Capítulo 581
Ya me hacía una idea de lo que venía después de eso y estaba preparado para lo que pudiera salir por su boca, pero, aun así, esas palabras son siempre difíciles de digerir. Por eso me estremecí un poco al leerlas en aquel mensaje que me envió. Y que no dijera nada más y lo hiciera de manera tan seria, pues me ponía en antecedentes de que iba a ser algo difícil, aunque como digo, esas palabras siempre lo son y siempre desembocan en situaciones complejas. Pero no podía dejarla en visto sin contestarle.
-¿Estás bien?
-No tanto como me gustaría.
-No me asustes, Valentina. ¿Qué pasa?
-¿Te puedes pasar por casa para vernos y hablar tranquilamente?
-Claro, pero dime que estás bien.
-Sí, estoy bien. No te preocupes.
-Vale. En 5 minutos estoy ahí.
Salí y me monté en el coche para ir hasta su casa. No se me ocurría nada mejor para responderle y así lo hice. Parecía que estaba afectada por la respuesta que me dio de primeras y eso me llegó un preocupar un poco, por eso fui rápidamente, aunque tuve que aparcar algo retirado, pero fui a paso ligero hasta su casa, llamando a su porterillo sin ni siquiera pararme a pensar en hacerlo por mensaje. Ella me abrió enseguida y subí en ascensor, como había hecho cada vez que había ido. Al llegar a su puerta, la encontré un poco abierta y entré estando ella ya de espaldas en camino hasta el salón. Yo me limité a seguirla y cuando llegamos, ella se sentó en su sofá, dejando caer su cabeza hacia atrás y cerrando los ojos. Estábamos iluminados solamente por la luz tenue de una pequeña lámpara en la que parecía tener su rincón de lectura. Me senté a su lado y puse una de mis manos sobre una de las suyas.
-Valentina, ¿qué pasa?
Valentina no llegó a responder, abriendo sus ojos y girando su cabeza para mirarme con una pequeña sonrisa, aunque su gesto estaba lejos de expresar alegría, porque era más tristeza que otra cosa lo que me transmitía.
-Javi -dijo acariciando una de mis manos-, ¿me podrás perdonar?
-¿Perdonar? ¿El qué?
-Todas mis mentiras... -dijo después de unos segundos.
-Bueno, tranquila. No va a pasar nada, no te preocupes.
-Es que... Tenía miedo -dijo con su voz ida.
-No, no llores. No pasa nada. ¿Ves? Estoy aquí contigo y no estoy enfadado ni nada.
-Porque no sabes nada aún.
-Pero sé que es algo malo y no estoy enfadado. ¿Ves?
-Gracias por intentar que todo vaya bien -dijo con sus lágrimas a punto de desbordarse desde sus ojos.
-No quiero verte mal.
-No puedo evitarlo. Son muchas cosas las que me han pasado estos meses.
-¿A qué te refieres?
-Javi, estoy casada.
-Ah...
Tras decir eso, Valentina puso una de sus manos sobre su cara para tapársela. No sé si por disgusto, por vergüenza o qué. Yo por mi parte afirmé una de las sospechas que me rondaba la mente. Y pese a haber pensado en ello y haberme hecho casi a la idea, su manera de decirlo, tan de sopetón, me pilló desprevenido y sí que fue como un golpe, pero no quería que ella se pusiera mal por ello, porque la veía bastante regular y eso me ponía triste.
-¿Y...? ¿Por qué has dejado que me acerque a ti?
Valentina se tapó en esta ocasión la cara con sus dos manos y empezó a llorar. Era muy chocante verla así con lo que ella era. Nada tenía que ver con la mujer tan segura que vi esos primeros días en la cafetería y que tenía el carácter que tanto chocaba con el mío. De nuevo, se me empezó a poner mal cuerpo y no supe hacer otra cosa más que abrazarla, haciéndolo ella también conmigo, aunque con más fuerza, dejando caer su cara en mi hombro para llorar ahí. Fueron minutos en los que estábamos los dos así y también le dije cosas para tranquilizarla, pero a ella le costaba. Poco a poco fue serenando su llanto, pasando a echarse sobre mi pecho, abrazándome por la cintura al ponernos más cómodos en el sofá. Yo le daba besos en la cabeza y le apartaba el pelo de la cara para que no le molestara y por fin se animó a continuar hablando.
-Te he mentido. Estoy casada. Tengo marido -repitió.
-No hace falta que lo repitas.
-Te he mentido en algo muy importante y yo... Me siento muy mal.
-Tranquila... -dije de nuevo al ver que le iba a volver su llanto.
-Lo siento. No debí... Te lo tenía que haber contado cuando nos conocimos.
-Bueno, ya está... No pasa nada. Respira hondo. ¿Te traigo agua?
-Sí, por favor.
Fui a la cocina a por agua para que bebiera un poco y pasara ese nudo que tenía en la garganta pensando en que al final era verdad. Y la verdad es que no me llegó a molestar en realidad tanto como esperaba en un principio, aunque creo que es por cómo se puso ella de mal, preocupándome más eso que otra cosa en ese momento. Al volver, vi a Valentina con la mirada un poco perdida y con una expresión que nunca había visto en ella. Al sentarme le di el agua y un beso en la frente, bebiendo ella después.
-¿Quieres hablar de ello? ¿Te ves con fuerzas?
Valentina me miró con esa expresión de vulnerabilidad de nuevo, con sus cejas caídas, pasando a asentir.
-¿Qué ha pasado?
-Ha pasado que él me ha engañado.
-¿Te ha engañado?
-Sí.
-Por eso él no está aquí y no hay ni rastro de él, ¿no?
-No.
-¿Entonces?
-A ver... Todo empezó en otoño del año pasado. Él y yo llevábamos años trabajando juntos. De hecho, la empresa la fundamos los dos. ¿Recuerdas lo que te conté de aquel chico que conocí en la universidad? ¿Aquel con el que estudiaba y con el que acabé teniendo una relación?
-Sí, claro que me acuerdo.
-Pues es él. Estudiamos lo mismo prácticamente y cuando acabamos nos vinimos y montamos mi empresa, aunque él se empeñó que solo estuviera a mi nombre.
-Vale.
-Y todo iba de maravilla. Bueno, con el paso de los años, pues lo normal en todos los matrimonios, ¿no? Pero siempre hemos estado bien y todo iba muy bien. Yo no tenía ninguna queja, pero se ve que él sí.
-¿Qué pasó?
-En otoño del año pasado le surgió una oferta para trabajar en otra empresa. Y no se lo pensó, aceptando esa oferta para irse a trabajar allí.
-¿Pero no estaba contigo en la tuya?
-Así es. Pero un socio le hizo esa oferta y creyó oportuno irse. Yo estaba muy confusa con el tema, porque todo iba muy bien y estábamos muy cómodos en nuestros puestos. La llevábamos entre los dos. Me contó que tenía que irse a Londres para trabajar allí. Yo no entendía nada y él me contó que estaba aburrido de llevar aquí tantos años y que pensaba que eso le iría bien para volver con fuerzas después de un tiempo.
-¿Y qué pasó?
-Pasó lo que tenía que pasar cuando le asignaron una secretaria veinteañera, rubia y operada.
-¿En serio?
-Sí. Al principio me hablaba de ella. En varias conversaciones me contaba lo bien que hacía su trabajo y lo aplicada que era, sobre todo con el idioma. Poco a poco me dejó de hablar de ella, aunque yo sabía que seguía trabajando con él.
-¿Y por qué dejó de hablarte de ella?
-¿No se te ocurre por qué?
-Pues no.
-Porque empezaron una relación en secreto y dejó de hablar de ella para que yo no sospechara nada.
-¿Pero los viste...?
-No. No vi nada, pero tenía mis sospechas.
-¿Qué sospechas?
-Que dejara de venir por aquí con el tiempo, que nuestro contacto fuera cada vez menor, que no viniera con ganas de sexo las pocas veces que venía...
-Pero a ver, ¿cómo ha sido?
-Los primeros meses que se fue, venía mucho. Casi cada semana. Teníamos nuestra vida normal, la de cualquier pareja que lleva casada 15 años. Pero en Navidad tuvimos nuestro último encuentro sexual. Estuvo unos días aquí, pero se volvió rápido. Y desde entonces, venía muy poco. Una vez por mes si acaso. Me decía que se dejaba mucho dinero en viajes y que también perdía mucho tiempo en ellos, achacando también a que no podía estar presente si había alguna urgencia. Yo de primeras me lo tomé normal, porque confiaba en él, pero con sus ausencias, faltas de llamadas, mensajes, detalles que siempre había tenido... También la falta de sexo, porque hemos sido bastante activos... Fui atando cabos.
-¿Y cómo te enteraste de que estaba con ella?
-Contraté a un profesional en el tema. En un par de semanas me consiguió fotos de ellos dos cenando juntos, paseando de la mano por Londres, viviendo en la misma casa... Hasta se las ingenió para entrar en sus redes sociales. Me comentó que fue difícil, porque solo aceptaba a gente muy cercana a ella, pero lo consiguió y tenía varias fotos con él. Vi una en especial del día de los enamorados en la que salían muy acaramelados y besándose. En fin... Y yo ese día recibí unas tristes flores y una tarjeta con un mensaje que parecía más genérico que hecho por él, porque en esos días tenía detalles conmigo muy buenos y no tenía nada que ver. Ese día era muy importante para nosotros. Bueno, como para cualquier pareja de enamorados, ¿no? Pero también era mi santo y se lo tomaba en serio. Me tenía muy consentida.
-Joder...
-Ni siquiera vino por mi cumpleaños. Ni una llamada. ¿Te lo puedes creer? Solo me mandó un mensaje para felicitarme y decirme que estaba muy ocupado cerrando un trato muy importante, pero que sacaría tiempo para llamarme, aunque finalmente no lo hizo. No sabes cómo me sentí...
-No hace falta que me lo digas -dije agarrando su mano para entrelazar nuestros dedos.
-Y ya llegó un punto en el que no pude más. Me cansé de todos esos desplantes y decidí disfrutar yo también. Tenía mi derecho, ¿no? ¿Por qué él podía hacer eso y yo no?
-Entiendo.
-Por eso me viste esa noche allí vestida de esa manera tan provocativa. No estaba con nadie del trabajo, ni nadie se puso mala ni nadie me dejó allí sola ni nada. Solo quería salir para hacer lo que él estaba haciendo.
-¿Y por qué tenías esa expresión de preocupación?
-Porque no quería que se me acercara ningún indeseable. Por eso echaba a todos los que se me acercaban.
-¿Y yo?
-Ya te lo dije. A ti te conocía de vista de la cafetería y parecías un buen chico. Vi que hablabas con Daniela y eso y creí que contigo no habría problema. Además, me pareciste atractivo.
-Ajá.
-Luego ya aquí me entraron cargos de conciencia. Sabía de sobra que lo que había hecho estaba muy mal. Y así me sentía, mal. No sabía cómo él podía haber estado haciendo eso durante tantos meses.
-¿Y por qué decidiste seguirte viendo conmigo?
-Porque a la vez que me sentía mal, pasé una muy buena noche contigo. Bueno, sin contar lo de mi enfado por lo de la foto. Perdona por eso, pero es que estaba muy nerviosa.
-No importa. Pasado está.
-Esa noche fue muy especial, porque hacía bastante que no sentía esas cosas en la cama. Como te he dicho, mi último encuentro sexual antes de conocerte esa noche fue en Navidad.
-¿Nada de nada?
-Nada. Ya lo sabes. De hecho, esos últimos meses con él ese tema sí que había empeorado un poco. Ya no era como en los primeros años en los que empezamos a salir. Pero bueno, yo estaba muy contenta igualmente. Pero cuando te conocí a ti y experimentar todo eso... Aún me temblaba un poco el cuerpo al día siguiente. Lo sentía como haber perdido de nuevo la virginidad.
-Joder, Valentina...
-Es verdad. No recuerdo la última vez que he llegado al orgasmo con mis piernas temblando de esa manera. Y tú como si nada, fresco para seguir.
-Fue una noche muy divertida.
-Ya -decía algo más animada-. Con el pasar de los días, dejé de sentirme mal y la verdad es que me apetecía seguir viéndote. Probar eso de nuevo hizo que mi cuerpo me pidiera movimiento.
-Es normal.
-Pero me pedía demasiado. Te tengo que confesar que sí que me tocaba aquí en casa pensando en nuestros encuentros.
-Jajajaja. Bueno, es normal también. Lo que pasa es que quieres dar una imagen. No pasa nada. No me molesta que me hayas dicho que no lo hacías cuando sí que lo hacías.
-Y todo seguía igual con él en esas primeras semanas que tú y yo nos veíamos. Lo que pasa es que seguía enfadada con él y pagaba contigo parte de esos enfados para desahogarme. Espero que me lo puedas perdonar.
-No te tengo que perdonar nada, porque cuando te has enfadado conmigo ha sido con razón.
-Pero lo hacía de por más.
-Da igual.
-Pero poco a poco me paraba a pensar menos en eso y cada vez me gustaban más nuestros encuentros. Todo iba bien hasta el día de la puñetera boda.
-Ya...
-No porque vinieras tú. Créeme que no, si me encantó verte tan guapo.
-¿Entonces?
-¿Recuerdas que te dije que el socio con el que iba a ir en representación de la empresa me estaba mareando para ir conmigo o no?
-Sí.
-Pues era él. Me dijo que quería ir a la boda, pero algunas veces me dijo que tenía mucho lío.
-Ya veo.
-Créeme que en otras circunstancias, me hubiera encantado que hubieras venido conmigo.
-Y a mí me hubiera encantado ir contigo. Bueno, si era mi intención, jajaja.
-Ya. Perdona -dijo dándome un abrazo.
-¿Y vino al final?
-Sí. Vino sin avisar casi. Y claro, viniste tú también y él sacando el coche de la cochera. Me puse muy nerviosa en ese momento. Pensaba que me moría si me pillaba. Por eso me puse así y reaccioné de esa manera. De verdad que siento todo lo que te dije.
-Da igual, Valentina. No pienses en eso.
-El muy... Vino sin avisar y casi que no reparó mucho en mí. Me dio dos besos y hablamos un poco de algunas cosas. Luego fuimos a la boda y yo tonta de mí que pensaba que había venido por mí, resultó que se pasó toda la boda hablando con un socio que teníamos en común para llevárselo con él a Londres. Aunque me extrañó que viniera solo por acompañarme, pero llegué a pensar que lo hizo por mí. Qué estúpida...
-No creo que la estúpida seas tú.
-Ya. También me quería disculpar por otra cosa muy importante.
-¿El qué?
-Por haberme puesto celosa al ver a esa chica salir al día siguiente de tu casa. Mi marido ya se había ido. Cogió un vuelo muy temprano para volver a Londres y quería ir a verte, porque era consciente de que me había pasado bastante en mi manera de hablarte.
-Eso ya está más que hablado.
-No. No todo. Porque la noche del sábado... Me acosté con mi marido -dijo quedándose sería, aunque su cara se transformaba en una que empezaba a expresar tristeza, poniéndose sus ojos vidriosos.
-No. No llores otra vez. No merece la pena.
-Me siento mal por ti, por echarte la bronca con cosas que luego hago yo.
-No pasa nada, Valentina. Ya sabes lo que yo pienso de ese tema.
-Fue una estupidez muy grande. En la boda él bebió un poco de más. Yo también bebí al juntarme con mis chicas, pero no mucho. Al llegar a casa mi marido y yo nos metimos en la cama y se puso a abrazarme y a meterme mano. Yo no entendía nada, porque sabía que tenía lo suyo con esa chica, pero acabó pasando. No sé por qué lo hice, pero me dejé llevar. Soy estúpida.
-Ya está. No digas más eso.
-Pero es que lo soy. Te digo que no me gusta que te acuestes con otras y voy yo y hago justo eso... Me doy as...
-No digas eso.
-Lo siento, de verdad. No sé por qué lo hice. Y encima sin protección. Pero no te preocupes. El lunes me hice un análisis de urgencia y todo estaba bien. Me mandaron los resultados por correo y ya los vi antes de llegar a la playa.
-Vale, está bien.
-Por eso fui a la playa contigo. Me sentía mal por lo que había pasado con mi marido y necesitaba estar contigo. No te merecías que hiciera eso. También tengo que reconocer que me entró miedo.
-¿Miedo? ¿De qué?
-Cuando vi a esa chica salir de tu casa... Sí. Fueron celos. Pero también miedo.
-Los celos los entiendo con todo lo que te ha pasado. Sobre todo, si me has cogido algo de cariño. ¿Pero miedo?
-Tenía miedo de que te aburrieras de mí.
-Pero...
-Vi salir a esa chica tan guapa y despampanante y me entró miedo de que te aburrieras de mí. Pienso que puedes tener a la chica que quieras por tu manera de ser y por lo que te cuidas. Por eso me decidí a ir contigo también, para que no me olvidaras y encontraras algo mejor. También pensé que lo estaba haciendo mal al ser tan mmm... ¿Mojigata? Pensaba que te aburrirías de mí rápido al negarte tantas cosas en la cama. Por eso estuve más... Activa podemos decir.
-Pues qué tontería.
-¿Mmm?
-No me voy a cansar de ti. Me resultas muy interesante. Si te lo he dicho muchas veces. Y también te he dicho que me lo paso muy bien contigo. ¿Por qué piensas eso?
-No sé... Supongo que es la explicación que encontré para que mi marido me hiciera eso. Pensaba que se había aburrido de mí y que por eso se buscó a otra. No quería que me pasara otra vez.
-Ya te digo que no va a pasar eso.
-Otra mentira es todo eso que te conté de que me harían la vida imposible mis socios si me veían con alguien y demás. En realidad, tenía miedo de que algún conocido me viera contigo y que se lo contara a mi marido.
-¿Y qué te iba a decir él? Si está haciendo lo mismo.
-Ya, pero no sé... Tenía ese miedo. Era algo que me obsesionaba mucho. Por eso tomaba tantas precauciones, aunque a veces se me iba la cabeza, ya sabes... Es que era perfecto, porque vives en una calle muy tranquila en la que apenas pasa nadie para ser tan céntrica, luego lo de irnos a tu ciudad, que no supe disfrutar bien por mi cabezonería...
-No, yo también tuve que ver ahí y llevabas razón.
-Pero no para ponerme así tampoco. Y ya en la playa, pues mejor aún. Encima tenías el detalle de estar muy pendiente de mí para que no me faltara nada, sobre todo con eso de irnos a zonas más tranquilas.
-Solo quería que estuvieras cómoda.
-Y lo he estado. Han sido unas vacaciones perfectas. Bueno, excepto por mi metedura de pata al contarle a Irene cosas que me debería haber callado.
-Da igual, si ya está todo mejor.
-Otra cosa... La chica con la que tuviste ese encontronazo al salir del ascensor es mi sobrina Julia. Me puse muy nerviosa, porque fue ella la que me llamó cuando salí a contestar. Por eso te metí prisa para que te fueras. Y la habitación hecha un desastre... En fin. Al menos no se dio cuenta al subir con la herida. Estaba un poco molesta y se la curé. Después de eso, nos fuimos, porque yo también tenía que ir a la oficina.
-Ya veo. Bueno, pues fue sin querer.
-Ya. Eso me dijo que le dijiste. Y bueno, eso me has contado esta mañana.
-¿Y no has hablado nada del tema con tu marido? -dije para redirigir la conversación.
-No.
-¿Nada?
-Nada.
-¿Por qué?
-Por miedo. Miedo a quedarme sola. Aunque pensándolo bien, llevo sola desde Navidad, así que...
-¿Y él tampoco te ha dicho nada?
-No. No sé por qué. No entiendo por qué tiene eso con esa chica y no me presenta el divorcio.
-Me hago una idea de porqué puede ser.
-¿Qué piensas?
-Puede sonar cruel, pero creo que si no ha roto contigo es porque quiere tener algo seguro. Tal vez piense que esto es solo una etapa que tiene fin y pasado un tiempo vuelve aquí y quiere estar de nuevo contigo. O a lo mejor tiene miedo de que sea ella la que se aburra y así te tiene para no estar solo.
-¿Eso crees?
-No se me ocurre otra cosa por lo que no diga o haga nada.
-Puede ser.
Nos quedamos unos momentos en silencio, ambos abrazados, con ella echada de nuevo sobre mi hombro y acariciando mi pecho, haciendo yo lo propio con su espalda y dándole algún beso en la cabeza, porque seguía tristona.
-¿Me perdonas todas estas mentiras? Aunque entiendo que no lo hagas y no quieras saber nada más de mí. Son cosas muy importantes las que te he ocultado. No tiene nada que ver con lo que tú has hecho con tus amigos.
-No tengo nada que perdonar.
-¿Por qué?
-Porque no me has hecho ningún daño. Para mí sigues siendo la Valentina que conocí en su día. Vale, son detalles muy importantes, porque a mí no me gusta meterme en una relación, pero ha sido tu decisión que sea así. ¿Me ves enfadado o algo por el estilo?
-No.
-Pues ya está. ¿Qué deberías hacerlo hecho de otra manera? Puede. Tal vez me lo deberías haber contado desde el principio o deberías haber hablado con tu marido a tiempo o terminar la relación con él si tan acabada la ves, pero eso es algo que tienes que decidir tú. Poca voz tengo yo ahí.
-Entonces, ¿no quieres dejar de verme?
-No. Me gustas y me encanta pasar tiempo contigo. Ya te lo he dicho muchas veces.
Valentina volvió a echar su cabeza en mi hombro para empezar a acariciarme el pecho, quedándonos así unos breves minutos en silencio, aunque la levantó rápidamente para mirarme a los ojos para decir:
-Javi, te quiero.
Después de decir eso, me dio un beso muy tierno con sus labios húmedos, aunque sin meter la lengua en mi boca. También puso su mano en mi cara y yo me dejé llevar para devolverle el beso, a la vez que ponía mi mano en su cadera. A los pocos segundos se retiró de mí para volver a mirarme a los ojos como si esperara algo y no me demoré en contestarle.
-Yo también te quiero, Valentina.