Reencuentro con Elena

Capítulo 323

Al día siguiente me desperté solo en la cama. Ni siquiera me enteré de cuándo se fue Elena al trabajo. Ni siquiera sabía si se había despedido de mí con un beso. Así de taciturno me levanté para empezar un nuevo día, poniéndome a trabajar después de desayunar, como era costumbre. Tras unos minutos de ponerme a trabajar recibí una videollamada de Irene. Fue algo que me extrañó, ya que no solíamos hacer videollamadas de esa manera. Siempre que las hacíamos era cuando estábamos todos. Aun así, se la cogí, encontrándomela bastante despeinada y con los ojos muy entrecerrados e hinchados. Estaba muy mona.

-Buenos días, jajajaja -dije al encontrármela con esas pintas.
-Mmm... Buenos días.
-¿Qué pasa? ¿A qué viene esta videollamada?
-Yo que sé... Te quería llamar y le habré dado a otra cosa.
-Ah... Bueno. Estás muy guapa, jajajaja.
-Menos guasa, anda... Si es que hemos dormido superpoco.
-Ya, eso me imaginaba.
-Mario ha ido a trabajar. A ver cómo me viene luego...
-Seguro que no le importa con lo bien que se lo pasó anoche.
-No, desde luego que no.
-Te noto un poco ronca. ¿Puede ser? Jajajaja.
-Estás muy graciosillo, ¿eh?
-Si es que me hace gracia verte así.
-Pues sí, estoy ronca. Ayer fue una pasada. Hicimos un trio con Sofía. Que, por cierto, está aquí conmigo -dijo enfocándola.
-Buena noche os habéis pegado.
-Sí. Nena, despierta, que estoy en llamada con Javi -dijo zarandeándola un poco.

Pero Sofía no se acabó de despertar. Hizo un sonido extraño para saludar y se dio la vuelta para seguir durmiendo.

-Déjala que duerma, que seguro que lo necesita.
-Yo también lo necesito. Y más que nadie.
-¿Y eso?
-Ha sido una noche muy larga y muy movidita. Ya sabes cómo somos.
-Claro, pero, ¿qué hay de extra para que digas eso?
-¿Pues qué va a ser? Ayer era un día especial y tenía que hacerle un buen regalo a Mario.
-¿Qué le has regalado?
-Aparte de lo que visteis, pues ayer le dejé que me follara el culo.
-Ostia... ¿Sí?
-Sí. Mira que estaba cachonda perdida y así es más fácil, pues joder... Qué daño, tío...
-Si es que él lo tiene más complicado.
-Pues a ésta se la folla por ahí que no veas -dijo haciendo un gesto con la cabeza para señalar a Sofía.
-Ya, pero su culo no es como el tuyo.
-Me escuece aún.
-Normal.
-Llevó mucho cuidado y usamos cositas para hacerlo más fácil, pero es que... Pero bueno, anoche llegamos más lejos que nunca en sexo anal. Me metió la mitad según me dijeron los dos.
-No está nada mal. ¿Lo llegaste a disfrutar?
-Me quería morir. Pero lo hice por él. Hasta que ya no pude más y le pedí que parara.
-Yo creo que no deberías haberlo hecho si tanto te duele.
-Quería hacerle un regalito. Un día es un día
-Ya, pero yo que sé... Yo no me veo repitiendo con un dildo desde que Elena lo intentó, la verdad.
-Pues prueba con popper, jajaja.
-Jajajaja. ¿Qué dices? Anda...
-Te lo digo porque anoche yo tomé. ¿Por qué te crees que me pudo meter la mitad?
-¿Va en serio?
-Sí. No es para tanto si crees que...
-No, si un colega mío lo usó una vez.
-¿Y qué tal le fue? ¿Mejor que a mí?
-Pues ni idea. Lo hizo por hacer la gracia y estuvo un rato con nosotros, así que dudo que lo pudiera aprovechar. Además, era hetero.
-Pfff... Qué tontería.
-Pues sí. La verdad es que sí.
-Yo lo usé para poder disfrutar, pero es que...
-Hay que llevar cuidado con eso.
-Sí, con todo. Pero no te preocupes, no pasó nada.
-Vale, bien. Bueno... Si lo que buscas es darme envidia, lo siento, pero no lo has conseguido.
-¿No?
-Pues no, porque cuando llegamos, Elena pasó de largo y fuimos a un descampado y lo hicimos en el coche.
-¡Anda! ¿Y eso?
-Le apetecía mucho. Seguramente por ver cómo os estabais poniendo. Así que me llevó hasta allí y lo hicimos en plan tranquilo.
-¿Estaba cariñosa?
-Sí.
-¿Y por qué no fuisteis a casa? ¿O aquí en la nuestra?
-Porque hoy tenía que ir a trabajar y si nos quedamos con vosotros no sabemos cuándo acabamos. Luego tendríamos que volver y ducharnos... Pues no dormimos nada. Y en casa con su hermana le cuesta a veces.
-Pues os quedáis a dormir y os vais temprano, pero al menos dormís algo. Ya sabéis que esta casa también es vuestra.
-Ya, pero es que, si de normal Elena viene reventada, imagínate después de una noche así y sin dormir...
-Ah... Bueno, tampoco es que hubiéramos hecho mucho.
-¿Y eso?
-Pues estuvimos hablando las tres cuando os dejamos solos y dijo que le hubiera gustado hacer algo por Mario, como hizo por mí en su día cuando fue mi cumple. ¿Te acuerdas?
-Claro.
-Pues tenía algo en mente, pero al final nada. Dijo que no le apetecía mucho hacer eso por ti. Estando pachucho y tal no quiere hacer nada. Dice que quiere dejar de hacer todo esto y que prefiere hacer vida de pareja normal.
-Ah... -dije extrañado.
-Eso y también por el enfado que tenía.
-¿Enfado?
-Sí.
-¿Por qué?
-Eso ya no te lo puedo decir.
-¿Qué? ¿Por qué no?
-Pues porque no, Javi. Y no insistas, porque no voy a soltar palabra. Que te lo cuente ella.
-Pero...
-No.
-Joder, pues mejor no haberme dicho nada, ahora no voy a parar de darle vueltas.
-Pues le preguntas a ella.
-Ya...
-Y ahora por lo que te llamaba.
-¿Eh?
-Te llamo para preguntarte qué te pasa.
-¿Qué me pasa de qué?

Entonces noté movimiento, viendo como Irene miraba a su derecha, incorporándose Sofía para sumarse a la conversación.

S: Se refiere a la cara que traías.
J: ¿Qué cara?
I: Este chico es tonto. Javi, que no somos idiotas, joder.
J: No digo que lo seáis, pero no sé a qué os referís.
I: Nos referimos a la cara de mierda que traías, que parecía que ibas a un entierro en lugar de al cumpleaños de uno de tus mejores amigos.
J: Ni idea.
I: Me pones de los nervios cuando te pones en este plan.
S: A ver, tranquilos. Javi, se te notaba mucho. Además, Elena nos dijo algo cuando estuvimos las tres a solas. Algo de que fuisteis a ver a su madre y ella lo vio y luego Elena se fijó más y también se dio cuenta.
J: Joder... Ya le dije que no era nada. No sé por qué tanto hablar de ello.
S: Lo habla porque se preocupa de ti, Javi. ¿Por qué va a ser?
J: Si eso está muy bien, pero es que ya le he dicho que no me pasa nada.
I: Ella dice que te ve con expresión triste.
J: ¿Vosotras me veis así?
S: Yo ayer te noté raro. No eras el Javi de siempre.
I: Yo te noté muy raro también. Fue exactamente igual que la última vez que fuimos a vuestra casa a cenar. Y ahí no estabas malo por esto que te ha dado.
J: No sé...
I: Javi, no me toques los ovarios. Que cojo y me planto allí como el otro día.
J: Irene, te estoy diciendo que no sé lo que es. Yo me noto como siempre. No sé qué coño quieres que te diga.
I: Quiero que me digas lo que te pasa. No me parece normal ese cambio que ha pegado tu cara y tu expresión. ¿Os pasa algo a Elena y a ti?
J: Que yo sepa, no. Lo mismo sabes tú más que yo por eso de que Elena está enfada.
I: Eres tonto, tío. ¿Le pregunto a Elena directamente a ver si me lo contáis de una vez?
J: Haz lo que quieras, Irene. Yo ya te he dicho que no me pasa nada. Le he dicho lo mismo a Elena y a su madre.
S: Bueno, ya está bien. Calmaos los dos. Irene, si dice que no le pasa nada, pues será eso. Creo que confía mucho en ti como para contarte lo que le pudiera pasar, ¿no?
I: Pues no lo sé, porque se hace mucho de rogar.
J: Lo que me pasa es que echo de menos estar allí.
S: ¿Eso es? ¿Por eso estás así?
J: Pues sí. Echo de menos a mi madre, a vosotros, a mi casa, a mi ciudad. Aquí no conozco a nadie y como Elena trabaja tanto, pues me siento un poco solo.
S: ¿Y a ella no le pasa?
J: Supongo que no, porque está todo el día con gente en su trabajo.
I: Y con su amiguita del alma.
J: También.
S: Ah, la que me contaste, ¿no?
I: Sí, hija.
J: Ya está más tranquila. Y menos mal.
I: ¿Menos mal por qué?
J: ¿Te parece poco todo lo que ha hecho? Pues menos mal que ya no le da por meterse en mi vida. Se agradece.
S: Pues no sé, Javi. ¿Has hablado de esto con Elena?
J: Bah... ¿Para qué? ¿Para hacerla sentir mal? Paso.
I: A ver, es que es delicado. Si te sientes así es un problema. Eso está claro. Pero el problema en realidad es que no se puede hacer mucho al respecto. Quiero decir, ¿vas a estar todos los días viniendo aquí y yendo allí de vuelta? No tiene sentido.
J: Ya. Pensaba que sería todo diferente. Yo no tenía nada que me atara a mi ciudad, porque con el trabajo que tengo me podía permitir venirme aquí a vivir. Pero veo que me equivocaba. Echo de menos muchas cosas.
S: Qué putada...
I: Y pensar que tú rechazaste el ascenso por ella para que no estuviera así y ahora el que se encuentra en esa situación eres tú...
S: ¿Cómo? ¿Qué ascenso?
J: Tienes la lengua muy larga, Irene.
I: ¿Qué más da? A estas alturas...
J: No quería contártelo por si te sentaba mal, Sofía.
S: ¿Contarme el qué?
I: A Javi le propusieron un ascenso cuando vino del viaje en el que os conocisteis.
S: ¿En serio?
J: Sí. Dijeron que estaban sorprendidos con mi trabajo y más aun teniendo en cuenta lo joven que era, por eso decidieron apostar por mí. Que si me veían mucha proyección y tal. Y como nuestro jefe de departamento se fue del periódico, pues necesitaban a alguien.
S: Fue exactamente lo que me dijeron a mí.
I: Y Javi lo rechazó por Elena. Porque se puso muy mal al estar esas semanas separada de él. Con eso de que tenía que viajar tanto, estarían mucho tiempo separados y sin verse. Y a Javi no le gustó nada ver así a Elena.
S: Ya, si cogió un vuelo el día de antes de que regresáramos. ¿Esa era la emergencia que me dijiste?
J: Sí. Elena estaba muy mal.
I: Pasó la noche con nosotros de hecho porque bueno... Da igual. El caso es que no lo pudo soportar.
S: Pues eso es muy bonito, Javi. No cualquiera hace eso.
I: Javi, ¿de verdad es eso lo que te pasa?
J: No hay nada más -mentí.
I: Bueno. Espero que sea así. Creía que era algo grave. Esa cara que tienes no es normal.
S: Pues será eso. Y ahora con lo que le ha pasado, pues tiene peor cara. A ver si la cosa va a mejor. Tenemos que ir a verlo más. Y anímate a conocer gente por ahí.
J: Ya. Tengo que salir a distraerme un poco.
I: Javi, cuídate. Porfa.
J: Vale. Luego hablamos.

Ambas se despidieron de mí diciéndome que me querían y que me irían llamando para ver cómo me encontraba de estado de ánimo.
 
Capítulo 324

Conté una mentira para librarme de sus preguntas, aunque fue una a medias, porque algo de verdad había en esas palabras que dije. Echaba todo aquello de menos. Mucho. Y me sentía algo distanciado de Elena por su exhaustivo horario que no le permitía casi ni comer conmigo. ¿Ahora era alguien que no podía parar de mentir? Tal vez, pero esas mentiras eran una especie de coraza que me fui construyendo para evitar daños, sobre todo para mí. Cada vez me sentía más frágil con todo lo que estaba ocurriendo y no quería sufrir más de lo que ya lo estaba haciendo. Y ahora para colmo había un nuevo problema. Elena estaba enfada y no tenía ni idea de por qué.

El resto de la mañana la pasé trabajando, aunque no pude ser lo productivo que me hubiera gustado, ya que no paraba de pensar en eso de que Elena estaba enfadada. De hecho, no pude acabar de dejarlo todo preparado para tener la tarde libre como solía hacer, pero como tampoco tenía mucha cosa que hacer, no había problema. Para mi sorpresa, Elena apareció sobre la 1 de la tarde, siendo algo temprano para la hora en la que ella solía salir de trabajar, aunque la verdad era que no la esperaba para comer, viéndome tan sorprendido que incluso me asusté dando un respingo cuando oí la puerta de la casa cerrarse. Antes de que me pudiera levantar ni siquiera me la encontré en la puerta, oyendo como se acercaba rápidamente. Estaba con una sonrisa muy grande que chocaba bastante con ese aparente enfado que tenía según me dijo Irene.

-¿Qué haces aquí? -le pregunté aún sorprendido.
-¿Pues qué voy a hacer? Jajajaja. He venido para comer contigo.
-Ah... No me has dicho nada.
-¿Tan extrañado estás de que venga a comer a mi casa? Jajajaja.
-No, no es eso, es que...
-Estoy de broma, mi amor. Ven, dame un beso.

Me encorvé para darle un beso a Elena, agarrando ella mi cara con ambas manos y mucha dulzura, levantando uno de sus pies hacia atrás, casi llegando a su culo. Me extrañó un poco porque era un gesto que nunca la había visto hacer conmigo, pero no me desagradó para nada. De hecho, me gustó.

-¿Y cómo es que has salido tan temprano?
-Pues porque he explicado que aún estás malo y que necesitaba salir un poco antes. De primeras no me han puesto buena cara.
-¿Quién?
-Mi jefe. Ese que vino a la cena en la que estuvimos con mis compañeros. ¿Te acuerdas?
-Ajá -dije pensando lo imposible que era olvidarme de él.
-Pues de primeras no le ha hecho gracia, porque dice que eso no es un motivo de peso como para salir antes.
-Ah...
-Pero ya le he hecho entrar yo en razón -dijo apretando mis mejillas para darme otro beso- Además, le he hecho un favor y me tiene que compensar -dijo mientras se iba a nuestra habitación para ponerse cómoda.

Me quedé un poco pensativo por eso último que acababa de decir. ¿Qué favor le había hecho a su jefe? Otra vez se me ponía mal cuerpo pensando en ambos estando juntos en la cama. O a lo mejor se lo montaban en la oficina. En el despacho de él mientras los demás seguían trabajando. Era un pensamiento tan ridículo como enfermizo el que tenía ya, pero no podía soportar la idea de que hubieran tenido algo y cada vez veía más indicios, o solo estaba buscando donde no había para fabricarlos en mi cabeza.

-¿Qué haces ahí parado? -dijo sacándome de mis pensamientos nocivos- Anda, vamos a la cocina.

Cogió mi mano y me arrastró con ella hasta la cocina, sentándome en una de las sillas que había allí para que estuviera con ella mientras hacía la comida, diciéndome que ni se me ocurriera levantarme de ahí, que ella se encargaba de todo y que yo tenía que descansar. Hasta llegó a preparar algo para picar mientras preparaba lo que íbamos a comer. Yo estaba muy confuso. Entre eso que me dijo de que le había hecho un favor a su jefe y lo que me contó Irene de que estaba enfadada no sabía que pensar. Y más aún con ese carácter tan bueno que mostraba.

-¿Y cómo has venido?
-En coche, me han traído.
-¿Quién?
-Pues Yolanda. ¿Quién va a ser?
-No sé. Solo preguntaba.
-¿Estás bien, cariño? -dijo con tono meloso, viniendo hacia mí y dándome un beso.

Elena se sentó sobre mi regazo y me siguió besando, poniendo una de sus manos sobre mi cara para acariciarla. Estaba muy cariñosa, cosa hubiera disfrutado como el que más de no ser por mi estado mental tan desfavorable.

-Elena, ¿estás enfadada?
-¿Qué? Jajajaja. ¿Por qué me preguntas eso, mi amor? ¿Cómo voy a estar enfadada?
-Es que he estado hablando con Irene esta mañana y ha mencionado algo.
-Ah... Cómo se va de la lengua esta chica...
-Entonces, ¿es verdad?
-Bah... ¿Qué más da? Lo importante es que estoy aquí contigo ahora.
-¿Cómo que estás conmigo ahora?
-Pues que estoy aquí, contigo y que tenía ganas de estar así.
-¿Y el enfado? ¿Es por algo del trabajo? ¿Es por lo que me dijiste el otro día de tener que aguantar a algunas personas?
-Da igual. ¿Para qué vamos a hablar de ello?
-Porque me importas, Elena. Y quiero saber de ti y ayudarte si lo necesitas. O que te desahogues conmigo si así te sientes mejor.
-No me voy a desahogar contigo. No te lo mereces. Y menos conforme estás.
-Pero es que de eso se trata una pareja, ¿no?
-Aiiiiins... Ven.

Elena se levantó y me volvió a coger de la mano para arrastrarme hasta nuestra habitación.

-¿A dónde vamos? ¿Qué pasa? -pregunté algo desorientado.

Elena lanzó un gritito muy agudo, sentándome en la cama y cogiendo mi cara para darme un beso muy intenso.

-Ya sabes cómo me pones cuando te preocupas así por mí -dijo tras el beso.
-¿Quieres...? ¿Ahora?
-¿Por qué no? Estamos solitos y me encanta cuando te pones así en plan protector. Y mucho más cuando me hablas así tan inocentemente como si fueras un niño. Me das mucha ternura y solo te quiero comer a besos.

Elena de nuevo empezó a besarme, pero esta vez poniéndose sobre mí, apoyándome yo en la cama sobre mis manos al echarme hacia atrás. Cuando paró de besarme, Elena me miró a los ojos y luego a los labios, relamiéndose, pasando a sonreír después. Tras eso, Elena me quitó la sudadera que llevaba puesta, empezando así a desnudarme, bajándose de mí para quitarme también los pantalones. Al quitármelos me miró el paquete, torciendo un poco el gesto, tal vez al no ver ninguna erección. Pero eso fue algo que remedió rápidamente al volver a sentarse sobre mí para darme otro beso y pasar al cuello. Entre eso y el frío que empezaba a hacer al estar casi en el mes de noviembre, me llegó a dar un escalofrío muy fuerte, riendo ella dulcemente al darse cuenta de ello. Se propuso ponérmela dura y lo consiguió, como siempre. Y más al lanzarse a mi cuello. Ella se desnudó en un abrir y cerrar de ojos, quedándose solo con sus braguitas negras de algodón, las cuales noté bastantes húmedas en esos movimientos bruscos que Elena hacía para desnudarse sin bajarse de mí. No entendía cómo estaba tan encendida y cachonda para estar con esas ganas y así de mojada cuando lo normal es que no hiciéramos nada hasta la noche y con suerte por estar Noelia ahí.

No hubo muchos más preliminares, ni siquiera sexo oral, que era algo que solíamos hacer mucho antes de la penetración. Elena se quitó sus braguitas me quitó a mí los boxers, casi arrancándomelos haciendo que mi polla rebotara como un muelle. Como siempre que pasaba eso, Elena rio de manera traviesa y se puso sobre mí por tercera vez para empezar a frotarse sin llegar a metérsela aún, lanzando dulces y suaves gemidos, pero fue algo que acabó haciendo rápidamente, lanzando uno más grande y seco. Se agarró a mi cuello con ambos brazos para tirar de mí y ponerme sobre ella. Una vez así me empezó a besar de bueno, moviendo ellas sus caderas para empezar una penetración de la que tenía el control y la iniciativa. Despegó sus labios de los míos para decirme que la follara, justo con esas palabras. Me empecé a mover para rozarnos de esa manera tan placentera que nos provocaban gemidos, sobre todo a ella.

Cada vez me pedía que lo hiciera más rápido e incluso más fuerte, por lo que empecé a alternar entre unas embestidas fuertes y una follada rápida pero no tan intensa. Elena estaba abandonada con los ojos cerrados, agarrando las sábanas o sus tetas por momentos. Se la veía que estaba disfrutando, siendo aquellos gemidos altos otra prueba de ello. ¿Y yo? Pues también lo estaba disfrutando. Si no lo estuviera haciendo no la hubiera tenido dura ni siquiera, pero no era lo mismo que en las tantas otras veces que lo habíamos hecho durante nuestra relación. No me notaba al 100% en ese momento. No físicamente, ya me encontraba mucho mejor de aquello y no notaba absolutamente nada fuera de lo común. El problema era mental más que otra cosa. Veía tantas dudas por todos lados que eso no me permitía disfrutar de mi chica como a mí me hubiera gustado hacerlo en ese momento. Al menos no me la imaginé poniendo esas caras mientras era follada por su jefe, porque eso sí que me hubiera dado un buen bajón. En todos los aspectos.

Elena estaba tan encendida que tiró de mis manos para juntar nuestros cuerpos, pegando nuestras pieles. Me abrazó fuertemente con sus piernas pidiéndome que la reventara. Me estaba esforzando mucho por hacerla disfrutar, por lo que me concentré en hacer lo que me pidió. No tardó mucho en correrse entre gritos, con su cuerpo vibrando y apretándome con su coñito, empapándome los huevos con sus flujos mientras con una mano se agarraba a mi nuca y con la otra a mi espalda, hincándome las uñas.

Me quedé quieto sobre ella para no sobresaltarla como le solía pasar en esos momentos. Al poco despegué un poco mi cuerpo del suyo para mirarla a la cara. Tenía el gesto más relajado por su recuperación, aunque apretaba su cara un poco durante breves intervalos de tiempo. Había tenido un buen orgasmo, de los que la dejaba bien molida durante un rato. Yo no llegué a acabar pese a lo fuerte que mi chica apretaba mi órgano sexual con el suyo. Pero yo estaba absorto, estando más pendiente de la hora por si se acercaba la hora de llegada de Noelia y también pensando si la comida se iba a quemar. Elena pasó a acariciarme la cara con sus dos manos, volviendo a estar cariñosa.

-Ufffff... Qué bien, Javi.
-¿Te ha gustado?
-Me ha encantado. Como siempre.
-Me alegro.
-Es que me haces vibrar de unas maneras...
-¿Y cómo es que estabas tan encendida? No es lo común desde que trabajas tanto.
-Porque me pones mucho cuando te muestras así de atento. Lo sabes de sobra. Además, bastante sequía hemos tenido ya. ¿No crees?
-Sí.
-Javi, como me gustas cuando estás así de tierno. Arggg... Es que te como a besos -dijo dándome muchos besitos por la cara.

Después pasó a abrazarme con fuerza de nuevo mientras me seguía besando por el cuello, pero no de esa manera para excitarme, sino más cariñosamente. Era algo que disfrutaba mucho igualmente.

-Pero si no has acabado aún... -dijo cuando me salí de ella.
-No. No lo he hecho.
-¿Por?

Me encogí de hombros y ella sonrió para tirar de mis manos nuevamente. Me dijo que me pusiera sobre ella, haciéndolo yo así, pero sobre su barriga. Cogió mi polla con su mano para empezar a pajearme, aumentando el ritmo cada poco. Mi polla estaba tan lubricada por sus flujos que la paja era muy buena y verla así tan bonita con su pelo algo despeinado y echado sobre la cama me hizo estremecer cuando con la otra me empezó a estimular el glande de forma habilidosa, provocando que le corriera sobre sus pechos con algunos chorros que no salieron con mucha fuerza. Elena reía dulcemente al ver como llegaba al orgasmo mientras yo me estremecía con la respiración agitada y entrecortada. Ella reía dulcemente durante todo el rato, siguiendo con la paja, aunque de manera más suave una vez acabé, apartando su mano cuando ya me notaba más sensible de la cuenta. Ella lanzó un sonido de queja muy encantador, esparciéndose mi corrida por sus tetas para coger un poco con su dedo y llevárselo a la boca para chuparlo de manera provocadora. Me eché a su lado, tumbándome boca arriba para recuperar el aliento mientras ella se ponía un poco de lado, apoyando su cabeza en una de sus manos.

-Aún no me has dicho por qué estabas enfadada -dije aún con la respiración acelerada.
-Da igual, no te preocupes.
-¿Por qué no me lo quieres contar?
-Porque es una tontería.
-Pues con más razón. ¿Qué más da?
-Es que... No quiero contártelo por una razón. Es solo eso.

Me quedé mirándola mientras ella me miraba también, aunque con un gesto más tierno, sonriendo. Se puso a acariciarme el pecho hasta que me terminé de recuperar, quedándome bastante empanado y pensativo. Ella se levantó, recogiéndose el pelo con una goma diciendo que iba a la ducha. Le pregunté acerca de la comida, pero ella me dijo que no había problema y que aún le quedaba bastante. Me levanté y me vestí para volver a la cocina y esperarla mientras pensaba en aquello que me dijo de que no me lo quería contar por una razón. No hacía más que ver más cosas malas que iban aclarándome lo del tema con su jefe y para mal. Hasta me daba la sensación de que se estaba riendo de mí, pasando a decirme esas cosas en la cara, con lo de que si le había hecho un favor a su jefe y que había una razón por la que no me la quería contar.

-Va, cuéntamelo -dije una vez apareció por la cocina.
-¿Otra vez con eso?
-Sí. Quiero saberlo.
-Estás insistente... ¿Tanta curiosidad tienes...?
-Exactamente.
-Es que no te va a hacer gracia...
 
Capítulo 325

Me quedé mirándola fijamente intentando descifrar lo que pudiera ser. Ya me estaba arrepintiendo de ser tan insistente con el tema. Me estaba temiendo lo peor y Elena por fin lo contó.

-Ha surgido un problema para algo que tenía previsto hacer.
-Vale, ¿de qué se trata?
-Ay... -dijo en forma de suspiro- Es que se supone que es una sorpresa, pero no va a poder ser hasta más adelante. Era por tu cumpleaños. Íbamos a hacer un viaje especial.
-Ajá. ¿Ese es el problema?
-Sí. Tenía previsto que nos fuéramos este domingo y pasar toda la semana fuera. Ya lo tenía arreglado en mi trabajo todo. Incluso había hablado con Sofía para que no hubiera tampoco problema con el tuyo. Hasta había hablado con la madre de la amiga de mi hermana para que se quedara con ellas toda la semana.
-Ah...
-Pero al final no va a poder ser.
-¿Y eso?
-Mi jefe me ha dicho que me necesita el lunes allí, justo el día de tu cumple.
-Pero si es festivo.
-Pues imagínate si es urgente la cosa. Festivo, tu cumpleaños, habiéndolo pedido libre adelantando mis vacaciones y tengo que ir. Un cliente muy importante estará por aquí y tenemos que aprovechar. Me lo ha rogado, Javi. Me ha dicho que me recompensará bien por ello, con una subida de sueldo y un ascenso que puede tener lugar pronto. Me ha explicado que en ese ascenso trabajaría directamente con él y tendría un horario algo más relajado. Y nos hace mucha falta eso último.
-¿Y qué razón había para no contármelo?
-Era una sorpresa...
-Pero si no va a poder ser. ¿Qué más da?
-Puede ser, pero más adelante. Es atrasarlo simplemente, pero va a ser igual de especial. Te lo prometo.
-¿Y por qué me iba a enfadar?
-Porque no voy a poder pasar el día de tu cumple contigo. Tengo que ir temprano para la reunión, luego exponer el proyecto. Después nos vamos a comer, porque es una tradición de la empresa cuando se hace un trato con un cliente importante. Y esas comidas se alargan bastante.
-Pero eso sería solo un día, ¿no?
-Lo importante sí, es solo un día. Pero el resto de la semana tenemos que ir cerrando los flecos en más reuniones y como yo soy la que maneja este proyecto, pues tengo que estar ahí.
-Ah, vale.
-Lo siento, Javi -dijo acercándose a mí para darme un abrazo- Sé que no es justo que me pierda un día tan importante para ti como es tu cumpleaños, pero es que no tengo alternativa. Me da mucha rabia después de lo que preparaste tú para el mío.

Elena se apartó de mí para mirarme a la cara, teniendo un rostro muy tierno que expresaba culpabilidad. Era un gesto similar a los que hacen los niños cuando algo no va bien y no pueden hacer nada al respecto. Yo me quedé mirándola con gesto serio, estando algo pensativo.

-Estás enfadado -dijo con seguridad.
-No, no lo estoy.
-Entonces, ¿por qué me miras así?
-Porque no es algo que sea para tanto como para ocultarlo.
-Es porque era una sorpresa, Javi.
-No sé... No creo que hiciera falta tanto misterio para eso.
-¿Tan preocupado estabas? ¿Qué creías que era?
-Nada. Pensaba que tenías problemas en el trabajo. No sé... Tal vez alguna mala relación con alguien que te estuviera dando problemas o algo...
-No -dijo tras unos segundos en los que me miró a los ojos fijamente-. Todo está bien.
-Vale, si tú lo dices, te creo.

Elena sonrió y se sentó sobre mi regazo para abrazarme y echar su cara sobre mi hombro. Seguía bastante cariñosa y parecía molesta por no poder llevar a cabo su plan para mi cumpleaños. Al poco se levantó para terminar la comida, yendo yo mientras a poner la mesa. Comimos tranquilamente en el salón, más temprano de lo que solíamos hacerlo por lo pronto que vino a casa. Y eso que habíamos echado un polvo y ella se había dado una ducha rápida para cuando volviera a entrar a trabajar. Para las 2 y media ya estábamos comidos y sentados en el sofá del salón para reposar la comida. Me senté un poco encorvado en el sofá y Elena se tumbó, echando su cara sobre mi vientre en dirección a mi cara mientras me abrazaba, usándome de cojín. Cayó dormida y como aún le quedaba un buen rato para entrar a trabajar la dejé descansar, porque entre el madrugón que se metió y el polvo en el que le di caña, debía estar cansada. Tenía puesta la televisión, aunque baja para dejarla descansar, pero es que apenas le hacía caso, porque la miraba más a ella, viendo lo guapa y mona que estaba así dormidita con sus morritos.

Pese a lo a gusto que estaba y lo tranquilo que me quedé al ver de qué se trataba finalmente su enfado, no podía evitar dejar de pensar en ciertos detalles de los que me percaté. El primero que detecté fue aquello de que su jefe le había rogado para que fuera justo el día de mi cumpleaños a trabajar. ¿Tan importante era Elena como para tener que estar presente habiendo pedido por adelantado esa semana libre? No dudaba de lo buena que era Elena en su trabajo, era algo que sabía bastante de primera mano por todo lo que me contaba en nuestro día a día y por como de pronto la ascendieron. Pero también sabía de primera mano cómo de colado estaba su jefe por ella, por lo que pensaba que lo hacía con la intención de joderme por no poder estar con ella. Además, estaba ese otro detalle de sobornarla con ese ascenso en el que dijo que trabajaría con él. Era bastante obvio para mí como ese chico buscaba cada vez más acercamiento hacía Elena. Por último y más importante, el detalle que más se venía a mi cabeza fue ese breve silencio que Elena mantuvo antes de responder cuando le dije lo que pensaba yo qué ocurría. Esa especie de duda a la hora de responder, sin hacerlo de forma inmediata, me dio a entender que algo de eso había y no me lo quería contar, volviendo a activar la alarma del tema con su jefe.

Tampoco pude pensar más en aquello, porque se oyó la puerta de la calle. Evidentemente era Noelia, quien llegaba de la universidad. Entró al salón, quedándose parada un metro escaso después de pasar. Le hice un gesto para que no hiciera ruido, susurrándole que tenía la comida en la cocina. Ella se quedó mirándome con gesto serio para darse la vuelta y marcharse a la cocina sin decir nada. Seguimos conforme estábamos antes de que ella llegara, aunque ahora podía oír traqueteo en la cocina con sonidos de platos y vasos. Así llegó la hora de que Elena volviera al trabajo, despertándola yo con cuidado para que no se sobresaltara. Y así fue como lo hizo, con una sonrisa preciosa en su cara, abrazándome con fuerza mientras hundía su cara en mi vientre para luego desperezarse. Me levanté para ir preparándome y Elena se subió a mi espalda en un movimiento rápido. Se abrazó con sus piernas y brazos a mi cuerpo, echando su cabeza sobre uno de mis hombros mientras reía muy dulcemente. Ese tipo de gestos eran los que más me apaciguaban, aunque solo fuera durante un rato, pero me gustaban mucho. Así la llevé a nuestra habitación para que se cambiara y poder irnos.

Cuando la dejé se quedó unos segundos mirándome para darme un beso muy tierno y largo. De nuevo me quedé un poco atontado por sus muestras de cariño tan buenas y que tanto chochaban con lo que me imaginaba yo. De vuelta a casa le di vueltas a eso precisamente. Que pensara así no tenía ningún sentido y todo eso que me estaba imaginando era solo eso, imaginaciones. Solo ocurría en mi cabeza. ¿Para qué iba a estar conmigo si me estuviera engañando? Era otra cosa que veía sin sentido. Quizá los detalles esos que veía eran producto de esos malos pensamientos que no paraban de rondar mi cabeza, por lo que llegué al punto de parar de imaginarme esos escenarios y esas situaciones que tan mal cuerpo me ponía. Elena te quiere y no te haría nada así. Es imposible que te engañe después de todo lo que le ha pasado. Tú le has dado más motivos para pensar así. No tienes derecho a pensar así de ella. Todo eso era lo que me repetía de camino a casa para concienciarme de que no había nada y que no podía seguir así. Tenía que pararlo y pasaba de hablarlo con ella para no pasar por una situación desagradable que incluso le pudiera molestar. Tenía que cambiar el chip.

Tan motivado me vi que en cuanto llegué a casa fui a la habitación de Noelia para hablar con ella. Me la encontré sentada en su escritorio pasando apuntes a limpio.

-¿Estás ocupada? -dije apoyándome en el marco de la puerta.
-No mucho -dijo sin mirarme.
-Me gustaría hablar contigo.
-¿Qué he hecho ahora...? -preguntó con cansancio mientras giraba su silla en dirección a mí para mirarme.
-No es nada del otro mundo.
-¿Entonces?
-Es por lo de ayer.
-¿Qué pasó ayer? Si no nos vimos casi...
-Por eso precisamente. Mira, yo entiendo que no nos aguantes y que quieras saber poco de nosotros, pero tampoco es para que desaparezcas, así como hiciste ayer sin dar señales de vida. Por muy mal que nos llevemos hay que avisar. Porque me avisó Arantxa, que si no...
-¡Ah! ¿Te habló? -preguntó extrañada.
-Sí.
-¿Qué te dijo? -preguntó algo agitada.
-Nada. Solo me dijo que estabas allí con ella y que habías comido ahí con ellas. Por si estábamos preocupados. Nada más.
-Ah...
-¿Estás bien?
-Claro.
-No sé yo...
-¿Te ha contado algo ella?
-No. No lo ha hecho. Pero el otro día me pareció oír que estabas llorando cuando pasé por el pasillo para ir al baño. Y esa pregunta que acabas de hacer me dice que algo hay.
-Pues no es nada.
-Bueno, si tú lo dices...
-¿Por qué haces esto?
-¿Hablar contigo?
-Sí.
-Porque estoy de buen humor y quería decirte eso que te he comentado. Y ya pues he aprovechado para el sacar el tema cuando me he acordado.
-No me pasa nada. Es solo que algunos profesores me tienen harta. Mira, las pocas clases que me diste tú cuando me ayudaste para el examen de Selectividad fueron mucho mejores que las que me dan ellos.
-Bueno, todos hemos pasado por eso.
-¿Tú también tuviste profesores malos en la universidad?
-Pues claro. Prácticamente todo el mundo los ha tenido. Es el típico caso de que dan las clases leyendo un power point, ¿no? ¿O son de los que se creen que ya sabéis las cosas y solo se molestan en responder dudas? O a veces ni eso...
-Exactamente. Eso es. Esas dos cosas me pasan.
-Pues siento decirte que es normal. Así que tienes que acostumbrarte.
-¿Y cómo lo hago entonces para aprobar? Si parece que a ellos les importa una mierda que suspendamos.
-Pues compartiendo apuntes, estudiando en grupo o pidiendo algo de ayuda y consejos a gente de segundo en tu caso. Seguro que te aconsejan y te dicen lo que suelen preguntar en los exámenes, las trampas que ponen y demás. Y así socializas de paso. Eso fue lo que hice yo en la universidad.
-¿Y te funcionó?
-Sí. Y bastante bien. Hice buenas amistades así -dije pensando en Ángela.
-Pues intentaré seguir tus consejos. Gracias.
-De nada. Te dejo, que me voy a trabajar.
-Oye, ¿y tú cómo estás?
-Yo ya estoy bien. Me noto perfecto.
-También lo digo por... Bueno, he notado que estabas un poco distante.
-Nada, eso era por la medicación -dije mientras pensaba cómo se había dado cuenta de mis problemas.
-Bueno, vale. Mmm...
-¿Qué pasa?
-Nada.
-¿Seguro?
-Sí, sí. No es nada.
 
Capítulo 326

Me quedé mirándola un poco extrañado por eso último, aguantándome ella la mirada, aunque sin decirnos nada más. Me marché a la habitación en la que trabajaba para ponerme a ello y así poder recuperar lo que me faltó por hacer por la mañana. Pese a la forma tan rara de acabar que tuvo esa conversación, me quedé a gusto y contento por poder comentarle algo que quería hacer, pudiendo hablar con ella como dos personas normales y no como solíamos hacer. Hasta le di algún consejo que yo mismo puse en práctica en tiempos de universidad. Me olía a que algo más le pasaba, pero tampoco quería ahondar en el tema para evitar salidas de tono o cosas peores. Tampoco estaba tan interesado como para ponerme insistente y si ella no me lo quería contar, pues tampoco le iba a rogar para que lo hiciera y que así se pudiera desahogar.

El resto del día fue bastante tranquilo, incluso cuando fui a por Elena cuando salió de trabajar, siendo bastante puntual teniendo en cuenta como había ido la cosa en ese aspecto esas últimas semanas. Por el camino me contó que se esforzaba por dejarlo todo acabado para poder salir a su hora y así no echar tanto tiempo, hablando incluso con el personal, comentado lo abusivo que era a veces aquello de echar alguna hora de más, teniendo que quedarse en varias ocasiones a comer allí, o a cenar, saliendo más tarde de la cuenta. Al parecer iban a hacer un esfuerzo entre todos para que eso no pasara tanto y así poder llevar un horario más puntual a la vez que relajado, porque pasarse tanto tiempo en la oficina estresaba mucho a algunos. Esa noche, como ya esperaba, no hubo sexo, pero para mi sorpresa, sí que hubo en los posteriores días en los que Elena continuaba con ese estado de ánimo tan alegre y cariñoso conmigo. Hasta hablaba más con su hermana. Noelia también estaba más calmada por decirlo de alguna manera, siendo más participativa en las conversaciones que de costumbre, aunque tampoco es que fuera cosa de otro mundo.

Tan solo volvía a ese comportamiento tan suyo cuando, tras cenar, Elena y yo estábamos sentados en el sofá y ella se quedaba un rato con nosotros para ver la televisión. Su manera de ser de siempre salía a flote cuando Elena se ponía cariñosa y empezaba a darme besos por la cara y los brazos, resoplando de manera molesta para irse a su habitación. Lo bueno de eso es que Elena se venía arriba al quedarnos solos y se ponía más cariñosa aún, desembocando en noches de sexo bastante placentero, aunque tampoco es que pudiéramos ser todo lo expresivos que quisiéramos ser, ni pudiéramos hacerlo tan intensamente como nos hubiera gustado en ocasiones, pero aun así eran sesiones de sexo muy buenas en las que Elena se mostraba especialmente cariñosa. Había besos continuamente y llegó un punto en el que hasta nos adaptamos para no hacer ruido y disfrutar lo máximo posible.

Lamentablemente para nosotros, nuestras posturas favoritas causaban ruido en la cama o en el cabecero por mucho cuidado que lleváramos, por lo que adoptamos la postura de la cucharita para darnos el máximo placer posible. Elena apretaba mucho su culo contra mí para que se la hincara lo más profundo que pudiera mientras yo le tapaba la boca con una mano para ahogar sus gemidos y con la otra le estimulaba el clítoris. También le besaba el cuello, mordiéndole el lóbulo de la oreja, provocando en ella unos orgasmos muy fuertes que la hacían vibrar bastante. Esos orgasmos provocaban los míos al sentir como mi chica se derretía en mis manos y también por cómo me apretaba con su coñito, que estaba aún más apretado por la postura al no tener las piernas abiertas. Bendita decisión de salir puntuales del trabajo que me permitió disfrutar de varias noches seguidas de sexo.

Por otra parte, no esperaba que mi determinación fuera fuerte en esa decisión que tomé de cambiar el chip para disfrutar de nuevo de Elena intentando abandonar esos pensamientos e imágenes nocivas que no paraban de rondar mi cabeza desde que descubrí aquella conversación de Elena con su jefe, pero lo cierto es que, pese a tener alguna que otra vez algún pensamiento por el estilo que yo me quitaba rápidamente de la cabeza con un par de bofetadas, Elena me contagió ese estado de ánimo tan positivo, chinchándome un poco diciéndome que me preparara para cuando nos fuéramos de viaje por mi cumpleaños, aunque no soltaba prenda de nada acerca de ese tema, diciéndome solamente que ese viaje tendría lugar justo una semana después de lo que ella tenía previsto. No sería como ella tenía planeado y eso le molestaba, pero yo le quitaba importancia diciéndole que seguro que nos lo pasaríamos igual de bien. Pero antes de ese viaje tendría lugar la fiesta de Halloween que se organizaba cada año en mi grupo de amigos y a la que íbamos a ir, siendo ésta bastante movidita.

El sábado por la mañana, Elena se levantó cariñosa, siguiendo con ese mismo estado que llevaba arrastrando toda la semana. Desayunamos y nos fuimos al centro comercial más grande la ciudad para ver disfraces para la fiesta que tendría lugar por la noche. Tras un largo y tedioso rato en el que Elena se ponía a elegir disfraces para mí, acabó encontrando uno. Esos momentos de ir de compras no eran para mí definitivamente, porque me aburría bastante y se me hacía eterno. Tras probarme como quince disfraces diferentes, Elena se decantó por uno de Batman. Poco ortodoxo para ser una fiesta de Halloween, pero es que le gustó mucho como me quedaba. Era algo ajustado y según ella me quedaba muy bien para no estar tan tonificado como el personaje al que encarnaba.

Elena se mostraba algo encendida y es que aquel disfraz de licra me marcaba bastante el paquete. Se quedó mirándolo durante varios segundos, incluso llegando a echar mano a él estando ambos dentro del probador con la cortina echada. Pegué un respingo por no esperarlo y ella rio de manera traviesa. Después me dio un beso mientras me acariciaba y apretaba el culo. Al estar acostumbrado de nuevo a más cariño y folleteo esos días, mi cuerpo detectó que se aproximaba algo de fiesta. Además, la situación era excitante. Nunca había hecho nada así en un probador y recordaba que de adolescente me gustaban especialmente aquellos videos en los que se hacían cosas en los probadores. Reflejaban tanto morbo, que me excitaban mucho. Morbo que ahora estaba experimentando.

-No me convence este disfraz -dije viendo cómo se me marcaba la erección.
-Pues a mí sí. Me encanta cómo te queda -dijo mientras continuaba sobando mi paquete.
-Pero no es muy de Halloween...
-Que da igual. Te vas a poner este. No vas a cambiar mi opinión.
-¿Pero por qué? Estás muy mandona.
-Es lo que hay... Jejeje.
-Pero mira esto... Si es que se marca mucho. Todos van a estar mirándome -dije señalando mi erección.
-Mejor. Así ven lo que tengo en casa. Mmm... -murmuró sobando mi paquete.
-Me da mucho corte que se me marque tanto...
-Vaaaaaaya... Tiene vergüenza el que me enseña a jugar en público... -dijo muy bajito acercándose a mí- Si te da vergüenza, pues te tapas con la capa, jijijiji...
-Eres mala...
-Mucho. Hoy voy a ser muy mala.
-Uff... Miedo me das.
-Mmm... Qué guapo estás así... La máscara te queda muy bien con la barba. Estás supersexy.
-¿Y ahora cómo bajo esto? -susurré.
-Pues no sé...
-¿Sabes? Nunca lo he hecho en un probador...
-Jajajaja. Serás marrano...
-¿Te apetece?
-No -dijo firme y seriamente-. Hoy mando yo. Ya haremos algo así, pero hoy no. Hasta la noche nada.
-Elena, no me jodas. No vale provocar para luego no hacer nada.
-Lo siento, pero hoy va a ser así.
-¿Así estás hoy...?
-Así, ¿cómo? ¿Calientapollas?
-Yo no he dicho eso.
-Pues puedes decirlo, porque hoy voy a estar en ese plan. Te doy permiso.
-Uff...
-¿Te gusta?
-Ahora mismo te ponía contra el espejo y te reventaba.
-Mmm... ¿Sí? -dijo de manera sensual.
-Sí.
-Eso estaría muy bien... -dijo pasando uno de sus dedos por toda mi erección.
-Pfff...
-Pero no va a poder ser. Te espero fuera. No tardes -dijo guiñándome un ojo.

No tardes... Como si fuera tan fácil... Me cambié y me puse mi ropa, sentándome en el asiento que había en el probador para tratar de calmarme y que se me bajara el asunto, pero me estaba costando horriblemente. La excitación que volvió en esos días me ponía difícil calmarme, pero ver así a Elena tan encendida y en ese papel de dominante me ponía como una moto pese a no gustarme mucho que me dominaran, siendo yo el que llevaba las riendas normalmente en ese aspecto. Pero verla así de firme, mezclando su excitación y sensualidad con esa manera tan decidida de actuar me encendía de mala manera. Al final me la acomodé todo lo bien que pude, tirando de mi sudadera bastante para abajo y que así no se notara tanto, porque no había manera de que se me calmara la erección. Salí y Elena estaba hablando por teléfono, aprovechando yo para ir a pagar el disfraz. Cuando acabé me la encontré detrás de mí. Agarró mi mano entrelazando nuestros dedos y tiró de mí para salir de allí metiéndome prisa.

-¿Y tu disfraz?
-Ya tengo disfraz. No te preocupes por eso.
-Ah... ¿A dónde vamos ahora?
-Al coche.

Estaba esperanzado de que el calentón de Elena fuera tan grande para acabar haciendo algo dentro del coche, pero para mí mala suerte no fue así. Aunque fue ella la que condujo de vuelta a casa, quitándome las llaves.

-Ay... Qué carilla tiene mi niño... -dijo acariciando mi cara tras ver que me quedaba mirándola expectante de algo más.
-No me merezco que seas así de mala conmigo...
-Eso es verdad. A ver... ¿Cómo sigue mi amiguita? -dijo sobándome el paquete- Vaya, sigue un poco despierta aún...
-Es que se ha alegrado mucho de cómo la has tratado antes.
-Pues lo siento, pero hasta esta noche no hay nada -dijo mirando mi paquete.

Salimos del coche y entramos en casa, estando yo de nuevo empalmado, aunque no tanto como en el probador. Elena se fue a la habitación para meter en una bolsa su disfraz y el mío, metiendo algo de ropa de más mientras yo me quedaba en el salón calmándome. Después le dijo a su hermana que se apresurara, que nos íbamos ya. Yo no tenía ni idea de qué íbamos a hacer, contándomelo ella. El plan era irnos a mi ciudad, llevando a Noelia antes a casa para que pasara allí el fin de semana, justo como íbamos a hacer nosotros. Por eso echó tanta ropa en la bolsa que guardó en el maletero. Ya la recogeríamos el domingo por la tarde cuando dijéramos de volver a casa. El camino fue muy tranquilo, conduciendo Elena para que su madre no le echara la bronca por si le daba por preguntar o por si luego se lo preguntaba a Noelia cuando nos fuéramos.

Además, seguía preocupada por mi estado, como si esas palabras de su madre perduraran en su cabeza. Llegamos y estuvimos un rato con su madre y su abuela, sin que ocurriera nada raro. 10 minutos más tarde nos pusimos en camino a mi ciudad para ir a mi casa. Nos encontramos a mi madre sola, para variar. Ella estaba encantada de vernos y nos preguntó qué hacíamos allí. Elena le contó el plan que teníamos y que estaríamos por allí todo el fin de semana con los amigos, diciéndole también que cuidaría de mí, estando pendiente de todo para que no me pasara nada y que pasaríamos a despedirnos cuando nos fuéramos de vuelta.

Al rato salimos de allí para ir a casa de Mario e Irene dando un paseo de la mano, aunque Elena me iba provocando con miraditas y con gestos que sabía que me ponían a tono. De hecho, hasta aprovechaba cuando había poca gente para echar mano a mi paquete, o girarme bruscamente y tirar de mí para darme un buen beso. Ese día estaba bastante desatada y más que esperaba que lo estuviera cuando dijéramos de follar, porque tenía pensado reventarla como se merecía por calentarme de esa manera y por jugar conmigo. Así llegamos a la puerta de la casa de nuestros amigos, aprovechando Elena de nuevo para darme un beso, aunque en realidad lo que hacía era comerme la boca, devolviéndole yo aquel beso tan intenso. Otra vez se despertaba algo de mi cuerpo. Elena rio al notarlo y llamó al timbre para cortar la situación. Esperamos y no abrían, por lo que llamamos de nuevo, pero obteníamos el mismo resultado. Al final mi chica acabó llamando a Irene, porque la idea era comer con ellos, pero al parecer no estaban en casa. Resultó que les salió un imprevisto y no podrían comer con nosotros, diciéndonos que nos veríamos directamente en la fiesta de por la noche. No sabíamos qué hacer para echar el rato mientras tanto hasta que se nos ocurrió llamar a Sofía.

Le preguntamos si tenía algún plan y según nos dijo, no tenía ninguno. De hecho, se acababa de levantar hacía poco, porque nos contó que la noche anterior había salido de fiesta con Irene y Mario y llegaron supertarde. Cómo no tenía nada preparado para comer nos preguntó si queríamos irnos a tomarnos una cerveza con ella, porque tenía mucha hambre después de la noche tan larga que había sido con tanto movimiento. Nos pareció genial, por lo que nos montamos en el coche para recogerla y así poder ir a un bar al que solíamos ir en tiempos en los que Elena y yo salimos más con nuestro grupo de amigos.

J: Noche larga, ¿no? -pregunté una vez nos sentamos.
S: Uff... Casi a las 6 me encerré.
J: Joder... Pero si hoy había fiesta. ¿Cómo es que salisteis ayer hasta tan tarde?
S: Porque nos dio por ahí. Ayer vino una amiga de Irene a verla, que hacía unos meses que no la veía y estuvimos con ella y tal.
E: ¿Quién?
S: Una chica que iba con ella a la universidad.
J: Y estuvisteis de copas, ¿no?
S: Claro. Lo que no me esperaba era que la chica esa fuera tan fogosa.
E: ¿Sí?
S: Sí. Que se puso a comerle la boca a Irene al poco de quedar con ella en un pub. Yo estaba flipando un poco, porque no iba bebida ni nada.
J: Irene no nos ha contado nunca nada de gente con la que salía en la universidad, ¿no? -dije mirando a Elena.
E: Poca cosa.
J: Bueno, sí. Que no había tenido mucha suerte con los chicos con los que se juntaba. Pero nunca nos ha dicho nada de ninguna chica.
S: Pues ésta parecía conocerla bien. También le comió la boca a Mario, no os vayáis a creer...
E: ¿Y a ti? Jajajaja.
S: Bueno, un poco también -dijo con una risa socarrona.
J: Vamos, que hubo fiesta, pero de la buena.
S: Pues sí, ¿para qué te voy a engañar?
J: Pues será eso por lo que no nos han abierto.
S: No te sé decir. Fuimos a casa de éstos y estuvimos tonteando bastante, pero yo me acabé yendo, porque estaba cansada por el trabajo. No sé cómo lo hacían ellos para aguantar. Sobre todo, Mario, que madruga bastante.
E: Seguro que hicieron un trío.
S: Seguramente. Yo tenía ganas también, pero nos fuimos muy tarde del pub y no quería estar hasta las mil, sobre todo por hoy. Tenía ganas de ir a la fiesta y quería ir descansadita. Ya no tengo 20 años y se nota un poco.
E: No digas eso, mujer.
S: Ya llegaréis a mi edad y lo veréis.

Seguimos hablando de más cosas, poniéndonos al día de nuestras vidas de manera más detallada, con Sofía preguntándole a Elena algunos detalles de su trabajo que no conocía. Curiosamente no me alerté ni nada cuando Elena mencionó a su jefe por obvias razones al tener que dar alguna explicación de cómo se organizaban y cómo trabajaban. Estaba bastante tranquilo por mi decisión de apartar todo aquello de mi cabeza y sobre todo por lo bien que fue el resto de la semana. Mi chica también le preguntó a ella mientras de manera disimulada me acariciaba la pierna, paseando su mano por mi paquete para sobarlo y apretarlo en ocasiones. Me pasé prácticamente todo el tiempo del almuerzo empalmado y Sofía como no era tonta se dio cuenta. Sonreía de forma picarona dejando caer algún comentario.

J: Lleva así toda la mañana. Me tiene malísimo.
S: Jajajaja. ¿Y eso?
E: Solo estamos jugando... Jejeje.
J: Sofía... -dije acercándome a ella para hablarle en susurros- Hoy se ha levantado mandona.
S: ¿Sí? -me susurró de vuelta con tono divertido.
J: Sí. No es muy común en ella, pero me gusta mucho cuando se pone en ese plan.
S: ¿Te gusta que te mande?
J: Soy más de dominar, pero ella lo hace muy bien. Lo que más me pone de cuando está así es que me está calentando todo el rato y se amina más a hacer cosas más especiales.
S: ¿Especiales?
E: Jijiji...
J: Se anima más a hacer cosas en público, por ejemplo.
S: Uff...
E: ¿A ti te pone hacer cosas en público? -susurró mirando a Sofía.
S: No he hecho mucho. Comerle la boca a alguien y poco más.
J: ¿En serio?
S: Pues sí, Javi. No se me ha dado la ocasión.
E: ¿Pero te gustaría?
S: Claro que me gustaría. Tiene que dar un morbo increíble.
E: Lo da. Te lo aseguro.
S: ¿Vosotros habéis hecho muchas cosas en público?
E: Bueno... Algunas. Jejeje.
S: Cuenta, cuenta.
E: Mira, vamos a acabar de comer y nos vamos a tu casa a echar un café y te contamos.

Sofía puso cara de vicio y se sonrió mirando hacia abajo. Y sí que había ganas de seguir con esa charla algo caliente, porque se la veía comer con ganas para acabar rápido. Y así lo hicimos, pagando y yendo en coche hasta la casa de Sofía para tomarnos un café allí tranquilamente, aunque de tranquilo tuvo poco.

Nada más entrar a lo que supuestamente iba a ser mi casa, Elena me soltó un fuerte azote que me hizo hasta tropezar. Me di la vuelta, buscando sus ojos estando bastante sorprendido. Ella me miraba con una cara de niña traviesa que me puso bastante. Sofía soltó una carcajada al ver la situación, quedando expectante de ver qué seguía. Mi intención era coger a Elena en brazos agarrando su culo para levantarla y ponerla cara a cara conmigo para decirle que lo hiciera de nuevo si se atrevía, pero no me dejó, porque nada más acercarme a ella me empujó riendo traviesamente, señalando hacia delante para que siguiera hasta el salón. Hice el amago de intentarlo de nuevo, pero ella ponía sus brazos estirados para que no me acercara, así que le acabé haciendo caso para ir al salón y sentarme en el sofá. Ambas fueron a preparar el café mientras mi chica me ordenaba quedarme sentado en el sofá, porque sí, lo hizo con tono de orden. Sofía se reía bastante al ver la situación, aunque también se la veía excitada. Cuando vinieron seguimos con la conversación que habíamos empezado en el bar.
 
Capítulo 327

S: A ver, cuéntame, Elena.
E: Lo de hacer cosas en público, ¿no?
S: Sí. Me da morbo imaginaros haciendo esas cosas.
E: Pues a ver... Javi, échame una mano.
J: ¿Una mano? Me echaba encima de ti ahora mismo.
E: Nooooo... -dijo dándome un empujoncito con su mano.
S: Jajajaja. Qué mandona. Nunca la había visto así.
E: Es un juego. Va, Javi, vamos a contarle.
J: ¿Me das permiso para hablar, ama?
E: Bobooooo...
J: Como estás en ese plan... Jajajaja.
E: Yo me portaría bien si fuera tú.

Sofía nos miraba muy sonriente y juraría que estaba hasta ruborizada, aunque me costaba darme cuenta por el color de su piel. Veía a Elena tan contenta y tan en su papel que decidí seguirle el juego, aunque cuando llegara la hora ya se lo explicaría.

J: A ver... Cosas en público... Pues hemos hecho varias en realidad.
E: Todo empezó con el vibrador, ¿no?
S: ¿Vibrador?
E: Síiiiii. Javi es muy marrano. Le gusta mucho hacer locuras.
S: Uff... Javi...
E: La primera vez que lo usamos me dio la sorpresa con él. Aunque fue un poco capullo. Bastante de hecho.
S: Jajajaja. ¿Por qué?
E: Verás. Estábamos empezando y con nada nos calentábamos. Sobre todo, yo, que venía de una sequía sexual importante entre la ruptura con mi ex y todo el tiempo que estuvimos sin hacer nada antes de romper. El caso es que quedamos con todo el grupo de amigos y Javi pasó de largo cuando estábamos llegando. Me extrañó, pero fuimos a un aparcamiento retirado y estuvimos jugando. Jugó conmigo acariciándome y tal y paró el juego en lo mejor.
S: Jajajaja. Me encanta.
E: Luego sacó eso y me explicó lo que era y me lo puso.
S: Mmm... -gimió sensualmente.
J: Y estuve jugando con ella delante de nuestros amigos.
E: El cabrón no paraba de joderme.
S: Literalmente.
E: Sí, jajaja. Lo ponía superalto y eso era demasiado para mí.
S: ¿Os pillaron?
J: Jajajaja.
S: No jodas...
E: No se dio cuenta nadie. Solo los que más peligro tenían.
S: ¿Qué?
J: Irene y Mario. Así fue como empezamos a hacer cosas con ellos. Se dieron cuenta y nos invitaron a su casa para hablar y bueno...
S: Eso ya me lo sé. Irene me ha contado como fue todo. Hasta follando me ha contado cosas y la verdad es que nos ha calentado más en el momento.
E: Pues esa fue la primera vez. El vibrador lo hemos usado alguna vez más en otro bar, en el cine, en una escapada que hicimos en un cine de verano... Y también en casa.
S: Uff...
J: Y eso no es todo. Eso solo ha sido el vibrador.
S: Madre mía...
E: En el cine, además de usar el vibrador, se la chupé en mitad de la película. Y él me tocó a mí hasta que me corrí.
S: Uff... -dijo visiblemente excitada.
E: Hemos follado en varios sitios públicos. En los baños de un bar, varias veces. En la playa el día de mi cumpleaños.
S: ¿Sí? -preguntó emocionada.
E: Ese día fue inolvidable. Me preparó un picnic en la playa para cenar. Me regaló este colgante tan precioso y luego hicimos el amor en la orilla de la playa. Y también lo hicimos fuerte...
S: Dios, estoy flipando con vosotros.
E: En la playa lo hemos hecho alguna vez, y de día habiendo gente.
J: Pero despacito para que no se dieran cuenta.
E: Pero estuvo muy bien. También en la playa de día con Irene y Mario, pero por separado. Cada uno con su pareja.
J: Es verdad. Bueno, Irene te tocó un poco.
E: Sí, jijiji.
S: Uff... ¿Qué más?
J: En el balcón del apartamento de verano de Irene. Es un primero.
E: Y en la piscina. En los baños, que nos medio pilló un hombre mayor que trabajaba allí...
S: No jodas...
J: No nos vio, pero al salir así sofocados, pues...
S: Jajajajaja.
E: Y una vez que lo hicimos en la piscina municipal de aquí se corrió dentro de mí una vez estando en la piscina. Con gente y todo, ¿eh? Pero algo apartados.
S: ¿Qué dices? -preguntaba impresionada.
J: Y en nuestra piscina.
S: Sí, Irene me ha contado algo.
J: Y lo que no te ha contado.
S: ¿Cómo?
E: Aquí el machito, que tiene que ser lo que él diga, jajajaja. Yo estaba ese día como hoy, algo mandona y me cogió por banda y me folló contra la pared de la piscina, apoyando mi cabeza en el bordillo. Y con nuestras madres a 10 metros.
S: ¡¿Qué?! Jajajaja.
J: Ahí se me fue un poco, la verdad...
E: Un poco dice...
S: No me puedo creer todo esto...
E: Y otra que fue muy especial fue la del parque.
S: ¿Dónde?
E: En el parque en el que tuvimos ese encuentro donde me tocó. ¿Te acuerdas que te lo contamos?
S: Sí.
E: Pues pasábamos por ahí y entramos. Como era un lugar bastante recogido, nos aseguramos de que no había nadie y me puso a cuatro y me empotró bien.

Sofía nos miraba con la boca abierta, estando muy sorprendida.

E: Y regaste el césped, ¿no, cariño?
J: Sí, jajajaja.
E: Es que esa coña fue la que me dijo una vez.
S: Os estáis quedando conmigo, ¿no?
E: No. Te lo prometo. Todo eso es verdad.
J: Y alguna más habrá que se nos está pasando.
E: La de cuando salimos de casa de Yolanda y lo hicimos detrás de un bar.
J: También, jajaja.
S: Pero vamos a ver... Vosotros follais más en la calle que en casa, ¿o qué? Jajajaja.
E: Pues ahí, ahí está la cosa. Jajajaja.

Nos empezamos a reír todos y Elena se disculpó para ir al baño un momento. Aprovechando que estábamos solos, Sofía me dijo.

-Javi...
-Dime.
-No sabía yo que fuerais tan pasionales.
-Pues ya ves.
-Es que parecéis una pareja normal y corriente. Sobre todo por Elena.
-Sí. Eso me ha dicho ella alguna vez. Que la ven, así como es, algo aniñada quizá y no da la impresión de ser la bomba que es.
-Tío... Estoy supercachonda.
-¿Qué me vas a decir a mí? ¿No estás viendo como me está calentando todo el tiempo?

Le dije esto último, porque incluso en esa conversación ya en casa de Sofía, Elena no paraba de sobarme el paquete y acariciar uno de mis muslos. Me estaba costando un trabajo enorme no cogerla para sentarla encima de mí para empezar a meterle mano, pero sabía que cuando se ponía en ese plan no me iba a dejar, por lo que no lo acabé haciendo para no romper el momento.

-¿Vais a hacer algo hoy?
-Ni idea. Pero estando ella así, puede pasar cualquier cosa.

Elena apareció de repente, casi asustándome. Venía con esa sonrisa traviesa con la que llevaba todo el día. Nada más aparecer, cogió una de las sillas que tenía Sofía en el salón junto a una mesa grande. Ambos la mirábamos sin saber qué estaba pasando. Por un momento me imaginé que la iba a coger para usarla en un striptease, pero qué equivocado estaba... Cogió una de mis manos y tiro con tal fuerza que me levantó del sofá sin que yo tuviera que hacer casi esfuerzo. Me sentó en la silla y sacó del bolsillo de su típica sudadera que usaba en otoño o en invierno una especie de cinta con la que me ató las manos atrás, entrelazándola entre la silla y mis muñecas. Sofía se incorporó, como si estuviera nerviosa mientras yo permanecía en silencio, dejándome llevar.

E: Esto lo hicimos también con Irene y Mario, ¿sabes? Los atamos a unas sillas y nos pusimos a follar delante de ellos.
S: Dios mío...
E: Estuvo muy bien. ¿A que sí, mi amor?
J: Ajam.

Elena acabó de atar mis manos a la silla y se fue hacia Sofía, para echarse en el sofá con ella, empezando a acariciar su cuerpo, dándole un pico. Sofía estaba con la respiración muy acelerada.

S: Elena, ¿qué haces?
E: Jugar... ¿No quieres?
S: ¿Esto era lo que tenías en mente cuando antes me has dicho...?
E: Shhh. Era un secreto.
S: Pero... -dijo mirándome.
E: Mi amor, ¿cómo estás?

Miré a Elena a los ojos y ella me entendió perfectamente sin que tuviera que decir ninguna palabra.

E: ¿Ves? Le gusta mucho verme con otra chica.

Elena empezó a besarla de nuevo, esta vez con lengua y de manera guarra. Sofía empezaba a dejarse llevar, pero separó sus labios de los de mi chica para preguntarle.

S: ¿Tú soportarías estar en su lugar?
E: Sí -dijo rápidamente para seguir besándola.
S: ¿Segura?
E: Pero si le gusta.
S: Pero no es justo para él. ¿Por qué no hacemos un trío y así disfrutamos todos?
E: ¿No tienes suficiente conmigo?
S: No es eso -dijo dándole un pico cariñoso mientras la miraba a los ojos.
J: Está bien, Sofía. No te preocupes. Disfruta.

Sofía me miró con unos ojillos como si le diera pena, pero al final se acabó dejando llevar para seguir besando a Elena. Poco a poco se empezaron a desnudar hasta que ambas se quedaron sin nada. Sofía le empezó a comer las tetas a mi chica, quien empezó a gemir, disfrutando bastante de aquello. Me miraba en bastantes ocasiones cuando no estaba con sus ojos cerrados. Yo miraba atentamente la situación con una erección muy fuerte. De repente Elena paró el juego, levantándose para venir hacia mí, sentándose en mi regazo. Pasó uno de sus brazos por mis hombros y me dio un breve beso en los labios.

-¿Cómo estás? -susurró.
-Muy bien.
-¿Sí? ¿Te sientes bien? ¿Quieres que pare?
-Quiero que disfrutes. Ya sabes que esto no supone nada para mí.
-Quiero que me digas que estás seguro al 100% de que estás bien.
-¿A qué viene esto después de todo el juego?
-Siento que te estoy poniendo los cuernos -susurró muy bajito en mi oreja.
-No digas eso. Yo no lo veo así. Estoy seguro de que todo está bien. Te lo juro.
-Uff...
-¿Pero qué quieres hacer?
-Quiero que me lo coma. Solo eso.
-Pues adelante. No te cargues el juego con el que llevabas todo el día.
-Vale -dijo sonriendo para después darme un beso-. Te quiero.

Elena volvió con Sofía, quien estaba mirándonos con cara de preocupación. Yo le hice un gesto con la cara para que se quedara tranquila. Elena volvió a su papel, cogiendo las riendas de la situación para ponerse tumbada en el sofá con las piernas bien abiertas y en alto.

E: ¿Me lo comes? -le preguntó directamente.
 
Capítulo 328

Sofía la miró sorprendida, mirándome a mí después. Al ver cómo nos sonreíamos, no se lo pensó mucho y se lanzó al coño de Elena para comérselo. Elena pegó un respingo, quizá por la manera tan brusca con la que Sofía lo hizo, pero al parecer lo hacía bien, porque mi chica la miraba excitada. Elena se deshacía en gemidos y movimientos de su cuerpo que expresaban el placer que estaban recibiendo. Eso sí, Elena no apartaba casi nada su mirada de mis ojos, como si quisiera estar constantemente corroborando que yo estaba cómodo y que estaba bien. Fue un momento muy duro en realidad, pero no por sentirme mal o algo parecido, sino por la excitación tan alta que tenía en mi cuerpo al ver a mi chica así mientras otra chica espectacular estaba desnuda, comiéndole el coño y tocándose el suyo para masturbarse y así poder recibir placer también mientras lo daba. Hasta me movía apretando mis manos como Irene y Mario lo hicieron en su día en ese momento en el que Elena había hecho referencia hacía pocos minutos en ese juego que hicimos con ellos.

Elena paró un momento a Sofía para susurrarle algo al oído y dejarla seguir al echarse hacia atrás. No duró mucho la cosa, pues Elena se corrió en menos de 5 minutos desde que ese cunnilingus empezara. Lo hizo con un par de fueres sacudidas, lanzando un gemido algo y seco. Sofía se corrió a los pocos segundos al acelerar la manera en la que se tocaba, alternando entre su clítoris y al meterse los dedos. Sofía por su parte, lo hizo hundiendo su cabeza en el cuerpo de mí chica, encogiendo su cuerpo y lanzando un gemido bastante mono. Elena se quedó con su cuerpo rígido y algún temblor. Con su cara apretada y de placer, empezando esa recuperación tras esos orgasmos que tenía. Sofía puso su cara de lado para mirarme con una sonrisa. A los pocos segundos se levantó y se acercó a mí, poniéndome nervioso.

Simplemente se acercó para encorvarse e intentar darme un beso, pero yo aparté mi cara. Ella me susurró que se lo había dicho Elena. Quería que probara sus fluidos desde su boca. La miré con algo de duda, pero ella me sonreía de una forma tan segura teniendo en cuenta lo insegura que estaba precisamente cuando empezó el verdadero juego, que me dejé llevar. Recibí sus labios y su lengua para fundirnos en un beso lento y húmedo, pero rápido. Saborear a Elena en la boca de Sofía era como estar en una nube. Mi excitación era muy alta y notaba como el corazón me latía muy fuertemente. Pero no pasó nada malo como hacía unos días atrás. Cuando se separó de mí, Elena nos miraba con su cabeza girada y una sonrisa muy grande y bonita en su cara. Sofía volvió al sofá y se sentó con las piernas abiertas, recogiendo sus fluidos con sus dedos, aunque no eran tan abundantes y se los llevó a la boca para chuparlos, siendo algo que me puso mucho. Elena se levantó y se sentó sobre mí, medio acurrucándose, abrazándose a mí y dejando caer su cara en uno de mis hombros.

Parecía que se había acabado el juego para ella, porque se puso bastante ñoña. Pese a la erección tan grande que tenía, la cual notaba hasta palpitar, abracé a Elena con ternura. Ella lo recibió con un sonido muy agradable, pero se sobresaltó, mirándome sorprendida.

-¿Cómo te has desatado? -preguntó cogiendo una de mis manos para mirarla.
-He reventado esto que me has puesto cuando te has acercado a mí para preguntarme cómo estaba.
-¿Sí?
-Sí. Elena, mira cómo estoy... -dije mirando mi erección.
-¿Te duele?
-Un poco.
-Oh... -dijo con pena- Bueno, esta noche te desahogas. No te preocupes, ¿vale?
-¿Y si...?
-No. Hasta la noche, no.
-¿Pero por qué?
-Porque lo digo yo. Pero no te preocupes. Te prometo que esta noche nos vamos a divertir mucho. Te lo has ganado. Con todo lo caliente que te he puesto y habiéndote soltado y has aguantado...
-Me ha costado mucho. Quería follarte muy fuerte.
-Lo sé. Se te veía en la cara y aún te noto nervioso.
-Yo no sé si voy a poder aguantar así tanto... Voy a estar empalmado toda la fiesta...
-Jajajaja. ¿Y qué vas a hacer? ¿Una paja?
-Pues lo mismo.
-Jajajaja. Bueno, si lo necesitas...

Elena me dio un beso diciéndome que me quería, dejándome embobado. Después se fue a por su ropa para ponérsela, al igual que hacía Sofía. Nos quedamos el resto de la tarde en el sofá viendo la tele mientras hacíamos hora para la fiesta. Sofía se durmió un buen rato de lo cansada que estaba por no haber dormido tanto como le hubiera gustado la noche anterior. Elena se echó sobre mi cuerpo, acariciándome el vientre y el paquete de vez en cuando. Hasta le tuve que pedir que parara, porque no la tenía tranquila 10 minutos seguidos y llegó un punto en el que llegaba a ser incómodo. Cuando se hizo más tarde, dijimos de ducharnos pidiéndome las chicas que lo hiciera yo primero, porque ellas necesitaban su tiempo para arreglarse y ponerse guapas.

No tuve problema en ello, por lo que me fui a la ducha mientras Elena iba al coche a por la bolsa con toda la ropa. Antes de meterme, Elena asomó la cabeza para verme, buscando ver si estaba duro mientras se mordía el labio. Se coló dentro del baño y me dio un beso, echando mano de nuevo a mi polla. Se me puso dura una vez más y se fue con una risita traviesa. Evidentemente cayó una paja en la ducha, porque ya no podía más y luego no iba a aguantar ni tres embestidas. Cuando acabé, entraron las chicas por turnos, primero Sofía y luego Elena. Cuando le tocó el turno a mi chica quería ver qué hacía, pero me echó a empujones para que no lo descubriera todo. Sofía estaba en su cuarto, enrollada en una toalla, empezando a vestirse.

-¿Has descansado?
-Sí. A ver si aguanto más esta noche, jajaja.
-Por lo visto va a ir mucha gente.
-Ya... -dijo un poco bajito.
-¿Nerviosa?
-Un poquito.
-¿Y eso?
-Porque me da corte, no conozco nadie más de tu grupo -dijo dándose la vuelta habiéndose quitado la toalla.
-Joder, no me provoques tú también, que vaya día llevo...
-Pues esta noche tienes que dar la talla, ¿eh?
-¿Por? ¿Sabes algo?
-No, no sé nada, pero es que viendo cómo está Elena y lo que acabamos de hacer...
-Algo habéis hablado cuando estabais con el café, ¿no?
-Bueno, tal vez. Algo de jugar un poco para calentarte, pero no imaginaba que fuera a pasar eso.
-Yo tampoco imaginaba que fuera a decirme que quería que se lo comieras.
-¿Está segura de que no es bi? La he visto disfrutar mucho y no me cuadra que se ponga así si no le gustan las chicas.
-Ella ha dicho muchas veces que no.
-¿Y tú qué piensas?
-Yo la veo con mucha confianza en ella misma y si ella dice que no lo es, pues no lo será. Que tampoco es que tenga ningún problema en que lo sea. Me da lo mismo. Y ella seguro que piensa igual.
-Vale, eso está bien.
-¿Te lo has pasado bien?
-Sí.
-No te veo muy convencida.
-Sí, me lo he pasado muy bien. Pero es que no me lo esperaba.
-¿Solo es eso?
-No sé... Siento muchas cosas ahora mismo.
-A ver, cuéntame.
-Da igual.
-¿No somos amigos? ¿No podíamos contar el uno con el otro?
-Sí, sí. No pienses que no.
-Venga, ¿qué te pasa?
-Me pasa que me ha gustado más el beso que te he dado que lo que he hecho con Elena.
-Ah...
-Javi, siento una atracción muy fuerte por ti y eso ha opacado el momento con Elena. Elena es una chica que me encanta. Es preciosa, sexy y muy encantadora, pero tú me gustas mucho más.
-Bueno... ¿Eso es todo, o hay algo más?
-¿Algo más? ¿Te refieres a sentimientos?

Asentí con la cabeza, porque era un momento bastante incómodo para mí y por el que no quería pasar después de lo bien que volvía a estar con Elena.

-No estoy enamorada de ti, no te preocupes -siguió ella.
-Vale, me tranquiliza oír eso.
-Pero también te voy a decir que nunca he sentido por un chico una atracción tan fuerte que la que siento contigo. He tenido alguna pareja que me ha puesto menos. Y los momentos que paso contigo son muy agradables.
-Gracias... -dije algo cortado.
-Me ha parecido extraño que estéis otra vez en este plan después de lo que dijiste de que no querías participar en estas cosas.
-Ya, lo sé. Y lo sigo pensando, pero a veces surgen estas cosas y es difícil controlarse y no dejarse llevar.
-Ahí es a dónde voy. Sois una pareja muy bonita y no quiero que os pase nada malo. Os quiero a los dos.
-Tampoco ha sido para tanto.
-Pero podría hacerlo sido. ¿No has visto cómo he intentado sumarte al juego de forma más activa?
-Ajá.
-Ahí no ha hablado la Sofía que conoces y con la que hablas siempre. Ahí ha hablado el morbo, el deseo. Y eso es peligroso. ¿Y si un día hay alguien que no se pueda controlar? Se puede liar muy gorda y yo no quiero participar en algo que pueda desembocar en una tragedia. No, lo siento.
-No digas eso, Sofía -dije acercándome a ella para darle un abrazo.

Sofía parecía tocada por la situación, porque se aferró a mí con fuerza, acariciando mi espalda con sus manos después.

-Javi, te quiero mucho.
-Y yo a ti. No te preocupes, no va a pasar eso -le susurré.
 
Capítulo 329

Me separé de Sofía y ella me acarició la cara. Después me fui de su habitación para que se terminara de vestir y de arreglar mientras Elena lo hacía en el baño, como pude ver al pasar por ahí, viendo como había una rendija de la puerta abierta. Elena cerró la puerta cuando se percató de que alguien se acercaba, por lo que no pude ver nada. Regresé al salón esperando a que ambas estuvieran listas y así poder vestirme yo. Sobre todo, porque necesitaba ayuda para ponerme el disfraz, el cual llevaba una cremallera que llegaba desde la cintura hasta la nuca. Por fin salieron ambas, yendo vestidas iguales. El disfraz de ambas consistía en una camiseta fina de licra de color negro. Las mangas de la de mi chica les llegaba hasta los codos. La de Sofía era de manga corta, y bastante más escotada. La de Elena de hecho no llegaba a enseñar el canalillo. El conjunto seguía con una falda negra de vuelo que se sostenía al cuerpo de ambas justo por debajo de sus pechos y que al estar tan subida les quedaba a medio muslo. También llevaban unas medias negras translúcidas y unas converse negras. Lo que hacía especial y distintivo a todo el conjunto era que llevaban cada una diadema con unas orejas de gato, aunque tenía un estampado de leopardo. También llevaban una pajarita en el cuello del mismo estampado. Para rematar ese "disfraz" de gato, amabas llevaban un maquillaje sutil, con sus labios de rojo y una raya muy bonita en los ojos que acababa en un rabillo negro. También tenían la punta de la nariz pintada de negro, con unos bigotes de gato dibujados en sus mejillas, además de unos puntitos. Sofía llevaba siempre su bonito pelo a lo afro y Elena su melenita perfectamente alisada.

J: Estáis muy guapas. Pero vamos a dar un poco el cante. Más que a una fiesta de Halloween parece que vamos a una de carnaval.
S: ¿Qué más da? Si vamos a pasarlo bien. El disfraz es lo de menos.
E: Irene va a ir igual que nosotras.
S: Y Mario de Superman.
J: ¿Por eso lo de comprarme ese disfraz? -pregunté mirando a Elena.
E: Puede... Así vais más o menos conjuntados, como nosotras, jejeje.
S: Venga, que ya solo faltas tú por vestirte.
E: Vamos, mi amor -dijo acercándose y tendiéndome su mano.

Cogí la mano de Elena y ella me llevó hasta la habitación de Sofía para que me vistiera allí. Para ello me tuve que quedar solamente en boxers, porque con ropa era incomodísimo. Elena tenía una sonrisa permanente en su boca mientras no para de acariciar mi cuerpo.

-No empieces -dije cuando echó mano a mi paquete.
-Ayyyyy... -dijo con tono aniñado de molestia.
-Ya verás cuando te pille.
-Qué ganas...
-¿Lo hacemos ya?
-Nooooo. Luego.
-Pues no me provoques más, por favor.
-Vale.

Elena me ayudó a vestirme, subiendo la cremallera y poniéndome la capa

-Qué guapo estás.
-¿Me queda bien?
-Mucho. No puedo apartar mis ojos de ti.
-Tú también estás muy guapa. Y sexy -dije cogiendo sus manos y viendo que tenía las uñas pintadas de negro.
-Gracias, mi amor.
-Hasta se te transparenta un poco el sujetador blanco. Me pones mucho.
-Esa era la intención. Mantenerte calentito. Había pensado en ir sin él, pero se transparentaba mucho. Sobre todo, el piercing. Y eso sería demasiado. Me muero de vergüenza.
-Qué mal lo voy a pasar.
-No días eso... Jejeje.

Elena se acercó a mí para abrazarme y poner mis manos sobre su culo. Ya estaba otra vez encendido, por lo que empecé a estrujarlo y amasarlo. Sorprendentemente me dejó hacerlo durante un rato, aunque se apartó de mí cuando me notó muy duro. Después cogió la máscara y se puso de puntillas para ponérmela.

-Qué sexy estás, Javi...
-Pues fóllame sin tan sexy me ves.
-Pfff... Tengo muchísimas ganas, pero me gusta mucho calentarte. Puedo esperar un poquito más.
-Vaya...

Salimos de la habitación de Sofía de la mano, llevando yo en la otra la bolsa en la que trajimos toda la ropa y todo lo que necesitábamos para pasar allí el fin de semana. Sofía me miró sonriendo al verme disfrazado de esa manera, aunque se le fue la mirada a mí paquete, y es que aún la tenía algo morcillona. No me llegó a decir nada, pero viendo como miraba de vez en cuando intentando ser disimulada, eso me decía cómo iba a ir la noche, sobre todo con las chicas de nuestro grupo. Antes de salir, pedimos algo para cenar, porque seguramente no habría nada para comer allí. Imaginaba que solo habría bebidas. Cuando acabamos, nos montamos los tres en el coche después de echar la bolsa al maletero y nos pusimos en camino para ir a la fiesta.

Elena iba en el asiento del copiloto mientras que Sofía iba detrás. En lo que llegábamos nos pusimos a comentar cómo sería la fiesta. Yo no tenía mucha idea, ni Sofía tampoco, pero Elena al parecer sí que sabía algo más por lo que había hablado con Irene. De hecho, fue la que me dijo a dónde ir, porque yo no sabía el sitio exacto. Resultó que la fiesta tendría lugar en una vieja casa bastante grande situada a las afueras de la ciudad. Elena me dijo que no era la primera vez que iba a allí, porque alguna fiesta más de nuestro grupo se había celebrado en ese lugar. Yo nunca había ido, aclarándome ella que cuando ella fue, yo ya estaba en la universidad y poco paraba con ellos. Lo que también hacía Elena era seguir con ese juego de calentarme, porque aprovechaba cualquier parada en algún semáforo para echar mano a mi paquete para sobarlo bien, al igual que estirar su cuerpo para darme algún beso o incluso jugar con mi oreja. Sofía se partía de risa por cómo estaba Elena, pareciéndose haber relajado después de aquella conversación que acabábamos de tener en su casa en la que me expuso sus pensamientos y preocupaciones. Yo me lo tomaba bien, pero ya llegando le pedí que parara, porque no quería que todos me vieran la erección.

J: Ostia, cuánta gente hay... -dije mientras aparcaba una vez llegamos.
S: Uff... Es verdad. Hay mucha gente... Qué vergüenza.
E: ¿Vergüenza de qué? Ni que fueras a ir desnuda...
S: Pues con este escote...
E: Mejor. A ver si te sale algún ligue.
J: Pero si aquí hay gente que no conozco casi...
E: Pues habrán invitado a más gente. Yo que sé...
S: Joder... Yo creía que iba a haber veinte personas como mucho...
E: Relajaos, que estáis muy tensos.
J: Tensa está ésta -dije mirando mi polla.
E: Jijijiji...
S: Déjalo ya Elena, jajajaja.
E: Si es que me pone mucho...
J: Y tú a mí, pero tampoco hace falta que todos se den cuenta...
E: Usa la capa, jajajaja -dijo acercándose a mí.
J: Para, Elena. De verdad.
E: Vaaaaaale. Vamos, Sofía. Vamos a bajarnos y esperar a que se tranquilice.

Ambas se bajaron del coche mientras yo esperaba unos momentos para tranquilizarme. Ya no me parecía tan buena idea llevar ese disfraz tan ajustado y fino con toda la gente que había, pero poco podía hacer al respecto. Me bajé y fui con las dos, que estaban unos metros apartadas. Le di las llaves del coche y mi móvil a Elena para que lo guardara en el bolsito que llevaba, porque yo con ese disfraz no tenía sitio ni para guardar alguna parte de mi cuerpo, que era de lo que más me preocupaba en ese momento. Llegamos Elena y yo cogidos de la mano y Sofía a nuestro lado. Saludamos a algunos, con los que más confianza teníamos, porque había algunos que no veíamos desde hacía años. La casa tenía un aspecto realmente viejo, casi como si estuviera en ruinas por como tenía la fachada bastante desconchada y por todos los hierbajos que la rodeaban, pero lo cierto era que su interior sí que estaba mejor. Había varios sofás en los que la gente se empezaba a sentar para poder hablar. También había varias sillas y mesas en las que se colocaron todas las botellas de refresco y alcohol para la fiesta, además de algo de picar.

Nos acomodamos hablando con algunos de los que más veíamos, sobre todo en aquellos días en los que solíamos tomarnos una cerveza con ellos cuando Elena y yo empezamos a salir. Sofía estaba inusualmente cortada. Me resultaba bastante raro, porque en ningún momento lo había estado cuando ella y yo nos conocimos, de la misma manera que tampoco lo estuvo ni con Mario ni Irene, ni con Elena, a la que conoció después. El caso es que parecía una niña en su primera fiesta. Apenas participaba en la conversación. Quizá estaba así porque nuestros amigos nos preguntaron quién era, contándoles yo que se trataba de mi jefa, que se había hecho buena amiga nuestra y que incluso se había mudado a la ciudad. Poco a poco se fue relajando y participaba más, hablando con nuestros amigos para conocerse y no quedarse apartada. El que nos fuéramos a un sofá algo más retirado ayudó para que no hubiera tanta gente cerca y estuviera relajada, así también esquivábamos un poco los altavoces que zumbaban con fuerza si te encontrabas cerca de ellos al emitir la música que pusieron.

Al poco aparecieron por fin Irene y Mario. Me pareció verles con una chica. Pensé que se trataba de la amiga de Irene. Estaban lejos y no podía verla bien, pero reconocí que eran ellos porque me conocía el atuendo de ambos por Elena. Sobre todo, por Mario, yendo de Superman con esos colores tan chillones y llamativos de su disfraz. Estuvieron hablando unos minutos con esa chica, pero seguía sin apreciar bien cómo era debido a la máscara que estaba usando. La chica era bajita, rubia con dos coletas a los lados, aunque las llevaba altas. Iba con una camiseta blanca de manga larga, algo ajustada y con manchas de sangre, yendo desde luego más acorde a la fiesta que nuestro grupo de amigos más íntimo. También llevaba una minifalda rosa de vuelo, unas medias que le llegaban hasta las rodillas y unas converse. La cara era lo que más se me escapaba por llevar una máscara de V de Vendetta con algo escrito sobre ella y alguna mancha de sangre también. Por un momento me dio la sensación de que se trataba de Ángela, porque tenía un cuerpo bastante parecido a ella, pero lo veía poco probable, ya que hasta donde yo sabía, ella vivía entonces en otra ciudad y tampoco veía que fuera a ir a una fiesta en la que íbamos a estar Elena y yo.

Al fin se acercaron yéndose los otros amigos a otro lado cuando los saludaron. Irene me miró bien con la boca abierta. Me pidió que me pusiera de pie para verme bien, clavando su mirada en mi paquete, que algo se notaba ya de por sí.

I: Uff... Qué apretadito...
M: A ti también te han hecho esto, ¿no? -dijo mirándome.
J: Pues ya ves. Y verás tú la gracia...
I: ¿Por qué?
J: Elena, que está hoy...
I: ¿Cómo está?
S: Muy provocativa, jajaja.
I: ¿Sí? -preguntó divertida.
J: Sí, demasiado. Que no me deja ni un minuto.
E: No es para tanto... ¿Lo veis excitado? ¿A qué no?
M: Jajajaja. Irene con la coña del disfraz también se ha puesto muy tonta.
I: Como para no... Si ya estás bueno, con ese disfraz ya, ni te digo...
E: Pues claro. Es lo que me ha pasado a mí con Javi. Muy marcadito todo... Todo. Y con la máscara está muy sexy. Me pone mucho.
I: La verdad es que le queda bien. Se va a notar mucho como te pongas cachondo...
J: No, si ya lo hemos comprobado.
I: ¿En serio?
J: ¿No te estoy diciendo que no me ha dejado tranquilo en todo el día? Desde esta mañana que hemos ido a comprarlo. Ya en el probador...
M: Vaya con Elena.
E: Para un día que me pongo así... Jejeje.
I: Di que sí. Que se aguante, jajajaja.
 
Capítulo 330

Nos sentamos todos en el sofá empezando a hablar de algunas cosas, pero poco nos duró, porque había mucha más gente y nos pusimos a hablar con casi todos. Sofía se acabó yendo con Irene y Mario, ya que ellos eran más extrovertidos en general y le resultaba más fácil integrarse con ellos. También puede que se le hiciera un poco aburrido estar con Elena y conmigo, porque prácticamente todos con los que hablábamos nos preguntaban cómo nos iba estando en pareja, viviendo juntos, en otra ciudad y cada uno con nuestros trabajos y sobre todo preguntaban por lo que me había pasado hacía unos días, con ese susto en el que hasta tuvimos que ir al hospital, ya que Irene se encargó de divulgar la noticia en nuestro grupo.

La gran mayoría me preguntó cómo estaba en los posteriores días, pero también querían aprovechar para hacerlo en persona. La conversación se hacía repetitiva, sobre todo con los que no teníamos casi relación y conocíamos de vista del instituto y teníamos que explicarles que éramos pareja y tal. Aun habiendo hablado con casi las sesenta personas que había en la fiesta, no pude hacerlo con la rubia que venía acompañando a Irene y a Mario. Tampoco es que fuera a ir a buscarla ni le fuera a preguntar a mis amigos directamente, pues no quería llamar la atención de esa manera, casi pareciendo que buscaba algo de ella, pero se me hacía tan similar a Ángela que quería salir de dudas. Si tenía oportunidad de verle los ojos a esa chica, sabía que podría corroborar al instante si era Ángela realmente, porque sus ojos eran tan peculiares que no tendría forma de engañarme por mucha máscara que llevara. Después de hablar con bastante gente, se nos acercó una chica que resultó ser Laura y que no reconocimos por el disfraz de esqueleto que llevaba, con un maquillaje bastante logrado.

L: Hola, chicos. ¿Cómo estáis?
E: ¡Laura! ¡Qué guapa estás!
L: Gracias. Vosotros también estáis muy guapos.
J: Qué pasada el maquillaje. Se nota que has estudiado de eso.
L: Jajajaja, anda...

Elena le dio un fuerte abrazo a Laura, cosa que me gustó teniendo en cuenta cómo acabó la cosa la última vez que se vieron, aunque se acabaron reconciliando por teléfono. Sí que la echaba de menos para darle aquel abrazo tan grande. Me quedé mirándolas mientras deseaba poder hacer nuestras vidas en mi ciudad, estando rodeados de todos nuestros amigos y familiares, porque en varias ocasiones me sentía bastante solo allí.

L: Javi, ¿cómo estás? Leí por el grupo que algo te había pasado, pero lo hice tarde. Por eso no te pregunté nada.
J: Estoy bien. Ya no me pasa nada.
E: Sí, ya está bien. Aunque vaya susto nos llevamos...
L: Me lo imagino. ¿Cómo llegaste a eso?
J: No sé. Creía que lo tenía bajo control, pero me equivoqué.
L: Pues ten cuidado, hombre.
E: Laura, fue horrible. Creía que se me moría en mis brazos... -dijo abrazándose a mi brazo derecho.
L: Uff... Javi, no das para sustos entre esto y lo de la fiesta aquella en la que te abriste la cabeza... Jajaja. Ten cuidado hombre, que Elena se preocupa mucho.
J: Ya, ya. Si ha estado pegada a mí todo el tiempo.

Elena apretó el abrazo que me estaba dando, aunque me dio un pellizco en el culo que no llegué a entender. Pensé que era porque seguía con ganas de jugar, y eso parecía, porque después de ese pellizco me empezó a sobar el culo, empezando a apretarlo. Acabó dándome otro pellizco mientras ella y Laura seguían hablando, pasando después a darle un fuerte abrazo. Entre lo largo que se hizo, el juego permanente que Elena tenía ese día y lo sensible que yo estaba por el calentón que llevaba arrastrando desde la mañana, me empecé a imaginar cómo Elena se despegaba de ella para agarrar su cara y darle un beso. Conforme pasaban los segundos me imaginaba ese beso cada vez más guarro, con Laura ya sin su maquillaje. Algo en mí volvía a despertar, pero la erección pasó a ser una locura cuando me vi a mí mismo esa noche follándome a las dos en la habitación en la que tantas veces nos habíamos quedado Elena y yo a dormir y a algo más en la casa de Irene y Mario.

Por suerte, por como estábamos distribuidos en la enorme habitación en la que estábamos todos, nadie pudo ver semejante empalme que tenía. Hasta tuve la suerte de que la cabeza de mi novia tapaba la cara de Laura para que no me viera así. Rápidamente volví en mí y cogí la capa para taparme con ella, haciendo como que me entretenía con ella al hacer pequeños pliegues. Al fin se separaron ambas, para poder seguir hablando. Elena le volvió a decir que la echaba de menos y que ojalá se siguieran viendo como en aquellos días en los que iban juntas a clase, porque eran muy amigas y hasta quedaban para estudiar muchos días. Le pregunté a Laura si había traído a su pareja para poder presentárnoslo, pero nos contó que se había quedado en su ciudad, porque tenía que trabajar ese día. Elena empezó a cotillear con ella para que le contara acerca de él y Laura le empezó a contar cosas, aunque la notaba incómoda. No sabía por qué, ya que Elena me dijo que una vez incluso la pilló follando, así que no entendía por qué se ponía ahora incómoda. Quizá era por no haber mantenido la relación tan buena y cercana que tenían y ahora le daba corte hablar con ella de esas cosas.

Al poco se nos sumó Sofía, que no paraba de dar vueltas por la sala empezando a socializar más. Me alegraba que se animara a relacionarse con el resto de nuestros amigos. Hasta se puso a hablar con Laura estando los cuatro en un corro comentando cosas sobre nosotros, porque Laura no la conocía, por lo que le contamos toda la historia de cómo nos conocimos y cómo había llegado a formar parte de nuestro círculo, aunque evidentemente sin contar aquella escena en la que lo pasé mal, ni cómo se puso Elena por mi ausencia. Sofía se me quedaba mirando de vez en cuando, como si notara cómo estaba de nervioso por las cosas que me empezaba a imaginar. Laura la pilló mirándome un par de veces, pero no dijo nada.

Tras unos minutos, nos sentamos en un sofá que había por allí, algo más alejados. Elena se puso sentada sobre mi regazo mientras miraba a toda la gente que había en la sala. Yo le puse una mano sobre su muslo, empezando a acariciarlo. Hasta me animé a tocarle el culo en alguna ocasión. Elena no se quedaba atrás y me miraba con cierta lujuria. Incluso me agarró la cara para darme un beso en varias ocasiones. Era algo no muy común en ella hacer eso en público, sobre todo en nuestro grupo de amigos, ya que de algún abrazo y caricia no pasaba. Se notaba que ese día estaba muy desatada.

-¿No te da vergüenza darme estos besos delante de todos?
-Hoy no. ¿Por qué? ¿A ti sí?
-No. Ya sabes que no.
-¿Entonces?
-Nada. Bueno, es que se me está poniendo dura. Estoy muy sensible -susurré en su oído.
-¿Sí? A ver...

Elena echó mano a mi paquete de manera disimulada, dando yo un respingo al notar su mano tocarme de esa manera.

-Uff... Sí que estás duro... Me encanta.
-Pfff... Elena, estoy muy mal.
-¿Sí?
-Mucho.
-¿Pero te lo estás pasando bien?
-Claro. Hacía mucho tiempo que no veía a todos éstos. Pero necesito...
-¿Qué necesitas?
-A ti. Necesito sentirte. Ya.
-Mmm... -murmuró mordiéndose el labio- Tienes que esperar un poquito más.
-¿Por qué?
-Porque sí. Tú hazme caso. Solo por hoy.

Tragué saliva y ella me sonrió de esa manera tan encantadora, aunque seguía con esa expresión de excitación. De nuevo me dio otro beso y cogió el bolso para darme mi móvil. La miré extrañado, porque no entendía por qué me lo daba. No me llegó a decir nada, manteniendo tan solo esa sonrisa picarona que llevaba desde hacía rato. Sin decir nada se levantó y se fue para hablar con otras personas. No entendía nada, estaba muy despistado. Me quedé mirándola viendo cómo se relacionaba con más personas hasta que me miró con una sonrisilla, haciéndome un gesto para cogiera el móvil. Le interrogué con la mirada y ella insistió, por lo que desbloqueé el móvil. Al hacerlo me encontré la aplicación del vibrador puesto. La miré con sorpresa, regresando mi mirada a Elena, quien me observaba con un gesto muy bonito. Vaya día llevaba... Ni me lo pensé. Puse el nivel a tope para devolverle todo lo que me había estado haciendo a lo largo del día. Ella abrió sus ojos, poniéndolos como platos y encogiendo su cuerpo. Al ver cómo estaba lo bajé, porque tampoco era plan de que nos pillaran en los primeros 5 segundos de juego. De hecho, no quería que nos pillaran.

Estuve durante varios minutos jugando con la aplicación para estimular a Elena de diferentes maneras. Durante la gran parte de ese tiempo estuve solo, sentado en uno de los sofás, cruzando las piernas para ocultar la erección permanente que tenía, aunque también me ayudaba de la capa. Elena seguía conversando con varias chicas del grupo, tratando de ocultar el placer que le estaba dando, aunque había momentos en los que se delataba un poco, porque achinaba bastante los ojos y se mordía los labios por dentro. Hasta se le pusieron unas chapetas rosadas muy bonitas. Ella trataba seguir la conversación, pero parecía que alguna chica le preguntaba si le ocurría algo. Yo aprovechaba esos momentos para dejarla un poco tranquila y bajar el nivel a 0. Tenía pinta de que les estaba contando que tenía calor, porque hacía aspavientos con las manos para abanicarse. Mi excitación era tan elevada que sentía mi corazón latir con fuerza. Seguramente estaría hasta rojo del calor que sentía por la cara y por todo el cuerpo en general.

En una de estas, me llegó un mensaje de Sofía, el cual pude ver por la típica ventana emergente mientras usaba la aplicación. Me decía que tuviera cuidado, que ella se había dado cuenta de lo que pasaba y que puede que más gente lo hiciera. Me hubiera preocupado leer ese mensaje si no hubiera acabado con un emoticono que guiñaba un ojo. Le respondí que estaba todo bajo control y cambié de nuevo a la aplicación del vibrador para seguir con el juego, pero cuando levanté mi vista hacia donde estaba Elena, ya no se encontraba ahí. La busqué con mi mirada para ver dónde estaba, pero no la encontraba. Supuse que se había ido al baño y mientras esperaba me puse a pensar en lo que me dijo Sofía. ¿Se podría haber dado cuenta alguien más? No lo creía, porque estaba llevando bastante cuidado y salvo en ese principal momento en el que me tomé un poco mi venganza al ponerlo a tope, no lo volví a poner así, ya que me puse a jugar con los niveles intermedios. Ella se había dado cuenta porque seguramente no nos estaba quitando el ojo de encima, y más al saber cómo íbamos ambos ese día. Yo también notaba las caras raras de Elena, pero es que cómo no hacerlo si era yo el que manejaba el vibrador. No veía peligro, aunque al salir del empanamiento me encontré a mí mismo sobándome la polla por encima del disfraz. No lo hacía de manera descarada, pero me lo podía haber ahorrado y si alguien me hubiera prestado la suficiente atención se podría haber dado cuenta. Tampoco me importaba mucho en ese momento por cómo de caliente estaba.

Al poco me llegó un mensaje de Elena, el cual decía que tuviera cuidado con lo siguiente que me iba a mandar. De nuevo empecé a notar calor por la cara, porque viendo como estaba ese día me esperaba cualquier cosa. Miré bien que no viniera nadie ni tuviera a alguien detrás ni cerca de mí y miré el móvil, viendo que tenía más mensajes de ella en forma de fotos. En una de ellas salía con las tetas al aire. Se veía que estaba en el baño, porque llevaba la camiseta remangada hasta la barbilla mientras se la sujetaba con una mano y con la otra se echaba la foto. Salía con una expresión tan preciosa como caliente, y es que se la veía superexcitada, sobre todo por como tenía los pezones de duros y de punta. No me llegó a mandar ningún nude más, pero sí que había un par de fotos más en las que salían sus dedos en una de ellas, bastante mojados, con ese brillo tan intenso al ser golpeados por el flash de la cámara. La otra foto era de su preciosa cara y salía chupando esos dedos muy sensualmente. Me quedé embobado mirando las fotos durante un rato hasta que la vi de nuevo en el grupo. Ella me miraba con una sonrisilla mientras bebía de su copa con una pajita, la cual no llevaba prácticamente alcohol, al igual que la mía.

Le hice una señal para irnos a otro sitio, pero ella apartaba la mirada haciéndose la loca. Yo le insistía todo lo que podía, pero siempre obtenía el mismo resultado. Llegó un punto en el que me cansé y puse el vibrador al tope. Elena pegó un bote, pasando a mirarme con los ojos muy abiertos, como poniendo cara de reprimenda. Yo le volví a hacer el gesto de irnos a otro sitio mientras lo bajaba, pero ella negó con la cabeza ligeramente tras unos segundos. Eso me hizo volver a ponerlo al máximo. Ella pegó ahora un respingo, volviendo a mirarme, pero esta vez de manera suplicante para que no le hiciera eso. Yo medio la miré así de nuevo mientras le hacía el gesto de irnos a otra parte y ella viendo que no paraba el nivel más alto, empezando a achinar los ojos, acabó aceptando, haciéndome otro gesto para decirme que ya iba hacia a mí. Paré el vibrador y se puso frente a mí para tenderme la mano. Miré mi erección y luego la miré a ella, viendo como sonreía por el estado en el que me encontraba. Aun así, lo único que deseaba era levantarme y llevarla a cualquier sitio para follarla bien, por lo que me acabé levantando, tapándome con Elena y con la capa para que nadie me viera así. Elena me llevó a otra habitación que se encontraba en la planta de arriba, teniendo que subir por las escaleras. Me metió en lo que parecía un salón y cerró la puerta, asegurándose de que estaba bien cerrada para que nadie nos interrumpiera, o más bien para que nadie nos pillara.

En cuanto se dio la vuelta la cogí en brazos porque no podía más, pegando ella un gritito de sorpresa. La llevé en volandas hasta un sofá que había por allí para sentarme en él con Elena encima de mí y empezar a besarla con mucha lengua tras quitarme la máscara. Estaba muy nervioso y era raro. Me sentía como en las primeras veces que empecé a tener relaciones sexuales. Notaba que se me iba a salir el corazón por la boca. Encontré ese sentimiento bastante destacado, porque recuerdo que no me sentía así en mi primera vez con Elena pese al deseo que despertó en mí, aunque ya era algo que existía desde hacía bastante, desde aquel día en el parque en específico. Pero no llegué a sentir esos nervios por irme a la cama con ella. Aunque suene un poco feo, en ese momento era como otra más. ¿Quién me iba a decir a mí en ese momento en el que empezamos a follar de esa manera tan agresiva con la dominación que le intentaba imponer que sería la primera de tantas y que podría despertar tantísimos sentimientos en mí? Sentimientos tan grandes como el que estaba sintiendo en ese momento.
 
Capítulo 331

-Javi... -dijo entre besos- Tranquilízate, por favor, que no quiero acabar en urgencias.
-¿Por qué dices eso?
-Porque te va a dar algo. Te noto muy caliente.
-Es que lo estoy, mi vida.
-Pero es que te noto caliente de verdad. Tienes la cara ardiendo.
-Elena, con el calentón que llevo desde esta mañana, como para no...
-Bueno, pero si te encuentras mal, dímelo y descansamos, ¿vale?

Estaba como en una nube en ese momento. Esa mezcla de pasión y ternura me tenían loco. Mi respuesta a esa preocupación no fue otra que volver a comerle la boca con ansia mientras le intentaba toquetear todo el cuerpo con mis manos, aunque ella me las agarraba mientras reía, como si quisiera detenerme y seguir controlando ella la situación. Sentirla encima de mi erección, apretándola con esos meneos que teníamos por ese extraño forcejeo que tenía lugar, me tenía más malo aún. Llegó un punto en el que me cansé y me levanté con ella encima con tal fuerza que parecía que no pensaba nada. Ella cogió aire de la impresión y yo la empotré contra una pared. Elena me miraba fijamente a los ojos con su respiración entrecortada. Parecía que se le habían quitado las ganas de mandar y más que se le quitaron cuando la llevé a una mesa y la puse sobre ella para empezar a besarla de nuevo. Llevaba muchísimo sin tener esa rudeza en un momento sexual, pero es que ya no podía más y no podía seguir con ese juego. La necesitaba sentir. Intenté desnudar a Elena, de nuevo con nervios mientras ella reía y me ayudaba, porque empecé a tirar de su camiseta hacia arriba, pero no salía de ninguna manera.

-Javi, tranquilo, jajajaja.
-Cállate -dije cogiéndola del cuello con firmeza.

Elena me miró con los ojos muy abiertos, pasando a ponerse muy roja. No porque la estuviera apretando tanto que no la dejara respirar, sino por excitación. Era muy evidente que era por eso. Elena pasó de tener ese papel dominante que fue llevando a cabo durante todo el día, a ser una perfecta sumisa. Cerró su boca para no decir nada más mientras yo me metí más en ese papel.

-Hasta que no me has puesto así, no has parado. ¿Estás contenta ya?

Elena estaba rojísima, pasando a asentir con su cabeza mientras podía ver cómo le vibraban sus ojos.

-No has parado de zorrearme durante todo el día haciendo de todo para provocarme. Hasta me has atado para ver cómo Sofía te lo comía. ¿Te lo pasas bien haciéndome sufrir?

Elena negó con la cabeza mientras encogía su cuerpo. Al hacerlo, puso sus manos sobre mi brazo, pero no para que la soltara. Me lo agarraba con cariño.

-Respóndeme -dije apretando sus mejillas, poniendo mi cara a pocos centímetros de la suya.
-No -dijo con una vocecilla muy tierna.

De nuevo la empecé a besar, pasando a lamer sus labios, siendo un gesto bastante guarro y que nunca había recordado hacer. Elena estaba nerviosa, sumándose a mí con esos latidos tan fuertes de su corazón que ahora yo también era capaz de notar como ella hacía con los míos.

-Ahora vas a hacer todo lo que yo te diga -dije soltándola.

Elena asintió con rapidez mientras se incorporaba.

-Desnúdate. Por completo.

En ese momento me dejé llevar por el calentón sin pensar en las consecuencias. Casi que había perdido la noción del tiempo y del espacio, pero tampoco teníamos nada de qué preocuparnos. Elena había cerrado bien la puerta y la música de la fiesta proveniente desde la planta de abajo nos cubrirían bien en caso de que nos emocionáramos más de la cuenta. Le dije eso y vi que había unos candelabros por la sala y pensé en encenderlos para dar un ambiente mejor a la habitación en la que estábamos, porque se hacía un poco frío estar tan a oscuras e iluminados tan solo por la escasa luz que veía desde la calle. Por suerte vi unas cerillas por una de las mesas. Empecé a encender todas las velas que había, siendo algo más laborioso de lo que pensaba, no porque fuera difícil ni las cerillas fueran de mala calidad, sino por cómo me temblaba el pulso por la excitación y nerviosismo que tenía.

En cuanto acabé me encontré a Elena donde la había dejado, desnuda y con sus manos atrás, aunque no se había quitado sus braguitas. Estaba preciosa, con esa cara de niña buena esperando a que le diera otra orden y sus mejillas sonrosadas. Fui hacia ella rápidamente y la puse mis manos en su culo para levantarla y pegarla a mi cuerpo para besarla. Ella lanzó un gritito muy tierno y se dejó hacer, pasando a abrazarse de mi cuello con sus brazos. Tras ese beso que no pude evitar darle un azote, lanzando ella de nuevo un gritito. La bajé al suelo y la cogí de nuevo del cuello con firmeza.

-¿No te había dicho que te desnudaras por completo?

Elena me asintió, de nuevo poniéndose más roja.

-Respóndeme.
-Es que... -dijo con su vocecilla.
-Más alto. No te oigo.
-Es que quería que vieras el tanga que me había comprado para ti.

Senté de nuevo a Elena en la mesa y la tumbé para abrir sus piernas y verla bien. Después le di la vuelta con rudeza para verla desde atrás, viendo su perfecto culo.

-Es muy bonito, pero ahora no estoy para esas mierdas.

Le volví a dar la vuelta a Elena después de darle un fuerte azote que resonó por toda la habitación, con ella dando un grito alto.

-No grites tanto, que todos se van a enterar de lo que está pasando aquí.
-Perdón.

Aparté el tanga con mi pulgar hacia un lado, viendo como su raja estaba empapada y el vibrador sobresalía de ahí. Hasta noté la humedad en mi dedo al apartar ese trozo de tela naranja. Porque Elena llevaba un precioso tanga de hilo naranja que nunca le había visto. Se lo había comprado para ese día, por lo que supuse que era algo que tenía bastante premeditado. Le saqué el vibrador, el cual estaba chorreando y me lo llevé a la boca para recoger todos sus fluidos mientras exhalaba mucho aire por la nariz. Elena me miraba con los ojos muy abiertos. Yo seguía a lo mío, dejando el vibrador sobre su vientre para agacharme y lamer su coño, llenándoseme la boca de su humedad. Ella se estremeció al hacerle eso. A mí se me pusieron los pelos de punta y mi polla me pedía a gritos que la liberara y la metiera dentro de ella. Y eso fue lo que intenté, pero el disfraz era mi obstáculo.

-Ayúdame a quitarme esta mierda.

Elena se incorporó apresurada para ayudarme a bajar la cremallera del disfraz. Una vez lo hizo, aparté sus manos para tirar hacia abajo y dejarlo a la altura de mis tobillos, al igual que mis boxers. También me quité la capa y lancé contra el sofá en el que dejé la máscara. Sin esperar más, le metí la polla a Elena lo más profundo que pude, por fin. Entró sin ningún tipo de problema por la lubricación tan abundante que tenía, aunque sí que reaccionó cogiendo aire con impresión, tal vez al no esperarse que se la metiera tan rápidamente. Hasta notaba su humedad en mis huevos y como se me empapaban por completo. Sentí un fuerte escalofrío por toda la espalda, que me subía hasta llegar a mi nuca, erizándoseme los pelos de la esa zona.

-No te muevas -dije encorvándome hacia ella y dando un puñetazo a la mesa, bastante cerca de su cabeza.

Me quedé mirándola fijamente mientras ella hacía lo mismo conmigo. Dio un respingo al dar el puñetazo en la mesa, pasando a abrir sus ojos bastante, estando temblorosos. De nuevo, el color rojo de su cara cogió intensidad.

-No te muevas, no hagas nada -dije notando la estrechez de su coño y cómo de cerca estaba de mi orgasmo.

Elena se quedó quieta y rígida. Yo aguanté y di un par de embestidas, ni muy fuertes, ni muy lentas. Noté como Elena apretó su coño, aunque parecía ser un acto reflejo más que voluntario.

-He dicho que no hagas nada -dije dando esta vez un palmetazo en la mesa, justo en el mismo lugar en el que di el puñetazo.

No pude evitar empezar a correrme sin control dentro de ella mientras sollozaba porque no lo quería hacer. Eché mi cara sobre la mesa, a la vez que dejaba caer mi cuerpo sobre ella. Fue una corrida muy abundante y me daba vergüenza haberme corrido en ¿5 segundos? Después de meterla dos veces contadas. Elena me abrazó con ternura, gimiendo mientras recibía mi orgasmo, aunque sin llegar a tener ella el suyo. Pasaba sus manos por mi espalda para acariciarla, llegando hasta la nuca mientras me apretaba con sus piernas.

-No pasa nada, ni amor -me susurró para tranquilizarme.

Sus palabras y sus caricias me sabían a gloria, pero yo aún no me daba por satisfecho.

-¿Crees que hemos acabado? -pregunté permaneciendo en la misma postura.
-Lo que tú quieras, mi amor.
-Pues no -dije levantando mi cara de la mesa para ponerla frente a la suya-. Ve limpiándote, que aún nos queda.

Me salí de Elena, viendo como instantáneamente mi corrida salía de su coño, sentándome en el sofá en el que dejé parte de mi disfraz. Ella sacó pañuelos de papel y toallitas de su bolso para limpiarse. Yo la miraba como se aseaba de esa manera tan sensual mientras me la meneaba lentamente, porque no se me llegó a bajar después de haberme corrido. Ver a Elena así, pajearme mientras lo hacía con sus fluidos aún por ahí y toda esa excitación que ni mucho menos se me había pasado, me hacía estar deseando volver a la carga. Y el haberme corrido tan rápido me daban más ganas aún, porque la quería reventar como se merecía y ya habiendo descargado, estaba seguro de que aguantaría mucho más. Miraba con atención a Elena y ella cuando acabó me miró a mí, dejando todos esos papeles apartados. Me levanté rápidamente y fui hasta ella para besarla de manera muy guarra.

-¿No te he dicho que no hicieras nada?
-Ha sido sin querer -dijo algo asustadiza.
-Shhh. Ahora vas a tener que aguantar.
-Lo haré.
-Eso espero.

La volví a besar de manera guarra y la senté en la mesa. Esta vez sí que me detuve a mirarla mejor para deleitarme con lo guapa y buena que estaba. Me agaché para admirar su precioso coño, llevándolo perfectamente arreglado, como a mí me gustaba. Ya notaba el calor por mi cara al mirárselo. Se lo empecé a comer, pero no como lo hacía siempre, sino que lo hacía con más rudeza, pasando a darle mordiscos en los muslos de vez en cuando. Ella gemía, aunque lanzaba grititos cuando le daba esos mordiscos o cuando se lo comía más fuertemente.

-Ni se te ocurra correrte.
-No... -dijo con su voz entrecortada.
-Más te vale aguantar.
-Vale.

Seguí comiéndole el coño a Elena, probando si podía aguantar o no. Y se esforzaba por hacerlo, pero le costaba. Se le notaba muy excitada y ya estaba empezando a estremecerse de esa manera que siempre hacía antes de tener uno de sus orgasmos. Ella gemía de placer al principio, pero acabó haciéndolo casi con miedo porque sabía que no podía aguantar mucho más. Yo la dejé tranquila, aunque le di un fuerte mordisco en uno de sus muslos. Ella gritó y yo le di un repizco en el otro muslo. Le hice daño, pero esa vez sí que se controló cuando me vio hacerle el gesto de que no hiciera ruido.

-No podías aguantar. Por eso te he mordido. Ha sido un pequeño castigo.
-Sí que podía.
-¿Me contradices?
-No... -dijo con algo de miedo.
-No estás en posición ahora mismo de contestarme así. Te he dicho que no habíamos acabado.
-Vale -dijo bajito.
-Te debería castigar bien por eso.
-Como tú quieras, mi amor.
-No te he dado permiso para hablar -dije dándole otro repizco.

Elena estuvo cerca de dar un grito, pero no lo acabó haciendo.

-Ahora te voy a follar. Y te voy a poner el vibrador en el culo.

Ella asintió muy suavemente mientras me miraba con excitación.

-Y tienes prohibido correrte. Solo lo puedo hacer yo. ¿Vale?

Elena volvió a asentir.

-Respóndeme.
-Vale. Como tú quieras.
-Y si te acabas corriendo vas a recibir tu castigo. Porque como me has dicho que sí que puedes aguantar, contradiciéndome y también interrumpiéndome, pues tienes que estar muy segura de que no lo vas a hacer. ¿Quieres saber cuál será tu castigo?

Mi chica asintió muy rápidamente con sus mejillas encendidas.

-Pues el castigo va a ser... -dije acercándome a su cara para quedar casi pegados-. Que te vas a quedar aquí sola cuando acabemos y tendrás que bajar e ir hasta el coche completamente desnuda.

Elena abrió los ojos muchísimo, quedándose así durante unos 3 segundos, aunque relajó su rostro rápidamente.

-¿Crees que no lo voy a hacer? -pregunté agarrándola fuertemente de su cuello.

Ella permaneció en silencio, mirándome atentamente.

-No deberías subestimarme ni creer que no lo haré. Porque a lo mejor te llevas una sorpresa. Pero bueno -dije despegándome de ella-, eso no va a pasar, porque estás segurísima de que no te vas a correr. Así que puedes estar tranquila, ¿no?
 
Capítulo 332

Elena asintió lentamente con ese gesto tan tierno que tanto me gustaba. Cogí mi polla y le empecé a acariciar el coño y el culo con ella, mojando mis dedos para acariciar su ojete e ir metiendo un dedo poco a poco. Ella me miraba muy excitada y empecé a estimularle el culo, aunque parecía no necesitarlo, porque estaba muy caliente y entregada. Cómo vi que no tenía mucho problema con su culo, cogí directamente el vibrador, aún húmedo y se lo metí poco a poco en el culo hasta que lo tenía por completo en su interior. Con nerviosismo fui a por el móvil para ponerlo, aunque en el nivel más bajo. Volví con ella y cogí mi polla de nuevo para acariciarle el coño y empezar a metérsela, pero Elena me hizo una señal con su dedo, como si me pidiera permiso para hablar.

-¿Qué pasa?
-¿Puedo hablar?
-Sí.
-¿No quieres que te la coma un poquito?
-¿Es lo que tú quieres?
-Sí. Lo deseo.
-Pues yo ahora mismo no. Lo que quiero que hagas es que te calles y que aguantes sin correrte. ¿Vas a ser una buena chica y vas a obedecerme?
-Sí.
-Bien. ¿Algo más?
-Sí. Que te quiero y me pones muy perra.

Le di un beso y se la empecé a meter para follarla a buen ritmo. Elena se apretaba las tetas con las manos, tirando de sus pezones. Como empezó a gemir cada vez más alto, pasó de poner sus manos en sus tetas a ponerlas en su boca para tapársela y así amortiguar sus gemidos. La notaba mojadísima follándola en ese misionero estando yo de pie y ella tumbada sobre la mesa. Para seguir ese juego de dominación, agarré a Elena del cuello para que no creyera que aquello había acabado. Estuvimos así cerca de 5 minutos, con una follada a buen ritmo en los que Elena no destapaba su boca para nada, solo para soltar aire en forma de resoplidos y cogerlo con ansia. Estaba aguantando bastante bien y yo también lo hacía, aunque era más normal debido a lo poco que llevábamos follando después de haberme corrido. Pero entonces pasó algo que no esperaba para nada.

Mientras follaba a Elena con sus piernas bien abiertas, con ese sonido de chapoteo propio del roce de ambos sexos, noté algo de movimiento por una parte de la habitación. Dirigí mi mirada hacia allí, encontrándome a Laura asomada un poco. Al parecer había una puerta que comunicaba esa habitación con el pasillo por el que pasamos o algo así, porque la puerta por la que entramos seguía cerrada y de hecho era otra. Laura me miró con los ojos muy abiertos al darse cuenta de que la había pillado allí observándonos y una sensación increíble de morbo se apoderó de mí de tal manera que puse a Elena casi de lado para que la pudiera ver bien, tanto a ella, como a mí y cómo follábamos. No esperaba nada en especial, jugándomela de esa manera, pero es que el morbo que sentí fue tan alto como aquel que experimenté cuando vi a Maribel desnuda en el primer día que la vi en persona. No fueron más de 10 segundos los que se alargó esa situación con Laura mirándonos mientras sus ojos bailaban entre el cuerpo de Elena, el mío y mis ojos. No se retiró al instante, cosa que quizá hubiera sido lo más normal. Mantuve mi mirada pegada a sus ojos para ver qué hacía, aunque solo veía su cara al estar asomada. No podía ver otra parte de su cuerpo, pero estaba seguro de que era ella por ese maquillaje tan característico que llevaba ese día.

Inconscientemente aceleré la follada hasta tal punto que me acabé corriendo de nuevo dentro de Elena. Fue exactamente igual que la follada que le metí cuando tuve esa pillada por su madre y me estaba imaginando que la follaba a ella en lugar de a mi chica. Sentí tal placer que me estremecí y cerré mis ojos con fuerza, abrazándome a una de sus piernas, la cual estaba apoyada en mi pecho, con su pie por detrás de mi nuca. Noté también como Elena apretaba su coño con mucha fuerza y como expulsaba mucho aire por su nariz mientras gemía de forma muy aguda, intentando reprimirse con sus manos. Fue un orgasmo bestial el que tuve, el cual me llegó hasta dejar algo mareado. Lo malo fue que cuando abrí los ojos, Laura ya no estaba allí. Miré por la habitación, pero evidentemente no había nadie. Tampoco sabía qué esperaba, si era lo más normal del mundo, pero fue algo que me gustó. Ser pillado por una amiga que teníamos en común, que estaba así de buena y que incluso había intentado algo conmigo, aunque solo hubiera sido un beso en una fiesta, me puso como una moto.

Me volví a sentar en el sofá, dejando a Elena sobre la mesa con mi corrida derramándose desde su coño hasta la mesa. Ella reaccionó rápidamente para lo que lo solía hacer, como si estuviera disimulando que se había corrido. Empezó quitándose el vibrador del culo y apagándolo, limpiándolo con una toallita y dejándolo apartado para empezar a limpiarse a sí misma. Me miraba de reojo, como si intentara ver si me había dado cuenta de su orgasmo, pero apartaba rápidamente su mirada de mí. Yo me acabé relajando bastante, aunque seguía con muchas ganas de continuar, pero no quería hacer nada más ahí, porque me gustó que nos hubiera pillado Laura, pero no quiera arriesgarme a que lo hiciera alguien más teniendo en cuenta la cantidad de gente que había en la fiesta. Bastante suerte tuvimos con que hubiera sido ella, aunque dudaba que a Elena le hubiera hecho gracia.

Elena vino hacia mí cuando acabó de limpiarse, limpiándome a mí un poco también con toallitas para sentarse encima de mí, empezando a besarme por el hombro. Yo le besaba la cabeza y le acariciaba la espalda, pero le dije de levantarnos y vestirnos para volver a la fiesta. Recogimos todo lo que ensuciamos con papel y nos pusimos los disfraces. Antes de volver, pasamos por un baño cuando nos vestimos para ponernos mejor y usar agua para refrescarnos, sobre todo Elena, porque tenía el maquillaje corrido por tanto magreo. Se retocó el rabillo de ojos y el pintalabios, pero se acabó quitando aquel maquillaje de gato, diciendo que pasaba de hacérselo otra vez. Se hacía la loca, hablando bajito y de manera ñoña, pero no se iba a librar.

-Me encanta que te pongas así de tierna, pero te has corrido.
-¿Qué? No, no, no, no.
-Sí, sí, sí, sí. Lo has hecho y me habías dicho que no lo ibas a hacer y que ibas a aguantar.
-Pero es que...
-Nada. Tienes que pagar.
-¿De verdad me vas a hacer eso?
-Es en lo que hemos quedado, ¿no? Tú no has cumplido.
-Pero Javi...
-Que no, que es broma.
-Uff...
-Pero algo sí que vas a hacer.
-¿El qué?
-No sé... Déjame pensar.

Me senté en el váter y la senté encima de mí. Ella me miraba con atención y yo a ella mientras intentaba pensar algo, aunque la empecé a besar, porque el calentón no se me había pasado.

-Elena, quiero seguir follado. ¿Nos vamos?
-Sí -dijo al instante-. Ahora buscamos a Irene para decirle de irnos a su casa.
-Vale. Es que tengo aún un calentón...
-Yo también. Hoy está siendo... Y con esa manera de controlarme... Me pones a mil.
-Ya lo he visto, jajajaja.
-Anda, vamos.
-¿A dónde crees que vas? -dije tirando de ella-. Ya se me ha ocurrido algo.

Elena me miraba asustada, como si al final fuera a acabar haciendo aquella locura que se me ocurrió, pero no iba a ser tan malo.

-No pongas esa cara. Si no es para tanto.
-¿Qué tengo que hacer?
-Quítate las medias.

Ella se quitó las zapatillas para poder quitarse las medias. Lo hizo lentamente mientras me miraba, esperando a que le siguiera dando instrucciones.

-Ahora el tanga.

Mi chica abrió un poco sus ojos más de los que los tenía abiertos, pero me hizo caso en el acto, dándomelo al igual que hizo con las medias.

-Joder... Está empapado.
-Me tienes así durante toda la noche. ¿Qué esperabas? Jejeje.
-Es precioso. Me encanta.
-Es mi color favorito, pero lo compré pensando en ti. Justo en el día de mi cumpleaños, con ese atardecer de ese color y la cajita que llevaba este colgante, también de ese color.
-Qué detallista.
-Pues anda que tú...
-Huele a ti. Me estoy excitando otra vez.
-Cuando quieras nos vamos -dijo dándome un beso con lengua.
-Pues ponte las zapatillas y guarda esto en tu bolso. Vas a salir sin medias y sin tanga. Ese es tu castigo.
-Qué vergüenza...
-Pues es lo que hay. No te va a ver nadie nada.
-Vale.

Y así salimos del baño. Ambos juntos de la mano, bajando por las escaleras para volver a la fiesta, ya ambos más tranquilos, aunque con ganas de más. En lo que buscábamos a nuestros amigos, miré por todas partes para ver si veía a Laura, pero no la veía por ningún lado. Elena me llevaba de la mano, tirando de mí. Dimos con nuestros amigos y nos acercamos a ellos. Estaban en grupo de cuatro, nuestros tres amigos y esa chica rubia con la máscara de V de Vendetta que se me hacía similar a Ángela. Elena cogió a Irene de la mano para hablar con ella después de que saludáramos. Mario me empezó a hablar preguntándome donde nos habíamos metido, dándole yo largas para no dar el cante. Entre la mala iluminación que había y mi amigo que no paraba de dirigirse a mí no me dio tiempo a mirar bien a aquella chica para tratar de descubrir si estaba en lo cierto al pensar en quién podría ser, pero es que en realidad ya poco me importaba, porque lo único que quería era largarme de allí con Elena para seguir follando tranquilamente. Y fue algo que tuvo lugar cuando Elena me agarró de la mano sin que lo esperara y tirara de mí después de decir un alto y rápido "adiós" para despedirse de todos. Yo también lo dije, aunque ya apartado y un poco desconcertado mientras nuestros amigos se reían. Elena me llevaba a rastras al coche, sacando las llaves de su bolso para dármelas, montándose ella antes que yo. Me monté y me quedé mirándola.

-¿Nos vamos? -me preguntó agitada.
-Pero...
-Irene me ha dicho que no se quiere encerrar todavía. Así que me ha dado sus llaves para que vayamos a su casa. De hecho, me ha dicho que no creen que se vayan a encerrar pronto, por lo que podemos irnos a su habitación en la cama grande. Han cambiado las sábanas y podemos hacer lo que queramos y quedarnos a dormir. Creo que se van a ir con Sofía.
-Am, vale.
-Vamos, Javi, que estoy muy caliente.

Me quedé mirándola a los ojos, aunque mis ojos también se movían por toda su cara apreciando ese rubor permanente que Elena tenía por la excitación y por los juegos que estaban teniendo lugar durante todo el día.

-¿Qué pasa? -me preguntó nerviosa.
-Que me encantas. Estás preciosa.

Elena se quedó embobada, respirando entrecortadamente. Parecía más nerviosa aún. Como no hacía nada, me acerqué a ella para besarla. Y sí que estaba nerviosa, porque notaba sus temblores al entrar en contacto con ella. Poco a poco, a medida que el beso se iba alargando, ella pudo reaccionar, poniendo su mano en mi cara, acariciándomela. Esa montaña rusa de pasión y ternura me tenían como drogado y era algo que me llegaba a encender bastante, por lo que puse mi mano sobre su muslo para acariciárselo. Al hacerlo, noté como exhalaba aire por su nariz, pero no me la retiró ni nada pese a estar en el coche, bastante cerca de la casa donde era la fiesta y con bastante gente pululando por allí, ya fuera para tomar el aire o para fumar. Pero yo no me conformé con eso, porque fui subiendo hasta toparme con su coñito. Entonces sí que dio un respingo, expulsando más aire aún. Le empecé a tocar los labios con suavidad para que se fuera lubricando, cosa que tuvo lugar enseguida. Fue un momento que me recordó mucho a aquella primera vez que la toqué en el parque. Se me hacía una situación muy similar, estando ambos en una postura parecida, en público y con muchas ganas.

Pero cuántas cosas habían cambiado desde esa vez. No tardé mucho en empezar a meterle un dedo con suma facilidad por lo mojada que se puso rápidamente. Ella gemía tímidamente, pasando a hacerlo más alto cuando le metí otro dedo. Durante unos breves minutos estuve masturbándola, primero lentamente, pero cogiendo rapidez conforme pasaban los segundos. Llegó un punto en el que se empezó a retorcer, pero antes de eso echó mano a mi erección, la cual solo era detenida por los boxers y el disfraz, haciendo imposible que me la sacara para masturbarme ella a mí.

-Javi, Javi... Para... -dijo entre susurros entrecortados.
-¿Por qué? -pregunté llevando mis dedos a mi boca para chuparlos.
-Pfff... Porque hay mucha gente. Nos van a ver y me muero de vergüenza.
-¿No te quieres correr?
-Pues claro que quiero, pero voy a gritar. Me lo noto. Y bastante me he reprimido antes. Quiero follar en condiciones. Vámonos, por favor.

Le di otro beso con lengua, aunque breve y encendí el motor para salir de ahí cuanto antes. De camino a casa de Mario e Irene, notaba como se removía en su asiento, estando realmente deseosa de llegar para poder seguir. Cualquier parada en un semáforo nos valía para mantenernos calientes con besos muy guarros y algún toqueteo, ganándonos alguna pitada por no enterarnos de que se ponían en verde. Al fin llegamos a la casa de nuestros amigos, aparcando yo prácticamente en la puerta. Tenía tantas ganas que empecé a besar a Elena de nuevo.

-Pfff... Cómo te la quiero comer ahora mismo...
-Joder, y yo estoy deseando que lo hagas.
-Quería hacértelo antes, pero... -dijo divertida.
-Era un juego. Te has portado muy mal durante todo el día...
-Ya sé que era un juego. ¿Me vas a seguir castigando? -dijo con voz y cara de niña buena.
-Mmm... A lo mejor...
-Uff... Me has puesto malísima haciendo todo eso.
-Pues ahora tengo ganas de hacer una locura.
-¿Cuál? -preguntó con esa manera tierna que me volvía loco.

Le tuve que dar otro beso, porque esa voz que ponía me podía y me hacía vulnerable a todo.

-Me gustaría follarte en la calle.
-Pfff... Javi, no te emociones tampoco.
-Ya, es que llevo un calentón hoy...
-Bueno, follar no, pero...

Miré sorprendido a Elena y ella lo hizo con una sonrisa traviesa.

-¿En qué piensas?
-¿Y si me tocas un poquito?
-Joder, eso sería una pasada también. Qué morbo...
-Vamos.

Salimos del coche y la cogí de la mano para empezar a andar. Elena me dijo que la tenía ardiendo y es que era verdad por el calentón que tenía encima. Ella la tenía más fría debido a estar ya casi en noviembre, ser ya bastante tarde y también por ir sin medias y sin bragas. Quería hacer eso de tocarle en público, pero la calle era bastante grande y pasaban muchos coches. Aun así, nos dirigimos a un banco que había por allí, en una zona más oscura al haber una pequeña plazoleta. Menos mal que no nos cruzamos a nadie por la calle, porque entre la empalmada que llevaba y cómo íbamos los dos de nerviosos, seguro que se hubieran percatado de lo que nos pasaba. Nos sentamos en uno de esos bancos que rodeaban una pequeña estatua de bronce decorada con algunos árboles y setos bien recortados con forma de minilaberintos para volver a besarnos.

-Madre mía, Javi... Cómo se te marca...
-Es por tu culpa. Tanto tenerla así, como el que se me marque tanto.
-Jejejeje. ¿Me vas a castigar?
-Te voy a comer entera.

De nuevo nos empezamos a besar, acariciando yo sus muslos y ella mi cara. Rápidamente subí mi mano por la cara interna de sus muslos, metiéndola bajo la falda para empezar a tocarla. Veía a Elena con las mejillas muy sonrojadas y sus ojos cerrados por la ligera luz anaranjada que nos golpeaba al colarse entre las hojas del árbol bajo el que nos encontrábamos. Mi corazón volvía a latir con fuerza por lo que me gustaba tocarla y verla así, y por el morbazo que me daba la situación.

-Abre más las piernas.
 
Capítulo 333

Elena me obedeció, abriéndolas mucho más. De hecho, se le podía ver el coño si estabas frente a ella, pero la poca luz del lugar nos daba seguridad, aunque tampoco es que hubiera mucha gente por ahí. Seguí tocándola, pasando a meterle los dedos, sacándoselos para que los chupara, haciéndolo así ella mientras me miraba con unos ojos que rebosaban lujuria. Después se los volví a meter para estimularla de manera más rápida y ruda hasta que oímos algunas voces de un grupo de chavales que se aproximaba. Elena cerró las piernas rápida y fuertemente, atrapando mi mano en su interior mientras echaba su cara sobre mi pecho para tapársela junto a su pelo. Aquellos chavales pasaron de largo a varios metros de nosotros. Seguramente ni se dieron cuenta de que estábamos ahí, porque parecía que iban bebidos.

-Qué morbo... -le susurré para darle un beso en la cabeza después.

Elena respiraba aceleradamente. Parecía que se había corrido, pero lo dudaba, porque no había notado ninguna típica contracción suya ni otro indicio que me lo dejara claro. Le pedí que me mirara, preguntándole si estaba bien. Me asintió con una sonrisa muy bonita y le pedí que volviera a abrir las piernas como las tenía antes para seguir con el juego. Ella aceptó y empecé a tocarla de nuevo. Ahora parecía animarse a gemir más, aunque se reprimía mucho.

-Elena, lo siento.
-¿Por qué?

Le tapé la boca con fuerza con la otra mano y la empecé a estimular de manera rápida, metiéndole los dedos mientras le acariciaba el clítoris con el pulgar. Ella abrió mucho los ojos y yo tan solo le dije que se dejara llevar. Parecía transmitirle seguridad, porque me hizo caso, dejando caer su cabeza sobre mi hombro. Más temprano que tarde Elena se empezó a correr, gimiendo de manera aguda, aunque mi mano amortiguaba bien sus grititos. Se puso rígida, porque sabía lo que iba a pasar. Evidentemente seguí para que se corriera a chorros, cosa que pasó tras un par de movimientos más bruscos, sacando yo inmediatamente los dedos de su interior para estimular su clítoris. Elena empezó a lanzar chorros mientras daba pequeñas embestidas con sus caderas, aunque la tenía bien sujeta para que no se cayera. Lanzó tres fuertes chorros, dejando la marca en el suelo de arena sobre el que nos encontrábamos. Creía que la tenía bajo control, pero su cuerpo temblaba de manera exagerada, como era lo normal cuando ella se corría así, pero pude sujetarla bien, sobre todo después de dejar de estimularla.

-Qué pasada, Elena. Me encanta provocarte esto.

Ella no llegó a responder por obvias razones. Necesitaba recuperarse y para ello se abrazó a mí. Yo le bajé la falda para que estuviera más tapada, chupándome los dedos de nuevo para recoger sus fluidos. Mi erección permanecía intacta. Solo deseaba que Elena se recuperara pronto para irnos a la casa y poder seguir, porque estaba de nuevo a mil. La subí encima de mí con cuidado para abrazarla y darle calor, porque con las piernas descubiertas imaginaba que lo necesitaba. Tras unos minutos así, abrazados con ella lanzando sonidos ñoños, se recuperó, levantando su cabeza para mirarme a los ojos con una sonrisa preciosa, pasando a mis labios después. Nos dimos un pequeño beso y nos levantamos para ir por fin a la casa. De camino, Elena parecía seguir con ganas de jugar, aunque no llegamos a comentar nada de lo que acabábamos de hacer. Tan juguetona estaba que se levantó la falda para enseñarme el culo después de asegurarse que no había nadie cerca que la pudiera ver. Mi respuesta fue soltarle un fuerte azote en una de sus nalgas que resonó por toda la calle, lanzando ella un grito, más de sorpresa que de dolor, y eso que le di fuerte. Le dije que eso pasaba por calentarme y provocarme, pasando ella a reír. Antes de entrar a la casa, fuimos al coche a coger la bolsa donde teníamos la ropa para luego cambiarnos y demás.

Elena abrió la puerta después de pelearse durante unos segundos con la cerradura de lo nerviosa que estaba, pero logró hacerlo. Agarró mi mano y tiro de mí con tal fuerza que me sorprendió y me tiró la bolsa de la mano, cayendo en la entrada. Cerró de un portazo y me empujó contra la pared para tirar de mi cuello y besarme, aprovechando para bajarme la cremallera del disfraz. Tras ese beso, bajó el traje de Batman de un tirón, quitándome los boxers después para agarrar mi polla con fuerza y metérsela en la boca, empezando una mamada bastante salvaje. Chupaba con unas ganas que parecía que iba a ser la última vez que lo iba a hacer, poniendo muchas babas y haciendo fuerza para clavársela lo más profundo que podía en su garganta. Como en varias ocasiones anteriores, lograba metérsela entera en la boca, siendo algo que aún a esas alturas me sorprendía, aunque no aguantaba mucho con ella, empujando mi cuerpo para sacársela y coger aire para poder respirar. Pero rápidamente se la volvía a meter en la boca para seguir mamando. Tuve que pedirle que fuera con cuidado, porque lo hacía de una forma tan agresiva que imaginaba que se estaba haciendo daño, además de que me causaba cierta incomodidad a mí también. Pero ella seguía a lo suyo sin oírme, hasta apartándome mis manos cuando le acariciaba el hombro con intención de empujarla, o incluso le acariciaba la cabeza.

-Quieto. Quiero comértela bien y que me lo des todo.

Eso fue lo único que dijo durante toda la mamada que Elena se empeñó en hacerme nada más entrar en la casa. Seguía chupando con tal rudeza que empujaba mi cuerpo contra la pared, estirando yo mis manos para estabilizarme, dándole algún manotazo a los muebles que había por allí. Lo único que hizo aparte de mamar fue desnudarme al quitarme las zapatillas y toda la ropa que me quedaba puesta excepto la capa porque no llegaba a mi cuello para desabrocharla. Después de unos breves minutos chupando de manera rápida y fuerte me acabé corriendo cuando ella echó mano a mis huevos para agarrarlos quizá con más fuerza de la que debería haberlo hecho. Le llené la boca de leche, la cual ella recibía con altos gemidos placenteros parecidos a los que lanzaba cuando la estimulaba. Estaba tan encendida que se lo tragó directamente, lejos de hacerlo como solía hacer, ya que lo normal era que me lo enseñara para darle más morbo a la situación.

Tras tragar siguió chupando un poco, pero tuve que pararla, porque estaba demasiado sensible y sentía unas fuertes punzadas. Ella se retiró, mirándome a los ojos con media sonrisa mientras se limpiaba las babas con una mano. La levanté para cogerla en brazos, agarrándose ella a mí con sus piernas y brazos como solía, pasando yo a besarla. Ella me recibió con su típico gemido de sorpresa y entonces fue cuando empecé a andar hacia la habitación de nuestros amigos, aunque tenía que abrir los ojos por no estar tan acostumbrado a estar por allí, así no me chocaría tanto con las paredes, puertas y muebles. Cuando llegamos la tiré sobre la cama, riendo ella con eso, ya que le hacía bastante gracia cuando me ponía así de bruto en el sexo.

Me miraba con mucho deseo y con sus mejillas encendidas. Yo me quité la capa y la tiré al suelo para ir entrando en la cama de rodillas poco a poco y ponerme sobre ella, con ambas manos a cada lado de su cabeza. Nos mirábamos a los ojos muy fijamente, ambos con una media sonrisa en la boca, aunque Elena ya había aprovechado la postura para echar mano a mi polla, la cual estaba de nuevo dura y empezar a pajearla lentamente. No le hice ascos a eso, empezando a besarla por toda la cara, recibiéndolos ella con gemidos muy ñoños. Salvo un pequeño beso con lengua muy guarro y breve, estuve con esos besos por sus labios, mejillas, frente y nariz durante unos minutos, pasando después a su cuello, donde me entretuve más. Intentaba recrear lo que Elena me hacía a mí en esa parte del cuerpo para que ella pudiera sentir lo que yo sentía. El problema era que le hacía cosquillas más que otra cosa. Y eso que me esforzaba por sujetar sus muñecas con mis manos, aprisionándolas contra la cama, pero ella se revolvía como una niña pequeña sin dejarme hacer. Al final me separé de ella, viendo como reía con ganas.

-Te estás portando regular...
-Lo siento, jajaja... Pero es que... -decía sin parar de reír y revolverse-. Es que no puedo, me haces muchas cosquillas, y más con tu barba, jajajaja.
-Yo solo quiero que sientas lo que yo siento cuando me haces eso.
-No puedo, mi amor. Me haces muchas cosquillas.

Me quedé mirándola seriamente a los ojos y después a sus labios, poniéndose ella algo nerviosa.

-¿Qué pasa? -preguntó medio riéndose de manera nerviosa.
-Que eres preciosa.

Elena paró de reírse, pasando a mirarme algo embobada. Rápidamente volví a besarla para seguir con el magreo. Creía que con lo de las cosquillas se le había pasado un poco el calentón, pero le volvió rápidamente cuando empecé a besarla, porque solté sus manos y ella pasó a abrazarme y gemir de manera empalagosa. Tras unos besos largos, bajé hasta sus tetas para comérselas. Ya tenía los pezones duros, pero cuando se los empecé a comer se les pusieron más aún. Hasta notaba como se le ponía la piel de gallina por momentos, estremeciéndose como pocas veces había visto hacerlo en ella cuando le comía las tetas.

-Fóllame -me pidió en forma de susurro.
-No.
-¿Por qué? -me preguntó con una voz muy dulce.
-Porque primero te quiero comer el coño bien. Tú me la has comido y ahora me toca a mí. Quiero que te corras en mi boca.
-Pfff...

Elena se dejó hacer, estirando sus brazos y piernas, pareciendo que estaba atada de pies y manos a la cama, aunque no lo estaba. Trataba de calmarse, pero la notaba algo nerviosa. Poco a poco fui bajando, besando sus costillas y su ombligo, aunque el piercing que llevaba ahí desde hacía pocos meses me dificultaba un poco maniobrar por ahí. Aun con esas, Elena se derretía, volviendo a ponerse su piel de gallina por momentos. Continúe con la expedición hasta su coño, parándome en su pubis para darle muchos besos, con ella gimiendo muy cariñosamente. Hasta yo lo hacía por ver a mi chica así, además de que se preocupaba por mantenerme siempre excitado al satisfacer mi fetiche. No podía verla más sexy con ese triángulo invertido negro de vello en su pubis. Era algo que me ponía a mil y que me provocaba una fuerte erección de forma instantánea.

Después pasé a sus ingles para besarlas, pasando inmediatamente a sus muslos, dándole algún mordisquito también. Era algo que nos encantaba a ambos, aunque llevaba cuidado de no hacerlo con fuerza y hacerle daño así. Continué bajando hasta llegar a sus pies, pero no me detuve mucho, porque ya estaba lo bastante excitada como para hacer cualquier cosa con ella. Aun así, se puso rojísima, como solía al jugar yo con ellos.

Rápidamente me zambullí en su coño, el cual noté muy caliente. No es que me extrañara, porque la veía a mil, pero sí que lo vi llamativo teniendo en cuenta que había estado un buen rato sin bragas en la calle con el frío que hacía por las horas que eran. También estaba muy húmeda. Me encendí tanto al verla así de mojada que hasta le pasaba la lengua por su culo. Ella empezó a gemir de manera alta rápidamente mientras yo la observaba clavando mis ojos en su cara. Su expresión de placer me alentaba a seguir comiéndoselo de esa manera tan ruda, pasando a dar incluso lametones más fuertes y rápidos. Elena se había encargado de limpiarse bien mi corrida en el baño de aquella casa en la que estuvimos de fiesta, pero dudo que me hubiera importado encontrar ese sabor en su coño de lo caliente que iba yo en ese momento. Lo que sí notaba era el sabor de la suya, pero no se había corrido aún, por lo que supuse que era de la anterior, la que precedió al squirt, porque aquello era algo que no llegaba a tener sabor, como tantas veces había comprobado al hacer correrse así a Elena. Quizá podía distinguir un poco de sabor, el de su coño concretamente, el cual siempre noté algo dulce, pero ese fluido no llegaba a serlo tanto.

Mientras se lo comía, eché mano a sus pezones para estimularle por ahí también. Ella ponía sus manos sobre las mías, siguiendo con esos gemidos, aunque yo trataba de llamar su atención para que los abriera. Pero no lo conseguía. Lo que sí hice fue acomodar sus piernas, pasándolas por encima de mis hombros para poder comérselo mejor y entonces fue cuando no tardó nada en correrse en mi boca mientras yo seguía con esos lametones tan fuertes por toda su raja, centrándome algo más en su clítoris. Su cuerpo empezó a dar sacudidas y como no paraba, empezó a apretar mi cabeza con sus muslos. Yo seguí de todas maneras para ver si podía llegar al squirt de nuevo, aunque ella me intentaba apartar de su coño empujando mi cabeza, hasta tirando de mi pelo, pero yo continué hasta que acabó lanzando ese líquido, pero de manera muy diferente ya que ni lo lanzaba con tanta fuerza ni la misma cantidad. Aun así, dio para que chorreara un poco por mi barba al separarme de ella.

-Javi... Me muero... -decía cogiendo aire con ansia.
-Pues espero que no, porque nos queda mucho -dije tumbándome a su lado.
 
Capítulo 334

Ella hacía gestos con sus manos para que la dejara un poco tranquila para que se pudiera recuperar. Yo no hice nada, simplemente me limité a observarla. La veía preciosa con esas caras de placer que rozaban el sufrimiento. Muchas veces me preguntaba si le llegaba a doler, porque hacía gestos y ponía caras que parecía que le dolía. Cuando noté que se iba tranquilizando, pasé mi mano por su vientre, dando ella un pequeño respingo, pero tranquilizándose enseguida. Se lo acaricié y me acerqué a su cuerpo para besarla por la cara y por su hombro. Ella volvía a gemir empalagosamente, pasando a ponerse de lado para quedar ambos cara a cara y así poder besarnos más cómodamente.

-Cualquier día me vas a matar... -dijo susurrando entre resoplidos.
-No puedo remediarlo. Me gustas demasiado.

Elena de acurrucó contra mí, pegando su cara a mi pecho. Yo la abrazaba, echando mano a su culo para acariciarlo y amasarlo mientras le daba algún beso en la cabeza.

-Qué duro estás... -dijo pajeándome.
-Imposible no estarlo contigo.
-¿Me quieres follar?
-Lo estoy deseando.
-Vale, pero despacito, que me he corrido dos veces muy fuerte de manera muy seguida.
-Claro. ¿Cómo quieres hacerlo?

Elena se dio la vuelta después de darme un beso para que hiciéramos la cucharita. Se puso de lado y me empujó con su culo para que me encargara yo de dirigir mi polla hasta su coñito. Se la metí poco a poco después de acariciárselo un par de veces. Me pidió que fuera despacio, porque aún estaba sensible. Y así lo hice, metiéndosela lentamente, aunque fue ella la que se encargó de que entrara por completo al empujar más aún con su culo. Me quedé quieto para que se hiciera a mí, por si necesitaba más tiempo. De nuevo, fue ella la que marcó el ritmo de la follada, el cual era lento y con cariño. Lanzaba gemidos muy dulces, entrelazando sus dedos con los míos para que la abrazara bien al tirar de mis manos. Me costó no apretarle más por las ganas que tenía, pero estuve comedido, follándola sin llegar a excederme de fuerza.

Elena respiraba entrecortadamente mientras yo le besaba por el cuello con cuidado y le mordisqueaba la oreja. Sin esperármelo le volvió a venir su orgasmo, aunque no fue tan explosivo como en otras ocasiones. Elena encogió su cuerpo, empujándome mucho con su culo mientras me apretaba de la manera más íntima posible. Me tenía apretado en una prisión de la que yo no me quería escapar. Parecía estar contrariada por su orgasmo, ya que sus gemidos eran más lastimeros que placenteros. Yo no llegué a acabar pese a sentir como ella sí lo hacía. Había pasado poco tiempo desde que lo había hecho en la entrada de la casa de nuestros amigos como para volver a hacerlo, y más teniendo en cuenta que también lo hice en la fiesta.

Nos quedamos quietos y en silencio, hasta que Elena se calmó. No tardó tanto como en su anterior orgasmo, pero sí lo suficiente como para que mi erección bajara un poco por tanto parón. Se dio la vuelta sonriente para quedarse mirándome a los ojos, acariciarme la cara y besarme. De nuevo se abrazó a mí para acariciarme el cuerpo con cariño.

-Vaya, se ha bajado un poco... -dijo con tono divertido.
-¿Eh?
-Nada, que se te ha bajado un poco. Ay... Ese aguante... Jejejeje.
-Pero si eres tú la que no ha aguantado, que te has corrido enseguida.
-Pero eso es porque estaba sensible. Ya me conoces... Pero tú sueles tener más. Hoy estás fallando. Primero te corres muy rápido en la fiesta, ahora esto...
-Pero bueno...

Elena se empezó a reír con tono travieso, soltándole yo un azote con algo de fuerza. Dio un gritito de sorpresa, aunque rápidamente pasó a la risa.

-Eso es lo que buscas, ¿no? Me estás provocando para que ahora te de fuerte.
-¿Yooooooo? -preguntó haciéndose la ofendida.
-Si te conozco ya... Sé que es eso lo que quieres -dije acariciando su cara para pasarle el pulgar por los labios.

Elena agarró el pulgar con la boca para empezar a chuparlo mientras ponía ojitos. En cuestión de segundos mi polla ya estaba lista para la fiesta de nuevo. Saqué el pulgar de su boca para agarrarla del cuello con fuerza, estremeciéndose ella. Le di otro azote en el culo, lanzando ella de nuevo otro gritito.

-¿Ves el que tiene poco aguante cómo está otra vez? ¿Ahora no dices nada?
-Si yo no he dicho nada... Soy una chica muy buena -dijo con su vocecilla.
-No sé yo... -dije dándole otro azote.

Elena murmuró con tonto de protesta, aunque se le notaba que le gustaba el juego. Me levanté rápidamente para regular un poco la luz de la habitación, ya que tenían uno de esos reguladores de luz que funcionan con una ruedita, como pudimos comprobar en la primera vez que hicimos algo con nuestros amigos. Volví a la cama y me senté en ella, poniendo a Elena boca abajo sobre mi regazo para seguir con los azotes. De primeras los recibía con gusto, haciendo como que le dolía, aunque se le escapaba alguna risa. Mis azotes fueron cogiendo intensidad y sus nalgas se empezaban a poner rojas. Ella se empezaba a revolver, aunque su risa no se le iba. Ni dándole alguno más fuerte de la cuenta con la intención de que la cortara. La cogí con fuerza del pelo para tirar de ella y levantarla, encontrándomela con gesto de dolor.

-¿Vas a parar?

Elena me mantuvo la mirada, seria, sin decir nada. Empujé su cabeza para ponerla como estaba antes y le di unos cuantos azotes más. Al final le dejé el culo bastante rojo cuando acabé, al igual que se me quedó mi mano. Poco a poco se incorporó y se me quedó mirando sería de nuevo. Entonces de abalanzó a mí para besarme de manera guarra y salvaje. Tras ese beso me dio un guantazo que no me esperaba para nada y que me hizo daño de verdad. La miré con cierta incredulidad y me la encontré con expresión desafiante. Rápidamente la cogí del cuello para mirarla fijamente a los ojos para ver si era capaz de aguantar la mirada sin venirse abajo. Le estaba dando la oportunidad de disculparse por el guantazo que me acababa de dar con mi silencio y quedándome quieto, pero ella no lo hacía. Apreté un poco más su cuello para enseñarle quién mandaba y seguir así con el juego que empecé, pero ni con esas, por lo que la agarré para tumbarla boca arriba en la cama, escupir en su coño y metérsela directamente. Contrariamente a lo normal, Elena no cambió su gesto al metérsela de esa manera tan brusca.

De hecho, aguantó bien mis primeras embestidas, las cuales no eran precisamente lentas. Eché mano a su cuello nuevamente para dominarla, pero en cuestión de 2 minutos Elena ya agarraba mi brazo para intentar zafarse. Yo no la dejaba y ella más fuerza hacía, por lo que me no me quedó otra que coger sus dos manos para ponerlas juntas y agarrarlas fuertemente con una de mis manos mientras seguía follándola, llegando a apretar más incluso al tenerla más controlada. Sus gemidos empezaron antes de eso, pero una vez la puse así, crecieron en intensidad y volumen. Le estaba enseñando quién mandaba, aunque se le escapaba algún "cabrón" de lo fuerte que le daba, así que le tapé la boca con la otra mano cuando me acomodé para follarla fuerte y rápidamente al apoyarme en mis rodillas. Estuve así durante un buen rato y lo que más me impresionó fue la manera que tenía Elena de aguantar tales embestidas cuando lo normal era que se hubiera corrido ya, pero no lo hacía. Ni siquiera percibía esos estremecimientos que preludían a su orgasmo. Lo único que hacía era mantener sus ojos fijos en los míos, pero se la veía muy excitada. Hasta tuve que parar, porque por la postura no estaba muy cómodo y me estaba cansando, así que la solté mientras jadeaba, pasando a apoyarme en mis manos.

Ella me soltó un bofetón de nuevo que me cruzó la cara. Tampoco me lo esperé, porque pensaba que se había hecho a la idea del juego que quería imponer, pero nada más lejos, porque empezó un forcejeo de nuevo en el que salió ganando al darme otro guantazo que se escapó cuando intentaba agarrarla y pasar después a pellizcarme de los pezones para obligarme a ponerme boca arriba en la cama. Otro guantazo más que me hizo girar la cara bruscamente. Iba a quejarme, pero no pude porque Elena me tapó la boca fuertemente con su mano, acercando su cara mucho a la mía. Estaba hasta roja de lo caliente que estaba. De nuevo intenté un forcejeo, pero ella se encargó de tenerme bien sujeto al sentarse sobre mi pecho y atraparme los brazos con sus rodillas. Con las manos se encargó de taparme la boca y tirarme del pelo hacia atrás.

-Estate quieto, coño -dijo de manera seria, cambiando hasta su voz.

Me ponía mucho cuando se ponía en ese plan, pero esa manera de cambiar su voz, poniéndola más de mujer que aniñada hizo que hasta me estremeciera. Ella se dio cuenta y rápidamente me dio otro guantazo para echarse hacia atrás, llevando cuidado de seguir manteniéndome bajo control. Echó mano a mi polla para poder metérsela rápidamente, dejando caer su cuerpo sobre ella para clavársela por completo, soltando un medio gemido al hacerlo. Me soltó otro guantazo más y entrelazó sus dedos con los míos para empezar a montarme de manera salvaje. Primero lo hacía botando, haciéndolo también sus tetas. Me tenía hipnotizado con esos movimientos y el placer que me estaba dando. Notaba como se mojaba muchísimo, pasando a moverse hacia delante y atrás, como sabía que a mí me gustaba.

Seguía muy roja, soltando mis dedos unos segundos para pasarse el pelo por detrás de la oreja y volver a cogerlos después. Estaba flipando con como estaba, lejísimos de ese papel más pasivo que solía tener en la cama. Pero yo no quería que la cosa quedara así, por lo que aproveché que se confió al tenerme así tan bien sujeto dejando de hacer fuerza concentrándose más en follarme para incorporarme y cambiar las tornas. La puse a cuatro con bastante rapidez para metérsela de nuevo, sin llegar a darle mucha oportunidad a Elena para que se resistiera. Se la clavé con fuerza, lanzando ella un grito y la empecé a follar agarrándola de las caderas. Se resistía un poco, pero acabó recibiéndome con gusto, hasta empujando con su culo hacia mí para que la penetración fuera más fuerte y rápida.

-Más fuerte, cabrón -me pedía entre gritos.

Y así lo hice, aunque después de unos segundos así, tiré de su pelo hacia atrás para pegar su cuerpo al mío y explicarle quién mandaba. Ella gemía de una manera especial, mostrando lo cachonda que estaba. Le solté el pelo y ella se puso como estaba para seguir siendo follada, pero no se corría y yo ya me notaba cansado y, sobre todo, cerca de llegar. Paré para coger aire y ella lo aprovechó para colocarme de nuevo boca arriba con una fuerza que no reconocía en ella para follarme como lo hizo antes, entrelazando nuestros dedos mientras me miraba fijamente a los ojos con sus mejillas muy encendidas, moviéndose hacia delante y atrás hasta que me provocó el orgasmo, levantando yo mis caderas para que el estímulo fuera mayor. Ella se empezó a correr en cuanto notó como yo lo hacía, pero aun así no paraba de follarme a toda velocidad. Siguió durante unos segundos que se me empezaron a hacer muy largos por la sensibilidad que tenía ahí abajo, pero de repente Elena se desplomó sobre mí, abrazándose con mucha fuerza a mi cuerpo mientras respiraba con ansia.

Tras unos minutos en los que ambos nos recuperamos, teniendo ya una respiración más normal, Elena se incorporó un poco para mirarme a los ojos con una sonrisilla. Yo le acaricié la cara y le di un beso, poniendo ella de nuevo su cabeza sobre mi pecho, dándome algún beso por la zona, aunque rápidamente la volvió a incorporar para levantar su cuerpo y sentarse sobre mi pecho. Podía ver cómo mi corrida salía del interior de su coñito, escurriéndose por la cavidad hasta que ya no salía más. Una vez paró de salir, Elena se ayudó con sus dedos para sacar lo que pudiera quedar ahí, llevándose los dedos a la boca para chuparlos y lanzar un gemido algo ñoño. Después se bajó de mí lentamente para ponerse de rodillas y acercar su cara a mi pecho tras pasar su pelo por detrás de su oreja. Se puso a lamer toda mi corrida de manera muy guarra mientras movía su culo de un lado a otro. Me deleité mirándola, porque eso era algo que me encantaba y ella parecía disfrutarlo tanto como yo. Cuando acabó se tumbó boca abajo, apoyando su cara en ambas de sus manos para quedar mirándome mientras movía sus pies de arriba a abajo de modo que uno subía cuando el otro bajaba.

-Qué pasada -dije extasiado.
-Qué manera de follar. Estoy muerta -dijo con un hilo de voz.

Y sí que estaba cansada, porque a los pocos segundos de decir eso Elena cayó dormida sobre mi pecho al estar yo acariciando su espalda. Yo tardé en quedarme dormido un rato más al pensar en cómo había ido todo el día. Me lo había pasado muy bien y estaba encantado con el estado de ánimo que teníamos los dos. Estaba bastante impresionado por cómo había dejado atrás todos esos problemas que se me habían ido acumulando en las últimas semanas, especialmente los relativos a Elena con el tema de su jefe con esos mensajes que leí por accidente y por la falta de comunicación que percibí y que tanto me hizo preocuparme. Parecía que habían pasado meses desde esa situación tan mala por cómo de bien habían ido yendo las cosas esos últimos días, pero lo cierto era que no había pasado ni una semana de aquellos hechos. Tampoco fue un día perfecto ese que acabábamos de pasar, ya que la preocupación de Sofía rondaba mi mente, ya calmada después de tanto folleteo y tanta excitación. Sofía era una persona a la que apreciaba bastante por mostrar siempre una madurez que quizá escaseaba en nuestro grupo de amigos. Siempre que hablaba lo hacía con ese tono responsable por mucho que también le gustara jugar y eso era algo que me encantaba de ella. Y esta vez no fue menos al preocuparse de esa manera por Elena y por mí. Sabía que en ella tendría a una amiga para siempre.

Algo que también me rondaba la cabeza era aquella chica que vino con Irene y Mario. Era demasiado similar a Ángela, aunque no tenía la certeza de que fuera ella. Conocía bastante bien su cuerpo, pero tras esos años en los que perdimos contacto y tras esos meses desde que nos despedimos, estaba bastante despistado, sobre todo porque no había tenido mucha ocasión de verla tan ligera de ropa como iba aquella chica de la fiesta. Si hubiera tenido oportunidad de verle la cara sin aquella máscara que llevaba, o simplemente sus ojos, o tan quisiera si hubiera escuchado su voz, hubiera sabido al instante si era ella en realidad. Aunque ya de últimas cuando nos despedimos, poco me importaba quién fuera en realidad, porque lo único que quería era irme de allí para seguir con el folleteo que teníamos Elena y yo, lo cual me recordó a la pillada de Laura. No podía ver muy bien la expresión que tenía por cómo de lejos estaba de nosotros, por la luz que tampoco era muy buena y por si maquillaje, pero el que se quedara unos segundos viéndonos y no se fuera inmediatamente al percatarse de que la estaba mirando me dio mucho morbo, haciéndome pensar que tal vez le estaba gustando lo que estaba viendo. Antes de que pudiera pensar más caí dormido por el agotamiento de día que llevábamos y sobre todo porque ya eran más de la 6 de la mañana.
 
Capítulo 335

Al día siguiente me desperté al notar como acariciaban mi cara con suavidad. No fue muy buen despertar porque había mucha luz y mis ojos me dolían, pero una vez pude acostumbrarme, me encontré a Irene encorvada mirándonos de cerca. Elena seguía durmiendo mientras yo la abrazaba por detrás. Mi amiga y yo empezamos a hablar en susurros.

-Qué monos sois.
-¿Qué hora es?
-Las 10.
-Uff... Ya nos levantamos.
-No, no. No hace falta. Mario y yo acabamos de llegar.
-¿Ahora habéis venido?
-Sí, jajaja. Bueno, la fiesta acabó hace mucho. Nos fuimos a casa de Sofía para... Bueno, seguro que ya te lo imaginas.
-Ajá... -dije adormilado.
-Bueno, que acabamos sobre las 8 y nos quedamos dormidos todos, pero han llamado a Sofía y nos hemos despertado y ya hemos aprovechado para venir a casa. Nos vamos a dar una ducha y nos vamos a dormir.
-Pero estamos nosotros aquí...
-Ya te he dicho que no molestáis. Esta casa es vuestra. Os lo he dicho muchísimas veces. Dormiremos donde lo hacéis vosotros normalmente. No te preocupes. Y si necesitáis luego daros una ducha, comer algo, o lo que sea, no dudéis en hacerlo.
-Muchas gracias.
-Oye, luego nos vamos a comer por ahí, ¿no?
-Vale. Me parece bien.
-Pongo la alarma para la 1 o así y ya nos levantamos.
-Vale.
-Os voy a bajar un poco la persiana para que durmáis mejor.
-Muchas gracias.
-Descansad -dijo dándole un beso en la frente a Elena y otro a mí en la mejilla.

Cerré mis ojos para volver a dormirme, pero noté qué seguía aún en la habitación.

-Qué morbo veros así desnuditos en mi cama -dijo susurrando.

Después lanzó una risita traviesa y se fue cerrando la puerta de la habitación. De nuevo cerré los ojos cayendo dormido enseguida.

Me desperté a las pocas horas, viendo que quedaba poco para la 1 de la tarde. Elena seguía durmiendo profundamente, aunque esta vez lo hacía con su cara pegada a mi pecho, estando los dos de lado. Le di un beso en la cabeza y la empecé a acariciar suavemente para ver si se iba despertando. Acabó funcionando, porque Elena se despertó, mirando hacia arriba buscando mis ojos. Me miró con una sonrisa preciosa, pasando a estirarse para darme un beso. Después volvió a echar su cabeza sobre mi pecho para luego levantarla y mirar donde estábamos, acabando resoplando.

-¿Qué hora es?
-Casi la 1.
-¿Qué dices?
-No te preocupes. Irene y Mario vinieron hace mucho. Están durmiendo. Hemos quedado en que iríamos a comer por ahí todos.
-Vale.
-Anoche se ve que se lo pasaron bien.
-¿Sí?
-Eso me ha dicho Irene. Han venido a las 10.
-Joder... Vaya aguante.
-Me ha dicho que se fueron a casa de Sofía para ya sabes... Y que acabaron a las 8. Se durmieron y se despertaron porque habían llamado a Sofía y ya se han venido, duchado y acostado.
-Pfff... Yo no puedo aguantar tanto.
-Anoche lo hiciste muy bien -le susurré.
-Jejeje. Anoche fue una pasada. Caí dormida sin darme cuenta.
-Ya te vi, jajaja.
-El sexo contigo es lo mejor.
-Anda...
-Que va en serio, jo...
-No me digas esas cosas, que mira como me pongo... -dije arrimándome más a ella para que notara mi erección.
-¿Sigues con ganas...?
-Bueno... Un rapidín mañanero... -dije riéndome.
-Pfff... Javi, es que yo estoy muy sensible. Ayer fue demasiado movimiento...
-Demasiado movimiento para tu coñito.
-Jo... No me hables así...
-Que es de broma. Ya sabes lo que me gusta chincharte.
-Síiiiiii. Ya lo sé -dijo agarrando mi polla.
-Uff...
-No puedo follar, pero...

Elena nos destapó, echando el nórdico hacia atrás para poder pajearme me mejor manera, con intención de chupármela, aunque no acabó haciéndolo, ya que puso una cara un poco rara. Y es que después de una noche larga de folleteo, o más bien, un día largo de folleteo, nuestra higiene no era la mejor, y más teniendo en cuenta que yo me corrí varias veces dentro de ella, al igual que ella soltó muchos fluidos. Me hizo gracia la cara que puso, mirándome ella con algo de vergüenza.

-Déjalo, vamos a darnos una ducha.
-No. Quiero que te corras. Qué para eso tienes ganas.
-No hace falta, de verdad.
-Que síiiiiii. Déjame, va. Tú me tocas muchas veces. Yo también quiero hacerlo contigo.

Elena me tumbó boca arriba para ponerse ella de lado, con su cara echada sobre mi hombro, agarrando mi polla para empezar a pajearme, moviendo su mano por todo lo largo. Estuvo en silencio, mirando hacia abajo para observar su propio trabajo manual, dándome solo algún beso por el hombro o el pecho mientras yo también miraba hacia abajo y le daba un beso en la cabeza. Estaba muy a gusto con la postura que teníamos y con lo que ella me estaba haciendo. Tenía buena mano para darme placer de esa manera.

-Me gusta tu polla. Es bonita -dijo sin que me lo esperara.
-¿Eh?
-Pues que me gusta.

Me empecé a reír por lo que estaba diciendo. Era raro que ella hablara así de esa manera.

-Oye, no te rías... jajaja. ¿A ti no te gusta mi coño?
-Me encanta.
-Pues a mí me pasa igual con tu polla. ¿Cuál es el problema?
-Ninguno, ninguno.
-Es recta. Eso me gusta. No soy muy fan de las que se tuercen hacia un lado.
-¿Pero cuántas pollas has visto tú? A ver... Jajajaja.
-Pocas, ya lo sabes. Jajajaja. En persona la tuya, la de mi ex y la de Mario.
-Ah...
-Y la tuya es la que más me ha gustado. De lejos. La de Alejandro no era fea, pero se le marcaban mucho las venas. Eso no me gustaba. A ti no se te marcan tanto.
-Ajam...
-Las de Mario es un poco fea -susurró.
-Jajajaja. ¿Por?
-Porque es muy gorda. No se me hace bonita a la vista.
-Lo importante al final es lo que se sienta con ella, ¿no? Y dicen que cuanto más gorda...
-Puede, pero veo la tuya y veo la suya y me gusta más esta -dijo apretándola.
-Mmm...
-Es que mírala. Recta, sin muchas venas, grande, larga... Mmm, me encanta.
-Pfff... No le digas esas cosas tan bonitas, que se alegra mucho y se emociona y empieza a llorar de alegría...
-Jajajaja -rio de manera exagerada-. ¿Y a ti cómo te gustan los coños?
-Como el tuyo.
-No, venga, va.
-Va en serio. Me gusta que sean pequeñitos, rosados, con los labios finos, que sean apretaditos...
-Ah... Entonces el de Irene...
-Bueno... Tampoco es que no me guste, pero los prefiero, así como te he dicho.
-¿Y has tenido mucha suerte? Con las chicas con las que más lo hayas hecho, me refiero.
-Sí. Bueno, he visto diferentes, pero con las que más lo he hecho lo tenían así.
-¿Y tenía que ver que lo tuvieran así para seguir haciéndolo con ellas? -preguntaba curiosa.
-Mmm, no creo. Eso era un plus, pero al final lo que me importaba era estar cómodo con la chica en cuestión y que tuviéramos química.
-¿Y has tenido muchas follamigas?

“Una pregunta un poco rara para hacerle a tu novio mientras le haces una paja”, pensé, pero veía en ella curiosidad más que otra cosa, por lo que le contesté con naturalidad:

-No muchas. Así de memoria diría que dos.
-Sé cuál es una de ellas. De hecho, la he conocido... -dijo más bajito.
-Ajá. Y de la otra también te he hablado.
-Ah, ¿la chica esa con la que no acabó bien la cosa?
-Esa.
-Ammm... ¿Y ellas lo tenían, así como te gusta?
-Sí.
-Qué bien entonces.

Elena empezó a aumentar el ritmo de la paja, quedándose en silencio mientras yo me relajaba y empezaba a respirar de forma entrecortada. Escupió en su mano para que estuviera lubricada y aumentó más aún el ritmo para buscar mi orgasmo, pasando a estimular más mu glande. Al final me acabé corriendo sobre mi pecho, dando pequeñas embestidas hacia arriba mientras Elena reía de forma nerviosa. Me quedé extasiado, siguiendo ella con la paja, pero de manera muy suave, sin llegar a hacerme daño ni nada.

-¿Qué tal? -me susurró.
-Estoy en la gloria.
-Me alegro de que te haya gustado.
-Mmm... -murmuré echando mano a su coñito.

Elena pegó un respingo, lanzando una risa muy dulce.

-Pero si estás mojadita.
-Pues claro. Me he excitado.
-¿Quieres...?
-Nooooo. Ya te he dicho que estoy sensible. Estoy mojada porque me he excitado. Es como cuando tú te empalmas.
-Bueno... Si no quieres...
-Claro que quiero, pero es que lo tengo sensible y si empezamos no paramos y luego me va a costar más recuperarme.
-Vale, vale.

Elena se levantó mirando por la habitación, dándose cuenta de que Irene nos había dejado todas nuestras cosas allí. Me limpió mi corrida con papel y toallitas, poniéndonos ambos después nuestra ropa interior para ir al baño y darnos una ducha juntos en la cual no pasó nada sexual salvo algún roce y alguna caricia por ambas partes, aunque yo buscaba más sus tetas y su culo. Besos también hubo, y muchos. Cuando acabamos, nos secamos y arreglamos, ya que Elena cogió la bolsa donde estaba toda nuestra ropa para poder vestirnos y demás. Salimos del baño y regresamos a la habitación para cambiar las sábanas y recoger un poco. Luego nos fuimos al salón para ver si salían nuestros amigos, pero no lo hacían, por lo que Elena fue a llamarlos, porque eran ya casi las 2 de la tarde y teníamos bastante hambre. Vino enseguida, diciéndome que ya estaban despiertos, pero que estaban abrazaditos y muy a gusto. Veía a Elena muy risueña por verlos así, cosa que me gustaba, porque se alegraba por nuestros amigos, al igual que lo hacía yo. Al poco aparecieron, ya cambiados de ropa y despejados. Sin perder mucho más tiempo, salimos de la allí para irnos a un bar a comer.

Contábamos con que Sofía vendría, pero no cogía el móvil ni respondía los mensajes. De hecho, ni los veía. Yo sugerí acercarnos a su casa para llamar y así despertarla, de paso nos despediríamos de ella, pero Irene dijo que no. Que seguro que necesitaba descansar y por eso no respondía ni las llamadas ni los mensajes. Al final acabamos yendo los cuatro solos a un bar que solíamos frecuentar para comer tranquilamente. Bar que nos traía buenos recuerdos a Elena y a mí en especial, porque en uno de sus baños habíamos echado algún polvo que otro, pero ese día no estaba la cosa para intentar echar otro. Al estar sentados en una parte más interior, casi en un reservado, pudimos hablar de varias cosas, incluyendo los temas que solíamos hablar.

I: ¿Ayer que pasó con Sofía? Jajajaja.
E: Buah...
M: Jajajaja. Ayer parece que estabas muy suelta, ¿no, Elena?
J: Dejadla, anda... Jajaja.
I: Va, hombre... Que es muy interesante. ¿Qué pasó ayer?
E: Ayer pasaron muchas cosas. Y vosotros podríais haber sido parte de ellas, pero como nos dejasteis tirados...
I: Nooooo...
M: Golpe bajo.
I: Elena, es que vino... Una amiga mía de la universidad que hacía mucho que no veía y me hizo mucha ilusión. Nos dijo de ir a comer después de irnos de fiesta la noche anterior y para nada que se iba a quedar por aquí, pues nos fuimos con ella.
E: Nos podíais haber avisado al menos...
I: Lo siento, cariño. No te enfades, sigues siendo la primera para mí. Ya lo sabes.
E: Ya...

Irene empezó a hacerle mimitos a Elena, incluso acercándose a ella para quedar ambas pegas, acariciándole la cara y dándole algún que otro beso en la mejilla. Me hacía gracia verlas así, pero también me di cuenta de que Mario estaba muy pensativo, prácticamente con la mirada perdida. Me extrañó mucho verlo así, porque no era lo común en él, ya que siempre estaba pendiente de la conversación, pero en ese momento parecía que estaba en otro mundo. Tan raro me pareció que le di un toque con el pie en el suyo para que me mirara, interrogándole con un gesto qué le pasaba. Él me hizo otro para decirme que no pasaba nada.
 
Capítulo 336

E: ¿Qué os pasa?
J: Nada.
I: ¿Mmm?
E: Mario, ¿y esa cara?
M: Nada...
E: Ya, venga. Suéltalo.
M: Nada, estaba pensando una tontería.
E: Bueno, pues si es una tontería, dila. ¿Cuál es el problema?
M: Nada, da igual.
I: ¿Qué es? Va.
J: Dejadlo. Si no quiere decirlo, por algo será. Da igual.
M: Nada, es que es por eso que has dicho -dijo mirando a Elena-. ¿Qué hubiéramos hecho?
E: Pues cositas. Aunque bueno...
I: ¿Aunque qué?
E: Eh... Mirad, tenía pensado en hacer algo más fuerte con vosotros. Como en el cumpleaños de Irene, cuando la dejé... Bueno, todo eso...
I: ¿Hablas de...?
E: Bueno... A lo mejor. No sé.

Irene miraba fijamente a Elena como si intentara leerle la mente. Yo estaba un poco despistado, pero me olía qué podía ser. Mario, sin embargo, parecía más despistado aún, porque quiso salir de dudas.

M: ¿Me hubieras dejado follarte?
E: ¿Qué? No, no, no, no -dijo mirándome nerviosa.
I: Mario, te has colado un poco.
M: Quería sacarme la duda de la cabeza. Solo era eso.
E: A ver... Follarme no -dijo bajito-. Pero...
M: ¿Comértelo?

Elena se empezó a poner roja como un tomate aún a las alturas a las que nos encontrábamos teniendo la confianza que teníamos los cuatro.

E: Puede, pero solo si a Javi le parecía bien. Además, como ambos tenemos nuestras cosas y tal... No sé qué hubiera pasado, la verdad.
M: ¿Por eso vinisteis el día de mi cumpleaños?

Vaya con el despistado, parecía atar cabos rápidamente.

E: No... Queríamos felicitarte en persona.
I: Elena, se te notaba el calentón un poco.
E: Pero fue porque ya estabais liados como siempre hacéis. Y encima con Sofía y tal...
M: Joder, me hubiera encantado. Si lo llego a saber... Y tú anda que dices nada... -dijo mirándome.
J: Primera noticia que tengo de esto.
E: Él no sabía nada. Es que es algo que hubiera surgido en el momento, ni yo lo tenía claro. Si de hecho...
I: De hecho, ¿qué?
E: Bueno, ya sabéis que mañana es su cumple...

Irene se enderezó al oírla, poniendo más atención para ver qué iba a decir Elena. Yo miraba curioso la situación, aunque no estaba lo cómodo que solía estarlo en esas situaciones con ellos.

E: Algo tenía en mente también para él.
I: ¿El qué?
E: No lo sé, Irene. Algo. Tenía en mente que Sofía y tú tuvierais algo que ver.
I: ¡¿Las dos?! ¡¿Follárnoslo?!

Elena le dio un manotazo por levantar tanto la voz, pasando a taparse la cara con la mano, porque pese a estar en sitio más reservado del bar y con más intimidad, Irene habló de manera alta y cualquiera que estuviera cerca la podría haber escuchado perfectamente.

E: Calla, coño -dijo bajito.
I: Elena, ¿de verdad?
E: No, joder... ¿Cómo vais a…? Una mamada entre las dos. Eso había pensado.
J: ¿Qué dices, Elena?
E: ¿No te hubiera gustado?
J: Eh... Preferiría que no pasara, la verdad.
E: Bueno, tenía eso mente. Es una tontería. Da igual.

Todos nos quedamos en silencio. Podía ver como Irene se había ruborizado un poco y como me miraba con deseo. Mario, por su parte, estaba algo inquieto, moviéndose en su silla. Elena estaba mirando a la mesa y yo bastante descolocado por la conversación, sin saber del todo como me sentía. Tenía sentimientos encontrados por la excitación y por no querer hacerlo por ella, porque sabía cómo era y ver a Irene y Sofía comerme la polla no tenía que ser nada fácil, por no llegar a decir que sería horrible para ella. Yo mismo había experimentado unos celos por lo de su jefe y eso que no había visto más que unos mensajes. Verla como se acuesta con el me mataría por dentro. Por eso tampoco me hizo mucha gracia lo de que Mario se lo comiera. No era la misma sensación de rechazo, pero tras experimentar eso, no me hacía mucha gracia verla con nadie más que no fuera conmigo. No me entraba en la cabeza como sintiendo esos celos, podría llegar a ser así de permisiva, si sabía de sobra que no le gustaba que nadie más me tocara, como bien comprobé en esas primeras veces en las que empezamos a hacer cosas con ellos, cuando le dio un manotazo a Irene simplemente por poner su mano en mi pecho. Tampoco quería empezar a darle vueltas a algo que sabía que no me iba a hacer ningún bien después de lo bien que había ido la semana tras ese cambio de chip que tanto me esforcé en hacer y que tan bien me estaba yendo.

E: Tampoco hace falta ponernos así de serios, ¿no?
J: No, no. No pasa nada.
M: Yo es que me he empalmado al imaginarme cómo se lo como...
J: Jajajaja.
I: Yo tengo un calor ahora mismo... Pero ya está. Son solo palabras.
E: Es que... Todos sois muy importantes para mí. No me parece justo haberle hecho ese regalo a Irene en su día y no hacérselo a los demás. Y más sabiendo la tensión sexual que hay entre todos...
I: Eso último es verdad.
E: Pero no. Javi ya me dijo que no quería seguir con esto y me parece bien. Ayer se me fue la mano en realidad con lo de Sofía.
J: No pasa nada. Ya te lo dije. Ha sido algo puntual y con el día que llevábamos...
E: Sí. Me dejé llevar demasiado.
I: Mmm... No pasa nada.
E: Me tendría que haber callado.
J: No pasa nada, solo estamos hablando.
I: Claro. No pasa nada. Ayer se os notaba bastante encendidos a los dos.
E: No lo sabes tú bien.
I: Me hago a la idea. Sofía me comentó algo... Jijiji.
M: Seguro que algo hicisteis en la fiesta.
I: ¿Pero no viste como Elena venía sin medias? Es que estaba clarísimo.
J: Si solo fueran las medias...

Elena me dio un manotazo, poniéndose roja, aunque riendo.

I: ¿Sin bragas también? -preguntó sorprendía y susurrando, acercando su cara hacia nosotros.
E: Pues sí. Fue un castigo que tuve que cumplir.

Elena se puso a contar bajito lo que hicimos, haciéndoles un resumen de todo el calentón que me estaba provocando desde temprano por la mañana, hasta que llegamos a la fiesta y jugué con ella y el vibrador para acabar follando en aquella habitación en la primera planta de la casa. Irene se puso un poco más roja mientras que Mario se ponía a resoplar cada poco. Al final Elena les acabó contando con detalle lo que pasó en casa de Sofía y hasta lo que hicimos en casa de ambos. El ambiente se había relajado bastante, creyendo yo que se volvería todo más incómodo y que la conversación iría por otro lado, pero al final nos echamos unas risas con el relato de mi chica. Irene le prestaba mucha atención, diciendo cada dos por tres que le daba un morbo increíble imaginarnos así en su cama, haciendo también referencia a cuando me lo dijo a mí cuando llegaron.

Seguimos comiendo tranquilamente y hablando de otras cosas hasta que poco antes de acabar, Sofía dio al fin señales de vida. Llamó a Irene y ésta lo puso en manos libres para que pudiéramos hablar con ella. Nos dijo que tenía un poco de mal cuerpo y que no quería ni comer. De nuevo, hacía referencia a su edad, comentando el poco aguante que tenía ya. Nos dijo también que si nos tomábamos un café con ella para despedirse bien de Elena y de mí, que le sabía mal por no haber podido ir a comer y le apetecía vernos. Así que terminamos rápidamente lo que nos quedaba y quedamos con ella para ir a una cafetería. Nos tomamos un café, aunque ella optó por una infusión por su estado. Seguimos con la charla, aunque ya de manera más relajada y al rato nos despedimos, felicitándome todos por adelantado por si no nos veíamos al día siguiente. Mario lo hizo con un fuerte abrazo, aunque las chicas no se quedaron atrás además de darme dos buenos besos.

Antes de irnos, pasamos por mi casa para despedirnos de mis padres. Charlamos un rato con ellos, contando Elena cómo había ido la fiesta, aunque sin dar ningún detalle de los que le dimos precisamente a nuestros amigos. Nos fuimos al poco, felicitándome también mi madre por adelantado, aunque sabía que me llamaría de noche cuando dieran las 12. Nos montamos en el coche y nos fuimos hasta la casa de Elena para recoger a Noelia e irnos así a casa para poder descansar, ya que habíamos dormido poco y se notaba. Cuando llegamos, estuvimos un rato allí, hablando con Maribel y la abuela de Elena. Noelia estaba bastante participativa en la conversación para mi sorpresa. Tal vez esa última conversación que tuvimos puso buen rollo en general, porque parecía de bastante buen humor.

Ninguna de las tres tenía ni idea de que mi cumpleaños era el siguiente día, pero Elena de encargó de que lo supieran, comentándolo y hasta casi escapándosele que había preparado un plan. Maribel la miró sonriendo, porque algo se olía. Al final me acabaron felicitando tanto su abuela cómo Maribel por adelantado, aunque dijeron que ya me llamarían por teléfono para volver a hacerlo. Elena torció un poco el gesto y Maribel le preguntó qué le pasaba. Ella explicó el problema que tenía, teniendo que pasar el día fuera casi por completo, siendo algo que le molestaba porque quería estar conmigo y no podía ser. Maribel le quitó importancia diciéndole que no pasaba nada y que seguro que recuperaríamos ese día. Elena puso una sonrisa enorme y asintió para darle la razón.

Sobre las 7 de la tarde nos acabamos yendo a casa, ya con Noelia también. Llegamos poco antes de las 9 de la noche, sin ningún percance ni nada raro por parte de Noelia, ya que se pasó todo el viaje escuchando música con sus cascos mientras iba con sus ojos cerrados y moviendo los labios, como si cantara las canciones que estaba escuchando, aunque no oíamos nada. Elena estuvo adormecida durante todo el viaje de vuelta, pensado yo que iría directa a dormir cuando llegáramos porque al día siguiente tocaba madrugón, pero no fue así, porque se empeñó en hacer algo de cenar, porque tenía hambre, así que nos pusimos a preparar algo para cenar tranquilamente los tres. Después me dijo que la acompañara a la habitación para una cosa. Sospechosas palabras, aunque sus formas de decirlas no indicaban que tuviera ganas de jugar, además de que aún estaba sensible. Lo que quería hacer era que le ayudara a elegir modelito para el siguiente día, ya que era una ocasión especial y quería causar buena impresión.

Empezó a probarse ropa, aunque ninguna le acababa de convencer, diciendo que debería haber salido a comprarse algo esos días. Se me ocurrió decirle que se pusiera el conjunto que se puso para el día de la exposición de su trabajo final de la universidad. Le pareció buena idea y se puso a buscarlo. Se lo probó, poniéndose la misma blusa y los mismos tacones, dándose una vuelta para que la viera bien. Estaba guapísima, tal y como lo estaba aquel día que la vi por primera vez con él puesto. Puso una sonrisa muy bonita al verme como la miraba y se lo quitó inmediatamente para ponerse el pijama y plancharlo un poco para dejarlo listo en una percha colgada del pomo de la puerta para el día siguiente.

Se sentó en la cama conmigo y se le empezaban a cerrar los ojos, por lo que le dije de irnos a dormir. Aceptó con una sonrisa y un abrazo, pasando a besarme el cuello, aunque más de manera cariñosa que buscándome para ora cosa. Nos metimos en la cama y cayó dormida rápido echada sobre mi pecho, siendo cerca de las 11 de la noche. Yo no me encontraba tan cansado, por lo que me quedé mirando la tele que teníamos en la habitación, haciendo hora para que me entrara sueño. A las 12, como ya esperaba, mi madre me mandó un mensaje para felicitarme. Es algo que siempre hace. Con una sonrisa miré el mensaje, aunque le daba pena que no me lo dijera en persona, como practicante todos los años hacía, así que con cuidado me levanté de la cama para poder salir al salón y llamarla al menos.

Hablé con ella, llevándose una sorpresa por haberla llamado. Estaba muy contenta de poder hablar conmigo y eso que lo habíamos hecho en persona hacía pocas horas, pero así son las madres. Me felicitó por tercera vez, esta vez ya en el día de mi cumpleaños y por voz. Después de una breve conversación nos acabamos despidiendo, porque ya era tarde y queríamos dormir. Cuando colgué y me di la vuelta me llevé un susto al ver a Noelia plantada delante de mí en silencio y a oscuras como si fuera un fantasma.

-Qué susto, coño.
-Perdón.
-¿Qué haces aquí?
-He ido a por agua y te he oído hablar. ¿Con quién lo hacías?
-Con mi madre.
-¿Ha pasado algo?
-No, era por mi cumpleaños. Me estaba felicitando.
-Ah, es verdad. Felicidades -dijo con intención de darme dos besos.

Como había buen rollo entre nosotros, me encorvé para recibirlos.

-¿Te ha felicitado ya mi hermana?
-No. Se ha dormido hace un rato.
-Ah... 26 ya, ¿no?
-Sí.
-¿Vais a hacer algo especial?
-Algo tiene pensado tu hermana, pero mañana se va todo el día por trabajo. Ya lo sabes.
-Ajá. Mala suerte.
-Sí. Qué le vamos a hacer.
-Bueno, me voy a dormir. Descansa.
-Tú también.

Era extraño tener tan buen rollo, pero desde luego no me iba a quejar. A saber cuánto duraría esta vez.
 
Capítulo 337

Tras dormir toda la noche del tirón, el despertar fue muy bueno, porque Elena estaba muy cariñosa y no paraba de hacerme cariñitos. De hecho, me desperté por eso mismo, porque no paraba de darme besitos por toda la cara, además de caricias. Estaba tan a gusto así que estaba cerca de dormirme otra vez, cosa que me apetecía por ser tan temprano. El problema era que Elena parecía tener ganas de marcha, porque empezó a sobar mi paquete como lo hacía dos días atrás desde que fuimos a comprar el disfraz para la fiesta.

-Feliz cumpleaños, mi amor -dijo con tono muy cariñoso.
-Muchas gracias, mi vida.
-Por fin ha llegado tu cumpleeeee... -dijo sobándome el paquete con más ganas.
-Eleeeeena... Qué te tienes que duchar y todo...
-Ya... Pero es que me apetece mucho.
-Y a mí, pero vas a llegar tarde y es muy temprano.
-Jo... Es que no voy a estar aquí en todo el día. No es justo. Quiero estar contigo.
-Pues esta noche cuando vengas, no hay problema.
-Ya... A ver cómo vengo...
-Pues te tumbas y te dejas hacer. Yo te doy lo tuyo.
-Jajajajajaja. No hombre... Yo también quiero participar.

Elena siguió con esos mimitos durante unos minutos más, poniéndose sobre mí para echar su peso sobre mi erección, estimulándome de alguna manera para que no se me bajara. Mientras lo hacía, se le escapaba alguna risita traviesa y empezó a deslizar su cuerpo con intención de chupármela, pero la sujeté, subiéndola de nuevo para darle un beso y decirle que fuera a la ducha, que si seguíamos así, llegaría tarde. Al final me hizo caso y se levantó para irse a la ducha, aunque lo hizo algo molesta. Yo seguía con bastante sueño, por lo que estuve dormitando, sin ni siquiera enterarme de cuando acabó de ducharse y arreglarse y mucho menos cuando regresó a la habitación. Me desperté de nuevo cuando empezó a besarme y a acariciarme la cara.

-Mmm... Elena...
-Ay... Es que estás tan mono... Sigo excitada, ¿sabes?
-¿Sí? -pregunté adormilado.
-Síiiiii.

Elena se puso sobre mí para empezar a darme pequeños besos por toda la cara, pasando a reírse después de forma traviesa.

-¿Qué pasa?
-Nada, es que te he dejado marcas del pintalabios.
-Ah...
-¿No me dices nada de cómo estoy?
-A ver.

Elena se levantó y dio la luz para que la viera bien. El destello me hizo daño en los ojos, pero después de frotármelos pude ver cómo de guapa estaba al llevar aquel modelito de traje negro con la blusa blanca que se puso el día de la exposición de su trabajo. Hasta se puso los mismos tacones altos. Estaba increíblemente preciosa y sexy, y más teniendo en cuenta que ya lo era de por sí. Me quedé embobado mirándola mientras ella se daba una vuelta, haciendo su pelo un bamboleo sexy también, llevándolo perfectamente alisado, como cada vez que salíamos y se arreglaba. Además, llevaba un maquillaje algo más acentuado que en otras ocasiones, con un pintalabios rojo pasión y algo de maquillaje en sus ojos, aunque no tan cargado. Hasta levantó uno de sus pies hacia atrás para que viera bien los tacones, pasando después a poner sus brazos en jarra.

-Joder...
-¿Qué tal estoy?
-Increíble. Te quiero comer enterita.
-Y yo a ti.

Elena se volvió a echar encima de mí con una pierna a cada lado para empezar a besarme de nuevo. Después se tumbó en la cama a mi lado para seguir con los mimitos durante un rato.

-Elena, que se te va a arrugar la ropa.
-Jo... Parece que no quieres hacer nada conmigo...
-Claro que quiero, pero te tienes que ir en nada, y quiero que todo te salga perfecto hoy. Es un día muy importante y no quiero que se te arrugue la ropa por mí ni nada.
-Vaaaaale. Voy a retocarme el maquillaje y a tomarme un café rápido y hago hora para que venga Yolanda a por mí.
-Muy bien. Que tengas un buen día.
-Gracias, mi amor. Luego te llamo.

Me dio otro beso en los labios y se fue después de limpiarme las marcas de su pintalabios de mi cara. Como tenía bastante sueño por el cansancio arrastrado por lo largo que fue el fin de semana pasado, me volví a dormir con rapidez, pero al parecer duró poco, porque otra vez me desperté al oír cómo se abría la puerta de la habitación. Miré el reloj y no habrían pasado ni 10 minutos desde que Elena salió anteriormente. Se coló a hurtadillas en la habitación, cerrando la puerta para meterse en la cama bajo las sábanas desde los pies de la cama.

-Elena, ¿qué haces?

Pero no llegó a responder, porque de un tirón bajó mis boxers hasta quitármelos y tirarlos fuera de la cama para después meterse mi polla en la boca, aunque estuviera flácida. Pero poco duró por la manera tan ansiosa de chupar que tenía. Rápidamente se me puso una erección muy fuerte y entonces sí que pudo empezar a chupar, iniciando una mamada con muchas babas.

-Elena, vas a llegar tarde, va. Para y luego esta noche seguimos.

Su respuesta fue chupar con más ganas, metiéndosela cada vez más en la boca, aunque no se la llegaba a meter entera. Chupaba y chupaba como si no se hubiera hinchado a hacerlo hacía poco más de un día y lo hacía con tantas ganas, que me dejé llevar poniendo mis manos detrás de mi nuca para relajarme.

-Está bien, pero rápido, que no quiero que te echen la bronca por llegar tarde.

Elena seguía chupando de la misma manera, cortando solo la mamada para chuparme los huevos, metiéndoselos en la boca mientras me pajeaba con rapidez, aunque a los pocos segundos volvía a meterse mi polla en la boca para chupar con la misma intensidad con la que lo hacía antes, o incluso más. De hecho, podía oír como expulsaba el aire de sus pulmones a través de su nariz. De últimas sí que se la metía entera en la boca, rozando mis huevos con su lengua, haciendo que le estremeciera.

-Uff, Elena... Me voy a correr ya...

Entonces se la sacó rápidamente de la boca para pajearme de manera suave y así relajarme para no acabar corriéndome tan rápido. Cuando notó que mi respiración se apaciguaba un poco se la metió en la boca, aunque no lo hacía para nada como durante toda la mamada previa, sino que se la metió un poco para mover su lengua delicadamente. Lo que sí noté fue algo de traqueteo, como si se estuviera quitando ropa. Efectivamente se había quitado la parte de abajo, porque tras darse la vuelta para quedar mirando hacia los pies de la cama, pude comprobar cómo de mojado tenía su coño al frotárselo con mi glande pasando una de sus piernas por encima de mi cuerpo. De nuevo podía oírla respirar de manera acelerada y más que lo hizo, incluso pasando a resoplar al metérsela en su agujerito. Lo noté bastante apretado, algo diferente.

Supuse que aún estaba recuperándose del folleteo del sábado con todo lo que hicimos entre el vibrador y mi manera de follarla tan salvajemente. De esa manera, entre resoplidos, se la acabó metiendo entera, permaneciendo quieta, aunque apretando, como si se estuviera acostumbrado a mi polla. Notaba como sus fluidos se escurrían por mis huevos, cosa que me puso muy cachondo. Noté algo más de movimiento, como si se estuviera quitando la parte de arriba. Seguía apretándome, aunque no se movía, por lo que decidí hacerlo yo, empezando a dar embestidas. La notaba caliente, pero no esperaba que tras cuatro o cinco embestidas se empezara a correr dando su cuerpo una fuerte sacudida. Pero lo que me alertó fue su alto gemido, ya que no me sonaba nada familiar. Me quedé quieto durante un segundo, pasando a incorporarme rápidamente para salir de ella y dar la luz, destapando después la sábana para encontrarme a Noelia totalmente desnuda mirándome ya estando tumbada de lado en la cama.

Me quedé mirándola con los ojos como platos y no porque me estuviera gustando lo que estaba viendo precisamente. No podía creer hasta donde había llegado con tal de acostarse conmigo.

-¡¿Pero qué coño haces?!
-Lo siento, pero ya no podía más -dijo incorporándose.
-¿Pero tú sabes lo que has hecho? -dije cogiendo mi ropa para ponérmela.
-Sí, lo que llevaba meses deseando hacer.
-Estás mal de la cabeza. No sé qué coño te crees que estás haciendo.
-Es por tu culpa. Todo es por tu culpa. Si no fueras un puto cobarde y me hubieras follado antes de que empezarais a ser pareja, te hubiera dejado tranquilo.
-Una mierda.
-Te aseguro que no hubiera seguido, pero no, tuviste que hacerme es cabronada de ponerme la miel en los labios diciéndome que me ibas a follar como te pedí para luego no hacerlo y encima empezar a salir con mi hermana. Me lo tomé muy mal.
-Eres una hija de puta. Eso es lo que eres -dije yéndome de la habitación.

Me fui hacia el baño y me eché agua en la cara. Salí rápidamente para irme a la cocina y beber algo de agua y para sentarme, porque estaba muy nervioso. Hasta temblando estaba. Se me puso muy mal cuerpo por encontrarme a Noelia debajo de las sábanas, bajándose mi erección al instante. Me sentía muy mal por lo que acababa de pasar, ya que no pude darme cuenta de que era ella y eso que había indicios por cómo de diferente lo notaba, pero supuse que era por la sensibilidad del cuerpo de Elena. Otro indicio era que ya le había dicho a mi chica varias veces de parar para seguir por la noche, pero creí que estaba muy caliente y que no se iba a quedar tranquila hasta tener lo que quería, por eso me dejé llevar. Argumentos o excusas que no paraba de repetirme a mí mismo para intentar autoconvencerme de que no había engañado a Elena. Había sido otra trampa de la hija de la gran puta de su hermana. Otra trampa más en la que caí como un gilipollas. Intentaba tranquilarme, diciéndome a mí mismo que no era mi culpa y que no iba a pasar nada, pero me era imposible calmarme y parar de temblar, y mucho menos cuando Noelia entró a la cocina.

Entró como si la cosa no fuera con ella, poniéndose a sacar platos y vasos para preparar el desayuno. Yo estaba mirando a la mesa sin hacer ni decir nada. Entré como en una especie de estado en el que estaba en cuerpo, pero no en mente. No paraba de pensar en Elena y en cómo debería afrontar la situación que se acababa de dar. Lo malo fue que Noelia empezó a hablar.

-Perdona por lo que te he dicho antes. Me has puesto nerviosa al ponerte tú así...

Para evitar la conversación puse la televisión de la cocina, sin prestarle atención.

-Va... Hazme caso -dijo sentándose en la silla que había a mi lado.

Seguí sin hacerle caso, dándome cuenta de que tan solo se había puesto sus braguitas negras y una camiseta muy fina que le marcaban los pezones de forma exagerada.

-Me he pasado, lo reconozco -dijo al ver que no le respondía-. Pero entiéndeme...

Noelia se levantó ante mi pasividad en la conversación para seguir preparando el desayuno, empezando a hacer unas tostadas y a cortar algo de fruta.

-Lo he pasado muy mal, aunque no te lo parezca... Son muchos meses con esa obsesión y ha llegado un punto en el que he explotado. Teníamos que liberar esa tensión, Javi. Ambos sabíamos que iba a pasar.

Negué con la cabeza al oírla, aunque sin decir palabra, con la esperanza de que se callara.

-Lo que no entiendo aún es como mi hermana no se ha dado cuenta de nada... Es muy torpe. No sé qué has... En fin... Ella vive en su mundo de piruleta. No sé cuándo se va a enterar de que la vida no es tan bonita como ella cree.

Miré a Noelia con cara de no entender qué decía. Rápidamente volví mi cara a la televisión, pero ella siguió hablando estando muy calmada, casi hasta cambiando la voz con la que solía hablar.

-No sabes lo bien que me ha venido. Me he quitado un peso enorme de encima. La última vez me supo tan a poco... Y eso que me follaste bien... Pero Javi, entiéndeme... Me corrí muy rápido y no lo supe disfrutar. Quería ponerle remedio a eso y ha sido fantástico, aunque ahora he durado menos incluso... Jejeje.

Le di más volumen a la televisión para que se fuera su voz de mi cabeza, pero ella seguía hablando.

-He echado unos cuantos polvos con algunos chicos en estos meses que llevo viviendo aquí con vosotros, pero es que el orgasmo que acabo de tener contigo ha sido más intenso que con cualquier otro chico. Me ha encantado. Menos mal que me has avisado de que te ibas a correr cuando te la estaba chupando, porque quería que me follaras. De hecho, menos mal que me he corrido en nada, porque si te hubieras corrido dentro de mí sí que hubiera sido un problema. No tomo la píldora ni nada.

Me eché las manos a la cara mientras suspiraba. Ella se acercó a mí y puso sus manos en mis hombros, empezando a masajearlos.

-No pasa nada, tranquilo. No la has engañado -me susurró al oído.

Hice un movimiento para que me soltara y no me tocara. Ella se echó hacia atrás medio metro.

-¿Se lo vas a contar a mi hermana?
-Sí -dije al instante.
-No se lo va a tomar bien. Pero no te preocupes, yo puedo ser tu pitufina.

Abrí los ojos con fuerza, girándome bruscamente hacia ella. Noelia me miró con cara de sorpresa, como si se hubiera dado cuenta de que sabía lo que significaba esa palabra.

-¿Te follaste a Alejandro? -pregunté.
-¿Cómo sabes tú...? -preguntó asombrada.
-Elena me lo contó con detalle. Un mensaje de una tal pitufina.
-Joder... Pues sí. Estuvimos follando durante varios meses, antes y después de que cortaran. Se pilló por mí, pero al final me dejó tirada. De la noche a la mañana ya no me hablaba para nada. Creo que se ha echado novia.

Me quedé en silencio, mirando al suelo, aunque ella seguía hablando, preguntándome:

-¿Cómo estás?
-Asqueado.
-Lo entiendo. Es lógico. Pero Javi, yo voy a hacer todo lo posible para que estés bien.
-¿A qué te refieres? ¿A seguir como estamos ahora?
-No. No va por ahí la cosa.
-¿Entonces?
-¿No es obvio...? -dijo sonriéndome.

Noelia se acercó a mí sonriente, aparentemente con la intención de darme un beso, ya que empezó a acercar su cara mucho a la mía, alargando sus manos para agarrar la mía mientras cerraba los ojos. La aparté de mí con la mano para levantarme y salir de la cocina. El problema fue que, al abrir la puerta, la cual estaba entrecerrada, me encontré a Elena frente a ella, llorando, con el maquillaje que se puso en los ojos corrido, tiñendo su cara con lágrimas negras, acompañando al color rojizo que tenían tanto sus mejillas como su nariz por la llorera.
 
Capítulo 338

Tenía la mirada perdida y la cabeza agachada, aunque la levantó rápidamente para mirarme a los ojos. Tan pronto como pude verle bien la cara con esa expresión tan horrorosa, se desvaneció al salir casi corriendo de casa. Al verla noté un escalofrío que me provocó dolor hasta en el último hueso de mi cuerpo, aunque lo que más me dolió físicamente fue ese pinchazo increíblemente agudo que sentí en el estómago como si me hubieran clavado un puñal. Me quedé helado, sin capacidad de reaccionar para salir detrás de ella y poder explicarle lo que había pasado. Solo pasarían 10 segundos desde que oí como cerraba la puerta de casa de un portazo para que pudiera al fin reaccionar y salir inmediatamente en su búsqueda. Abrí la puerta de la calle y salí corriendo hacia la carretera, mirando hacia todos los lados tratando de encontrarla, pero ya no estaba ahí. Había desaparecido. Salí corriendo calle arriba hasta la desembocadura en una calle más concurrida tratando de ver si la veía, pero no había manera. Era un día festivo y no había ni un alma en la calle.

Volví a casa inmediatamente para coger las llaves del coche y salir a buscarla. De camino a casa llamé a Elena en repetidas ocasiones mientras corría para llegar lo antes posible, pero no me lo cogía. Me monté en el coche y empecé la búsqueda, llamándola todo el tiempo desde el manos libres del coche, pero no había manera. Estaba muy nervioso y no podía pensar con claridad para dar con ella, aunque rápidamente recordé que tenía que estar en su trabajo. Me di cuenta al visualizar mejor ese momento que no se me iba de la cabeza en el que estaba llorando, vestida como dijo la noche anterior que iría y ya supe a dónde tenía que ir.

Me puse en camino a allí de inmediato mientras trataba de ponerme en contacto con ella, aunque sin éxito. Cuando llegué, salí corriendo tras aparcar de mala manera para ir a la recepción. No sé si ya tenían constancia de lo que había pasado o si era por mis maneras, ya que estaba muy nervioso y hasta temblando, pero el caso es que cuando pregunté por ella me miraron de malas maneras, sin llegar a decirme si estaba allí o no. Supliqué que me dijeran si estaba ahí porque había pasado algo y necesitaba hablar con ella, pero aun así no me hacían caso. No fue hasta que eché a andar con la intención de subir para buscarla, que ya me dijeron que no había llegado aún. Tras decirme eso me echaron a empujones por no querer irme de allí hasta que apareciera ella. Hasta me amenazaron con llamar a la policía por el escándalo que estaba montando.

Al salir me monté en el coche y empecé a dar vueltas por la ciudad para buscarla, pero no tenía suerte para dar con ella. De pronto se me ocurrió que debía estar con Yolanda, ya que era ella quien iba siempre a recogerla por la mañana y ese día no iba a ser menos, ya que me contó que ella también iría. Así que me puse en camino rápidamente hasta su casa para ver si estaba allí. El problema fue que nadie me respondía cuando llegué. Esperé un buen rato, pero ahí no había ni pasaba nadie. Ninguna persona en el lugar, en las casas colindantes o en el bar cercano que había. Todo cerrado a cal y canto. Hasta puse la cara pegada a la puerta con la intención de escuchar algo, pero nada. Incluso llamé a Elena a voces para ver si me podía oír así, con el mismo resultado. De nuevo, volví a llamarla varias veces, pero no me lo cogía. Tampoco abría los mensajes que le envié en los que le rogaba que me dejara hablar con ella y que me dejara explicarle lo que había pasado. No conseguía que me escuchara y eso me puso más nervioso aún, provocándome que le pegara algún puñetazo al volante, agarrándolo con fuerza para moverlo hacia delante y atrás de la impotencia que tenía. Aún no sé cómo no arranqué el volante con la fuerza y violencia con la que lo movía.

Llegué a casa, encontrándomela vacía afortunadamente. Regresé a la cocina para beber agua, viendo que estaba recogida, como si no hubiera pasado nada allí hacía unos minutos. El agua no me entró por el pinchazo que seguía teniendo en el estómago, por lo que la acabé escupiendo en el fregadero. Me senté en el sofá del salón, pero rápidamente me levanté para darme una ducha y así quitarme el asqueroso olor de Noelia que aún tenía encima, intentando buscar calma de camino, pero imposible. Tras hacerlo, me volví a sentar en el sofá intentado contactar con Elena de nuevo en forma de llamadas y mensajes, pero no había manera. Estuve todo el rato pendiente del móvil, empezando a recibir mensajes de felicitación por mi cumpleaños, de la misma manera que empecé a recibir llamadas, pero yo no tenía nada que celebrar. Llegó un punto en el que me agobió bastante que el móvil no parara de iluminarse por las notificaciones entrantes, por lo que lo llegué a poner en modo avión, pero rápidamente lo quité por si Elena decía de dar señales de vida. La llamaba una y otra vez, pero no lograba contactar con ella.

Angustiado, me puse a pensar en qué podía hacer. No tenía ni idea, pero me empecé a sentir muy mal al no poder quitarme de la cabeza esa imagen de Elena llorando cuando abrí la puerta. No sabía qué había oído de toda la conversación que se dio en la cocina ni qué pensaba que estaba pasando para salir así corriendo, pero lo que sí sabía era que haberme quedado en la cocina fue un gran error. Otro más. Mientras Noelia no paraba de hablar, yo trataba de tranquilizarme y de pensar qué hacer. Había llegado ya muy lejos y no podía más. Tenía en mente contárselo, tal y como le dije a Noelia que haría, porque lo que hizo fue muy grave, pudiendo hasta catalogarse como violación.

Me sentía tan mal por como Elena se había enterado de todo que me empezó a dar un ataque de ansiedad, empezando a respirar como si me estuviera ahogando teniendo que tumbarme en el sofá para que se me pasara un poco. Seguía recibiendo mensajes y llamadas, pero yo no le hacía caso al móvil. Y cuando lo hacía era para revisar si había alguno de Elena, pero no lo había. No paraba de meterme en su contacto de WhatsApp para ver si había respondido o leído tan siquiera todos los mensajes que le envié, pero no. No los leyó. Cada vez que entraba veía su foto de perfil en la que salía yo dándole un beso en la mejilla a ella estando supersonriente y se me ponía peor cuerpo aún al venírseme instantáneamente su rostro cubierto de lágrimas negras.

Casi a la hora de haber regresado oí como se abría la puerta de casa y para mi alegría, lo que escuchaba era el sonido de sus llaves. Pensaba que se había calmado y que había vuelto para que pudiéramos hablar, por lo que tras abrir mis ojos mucho al oírla, me levanté y salí corriendo hacia la puerta.

Lo malo es que no me la encontré a ella, sino a Yolanda, quien me echó una mirada asesina nada más verme. Le pregunté dónde estaba Elena, pero ella no me respondió, yendo directa a nuestra habitación. Yo la seguí preguntándole varias veces lo mismo, intentando saber dónde se encontraba para poder hablar con ella. Cuando Yolanda entró en la habitación se quedó quieta tras dar dos pasos al cruzar la puerta. Negó con la cabeza poniendo cara de asco. Rápidamente fue hasta el armario, empezando a buscar. Le preguntaba qué estaba haciendo, pero ella no respondía.

-Yolanda, ¿qué haces? -le pregunté cogiéndola de un brazo.
-Suéltame, hijo de puta.
-¿Qué estás haciendo? -pregunté soltándola.
-Buscar una maleta para meter todas las cosas de Elena.
-¿Qué? ¿Por qué?
-¿De verdad tienes los cojones de preguntarme eso?
-Pero no... No ha sido por mi culpa. Ha sido su hermana. Ha sido ella, te lo juro.

Yolanda me soltó un guantazo con mucha fuerza que de hecho me hizo dar algún paso hacia atrás por el retroceso. Me puse la mano en la cara porque me dolió bastante, buscando su mirada, pero al hacerlo me llevé otro con más fuerza aún. De hecho, hasta empezó a pegarme puñetazos mientras me llamaba hijo de puta llorando y con rabia.

-Yolanda, te lo juro por lo que más quieras que no ha sido como ella cree.
-Si es que lo sabía. Sabía que no podía fiarme de ti por todo lo que me ha contado. Lo sabía. Eres como todos. Un desgraciado que solo busca lo mismo sin importarle nada lo que sientan los demás.
-Eso no es verdad. Yo me he desvivido por Elena.
-Mentira. Tú y tus amiguitos solo pensáis en eso. Elena es muy diferente. Mira que se lo dije, que no sois buena influencia para ella, pero nada. Ahora por fin se ha dado cuenta. Por las malas, justo lo que yo quería evitar.
-Eso no es así. Todos la queremos mucho y esto ha sido un accidente.
-¿Accidente de qué? ¡Qué te has follado a su hermana! Serás cabrón...
-¿Está en tu casa? Necesito hablar con ella. Esto no puede quedar así.
-Mejor me voy, luego vengo a por sus cosas.
-No. Dime dónde está -dije agarrándola de la muñeca.
-Suéltame. No te voy a decir una mierda. Y más te vale que te alejes de ella y la dejes en paz. Como no lo hagas te denunció a la policía. Te voy a hacer la vida imposible como no la dejes tranquila. Conozco a gente que te puede meter lo más grande.

Solté a Yolanda, bastante asustado por las palabras que me acababa de decir y salió corriendo para irse de allí. Me senté en la cama, pero no podía estar ahí, por lo que volví al salón. Cogí el móvil intentando ponerme en contacto de nuevo con Elena, pero era imposible. Daba señal, pero no descolgaba el teléfono. Abatido y moviéndome de forma mecánica me monté en el coche para ir a casa. Por el camino no dejaba de pensar en Elena, en ese momento en la que la vi llorando como nunca lo había hecho. También pensaba en el momento que acababa de tener lugar con Yolanda, el cual me llegó a acojonar de verdad. Sentí mucho miedo en eso último que dijo. La veía capaz de cualquier cosa para que no me acercara a ella y no quería ni pensar qué podría hacer para lograrlo. Finalmente llegué a mi casa después de aparcar en la puerta, entrando en casa, aunque estaba vacía. Miré por el salón y por la cocina para ver si había alguien, pero no encontré a nadie. Me fui a mi habitación y me senté en la cama y ya no pude más, echándome a llorar como un niño pequeño.

Fue como cuando te das un golpe muy fuerte que aparentemente no te ha hecho nada, pero al enfriarte te duele de manera increíble. Fue exactamente así. Cuando vi a Elena y la forma de reaccionar que tuvo no fui consciente de que en ese momento se había acabado mi relación. Además, ni me cogía el móvil ni siquiera leía los mensajes que le enviaba. Fue un golpe de realidad que me vino estando ya sentado en mi cama, prolongándose la llorera varios minutos. Sobre las 12 y media acudió mi madre a casa, preguntando si había alguien en casa. Quizá lo hacía por encontrarse la puerta sin la cerradura echada, o por algún ruido que podría estar escuchando. El caso es que no dije nada, pero aun así apareció. Se asustó mucho al verme en mi estado, poniendo los ojos como platos y viniendo hacia mí rápidamente, sentándose a mi lado. Me preguntó en varias ocasiones qué me pasaba mientras me abrazaba con fuerza y miraba si me ocurría algo físicamente. Yo no podía decir nada del llanto que tenía. Solo balbuceaba sonidos sin sentido y eso no tranquilizaba a mi madre, quien deshacía su abrazo para cogerme de la cara con fuerza, limpiándome las lágrimas para que la mirara a los ojos. Seguía sin poder decir nada y ella, aunque estaba notablemente preocupada, fue a la cocina a por agua y darme de beber y tratar así de tranquilizarme.

Mi madre no es tonta, y tampoco necesitaba pensar mucho para saber de qué se trataba. Por lo que, después de estar ambos en silencio con ella abrazándome, me preguntó qué había pasado con Elena. Cuando pude serenarme un poco de ese mal trago que estaba pasando le dije que me había dejado. Ella suspiró y apretó el abrazo, acariciándome la espalda. Tras unos segundos en silencio me preguntó si había sido por su hermana. Yo le respondí afirmativamente, echándome de nuevo a llorar. Nos quedamos los dos sentados en la cama, estando yo sobre ella como si tuviera de nuevo 5 años. Mi madre me puso un pijama de los que seguía teniendo por ahí y me tumbó en la cama y se marchó para volver enseguida con un calmante que me dijo que me iba a dar, ya que me veía muy nervioso. El calmante era bastante fuerte y consiguió que durmiera algunas horas, hasta que mi madre me despertó para ver si estaba mejor.

No llegué a responder nada en concreto, haciendo algún gesto, aunque no me encontraba para nada bien. Tuvo el detalle de traerme algo de comer para que lo hiciera ahí mismo, pero es que no me entraba nada. Tenía un nudo tan fuerte en el estómago por el pinchazo que me dio que no podía comer nada. Lo único que podía era beber agua. Mi madre se mostraba muy preocupada porque no comía, pero entendía cómo estaba y no se puso muy pesada, aunque se lo tuve que decir varias veces. Me volví a echar en la cama mirando el móvil, teniendo muchos mensajes y llamadas perdidas, pero ni rastro de la única persona que me importaba en ese momento. De nuevo, intenté llamarla y mandarle mensajes, pero seguía teniendo el mismo resultado desde que lo empecé a intentar.

De noche, mi madre vino de nuevo con algo de comida para ver si conseguía alimentarme, aunque estuvo durante toda la tarde viniendo a mi habitación para ver cómo estaba, pero no hubo manera tampoco. También intentó que habláramos de lo que había pasado, pero al ver que empezaba a llorar de nuevo, cortaba de raíz y me daba fuertes abrazos y mucho cariño para intentar hacerlo más llevadero. Antes de irse a dormir me dio otro tranquilizante, porque me veía muy mal y quería que descansara y también apareció mi padre para preguntarme cómo estaba, aunque tampoco le llegué a decir nada. Caí relativamente rápido por el tranquilizante, aunque no dejaba de pensar en Elena, como llevaba haciéndolo durante todo el día, al igual que no paraba de intentar llamarla o mandarle mensajes, siempre con el mismo resultado.

Jamás en mi vida había experimentado un dolor similar al que tenía en ese momento. Notaba como si me hubieran arrancado un gran pedazo de mí. Tampoco había llorado tanto en mi vida como lo había hecho ese día. Hasta me escocían los ojos de no parar de llorar. Al estar sumido en mi dolor no tenía el pensamiento de preguntarme cómo se encontraba Elena. Lo único que sabía era que estaba con Yolanda y que al menos la estaba cuidando, pero a saber qué le estaba diciendo, porque con lo poco que me dijo a mi cuando apareció por casa, sabía que no era nada bueno y que era bastante probable que ella estuviera poniendo más trabas aún para que pudiera hablar con ella y sobre todo para que Elena me creyera si es que se daba la oportunidad de ponernos en contacto. Desde luego era un cumpleaños que jamás iba a olvidar. Un 2 de noviembre que hacía buena mención a su nombre, porque me sentía como un muerto en vida.
 
Capítulo 339

Al día siguiente me desperté con alguien abrazándome. Miré quién era con la esperanza de que todo hubiera sido una muy mala pesadilla, pero me encontré a mi madre, además de notar su olor. Nunca me había disgustado un abrazo de mi madre, pero en ese momento solo deseaba que fuera Elena la que me estuviera abrazando. Ese día tampoco pude comer nada, por mucho que lo intentara mi madre. Ella me notaba muy mal y hacía todo lo posible por levantarme el ánimo, tirando de mí para meterme en el baño y darme una ducha. Lo hice rápidamente y volví a la cama, porque no tenía ganas de levantarme. Se pasó toda la mañana conmigo, aunque estuvimos en silencio durante gran parte del tiempo. Yo seguía intentado llamar a Elena, pero nada. Hasta mi madre lo intento, pero obtenía el mismo resultado.

A veces la miraba y la veía pensativa, como si estuviera buscando una solución para lo que había pasado. En una de estas me pilló mirándola y me dijo que había pensado en llamar a la madre de Elena para hablar con ella e intentar que nos ayudara. Yo pegué un bote de la cama, negándome en repetidas ocasiones, diciéndole a mi madre que esa mujer estaba loca y que más que ayudar, había puesto bastantes trabas en mi relación, endosándonos de hecho a Noelia. No me veía con fuerzas para entrar en esa lucha en la que sabía que no iba a ganar y no sabía que podría pasar y qué me podría decir.

Mi madre se disculpó conmigo, pidiéndome perdón por sacar el tema. De nuevo me entró la llorera y eso provocó la suya, estando los dos llorando durante varios minutos hasta que ella me tranquilizó y me dejó en la cama para irse a hacer la comida. Durante toda la tarde, mi madre entraba y salía preguntándome como me encontraba, siendo hasta algo molesto, porque eso no era cuestión de minutos. Necesitaría mucho tiempo para curar eso, aunque lo viera imposible. También me dijo que muchos familiares la habían llamado, ya que no había respondido ningún mensaje o llamada por las felicitaciones de mi cumpleaños. Hasta nombró a mi hermano, reconociéndome que le había contado lo que había pasado. No le di mucha importancia, aunque tampoco es que me sentara muy bien, pero mi madre me dijo que ya se pasaría para verme, porque había intentado llamarme en varias ocasiones, pero no se lo cogía.

Por la noche, dijo de dormir de nuevo conmigo, pero me negué porque ya tenía una edad y no quería que estuviera tan pegada a mí. Eso fue lo que le dije, porque en realidad lo que pensaba era que no quería volver a despertarme siendo abrazado por alguien que no fuera Elena. Así que al final durmió con mi padre, como era lo normal mientras yo trataba de hacer lo propio, aunque no pegué ojo en toda la noche. Oí como el reloj del salón daba cada hora, con las interrupciones que señalaban la mitad de cada una de ellas mientras me quedaba mirando al techo, o miraba en los mensajes y llamadas perdidas si tenía alguna noticia de Elena, pero no había nada. También maté el tiempo mirando fotos de ella para poder sentirla más cerca, aunque lo único que hacía era provocarme más malestar, lo que hacía que empezara a llorar otra vez.

Al día siguiente desperté al oír como llamaban a la puerta. Era de día, porque entraba mucha luz por la ventana, aunque la persiana estaba muy bajada. Oí un murmullo y unos pasos que se aproximaban hacia mi habitación. Se abrió la puerta y me encontré a Irene. Estaba seria, aunque no pude fijarme mucho porque miré a mi madre, que estaba detrás de ella, con alguna lágrima escurriéndose por su cara. Miré de nuevo a Irene y no pude aguantar echarme a llorar, viniendo ella hacia mí rápidamente para abrazarme y sumarse al llanto. Mi madre nos dejó intimidad, cerrando la puerta y yéndose de allí, aunque estaba tan mal como nosotros. No sé cuántos minutos nos tiramos ambos llorando, pero no fueron pocos precisamente. Irene me abrazaba con mucha fuerza y yo hacía lo propio con ella, intentando hablarle, aunque no podía articular palabra de lo que lloraba. Cuando ambos nos calmamos un poco, Irene me preguntó qué había pasado. Ya sabía que Elena me había dejado, porque mi madre se lo había contado nada más abrir la puerta, pero estaba muy desconcertada. Como pude entre lágrimas le conté lo que había pasado el día de mi cumpleaños, con todo detalle.

Evidentemente, también le conté todo lo que había ido haciendo Noelia desde que nos conocimos, aunque de manera resumida. Le relaté la encerrona que me hizo antes de que Elena y yo fuéramos pareja y como caí como un tonto acostándome con ella. También le conté como de mal le sentó cuando le dije que no me la iba a follar más después de haberle dicho que lo haría, porque precisamente ya había iniciado la relación con Elena y que eso le jodió mucho, parafraseándole a mi amiga las palabras que Noelia me dijo en su día, aquellas en las que decía que no se iba a quedar con las ganas. También enumeré varias situaciones que se dieron entre ella yo con todas esas provocaciones, chantajes y locuras que hicieron mi relación muy difícil. Irene me miraba atónita, casi con cara de incredulidad mientras se seguía limpiando las lágrimas. Me dijo que, si no fuera porque ya la conocía, le costaría mucho creer lo que le estaba contando, sobre todo por la semana que pasó con nosotros en la playa en esas vacaciones.

Y hablando de esos días, le comenté cómo de duros se me hicieron cuando empezó a hacer de las suyas, comenzando con aquella escena en la que hizo topless y se puso la parte de abajo del bikini como si fuera un tanga. Como ya estaba destapando todo lo que concernía al tema de Noelia, le comenté también lo que ocurrió en esa noche en la que me enfadé y me fui, estando todo el tiempo fuera hasta ya bien entrada la mañana. Irene no podía creer lo que ocurrió, aunque no lo de que Noelia me la agarrara con intención de chupármela, sino lo de que Elena le permitiera entrar a la habitación para participar. Yo le dije que iba borrachísima y que no la reconocía, pero tampoco entendía cómo había hecho algo así. Le dije que salí del apartamento muy nervioso, porque esa situación me superó, y más cuando Noelia vino a buscarme al salón para intentar seguir con el juego que había empezado en la habitación.

Después de otros minutos estando ambos llorando le seguí contando cómo de difícil era todo para mí cuando Noelia se encontraba cerca y cómo de mal me puse cuando me enteré de que Maribel y Noelia tenían la intención de que se viniera a vivir con Elena y conmigo, sabiendo que la cosa iría cada vez a peor con ella allí por mucho que su comportamiento bailara de esas maneras tan extrañas. Finalmente le conté cómo yo no había hecho nada que pudiera haber hecho daño a Elena, no la engañé en ningún momento con nadie pese a haber tenido alguna oportunidad muy clara y fácil, como las que tuve con Sofía, Bea y las tantas que se me presentaban con Noelia. Le juré que yo no la había engañado y cómo creía que era Elena la que estaba debajo de las sábanas el día de mi cumpleaños mientras me volvía a echar a llorar.

Irene trataba de consolarme, aunque le costaba mucho porque también lloraba por todo lo que le estaba contando. Ella se conseguía calmar antes que yo, por lo que me abrazaba con fuerza, acariciándome la espalda para hacerme sentir mejor. Me preguntó por qué no le había dicho nada de todo eso antes, que ella podría haber ayudado hablando con Elena. Yo le respondí que tenía mucho miedo de que no se lo tomara bien y que me dejara. No tenía mucho problema con que creyera antes a su hermana, porque tenía tantísimas pruebas que Noelia no tenía escapatoria. Pero tenía ese miedo de que Elena me viera de otra manera al haberme acostado con su hermana y me diera la patada en el culo. Creía que lo tenía todo bajo control, pero la bola de nieve se hacía cada vez más grande. También le reconocí que debería habérselo dicho en cuanto pasó, pero quizá pequé de egoísmo y me lo guardé para no perder esos momentos tan buenos con Elena.

Tras unos segundos en silencio, en los que Irene no dejaba de abrazarme, le conté lo que había pasado exactamente. Le conté como Noelia se había metido en nuestra habitación para empezar a chupármela y luego follarme, aprovechándose de que yo creía que era Elena, porque es que la llamaba así durante ese momento. Después le comenté cómo me fui a la cocina para beber agua y tratar de tranquilizarme y cómo ella apareció al poco, comentando lo que había pasado en la cama, hablando de una manera que parecía que no había hecho nada malo, ya que se la veía bastante contenta. Irene susurraba que no se lo podía creer, pero el remate fue cuando le conté que me enteré de que también se había follado a Alejandro en repetidas ocasiones por algo que se le escapó, por lo que no era la primera vez que le hacía eso a su hermana. Irene susurró un "hija de puta" que entendí perfectamente. Y para acabar le conté cómo Elena nos pilló en esa conversación al encontrármela yo detrás de la puerta llorando mucho.

-¿Y qué dijo?
-Nada. Se marchó sin decir nada. Me quedé helado al verla y para cuándo reaccioné ya se había marchado.
-Joder... Javi, lo siento. No es justo -dijo empezando a llorar de nuevo.
-No he podido contactar con ella para poder explicarle lo que ha pasado y todo lo que te he contado a ti. Porque en cuanto vi que era Noelia la que estaba en mi cama, llegué a la conclusión de que no podía más y tenía que contárselo para acabar con el tema de una vez.
-No te preocupes, ya verás cómo cuando pasen unos días cambia de opinión y podéis hablar.
-No lo creo. Yolanda vino a casa para coger las cosas de Elena y me amenazó con denunciarme a la policía si no la dejaba en paz.
-¿Qué? ¿Denunciar por qué?
-No lo sé, pero dice que conoce a gente y que como no deje a Elena tranquila me va a hacer la vida imposible.
-Será hija de puta...
-Yo no sé qué más hacer... No paro de pensar en ella, en cómo estará, en qué hacer para poder hablar con ella, pero no se me ocurre nada.
-¿Has pensado en llamar a su madre?
-No, no, no, no. Irene, esa mujer está loca. A saber qué hace cuando se entere de lo que ha pasado.
-Bueno... ¿Y su padre?
-Lo he llamado y mandado mensajes, pero es lo mismo. Ni me lo coge ni me abre los mensajes. Mira, todo el tiempo está así -dije cogiendo mi móvil para llamar a Elena.

Pero entonces, en lugar de dar señal como lo había estado haciendo desde que la empecé a llamar sin parar, salió una voz que decía que el número marcado no existía. Me quedé blanco, mirando fijamente a Irene, quien me miraba de la misma manera. Irene cogió su móvil para llamar a Elena y pasaba lo mismo.

Me volví a echar a llorar tapándome la cara con las manos, haciéndolo ella también por lo que podía oír. De nuevo, Irene me abrazaba con fuerza para consolarme, acariciando mi espalda y mi nuca mientras podía oír su respiración agitada por el llanto que tenía. Yo no era capaz de decir nada. No me salían las palabras, viendo más negro mi futuro con Elena de lo que ya lo estaba. Irene se esforzaba mucho diciéndome que no me preocupara y que todo saldría bien, aunque su manera de llorar no me ayudaba a creer esas palabras. Así nos tiramos gran parte de la mañana, hablando un poco, contándole yo cómo habían sido todos esos meses con el tema de Noelia y cómo me sentía de mal, dando detalles de algunas situaciones, como aquella en la que me chantajeaba prometiéndole que me dejaría tranquilo si hacía lo que ella dijera, accediendo a dejarla que nos viera follar y que luego al final lo hizo con una amiga, aunque yo no sabía que estaba ahí en ese momento.

Le dije que sabía que eso había estado muy mal y que no tenía ningún derecho a hacerlo, pero estaba desesperado porque me dejara en paz y acabé accediendo. Ella me decía que no pasaba nada mientras agarraba con fuerza mis manos. También le conté aquella otra ocasión en la que, ya en el último día de esa semana que pasamos los cinco en la playa, se metió en el baño mientras yo me estaba duchando y me la encontré totalmente desnuda al salir, con intención de que hiciera algo con ella. Irene se disculpó inmediatamente por haber permitido que viniera esa semana con nosotros, diciéndome que no tenía ni idea de por lo que estaba pasando y de todo lo que había detrás. Yo la abracé para mostrarle que no le tenía rencor por haber dejado que se viniera.

-Lo siento muchísimo, Javi. Mario y yo te llamamos para felicitarte al medio día, pero no lo cogías y pensé que estabas comiendo con Elena. Por la noche fuimos con Sofía a vuestra casa, pero nadie respondía. Imaginamos que habíais salido a cenar o que habíais ido a un hotel para tener más intimidad. Aunque me parecía raro por lo que me dijo Elena de su trabajo. Ahora entiendo lo que pasaba.
-Llevo aquí desde el lunes. Me vine al medio día justo.

Poco antes de la hora de comer, Irene se despidió de mí para irse a su casa y esperar a Mario para comer. Me dijo que fuera fuerte y que vendría a verme en cuanto pudiera. Se despidió de mí con un fuerte y largo abrazo, acabando con un cariñoso beso en la mejilla, dejándome solo en mi habitación. Pude oír como hablaba con mi madre por los murmullos que podía percibir desde el salón, oyendo también como una especie de llanto, sin saber muy bien de quién era. Tampoco es que les prestara mucha atención, porque me paré a pensar en ese mensaje que me saltó al llamar a Elena. Me sentía peor que el día anterior al descubrir que hasta había dado de baja ese número para que no pudiera ponerme en contacto con ella.

Y no solo eso, tampoco permitía que ninguno de nuestros amigos en común lo hiciera tampoco. Eso hacía que me sintiera peor, porque no solo había jodido nuestra relación. Al parecer había jodido varias de sus relaciones, aunque para nada quería eso. Precisamente, que todo eso pasara era lo que quería evitar a toda costa. No me imaginaba que lo estuviera haciendo tan mal como para que todo desembocara de aquella manera. Pensaba que por las cosas que me decía sería capaz de perdonarme todo aquello, pero también es verdad que su manera de descubrirlo fue casi la peor posible, porque tampoco tenía mucha idea de lo que se podría haber imaginado.

Llegó la hora de comer, aunque no tenía apetito. Aun así, comí algo a la fuerza por la preocupación que tenía mi madre encima, y porque también llevaba dos días sin comer nada en absoluto. Al final conseguí comer un plato de sopa, porque otra cosa no me entraba. Cuando acabé regresé a mi habitación para tumbarme en la cama y tratar de descansar, ya que por la noche no había dormido nada. Como a la media hora, llamaron a la puerta y aparecieron Irene y Mario. Me levanté y mi amigo vino hacia a mí para darme un abrazo. A la mínima que pasaba algo me echaba a llorar, haciéndolo así en ese fuerte abrazo que le dio, aunque no nos hizo falta decirnos nada para expresar lo que ambos sentíamos. Irene estaba con una cara bastante mala también. No parecía ni ella con esa expresión y hasta con bolsas en los ojos de llorar, cuando lo normal en ella era que estuviera siempre sonriente con sus ojos achinados al hacerlo.

Mario tan solo me dijo que no me preocupara, que ya encontraríamos la manera de que pudiera hablar con ella para explicarle lo que pasaba y así poder solucionarlo. Se fueron pronto, porque ambos tenían que entrar a trabajar, sobre todo Mario, que lo hacía antes. Irene se despidió de mí con otro abrazo como hizo antes de irse más temprano. De nuevo me quedé solo allí, estando toda la tarde lamentándome de lo que me pasaba. Mi madre pasaba de vez en cuando para acercarse y acariciarme la cara, dándome algún beso como muestra de cariño. Se agradecía tenerla en un momento tan malo, seguramente el peor que había vivido en mi vida. Me lo hacía más llevadero, aunque la sensación de vacío que tenía no se me iba. También estaba pendiente de mí por si necesitaba algo, por si me entraba hambre, o para lo que fuera.

Por la noche, intenté dormir, pero fue un calco a la noche anterior. No podía hacerlo de lo mal que me sentía, por lo que de nuevo oí cómo el reloj daba cada hora mientras trataba de poner la mente en blanco para poder descansar, porque no paraba de comerme la cabeza y martirizarme por todo lo que había pasado. También miraba fotos de Elena porque la echaba muchísimo de menos, pareciendo que llevaba sin verla meses cuando en realidad no habían pasado ni 3 días. Así se pasó toda la noche, sin que pudiera dormir más de una hora seguida. Me despertaba tras breves intervalos en los que yo creía que dormía. Pero esa imagen de Elena llorando no paraba de venírseme en esos sueños, causando que me despertara sobresaltado. Llegué a un punto en el que prefería no dormir por mucho que lo necesitara de lo mal que lo pasaba al ver esa imagen a cada rato.
 
Capítulo 340

Al día siguiente, la mañana fue igual, con Irene haciéndome una breve visita para ver cómo estaba. Ni cuando tuvo su problema con Mario al conocer a Sofía la vi con una cara tan mala. Parecía que se le había muerto alguien. Es que no parecía ni ella. Solo venía para pasar un rato conmigo para hacernos mutua compañía y hacérnoslo así más llevadero, aunque volvió a aparecer sobre las 12, pero esta vez lo hizo junto a Sofía. La pobre venía con una cara que parecía una niña pequeña, con sus cejas caídas, expresando mucha preocupación. Nada más verme vino corriendo hacia mí para darme un fuerte abrazo. Como era lógico tras haber pasado solo 3 días desde la ruptura, me eché a llorar, haciéndolo ella también.

Nunca había visto a Sofía en una situación así. Siempre que hablaba con ella o la veía tenía una preciosa y enorme sonrisa en su cara, pero esta vez no era así. Tan solo vi una vez su expresión ensombrecerse un poco y fue precisamente el sábado anterior en esa breve conversación que tuve con ella en su habitación mientras Elena se cambiaba donde me expresó su preocupación, pero nada tenía que ver esa cara con la que traía. Nos pasamos unos minutos abrazados, pudiendo ver yo entre lágrimas como Irene miraba por la ventana y pasaba a taparse la cara con una de sus manos, echándose también a llorar. Era un panorama muy desalentador, pero era lo más normal, tanto para mí, ya que era algo muy nuevo y a lo que nunca me había enfrentado, como para ellas, porque Elena era alguien muy especial para ambas.

No fue necesario que le contara nada, ya que ella no me lo pidió. Seguro que Irene le había contado lo que había pasado, ahorrándome ese mal trago. De hecho, se quedó sin palabras, diciéndome tan solo que la tenía ahí para lo que hiciera falta y que entre todos buscaríamos una solución para que me pudiera volver a ver con Elena para poder hablarlo. Tras unos minutos, ambas se fueron, porque tenían cosas que hacer. Se despidieron de mi con un fuerte abrazo y un beso en la mejilla. Me quedé tumbado en la cama en cuanto se fueron pensando en la suerte que tenía al tener a esas dos chicas en mi vida, además de Mario y mi madre. Todos me estaban dando un apoyo muy importante con el que estaría más hundido aún de no tenerlo. Eso me hizo pensar en Elena, tratando de imaginar a quién tendría ella, porque cortó relación con todos. Se salió de los dos grupos que tenía en común con ella, tanto el grupo en el que estábamos todos los amigos que nos conocíamos desde esos días, con alguien más incluso, como en el grupo en el que estábamos ella, Irene, Mario, Sofía y yo. No tenía ni idea de en quién se estaba apoyando, pero solo deseaba que se lo estuviera haciendo más llevadero.

Por la tarde, después de comer lo poco que me permitía mi cuerpo, me fui a mi habitación para sentarme en el escritorio en lugar de en la cama. Estaba completamente vacío, por lo que me eché sobre él, poniendo mi cabeza entre mis brazos. Me puse a pensar en cómo podría verme con Elena o contactar con ella para poder explicárselo todo y ver si me podía perdonar, pero no se me terminaba de ocurrir nada, y más aún al haber ella cambiado de número, lo cual lo ponía todavía más complicado. Pensé en ponerme en contacto con su padre, pero después de esos días seguía sin responder mis llamadas ni leía mis mensajes. Supuse que estaba enterado de todo y no quería intervenir, o lo mismo estaba pendiente de su hija cuidándola. Eso me llevó a idear un encuentro con él, pero no sabía exactamente su domicilio apesar de conocer la ciudad en la que vivía y trabajaba. Tampoco conocía el lugar exacto donde lo hacía, pese a conocer a qué se dedicaba. Tal vez podía acercarme a la ciudad y tratar de buscarlo, pero eso me llevaría mucho tiempo y no tenía cuerpo para hacerlo. Simplemente pensar en la situación de encontrarlo y empezar a explicarle lo que había sucedido me hacía temblar. Si le contaba lo de su hija Noelia, no me creería y la cosa se pondría peor, pero es que aún sin contarle quién había sido pensaba que la situación acabaría igual. Lo único que se me ocurría aparte de contactar con el padre de Elena, era hacerlo con Maribel, pero eso me daba más miedo aún. No sabía si ella ya se había enterado, pero imaginaba que no era así, porque seguro que se hubiera plantado en mi casa para darme una paliza. En ella lo veía posible.

Con mucha frustración volví a la cama para intentar descansar, pero no paraba de darle vueltas a la cabeza, con intervalos de tiempo en los que me daba el bajón y me ponía a llorar. Así llegó la noche, cenando muy poco para intentar descansar, a ver si podía dormir. No podía. Así que sobre las dos de la mañana fui a por un calmante para ver si así podía hacerlo. Y funcionó, pero me dejó muy trastornado al día siguiente cuando desperté, haciéndolo entre sudores, como si no hubiera parado de tener pesadillas. Mi madre me dijo que oyó murmullos en la noche y que se levantó para venir a verme. Me contó que estaba como hablando en sueños y que me movía bastante para estar dormido.

La semana transcurrió de esa manera tan mala, en la que mi madre pasaba bastante tiempo conmigo como era lógico al verme tan mal. Hasta se traía las cosas que tenía que hacer a mi habitación para hacerme compañía y distraerme contándome sus cosas. Me sentía muy niño al tener a mi madre planchando, doblando la ropa o simplemente limpiando mientras me daba conversación y ponía la televisión que había en mi habitación. En cuanto se iba la apagaba, porque no paraban de salir señales que me recordaba a Elena. Ya fuera alguien con el mismo nombre que ella, alguna chica con el mismo peinado, manera de hablar, o incluso tono de voz similar. O a lo mejor era fruto de mi imaginación y no salían tantas cosas, pero es que no podía evitar pensar en ella todo el tiempo. Respecto a mis amigos, me visitaban casi a diario, sobre todo Irene, que tenía las mañanas libres.

Ese fin de semana, vinieron los tres a la vez para intentar sacarme de casa para tomarnos una cerveza o irnos a casa de Mario para que comiera allí con ellos, pero no me apetecía nada. Solo quería estar en la cama y no salir de ella de lo mal que me encontraba. No consiguieron convencerme, pero aun así ellos lo entendían y me dijeron de echarme una mano para ayudarme a traer todas mis cosas desde lo que se suponía que era mi casa, junto a la de Elena. Les agradecí que fueran a por todo aquello, ahorrándome ir hasta allí y tener que coger el coche conforme estaba, además de que sabía que me iba a derrumbar en cuanto viera la casa. Así que se fueron a comer, dejándome a mí para intentar hacerlo también, no sin antes darles yo las llaves. Cerca de las 8 de la tarde, acudieron con todos mis enseres, dejándomelo en la habitación. Me vine un poco abajo al ver todo aquello, pensando en dejarlo así hasta el día siguiente para colocarlo tranquilamente y así matar algo de tiempo, aunque me pudiera herir ver algunos objetos.

Les pregunté si habían visto algún indicio de Elena, pero me dijeron que no. De hecho, la casa estaba bastante vacía, no como la recortaban ellos al haber ido en las tantas visitas que nos hicieron en esos meses que estuvimos viendo juntos. Al parecer, Noelia seguía viviendo allí, porque su habitación estaba conforme la tenía mientras estaba allí, aunque no la vieron. Tampoco me interesé por ella. El día siguiente lo pasé colocando todas mis cosas en mi casa de siempre, estando bastante entretenido al tener que ordenar varias cosas y dejando en la habitación de mi hermano las que no necesitaba, ya que desde que se fue la usábamos como trastero. Pese a estar bastante distraído con esa tarea, no podía evitar venirme abajo por momentos por obvias razones, y más al sostener objetos que Elena había sostenido varias veces también y hacia poco.

El siguiente día hacía ya una semana de la ruptura, de aquel día tan fatal para Elena y para mí, cada uno a su manera. Lo pasé igual que los días anteriores, en la cama, sin ganas de nada. Me sentía fatal y no veía que la cosa fuera a ir a mejor en breve. Eso me ponía peor cuerpo. Mi madre se seguía preocupando por mí como la que más, estando pendiente de si necesitaba algo, de si tenía hambre y de cualquier mínimo detalle. Irene me hizo una visita por la mañana, llevando aún una cara bastante mala.

-¿Cómo estás? -me preguntó sentándose en mi cama.
-Igual. Me duele mucho.
-Lo sé -dijo acariciando mi cara-. No se nos ocurre nada para localizarla ni para poder hablar con ella. Lo siento, Javi.
-A mí tampoco se me ocurre nada. Y me da mucho miedo hablar con sus padres. No sé cómo puede ser la situación. Me vendría abajo rápidamente.
-Ay...
-Ven, dame un abrazo -dije tirando de ella para que se tumbara conmigo.
-Javi, a ver si va a vernos tu madre y va a pensar...
-No va a pensar nada. Sabe que eres mi amiga. No tengo yo cuerpo para nada.

Irene se tumbó a mi lado, echándose sobre mi pecho. Sorprendentemente no me molestó como me pasó con mi madre, aunque también era verdad que cuando me molestó tan solo habían pasado horas. Me encontraba a gusto con Irene. Me venía muy bien su calor corporal y su cariño.

-Javi... -dijo susurrando.
-Dime.
-Es por tu trabajo.
-Ah...
-Sofía te está cubriendo, pero...
-Irene, es que no tengo ganas de nada.
-Lo entiendo, cariño. Pero es que es una responsabilidad. Tienes que volver a trabajar. Seguro que te viene bien y te distrae.
-Ya.
-Yo no te quiero meter presión. Sé que lo estás pasando muy mal -dijo con la voz quebrada-, pero Sofía está muy estresada por tener que sacar tu trabajo y el suyo a la vez. Está haciendo un esfuerzo muy grande.
-Joder...
-¿No puedes coger vacaciones?
-No. Ya he cogido todas las que podía.
-Vaya...
-Bueno, lo voy a intentar, ¿vale?
-Vale. Gracias.

Irene se acurrucó un poco más conmigo en la cama para quedarnos en silencio, aunque no hacía falta hablar para hacérnoslo más llevadero. A la hora de comer se fue para dejarme solo, aunque mi madre no se despega a de mí. Estuve pensando un poco en eso que me dijo Irene de que Sofía me estaba cubriendo en el trabajo. No me merecía lo bien que se portaban conmigo, porque me veía como alguien despreciable al haberle hecho algo así a la persona más importante de mi vida. Y no solo a ella, pues mi madre y mis amigos también estaban afectados. Ya fuera de forma directa o indirecta, le había hecho mucho daño a demasiada gente importante para mí. Pensé en ponerme al día siguiente a trabajar, porque mi amiga llevaba razón y no podía permitir que ella cargara con el muerto. No tenía ningún derecho a permitir que eso pasara. Por la tarde fui capaz de descansar algo, pero esos intervalos en los que conseguía dormir eran muy breves, por lo que no se me iba esa sensación de pesadez del cuerpo.

Tras gran parte de la noche en vela, el día siguiente me di una ducha e intenté ponerme a trabajar, ya que tenía instalado de nuevo el ordenador en el que solía hacerlo. El problema fue que al encenderlo me encontré la foto que tenía de Elena como fondo de pantalla. Pese a estar acostumbrado a ver fotos de ella, sobre todo cuando estaba en la cama de noche, se me revolvió todo por dentro y apagué el ordenador en el acto. Ver esa foto no quitaba que siguiera viendo fotos de ella en mi móvil cada noche al intentar descansar. Pero es que asocié ver fotos de ella a esos momentos nocturnos de soledad en los que me hartaba de llorar de lo mal que le sentía. Momentos que acababan al terminarse la batería de mi móvil o al caer rendido del cansancio, quedando dormido con el móvil en la mano, lo que antes ocurriera. Me volví a tumbar en la cama con los ojos llorosos deseando que se me pasara cuanto antes ese malestar que me había venido.

Los siguientes días fueron fotocopias unos de otros, porque entré en esa rutina de dormir fatal, levantarme para ducharme y desayunar lo que mi cuerpo me permitía e intentar ponerme a trabajar. Los dos primeros días fueron iguales. Encendía el ordenador y lo apagaba enseguida al ver aquella foto en la que Elena salía tan preciosa como sonriente. Después de esos intentos fallidos, los siguientes pude hacer algo más, al mentalizarme de que no podía seguir así. Empecé quitando esa foto para poner otro fondo de pantalla. Primer paso dado. El siguiente consistía en organizar la montaña de trabajo que tenía, cosa que me agobió muchísimo, porque tenía bastante trabajo atrasado pese a que Sofía estaba metiendo mano. Dejé de pensar en todo lo que tenía que hacer para ponerme de inmediato a sacar material para enviar, pero no me cundía mucho, pues escribía un párrafo y me quedaba mirando por la ventana pensando en Elena. Me preguntaba cómo estaría, aunque no había que ser muy listo para saber que estaría tan mal como yo, o seguramente peor por lo sensible que era. También me preguntaba qué estaba haciendo en esos momentos, si seguía trabajando o lo había dejado. Dónde vivía, con quién se relacionaba...
 
Capítulo 341

No paraba de pensar en ella y en lo mal que acabó todo, volviendo esa imagen recurrente de Elena llorando a mi cabeza cada dos por tres. Así se pasó toda la semana en la que Irene venía a verme a diario por las mañanas, preguntándome cómo estaba y acerca del trabajo. Yo le comentaba lo que había, poniendo ella cara de preocupación, pero no llegaba a decirme nada. Mario también venía a verme cuando salía de trabajar por la noche, haciéndome una breve visita para verme y hablar algo conmigo. Y Sofía también venía cuando podía para estar un rato conmigo y hablar, aunque no sacaba nunca el tema del trabajo, por lo que le acabé preguntando yo. Ella me decía que lo tenía todo bajo control, hablando con mucha seguridad. Le pedí perdón por no poder trabajar, pero ella le quitaba importancia preocupándose por mí y diciéndome que lo primero era que me pusiera bien y ya pues cuando pudiera que me reenganchara al trabajo. Le di un fuerte abrazo porque veía en ella a una persona tan pura, con tanta bondad y con un corazón tan grande que hasta me emocioné. Ella también lo hizo por mi reacción, devolviéndole el abrazo con fuerza.

Al final no pude hacer gran cosa en toda la semana. Ni siquiera pude sacar un artículo cuando lo normal era sacar bastantes a la semana. La semana siguiente seguía como todos los días previos, estando hecho polvo en la cama, sin parar de lamentarme. El problema es que empecé a recibir más correos del trabajo que de costumbre. A raíz de los ataques de París que ocurrieron ese fin de semana, los cuales fueron los actos de terrorismo más graves en la historia de Francia en los que causaron el caos en un concierto, en bares y restaurantes y en un estadio deportivo; había mucho ajetreo en el periódico, porque no paraban de llegar noticias procedentes de dicho país. Y como yo era uno de los que dominaba bien el idioma, tenía que estar ahí para cubrir material, mandárselo a los editores inmediatamente y que ellos lo publicaran, tanto de manera digital, como física. No me enteré mucho de lo que había pasado en realidad, porque no encendía la televisión y lo poco que veía era durante el almuerzo con mis padres, el cual duraba poco por la escasa comida que ingería.

Se lio bastante, porque al parecer se enteraron en el periódico que Sofía estaba haciendo mi trabajo. En un correo me explicaron la situación, donde me contaron con detalle cómo habían notado irregularidades en mi actividad, con envío de material a destiempo, notándose también la manera en la que se estaba organizándolo, ya que había buena compenetración entre los traductores y los editores, con notas y aclaraciones en los márgenes para que ellos le dieran la forma que mejor creyeran conveniente a la hora de publicarlo todo. Especificaron que notaron un cambio bastante inusual en ese aspecto. Y lo que terminó de confirmar sus sospechas fue que Sofía envío una vez mi parte del trabajo con sus credenciales en lugar de con las mías. Al ser la jefa de la sección en la que yo trabajaba, tenía acceso a mis credenciales para poder mandarlo ella como si fuera yo, pero en una de esas veces se le pasó y lo hizo desde su perfil. Tras esas especificaciones, ponían que estaban muy disgustados con la situación y con el comportamiento de ambos, y más teniendo en cuenta el momento tan importante en el que nos encontrábamos con ese caos que tuvo lugar en el país vecino. Dijeron que lo que habíamos hecho era muy poco profesional y muy grave, y que las consecuencias estarían a la altura de esa gravedad.

Inmediatamente me puse a redactar un correo de vuelta para explicar la situación por la que estaba pasando, contando lo mal que estaba por un tema personal y que Sofía tan solo quería echarme una mano, ya que era una buena amiga y que la culpa era solo mía. Recalqué que Sofía era muy buena persona por haberme ayudado en esos tiempos tan difíciles y que no se merecía nada malo cuando su única intención era ayudar a un amigo. Les supliqué que tuvieran en cuenta lo que les estaba contando y que solo yo tenía que ser el pagara por todo aquello y por su enfado, pero que dejaran a Sofía al margen. En cuanto acabé de escribir el correo y mandarlo, salí de casa corriendo para coger el coche y plantarme en casa de Sofía. Era la primera vez que salía desde que volví a casa el día de mi cumpleaños tras lo que pasó en lo que era mi casa, pero la situación era muy importante y ni siquiera me paré a pensar en aquello.

En cuanto llegué y aparqué llamé a la puerta, abriéndome Irene enseguida. Tenía cara de preocupación, pero peor era la de Sofía, que estaba sentada en el sofá de su salón llorando. Me acerqué a ella y la abracé con fuerza, pidiéndole perdón muchas veces, porque por mi culpa estaba así y en peligro de perder su trabajo. Ella me decía que la culpa era suya por haber tenido ese desliz y que ahora ambos estábamos en problemas por aquello. De nuevo, le quité la culpa a ella para echármela solo a mí, porque era como lo veía yo y sigo viendo. Además, le conté que me les envíe un correo explicando un poco la situación para que tuvieran en cuenta lo que pasaba y que ella no había hecho nada malo. Poco la consolé, porque seguía llorando. Estaba preocupado y triste por la situación que le había provocado a mi amiga sin tener ella necesidad de pasar por algo así.

Afortunadamente, me respondieron con rapidez a aquel correo que les envíe explicando la situación. Se explayaron bastante con mucha palabrería en la que exponían su punto de vista sobre el comportamiento que habíamos tenido ambos, con esa falta de profesionalidad en lugar de hablar las cosas con quién era necesario para llegar incluso a valorar la concesión de una baja. Tras una parrafada en la que exponían y defendían los valores con los que se regían en el periódico, explicándome que era algo que se tomaban muy en serio, llegaron a la conclusión de que me iban a despedir a mí por esa falta de respeto que había tenido con ellos y todos mis compañeros. También nombraron a Sofía, diciendo que no la iban a despedir, ni tampoco iban a tomar represalias, ya que les había dicho que era para ayudarle y tuvieron en cuenta su buena intención, pero también decían que tendrían una sería reunión con ella para hablarlo y que estarían pendientes de ella para que algo así no se volviera a repetir, ya que había sido algo sonado por todo el periódico, enterándose varios compañeros míos por lo visto.

J: Mira, Sofía -dije aliviado-. Ya está todo arreglado.

Sofía apartó sus manos de su cara para mirarme con una expresión muy tierna, como si fuera una niña pequeña, aunque tenía su cara llena de lágrimas.

J: Ya está. No te van a echar ni van a tomar represalias. Mira -dije dándole mi móvil para que leyera el correo.

Sofía cogió el móvil y lo leyó con detenimiento, mirándome en cuanto lo acabó de leer.

S: No está bien. Te han echado a ti.
J: Da igual. Lo importante es que tú sigues ahí.
S: Pero no es justo. No te pueden echar. No te lo mereces.
J: Sí que me lo merezco por no haberme ocupado de algo que era mi responsabilidad.
S: Pero...
J: Mejor así. Yo no estoy para trabajar. No puedo hacerlo conforme estoy. No me apetece hacer nada. Lo único que hago es estorbar.
I: No digas eso -dijo de manera seria y alta-. Tú nunca estorbas. Simplemente estás pasando por algo horrible y necesitas tu tiempo. Es lo más normal del mundo.
S: Es verdad, Javi. No te mereces nada de lo que te está pasando. Pero juntos vamos a superarlo.

Abracé a las dos por cómo se preocupaban por mí y por cómo me daban esos ánimos. Al final acabamos los tres llorando, pero Sofía mantenía su trabajo, y eso era lo importante para mí. Ella, sin embargo, no estaba muy conforme con el resultado, ya que a mí sí que me habían largado del periódico, pero no se podía tener todo.

Las dejé allí para regresar a casa, aunque ambas me insistieron en que me quedara con ellas un rato para que me despejara un poco, pero no me apetecía, además de que había salido casi en pijama por las prisas, con ropa cómoda y vieja que no es que fuera muy de lucir. Al regresar a casa, mi madre me preguntó qué había pasado en cuanto entré, porque había salido sin decir nada y de una manera un poco brusca. No sé qué esperaba que le dijera, porque me miraba con expectación, pero yo le acabé contando lo ocurrido con mi trabajo y demás. Le pedí perdón muchas veces por no haber sabido lidiar con la situación teniendo ya 26 años, porque me estaba comportando como si tuviera 5, pero ella me dijo que no dijera tonterías mientras me daba un abrazo. Al igual que mis amigas, me dijo que lo primero era que me pusiera bien después de lo que había pasado y que no pasaba nada por haber perdido ese trabajo, que confiaba en mis capacidades y estaba segura de que encontraría otro cuando me pusiera a buscarlo. Le devolví el abrazo por la compasión y cariño que me daba en lugar de echarme la bronca por haberme portado como un niño y haber perdido un trabajo tan bueno como el que tenía. Desde luego, sentía que no me merecía todo el cariño y apoyo que me daban. Solo deseaba que Elena tuviera el mismo o más que el que estaba teniendo yo.

Las semanas empezaron a pasar, adoptando una nueva rutina en la que no tenía ninguna obligación. Pensaba que eso ayudaría a calmarme y poner mi cabeza en orden, pero lo cierto era que me estaba costando más de lo que esperaba. Las noches se me hacían muy largas sin poder pegar ojo y cuando lo conseguía me despertaba súbitamente al venirse esa imagen recurrente que no podía sacarme. Tan solo tenía el sonido que hacía el reloj del salón como compañero en aquellas largas noches. Durante el día poca cosa hacía también. A veces dormía más durante esas horas que por la noche, pero tampoco lo hacía demasiado, lo justo para ir tirando. Me sentía sin energía todo el tiempo, muy apagado y no me apetecía hacer nada, ni salir, aunque mis amigos me lo pidieran varias veces por semana para que me despejara. Seguían viviendo por casa para verme y hablar conmigo, sobre todo Irene, que seguía teniendo las mañanas libres.

Sofía salió bien del pasó con aquel problema que se originó por mi culpa, aunque me dijo que la tenían muy controlada y que la estaban hasta presionando para ver si estaba a la altura, pero ella decía que era muy fuerte y que no podrían con ella. Yo me seguía disculpando con ella, pero Sofía no paraba de cortarme diciendo que yo hubiera hecho lo mismo por ella si le hubiera pasado algo similar a lo que me ocurrió a mí. Sin dudarlo le dije que así era, dándome ella un abrazo. Como he dicho, no salía de casa para nada. Todas las semanas, mi grupo de amigos quedaba para tomarse una cerveza y cenar de paso, como era costumbre para no romper lazos, tal y como hacíamos a primeros de año, como hacía cuando iba con Elena. Irene era la que más insistía en que fuera alguna noche para despejarme y tratar con ellos, a los que no veía desde la fiesta de Halloween. Hasta Sofía me decía de ir, ya que entendía un poco ese miedo o nerviosismo que pudiera tener, ya que ella pasó por lo mismo, pero al final se acabó integrando e iba de vez en cuando. Yo me negué en todas las ocasiones en las que me lo pidieron, porque no quería que me vieran y mucho menos que me preguntaran por Elena, cómo estaba, qué había pasado...

Me encerré en mi propia burbuja y era algo de lo que yo solo tenía el control para poder salir, aunque no quería hacerlo realmente. Me seguía sintiendo muy mal y no me veía nada preparado para dar el paso. Tampoco veía alguna posibilidad de que eso cambiara en un futuro cercano. Y no sé si eso era lo que me preocupaba, pero no se me terminaba de ir ese nudo que tenía en el estómago el cual no me dejaba comer como solía hacerlo. Mi madre se preocupaba bastante por esto último, pero poco podía hacer yo en ese aspecto por muy buena que estuviera la comida. Se me hacía bola y no bajaba, estaba en un permanente estado en el que no tenía apetito. En esas semanas me refugié en los videojuegos. Así me distraía mucho y se me pasaba rápido el tiempo. Me dediqué a rejugar juegos de la infancia, cosa que me gustaba mucho, pero que también me dejaba ese agridulce sabor de la nostalgia. Volver a escuchar esas antiguas melodías me evocaban hasta olores y sensaciones de la época en los que más jugaba, especialmente en verano. Y disfruté mucho de ese pasatiempo, por muy malos que fueran los controles tan arcaicos que tenían los juegos de aquel entonces.

Poco a poco me sentía algo mejor, sobre todo por evadirme tanto con esa distracción, teniendo también el apoyo y cariño de los más apegados. Parecía que lentamente iba levantando cabeza pese a no cambiar mucho mi estilo de vida de las últimas semanas, pero a mediados de diciembre pasó algo. Notaba a mi madre rara, más callada de la cuenta. No sabía lo que le pasaba, pero al final le acabé preguntando. De primeras me negó que le pasara algo, pero mi insistencia al ponerme serio hizo que me confesara que había llegado un paquete para mí. Le pregunté que a qué venía esa cara por algo tan simple como eso. Ella se quedó callada y dijo que tal vez lo mejor sería que no lo abriera. Tras mi nueva pregunta al no saber a qué se refería, ella puso cara de obviedad. Supuse que era un paquete de Elena.

Me quedé pensativo durante unos instantes, pero al final acabé diciéndole que me lo diera. Me lo entregó con una cara un poco de duda, diciéndome que me dejaba solo para que lo abriera tranquilamente y que ya la avisara cuando terminara. Efectivamente, el paquete era de Elena, como yo pensaba, pues tenía su nombre en el remitente. Rápidamente miré la dirección de la que venía, para ver si podría al fin localizarla, pero había puesto la dirección de la casa de su madre, aquella que tantas veces había pisado y que ya no lo volvería a hacer. Mis esperanzas de volver a verla se vieron truncadas al no poder saber dónde se encontraba, aunque viendo como acabó todo, seguramente ni me querría ver. Tras unos minutos en los que me quedé mirando fijamente el paquete preguntándome lo que habría en su interior y por qué me lo había enviado, acabé desembalándolo.
 
Capítulo 342

Al abrir la caja de cartón me encontré con otra, pero bastante diferente. Se trataba de una con el tamaño de una caja de zapatos, pero era bastante bonita. De un naranja muy intenso y con remaches plateados, convirtiéndola en una especie de cofre. Ya me estaba empezando a poner mal cuerpo, porque ese color me recordaba mucho a ella, en específico al día de su cumpleaños que pasamos en la playa en el que le preparé todo aquello. Tras unos minutos mirándola y después tocándola, la acabé abriendo al desabrochar el cierre metálico. Nada más abrirla recibí una bofetada de su olor. Se me estremeció todo el cuerpo y me empecé a poner muy triste, pero lo peor estaba por venir. Al ver que había cosas dentro, las empecé a sacar.

Lo primero que había era una cantidad enorme de fotos en las que salíamos Elena y yo. La gran mayoría de ellas eran de las que Elena se había encargado de enmarcar para ir poniéndolas por casa. Las miré una por una con detenimiento, haciendo como un viaje en el tiempo para rememorar la relación que teníamos, ya que todas ellas inmortalizaban momentos importantes para nosotros, como el día de la exposición de su trabajo final de universidad, el día de su graduación, la primera noche que pasó conmigo en mi casa al hacernos pareja de forma oficial, la primera noche que pasamos en la suya, ya como pareja. Otra en la que estábamos en su antigua casa, alguna de la fiesta en la que tuve el accidente, algunas en las que salíamos con nuestros amigos, la del día de su cumpleaños y muchas más. Algunas lágrimas se empezaban a escurrir por mi cara, pero me las limpié rápidamente para seguir viendo lo que había.

Bajo las fotos encontré sus dos colgantes, aquel del ángel que regalé por la situación tensa que tuvimos por mis sentimientos por Ángela. Aquella figura de plata que tanta ilusión le hizo y la cual no se quitaba nunca de su cuello, pero ahora estaba en mis manos. También estaba el otro colgante, aquel corazón del mismo material en que mandé a poner esa inscripción que rezaba que estaríamos juntos por siempre, hasta después de no estar en ese mundo, pero ya no lo estábamos. Todo se había acabado. Fue muy doloroso verlos sin que estuvieran colgando de su cuello, pero quizá me llegó a doler más ver lo que había debajo. Se trataba de la pizarrita que tenía colgada en la puerta de su habitación en su antigua casa antes de que se mudara a la de su abuela.

El mensaje que le puse seguía inmortalizado al haberla plastificado para que no se borrara nunca. Verla me recordó mucho al momento en el que se la puse esperando que la viera y se llevara una sorpresa. También me recordó a cuando la encontré en la casa de su abuela al haberse instalado allí una vez conocí a Maribel y podía ir con ella a su casa para estar con ella. Y finalmente también la llevó a nuestra casa para ponerla detrás de la puerta de nuestra habitación. Fue un flash en el que viví esos tres momentos de manera muy rápida rememorando muchas cosas. Instantes que en ese momento hubiera dado lo que fuera por vivirlos una vez más. La cogí y la sostuve ya sin poder contener más las lágrimas que empezaron a brotar de mis ojos nada más abrir la caja, pero a esas alturas ya era un descontrol, encontrándome llorando desconsoladamente.

Pero aún había una cosa más, y es que debajo de la pizarrita se encontraban unos papeles. Los cogí para acercarlos a mi cara al no poder verlos por tener los ojos empañados por mis lágrimas y así ver de qué se trataba. Eran dos billetes de avión con destino a París con fecha para aquella semana en la que Elena me dijo que tendría mi sorpresa de cumpleaños, siendo una semana después al verse sus planes truncados por la urgencia que le salió en su trabajo. Al parecer su sorpresa era que pasáramos una semana en la ciudad más romántica del mundo, algo que sin duda me hubiera gustado vivir.

Como pude guardé todo en la caja, dejándola sobre el escritorio para volver a la cama y tumbarme de lado mientras seguía llorando. Mi madre entró a la habitación para ver cómo estaba, pero no terminó de decir nada. Tan solo se sentó un momento en la cama para acariciarme la cabeza y darme un abrazo. Se marchó y me dejó solo llorando para desahogarme. Después de haber levantado algo de cabeza en esos últimos días en los que encontré una vía de escape, me entró un bajón importante que me mandaría al punto de partida del día en el que acabó todo. Dejé la caja en una estantería, pero no paraba de mirarla cuando estaba boca arriba o mirando en dirección a ese lugar. Al final la acabé ocultando más para no estar todo el tiempo pendiente de ella.

Los días siguientes no salí casi para nada de la cama, ni tenía nada de apetito ni me apetecía hacer otra cosa que descansar, aunque no es que pidiera dormir mucho tampoco. De nuevo estaba pasando por lo mismo que los primeros días y eso me causaba ansiedad. Una noche me dio un ataque de ansiedad y me vestí para salir y dar un paseo, aunque no me llegué a dar cuenta de lo estaba haciendo hasta que llevaba un buen rato en la calle. Era de madrugada y no había un alma en la calle. Y para colmo empezó a llover a mares, pillándome lejos de casa. Me resguardé en el portal de una urbanización haciendo tiempo para que parara, sentándome en ese lugar abrazando mis piernas mientras lloraba por no parar de darle vueltas a lo mismo. Como no paraba de llover, decidí volver a casa, aunque la lluvia era más floja, llegando a ser bastante fina, pero eso no significaba que cayera en bastante cantidad. Llegué a casa empapado, entrando con cuidado para no hacer ruido. Me desnudé para no ponerlo todo perdido de agua y me sequé con una toalla y me fui directo a la cama.

La gracia del paseíto me costó un buen catarro que me provocó una fiebre bastante alta. Mi madre me preguntaba qué había hecho la noche anterior para estar ahora así y por haber dejado la ropa empapada en el baño. Aun así, cuidó muy bien de mí al verme tan malo, preparándome sopa, estando pendiente de mí, dándome medicinas y todo lo necesario para que me pusiera bien de nuevo. Lo único bueno de estar así era que pude dormir de manera abundante, casi recuperando todas esas horas de sueño que me faltaban desde hacía varias semanas. Mis amigos venían a visitarme para ver cómo me encontraba y cómo evolucionaba. Los veía bastante preocupados por mí en general, tanto por el resfriado, como por lo del paquete que me llegó. Me daba la impresión de que mi madre les había contado algo. Tampoco estaba muy pendiente de lo que pudiera pasar, porque me pasaba gran parte del tiempo durmiendo, porque me notaba muy flojo.

Así transcurrió una semana en la cual no salía para nada de la cama, aunque esta vez estaba algo justificado quizá. Quién me iba a decir a mí que esa tontería de salir a la calle de madrugada, en pleno mes de diciembre y con la que estaba por caer me ayudaría a descansar. Eso no significaba que no me despertara a veces sobresaltado entre sudores fríos por ver aquella imagen que no quería abandonar mi cabeza, pero era algo menos frecuente. Poco a poco me iba encontrado mejor, pero con ello volvía otro tipo de mal estar. Creía que al haber dormido bastante bien esos primeros días haría que volviera a mi buena manera de dormir de siempre, pero no fue así, porque una vez ya recuperado del todo, no paraba de despertarme en repetidas ocasiones durante la noche.

Estábamos ya casi en Navidad y no tenía pensado hacer nada especial, porque no me apetecía para nada. Pero mis amigos no opinaban igual. Se empeñaron en hacerme salir, aunque no tenía ganas y rehuía bastante la situación. El 23, Irene se puso seria y mandona cuando vino a verme. Aprovechó que me había dado una ducha para, sin cortarse un pelo, empezar a desnudarme para ponerme ropa para poder salir a la calle.

-¿Pero qué haces?
-Quitarte el pijama para ponerte ropa para salir a la calle.
-Que está mi madre aquí. Como entre y nos vea...
-No pasa nada. Solo te estoy cambiando, porque tú no quieres y pareces un niño pequeño.

Me quedé mirando al suelo pensando en que tenía razón.

-Perdona -dijo al ver mi cara-, no quería decir eso. Es normal que estés así, perdona.
-No pasa nada. Tienes razón.
-Da igual. Va, colabora un poco y ayúdame a vestirte.
-¿Pero para qué?
-Para salir.
-¿Salir? ¿A dónde?
-Ahora lo verás.

Sin estar muy convencido me quité la camiseta del pijama, porque ella ya me había quitado el pantalón para ponerme algo de ropa.

-Joder, Javi... ¿Comes bien?
-No.
-Se te marcan las costillas...
-No me he fijado.
-Me preocupa verte así.
-A mi madre también. Le preocupa y le frustra, porque no consigue que coma bien. Desde que vi a... En ese momento me dio un pinchazo en el estómago y no soy capaz de comer bien.

Irene me dio un abrazo, apretando su cuerpo contra el mío. Hacía bastante que no sentía el cuerpo de otra mujer así de cerca estando yo casi desnudo, pero ni con esas mi cuerpo reaccionó como quizá debería.

-Verás cómo entre mi madre...
-Calla ya, tonto. Anda, vístete.

Me vestí rápidamente y mi amiga me cogió de la mano para sacarme de mi habitación. Fuimos hasta donde estaba mi madre y le dijo que íbamos a salir un rato para que me diera el aire. Le encantó ver la energía con la que Irene hablaba y le dio la razón en que me vendría bien salir un rato. Hasta sonrió como hacía varias semanas que no veía en ella. Salimos a la calle y empezamos a andar, aun cogiéndome ella de la mano. Cualquiera que nos viera pensaría que éramos pareja. Le pregunté en varias ocasiones hacía dónde íbamos, pero ella me decía que solo estábamos dando una vuelta. Así acabamos en una barbería, ya que ella se empeñó en que me cortara el pelo. No me hacía mucha gracia la idea, pero estaba tan pesada que acabé cediendo por no oírla más y para que no me diera el coñazo durante días, porque la conocía. En realidad, sí que necesitaba un corte de pelo, porque tenía unas greñas importantes al llevar casi dos meses sin cortarlo. Eché un vistazo rápido al pelo para luego bajar a mi cara y madre mía... Vaya cara tenía... Daba bastante pena entre el pelo alborotado, la barba bastante crecida y desaliñada y sobre todo por las ojeras tan grandes que tenía.

Era la primera vez que me veía la cara en el espejo desde que pasó lo que pasó. No tenía el valor suficiente para hacerlo desde ese momento y lo que me encontré al hacerlo me preocupó. Me senté para que me cortaran el pelo mientras clavaba mis ojos en mi cara reflejada en el espejo, sintiendo lástima y asco a la vez. Me daba pena a mí mismo por verme así, pero también me daba repulsión por haber provocado tal situación. Casi que ni me enteré del corte de pelo de lo absorto que estaba, aunque Irene le daba conversación al barbero y le explicaba el corte que solía llevar. Me lo dejó muy bien, viéndome bastante mejor de cómo había llegado. El chaval me preguntó qué hacíamos con la barba y le dije que no quería cortarla, porque me gustó verla más larga y frondosa de lo que solía llevarla. Así que solo le pedí que la arreglara, recordándola mínimamente para darle forma y peinándola bien.

Al final me vi bastante bien pese a la cara de mierda que llevaba con esas ojeras que me hacían parecer casi un oso panda. Salimos de la barbería, habiendo pagado Irene, porque yo no me eché dinero, diciendo ella que había sido un tratamiento de belleza mientras reía para intentar animarme. Seguimos paseando hasta que acabamos en la tienda de ropa en la que trabajaba. De nuevo me sentía como si fuera un niño pequeño al llevarme ella para cortarme el pelo y ver ropa, pero tampoco es que lo hiciera a malas. Sus intenciones solo eran buenas. Escogió algo de ropa para que me la probara y hasta entró conmigo al probador, pero salió cuando vio que cedía a probármela. Al final me acabé comprando un pantalón y un par de camisas. Bueno, lo pagó ella de nuevo con el descuento que tenía por trabajar ahí, diciéndome de manera sonriente que era un regalo. Incluso nos fuimos después a una cafetería para desayunar algo, aunque yo solo me tomé un zumo de naranja. Ella sí desayunó algo más consistente.

La verdad es que me vino bastante bien salir un rato a despejarme, sobre todo con la compañía de Irene, quien parecía bastante contenta a pesar de lo que había. Parecía que ella lo estaba empezando a superar, porque su cara también era bastante mala las primeras semanas, pero ahora estaba sonriente y alegre. Se notaba que se esforzaba mucho en intentar animarme. Regresamos a mi casa desde de aquel desayuno, juntos para contarle a mi madre lo que habíamos hecho. Ella estaba encantada al verme más presentable por el corte de pelo y al llevar la barba arreglada, además de la ropa que llevé. Insistí en pagarle a Irene lo que había costado la ropa, pero ella se negó, diciendo de nuevo que era un regalo.

Evidentemente me probé la ropa para que me la viera mi madre. Le encantó, aunque dijo que me tenía que arreglar el bajo del pantalón. Al final todos acabamos más animados ese día. Antes de que Irene se fuera, le di las gracias por el rato que había estado conmigo y por haberse esforzado tanto para hacerme sentir mejor. Ella sonrió con orgullo, restándole importancia diciéndome que me quería y que era alguien muy importante para ella. Se marchó, no sin antes decirme que la intención de comprar esa ropa era con la idea de usarla pronto, diciéndolo mientras me guiñaba un ojo. Me dejó allí mientras yo me quedaba pensativo, intentando descifrar lo que me quería decir. Imaginaba que quería que saliera con ellos en Noche Buena o en Noche Vieja, pero yo no me veía preparado para eso aún.
 
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