Casi a las 11 de la noche acabamos de hablar. Al colgar vi que tenía un par de llamadas perdidas de un número que no tenía registrado, suponiendo que era el de Mónica. Y efectivamente así era, pues también tenía un mensaje en WhatsApp.
 
Capítulo 347

La veía igual, con su melena castaña y algo ondulada a la altura de los hombros, con su estatura algo bajita, sus pechos algo pequeños y su culo respingón. Estaba mirando a un punto fijo, aunque no había nada en él, encontrándomela como pensativa. Lentamente giró su cabeza hacia mí y en ese momento sentí como un escalofrío subía por mi espalda hasta llegar a la nuca haciendo que se me erizara el vello. Me di cuenta de lo que estaba pasando tan rápido como cae un rayo. Y sentía casi el mismo dolor que se debe de sentir cuando te atraviesa uno de éstos. De nuevo un pinchazo en el estómago bastante similar a aquella vez en la que me la encontré llorando, pero qué diferente era la situación ahora. Como si algo me controlara, me di media vuelta para salir del salón e irme derecho a mi habitación.

Ella no me dijo nada, ni intentó acercarse. Fui yo el que reaccionó marchándome de allí. Casi llegando a mi habitación, mi hermano David me llamó, pero no le hice caso. De hecho, me puso la mano en el hombro, pero me libré de él con un movimiento brusco para cerrar la puerta de mi habitación de un portazo, echar el pestillo y tumbarme en mi cama boca abajo.

Pero no podía dejar mi mente en blanco, porque solo se oían voces y golpes con los nudillos en la puerta. Así que cogí el móvil y me puse los auriculares para ponerme música a todo volumen y no escuchar nada de aquello. El problema era que me empezaron a llamar y la música se cortaba, por lo que hasta llegué a poner el móvil en modo avión y poder así estar tranquilo escuchando música. Sentía que la vida me estaba gastando una broma muy pesada y que todos se estaban riendo de mí. De todas las chicas que hay en el mundo y tenía que ser ella a la que había conocido.

Aunque rápidamente vi que todo tenía sentido. Mi hermano y ella habían estudiado algo muy parecido, por lo que eso me llevó a pensar que habían coincidido en el trabajo. Elena debió haber pedido el traslado a otra sucursal y tuvo que ser allí donde lo conoció. Pero la ciudad en la que se encontraba mi hermano no era la misma en la que vivía el padre de Elena. Al parecer mis elucubraciones habían sido fallidas, porque era evidente que se había marchado mucho más lejos. A unas 3 horas en coche de la ciudad en la que vivíamos los dos juntos, estando la del padre de Elena a poco más de media hora.

En ese momento me desencanté mucho de Elena, porque era bastante evidente que se estaba cobrando su venganza hacia mí por haberla engañado yo a ella con su hermana, aunque no había sido así del todo. Ni siquiera me dejó explicarle lo que había pasado, pero ella parecía haber montado la escena en su cabeza con lo que nos pudo oír decir en esa conversación que tuvimos Noelia y yo en la cocina. No me podía creer que una persona que supuestamente me había querido tanto según me decía ella me estuviera haciendo algo así. Lo mismo era que no me quería tanto para empezar a salir con otra persona tan rápido, porque yo aún me sentía muerto por dentro al no tenerla a mi lado.

Justo se me vino a la cabeza una conversación que tuvimos tras aquel problema que tuvo lugar al marcharme por el trabajo del periódico, precisamente en el que conocí a Sofía. En ella, me dijo que le costaba mucho separarse de alguien a quien le cogía mucho cariño, y que por eso se puso así con mi marcha, diciendo que siempre le pasaba al menos que pasara algo gordo, como tuvo lugar con Alejandro, a quien no echaba de menos en absoluto tras su ruptura según me dijo en varias ocasiones. Al parecer le había pasado lo mismo conmigo, porque ya estaba intentándolo de nuevo con otro. ¿O era solo parte de su plan de venganza hacia mí y solo estaba usando a mi hermano?

No lo sabía, pero me dolía mucho, ya fuera por una cosa o por la otra. Con todo lo que había avanzado desde la ruptura y ahora sentía que hacía pasos hacia atrás en aquel tortuoso camino que no me quedó más remedio que recorrer, viéndome de nuevo en el punto de partida. Las sensaciones desde luego eran las mismas, por el pinchazo del estómago, el malestar y por las lágrimas que no paraban de brotar de mis ojos. No llegué a presentarle nunca a mi hermano. Ni siquiera recordaba haberlo mencionado nunca en su presencia por lo alejados que estábamos al ir él mucho a su bola, pero supongo que el parecido físico y los apellidos que ambos tenemos en común fueron claves para darse cuenta de que él y yo éramos hermanos.

Hasta pensaba que seguramente le habría preguntado por su vida para corroborar dicha información. Pensaba que en esos momentos en los que hablaba con él por la noche según me dijo mi madre, tal vez le estaba preguntando por la familia para ver si podía sacar algo de cómo estaba yo o alguna información. No me podía creer como alguien con esa manera de ser tan dulce era capaz de hacerle algo así a alguien a quien había amado, pero era lo que estaba pasando. Eso me hizo ver a Elena con otros ojos, con rabia y con odio. Y eso era algo que me jodía el doble, porque era mezclar el dolor del suceso que acababa de tener lugar, con el de la ruptura, que aún seguía ahí y con el de los nuevos sentimientos hacia Elena que afloraron como consecuencia. Y yo pensando como un imbécil qué estaría haciendo y deseado que le fuera bien.

Al cabo de unas cuantas horas, dejé de escuchar música para ver si la cosa seguía igual y seguían ahí, pero no escuchaba nada. Me incorporé y vi que había una nota de papel en el suelo que habían colado bajo la rendija de la puerta. Fui a por ella y ni siquiera la leí. Tan solo la hice añicos y la tiré por la ventana. Me seguía sintiendo igual de mal, pero la rabia se iba haciendo cada vez más hueco entre mis sentimientos, poniéndome de muy mal humor. Cogí el móvil y le quité el modo avión, recibiendo al instante numerosos mensajes de WhatsApp y de llamas que tenía perdidas o que no se habían podido hacer correctamente. Tan solo eran de dos números diferentes, uno era el de mi hermano, al cual bloqueé al instante sin leer nada de lo que ponía y el otro era un número que no tenía registrado ni había visto nunca.

Supuse que se trataba del nuevo número de Elena, así que también lo bloqueé y borré los mensajes. No me apetecía leer cómo se reía de mí, porque, además, seguramente le habría dicho lo hija de puta que era por el estado en el que me encontraba. Ese día no salí absolutamente para nada de mi habitación. De hecho, no comí nada. Mi madre se pasaba por ahí, llamando a la puerta levemente con sus nudillos mientras me llamaba con la voz apagada, pero yo no le contestaba. Me puse a jugar para distraerme y no pensar en nada. Ya al día siguiente, sí que salí de mi habitación al poco de irse mi padre a trabajar. Al hacerlo me encontré a mi madre nada más salir.

-Javier... -dijo bajito.
-Mamá -dije seriamente-. No quiero hablar del tema. Así que, si vas a decir algo, ahórratelo.
-Pero... -dijo con un hilo de voz.
-Como empieces a hablar de eso, cojo y me voy. Y no me ves más el pelo.

Mi madre me miró con una expresión que mezclaba sorpresa y temor. Se quedó así durante unos segundos, pasando yo a decirle si lo había entendido. Ella me asintió y vino hacia a mí para darme un abrazo bastante largo. Ahí quedó la conversación, porque después nos separamos y me fui al baño a darme una ducha. Pensé en desayunar algo una vez acabé, pero no me entraba nada. Lo único que podía hacer era beber agua. La mañana transcurrió de manera bastante lenta, con mi madre acercándose a mi habitación para asomarse, aunque no se atrevía a decir nada. Era consciente de que había sido muy duro con ella, pero estaba muy quemado con todo lo que estaba pasando y no me apetecía hablarlo con nadie, y menos con ella, porque sabía que esa persona con la que lo hiciera iba a pagar el pato sin ninguna necesidad. Y mi madre era la última persona que se merecía eso. A medida que pasaban las horas, ese sentimiento mayoritario de rabia fue mutando a una tristeza muy profunda. Alguna lágrima se me escapaba de hecho, pero agitaba la cabeza intentando mantenerme fuerte y para ello me puse a jugar para al menos poder distraerme.

Las desgracias nunca vienen solas, porque en la hora de la comida la cosa fue a peor. Nos sentamos mi madre, mi padre y yo en la mesa para comer y estábamos en silencio. Yo mareaba la comida por mi inexistente apetito y mi padre visiblemente molesto y cansado de la situación me soltó si me iba a durar mucho más la tontería. Fue un comentario que me molestó bastante, por lo que le respondí con los mismos humos que tenía él, diciéndole que me duraría lo que me tuviera que durar. Eso le enfadó bastante. Quizá no fue la mejor manera de sobrellevar la situación, pero no estaba el horno para bollos y su falta de empatía me tocaba mucho los cojones, por eso le salté así. El me replicó diciendo que todo eso me estaba pasando por no saber cuidar de las cosas importantes de mi vida, por eso me veía ahora sin pareja, sin trabajo y casi que sin hermano también.

Tal vez tenía razón, pero no tenía ningún derecho a decirme eso con aquellas palabras. No estaba teniendo el tacto que debería tener con alguien en ese estado y por todo lo que estaba pasando. Yo le respondí preguntándole que quién le había pedido su opinión, porque yo no lo había hecho y mi madre tampoco. Ella misma fue la que intentó acabar la conversación mandándonos a los dos a callar, pero mi padre decidió no hacerlo, siguiendo al decir que la culpa era suya por haberse empeñado en tener otro hijo. Esas palabras me hicieron daño de verdad. No podía creer que mi padre estuviera diciendo esas palabras tan hirientes y que pensara eso.

Apreté el vaso de agua con mucha fuerza, con tanta que no sé cómo no lo rompí. Mi madre le miró con una de esas miradas asesinas que echan las madres cuando te la cargas con gravedad. Se hizo un silencio sepulcral y decidí levantarme para meterme en mi habitación y cerrar la puerta echando el pestillo. Otra llorera más que tuve que pasar en mi habitación mientras oía a mis padres discutir. De nuevo me puse música para no oírlos y así pasar el mal trago. Fueros unos días muy duros. Tanto que no llegaba a saber si me estaba doliendo todo eso más que la ruptura con Elena. Al igual que el día anterior, me pasé el resto del día en la cama sin salir de mi habitación para nada. Por suerte llegó un momento en el que no se oía nada, aunque mi madre venía de vez en cuando hasta la puerta para intentar hablar conmigo, pero no me apetecía.

Algo que también agradecí fue que mis amigos no se pasaran por casa esos días al estar más con la familia. No quería que me vieran así. De hecho, no sabía si quería contarles todo lo que había pasado. ¿Y si lo hacía Elena? Pues bueno, si alguien iba a destapar como era realmente, que fuera ella. Yo desde luego no lo iba a hacer, porque no quería dar la impresión de que decía esas cosas por despecho y también porque no quería que mis amigos perdieran su buena estima hacia ella por muy mal que estuviera lo que me había hecho. Era por mi culpa que se estuviera comportando así y no quería que eso les afectara.

La noche la dediqué a pensar sobre todo lo que me estaba pasando al haber silencio y sin llegar a tener nada que me molestara. No me sentía nada bien ni cómodo con mi vida, por lo que decidí dar un cambio. Eso último que había pasado en la comida me dio un empujón que al contrario de lanzarme al vacío como yo pensaba que pasaría, me dio ese arranque que necesitaba para volar y salir de esa espiral de dolor en la que se había convertido mi vida. De madrugada me dediqué a recoger todas mis cosas con cuidado y sin hacer ruido para no despertar a nadie. Llegué a dejar preparadas dos maletas con toda mi ropa y algunas cosas más, como alguna videoconsola, el ordenador y algunos utensilios que tenía por ahí. Ya por la mañana oí traqueteo al escuchar como mi padre se preparaba para marcharse al trabajo. También oí a mi madre después. Distinguí la ducha y al rato apareció por mi habitación, aunque permanecía cerrada desde el día anterior. Me llamó, pero al ver que no contestaba me dijo que tenía que salir porque tenía cita con el médico, pero que regresaría en cuanto acabara, aunque no sabía cuándo sería.

Ni me lo pensé. En cuando se marchó, me levanté para darme una ducha y meterlo todo en el coche. Pasé por el trastero que teníamos para ver si podría haber algo por ahí que me sirviera y alguna cosa encontré, entre las que estaba la batería de mi hermano y que yo también llegué a tocar. Pero estaba ya vieja y tendría problemas para meterla en el coche, por lo que acabé descartando llevármela, aunque me dio la idea de pillarme una para mí y retomar ese hobby. También me llevé la caja que me envió Elena a casa, aunque no sé por qué. Cogí algo de comida y me metí en el coche, pero no tenía a dónde ir.

Pensé en comentarle a Irene, a Mario y a Sofía mi decisión de irme de casa, pero caerían muchas preguntas y no me apetecía para nada la escenita. Así que pensé en irme a un hotel barato para estar algunos días hasta que encontrara algo. Ni siquiera saqué las maletas del coche. Entré para coger la habitación y quedarme allí durante bastante tiempo acostado en la cama y mirando al techo. Como esperaba, el móvil empezó a sonar y como pensaba, era mi madre. No me apetecía mucho cogérselo, porque sabía que la conversación no iba a ser bonita, pero era algo necesario y tampoco la quería preocupar.

-Javier, ¿dónde estás?
-Me he ido.
-Ya, eso ya lo veo, porque aquí no estás.
-Me refiero a que me he ido de casa.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Porque no quiero estar donde no me quieren.
-Javier, ni se te ocurra volver a decir eso -dijo angustiada.
-Es la verdad.
-No. No lo es. Tu padre te quiere. Dijo eso por el calentón de la discusión.
-Ya...
-¿Y yo? ¿Yo no te quiero tampoco?
-Tú sí, mamá. Y yo te quiero a ti muchísimo también. Pero no puedo estar allí más.
-Javier, de verdad. No es necesario que te vayas. Te prometo que tu padre no quería decir eso y que ambos decidimos tenerte.
-Mamá, que ya me da igual. Todo lo que se tenía que decir, está dicho.
-Que no -dijo con desesperación-. Anda, ven a casa y lo hablamos tranquilamente.
-No. Voy a estar un tiempo sin ir. Es lo mejor para todos.
-No, no lo es.
-Mamá, necesito darle un cambio a mi vida. No puedo seguir así. Llevo 2 meses sin levantar cabeza apenas y sin salir de casa. Ha llegado la hora de seguir hacia delante.
-Por favor...
-Lo siento.
-¿Pero dónde estás?
-Da igual. Voy a buscar una casa.
-¿Estás con tus amigos?
-Da igual, mamá. Estoy bien, no te preocupes.
-¿Cómo no me voy a preocupar?
-Te prometo que estoy bien.
-Está bien. Ya sabes que confío en ti y si tú has decidido hacerlo así, pues que así sea. Pero no te olvides de que te quiero muchísimo, que eres mi vida y que me tienes aquí para lo que sea.
-Lo sé, mamá. Yo también te quiero.
-Y tu padre también.
-Ya, ya.
-Por favor, Javier...
-Mamá, te tengo que dejar. Luego hablamos.
-Vale. Te quiero.
Javier alias "yo me lo guiso, yo me lo como".
 
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