Keranos
Miembro muy activo
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Capítulo 362
-Hola. Soy Mónica, la psicóloga ¿Estás bien? Te he llamado un par de veces y entre que no me lo coges y eso que me has dicho que te pasaba algo, estoy preocupada...
Lo mejor de todo, era que la foto de perfil era una foto de ella en la que salía muy sonriente y al parecer en la playa, aunque no se le veía casi el cuerpo, solo la cara, el cuello y un poco más tirando hacia abajo. ¿Era su número personal? Todo me indicaba que sí, porque no vas a poner una foto así en un número de trabajo. En mi cabeza creía que tenía un móvil para atender urgencias de sus pacientes y luego el suyo personal, pero parecía que no era así.
-Sí. Estoy bien. Perdona, pero es que he estado trabajando y tenía el móvil en silencio y me he olvidado de ponerlo bien de nuevo. Y también me he entretenido en otras cosas. Siento haberte preocupado.
-Me alegro de que estés bien -contestó a los pocos minutos-. Y no pasa nada. Es verdad que me han dicho que no podías estar pendiente del móvil por la tarde, pero tenía y tengo tanto lío que se me ha pasado ese detalle.
-¿Mañana estás más libre para poder hablar?
-Podemos hacerlo ahora si quieres.
-No quiero molestar si estás ocupada.
-No lo haces, tranquilo. Es un poco de papeleo lo que tengo y me viene bien poder hablar con alguien.
-Como quieras.
Entonces, Mónica dejó de escribir para llamarme.
-¿Hola? -preguntó con su voz dulce.
-Hola, buenas noches.
-Buenas noches, guapísimo.
Su salida me dejó un poco cortado. Esta chica era al parecer muy cercana y cogía confianza muy rápido con la gente, porque no me había pasado nunca que alguien me hablara así tan rápido en otros contextos que no implicaran un acercamiento para ligar.
-No hace falta que hablemos si estás ocupada, de verdad.
-Que no pasa nada. Te lo prometo. Si me viene bien. Como vivo sola, no tengo la oportunidad de poder desconectar hablando con otra gente.
-Pero si te hinchas a hablar durante todo el día.
-Ya, pero me refiero para hablar de otras cosas.
-¿Y no se supone que ahora vamos a hablar de lo mismo de lo que llevas haciéndolo todo el día.
-Claro. Pero cuando acabemos esa consulta podemos charlar un poco de otras cosas, ¿no?
-Eh... Claro. Como quieras.
-¿Estás seguro? Parece que no quieres hablar conmigo... Jejeje.
-A ver. Te voy a ser sincero.
-Perfecto.
-Me parece un poco raro.
-¿Y eso?
-No lo sé. Es que he notado un trato muy cercano por tu parte y no sé si es lo normal en estos casos.
-Am... Pues no sé decirte.
-¿Eres así con todo el mundo?
-Depende. Si la otra persona me inspira confianza, veo que me resulta agradable y me pone el trabajo fácil, sí.
-Ah, pues supongo que debo entrar ahí.
-Sí. No lo hiciste nada mal.
-Vale. Pero me sigue resultando algo raro.
-¿Por?
-¿No tienes amigos o familia para hablar con ellos y desconcertar?
-Claro que tengo -dijo riendo-, pero estoy en una rutina muy aburrida ahora mismo. Al final siempre acabamos hablando de lo mismo y me cansa un poco, la verdad. Mis amigos se van haciendo mayores y empiezan a tener niños, yéndose a dormir temprano como los abuelitos. Y mi familia es un poco así también. La única que me da algo de vidilla es mi compañera, la que te vio... Jejejeje. Ella es muy activa y tiene mucha vitalidad. Pfff... Es que a veces salgo con ella de fiesta y aguanta más que yo la tía, ¿te lo puedes creer?
Era agradable escucharla hablar de esa manera, y más con su voz tan bonita. Pero no podía evitar sentir ¿vergüenza? Me chocaba muchísimo la confianza que había cogido conmigo tan rápido y las cosas que
me estaba empezando a contar.
-Bueno -siguió-, ¿qué es lo que te ocurre? Que empiezo a hablar y no paro... Jejejeje.
-Pues a ver. Es por la medicación que me has mandado.
-¿Las pastillas para dormir? ¿Qué pasa con ellas?
-Pues eso me pregunto yo. Porque me dejan para el arrastre.
-¿Y eso? A ver, cuéntame.
Le comenté cómo me levanté el día anterior al tomarlas por primera vez y cómo me sentía, estando todo el día en ese estado de empanamiento permanente en el que no me apetecía hacer nada, además de que por momentos me venían mareos. También le comenté cómo no la tomé los días siguientes, haciéndolo ya el sábado por la noche, comentándole que salí un poco para distraerme, pero sin beber nada de alcohol. También le dije que el domingo obtuve el mismo resultado al levantarme igual que la primera vez que las tomé, sintiéndome de la misma manera a lo largo del día.
-Huy... No me gusta eso.
-¿Qué hago?
-Es raro. Nunca me ha pasado algo así.
-¿Nunca? ¿Cuánto llevas trabajando de psicóloga?
-5 añillos. Empecé con 23 en mi consulta y hasta ahora.
-Así que tienes 28, ¿no?
-Sí. Casi como tú, jejeje.
-Am...
-¿Cuántos creías que tenía?
-Alrededor de 30.
-Huy... Qué susto llegar a esa edad.
-Pues no te queda mucho. ¿Y por qué te asusta?
-Porque es un cambio de década en mi vida. Ya dejo mis 20 atrás...
-Pfff, qué tontería.
-Claro, como a ti aún te queda...
-Tampoco me preocupa cumplir años.
-No si a mí tampoco. ¿Por dónde íbamos? ¿Ves? Me voy por las ramas con nada... Jajajaja.
-Las pastillas.
-Ah, sí. Pues eso, que nunca me ha pasado.
-¿Y qué hago entonces?
-Por lo pronto, no las tomes más. Es evidente que no te hacen bien. Estoy pensando en recetarte unas más flojillas, pero lo mejor va a ser que vayas a tu médico y le cuentes lo que te pasa. Seguramente te hagan unas pruebas y así podemos ver por qué reaccionas así. Puede que seas sensible a este tipo de medicación.
-Vale. Pues eso haré.
-Es muy importante un buen descanso, pero claramente, no te está haciendo bien. Cuando no reaccionamos de manera adecuada a un medicamento, hay que parar de tomarlo. Puede que se tenga alergia o reacciones inesperadas y al final acaban haciendo más mal que bien.
-Claro. Me fío de ti. Pues mañana mismo estoy pidiendo cita para ir al médico. A ver qué me dice.
-No te preocupes, ya verás como no es nada. Además, hay muchas cosas que ayudan a dormir que no contienen los mismos componentes. Algo encontraremos que puedas tomar y que te ayude a descansar bien.
-Perfecto.
-¿Algo más que me quieras contar?
-No. Solo era eso. Pero es que me medio asusté por cómo me encontraba así de mareado al despertar y por cómo seguía medio ido todo el día.
-No, no. Si has hecho bien. Está justificado hayas recurrido a mí. Y de paso, pues ya tienes mi número de emergencia por si te vuelve a pasar algo así.
-Vale, guay. Una cosa...
-Dime.
-¿Es tu número personal?
-Sí. Por eso es el de emergencia, porque siempre lo llevo encima. Soy muy despistada como para tener dos móviles encima todo el día, por eso doy directamente el mío personal, aunque no lo suelo hacer así a la ligera. ¿Por qué lo preguntas?
-Por curiosidad. He visto la foto que tienes en WhatsApp y pensaba que era el personal.
-Sí, así es. Es que me encanta la playa. Voy siempre que puedo, aunque sea un día de escapada.
-Haces bien. Oye, una pregunta.
-¿Sí?
-Eso que has dicho de que no lo das a la ligera, ¿por qué es?
-Pues porque alguna vez he tenido algún problema con algún paciente. No te puedo contar nada en específico, pero digamos que se ponía malo -dijo con intención de hacerme ver que en realidad no lo estaba-, que se encontraba mal, con algún ataque y cosas así. Y yo qué quieres que te diga, chico. No soy tonta. Y me di cuenta de lo que había. Me ha pasado dos veces y espero que no más.
-Ah, lo siento.
-No pasa nada. Por suerte ninguna de esas dos veces pasó nada.
-Y que no pase.
-Eso.
-Y esta mañana estabas hasta arriba, ¿no?
-Pues sí. Tengo a una chica que la pobre... Hemos estado un buen rato de terapia, porque la pobre no levanta cabeza.
-Bueno, espero que no te sea tan pesado y que cures a todos.
-Jajajaja, gracias por las palabras. ¿Qué haces ahora?
-Pues nada en realidad. Estoy aquí descansando después del primer día de trabajo.
-¿Y cómo ha ido? -preguntó con ganas.
-Pues muy bien. He salido muy contento, la verdad. Esperaba que fuera diferente, no sé...
-¿A qué te refieres?
-A que fuera más difícil el trato con los niños, que no me hicieran caso y se pusieran a otras cosas.
-Pero no ha sido así, ¿no?
-No, no. Todo ha ido perfecto. De vez en cuando me sacaban tema de conversación contándome sus cosas y lo que le gustan. Normal, son niños.
-Claro, es normal.
-Y muy bien la verdad. Ojalá todo siga así.
-Ya verás como sí.
-Por cierto, este fin de semana pasado salí por ahí para intentar conocer gente.
-¿Y qué tal?
-Bueno... Mal. No sabía qué decir. Parece que se me ha olvidado cómo se hace esto.
-Vaya...
-Había dos chicas que me parecían monas y me intenté acercar, pero nada. No me encontraba a gusto.
-¿Por qué?
-Es que... Siento que estoy engañándola.
-Ah, eso...
-Ya. Ya lo sé. Parezco idiota pensando así después de todo lo que ha pasado, pero es lo que siento. Soy imbécil.
-Tampoco es para que te pongas así. No eres un imbécil ni un idiota. Simplemente te has acostumbrado a vivir en pareja y ahora no es así, aunque sigues pensando de la misma manera. Tú tranquilo, que ya verás como tú solo te vas a dar cuenta y vas a dejar de pensar así.
-Bueno... Ah, también he pasado por un sitio al que solía ir hacía años cuando también vivía aquí.
-¿Vivías aquí antes? A ver, cuéntame eso, que estoy un poco perdida.
Entonces le empecé a contar por encima cómo estuve viviendo allí en tiempos de universidad, contándole lo que había estudiado y alguna historia de esos años. Ella por su parte, me comentó que había vivido ahí de siempre, estudiando en la universidad de allí, aunque no me sonaba de nada pese a llevarme solo dos años. Empezó a comentar cómo era en esos años, sus amistades, cómo salía, lo dejada que era a veces para alguna asignatura y como se iba de escapada casi en fechas de exámenes por el estrés...
-¿Ves? Otra vez me ha pasado me lío a hablar y no paro, es que no paro. ¿Qué me estabas diciendo?
-Mmm, que me he acercado a un sitio al que iba hace unos años.
-¿Qué sitio es?
-Es una tienda en la que se juegan juegos de mesa y tal.
-¿Te gustan?
-Bueno, alguno que otro he jugado, pero sí que le he dado más a uno en especial que va de cartas.
-¿Y vas a jugar?
-Es la idea. Me he encontrado un grupito de chicos y chicas que juegan y he estado un rato con ellos y voy a volver. Me apetece bastante volver a jugar, y más con esa gente tan simpática.
-Ay, me alegro mucho por ti. Veo que estás yendo tan bien, que me haces sentir orgullosa.
-¿Por qué? Si apenas nos conocemos.
-Pero he visto muchos casos como el tuyo. Y sé que lo has pasado mal. No sabes cuánto me alegro de que estés tan centrado en dejar todo eso atrás. Estoy encantada.
-Gracias, supongo.
-Bueno, me tengo que despedir ya de ti. Son ya más de las 12 y mañana tengo que madrugar, como todos los días casi, jejeje.
-Claro. No te molesto más.
-No digas eso, que has hecho que se me pase este rato volando. Gracias por tu tiempo.
-No, mujer. Gracias a ti por resolverme la duda. Ya me dirás lo que te debo.
-Nada. No te preocupes.
-Me sabe mal.
-No te preocupes, de verdad. Cuando quieras te pasas para una sesión y me vas contando.
-Claro. Había pensado en una a la semana quizá.
-Como tú veas. Yo lo que quiero es que estés a gusto y que no te sientas agobiado.
-No, no. No me siento así para nada contigo. Quiero decir...
-Te he entendido -dijo con una pequeña risa al final.
-Vale, pues ya te aviso para la próxima sesión. ¿Lo hago por aquí, o cómo?
-Como tú quieras.
-Vale. Pues nos vemos entonces.
-Muy bien. Pasa buena noche. Que descanses.
-Tú también.
Al colgar sentí de nuevo esa extraña sensación que sentí al salir de su consulta. Me parecía raro esa cercanía y esa manera de tratar con un paciente por su parte, que no digo que me pareciera mal. De hecho, me encontraba bastante cómodo y su manera de ser me ayudaba mucho a calmarme para así poder abrirme y que ella pudiera entender lo que me pasaba y lo que sentía. Me quedé pensativo sobre cómo veía yo esto, llegando a no querer calentarme la cabeza, porque en realidad no había motivo para ello. Así que decidí que la cosa fluyera como lo estaba haciendo. Si ella creía conveniente tratarme así siendo una profesional y sabiendo todo lo que me ocurría, pues me parecía bien.
Hasta me estaba empezando a tomar nuestros encuentros, ya fueran presenciales, o no, como una relación de amistad. Y oye, pues si al final de acababa dando esa relación de verdad, pues bienvenida era, porque Mónica me caía bastante bien y estaba seguro de que sería una buena amiga. Después de colgar pedí cita para ir al médico de manera telemática, porque no quería esperar más para saber qué era lo que me ocurría, teniendo la suerte de encontrar un espacio para el siguiente día bastante temprano.
Bien, así saldríamos de dudas y Mónica me podría recetar lo que ella creyera conveniente. Al final me acabé yendo a la cama bastante contento por cómo había ido el día, siendo uno de los mejores que recordaba en bastante tiempo. Mi estado de ánimo era bastante bueno para cómo estaba últimamente y esperaba que siguiera así durante mucho tiempo, aunque para nada me esperaba lo que me ocurría al día siguiente, siendo algo que supondría un punto de inflexión en mí.
Empecé el día levantándome y dándome una ducha para ir al médico directamente después. Qué ganas tenía de que me aclararan lo que le ocurría con las pastillas para dormir, porque me costaba lo más grande poder descansar durante varias horas seguidas. O dormía pocas horas, o me despertaba muchísimas veces cuando lograba hacerlo más. Una vez en el médico, le expliqué lo que me ocurría y él me recordaba, pues había estado allí hacía pocos días.
Aprovechando que estaba allí, era buena hora y no había desayunado, me mandó a hacerme un análisis de sangre, dándome prioridad para que me cogieran pronto. En la charla previa a ese análisis que tuve que hacerme me preguntó si alguna vez había tenido alguna reacción a algún medicamento, o si era alérgico a alguno directamente. Tras mi respuesta negativa, optó por preguntarme directamente si en alguna ocasión que me hubiera puesto anestesia me había pasado lo mismo. No pude responderle, ya que lo máximo que me había pasado clínicamente había sido aquel episodio que me dio cuando aún vivía con Elena, en el que me desplomé y me desperté en el hospital.
Ahí le dije que me mandaron unos calmantes y que me dejaban muy grogui. Él tomó nota y entonces se me ocurrió decirle lo del accidente que tuve en una fiesta al poco de empezar a salir con Elena. Aquella en la que me abrí la cabeza. Pensaba que eso podría aportar información relevante, pero nada más lejos. Me comentó que no tenía nada que ver y que ya era algo que sabía al verlo reflejado en mi historial y al haber ocurrido hacía menos de un año.
De pronto se le ocurrió preguntarme si solía visitar al dentista con frecuencia, respondiéndole yo afirmativamente, ya que, por desgracia, me tiré como 2 años desde los 22 yendo muy asiduamente. Una mala herencia familiar que me tocó. El doctor me preguntó si reaccionaba bien la anestesia que me ponían. Y la verdad es que no. Siempre que salía lo hacía algo mareado y con náuseas. Incluso picor por la lengua y la garganta.
Pareció que eso fue bastante aclaratorio para el médico, pues me dijo que casi con total seguridad, mi cuerpo no toleraba bien los anestésicos y medicamentos de carácter calmante. Por eso reaccionaba así a esa anestesia, a los calmantes de aquella vez que me desmayé y a las pastillas para dormir. Así que me hizo un informe para actualizar mi ficha médica, pidiéndole yo que me diera una copia para llevársela a Mónica y que le echara un ojo.
Así regresé a casa para desayunar algo, porque tenía algo de hambre, pensando en ir después al gimnasio. Pero mientras me lo hacía, me llegó un mensaje. No era una sorpresa porque mi familia y mis amigos estaban en continuo contacto conmigo para ver cómo estaba o simplemente para charlar. Mi sorpresa fue que no era un mensaje de nadie de mi familia, ni siquiera de alguien de mi grupo de amigos. Era un mensaje de Maribel.
-Hola. Soy Mónica, la psicóloga ¿Estás bien? Te he llamado un par de veces y entre que no me lo coges y eso que me has dicho que te pasaba algo, estoy preocupada...
Lo mejor de todo, era que la foto de perfil era una foto de ella en la que salía muy sonriente y al parecer en la playa, aunque no se le veía casi el cuerpo, solo la cara, el cuello y un poco más tirando hacia abajo. ¿Era su número personal? Todo me indicaba que sí, porque no vas a poner una foto así en un número de trabajo. En mi cabeza creía que tenía un móvil para atender urgencias de sus pacientes y luego el suyo personal, pero parecía que no era así.
-Sí. Estoy bien. Perdona, pero es que he estado trabajando y tenía el móvil en silencio y me he olvidado de ponerlo bien de nuevo. Y también me he entretenido en otras cosas. Siento haberte preocupado.
-Me alegro de que estés bien -contestó a los pocos minutos-. Y no pasa nada. Es verdad que me han dicho que no podías estar pendiente del móvil por la tarde, pero tenía y tengo tanto lío que se me ha pasado ese detalle.
-¿Mañana estás más libre para poder hablar?
-Podemos hacerlo ahora si quieres.
-No quiero molestar si estás ocupada.
-No lo haces, tranquilo. Es un poco de papeleo lo que tengo y me viene bien poder hablar con alguien.
-Como quieras.
Entonces, Mónica dejó de escribir para llamarme.
-¿Hola? -preguntó con su voz dulce.
-Hola, buenas noches.
-Buenas noches, guapísimo.
Su salida me dejó un poco cortado. Esta chica era al parecer muy cercana y cogía confianza muy rápido con la gente, porque no me había pasado nunca que alguien me hablara así tan rápido en otros contextos que no implicaran un acercamiento para ligar.
-No hace falta que hablemos si estás ocupada, de verdad.
-Que no pasa nada. Te lo prometo. Si me viene bien. Como vivo sola, no tengo la oportunidad de poder desconectar hablando con otra gente.
-Pero si te hinchas a hablar durante todo el día.
-Ya, pero me refiero para hablar de otras cosas.
-¿Y no se supone que ahora vamos a hablar de lo mismo de lo que llevas haciéndolo todo el día.
-Claro. Pero cuando acabemos esa consulta podemos charlar un poco de otras cosas, ¿no?
-Eh... Claro. Como quieras.
-¿Estás seguro? Parece que no quieres hablar conmigo... Jejeje.
-A ver. Te voy a ser sincero.
-Perfecto.
-Me parece un poco raro.
-¿Y eso?
-No lo sé. Es que he notado un trato muy cercano por tu parte y no sé si es lo normal en estos casos.
-Am... Pues no sé decirte.
-¿Eres así con todo el mundo?
-Depende. Si la otra persona me inspira confianza, veo que me resulta agradable y me pone el trabajo fácil, sí.
-Ah, pues supongo que debo entrar ahí.
-Sí. No lo hiciste nada mal.
-Vale. Pero me sigue resultando algo raro.
-¿Por?
-¿No tienes amigos o familia para hablar con ellos y desconcertar?
-Claro que tengo -dijo riendo-, pero estoy en una rutina muy aburrida ahora mismo. Al final siempre acabamos hablando de lo mismo y me cansa un poco, la verdad. Mis amigos se van haciendo mayores y empiezan a tener niños, yéndose a dormir temprano como los abuelitos. Y mi familia es un poco así también. La única que me da algo de vidilla es mi compañera, la que te vio... Jejejeje. Ella es muy activa y tiene mucha vitalidad. Pfff... Es que a veces salgo con ella de fiesta y aguanta más que yo la tía, ¿te lo puedes creer?
Era agradable escucharla hablar de esa manera, y más con su voz tan bonita. Pero no podía evitar sentir ¿vergüenza? Me chocaba muchísimo la confianza que había cogido conmigo tan rápido y las cosas que
me estaba empezando a contar.
-Bueno -siguió-, ¿qué es lo que te ocurre? Que empiezo a hablar y no paro... Jejejeje.
-Pues a ver. Es por la medicación que me has mandado.
-¿Las pastillas para dormir? ¿Qué pasa con ellas?
-Pues eso me pregunto yo. Porque me dejan para el arrastre.
-¿Y eso? A ver, cuéntame.
Le comenté cómo me levanté el día anterior al tomarlas por primera vez y cómo me sentía, estando todo el día en ese estado de empanamiento permanente en el que no me apetecía hacer nada, además de que por momentos me venían mareos. También le comenté cómo no la tomé los días siguientes, haciéndolo ya el sábado por la noche, comentándole que salí un poco para distraerme, pero sin beber nada de alcohol. También le dije que el domingo obtuve el mismo resultado al levantarme igual que la primera vez que las tomé, sintiéndome de la misma manera a lo largo del día.
-Huy... No me gusta eso.
-¿Qué hago?
-Es raro. Nunca me ha pasado algo así.
-¿Nunca? ¿Cuánto llevas trabajando de psicóloga?
-5 añillos. Empecé con 23 en mi consulta y hasta ahora.
-Así que tienes 28, ¿no?
-Sí. Casi como tú, jejeje.
-Am...
-¿Cuántos creías que tenía?
-Alrededor de 30.
-Huy... Qué susto llegar a esa edad.
-Pues no te queda mucho. ¿Y por qué te asusta?
-Porque es un cambio de década en mi vida. Ya dejo mis 20 atrás...
-Pfff, qué tontería.
-Claro, como a ti aún te queda...
-Tampoco me preocupa cumplir años.
-No si a mí tampoco. ¿Por dónde íbamos? ¿Ves? Me voy por las ramas con nada... Jajajaja.
-Las pastillas.
-Ah, sí. Pues eso, que nunca me ha pasado.
-¿Y qué hago entonces?
-Por lo pronto, no las tomes más. Es evidente que no te hacen bien. Estoy pensando en recetarte unas más flojillas, pero lo mejor va a ser que vayas a tu médico y le cuentes lo que te pasa. Seguramente te hagan unas pruebas y así podemos ver por qué reaccionas así. Puede que seas sensible a este tipo de medicación.
-Vale. Pues eso haré.
-Es muy importante un buen descanso, pero claramente, no te está haciendo bien. Cuando no reaccionamos de manera adecuada a un medicamento, hay que parar de tomarlo. Puede que se tenga alergia o reacciones inesperadas y al final acaban haciendo más mal que bien.
-Claro. Me fío de ti. Pues mañana mismo estoy pidiendo cita para ir al médico. A ver qué me dice.
-No te preocupes, ya verás como no es nada. Además, hay muchas cosas que ayudan a dormir que no contienen los mismos componentes. Algo encontraremos que puedas tomar y que te ayude a descansar bien.
-Perfecto.
-¿Algo más que me quieras contar?
-No. Solo era eso. Pero es que me medio asusté por cómo me encontraba así de mareado al despertar y por cómo seguía medio ido todo el día.
-No, no. Si has hecho bien. Está justificado hayas recurrido a mí. Y de paso, pues ya tienes mi número de emergencia por si te vuelve a pasar algo así.
-Vale, guay. Una cosa...
-Dime.
-¿Es tu número personal?
-Sí. Por eso es el de emergencia, porque siempre lo llevo encima. Soy muy despistada como para tener dos móviles encima todo el día, por eso doy directamente el mío personal, aunque no lo suelo hacer así a la ligera. ¿Por qué lo preguntas?
-Por curiosidad. He visto la foto que tienes en WhatsApp y pensaba que era el personal.
-Sí, así es. Es que me encanta la playa. Voy siempre que puedo, aunque sea un día de escapada.
-Haces bien. Oye, una pregunta.
-¿Sí?
-Eso que has dicho de que no lo das a la ligera, ¿por qué es?
-Pues porque alguna vez he tenido algún problema con algún paciente. No te puedo contar nada en específico, pero digamos que se ponía malo -dijo con intención de hacerme ver que en realidad no lo estaba-, que se encontraba mal, con algún ataque y cosas así. Y yo qué quieres que te diga, chico. No soy tonta. Y me di cuenta de lo que había. Me ha pasado dos veces y espero que no más.
-Ah, lo siento.
-No pasa nada. Por suerte ninguna de esas dos veces pasó nada.
-Y que no pase.
-Eso.
-Y esta mañana estabas hasta arriba, ¿no?
-Pues sí. Tengo a una chica que la pobre... Hemos estado un buen rato de terapia, porque la pobre no levanta cabeza.
-Bueno, espero que no te sea tan pesado y que cures a todos.
-Jajajaja, gracias por las palabras. ¿Qué haces ahora?
-Pues nada en realidad. Estoy aquí descansando después del primer día de trabajo.
-¿Y cómo ha ido? -preguntó con ganas.
-Pues muy bien. He salido muy contento, la verdad. Esperaba que fuera diferente, no sé...
-¿A qué te refieres?
-A que fuera más difícil el trato con los niños, que no me hicieran caso y se pusieran a otras cosas.
-Pero no ha sido así, ¿no?
-No, no. Todo ha ido perfecto. De vez en cuando me sacaban tema de conversación contándome sus cosas y lo que le gustan. Normal, son niños.
-Claro, es normal.
-Y muy bien la verdad. Ojalá todo siga así.
-Ya verás como sí.
-Por cierto, este fin de semana pasado salí por ahí para intentar conocer gente.
-¿Y qué tal?
-Bueno... Mal. No sabía qué decir. Parece que se me ha olvidado cómo se hace esto.
-Vaya...
-Había dos chicas que me parecían monas y me intenté acercar, pero nada. No me encontraba a gusto.
-¿Por qué?
-Es que... Siento que estoy engañándola.
-Ah, eso...
-Ya. Ya lo sé. Parezco idiota pensando así después de todo lo que ha pasado, pero es lo que siento. Soy imbécil.
-Tampoco es para que te pongas así. No eres un imbécil ni un idiota. Simplemente te has acostumbrado a vivir en pareja y ahora no es así, aunque sigues pensando de la misma manera. Tú tranquilo, que ya verás como tú solo te vas a dar cuenta y vas a dejar de pensar así.
-Bueno... Ah, también he pasado por un sitio al que solía ir hacía años cuando también vivía aquí.
-¿Vivías aquí antes? A ver, cuéntame eso, que estoy un poco perdida.
Entonces le empecé a contar por encima cómo estuve viviendo allí en tiempos de universidad, contándole lo que había estudiado y alguna historia de esos años. Ella por su parte, me comentó que había vivido ahí de siempre, estudiando en la universidad de allí, aunque no me sonaba de nada pese a llevarme solo dos años. Empezó a comentar cómo era en esos años, sus amistades, cómo salía, lo dejada que era a veces para alguna asignatura y como se iba de escapada casi en fechas de exámenes por el estrés...
-¿Ves? Otra vez me ha pasado me lío a hablar y no paro, es que no paro. ¿Qué me estabas diciendo?
-Mmm, que me he acercado a un sitio al que iba hace unos años.
-¿Qué sitio es?
-Es una tienda en la que se juegan juegos de mesa y tal.
-¿Te gustan?
-Bueno, alguno que otro he jugado, pero sí que le he dado más a uno en especial que va de cartas.
-¿Y vas a jugar?
-Es la idea. Me he encontrado un grupito de chicos y chicas que juegan y he estado un rato con ellos y voy a volver. Me apetece bastante volver a jugar, y más con esa gente tan simpática.
-Ay, me alegro mucho por ti. Veo que estás yendo tan bien, que me haces sentir orgullosa.
-¿Por qué? Si apenas nos conocemos.
-Pero he visto muchos casos como el tuyo. Y sé que lo has pasado mal. No sabes cuánto me alegro de que estés tan centrado en dejar todo eso atrás. Estoy encantada.
-Gracias, supongo.
-Bueno, me tengo que despedir ya de ti. Son ya más de las 12 y mañana tengo que madrugar, como todos los días casi, jejeje.
-Claro. No te molesto más.
-No digas eso, que has hecho que se me pase este rato volando. Gracias por tu tiempo.
-No, mujer. Gracias a ti por resolverme la duda. Ya me dirás lo que te debo.
-Nada. No te preocupes.
-Me sabe mal.
-No te preocupes, de verdad. Cuando quieras te pasas para una sesión y me vas contando.
-Claro. Había pensado en una a la semana quizá.
-Como tú veas. Yo lo que quiero es que estés a gusto y que no te sientas agobiado.
-No, no. No me siento así para nada contigo. Quiero decir...
-Te he entendido -dijo con una pequeña risa al final.
-Vale, pues ya te aviso para la próxima sesión. ¿Lo hago por aquí, o cómo?
-Como tú quieras.
-Vale. Pues nos vemos entonces.
-Muy bien. Pasa buena noche. Que descanses.
-Tú también.
Al colgar sentí de nuevo esa extraña sensación que sentí al salir de su consulta. Me parecía raro esa cercanía y esa manera de tratar con un paciente por su parte, que no digo que me pareciera mal. De hecho, me encontraba bastante cómodo y su manera de ser me ayudaba mucho a calmarme para así poder abrirme y que ella pudiera entender lo que me pasaba y lo que sentía. Me quedé pensativo sobre cómo veía yo esto, llegando a no querer calentarme la cabeza, porque en realidad no había motivo para ello. Así que decidí que la cosa fluyera como lo estaba haciendo. Si ella creía conveniente tratarme así siendo una profesional y sabiendo todo lo que me ocurría, pues me parecía bien.
Hasta me estaba empezando a tomar nuestros encuentros, ya fueran presenciales, o no, como una relación de amistad. Y oye, pues si al final de acababa dando esa relación de verdad, pues bienvenida era, porque Mónica me caía bastante bien y estaba seguro de que sería una buena amiga. Después de colgar pedí cita para ir al médico de manera telemática, porque no quería esperar más para saber qué era lo que me ocurría, teniendo la suerte de encontrar un espacio para el siguiente día bastante temprano.
Bien, así saldríamos de dudas y Mónica me podría recetar lo que ella creyera conveniente. Al final me acabé yendo a la cama bastante contento por cómo había ido el día, siendo uno de los mejores que recordaba en bastante tiempo. Mi estado de ánimo era bastante bueno para cómo estaba últimamente y esperaba que siguiera así durante mucho tiempo, aunque para nada me esperaba lo que me ocurría al día siguiente, siendo algo que supondría un punto de inflexión en mí.
Empecé el día levantándome y dándome una ducha para ir al médico directamente después. Qué ganas tenía de que me aclararan lo que le ocurría con las pastillas para dormir, porque me costaba lo más grande poder descansar durante varias horas seguidas. O dormía pocas horas, o me despertaba muchísimas veces cuando lograba hacerlo más. Una vez en el médico, le expliqué lo que me ocurría y él me recordaba, pues había estado allí hacía pocos días.
Aprovechando que estaba allí, era buena hora y no había desayunado, me mandó a hacerme un análisis de sangre, dándome prioridad para que me cogieran pronto. En la charla previa a ese análisis que tuve que hacerme me preguntó si alguna vez había tenido alguna reacción a algún medicamento, o si era alérgico a alguno directamente. Tras mi respuesta negativa, optó por preguntarme directamente si en alguna ocasión que me hubiera puesto anestesia me había pasado lo mismo. No pude responderle, ya que lo máximo que me había pasado clínicamente había sido aquel episodio que me dio cuando aún vivía con Elena, en el que me desplomé y me desperté en el hospital.
Ahí le dije que me mandaron unos calmantes y que me dejaban muy grogui. Él tomó nota y entonces se me ocurrió decirle lo del accidente que tuve en una fiesta al poco de empezar a salir con Elena. Aquella en la que me abrí la cabeza. Pensaba que eso podría aportar información relevante, pero nada más lejos. Me comentó que no tenía nada que ver y que ya era algo que sabía al verlo reflejado en mi historial y al haber ocurrido hacía menos de un año.
De pronto se le ocurrió preguntarme si solía visitar al dentista con frecuencia, respondiéndole yo afirmativamente, ya que, por desgracia, me tiré como 2 años desde los 22 yendo muy asiduamente. Una mala herencia familiar que me tocó. El doctor me preguntó si reaccionaba bien la anestesia que me ponían. Y la verdad es que no. Siempre que salía lo hacía algo mareado y con náuseas. Incluso picor por la lengua y la garganta.
Pareció que eso fue bastante aclaratorio para el médico, pues me dijo que casi con total seguridad, mi cuerpo no toleraba bien los anestésicos y medicamentos de carácter calmante. Por eso reaccionaba así a esa anestesia, a los calmantes de aquella vez que me desmayé y a las pastillas para dormir. Así que me hizo un informe para actualizar mi ficha médica, pidiéndole yo que me diera una copia para llevársela a Mónica y que le echara un ojo.
Así regresé a casa para desayunar algo, porque tenía algo de hambre, pensando en ir después al gimnasio. Pero mientras me lo hacía, me llegó un mensaje. No era una sorpresa porque mi familia y mis amigos estaban en continuo contacto conmigo para ver cómo estaba o simplemente para charlar. Mi sorpresa fue que no era un mensaje de nadie de mi familia, ni siquiera de alguien de mi grupo de amigos. Era un mensaje de Maribel.