Keranos
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Capítulo 449 A
No logré dormirme temprano, nada nuevo, pero sí que fui capaz de hacerlo durante algo más de tiempo, logrando descansar durante algunas horas más de lo que solía. Tampoco me desperté mucho en toda la noche, algo que era normal ya. En las pocas veces que lo hice noté como Fátima estaba acurrucada contra mí, pero sin llegar a echarse sobre mi cuerpo. Solo estaba pegada a mí para darse calor, cosa que aprovechaba yo también para nutrirme de esa sensación cálida tan necesaria con la noche tan espantosa que hizo en la que no paró de llover. Yo me desperté antes que ella, aunque no tardó mucho tampoco, pues en lo que yo me espabilaba, ella lo hizo. Se estiró bastante y se abrazó a mí, casi poniéndose por encima de mi cuerpo al hacerlo. No había mucha luz y no nos podíamos casi ni ver, pero los dígitos del despertador que indicaban que eran las 9 de la mañana ayudaban algo.
-Anoche me quedé muerta -dijo riendo para romper el hielo.
-Sí, te quedaste K.O.
-Es que no hago mucho sexo anal y fue muy intenso.
-Te corriste, ¿no?
-Sí. Entre lo que me estabas haciendo y yo que me estaba tocando, pues llegué.
-¿Te gustó?
-Bastante. Nunca he sido mucho de disfrutar eso y anoche no estuvo mal. Pero es que contigo parece más fácil.
-Te dije que sabía cómo hacerlo.
-Todos con los que lo he hecho solo querían meterla, pero tú no. Has tenido tus tiempos y tus maneras de prepararlo. Me gustó mucho eso y me ayudó a relajarme.
-Claro.
-Y luego ya perdí un poco el control, porque me puse muy cachonda y quería que me reventaras.
-¿Te duele ahora?
-Un poco solo. Pero ha merecido mucho la pena.
-¿Te vas a animar ahora a practicarlo más?
-Depende de cómo sea el chico. A ver... Tampoco es que yo esté todo el día... Uno cada dos semanas si acaso.
-Sí que te da de sí el juguete entonces.
-Jajajajaja, pues sí. No quiero tampoco acostumbrarme a follar con tantos desconocidos.
-¿Por qué?
-Porque hacer eso me parece de ser una guarra.
-¿Piensas que yo soy un guarro?
-Un poco, jajaja. Pero me lo he pasado muy bien, de verdad. Como hace bastante que no lo hacía. Eres muy atento, sabiendo cómo hacerlo todo y siempre con el condón puesto.
-Como tiene que ser, ¿no?
-Claro.
-Me alegro de que te lo hayas pasado bien conmigo.
-Al final llevabas razón.
-¿En qué?
-En que no iba a olvidar nunca esta noche.
-Ah... Jajajaja. Eso lo dije por el calentón del momento.
-Pues no se me va a olvidar. Uy, si estás muy duro... -dijo echando mano a mi polla.
-¿Tienes ganas? ¿Ya no estás sensible?
-Pues no. Y quiero echar un polvo. Pero de mi culito te puedes olvidar. Eso sí que necesita más tiempo.
-¿Culito? Más bien culazo.
-Vale, jajajaja. Pero va en serio, que lo tengo un poco dolorido.
-Vale, como quieras.
Fátima cogió un condón de la mesita rápidamente y me lo puso para subirse encima de mí y poder así empezar a follarme. Estábamos con nuestros cuerpos pegados, con ella clavándome sus pezones endurecidos y levantando su culo para dejarlo caer y que tuviera así lugar la penetración, besándome mientras tanto. Mis manos agarraban y amasaban sus nalgas y ella me empezaba a gemir en la boca, acelerando cada vez más la follada. Tan solo varió un poco la postura al incorporarse para follarme como a mí más me gusta, aunque no creía recordar habérselo dicho en ningún momento. Me puso como una moto intuir su silueta mientras notaba cómo se movía de bien.
Era una locura. Ya podría haber hecho eso por la noche. Pero al parecer le dio frío, pues cogió el edredón y se volvió a echar encima de mí para taparnos y seguir como cuando había empezado. No fue un polvo muy largo, no llegando a los 10 minutos, pero sí que fue bastante satisfactorio, pues ella se corrió en cuanto lo hice yo por la manera que tenía de follarme al levantar su culo y dejarlo caer a una velocidad muy rápida. Ambos estábamos sudorosos, pero ella no se despegaba, estaba recuperando el aliento, algo que tenía muy merecido después de lo que me acababa de hacer. Quizá me lo había pasado mejor en ese momento que en toda la noche anterior, aunque siendo justo, fue algo que me gustó también, sobre todo por lo del sexo anal.
Al final hasta se quedó dormida de lo que se acabó relajando, por lo que, con cuidado, la puse de lado en la cama para taparla bien y levantarme con cuidado. Sentado en la cama dudé qué hacer y llegué a la conclusión de que me tenía que ir, porque poco pintaba yo allí, pero antes me pasé por la ducha para darme una rápida, porque estaba muy sudado pese a no haberme movido nada en absoluto en ese último polvo que echamos, pero al estar tan tapados pues me entró calor. Cuando acabé se lo recogí todo y me puse la ropa que llevé al regresar a su habitación. También lo hice con cuidado de que no se despertara, aunque la verdad es que parecía estar descansando muy profundamente, por lo que no hubo problema.
Quizá solo uno, que me daba un poco de cosa marcharme de allí sin despedirme y sin decir nada. Me parecía un poco frío hacerlo así, por lo que le escribí una nota en una de las hojas en blanco que tenía sobre su escritorio, donde me percaté de que tenía algunas hojas con anotaciones. Parecía escribir pensamientos o frases sueltas, como en forma de poesía. En cualquier caso, no le hice mucho caso, porque le escribí la nota para despedirme de ella diciéndole que me lo había pasado muy bien y que ya nos veríamos, sin llegar a saber yo si se daría la oportunidad.
Parecía que ese mal tiempo se estaba levantando, pues ya solo chispeaba cuando bajé hacia el coche. Inmediatamente me puse en camino hasta la casa de mis amigos, pero en realidad cambié de opinión, ya que no eran aún ni las 10 de la mañana, suponiendo yo que estaban dormidos. Así que me pasé por una de las churrerías más famosas de la ciudad para comparar unos pocos y llevarlos a casa de mis abuelos para poder desayunar todos juntos. Les encantó verme aparecer con aquello para desayunar, especialmente a mi abuelo, al que le gustaba el buen comer de siempre y le encantaba todo lo que fuera del estilo. Aunque cuando llegué estaban dormidos, solo estando mi madre despierta preparando café.
Ella también estaba encantada cuando me vio aparecer, dándome un abrazo fortísimo. Y yo más encantado aún que estaba al verla así de contenta, así que le dije que los despertara para que no se enfriara y fue a por ellos. Fue un rato muy bueno, algo que echaba de menos en realidad al estar viviendo solo y en otra ciudad. En esos momentos me paré a pensar qué hubiera pasado si no hubiera dicho de irme de casa. ¿Habría arreglado lo mío con mi padre? ¿Seguirían juntos? ¿Viviría ahora en esa casa en la que me encontraba desayunando? No tenía ni idea de ninguna de las respuestas, aunque fue algo que me dejó pensativo durante unos minutos, pero no quería pararme a pensar en cosas que no se iban a dar por cómo se fueron desenvolviendo los acontecimientos.
Mi madre fue la que me terminó de sacar de esos pensamientos al preguntarme qué tenía pensado hacer. Yo le comenté que era el cumpleaños de Irene y que quería salir a comprarle un regalo. Ella se interesó en qué había pensado comprarle, pero la verdad era que no tenía ni idea, por lo que lo pensaría cuando diera una vuelta por la calle comercial. Y hasta allí fui una vez me despedí de todos con un fuerte abrazo, aunque el de mi madre se repitió al acompañarme hasta la puerta, dándome varios besos también.
-¿Qué te pasa hoy? -le pregunté riendo.
-¿A mí? Nada.
-Te veo muy contenta.
-Es porque te veo a ti contento. Estoy encantada de verte ya así de bien.
-A mí también me encanta verte así de contenta.
-¿Vas a venir luego a comer?
-Claro. Luego ya por la noche me iré con mis amigos, que van a celebrar su cumpleaños y nos iremos por ahí a cenar y a tomar algo.
-Esta noche la has pasado con ellos imagino, ¿no?
-Eh, sí.
-Y todo bien, ¿verdad?
-Sí, claro.
-Vale. Me alegro.
-¿Por qué me dices eso? ¿Es por lo de la conversación que tuvimos no hace mucho?
-Mmm, bueno...
-No te preocupes por eso, mamá.
-Bueno, yo solo te pido que tengas cuidado.
-Claro, mamá.
-Y que felicites a Irene de mi parte cuando la veas.
-Muy bien. Me voy ya, a ver si me da tiempo de dárselo antes de la hora del almuerzo.
Me despedí de ella y me puse en camino a esa calle para ver si veía algo para Irene, aunque no tenía ni idea de qué podía comprarle. Tras dar una vuelta llegué a una joyería en la que vi cosas interesantes en su escaparate, pero cuando dije de entrar me di cuenta de donde estaba. Era la joyería donde compré aquel colgante de un ángel que le regalé a mi ex y que ahora tenía en casa porque ella no lo llevaba más. Tuve un flash de aquel momento en el que se lo compré, seguido de la sorpresa que le preparé para dárselo y su cara. Se me puso un mal cuerpo de repente que me hizo salir de ahí rápidamente para bajar la calle y buscar en otro establecimiento. Así llegué a otra joyería en la que me metí sin ver el escaparate ni nada. Pero sí que me entretuve en las vitrinas hasta que una dependienta se acercó para preguntarme si buscaba algo en especial.
Le comenté que era el cumpleaños de una amiga y que quería tener un detalle bonito con ella, así que me ayudó a elegir, dándome como opciones una pulsera, unos pendientes y un colgante. El colgante lo deseché rápidamente tras el recuerdo que acababa de tener, así que pensé en las otras dos opciones. No me sonaba de nada haber visto a Irene nunca con una pulsera, por lo que supuse que no era algo que le gustara, por lo que me decanté por los pendientes. Sacó unos muy bonitos en forma de gota de agua con varios cristales y brillantes. Me gustaron tanto que le dije que me los preparara al ver que no se me iba de precio. Muy contento, salí de allí para ir a casa de mi amiga para ver si se habían despertado ya, porque eran casi las 12 con la tontería.
Aparqué en la misma puerta de la casa y llamé al timbre. Me abrió Mario con cara aún de sueño, por lo que suponía que no llevaban mucho despiertos. Le saludé y al entrar me la encontré en el sofá del salón sentada con las piernas cruzadas, poniendo una sonrisa preciosa al verme. En cuanto llegué a su altura me senté en el sofá con ella para darle un gran abrazo mientras le deseaba un feliz cumpleaños. Al verme apretarle tanto lanzó un sonidito muy tierno, pasando a reír.
Pese al momento ese que tuve en la joyería, ese día estaba de bastante buen humor y quería mantenerlo, así que quería que mi amiga lo notara y por qué no, contagiárselo también. Y parecía funcionar, porque estaba encantada de verme así de contento. Sin esperar mucho más le di mi regalo, mostrándose ella muy sorprendida por ello, preguntándome qué era. Le dije que lo abriera para verlo y no tardó nada en hacerlo, quedándose más sorprendida aún de lo que lo estaba al verlo envuelto. Me miró a los ojos, pasando a mirar de nuevo los pendientes y volviendo a mí.
I: Pero, ¿cuánto te ha costado esto?
J: No tanto para que pongas esa cara, jajajaja.
M: Me voy a poner celoso... -decía riendo.
I: Pues no es para menos con este pedazo de regalo.
J: Que no es para tanto, de verdad.
I: Y nosotros que no te regalamos nada para el tuyo... Qué cabeza.
J: Me hicisteis el mejor regalo que podía haber pedido al quedaros a mi lado en un momento así.
I: No digas eso, nene, que me vas a hacer llorar -dijo dándome un abrazo.
J: Espero que este regalo compense aquello y el mal rollo que ha habido últimamente.
I: No digas tonterías, porque no hay nada que compensar. Y lo del mal rollo ese, pues... Es que es normal que pasen esas cosas. Si fuéramos amigos más simples no tendríamos esos problemas, pero siendo así de cercanos...
M: Eso es verdad. Y tampoco hay que darle más importancia. Cosas así le pasa a todo el mundo.
J: Bueno. ¿Te han gustado?
I: Me han encantado. Esta noche me los pongo. Con esto y con lo que me ha regalado Mario... Voy a estar muy guapa.
J: ¿Qué le has regalado? -dije mirando a mi amigo.
No logré dormirme temprano, nada nuevo, pero sí que fui capaz de hacerlo durante algo más de tiempo, logrando descansar durante algunas horas más de lo que solía. Tampoco me desperté mucho en toda la noche, algo que era normal ya. En las pocas veces que lo hice noté como Fátima estaba acurrucada contra mí, pero sin llegar a echarse sobre mi cuerpo. Solo estaba pegada a mí para darse calor, cosa que aprovechaba yo también para nutrirme de esa sensación cálida tan necesaria con la noche tan espantosa que hizo en la que no paró de llover. Yo me desperté antes que ella, aunque no tardó mucho tampoco, pues en lo que yo me espabilaba, ella lo hizo. Se estiró bastante y se abrazó a mí, casi poniéndose por encima de mi cuerpo al hacerlo. No había mucha luz y no nos podíamos casi ni ver, pero los dígitos del despertador que indicaban que eran las 9 de la mañana ayudaban algo.
-Anoche me quedé muerta -dijo riendo para romper el hielo.
-Sí, te quedaste K.O.
-Es que no hago mucho sexo anal y fue muy intenso.
-Te corriste, ¿no?
-Sí. Entre lo que me estabas haciendo y yo que me estaba tocando, pues llegué.
-¿Te gustó?
-Bastante. Nunca he sido mucho de disfrutar eso y anoche no estuvo mal. Pero es que contigo parece más fácil.
-Te dije que sabía cómo hacerlo.
-Todos con los que lo he hecho solo querían meterla, pero tú no. Has tenido tus tiempos y tus maneras de prepararlo. Me gustó mucho eso y me ayudó a relajarme.
-Claro.
-Y luego ya perdí un poco el control, porque me puse muy cachonda y quería que me reventaras.
-¿Te duele ahora?
-Un poco solo. Pero ha merecido mucho la pena.
-¿Te vas a animar ahora a practicarlo más?
-Depende de cómo sea el chico. A ver... Tampoco es que yo esté todo el día... Uno cada dos semanas si acaso.
-Sí que te da de sí el juguete entonces.
-Jajajajaja, pues sí. No quiero tampoco acostumbrarme a follar con tantos desconocidos.
-¿Por qué?
-Porque hacer eso me parece de ser una guarra.
-¿Piensas que yo soy un guarro?
-Un poco, jajaja. Pero me lo he pasado muy bien, de verdad. Como hace bastante que no lo hacía. Eres muy atento, sabiendo cómo hacerlo todo y siempre con el condón puesto.
-Como tiene que ser, ¿no?
-Claro.
-Me alegro de que te lo hayas pasado bien conmigo.
-Al final llevabas razón.
-¿En qué?
-En que no iba a olvidar nunca esta noche.
-Ah... Jajajaja. Eso lo dije por el calentón del momento.
-Pues no se me va a olvidar. Uy, si estás muy duro... -dijo echando mano a mi polla.
-¿Tienes ganas? ¿Ya no estás sensible?
-Pues no. Y quiero echar un polvo. Pero de mi culito te puedes olvidar. Eso sí que necesita más tiempo.
-¿Culito? Más bien culazo.
-Vale, jajajaja. Pero va en serio, que lo tengo un poco dolorido.
-Vale, como quieras.
Fátima cogió un condón de la mesita rápidamente y me lo puso para subirse encima de mí y poder así empezar a follarme. Estábamos con nuestros cuerpos pegados, con ella clavándome sus pezones endurecidos y levantando su culo para dejarlo caer y que tuviera así lugar la penetración, besándome mientras tanto. Mis manos agarraban y amasaban sus nalgas y ella me empezaba a gemir en la boca, acelerando cada vez más la follada. Tan solo varió un poco la postura al incorporarse para follarme como a mí más me gusta, aunque no creía recordar habérselo dicho en ningún momento. Me puso como una moto intuir su silueta mientras notaba cómo se movía de bien.
Era una locura. Ya podría haber hecho eso por la noche. Pero al parecer le dio frío, pues cogió el edredón y se volvió a echar encima de mí para taparnos y seguir como cuando había empezado. No fue un polvo muy largo, no llegando a los 10 minutos, pero sí que fue bastante satisfactorio, pues ella se corrió en cuanto lo hice yo por la manera que tenía de follarme al levantar su culo y dejarlo caer a una velocidad muy rápida. Ambos estábamos sudorosos, pero ella no se despegaba, estaba recuperando el aliento, algo que tenía muy merecido después de lo que me acababa de hacer. Quizá me lo había pasado mejor en ese momento que en toda la noche anterior, aunque siendo justo, fue algo que me gustó también, sobre todo por lo del sexo anal.
Al final hasta se quedó dormida de lo que se acabó relajando, por lo que, con cuidado, la puse de lado en la cama para taparla bien y levantarme con cuidado. Sentado en la cama dudé qué hacer y llegué a la conclusión de que me tenía que ir, porque poco pintaba yo allí, pero antes me pasé por la ducha para darme una rápida, porque estaba muy sudado pese a no haberme movido nada en absoluto en ese último polvo que echamos, pero al estar tan tapados pues me entró calor. Cuando acabé se lo recogí todo y me puse la ropa que llevé al regresar a su habitación. También lo hice con cuidado de que no se despertara, aunque la verdad es que parecía estar descansando muy profundamente, por lo que no hubo problema.
Quizá solo uno, que me daba un poco de cosa marcharme de allí sin despedirme y sin decir nada. Me parecía un poco frío hacerlo así, por lo que le escribí una nota en una de las hojas en blanco que tenía sobre su escritorio, donde me percaté de que tenía algunas hojas con anotaciones. Parecía escribir pensamientos o frases sueltas, como en forma de poesía. En cualquier caso, no le hice mucho caso, porque le escribí la nota para despedirme de ella diciéndole que me lo había pasado muy bien y que ya nos veríamos, sin llegar a saber yo si se daría la oportunidad.
Parecía que ese mal tiempo se estaba levantando, pues ya solo chispeaba cuando bajé hacia el coche. Inmediatamente me puse en camino hasta la casa de mis amigos, pero en realidad cambié de opinión, ya que no eran aún ni las 10 de la mañana, suponiendo yo que estaban dormidos. Así que me pasé por una de las churrerías más famosas de la ciudad para comparar unos pocos y llevarlos a casa de mis abuelos para poder desayunar todos juntos. Les encantó verme aparecer con aquello para desayunar, especialmente a mi abuelo, al que le gustaba el buen comer de siempre y le encantaba todo lo que fuera del estilo. Aunque cuando llegué estaban dormidos, solo estando mi madre despierta preparando café.
Ella también estaba encantada cuando me vio aparecer, dándome un abrazo fortísimo. Y yo más encantado aún que estaba al verla así de contenta, así que le dije que los despertara para que no se enfriara y fue a por ellos. Fue un rato muy bueno, algo que echaba de menos en realidad al estar viviendo solo y en otra ciudad. En esos momentos me paré a pensar qué hubiera pasado si no hubiera dicho de irme de casa. ¿Habría arreglado lo mío con mi padre? ¿Seguirían juntos? ¿Viviría ahora en esa casa en la que me encontraba desayunando? No tenía ni idea de ninguna de las respuestas, aunque fue algo que me dejó pensativo durante unos minutos, pero no quería pararme a pensar en cosas que no se iban a dar por cómo se fueron desenvolviendo los acontecimientos.
Mi madre fue la que me terminó de sacar de esos pensamientos al preguntarme qué tenía pensado hacer. Yo le comenté que era el cumpleaños de Irene y que quería salir a comprarle un regalo. Ella se interesó en qué había pensado comprarle, pero la verdad era que no tenía ni idea, por lo que lo pensaría cuando diera una vuelta por la calle comercial. Y hasta allí fui una vez me despedí de todos con un fuerte abrazo, aunque el de mi madre se repitió al acompañarme hasta la puerta, dándome varios besos también.
-¿Qué te pasa hoy? -le pregunté riendo.
-¿A mí? Nada.
-Te veo muy contenta.
-Es porque te veo a ti contento. Estoy encantada de verte ya así de bien.
-A mí también me encanta verte así de contenta.
-¿Vas a venir luego a comer?
-Claro. Luego ya por la noche me iré con mis amigos, que van a celebrar su cumpleaños y nos iremos por ahí a cenar y a tomar algo.
-Esta noche la has pasado con ellos imagino, ¿no?
-Eh, sí.
-Y todo bien, ¿verdad?
-Sí, claro.
-Vale. Me alegro.
-¿Por qué me dices eso? ¿Es por lo de la conversación que tuvimos no hace mucho?
-Mmm, bueno...
-No te preocupes por eso, mamá.
-Bueno, yo solo te pido que tengas cuidado.
-Claro, mamá.
-Y que felicites a Irene de mi parte cuando la veas.
-Muy bien. Me voy ya, a ver si me da tiempo de dárselo antes de la hora del almuerzo.
Me despedí de ella y me puse en camino a esa calle para ver si veía algo para Irene, aunque no tenía ni idea de qué podía comprarle. Tras dar una vuelta llegué a una joyería en la que vi cosas interesantes en su escaparate, pero cuando dije de entrar me di cuenta de donde estaba. Era la joyería donde compré aquel colgante de un ángel que le regalé a mi ex y que ahora tenía en casa porque ella no lo llevaba más. Tuve un flash de aquel momento en el que se lo compré, seguido de la sorpresa que le preparé para dárselo y su cara. Se me puso un mal cuerpo de repente que me hizo salir de ahí rápidamente para bajar la calle y buscar en otro establecimiento. Así llegué a otra joyería en la que me metí sin ver el escaparate ni nada. Pero sí que me entretuve en las vitrinas hasta que una dependienta se acercó para preguntarme si buscaba algo en especial.
Le comenté que era el cumpleaños de una amiga y que quería tener un detalle bonito con ella, así que me ayudó a elegir, dándome como opciones una pulsera, unos pendientes y un colgante. El colgante lo deseché rápidamente tras el recuerdo que acababa de tener, así que pensé en las otras dos opciones. No me sonaba de nada haber visto a Irene nunca con una pulsera, por lo que supuse que no era algo que le gustara, por lo que me decanté por los pendientes. Sacó unos muy bonitos en forma de gota de agua con varios cristales y brillantes. Me gustaron tanto que le dije que me los preparara al ver que no se me iba de precio. Muy contento, salí de allí para ir a casa de mi amiga para ver si se habían despertado ya, porque eran casi las 12 con la tontería.
Aparqué en la misma puerta de la casa y llamé al timbre. Me abrió Mario con cara aún de sueño, por lo que suponía que no llevaban mucho despiertos. Le saludé y al entrar me la encontré en el sofá del salón sentada con las piernas cruzadas, poniendo una sonrisa preciosa al verme. En cuanto llegué a su altura me senté en el sofá con ella para darle un gran abrazo mientras le deseaba un feliz cumpleaños. Al verme apretarle tanto lanzó un sonidito muy tierno, pasando a reír.
Pese al momento ese que tuve en la joyería, ese día estaba de bastante buen humor y quería mantenerlo, así que quería que mi amiga lo notara y por qué no, contagiárselo también. Y parecía funcionar, porque estaba encantada de verme así de contento. Sin esperar mucho más le di mi regalo, mostrándose ella muy sorprendida por ello, preguntándome qué era. Le dije que lo abriera para verlo y no tardó nada en hacerlo, quedándose más sorprendida aún de lo que lo estaba al verlo envuelto. Me miró a los ojos, pasando a mirar de nuevo los pendientes y volviendo a mí.
I: Pero, ¿cuánto te ha costado esto?
J: No tanto para que pongas esa cara, jajajaja.
M: Me voy a poner celoso... -decía riendo.
I: Pues no es para menos con este pedazo de regalo.
J: Que no es para tanto, de verdad.
I: Y nosotros que no te regalamos nada para el tuyo... Qué cabeza.
J: Me hicisteis el mejor regalo que podía haber pedido al quedaros a mi lado en un momento así.
I: No digas eso, nene, que me vas a hacer llorar -dijo dándome un abrazo.
J: Espero que este regalo compense aquello y el mal rollo que ha habido últimamente.
I: No digas tonterías, porque no hay nada que compensar. Y lo del mal rollo ese, pues... Es que es normal que pasen esas cosas. Si fuéramos amigos más simples no tendríamos esos problemas, pero siendo así de cercanos...
M: Eso es verdad. Y tampoco hay que darle más importancia. Cosas así le pasa a todo el mundo.
J: Bueno. ¿Te han gustado?
I: Me han encantado. Esta noche me los pongo. Con esto y con lo que me ha regalado Mario... Voy a estar muy guapa.
J: ¿Qué le has regalado? -dije mirando a mi amigo.