Reencuentro con Elena

Capítulo 362

-Hola. Soy Mónica, la psicóloga ¿Estás bien? Te he llamado un par de veces y entre que no me lo coges y eso que me has dicho que te pasaba algo, estoy preocupada...

Lo mejor de todo, era que la foto de perfil era una foto de ella en la que salía muy sonriente y al parecer en la playa, aunque no se le veía casi el cuerpo, solo la cara, el cuello y un poco más tirando hacia abajo. ¿Era su número personal? Todo me indicaba que sí, porque no vas a poner una foto así en un número de trabajo. En mi cabeza creía que tenía un móvil para atender urgencias de sus pacientes y luego el suyo personal, pero parecía que no era así.

-Sí. Estoy bien. Perdona, pero es que he estado trabajando y tenía el móvil en silencio y me he olvidado de ponerlo bien de nuevo. Y también me he entretenido en otras cosas. Siento haberte preocupado.
-Me alegro de que estés bien -contestó a los pocos minutos-. Y no pasa nada. Es verdad que me han dicho que no podías estar pendiente del móvil por la tarde, pero tenía y tengo tanto lío que se me ha pasado ese detalle.
-¿Mañana estás más libre para poder hablar?
-Podemos hacerlo ahora si quieres.
-No quiero molestar si estás ocupada.
-No lo haces, tranquilo. Es un poco de papeleo lo que tengo y me viene bien poder hablar con alguien.
-Como quieras.

Entonces, Mónica dejó de escribir para llamarme.

-¿Hola? -preguntó con su voz dulce.
-Hola, buenas noches.
-Buenas noches, guapísimo.

Su salida me dejó un poco cortado. Esta chica era al parecer muy cercana y cogía confianza muy rápido con la gente, porque no me había pasado nunca que alguien me hablara así tan rápido en otros contextos que no implicaran un acercamiento para ligar.

-No hace falta que hablemos si estás ocupada, de verdad.
-Que no pasa nada. Te lo prometo. Si me viene bien. Como vivo sola, no tengo la oportunidad de poder desconectar hablando con otra gente.
-Pero si te hinchas a hablar durante todo el día.
-Ya, pero me refiero para hablar de otras cosas.
-¿Y no se supone que ahora vamos a hablar de lo mismo de lo que llevas haciéndolo todo el día.
-Claro. Pero cuando acabemos esa consulta podemos charlar un poco de otras cosas, ¿no?
-Eh... Claro. Como quieras.
-¿Estás seguro? Parece que no quieres hablar conmigo... Jejeje.
-A ver. Te voy a ser sincero.
-Perfecto.
-Me parece un poco raro.
-¿Y eso?
-No lo sé. Es que he notado un trato muy cercano por tu parte y no sé si es lo normal en estos casos.
-Am... Pues no sé decirte.
-¿Eres así con todo el mundo?
-Depende. Si la otra persona me inspira confianza, veo que me resulta agradable y me pone el trabajo fácil, sí.
-Ah, pues supongo que debo entrar ahí.
-Sí. No lo hiciste nada mal.
-Vale. Pero me sigue resultando algo raro.
-¿Por?
-¿No tienes amigos o familia para hablar con ellos y desconcertar?
-Claro que tengo -dijo riendo-, pero estoy en una rutina muy aburrida ahora mismo. Al final siempre acabamos hablando de lo mismo y me cansa un poco, la verdad. Mis amigos se van haciendo mayores y empiezan a tener niños, yéndose a dormir temprano como los abuelitos. Y mi familia es un poco así también. La única que me da algo de vidilla es mi compañera, la que te vio... Jejejeje. Ella es muy activa y tiene mucha vitalidad. Pfff... Es que a veces salgo con ella de fiesta y aguanta más que yo la tía, ¿te lo puedes creer?

Era agradable escucharla hablar de esa manera, y más con su voz tan bonita. Pero no podía evitar sentir ¿vergüenza? Me chocaba muchísimo la confianza que había cogido conmigo tan rápido y las cosas que
me estaba empezando a contar.

-Bueno -siguió-, ¿qué es lo que te ocurre? Que empiezo a hablar y no paro... Jejejeje.
-Pues a ver. Es por la medicación que me has mandado.
-¿Las pastillas para dormir? ¿Qué pasa con ellas?
-Pues eso me pregunto yo. Porque me dejan para el arrastre.
-¿Y eso? A ver, cuéntame.

Le comenté cómo me levanté el día anterior al tomarlas por primera vez y cómo me sentía, estando todo el día en ese estado de empanamiento permanente en el que no me apetecía hacer nada, además de que por momentos me venían mareos. También le comenté cómo no la tomé los días siguientes, haciéndolo ya el sábado por la noche, comentándole que salí un poco para distraerme, pero sin beber nada de alcohol. También le dije que el domingo obtuve el mismo resultado al levantarme igual que la primera vez que las tomé, sintiéndome de la misma manera a lo largo del día.

-Huy... No me gusta eso.
-¿Qué hago?
-Es raro. Nunca me ha pasado algo así.
-¿Nunca? ¿Cuánto llevas trabajando de psicóloga?
-5 añillos. Empecé con 23 en mi consulta y hasta ahora.
-Así que tienes 28, ¿no?
-Sí. Casi como tú, jejeje.
-Am...
-¿Cuántos creías que tenía?
-Alrededor de 30.
-Huy... Qué susto llegar a esa edad.
-Pues no te queda mucho. ¿Y por qué te asusta?
-Porque es un cambio de década en mi vida. Ya dejo mis 20 atrás...
-Pfff, qué tontería.
-Claro, como a ti aún te queda...
-Tampoco me preocupa cumplir años.
-No si a mí tampoco. ¿Por dónde íbamos? ¿Ves? Me voy por las ramas con nada... Jajajaja.
-Las pastillas.
-Ah, sí. Pues eso, que nunca me ha pasado.
-¿Y qué hago entonces?
-Por lo pronto, no las tomes más. Es evidente que no te hacen bien. Estoy pensando en recetarte unas más flojillas, pero lo mejor va a ser que vayas a tu médico y le cuentes lo que te pasa. Seguramente te hagan unas pruebas y así podemos ver por qué reaccionas así. Puede que seas sensible a este tipo de medicación.
-Vale. Pues eso haré.
-Es muy importante un buen descanso, pero claramente, no te está haciendo bien. Cuando no reaccionamos de manera adecuada a un medicamento, hay que parar de tomarlo. Puede que se tenga alergia o reacciones inesperadas y al final acaban haciendo más mal que bien.
-Claro. Me fío de ti. Pues mañana mismo estoy pidiendo cita para ir al médico. A ver qué me dice.
-No te preocupes, ya verás como no es nada. Además, hay muchas cosas que ayudan a dormir que no contienen los mismos componentes. Algo encontraremos que puedas tomar y que te ayude a descansar bien.
-Perfecto.
-¿Algo más que me quieras contar?
-No. Solo era eso. Pero es que me medio asusté por cómo me encontraba así de mareado al despertar y por cómo seguía medio ido todo el día.
-No, no. Si has hecho bien. Está justificado hayas recurrido a mí. Y de paso, pues ya tienes mi número de emergencia por si te vuelve a pasar algo así.
-Vale, guay. Una cosa...
-Dime.
-¿Es tu número personal?
-Sí. Por eso es el de emergencia, porque siempre lo llevo encima. Soy muy despistada como para tener dos móviles encima todo el día, por eso doy directamente el mío personal, aunque no lo suelo hacer así a la ligera. ¿Por qué lo preguntas?
-Por curiosidad. He visto la foto que tienes en WhatsApp y pensaba que era el personal.
-Sí, así es. Es que me encanta la playa. Voy siempre que puedo, aunque sea un día de escapada.
-Haces bien. Oye, una pregunta.
-¿Sí?
-Eso que has dicho de que no lo das a la ligera, ¿por qué es?
-Pues porque alguna vez he tenido algún problema con algún paciente. No te puedo contar nada en específico, pero digamos que se ponía malo -dijo con intención de hacerme ver que en realidad no lo estaba-, que se encontraba mal, con algún ataque y cosas así. Y yo qué quieres que te diga, chico. No soy tonta. Y me di cuenta de lo que había. Me ha pasado dos veces y espero que no más.
-Ah, lo siento.
-No pasa nada. Por suerte ninguna de esas dos veces pasó nada.
-Y que no pase.
-Eso.
-Y esta mañana estabas hasta arriba, ¿no?
-Pues sí. Tengo a una chica que la pobre... Hemos estado un buen rato de terapia, porque la pobre no levanta cabeza.
-Bueno, espero que no te sea tan pesado y que cures a todos.
-Jajajaja, gracias por las palabras. ¿Qué haces ahora?
-Pues nada en realidad. Estoy aquí descansando después del primer día de trabajo.
-¿Y cómo ha ido? -preguntó con ganas.
-Pues muy bien. He salido muy contento, la verdad. Esperaba que fuera diferente, no sé...
-¿A qué te refieres?
-A que fuera más difícil el trato con los niños, que no me hicieran caso y se pusieran a otras cosas.
-Pero no ha sido así, ¿no?
-No, no. Todo ha ido perfecto. De vez en cuando me sacaban tema de conversación contándome sus cosas y lo que le gustan. Normal, son niños.
-Claro, es normal.
-Y muy bien la verdad. Ojalá todo siga así.
-Ya verás como sí.
-Por cierto, este fin de semana pasado salí por ahí para intentar conocer gente.
-¿Y qué tal?
-Bueno... Mal. No sabía qué decir. Parece que se me ha olvidado cómo se hace esto.
-Vaya...
-Había dos chicas que me parecían monas y me intenté acercar, pero nada. No me encontraba a gusto.
-¿Por qué?
-Es que... Siento que estoy engañándola.
-Ah, eso...
-Ya. Ya lo sé. Parezco idiota pensando así después de todo lo que ha pasado, pero es lo que siento. Soy imbécil.
-Tampoco es para que te pongas así. No eres un imbécil ni un idiota. Simplemente te has acostumbrado a vivir en pareja y ahora no es así, aunque sigues pensando de la misma manera. Tú tranquilo, que ya verás como tú solo te vas a dar cuenta y vas a dejar de pensar así.
-Bueno... Ah, también he pasado por un sitio al que solía ir hacía años cuando también vivía aquí.
-¿Vivías aquí antes? A ver, cuéntame eso, que estoy un poco perdida.

Entonces le empecé a contar por encima cómo estuve viviendo allí en tiempos de universidad, contándole lo que había estudiado y alguna historia de esos años. Ella por su parte, me comentó que había vivido ahí de siempre, estudiando en la universidad de allí, aunque no me sonaba de nada pese a llevarme solo dos años. Empezó a comentar cómo era en esos años, sus amistades, cómo salía, lo dejada que era a veces para alguna asignatura y como se iba de escapada casi en fechas de exámenes por el estrés...

-¿Ves? Otra vez me ha pasado me lío a hablar y no paro, es que no paro. ¿Qué me estabas diciendo?
-Mmm, que me he acercado a un sitio al que iba hace unos años.
-¿Qué sitio es?
-Es una tienda en la que se juegan juegos de mesa y tal.
-¿Te gustan?
-Bueno, alguno que otro he jugado, pero sí que le he dado más a uno en especial que va de cartas.
-¿Y vas a jugar?
-Es la idea. Me he encontrado un grupito de chicos y chicas que juegan y he estado un rato con ellos y voy a volver. Me apetece bastante volver a jugar, y más con esa gente tan simpática.
-Ay, me alegro mucho por ti. Veo que estás yendo tan bien, que me haces sentir orgullosa.
-¿Por qué? Si apenas nos conocemos.
-Pero he visto muchos casos como el tuyo. Y sé que lo has pasado mal. No sabes cuánto me alegro de que estés tan centrado en dejar todo eso atrás. Estoy encantada.
-Gracias, supongo.
-Bueno, me tengo que despedir ya de ti. Son ya más de las 12 y mañana tengo que madrugar, como todos los días casi, jejeje.
-Claro. No te molesto más.
-No digas eso, que has hecho que se me pase este rato volando. Gracias por tu tiempo.
-No, mujer. Gracias a ti por resolverme la duda. Ya me dirás lo que te debo.
-Nada. No te preocupes.
-Me sabe mal.
-No te preocupes, de verdad. Cuando quieras te pasas para una sesión y me vas contando.
-Claro. Había pensado en una a la semana quizá.
-Como tú veas. Yo lo que quiero es que estés a gusto y que no te sientas agobiado.
-No, no. No me siento así para nada contigo. Quiero decir...
-Te he entendido -dijo con una pequeña risa al final.
-Vale, pues ya te aviso para la próxima sesión. ¿Lo hago por aquí, o cómo?
-Como tú quieras.
-Vale. Pues nos vemos entonces.
-Muy bien. Pasa buena noche. Que descanses.
-Tú también.

Al colgar sentí de nuevo esa extraña sensación que sentí al salir de su consulta. Me parecía raro esa cercanía y esa manera de tratar con un paciente por su parte, que no digo que me pareciera mal. De hecho, me encontraba bastante cómodo y su manera de ser me ayudaba mucho a calmarme para así poder abrirme y que ella pudiera entender lo que me pasaba y lo que sentía. Me quedé pensativo sobre cómo veía yo esto, llegando a no querer calentarme la cabeza, porque en realidad no había motivo para ello. Así que decidí que la cosa fluyera como lo estaba haciendo. Si ella creía conveniente tratarme así siendo una profesional y sabiendo todo lo que me ocurría, pues me parecía bien.

Hasta me estaba empezando a tomar nuestros encuentros, ya fueran presenciales, o no, como una relación de amistad. Y oye, pues si al final de acababa dando esa relación de verdad, pues bienvenida era, porque Mónica me caía bastante bien y estaba seguro de que sería una buena amiga. Después de colgar pedí cita para ir al médico de manera telemática, porque no quería esperar más para saber qué era lo que me ocurría, teniendo la suerte de encontrar un espacio para el siguiente día bastante temprano.

Bien, así saldríamos de dudas y Mónica me podría recetar lo que ella creyera conveniente. Al final me acabé yendo a la cama bastante contento por cómo había ido el día, siendo uno de los mejores que recordaba en bastante tiempo. Mi estado de ánimo era bastante bueno para cómo estaba últimamente y esperaba que siguiera así durante mucho tiempo, aunque para nada me esperaba lo que me ocurría al día siguiente, siendo algo que supondría un punto de inflexión en mí.

Empecé el día levantándome y dándome una ducha para ir al médico directamente después. Qué ganas tenía de que me aclararan lo que le ocurría con las pastillas para dormir, porque me costaba lo más grande poder descansar durante varias horas seguidas. O dormía pocas horas, o me despertaba muchísimas veces cuando lograba hacerlo más. Una vez en el médico, le expliqué lo que me ocurría y él me recordaba, pues había estado allí hacía pocos días.

Aprovechando que estaba allí, era buena hora y no había desayunado, me mandó a hacerme un análisis de sangre, dándome prioridad para que me cogieran pronto. En la charla previa a ese análisis que tuve que hacerme me preguntó si alguna vez había tenido alguna reacción a algún medicamento, o si era alérgico a alguno directamente. Tras mi respuesta negativa, optó por preguntarme directamente si en alguna ocasión que me hubiera puesto anestesia me había pasado lo mismo. No pude responderle, ya que lo máximo que me había pasado clínicamente había sido aquel episodio que me dio cuando aún vivía con Elena, en el que me desplomé y me desperté en el hospital.

Ahí le dije que me mandaron unos calmantes y que me dejaban muy grogui. Él tomó nota y entonces se me ocurrió decirle lo del accidente que tuve en una fiesta al poco de empezar a salir con Elena. Aquella en la que me abrí la cabeza. Pensaba que eso podría aportar información relevante, pero nada más lejos. Me comentó que no tenía nada que ver y que ya era algo que sabía al verlo reflejado en mi historial y al haber ocurrido hacía menos de un año.

De pronto se le ocurrió preguntarme si solía visitar al dentista con frecuencia, respondiéndole yo afirmativamente, ya que, por desgracia, me tiré como 2 años desde los 22 yendo muy asiduamente. Una mala herencia familiar que me tocó. El doctor me preguntó si reaccionaba bien la anestesia que me ponían. Y la verdad es que no. Siempre que salía lo hacía algo mareado y con náuseas. Incluso picor por la lengua y la garganta.

Pareció que eso fue bastante aclaratorio para el médico, pues me dijo que casi con total seguridad, mi cuerpo no toleraba bien los anestésicos y medicamentos de carácter calmante. Por eso reaccionaba así a esa anestesia, a los calmantes de aquella vez que me desmayé y a las pastillas para dormir. Así que me hizo un informe para actualizar mi ficha médica, pidiéndole yo que me diera una copia para llevársela a Mónica y que le echara un ojo.

Así regresé a casa para desayunar algo, porque tenía algo de hambre, pensando en ir después al gimnasio. Pero mientras me lo hacía, me llegó un mensaje. No era una sorpresa porque mi familia y mis amigos estaban en continuo contacto conmigo para ver cómo estaba o simplemente para charlar. Mi sorpresa fue que no era un mensaje de nadie de mi familia, ni siquiera de alguien de mi grupo de amigos. Era un mensaje de Maribel.
 
Capítulo 363

-Javier, ¿qué tal? Hace mucho que no hablamos, mi hija dice que siempre estás ocupado trabajando cuando la llamo para hablar, que por lo visto te han ascendido, enhorabuena. Y me ha dicho que estás muy liado y agobiado. Me hubiera gustado que hubierais venido para Navidad, pero Elena me dijo que la pasasteis con su padre y tal. A ver si no estás muy ocupado y hablamos.

Me quedé bastante parado por ver que me había hablado y todas esas cosas sin sentido que decía. Entonces caí en que lo más seguro es que Elena ni siquiera le hubiera contado que habíamos cortado, bueno, que me había dejado, inventándose todas esas cosas. Y lo mismo con Noelia. Parecía que querían omitir todo lo que había pasado. Se ve que yo no era el único que ocultaba cosas…

Dudé si responder, porque era un marrón que quería evitar a toda costa, no quería hablar con ella porque sabía de sobra que me lo iba a notar y pasaba de dar explicaciones y más sabiendo cómo se ponía. Las palabras: "como engañes a mi hija te corto los huevos" no paraban de resonar en mi cabeza a pesar de que no lo había hecho, o al menos no adrede. Lo dejé estar sin responder, pero ella me volvió a escribir al ver que había visto el mensaje y no había respondido.

-¿Qué pasa? ¿Por qué no respondes? Quiero hablar contigo.

De nuevo vi el mensaje, pero no respondí ni nada. Me quedé pensativo mientras daba sorbos al café, entonces me empezó a llamar. Una, dos, tres, ya perdí la cuenta. Era un asedio, la pantalla de mi móvil no paraba de iluminarse mostrando la llamada entrante y ya llegó un punto en el que me cansé y descolgué.

-Javier, ¿se puede saber qué pasa contigo? No me respondes a los mensajes y tardas mucho en coger el teléfono.
-Ya, es que...
-¿Todo bien? Hace meses que no sé nada de ti, solo lo poco que me cuenta Elena, que estás muy agobiado y ocupado con el trabajo y que no te apetece salir ni hablar con nadie. Dice que os tuvisteis que mudar bastante lejos y que ahora pasas mucho tiempo de reuniones, que llegas muy tarde a casa y que no quieres hablar con nadie, que estás muy estresado.
-¿Eso te ha contado?
-Sí, ¿por qué? ¿Ha pasado algo?
-Bueno... Más o menos.
-¿Qué es? Me estás asustando...
-Es que Elena y yo ya no estamos juntos.
-¡¿Cómo?!
-Hemos roto.
-No, no, no. ¿Cómo va a ser eso? ¿Qué os ha pasado?
-Prefiero no hablar de eso...
-O me lo cuentas tú, o se lo pregunto a Elena.
-No sé, Maribel... No creo que sea buena idea remover el tema.
-Mira, ven a casa y me lo explicas.
-Qué va. No creo que sea buena idea.
-Sí, sí, ven y lo hablamos.
-Que no, de verdad. No es buena idea.
-O vienes o voy a casa de tus padres y que ellos me cuenten.
-Eh... Es que no te vas a encontrar a nadie.
-Pues llamo a tu madre, que tengo su número.
-No. No hagas eso.
-Pues ven.
-Si es que es mejor que lo dejemos estar. Lo nuestro se acabó y ya está. No hace falta nada de esto.
-O vienes ahora mismo, o llamo a tu madre. Que si no quieres que lo haga, por algo será.
-Está bien -dije a los pocos segundos-. Pero tranquila, que te conozco.
-Venga, te espero aquí. No tardes.

Pues otro marrón más que me comía sin necesidad. No quería ir, de verdad que no, pero lo último que quería era que llamara a mi madre pidiéndole explicaciones, porque aquello podía salir muy mal y era lo último que necesitaba la pobre de mi madre.

Me fui hacia su casa, arrepintiéndome cada vez más conforme me iba acercando. Cuando llegué, llamé a la puerta y me abrió mientras hablaba por teléfono. Yo miraba al suelo porque estaba muy incómodo y ella me cogió de la ropa, tirando de mí y arrastrándome hacia adentro. Por lo que pude escuchar estaba hablando con Elena porque le estaba pidiendo explicaciones.

Podía oír su voz muy bajo a través del altavoz del móvil, poniéndome ya mal cuerpo, sentimiento que fue a peor cuando me siguió arrastrando hacia el salón, entrando ella y quedándome yo en el umbral de la puerta. Se puso a discutir con ella, haciendo aspavientos y demás y yo estaba como atontado. Lo único que se me ocurrió hacer fue alejarme de ella, yendo hacia el baño para echarme un poco de agua a la cara, pero empecé a andar hacia a la habitación de Elena, andando casi de forma automática por hacer hecho tantas veces ese camino.

Fue un gran error. Me quedé en la puerta, sin cruzarla. La habitación estaba tal cual la recordaba, pudiendo llegarme su olor, inundándome de sentimientos. De pronto oí a Maribel llamarme a gritos. Fui hacia el salón y la miré a la cara. Fue otro error. Durante toda la conversación antes de ir a su casa el trayecto y cuando llegué hasta ese momento, se me había olvidado un detalle muy importante. Lo muchísimo que se parecían.

Se me revolvió todo por dentro entre los recuerdos de esa casa, los olores y mirar a Maribel a la cara, viendo casi a su vez a Elena. Oía a Maribel hablarme, pero no podía prestarle atención, no paraban de venirme recuerdos a la cabeza. Estaba en cuerpo, pero no en alma. Llegó un punto en el que Maribel me empezó a zarandear mientas me cogía de los hombros y por fin reaccioné un poco, pudiendo oírla más claramente.

-Javier, ¿qué ha pasado? Mi hija no me quiere decir nada.
-Se acabó, sin más.
-Pero, ¿cómo? Si no podíais estar el uno sin el otro. No me entra en la cabeza.
-Ya.
-¿Es por el trabajo? ¿Os veis menos?
-No.
-¿La convivencia no ha salido bien?
-No es eso.
-Pues, ¿qué es entonces?

Me quedé en silencio mirando al suelo.

-No será verdad...

Quedarme así de callado fue más determinante que cualquier gesto o respuesta. Maribel vino hacia a mí me soltó un guantazo que me cruzó la cara, intentando darme más, pero yo me echaba hacia atrás para que no llegara a dármelos, pero ella seguía intentándolo con mucho ímpetu, cerrando sus puños para aporrearme en el pecho. Me quedaba sin espacio, llegando casi a la pared y no me quedó otra que agarrarle fuertemente de las muñecas para pararla. Su cara era rabia pura, me miraba fijamente a los ojos y no podía contener su enfado, aunque dudo que lo intentara.

-Eres un hijo de puta. Eso es lo que eres. Eres como todos, que cualquiera te calienta un poco y te falta tiempo para lanzarte a ella. ¿Cómo has podido hacerle eso a mi niña? Sabes de sobra lo sensible que es y lo que sufrió cuando ya le hicieron eso. Me das asco, eres un cabrón.
-Maribel no tienes ni idea, así que cállate.
-¿Qué no tengo ni idea? Claro que sí. Lo sé de primera mano. ¿Por qué lo has hecho?
-Maribel, que no es como piensas.
-¿Qué no? Claro que sí. Porque ella no te haría algo así. Ya te digo es imposible que ella te haga algo así. De ti sí me lo espero.

Me quedé callado, no quería liarla y estaba esperando a que se calmara, pero no paraba de insultarme y decirme cosas bastante fuera de tono. Maribel colmó mi paciencia, bastante debilitada teniendo en cuenta por todo lo que había pasado durante ese tiempo, así que exploté y me puse muy serio.

-Maribel, cállate la puta boca. No tienes ni puta idea de lo que ha pasado y si lo supieras te tendrías que callar.
-Pero, ¿qué hablas niñato? ¿Quién te crees para hablarme así y decirme esas cosas?
-¿Y tú para insultarme y hablarme como me estás hablando?
-Porque soy mayor que tú y sé lo que has hecho. A mí no me engañas, cabrón.

Le apreté las muñecas con fuerza, empujándola hacia atrás mientras la miraba a los ojos. Su entereza y firmeza se vieron afectadas, porque no se resistía y veía miedo en sus ojos.

-¿Qué haces?
-No te voy a hacer nada, pero no son por falta de ganas, porque te estás pasando bastante sin saber qué es lo que ha pasado.
-Sí lo sé.
-No, no lo sabes. Si Elena te ha contado algo, no es así, porque no lo es. Ni siquiera me dejó explicarle, no me dio la oportunidad.
-No me ha contado nada, pero ya hablaré con ella.
-Mejor me voy -dije soltándola.
-¿Qué hiciste?
-No te voy a decir lo que pasó, porque no me vas a creer.
-Eso es porque no tienes ni siquiera una excusa, hijo de puta.

La cogí fuertemente del cuello. Estaba asustada, empezando a temblar.

-No me vuelvas a insultar ni hablar así en tu puta vida. ¿Me oyes?

Ella permaneció callada, sus ojos temblaban y su respiración empezaba a acelerarse. Entonces pasó algo que era lo último que esperaba. Y es que, a pesar de no ser una señal tan clara, sí que me dio pie a entender ciertos comportamientos y situaciones que ocurrieron en el pasado. Maribel me miraba fijamente a los ojos y durante una fracción de segundo desvió su mirada a mis labios. Fue como un chispazo, encendiendo en mí algo que hacía tiempo que no sentía. Noté como deseo en esa mirada, por lo que no pude evitar soltar su cuello para coger su cara y besarla. ¿Por qué lo hice? Ni idea. La situación no era para acabar así ni mucho menos, pero noté algo en ella y se parecía tanto a Elena que me dejé llevar.

Después de unos segundos con nuestros labios y lenguas en contacto, a pesar de que se resistió a que entrara mi lengua al principio, nos separamos, mirándonos a los ojos. Entonces fue ella quien agarró mi cara para besarme, con mucha ansia. De nuevo nos miramos a los ojos una vez nos separamos del beso, apartando ella la mirada, visiblemente nerviosa, con la respiración muy agitada. Algo cambió dentro de mí en ese momento. La cogí de nuevo del cuello y la empujé contra la pared, apretándoselo con fuerza mientras ella me miraba asustada.

-¿Esto es lo que querías no? Estabas deseando verme para esto, ¿verdad?

Maribel se quedó callada, mirándome a los ojos con expresión de estar asustada.

-¡Contesta!
-No me hagas daño por favor.

Maribel estaba realmente asustada, notaba como temblaba.

-Pero si es lo que quieres. Seguro que deseas que te folle desde el primer día en el que nos conocimos, cuando te cogí del culo y te apreté contra mí, creyendo que eras Elena, ¿verdad?

Maribel se quedó callada, sin hacer ni un gesto, solo me miraba con la misma expresión mientras respiraba de manera muy acelerada.

-Solo dices que los tíos somos unos cabrones, pero también hay muchas zorras y tú pareces una de ellas, que está deseando follarse al novio de su hija desde el primer día.

Todo el tiempo seguía igual, pero esta vez me volvió a mirar a los labios, por lo que solté su cuello y le metí la mano por dentro de su pantalón y bragas, topándome con un matojo de pelo que parecía no haber recortado desde la primera vez que lo vi. Se estremeció, acelerando más aún su respiración.

-¿Cuánto lleva esta zorra sin que le toquen el coño? -dije tirando de los pelos de su pubis.

Hizo un sonido de queja, sin decir nada todavía. Viendo que no decía nada, seguí bajando por su coño hasta llegar a su raja. Estaba caliente y algo húmeda. Se la empecé a acariciar, metiéndole un dedo, notando que tenía los labios más grandes que los de su hija. Entonces ella por fin respondió con un gemido, intensificándose cuando lo metí aún más profundamente y empecé a sacarlo y meterlo.

-Mírala, si está chorreando... ¿Cuántas veces has pensado en este momento? Seguro que te has tocado mucho pensando en mí...
-Javier...
-¿Qué pasa, zorrita? No puedes esperar más y quieres comerte mi polla, ¿no?
-Pfff...
-Yo también tengo ganas de comerme esas tetas, con esos pezones marroncitos.

Maribel me miró abriendo mucho sus achinados ojos, permitiéndome ver cómo eran más claros que los de su hija Elena, con cara de sorprendida. Al parecer no se esperaba para nada que supiera eso.

-Y veo que esto sigue igual que entonces -dije tirando nuevamente de los pelos de su pubis.

Seguía callada, pero está vez por la impresión de lo que estaba diciendo.

-Y este culo... Sigue tan redondo y bien puesto. Y estos lunares... -dije apoyando un dedo de la otra mano en algunas zonas en las que recordaba haber visto algún lunar.
-¿Me has visto desnuda?
-Sí. El primer día que nos conocimos. Justo antes de aquel accidente. Fui al baño y te vi desnuda después de que salieras de la ducha y no pude evitar quedarme mirando.

Estaba paralizada, sin decir nada. Entonces saqué mi mano de sus bragas y la cogí en brazos con mucha brusquedad, poniéndola sobre mí hombro, yendo a su habitación. Cuando llegué la tiré a la cama como si fuera una muñeca, estando ella como asustada, respirando muy fuerte.

-¿No estás contenta? Por fin vas a tener lo que querías, zorra.

La empecé a desnudar salvajemente, tirando de su ropa, comiéndomela con los ojos una vez se la quité toda, Mi erección en ese momento era increíble, por lo que me desnudé rápidamente, saltando mi polla como un resorte. Se quedó mirándola durante un rato sin decir ni hacer nada.

-¿A qué esperas? Cógela y ponte a chuparla.

Desvió su mirada a mis ojos y al ver que seguía sin hacer ni decir nada, me acerqué a ella y puse su mano en mi polla para que la agarrara. La empezó a mover ligeramente mientras me miraba a los ojos, pero no parecía que fuera a hacer mucho más, por lo que decidí provocarla.

-Estás deseando chuparla, hazlo. Te mueres de ganas. Ya la tienes, ¿por qué no lo haces?

Entonces se la empezó a meter en la boca, chupándola lentamente, cerrando sus ojos. Me cansé de que fuera tan lenta y le agarré la cabeza para empezar a follarle la boca.

-¿Te voy a tener que enseñar cómo se chupa una polla?

Estaba como poseído, yo nunca me había comportado así, sin contar los juegos de cama. Esta vez lo decía pensándolo en serio. No estaba jugando a que fuera una puta, la estaba tratando como si realmente lo fuera, sin importarme cómo se sintiera o qué pensara ella.

No podía aguantar mucho, así que me empezó a empujar con sus manos para que dejara de hacerle eso. La solté y me puse de rodillas en la cama para que me la siguiera chupando a su ritmo mientras le metía los dedos en el coño, notando lo mojada que estaba, mucho más que antes. Me empezó a pringar los dedos mientas ella seguía con una mamada lenta, agarrándome la polla desde la mitad, ya que no llegaba a meterse mucho en la boca, solo la punta de la polla y un poco más, muy lejos de como lo hacía su hija. Después de meterle los dedos durante un rato, con varios gemidos suyos, le cogí del pelo por la parte de la nuca para que dejara de chupármela. Intenté meterle los dedos que segundos antes tenía dentro de su coño, pero no quería, se apartaba. Le di un guantazo para decirle después:

-Abre esa boca, quiero que veas como sabe una puta.

Me miró a los ojos y acercó su cabeza a mi mano, abriendo la boca. Le metí los dedos y ella los recibió cerrando los ojos, poniendo cara de desagrado.

-¿No te gusta?

Maribel permaneció callada, sin ni siquiera abrir los ojos mientras seguía chupando los dedos.

-¿Y mi polla? ¿Te gusta cómo sabe?

Abrió sus ojos, buscando mi mirada, pero no respondió.

-Contesta.

Seguía mirándome fijamente a los ojos, pero esta vez sí que respondió después de retirarse para soltar mis dedos.

-Sí -dijo muy bajito, casi en un susurro.
-Claro que te gusta. A saber cuánto llevas sin comerte una... Aunque no se le puede llamar comerse una polla a lo que tú estás haciendo.

La empujé para tumbarla y me deslicé para bajar hasta sus caderas. Se puso nerviosa. Conforme me acercaba a su coño, podía notar su olor a hembra, algo más fuerte que el de su hija. Y es que no podía evitar parar de compararlas al ser tan iguales y después de tantos meses acostándome solo con ella. Me lancé a comérselo después de apartar los pelos, dando grandes lametones, apreciando su sabor, excitándome aún más. Era la primera vez que me comía un coño después de varios meses, después de que mi relación se acabara.

-Que bien sabe esta zorra... -dije por la excitación y la aparentemente nueva personalidad que acababa de florecer en mí.

Se estremecía por mis lametones, notando como temblaba por el nerviosismo y cómo me miraba con cara de placer cuando alcé la vista para mirarla. A los pocos segundos de dar esos lametones me centré en lamer y succionar su clítoris, clavándole la lengua también entre esos labios más carnosos y ligeramente oscuros, dentro de su coño. Y es que físicamente esa era la tercera y última diferencia que había entre ella y Elena. Tenía los labios menores más grandes y carnosos, siendo rosas, como los de su hija, pero algo más oscuros.

Para cuando quise darme cuenta le empezaron a temblar las piernas, notando como me empapaba la boca mientas ella gemía muy ligeramente, intentando reprimir su orgasmo con todas sus fuerzas. Al verla así me dio rabia y le metí los dedos, moviéndolos rápidamente mientras me volví a centrar en su clítoris. No pudo evitarlo y empezó a gemir muy fuerte, cerrando sus ojos, dándole algún espasmo. Cuando empezó a convulsionar me separé de ella, notando el sabor de su corrida, algo más fuerte que el de Elena. Las piernas no paraban de temblarle, pero a diferencia de su hija, Maribel se recuperó en cuestión de segundos, abriendo sus ojos para mirarme fijamente.

-¿Tienes condones?
-No, hace muchísimo que no hago el amor. Pero no me puedo quedar embarazada. Después de tener a Noelia me hice la ligadura de trompas.
-¿Hacer el amor? No vamos a hacer eso... -dije rozando mi glande con sus labios menores, dando ella un respingo y estremeciéndose.
-Despacio, por favor, hace mucho que no... ¡¡AHHH!!

Se la metí de golpe, sin tener nada de cuidado, notando lo apretado que lo tenía. Me quedé dentro de ella, con toda mi polla en sus entrañas, dejando que se acostumbrara mientras ella me clavaba las uñas en la espalda al haberme inclinado hacia ella. Mi espera fue breve, ya que, al echarme sobre ella, apoyé mi cabeza en la almohada, al lado de la suya, notando ese olor tan similar que tenía al de Elena. Entrando también mi cara en contacto con su pelo, del mismo color y con la misma textura suave.

Algo dentro de mí se volvió a encender, lo que me empujó a moverme dentro de ella de manera brusca, dando fuertes embestidas. Mis movimientos eran inspirados por una rabia que sentí en ese momento, recordando como todo acabó sin que Elena me dejara explicarle nada y luego al verla aparecer en casa de mis padres junto a mi hermano. ¿Ya está? ¿Eso era lo que me quería como para estar con otra persona al poco de nuestra ruptura? Yo no tenía ni ganas de vivir y ella ya se había olvidado de mí, rehaciendo su vida tan rápidamente con otro hombre, o intentando vengarse de mí, no lo sé. Fue algo que casi me dolió más que la propia ruptura en sí.

Empecé a taladrar a Maribel sin compasión mientras ella lanza a gemidos, mezclando placer y dolor al mismo tiempo. Le daba tan fuerte, que nuestros cuerpos hacían ruido al encontrarse, un ruido opacado por el que hacía el cabecero contra la pared. A los pocos segundos los gemidos de Maribel cogieron más intensidad, pasando a gritos.

-Estabas deseando que te follara, ¿verdad? Mírate cómo estás...
-Mmm...
-Desde que viste este pollón no te lo has quitado de la cabeza, ¿verdad, zorra?

Maribel no contestaba, solo se dejaba llevar por mi follada con esas embestidas propias de un animal hasta que noté como apretaba mi polla con las pareces de su vagina. Se empezó a correr entre gemidos y gritos, con sus piernas temblando de manera exagerada mientras me volvía a arañar la espalda con sus uñas. Al notar su orgasmo tuve como una especie de punzada de placer, notando un cosquilleo en mis huevos que se transformaron en un escalofrío que fue subiendo por toda mi espalda, pasando también a los brazos.

-¡Elena, me corro! -dije mientras giraba la cabeza para aspirar el aroma de su pelo.
 
Capítulo 364

Empecé a descargar todo el contenido de mis huevos en su interior hasta que paré mientras ella estaba abandonada a todo. Fue una de las corridas más abundantes que recuerdo haber tenido en mi vida. Y es algo que era normal, después de llevar casi 4 meses sin descargar. Joder, es que ni se me levantaba y ahora estaba follando de una manera muy salvaje.

Una vez acabé, salí de ella y me tumbé a su lado boca arriba, sumiéndome en pensamientos maliciosos, inundándome una culpabilidad tremenda, haciendo que me sintiera bastante mal por lo que acaba de hacer. Y no era por haber tratado así a Maribel precisamente, era porque me recordaba tanto a Elena que básicamente llegó un punto en el que creía que me la estaba follando a ella. Me empecé a sentir realmente mal al venirme de nuevo tantas cosas a la cabeza que creía haber empezado a superar, dándome cuenta de que no era así.

Estaba quieto, mirando al techo mientras recobraba el aliento. A los pocos segundos Maribel me sacó de mis pensamientos.

-Dios mío... ¿qué hemos hecho? -dijo con la respiración aún acelerada.

En cuanto oí sus palabras, me levanté como si me hubieran impulsado con un resorte. Me empecé a vestir mientras oía como ella respiraba de forma agitada.

-Javier, ¿qué hemos hecho?
-Lo que estabas deseando hacer -respondí sin mirarla empezando a vestirme.
-No. Esto está mal. No puedo hacerle esto a mi hija.
-Maribel, que ya no estamos juntos, no pasa nada -dije también para intentar autoconvencerme.
-Pero Javier... ¿Qué ha pasado?

Me di la vuelta para mirarla, viéndola desnuda, con mi abundante corrida deslizándose fuera de su coño, empezando a amontonarse en las sábanas.

-Maribel, déjalo. Es que no os va a hacer bien. Ni a ti, ni a Elena.
-Pero si me has dicho que no te había dejado ni darle explicaciones. ¿Ahora no quieres hacerlo?
-No lo sé. Mira, ella no quiere saber nada de mí porque me bloqueó y no podía llamarla ni mandarle mensajes. Ha pasado ya algo de tiempo y no sé... Quizá sea lo mejor.

Maribel se quedó callada mientras yo intentaba asimilar las palabras que acababan de salir de mi propia boca. Aquello que dije no me lo creía. Y es que apesar de estar enfadado con Elena por haberme encontrado ese percal después de nuestra ruptura, seguía teniendo esa debilidad al recordarla que me ponía triste. Pensé muchas veces en desbloquearla por si tenía algún mensaje o algo de ella, pero sabía que me vendrían muchos recuerdos a la cabeza y me pondría mal, por lo que no me atrevía a hacerlo.

Me fui de allí, con Maribel saliendo detrás de mí para que le diera explicaciones, parándome y dándome la vuelta, pero me zafé y seguí hasta la puerta de la calle, saliendo sin decir nada más para montarme en el coche e irme. De camino a casa puse música para distraerme y no pensar, intentándolo con todas mis fuerzas, consiguiendo contener todos esos pensamientos hasta que llegué. Seguramente mi cara debía ser una mezcla entre la de un robot y la de un zombi, porque así era como me sentía en ese momento.

Lo único que pensé en ese momento fue que me alegraba de que la abuela de Elena no estuviera ahí como pude ver al pasar por su habitación y verla vacía. Tampoco estaba en el salón, por lo que era imposible que estuviera en la casa. Esa mujer era un cielo y lo último que se merecía era presenciar semejante espectáculo que dimos entre su hija y yo. En casa ya me vino todo de golpe y me puse bastante mal, estando con un estado de ánimo horrible durante todo el día.

Lo primero y prácticamente último que hice fue darme una ducha para quitarme todos esos olores después de hasta vomitar del mal cuerpo que tenía, echando a lavar también la ropa que me había puesto. A continuación, me eché en la cama, tapándome hasta arriba, permaneciendo allí el resto del día. Solo deseaba que aquello hubiera sido un mal sueño, pero era real. En todas esas horas no paraba de pensar en Elena y en lo que le había hecho. Recuerdo pasarme bastante rato llorando desconsoladamente al darme cuenta de que aún me importaba muchísimo y lo poco que me gustaba haber hecho eso. Yo no era así, no trataba a ninguna mujer ni hablaba así nunca. ¿Por qué lo había hecho ahora? No tenía ni idea, pero desde luego tenía que hablar con Mónica para que me ayudara, porque estaba notando que estaba dando pasos hacia atrás en ese tortuoso camino que empecé a recorrer desde el día de mi cumpleaños.

Mi móvil no paraba de sonar emitiendo los tonos tanto de llamada, como de mensajes. Veía bastante evidente quién era, por lo que cogí el móvil y la bloqueé directamente. No estaba interesado en nada de lo que me tuviera que decir y lo único que quería en ese momento era estar lo más alejado posible de esa persona. También le mandé un mensaje a mi madre, pidiéndole que bloqueara a esta mujer, diciéndole que había tenido un encontronazo con ella, el cual no había salido bien. Esperaba que con eso fuera suficiente, aunque no pude verlo en todo al día al dejar el móvil en silencio en la mesita y sin prestarle atención.

Aún tenía en casa esas pastillas para dormir, por lo que pensé en tomarme una para así poder hacerlo y descansar de paso, porque sabía que no lo iba a hacer en toda la noche. Al final opté por no hacerlo, ya que al siguiente día tenía ir a dar clase y no me podía permitir estar así de apagado. Efectivamente no dormí en toda la noche, siendo varias las veces que me levantaba para ir a hacerme una tila, porque había momentos en los que temblaba bastante de lo nervioso que estaba. Algo de efecto hizo, consiguiendo que dejara de temblar, pero no dejaba de comerme la cabeza todo el tiempo.

Al levantarme no hice mucho. Ni siquiera fui al gimnasio. No estaba muy motivado. Así que me puse a jugar un poco a la consola con la intención de distraerme, pero me costaba y lo difícil que era el juego al que estaba jugando no terminaba de conseguir que me calmara. No tenía mucho apetito, aunque debería tenerlo después de no comer prácticamente nada el día anterior, pero hice el esfuerzo de comer algo, porque me iba a pasar toda la tarde fuera entre las clases y los caminos que prefería hacer andando y necesitaría energía para poder afrontar todo aquello.

Las clases no fueron tan mal como esperaba, porque me motivé antes de entrar a cada una y, al fin y al cabo, ellos no tenían culpa y no era justo que pagara con ellos nada de lo que me pasaba. Aunque lo intentaba, no dejaba de estar más callado que en la primera clase, estando también algo distante y con problemas para concentrarme por momentos. El más pequeño de los dos me llegó a preguntar si me pasaba algo, respondiéndole yo negativamente, y tratando de ponerme más con él para que no indagara. El otro, sin embargo, era más prudente y no me preguntó nada. De vuelta a casa pensé de nuevo en todo aquello, sobre todo en cómo me comporté con ella. No me gustaba nada lo que había hecho y no quería que fuera algo que se repitiera, así que llegué a la conclusión de pedirle ayuda a Mónica.

En casa, mientras cenaba tras preparar algo ligero, ya por fin miré el móvil. Lo más relevante que tenía era mensajes de mi madre, junto a algunas llamadas perdidas. En los mensajes me decía que la llamara en cuanto pudiera para hablar con ella, sin llegar a decirme nada más aparte de que estaba preocupada por no contestarle ni a las llamadas ni a los mensajes. Así que le escribí preguntándole si podía hablar. Inmediatamente me llamó preguntándome qué pasaba. Yo le dije que estaba cenando y que estaba algo cansado después las clases. Ella me pidió que le contara lo del encontronazo con Maribel.

-¿Qué ha pasado con ella?
-Nada. Da igual. ¿Hiciste lo que te pedí?
-Sí. Si me lo has dicho, por algo será. No tenía ninguna llamada ni nada de ella. Pero me gustaría saber ese algo.
-Mamá, si es que no merece la pena. Ya sabes cómo es y te puedes imaginar cómo se ha puesto. En fin... Cuanto más lejos de esa mujer, mejor.
-Pero...
-Mamá, ya está. Te he pedido que la bloquees porque es lo mejor para todos. No necesitamos que nos ponga la cabeza como un bombo. Que aclare primero sus cosas y aprenda a comportarse y luego ya que trate con la gente.
-Vale, hijo.

También me preguntó cómo estaba en general, respondiéndole yo que mejor de lo que realmente estaba. También nos contamos cómo nos fue nuestro día, lo que habíamos comido y cosas por el estilo. La veía tan preocupada que me propuse hacer un esfuerzo extra para comer mejor de lo que lo había hecho ese día, al igual que también pensé en ir al gimnasio de nuevo. No quería dejar todo lo nuevo y bueno que estaba haciendo en mi vida a medias, así que tenía que ponerme las pilas y tratar de alejar lo que me había pasado de la cabeza.

Al día siguiente, después de dormir algunas horas, empecé por ir al gimnasio de cabeza. Tras una serie de cinta y bicicleta, pasé a usar otras maquilas y las mancuernas. Quizá me pasé un poco al hacer tantas repeticiones, pues al acabar e ir a casa para darme una ducha empecé a sentir como me temblaban los músculos del esfuerzo que había hecho, pero es que me quería tomar en serio ese cambio que quería dar a mi vida. Tan concentrado estaba en hacer todos los ejercicios bien, que pude estar en paz durante varios minutos sin pensar en Maribel y lo que había pasado con ella. Pero aun así no me sentía del todo bien, por lo que tras comer de mejor manera que el día anterior le mandé un mensaje a Mónica.

-¿Podemos tener una sesión esta tarde? Es urgente.
-¿Todo bien?
-No.
-Ahora mismo te hago hueco. No te preocupes.
-Vale, muchas gracias.
-Solo he podido hacerte hueco a las 9. ¿Te viene bien?
-Sí. Sin problema.
-Pues nos vemos a esa hora.

Por suerte había conseguido cita con ella, así que tenía la esperanza de que me ayudara. Para hacerme más ameno el tiempo hasta la cita, me puse a jugar un rato, aunque poco me duró, porque me apetecía coger la batería. Me puse bastante tiempo a trastear con ella, empezando a hacer cosas básicas. No recordaba lo difícil que era mantener el ritmo con los juegos de manos y pies para los pedales, pero poco a poco conseguía hacerme a ello, aunque de manera muy básica, como he dicho.

A la hora acordada salí de casa para ir a la consulta de Mónica, la cual quedaba a unas pocas calles de la mía. Ni 5 minutos tardaba en llegar. Una vez allí, esperé en la sala de espera, porque llegué antes de lo previsto. Al poco salió ella de su despacho, acompañado de una chica a la que supongo le estaría dando terapia. Me saludó con la mano al verme, aunque torció un poco el gesto. No debía tener yo muy buena cara. Salió de la sala de espera para ir a la recepción y al poco pude escuchar como la chica que trabajaba con ella le decía que ya se iba. Mónica le respondió que ya cerraba ella. En cuanto terminaron de hablar apareció, diciéndome que entrara con ella.

-Bueno, cuéntame. Me he quedado preocupada.
-Primero toma esto -dije dándole el informe que me había hecho el médico, acompañado del resultado del análisis de sangre que me enviaron, como les pedí.
-Vale. Pues lo que nos temíamos, ¿no? Tu cuerpo es más sensible de lo normal a ese tipo de fármacos y a anestésicos en general. Mala pata.
-Sí. ¿Puedo tomar alguna otra cosa?
-Miraré para ver qué puedo hacer. Seguro que encontramos algo.
-Genial.
-Vale, pues esto ya está aclarado. Cuéntame.
-Pfff...
-¿Tan grave es?
-Sí.
-Javi... Me estás asustando.
-Me he vuelto a encontrar a alguien.
-¿A ella?
-No. No ha sido a ella.
-¿A su hermana?
-Tampoco.
-¿Entonces?
-Con la madre.
-Ah... Y te ha gritado y echado la culpa, ¿no? Bueno, no te preocupes. Seguramente ella no sepa cómo fue en realidad. No tienes que hacerle caso.
-Sí. Básicamente eso es lo que ha pasado.
-Claro. Es lo normal.
-Pero también pasó algo más. Y eso no es tan normal.
-¿El qué?
-Me acosté con ella.
-¿Qué? -dijo sorprendida.

Entonces le empecé a explicar cómo era Maribel, todo lo que viví con ella y lo que le había pasado con su marido. Mónica se interesó mucho por ella, porque quería saber cómo había ido evolucionando nuestra relación como para haber acabado así. Así que le conté prácticamente todo, empezando cuando la conocí en la graduación de Elena con ese momento tan incómodo en el que no le pareció bien la forma que tuvo su hija de presentarnos, comentándole también cómo la había visto desnuda y como tuvimos ese percance cuando creyendo que era Elena, la abracé, besé por el cuello e incluso la intenté levantar en peso, aunque ella no se acabara dejando.

Seguí narrándole diferentes situaciones que habíamos compartido, como aquella vez en la que me preguntaba si drogaba a su hija, quedándose Mónica bastante impresionada por eso. También le conté algunas más, acabando con ese momento en el que nos endosó a Noelia para que viniera a vivir con nosotros. Recalqué también los cambios de humor que tenía constantemente durante todo el relato.

-Vale. Uff... Vaya con la señora...
-Sí. Era un espectáculo estar con ella.
-Bueno, lo que le ocurre a ella es muy típico. Quedó muy traumatizada por lo que ocurrió con su relación y ya no confía en ningún hombre. Es algo muy común. Y siendo madre, pues cuando una de sus hijas aparece con novio pues le saltan todas las alarmas. No creo que se comporte así con las demás personas de su familia o con sus amistades.
-¿Y qué culpa tenía yo para que me tratara así?
-Ninguna. Pero es que las personas que pasan por algo así, se dejan arrastrar por sus experiencias y distorsionan cualquier percepción que tengan de lo que les rodea. Hacen un mundo de un grano de arena. Seguro que te preguntó que si la drogabas por una tontería.
-Más o menos.
-¿Por qué fue?
-Eh... Vamos a ver. Mi chica cuando llegaba al orgasmo se iba a otro mundo.
-Ah... -dijo algo cortada.
-Y bueno... Nosotros jugábamos con eso. Ese día le provoqué varios y acabó...
-¿Acabó...?
-Eh... Es que me da un poco de vergüenza...
-Ah. Bueno, es algo natural, pero si no quieres, no me lo cuentes. No importa.
-Bueno, resulta que mi chica podía hacer squirting. Ese día fue demasiado para ella y tras esas sesiones pues quedaba muy ausente y con temblores. Muy torpe se tiraba todo el día.
-Ah... -dijo algo cortada-. Y por eso te lo acabó preguntando, ¿no?
-Sí.
-Pues lo dicho.
-Mónica, estoy preocupado.
-¿Por qué?
-Porque me he comportado con ella de una manera que no me ha gustado nada. Yo no soy así...
-¿Qué pasó?

Le comenté un poco por encima lo que ocurrió, aunque tuve que darle detalles, sobre todo de las palabras que yo empleaba con ella. Tampoco le dije cómo me la follé, ni cómo era desnuda. Ni como lo era yo. Pero le tuve que narrar la situación en gran medida para que viera por qué estaba preocupado.

-Vale. Entiendo tu preocupación. Pero no te preocupes, porque tú eres muy fuerte y vas a salir de esto. Lo estás haciendo perfecto. Esto es solo una pequeña piedra que has encontrado en tu camino. Con eso y un poquito de mi ayuda, lo tienes.

Mónica me hablaba de manera muy dulce, casi con voz bajita. Movía sus manos como si estuviera manejando una figura de cristal. Parecía que temiera por si me pidiera derrumbar. No me importó que se pusiera así. Imaginaba que estaba muy acostumbrada a lidiar con gente que se ponía mal y quizá temía que me ocurriera a mí lo mismo. Y si bien es verdad que estaba triste, no era tampoco para derrumbarme, sobre todo por haber pasado ya el mal trago el día anterior en casa.

Poco a poco, Mónica me fue hablando, dándome consejos de cómo afrontar la situación, diciéndome todo el rato que no me preocupara y que seguramente había sido algo puntual por parte de Maribel. Por lo que le conté, ella creía que Maribel se sentía muy sola por la marcha de sus hijas de casa y que aún arrastraba esa losa de su matrimonio fallido, faltándole ese calor hogareño, dejándose llevar para intentar volver a sentirlo. Siendo honesto, tampoco estaba muy interesado en lo que me tuviera que explicar acerca de Maribel. Esa mujer pertenecía ya a mi pasado y ahí quería que se quedara. Lo que quería era que me contara por qué yo había actuado así y por qué me sentía tan mal.

Su respuesta fue bastante sencilla, pues me dijo que al parecerse tanto ambas, me dejé llevar creyendo que era Elena realmente. Por eso la besé y nos acabamos acostando. Y lo de tratarla así, fue un cúmulo de cosas que acabó explotando, donde me volvió a hacer referencia al parecido de ambas y a mi dolor al encontrarla acompañada de mi hermano. Según Mónica, en ese momento estaba viendo a Elena y no a Maribel. Lo que hablaba era la rabia y la impotencia de no poder haberle explicado a Elena lo que realmente ocurrió y de ver cómo se había comportado al haberse tomado la justicia por su mano, tratando de vengarse.

Su apreciación hizo que lo viera así, pasando a ser menos grave desde mi punto de vista, aunque ahora lo que rondaba mi cabeza era esa posibilidad de reaccionar así si me cruzaba con Elena de nuevo. Ella fue previsora, diciéndome que me tranquiliza, como si pudiera ver lo que estaba pensando. Me dijo que también era normal sentirse así y reaccionar de esa manera por cómo había acabado todo. Ella me dijo que tenía que procurar mantener la calma y dejar que pasara un poco de tiempo, pues, al fin y al cabo, no había pasado mucho y la herida estaba muy abierta aún.

Así se nos pasó toda la sesión, dándome la sensación de que el tiempo se había pasado muy rápido. En recepción, ella me cobró. Y mientras lo hacía, yo le pregunté que cómo era que su compañera se había ido antes que ella. Mónica me dijo que en realidad acababan a las 9 de trabajar, pero que al haberle dicho yo que era urgente, pues decidió hacerme un hueco para tratarme. Algo cortado le di las gracias por el detalle, ya que no me parecía muy normal que alguien hiciera eso.
 
Capítulo 365

Desde luego, después de estar todo el día trabajando y tratando con gente, debía estar cansada y seguramente estaba deseando llegar a casa para descansar, pero decidió no dejarme tirado. Para agradecerle el gesto, le propuse invitarla a cenar por hacerme el favor, diciéndole que conocía un sitio muy bueno cerca de ahí por haber ido tantas veces en mis tiempos de estudiante, aunque luego caí en la cuenta de que ella había vivido allí durante toda su vida y seguramente se conocía la ciudad mejor que yo. Pero ella rechazó mi invitación, yendo a la sala en la que me atendió a por un papel que se había olvidado. Me dejó un poco cortado por negarme la proposición de esa manera tan directa y rápida.

De nuevo veía esa mezcla de acercamiento por su parte al hacerme el favor, pero poniéndome límites a la vez. Era algo que no terminaba de entender. Tenía un acercamiento bastante cercano conmigo por su trato, cogiéndome de un brazo cuando llegaba o me iba, o incluso en esa conversación que tuvimos telefónicamente en la que charlábamos para conocernos. Pero también estaba esa manera de mantener las distancias, diciendo primero que no hacía falta que me diera su número, aunque al final lo acabara consiguiendo.

Y ahora este corte que me acababa de hacer. No sé si se pensaba que yo estaba buscando algo con ella, pero lo dudo muchísimo, pues casi mejor que nadie sabía cómo me encontraba y creo que mi estado dejaba bastante evidente que no tenía ganas de conocer a nadie de esa manera. Al regresar me dio el papel que fue a buscar, el cual se trataba de una receta nueva de otras pastillas para ayudarme a descansar. Me comentó que no debería tener reacción a ellas como la tenía a las otras, pero que no eran tan eficaces. De hecho, no eran somníferos como tal, sino que era algo que se asemejaba más a un relajante muscular.

Al parecer no encontró nada que no tuviera esos componentes que tanto me afectaban, por lo que pensó en usar eso. Yo, para salir del mal trago que había pasado por el rechazo que me hizo a la cena, bromeé diciéndole que al menos el problema de los bajos ya se había solucionado. Ella lazó una carcajada, cogiéndome del brazo para seguir con esa manera tan cercana de tratarme. Reía tanto que sus ojos se achinaron a tal punto que los cerró. Nos despedimos con dos besos, los cuales fueron iniciados por ella al acercarse a mí, dándome un pequeño abrazo de paso.

Esperé a que cerrara y cada uno nos fuimos por nuestro lado. De camino a la farmacia de guardia, pensaba en lo raro que era su trato, pero tampoco quise tener otra cosa más a la que darle vueltas, por lo que traté de quitármelo de la cabeza. Al salir de la farmacia pasé por un chino que tenía de camino para tener algo que cenar, porque no había dejado nada preparado al estar toda la tarde con la batería y no me apetecía nada ponerme a cocinar. Cuando acabé eché un rato hablando con mis amigos, aunque por mensajes en el grupo en el que estábamos los cuatro.

También hablaba en el general donde éramos bastantes, sin que nadie me dijera nunca nada, cosa que agradecía enormemente. Estaba seguro que la repentina marcha de Elena del grupo y que yo dejara de hablar le oliera mal a más de uno, pero por suerte no tuve que dar explicaciones. Imaginé que mis amigos más cercanos habían pedido que no lo hicieran, información quizá de algo de lo ocurrido.

Cuando fui a acostarme pensé seriamente si tomarme lo que me aconsejó Mónica, porque al día siguiente tenía que dar clase y no quería estar como la primera vez que tomé algo para descansar. Pero al final lo acabé haciendo, ya que ella me dijo que no debería afectarme así al no tener ninguno de los componentes que más me hacían reacción. Probé a tomar uno y la verdad es que me relajé mucho. La sensación que tenía era la misma que cuando te das una ducha después de un día largo y agotador. Pero no me ayudaba a dormir.

De hecho, lo acabé haciendo como era normal en esos días, durmiendo quizá alguna hora más, pero notaba yo que no habían funcionado para eso. Aunque notaba algo más de energía en el cuerpo, pareciendo que sí me habían servido para descansar. Quizá era un efecto placebo por la sugestión de saber que me estaba tomando algo que me debería hacer bien, no lo sé. Pero ya iría probando en los siguientes días para ver cómo iba.

Lo reseñable de verdad fue que me levanté con una erección bastante fuerte, de las que solía tener meses atrás. Y fue algo que me alivió. Ese problema ya estaba solucionado. Al parecer mi cuerpo había vuelto a despertar después de ese encuentro sexual tan repentino como inesperado, por lo que tenía una preocupación menos.

Ese viernes seguí la rutina de gimnasio y de comida como llevaba haciendo unos días, pero ya con más motivación al haber pasado por terapia, cosa que me ayudó bastante, aunque por momentos se me pasaba por la cabeza Mónica y su comportamiento conmigo. Por la tarde di mis clases sin ningún problema, contándome una de las madres que el niño estaba muy contento, preguntándole todos los días si ese día iba a ir. Por lo que me comentó que hablaría con su marido para ver si podíamos ampliar las clases, ya que le daba 3 horas a la semana, repartidas en clases de una hora y media cada una. Pero antes de decirme eso, me preguntó si había algún problema.

Por mi parte ninguno, así me sacaba más dinero en lo que me salían más alumnos. Y esa fue precisamente la segunda parte de la conversación con ella, pues me dijo que conocía a dos mujeres que eran madres de los compañeros de este niño que estaba buscando a alguien para que les echara una mano con los deberes y ella les habló de mí. Así que me salieron dos alumnos más de golpe. Le di las gracias y seguí con lo mío.

De regreso a casa, pasé por la tienda para ver si había alguien o para ver si se estaba jugando algo. Allí me encontré algunos de ese grupo que vi el primer día que fui, contándome que al día siguiente había un torneo, diciéndome de qué trataba y cuánta gente se había apuntado. Me animaron a apuntarme, pero aún no me había puesto a mirar cómo estaba la cosa en esos días competitivamente hablando, y menos que había hecho para actualizar lo que tenía para poder jugar. Aun así, ellos se ofrecieron a ayudarme, diciéndome que podían prestarme alguna carta que necesitara. Al final la cosa quedó en que no participaría, pero sí que me pasaría para echar un ojo.

Al salir me acerqué al estudio de tatuajes preguntando si tenían hueco disponible para los próximos días. Y, de hecho, tenían hueco al día siguiente por la mañana, porque alguien había cancelado una cita y tenían a un tatuador disponible durante bastante rato. Me vino muy bien, porque la noche anterior estuve mirando diseños de ideas que tenía yo en mente para un tatuaje en lo que hacía sueño para dormir y conseguí algunas imágenes que sirvieran de guía.

El tatuador me dio su número y me dijo que trabajaría con esas imágenes y con mis indicaciones para sacar un diseño, quedando en que al día siguiente empezaríamos la primera sesión. Tampoco tenía que meterle mucha mano a lo que tenía que diseñar, por lo que me mandaría algunas fotos por la noche para que viera como iba la cosa y que le diera alguna idea más, o por si quería que cambiara algo. Quizá era una calentada hacerlo tan pronto, pero me apetecía mucho y los tatuajes siempre me habían llamado la atención.

De noche, charla con la familia y con los amigos, como siempre. Mis amigos me dijeron de ir allí el fin de semana con ellos para pasarlo allí y salir un poco para que nos pudiéramos despejar todos, pero caí en la cuenta de que tenía cita para tatuarme y también dije que pasaría por la tienda, así que rechacé la invitación, diciéndoles que el siguiente fin de semana sí que quedábamos sin falta, y que, de hecho, lo haríamos en mi ciudad, diciéndoselo a los tres. Al final todos quedaron conformes, por lo que no hubo problema.

Eso sí, no les había dicho nada de que me iba a tatuar. Quería que fuera una sorpresa una vez lo tuviera hecho. Tampoco les comenté nada de que estaba yendo al psicólogo. No me veía con fuerzas para hablar de aquello, aunque tenía pensado hacerlo, pero cuando me sintiera mejor. También recibí los bocetos del tatuador, quedado yo conforme con uno de ellos, el cual me gustó mucho. Día redondo que acabó en la cama después de tomarme una de esas pastillas para ver si lograba dormir más o de mejor manera.

El sábado me levanté cuando ya no podía dormir más, siendo temprano, pero no tanto. Aproveché que había quedado con el tatuador a media mañana para acercarme un rato al gimnasio, teniendo el tiempo controlado en todo momento. Al acabar, regresé a casa, siguiendo la rutina de ducharme y desayunar después de hacer ejercicio, yendo después a la cita. Estaba algo nervioso, no voy a mentir. Durante toda la mañana estuve pensando en que lo mismo me había venido demasiado arriba, pero conforme el momento se acercaba, más lo estaba. Pero no me eché atrás.

Entré y el tatuador se encargó de prepararlo todo, imprimiendo el diseño en un papel que me puso sobre el antebrazo del brazo derecho después de pasarme una cuchilla por la zona para remover todo el vello que había ahí. Una vez quitó el papel, tenía el dibujo sobre mi piel de un color entre azul oscuro y morado. Y sin esperar más, se puso manos a la obra. Por todo lo que había oído a conocidos y más gente, esperaba que aquello doliera mucho, pero nada más lejos de la realidad. No notaba ningún tipo de dolor al estar aquel chico clavándome las agujas sin parar sobre mi piel.

De hecho, me quedaba fijo mirando como lo hacía. Era algo bastante hipnótico y llamativo. Él me daba conversación, diciéndome que apartara la vista si sentía que me mareaba o algo, porque se ve que mucha a gente de la que pasaba por ahí le ocurría eso, pero yo le decía que no era necesario. Nunca he tenido miedo a las agujas, así no tenía ningún tipo de problema en ese aspecto.

Él seguía dándome tema de conversación, contándome que los tatuajes a color solían dolerle más a la gente, sobre todo cuando llegaban al color blanco. Le pregunté sobre ello, ya que me resultó curioso por qué ese color en especial era el más doloroso, preguntándole si llevaba algún componente especial que irritara la zona o algo por el estilo, pero la explicación fue más tonta de lo que esperaba. Según me dijo, los tatuajes a color son más dolorosos porque se abarca toda la zona con tinta, lo que significa que la zona a tatuar y, por ende, a clavar las agujas es mayor, por lo que más dolor vas a sentir seguro si te duele de por sí.

Y lo del color blanco pues es así porque es el último en ser aplicado, y para ese entonces la gente ya está cansada y bastante dolorida, por eso dicen que es el peor. Todas sus explicaciones me sonaron a tontería, porque yo no notaba nada de daño en ningún momento, ni cuando llegó al color blanco, el cual tenía que aplicar sobre algunas zonas. En toda la sesión tan solo fuimos interrumpidos una vez por su compañera, que asomó la cabeza para preguntar si cerraba él. Al buen rato acabamos, casi a la hora de comer de hecho.

No acabó de hacerme todo el antebrazo, como tenía yo previsto, pero es que era un proceso lento y laborioso, por lo que sacamos otra cita para la siguiente semana. Mientras tanto lo que tenía que hacer era echarme una crema para ayudar a cicatrizar y a hidratar bien la zona, cosa que es muy importante. Así que me fui directamente a la farmacia después de que me pusiera el plástico protector, el cual debía llevar durante un rato. Al final me iban a hacer VIP en la farmacia, porque estaba yendo casi todos los días entre una cosa y otra.

En casa descansé un buen rato después de comer. El tatuaje ni me dolía, ni me picaba. Nada. Una vez pasado el tiempo que me dijo el tatuador, me retiré el plástico y me lo lavé con agua y jabón, secándolo bien para después esparcir la crema y dejar que la piel la absorbiera. Con el brillo de la pomada, el tatuaje lucía muy bien, con los colores muy vivos, aunque algo rojizos, sobre todo en las partes en las cubiertas de color blanco.

Ya tenía ganas de nuevo de volver para seguir y dejarlo acabado, pero hasta la semana que viene no tenía que volver. Hacerme aquel tatuaje hizo que me entraran ganas de hacerme más, empezando a venirme a la cabeza diseños, los cuales apunté para no olvidarlos. A cada rato lo miraba y cada vez me gustaba más, llegando a pasar por mi cabeza hacerme el brazo por completo, o incluso los dos. Eso me llevó a pensar en no contarle a nadie nada de eso hasta que no pensara lo que iba a hacer al final y una vez los tuviera acabados. Así la sorpresa sería mayor.

Sobre las 5 de la tarde me marché a la tienda de juegos para ver cómo iba la cosa. Y lo cierto es que pintaba bastante bien. Al entrar y ver a tanta gente, se me vinieron muchos recuerdos a la cabeza. Tantos los vividos ahí, como en otras tiendas o cuando empecé a jugar junto a Mario. Era un juego que llevaba jugando durante varios años y que procuraba seguir de cerca, aunque nunca hubiera participado de manera muy competitiva. Tan solo había ido a unos pocos torneos de manera nacional, pero nunca lo había hecho fuera del país.

Allí encontré a todo el grupo que conocí el primer día que volví a pisar ese lugar en bastante tiempo. Los saludé al ser los únicos que conocía prácticamente sin contar al tendero y ellos hicieron lo mismo conmigo. Pensé que encontraría más chicas al ver dos en ese grupo, pero eran las únicas en toda la tienda de las cincuenta personas que habría jugando. Me percaté de que había como una especie de equipos, porque había diferentes grupos con las mismas camisetas y el nombre por detrás.

Me llamó la atención, pues no recordaba haber visto eso en persona. Sí que lo había visto en diferentes retransmisiones, pero de manera mucho más profesional. Al parecer era algo que se había puesto de moda y casi que los chicos y chicas del grupillo que conocía iban con una camiseta del mismo color más o menos, aunque tuvieran diseños diferentes y no llevarán ningún nombre ni el suyo en específico.

Pese a haber empezado por la mañana el torneo, me dio tiempo a ver la última de las 6 rondas que se hicieron, junto al top 8 con sus cuartos, semis y final. Ninguno de los conocidos míos llegó a ese punto, pero aun así se quedaron para mirar. No sabía muy bien qué torneo era, pero debía ser importante, pues había bastante expectación y había mucha gente mirando, aunque varios de los que ya habían acabado se iban marchando. Antes de marcharme una vez acabó el torneo, el grupo este amigo me preguntó si me pasaría juagar en los próximos días.

Y esa era mi intención, por lo que les dije que sí. De manera muy amable me contaron que tenían un grupo de WhatsApp y que me podían meter en él si quería para enterarme de cuando se juntaban para jugar en la tienda, o por si necesitaba ayuda con algo nuevo que no conociera o por si me faltaba algo y ellos me lo podían conseguir. Evidentemente acepté, pues me cayeron todos muy bien y tenía muchas ganas de ponerme al día para jugar con ellos.

Y me puse manos a la obra al llegar a casa. Cogí el portátil y le senté en la mesa del salón, cogiendo también la gran caja en la que guardaba todo lo que tenía de ese juego. No tenía malos recursos, pero me encontré que se habían cargado el mazo que más me gustaba y que más jugaba. Me sentó como una patada en los huevos de hecho, lo que me hizo buscar optativas para poder aprovechar lo que tenía. Pero no me gustaba nada de lo que encontraba, por lo que decidí deshacerme de todo lo caro que tenía y hacerme con otro mazo. Sabía que iba a suponer una inversión grande, pues este juego no es conocido por ser barato precisamente.

Efectivamente, como esperaba, el sablazo era importante, ya que tenía que gastarme unos 1200 euros, pero es que para jugar bien es lo que tienes que gastar. Tampoco me suponía mucho dolor de cabeza. Primero porque vivía solo y no tenía que rendir cuentas a nadie y segundo, porque con todo lo que iba a vender me sacaba más de la mitad de ese dinero. Pero entre la batería, este juego y los tatuajes que tenía pensado hacerme se iba a ir bastante dinero.

Pero tenía bastantes ahorros al haber trabajado en el periódico durante una buena temporada y al estar viviendo en casa de mis padres hasta que me fui. Y el alquiler no era caro, por lo que salvo que tuviera un problema gordo, no tenía por qué preocuparme. Avisé por el grupo de lo que había pensado y ellos lo veían algo drástico y precipitado, pero les di mis explicaciones y quedaron conformes. Hasta logré encontrar compradores en ellos y en contactos que tenían, de la misma manera que se pusieron a preguntar para facilitarme conseguir todo lo que me faltaba.

La siguiente semana fue un no parar. Por las mañanas mantenía la rutina de gimnasio a rajatabla, centrándome ya más en usar diferentes máquinas para desarrollar mi musculatura y menos de hacer resistencia o cardio. De hecho, algo que empezaba a hacer también era correr un poco, empezando por hacerlo durante una media hora sobre los largos caminos que había bordeando la ciudad. Solo eran transcurridos prácticamente por deportistas o gente que tenía también el hobby de correr, así que descartaba por completo encontrarme a Noelia por allí, aunque si es verdad que de últimas tenía un cuerpo más bonito que cuando la conocí, aunque tampoco es que no lo fuera desde el principio.

Tras todo ese ejercicio, el cual empezaba a hacer desde bien temprano por mi aún mala manera de dormir, iba a tatuarme, acabando el tatuaje que empecé a hacerme para dejarlo totalmente completo, aunque el tatuador me dijo que al mes más o menos me pasara para ver si había que repasar algo, cosa que era bastante normal. En esa primera sesión en la que acabé de hacerme el primero, le comenté que tenía la idea de hacerme los dos brazos.

Él me preguntó si estaba seguro, porque no era una decisión que había que tomar a la ligera. Le dije que sí, que por las noches tenía mucho tiempo para pensar y me gustaba tanto como iba quedando el primero que me hice que me entraron ganas de hacerme más. Hasta probé una aplicación que ponía tatuajes en tu cuerpo sobre cualquier foto que ponía. Y me encantaba como lucía.

La principal pega que me puso era el dinero, contándome que no iba ser barato. Le pedí opinión sobre el precio y él me dijo que dependía de muchas cosas, entre las que más destacaba si iba a ser a color o no. Esa era mi idea, por lo que me advirtió que eso lo hacía más caro, pero al final me dijo que a ojo serían unos 1500 euros. De la impresión que me dio solté alguna palabra malsonante, pero tampoco me echó para atrás. Él me recomendó que lo pensara bien y siguió con lo suyo el primer día. Yo estaba muy convencido, pero sí que me lo pensé a lo largo de esa primera sesión de casi 3 horas de duración.
 
Capítulo 366

Al final le dije que seguía con el plan de hacerme ambos brazos y le pedí que me sacara citas para esa misma semana, teniendo la suerte de poder echar un rato todas las mañanas de esa semana. Hasta le enseñé lo que tenía en mente al haber descargado algunas imágenes para que él pudiera trabajar, pero poco tenía que hacer, porque me encargué bien de buscar diseños y encontré varios. También me advirtió del dolor, sobre todo por algunas zonas específicas, pero él ya sabía que yo lo toleraba bastante bien y tampoco le preocupaba eso. Así que a lo largo de esa semana empezamos a trabajar en tatuarme ambos brazos.

En esas sesiones había veces en las que coincidía con la otra tatuadora, viendo mejor como era. Era una chica muy delgada como podía ver por cómo se le marcaban incluso las costillas por momentos al llevar un top, y eso que estábamos a primeros de año, pero allí había buena calefacción. Mediría poco más de 1,60 de altura, con pechos muy pequeños y cónicos, con sus pezones siempre marcados al no llevar sujetador y al llevar un piercing en cada uno, notándose dos bolitas a cada lado de cada uno. Era de piel blanca y de cara no era fea, ni mucho menos.

Tenía una cara algo aniñada, pero era muy guapa. Además de muchos tatuajes por todo el cuerpo, también tenía muchos piercings por su nariz, labios y orejas, entre los que más destacaban unas grandes dilatas. El pelo, pese a no ser muy convencional, también lo lucía bien, tratándose de una melenita lisa que no llegaba a sus hombros ni siquiera, pero lo llamativo era su color, siendo de un rosa bastante fuerte, casi rosa chicle. Aunque tenía las raíces negras y los dos lados de su cabeza rapados, pero no al cero, sino que dejaba algo de pelo muy muy corto, también negro, echando siempre su melena sobre uno de los lados para dejar el otro al descubierto.

Su nombre era Eva y siempre saludaba al verme, llegándose a interesar también sobre algún tatuaje. En alguna charla con mi tatuador y en las que intervenía ella me enteré de que tenía 22 años. No era una chica que me llamara mucho la atención aparte de su look, que tampoco era algo que me encontrara mucho en esos días. La que sí me llamaba la atención era otra chica que me crucé un par de veces y que iba también a tatuarse allí, coincidiendo con ella en la sala de espera, pero no sería hasta la semana siguiente que no empezaría a coincidir más con ella.

Respecto al trabajo, pues con los dos niños que conocía iba igual de bien, o mejor si cabía. También conocí a los otros dos nuevos alumnos. Uno de primero de la ESO y otro de segundo de primaria, compañero de uno de los originales. La cosa fue bastante bien con ellos, pues en las primeras clases que tuvimos esa semana se nos dio bastante bien y hacíamos todo lo que tenían pendiente. De nuevo, me pedían que les echara una mano en varias asignaturas, pero no tenía problema ninguno. También conocí a las madres de éstos.

Una de ellas estaba rellenita, sin estar gorda, pero se veía que algo sí lo estaba. De cara no era guapa precisamente, y que recogiera siempre su melenita morena con una coleta no ayudaba mucho, aunque evidentemente me fijé en su cuerpo, dándome cuenta de que tenía unas tetas bien puestas de buen tamaño, junto a un culo grande y redondo, pero tampoco esperaba que pasara nada con ella. Debía tener unos 30 y largos.

La otra, era más agradable de cara, con una larga melena lisa entre castaña y rubia, asemejándose más a una milf. De cuerpo era normalita, con un culo más pequeño y menos redondo, pero lo que más destacaba de ella eran sus tetas. Eran grandes y tenían buena pinta, aunque no sabía si las tendría caídas sin el sujetador para los más de 40 años que tenía que tener. Ésta era más cercana que la otra, que parecía más desentendida con los temas escolares para su hijo.

Para administrar bien a todos, mantuve lunes, miércoles y viernes con los dos primeros, mientras que los martes y los jueves tenía clase con los nuevos. El resto de tiempo que tenía por la tarde me acercaba a la tienda para dejar allí todo lo que quería vender, mientras otros llevaban lo que me interesaba a mí. No pude jugar en toda la semana por falta de tiempo al estar tan ocupado, aunque tampoco me había llegado lo que pedí por correo, así que tocaba esperar, pero cada vez tenía más ganas de volver a jugar, y más con aquel grupo tan simpático.

En toda la semana no fui a terapia. Me encontraba bastante bien anímicamente ya después de lo ocurrido con Maribel y haberlo hablado con Mónica. Y la verdad es que tampoco me apetecía mucho verla. Como que tenía cierto resquemor por sus rechazos tan directos. La medicación no me estaba funcionando como esperaba al principio, pues no conseguía dormir una cantidad decente de horas y la verdad es que ese relajo que tuve el primer día seguía, pero yo quería dormir más. Descansar ya lo hacía al estar tumbado en la cama y esto me ayudaba un poco, pero veía un poco tontería tomar eso todas las noches para no encontrar mucha diferencia. Ya lo hablaría con ella cuando encontrara tiempo para ir a una sesión.

Pude hacerlo el jueves por la noche cuando me preguntó por mensaje qué hacía, pero no me apetecía nada. Parecía que buscaba charla como hizo la semana anterior, pero sinceramente, no me gustaba tener esa relación de amistad cuando a ella le placiera. Si hubiera hecho lo de su número de otra manera y si hubiera aceptado mi invitación a una cena, sí que hubiera seguido la conversación. Pero no quería ser usado como segundo o último plato, porque era la sensación que tenía cuando me hablaba fuera del trabajo.

Era una chica muy cercana y amable, pero si no hubiera tenido esos dos gestos feos, me hubiera encantado y esforzado en tener una bonita relación de amistad con ella. Por eso no intercambié ni cinco mensajes con ella, diciéndole que estaba cansado y quería intentar dormir. Justo al enviárselo me preguntó por qué no había ido a terapia esa semana, pero al ver lo que le puse, me dijo que no pasaba nada y que descansara, dejándola yo esta vez así.

El viernes, al regresar a casa, ya casi sobre las 10 de la noche vi que tenía varios mensajes en el grupo de amigos más cercanos. Mis amigos se empeñaron en que fuera a pasar allí el finde y para salir de fiesta y demás, pero eso implicaría encontrarme también con varios amigos del grupo más grande, y aún no quería hacerlo, por lo que, tras bastante insistencia, conseguí convencerles de que se vinieran a mi casa el finde y ya saldríamos de fiesta por ahí.

Para convencerlos, me presté hasta a ir a por ellos. Sofía dijo que le parecía bien, pero Irene y Mario dijeron que lo veían un poco tontería, ya que ellos tenían coche también y podían venir sin problema. Pensándolo bien, quizá sí que había sido algo precipitado invitarlos para que todos vinieran a casa, porque solo tenía dos camas e íbamos a ser cuatro personas. La pareja y luego Sofía y yo. Era bastante evidente que me iba a tocar dormir con ella, porque decir de dormir en el sofá iba a sonar raro cuando ya habíamos dormido juntos varias veces. Pero es que en ese entonces ya sí que me despertaba con buenas erecciones tras ese resurgimiento sexual que tuve, aunque no fuera el mejor.

Algo sí que me preocupaba que Sofía me encontrara así y que se pudiera confundir creyendo que estaba buscando algo, pero trataría de que no acabara encontrado un motivo para hacer algo. Al cambiarme de ropa para ponerme más cómodo me di cuenta de los tatuajes y lo bien que me quedaban a mi parecer, y sobre todo al echarme crema haciendo que me brillara la piel de esos brazos ya algo tonificados y con forma. Y justo caí en que no les había dicho nada a mis amigos. Era un poco tontería, pero quería ocultárselos hasta que estuvieran terminados, para que la impresión fuera más grande, por lo que debía llevar cuidado para que no los vieran.

El sábado acudieron a eso de las 12 del mediodía. Mario iba con una sudadera y vaqueros y me saludó con un abrazo, pasando después a darme un par de palmadas en un brazo, las cuales me hicieron estremecer por el dolor que tenía en la zona de los tatuajes. No me dolían nada al hacérmelos, ni pasadas las horas tampoco, pero darte golpes en esas zonas sensibles en las que incluso salen moretones, pues es molesto. Y mi amigo no se cortó en mostrar su afecto de esa manera. Todos me preguntaron que me pasaba para reaccionar así, achancándolo yo a un dolor muscular por pasarme en el gimnasio forzando más de la cuenta.

Irene por su parte iba también en vaqueros, pero con un jersey blanco de cuello alto, dándome dos besos al verme, estando muy cariñosa. Y por último Sofía, que iba bastante parecida a como vino hacía un par de semanas. Llevaba una sudadera morada y unos leggings negros bastantes ajustados, acabado con unas deportivas. Fue algo raro, porque pese a haberla visto así vestida hacía nada, me vino como un flash a la cabeza de Elena en esas primeras semanas en las que empezamos a salir. Iba vestida de una manera muy similar, aunque físicamente eran bastante diferentes. No sé si me lo notaron, pero me esforcé en que no fuera así al retirarme un momento al baño para echarme agua en la cara y espabilar un poco para quitarme esos recuerdos de la cabeza.

Al regresar con ellos me di cuenta de que además de sus bolsas con algo de ropa, traían algo más. Se trataba de bastante comida que habían hecho entre todos para tener para ese día, para luego la cena y para el día siguiente también. Les dije que no hacía falta, pero le di las gracias por el gesto. Ellos me dijeron que no era nada y al ser conocedores de mis pésimas habilidades en la cocina, pues pensaron que me vendría bien comer casero y con algo de variedad a lo que hacía yo. Ya no me veía tan inútil en ese aspecto, pero aún estaba lejos de saber cocinar decentemente.

Nos sentamos a charlar un rato y luego nos pusimos a comer después de calentar parte de lo que trajeron. Como esperaba, la comida estaba muy buena y era muy de agradecer cambiar el menú que comía casi a diario de pollo y arroz. Lo hicimos en la gran mesa del salón después de poner la mesa. En el almuerzo estuvimos hablando bastante, con todos mis amigos diciéndome que se notaba el gimnasio por cómo me veían menos encanijado. También les dije que estaba comiendo bien, contándoles en lo que consistía mi dieta. En una de estas me tocaron los brazos para ver si podían apreciar músculo, haciéndome algo de daño al igual que me había pasado con las palmadas de Mario. Me llamaron blandito incluso al reaccionar de esa manera, pero es que ellos no sabían lo que pasaba.

De hecho, recuerdo estar todo el día con cuidado de que no se me subieran mucho las mangas de la sudadera para no desvelar nada. Parecía imbécil, la verdad, pero quería darles esa sorpresa. También se interesaron muchísimo por cómo le iba en el trabajo, preguntándome acerca de los niños, cómo eran, lo que hacíamos en clase y cómo se estaba dando todo. Así que les conté todo largo y tendido, hasta dando detalles de cómo eran las madres y la situación que tenían en casa.

También me contaron ellos cómo les estaba yendo a cada uno en lo que terminábamos de comer, recogíamos y nos sentábamos en el sofá para seguir charlando mientras veíamos una película. No era muy buena y al parecer mis amigos arrastraban cansancio después de una semana de trabajo, pues Mario fue el primero en caer dormido, siguiéndole Irene al poco al acomodarse bien al dejar caer su cara sobre el pecho de su novio, además de coger uno de sus brazos para pasárselo por encima de sus hombros. Sofía, sin embargo, tardó más, dándome algo de charla en susurros antes.

-¿Cómo estás? -dijo bajito y mirándome a los ojos con una expresión muy tierna.
-¿Yo? Muy bien.
-¿De verdad?
-Claro. ¿No me lo notas?
-Sí, sí. Te ha vendido bien el cambio de aires, ¿no?
-Pues sí. La verdad es que estoy encantado ahora mismo.
-Me alegro muchísimo por ti, de verdad. Me daba cosilla que te vinieras aquí solo tan lejos de tu familia y de nosotros, pero veo que te las arreglas muy bien tú solo. Que si vas al gimnasio, que si encuentras trabajo rápidamente. Me encanta.
-Gracias por preocuparte.
-Ya sabes que sois muy importantes para mí. Me preocupo mucho por vosotros y os quiero.
-Yo puedo decir lo mismo de vosotros. Aunque no me creas por haberme ido... Pero es que lo necesitaba.
-Pues claro que te creo. A mí me vas a hablar de cambios... Te recuerdo que me vine a tu cuidad sin pensarlo mucho.
-Sí, pero tú no te has integrado mucho.
-Bueno, tal vez. Pero ya sí me acerco más cuando el grupo queda y tal. Por cierto, te mandan recuerdos. Tienen ganas de verte.
-Ya... Ya veré cuando me acerco para verlos. Es que no quiero que me empiecen a preguntar. No va a ser algo cómodo y estoy viendo que me voy a marchar cuando empiecen así y voy a cortar el rollo.
-No, hombre... No digas eso. Seguro que no pasa nada.
-¿Habéis comentado vosotros algo?
-Absolutamente nada. Tan solo Irene ha dicho muchas veces que cuando aparezcas, no quiere que digan nada de... Ya sabes.
-Ah... ¿Pero preguntan mucho por mí?
-Claro, Javi. Te echan de menos. Como saben que nosotros solos tus amigos más cercanos nos preguntan mucho por cómo te va y eso. No quieren preguntarte por privado para no agobiarte. Y por el grupo pues igual.
-¿Y tú no echas de menos a tus amigos de tu ciudad?
-Pues claro. Pero es que ellos ya tienen sus vidas muy encarriladas y no tienen tiempo para nada. Especialmente los que tienen ya bebés. De todas formas, aviso siempre que voy y los veo a la mayoría.

Nos quedamos un momento en silencio y ella se acomodó contra mi cuerpo. Le iba a preguntar algo al poco, pero ya era demasiado tarde porque se acabó durmiendo. De manera parecida a cuando se quedó a dormir dos semanas atrás, se movía de vez en cuando buscando una mejor postura, hasta que la encontró poniéndose de manera similar a la que estaba Irene. Parecía tener algo de frío por cómo se acurrucaba a mí, por lo que pasé el brazo también por encima.

Mientras los tres dormían, yo seguí viendo la película, aunque también entré en un estado de empanamiento en el que tenía bastante somnolencia, pero no llegué a dormir nada. A los pocos minutos, Irene pegó un respingo, despertándose bruscamente como si hubiera tenido una pesadilla, pero al mirar por todos lados me encontró mirándola y cambio su gesto a una sonrisa, mirando a Sofía después. Tras un vistazo volvió a echar la cabeza en el pecho de Mario y de volvió a dormir.

Menos mal que tenían ganas de juerga para el fin de semana, porque estaban los tres que parecían bebés durmiendo. A media tarde ya se despertaron y estuvimos viendo que podíamos hacer, optando por ir a tomarnos un café, por lo que nos fuimos tal cual estábamos, sin cambiarnos de ropa ni nada. Tan solo nos pusimos los abrigos y salimos. Irene se puso muy testaruda en ir a una cafetería en específico y allí acabamos yendo. Estuvimos echando un buen rato entre que estuvimos hablando, jugando al billar y a los dardos haciendo hora para la cena, la cual tuvo lugar en casa con comida que trajeron.

Tras la cena, todos fuimos desfilando por el baño para ducharnos y ponernos guapos. Como las chicas suelen tardar más por tener que peinarse, maquillarse y todo ese rollo, Mario y yo pasamos los primeros por los baños mientras ellas iban preparando su ropa y sus potingues. Casi me pilla Irene desnudo al salir de la ducha, cosa que me hizo darle un portazo en todos los morros, medio asustándola y extrañándose al haberme visto tantas veces desnudo a esas alturas. De hecho, me preguntó qué pasaba una vez me puse una camiseta para taparme bien todo el cuerpo, además de unos pantalones.

Le puse la tonta excusa de que ya me había resfriado por el cambio de temperatura al salir de la ducha con el agua caliente y el frío al tener la puerta abierta. No pareció convencerle mucho mi explicación, pero por suerte no indagó más en lo que me pasaba. Al igual que hizo ella, yo también le pregunté qué quería viniendo a buscarme a la ducha. Solo quería pedirme opinión para ver a dónde íbamos a ir, pero le dije de hablarlo todos juntos cuando acabáramos.

Después de asegurarme que cada uno estaba ocupado con lo suyo, me fui a mi habitación para vestirme bien, como tenía pensado salir. Me puse unos vaqueros algo ajustados, una camisa blanca y un jersey gris por encima. La verdad es que me veía bien al mirarme al espejo, notando ya como se iba marcando algo de músculo por algunas partes. Además de que con la barba me veía más diferente y en general así me veía, aunque tenía que esmerarme a veces para peinarla y dejarla bien.

Por suerte, ninguno de mis amigos acabó viendo ningún tatuaje ni nada, por lo que me quedé más tranquilo. Al rato de esperar, con incluso Mario tomándose una cerveza de las que tenía por la nevera por si acaso tenía visita, aparecieron las chicas. Esta vez no iban tan arregladas con esos vestidos tan llamativos y provocativos, pero estaban muy guapas, aun así. Irene iba con unos vaqueros muy ajustados, de los que dejan los tobillos al aire. En la parte de arriba llevaba una blusa roja, la cual dejaba sus brazos al aire por completo. Su atuendo lo acababa con unos tacones negros altísimos, de esos que tienen el tacón de aguja. Siempre me he preguntado cómo lo hacen para poder andar con esas cosas sin partirse los tobillos.

Sofía por su parte iba también con unos vaqueros de la misma manera, ajustados y que dejaban sus tobillos al aire. Otra cosa que no entendía, estando en pleno invierno era dejar al descubierto en gran medida sus pies entre esos pantalones y los tacones, aunque estaban tremendas las dos, eso sí. También llevaba unos tacones altos, aunque los de ella eran azules, al igual que la prenda que llevaba en la parte de arriba, la cual era un jersey de cuello vuelto que tenía pinta de darle el calor necesario para el mes en el que estábamos, aunque tenía una apertura colocada en una zona estratégica, la cual le dejaba un buen escote que te animaba a mirarlo a cada rato. También iban maquilladas, pero algo más ligero, ya que no llevaban los ojos con esas sombras tan llamativas. Tan solo se hicieron la raya de ojos, se pintaron los labios y algo de colorete también.

Y, por último, Mario iba de manera similar a mí, aunque no llevaba un jersey, teniendo puesta una especie de cortavientos. Nos pusimos los abrigos y salimos de casa para ir decidiendo por el camino a dónde ir. Ninguno teníamos mucho problema en ir a cualquier sitio, salvo Irene, que era la que más pegas ponía. De hecho, sugirió ir al sitio que fuimos en la anterior salida que tuvimos hacía pocas semanas, pero ni Mario ni yo lo vimos bien, más que nada porque ese sitio estaba muertísimo.
 
Capítulo 367

Algo molesta acabó cediendo para ir a un sitio que estuviera cerca y tuviera buena marcha. Al estar cerca de casa y al habernos ido andando, todos se pidieron una buena copa para empezar la noche. Yo también lo hice, aunque pedí que no me la cargaran mucho. Tampoco tenía pensado tomar la medicación esa noche, por lo que podía beber sin problema, pero tampoco me apetecía ni gustaba, así que no lo acabé haciendo.

Estuvimos un rato sentados en los sofás que suele haber en los pubs, algo alejados de la pista de baile, pero las chicas se encargaron de sacarnos para bailar un rato. Se notaba que ellas sabían bailar, y que les gustaba, porque lo hacían mejor que Mario y yo, pero ellas nos llevaban y hacíamos lo que podíamos. Durante un rato Irene estuvo con Mario y Sofía conmigo, pero cambiamos de parejas para que cada chica bailara con ambos.

Como ni mi amigo ni yo éramos mucho de bailar de aquella manera, nos fuimos a sentar un rato para seguir tomándonos la copa tranquilamente, viniendo las chicas con nosotros. Aunque podía ver miraditas entre las dos, pero no de manera para irse a la cama o provocándose entre sí. Parecía como si se estuvieran comunicando por telepatía, hasta que, pasados unos breves minutos, Sofía se levantó para coger la mano a Irene, marchándose a un lugar más apartado para al parecer hablar con ella.

-¿Qué les pasa a éstas? -le pregunté a mi amigo.
-Ni idea. Pero te has dado cuenta, ¿no?
-Claro, si parecían mentalistas.
-A mí también me lo han hecho, no te vayas a pensar.
-¿Sí? -pregunté sorprendido.
-Sí. Alguna vez que hemos salido por allí han hecho algo parecido. Incluso cuando nos hemos ido con el grupo a tomarnos algo. Están raras.
-¿Sabes por qué lo hacen o de qué hablan?
-No, pero...
-¿Qué pasa?
-Pues que me toca un poco las narices. Se supone que tenemos mucha confianza y se van a contarse secretitos.
-Mmm... -murmuré pensativo.
-Irene tampoco me dice nada cuando estamos a solas. Y no tenemos secretos.
-¿Te molesta?
-Uno poco, la verdad.
-Creo que les voy a preguntar.
-Yo también he pensado en hacerlo, pero no me quiero cargar el buen rollo. También te digo, confío ciegamente en Irene y sé que no me ocultaría nada serio. Por eso estoy tranquilo.
-Ya, pero te molesta igual.
-Sí, bueno... Que me oculte algo es nuevo, pero estoy tranquilo al mismo tiempo.
-Ya, si algo serio no tiene que ser. Supongo que nos contarían y tal. Serán cosas de chicas.
-Sí, seguramente.

Ambos nos quedamos en silencio tras esa breve conversación, bebiendo algo de nuestras copas y con Mario mirando el móvil mientras yo las miraba cuchichear, hablándose al oído por momentos. Estaba pensativo tratando de deducir de qué hablaban. Tenía curiosidad por lo que pudieran estar hablando, y que Mario tampoco lo supiera me hacía tener más curiosidad aún. Al parecer era algo que ya habían hecho antes por lo que me contó él, pero por más que pensaba no se me ocurría qué podía ser. La mente femenina es más compleja y podrían estar hablando de cualquier cosa. Lo único que veía era que no sonreían ni hacían algún gesto, estando siempre serías.

De repente, mientras las miraba y trataba de pensar qué podía ser, miré de refilón a otro lado y me percaté de que Mónica estaba por allí. De hecho, me quedé mirándola, pasando totalmente del tema que estaba pensando. La verdad es que Mónica era una chica muy guapa y esa noche lo estaba al ir más arreglada, aunque me costaba verla bien por la distancia. Quería acercarme a saludarla, pero no quería dejar a Mario solo, por lo que esperé a que vinieran las chicas para acercarme. Cuando lo hicieron me excusé diciendo que iba al baño para acercarme y saludarla por fin.

Por el camino me percaté de lo guapa que estaba de verdad. Iba con un vestido rojo ajustado y de tirantes, el cual le quedaba hasta un poco más de medio muslo. También llevaba unas sandalias con tacón negras. De cara iba maquillada, con algo más de lo que la había visto alguna vez, llevando sus labios de un rojo muy intenso, el mismo que el vestido. También llevaba la raya de ojos y algo de colorete. Conforme me acercaba me daba más cuenta de lo alta y delgada que era. Larguirucha quizá, como se suele decir. De hecho, lo más impactante para mí era su escaso pecho.

En mi vida había visto así de cerca a una chica que no tuviera nada de pecho. Es que parecía el torso de un chico más que de una chica de lo plana que estaba. No me di cuenta de si se le notaban los pezones por la mala luz que había, ya que es la que suele haber en los pubs. Ya casi estando a su lado me di cuenta de que estaba con su amiga la uróloga. Ella también iba bastante sexy, con un vestido negro por su parte y su larga melena rizada y rubia suelta, con un maquillaje más ligero. Ésta sí que tenía un buen par de tetas y el escote que le dejaba el vestido era muy sugerente.

Saludé abiertamente, siendo la rubia la primera en enterarse y devolviéndolo. Mónica, sin embargo, lo hizo lacónicamente, cogiendo de la mano a su amiga para que la siguiera bailando. Se movían de una manera muy enérgica, hasta rara diría. Parecía que iba puesta y estaba a tope. Al ver el desplante que me hizo con ese saludo, decidí ir hacia el baño para disimular. Me molestó bastante, no voy a mentir. Tenía intención de saludar y hablar algo para ver qué hacían ahí y tal, entablar una conversación, vamos. Pero Mónica decidió no darme la oportunidad de preguntarles por como cogió a su amiga, apartándose un poco para bailar.

No sabía que le pasaba a esta chica conmigo, pero veía que se comportaba de manera egoísta y me tocaba mucho la moral. Para ser psicóloga no se comportaba de manera adecuada con sus pacientes o con gente con la que buscaba hablar para desahogarse. Era rara. Eso era lo que pensaba yo. Al volver con mis amigos, pasé de nuevo por su lado, aunque ni la miré. No sé si lo hizo ella, pero su cuerpo sí que estaba en dirección a mí, al igual que el de su amiga, así que tal vez me vieran, pero poco me importaba en ese momento.

Para mi sorpresa, un poco pasadas las 2 de la madrugada, mis amigos dijeron de volver a casa para descansar. Pues vaya ganas de marcha tenían según dijeron por el grupo y por haberme escaqueado el fin de semana anterior... No me importaba marcharme tan temprano, pero quizá me hubiera quedado algo más de tiempo para pasar ese mal trago que mi psicóloga me había hecho pasar.

Por la cara que vi que puso Sofía, también le hubiera gustado quedarse un poco más, pero nos acabamos yendo. Tan solo se habían tomado dos copas, mientras que yo solo había tomado una, por lo que no estaban borrachos ni nada. De camino pregunté si pasaba algo para recogernos tan temprano y ellos dijeron que no, que se sentían cansados después de estar toda la semana trabajando. Irene fue la que lo dijo, haciéndose referencia a ella misma también por tener tanto turno de mañana como de tarde al tener que cubrir a una compañera suya.

Al llegar, Irene dijo que ellos se iban a dormir a la habitación de invitados pese a que yo le dije varias veces que se podían quedar en la mía. Ella dijo que no quería echar de su cama a nadie, por lo que se fue directamente a la habitación para cambiarse allí de ropa, aunque luego pasaran por el baño. Mario no dijo nada y le siguió el rollo a su novia. Sofía cogió su bolsa para llevársela al baño y cambiarse allí, mientras que yo aprovechaba para hacerlo rápidamente en la mía, llegando a ponerme una sudadera incluso para que me tapara más.

Al salir ella, entré yo al baño y nos fuimos a la cama para dormir. Nuestros amigos no tardaron mucho más en irse a la cama también una vez acabaron en el baño. Estábamos Sofía y yo en silencio en la cama, estando yo boca arriba, mientras que ella estaba de lado dándome la espalda cuando de repente empezamos a oír gemidos, los cuales empezaron a ir a más, aunque se les notaba cohibidos. También sonaba de vez en cuando el cabecero de la cama golpear la pared, pero nada que ver a otras veces que había visto y oído en ellos.

Mientras ellos estaban dale que te pego, yo me puse a pensar en lo ocurrido con Mónica. No me gustó ni un pelo, y ya eran varios los desencuentros. No sabía si lo hacía adrede para mantenerme alejado, aunque debería tener claro que yo no iba a buscar nada con ella como ya he dicho. Su amiga sí que parecía abierta a entablar conversación, dándome la sensación de que se alegraba incluso de verme, pero Mónica no le dio a ella tampoco la opción de dejarnos hablar.

No sabía qué hacer con ella. Me parecía incómodo hablarlo, pues tampoco tenía mucha confianza con ella pese a haberle contado mi vida de manera tan íntima. Ella solo me contaba cosas banales de su vida, siendo bastante enigmática incluso, mientras que ella de mí lo sabía todo. Quizá le sacara el tema en la siguiente sesión que tuviéramos, pero tampoco tenía ganas de ir a ninguna. De pronto Sofía se dio la vuelta para ponerse mirando hacia mí.

-¿No puedes dormir? -le pregunté a mi amiga.
-No. Éstos no me dejan.
-Tampoco están haciendo tanto ruido. Con lo que habrás visto de ellos ya...
-Ya, pero es que estoy un poco...
-¿Estás bien?
-Sí, solo que...
-Cuéntame. Ya sabes que me tienes aquí para hablar.
-No quiero aburrirte.
-No lo haces. Y no creo que me vaya a dormir en breve, así que... Tenemos toda la noche.

Sofía levantó su cara y me miró sonriendo, pasando a arrimarse a mí para abrazarse y echar su cara sobre mi pecho.

-Llevo unos días un poco...
-¿Cómo?
-Tengo en ánimo bajo.
-¿Por qué?
-No lo sé... Me siento un poco desubicada. Mmm... Como que no encajo.
-¿Y eso? Pero si estás muy bien con nosotros, ¿no?
-Sí, claro. Estoy encantada con vosotros.
-Entonces, ¿cuál es el problema?
-Siento como que a la mínima que haga algo, puedo romperlo todo en mil pedazos.
-¿Pero por qué piensas eso? A ver... ¿Es por el trabajo?
-Sí. Todo influye.
-Joder, Sofía... ¿Tan mal está la cosa? ¿Tan encima están de ti?
-Da igual. Vamos a descansar.
-No da igual. Tú has estado ahí cuando yo he estado mal. Ahora es mi turno. Dime.
-Es que no sé lo que es en realidad, por eso no te lo puedo decir. Noto como que debería ya tener una casa propia, pareja y casi que hijos también. Tendría que estar construyendo una familia y no tengo nada de eso.
-¿Otra vez con eso? Estás así porque la mayoría de tus amigos están ya en ese plan, ¿no? Pues déjame decirte que cada uno tiene su ritmo. No porque tengas ya algo más de 30 años tienes que estar así como piensas. Hay gente que con más edad no han tenido hijos aún y los tienen después. Mira Irene y Mario. Llevan juntos casi 4 años y aún no han dicho en serio nada de casarse ni nada.
-No sé Javi...
-¿De eso hablabais Irene y tú cuando os habéis alejado?
-¿Qué? -dijo dando un respingo.
-¿Era eso de lo que hablabais? Nos pareció extraño a Mario y a mí. Y él dice que ya lo habéis hecho antes.
-Os habéis dado cuenta...
-Claro, tenemos ojos en la cara. La verdad es que Mario está un poco molesto. Me ha dicho que creía que teníamos mucha confianza como para que fuerais con secretitos y tal. Y que también le molesta que Irene le oculte lo que pasa, porque es algo que nunca ha hecho.
-Pues lo siento. No quería preocuparos.
-No pasa nada. Yo solo quiero que estés bien. Me has caído muy bien desde el primer día que te conocí y tienes una sonrisa muy bonita como para que se te vaya. No nos podemos permitir quedarnos sin ella.
-Jo, Javi... Vaya palabras...
-Anda, vamos a descansar y deja de pensar en eso -dije dándole un beso en la cabeza.

Sofía se acurrucó, abrazándose más a mí. Al igual que en la vez anterior que se quedó a dormir, Sofía metió su mano por dentro de la ropa y poder así tocar mi pecho, empezando a acariciarlo. Era una sensación muy agradable, ya que con el calor corporal y al estar tapados, la sensación era cálida. Esta vez también me acariciaba con sus pies descalzos los míos, subiendo un poco para acariciar también las piernas, pasando a poner una de ellas sobre una de las mías para acomodarse para dormir.

Por la postura en la que se puso se me vinieron muchos recuerdos a la cabeza de mi anterior relación, ya que era como solía dormir con ella, aunque mi ex abarcara ambas de mis piernas con una de las suyas. Estaba sumido en mi mundo pensando en ella y en esos momentos en los que nos íbamos a dormir, ya fuera después de follar o de un largo día de trabajo. Todos esos pensamientos se fueron de mi cabeza tan pronto como Sofía empezó a bajar su mano por mi pecho para toparse con el elástico de los pantalones de mi pijama.

No contenta con llegar ahí, empezó a buscar hueco con sus dedos para meterlos ligeramente como hizo la vez anterior, pero estaba vez metía poco a poco sus dedos cada vez más. Si en aquel día que lo hizo por primera vez se topó fácilmente con ml vello púbico por como de descuidado tenía aquello, esta vez parecía que no se quería quedar con las ganas tampoco, porque cada vez hacía más fuerza para seguir metiéndolos y toparse con él. Hasta noté como se me bajaba un poco el pantalón por como empujaba con sus dedos y con su mano. La diferencia era que esta vez me estaba poniendo más nervioso de la cuenta, y yo no era el único, porque cierta parte de mi cuerpo estaba empezando a despertar.

Esto ya no estaba siendo una muestra de cariño entre amigos. A mis ojos, Sofía parecía estar yendo a por todas y cada vez estaba más cerca de lo que buscaba. Jugó un poco con sus dedos y mi pelo de la zona para seguir bajando con más parsimonia si cabía, como si se hiciera la loca, llegando a tocar la base de mi polla con sus dedos. De pronto oímos un largo y algo más alto gemido de Irene que indicaba que había llegado a un buen orgasmo. No sé si eso corto a Sofía, pues sacó la mano con cierta rapidez para ponerla sobre mi pecho de nuevo. Imaginé que creía que me había dormido y ese gemido podría despertarme y encontrar lo que estaba haciendo.

De nuevo oímos algo de traqueteo por el pasillo, como si estuvieran yendo al baño. Hasta me pareció sentir como alguien se quedaba al otro lado de la puerta de la habitación donde estábamos, pero no lo podría decir con total seguridad.

Pero la cosa no acabó ahí, pues Sofía después de unos pocos minutos acariciándome se cambió de postura, volviendo a la que tenía anteriormente, poniéndose de lado y dándome la espalda. Yo pensaba que ahí se iba a quedar la cosa, pero empecé a notar algún movimiento bajo las sábanas y ya estando nuestros amigos en silencio hacía más fácil escuchar su respiración, la cual lanzaba suspiros por momentos. Sofía también respiraba de manera algo entrecortada a veces.

Era bastante obvio que se estaba tocando. Tenía pinta de llevar un calentón importante entre escuchar a nuestros amigos y con su manera de tocarme. Y ahí estaba, casi pegada a mí dándose placer mientras yo estaba boca arriba con mi cabeza girada mirándola, aunque no se veía nada casi. Efectivamente lo estaba haciendo, pues cada vez los movimientos eran más claros. Verla haciendo eso tan cerca de mí hizo que tuviera una erección enorme.
 
Capítulo 368

Me sentía algo incómodo y no quería que se percatara de mi erección, por lo que me puse yo también de lado dándole la espalda. Ella no pareció enterarse al estar concentrada en darse autoplacer. Me sorprendí a mí mismo sobándome la polla por encima del pantalón al sentir todo aquello, pero de pronto "estalló", y lo digo así porque fue de manera muy comedida. Tan solo lanzó un jadeo y su cuerpo dio una pequeña sacudida. Desde luego disimulaba muy bien la típica respiración acelerada posorgasmo. Al ver que ya había acabado, me puse rápidamente boca abajo, acomodándomela bien por si decía de buscar caricias, negando toda posibilidad de que encontrara aquello de esa manera.

Y menos mal, pues al poco se dio la vuelta para abrazarme. Hizo un sonidito, seguramente por encontrarme en esa postura, pero eso no le impidió acomodarse sobre mí para dormir mientras con una de sus manos acariciaba uno de mis brazos y mis costados. ¿Sería la misma mano con la que se acababa de hacer una paja? No tenía ni idea, pero se quedó dormida en cuestión de segundos, costándome más a mí como era de esperar.

De nuevo otra situación peliaguda con Sofía. Esta vez no había tenido lugar ninguna "provocación" con su manera de vestir por eso de que se fue al baño a cambiarse. Y lo hizo viniendo con una sudadera y un pantalón largo de pijama. No se le marcaba nada, ni siquiera provocaba sin querer. Pero hacerse un dedo estando pegada a mí me daba qué pensar.

La tensión sexual era muy evidente en ella por cómo me acariciaba y buscaba meter su mano en mis calzoncillos poco a poco, consiguiéndolo para acariciar mi pubis o incluso la base de mi polla con sus dedos, pero esa manera de quitarla rápidamente me hacía ver que ella no quería forzar nada. Tampoco me molestaba que me metiera mano de esa manera. Todos sabemos lo difícil que es aguantar en una situación así y muchas veces es inevitable que se nos vayan los ojos, o incluso las manos para tocar algo de más.

También teníamos una buena amistad y no lo veía para nada como cuando me lo hizo Noelia. Aunque ella llegó muchísimo más lejos. Demasiado. ¿Hubiera llegado así de lejos Sofía también de no haber Irene pegado ese chillido? No tenía ni idea de si lo hubiera hecho, pero yo pondría la mano en el fuego por ella y no creía que lo hubiera acabado haciendo. Quizá me la hubiera agarrado y poco más.

Aunque mi polla estaba bastante morcillona y si me la hubiera cogido se hubiera encontrado una buena erección. Ahí ya no sé qué hubiera pasado. Tanto por su parte como por la mía. Y esa era otra. Se me puso una erección muy burra cuando noté como se masturbaba a mi lado, dándome hasta ganas de tocarme a mí. Parecía que mi cuerpo pedía de nuevo fiesta, pero no estaba seguro del todo si era lo más idóneo.

No quería cargarme esa bonita relación de amistad que teníamos, porque yo estaba seguro de que por mi parte no iba a sentir nada más por Sofía. Aún tenía muy reciente todo lo de mi anterior relación y no me sentía con ganas de buscarlo de nuevo en nadie más. Pero, ¿y si despertaba sentimientos en ella? Para haber tenido menos contacto con ella que con Irene en general, me tenía el mismo cariño que ella. O tal vez más, no lo sé.

¿Quién me decía a mí que si empezábamos con ese folleteo no iba a darle razones para buscar algo más? ¿Y si me pasaba con ella como con Elena? Estuve comiéndome el coco durante gran parte de la noche, cayendo dormido ya casi cuando empezaba a clarear mientras que Sofía no se movía para nada. Tan solo lanzaba algún sonidito de confort, como hacía un par de semanas atrás al quedarse también a dormir conmigo.

Sobre las 9 de la mañana me desperté abrazando por detrás a Sofía. No estaba para nada incómodo y me hubiera gustado seguir así, pero algo más en mí se estaba despertando y no quería que la cosa fuera a más. Bastante había pasado hacía pocas horas, por lo que me levanté con cuidado de no despertarla para ir al baño después de dejar la puerta entornada, casi cerrada. Cuando acabé me percaté que la habitación donde estaban Irene y Mario estaba abierta y que salía mucha luz natural de ahí, así que me acerqué para ver si estaban ahí, encontrándome la habitación vacía.

Pensé que estarían en el salón, pero encontré el mismo resultado, al igual que en la cocina. Se habían ido, porque la bolsa que trajeron tampoco estaba y la cama estaba hecha. Con las sábanas cambiadas de hecho, porque hasta habían puesto una lavadora con las que había puestas, dejándolas tendidas también. Me extrañó muchísimo que se hubieran ido sin despedirse siquiera, pero era lo que parecía. Así que me senté en el sofá del salón y miré si tenía mensajes, pero qué va. Tampoco tenía ni mensajes ni llamadas de ninguno de los dos. Me empecé a preocupar y los llamé.

-Irene, ¿dónde estáis?
-¿Ya os habéis despertado?
-Yo sí. Sofía sigue durmiendo.
-Ah, pues deberías descansar más. Es muy temprano.
-No has contestado a mi pregunta.
-Es que... Estamos de camino a casa. Hemos salido hace un poco más de media hora. Hoy es un día especial y teníamos previsto una cosilla.
-¿Y para esto tanto bombo con salir de fiesta?
-Ay... Es que teníamos muchas ganas de estar contigo. Pero hemos estado todo el sábado. ¿Te molesta?
-No. No me molesta. Quizá que os hayáis ido sin decir nada.
-Es que me he asomado y he visto que ambos estabais durmiendo. Me daba mucha pena despertaros. Sobre todo, a ti.
-¿A mí? ¿Por qué?
-Javi... ¿Pero tú has visto las ojeras que tienes? Tienes que descansar mejor, cariño.
-Ya, ya.
-Estás enfadado -afirmó.
-No. Estoy un poco molesto. Por eso nos encerramos temprano anoche, ¿no?
-Bueno, puede.
-A saber la que me liais vosotros si yo hubiera hecho lo que acabáis de hacer vosotros.
-Vale, perdona. Ha estado muy mal lo que hemos hecho. Te prometo que no volverá a pasar.
-Tampoco es para eso. Pero coño, avisad. Que no me importa que tengáis vuestras cosas, pero no me gusta que os vayáis así.
-Vale. Si llevas razón. Pero no quería malos rollos. Oye, ¿puedes traer tú a Sofía luego? Es que ella es de dormir más.
-No me importa. Pero no será esto una encerrona, ¿no?
-Que no, Javi. Joder. Te prometo que no. ¿Es que ves tú algo para pensar que lo sea?
-No creo que sea el mejor momento para hablarlo.
-¿Pero quieres?
-Bah...
-Bueno, pues yo sí quiero hablarlo. Así que cuando puedas me dices y lo hablamos tranquilamente.
-Ya veremos.

Al final nos despedimos sin llegar a nada para hablar de aquello. Al colgar me quedé pensando qué de especial tendría ese día para tener que irse de esa manera tan abrupta y sin decir nada. Y entonces vi que era 14 de febrero, día de los enamorados. Seguramente tendrían un plan para ese día, aunque no fueran muy ñoños como para celebrarlo. O eso era lo que yo pensaba. Quizá ese día sí que se lo tomaban en serio y les gustaba estar juntitos sin que nadie les molestara. No sabía si era así del todo, ya que fue bastante después de ese día cuando empezamos a quedar más de seguido, empezando a saber más cosas nosotros.

Ver el día que era y lo que mis amigos se traían seguramente entre manos me dio un poco de bajón al no poder disfrutar yo de un día así. Aún echaba de menos muchas cosas y tomarnos un día para nosotros con algún plan especial era algo de lo que estaba muy seguro que hubiéramos hecho de seguir juntos. Estuve durante un buen rato pensando en ella, en cómo celebrábamos fechas especiales, como su graduación, su cumpleaños, o aniversarios de meses. Lo echaba mucho de menos.

Me fui a preparar algo de desayuno para ver si se me pasaba y me distraía, pero ya sabía que ese día iba a ser jodido. Decidí jugar un rato a la play para distraerme, consiguiéndolo en parte, aunque esa tristeza no se me iba. Sobre las 11 apareció Sofía, sentándose a mi lado.

-¿Dónde está todo el mundo?
-Pues aquí estoy, jugando un poco.
-¿Y los demás?
-Se han ido.
-¿Ya? ¿Sin mí?
-¿No lo sabías?
-Primera noticia que tengo. ¿Por qué lo iba a saber?
-No sé. Imaginaba que Irene te había contado algo.
-Pues no. Qué feo, ¿no?
-Bueno... Piensa en el día que es hoy. Tendrán algo.
-Ah... Es 14 de febrero... No había caído.
-Yo tampoco. Pero cuando la he llamado me ha explicado que tenían algo pensado para hoy y que se les había pasado. Y no nos han avisado porque estábamos durmiendo y no querían despertarnos.
-Am... Yo es que como casi nunca tengo pareja, pues este día es como uno más...
-Ya. Yo estoy igual.

Sofía se quedó en silencio mientras yo seguía jugando.

-¿Te gustan los videojuegos?
-Sí. Bueno, de vez en cuando.
-Está bien tener algún hobby.

De nuevo se quedó callada viendo como jugaba, hasta interesándose por lo que estaba jugando, empezando a preguntar algunas cosas. Le ofrecí jugar al mostrar tanta curiosidad, pero no quiso diciendo que era muy patosa con esas cosas. Después me preguntó si se podía dar una ducha y desayunar. Vaya preguntas más tontas, le respondí yo. Así que fue a darse una ducha rápida y luego a la cocina para desayunar, aunque se vino con algo que se preparó para estar conmigo, preparándome algo a mí también. No tenía mucho apetito, pero hice el esfuerzo de comer para no hacerle el feo.

Sobre las 12 del mediodía le dije de llevarla a su casa, aunque ella no quería, diciendo que no quería ser una molestia y que se pillaba un taxi o se volvía en autobús. Ese día no estaba muy fino, así que le pregunté si era tonta. Así, con esas palabras. Seguramente tenía que ver con mi estado de ánimo y lo hice de manera demasiado brusca quizá, pero es que, que dijera esas cosas me molestaba de verdad. No entendía cómo decía semejantes tonterías con la confianza y la relación de amistad que teníamos.

Así que recogió sus cosas y nos montamos en el coche para regresar a mi ciudad y llevarla a su casa. Mientras ella se preparaba le mandé un mensaje a mi madre para decirle que iba a ir y que estaría por allí sobre la hora de comer, respondiéndome ella que me quedara a comer con ellos en casa de mis abuelos, así que ya tenía plan para ese día. Cosa que fue de agradecer, porque no me quería quedar solo todo el día conforme estaba. Sofía no se tomó a mal mi reproche con esas palabras algo rudas quizá. De hecho, hasta se rio un poco.

Por el camino comentaba algunas cosas, aunque yo estaba distante y taciturno. Ella se esforzaba por mantener una conversación conmigo, aunque yo no la podía corresponder. Tampoco se comentó nada de lo ocurrido por la noche en mi cama. Mejor así. Menos problemas y situaciones incómodas. Al llegar a su casa y dejarla en la puerta, me preguntó si quería quedarme a comer con ella, pero yo le respondí negativamente, diciéndole también que ya había quedado con mi familia. Ella torció un poco el gesto, pero no llegó a decir nada más. Se despidió de mí con un abrazo bastante fuerte y un beso en la mejilla, saliendo del coche y entrando en su casa.

De camino a casa de mis abuelos me quedé pensando en lo agradable que siempre era conmigo. De hecho, no recordaba haber tenido una mala palabra ni nada problemático con ella nunca. Hasta con Irene había tenido alguna pelea, sobre todo aquella que tuvimos en la playa por culpa de Bea. Pero con Sofía no fue así. Era una chica muy simpática y amable. Jamás tenía una mala palabra que decir de nadie. Quizá en otras circunstancias ella y yo...

Al llegar a casa, mi familia me recibió de buena gana pese a no llevar tampoco tantos días sin verme. Echamos un buen rato en la comida, aunque yo seguía un poco de aquella manera, pero como no paraban de sacarme conversación preguntando mucho por los niños a los que le daba clase, pues se me hizo más llevadero. No sería hasta después de un rato, en el que mis abuelos se quedaron dormidos que mi madre me preguntaría qué me ocurría.

-Te noto raro. ¿Estás bien?
-Claro. No me pasa nada.
-Es el día, ¿no?
-Joder, mamá...
-Vaya, he dado en el clavo.
-¿Tú también estás así hoy?
-No. Ya sabes que tu padre y yo nunca fuimos mucho de estos días. Lo que no sabía es que tú sí que lo fueras.
-Bueno, en realidad no lo sé. No he tenido la oportunidad de pasar un día como este con ella.
-Ay... Javier, ¿te puedo preguntar una cosa?
-Depende.
-Bueno, yo pregunto y tú me respondes si quieres, ¿vale?
-Venga.
-¿Has hablado con ella?
-¿Con Elena? No.
-¿Por qué?
-¿En serio me preguntas esto?
-Sí.
-Mamá... Además, ¿cómo voy a hacerlo si me tiene bloqueado?
-¿No te llamó ella después de que apareciera por casa?
-¿Cómo sabes tú eso?
-Porque tu hermano David me lo ha dicho.
-Buah... Va a ser mejor que dejemos la conversación aquí.
-Vale. Perdona. Creía que tal vez sería bueno que lo hablarais como dos personas adultas, pero veo que no estás por la labor.
-Es que hay poco que hablar. Está todo muy claro.
-Si tú lo dices... Te creo. Pero tampoco creo que sea la solución bloquear a tu hermano. ¿Qué culpa tiene él?
-Bueno, ya está. Me voy, porque estoy viendo que esto no va a acabar bien.
-No. Espera -dijo levantándose para agarrarme del brazo.

Lo hizo con tanta fuerza que me estremecí por tener el brazo dolorido por los tatuajes. Mi madre se extrañó preguntándome qué me ocurría.

-Te lo cuento si dejas aparcado el tema del que estábamos hablando.
-Pero...
-Pues no te lo digo entonces.
-Vale, aparcado queda. Es tu decisión. Pero no quiero que te lleves mal con tu hermano. Javier, sois familia. De la más cercana. No podéis estar así.
-Pero es que yo no quiero tener nada que ver con lo que tienen ellos. No quiero que me cuente nada de ella ni de lo que tienen. No. Además, si él siempre ha ido a su bola. Poca diferencia hay de cómo estamos ahora a como estábamos antes de que todo esto pasara.
-Ponte en mi lugar. Soy vuestra madre. No es nada agradable veros así a los dos, ¿sabes?
-Lo sé, mamá. Entiendo que te duela y que no quieras vernos así, pero por ahora es lo que hay. Quizá cuando pase un tiempo la cosa cambie, pero ahora mismo prefiero estar así.
-Bueno. No es lo que quería oír, pero me conformo.
-Vale. Pues ya está. No quiero volver a hablar de este tema.
-Está bien. Ahora dime qué te pasa.
-A ver... No quiero que te pongas de ninguna manera. No es para tanto.
-Me estás asustando, Javier. ¿Estás enfermo? -dijo acelerada y preocupada.
-No. No es nada de eso, tranquila.
-¿Qué es?

Entonces me quité la sudadera para que mi madre viera los tatuajes que me estaba haciendo. Su reacción fue coger aire de la impresión, llevándose las manos a la cabeza. Pero no estaba enfadada. Mi madre era muy moderna en ese aspecto y a los pocos segundos ya estaba normal.

-¿Y esto?
-Pues es que de siempre me han gustado. Ya lo sabes. Siempre que hemos visto algo así en la tele me ha llamado la atención y te he dicho que me gustaría hacerme alguno.
-Ya, pero esto...
-Mamá, he empezado con uno y no he podido parar. Es como adictivo.
-¿Qué te vas a hacer, todo el cuerpo?
-No, mujer... Solo los brazos.
-Ay, Javier... Con lo que tiene que doler eso...
-Qué va. Si no duele nada. Lo que pasa es que ahora lo tengo sensible y moretones por algunos sitios. Por eso he reaccionado así cuando me has agarrado fuertemente.
-¿Y cuánto te ha costado el caprichito?
-Eso no te lo digo, que si no, sí que te enfadas.
-Javier... -dijo con tono de reprimenda.
-No te preocupes, mamá. Tengo un buen dinero ahorrado.
-Veo que te has tomado en serio lo del cambio. Se te nota el gimnasio.
-¿Sí?
-Pues claro. Si estabas hecho un escombro cuando te fuiste. Se ve que comes mejor. Menos mal -dijo de nuevo con tono de reprimenda.
-Me esfuerzo. Lo hago por ti. Que lo sepas.
-Pues no. Lo tienes que hacer por ti, no por mí. La verdad es que pareces otro. Entre el cuerpo que se está quedando, los tatuajes, la barba... ¿No te la vas a recortar ni nada?
-Pues la verdad es que no. Quiero dejármela larga.
-Sí. Ya sé que también te gusta. Siempre que veíamos a alguien con la barba larga me lo decías, pero te ponía mala cara y no te la acababas dejando.
-¿Y ahora cómo me ves?
-No está tan mal. Lo que no me gustan son esas ojeras.
-Ya.
-Sigues sin dormir bien, ¿no?
-Sí. Bueno, duermo mejor que antes -mentí.
-Cuídate con eso, ¿vale?
-Sí.
 
Capítulo 369

Mi madre me dio un fuerte abrazo el cual se prolongó. Después del abrazo nos despedimos y me monté en el coche para regresar a casa. Por el camino me quedé pensativo con esa conversación que acababa de tener con ella. Que hablara con Elena... ¿De qué? ¿Para qué? Bastante tenía ya con lo mal que me lo había hecho pasar como para tener que volver a pasar por ese mal trago. No sé qué tenía en mente mi madre para sugerirme eso.

Yo veía bastante claro lo que pasaba. ¿Para qué me iba a llamar sino para reírse de mí? Que me bloqueara de todos sitios me dejaba bastante claro que no quería hablar conmigo, ni quería verme. Y ahora ella se había tomado su venganza. No había muchas más posibilidades. Sobre las 7 de la tarde llegué a casa y me eché un rato en el sofá para descansar y coger fuerzas para la semana siguiente.

La siguiente semana fue en la misma tónica que la anterior. Seguía manteniendo la rutina de ir al gimnasio para seguir poniéndome en forma, pasando a usar cada vez más esas máquinas que hacía pocos días no sabía ni utilizar. Cada vez hacía más repeticiones para ir desarrollando más musculatura, aunque tampoco me pasaba de la raya. Quería tener un cuerpo bonito, no ser el típico tío que parece un croissant que no puede cerrar los brazos. No me gustaba esos cuerpos que marcaban músculo de manera exagerada, además de las venas.

Era algo que veía hasta repulsivo, por lo que también seguía con la rutina de correr, pasando de media hora a 45 minutos por día, con la idea de ir subiendo poco a poco. El trabajo también iba muy bien. Conforme pasaban las clases tenía más confianza con los alumnos y eso lo ponía mucho más fácil, aunque los pequeños empezaban a buscar más jugar que hacer cosas relacionadas con el cole, pero yo me mantenía firme, ya fuera dándoles algún premio en forma de cromos o diciéndoles que les mandaría deberes para el fin de semana si no se portaban bien y no hacían las tareas que tenían que hacer. Así los mantenía firmes, pero sin ser muy duro.

Solo uno de ellos se mantenía más callado, en de quinto de primaria, pero es que era un chico muy tímido y muy prudente. Bastante educado también, pero de vez en cuando me preguntaba cosas como si me gustaba jugar a algún juego o si cuando tenía su edad también tenía las mismas asignaturas o si hacía lo mismo que él en educación física. Desde luego era mi alumno favorito, porque muchas veces era como si estuviera solo de lo callado que estaba.

Por las mañanas también seguía yendo al estudio de tatuajes para seguir con mi proyecto de hacerme los dos brazos. El tatuador que me llevaba a mí me preguntaba cómo iba el dolor. No tenía mucha molestia, salvo cuando me daban un palmetazo o me apretaban. Aunque a veces sí que me picaba alguna zona. Y es que esa era otra, la piel empezaba a mudar por algunos lugares y era algo feo de ver. De hecho, deformaba en cierto modo los tatuajes, pero él me dijo que era algo normal y que no había que preocuparse y que todo debería quedar perfecto, pero que teníamos oportunidad de retocar algunos detalles pasado un mes de la zona tatuada.

En estas sesiones empecé a coincidir con una chica, como dije anteriormente. De primeras lo hacía en la sala de espera donde había algunos sillones para esperar el turno, pero conforme pasaban los días nos tocaba tatuarnos a la vez en la misma sala, ya que en la otra había una avería importante y tenían que arreglarla. Era muy simpática y siempre saludaba, pero algo me tenía muy cohibido. Y es que se parecía de cara a Elena de manera exagerada.

Quizá exageraba, pero cada vez que la miraba la veía a ella. Y seguramente esa sería la única similitud, porque de cuerpo era diferente. Era más alta, con un buen par de tetas, siempre libres al no llevar sujetador, como podía ver por sus movimientos y la manera que tenía siempre de marcar los pezones. Hasta podía suponer que tenía un piercing en cada pezón. Siempre iba con ropa ajustada, ya fuera con alguna camiseta de tirantes aprovechando la calefacción del lugar, o con jerséis de cuello alto o normales, pero siempre ajustados y marcando bien todo. Tenía unas piernas largas y un buen culo. Quizá otra similitud con mi ex.

De cara poco hay que describir por su parecido a ella, aunque tenía el pelo más largo, llegándole a la altura de los pechos, siendo también bastante liso, con una raya al medio y algo más claro. Algo que también llamaba la atención era su voz, porque era bastante sexy, sobre todo cuando hablaba en susurros, cosa que hacía con Eva, la que siempre la tatuaba. Uno de estos días, cuando ella se fue después de despedirse, nos quedamos mi tatuador y yo solos y me sacó conversación sobre ella.

-¿Qué te parece esa chica?
-¿Quién? ¿Tu compañera o la otra?
-La otra.
-Ah... Pues que está muy bien y tal.
-¿Qué pasa, tienes novia?
-No, no. No tengo.
-¿Entonces? ¿Solo me dices eso?
-No sé qué quieres que te diga.
-Nada, es que todos los que pasan por aquí se quedan mirándola. Tú no lo haces tanto. Y mi compañera Eva también la mira mucho.
-Ah... ¿A ella le van las chicas?
-A ella le va todo. Se deja llevar. Ella es más de fijarse en la persona que el físico, si es chico o chica, o lo que sea y todo ese rollo.
-Ah...
-Aunque es muy apañada, también te digo. Es una chica muy buena. En todos los aspectos.
-Vamos, que te la has pasado por la piedra.
-Pues sí. Algunas veces de hecho. Ya llevamos un tiempo trabajando juntos y pasamos mucho tiempo al lado del otro. Así viene solo. Y más cuando es un alma tan libre.
-Me lo figuro.
-Sin embargo, la otra...
-¿Con ella no has tenido suerte?
-Pues no. Conozco a Raquel desde hace casi un año. Ya has visto todos los tatuajes que tiene.
-Sí.
-Ella no es como tú en ese aspecto.
-¿Como yo?
-Sí. Tú quieres hacértelo todo del tirón y lo tienes todo muy claro. Ella lleva viviendo aquí a tatuarse desde que la conozco. De media se hace un tatuaje por mes. Algunos más grandes, otros más pequeños. Unos simples, otros complejos. Ya la has visto.
-Sí.
-Empecé tatuándola yo, pero al poco cambió a Eva.
-¿Y eso?
-Es que es complicado. Yo de primeras quería irme con ella a la cama. No te creas que soy un picaflor. Para nada. Pero los tatuajes atraen mucho ahora. Están muy de moda y siempre que se me presenta la ocasión pues no me niego, ¿sabes?
-Ajá.
-Pero con ella fue diferente. Hasta con Eva no fue así. Con Eva pasó que nos cogimos cariño y pues también había algo de atracción entre los dos. Ambos lo teníamos hecho. Pero Raquel...
-¿Qué pasa con ella? Va...
-Pues que con ella me pasó lo que no me ha pasado con ninguna. Yo creo que es la chica más atractiva que me he cruzado. No sé... Tiene algo especial.
-La verdad es que es muy atractiva.
-Pues en las primeras sesiones estuvimos hablando y nos conocimos. Se me iban los ojos de vez en cuando. Sobre todo, en verano, que va con shorts y tops.
-Normal.
-Pero cada vez se me iban más y me pillaba muchas veces.
-Uh... Mala pata.
-Más o menos. No le dio mucha importancia.
-¿Entonces?
-Pues que me insinúe y tal y me llevé el palo. Que si era muy básico y que solo la miraba y tal...
-Ah, claro.
-Varias veces le he propuesto cosas y siempre me ha rechazado. Quizá le insistí demasiado con las indirectas.
-¿Por eso cambió de tatuador?
-No. Yo fui el que puso tierra de por medio.
-Ah, ¿sí? -dije sorprendido- ¿Por?
-Porque me acabé pillando de ella. Y viendo el nulo interés que tenía en mí en ese sentido, pues decidí quitarme del medio. Así me ahorro pasarlo peor luego.
-Pues me parece que hiciste bien.
-Es que fueron varias cosas. Yo no soy un tío que solo se fija en el cuerpo de la chica. Y siempre que venía me revolucionaba. Nunca me había pasado algo así. También fue por eso de ir hablando y conociéndonos. Me pillé de ella y no quería que fuera a más. Así que le dije a Eva que la llevara ella y ahora pues poco hablamos, por no decir nada. Solo nos saludamos y poco más.
-Ya veo.
-Por eso te digo. Me ha extrañado que no te fijaras en ella. Es un pedazo de mujer...
-A ver, sí me he fijado.
-Pues no se ha notado.
-Tampoco es que la haya analizado, o que lo haga a cada poco.
-Ya... Jajaja.
-El problema es que se parece mucho a mi ex. Eso es todo.
-Joder, pues vaya con tu ex.
-Es en la cara.
-Ah. Bueno. Solo tenía curiosidad.

Mientras acabábamos la sesión me quedé pensativo en lo que me contó, pero no le di mucha importancia. A finales de esa semana me volví a cruzar con aquella chica, saludándonos al vernos. Al parecer teníamos de nuevo el mismo horario y entramos juntos a la sala para empezar una nueva
sesión, aunque a mitad de ella, tanto Raquel como Eva salieron a fumarse un cigarro.

-Sí que se te van los ojos -le dije al tatuador al ver que no decía nada de ella, permaneciendo más callado de lo usual.
-Joder... ¿Tú has visto cómo ha venido? Tío, siempre con esos vaqueros ajustados marcando culo. Y la parte de arriba... Joder. Si es que casi se le pueden ver los pezones.
-Un poco. Se ve que lleva piercings en cada uno, ¿no?
-Sí. Se los hizo Eva. Yo vi de refilón algo, pero me echaron de la sala.
-Mmm... ¿Crees que Eva...?
-¿Preguntas si se la ha follado?
-Sí.
-No creo. No creo que a Raquel le vaya el rollo bi. Sé que le gustan los chicos por cosas que hemos hablado, pero nunca me ha dicho nada de chicas.
-Am... Pues luego le preguntas a Eva. Entre chicas hablan muchas cosas.
-Qué va. Me da corte. No tengo tanta confianza con Eva como para...

Las chicas volvieron, reanudando la sesión y ya no hablamos más de eso. De vez en cuando las oíamos a ellas susurrar algo, aunque a veces sí que hablaban con un tono normal de voz. Mi tatuador mientras tanto, no hablaba nada, estando muy concentrado en su trabajo. De no ser porque teníamos la radio puesta de fondo, aquello hubiera parecido un funeral. Aunque también me distraía con el móvil, viendo que ese fin de semana había quedada en la tienda para jugar, y como ya tenía todo, pues en principio me apuntaba.

Al rato las chicas acabaron y se levantaron para venir a dónde estábamos nosotros. Ambas se interesaron en lo que me estaba haciendo y se pusieron a comentar, sobre todo por el tema del color, ya que Raquel no tenía ninguno a color, siendo todos con tinta negra. También me preguntaron qué era lo que me estaba haciendo y demás, dando yo detalles. Mi tatuador parecía nervioso, pero poco duró eso, porque se marcharon rápidamente. Él resopló y siguió con lo suyo hasta que lo dejó por ese día al rato, quedando en ir al siguiente día para seguir. Al salir me encontré a las dos hablando, pero yo me marché rápido después de pagar, porque tenía que ir a casa para prepararme algo para comer y luego ir a dar las clases.

Nada más salir y echar a andar 10 metros escasos, Raquel me llamó. De hecho, venía a paso ligero, trotando. Pese al abrigo que llevaba podía notar como sus tetas le botaban al no llevar sujetador. Me extrañó y sorprendió un poco la forma que tuvo de llamarme la atención. Lo hizo para decirme que le sonaba mucho lo que me estaba tatuando en ese momento y que creía tener algo en casa relacionado con ello.

No sabía qué decir al respecto, pero ella se encargó de seguir preguntándome si me quería pasar por su casa para ver si lo veía y me lo daba. Al parecer creía tener un póster de eso y ella lo tenía guardado y no tenía intención de colgarlo, así que le pareció buena idea dármelo a mí. Me pareció un poco extraño, pero no veía nada con segundas en su forma de hablar o de comportarse en general, así que acabé aceptando cuando me dijo que su casa pillaba cerca.

Tenía algo de prisa por la comida, pero serían 10 minutos seguramente, así que fuimos a su casa, la cual quedaba a 5 minutos escasos de donde nos encontrábamos. Y, además, lo estaba en dirección a la mía, la cual estaba a otros 5 minutos más o menos de la suya. Una vez entramos me dijo que me sentara en el sofá mientras ella lo buscaba. Me ofreció una cerveza, pero al final me sirvió una coca cola al decirle que no bebía.

Al final lo encontró y me lo enseñó y era bastante bonito, así que lo enrolló para que me lo pudiera llevar a mi casa. Entre una cosa y otra nos pusimos a hablar, tomándose ella una cerveza y acabamos hablando de los tatuajes que teníamos, contándonos lo que significaba cada uno y demás. Hasta se bajaba un poco los vaqueros para enseñarme uno de sus tatuajes que iba desde su costado hasta su muslo, pasando por su cadera.

También se levantó un poco la camiseta de tirantes que llevaba para enseñarme mejor uno que tenía en el esternón, dejando al descubierto parte de la piel de sus pechos, la de abajo en concreto. La verdad es que con tanto enseñar me puso nervioso, y obviamente al mirar por esas zonas, miré las proximidades, viendo más de cerca como se le marcaban los pezones. Si estaba así de normal, no quería pensar cómo se le pondrían cuando estuviera excitada. En todo momento evitaba bastante mirarle a la cara por su parecido a mi ex.

Seguimos hablando un poco y me preguntó por qué no la miraba a los ojos. Yo salí como pude diciéndole que era un poco tímido, pero ella me pidió que lo hiciera, con una sonrisa en su cara, aunque no denotaba nada. No veía ninguna señal, tonteo ni insinuación. Tampoco es que la estuviera mirando descaradamente alguna parte del cuerpo. De hecho, no lo hacía. Lo que miraba era la casa viendo alguna decoración que tenía, viendo sobre todo la gran televisión que tenía.

Pero después de que me lo dijera lo acabé haciendo. No debería haberlo hecho, porque me empecé a poner nervioso. Hasta me puse a sudar un poco, tragando saliva a cada poco. Ella se dio cuenta preguntándome si estaba bien y si bajaba la calefacción. Mi respuesta no fue otra que lanzarme a darle un beso. Verla tan parecida a ella hizo que se me removiera todo por dentro y tuve un impulso que no pude frenar.
 
Capítulo 370

Ella no me apartó en ningún momento, pero sí mostró cara de sorpresa cuando me despegué de ella. De hecho, se quedó como pillada durante unos segundos y yo la veía tan atractiva en ese momento que quería más y estaba deseando volver a besarla. Ella decidió dejarse llevar y acercó su cara a la mía para besarme. Hacía bastante que no sentía tal subidón en el cuerpo, en todos los aspectos. Besaba de manera muy sentida, agarrando mi cara con ambas manos, medio levantándose para quedar con su cara casi por encima de la mía.

Rápidamente se subió encima de mí, cosa que aproveché yo para agarrarla del culo y soltarle algún azote. Nos empezamos a comer la boca de manera guarra, pero rápidamente se separó de mí, con la respiración muy entrecortada. Parecía muy nerviosa, pero yo no me quedaba atrás, porque estaba igual que ella y el corazón me latía con fuerza. Ella parecía decidida y me agarró de la mano para llevarme a rastras a lo que parecía su habitación.

Al llegar me sentó en la cama y se volvió a poner sobre mí para besarme de la misma manera. Yo estaba encendidísimo y de nuevo le empecé a manosear el culo. Ella murmuraba con cierto tono de agrado, pero yo quería más, por lo que empecé a subir mis manos por su espalda, pasándolas por delante para cogerle las tetas por debajo de la camiseta que llevaba. Madre mía qué tetas tenía. Ya tenía una buena erección antes de tocarlas, pero una vez lo hice y las empecé a amasar se me puso como una piedra.

Notaba sus piercings y unos pezones duros y gorditos. Ella decidió ponérmelo más fácil al separarse de mí un momento para quitarse la camiseta de manera rápida para tirarla hacia un lado. Qué barbaridad de tetas. Redondas y un pelín caídas, pero eran preciosas. Unas de las más bonitas que había visto hasta el momento, con unas areolas tirando a grandes y unos pezones efectivamente gorditos. Eran de color pálido, de un marrón muy ligero. Al verlas empecé a resoplar y ella lanzó una pequeña risa.

-Vaya tetas... -dije muy excitado.

Su respuesta fue tirar de mi sudadera hacia arriba para quitármela y lanzarla a otro sitio. Me miró bien el pecho y los brazos mordiéndose el labio y me empezó a besar de nuevo, pero en nada se levantó. Sacó su móvil de uno de sus bolsillos y puso música. Puso algo de reggaetón o trap. No lo sé, nunca he sido fan de esos estilos de música. Dejó el móvil sobre una estantería que tenía por ahí y volvió hacia dónde estaba yo. La verdad es que era un espectáculo verla desnuda. Y eso que solo la había visto por la parte de arriba. Se movía de una manera sensual y sus tetas rebotaban por sus movimientos, haciendo un bamboleo que me tenía loco.

Estaba bastante nervioso, pero ella no se quedaba atrás. Estaba como inquieta, porque parecía dudar qué hacer. Al final optó por quitarse sus zapatillas y sus vaqueros, quedándose tan solo con un tanga negro, como pude ver al darse la vuelta y dejar el resto de su ropa apartada. Se acercó a mí de nuevo y con una sonrisilla se puso a descender, llegando a ponerse en cuclillas y después de rodillas. Poco a poco se puso a desabrochar mis vaqueros mientras no dejaba de mirarme a los ojos.

Ella lo hacía con una expresión muy intensa, pero siempre con esa sonrisa pícara. Una vez desabrochado el cinturón, botón y bajada la bragueta, se dispuso a tirar de ellos, ayudándole yo al levantar mi cuerpo de la cama. Por el camino también me bajó los boxers y mi polla saltó como un resorte. A diferencia de otras tantas veces en las que recibía una risita juguetona o traviesa, ella lanzó un pequeño gemido, pasando a murmurar. Me quitó las zapatillas y me terminó de desnudar.

-No hay ningún problema, ¿no?

Yo le negué, entendiendo que se refería a que me la iba a comer sin condón. Mi excitación era tan alta que no podía negarme a eso.

-Sabes a lo que me refiero, ¿no?

Esta vez le asentí con la cabeza. Estaba tan nervioso que no podía hablar. Y si lo hacía seguro que tartamudeaba.

-Tomo la píldora, así que no hay problema. Estás limpio, ¿verdad?

De nuevo le asentí. Y en cuanto lo hice, ella se lanzó a comerme la polla. Me dio hasta impresión, porque se metió la mitad del tirón, a diferencia de empezar solo chupando el glande, como estaba acostumbrado. La comía increíblemente bien y eso me gustaba, pero también era un problema. Estaba tan excitado y lo hacía tan bien que notaba que me iba a correr en nada. Pese a hacerlo tan bien, no llegaba a metérsela entera, pero no era un problema. La comía tan bien que eso era algo secundario en ese momento.

Estaba muy a gusto sentado en la cama con las piernas bien abiertas y ella entre ambas, estando también apoyado sobre mis manos al estar ligeramente echado hacía atrás, pero me notaba muy cerca y no quería, así que la levanté. Quizá lo hice de manera algo ruda, pero es que estaba a mil. La puse sobre mí y le comí las tetas durante unos pocos minutos. Ella gemía y me acariciaba la cabeza, pero necesitaba más, así que la separé de mí y la tumbé boca arriba en la cama, cambiando la postura que teníamos cada uno. Ahora era yo el que estaba de rodillas y ella en la cama, aunque tumbada en lugar de sentada.

Tiré de su tanga hacia abajo rápidamente para quitárselo, topándome con un coño totalmente depilado, con unos labios finos y alargados del mismo color que su piel, ni rosas ni marrones. La notaba mojada y me acerqué a ella para comérselo. Al hacerlo arqueó su espalda mientras yo recogía su humedad y le acariciaba el coño con la lengua. Notar ese sabor algo salado hizo que se me pusieran los pelos de punta y la carne de gallina, sensación que se ve muy amplificada al estar tatuado tan recientemente. Era similar a cuando te da un escalofrío al tener la piel quemada por el sol, pero sin llegar a ser tan doloroso.

Raquel resopló y empezó a gemir mientras yo le comía el coño. Primero despacio, pero cogiendo ritmo con rapidez. Empecé por acariciarle los labios con la lengua, pasando a abrirlo bien viendo que era rosado por dentro, pero era un rosa tenue, no tan intenso como había visto en otras ocasiones. Ahí fue cuando le empecé a lamer bien toda la zona, metiendo mi lengua por su orificio de reproducción, pasando también a agarrar sus labios menores con mis labios.

Ella se deshacía al hacerle eso, pero más lo hacía cuando pasé al clítoris. Empecé con pequeñas lamidas, pasando a atraparlo con mi boca y lamerlo bien y dar succiones. Cada vez estaba más sensible y empezaba a mover sus caderas, haciendo el típico movimiento de acto reflejo al subir y bajar sus caderas. Después de succionar y lamer bien, pasé a las pequeñas lamidas de nuevo, dándole a ella como calambres por la manera que tenía de encoger su cuerpo.

Durante todo el sexo oral, ninguno de los dos dijimos nada. Ni siquiera me paré a pensar en que no tenía aquello demasiado arreglado, teniendo en cuenta que ya habían pasado algunas semanas desde la última vez que lo hice al ir al urólogo. Poco importaba eso en aquel momento en el que me centraba en dar y recibir para generar sensaciones por todos lados. Al final, Raquel se acabó corriendo en mi boca, aunque no noté un exceso de fluidos. Quizá un cambio ligero en el sabor, pero la manera que tenía de gemir tan alta y de retorcerse eran indicios muy claros de que estaba teniendo un orgasmo.

Decidí separarme de ella, viéndola como respiraba de manera acelerada, con sus pechos moviéndose al compás. Eran hipnotizantes. Rápidamente abrió los ojos para mirarme. Y sin pensarlo me puse sobre ella para follarla. Ella no dijo nada, así que deduje que estaba lista para más. Empecé acariciándola por la zona, como siempre hacia, causando que se retorciera de nuevo ligeramente, pero se la metí rápidamente. Lanzo un gemido seco al habérsela metido casi por completo y tan rápido. Yo también gemí y noté mucho placer pese a no ser el coño más apretado que me había follado.

De hecho, no lo era, pero el roce era muy bueno y estaba a mil igualmente. Me apoyé bien sobre mis manos poniéndolas a cada lado de su cabeza y empecé a embestir lentamente, pero a los pocos segundos ya lo hacía con contundencia. Ambos gemíamos alto, pasando ella a cerrar sus ojos. Yo los mantenía abiertos viendo cómo rebotaban sus tetas. Era lo que más me ponía de ella. Raquel rodeó mi cuerpo con sus piernas y se agarró a mis brazos, pidiéndome más. De nuevo otro subidón que me impulsó a embestir con más fuerza.

La estaba follando en condiciones por como gemíamos, sonaban nuestros cuerpos al chocar y el cabecero de la cama contra la pared. Pero tuve que parar al poco, porque notaba que me corría y todavía no quería hacerlo. Para ello me salí de ella y le comí el coño y las tetas durante unos minutos, pero cuando me noté bien me volví a poner sobre ella para besarla. Aunque cambié de idea y la puse a cuatro para follarla así. De hecho, la empecé a reventar después de darle un fuerte azote y se salió porque se empezó a correr otra vez, temblando un poco.

Verla así fue la gota que colmó el vaso y la ayudé a ponerse boca arriba, ya que estaba a medio camino al estar de lado y empecé a descargar sobre sus tetas, aunque los primeros chorros salieron a tal presión que pasaron más allá de su cara. Algo le cayó ahí de hecho, pero la mayoría fueron a parar a sus pechos, dejándolos perdidos a ambos. No parecía importarle, pues estaba como ausente por su orgasmo, el cual fue más grande que el anterior.

Me pareció ver que se estaba acariciando el clítoris mientras yo la follaba así, pero no estaba seguro. Me tumbé un momento boca arriba para recuperar el aliento, quedándome mirando al techo, empezando a pensar en lo inevitable, aunque fue algo que quedó aparcado cuando miré a la mesita y me percaté de que había una foto en un portarretratos en la que salía Raquel con un chico. Por la manera en la que estaban abrazados tenía pinta de que era su novio.

-Raquel -dije a los pocos segundos.
-Dime -respondió ella con la respiración aún algo acelerada.
-¿Tienes novio?

Raquel levantó su cabeza, mirando la foto que acababa yo de ver segundos antes de preguntarle aquello.

-Sí. Tengo novio.
-Joder. ¿Y por qué no me has dicho nada?
-Porque no me he podido aguantar.
-¿Te da igual haberlo engañado?
-No. Claro que no me da igual.
-No entiendo entonces cómo...
-Pues porque no me lo esperaba. Yo no buscaba nada y creía que tú tampoco, pero me has planteado un beso y no he podido parar. Eso es todo -decía mientras se limpiaba mi corrida con toallitas que sacó de la mesita de noche.
-No lo sabía. Lo siento.
-No te rayes. Si mi novio me ha puesto los cuernos.
-¿Le has pillado?
-No. Pero lo sé. Sé de qué pierna cojea y alguna que otra puta también lo sabe. También se hablan cosas y una no es tonta.
-¿Se lo vas a contar?
-No. Ni loca. Me jode haber hecho esto. No vayas a pensar que no, pero no lo quiero perder. Una vez hicimos un trio con otro chico y la cosa no salió bien.
-¿No?
-Pues no. Descubrimos que era bastante celoso ya en el tema y dijimos de dejarlo ahí. Pero el otro chico quería seguir y al final se pelearon a puñetazo limpio.
-Pues vaya...
-Deberíamos hablarlo bien todo, pero estoy viendo que vamos a empezar a echarnos muchas cosas en cara y no quiero que me deje. Le quiero mucho.
-Lo entiendo.
-¿Te ha pasado?
-Mmm, más o menos -dudé.
-Pero ya no estás con ella.
-Pues no.
-Se os nota mucho a los chicos eso.
-Ya...
-¿Sabes por qué he caído contigo?
-¿Por qué?
-Porque tú no eres como los demás. No estabas mirando todo el rato mis tetas o mi culo. Si apenas me mirabas a la cara, jajaja.
-Es que te pareces mucho a ella en la cara.
-Ay... Perdón.
-No tienes la culpa.
-Pues ver que no eres como los demás ha hecho que me relajara. Si tú supieras lo que me he encontrado... También tiene que ver que mi chico lleve fuera dos semanas. Me ha entrado un calentón que no veas...
-A mí me ha pasado eso. Te pareces tanto a ella que me han entrado muchas ganas de besarte.
-Ah, que no ha sido por mí, ¿no? -dijo en tono de broma, como si quisiera relajar el ambiente.
-A ver, que estás muy buena y eso también ha tenido que ver.
-Vale, eso está mejor, jajajaja. Que yo también me he fijado en ti, ¿vale? Te he visto en estas veces que hemos coincidido y estás muy bien. Verte así tatuándote sin camiseta, pues hace que te fijes.
-Ah, ¿sí?
-Pues sí. Tienes un cuerpo bonito. Se nota que lo trabajas.
-Llevo poco en realidad.
-Pues sigue así. Y también follas muy bien.
-Eh...
-Pero que no va a volver a pasar. Esto ha sido un desliz muy grande.
-Ya, ya. Lo sé.
-Vale. Está bien que te des cuenta y que no quieras...
-No, no. No te preocupes.
-Es que hay gente muy insistente y tal...
-Ya.
-¿Lo sabes?
-Eh... Bueno. Algo me ha contado.
-En su defensa diré que no sabe que tengo novio.
-¿Y por qué no se lo has dicho?
-Porque me gusta sentirme deseada. Me gustaba ese tonteo que teníamos y tal.
-Pues lleva cuidado.
-¿Por? -preguntó extrañada.
-Porque... No creo que te deba decir esto.
-No. Ahora me lo dices -dijo con tono mandón.
-Está bastante colado por ti.
-¿Tanto habéis hablado?
-Un poco. No te creas que...
-¿Y tanto lo está?
-Sí. Si se ha puesto nervioso cuando os habéis acercado antes.
-Hablaré con Eva para decirle que hasta que no arreglen la otra sala no voy a ir. Va a ser mejor que me vea menos con él.
-Lo veo bien.
-Y de esto ninguna palabra.
-Claro.

Ambos nos vestimos y ella me acompañó hasta la puerta para despedirse de mí, no sin antes darme aquello por lo que había ido a su casa. Ni siquiera nos despedimos con dos besos ni nada. Tan solo nos dijimos hasta luego. Tuve que darme prisa, porque con la tontería eran casi las 3 de la tarde y tenía que comer aún para irme a las 4. De camino me puse a pensar en lo ocurrido. Me sentía raro, porque no me sentía tan mal como con el polvo con Maribel, pero tampoco me sentía lo bien que cabría al haber echado un polvo con una chica tan atractiva. Veía un cuerpo distinto al que estaba acostumbrado a ver, pero la cara era muy familiar. De hecho, mi mente parecía hacer el esfuerzo de asemejarla más aún a Elena si cabía. Fue un pensamiento breve, pues fui a casa a paso bastante ligero, porque no llegaba.

Una vez llegué me puse a preparar la comida, dándome una ducha rápida mientras se hacía, echándome también crema por los tatuajes después. Estaba tan distraído con todo eso que no me paré a pensar más. Comí rápido y recogí como pude para marcharme a casa de uno de los alumnos y poder así empezar a trabajar. En las clases pasaba lo mismo, estando distraído, porque tenían muchas tareas y no paraba de hablar para explicarles cómo se hacían, dándoles trucos para hacérselo más fácil y llevadero y demás. No fue hasta que llegué a casa que me paré a pensarlo más, pero también llevaba arrastrando cansancio por no parar en todo el día con las prisas yendo de un lado para otro, pero como no podía dormir, sí que me paré a pensarlo más detenidamente.

Seguía notando una sensación rara, pero ya habiendo macerado lo ocurrido, no me llegaba a sentir tan mal. En caliente lo veía normal, pero ahora que ya habían pasado unas horas no lo veía para tanto. Quizá fue en este momento en el que mi cabeza empezó a hacer click para asumir que Elena ya no estaba más en mi vida y que necesitaba mirar hacia delante y dejar de hacerlo hacía atrás. Con ese pensamiento llegué a la conclusión de que no se acababa el mundo en ella y que más que querer, necesitaba dejar de pensar en ella y relacionarme con otras personas. En específico con chicas para solventar eso cuanto antes y poder así quitármela de la cabeza. Para ello, lo que pensé fue no preocuparme tanto por cualquiera que se me pusiera delante.

Así fue como acabé cayendo con Elena. Me empecé a encariñar de ella y llegó un momento en el que me importaba de verdad y tuve que intervenir en ese momento en el que según ella se acabó enamorado de mí. Debía evitar cosas así a toda costa. Y también verme muy de seguido con cualquier chica. El roce hace el cariño y yo ya estaba escarmentado de eso. Quizá mi yo del pasado era más inteligente que el yo de ese momento al no querer meterse en líos de pareja.

Casi que me veía a mí mismo con menos años diciéndome: "te lo dije", al verme ahora en la situación en la que estaba, aunque también era verdad que estando en pareja viví momentos muy inolvidables y que no estaba del todo seguro de querer borrar de mi cabeza. Me gustaría borrar todo el dolor sufrido, tanto el de la ruptura, como el de los meses posteriores en el que me costaba bastante levantar cabeza y cuando lo hacía me llevaba otro palo. Y también me hubiera gustado olvidar algunos momentos en los últimos meses de relación, ya que hubo momentos muy tensos y que me resultaban dolorosos, siendo todos ocasionados por mi culpa seguramente.
 
Capítulo 371

Con ese pensamiento llegué al fin de semana, yendo a tatuarme por las mañanas, por supuesto, pero ya sin cruzarme más con Raquel. Aunque sí que lo hacía con mi tatuador evidentemente, pero él no sabía nada pese a lo callado que estaba yo pudiendo levantar alguna sospecha que finalmente no ocurrió por suerte. El fin de semana me centré en descansar un poco de todo. Tanto de las clases, como de tatuarme y del gimnasio. También estaba bien estar tirado un poco en el sofá sin hacer nada viendo la tele o jugando a algo.

Y hablando de jugar, por la tarde, ese sábado me pasé por la tienda para un pequeño torneo que se había organizado y así jugar por fin con ese grupillo. Fueron todos y todas, y algunos más. Me lo pasé muy bien, como hacía mucho tiempo que no experimentaba al jugar a aquel juego, aunque no fue tan bien en el torneo. Me notaba oxidado y fuera de onda al no entender algunas cosas pese a llevar jugando casi desde hacía 10 años. Me propuse ponerme las pilas para hacerlo mejor la próxima vez viéndome algunos vídeos o retransmisiones de torneos para aprender todo del competitivo de aquellos días.

Acabamos relativamente temprano, por lo que me marché a cenar a casa después de despedirme de todos con la promesa de volver pronto. Una vez cenado, me senté en el sofá, pero estaba tan de buen humor que pensé en salir para dar una vuelta. Y así lo hice después de arreglarme un poco. Acabé yendo a un pub algo alejado después de dar una buena vuelta por la ciudad, yendo por calles que hacía muchísimo que no recorría. En ese pub eché un ojo con la intención de pedirme algo, pero de lejos me pareció ver una silueta familiar.

Mi reacción fue quedarme quieto durante unos segundos como si estuviera paralizado, pasando a ponerme algo nervioso. No se trataba de otra que, de Noelia, o eso pensaba yo, pues estaba de espaldas. Pero es que su cuerpo era muy similar al de esa chica. Era bajita, bastante, con brazos carnosos y un culo grande. No podía verle las piernas por llevar un pantalón largo holgado. Los brazos sí que pude vérselos al llevarlos descubiertos por llevar puesta una blusa negra. Y, por último, otra cosa que veía muy parecida era su pelo. Una larga melena morena, aunque no la llevaba lisa, pues tenía algunas ondas.

No reconocía esa ropa en ella, pero quizá se había comprado algo nuevo. Al fin y al cabo, ya hacía algunos meses que no la veía. Decidí no complicarme la vida y marcharme de allí sin ni siquiera comprobar si era ella al tratar de acercarme de manera estratégica para verla, aunque fuera de perfil. No necesitaba hacer eso, así que me marché a otro pub que estaba considerablemente alejado.

Allí me pedí una copa, pero no muy cargada. Ya no me notaba como aquella vez en la que salí solo para intentar hablar, aunque fuera con alguna chica. Ahora era diferente. Me sentía atractivo por lo que me dijo Raquel. Si una chica como esa me alaga así tiene que ser porque es verdad. Además, me veía bastante bien con el tema de los tatuajes, el gimnasio estando más en forma y con la barba bien arreglada.

Era fácil decir eso de cambiar el chip, pero costaba llevarlo a la práctica. La idea era clara, acercarme a chicas para entablar conversación y lo que surgiera, pero lo que al final acababa pasando era que me interesaban por aquellas que eran similares a Elena. Así acabé hablando con una chica que estaba en un grupo, aunque nos alejamos para poder hacerlo con más intimidad. De hecho, salimos a la calle y empezamos a dar un paseo.

Se hacía llamar Nela, aunque al ver la cara que puse al oírlo me dijo que su nombre real era Manuela, pero no le terminaba de gustar, por eso se hacía llamar así. Por el camino me estuvo contando en lo que estaba trabajando y a la vez estudiando. Se dedicaba a la sexología. De hecho, me especificó que la mezclaba con la psicología, ya que le daba un enfoque desde ese ámbito para analizar las relaciones humanas, como nos comportamos en ellas y a raíz de ellas, nuestras reacciones en diferentes situaciones y demás.

Pese a ser un tema de los que no me suele causar mucho interés, ella se explicaba muy bien y me tenía bastante atento a lo que decía. En varias ocasiones me pidió opinión sobre muchos puntos de vista, llegando a la conclusión de que era muy normal en el ámbito de relaciones y sexualidad. Yo pensaba que me salía algo de lo normal con todo lo transcurrido en vida de pareja, pero al parecer me equivocaba. Para darme sus puntos de vista acerca de lo que me acababa de preguntar a mí, se puso a hacerlo desde un punto de vista más filosófico.

Reflexionaba profundamente el funcionamiento de las relaciones, diciéndome a cada rato cómo varias cosas de las que están normalizas no tienen ningún tipo de sentido si nos paramos a pensarlo. Nos sentamos en un banco para hablar un poco más detenidamente y ella me explicó cómo había ido desarrollando esos pensamientos y cómo se había ido animando a estudiar aquello, siendo muy abierta en el tema e interesándose en participar en muchos debates y charlas.

No hacía falta que me lo jurara, porque se la veía muy suelta hablando del tema y no paraba, aunque no me resultaba cargante ni aburrida. Se notaba que tenía mucho interés en lo que hablaba y lo hacía de una manera hasta sexy, con gestos, entonaciones y hasta caras que hacían no atendiera a otra cosa que ella. También pude observarla bien al salir del pub. No hay mucho que describir de ella, porque como he dicho, me daba por fijarme solo en las chicas que eran similares a mi ex.

En el caso de Nela, era muy parecida a ella físicamente por lo que podía ver. Hasta su peinado era igual. Lo que sí cambiaba era su cara, siendo bastante diferente de hecho. Pero eso no significaba que fuera fea. Tampoco era la chica más guapa que había visto, pero ponía unas caras entornando sus ojos y poniendo medias sonrisas que lanzaba destellos muy atractivos.

Estaba cómodo allí sentado en el banco hablando con ella, aunque sí que hacía frío. Pero se me pasó de golpe cuando me preguntó con toda la naturalidad del mundo si quería follar con ella. Debí poner cara de asombro y ella se rio, poniendo una sonrisa mona. Con todo lo que me contó en la conversación que tuvimos y su salida para cambiar de tema me di cuenta de que no iba de farol, demostrando ser una chica especial. Es que al decir eso había alguien cerca y se nos quedó mirando medio riendo.

A ella le daba absolutamente igual, permaneciendo con su mirada clavada en mí, esperando mi respuesta. Puse media sonrisa y le asentí, diciéndole de ir a mi casa, la cual no quedaba lejos. Por el camino charlamos de lo mismo, con ella explicándome algunas cosas que no estaba seguro de entender del todo, pero tampoco le podía prestar mucha atención, porque ya estaba pensando en ir a la cama con ella. Recuerdo que iba con un top amarillo, el cual no dejaba de marcar sus pezones, indicando que no llevaba sujetador.

También llevaba unos pantalones beige entallados de las caderas, aunque se iban ensanchando a medida que bajaban por sus piernas, acabando en campana, tapando unas botas negras que llevaba. Sobre todo, aquello llevaba un abrigo que parecía una chaqueta por el corte, pero era largo, llegándole hasta las rodillas, acabado todo el conjunto con una larga bufanda que llevaba enrollada varias veces al cuello.

Al llegar a casa pasamos directamente al salón. Le ofrecí una copa y me la aceptó. Menos mal que me dio por comprar algo de alcohol para tener en casa por si tenía visita o algo. Le serví la suya y yo me eché solo refresco y nos pusimos a hablar de nuevo, aunque más temprano que tarde nos acabamos comiendo la boca. Se echó un poco sobre mí para hacerlo, estando ambos sentados, pero con nuestros cuellos girados para poder hacerlo. Casi de seguido nos empezamos a meter mano, empezando ella metiendo su mano por dentro de mi jersey para acariciarme el pecho.

Yo por mi parte me ladeé para poner mi mano en sus caderas e ir moviéndola de tal manera que la llegué a poner en su culo, empezando a apretarlo y estrujarlo. Con ese magreo nos entró un calentón bastante alto, por lo que nos acabamos yendo a la habitación. Allí, nos empezamos a desnudar, dándome cuenta de que en realidad era bastante similar a Elena corporalmente como yo había imaginado, pero había algunas diferencias sutiles.

Una de ellas era que sus tetas eran más redondas, mientras que las de mi ex eran cónicas. Quizá también eran ligeramente algo más grandes, pero había que fijarse bien para verlo. También tenía el color de sus pezones de un rosa más intenso. Otra diferencia era que sus labios menores asomaban desde su raja pese a no tenerlo tampoco muy carnosos. Estaba totalmente depilada y se le veían perfectamente esos labios rosas, del mismo color, pero era un coño diferente. De ese coñito pequeño con labios finos que estaba acostumbrado a ver, tocar, comer o follar en los meses previos, pasé a uno que era largo y de labios más grandes. No se me hacía feo, así que no me llegaba a importar del todo.

Su culo sí que era prácticamente igual. Hasta le di un azote por la inercia, lanzando ella una risita traviesa. Estaba muy encendido y recordé muchos tiempos pasados, aunque el calentón podía con ese malestar ocasionado por la tristeza, o quizá por la nostalgia. Me vine arriba y la tumbé boca arriba en la cama para empezar a comerle el coño. Para todo lo que me había dicho de sus aventuras en el sexo, me esperaba quizá algo más raro por así decirlo, como si llegara a ser diferente en sus reacciones y gestos, pero era como una chica normal y corriente.

Gemía y murmuraba mientras yo le daba placer con mi boca. Ella manifestaba su agrado de manera sensual, siendo solo interrumpida para decirme que lo hacía bien y que le gustaba. Algo de lo que me percaté era de que no hizo mucho caso a mis tatuajes una vez me desnudé. Quizá estaba acostumbrada a verse con personas que tuvieran, ya que me dijo que se veía tanto con chicos, como con chicas, aunque me soltó un poco el rollo de no asumir géneros y demás. No me dejó seguir mucho más, porque me dijo que ella también quería probarme.

Para ello saqué un condón de la mesita. Otra cosa que hice al ver lo que pasó con Raquel. Está muy bien follar sin condón. Mucho. Pero es increíble la cantidad de riesgos que corremos al hacerlo así. Y más con gente que no conoces de nada y no sabes con quién ha estado, especialmente si se trataba de alguien como esta chica que al parecer tenía una vida sexual muy amplia. Así que me lo puse y ella empezó a mamar.

En ningún momento se quejó de que hiciera eso, y no parecía estorbarle. La chupaba bastante bien, aunque no se la llegaba a meter entera en la boca. De hecho, se metía algo más de la mitad con dificultad, haciendo sonidos de atragantamiento y arcadas. Parecía tener una boca bastante pequeña, siendo por eso quizá por lo que me daba placer, aunque se la veía experimentada por la técnica que tenía.

Me daba la sensación de que todo iba demasiado rápido, seguramente porque no me notaba estar cerca de acabar. Con Raquel me pasaba que tenía que parar de estimularme directamente con ella porque a cada poco notaba que me iba a correr. Esta vez era diferente. Y siguió siendo así cuando se la metí después de restregar la punta de mi polla un par de veces contra su raja. A ella le gustó el gesto y me la agarró para volver a hacerlo, colaborando al mover sus caderas también.

Cuando se la metí me pidió que fuera despacio. Al parecer lo tenía algo apretado y necesitaba que diera de si para poder acostumbrarse y ya poder follar en condiciones. Y sí que lo sentía apretadito, pero empezó a hacer como ejercicios con su útero, contrayendo y dilatándolo para acelerar el proceso. En breve me dijo que ya estaba lista y me pidió que la follara.

Empecé con un ritmo lento, pero tuve que subirlo. No porque me lo pidiera ella, sino porque era mi cuerpo el que me lo pedía al ver las caras que me ponía con esas miradas tan intensas. Rápidamente pasó a poner caras de placer al achinar sus ojos y al abrir su boca. Estábamos en un misionero en el que ella se agarraba a mis brazos o a mi cuello y a mis caderas con sus piernas. Sus gemidos eran muy encantadores pese a la voz que tenía que tiraba más a sexy que a tierna, por lo que me animaba a embestir con más fuerza.

Al poco me dijo de cambiar de postura, diciéndome que me quería montar. Y así lo hicimos. Me dio un pequeño beso y me puse boca arriba. Empezó por comerme un poco más la polla, aún con el condón puesto, como si quisiera saborearse a sí misma, aunque tampoco es que lubricara mucho. Se puso sobre mí una vez acabó de darse ese festín y puso mi polla pegada a mi cuerpo para rozarse con ella. De nuevo me miraba de esa manera tan intensa, pasando a poner media sonrisa.

Poco después se la metió poco a poco, haciendo una de sus muecas de placer. Empezó a botar de buena manera para reiniciar la follada mientras yo le agarraba de las caderas. Se pasó así un buen rato, acelerando y frenando el ritmo para controlar nuestras explosiones. Me gustó cómo lo hacía y cómo sabía cuándo tenía que parar. Llegó un momento en el que le pedí que me montara dándome la espalda. Me apetecía hacerlo así y luego caí en la cuenta de por qué. Al hacerlo era como estar follándome a Elena, siendo así más fácil imaginar que era ella en realidad.

Nela me follaba de la misma manera que había hecho minutos previos al cambiar de postura, pero yo, ya crecido al imaginar que era otra persona, tomé el control de la situación, levantando mi cuerpo para acelerar la penetración mientras le soltaba algún fuerte azote que le hacían gritar. Pero necesitaba más, por lo que me moví y la puse a cuatro y entonces fue cuando la follé de manera más brusca.

La estaba reventando sin ningún tipo de compasión. Me imaginaba la cara de placer de Elena al recibir esas embestidas que le estaba dando, aunque no fuera realmente ella. Mi amante no pudo aguantar más y se acabó corriendo con un gemido bastante alto y seco, dando su cuerpo unas cuantas sacudidas. Yo también lo hice sin llegar a poder aguantar más. Al desplomarse ella sobre la cama, me quité el condón y descargué sobre ese culazo, llenándoselo bastante.

Ella se quedó boca abajo recuperándose mientras que yo lo hacía boca arriba, frotándome la cara pensando en que debía dejar de hacer eso. Me entraba un bajón que no me gustaba tener después de haberlo. Me medio pasó con Raquel, aunque pude mitigarlo a estar algo estresado con las prisas que llevaba, pero ahora con Nela sí que podía experimentarlo mejor.

Tenía que sacar a Elena de mi vida de todas las formas. Y ésta era muy importante para seguir hacia delante y poder disfrutar del sexo y de la otra persona. Con una voz bastante desconocida me pidió que la limpiara para no manchar. Por un momento parecía que estaba de nuevo con Elena, pero le miraba la cara y no la veía por ninguna parte. La limpié bien y una vez recuperada, se incorporó para coger su ropa y mirar su móvil.

-¿Te tienes que ir? ¿Quieres que te acerque?
-Sí. Me tengo que ir. Mañana me voy de viaje y tengo que madrugar. Pero no te preocupes, que me recoge mi novio.
-Ah, que tienes novio...
-Sí. Pero no te rayes. Ya te he contado lo que yo pienso de esto. Seguro que crees que me tengo que sentir mal o algo.
-Bueno, no sé...
-No te preocupes. Para mí el sexo es un pasatiempo más. No hay diferencia entre lo que acabamos de hacer y lo que hemos hecho en el banco.
-Y si no hay diferencia para ti, ¿por qué haces esto?
-Porque en el sexo se liberan hormonas que te hacen sentir muy bien. Es algo muy positivo para el cuerpo. Seguro que lo sabes. Además, siempre es emocionante descubrir así a una persona. No te creas que por todo lo que te he contado yo no disfruto del sexo y de todo lo que conlleva.
-Ah, vale -dije algo confuso.
-Mi novio también se ve con otras personas. Para nosotros esto es lo normal. Tenemos una relación muy abierta.
-¿Te puedo hacer una pregunta?
-Claro.
-¿Prefieres este tipo de sexo con cualquiera, o con tu pareja?
-Son dos cosas muy diferentes. No sé cómo explicártelo... Mmm... Es como pasar tiempo con tus amigos y con tu familia. No es lo mismo, pero ambas cosas están muy bien. En el sexo con mi pareja pasan muchas cosas. Hay muchas mezclas de sentimientos y sensaciones. El cariño es lo más importante al estar acostumbrados ya el uno al otro. Eso no se consigue con alguien a quien acabas de conocer. O más bien, es muy difícil.
-Ya veo. ¿Y no te cansas?
-No. Es que como te he dicho, yo no concibo todo esto como lo hacen los demás.
-¿Y por qué lo llamas novio?
-Para que me entiendas. Este chico es alguien a quien quiero un montón con el que llevo viéndome muchísimo tiempo. Nos tenemos un cariño enorme y a ojos de los demás nos clasificamos así.
-¿Él también piensa como tú?
-Sí. Más o menos.
-¿Y no te molesta tener que clasificaros para que los demás os entiendan?
-Mmm, no. Soy muy tolerante con eso. Tampoco es que sea malo clasificarse. Pero yo prefiero no hacerlo y ser más libre en todos los sentidos.
-Entiendo.

Nela se vistió en lo que tuvimos esta breve conversación, la cual me resultó interesante para no llegar a entender varios puntos. Yo también me vestí y la acompañé a la puerta una vez su novio le avisó de que estaba en la puerta con el coche. A diferencia de Raquel, ella se despidió de mí con dos besos y un hasta luego muy dulce.
 
Capítulo 372

Me acosté en la cama tras darme una ducha relajante de agua caliente, quedándome pensando en lo que acababa de hacer. Bueno, más que eso, fue en cómo pensaba Nela respecto a las relaciones y el sexo en general. Creía que a esas alturas ya había visto bastante, empezando por mí mismo al verme siempre bastante abierto sexualmente. Considero que no cualquier hombre no bisexual hace un trío en el que hay dos chicos y una chica, que se deje follar el culo como hizo mi expareja conmigo de aquella manera, o simplemente darse un beso con otro hombre como había hecho alguna vez con Mario por aclamación de nuestras pajeras.

Hay demasiados prejuicios que yo pensaba que sabía solventar, pero lo de esta chica era ya algo supremo. También creía que lo había visto prácticamente todo en el ámbito de pareja. No mucho por mi parte, aunque presencié varias veces a Elena enrollándose con otra chica como Irene o Sofía, llegando a algún toqueteo, algo que disfrutaba de verdad; sino por parte de mis amigos Irene y Mario. Pensaba que no habría nada más allá de esa relación abierta en el que metían a más gente para follar, pero veo que le equivocaba.

Era algo que incluso admiraba en ellos por ver cómo disfrutaban de algo tan bueno como es el sexo en compañía de más personas y disfrutando al máximo, pese al malentendido que tuvo lugar con Sofía, pero fue algo muy puntual, que no significa que no tuviera su gravedad. Sin embargo, ellos siguieron a su manera con ese comportamiento. Ya no inmiscuían a cualquiera, pero sí que seguían metiendo a terceras personas en la cama en forma de amigos. Y cuando cualquiera se follaba a otra persona que no fuera su pareja era algo que no parecía importarles.

Mi cabeza empezaba a divagar preguntándome a mí mismo si me hubiera gustado que Elena hubiera sido así más como Irene. No estaba totalmente seguro de la respuesta. Me costaba mucho imaginármela así pese a las cosillas que había ido haciendo en todos esos momentos en los que tonteábamos con amigos. Se me vino a la cabeza el momento en el que Mario le tocó un poco el coño con sus dedos para darle un ligero estímulo, cosa que no me importó. De hecho, estaba muy encendido y lo logré disfrutar.

Pero claro, no es lo mismo que alguien toque así a tu pareja durante 5 segundos que se la meta hasta el fondo y la reviente, cosa que Mario deseaba hacer por cómo estaba esos días y por cómo la miraba. No sentir celos en ese momento me hacía pensar que no, que no me hubiera importado que se la hubiera follado quizá, pero el pensamiento cambió de manera radical cuando recordé el descubrimiento que hice en el móvil de Elena al leer esa conversación que tenía con su jefe. De hecho, en ese momento me cerré en banda para hacer cualquier cosa con nadie más. Ni siquiera con nuestros amigos pese a haber hecho ya bastantes cosas.

Se me estaba empezando a poner mal cuerpo al recordar todas esas cosas, por lo que sacudí mi cabeza para tratar de sacar todo eso de ahí. Para ello cogí el móvil para ver cosas y distraerme, pero me fui a los mensajes, porque hacía ya varias horas que no los revisaba. Ahí me encontré conversaciones en varios grupos. Miré el de amigos más cercanos, con algunos comentarios triviales, aunque al parecer Mario se iba a ir unos días fuera por trabajo, con Irene poniendo emoticonos de cara triste.

Sofía daba ánimos y yo también, aunque lo puse en ese momento, siendo ya de madrugada. También miré el grupo grande donde estábamos todos los amigos, aquel grupo con el que solía quedar para ir a tomarme una cerveza. Pero había muchísimos mensajes y me daba bastante pereza leerlos, así que lo hice en diagonal, sin llegar a encontrar algo especialmente relevante, aunque me percaté de que había entrado gente nueva, pues veía como tres o cuatro mensajes que decían de haberse unido, con números que no tenía registrados.

Finalmente me percaté de que tenía mensajes de Mónica y eran de esa misma noche. En ellos me preguntaba si estaba bien, ya que se había pasado otra semana sin que fuera a terapia y le parecía raro por lo bien que me había visto en las sesiones que habíamos tenido. También comentó que le apetecía hablar conmigo como habíamos hecho alguna vez, porque según ella tenía buena conversación.

Me quedé un rato mirando esos mensajes y por algún motivo seguía algo picado con ella. Todavía me escocía su comportamiento conmigo. Me seguía dando la sensación de que era el último plato para ella y me repateaba. Vi que estaba en línea, como decía su estado una vez entré en su perfil. Hasta cambió a "escribiendo" en lo que pensaba en ella, pero no acabé de recibir ningún mensaje. La dejé en visto y dejé el móvil un poco apartado, quedándome mirando al techo.

Pero pronto lo cogí de nuevo, bastante sobresaltado. ¿Y si uno de esos números que no tenía registrado era el de Elena? ¿Había sido ella alguien de los que entró en el grupo? Rápidamente miré los números para ver si me sonaba, pero no recordaba el nuevo móvil de Elena, así que miré en contactos bloqueados, viendo cómo comenzaba su número. Memoricé los tres primeros dígitos y regresé al chat del grupo para ver si coincidía. Ninguno de ellos era su número. Respiré aliviado, sin llegar a entender por qué, pero me quedé mucho más tranquilo.

Demasiadas emociones en ese día entre haberme acostado con una chica muy similar a mi ex, el momento en el reflexioné sobre la concepción que tenía yo sobre el sexo y las relaciones recordando momentos malos, el medio cabreo que seguía teniendo con Mónica y el susto de pensar que Elena había vuelto a entrar al grupo. Aún seguía teniendo aquellos somníferos. Sabía que no me sentaban muy bien por el efecto de más que tenían en mí, pero necesitaba descansar después de toda la semana yendo y viniendo a todos lados andando, además de haber hecho bastante ejercicio en el gimnasio y corriendo. Así que pensé en tomarme uno con la esperanza de no levantarme con ese mal cuerpo al día siguiente.

Pequé de optimista, porque al final estuve todo el domingo bastante reventando. No podía hacer nada que requiriera mucho esfuerzo, pero al menos había descansado bien y sabía que lo iba a hacer el resto del día. Así que me lo pegué tirado en el sofá todo el tiempo viendo la tele. Estaba tan K.O. que no me paré a pensar nada de lo que rondaba mi cabeza últimamente.

La semana empezó como lo hacían las anteriores. Seguía con la rutina de levantarme temprano para ir al gimnasio y luego a correr, regresando a casa para darme una ducha e ir a tatuarme. Era algo que le agradecía mucho al tatuador el tener ese horario fijo para no trastocar esa rutina con la que estaba a gusto. Por las tardes seguía con mis clases, ayudando a los alumnos que ya empezaban a tener exámenes. Pero la semana traería hechos importantes.

El primero fue recibir una llamada de la academia a la que fui a preguntar si buscaban a alguien para dar clase allí. La dueña de la academia me preguntó si seguía buscando trabajo, explicándome que una chica que trabajaba allí se tenía que marchar y necesitaban a alguien para cubrirla. Me quedé un poco sin saber qué decir, porque no me esperaba algo así. No tenía previsto que pudiera pasar cuando me dijo que estaban llenos y que el personal llevaba trabajando allí bastante tiempo. Además, ahora tenía unos alumnos y no podía dejarlos a medias.

Al verme titubear me explicó cómo sería el trabajo, contándome que solo tendría que ir por la tarde de 4 a 9 de lunes a viernes. También me dijo cuánto cobraría. Y, siendo honesto, estaba muy bien. No iba falto de dinero, pero la verdad es que el cambio era muy considerable. De 200 euros al mes pasaba a 1200. Que tampoco es que fuera un sueldo excelente, pero la diferencia era muy notable. Me dijo que me lo pensara, pero que necesitaba una respuesta rápida, con la idea de que me incorporara al mes siguiente, cosa que era en una semana.

Fue una decisión difícil por muy fácil que pareciera desde el punto de vista económico, pues me sabía muy mal dejar a los alumnos que tenía, los cuales me habían cogiendo cariño por lo que me decían las madres. Algunos preguntaban si iba a ir ese día, aunque no me tocara estar allí, otros preferían hacer sus tareas conmigo que con sus padres. Y yo también les había cogido algo de cariño, ya que me recordaban mucho a Paulita y casi que empezaba a establecer ese vínculo con ellos, aunque con Paula era muy grande para las pocas veces que nos habíamos visto.

Recuerdo que de últimas se refería a mí como "papá", aunque ella se reía al darse cuenta de su error. Cuánto la echaba de menos... No fue una decisión fácil de tomar, porque no quería dejar tirados a mis alumnos, pero trabajar en la academia tenía sus ventajas. Una de ellas era tener un horario fijo en el que no tendría que recuperar ninguna clase en casa de que algún alumno no pudiera venir, cosa que me tocó hacer alguna vez, forzándome a hacer malabares para poder atenderlos a todos.

Otra ventaja era estar más tranquilo sin tener que ir de un lugar a otro algo apurado de tiempo o gastando gasolina, porque de hecho me pillaba a 5 minutos de mi casa la academia. Y evidentemente el cambio notable de sueldo, el cual me permitía vivir más desahogado después de los gastos que había realizado últimamente. Fue una decisión que maduré por la noche aprovechando mis dificultades para dormir.

Al final llegué a la conclusión de que tenía que aprovechar esa ocasión, porque no sabía cuándo se me iba a presentar otra igual. A lo largo de la semana fui informado a las madres de la situación. Todas ellas se preocuparon, aunque entendían que era algo que me venía mejor a mí. Yo les planteé la solución de que los llevaran a la academia para que siguieran allí las clases, porque aparte de idiomas, también hacía cabida para todas las demás asignaturas, especialmente para las de primaria.

Así que seguramente los seguiría teniendo por ahí. Una vez informadas, me puse de nuevo en contacto con la que sería mi jefa para informarle que contara conmigo. Ella me preguntó si tenía experiencia y le conté que algo sí que tenía al llevar un mes dándole clases a cuatro niños, además de haberlo hecho antes a nivel de bachillerato cuando ayudé a Noelia y a María. Del nivel de inglés no estaba preocupada, porque sabía de primera mano que lo tenía, teniendo también el de francés. Por la tanto, al cambiar de mes, cambiaría también de trabajo, aunque esencialmente sería lo mismo al desempeñar el mismo oficio, aunque sería a mayor escala al tener varios grupos repartidos por toda la tarde.

Otra situación importante que se dio esa semana fue el miércoles por la noche. Estaba en casa relajado cuando de repente llamaron a la puerta. Me extrañó bastante por las horas que eran, ya casi las 10 de la noche, siendo una hora en la que nunca recibía visitas, aunque siendo honesto, no terminaba de recibir ninguna sin importar la hora. Probablemente era una de las últimas personas que esperaba ver en ese momento.

Se trataba de mi hermano David. Puse cara de sorpresa al verlo, aunque no dije nada. Él tampoco lo hizo, pero tenía un rostro serio. Tampoco le dije o hice un gesto para que pasara, pero él se tomó la libertad de pasar, casi apartándome de su camino, aunque no me llegó a tocar. Y ahí me quedé yo, unos breves segundos sujetando aún el pomo de la puerta, paralizado, sin saber qué hacer. Cerré la puerta mientras pensaba que se venía charla, y no de las agradables. Quizá había venido para explicarme lo que había exactamente entre él y Elena. No me apetecía una mierda pasar por eso, pero no me quedaba otra, así que fui al salón, donde ya se encontraba él. Iba a preguntarle qué hacía en mi casa, pero no me dejó.

-¿Estás contento?
-¿Contento? ¿De qué?
-Pues de todo lo que has liado. ¿Te parece poco?
-No sé qué es lo que piensas o la película que te has montado, pero seguro que estás equivocado. De hecho, no sé cómo sabes que vivo aquí.
-Me lo dijo mamá. Te recuerdo que yo también estudié aquí y que, de hecho, he venido a esta casa alguna vez. No era tan difícil de encontrar.
-Pues se podía haber callado.
-¿Se puede saber qué le has hecho a Elena? Es que no me entra en la cabeza. Te lo juro que no me entra.
-Pues nada que a ti te importe. Eso es lo que he hecho.
-No sé cómo has podido joder la cosa con alguien como ella. Es que es un ángel. ¿Cómo has podido joderle la vida de esa manera?
-Lo mismo no es tan buena como tú te crees -dije pensando en la venganza que había montado al aparecer con él en casa.
-¿Pero qué coño dices? ¿Eres gilipollas?
-El gilipollas eres tú por dejarte engañar por ella.
-¿Engañar? ¿En qué me ha engañado? Ella es muy transparente y desde primera hora ha sido muy cercana y hemos hablado mucho. No tienes mi puta idea.
-El que no tiene ni puta idea eres tú. Así que cállate.
-Pues como no tengo ni puta idea, cuéntamelo. A ver, qué cojones le hiciste.
-¡Qué yo no fui, coño!
-Claro, fue ella. Qué idiota eres, que no sabes apreciar lo que tienes.
-¿No era tan transparente? ¿No te ha contado ella?
-No. No me ha dado detalles. Solo me dijo algo de un engaño.
-Fue su hermana.
-O sea, que te follaste a su hermana.
-Que no.
-Una polla que no.
-Que fue ella, joder.
-Ya... Ella... ¿Y cómo fue? Porque no veo cómo puede pasarte algo así.
-Su hermana se vino a vivir con nosotros porque iba a entrar a la universidad. Estaba obsesionada conmigo desde el primer día que la conocí. Y el día de mi cumpleaños pues se metió en la cama conmigo. Yo creía que era Elena y me dejaba hacer, pero me di cuenta que era ella demasiado tarde. Vamos, que me violó.
-Te violó... Una chica de 18 años que seguramente sea como su hermana, así delgadita y bajita. A ti, que le sacas más de dos cabezas seguramente... ¿Eres tonto?
-Joder... Qué es verdad, coño. ¿Por qué la iba a engañar? A ver...
-Porque eres gilipollas y te dejas llevar por echar un polvo fácil. A ver si te crees que no sabía lo que se comentaba de ti por la universidad. Que cada mes te veían con una diferente. O en menos tiempo. Eso es lo que has hecho. Esa niña se te habrá puesto a tiro y tú te has lanzado a ella de cabeza sin importarte nada la pobre Elena. Pero espérate... Que no contento con eso, te vas a casa para joderle la existencia a papá y a mamá. Qué vaya voz tenía la pobre cuando hablaba con ella... Por no decir nada de su cara. Es que hay que ser... Y luego me encuentro que se han separado. Por tu culpa, porque lo sabes, ¿no? Se han separado por tu culpa. ¿Cómo te sientes al romper un matrimonio de casi 30 años, Javi? Has jodido la vida de una chica estupenda y de tus padres. Ya no viven en su casa, papá ha dejado su trabajo para venirse a vivir conmigo y mamá la pobre de ha ido a casa de los abuelos porque se le cae el alma a los pies al estar tan sola en casa.

Ya no aguanté más. Me estalló todo lo que me dijo en la cara. Pero la cara que se rompió fue la suya del puñetazo que le solté en la boca. De hecho, le partí el labio, comenzando éste a sangrar, aunque no de manera exagerada. Él, del golpe, se quedó medio aturdido, mirándome con cara de estupefacto. Jamás me había peleado con mi hermano. Habíamos tenido las típicas broncas de niños pequeños cuando lo éramos, o algún pique por la consola o por tener uno alguna cosa que el otro no tenía. Pero jamás nos habíamos puesto la mano encima.

De hecho, yo nunca me había peleado con nadie en mi vida. Ese fue el primer puñetazo que di con la intención de hacer daño de verdad. Mi hermano se quedó parado sin hacer nada. Por la cara que tenía no se lo esperaba, permaneciendo con los ojos como platos, mirándome fijamente. De repente su cara se sulfuró, sus cejas se inclinaron, su mandíbula se movía al apretar los dientes y sus fosas nasales se abrían.

Estaba muy cabreado y parecía que iba a decir algo, pero esta vez fui yo el que no le dejó. Le propiné otro puñetazo tras agarrarlo de su sudadera con la mano izquierda para atraerlo hacia mí. Esta vez lo encajó en el mismo sitio, pero más arriba, en su pómulo. Trastabillado, parecía que iba a caer al suelo, pero lo sujeté de dónde lo tenía agarrado para atraerlo a mí para que me mirara a los ojos.

-No tienes ni puta idea. De nada. Tienes los cojones de no contactar conmigo para nada en meses y te atreves a venir a mi puta casa a explicarme algo de lo que no tienes ni puta día. ¿Te das cuenta de lo subnormal que eres? Elena me dejó porque se montó su película sin dejarme que le explicara lo que hizo la hija de la gran puta de su hermana. Y fue tu padre el que la jodió. Le dijo a mamá que era su culpa por haberse empeñado en tener otro hijo. ¿Eres consciente de las palabras que dijo ese cabrón? Ya está. Ya lo sabes. Ahora, si sigues pensando así es cosa tuya, aunque me da igual. Sabes lo mal que lo he pasado y de hecho lo has visto y tienes los cojones de venir a decirme todas esas cosas. Para tener un hermano así, prefiero no tener nada.

Y sin decir nada más por ninguna parte, lo lleve a rastras hasta la puerta para echarlo de mi casa dando un portazo.
 
Capítulo 373

Evidentemente el momento posterior no fue el mejor. Parecía estar levantando cabeza y de repente me ocurría esto. Yo, que nunca me había peleado con nadie, pues lo acababa de hacer con mi hermano. Dos puñetazos le di con la intención de hacerle daño, suponiendo yo que lo conseguí por cómo le sangraba el labio a consecuencia del primero y por cómo se le hinchaba su pómulo izquierdo con el siguiente. El primero lo dejó sorprendido, aunque tuvo la capacidad de reaccionar enfadándose.

Al darle el siguiente sí que no reaccionó. Parecía medio grogui y me daba cuenta de cómo su cuerpo se tambaleaba y le flojeaban las piernas. Para ser casi tan alto como yo, pude arrastrarlo con fuerza para echarlo de casa. Ahora no solo había perdido la relación con mi padre, sino que también lo había hecho con mi hermano. De nuevo tenía esa sensación de que mi vida se derrumbaba al perder a otra persona de mi vida.

Pero lo que se derrumbaba eran los antiguos cimientos. Lo que acababa de pasar no debería afectar a mi nueva vida. En el momento fui capaz de razonar que poco importaba la pelea que acababa de tener con mi hermano, pues sin contar esos días que pasó en casa por Navidad, poco sabía de él. Era más como un pariente lejano para mí en ese tiempo, casi desde que se fue de casa en concreto. Pero entonces, ¿por qué no se me pasaba la angustia y la presión que tenía en el pecho? Pasaban los minutos y no me encontraba mejor, por lo que me puse en contacto con Mónica por mensaje.

-Buenas noches. ¿Estás disponible?
-Hombreeeee... -dijo a los pocos minutos- Si estás vivo. ¿Qué pasa?
-Necesito terapia mañana.
-¿Todo bien?
-No. Estoy muy nervioso. Tengo una presión en el pecho que no me deja respirar bien.

Mónica me llamó enseguida y se lo cogí.

-Javi, ¿qué te ocurre?
-A venido mi hermano a casa y nos hemos peleado.
-¿Por lo de tu ex?
-Sí. En parte. Me ha empezado a decir cosas muy feas. Que si le he jodido la vida a ella, a mis padres...
-Bueno, tú tranquilo, ¿vale? Respira hondo y despacio diez veces. Siéntate y ponte cómodo. Y tómate un tranquilizante.
-Vale. Voy a por él.
-No te preocupes, que mañana vamos a hablarlo y ya verás como no pasa nada.
-Vale, mañana nos vemos.
-A las 9 tengo un hueco. ¿Te viene bien?
-Perfecto. Y siento haberte molestado tan tarde.
-No me has molestado. Era una emergencia y has hecho bien en llamarme.
-Vale. Mañana nos vemos.
-Hasta mañana. Y si te empiezas a sentir mal, me avisas. Con el tranquilizante se te debería pasar eso y tu cuerpo se debería calmar. Haz también ejercicios de respiración.
-Muy bien.

Eran ya algo pasadas las 12 cuando decidí acostarme. Como me dijo Mónica, me tomé el tranquilizante y me tumbé en la cama para tratar de relajarme. Y lo conseguí, estando también pendiente de controlar mi respiración para hacerlo más fácil. Se me pasó en gran parte ese malestar que tenía encima, pero como ya esperaba, el tema de dormir iba a ser como el de todos los días o incluso peor.

Efectivamente dormí nada y menos. Quizá 2 horas desde que me fui a dormir hasta que me levanté a las 8 de la mañana para ir duchándome y desayunar algo, aunque no me entraba nada y menos a esas horas, consiguiendo solo comerme una pieza de fruta. A las 9 de la mañana estaba puntual en la consulta de Mónica y me recibió en el momento. Me hizo pasar y estuvimos toda la hora hablando.

Al igual que aquella vez en la que le conté prácticamente todos mis problemas desde que conocí a Noelia, Mónica me escuchaba atentamente, porque me pidió que le contara con detenimiento todo lo ocurrido la noche anterior. Ella hablaba con ese tono bajo y cariñoso, haciendo gestos con sus manos como si me quisiera tocar, pero sin llegar a hacerlo, como si tuviera miedo de que me fuera a romper. Una vez le conté todo lo ocurrido, ella me empezó a dar su punto de vista sobre aquello.

Me dijo que estaba claro que mi hermano se había enamorado de Elena y que se dejó llevar por sus sentimientos. Y lo vio claro por la hora a la que apareció un miércoles por la noche teniendo él que trabajar, porque hasta eso me preguntó. Que su casa estuviera bastante lejos de la mía me hizo ver que su pensamiento era bastante posible. Mónica me dijo que probablemente estaba muy frustrado con esa situación y que le tendría muy quemado, llegando al punto de ir hasta mi casa para encararme diciéndome todas esas cosas tan feas.

Mónica me hablaba de una manera y con una seguridad de lo que decía que me hacía ver todo lo que hablaba, era como si lo pudiera ver todo. También me explicó lo que tenía que hacer para sobrellevar aquello. Me fue muy franca al decirme que no iba a ser algo fácil de superar, pero que me veía con determinación por cosas que ya habíamos hablado y estaba segura de que saldría adelante.

La verdad es que ya pasadas unas horas no lo veía tan grave ni tan malo, pero ella era muy lista y sabía que luego en los momentos de soledad vendrían esas ostias en forma de recuerdos de todo tipo, además de la culpabilidad. También me dijo que todo dependía de mí y que tenía que ser fuerte. La miraba extrañado, pues como acabo de decir, estaba más tranquilo en ese momento, pero en otros momentos la entendería.

Nos despedimos con dos besos, como solíamos hacer y me fui de allí con un humor bastante bueno para cómo lo tenía hacía unas horas. En ese momento en el que Mónica me ayudó se me fue todo ese tonto pique que tenía con ella por su manera de ser conmigo. Me sentía mucho mejor después de hablarlo y recibir sus consejos.

Esa mañana me la tomé libre de hacer ejercicio, porque me apetecía estar tranquilo y no acelerarme. Aun así, dediqué gran parte de la mañana a pasear, haciendo hora para ir a tatuarme, ya que tenía una cita y no la iba a cancelar. Efectivamente me venían por momentos cosas habladas con mi hermano la noche anterior y lo que pensaba de lo que había hecho Elena, pero me mantenía firme y trataba de quitarme todo eso de la cabeza rápidamente.

Antes de ir a trabajar, opté por tomarme una bebida energética de esas de lata grande, porque mi cuerpo no daba mucho más de sí y no quería parecer más zombi de lo que parecía con mis ojeras. Por la tarde con los alumnos también me pasaba, pero hacía lo mismo, manteniendo la mente ocupada en preparar mentalmente alguna explicación que les tuviera que dar acerca de algo que tuvieran que repasar, o buscando maneras de enseñarles lo nuevo para que les resultara más fácil.

Sin embargo, por la noche estando ya solo en casa y después de cenar, sí que me costaba más mantener a raya todos esos pensamientos nocivos. Miraba el móvil, algún vídeo en YouTube o me ponía a buscar cosas relacionadas con el juego al que había vuelto, pero al final me queda a mirando a un punto fijo pensando. Finalmente opté por tomarme un tranquilizante para que el cuerpo descansara a la vez que me ponía a jugar a algún juego que requiriera concentración para mantener la mente ocupada. Sobre la 1 de la noche me fui a la cama para tratar de dormir, pero me costaba, como siempre. También cogí la costumbre de ponerme alguna serie para hacer sueño, o simplemente música que me relajara, y me venía bien en cierto modo, pero no me ayudaba mucho a dormir.

El viernes sería en gran medida igual al jueves. Me mantenía pensativo, aunque ya me costaba menos mantener a raya todo lo que se me venía a la cabeza desde el día anterior. Para llevarlo mejor decidí arreglarme y salir a dar una vuelta tras cenar en casa después de un día más de rutina, yendo esta vez al gimnasio, a correr un poco, a tatuarme, a dar mis clases y darme una pequeña vuelta por la tienda con la intención de ir al día siguiente por la tarde para jugar con el grupillo ya conocido.

Por alguna razón se me vino a la cabeza la paranoia de Irene de no querer que me cruzara con Noelia. Y pensando en mi amiga, decidí irme a algún sitio que pillara lejos del centro y, sobre todo, del ambiente estudiantil. De camino miraba el móvil y vi que Irene no estaba llevando demasiado bien la marcha de Mario por trabajo. Sofía se encargaba de animarla yendo bastante por su casa para hacerle compañía, pero no es lo mismo. Que me lo digan a mí...

Además, Sofía estaba algo atareada con el trabajo, aunque ambas me decían de acercarme el fin de semana para estar con ellas y así darnos cariño entre todos. Quizá me vendría bien ir y pasar con ellas todo el finde, pero aún me notaba algo callado y distante y no quería que me lo notaran, así que decidí quedarme en casa todo ese fin de semana para poner mi mente en orden. Ya iría a verlas cuando me encontrara mejor.

Llegué a un pub bastante alejado de mi zona y al cual ya había ido alguna que otra vez, aunque la última vez que lo hice fue hacía varios años. Allí me animé a tomarme una copa, esta vez sin pedir que no me la cargaran mucho. La verdad es que estaba fuerte, pero ya había pagado por ella, así que me la tomé. No estaba muy concurrido de primeras, pero la cosa se fue animando a medida que pasaba el tiempo. Ya pasadas las 12 de la noche había bastante gente. Me senté en un sillón de esos típicos individuales que ponen en esa clase de lugar.

Mi idea era salir para distraerme y conocer a alguien, aunque fuera solo para hablar, pero en lugar de socializar me quedaba sentado con la mirada perdida pensando en lo que lo llevaba haciendo esos últimos días. Lo que más rondaba mi cabeza era lo de que mi hermano estaba enamorado de Elena. No extrañaba, pues la conocía de sobra y sabía el afecto que se le puede llegar a pillar, además de esa dulzura que tenía y de genial manera de ser. ¿Pero realmente la conocía?

Lo que hizo me dejó muy sorprendido. Jamás hubiera esperado que ella me hiciera nada así por muy mal que hubiera puesto yo la cosa. No era su estilo, pero al parecer sí que lo era por cómo acabó todo. De repente, mientras mi mirada bailaba de un lugar a otro vi a alguien que me resultaba familiar. Fue una sensación rara, pues me sonaba mucho, pero había cosas que no me encajaban. En un momento dado, esta persona giró su cabeza y pude reconocer quién era. No me lo podía creer. Estaba allí. Al fin la veía después de tanto tiempo sin saber de ella.
 
Capítulo 374

Se trataba de una chica que ya he mencionado anteriormente. Una chica que conocí cuando yo estaba en segundo de carrera, habiendo entrado ella nueva y, por lo tanto, estando en primero. Su nombre, como le dije a Elena en alguna conversación que tuvimos, era Cintia. También le conté cómo ella estaba algo perdida en esos primeros meses por entrar apurada por algún problema que tuvo, viéndose algo sola para hacer trabajos o estudiar.

Y coincidimos en la biblioteca a la que yo solía ir para buscar información, junto a más gente de clase. Allí me explicó lo que le ocurría y yo, pues me presté a echarle una mano. Fue una relación de amistad que escaló muy rápido por su parte, poniéndose en contacto conmigo varias veces en semana para vernos por la biblioteca. También coincidía con ella por la facultad, aunque la mayoría de las veces solo saludaba moviendo su mano enérgicamente.

Era algo tímida y por lo general cuando nos veíamos en la biblioteca era a solas o me llamaba la atención para que me acercara. Cuando se acercaba a mi grupo de estudio permanecía bastante callada. Recuerdo que Ángela también hacía por donde para integrarla, cosa que me extraña ahora que lo pienso al saber que ella estaba enamorada de mí según me dijo, pero tal vez aún no lo estaba en ese momento.

Es algo chocante teniendo en cuenta que Cintia también me miraba y se arrimaba más conforme pasaba el tiempo, dándome cuenta hasta yo de que le gustaba, pero Ángela no ponía ninguna cara rara ni notaba celos por su parte. El caso es que poco antes de las vacaciones de Navidad me dijo que estaba teniendo problemas con una materia en específico y me pidió que le echara una mano, pero se olvidó llevar sus apuntes a la biblioteca, así que echamos un breve rato en la biblioteca, diciéndome ella que me invitaba a una cerveza cuando ya serían las 8 de la tarde.

Estuvimos hablando un rato más y me dijo de ir un momento a su residencia para que le echara un ojo a sus apuntes para ver si los tenía bien. No sé si lo hizo intencionadamente, pero acabamos yendo a su residencia. No estaban nada mal de hecho, pero no terminaba de entender los puntos claves para saber cómo tenía que abordar la materia. Yo le expliqué algunos trucos para que los pusiera en práctica, a la vez que algún consejo más al decirle dónde se centraban más para los exámenes, poniendo alguna que otra trampa.

Ella estaba atenta en todo momento. No me daba la sensación de que estuviera haciendo aquello con la intención de llegar a algo más. Así que aguantó pacientemente hasta que acabé de explicarle, preguntándole si tenía alguna duda más. Ella me respondió negativamente con su preciosa sonrisa en la que mostraba sus dientes y achinaba bastante sus ojos. Después relajó su rostro, mirándome de manera breve a los labios para acercarse lentamente a mí y darme un beso.

Mi reacción fue seguirle el beso mientras ponía mi mano en su espalda. Cintia sabía muy dulce, además de serlo como persona. Físicamente, no llegaba ni a 1,50 aunque se quedaba muy cerca. Era muy guapa de cara, con un rostro algo aniñado quizá, al igual que le pasaba a Ángela. Muy blanquita de piel, con rasgos normales entre los que solo destacaba su nariz algo puntiaguda, además de sus dientes que se asomaban a la mínima que abría la boca pese a no tenerlos grandes ni feos. Sus ojos eran negros como la noche, siendo más bonitos todavía cuando te miraba intensamente y los cuales llevaba casi siempre decorados con una raya en cada uno.

Era rubia, pero no natural, pues tenía las raíces bastante oscuras, siendo el resto de un rubio bonito. Peinaba una melenita lisa que no le llegaba a los hombros ni siquiera, pero que no le quedaba nada mal, con una raya al lado. Era delgada, aunque tenía partes de su cuerpo tonificadas al gustarle mantenerse en forma al ir al gimnasio. Sus brazos y piernas estaban bien torneadas sin llegar a parecer masculinas. Sus manos y sus pies eran partes que estaban en consonancia con su cuerpo, pues eran pequeñas y bonitas.

Vientre liso también por ese ejercido que hacía, donde quizá lo que más destacaba eran sus muslos y su culo. Se notaba que trabajaba ambas zonas, al tenerlas carnosas. Era muy parecida a Ángela en ese aspecto, aunque sus carnes eran más firmes y duras, como pude comprobar posteriormente al tocar esas zonas. Por último, no se caracterizaba por tener grandes pechos, de hecho, no los tenía por lo que siempre había podido ver cuándo de vez en cuando su ropa se ajustaba a su cuerpo.

Aprovechando que su compañera de habitación se había marchado ya a casa por las vacaciones de Navidad, Cintia no se cortó en empezar a comerme la boca con muchas ganas estando ambos aún sentados cada uno en una silla. Cuando se despegó de mí la veía nerviosa y no era la única, porque yo también lo estaba al no tener aún tanta experiencia con las chicas. Sus ojos temblaban un poco. Yo tan solo me quedé mirándola pacientemente, dejándole a su elección seguir o parar. Me hubiera jodido haber parado. Cintia era una chica atractiva y no había pasado desapercibida para mí.

Evidentemente me había fijado en su cuerpo y me gustaba. Afortunadamente no dijo de parar, aunque pensaba que lo iba a hacer cuando se levantó. Pero lo hizo para cerrar bien la puerta para no tener ninguna sorpresa inoportuna. Cuando se dio la vuelta para verme seguía nerviosa. Yo la miraba sonriendo y eso pareció calmarla, pero seguía con mucho nervio. Vino hacia mí rápidamente para coger mi mano y llevarme con ella a su cama. A la litera de abajo en concreto. Allí sentados nos volvimos a besar más detenida y calmadamente.

Cintia era una chica que besaba muy bien. Sabía cómo usar la lengua y ponía sus manos sobre mi cara de una manera tan suave que casi me hacía cosquillas, pero era algo que disfrutaba mucho. A medida que el beso cogía intensidad, Cintia se dedicaba a acariciar mi cuerpo, empezando por la nuca, bajando poco a poco por mi espalda y pasando después a mis brazos. Hasta metía sus manos por dentro de mí sudadera para acariciar mi pecho directamente haciéndome estremecer por lo frías que tenía sus manos al estar ya en diciembre. Ella se asustó al ver mi reacción, pero yo me encargué de tranquilizarla al abrazarla.

Rio bajito y me empezó a besar el cuello, sin llegar a estremecerme tan intensamente como haría varios años después con una persona en especial. Seguía nerviosa y tiró de mi sudadera para quitármela. Me miró bien sonriendo y yo ya me empecé a encender de verdad, por lo que la puse sobre mí para que quedara con una pierna a cada lado de mi cuerpo. De nuevo, ella reía de manera dulce, pero yo necesitaba ya más, pasando a besarla, aunque fue de manera breve, pues mis manos ya subían desde su culo hasta su jersey de lana para quitárselo. Lo hice, pero aún tenía un sujetador blanco bastante pequeño. Eché mis manos a su espalda para tratar de desabrocharlo, pero ella se revolvió.

-¿Qué pasa? -le pregunté algo descolocado.
-Nada... -dijo nerviosa.
-¿No quieres? Creía que sí. Mira cómo estamos.
-Claro que quiero.
-¿Segura? No pasa nada si no quieres. Entiendo que no estés segura del todo y prefieras dejarlo para otra ocasión.
-No es eso -dijo volviéndome a besar.
-¿Qué pasa entonces? -dije al separarme de sus labios- Yo solo quiero que estés cómoda. Si no lo estás, va a ser muy difícil todo.
-Eres un cielo. Gracias por preocuparte.
-Tampoco es para eso, mujer... Jajaja.
-Mira, es que no me gustan mis tetas. Eso es todo -dijo poniéndose roja.
-Ah... Bueno. No hay problema por eso. Como tú quieras. Si quieres quédate así, o quítatelo y ponte una camiseta por encima si así estás más cómoda -dije algo nervioso.
-No hace falta. Así está bien -dijo sonriendo.

Mis manos volvieron a su culo para acariciarlo y amasarlo, volviendo a besarnos. Pero nuestros vaqueros nos estorbaban mucho, sobre todo a mí por la erección que tenía a esas alturas, siéndome superfácil empalmarme en esos años. A la mínima ya estaba listo para la fiesta. No sabía si ella estaba acostumbrada o si no se percató de primeras, porque siempre que una chica se percataba de lo que tenía, algo decía. Pero ella no lo hizo. Para mi suerte, fue ella misma la que se levantó para quitárselo, además de sus zapatillas y calcetines, quedándose solo en ropa interior, ambas prendas blancas.

Qué sexy la vi en ese momento. De hecho, se lo dije, ganándome ver como su cara se ruborizaba mientras apartaba la mirada e intentaba taparse con su pelo. Aproveché para quitarme los vaqueros y ella al verme así, con ese pedazo de erección bajo mis boxers azules, meneó la cabeza con gesto de "vaya tela". También hice como ella quitándome todo menos los boxers, dando palmadas en la cama para que se sentara a mi lado. Una vez lo hizo nos volvimos a besar, con ella poniendo una de sus manos sobre mi cara de manera muy delicada, aunque rápidamente la bajó para acariciarme la polla por encima de la tela. Recuerdo exhalar aire por la nariz mientras nos besábamos, cosa que hizo que se volviera a reír. Yo mientras tanto le acariciaba los muslos, pero necesitaba más.

-Cintia, tengo muchas ganas de tocarte...
-Pero si ya lo estás haciendo... Jijijiji.
-Pero quiero tocarte de otra manera...
-¿Me quieres tocar...? -preguntó de manera juguetona.
-No sabes cómo lo deseo... ¿No quieres tú?
-Ajam... -afirmó de manera tímida.

Poco a poco subí mi mano por su muslo hasta llegar a sus braguitas para empezar a acariciar su rajita por encima. Hasta noté como se le erizó la piel después de que resoplara. La miraba fijamente a los ojos, tocando cada vez con más intensidad para ver cómo reaccionaba. Como la veía bien y bastante excitada, decidí ir más allá metiendo mi mano por dentro de sus braguitas. De primeras noté el tacto de su vello, cosa que me agradó, aunque en ese entonces no tenía ese fetiche. Simplemente me gustaba, aunque no era algo que jugara un papel tan importante como lo haría en el futuro. Ella se puso roja como un tomate.

-Perdona, es que... No tenía esto previsto en realidad... Por eso...
-No me importa, Cintia.
-¿No?
-No. No te preocupes.
-Es que sé que a los chicos os gusta sin nada.
-Yo no tengo problema con eso.
-Es que a mí me gusta tener pelo ahí -dijo nerviosa y muy roja-. Me hace sentir más mujer. Sin nada parezco una niña.
-Claro, es normal que pienses eso.
-Pero que no lo tengo así de normal. Lo llevo más arreglado, solo que llevo mucho sin... Y...
-Cintia, tranquila. De verdad -dije bajando mi mano hasta su raja.

Cintia pegó un respingo, dando también un gritito no muy fuerte. Noté su humedad y unos labios muy finos. De tamaño, por lo que podía notar al tocarla, tenía una raja normalita. Ni grande ni pequeña. Empecé a masajeársela con mis dedos índice y corazón de la mano derecha mientras ella me miraba poniendo cara de placer, estando aún muy roja.

-¿Te gusta cómo te toco?
-Sí. Mucho. Tienes las manos grandes. Eso me pone mucho y así es mejor para tocar.
-Tienes que tener un coño precioso. ¿Verdad?
-No sé...
-¿Cómo no lo vas a saber? ¿No te lo han dicho?
-Mmm...
-¿Eres virgen?
-No, no. Solo que... Solo he estado con un chico y él no hablaba. Solo fue a lo que fue.
-Pero así es un rollo, ¿no?
-Sí... -dijo inocentemente.
-Eres preciosa. ¿Lo sabías? ¿O tampoco te lo ha dicho nadie?

Cintia me sonrió de esa manera suya tan encantadora achinando sus ojos. De nuevo, le di otro pequeño beso mientras la tocaba con más intensidad. Pero me despegué de ella, porque quería meterle un dedo y deseaba ver cómo reaccionaba. Al hacerlo, ella abrió sus ojos, volviéndolos a entonar para poner cara de placer. Estaba muy caliente, literalmente.

-Cuéntame. ¿Qué quieres que hagamos?
-Lo que tú quieras.
-Pero dime qué te gusta. Así estarás más cómoda.
-Sigue tocándome así.
-¿Te gusta?
-Mucho... ¿Me quito las braguitas?
-Lo que tú quieras.
-Es que me da un poco de vergüenza.
-Pues como quieras, Cintia. No tengo problema.

A diferencia de lo que pasó con sus tetas, esta vez sí que se quitó las bragas, levantado su culo brevemente diciéndome que tirara de ellas para quitárselas. Al hacerlo me topé con su coño. Precioso. Con los labios mayores del mismo color blanquito que su piel y unos labios menores rositas, finos y con una pinta deliciosa. Efectivamente tenía vello por toda la zona, tanto por el pubis, en forma de triángulo, como por sus labios mayores, de color negro, al igual que sus raíces y sus cejas.

Otra vez estaba roja como un tomate, pasando a disculparse, pero le resté importancia. Seguí tocándola durante un rato, animándome a meterme el dedo más profundamente o incluso a meterle dos a la vez. Los tenía empapados, pero tampoco se mojaba tanto como para que me llenara la mano con sus fluidos. De pronto, cogió mi muñeca, pidiéndome que parara.

-¿Todo bien?
-Claro -dijo con una sonrisa-. Pero es que yo también quiero tocarte.

Cintia agarró mi polla por la base para empezar a subir su mano por ella. Era una visión muy excitante ver cómo su mano tan pequeña subía y bajaba por ella para empezar a masturbarla. Se quedó con su mirada fija en ella mientras yo alternaba entre su trabajo manual y su cara. La veía muy concentrada, pero yo necesitaba más contacto, por lo que pase a besarle el cuello, haciéndole algo de cosquillas, aunque al ver lo sensible que era empecé a succionar para que fuera más intenso y no provocarle esas sensaciones que le hacían estremecerse y apartarse de mí por momentos.

Parecía gustarle ese cambio en mi manera de besar su cuello, pues el ritmo con el que me masturbaba aumentó. Tanto, que me empecé a poner nervioso temiendo correrme tan rápido. Aún tenía esa sensación de no control sobre mi cuerpo según para qué cosas, siendo esta una de ellas. Algo normal a esas edades y más teniendo en cuenta que Cintia era una chica muy guapa y atractiva y que me ponía mucho. Pero ella no se daba cuenta de lo que le ocurría, por lo que me despegué de la piel de su cuello para susurrarle que parara. Ella reaccionó de manera tosca, apartando su mano de mí.

-¿Te he hecho daño? -preguntó algo alarmada.
-Qué va -dije con seguridad, aunque los latidos de mi corazón demostraban lo nervioso que estaba-. Todo lo contrario. Me estás dando mucho placer. Solo que, si sigues así, voy a terminar y no quiero aún.
-Ah... -dijo tranquila.
-Lo haces muy bien.
-Gracias.
-Qué ganas tengo de sentirte...
-Javi, tengo un problema.

En ese momento me puse nervioso, pues pensé que me diría que estaba nerviosa, o que no estaba segura y que le había entrado el miedo de repente. Hubiera sido algo muy desagradable, porque cortarnos el rollo en esos momentos a los chicos es un palo muy grande. Pero para mí tranquilidad no fue por ahí la cosa.

-¿Qué ocurre?
-No tengo condones. No tengo nada de protección.
-Ah... No te preocupes por eso -dije echando mano a mi pantalón para coger mi cartera.

De ahí saqué un condón que siempre llevaba por si acaso. Cuánto me alegré de llevarlo siempre encima. Ella sonrió al verme sacarlo y se quedó mirándolo.

-Póntelo ya.

Me lo puse en el acto después de romper el envoltorio y tirarlo al suelo. No la estaba mirando, por lo que no sabía qué cara tenía, pero una vez lo hice, Cintia me abrazó por el cuello para echarme sobre ella de manera algo brusca quizá, pues todo mi cuerpo cayó sobre el suyo. Sorprendido por su fuerza, busqué apoyar mis manos en la cama para no hacerle daño mientras ella reía.

-Joder, qué susto...
-Es que no puedo esperar más -dijo visiblemente excitada.
-Pero no me agarres así, nena, que te vas a hacer daño.
-Qué va.

Cintia me agarró de nuevo por los costados para colocarme bien sobre ella. Me dejó algo sorprendido por la fuerza que tenía para ponerme a su antojo sobre ella. Una vez lo hizo, me abrazó con sus piernas por mis caderas, dejando nuestros sexos bastante cerca, aunque sin tocarse debido a que mi erección mantenía mi polla firme sobre su coño. Cintia la agarró y la masturbó durante unos breves segundos, pegándola después a su coñito de tal manera que el tronco de mi miembro entró en contacto con sus labios. Dio un par de movimientos con sus caderas para rozarse, pero en cuestión de unos 5 segundos la agarró con fuerza para metérsela poco a poco.

Yo estaba sorprendido por la manera tan decidida con la que lo hacía todo, pero es que manifestaba mucho lo cachonda que estaba. Lanzó un gemidito una vez mi glande se coló por su agujerito, esperando unos breves segundos de nuevo mientras lo medio apretaba para estimularnos. Su cara empezó a ponerse roja, o más bien sus mejillas, las cuales cogían un color rosa bastante bonito. Ya empezaba a respirar entrecortadamente y poco a poco fue tirando de mí mientras levantaba sus caderas para penetrarse ella misma. Siguió hasta tal punto que toda mi polla entró en su interior.

Cintia me abrazó por el cuello con sus brazos y por las caderas con sus piernas, haciendo mucha fuerza con ellas para que no me despegara ni un milímetro de ella. Así, acabé tumbado sobre ella. Me abrazaba con tal fuerza que me costaba mantenerme sobre ella sin dejar caer todo mi peso sobre su cuerpo. Hasta me dijo que no me preocupara de eso y que me pusiera cómodo. Le hice caso, aunque llegué a poder apoyar mi peso sobre mis codos y mis rodillas.

Nos quedamos algunos minutos así, ambos quietos, con ella siendo penetrada totalmente por mí, pero sin movernos. En esos minutos pensé un par de cosas. La primera fue lo fácil que le resultó a mi polla entrar en ese coño el cual yo suponía más apretado de lo que realmente lo era. Cosa que me llevó a pensar por qué estábamos, así como si tuviera que acostumbrarse a mí para poder follar más cómodamente después. Aun así, la sensación era muy agradable. La notaba perfectamente y estaba deseando moverme en su interior.

Otra cosa que pensé fue que me hubiera gustado mucho hacerle sexo oral. Su coño tenía muy buena pinta y era precioso, por lo que me entraron muchas ganas de comérselo, algo que disfrutaba desde la primera vez que me acosté con una chica. También me hubiera gustado que me la hubiera comido. Ver esa carita meterse todo lo mío en la boca y empezar a chupar debía ser una pasada. Y vaya si lo era... Pero sería algo que no vería ese día. Aun así, no me podía quejar de cómo estaba en ese momento. Para nada. Me encontraba muy a gusto y muy contento de poder follar con esa chica, la cual se ganaba alguna mirada, ya fuera por la facultad, la biblioteca, o por su residencia, como comprobé no hacía ni una hora.

Por fin Cintia reaccionó, bajando sus manos desde mi cuello hasta mi culo, pasando antes por mi espalda acariciándola. Una vez las puso ahí, empezó a empujarme con ellas habiendo relajado antes su cuerpo para no estar tan pegados y causar así la penetración que tanto deseaba empezar. Seguía con esos mismos nervios con los que me entraron en el momento que nos empezamos a desnudar. De hecho, fue ella la que empezó la penetración al mover sus caderas hacia arriba y abajo.

Pero reaccioné bien cuando noté como ella me empezaba a follar. Hasta debía ser raro ver como una chica tan bajita y delgadita era la que llevaba la iniciativa al estar con un chico como yo. Pensé eso y tan pronto como le di cuenta, me empecé a mover, echando mi cuerpo hacia atrás y hacia delante. Cintia empezó murmurando sensualmente con tono de agrado mientras que yo pasé a apoyarme sobre mis manos para tener mejor sujeción. Estaba muy excitada.

Tanto, que no cerraba sus ojos para no perderme de visita. Me miraba a los ojos de una manera muy intensa, siendo solamente interrumpido cuando pasaba a mirar mis labios. Relajó sus piernas para no sujetarme y las dejó caer sobre la cama, aunque después las alzaría cuando la follara con más ritmo. Pero antes de eso estuvimos unos minutos haciéndolo lento.
 
Cintia
 

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Capítulo 375

De repente Cintia me empujó con sus manos al ponerlas en mi pecho, haciendo que me apartara de ella. De nuevo, ese pensamiento de que la había cagado y ya se le habían quitado las ganas o tal vez le había hecho daño.

-¿Qué pasa? ¿Te he hecho daño?
-No... Jejeje. Voy a poner música en el portátil.
-Ah...

No supe cómo era capaz de parar en un momento así para poner música, pero así lo hizo. Fue hasta su escritorio para encorvarse, poniéndose en pompa. Se echó el pelo por detrás de la oreja en lo que buscaba música. Estaba supersexy de esa manera. Tenía una perspectiva perfecta de su culo, con su coñito entreabierto con sus labios hinchados y con un color más intenso. Hasta le podía ver el ojete por como de encorvada estaba. Bastante bonito también, de un color bastante claro, aunque no tanto como el color que tenía el resto de su piel. Empezó a teclear algo y a bajar con el ratón.

Yo la miraba pajeándome lentamente, pues estaba a mil al verla así y al haber empezado ya a follarla. De hecho, me levanté para acercarme por detrás de ella y acariciarle su raja con mi glande tras flexionar un poco las piernas por la diferencia de estatura. Ella lanzó un gritito de sorpresa por no esperárselo supongo, pasando a lanzar un gemido largo en cuanto se la empecé a meter. Ni siquiera presté atención a la música que puso. Me centré en metérsela y agarrarla de las caderas para empezar a follarla de nuevo.

Y así lo hice durante unos segundos, con ella agarrándose al borde de la mesa mientras mi follada cogía más intensidad con casa embestida que le propinaba. Pero de nuevo de apartó de mí, esta vez dándome un empujón con su culo mientras se enderezaba. Medio riendo me cogió de la mano para irnos a su cama. Estaba un poco confuso, porque actuaba por momentos con mucha seguridad, resultándome extraño al haberme dicho que solo había estado una vez con un chico. Tampoco le di mucha importancia y volvimos a enrollarnos en la cama.

De nuevo, Cintia se agarró a mis caderas con sus piernas, pero lo hizo de tal manera que no podía metérsela, aunque me la agarró con la mano para masturbarme lentamente. Mientras tanto nos besábamos, con mucha dulzura por su parte. Yo la seguía en el beso temiendo venirme demasiado arriba y asustándola al hacerlo de manera más guarra. En ese momento sí que me percaté de la música que puso.

Era música de los años 80, bastante conocida por mí, porque a mi padre le gustaba mucho también y siempre la llevaba puesta cuando íbamos en el coche. De hecho, conocía bastantes canciones de las que fueron reproduciéndose de manera automática. Varias eran incluso sensuales, bastante buenas para el momento que estaba teniendo lugar.

Cintia se acomodó bien, moviéndose de tal manera que se metió mi polla después de haberla agarrado, pero sin dejar que me moviera mucho al tenerme atrapado con sus piernas por mis caderas y con su otro brazo enrollado a mi cuello. Yo no podía esperar mucho más y me empecé a mover dentro de ella pese a lo difícil que lo tenía por su manera de abrazarme. Entró sin ningún problema y es que estaba muy mojada. Hasta me llegaba el olor de su sexo, cosa que me encendía aún más.

No era una follada rápida ni intensa precisamente, pero sí que me movía lo suficiente como para hacerla gemir. El otro brazo que tenía libre también se enrolló por mi cuello para sujetarme. Parecía una cría de un mono agarrada al cuerpo de su madre. Pero ella era muchísimo más cariñosa. Me daba besos en los labios, alguno con lengua de vez en cuando, pero ponía más cariño que pasión.

De ahí, pasó a darme besos por el hombro al apretar su abrazo, acomodándome yo poniendo mi cabeza sobre la almohada, al lado de la suya. Del hombro paso al cuello, alternándose entre ambas zonas, hasta que se centró más en lo que en el futuro sería mi punto débil, aunque en ese momento no sentía esas sensaciones tan fuertes que experimentaría con Elena, aunque no dejaba de ser algo placentero. De hecho, se centró tanto en mi cuello que me hizo un buen chupetón.

Y tras esa succión, subió sus piernas desde mi culo hasta mis lumbares. Ahora sí tenía más libertad para embestirla con fuerza. Y así lo hice, pues aceleré el ritmo. Estaba muy cachondo y no me podía permitir follar tan lentamente. Ella no puso ningún reparo, pues sus gemidos expresaban aprobación y placer. Sentía su coño muy bien y me estaba encantado la follada, pero la postura no era muy cómoda, y más después de llevar así un buen rato, por lo que me incorporé, para ponerme de manera vertical. Lo que pasa es que me di con la litera de arriba en la cabeza. Yo no le di importancia, pero ella se rio, diciéndome que tuviera cuidado después. No podía ponerme como yo quería, pero aun así podía hacerlo más cómodamente que hacía pocos segundos.

Pronto se le fue la risita que tenía por mi torpeza cuando empecé a follarla rápidamente de nuevo al agarrarla de las caderas. De hecho, me miraba con sus cejas caídas y su boca abierta. Qué sensación más buena era hacérselo así. Hasta llegué a agarrar sus piernas para ponerlas pegadas a mi torso, con sus talones en mis hombros. Ya se había acabado toda esa delicadeza y dulzura con la que empezamos.

Cintia se empezaba a retorcer ligeramente mientras gemía cada vez más alto, pasando a tapársela primero con una mano y luego con las dos. Tuve que bajar el ritmo, porque no me quería correr tan rápido y tampoco quería que ella lo hiciera. Aún me costaba aguantar. Así seguí follándola, de manera más lenta para luego acelerar el ritmo de nuevo y bajarlo otra vez al rato. Ya se le veía a Cintia el sofoco que tenía encima por lo roja que estaba su cara, sus jadeos y gemidos y por cómo sudaba también.

-Ponte a cuatro.
-Ummm... -dijo en forma de gemido.
-¿No quieres?
-Sí... -dijo bajito.
-¿Cuál es el problema entonces?
-Me da vergüenza... -susurró.
-¿Pero por qué?
-Por esto... -susurró de nuevo, aunque acariciando su pubis esta vez.

Se la saqué y me senté en la cama, abriéndole bien las piernas para vérselo bien, además de toda la zona.

-No sé por qué te da tanta vergüenza... Es bonito. Me recuerda mucho a esas películas porno antiguas. Lo llevaban así. Incluso con más pelo. Y a ellas no le daba vergüenza.
-Pero es que... -decía intentando cerrar sus piernas, pero sin llegar a conseguirlo porque no le dejaba- No lo llevo así nunca. Con el estrés y todo eso se me ha pasado arreglármelo.
-Pero si apenas tienes por el culo.

Cintia se incorporó para darme un beso, agarrándome de nuevo de la cara como llevaba haciendo desde que empezamos a enrollarnos. Cuando se despegó me miró con una de sus preciosas sonrisas y me dio un pico para luego moverse y ponerse de espaldas a mí, acomodándose para ponerse a cuatro sobre la cama. Yo seguía sentado y al verla así me empecé a encender de nuevo, llegando a tener las mismas ganas de darle con la intensidad con la que lo había hecho poco antes, o incluso con más fuerza.

Le acaricié el culo con las dos manos, dándole alguna palmada sin poder llegar a resistirme. Ella reía traviesamente como consecuencia, mirándome mientras se mordía su labio. Rápidamente me incorporé para acariciarle la raja desde atrás al pasar mi glande por ella. Se estremeció, como si le hubiera dado un escalofrío.

Poco a poco se la metí, aunque seguía entrando tremendamente fácil. Una vez se la metí me encorvé para besarle la espalda un poco por donde podía, llegando a sus hombros y luego a su cabeza. Ella giró la cara para que pudiera darle alguno en la cara, incluso haciendo el esfuerzo para que se lo diera en la boca. En cuanto giró su cabeza para volver a mirar al frente y, por lo tanto, dejar de hacerlo hacia mí, empecé a taladrarla con fuerza mientras la agarraba de las caderas. Qué placentero era follarla así. Ver cómo las carnes de su culo rebotaban pese a lo duro que estaba hacía que se me pusiera más dura si cabía. También veía como los músculos de su espalda se tensaban y destensaban. Se notaba que iba al gimnasio.

También se balanceaba su melenita, la cual se movía al ritmo de mis embestidas. Sus gemidos eran cada vez más fuertes, pero había otra cosa que sonaba todavía más. La cama. En concreto, los barrotes de la litera chirriar como su estuvieran sueltos. Ella hacía lo que podía con sus gemidos, reprimiéndolos con una de sus manos o con la almohada directamente. Tampoco dimos lugar a hacer mucho más ruido, porque ella se salió de mí estando completamente roja. Le pregunté si todo iba bien, contestándome ella afirmativamente. Al preguntarle de nuevo, esta vez por qué había parado, ella me dijo que quería hacerlo en su escritorio.

Algo extrañado accedí después de que ella se levantara y me tendiera su mano esperándome con una sonrisa. Apoyó su culo en el borde de la mesa y me agarró la cara para darme un beso muy dulce, pasando a subirse a ella y quedar apoyada sobre sus codos y bien abierta de piernas, flexionándolas además para que sus pies se apoyarán casi en la mesa. Sin esperar mucho más dirigí mi polla hacia ella y se la metí sin acariciarla previamente. Ella ponía cara de placer, inclinando sus cejas hacia delante mientras se mordía el labio. Estaba preciosa con ese gesto y las chapetas que tenía del sofoco.

Reinicié una follada rápida al agarrarla de nuevo de sus caderas. Sonaba bastante a mojado y Cintia se estremecía ya bastante más que antes en la cama. Yo no me quedaba atrás. Estaba deseando que se corriera ella, pues a mí poco me quedaba y sabía que no iba a aguantar mucho más. Ver cómo sus tetitas rebotaban por el movimiento tan brusco aun estando dentro de su sujetador no ayudaba a frenar mi orgasmo. De hecho, no logré del todo hacerlo, pues notaba los escalofríos típicos que se sienten por la espalda.

-Cintia, no puedo más. Me voy a correr.
-¡No! -dijo casi con miedo- No pares ahora, por lo que más quieras.
-No aguanto. No puedo más.

Después de decir eso lancé un gemido, pasando ella a agarrarme con sus piernas para no dejarme escapar. Yo embestía con fuerza, pero eran pocas. Una con cada chorro que lanzaba dentro del condón. Ella movía sus caderas tratando de seguir la penetración, pero me tenía tan sujeto con su cuerpo casi engarrotado, que no daba pie a dejar espacio para poder hacerlo correctamente. Cuando acabé la agarré con fuerza de las piernas para librarme, porque estaba muy sensible. Ella pasó a tocarse el clítoris con la mano, pero tampoco la dejé, por quería hacerlo yo y así provocarle el orgasmo del todo. Para hacerlo mejor me puse a un lado de ella, pudiendo así hacer los gestos con mayor comodidad, acariciándole su parte más sensible con la yema de mis dedos índice y corazón.

Y menos mal que me aparté de su camino, porque Cintia se empezó a correr, pero lo hizo a chorro limpio levantando su culo de la mesa de los espasmos que le estaban dando mientras apoyaba bien sus pies en la mesa. Era algo increíble para mí, ya que era la primera vez que me topaba con una chica que fuera capaz de hacer squirting. O al menos era la primera chica a la que había sido capaz de provocárselo. No sabía lo que tenía que hacer, porque era la primera vez que me ocurría. Lo único que se me ocurrió fue imitar lo que se hacía en los vídeos porno que había visto en los que pasaba algo como eso.

Así que me limité a frotarle bien el clítoris con la intención de darle el máximo placer posible. Evidentemente lo hice con cabeza, pues el porno dista mucho de la vida real, por lo que lo hacía con cuidado para no hacerle daño, sin apretar ni aplicar mucha fuerza sobre la zona. Ella se tapó la boca con una mano, pasando a morderse el brazo. Era una pena que se tuviera que reprimir así al estar en un lugar con gente, pero era lo que había.

En cuanto paró de expulsar ese líquido paré de estimularla por miedo a hacerle daño. Lanzó como tres o cuatro chorros que dejaron el suelo perdido, aunque no llegó a la pared, puerta u otro mueble que había por ahí. Mi mano derecha también estaba empapada, con ese líquido goteando. Me quedé mirando como esas gotas escurrían por mis dedos y estaba tan caliente que se me ocurrió llevármelos a la boca. Siempre está el tema de que a los chicos nos gusta correremos en la boca de las chicas. A unas les gusta y lo disfrutan, a otras les da asco y no pueden. Yo en mi caso, tiré por la primera.

Me entró curiosidad y quería probar. Me llevé los dedos hasta la boca para saborear ese líquido transparente y para mi sorpresa no tenía ningún sabor. Eso sí, me dio un morbo que noté hasta como se me erizaba la piel. De hecho, hasta lamí todo lo que tenía por mi mano. Estaba flipando con Cintia y con lo que era capaz de hacer. Y pensando en ella me giré para mirarla, estando de lado echa un ovillo sobre la mesa, respirando muy entrecortada y aceleradamente.

Mientras se recuperaba, me quité el condón, anudándolo y echándolo a la papelera y me puse a limpiar todo aquello con una toalla que vi que tenía en el armario al tenerlo entreabierto. Limpié bien mi mano y luego el suelo para que absorbiera todo ese líquido que salió desde sus entrañas. Al hacerlo caí en la cuenta de por qué Cintia me había dicho de hacerlo ahí. Imaginaba que sabía que le iba a pasar eso y no quería manchar las sábanas. Para cuando me di cuenta y la miré, parecía estar dormida por el gesto tan tranquilo que tenía y su profunda respiración.

Con cuidado la limpié bien y la cogí en brazos para llevarla a la cama. Se quedó muy relajada al dejarla tapada con su nórdico, con una cara de tranquilidad que contrastaba mucho con la que tenía de excitación hacía unos minutos. Me empecé a vestir con la intención de marcharme a casa, pero estaba cayendo una buena tromba de agua y recordé que cerraban la puerta a las 12 y ya eran pasadas, así que no me quedó más remedio que quedarme allí. Así que me volví a desnudar para quedarme de nuevo en boxers y tumbarme a su lado para dormir allí.

El despertar fue agradable pese a lo estrecha que era la cama para dos cuerpos. Por esa razón estaba abrazada a mí cuando me desperté. Ella seguía durmiendo, pero pronto abriría sus ojos, poniéndose inmediatamente roja al ver que estaba abrazada a mí. Me hizo gracia encontrar esa reacción en ella después de lo que habíamos hecho la noche anterior. Al ver que no decía nada y estaba muy cortada, decidí ser yo el primero en hablar para entablar una conversación y así poder romper el hielo.

-Buenos días. ¿Cómo has dormido?
-Bien. Del tirón. Si ni me he enterado de que estabas aquí.
-Bueno, es que estaba lloviendo mucho y la eran más de las 12. Entonces pues me he quedado. ¿Te molesta que lo haya hecho?
-No, no -dijo ruborizándose.
-Cintia...
-Dime -dijo algo nerviosa.
-Lo de anoche...
-Lo siento. Perdona por no haberte avisado. Entiendo que te de asco y no quieras volver a acostarte conmigo.
-¿Pero qué dices? Si fue la ostia.
-¿Sí? ¿No te importa?
-¿Cómo me va a importar? Es como si yo no me pudiera correr al hacerlo contigo. Vaya tontería, ¿no? Fue muy excitante. Es la primera vez que me pasa de hecho.
-Ah... Qué bien que no te importe -dijo cortada de nuevo.
-Anoche lo pasé muy bien.
-Yo también, Javi. Me gustó mucho. Pero me gustaría disculparme contigo.
-¿Por?
-Pues un poco por todo. No tenía previsto acabar así, te lo prometo. No pude preparar nada. No tenía protección, ni estaba muy visible. También lo de mis...
-Shhh. No tienes porqué disculparte. Si muchas veces es mejor así sin esperarlo. Te lo pasaste bien, ¿no?
-Claro. Mucho.
-Pues quédate con eso.
-Pero me siento mal... Es que tú me has cuidado mucho y has puesto todo de tu parte y yo he puesto poco.
-No sé por qué dices eso...
-Pues es que... Has estado muy pendiente de mí todo el tiempo. La otra vez que tuve sexo con un chico fue todo muy frío. Si apenas hablábamos. Duramos 5 minutos y ya está. Luego me sentí muy mal.
-Pero conmigo no te ha pasado, ¿no?
-¿Cómo me iba a pasar? Imposible. Has estado todo el tiempo preguntándome si estaba cómoda, si quería seguir, que entendías que no quisiera hacer nada, o que me asegurara antes de hacerlo. Luego con lo de mis... Respetaste mucho mi complejo. Y también lo de mi efusividad cuando... Es que no sé. Ha sido la noche y el día las dos veces que he tenido sexo.
-No sé... -dije algo cortado- Es lo mínimo que se puede hacer, ¿no? Lo suyo es disfrutar ambos y estar cómodos.
-Me siento en deuda contigo.
-Nooooo. No digas eso. Me vas a hacer sentir mal.
-No, no. No quiero eso.
-Pues relájate y no digas eso.
-Vale -dijo acariciando mi pecho.

Estar tan pegado a ella hacía que estuviera bastante caliente, y no físicamente hablando, aunque mi erección estaba muy presente y muy marcada, siendo también en parte por levantarme así todos los días. Cintia se dio cuenta de cómo estaba por las zonas bajas, pasando a sobarme la polla por encima de los boxers, aunque terminó colando su mano para empezar a pajearme. Me hubiera encantado echar un polvo en ese momento, pero no tenía más condones encima y ella tampoco tenía ninguno como me dijo la noche anterior.

-Ya sé que voy a hacer... -dijo mientras me la seguía meneando.
-¿Hacer de qué?
-Para compensarte.
-Pero que no hace falta, de verdad.
-Pero quiero hacerlo. Voy a enseñarte las tetas.
-Ah... -dije sorprendido- No hace falta, de verdad. Si no vas a estar cómoda, no lo hagas -dije algo nervioso, aunque deseaba vérselas.
-Has sido un cielo conmigo. Es lo menos que puedo hacer.
 
Capítulo 376

Cintia sacó su mano de mis calzoncillos y se sentó en la cama con sus piernas cruzadas. Se me quedó mirando y se llevó las manos atrás para desabrocharse el sujetador. Pese a haberlo hecho, puso una de sus manos por delante para que no se le cayera, quedándose con sus ojos clavados en mí.

-No hace falta si no quieres -susurré.

Me moría de ganas por vérselas, pero sabía lo mal que lo estaba pasando también. Se le veía mucho en la cara la angustia y el sopor que estaba pasando. Finalmente apartó su mano y el sujetador cayó por su peso, dejando sus pechos a la vista. Efectivamente eran pequeños, pero para nada eran feos. Tenía unas tetas pequeñas y redonditas, con unas areolas tirando más a grandes que a pequeñas, sin serlo de manera exagerada tampoco, las cuales eran coronadas por unos pezones gorditos y de un color bastante pálido, rosados. Cintia se puso roja a rabiar, agachando la cabeza y ladeándola, tratando de taparse la cara con el pelo.

-Son preciosas -dije con seguridad y honestidad.
-¿De verdad te gustan? -preguntó con una timidez e inocencia propias de una niña.
-Te lo prometo.

Cintia levantó su cara para mirarme, siguiendo con ese color de cara tan encendido. Yo la miraba seguro de mis palabras, porque era verdad que las veía bonitas. Aún recuerdo en mi época de más joven como la gran mayoría de veces buscaba videos en los que hubiera chicas con buenas tetas. De siempre me han gustado unas tetas grandes, pero cuando conoces a chicas para ir a la cama te encuentras pechos de todas las formas y tamaños. Así aprendí a disfrutar también de unos pechos pequeños, pasando a gustarme también casi tanto como unas grandes.

-Eres el único que las has visto sin contar a mi madre.
-Pues qué suerte tengo. Eres muy bonita, Cintia.

Su respuesta fue darme un beso muy tierno en los labios. Cuando se despegó de mí, hizo el gesto de ponerse el sujetador de nuevo, pero la frené, quedándome mirándolas.

-Te las quiero comer. ¿Me dejas?

Cintia me miró sorprendida, volviéndose a encender su rostro. Tras unos segundos de duda acabó aceptando al asentir con su cabeza. Y me lancé a ellas. Me encantaron, estaban muy ricas. Noté como sus pezones se endurecieron rápidamente, de la misma manera que empezó a gemir bajito. Inconscientemente, mi mano bajó a su raja desnuda una vez ella se tumbó en la cama para ponerse más cómoda. Pero me frenó, susurrándome que estaba sensible por lo ocurrido la noche anterior. Pero sí que me dejó comerle las tetas durante un buen rato, el justo para encenderla tanto como para que echara mano a mi erección de nuevo para empezar a pajearme otra vez.

De hecho, me hizo una buena paja, destapándonos cuando le dije que estaba cerca para acelerar aún más la velocidad con la que lo hacía. Me acabé corriendo en mi propio pecho entre respiraciones profundas mientras ella lanzaba un pequeño gemido y una risita al ver aquello salir. Cuando acabé, pasó por encima de mí para coger la toalla con la que la limpié yo la noche anterior y hacerlo ahora conmigo. Luego ella se fue a dar una ducha mientras yo la esperaba en su habitación, bajando luego a desayunar ambos al comedor teniendo cuidado de que no nos pillara nadie del personal. No había mucha gente a ser sábado, por lo que seguramente no nos habría escuchado nadie la noche anterior. Luego me fui a mi casa después de despedirnos para darme una ducha y descansar.

Para cuando regresé al presente, me encontré con una erección enorme la cual trataba de ocultar cruzándome de piernas y poniendo mi mano disimuladamente dejada caer sobre la zona. Fue un recuerdo tan vívido que mi cuerpo reaccionó de más, pasando a recordar alguna situación más entre los dos, pero que rápidamente me quise quitar de la cabeza para poder calmarme y por qué no, acercarme a ella para poder hablar después de casi 7 años sin verla ni saber de ella.

Me quedé mirándola un buen rato mientras se me pasaba la excitación, viendo lo preciosa que estaba al llevar un vestido rojo ajustado como un guante. Su figura era algo distinta, pues la veía más alta, pero claro, es que llevaba unos tacones con plataforma muy altos. Si andando se caía con eso, se mataba. Seguía viendo ese culazo y esos muslazos que tenía en su día, pero había una diferencia enorme en ese momento. Sus tetas. Ya no tenía esos pechos pequeños, ahora eran unas tetas grandes. Me quedé muy sorprendido al ver el tamaño de esos dos balones, pues el cambio era muy notable.

Su tamaño era considerable, y tenían pinta de ser muy bonitas pese a que a mí no me suelen gustar mucho los pechos operados, prefiriendo más lo natural. El último cambio que percibí en ella fue su pelo. Tenía el mismo color, hasta con el mismo contraste en sus raíces, pero ahora lo tenía más largo, llevando una especie de recogido que dejaba caer parte de su melena hacia atrás, teniendo un par de mechones sueltos por la parte de alante. Tenía sus ojos pintados con una raya y sombra de ojos y sus labios de un rojo igual al del vestido. Estaba hablando con una chica y por momentos veía como deslumbraba con su preciosa sonrisa.

Estaba nervioso por verla después de tanto tiempo y quería hablar con ella, pero algo me frenaba cuando quería levantarme para acercarme a ella. Estuve un rato pensando si hacerlo o no por como de mal acabó todo. Se me quedó muy mal cuerpo cuando se puso a llorar de esa manera. De hecho, fue muy similar a como cuando me encontré a Elena al abrir la puerta de la cocina, aunque ver así a mi expareja me dolió muchísimo más. Eso no quita que no sintiera dolor al ver así a Cintia. Entre lo bajita que era y su rostro aniñado era como ver llorar a una niña pequeña.

Hasta la llegué a comparar con Paula en ese momento, por eso de que la niña también era rubia. Pero ya habían pasado muchos años y no tenía por qué seguir enfadada, ni tenía por qué tenerme rencor. Pensaba que ya había madurado y que seguramente no le daría mucha importancia a ese momento tan malo que le hice pasar. Todo parecía irle bien por lo guapa que estaba y por ese cambio tan notable en su cuerpo. Mentiría si dijera que no me atraía muchísimo, tanto como lo hacía en su día, o puede que más incluso.

Así que al final me levanté para acercarme a ella, pero seguía hablando con una chica que al parecer era su amiga. Recuerdo que mi cuerpo se medio estremeció al oír su voz al ponerme tan cerca de ella, con esa voz aguda y bonita que tenía. Ella estaba sentada sobre un taburete pegado a la barra, de espaldas a mí. Yo estaba justo detrás de ella, a poco más de un metro. Estaba nervioso. No tenía muy claro cómo iba a reaccionar, pero tenía tantas ganas de hablar con ella y de incluso llegar a algo más si surgía que no podía echarme atrás ya. Para no dar el cante pedí otra copa y no estar en la barra para nada pudiendo estar en otro lugar, pero tuve cuidado de que no me escuchara.

Esperé pacientemente hasta que su amiga se levantó para ir a otro lugar. Entonces ella se puso de frente a la barra, con media sonrisa en su rostro. En un momento eché un ojo a sus pechos. Bueno, a uno de ellos en realidad al estar de perfil. Joder, sí que era grande. Apoyó sus brazos sobre la barra para sujetar el vaso de la copa que se estaba tomando. Me percaté de que tenía unas uñas muy largas. Seguramente eran unas falsas, de esas que tan de moda se pusieron, pero es que no sé qué le ven. No son feas, desde luego, ¿pero para qué tan largas? Median varios centímetros y eso me hacía preguntarme cómo sería su día a día con aquellas garras. Debían ser muy incómodas para hacer cualquier cosa.

-Hola, ratona -dije más bajo que alto, acercándome un poco a ella.

Ese apelativo se lo puse de forma cariñosa cuando nos empezamos a ver más desde ese día que nos acostamos. Ella era una chica muy cariñosa y cogimos más confianza y apego. De hecho, hasta se paraba a hablar conmigo más por la facultad en lugar de saludarme solamente. Fue algo que me salió solo hacerlo, al igual que me pasó en su día con Ángela, llamándola muchas veces por un diminutivo que le puse. El mote, evidentemente se lo puse por cómo sus dientes siempre asomaban un poco cuando abría la boca. Y es que no los tenía grandes ni feos. Nada de eso. Le pasaba eso porque su labio superior tendía a levantarse un poco.

A ella le hizo gracia, aunque muchas veces se ponía roja cuando la llamaba así, especialmente cuando no se lo esperaba o después de echar un polvo. Su reacción fue arquear su espalda hacia adentro. Estaba recta, pero más se puso al oírme, abriendo mucho sus ojos, aunque seguía mirando al frente. Antes de mirarme a los pocos segundos, relajó su cara, entornando los ojos. Se giró hacia mí, recibiéndola yo con una sonrisa, pero ella no la tenía.

Se levantó y se me quedó mirando fijamente, pasando a inclinar sus cejas, poniendo cara de enfado. Hasta se abrían y se cerraban sus fosas nasales. Al parecer me equivocaba con eso de que ya debía habérsele pasado el enfado después de tanto tiempo. No dijo nada, dándose media vuelta después de coger su copa, aireando su cabeza de modo que su pelo casi me rozó. Y echó a andar para apartarse de mi lado.

Decepcionado, regresé a uno de esos sillones para sentarme y tomarme la copa tranquilamente. Ya me la había pedido y no la iba a dejar allí, por lo que pensé tomármela y luego marcharme, porque se me habían quitado las ganas de socializar. No pensaba que Cintia fuera a seguir así conmigo, pero su reacción me dejó muy claro todo. Y me molestaba.

Además de querer llegar a algo con ella por la atracción física que ejercía sobre mí, quería también redimirme en cierto modo de todo lo ocurrido, pensando en hablar con ella y por qué no, hasta explicarle el fracaso que había tenido en temas de amor. Quizá así podría haber pensado que lo nuestro no hubiera funcionado por todos esos errores que cometí, y más si teníamos en cuenta que en esos días en los que ella me dijo de empezar una relación de manera más formal, yo no llegaba a tener ni 20 años.

Pero me equivocaba, porque sin verla venir apareció de la nada, paseándose por delante de mí con cierta parsimonia, moviendo sus caderas. Se sentó en el sillón que tenía al lado y se quedó como si nada. Como si la cosa no fuera con ella, bebiendo de la pajita de su copa mirando hacia varios lugares. Yo la miraba confuso sin saber qué estaba haciendo. No fue hasta pasados unos minutos que ella me miraría al fin, apurando su copa y haciéndome una señal con la cabeza para que nos fuéramos.

Rápidamente me terminé la mía de un trago y me levanté para seguirla, pero claro, teníamos que pagar las bebidas. Ella se encargó de ir hacia la barra, siguiéndola yo. Dijo que pagaba yo, casi notando algo de desprecio en su manera de decirlo. Tras pagar las copas de ambos, ella se fue hacia la salida, siguiéndola yo, cogiendo antes nuestros abrigos. Al salir a la calle, ella iba a paso ligero. Yo me limitaba a seguirla. Ambos estábamos en silencio. No sé qué estaba pensando ella, pero yo estaba nervioso por cómo había ido la cosa. Desde ese recuerdo en el que me puse muy caliente, pasando por la cara de desagrado que puso al verme y por como ahora había decidido acercarse a mí, diciéndome de marcharnos del lugar.

Parecía tener muy decidido a dónde ir, pero yo no tenía ni idea, por lo que le pregunté. Ella me respondió de manera muy arisca y seria que íbamos a su casa. Lo hizo de tal manera que me intimidó y no volví a hablar en todo el trayecto, aunque éste fue breve. No andaríamos ni 10 minutos, aunque con esos tacones tenía mérito. Al llegar sacó las llaves de su bolso mientras yo me paraba a mirar lo grande que era el edificio. Era inmenso y tenía muchos pisos como podía ver por la cantidad de botones que tenía el porterillo.

Al entrar me di cuenta de que Cintia tenía que tener mucho dinero para vivir en un sitio así. La entrada de ese edificio era enorme, con un suelo reluciente de mármol blanco y negro, al igual que el par de columnas que había hasta llegar a unas escaleras gigantescas, pero ella giró hacia la izquierda para tomar el ascensor. De camino vi los numerosos buzones que había justo en ese hueco que conducía al ascensor. Una vez entramos en él, Cintia pulsó el botón que daba a la séptima planta. La subida la hicimos en silencio, al igual que todo el trayecto que andamos desde el pub hasta allí.

Entramos a su casa. Una casa muy bonita y amplia para ser un piso, con una decoración moderna por los muebles que tenía y por los colores en general del suelo y las paredes, siendo tonos claros con varias gamas de blancos entre los que más destacaba el color crema. De la misma manera, había cuadros y figuras por todas partes con las mismas tonalidades. Ella entró sin decir nada todavía, yéndose directamente al salón, para dejar su bolso sobre la mesa, siguiendo su camino hasta el inmenso ventanal que daba a la calle, quedándose allí mirando durante varios segundos de espaldas a mí.

Yo me quedé justo en mitad de la habitación esperando a que ella dijera algo, pero no lo hacía. Pensé en hacerlo yo, pero sabía que me iba a dar mucho vértigo acercarme a ese ventanal que llegaba hasta el suelo. Pero como no hacía nada ni hablaba siquiera, pues lo acabé haciendo. Me acerqué a ella lentamente, notando como me entraban los sudores fríos, poniéndome justo a su espalda sin querer mirar por la ventana. Le iba a poner la mano sobre el hombro, el cual solo estaba cubierto por un fino tirante al haberse quitado su abrigo. Ella pareció darse cuenta por el reflejo del cristal y se dio la vuelta. Se quedó mirándome durante unos segundos fijamente a los ojos, pero seguía sin decir nada.

-Estás horrible -salió al fin de su boca, con un tono de desprecio y con una voz más de mujer que de niña que no reconocía en ella.

Me quedé un poco pillado por su salida. Sabía que la cosa no iba a ser fácil por cómo se había ido desenvolviendo la noche, pero no me esperaba que fuera tan directa y tan borde.

-Pareces un mendigo con esas ojeras y con esa barba -siguió-. No sé quién te ha dado la idea de que la dejes así, pero ha sido muy mala. Es feísima.

Cintia me rodeó para ir a un minibar que tenía en el salón, sirviéndose una copa, aunque no me puso ninguna a mí. De hecho, ni me la ofreció. Se sentó en su enorme sofá beige y dio un pequeño sorbo a su bebida, dejándola después encima de la mesa. Yo me senté a su lado aún alucinando por lo que me había dicho y por lo despectiva que estaba siendo conmigo. No me esperaba que se fuera a poner así, especialmente después de haberme hecho el gesto con la cabeza para que nos fuéramos juntos.

-Tiene pinta de que has pasado una mala racha por la cara de mierda que tienes, ¿no? -me dijo de nuevo con ese tono de voz más maduro, siguiendo siendo despectiva.
-Sí. Algo así.

Ella puso media sonrisa mirando abajo mientras yo pensaba si estaba forzando la voz o si de verdad se le había puesto así.

-¿Acabaste la carrera? -continuó.
-Sí. La acabé bien. ¿Y tú?
-No. Me salí.
-Ah... ¿Y has hecho otra?
-Sí. Hice filología germánica.
-Es verdad, que tu padre era de allí... Entonces, ¿esa carrera has estudiado? ¿Y qué tal fue? ¿A qué te dedicas?

Cintia de terminó de beber el whisky que se sirvió de un trago y se levantó sin responderme. A los pocos segundos oí como abría con llave una puerta, quedándose después en silencio.

-¿Vas a venir, o qué? -me preguntó a voces desde donde estaba.

Me levanté para ir por donde yo creía que estaba. Estaba bastante distraído con su manera de ser. Parecía que se había relajado al mantener esa brevísima conversación, pero de pronto se levantó dejándome con la palabra en la boca y yéndose a otro lugar. No tenía pérdida en realidad, pues al salir del salón, había un largo pasillo en el que te topabas con varias habitaciones a sus lados. Pasé por la cocina, un par de baños y algunas habitaciones más que estaban cerradas, pero que desde luego no tenían cerradura en sus puertas. Así llegué a la habitación en la que estaba, viendo como esa puerta sí que tenía una, de la que colgaban unas llaves. Al entrar en la habitación me quedé perplejo.

La habitación era una sex dungeon en toda regla. Distaba mucho del resto de la casa, pues sus paredes eran de un rojo muy intenso, teniendo una decoración con ese color, junto al negro. El único color diferente a esos dos era el del suelo, que seguía siendo el mismo que tenía toda la casa. También había algo de blanco en algunos cuadros abstractos que había colgados, conteniendo también esos colores rojos y negros. Todo lo demás estaba bañando con esos dos colores principales. Eché un vistazo viendo como tenía un buen trozo de pared forrada con el material acolchado típico de las celdas para reclusos peligrosos que salían en las películas, solo que, en lugar de ser blanco, era negro.

Estaba hasta enmarcado como si fuera un cuadro. Y sobre ese material había una serie de cuerdas rojas para atar ahí a alguien, o para usarlas como un columpio sexual. También había una cama de matrimonio con cabecero de ébano. Las sábanas eran rojas y tenía un par de cojines negros de cuero. También me fijé que había una estantería sobre la que se disponían muchos juguetes sexuales, como látigos, dildos, fustas, esposas, plugs anales, cuerdas, pinzas para los pezones... Hasta vi un arnés con un dildo negro enorme incorporado.

Por otros lados había grandes cirios casi tan altos como ella cuando no llevaba tacones, habiendo también otros más pequeños de los que parecía derramar cera por cómo había varias lágrimas cayendo de ellos, pero ya solidificadas. Probablemente, lo que más me dejó atónito fue un potro que había junto a la cama. Era de esos por los que metes la cabeza y las manos, para que se pueda cerrar el cepo y dejarte bien inmovilizado.

Ella estaba sentada sobre la cama, aunque muy al filo, acariciando la sábana con su mano mientras miraba su propio gesto con una pequeña sonrisa en su boca. Me acerqué a ella para verla bien y de paso para preguntarle qué tenía en mente. Al fin se levantó para ponerse de pie frente a mí.

-Qué bien te lo montas, ¿no?

Cintia respondió, pero no con palabras, pues me soltó un guantazo que me hizo hasta retroceder. Entre lo fuerte que me dio y que no me lo esperaba me quedé muy atontado. Y me hizo mucho daño de hecho, hasta me araño por eso de tener las uñas tan largas. Quizá pueda parecer exagerado, pero es que estaba hasta aturdido de lo que me retumbó la cabeza con tal golpe que me dio. El guantazo que me dio en su día cuando la rechacé se quedaba en nada comparado con este, pues parecía querer más golpear que abofetear.

-¿Te he dado permiso para que hables, idiota?

La miré muy sorprendido, pues de nuevo esta manera de ser chocaba bastante con la que tenía la Cintia que yo conocía. Su cara expresaba seriedad y firmeza, aunque también algo de enfado quizá.

-Aquí mando yo. Una vez cruzas la puerta de mi casa tienes que tratarme como a una diosa. Especialmente cuando entras por esa puerta -dijo señalando a la puerta de la habitación en la que nos encontrábamos.

Estaba flipando con cómo estaba hablando. Lo decía con mucha seguridad y con decisión. Me daba la sensación de que yo no era el primero que pasaba por ahí, siendo algo bastante evidente en realidad, pero estaba muy desconcertado con todo lo que estaba pasando.

-Ya no soy la estúpida niña a la que manipulabas a tu antojo. Ahora soy una mujer. Una mujer fuerte que hace lo que le da la gana.

Cintia me agarró de la camisa y me sentó en la cama para que nuestras caras pudieran quedar más cerca.

-Quieres follarme, ¿no? Has visto lo buena que estoy y las tetas que tengo ahora y estás deseando clavármela, ¿verdad? Si no, ¿para qué me habrías hablado?

Cintia se puso a dar unos pasos de un lado a otro como si estuviera haciendo un pase de modelos, sin decir nada, para ponerse de nuevo frente a mí.
 
Capítulo 377

-Pues la llevas clara. No traigo aquí a cualquiera. Y cuando lo hago, saben de sobra lo que hay, porque yo calo a la gente enseguida y sé qué es lo que buscan. Lo que pasa es que hay muchos desgraciados y asquerosos que no terminan de entender cómo funciono. ¿Eres tú uno de ellos? No respondas. Ya sé la respuesta. Hasta alguien al que le falta medio cerebro sabría que lo eres por lo que me hiciste.

Yo me mantenía callado, aunque la escuchaba con atención, sin dar crédito a la situación en la que me encontraba.

-Veamos... ¿Qué puedo hacer contigo...? Se me ocurren muchísimas cosas. Hace mucho que no uso el cepo... Debería ponerte ahí y follarte el culo con este arnés... -dijo cogiendo el arnés con ese dildo negro enorme incorporado que vi antes en la estantería.
-Eh...
-Cállate la puta boca -dijo dándome otro guantazo-. No te he dado permiso para hablar. Segunda vez que lo haces. A la tercera vas a desear no haber venido.

Tras unos segundos en silencio, siguió:

-También tendría que echarte cera en los pezones y en otras partes para que saborearas el dolor de verdad. Por lo pronto levántate.

Al ver que no correspondía a su orden, Cintia me soltó otro guantazo y tiró de mi camisa para levantarme, llegando a sorprenderme su fuerza.

-Me estás enfadando. Y no me quieres ver enfadada, te aviso. Vas a tener que currártelo mucho para que me puedas ver desnuda. Y para follar conmigo, ni te cuento. De hecho, no creo que lo llegues a hacer nunca más. Por lo pronto... -dijo descalzándose y dejando sus zapatos a un lado-. Quiero que me beses y chupes los pies. Quiero que me demuestres que eres un buen perrito. Otra cosa que quiero es que no tengas ni un pelo en todo el cuerpo. De hecho, esa barba va a ir fuera. La cara bien afeitadita. ¡Vamos! -dijo chasqueando sus dedos- ¿A qué esperas?

Me quedé mirándola sin hacer nada, ya más serio que otra cosa. Ella se empezaba a impacientar, empezando a poner cara de enfado con sus cejas en posición y sus fosas nasales abriéndose y cerrándose. De hecho, fue a darme otro guantazo, pero esta vez la paré sujetándola de la muñeca.

-¡Suéltame inmediatamente! Me haces daño.

La solté, pero de nuevo me intentó soltar una torta, volviéndola a parar yo.

-¡Qué me sueltes! Aquí me tienes que obedecer en todo. Y si te quiero pegar, pues te pego.
-Cintia, no voy a hacer una mierda de lo que me has dicho.
-Ah, ¿no?
-Pues no. No sé quién coño te crees que eres para hablarme así, la verdad. Entiendo que esto se pueda hacer en forma de juego, pero tú no lo estás haciendo así. Tú lo haces de verdad.
-Pues claro. Es lo que merecéis los tíos. Solo vais a lo que vais. Y tú solo eres uno más. Y tienes que pagar por lo que hiciste.
-Cintia, no quería hacerte daño. Te lo juro por lo que más quieras
-Ya... A saber lo que te has reído de mí después de hacerme eso...
-¿Crees que me he reído de ti en algún momento? ¿Y encima después de eso?
-Sí. Estoy segura.
-Pues entonces es que nunca me has conocido de verdad.
-Claro que te conozco -dijo con agotamiento-. Eres un tío más que solo busca follar sin importarle hacerle daño a la otra persona.
-Te equivocas. Lo pasé mal cuando te pusiste así y no volví a saber nada de ti. Te busqué muchas veces por varios sitios y no conseguía encontrarte. Pregunté a mucha gente y obtenía el mismo resultado. Tú has sido una chica importante para mí. Contigo he disfrutado y he pasado momentos muy buenos, pero tenía que rechazarte. Tanto por ti, como por mí.
-Claro, para follarte a otras.
-No, Cintia. Solo éramos unos críos. Lo nuestro no iba a funcionar.
-¿Y tú qué sabes? ¿Acaso no hay parejas que empiezan incluso antes de la universidad y duran para siempre?
-Claro que las hay.
-¿Entonces?
-Cintia, yo era muy inmaduro. Y lo sigo siendo. Es verdad que buscaba mucho pasármelo bien. Si hubiéramos empezado a salir seguro que hubiera hecho una tontería.
-¿Me hubieras engañado?
-No lo sé. Pero la posibilidad no era baja. Un chico de 19 años que cae bien y medio sabe cómo hacerlo para liarse con una chica...
-¿No hubieras hecho el esfuerzo?
-Cintia, es que tú no me gustabas de esa manera tampoco. Si no me enamoro de ti, es más difícil serte fiel. Y hacerte daño era lo último que quería hacer.
-Al final me lo hiciste. Y mucho. Hijo de puta.
-Cintia, yo no quería. Te lo prometo. De hecho, me he acercado a ti cuando te he visto para disculparme. No quería que luego lo pasaras peor. Por eso te dije de dejar de vernos.
-De rodillas -dijo señalando al suelo.

No entendía cómo seguía con esas después de abrirme así con ella. Estaba siendo muy honesto con ella y todo lo que le estaba diciendo era verdad. Cintia me miraba con cada de enfado por la impaciencia que tenía, agitando el brazo señalando de nuevo al suelo para que la obedeciera, pero no lo acabé haciendo. No moví ni un músculo.

-Qué te pongas de rodillas, hijo de puta -dijo tirando de mí camisa, logrando incluso romper algún botón.

Pero yo la paré agarrándole las muñecas para pararla. Cintia ponía ya cara de indignación, y también de impotencia al no saber qué hacer para que la obedeciera. Hasta intentó darme un rodillazo en los huevos, pero pude bloquearlo con una de mis piernas. La aparté de mí y me fui hacia la puerta, pero ella fue más rápida al ir rápidamente hacia ella para cerrarla, pero por dentro, aprovechando que ya no llevaba tacones.

-Cintia, déjame salir.
-No. Me vas a obedecer. Quieras o no. Así que colabora y ponte ahora mismo de rodillas.
-Que no, Cintia. Que no voy a hacer nada de lo que me estás diciendo. Métetelo en la cabeza.
-Pues no sales.
-Venga, apártate.
-No.
-Déjame salir o te cojo en brazos para apartarte.
-Me quieres follar, ¿no? Pues obedéceme y podrás hacerlo.
-No, ya no me interesas, la verdad.
-Pues aquí te vas a quedar -dijo abriendo la puerta para salir ella.

Al parecer tenía intención de encerrarme allí, pero sujeté la puerta con mi mano para que no la cerrara. Por diferencia corporal, nuestras fuerzas eran muy disparejas, por lo que no me costó mucho conseguir abrirla. No sé qué le pasaba, pero parecía estar mal de la cabeza entre todas esas cosas que me estaba diciendo con esas maneras y ahora con esto de intentar encerrarme. ¿Qué pretendía, secuestrarme? Una idea bastante estúpida teniendo en cuenta que llevaba el móvil encima y que seguramente hubiera podido reventar la puerta de una patada.

-Me lo debes -me reprochó retrocediendo hasta la pared que tenía detrás de ella.
-Yo no te debo una mierda -dije encarando el pasillo para irme.

Cogí mi abrigo y salí con aire, dando un portazo. El ascensor seguía ahí por no haber pasado mucho tiempo, así que me subí a él para bajar los 7 pisos que había hasta la entrada. La verdad es que estaba muy enfadado. Ella tenía derecho a enfadarse conmigo, por supuesto. Pero ni mucho menos de esa manera. No sé qué manera de vivir llevaba para pensar que podía hablarle así a cualquiera. Porque esa fue la sensación que me dio. Puedo entender que se haga como juego, vale. Como algo más serio si ese es tu estilo de vida llegando a contactar con gente adecuada a la que le guste el otro papel de manera sería, también.

Pero no me entra en la cabeza hacerlo con alguien de quién no sabes nada. Ella no sabía si eso me iba a mí, que evidentemente no por todo lo que he contado. Tampoco le di ningún indicio de eso en todo ese tiempo que nos veíamos. Pensaba que estaba mal de la cabeza en general. Yo me intenté disculpar con ella, abriéndome y siendo honesto, pero ella rechazaba cualquier tipo de disculpa, intentando rebatírmela dándole la vuelta a la situación poniéndose en plan víctima.

Tampoco le di muchas vueltas. No tenía yo el cuerpo para preocuparme por algo que se escaba a mí y que ya no me interesaba ni arreglar al ver el cambio tan grande que había tenido en su manera de ser. Andar un poco dando un paseo hasta casa mitigó un poco el cabreo que llevaba. Hacía mucho frío, pero no me importaba. De hecho, disfrutaba más el frío que el calor, llegándome hasta gustar pasear en ese momento. Al final llegué a casa y me desvestí, viendo como me había roto la camisa, aunque bueno, solo eran un par de botones que salieron disparados, quedándose allí, por lo que tenía fácil arreglo.

De hecho, hasta me di una ducha para quitarme su olor, que se me pegó al ponerse tan cerca de mí y por esos forcejeos. Al salir y después de echar toda la ropa a lavar, me puse cómodo y me fui directamente a la cama, pero como era evidente no podía dormir. Tampoco me molesté en pensar más en Cintia y en lo que había pasado con ella. No merecía la pena. Estuve un rato mirando el móvil, pero no veía nada interesante, por lo que lo dejé en la mesita para tratar de descansar.

Sin embargo, lo que pasó al rato fue que me empecé a sobar la polla, poniéndose bastante dura. Y seguí haciéndolo, pero ya haciéndome una buena paja. Había pasado tanto tiempo, que no recordaba cuando fue la última que me hice. Seguramente en una de esas videollamadas que tuve con mi ex en los primeros días de relación. En mis fantasías se me venían muchas cosas, pero curiosamente, en ninguna de ellas apareció Elena. Quizá el cambio estaba consolidándose y estaba empezando a superar su marcha. Empecé a rememorar varios momentos pasados recientemente.

Los primeros que se me vinieron a la cabeza fueron los que tuvieron lugar con mis amigas más cercas, con Irene y Sofía. Cómo olvidar el acercamiento que tenían conmigo para ayudarme a pasar ese mal trago... Pensaba en Irene y en su figura, en su cara con esa sonrisa tan bonita que tenía y que se aniñaba por momentos. En sus tetas, en su culo y en su coño con esos labios oscuros y su monte de venus de pelo más oscuro aún. También pensé en Sofía y en lo buena que estaba, además de lo guapa que era. Recordé los momentos en la que la vi ligerita de ropa cuando dormí con ella en casa de mis amigos y cómo se arrimaba a mí.

También pensé en las veces que lo hizo en la mía, en como la vi desnuda varias veces y en el momento en el que se hizo un dedo estando a centímetros de mí. Hasta llegué a mirar donde durmió ella esa vez, tocando por la zona con mi mano izquierda pese a que ni las sábanas eran las mismas, ni hubiera llegado a haber restos de eso al haberlas lavado.

Cada vez me la meneaba con más fuerza, pasando a recordar otros momentos, como el polvo que eché con Raquel. Joder, qué buena estaba y que mal supe saborear la ocasión. Ahora deseaba follarla en condiciones. Ojalá estuviera a mi lado en ese momento. Esas tetas y ese culo... Tendría que haberla follado bien. Es que hasta lo hicimos sin condón. Qué imbécil fui al no disfrutar más aquel polvo.

También pensé en Mónica. De ella era la única de la que no había llegado a ver nada del otro mundo. Lo más llamativo era la foto que tenía de perfil de WhatsApp, en la que ni siquiera se le veía el bikini, porque no llegaba a salir su pecho del todo. Pero recordaba su cara y me la imaginaba chupándomela mientras me miraba a los ojos con los suyos, que tan preciosos eran.

Otra que se me vino a la cabeza fue Maribel. Otro polvo desaprovechado. En realidad, me ponía bastante ahora que lo pensaba y en cierto modo como que no me terminaba de creer lo que había pasado entre nosotros. Mentiría si dijera que no me encendí bastante al recordar su matojo de pelo negro y esas tetas de pezones marrones. Lo mejor de ese polvo fue cómo estaba ella. Tenía cara de no creer tampoco lo que estaba pasando, pero la estaba follando con ganas. Pero no pude ver mucho su cara de placer al estar yo más a otras cosas. Aun así, sentí muchas sensaciones digamos que diferentes, cosa que hizo que la paja fuera cada vez más placentera. Viendo como me estaba poniendo me destapé y me quité la camiseta del pijama para hacérmela más a gusto, porque no quería levantarme y así acababa en mi pecho.

Seguí dándole que te pego repasando lo que acababa de ver en mente, pero lo que me hizo correrme fue una mezcla de ese recuerdo que tuve de mi primer polvo con Cintia con una imagen de ella del presente, tratando yo de desnudarla para ver esas tetazas nuevas que tenía. Fue un orgasmo intenso y que disfruté, pero era algo frustrante haber acabado así sabiendo que no iba a pasar eso nunca.

Con la corrida sobre mi pecho estuve unos segundos recuperando la respiración pensando en Cintia de nuevo en contradicción con lo que quería hacer, porque sabía que no me iba a hacer bien. Era una pena no haber podido llegar a nada con ella, pues seguía siendo bastante atractiva y ahora tenía incluso más atractivo quizá. Me levanté para limpiarme bien con agua y jabón y me volví a tumbar. En cierto modo esa paja me ayudó a relajarme para poder descansar bien sin llegar a tener que tomar nada para que me tranquilizara.

El sábado no tenía nada que hacer aún, pues el trabajo nuevo empezaba el martes. Así que hice ejercicio como siempre, usando los diferentes aparatos para seguir tonificando mi cuerpo a la vez que salía a correr un rato cuando acababa en el gimnasio. También iba a tatuarme, avanzando mucho la cosa al ir prácticamente todos los días menos el domingo o cuando me surgía un problema, como cuando me levantaba grogui por los somníferos.

Cada vez estaban mejor y, de hecho, la piel de los brazos se iba agotando para poder rellenarla. Estaban supercoloridos, como yo quería que fueran y al estar siempre cubiertos por crema hasta brillaban, haciéndolos más llamativos y más vivos. Después de comer me tomé la tarde con calma. Estuve jugando un poco, también trasteando con la batería y viendo alguna película. También pensé en los alumnos que dejaba para encarar mi nuevo trabajo, aunque no necesariamente significaba dejar de verlos, pues lo más probable era que se apuntaran.

Para pasar el mal trago de la noche anterior decidí salir otra vez para ver si esa vez tenía más suerte, por eso y porque estaba aburridísimo en casa, además de que la paja me dejó con ganas de más y quería echar un polvo. Para ello fui a un local que no se encontraba muy lejos de casa. Después de lo ocurrido con Cintia, pisar el lugar en el que me la encontré iba a estar complicado. No quería verla más tras todo el circo que me montó. Probablemente fue en ese momento en el que cogería la manía, o tal vez la precaución de mirar bien al entrar a casi cualquier sitio por si me contaba allí tanto a Cintia, como a Noelia.

Era otra persona a la que quería evitar y cuando salía era para pasármelo bien. No sabía cómo reaccionaría al encontrármela, pero estaba seguro de que no me haría mucha gracia y seguramente me jodería la noche. Tras asegurarme de que no estaba allí, me pedí una copa y estuve un rato mirando para ver si alguna chica me llamaba la atención. Obviamente había mucha gente y chicas atractivas había por un tubo. Intenté acercarme a alguna que otra, pero me daba algo de vergüenza plantar una conversación para tratar de llegar a donde quería.

Pocas veces en mi vida había hecho algo así, con esas intenciones, pues yo siempre había sido más de hablar sin más para conocer a gente, y si surgía algo, pues eso que me llevaba. Y cuando lo hacía buscando aquello, no me llegaba a funcionar del todo. Y ahora me daba palo, aunque mis ganas de pasar un buen rato eran muy altas.

Por eso me acabé pidiendo una copa más, y otra. No me llegué a emborrachar, pero sí que iba con el punto incluso arrastraba algunas sílabas al hablar, sobre todo al hacerlo rápido, pero era perfectamente consciente de lo que hacía. Eso no quitaba que me desinhibiera bastante por el efecto del alcohol, animándome más a acercarme a alguna chica. Recuerdo haberles entrado a varias, con muchos rechazos. Incluso entraba a algunas que en realidad no me atraían mucho, pero seguramente me notaban algo desesperado e ir así más contento de la cuenta, pues tampoco ayudaba mucho. Algo contrariado y decepcionado, lo dejé por imposible y regresé a casa.

Por el camino di un pequeño paseo, pues no eran ni las 12 de la noche y no me apetecía encerrarme aún, llegando a pasar por algún pub más, pero sin llegar a entrar por no querer seguir haciendo el ridículo. Bastante había tenido ya con las calabazas que me habían dado. Curioso que ahora que buscaba a alguien para pasar un buen rato me costaba encontrarla cuando no habían sido pocas las veces que me habían salido oportunidades estando en pareja. Eso es algo que me ha llamado la atención mucho, y es algo incluso de lo que he hablado con más gente. Esa sensación de ser más atractivo estando en pareja que estando soltero, como si las chicas pudieran oler eso y fuera un atractivo más en la otra persona.

Al dar la vuelta dando un pequeño rodeo pasé por otros lugares, llegando a un lugar que yo creía ser una cafetería, pero que resultaba que también era un pub por estar aún abierto y escucharse música alta salir de allí. En las proximidades me fijé que había gente fumando, bien vestida, como lo iba yo en ese momento. No sé qué le ve la gente a fumar con el frío que hace, saliendo sin abrigo ni nada. En fin, seguí caminando alejándome de allí y vi que en un peldaño de un portal había una chica sentada con la cabeza agachada.

Como que me sonaba su cuerpo y su pelo, pero no caía en quién podía ser. Me hice un poco el loco para ver si levantaba la cabeza y así tratar de poder identificarla, y lo acabé haciendo cuando la levantó y la apoyó sobre sus dos manos tras poner sus codos sobre sus piernas al juntarlas. No se trataba de otra que de Mónica. No sé cómo no caí en que era ella con esas piernas tan largas y tan finas. No se percató de que estaba ahí al lado, así que decidí ir hacia ella y sentarme a su lado. Medio desconcertada y despistada, me miró con los ojos entreabiertos.

-Hey... -dijo alegremente, aunque parecía ir también algo bebida.
-Buenas noches. ¿Qué haces aquí tan sola con el frío que hace?
-Pues no mucho... -dijo algo desanimada.
-¿Estás bien? Te noto un poco...
-Sí, sí. Estoy bien. Lo que pasa es que he bebido un poco. Me ha subido muy rápido y me he mareado un poco. Con el ruido que hay ahí es imposible que se te pase.
-Ah... ¿Y estás mejor?
-Sí, bueno... Algo mejor -dijo algo desanimada, al igual que antes.
-Entonces, ¿por qué estás así?
-Pues porque me han dejado medio tirada...
-¿Y eso?
-Los pocos amigos con los que me junto son un coñazo. Unos se han ido muy pronto, porque tienen que volver a sus casas porque mañana tienen que trabajar. Otros que si tienen un bebé y no quieren estar mucho fuera. Y la chica y el chico que quedaban y que no tenían nada se han ido a follar... Pues me han dejado sola.
-Bueno... Lo mismo es hora de buscar a gente nueva con la que salir -dije sin ninguna intención en realidad.
-Ya... ¿Y tú? ¿Qué haces por aquí?
-Pues he salido para distraerme un poco, que estaba aburrido en casa y me apetecía conocer a gente nueva.
-¿Y qué tal?
-Regular. Bueno, mal. Jajajaja. Se me ha olvidado cómo se hacía esto...
-Pues vaya...
-Venga, vamos que te acompaño a casa.
-Vale.

Mónica se levantó dejándome ver bien cómo iba. Estaba supersexy, pues iba con un vestido negro ajustado palabra de honor y que le llegaba un poco más allá de medio muslo. El vestido le quedaba como un guante, ajustándose bien a las curvas de sus caderas y a su culo redondito. Sin embargo, por la parte de arriba la cosa cambiaba mucho. De nuevo esa visión de su pecho totalmente plano, dando la sensación de que era el pecho de un hombre, más que de una mujer. Parecía haberse quedado estancada en la prepubertad y no haber desarrollado sus pechos.
 
Capítulo 378

Y al parecer a ella le daba igual por la ropa que lucía, porque lo normal cuando se tiene un complejo es ocultar esa parte que tanto incordia la mente. Pero no, ella no hacía eso para nada. Dos veces la había visto al salir de fiesta y llevaba vestidos ajustados. También lleva a unos tacones altos del mismo color que el vestido, de esos que parecen de terciopelo, completamente cerrados. La cara la llevaba ligeramente maquillada, con algo de sombra en los ojos, colorete y los labios de un rojo muy intenso. El pelo lo llevaba suelto y alisado, a diferencia de como la había visto siempre, con su pelo bastante ondulado, casi rizado. De hecho, la veía hasta algo rara, pero estaba muy guapa igualmente.

-¿No vamos a por tu abrigo? -pregunté al ver que echaba a andar en dirección contraria a la del pub por el que acababa de pasar.
-No he traído.
-¿Qué? ¿Has venido así?
-Sí. Es que me han traído en coche. La chica que me ha traído no bebe, pero es la que se ha ido a follar con otro y tengo que volver andando.
-Joder, vaya amigos tienes... Toma, anda. Que tendrás frío...
-Sí, un poco.

Me quité mi abrigo para ponérselo a ella, quien lo recibió de buena gana. Cruzó sus brazos del frío que tenía, poniendo sus manos por debajo, seguramente para calentarlas y nos pusimos en camino hasta su casa. Ella me dijo que no quedaba muy lejos, a 5 minutos de donde estábamos tan solo. 5 minutos no son nada, pero con el frío que hacía sí que se me hicieron largos al ir con una fina camisa solamente. Hasta me dolían los pezones de lo duros que me pusieron. Mónica se arrimaba de vez en cuando. Debía seguir muerta de frío, llegándose incluso a coger de uno de mis brazos.

Al llegar a su casa tenía la intención de despedirme y decirle que me diera el abrigo, pero ella me dijo de subir con ella para agradecerme el gesto e invitarme a una copa y para seguir hablando de lo que llevábamos haciéndolo todo el camino hasta allí. Así que acepté y subí con ella. Evidentemente lo hicimos en ascensor pese a ser un segundo, pero es que llevaba unos tacones muy altos y con forme iba, lo mismo se partía un tobillo al subir por las escaleras. Al entrar en su casa noté un calorcito hogareño muy bueno. Se notaba que le gustaba cuidar su casa por cómo de ordenada estaba, de ese olor a limpio y a hogar y por cómo de bien decorado lo tenía.

Fue algo que le dije de hecho, que tenía una casa muy bonita y que olía muy bien, dándome ella las gracias con una sonrisa. Nos fuimos al salón y nos sentamos en el sofá, poniendo ella un brasero para no encender la calefacción y no gastar así tanta energía. Al poco se levantó para ir a la cocina y preparar las bebidas. Pese a que le insistí varias veces en acompañarla para ayudarla, ella se negó diciéndome que era una visita y que no quería que hiciera nada.

En lo que venía seguí mirando el lugar en el que estaba, viendo que era un salón bastante grande, el cual tenía varias estanterías de esas que se quedan colgadas en las paredes. Estaban repletas de libros y también vi que había varios diplomas. Debía haber estudiado mucho para tener tantos galardones. De pronto, casi como si me diera un flash, me puse a pensar en algo que pensé hacía poco, en eso de no querer preocuparme por gente que conocía poco para que no me pasara lo mismo y que alguien se pudiera encariñar de más para que pudiera surgir algo por la otra parte.

¿Lo había hecho al decirle a Mónica de acompañarle a casa y con lo del abrigo? No pude pararme mucho a pensarlo, porque en nada apareció Mónica en el salón con dos vasos bastante anchos en sus manos en los que traía una copa para cada uno. Se veía que tenía experiencia en eso, porque no estaba nada mal de aspecto la copa. Aunque nunca he sido muy fan de la ginebra, y mucho menos de la tónica. Pero tenía buena presentación con granos de pimienta y su rodaja de limón y no quería hacerle el feo, aunque iba bien cargada.

En la charla posterior le pregunté acerca de esos diplomas y libros que tenía por todo el salón, contándome ella los diferentes cursos que había hecho para tenerlos y que muchos de esos libros eran del tema del que ella trabajaba, aunque también me dijo que le gustaba leer casi todo tipo de contenido y que tenía muchos libros de varios géneros. Mónica se bebió su copa más rápidamente que yo, que aún no me había bebido ni la mitad.

Y de pronto, así, sin esperármelo, va y me planta un beso. Fue una sensación extraña, pues no lo esperaba después de todos los "desplantes" que me había hecho. Ahora de repente estaba interesada en mí, plantándome un beso agarrándome de la camisa para atraerme hacía ella. Tenía los labios humedecidos y no debía ser por la bebida, porque hacía ya unos minutos que se la había acabado. Rápidamente trató de meter su lengua en mi boca, lamiendo primero mis labios e intentado después abrirse paso haciendo fuerza con ella. Yo, evidentemente, no me resistí y abrí mi boca para corresponderla y para llevar las riendas en el beso una vez espabilé.

Ella pasó a poner su mano en su cara, acariciando mi barba, notando lo fría que la tenía pese a estar ya ambos calentitos por el brasero, aunque también lo empezábamos a estar de otra manera. Yo puse una de mis manos en su cadera para acariciarla, pero duró poco, porque ella la cogió para llevarla a su cara, poniéndola de la misma manera que hacía ella segundos antes sobre la mía. De ahí pasé a su cuello para ponerla en su lateral de manera delicada, pero seguí bajando hasta que llegué a uno de sus pechos.

En realidad, me di cuenta al notar como un botón, pero no era posible, porque no recordaba haber visto ninguno en ese vestido, así que tenía que ser el pezón sí o sí. De nuevo, ese pensamiento acerca de sus pechos. Es que, si no es por el pezón, hubiera pasado muy desapercibido para mí y seguramente no hubiera podido reconocerlo.

Ostia, ¿y si era una transexual? ¿Y si tenía pene? Mentiría si dijera que no me puse nervioso al pensar eso. Pero no tenía nuez. Nada, eso se puede operar, aunque dejaría marca en principio. ¿La voz? Creo que también se pueden operar las cuerdas vocales para cambiarla, porque desde luego tenía voz de chica. Pero no entendía la falta de senos, si eso también se puede operar. O incluso pueden aparecer tomando hormonas. Pero lo de abajo no se va con hormonas... ¿Y sí tenía polla de verdad? ¿Cómo reaccionaría al ver que tenía?

Traté de percatarme de si tenía una erección, al abrir los ojos mientras nos besábamos, pero era imposible verlo así. Miré hacia abajo una vez nos despegamos para mirarnos, estando ella sonriendo con los ojos entrecerrados, estando guapa, pero... ¿quizá menos guapa ahora que pasaba por mi cabeza su condición? Tampoco pude ver si tenía un bulto que la delatara y confirmara mi pensamiento al estar tapada con las faldillas de la mesa. Y mucho menos iba a conseguir verlo después de que se escurriera para ponerse de rodillas echando mano a mi cinturón para desabrocharlo.

Lo hacía mientras me miraba con una sonrisa muy bonita y ya con sus mejillas algo rojas. Quizá por el calentón que le estaba entrando, o tal vez era vergüenza, pero dudo que fuera eso último por el alcohol. Lo desabrochó bastante rápido, al igual que el botón, para luego bajar la cremallera. Una vez lo hizo, me empezó a manosear por encima un poco. No llegaba a tenerla dura, ni siquiera morcillona, ya que tan solo nos habíamos besado y todos esos pensamientos hacían que no me centrara en lo que me tenía que centrar.

Ella pareció no darle mucha importancia, aunque no se lanzó directamente al tema, sino que me empezó a desabrochar la camisa botón a botón y lentamente para dejar mi pecho al descubierto. Una vez lo hizo, me empezó a acariciar, estremeciéndome yo, pero de lo frías que seguía teniendo las manos. Aunque era muy excitante ver cómo lo hacía. Mónica tenía unas manos de tamaño normal para una chica, aunque quizá tenía los dedos algo largos, pero no me importaba para nada.

De hecho, hasta las veía bonitas. También llevaba las uñas pintadas de negro. Ver a una chica con las uñas de ese color, tanto las de las manos, como la de los pies siempre ha sido algo que me ha parecido muy sexy. No sé por qué, supongo que es por los clásicos videos en los que salen milfs pechugonas con sus uñas de negro, medias de encaje con ligero y su pubis con vello. Ahora que caigo, quizá sea también por eso lo de mi fetiche con el pelo ahí abajo. ¿Tendría Mónica? Aunque me preocupaba más que tuviera otra cosa en ese momento.

Mónica siguió acariciándome, empezando a tocar mis pezones, los cuales volvían a estar duros por el frío tacto de sus manos. De hecho, parecían gustarles pues se tiró con ellos durante unos minutos, variando la mirada entre ellos y mis ojos. Hasta se incorporó para besarme por el pecho, centrándose bastante en los pezones para chuparlos, succionarlos o incluso mordisquearlos como yo tantas veces había hecho al comerle las tetas a una chica. Era una sensación agradable, pero algo rara, pues no estaba acostumbrado a que me hicieran eso.

Desde luego no sentía lo mismo que una chica. Y es que tampoco hace falta ser una de ellas para ver cómo reaccionan ellas al estimular sus pezones. Comparando esas reacciones con lo que sentía yo, lo mío se quedaba muy atrás. Cuando se cansó, o creyó oportuno, empezó a bajar por mi pecho, pasando por el esternón, siguiendo por mis nuevos abdominales que se me empezaban a marcar bien y ombligo, parándose justo antes de llegar a los calzoncillos.

Ya la tenía morcillona del magreo que me estaba haciendo, dejando de pensar por un instante en lo que me rondaba la cabeza acerca de su condición. Mónica parecía decidida y me empezó a sobar la polla para luego darle besitos por encima de la tela, además de algún mordisquito con cariño de vez en cuando. Ese estímulo hizo que se me pusiera una buena erección y ella la aprovechó para sacar la polla fuera, aunque poco tenía que hacer, porque al no poder colocármela de manera horizontal, se salía bastante hacia arriba.

Mónica no paraba de sonreír, con alguna risita al ver mi polla. No sé qué les hace tanta gracia cuando ven una polla, porque yo lo que hago cuando veo un coño que me gusta es resoplar por las ganas que me entran de comérmelo o de follármelo, no me entra la risa. En fin, Mónica empezó a hacer lo mismo que en los previos momentos, dedicándose a dar besitos y mordisquitos, ahora sí, directamente sobre mi miembro, pero haciéndolo solo por el tronco.

Cuando llegó al glande no dio ningún mordisco, pero sus besitos me hicieron estremecer, ahora sí, del placer. Para poder maniobrar mejor, puso sus dedos sobre mis calzoncillos y pantalones a la vez con intención de bajarlos. Yo la ayudé al levantar mi culo del sofá y me dejó ambas prendas a medio muslo. La agarró desde la base, mirándome a los ojos con una bonita sonrisa, para seguir con esos besos mientras no dejaba de mirarme. Me estaba encendiendo mucho y por fin empezó a lamer. Daba pequeños lametones por todo el tronco, pasando después al glande, pero haciéndolo de manera más comedida.

Estaba muy impaciente y casi le digo que me la empezara a comer cuanto antes, porque ya no podía aguantar más. Pero acabó haciéndolo para mi placer. Se la metía delicadamente en la boca, como si tuviera miedo a hacerme daño. No entendía muy bien por qué, ya que tenía una boca algo grande, perfecta para... Bueno, poco a poco se la metía más, llegando casi a la mitad.

Estaba muy excitado y esperaba que se la metiera más luego, pero empezó a subir en lugar bajar, para luego bajar otra vez, pero no se metía más. Estuvo así como 5 minutos en los que estaba muy a gusto, pero también quería más. Dejándome llevar al haber ingerido más alcohol de lo que solía quizá, le puse la mano en la cabeza con la intención de que se la metiera más, pero no empujaba nada, solo la animaba a que lo hiciera. Ella lanzó una pequeña risa y lo entendió, intentando tragar más, pero no pasaba de la mitad.

Algo decepcionado me relajé y me dejé hacer, recibiendo una mamada durante unos 5 minutos más, hasta que se cansó y se levantó sin que me diera cuenta, dejando de comérmela para pajearme con un poco de fuerza. Hasta tenía mis ojos cerrados para concentrarme mejor en mis sensaciones. Para cuando quise darme cuenta, estaba tras el marco de la puerta del salón, medio asomada mirándome.

-¿Vamos a mi habitación? -preguntó de manera juguetona y yéndose.

No me dejó ni responderle, pero me levanté, poniéndome bien la ropa para que no se me cayeran los pantalones de camino. Porque sí, me apetecía mucho, aunque a ver qué hacía si al final era cierto lo que me dio por sospechar. Algo nervioso salí del salón, encarando el pasillo y viendo que estaba todo a oscuras salvo una pequeña luz que venía desde una habitación. Supuse que estaba allí, así que fui hasta esa luz tenue. Al entrar me encontré a Mónica tumbada sobre su cama, la cual tenía ya hasta la colcha y las sábanas retiradas.

No sé cómo le dio tiempo a hacer eso y quitarse el vestido, porque estaba sin él. Solo llevaba un tanga blanco y sus tacones. El vestido estaba tirado en el suelo. Por la postura que tenía, no se le veía nada, porque puso sus piernas de tal manera que no se le veía ningún bulto por delante al tenerlas cruzadas, pero tampoco por detrás que pudiera dejar intuir los huevos, si es que los tenía. Sí podía ver que llevaba un tanga blanco por cómo sus cachetes del culo quedaban al aire. También se tapaba las tetas con un brazo. Estaba muy sexy, pero yo necesitaba respuestas, porque la luz tibia de la lámpara de su mesita de noche no me dejaba ver con claridad su cuerpo.

-Levántate -exigí de manera más seria de la cuenta quizá.

Mónica cambio su sonrisa pícara, pasando a poner un rostro más serio.

-¿Todo bien? -me preguntó algo cortada.
-Claro. Solo te quiero ver bien -dije acercándome, quedando a menos de dos metros de ella.

Mónica se levantó lentamente, volviendo a poner esa sonrisa que tenía segundos antes. Una vez lo hizo retiró el brazo de su pecho, dejándome ver sus tetitas. Aunque lo primero que miré fue su entrepierna para intentar corroborar mi teoría, aunque prefería desmentirla estando ya tan cerca del momento de la verdad. Para mi alivio, no vi ningún bulto sospechoso, llegando hasta adivinar sus labios vaginales bajo la fina tela de ese tanga blanco de algodón que llevaba.

Suspiré, tomándoselo ella con una risita, como venía haciendo toda la noche desde que nos empezamos a liar. Mónica puso sus manos tras su espalda, seguramente pegadas a su culo, quedando un gesto muy inocente al sonreír mientras bajaba un poco su cabeza. La veía muy hermosa en ese instante, por lo que mi reacción fue acercarme para darle un beso tierno, el cual se fue haciendo más guarro por momentos. Ella puso sus manos en mi cara, notando yo de nuevo su frío. Al separarnos nos miramos a los ojos y le di la vuelta para verle el culo.

Su culo me gustaba pese a no ser grande ni gordito. Era redondito, eso sí, pero no era grande precisamente ahora que lo veía casi desnudo. Pegué mi cuerpo al suyo para que notara mi dureza, riendo ella de nuevo. Al estar así de pegados, pasé mis manos por delante para abrazarla, girándome un poco para quedar ambos frente a un espejo. Por la diferencia de altura, aunque no era tanta entre su altura natural y sus tacones, podía verle bien el cuerpo al reflejarse ahora la luz mejor sobre ella. Y en ese momento sí que me fijé bien en sus tetas. Era algo muy llamativo para mí, porque es que parecía el pecho de un niño, como si tuviera más pectorales que tetas.

-¿Te gustan? -preguntó curiosa al ver que las miraba- Son muy pequeñas...
-Eres una chica muy bonita.
-No has respondido a mi pregunta... Jejeje.
-¿Te soy sincero?
-Por favor -susurró.
-Es un poco raro -dije apretando un poco mi abrazo, entrelazando mis dedos sobre su bajo vientre-. Nunca había visto unas así. Pero no...
-No te preocupes. Yo sé lo que hay. Pero no estoy acomplejada, ¿eh? A mí me gusta mucho mi cuerpo.
-Ah... -dije sorprendido- Eso está muy bien.
-¿Qué ves? Cuéntame.
-Veo a una chica preciosa con los pechos pequeños. Es que no sé... ¿Has tenido problemas en la pubertad o en el crecimiento en general?
-No. Ninguno. Ya sé por qué lo dices. Parece el pecho de una niña, ¿a que sí?
-Mmm... -dije dubitativo.
-Va, dilo. Si no tengo problema.
-Sí. Es lo que estaba pensando.
-No he tenido ningún problema de hormonas ni nada. Simplemente las tengo así. Es algo de familia. Mi madre también tiene los pechos pequeños. No tanto como yo, pero sí. Y mis abuelas también, así que...
-Pero que no pasa nada. Yo te veo preciosa y muy atractiva.
-No, si no he tenido mucho problema.
-Claro. Si tienes confianza en ti misma y te gustas, se lo transmites a la otra persona. Es muy importante quererse a sí mismo.
-¿Tú lo haces?
-Bueno... Estos meses atrás no. No me gustaba nada, pero después de empezar a ir al gimnasio y tal, pues sí. Me veo mejor.
-Estás muy bien. Los tatuajes son muy bonitos.
-¿Te gustan?
-Claro. Así con color llaman más la atención.
-Tú también estás muy bien.
-Eso me han dicho casi siempre.
-¿Casi?
-Solo uno que al ver que tenía este pecho dijo algo un poco desafortunado y se fue diciendo también que se le habían quitado las ganas...
-Qué imbécil.
 
Capítulo 379

Empecé a besar a Mónica por el cuello después de pasarle el pelo al otro lado para no tener ningún obstáculo. Ella estaba encantada de ese gesto por los sonidos que hacía, llegando casi a ser gemidos. Empecé a acariciar su cuerpo subiendo y bajando por su abdomen, incluso llegando a sus tetas para acariciarlas mejor con su piel desnuda, pasando a sus pezones, tocándolos bien con mis dedos, pellizcándolos y dando ligeros repizcos al tirar de ellos.

-Mmm... Me encanta cómo lo haces -decía mimosa-. Tienes las manos muy calientes. Y grandes.
-¿Sí? -dije apretando mi cuerpo contra el suyo para que notara mi erección.
-Sí... -respondió bajito, apretando su culo contra el mi cuerpo.

Después de unos segundos acariciando bien sus tetas y sus pezones, empecé a bajar hasta toparme contra su tanga. Todo esto mientras le seguía besando el cuello, con ligeras succiones también. Cuando intenté colar uno de mis dedos por dentro de su ropa interior después de jugar un poco con el elástico, ella me paró.

-Espera -dijo nerviosa.
-¿Qué pasa?
-Tengo que ir al baño -dijo dándose la vuelta-. No tardo nada. Tú ponte cómodo, ¿vale? No te me enfríes, anda... -dijo de manera melosa.
-Mmm... -murmuré mordiéndome el labio- Aquí te espero.

Mónica se fue al baño rápidamente mientras yo me desnudaba y me tumbaba en la cama, tapándome para no coger frío mientras me la meneaba pensando en ella. Mientras lo hacía repasando su cuerpo en mi mente, en especial su preciosa cara con esa sonrisa tan bonita y los labios de su coño marcados en ese tanga blanco, me paré a reflexionar un poco cómo aceptaba su cuerpo pese a lo extraño que era su pecho. Era la chica con las tetas más pequeñas que había visto en mi vida y que iba a follarme al parecer.

Yo tampoco le daba mucha importancia, porque aquello no le restaba atractivo para mí. Lo único era que me llamaba la atención por no haber visto nada así antes. Y más me llamaba la atención como ella tenía aceptado aquello, diciéndome que no tenía ningún complejo. Eso era algo muy llamativo para mí, porque me había topado con chicas que tenían las tetas pequeñas, aunque desde luego mayores que las de Mónica e incluso las tenían bonitas, pero varias estaban acomplejadas. Quizá mi expareja era una de ellas por varios comentarios que salieron en nuestra relación, aunque yo me esforzaba para hacerle ver que a mí me encantaban y que eran preciosas. Otra era Cintia, sin ir más lejos.

Ella también las tenía pequeñas, cosa que no significa que fueran feas, aunque su complejo sí que debía ser grande para haber acabado operándoselas. Ver a Mónica tan segura con su cuerpo fue un gran añadido para querer tener sexo con ella. Parecía que tenía la cabeza bien amueblada y que le gustaba pasárselo bien, cosa que me venía perfecta para mi plan de conocer a gente dispar a mi ex físicamente hablando. Mónica tardaba más de la cuenta. No sabía qué estaba haciendo, aunque tampoco me estaba poniendo nervioso, pero sí que me estaba entrado frío, teniendo que taparme algo más. Mi polla también perdía fuerza de lo que tardaba, pero al final lo acabó haciendo.

Vino conforme se fue, aunque llevaba una ristra de cuatro condones, sujetándolos con la boca. De nuevo se puso con ese gesto inocente al pasar sus manos por detrás de su culo, mirándome son esa sonrisa mientras sostenía los preservativos. Me encendí de nuevo nada más verla así, levantándome de la cama, ganando mi polla fuerza de nuevo. Se acercó y nos volvimos a besar después de que le quitara los condones y los tirara a la cama. La cogí en brazos, agarrándose ella a mis caderas con sus piernas y dejando caer sus tacones. Tenía muchas ganas y la tumbé boca arriba mientras ella reía. Me puse sobre ella y la besé un rato, para después despegarme de ella y preguntarle:

-¿Qué estabas haciendo para tardar tanto?
-Estaba arreglando una cosa. Hacía mucho que yo no... Es que no estaba muy presentable -dijo lanzando esas últimas palabras en forma de susurro.

“¡No me jodas!”, pensaba yo en mi cabeza como si me gritara a mí mismo. Con lo que me gusta a mí... Le di otro beso para ocultar mi decepción y pasé a su cuello, porque no podía aguantarme más. Fui bajando por su pecho, deteniéndome un buen rato en sus tetas, centrándome en sus pezones, porque al ser así de pequeñas y al estar tumbada, estaba más plana aún. Se los comí durante varios minutos, con ella gimiendo y estremeciéndose. Qué diferentes son sus pezones de los nuestros. Mezclaba gemidos y murmuros mientras me acariciaba la cabeza y el pelo.

-Mmmm... Uff... Nadie me había comido así las tetas antes... Todos lamían un poco y pasaban de largo.

Seguí un poco más al ver cuánto le gustaba. Siempre me ha encantado complacer a la otra persona en todo lo que podía, y si eso le gustaba, pues más iba a tener. Mi polla ya estaba dura del todo y me costaba mucho aguantar, por lo que seguí bajando al poco para besar su chocho por encima de la tela como ella hizo conmigo en el sofá. Pero le quité el tanga rápidamente por las ganas que tenía. Al hacerlo, vi que efectivamente tenía todo el pubis rasurado, además de sus labios. Lo peor es que tenía una mancha negra que intuía el vello que había debajo de la piel, como a los hombres cuando nos aceitamos y se ve toda esa zona sombreada. Pues igual, pero solo en su pubis, teniendo forma triangular.

Hundí mi cabeza en su vientre renegando por haberme perdido ese espectáculo que, de haberlo visto, me hubiera hecho percutirla cual animal hasta que la hubiera partido en dos probablemente. Ella reía ajena a lo que pasaba por mi cabeza, pensando quizá que estaba muy excitado. Y lo estaba, pero también me hubiera encantado ver aquello y eso hubiera hecho que lo hubiera estado más y puedo decir con total seguridad que hubiéramos disfrutado mucho más por cómo me hubiera encendido.

Decidí olvidarme de eso y centrarme en disfrutar, porque me apetecía mucho. Antes de hincar mi cabeza en su entrepierna me quedé unos segundos mirando su coño. Me gustó mucho cuando lo vi. La parte de sus labios ma mayores la tenía del color de su piel, aunque se percibía cierta oscuridad. No sabía si era por su vello o porque tenía la piel así, pero no era desagradable. Entre ellos tenía sus labios menores, estando sobresaliendo un poco hacia afuera. Eran de un color rosa chicle, no muy grandes ni carnosos, pero tampoco eran los más finos que había visto.

No tenía ni un coño largo o grande, mi corto o pequeño. Era normal de tamaño. De paso, miré su ojete, viendo que era claro y no muy grande. En ese momento hubiera dicho que no se lo habían desvirgado nunca por lo cerrado que lo veía. Tras ese repaso me acerqué a él para darle algún beso por sus labios mayores. Mónica se estremeció, pasando a murmurar mientras empezaba a poner una de sus manos en mi cabeza para acariciármela.

Su olor me excitó mucho, aunque olía a coño, como cualquier otro. No es que tuviera un ambientador colgando, pero emanaba un buen aroma a sexo y alzar mi vista para verla con sus ojos cerrados y mordiéndose ligeramente el labio me hacía ponerme muy cachondo. Ya no pude esperar más y pasé mi lengua por toda su raja, recogiendo los fluidos que empezaba a segregar.

Aquí sí que lanzó un gemido en forma de gritito, dándole el cuerpo un respingo. Me hizo gracia y me reí, haciéndolo ella también, pero seguí comiéndoselo durante unos segundos, dando lametones y succiones sobre sus labios más internos. También hice lo mismo con su clítoris, percibiendo como su respiración se empezaba a agitar, al igual que su pecho, que se inflaba y desinflaba cada vez con más velocidad.

-Javi, espera.
-¿Qué pasa? -pregunté despegándome de ella relamiéndome.
-¿Podemos hacer un 69? Me apetece mucho darte placer a mí también.
-Claro.

Me pilló por sorpresa cómo dijo aquello de esa manera tan sumisa, casi con la inocencia de una niña. Me puse de rodillas en la cama, haciendo ella lo propio, aunque me puse yo debajo y ella encima por la diferencia corporal. Era bastante delgada y mi cuerpo musculado le hubiera podido hacer daño si me hubiera dejado caer por el cansancio de estar en esa postura. Ella sin embargo podía dejarse caer todo lo que quisiera sobre mí.

Estuvimos unos minutos dándonos placer con ese sexo oral en el que yo notaba su sabor saladito y ella se metía casi hasta la mitad de mi polla en la boca por lo que podía sentir. En un momento dado, al estar mejor iluminado por tener la luz de la mesita tan cerca, podía vérselo todo bien. Y le vi el ano tan bonito que no pude evitar lamérselo, jugándomela bastante, ya que no a todo el mundo le gusta eso. Su reacción fue sacarse mi polla de la boca para levantar su cabeza hacia arriba con fuerza, moviéndose su pelo con aire.

Hubiera pensado que la habría desagradado e incluso enfadado de no ser porque lanzó un gemido tan sensual como alto. Aquello me alentó mucho a centrarme más en esa zona que en su coño. Mónica gemía con ganas y bastante alto, abandonando mi polla para apoyar su cabeza en mi muslo. Así se lo comí durante un rato, hasta que ella volvió a la carga, comenzando a chupármela de nuevo, pero girando su cuerpo para quedar ambos de lado sobre la cama siguiendo con ese 69 en el que me estaba encantado como lo estaba haciendo, aunque no me llegué a correr, porque lo hizo ella antes, notando como segregaba más fluidos, con incluso un ligero cambio de sabor. Tanto me excitó que seguí estimulándola mientras le acariciaba el ojete con un par de dedos. En cuestión de segundos se volvió a correr en mi boca de nuevo, hincándome sus uñas en uno de mis muslos con fuerza.

Cuando su cuerpo se relajó me incorporé para ponerme tumbado de lado frente a ella y mirarla. Mónica era una chica muy guapa, pero verla con esa relajación post-orgasmo era algo superior. La paz que transmitía su cara te invitaba a besarla, y así lo hice, de manera algo tierna. Ella se medio asustó, pero reaccionó siguiéndome el beso, dedicándome unas de sus bonitas sonrisas cuando nos despegamos.

-Conque eres multiorgásmica, ¿no?
-Jajajajaja.
-Uff... Me encanta que lo seas.
-¿Por qué? -preguntó divertida.
-Porque te quiero follar bastante. Quiero que te corras y arrancarte todos los orgasmos que pueda.
-Mmm... -murmuró de manera empalagosa- Pero tú no has acabado...
-¿Y? ¿Tienes prisa? Porque, que yo sepa, tenemos toda la noche, ¿no?

Mónica me sonrió y me dio otro beso, pasando a ponerse sobre mí para sentarse sobre mi vientre. Mi polla estaba de punta, acariciando la raja de su culo. Ella se movía ligeramente, como si me estuviera cabalgando. Estaba muy sexy así, pero yo quería follarla, por lo que se lo dije directamente. Pareció hacerle gracia, pero me hizo caso al coger uno de los condones que trajo, abriendo el envoltorio rápidamente para ponérmelo ella directamente. Y tan rápido como lo hizo se la metió en su interior con cuidado para empezar a follarme al ponerse de nuevo sobre mí. La sensación era muy buena, porque de adaptó bien a mi polla y notaba muy buen roce, sin estar muy apretada tampoco.

Empezó a botar cada vez más rápido, apoyándose con sus pies en la cama y con sus manos en mi pecho. La velocidad a la que lo hacía, la excitación que tenía y la previa estimulación oral que me hizo antes provocó mi orgasmo, empezando a correrme dentro del condón mientras levantaba mis caderas para hacer toda la presión posible, buscando las sensaciones más intensas. Ella rio al verme así, y hasta me pareció que tuvo un miniorgasmo por algún gritito que lanzó, pero no estaba seguro en ese momento. La verdad es que follaba bien para los escasos 5 minutos que estuvimos con ese mete-saca tan frenético.

-Mmm... Qué rico te corres... -dijo con el mismo tono divertido de antes.
-Jajajaja, ¿sí? -pregunté aún extasiado.
-Sí. Me gusta cómo manifiestas tu orgasmo.
-¿Me estás analizando mientras follamos? ¿Me está follando Mónica, o mi psicóloga? -dije riéndome.
-Nooooo. Jajajaja -reía de manera un poco ida-. Solo te digo que me gusta.
-¿Cómo lo hago? A ver...
-Solo te he visto esta vez. Pero esa manera de apretar los ojos mordiéndote el labio mientras se te escapaba algún gemido está muy bien. Es sexy.
-Tú también te mordías el labio antes.
-Como para no... Jejejeje.
-Bueno, ya me he corrido. Ahora prepárate, porque te voy a follar yo y voy a durar más.
-Uff... No me días eso, que me das miedo.
-¿Miedo? Yo solo quiero que te lo pases bien.

Me quité el condón mientras Mónica estaba sentada de lado en la cama. Al quitármelo, ella me lo arrebató de la mano. Por un momento pensé que iba a verter su interior sobre su boca, pero lo único que hizo fue anudarlo para dejarlo sobre la mesita de noche. Nos tumbamos bien en la cama, porque estábamos con la cabeza en los pies y nos empezamos a besar de nuevo mientras nos metimos mano. No fue difícil que ambos nos pusiéramos a tono, porque teníamos bastantes ganas y sentíamos atracción entre sí por las miradas que nos lanzábamos. No tardamos mucho en coger otro condón para enfundármelo y empezar otra vez con el folleteo. Estuvimos haciéndolo en muchas posturas, empezando con el clásico misionero, pasando por el perrito, montándome ella de nuevo después. Incluso nos levantamos para ponerla apoyada contra una pequeña mesa de maquillaje que tenía ahí y metérsela desde atrás.

También la cogí en brazos, dándome cuenta de lo poco que pasaba en realidad. Podía haber estado toda la noche de pie follándola con ella agarrada a mi cuello y sus piernas bien abiertas, por las que pasaba mis brazos para tener mejor sujeción. Le conté tres orgasmos, los cuales variaban en intensidad y durabilidad. El primero fue normalito, seguido de otro más intenso estando ya en la cama, aunque el tercero fue más aún al habérselo provocado segundos después. El último lo hice cuando estaba ella a cuatro sobre la cama y yo de rodillas detrás de ella embistiendo con buen ritmo. Mónica se derrumbó, y viendo lo que había disfrutado cuando le comí el culo, pensé que podía hacer algo más por ahí, por lo que me puse sobre ella con cuidado para llevar mi polla empalmada y mojada son sus flujos, bueno, el condón más bien y acariciarle el ano. Ella se revolvió, pero no del disgusto, sino más bien del gustito que le daba, al igual que antes, demostrándolo con un gemido sensual.

-Sí, sí. Fóllame el culo. Me encanta.

"Uff... No me digas eso, que te lo parto ahora mismo", pensaba yo deseando clavársela de golpe, aunque me contuve. Ella se incorporó, obligándome a recular, pero volví a acercarme una vez lo hizo para acariciarla así de nuevo. Lo que no esperaba era que ella la agarrara con fuerza para dirigirla bien a su agujero y empezara a metérsela mientras empujaba con su culo. Tampoco esperaba lo bien y rápido que entró. Estaba más apretado que su coño, pero desde luego no tanto como aparentaba. Aun así, disfruté de una buena follada al agarrarla por las caderas para ganar sujeción y poder así reventarla con fuerza.

No fue un polvo especialmente largo, durando poco más de 5 minutos, pero fue algo muy intenso. Mónica no paraba de gritar mientras cooperaba al empujar con su culo para que la follada fuera muy rápida. Al final su orgasmo le llegó, notando yo como su cuerpo le temblaba una barbaridad. También era una locura cómo gritaba. Algo me decía que al siguiente día se iba a levantar ronca entre esos alaridos y el frío que seguramente cogió al ir tan en cuerpo con la noche que hacía. Yo no me llegué a correr, aunque me quedé bastante cerca. Mónica tardó un poco más en recuperar el aliento mientras veía como su cuerpo le daba sacudidas muy fuertes. También agarraba las sábanas con la mano, apretándolas con fuerza por momentos. Yo quería más, y la empecé a acariciar.

-Mmmm... Sí... Más -me pedía con voz melosa mientras yo flipaba un poco-. Pero quítate ese condón y ponte otro. No me gusta que me vuelvan a meter por ahí nada cuando ha estado por el otro lado...
-Qué remilgada eres hablando...
-Jajajaja. Ummm... Venga, póntelo.

La verdad es que estaba sorprendido por cómo de activa era Mónica sexualmente hablando. No me la imaginaba tan fogosa y con tanto apetito sexual. Así que me puse otro condón de los que había por la mesita, después de quitarme el que tenía para dejarlo ahí. En cuanto me lo puse la empecé a acariciar y se la metí de nuevo a cuatro. Pero ella se escurrió para ponerse tumbada de lado, arrastrándome con ella para que la follara en la postura de la cucharita, ya que me dijo que le encantaba.

Fueron unos 10 minutos de folleteo en esa postura en la que me encargué de darle placer en diferentes ritmos mientras le tocaba el cuerpo con mis manos. Le acariciaba sus especiales tetas, pellizcando los pezones y tirando de ellos, también le acariciaba el torso y bajaba hasta su coño para estimularle el clítoris. Parecía estar muy a gusto, porque no paraba de gemir y de acariciar mis brazos. Yo también lo estaba, porque en esa postura su chocho se apretaba más y el placer era mayor. Al final ya estaba agotado y tenía muchas ganas de acabar, por lo que apreté todo lo que pude, corriéndome en el condón, provocando también su orgasmo casi de manera sincronizada.

Así acabó esa noche tan placentera y divertida. Mónica se quedó K.O. quedándose dormida antes de que se pudiera recuperar. Me quité el condón y lo anudé, dejándolo en la mesita junto a los otros dos. Tan centrado estaba en disfrutar de lo que tenía delante esa noche que no me di cuenta del tormentón que estaba cayendo. La lluvia sonaba muy fuerte al caer sobre el cristal de la ventana y de repente me dio un frío tremendo. Así que nos tapé después de decidir quedarme ahí a dormir.

Era ya bastante tarde, hacía frío y llovía a cántaros, así que me quedé allí. Total, después de lo que habíamos hecho y del trato que teníamos, podía quedarme ahí sin ningún problema. ¿Quién me iba a decir a mí que la noche iba a acabar así después de casi hacer el ridículo por la manera en la que le entraba a alguna chica? Y ahí estaba, junto a una chica muy guapa después de haber echado unos polvos muy buenos. De hecho, hasta pude dormir más que lo que solía. Quizá tenía que ver esa relajación tras el orgasmo, que fuera tarde o el cansancio de tanto traqueteo, pero no me desperté hasta que ya era de día y la luz entraba por la estrecha franja que se quedó abierta al no estar la persiana echada del todo.

De hecho, parecía hacer un día muy bueno por la intensidad de los rayos de sol. Estaba tan a gusto una vez despierto que no me quería mover, por lo que estuve tumbado boca arriba durante unos minutos. Mónica estaba tumbada de lado, dándome la espalda. Parecía dormida muy profundamente y diría que no se había movido para nada durante toda la noche. En esos instantes me puse a pensar en cómo había ido la noche. Me encontraba bastante contento en ese momento, porque me estaba marchando a casa bastante resignado por no haber tenido suerte, pero al final sí que la tuve. Mónica me atraía físicamente desde el primer momento en el que la vi, aunque yo no estuviera para eso en ese momento.

Pero es que era una chica atractiva y guapa. En ese momento veía lo ridículo que era pensar que era una chica transexual y que podía tener pene. Lo único que pasaba era que tenía los pechos diminutos y eso no significaba que tuviera que serlo, pero algo impactado por su falta de curvas en esa zona y quizá también por el alcohol me puse a pensar esas tonterías sobre ella. Al final no lo acabó siendo y, de hecho, disfrutamos de una muy buena noche de sexo en el que fui capaz de arrancarle varios orgasmos. Aunque ella también me provocó dos, como indicaban los condones anudados que seguían sobre su mesita.

De pronto noté movimiento y yo, algo cortado, decidí hacerme el dormido para ver si ella me despertaba o cómo lo hacía.

-Mierda... -susurró enérgicamente, casi con rabia.

¿Mierda de qué? ¿Esa era su reacción después de la noche que nos habíamos pegado? Mónica empezó a resoplar mientras parecía incorporarse.

-Joder, joder, joder... -decía resignada.
 
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