Capítulo 599
Valentina empezó a besarme por la cara, centrándose mucho en mis labios, aunque no tardó mucho en pasar al cuello. Y le hacía mucha gracia cuando me empezaba a retorcer por lo que originaba en mí. Esos escalofríos mezclados con cosquillas eran superiores a mis fuerzas y me excitaba al máximo. Pero no me castigó mucho más, porque siguió bajando por mi cuerpo hasta que llegó a mi cintura y me quitó la ropa interior, pajeándome lentamente mientras permanecía sentada sobre sus talones. Podía ver cómo sus pezones se marcaban de manera exagerada, por lo que le pedí que se quitara la camiseta, haciéndolo ella con una sonrisa en su cara. Tras eso, se encajó entre mis piernas para hacerme una mamada muy lenta y suave, aunque miró un par de veces el reloj y terminó acelerando el ritmo. Es verdad que cada vez era más tarde y al día siguiente teníamos que madrugar bastante, por lo que tampoco duró mucho y se terminó de desnudar, montándose encima de mí para darme la espalda y empezar a follarme.
Era todo un espectáculo verla mover así su culo hacia arriba y hacia abajo. De primeras permanecía de manera totalmente vertical, pareciendo agarrar sus tetas, aunque luego se recogió el pelo con sus manos para seguir así durante un rato, pero finalmente se echó hacia delante para poner sus manos en mis tobillos y agarrarme, moviendo su culo con más rapidez, aunque llevando en todo momento cuidado de no hacer absolutamente nada de ruido. Yo en todo momento le acariciaba el culo y refrenaba mis ganas de darle algún azote, que no eran pocas. Pero es que cómo no tener ganas con el culazo que gastaba. De hecho, no paraba de decirle lo que me gustaba, tanto su culo como lo que estaba haciendo. Era el único momento en el que hacíamos ruido más allá de unos ligeros jadeos. Los míos los rompía para decirle eso y los suyos para sisearme para que guardara silencio.
Al poco se dio la vuelta para hacerlo de frente. Y si antes flipaba con su culo, ahora lo hacía con sus tetas y sus caras de placer. Valentina no dejaba de mirarme a los ojos y cuando lo hacía era para cerrarlos y centrase en su placer. Mis manos se alternaban entre sus caderas, su culo y sus tetas, aprovechando también para pellizcarle un poco los pezones, pero llevando cuidado de no hacerle daño. Era algo que le gustaba. Tanto eso, como que se los comiera mientras follábamos. Pero esta vez lo tenía más complicado para eso último, porque cada vez que intentaba incorporarme, ella me empujaba para que me volviera a tumbar. Llegamos a un punto en el que la cansé y agarró mis manos, entrelazando nuestros dedos para mantenerme bien fijo y poder follarme más tranquila, aunque se le notaba ya que estaba cerca por su manera de jadear y por las caras que ponía.
-¿Te está gustando? -me preguntaba con la respiración acelerada.
-Me está encantando.
-¿Estás cerca?
-No tanto como tú.
-Pfff...
-No pasa nada. Acaba si no puedes más.
-¿Y tú?
-No te preocupes por eso.
Valentina pareció dudar, pero se decidió rápido al verme sonreír, apretando mientras se movía hacia delante y atrás, esta vez con más rapidez. Se acabó corriendo, encogiendo su cuerpo para derrumbarse sobre mí. Yo la abracé con fuerza, sintiendo cómo su orgasmo la envolvía con esos temblores, contracciones, respiraciones y por cómo se le ponía la piel de gallina. Tampoco tardo mucho en recuperarse, pasando a echarse a mi lado, acariciándome el pecho. Se me quedó mirando y yo la besé de nuevo, preguntándole si podía seguir un poco más. Tras unos segundos me dijo que sí, aunque yo le dije que no se preocupara, que no iba a tardar mucho, porque en lo que ella se recuperaba me masturbé para no perder el punto. Me preguntó qué quería hacer y le dije que no se moviera, porque me apetecía follarla así conforme estaba, aunque ella no entendía cómo lo íbamos a hacer estando ambos de lado sobre la cama.
Para ello, cogí mi polla y le acaricié un poco su raja con ella, estando Valentina algo sensible y retorciéndose un poco. Tras eso, empujé para frotarla sin ayuda de mis manos, diciéndole que mantuviera sus muslos cerrados. Así, con su humedad, nos estimulamos un poco más hasta que agarré una de sus piernas, levantándola bastante hasta que la subí tanto que su talón se quedó sobre mi hombro. Entre risas muy bajitas, siguiendo hablando de la misma manera, Valentina me decía que la iba a desarmar, pero yo bromeaba diciéndole que no era tan vieja y que aún era flexible, cosa que hizo que me ganara un manotazo que no pareció importarle que sonara. Aunque se tomó aquello como lo que era, una broma, dejándome hacer al dirigir mi miembro hacia su interior, volviendo la penetración, haciendo que ella lanzara un suspiro que me indicaba que tenía que ir despacio.
-Ay, Javi... Qué bien... -susurraba Valentina entrecortadamente y abrazándose a mí.
-¿Te gusta así?
-Sí. Mucho.
-Estoy ya casi.
-Yo también. Otra vez.
Apreté un poco más y en cuestión de segundos, me acabé corriendo dentro de ella. Y ella también lo hizo, lanzando un gemido agudo, aunque lo reprimió rápidamente, pasando a temblar bastante y abrazándose a mí con más fuerza aún, humedeciéndome el oído por cómo de rápido respiraba. Fue un orgasmo intenso el que tuvo, aunque el mío no se quedó atrás por cómo se la hinqué lo más profundo que pude una vez empecé a descargar. Valentina me pidió que no saliera aun cuando quise hacerlo, porque todavía le temblaba el cuerpo mucho y no quiera manchar nada. Como pude, alcancé su bolso, en el que llevaba papel y toallitas, aprovechando para limpiarnos una vez ella se calmó casi del todo, quedándonos bastante bien, aunque me dijo que por la mañana nos teníamos que lavar bien. No tardó nada en quedarse dormida entre mis brazos a los pocos minutos después de decirme que me quería, correspondiéndole yo en esas palabras.
Efectivamente, el sábado por la mañana, bien temprano, me desperté y ella también lo estaba haciendo, pero no porque lo quisiera hacer, pues tenía una cara de sueño importante. Fue muy precavida y puso una alarma en su móvil, aunque solo vibraba, pero era más que suficiente para que pudiéramos despertarnos. Valentina se desperezó y se volvió a abrazar a mí, lanzando los típicos soniditos que se hacen al despertar. Nos dimos algún pico para darnos los buenos días y cogimos algo de ropa para irnos al cuarto de baño y asearnos, saliendo ella primero mientras yo me entretenía con la barba. Al salir estaba todo perfecto en la habitación y me dijo que despertara a mis amigos, por lo que fui y lo hice, aunque estaban muertos de sueño, pero se acabaron levantando, yendo al baño juntos y vistiéndose.
Tras eso, nos tomamos un café para despertarnos del todo en la cocina, porque hambre no teníamos de lo temprano que era. Nos lo tomamos con tranquilidad, porque era bastante temprano todavía para ir a recoger a Sofía, porque habíamos quedado a una hora con ella y quedaba un poco aún. Pero eso nos sirvió para seguir charlando, continuando las conversaciones de la noche anterior. Una vez acabamos, nos fuimos hasta los coches, echando las maletas y demás para ir a por Sofía. También apareció con cara de sueño, pero nos dijo que había descansado bastante, aunque al final lo acabara haciendo un poco más en el coche, como Irene, dejando a Mario solo durante el viaje como nos contó al llegar. Valentina no se durmió y de hecho, me daba bastante conversación, aunque no me iba a quedar dormido.
Al llegar a la ciudad, paramos a desayunar algo, porque ya sí que teníamos hambre. Llamamos a Daniela para ver si se apuntaba, pero ella ya lo había hecho, así que nos esperó en su casa a que nosotros lo hiciéramos, pero sin prisa alguna. Cuando la recogimos aprovechamos para ir a comprar la carne que íbamos a necesitar para la barbacoa, además de otras cosas para tener para comer y cenar ambos días. Aunque antes de entrar en el supermercado, hicimos las presentaciones, porque ninguno de mis amigos conocía a Daniela. Ella, tan extrovertida como siempre, saludó de manera afectiva a todos, haciéndolo también conmigo. Ya en el supermercado, las chicas nos dijeron que las dejáramos a ellas comprar tranquilas, mandándonos a Mario y a mí a donde estaban las televisiones y demás, aunque se notaba que era Valentina la que estaba al mando de la situación. Entre risas me acabé yendo con Mario, quien también se reía por lo mandona que me había salido la novia.
Estuvimos un rato mirando teles, consolas, juegos y más cosas, diciéndole a yo a mi amigo que en realidad estaba algo sorprendido por cómo de abierta estaba Valentina a ir a un supermercado de la ciudad en la que vivíamos con todos nosotros. Él me decía que era un paso más en nuestra relación, aunque consideraba mucho más importante lo que pasó hacía justo una semana. Y razón no le faltaba. Cuando acabaron, nos llamaron y las esperamos al lado de la caja para ayudarlas con las bolsas, cargándolas en el coche y yéndonos al chalet. Por el camino, Daniela decía que estaba encantada de vernos así de juntos y que le dábamos envidia. También comentaba que mis amigos le habían caído muy bien y que estaba con muchas ganas de llegar para ver el lugar y darse un baño en la piscina. El ambiente en general era muy bueno y el fin de semana prometía bastante, aunque ya había empezado la noche anterior con esa cena que tan bien fue también.
Cuando llegamos todos se quedaron pasmados al verlo. Pese a todas las descripciones que les había dado en la llamada del domingo pasado, no paraban de decir lo impresionante que era. Y Valentina encantada oyendo tantas cosas buenas de su propiedad, así que no perdió mucho el tiempo y dijo de enseñarles todo el recinto. A Daniela lo que más le gustó fue el jardín que tenía Valentina, porque era bastante fan del tema y se quedó mirándolo bien y preguntándole a mi chica varias cosas que ella le respondía con mucho gusto al gustarle el tema también. Hasta entraron las dos al pequeño invernadero que tenía. A los demás también les gustó mucho cómo lo tenía de arreglado y bonito, pero tampoco eran muy de plantas, así que estaban deseando llegar a la parte de la piscina, la cual podíamos ver un poco desde donde estábamos. También era de mis zonas favoritas y tenía ganas de ir para ver qué cara ponían todos, por eso les dije a las chicas de movernos, que hacía calor y estábamos a pleno sol.
Al ir hacia allí, pasamos por la zona de picnic con esas mesas y esa sombra que daban un par de árboles grandes, zona la cual les encantó a todos y ya se comentó de merendar algo ahí por la tarde cuando se estuviera yendo el sol. Y por fin llegamos a la piscina. No tenían ni palabras de primeras, porque se quedaron embobados mirándola. Tan solo Irene reaccionó en esos momentos, que me miraba incrédula. Luego comentaron que parecía la piscina de un parque acuático de lo grande que era y Valentina se puso a contar las ideas que tuvo cuando estaba en construcción. La primera fue poner una barra en plan bar, con taburetes para poder tomar algo ahí de manera tranquila y con algo que hiciera sombra. La segunda era hacer una especie de construcción en el centro que tuviera un tobogán por una parte y una cascada por la otra.
Pero al final se desecharon, por el precio, porque eso lo aumentaba bastante y porque al final después de pensarlo vio que era algo innecesario. Las personas con las que se solía juntar allí eran del trabajo, ya que poca vida social tenía al dedicarse tanto a ello, por lo que solo conocía prácticamente a gente de ese ámbito. Y lo del tobogán y la cascada pensó que era algo más para niños y de eso había poco y no pensaba que fuera a haberlos en un futuro, así que también descartó esas ideas por eso. Irene me volvió a mirar cuando Valentina dijo eso último de los niños, aunque nadie más se dio cuenta y ya me olía que algún comentario iba a soltar, esperando yo que fuera en privado y no delante de todos, porque ya la conocía y sabía que podía salir así. Todos estábamos de acuerdo en que lo de la barra de bar hubiera sido un acierto muy grande, porque nos hubiera venido muy bien y yo dije que lo de la cascada hubiera estado bien también, porque de adolescente estuve en un hotel que tenía una en la piscina y la verdad es que era una pasada.
Así, seguimos por los demás sitios, llegando a las pistas de tenis y baloncesto/fútbol. Aquí Mario sí que se frotaba las manos diciendo que tenía ganas de echar ahí un rato, diciendo que se había echado un balón de cada deporte, aunque no tenía nada de tenis. Pero Valentina comentó que había un par de raquetas y algunas pelotas guardadas en la casa, así que íbamos a tener una buena sesión de deporte aquel fin de semana, lo cual me venía perfecto para recuperar el tiempo de menos que echaba en el gimnasio entre unas cosas y otras. Hasta animamos a las chicas para jugar también. Al tenis de manera individual por tener allí solo dos raquetas, pero para los otros dos deportes sí que podíamos hacer equipos, porque éramos seis en total y las combinaciones eran altas, aunque la primera que se nos vino era la de una pareja contra la otra.
Pero ya habría tiempo de hacer eso, porque seguimos por el lugar, viendo el resto, con los columpios y demás hasta llegar de nuevo a la casa. En el porche principal se comentó que se debía estar muy a gusto ahí, dándoles yo la razón al contarles lo bien que estuvimos Valentina y yo comiendo y cenando ahí durante el fin de semana anterior. Se les caía la baba por lo bonita y amplia que era la zona, además de por la nevera de bar y la barbacoa que había unos metros más allá. Y la cosa no quedó ahí, porque cuando entramos decían que era una casa muy bonita, con algún comentario de que parecía una casa americana y tal. Todos estaban contentos de poder pasar ahí el fin de semana y Mario de nuevo me decía que íbamos a estar un rato en la zona de juegos para echar un billar, un futbolín, unos dardos... Creo que él era el que más exaltado estaba de poder estar allí con tantas distracciones.
Y no tardamos mucho más en dejar las maletas que llevamos para cambiarnos y ponernos nuestros bañadores después de asignar habitaciones a cada uno. Como había tres, no había problema, tan solo que Daniela y Sofía tenían que compartir cama, pero ninguna de las dos puso objeción alguna. Cuando Valentina y yo nos cambiamos, la vi desnuda obviamente y me empecé a calentar, cogiéndola en brazos para luego echarnos en la cama entre risas, aunque rápidamente empezó a sisear para que parara y para que no hiciéramos ruido, aunque nuestra habitación se encontraba en la otra punta respecto a las otras dos por suerte. Le pregunté que si me iba a tener a dos velas tal y como hice la noche anterior y ella me dijo que no, pero que tampoco quería que la oyeran. Y fue algo que me dijo riendo, porque no paraba de mirarle todo su cuerpo, haciéndolo de tal manera que parecía que no la estaba escuchando.
Aunque lo que más me extrañó fue el bañador que sacó de su bolsa, porque no era uno de dos piezas, sino de una sola.