Capítulo 654
Cuando Irene se vio saciada, le dijo que se pusiera sobre Mario para besarle ahora a él, haciéndolo ella en el instante, pasando una pierna por encima de su cuerpo, subiéndose sobre su erección para agarrar su cara y besarle. Mario no se quedaba corto al poner sus manos sobre su culo, yendo más allá cuando agarró su vestido para subírselo, haciendo de manera algo bruta. Aunque consiguió su objetivo, dejándola con el culo al aire, o más bien casi, porque Ángela llevaba un tanga de hilo color verde oscuro. Era increíble lo apetecible que se veía su culo, que siempre se veía así, pero sentada se esa manera, con ese tanga y siendo apretado, pues más todavía. Viendo que Ángela estaba ocupada con mi amigo, yo fui a por Irene, pero ella me hizo una buena cobra, casi haciendo un gesto de burla en el proceso, dándome la espalda para pegarse a los otros dos y besar sus hombros o donde pudiera. Yo hice lo mismo en realidad, pero como Mario estaba sentado muy pegado al brazo del sofá, pues me puse detrás de Irene para besar sus hombros que estaban libres de ropa, aunque también manoseaba sus muslos y su culo.
Pero no me hacía caso para nada, porque no me buscaba ni siquiera con sus manos para acariciarme, aunque eso no me impedía continuar. Hasta que Mario se cansó, levantándose con Ángela agarrada a él para ir hacia la habitación, siguiéndolos Irene y yo, aunque tardé unos segundos más al acabarme mi copa de un par de tragos, dejándolas ellos sobre la mesa. Me encontré a Mario sobre Ángela, comiéndosela a besos y a Irene sobre su novio, besándole el cuello desde atrás y metiéndole mano. Era muy excitante verlos así, pero también quería participar, por lo que me empecé a desnudar, quitándome la camisa de manera torpe al estar más pendiente de otra cosa. Ya con los pantalones tuve menos problema, terminando quedándome en boxers, aunque los demás seguían tal cual. Esperé un poco, aunque agarré a Irene, pero ella me apartaba con algún manotazo, sin llegar a entender yo por qué.
Y ya me cansé de su comportamiento, porque estaba por tocarme la moral con esos gestos, además de alguna que otra puya que me soltó a lo largo de la noche en la cena. Por eso le agarré del pelo con firmeza, para tirar de él y poner su cara frente a la mía, tirando también de su cuerpo al rodearla con mi brazo a la altura de su cintura para levantarla. Le pregunté que si iba a estar tocándome los cojones toda la noche, porque ya me estaba cansando. Irene permaneció callada, sin atrever a decir nada, pero tampoco parecía ceder y yo quería que me respondiera. Le volví a preguntar, dándole otro tirón del pelo, diciendo ella que no. Ángela preguntó si todo iba bien, asintiendo yo y soltando a Irene, quien se quedó sentada en la cama, con sus manos juntas sobre su regazo para no quitarme el ojo de encima, estando muy cachonda por lo que acababa de hacer.
Ángela también me miró con deseo, centrándose en mi paquete mientras Mario no paraba de besar su cuello, empezando a bajar, aunque sin llegar a sus tetas. Levanté a Irene para quitarle el vestido, encontrándome con que no llevaba nada de ropa interior. Me salió del alma decirle que era una guarra por lo cachondo que estaba ya y por la pinta que tenía esa noche con lo que yo acababa de hacer. Me percaté de un detalle bastante raro en ella, y es que estaba totalmente depilada, cosa que me molestaba un poco, porque yo lo prefería de otra manera en ella al quedarle tan bien el vello que solía llevar al ser tan uniforme. Le volví a preguntar si ese día estaba por tocarme los cojones sin parar, negando ella con cara de sumisa. No me demoré mucho en quitarme los calzoncillos, quedándose ella mirándome fijamente por la zona, con los ojos muy abiertos. Pude ver como se enrojecía su cara, y más que tenía en mente que lo hiciera cuando le metiera mi polla en su boca para que la chupara bien.
En cuanto lo hice, Irene se puso a chupar como una loca, aunque yo también le empujaba la cabeza, dándole tirones de pelo para sacársela y que pudiera respirar, porque apretaba bastante cuando la tenía en su boca. Irene me miraba como pocas veces lo había hecho, como siempre que lo hacíamos así, cosa que me encantaba. Fueron varios minutos en los que estuvimos así, con ella chupándomela a mi antojo al dirigir yo la mamada agarrando su cabeza y su pelo, con varias lágrimas negras al mezclarse con maquillaje cayendo por su cara. Hice por donde para que me la comiera entera, pero no había manera. No conseguía que lo pudiera hacer pese a que ella también se esforzaba y por eso también le escupía en la cara, como una pequeña humillación al no poder lograrlo. Pero de un fuerte tirón la aparté y la arrojé a la cama, quedando ella bocarriba.
A: ¿A dónde vas? -me preguntó al ver que me movía por la habitación, dándome cuenta de que Mario ya le estaba comiendo el coño, estando ella desnuda y con el tanga corrido a un lado.
J: A coger algo para castigar a esta zorra, que no para de tocarme los cojones.
Fui hasta el armario para coger una fusta y usarla con Irene. Hacía mucho que no lo hacía y tenía ganas y la ocasión era perfecta para ello. Cuando la cogí y fui hacia ella, Irene se puso en posición al ponerse a cuatro sobre la cama, con su culo en pompa y su espalda arqueada de manera bastante sexy. Le metí un fuerte azote con la fusta que resonó por toda la habitación y que hizo que ella levantara su cabeza, además de lanzar un gritito. Le tiré del pelo y le di otra con la misma fuerza, empezando a darle varias de manera seguida, comenzando su culo a ponerse rojo. Ángela nos miraba con cara de preocupación mientras Mario le seguía comiendo el coño, pero le dije que no se preocupara, agarrando a Irene del pelo para moverla y que pudiera ver cómo de mojado tenía el coño. Fue algo que le sorprendió bastante, imaginando yo que era por lo poco que solía lubricar ella. Aunque también me dijo que tenía el culo muy rojo, respondiendo yo que más que lo iba a tener.
Para que ella lo pudiera ver, le empecé a azotar con la fusta, aunque me cansé rápidamente, soltándola para darle con la mano, que abarcaba mucho más. Tenía el culo rojo a más no poder y muy caliente, pasando yo a tocarle el coño para masturbarla un poco. Ángela se mordía el labio mientras nos miraba, pasando Mario a desnudarse y poniéndose sobre ella para empezar a metérsela. Irene alargó la mano para tocar a Ángela y eso no me gusto, por lo que volví a coger la fusta para darle unas cuantas veces más en el culo, dibujando en él unas líneas finas de un rojo muy intenso, como si estuviera por sangrar. Tras eso, se la metí directamente teniéndola a cuatro sobre la cama, dándole sendas embestidas que debían dolerle cuando mis caderas golpeaban su culo rojo y dolorido. Mario y yo estuvimos follándolas durante unos minutos, aunque le dije de cambiar, montándome ahora Ángela a buen ritmo mientras que Mario le daba a su novia en la misma postura en la que lo hacía yo unos segundos antes.
Le dije a Mario que le diera con más ganas, que parecía que no se la quería follar, pero decía que le daba cosa por poder hacerle daño. Le pregunté a Irene si quería que la follara más duro, afirmando ella entre gemidos lastimeros, por lo que mi amigo me empezó a hacer caso, empezando a reventarla. Ángela se puso sobre mí, pegando su cuerpo al mío para dejar caer su cara en mi cuello, empezando a hablarme en susurros, diciendo que la había asustado un poco por cómo me había puesto y que creía que se había jodido la noche, pero que también le había encendido mucho ver cómo follaba así a Irene. Agarré su cara para mirarla a los ojos y besarla mientras ella me seguía follando, aunque ahora más lentamente, lo que nos permitía la postura, pero se movía de una manera muy sensual al levantar y dejar caer su culo, a veces lento y a veces más rápido, y me encantaba.
Diría que la que más bien se lo estaba pasando era Irene por su manera de gemir, porque era algo en lo que se le podía notar mucho. Aunque no la podía ver al estar más concentrado en Ángela, pasando yo a ponerme sobre ella para darle con fuerza, pero parando al poco para no corrernos. Les dije a las chicas que se enrollaran entre ellas, porque quería ver algo así, quedando Mario y yo a su lado, mirándolas con atención mientas nos tocábamos, aunque no el uno al otro. Ángela e Irene se comían la boca con mucha ansia y también pasaron a hacerlo con otras cosas. Empezó Irene al bajar por su cuerpo y centrarse en sus tetas, retorciéndose Ángela como consecuencia, aunque no la hizo sufrir mucho al bajar a su coño para comérselo un poco. Pero también fue al revés no mucho después cuando Ángela le comió las tetas y luego el coño. Ver como mi amiga le comía el coño a otra chica era algo que no terminaba de ver y joder cómo me ponía.
Aquella noche fue un desfase en el que pasamos horas follando casi todos con todos. Mario y yo no hicimos nada que no hubiéramos hecho ya a esas alturas, con nuestras pollas rozándose por momentos cuando Irene nos la comía a la vez, intentándolo también Ángela para probar. Pero sí que había detalles como besar a las chicas después de que nos la hubieran comido. O comerles el coño después de que el otro la hubiera follado. No hicimos nada directamente, pero sí de manera indirecta. No tengo ni idea de cuántas veces se corrió Irene, porque era difícil llevar la cuenta por lo fácil que lo tenía al ponerse más cachonda conforme más orgasmos iba teniendo. Ángela se corrió tres veces: dos con Mario y una conmigo, aunque yo me encargué de arrancarle más orgasmos a Irene por aquello de seguir dominándola y no poder Mario llevarlo del todo a cabo como a ella le gustaba.
Mario se corrió una vez, hacedlo yo un par de veces. Él lo hizo al acabar dentro de su novia mientras que yo lo hice sobre ella misma también, sobre su culo enrojecido y con marcas, siendo la otra dentro de Ángela al tenerla a cuatro mientras le comía las tetas a Irene. En ese momento nos corrimos todos para acabar la noche, porque ya llevábamos mucho trote encima y estábamos bastante sensibles, habiendo parado Mario varias veces a esas alturas, porque solo quería correrse una vez al darle el bajón cuando lo hacía, entrándole mucho sueño una vez llegaba. Acabamos reventados todos, quedándose Mario e Irene sobre la cama mientras que yo cogí a Ángela en brazos para irnos a la ducha. Allí nos lavamos bien, estando en silencio y cada uno a lo suyo, porque bastante habíamos tenido, aunque ella estaba supercontenta, diciéndome que había sido una de las mejores noches que había pasado.
Regresé a la habitación de nuestros amigos a por nuestra ropa, encontrándolos ya durmiendo, por lo que apagué la luz y me fui a la otra, donde Ángela ya estaba tumbada, con un tanga y una camiseta ancha para dormir, quedándome yo en boxers, como siempre. Casi la pillo durmiendo, pero una vez llegué y me tumbé a su lado, hablamos durante un par de minutos, diciendo ella que le había impresionado mucho lo que había hecho con Irene durante toda la noche al tirarle así del pelo, al pegarle con la fusta y con las manos, al hablarle de esa manera, con insultos, al escupirle... Le dije que era un juego que le ponía mucho, aunque esa noche había hecho méritos para ponerme así. Ella ya sabía que era un juego y conocía ese gusto en Irene, pero no terminaba de entender cómo le podía gustar que le dejara así el culo, porque estaba segura que al día siguiente no iba a poder sentarse.
Caímos dormidos en nada al ser tarde y por haber madrugado bastante para ser sábado. Como cabe esperar, me desperté antes que ella, permitiéndome aquello pensar en cómo fue la noche anterior y cómo se nos fue la mano. No en el tema de dominar así a Irene, ni en el de que hubiera habido más interacción entre Mario y yo, aunque de manera indirecta con eso de morrearnos con las chicas después de que nos la comieran a los dos. Mi pensamiento iba más por cómo habíamos follado sin protección, al menos para el contacto directo, de fluidos y demás. Ambas chicas usaban un método anticonceptivo para no quedar embarazadas, ya fueran pastillas en el caso de Irene, o un DIU en el de Ángela. Pero no nos cuidábamos de poder pegarnos algo con el contacto directo. Sabía que Irene y Mario no estaban mucho en el plan de acostarse con casi cualquiera. Desde lo de Fátima y Ana ya no lo habían hecho con nadie más que no fuera con Sofía, quien tampoco se movía más allá de ellos dos o de mí. Ángela me reconoció que sí que había mantenido relaciones antes de que los reencontráramos con su amigo Finn, pero que usaba siempre protección y desde que nos acostamos, no lo había hecho con nadie más.
Y me fiaba de todos. De todos menos de mí. Porque me había acostado con Sara hacía menos de un día cuando lo hice con mis amigos y aunque me puse condón, tuvimos sexo oral sin nada de protección. Sara me dijo que llevaba un par de semanas sin hacer nada y yo me fiaba de ella, pero también sabía lo promiscua que era, quizá tanto como yo. Este pensamiento no hizo otra cosa que hacerme sentirme un poco mal pese a ver todo normal en todo momento, porque si hubiera algo raro, se notaría a simple vista de normal. Y lo que remató la situación fue acordarme de Valentina y de todo el lío que tuvimos por este mismo tema. Fue algo bastante delicado que implantó en mí una responsabilidad a la hora de hacerlo que poco a poco se había marchado, aunque no por completo. Quizá me relajara bastante en cuanto me empecé a acostar con ella sin protección al dar un paso más allá y hacernos pareja, prescindiendo de preservativos por completo, pero el caso es que tenía que tener más cuidado, pero en el tema cuesta mucho no dejarse llevar.
Por suerte, eso se me fue de la cabeza no mucho después, pero el problema era que había sido sustituido por Valentina. Me seguía doliendo el daño que le había hecho y eso me llevaba a preguntarme cómo estaría, si estaba mejor o aún me odiaba. Estaba muy tentado de buscarla para hablar con ella, o hacerle alguna llamada o mandarle algún mensaje, pero sabía que no iba a salir bien. También pensé en preguntarle a Daniela, pero como quedamos en dejarlo estar durante un tiempo, pues no terminaba de hacerlo. Lo que me ayudaba a pensar que la cosa no iba a peor fue precisamente aquello que le dije a Daniela de que me avisara si Valentina se ponía peor en su estado de ánimo. Como no me había dicho nada hasta el momento, me hacía pensar que la cosa iba a mejor, pero no terminaba de quedarme tranquilo del todo y me seguía entristeciendo pensar en ella.
Pero Ángela estaba allí conmigo y moviendo su cuerpo para ponerse mirando a mí y echar su brazo y su cara sobre mi cuerpo me hacía sentir mejor. El cariño que le tenía era muy alto y verla tan bonita me hacía poner una sonrisa en mi cara, porque es que, aun estando dormida y despeinada, tanto por haber dormido, como por hacerse ido a la cama sin secarse el pelo, estaba preciosa. Un poco de luz que entraba por la ventana me permitía ver lo guapa que era y lo único que me apetecía en ese momento era besarla. Me escurrí un poco tratando de poner mi cara a la altura de la suya, pero me resultaba difícil, porque no la quería despertar, cosa que acabé haciendo, con ella emitiendo sonidos bastante ñoños. Ya sí que aproveché para ponerme a su altura y juntar nuestros cuerpos, pegando mi nariz a la suya para acariciarla, lo que hizo que ella riera un poco. Se abrazó a mí y yo a ella, porque la temperatura era un poco baja para lo que estábamos acostumbrados de semanas anteriores.
Entre risas y muy adormilada me preguntó si aún seguía con ganas después de la noche que habíamos pasado, justificándome yo al decirle que era muy guapa y que olía muy bien, pasando a agarrar su culo, diciéndole además que estaba muy buena. Ella rio como respuesta, revolviéndose para darse la vuelta. Le comenté que así no me ayudaba a rebajar mis ganas, porque su culazo se apretaba contra mi paquete, que crecía por momentos después de haberse relajado por el pequeño bajón que me entró, porque me desperté con una buena erección. Ángela no dejaba de reír, siempre tan risueña, empujando con su culo, poniendo peor la cosa. Yo no malgastaba la ocasión al frotarme con ella, llegando incluso a sacármela para que quedara bien atrapada entre sus nalgas y mi vientre. Mis manos se paseaban por su vientre, subiendo y bajando ligeramente, hasta que subí a sus tetas para estimularlas.
Empecé masajeando los pechos, con ella murmurando mientras notaba cómo se erizaban sus pezones, los cuales fueron mi siguiente objetivo. Aquí sí que daba respingos, gimoteando para recordarme que era muy sensible en esa zona, aunque yo procuraba tener cuidado, pasando ella a lanzar unos más monos, los cuales me indicaban que le estaba gustando aquello. Así estuve un buen rato, sin dejar de moverme, aunque de manera ligera, para seguir rozándome con ella, colaborando mi amiga al mover su culo muy sensualmente. Pero la cosa cambió cuando llegué a su coño después de ir bajando muy poco a poco, haciendo cosquillas y rascándole cuando se quejaba entre risas. Le acaricié su vello púbico que tanto me encantaba y pasé a sus labios, dando ella un respingo aún mayor que me llegó a asustar por pensar que le había hecho daño de alguna manera, aunque también se me pasó por la cabeza que quizá se había corrido ya por el trabajo que había hecho ya con sus pezones.