Capítulo 642
Esta vez se sentó sobre mis muslos, con sus piernas bien abiertas, para agarrar mi polla con su mano y empezar a pajearme, empezando de manera muy lenta, pero subiendo el ritmo al poco y manteniéndolo durante un rato. Siguiendo con ese tono juguetón me preguntó si me iba a portar bien y si iba a seguir el plan de echar uno rapidito para dejar lo mejor para la noche. Le asentí y dejó caer un poco de saliva desde su boca hasta mi polla, para esparcirla con su mano y empezar a metérsela al ponerse sobre ella. Y así empezamos a follar en ese rato tan agradable después de comer. Y fue tal cual dijo ella, rápido, porque no duraría más de 10 minutos. Ni siquiera nos movimos de esa postura inicial en la que ella me montaba, botando por momentos o frotándose, pero acabamos muy satisfechos, corriéndome yo antes que ella en su interior, continuando mi amiga llegando a hacerme sufrir un poco por la velocidad para que ella pudiera acabar también, derrumbándose sobre mí con los temblores típicos de un orgasmo.
La abracé y le acaricié un poco el cuerpo, acompañando el momento con algunos besos en su cabeza, aunque ella parecía estar un poco en otro mundo, cosa que no era muy normal en ella, quien solía ser consciente cuando llegaba a su clímax. Fui a por papel y algunas toallitas que había en el baño y nos limpiamos, aunque ella fue luego al baño para lavarse bien, viniendo rápidamente a la cama para tumbarse un poco y terminar de relajarse. Y le entró la risa, preguntándole yo por qué. Ella decía que le gustaba lo espontáneo que había sido y lo bien que me había portado al dejarle a ella hacer sin querer seguir más como me dijo que pretendía. La notaba contenta, aunque miró la hora que era, diciéndome que me vistiera para salir. Le pregunté si tenía prisa y de hecho sí que la tenía, porque tenía calculado el tiempo para algo y necesitaba que saliéramos cuanto antes.
Así que me vestí rápido, haciendo ella lo mismo, para bajar y salir del hotel, marcando ella la dirección, pero iba a paso lento para tener tanta prisa. Yo andaba a paso ligero, porque con lo que dijo, pensaba que llegábamos tarde, pero la adelantaba y me tenía que parar para esperarla. Hasta me llegó a llamar la atención riendo para que disfrutara del paseo. No entendía nada y ella me tuvo que explicar que le gustaba mucho pasear, cosa que ya sabía. Pero la mezcla entre esa actividad y hacerlo por un sitio en el que nunca había estado le encantaba. Me confesó que íbamos a asistir a una visita guiada en un lugar, pero que íbamos muy bien de tiempo justo para disfrutar de un buen paseo, porque la zona en la que se encontraba esa actividad quedaba algo retirada del hotel de que salimos. Y la gracia era que íbamos un poco en dirección contraria, pero ella iba guiándose con el móvil, por lo que supuestamente íbamos bien.
Me empezaron a sonar ciertas zonas por donde ya habíamos pasado por la mañana y de repente ella me dijo por dónde tirar, dando con una serie de murales de arte urbano impresionantes. No tenía nada que envidiar a lo que vimos horas antes y la verdad es que nos encantó. Era hasta conmovedor ver como la ciudad se convertía en un lienzo para esas enormes pinturas que en ocasiones abarcaban edificios enteros. Nos hicimos alguna foto más, teniendo que flexionar yo mis rodillas bastante para hacernos una en la que saliéramos los dos con la cámara del móvil apuntando hacia abajo para que saliera también la pintura que más le gustó a ella. Y quedó muy bien la foto, estando ella encantada. Seguimos paseando un rato más por el barrio en el que nos encontrábamos, viendo algún puesto para comprar algún dulce y disfrutar de él por el camino en lo que charlábamos y seguíamos contemplando ese arte.
Pero salimos de él después de que Ángela mirara la hora en su móvil en varias ocasiones, diciendo que todo estaba bajo control. Ahora sí, fuimos en dirección contraria, justo por donde se encontraba el lugar al que mi amiga tenía pensado que fuéramos. Me dijo que íbamos bien, por lo que seguimos paseando a paso normal hasta que empezamos a divisarlo como a 200 metros. Parecía una grúa por la construcción que tenía en la parte de arriba con todos esos hierros blancos. Por supuesto, conocía Old Trafford, pero no me sonaba de nada haberlo visto desde fuera. Siempre que lo he visto ha sido por la tele cuando ha habido un partido en la Champions o en otras competiciones y lo cierto es que cuando me enteré de que iba a ir allí, pensé en acercarme para verlo, pues no sabía cuándo iba a ir por allí de nuevo, pero como iba a lo que iba y no tenía mucho tiempo, pues no terminé de informarme. Por suerte, mi amiga me llevó, diciendo que pensaba que me gustaría. Le di las gracias no sé cuántas veces, sonriendo ella y dándome un abrazo, aunque ahora sí que me metió un poco de prisa, porque teníamos que estar allí antes de las 5 de la tarde.
No sabía por qué tenía que ser justo a esa hora hasta que ella me dijo que era cuando empezaba la visita guiada por todo el estadio. Le dije que no hacía falta, pero mi amiga quería que asistiéramos a ella, porque tenía buena pinta, pese a que a ella no le gustaba mucho el fútbol. Por eso me presté a pagar su entrada, negándose ella, pero la terminé por convencer al decirle que me había hecho casi de guía turística durante todo el día y que no me parecía justo. Ella decía con modestia que también lo había hecho por ella misma, porque le gustaba mucho hacer turismo, pero me puse firme y le dije que o pagaba yo, o no entrábamos. Acabó aceptando al entenderme, sobre todo en eso de que iba a aguantar algo que no le gustaba tanto por mucho que dijera que no se lo quería perder. Así que pagué los casi 30 euros al cambio en libras que costaba cada entrada y nos pusimos en marcha.
A mí particularmente me encantó y se me hizo no corto, pero sí muy entretenido, pues la visita guiada duró alrededor de unas 2 horas. De últimas sí notaba que a ella se le estaba haciendo un poco pesado, sobrándole fácilmente una hora del recorrido. Estuvo muy bien ver las inmediaciones, cómo era por dentro el estadio, yendo por las gradas y el palco, bajando también al césped para andar un poco por allí estando todo muy preparado para la inminente temporada que estaba por empezar... Hasta bajamos a los vestuarios, pasando también por el museo que tenían allí donde se explicaba la historia del club en diferentes imágenes, con los títulos, varias camisetas y demás por allí. De camino al hotel, pues ya era bien pasadas las 7 de la tarde cuando acabamos y nos paramos a tomar un café. Estuvimos comentando cómo lo habíamos visto todo, acabando ella algo cansada como yo había imaginado al verla de últimas. Pero aun así le gustó bastante por el ambiente que percibía de los que iban con nosotros, a quienes le gustaba mucho el fútbol. Decía que tenía que ser increíble estar allí en un partido importante.
Ya de vuelta en el hotel, descansamos un poco de tanto paseo y de estar tantas horas de pie. Y cuando fuimos a darnos una ducha para irnos a cenar a un buen restaurante, me dijo que íbamos a llevar a cabo eso que me había comentado antes. Seguía despistado, pensando en que quería ir al final ya, pero no era así, porque me agarró de la mano para llevarme al baño, diciéndome que me desnudara. Yo lo hice al instante, empezando ella a reír por verme ya con la polla algo inflada. Me pidió que aguantara, porque hasta que no volviéramos de cenar, no pasaría nada, pero me prometió que no sería mala conmigo. Me señaló la ducha con una sonrisa divertida y yo me metí, sacando ella de su neceser unas cosas. En cuanto vi lo que tenía en las manos recordé de lo que se trataba. Ya me dijo cuando estuvimos en su casa de la playa que quería que me depilara por completo y que ella me iba a ayudar. Y ahí estábamos, siendo algo que me dio vergüenza llegados al punto en el que ella quería quitarme todos los pelos de mi cuerpo de cuello para abajo.
Yo procuraba siempre quitarme los del pecho y lo de las axilas. Los de la primera zona porque se me enganchaban mucho en las camisetas y demás y me pegaban tirones muy fuertes que me hacían daño, aunque también me gustaba verme sin ellos. Y los de las axilas por comodidad para no sudar tanto, aunque también los quitaba en invierno, porque me gustaba ver la zona sin nada, tal y como me pasaba con el pecho. También llevaba las zonas bajas bien preparadas siempre, aunque en el pubis sí que me solía dejar un poco, bien recortado y arreglado, porque también me gustaba verlo en mí y, sobre todo, por evitar el picor tan grande que empieza a dar un par de días después de haber rasurado la zona. Pero lo demás sí que no lo tocaba mucho y ella se emperró en quitármelos absolutamente todos. Con una maquinilla que llevó me empezó a quitar los del pubis y los de las piernas, pero luego cogió una cuchilla después de untar todo mi cuerpo con crema depilatoria.
Fue más rápido de lo que imaginé, pero me dio mucha vergüenza cuando me pidió que me diera la vuelta para manipular la puerta de atrás. Ella reía bajito y hasta me llegó a preguntar si habían jugado alguna vez con mi culo. Le dije que sí y que había sido capaz de disfrutarlo en parte, pero que con ella no me hacía mucha gracia por las uñas que tenía, porque me figuraba que me las podía hincar. Ella rio fuerte, diciéndome que no era justo que yo le fuera a meter todo lo mío y que ella lo pudiera jugar. Le dije que ya veríamos lo que hacíamos en lo que ella me terminaba de depilar, dándome listo en poco tiempo para que me pudiera duchar tranquilamente, cosa que empecé a hacer al instante. Aunque oí que ella seguía por allí y que estaba haciendo algo, por lo que asomé la cabeza al correr un poco la cortina. Me excitó mucho ver cómo Ángela se daba un repaso con la cuchilla por sus ingles y parte de su pubis, dejando esa franja que se dejó intacta pese a haber ganado algo de frondosidad, cosa que me encantaba por ganar intensidad ese color rubio que tenía ahí abajo, oscureciéndose un poco.
Me pilló mirándola, llegando a sonrojarse un poco mientras me preguntaba qué hacía con una risa nerviosa, cerrando sus piernas. Le confesé que me encantaba vérselo así y que por mí lo podía dejar crecer un poco más, cosa que no estaba entre sus planes. Decía que así era suficiente y que no lo iba a dejar crecer más, pero que me podía quedar tranquilo, porque se había acostumbrado y hasta le encontraba ese punto sexy que yo le veía, aunque ni de lejos tan alto. Se acercó tal cual estaba y movió la cortina para que dejara de mirarla, volviendo cada uno a lo suyo, riendo ambos. Mientras me enjabonaba y aclaraba charlamos un poco y me daba cuenta del buen trabajo que había hecho al notarlo todo muy suave. Pero la cosa no quedó ahí, ya que cuando salí de la ducha y me sequé bien, ella me esperaba en la cama, con su camiseta de tirantes y su tanga puesto. Estaba haciendo hora para que yo terminara, pero en lugar de entrar directamente a la ducha, me echó por todo el cuerpo mucha crema hidratante que olía muy bien para que no se me irritara nada.
Tras eso, se metió en el baño durante un buen rato, dándole tiempo de sobra a la crema a que fuera absorbida por mi piel. La esperé quedándome en la cama tumbado con solo unos boxers puestos y cuando salió me quedé embobado, aunque ella me dijo que no la mirara mucho, porque quería que fuera una sorpresa esa ropa interior que llevaba, pero la acabé viendo. Era un conjunto rojo precioso que por delante parecía un body, pero que sin embargo eran dos piezas conectadas. Un culotte y sujetador de un rojo muy intenso que llevaba bordados y algo de transparencia. Entre sus típicas risas me dijo que me tapara los ojos con mis manos, cosa que hice a medias para hacer el tonto, porque me podía el ansia de verla así. La cosa fue a mejor con el olor que me vino de su perfume. Pero en un abrir y cerrar de ojos se marchó de nuevo al baño, pareciendo haber cogido el vestido que llevaría aquella noche.
Me excité, y no poco, porque se me levantó y tardó un poco en bajarse la erección. Afortunadamente, Ángela se demoró un poco más, dándome tiempo a que me relajara mientras me empezaba a vestir, poniéndome una camisa blanca remangada y unos chinos azules ajustados, terminando con unos zapatos formales. También me puse el reloj que me regalaron mis amigos, viéndome bastante bien en el espejo que había en la habitación. Ángela me llamó una vez más antes de salir del baño, pidiéndome que le acercara sus zapatos. Se trataban de unas sandalias con un alto tacón, aunque sin plataforma. Bastante bonitas de un color plateado muy brillante y que por lo que veía le iban a dejar sus pies al descubierto en gran parte. Tan solo abrió la puerta unos centímetros, sin dejarme ver nada ni que me asomara, cerrando de inmediato, pero no tardó mucho más en salir.
Y lo hizo dejándome sin palabras de lo guapa que estaba al llevar ese vestido azul metalizado sin tirantes, ajustado y el cual le llegaba a medio muslo. Me preguntó cómo la veía, teniéndome que repetir la pregunta riendo al verme tan atontado. Le dije que estaba guapísima y que me encantaba verla así. Llevaba un maquillaje más marcado que de costumbre, pero es que sabía cómo ponérselo para ir radiante. También tenía su pelo bien peinado con algunos tirabuzones anchos que hacía que se le quedara casi a la altura de los hombros. De nuevo me envolvió su embriagador olor, haciendo que se me pusiera un poco la piel de gallina. Ese vestido le hacía un culazo impresionante, como pude ver cuando se dio un par de vueltas cuando me pidió opinión. Y ella también estaba encantada por cómo iba yo. Me decía que había cambiado mucho desde que salíamos juntos en la universidad y que me quedaba fantásticamente la ropa que había elegido, yendo ambos casi a juego por el color de su vestido y de mis pantalones.
Nos echamos algunas fotos frente al espejo de la habitación, saliendo muy bien la primera, aunque dos siguientes ella salía partiéndose de risa al decirle yo que esa noche la iba a reventar y que no iba a salir viva de nuestro viaje. Pero le gustó mucho cómo salíamos ambos riendo y las subió igualmente a redes sociales. No perdimos mucho más el tiempo y bajamos para ir a un buen restaurante al cual tuvimos que ir en taxi por estar un poco alejado de nosotros pese a estar en el centro de la ciudad. La verdad es que no recuerdo nada del sitio al que fuimos, no porque bebiera alcohol ni nada parecido. Era porque no le podía quitar el ojo de encima a ella. Mis ojos no paraban de moverse por todo su cuerpo, aunque una vez nos sentamos me concentré más en su preciosa cara. Casi que no prestaba atención a lo que me decía, pero no podía seguir así, por lo que ya me centré en seguir con la conversación, aunque ya habíamos hablado mucho de todo lo que habíamos ido viendo ese día, por lo que cambié un poco el tema de conversación.