Capítulo 569
Abrazándome con todo su cuerpo al agarrar mis caderas con sus piernas y mi cuello con sus brazos, fue como la follé rápido para que ella pudiera llegar de nuevo a su orgasmo, con su cuerpo temblando, pero yo estaba cerca y seguí un poco más, por eso apreté todo lo que pude, corriéndome dentro del condón soltando un chorro con cada fuerte embestida que le daba para clavársela todo lo que podía. El cuerpo de Valentina estaba muy engarrotado e incluso me arañaba la espalda con sus uñas, por eso la dejé sobre la cama, besándola un poco para ver si venía en sí. La tapé con una sábana y me quité la goma para tirarla y de paso ir al baño a echarme un poco de agua. Al volver, Valentina estaba muy mona, tapada hasta la barbilla y agarrando la sábana con sus manos, mirándome con una expresión sonriente. Al tumbarme se abrazó a mí murmurando. Iba a comentar lo ocurrido, pero ella cayó dormida en cuestión de un par de minutos tras estar ambos acariciando el cuerpo del otro.
Pese a lo hecho por la noche, el domingo nos despertamos con ganas de jugar. Lo hice yo primero, viendo cómo ambos estábamos abrazados. Estaba muy a gusto, pero la erección que tenía era muy grande también, por eso bajé mi mano hasta la zona para empezar a estimularme. Y una vez lo hice, pues fue inevitable acariciar a Valentina por hacerme encendido. Ella se despertó murmurando y estirándose, pero se abrazó con fuerza a mí para besar mi piel por la parte del pecho. Fue cuestión de segundos que nos pusiéramos más calientes de la cuenta, tanto como para empezar a masturbarnos el uno al otro mientras nos besábamos. Y de ahí pasamos a follar lentamente después de que cogiera uno de los condones que dejé en la mesita de noche. Me lo puso ella y se situó sobre mí para follarme ella a mí, tal y como empezó a hacerlo la noche anterior.
Esta vez sí que se animó a follarme con más brío e intensidad, encontrando de alguna manera la forma de hacerlo a buen ritmo sin que sonara la cama absolutamente nada. Teníamos nuestros cuerpos pegados y su culo subía y bajaba a buen ritmo. Lo hacía con unas ganas y una maestría que me tenían loco. Y sentir sus jadeos en mi oreja cuando no nos besábamos pues no hacía más que amplificar esa excitación que no paraba de crecer. Pero me encontraba con el problema de siempre, el condón. No era nuevo saber que me iba a resultar difícil acabar usando uno y ya veía que no lo iba a hacer, pero Valentina esa mañana estaba a mil y se incorporó brevemente para hacérmelo como a mí más me gustaba, permitiéndome ver sus tetas, aunque no hubiera mucha luz. Pero aquello me tenía extasiado y se las agarré, pero fue algo breve, porque así la cama empezaba a sonar.
Por eso, Valentina me retiró las manos de sus tetas y se puso de nuevo como estábamos antes de que se incorporara, pegando nuestros cuerpos para seguir follándome de esa manera, e incluso subiendo más el ritmo. Agarraba su culo y Valentina estaba con su cabeza hincada en la almohada, besándole yo el cuello, pero de pronto, puso su cara pegada a la mía, continuando con esos jadeos tan sensuales. Y de repente noté que me llegaba. Agarré el culo de Valentina con fuerza para estrujarlo con mis manos y empecé a vaciarme dentro de la goma, levantando mis caderas para hacer la penetración lo más profunda posible. Ella pareció algo desconcertada, pero se acabó corriendo también, pasando a hincar su cabeza en la almohada de nuevo. Su cuerpo empezó a vibrar y notaba como contraía su coño, dándome más placer aún en esas últimas punzadas por mi éxtasis.
Fue un orgasmo tan intenso y complaciente como inesperado. Ambos volvimos a quedar abrazados, tratando de recuperar la respiración y de relajarnos, con ella serenándose y con sus temblores diluyéndose. También tuvieron lugar los típicos mimitos post-polvo que se suelen dar entre dos personas que ya se empiezan a conocer más. Pero no eran tan intensos como los había tenido en otras ocasiones, y no solo con mi expareja, ya que también los había tenido con mis amigas en varias ocasiones. Le dije de levantarme, porque me apetecía salir a correr, porque llevaba una semana floja en lo que refiere a ejercicio fuera de la cama, pero ella se abrazó con fuerza a mí, negándome que pudiera hacerlo. Me dijo que ese día me lo tomaba libre y que me tenía que quedar con ella. Pero me agarraba de verdad, no en plan broma. Yo entre risas acepté y me acomodé para quedarme con ella un rato más, porque aún era temprano.
Lejos de estar como en otras situaciones en las que cuando me despertaba y pasaba un rato ya no podía estar en la cama por encontrarme hasta incómodo, en esta ocasión me encontraba bastante cómodo y a gusto con ella, estando así juntos en la cama durante bastante rato. Pero no íbamos a estar vagueando toda la mañana. Valentina era demasiado activa y no le gustaba que el tiempo pasara sin hacer nada, por eso se acabó levantando después de que nos diéramos algunos besos para hacer algo. Y se decidió rápido: preparar la maleta para cuando dijéramos de irnos después de comer. Así que yo también me puse a ello ya que ella empezó y subió la persiana para que entrara luz y poder ver bien, aunque antes fue al baño, regresando con un aspecto perfecto en el que casi ni se le notaba que llevaba poco despierta. Yo acabé rápidamente, en parte al meter todo no de manera tan perfecta como lo hacía ella, pero mi idea era lavar todo al volver y colocarlo. Y ella tenía esa misma idea, pero le gustaba siempre tenerlo todo ordenado.
Como acabé antes que ella, me quedé mirándola, encontrándola muy sexy con su pijama corto de verano que por momentos me permitían ver el inicio de sus nalgas cuando se encorvaba, además de un bastante generoso escote cuando hacía lo mismo, pero frente a mí. Me estaba empezando a calentar verla así, tan sexy, aunque ella no buscaba serlo, pero era algo que tenía de manera innata. Era muy guapa y estaba muy buena, ya lo he dicho varias veces, pero además de eso, sus gestos, sus caras pensativas y risueñas incitaban a ir hacia ella para buscar algo. Por eso, en una de esas que estaba guardando algo de espaldas a mí, fui hacia ella para abrazarla, levantando su cuerpo y poniendo mis manos en su torso. Valentina reía, aunque pasó a revolverse cuando subí mis manos hasta sus tetas, pasando a ponerse frente a mí, con una de sus sonrisas, para agarrarme las manos para que parara, cosa que consiguió después de darme un beso.
-Estás muy juguetón tú, ¿no?
-Joder, si es que estás para estar follándote todo el día.
-Hala...
-Es la verdad. Y cualquiera que no opine igual es tonto. O eso, o no le gustan las mujeres.
-Bueno...
-Joder, ¿ahora me vienes con inseguridades?
-No, no. Sabes que yo no tengo ningún complejo ni nada.
-¿Entonces?
-Pues que no todo el mundo opina como tú.
-Pues tonto es el que no lo haga.
-Ya.
-¿Quién no querría follar contigo?
-Bueno. A lo mejor te sorprenderías.
-Pfff, es que no me lo puedo creer. A ver, ¿cuánto llevabas sin hacer nada antes de que tú y yo nos conociéramos?
-Uff... Muchísimo.
-¿Un mes?
-Jajajaja.
-Joder... ¿Años?
-Nooooo, hombre. Tanto no.
-A ver, cuéntame -dije cogiéndola de la mano para sentarme en la cama y sentarla a ella en mi regazo.
-¿Pero para qué quieres saber eso? -preguntaba riendo ligeramente.
-Tengo curiosidad.
-La última vez que hice algo fue en la Navidad pasada.
-¿En serio? Joder... 6 meses sin follar...
-Eso es.
-¿Ni tocarte ni nada?
-Ya sabes que yo no hago eso, así que sí. Sin tocarme ni nada.
-¿Pero has pasado por algo malo para estar así, o...?
-Mmm, no. No especialmente.
-Yo en Navidad estaba...
-¿Cómo estabas? -preguntó, aunque ya sabía varios detalles.
-Bien jodido. Aún estaba en proceso de duelo y bueno...
-Vaya... -decía acariciándome el pecho.
-Pero bueno, espabilé. A palos, pero espabilé.
-Menos mal.
Valentina me abrazó, acariciando mi nuca y nos quedamos en silencio unos segundos, aunque ella siguió:
-Oye, parece que te he pillado el truco.
-¿Mmm? -murmuré distraído por estar en mis pensamientos.
-Antes. Te he hecho acabar. Yo solita sin que tú hicieras nada.
-Me lo dices como si estuvieras empezando en esto, jajajaja.
-A ver, en comparación contigo, pues un poco. Nunca me he cruzado con alguien como tú en ese aspecto. Además, no he echado mano a tu cuello, llevabas preservativo... -decía orgullosa.
-Pues sí. Lo has conseguido. Lo has hecho muy bien -dije besándole el cuello.
-Parece que no tan bien, porque sigues con ganas.
-Es que es imposible no estar así. Pero bueno, llevas razón. Lo has conseguido. Estoy muy orgulloso de ti -le dije de cachondeo.
-Serás... -reía ella siguiéndome la broma.
-Aunque algún regalo te tendré que hacer.
-Ah, ¿sí?
-Sí. Se me ocurren dos.
-Uy, cuenta.
-Es una sorpresa. Si te cuento lo que es, pierde la gracia.
-Ya, quería ver qué tenías en mente.
-A ver, así como pista, es para los dos en realidad. Aunque uno de ellos no sé si te hará gracia del todo. Mejor lo dejamos en uno.
-A ver, puedes hacer lo que quieras. Un regalo es un regalo. Tampoco quiero que te dejes un dinero.
-No. No te preguntes por eso. Es un detalle. O dos. No sé. Ya veré lo que hago.
-Bueno -reía divertida-, a ver con qué me sorprendes.
-Jajajaja. Ya veremos.
Al poco, Valentina acabó de preparar su maleta, aunque dejamos algo de ropa fuera para ese día, porque teníamos pensado bajar a la playa un rato para darnos el último baño antes de irnos para volver a nuestras rutinas. Pero antes de eso, desayunamos una vez nos vestimos. Los demás aparecieron al oírnos prepararnos el desayuno, espabilándose para bajarse con nosotros y estar un rato allí. Tampoco estuvimos mucho rato, si acaso un par de horas, pero dio de sí para que pudiéramos estar y tranquilos en una zona más tranquila, aunque no lo estaba tanto por ser domingo. Si estaba así la zona más apartada, no quería imaginar cómo estaba la que solíamos frecuentar. También nos bañamos, siguiendo yo juguetón y buscando a Valentina, pero ella no me dejaba del todo y me ponía hasta caras de regañina para que parara, aunque mis amigos se daban cuenta igual, con Sofía muy sonriente, estándolo Mario también e incluso Irene, aunque ella lo hacía con una media sonrisa.
Pero bien pasadas las 12, nos subimos al apartamento para ir duchándonos todos para ir a un restaurante y comer allí para despedirnos. Esta vez, Valentina se encabezonó en invitarnos ella y se acabó saliendo con la suya al hablar con el encargado del restaurante. Tampoco es que nos enfadáramos, pero no veíamos necesario que se dejara tanto dinero. Pero ella lo quiso así y así fue. Disfrutamos de una comida muy buena, pues el restaurante era de calidad. Esta vez estábamos todos más animados, hasta Irene, que parecía empezar a relajarse, aunque me evitaba la mirada. Fue inevitable volver a mirar atrás en el tiempo, encontrándome en una situación similar. Último día en un restaurante para despedirnos de las vacaciones y hasta había similitud en haber un poco de mal rollo, aunque fueran situaciones diferentes. Por eso quería que la cosa cambiara, y para eso tenía que hablar con Irene. Así que cuando acabamos y fuimos a por un helado para tomarlo en el apartamento y ya salir, la agarré de la mano antes de que entráramos, haciéndole yo un gesto a los demás para que nos dejarán solos.
-Irene, no quiero que la cosa se quede así entre nosotros. Que sé que vamos a volver a estar bien, como siempre. Pero no quiero irme con este mal sabor de boca. Y como vais a estar aquí otra semana, pues no vamos a poder hablarlo en persona hasta que volváis.
-Ya hemos hablado todo lo que teníamos que hablar.
-Sí. Pero quiero arreglarlo. Al menos que no estés tan así conmigo. Que podamos hablar estos días si nos apetece.
-Javi, es que lo has hecho muy mal.
-Lo sé. Soy un idiota, pero es que ya me conoces. ¿Cuántas tonterías habré hecho desde que nos conocemos?
-Unas cuantas...
-Exactamente. Soy así. Me meto en líos yo solo y no sé cómo comportarme en algunas situaciones. Igual que tú eres una cachonda y estás todo el día pensando en... Que pareces un tío, jajaja. Aunque eso no es malo -decía mientras veía como mi amiga intentaba reprimir una sonrisa socarrona al mirar al cielo...
-Ya.
-En realidad... Casi me la lías con las preguntitas el otro día. Y eso que prometiste que no la liarías. Pues ya has visto lo que tardaste en empezar, jajaja.
-Anda, cállate -dijo dándome un abrazo.
-Irene, no quería hacerte el daño que te he hecho estos días.
-Lo sé. Pero lo has hecho -decía sin soltar si abrazo que yo correspondía-. Javi, te quiero un montón, pero con estas cosas haces méritos para que te mande a la mierda.
-Ya sabes por qué no conté nada.
-Ya, pero eran cosas que debíamos saber. No íbamos a pensar nada de lo que nos has dicho. Si lo hubieras contado tal cual lo has hecho esta vez, no hubiéramos pensado nada de lo que tenías miedo.
-¿No piensas mal de Elena?
-Eso no importa.
-Quiero saberlo.
-Es que no lo he pensado aún en realidad. Estaba enfadada contigo y eso era lo que ocupaba mi mente.
-Vale.
-¿Tú qué piensas?
-Uff... Muchas cosas.
-Va, cuéntamelo.
-Esto es algo que tenemos que hablar con calma.
-Vale. Y otra cosa -dijo despegándose de mí.
-Dime.
-Lo de que no vamos a poder jugar... ¿Es verdad?
-Ah... Jajaja. Pues sí. Va en serio. Le he prometido a Valentina que no me vería con ninguna chica más. Y esta vez va en serio.
-Bueno, eso solo significa una cosa...
-No. No corras tanto.
-Se os nota mucha complicidad. Pero no le quieres poner un nombre. Tú y tus tonterías.
-Sí. Ya me conoces.
-Ay, de verdad...
-Anoche se cortó un poco.
-¿Por?
-Cuando os oyó follar a los tres. De hecho, tuve que decirle que Sofía y tú sois bisexuales.
-Ah, ¿y qué dijo?
-Nada. Estaba un poco incrédula.
-Quizá no hacía falta que se lo dijeras.
-Vaya, ahora sí me tengo que callar, jajajaja. Joder, tía, os ponéis a follar ahí los tres con mucho ruido y se notaba que erais dos chicas. ¿Qué le digo?
-No, si es normal. Lo que pasa es que si volvemos a coincidir no voy a poder ir con ella al baño, o para probarse ropa o algo así. Se va a cortar al saber que me gustan también las chicas.
-Ah, pues seguro.
-Bueno, tampoco es que fuera a pasar nada. Si eso se ve.
-Sí. Eso es muy seguro. No te hagas la más mínima ilusión, porque ella no va a hacer nada con nadie que no sea yo. Le comenté algo medio de coña y uff... Nada.
-Lástima, porque tiene un polvazo...
-¿Uno nada más? -dije pasándole el brazo por sus hombros para entrar al apartamento.