Keranos
Miembro muy activo
- Desde
- 22 Jun 2023
- Mensajes
- 979
- Reputación
- 6,375
Capítulo 651
Me llevé los dedos a la boca para saborear sus fluidos, los cuales me encantaron y viendo cómo Sara se quedaba mirándome fijamente por mis ojos y mis labios. Era evidente que quería besarme y le di ese gusto al acercarme a ella para darnos un buen morreo. Pero no quise que se alargara, porque la levanté para que bailara un poco para mí. Sara lo hacía de manera muy sensual, sobre todo por cómo iba vestida y por los tacones que llevaba. Por momentos me enseñaba el coño descaradamente al poner su culo en pompa y también se le salía una teta. Me tenía muy despistado así, por lo que la agarré de la mano para quitarle el vestido, viendo cómo se había dejado el vello púbico tal y como yo le dije que hiciera. Me dio un fuerte escalofrío al verlo así, con un triángulo rubio oscuro bien perfilado y mullidito, estando todo lo demás bien depilado. Ver sus gruesos labios colgar un poco me puso bastante para preferirlos yo más bien finos.
Hasta la abracé, bajando mi cara hasta su coño, dándome un olor muy bueno a sexo. Le besé el pubis y le di la vuelta para darle un azote con firmeza, mandándola de nuevo hasta la barra para que continuara bailando. Y así lo hizo durante unos momentos más en los que se movía con soltura, aunque no terminaba de subirse a ella mucho por tener su piel resbaladiza por la crema, prometiéndome ella que ya me haría un buen show en otra ocasión. Aunque yo estaba muy bien con lo que me ofrecía. Le pedí que se descalzará, porque me gustaban mucho sus pies y ella lo hizo, estando ya completamente desnuda. Aquello hizo que me calentara de por más, desnudándome yo también para tumbarme sobre la cama y empezar a masturbarme lentamente. Sara no me quitaba ojo de encima, mordiéndose el labio y diciéndome que le parecía increíble. Hasta podía ver cómo se tocaba un poco ella también al darse la vuelta, además de que tiraba de sus pezones con fuerza cuando me daba la cara.
Necesitaba ir más allá y por eso le dije que viniera conmigo. No podía dejar de mirar su coño y sus tetas, con esos pezones atravesados cada uno por un piercing con dos bolitas negras a cada lado. La puse sobre mí, quedando mi polla bien apretada entre nuestros cuerpos y nos empezamos a besar de bueno. Notaba su cara muy caliente y mientras le amasaba el culo le pregunté si tenía ganas. Ella, con la respiración entrecortada me confesaba que sí, que no podía esperar más. Le di una buena palmada en ese culazo y le dije que me la chupara, que seguro que lo hacía muy bien. Y no me equivocaba, porque Sara la comía muy bien, sabiendo sacarle partido a ese extraño piercing que tenía en la lengua. Chupaba con ganas, como para no con las ganas que teníamos, pero no lograba metérsela entera en la boca como quizá esperaba yo que pudiera hacer. Y lo intentaba, esforzándose mucho por hacerlo, pero no lo lograba, llegando incluso a derramar lágrimas. Aun así, le dije que me gustaba cómo lo hacía, llegando casi a conseguirlo, porque se quedaba cerca, pero no me importaba y le follaba la boca igualmente, llegando incluso a agarrarla del pelo, despeinándola.
No quería acabar de esa manera, por lo que cuando me noté cerca por la buena mamada que me estaba haciendo, la aparté de mí tirando firmemente de su pelo, continuando con ese juego con el que empezamos. A Sara le iba ese juego de ser sumisa y lo demostraba muy bien con los gemidos que lanzaba con algunos de mis actos, como este precisamente. La puse bocarriba en la cama y cambiamos papeles al ser yo el que le comía el coño ahora justo en la misma posición en la que se encontraba ella segundos antes. No recordaba haberme comido un coño con unos labios tan gruesos, pero la verdad es que en el tema no me dio asco. Nada más lejos, porque su olor y sabor invitaba mucho a que se lo comiera, dando yo grandes lamidas por toda la zona y succionado esos labios con fuerza, dándole mucho placer a ella. Tanto, que se acabó corriendo, aparentando mi cabeza con sus muslos y temblando mucho sus piernas.
Continúe un poco más, hasta que sus gemidos se volvieron muy agudos y su cuerpo empezaba a convulsionar. Sara estaba muy mona recién corrida, con su respiración muy acelerada y varios temblores. Yo me masturbaba lentamente mientas ella se recuperaba, cosa que por suerte, no duró mucho. Cogí un condón de los que compré y me lo puse para dar unas cuantas pasadas al ponerme sobre ella. Mi amiga abrió sus ojos y se abrió bien de piernas para recibirme, empezando a clavársela yo. Me puse sobre ella, metiéndosela por completo, estando ella con una cara espectacular al abrir un poco su boca y dejar sus cejas caídas. Y aún no habíamos empezado, porque me quedé quieto para darle un beso más, acariciando ella mi espalda y mi culo. La miré a los ojos y le pregunté si estaba preparada, asintiendo ella, por lo que me empecé a mover para darnos placer mutuamente.
Sara gemía bastante alto para estar rodeados de tantos vecinos, aunque a mí me daba bastante igual aquello. No se cortaba un pelo, y eso me gustaba bastante. Yo empecé con algo normalito para ir tanteando si estaba bien recuperada de su reciente orgasmo y parecía que sí, por eso apreté un poco más, empezando la cama a sonar. Tanto los muelles del colchón, como el cabecero de la cama al retumbar contra la pared. Por momentos gritaba mi nombre y gemía muy alto, tratando yo de corregir eso al tirar de su pelo para continuar el juego más que nada, porque como digo, me daba igual hacer ruido. También le comía las tetas cuando paraba brevemente para que no se volviera a correr tan pronto, aunque no duraba nada aquello para lo que me gustaban esas tetas. Pero quería continuar con el juego, porque a ella le gustaba y a mí también, aunque no tan agresivo como intuía en ella por eso que me había dicho de que le gustaba sentir dolor.
Lo que hice fue apretarle las tetas con mis manos, apoyándome en ellas mientras la follaba en ese misionero en el que empezamos. Sara no dejaba de gritar por aquello y la veía tan encendida que empecé a usar palabras que no usaba nunca en esos momentos. No había llegado tan lejos con ninguna chica como para insultarla y casi que vejarla, pero di en el clavo, porque a ella parecía encantarle eso, llegando a pedirme más. Continué con ese vocabulario en lo que la follaba cada vez con más dureza, llegando también a escupirle. A Sara le iba la marcha, y de la buena por cómo reaccionaba con todo lo que le hacía. Me puse más serio, pero en el tema de reventarla, porque me centré en follarla con dureza y rapidez para que se volviera a correr, consiguiéndolo y quedando yo muy cerca, saliéndome de ella, aunque no me detuve, porque notaba que se mojaba mucho, y de manera muy líquida, por lo que le metí los dedos para estimularle el punto G y ver si podía provocarle un squirting.
Y efectivamente, pude conseguir que lo hiciera, con ella levantando sus caderas y lanzando un par de chorros, pasando yo a frotar su clítoris, lo que provocó que salpicara mucho lo que estaba terminando de expulsar de su cuerpo. Mojó bastante la cama y a mí también, quedando ella temblando bastante y murmurando cosas, aunque no podía entenderla, porque parecía que estaba tiritando por su manera de hablar pese a estar los dos sudados. Aunque no iba a quedar así la cosa, porque ella ya se había corrido un par de veces y yo ninguna, por lo que me puse sobre ella, quitándome el condón, para agarrarla del pelo y correrme en su cara, que entre eso, el sudor y los escupitajos que le lancé, dejaron su maquillaje bastante corrido. Sara recibía todo lo que le echaba con ganas, llegando a abrir bien la boca, sacando la lengua, poniéndome mucho el gesto de por sí, pero más al ver ese piercing suyo.
Cuando acabé, me eché sobre la cama y ella, aún con los ojos cerrados, se llevaba todo lo que tenía sobre su cara hacia su boca usando sus dedos. Se estaba metiendo todo el semen que le dejé en la cara para luego tragarlo y relamerse, diciéndome que estaba muy rico. Me salió del alma decirle que era una guarra, riendo ella y dándome la razón, pero es que le encantaba serlo y disfrutaba mucho. Y a mí más que me hacía disfrutar con esa forma de comportarse en la cama. Continuamos la noche volviendo a follar, aunque antes agarré sus pies para chupárselos un poco, llevándolos hasta mi polla para que me pajeara con ellos. Parecía tener práctica, reconociéndome que se había topado con algunos fetichistas y que le gustaba dar placer de esa forma. Luego me puse otro condón para volver a follarla, haciéndolo en la misma postura que antes, aunque ahora la agarraba de sus tobillos, pegándolos a la cama, dejando cada pie a cada lado de su cabeza. Se veía sorprendida por lo que le hacía, más por la seguridad con la que lo hacía diría yo. Y eso la hacía disfrutar mucho.
La follaba con ritmo, en esa postura en la que la penetración era más profunda, aunque cambié al ponerla a cuatro para darle bien duro, como los azotes que le soltaba, los cuales les dejó el culo bien rojo. También seguía tirándole del pelo y hablándole de esa manera guarra y despectiva que parecía calentarla mucho por cómo gemía como respuesta, llegando así a su tercer orgasmo, siguiéndola yo al pegar mi cuerpo al suyo. Esta vez descansamos un poco más, aunque al rato ya estábamos liados otra vez. En esa ocasión, con ella sobre mí para follarme como yo le dije con mis indicaciones. Sara era una bomba en la cama, porque follaba de maravilla y seguía el juego a la perfección, moviéndose de manera más sensual todavía cuando le agarré el cuello con firmeza. Aunque no me corrí de esa manera, porque la puse de nuevo a cuatro y le dije que le iba a follar el culo.
Ella no se negó en ningún momento y de hecho, parecía agradarle la idea a juzgar por la sonrisa que puso. Pero antes de metérsela por ahí, la follé un poco más, pasando a jugar con su ojete al escupir sobre él y empezar a acariciarlo con un dedo, para meterlo después. En menos de 5 minutos ya se la estaba metiendo, con ella encogiendo su cuerpo. Quizá debería haber llevado más cuidado, pero con aquello de que le gustaba sentir dolor cuando estaba muy excitada, pues se la empecé a meter cuanto antes, lográndolo y follándola a buen ritmo. Con lo apretada que estaba, como ya había comprobado al vérselo antes, no me costó mucho correrme con las buenas embestidas que le daba, agarrando su pelo para tirar de él y mantener su espalda erguida. Sara se tocaba mientras tanto el coño con sus dedos, llegando a correrse, apretando ella el culo y provocando mi orgasmo.
Fue una noche muy divertida en la que después de eso nos quedamos descansando durante unos minutos, aunque ella estaba rendida y casi que no se podía mover, teniendo sus ojos bastante entornados. Yo me levanté para ir vistiéndome, diciéndole que me había gustado mucho el rato que habíamos echado y que ya nos veríamos más de esa manera, murmurando ella para darme a entender que estaba de acuerdo. Me despedí de ella dándole un pequeño azote y me fui, pensado por el camino lo divertida que era Sara y lo buena que estaba, haciéndome pasar una noche muy buena. Así llegué a casa, entrando sin hacer ruido para no despertar a Andrea, dándome una ducha y echando algo de ropa en una bolsa para los dos próximos días que iba a pasar con mis amigos, marchándome a dormir después, porque era tarde y la idea que teníamos Ángela y yo era irnos temprano a nuestra ciudad.
Ángela acudió por casa bastante temprano, unos minutos pasadas las 8 de la mañana. Iba muy mona con sus dos típicas trenzas para ir cómoda y para no pasar tanto calor, yendo además con su atuendo usual de camiseta blanca de tirantes y shorts vaqueros cortitos, aunque en esta ocasión llevaba unas Converse en lugar de unas sandalias. Nos dimos un abrazo y un beso en la mejilla y ella dejó su pequeño trolley en la entrada, yendo ambos hasta la cocina para tomaros un café antes de salir. Le pedí que no hiciera mucho ruido, porque era muy temprano y Andrea dormía aún. En el rato que estuvimos en la cocina no paraba de decirme que tenía muchas ganas de este plan al que íbamos, aunque era algo bastante simple, pero le apetecía mucho estar los cuatro juntos. Se le ocurrían muchos sitios a los que ir bien entrada la tarde y luego ya de noche para ir a bailar o lo que surgiera.
Pero no saldríamos tan pronto de casa, porque me dijo que debíamos hacer algo antes de salir. Me quedé sin entender a qué se refería y me agarró de la mano para llevarme al baño grande, al que usaba yo ahora que Andrea estaba de vuelta y tenía el otro asignado. Una vez allí, me susurró que me desnudara, con una sonrisa pícara. Le pregunté si quería hacer algo en ese momento, negando ella y volviendo a interrogar yo, aunque ahora con un gesto más que con palabras. Ella me dijo que tenía que darme un repaso para que fuera bien depiladito, porque ya había pasado una semana desde que lo hizo y pensaba que tenía que arreglarme eso, prestándose otra vez a hacerlo. Me entró un poco la risa, aunque ella esperaba con sus brazos en jarra, bastante sonriente, hasta que se cansó de esperar por quedarme yo mirándola, echando mano a mi ropa para empezar a quitármela.
Me llevé los dedos a la boca para saborear sus fluidos, los cuales me encantaron y viendo cómo Sara se quedaba mirándome fijamente por mis ojos y mis labios. Era evidente que quería besarme y le di ese gusto al acercarme a ella para darnos un buen morreo. Pero no quise que se alargara, porque la levanté para que bailara un poco para mí. Sara lo hacía de manera muy sensual, sobre todo por cómo iba vestida y por los tacones que llevaba. Por momentos me enseñaba el coño descaradamente al poner su culo en pompa y también se le salía una teta. Me tenía muy despistado así, por lo que la agarré de la mano para quitarle el vestido, viendo cómo se había dejado el vello púbico tal y como yo le dije que hiciera. Me dio un fuerte escalofrío al verlo así, con un triángulo rubio oscuro bien perfilado y mullidito, estando todo lo demás bien depilado. Ver sus gruesos labios colgar un poco me puso bastante para preferirlos yo más bien finos.
Hasta la abracé, bajando mi cara hasta su coño, dándome un olor muy bueno a sexo. Le besé el pubis y le di la vuelta para darle un azote con firmeza, mandándola de nuevo hasta la barra para que continuara bailando. Y así lo hizo durante unos momentos más en los que se movía con soltura, aunque no terminaba de subirse a ella mucho por tener su piel resbaladiza por la crema, prometiéndome ella que ya me haría un buen show en otra ocasión. Aunque yo estaba muy bien con lo que me ofrecía. Le pedí que se descalzará, porque me gustaban mucho sus pies y ella lo hizo, estando ya completamente desnuda. Aquello hizo que me calentara de por más, desnudándome yo también para tumbarme sobre la cama y empezar a masturbarme lentamente. Sara no me quitaba ojo de encima, mordiéndose el labio y diciéndome que le parecía increíble. Hasta podía ver cómo se tocaba un poco ella también al darse la vuelta, además de que tiraba de sus pezones con fuerza cuando me daba la cara.
Necesitaba ir más allá y por eso le dije que viniera conmigo. No podía dejar de mirar su coño y sus tetas, con esos pezones atravesados cada uno por un piercing con dos bolitas negras a cada lado. La puse sobre mí, quedando mi polla bien apretada entre nuestros cuerpos y nos empezamos a besar de bueno. Notaba su cara muy caliente y mientras le amasaba el culo le pregunté si tenía ganas. Ella, con la respiración entrecortada me confesaba que sí, que no podía esperar más. Le di una buena palmada en ese culazo y le dije que me la chupara, que seguro que lo hacía muy bien. Y no me equivocaba, porque Sara la comía muy bien, sabiendo sacarle partido a ese extraño piercing que tenía en la lengua. Chupaba con ganas, como para no con las ganas que teníamos, pero no lograba metérsela entera en la boca como quizá esperaba yo que pudiera hacer. Y lo intentaba, esforzándose mucho por hacerlo, pero no lo lograba, llegando incluso a derramar lágrimas. Aun así, le dije que me gustaba cómo lo hacía, llegando casi a conseguirlo, porque se quedaba cerca, pero no me importaba y le follaba la boca igualmente, llegando incluso a agarrarla del pelo, despeinándola.
No quería acabar de esa manera, por lo que cuando me noté cerca por la buena mamada que me estaba haciendo, la aparté de mí tirando firmemente de su pelo, continuando con ese juego con el que empezamos. A Sara le iba ese juego de ser sumisa y lo demostraba muy bien con los gemidos que lanzaba con algunos de mis actos, como este precisamente. La puse bocarriba en la cama y cambiamos papeles al ser yo el que le comía el coño ahora justo en la misma posición en la que se encontraba ella segundos antes. No recordaba haberme comido un coño con unos labios tan gruesos, pero la verdad es que en el tema no me dio asco. Nada más lejos, porque su olor y sabor invitaba mucho a que se lo comiera, dando yo grandes lamidas por toda la zona y succionado esos labios con fuerza, dándole mucho placer a ella. Tanto, que se acabó corriendo, aparentando mi cabeza con sus muslos y temblando mucho sus piernas.
Continúe un poco más, hasta que sus gemidos se volvieron muy agudos y su cuerpo empezaba a convulsionar. Sara estaba muy mona recién corrida, con su respiración muy acelerada y varios temblores. Yo me masturbaba lentamente mientas ella se recuperaba, cosa que por suerte, no duró mucho. Cogí un condón de los que compré y me lo puse para dar unas cuantas pasadas al ponerme sobre ella. Mi amiga abrió sus ojos y se abrió bien de piernas para recibirme, empezando a clavársela yo. Me puse sobre ella, metiéndosela por completo, estando ella con una cara espectacular al abrir un poco su boca y dejar sus cejas caídas. Y aún no habíamos empezado, porque me quedé quieto para darle un beso más, acariciando ella mi espalda y mi culo. La miré a los ojos y le pregunté si estaba preparada, asintiendo ella, por lo que me empecé a mover para darnos placer mutuamente.
Sara gemía bastante alto para estar rodeados de tantos vecinos, aunque a mí me daba bastante igual aquello. No se cortaba un pelo, y eso me gustaba bastante. Yo empecé con algo normalito para ir tanteando si estaba bien recuperada de su reciente orgasmo y parecía que sí, por eso apreté un poco más, empezando la cama a sonar. Tanto los muelles del colchón, como el cabecero de la cama al retumbar contra la pared. Por momentos gritaba mi nombre y gemía muy alto, tratando yo de corregir eso al tirar de su pelo para continuar el juego más que nada, porque como digo, me daba igual hacer ruido. También le comía las tetas cuando paraba brevemente para que no se volviera a correr tan pronto, aunque no duraba nada aquello para lo que me gustaban esas tetas. Pero quería continuar con el juego, porque a ella le gustaba y a mí también, aunque no tan agresivo como intuía en ella por eso que me había dicho de que le gustaba sentir dolor.
Lo que hice fue apretarle las tetas con mis manos, apoyándome en ellas mientras la follaba en ese misionero en el que empezamos. Sara no dejaba de gritar por aquello y la veía tan encendida que empecé a usar palabras que no usaba nunca en esos momentos. No había llegado tan lejos con ninguna chica como para insultarla y casi que vejarla, pero di en el clavo, porque a ella parecía encantarle eso, llegando a pedirme más. Continué con ese vocabulario en lo que la follaba cada vez con más dureza, llegando también a escupirle. A Sara le iba la marcha, y de la buena por cómo reaccionaba con todo lo que le hacía. Me puse más serio, pero en el tema de reventarla, porque me centré en follarla con dureza y rapidez para que se volviera a correr, consiguiéndolo y quedando yo muy cerca, saliéndome de ella, aunque no me detuve, porque notaba que se mojaba mucho, y de manera muy líquida, por lo que le metí los dedos para estimularle el punto G y ver si podía provocarle un squirting.
Y efectivamente, pude conseguir que lo hiciera, con ella levantando sus caderas y lanzando un par de chorros, pasando yo a frotar su clítoris, lo que provocó que salpicara mucho lo que estaba terminando de expulsar de su cuerpo. Mojó bastante la cama y a mí también, quedando ella temblando bastante y murmurando cosas, aunque no podía entenderla, porque parecía que estaba tiritando por su manera de hablar pese a estar los dos sudados. Aunque no iba a quedar así la cosa, porque ella ya se había corrido un par de veces y yo ninguna, por lo que me puse sobre ella, quitándome el condón, para agarrarla del pelo y correrme en su cara, que entre eso, el sudor y los escupitajos que le lancé, dejaron su maquillaje bastante corrido. Sara recibía todo lo que le echaba con ganas, llegando a abrir bien la boca, sacando la lengua, poniéndome mucho el gesto de por sí, pero más al ver ese piercing suyo.
Cuando acabé, me eché sobre la cama y ella, aún con los ojos cerrados, se llevaba todo lo que tenía sobre su cara hacia su boca usando sus dedos. Se estaba metiendo todo el semen que le dejé en la cara para luego tragarlo y relamerse, diciéndome que estaba muy rico. Me salió del alma decirle que era una guarra, riendo ella y dándome la razón, pero es que le encantaba serlo y disfrutaba mucho. Y a mí más que me hacía disfrutar con esa forma de comportarse en la cama. Continuamos la noche volviendo a follar, aunque antes agarré sus pies para chupárselos un poco, llevándolos hasta mi polla para que me pajeara con ellos. Parecía tener práctica, reconociéndome que se había topado con algunos fetichistas y que le gustaba dar placer de esa forma. Luego me puse otro condón para volver a follarla, haciéndolo en la misma postura que antes, aunque ahora la agarraba de sus tobillos, pegándolos a la cama, dejando cada pie a cada lado de su cabeza. Se veía sorprendida por lo que le hacía, más por la seguridad con la que lo hacía diría yo. Y eso la hacía disfrutar mucho.
La follaba con ritmo, en esa postura en la que la penetración era más profunda, aunque cambié al ponerla a cuatro para darle bien duro, como los azotes que le soltaba, los cuales les dejó el culo bien rojo. También seguía tirándole del pelo y hablándole de esa manera guarra y despectiva que parecía calentarla mucho por cómo gemía como respuesta, llegando así a su tercer orgasmo, siguiéndola yo al pegar mi cuerpo al suyo. Esta vez descansamos un poco más, aunque al rato ya estábamos liados otra vez. En esa ocasión, con ella sobre mí para follarme como yo le dije con mis indicaciones. Sara era una bomba en la cama, porque follaba de maravilla y seguía el juego a la perfección, moviéndose de manera más sensual todavía cuando le agarré el cuello con firmeza. Aunque no me corrí de esa manera, porque la puse de nuevo a cuatro y le dije que le iba a follar el culo.
Ella no se negó en ningún momento y de hecho, parecía agradarle la idea a juzgar por la sonrisa que puso. Pero antes de metérsela por ahí, la follé un poco más, pasando a jugar con su ojete al escupir sobre él y empezar a acariciarlo con un dedo, para meterlo después. En menos de 5 minutos ya se la estaba metiendo, con ella encogiendo su cuerpo. Quizá debería haber llevado más cuidado, pero con aquello de que le gustaba sentir dolor cuando estaba muy excitada, pues se la empecé a meter cuanto antes, lográndolo y follándola a buen ritmo. Con lo apretada que estaba, como ya había comprobado al vérselo antes, no me costó mucho correrme con las buenas embestidas que le daba, agarrando su pelo para tirar de él y mantener su espalda erguida. Sara se tocaba mientras tanto el coño con sus dedos, llegando a correrse, apretando ella el culo y provocando mi orgasmo.
Fue una noche muy divertida en la que después de eso nos quedamos descansando durante unos minutos, aunque ella estaba rendida y casi que no se podía mover, teniendo sus ojos bastante entornados. Yo me levanté para ir vistiéndome, diciéndole que me había gustado mucho el rato que habíamos echado y que ya nos veríamos más de esa manera, murmurando ella para darme a entender que estaba de acuerdo. Me despedí de ella dándole un pequeño azote y me fui, pensado por el camino lo divertida que era Sara y lo buena que estaba, haciéndome pasar una noche muy buena. Así llegué a casa, entrando sin hacer ruido para no despertar a Andrea, dándome una ducha y echando algo de ropa en una bolsa para los dos próximos días que iba a pasar con mis amigos, marchándome a dormir después, porque era tarde y la idea que teníamos Ángela y yo era irnos temprano a nuestra ciudad.
Ángela acudió por casa bastante temprano, unos minutos pasadas las 8 de la mañana. Iba muy mona con sus dos típicas trenzas para ir cómoda y para no pasar tanto calor, yendo además con su atuendo usual de camiseta blanca de tirantes y shorts vaqueros cortitos, aunque en esta ocasión llevaba unas Converse en lugar de unas sandalias. Nos dimos un abrazo y un beso en la mejilla y ella dejó su pequeño trolley en la entrada, yendo ambos hasta la cocina para tomaros un café antes de salir. Le pedí que no hiciera mucho ruido, porque era muy temprano y Andrea dormía aún. En el rato que estuvimos en la cocina no paraba de decirme que tenía muchas ganas de este plan al que íbamos, aunque era algo bastante simple, pero le apetecía mucho estar los cuatro juntos. Se le ocurrían muchos sitios a los que ir bien entrada la tarde y luego ya de noche para ir a bailar o lo que surgiera.
Pero no saldríamos tan pronto de casa, porque me dijo que debíamos hacer algo antes de salir. Me quedé sin entender a qué se refería y me agarró de la mano para llevarme al baño grande, al que usaba yo ahora que Andrea estaba de vuelta y tenía el otro asignado. Una vez allí, me susurró que me desnudara, con una sonrisa pícara. Le pregunté si quería hacer algo en ese momento, negando ella y volviendo a interrogar yo, aunque ahora con un gesto más que con palabras. Ella me dijo que tenía que darme un repaso para que fuera bien depiladito, porque ya había pasado una semana desde que lo hizo y pensaba que tenía que arreglarme eso, prestándose otra vez a hacerlo. Me entró un poco la risa, aunque ella esperaba con sus brazos en jarra, bastante sonriente, hasta que se cansó de esperar por quedarme yo mirándola, echando mano a mi ropa para empezar a quitármela.