Capítulo 891
Seguimos jugando, aunque ahora de manera más calmada, tomándonos más tiempo y llevando a cabo diferentes posturas. Verla a cuatro con ese culo tan bonito me encantaba, aunque no tanto como a ella a juzgar por cómo se ponía. No se me podía hacer más evidente que esa era su postura favorita, aunque ella también conocía la mía. Pero llegó a correrse cuando le di a cuarto. No tardó en recuperarse para follarme después a mí como más me gustaba.
Me exprimió bastante bien, continuando una vez acabé para apurar bien, consiguiendo ella llegar a otro orgasmo, quedando bastante rendida por cómo se movía encima de mí. Pegó su cuerpo al mío y me abrazó, devolviendo yo ese abrazo y dándole muchos besos, porque me apetecía mucho. Ella se dejaba llevar y empezó a participar cuando se tranquilizó.
Pero por desgracia, teníamos que irnos a trabajar, yendo con el tiempo justo, por lo que me di una ducha rápida y me cambié de ropa para llevarla a ella a su casa y poder hacer lo mismo. La esperé, no tardando ella mucho al recogerse el pelo bien, bajando enseguida y llevándola al trabajo, donde nos despedimos con un beso, pero algo apartados de la cafetería.
No quedamos en nada en concreto, pero me la encontré en la universidad cuando acabé, preguntándole qué hacía ahí. Me comentó que le apetecía verme, con la idea de que cenáramos juntos. Me pareció una idea estupenda, por lo que nos fuimos a casa, aunque en realidad, nos volvimos a enrollar, echando otro polvo más, aunque después hicimos la cena, porque teníamos hambre.
Mientras cenábamos nos contamos cómo había ido la tarde, yendo todo muy bien. Le pregunté si se animó a hablar un poco más en el trabajo, haciendo ella un gesto con la cabeza en donde me expresaba que no mucho. No quería meterle presión en ese aspecto, por lo que no le dije nada más, pero pensaba que estaría bien poder hacer algo al respecto.
Le sugerí quedarse a dormir en mi casa, así pasábamos la noche juntos y a ella le gustó la invitación, pero comentó que le gustaría tener ropa limpia para ponerse para el día siguiente y lo más importante, nunca había dejado a su gata sola tanto tiempo. Bajo mi punto de vista, todo eso tenía una solución muy fácil, por lo que le sugerí que fuéramos a su casa en un momento para ir a por algo de ropa y a por su gata.
A Abby se le iluminó la cara, poniéndose incluso de pie para ponernos en marcha. Era muy gracioso el viaje de vuelta, yendo ella con una mochila a la espalda en donde guardaba su ropa, llevando a su gata dentro de su sudadera por la parte de delante. Me pidió que llevara cuidado y que fuera despacio para no tener ningún susto. Le hice la broma de ir más lento que como si fuéramos andando, zarandeándome ella para que no le hiciera rabiar.
En casa, la gata estaba un poco nerviosa. No paraba quiera, pero Abby la tranquilizó y no tardó en acostumbrarse. Ambos estábamos un poco cansados, como para no con el movimiento que habíamos tenido con tanto sexo, por lo que nos fuimos a la cama pronto.
Ella le hizo una cama con la sudadera que se puso en el camino de vuelta, preguntándome si me importaba que la pusiera sobre el sofá. No puse ninguna pega y Abby dejó a su gatita sobre la cama improvisada, diciéndole que durmiera ahí.
Nosotros nos fuimos a la cama, poniéndose ella su pijama y yo ropa cómoda, porque no solía usar pijama. Estábamos muy abrazados, cayendo algunos besos y algo más, aunque estaba vez fue mucho más pausado y lento. Fue muy reconfortante aun así, acabando los dos, quedando ella muy somnolienta, mientras que yo me levanté para tirar el condón a la basura, volviendo con ella para acomodarme y dormir, estando muy a gusto.
Fue ella la que se despertó primero al día siguiente, enterándome yo por el sonido de la ducha. La gata también se enteró de que Abby se había levantado ya, porque la podía oír moverse, hasta que se vino a la cama conmigo, echándose a mi lado. A Abby le hizo gracia encontrarnos a los dos tan juntos, saliendo con una toalla envolviendo su cuerpo.
Se acercó a nosotros, dándome un pico a mí y acariciando a la gatita. Le pedí que no se quedara así, porque a las alturas que estábamos ya de año hacía un frío bastante grande, no estando yo acostumbrado a ello, pero ella sí que lo estaba. Aun así, se volvió al baño para acabar de secarse bien y de prepararse, tomando yo después el relevo para darme una ducha.
Me encontré el desayuno preparado una vez salí, haciéndolo los dos ahí, pero me pidió que pasáramos por su casa antes para dejar a la gata. Le dije que no me importaba que se quedara ahí, pero Abby prefería dejarla en su casa, porque pensaba que estar sola en un lugar tan nuevo durante unas cuantas horas la podría poner nerviosa.
Así que hicimos lo mismo que la pasada noche, pero ahora yendo a su casa, dejando a la gata y también lo que se llevó en su mochila. Volvimos a la moto para montarnos en ella y volver a la universidad, siguiendo con esa rutina de asistir a las clases, viéndonos para desayunar juntos en el descanso y luego cuando salíamos para poder llevarla a su casa.
Sin embargo, ella me notó un poco callado cuando me invitó a cenar en su casa por la noche, pensando que podíamos hacer lo que hicimos el día anterior, pero en la suya esta vez. Acepté encantado, pero es verdad que estaba un poco pensativo. Se me empezó a quedar mirando durante unos momentos, hasta que finalmente me preguntó si me ocurría algo.
Le dije que nada importante, ganando su interés, preguntándome sobre ello. Le comenté que le había hablado a una amiga sobre ella y que nos habíamos hecho pareja. Su reacción fue normal, preguntándome cuál era el problema y si se trataba de Irene, ya que le había hablado mucho de todos mis amigos.
Le comenté que se trataba de Ángela, recordando Abby quién era por todo lo que le había contado de ella y preguntándose a sí misma cómo no había caído en que era ella con lo cercanos que éramos. Le dije que no había ningún problema, que simplemente, ella se alegraba mucho por mí, por haber dado ese paso y por haber encontrado a alguien con quien tener una relación.
Abby seguía sin entender qué había de malo en ello, siendo entonces cuando le expliqué que a ella le gustaría conocerla. Abby entendió por qué estaba así de pensativo, diciendo que era totalmente normal que fuera así. Le pregunté si estaría cómoda con ello, siéndome ella honesta al decirme que pensaba que le podría costar un poco, porque ya había visto lo que le costó entablar conversación conmigo y demás, pero que al final era algo por lo que tenía que pasar.
Abby me explicó que alguna vez tendría que ir a ver a mis amigos, o que tal vez ellos vinieran a verme de nuevo, dándose entonces el momento en el que se tuvieran que conocer, como también imaginaba que debía ser con mi familia. La verdad es que para lo que le costaba ella socializar, por el problemilla que tenía, me sorprendió que lo viera todo tan claro y que supiera que tenía que pasar por ello eventualmente.
Me notó mucho la alegría que me entró al decirme ella todo aquello, aunque también comentó que tenía que darle un poquito de tiempo para que se hiciera a la idea y pudiera así mentalizarse para no ponerse nerviosa de por más. Estuvimos hablando un poco sobre ese problema que tenía, contándome ella que se esforzaba mucho por relacionarse con la gente, sobre todo cuando trabajaba en la cafetería, pero que le costaba muchísimo.
Mantenía el trato justo y necesario con sus compañeras de trabajo y seguía siendo de pocas palabras con los clientes, siendo así también en la universidad, porque no se relacionaba con nadie de su clase y tampoco es que hablara con sus profesores, haciéndolo sobre todo electrónicamente. Pero también me comentó que desde que había entablado ese acercamiento conmigo, notaba que algo había cambiado.
Me dijo que ya no se ponía tan tensa cuando estaba rodeada de mucha gente y que respondía cuando alguien le hacía alguna pregunta, no haciéndolo casi nunca antes de ello. Ella seguía siendo tímida, pero su ansiedad se había visto reducida, pensando ella que era gracias a mí, por haber tenido tanto trato con ella, haciéndole todo mucho más fácil a la hora de relacionarse. Me contó que hablar tanto conmigo había hecho ganar confianza y que no le resultara tan complicado todo.
Me sentí muy alagado cuando me dijo aquello, comentándole yo que ella también me había hecho mucho bien desde que empezamos a hablar, haciéndolo cada vez más hasta que acabamos haciéndonos pareja. Le conté que desde que mis amigos vinieron a visitarme, me sentía bastante solo después de que se hubieran ido, pero que desde que empezamos a hablar y demás, todo aquello se vio diluido.