Capítulo 588
Tras la cena, tuvimos nuestro momento de reposo, tomándonos un helado de chocolate de los que a Valentina más le gustaban, aunque se seguía quejando de que desde que nos veíamos, no paraba de llevarle chocolate. Yo me escudaba en que sabía lo que le gustaba y quería darle ese capricho, dándome ella las gracias igualmente porque reconocía que era lo que más le gustaba. La conversación acabó cuando le dije que no se preocupara, que en un rato íbamos a quemar bien esos helados y la cena que acabábamos tomar. Ella reía, aunque pasó a morderse el labio, dándome un beso. Efectivamente, cuando nos acabamos el helado, la llevé en brazos hasta la habitación, donde tuvimos una buena sesión de sexo en el que quizá estuvimos más tiempo del que deberíamos haber estado por tener que madrugar al día siguiente, pero echamos unos buenos polvos, siendo el último más lento, yendo después a la ducha, por turnos a su petición para no empezar allí de nuevo, volviendo luego a la cama para dormir juntos como empezamos a hacer desde principios de semana.
Ella cayó dormida enseguida, pero yo tardé un poco más al quedarme pensando en la conversación que habíamos tenido en la cena. Tenía unos evidentes nervios por lo que se iba a venir en pocas horas. Era una situación en la que jamás imaginaba que alguna vez pudiera estar, pero iba a pasar: iba a ir a Londres con mi pareja, que estaba casada para que ella hablara con él y plantarle el divorcio para poder estar más tranquilos. En realidad, mezclaba nerviosismo con alegría, porque veía que todo iba sobre ruedas y que la cosa iba dando firmes pasos para tener cada vez menos barreras entre nosotros. Pensaba que una vez hecho aquello, Valentina se abriría más a soltarse el pelo por así decirlo para hacer otras cosas, como las que en su día le dije que quería hacer, como dar un paseo, o simplemente tomarnos algo en la terraza de un bar. Aunque la cosa había avanzado más de lo que pensaba al conocer ella a mis amigos y también a mi familia, aunque no fuera tan normal el momento con esa última parte.
Pero lo que más me marcó de la conversación fueron las palabras que me dedicó diciéndome que me consideraba alguien muy especial para ella, exponiéndome detalles que nadie más había visto en ella. O no mucha gente, más bien dicho, porque imaginaba que su marido había tenido que ver todo eso también. Y además de esas palabras, fue la forma que tuvo de decirlas. La veía contenta a rabiar. Valentina era una mujer que expresaba bastante sus emociones. Podías notar perfectamente su estado de ánimo al mirarla por muy sería y firme que fuera. Y esta vez estaba radiante con una sonrisa enorme en su cara. Y la veía ilusionada de nuevo. Parecía que tenía muchas ganas de seguir conociéndonos, aunque ya lo hacíamos bastante, pero a raíz de todo lo pasado, especialmente en esas últimas semanas, ella se abría mucho más, pasando a contar cosas profundas de sí misma.
El viernes despertamos como cada día que dormíamos juntos. Siempre estábamos en contacto, ya fuera con ella dejada echar sobre mi hombro y su mano sobre mi pecho o abrazados, de frente o haciendo la cucharita. Aquella mañana no fue menos en comparación con las demás al levantarnos cariñosos, con ella dándome varios besos pequeños sobre la cara en cuanto notaba mi erección. Ese era otro detalle con el que estaba encantado, lo cariñosa que se había puesto desde que la cosa se empezó a estrechar más entre nosotros. Era todo un descubrimiento para mí al contrastar tanto con esa mujer que veía en la cafetería con sus compañeras de trabajo. Parecían dos personas diferentes. Íbamos bien de tiempo, por lo que empezamos muy tranquilamente con varios tocamientos, algo fácil al estar yo en calzoncillos y ella en braguitas y con una de mis camisetas de manga corta solamente.
Aunque no tardamos en desnudarnos para ir más allá con ella poniéndose sobre mí con una pierna a cada lado. Yo manoseaba su cuerpo, en especial su culo, aunque me encantaba agarrar sus pechos colgantes desde su cuerpo por la postura. Valentina lanzaba pequeñas risas, sobre todo cuando le pellizcaba sus pezones. Aquello me animaba a jugar más, dándole algún que otro azote que ella recibía con grititos y murmullos sensuales. Pero nos teníamos muchas ganas, por eso Valentina se introdujo mi polla dentro de ella, aunque no de manera tan tosca como solía hacer. Estábamos en esa etapa de ir más despacio, aunque también teníamos nuestros momentos de darnos marcha más dura. Valentina sabía cómo calentarme con algunas palabras para provocar, sus susurros, sus caricias, su lengua pasando por mis labios con suavidad, sus besos, sus miradas...
Todo eso me tenía muy revolucionado, por eso después de unos 5 minutos estando ella cabalgándome de manera lenta, como a mí más me gustaba, agarré su cuerpo para tumbarla y follarla en un misionero en el que el ritmo no era lento precisamente, aunque tampoco era el mayor que podía alcanzar. Valentina estaba encantada aun así de cómo se lo hacía, por lo que no había problema. Gemía bajito, cosa que no entendía, porque ya había desfogado bastante en esa misma cama las primeras veces que nos vimos, pero ahora se había vuelto más modosita. Estaba deseando que llegara el fin de semana para que sacara la fiera que tenía dentro y gritara como hacía en esos días, o puede que más. Traté de hacer que se pusiera tan caliente que llegara a ponerse de aquella manera al ponerla a cuatro para reventarla como a ella más le gustaba para que se corriera en condiciones, pero ni con esas.
Ella era lista y parecía saber lo que yo buscaba, por eso hundía su cara en la almohada, gritando algo más fuerte, pero siendo amortiguado. Aun así, se entregó por completo al no poner resistencia alguna a la follada que le estaba dando, colaborando incluso al empujar con su culo. Así fue cuestión de segundos que ambos llegáramos a nuestros orgasmos, alcanzándolo primero ella, derrumbándose sobre la cama con sus temblores, levantando la cara de la almohada para ponerla de lado y respirar muy aceleradamente. Hasta llegaba a retorcerse. Yo estaba muy cerca, por lo que probé a seguir un poco más, intentando metérsela, pero ella se retorcía y hacía sonidos extraños, así que no lo terminé de hacer, entendiendo que necesitaba descanso. Por eso acabé sobre su culo después de unas cuantas sacudidas con la mano. Bueno, aquello salió con mucha presión y le llegó a la espalda e incluso al pelo.
Ahora era yo el que se quedó sobre la cama, boca arriba, a su lado y respirando entrecortadamente para recuperarme. Pero rápidamente me incorporé para limpiar a Valentina con papel, aunque luego se marchara a la ducha. Yo no la acompañé esa vez al tener pensado ir al gimnasio y demás. También le dije entre risas que quería tener su olor pegado un buen rato, marchándose ella al baño y cambiando yo las sábanas, volviendo esos nervios que me entraron antes de dormir. No todos los días se viaja a otro país y se pasaba por una situación tan... En fin, tras hacer la cama y pasar por el otro baño, fue a preparar algo de desayuno, haciéndolo los dos, con Valentina diciéndome que nos veríamos para la hora de comer, haciéndolo allí mismo. Nos marchamos a la vez, aunque nos despedimos en casa con un buen beso, yendo ella calle abajo para desembocar en una de las más concurridas de la ciudad y pillar un taxi que la llevara a su casa. Yo por mi parte fui hacia arriba, empezando a trotar para coger ritmo e ir corriendo al gimnasio y pasar allí un rato.
Nos juntamos para el almuerzo habiendo echado ya nuestras horas de trabajo, con todo bien como nos contamos el uno al otro, sin llegar a comentar nada de lo que tendría lugar al día siguiente. Sería algo que haríamos por la noche, cuando fui a su casa después de trabajar, aunque tuve que pasar por casa para coger la ropa que dejé preparada en una pequeña maleta para el día siguiente, pues iba a dormir con Valentina en su casa y desde allí saldríamos hasta el aeropuerto para irnos bien temprano. Hasta me ayudó a escoger ropa para el momento una vez estuviéramos en Londres. La maleta en realidad no era para llevarla, pues según me contó, íbamos a ir, iban a hablar y nos volvíamos enseguida. No íbamos a llevar absolutamente nada. La maleta era para el plan que ella mencionó que tenía en mente, porque íbamos a estar fuera de casa ambos días y necesitaríamos ropa. De hecho, una vez terminamos de elegir lo que me iba a poner para el viaje, me pidió que saliera para ser ella la que preparara mi maleta, pidiéndome que no hiciera trampa al mirar lo que había dentro.
Una vez ella llenó mi maleta le pregunté cuánto costaba el viaje, a lo que ella dijo que nada. Dudaba bastante que fuera así, especialmente cuando la vuelta iba a ser una transacción hecha al momento, siendo bastante más caro por el poco tiempo con el que se adquieren los billetes de última hora. Valentina insistió en que no había problema por eso, importándole más el detalle que iba a tener yo al acompañarla que algo tan insignificante como el dinero que pudiera costar el viaje. Yo no quedé muy conforme, porque no quería ir de gorra, aunque ella me tranquilizó con buenas palabras, caricias y besos, diciendo que no íbamos a quedarnos allí mucho rato. Y llevaba razón, porque se me había pasado ese detalle. La verdad es que me hubiera gustado pasear por allí con ella, pero no me hacía mucha gracia la posibilidad de encontrarme con su marido. Además, ya había visto la ciudad y en unas semanas iríamos a Manchester, cosa que le recordé y que le apetecía.
Por la noche me recibió con la cena preparada. Aquella semana no terminó de tener mucho lío en el trabajo y aquello le permitió preparar varias cosas, como los papeles del divorcio, su equipaje, la sorpresa que me iba a dar, diciendo que le llevó algo más de lo que pensaba, pero que al final estaba todo perfecto para el momento. La veía muy activa, exteriorizando un nerviosismo que, seguro que tenía, con ella estando para arriba y para abajo, hablando y gesticulando mucho e incluso con un pequeño tic nervioso que consistía en agarrar el lóbulo de una de sus orejas con sus dedos para jugar con él y con el pendiente que llevaba puesto. Pero estaba tan mona y tan guapa con un vestido de verano propio de estar cómoda por casa que no podía evitar besarla en cuanto tenía ocasión. Disfrutamos de una cena fantástica en la que se notaba que se había esmerado, pasando después al postre y una vez lo acabamos, al sofá para reposar un poco y seguir charlando.
-Te noto un poco nerviosa, cariño -dije poniendo mi mano sobre su muslo, subiendo por él.
-¿Se me nota?
-Estás muy activa y no paras de hablar.
-Ah...
-Pero que no me importa para nada. Estás muy mona.
-Jejejeje.
-Pero creo que te vendría bien relajarte un poco.
-Uff... Así poco me voy a relajar.
-¿Cómo que no? Si muchas veces cuando acabamos te quedas dormida.
-Ya, pero de mientras... Jejejeje.
-¿No te apetece?
-Sí, bueno...
-¿No?
-Sí. Es que...
-¿Qué pasa?
-Es que estoy muy nerviosa.
-Ya. Es lo que te he dicho, jajaja.
-Pero me gustas mucho y me apetece también -dijo empezado a besarme lentamente.
Pero ese beso cogió más intensidad y sus manos volaban por debajo de mi camiseta. Llegó a un punto en el que Valentina estaba de rodillas en el suelo, sobre un cojín para mamarme la polla a buen ritmo. Estaba francamente impresionado por aquello que dijo que no quería hacer nada en el sofá, pero ahí estaba, comiéndomela de una manera excepcional. Ver su escote no hacía más que acelerar mi éxtasis. Valentina me vació en su propia boca pese a decirle en varias ocasiones que iba a acabar como siguiera así. Pero a ella parecía no importarle, por lo que terminé haciendo lo que le proponía evitar. Fue un orgasmo intenso por el morbo que me daba acabar en su boca, porque era algo que ella no hacía con regularidad. Salió corriendo sin embargo en dirección al baño para enjuagarse la boca, subiéndome yo los calzoncillos y los pantalones para ir a donde estaba ella y abrazarla por detrás.
Así, nos fuimos a la cama para descansar, viendo que había dejado mi maleta junto a la suya, aunque ambos de nuestros atuendos para el día siguiente estaban colgados de unas perchas para que no se arrugaran. Ya en la cama, nos empezamos a dar bastantes besos, notándola tan nerviosa como lo estaba antes de que empezáramos a hacer nada. Valentina me dijo que teníamos que madrugar mucho al día siguiente para darnos una ducha, facturar y hacer el viaje, pero tampoco era tan tarde. De hecho, eran un poco pasadas las 11. Le pregunté si no tenía ganas después de medio cambiar de tema en ambas ocasiones, pero ella me decía que sí. Ahora fue ella la que tomó la iniciativa al ponerse sobre mí para besarme y tocarme, volviendo mi erección en cuestión de segundos. Tan solo me pidió que no tardáramos mucho para no irnos a dormir tan tarde, prometiéndole yo que así sería.
No llegamos ni a los 10 minutos en un polvo más lento que el que echamos por la mañana. Le comí un poco el coño, porque me quedé con las ganas, encontrándolo bastante húmedo, cosa que me afirmaba que tenía ganas, pero poco duró eso cuando la empecé a penetrar lentamente y cogiendo algo más de ritmo conforme pasaban los segundos para hacerlo bien, aunque no tan fuerte como para hacer sonar el cabecero de la cama. Todo el tiempo nos mantuvimos en ese misionero en el que ambos llegamos a nuestros orgasmos. Ella lo hizo primero, costándome algo más a mí por haber tenido uno hacía nada. Valentina me abrazó con fuerza, tanto con sus brazos, como con sus piernas, estrujándome internamente, apretando yo un poco más para terminar también dentro de ella.
Nos quedamos unos momentos quietos, con ella teniendo su cuerpo engarrotado, aunque nos despegamos, yendo ella al baño tapándose con la mano para no derramar nada y poder lavarse bien. Yo también lo hice en otro baño, volviendo a la cama enseguida, esperándola para dormir. En unos minutos apareció, con uno de sus típicos camiones cortitos, llevando solamente unas braguitas bajo él. Se abrazó a mí con mucha fuerza, acariciando yo su cuerpo para que se calmara, porque la veía nerviosa todavía.