Que palo más fuerte me he llevado con la traición, aparente, de Shinrei. De verdad se la va a jugar a su hermana y todos los demás? Si es así no merece compasión cuando el plan de Hon Long fracase, porque va a fracasar seguro.
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¡EL GIRITO! jajajajaQue palo más fuerte me he llevado con la traición, aparente, de Shinrei. De verdad se la va a jugar a su hermana y todos los demás? Si es así no merece compasión cuando el plan de Hon Long fracase, porque va a fracasar seguro.
La de Shaolin Soccer y la de Kung Fusion, también estan muy guapas. Aunque sean más en plan risas!Aprovechando el desvío cinéfilo, sin duda Drunken Master (El maestro borrachón) y Snake in the Eagle's Shadow (El puño de la serpiente) son clásicos de culto en el cine del kung-fu, también agregaría otra imperdible, Las 36 cámaras de Shaolin, para mí la quintaesencia de las películas de artes marciales.![]()
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Madre mía la que me va a caer jajajajajaNo te voy a perdonar que hayas matado al escocés.
Aunque creo que de los importantes ya no morirá nadie más... O si no![]()
no te preocupes por que se convierta en novela, como los Episodios Nacionales.Me parece a mi que este Rey Mono ya se ha olvidado de Grace, Vihaan y hasta de sí mismo.
Si llega a casa será de chiripa o solo gracias al deseo de la capitana. Porque sino, lo más seguro, es que ya se habría perdido otra vez.
El viento es así... no se puede detener, no tiene memoria, no sabe donde va, tan solo... ¡Va!
Y sobre lo que comentas de la condena de Grace: Sí, se sabrá en algún momento. ¿Cuando?
Pues te contesto con otra pregunta
¿Te acuerdas en la película de Gladiator cuando el negro baja a la arena al final de todo?
"Ahora somos libres" - dice enterrando algo bajo la arena (no me acuerdo que era)
"Volveremos a vernos" - dice mirando al cielo (mientras empieza a sonar la música épica)
¿Te acuerdas, al final, lo que dice?
Pues esa es la respuesta
Lo que sucede con Grace y Vihaan lo tengo pensado casi desde que empecé el relato.
Que ahora que lo piensoMás que un relato, es ya ¡una puta novela!
Perdonad si se está alargando más de la cuenta toda esta historia.
Pero es que me está gustando tanto escribirla, que me cuesta llegar al final.
Aunque sea inevitable.
Gracias por leer mis paranoias y por los mensajes.
De todo
¡Un abrazo enorme!
Me gusto mucho, y muy morbosoInteresantísima historia, un poco alejada de sexo y todas esas cosas, lo cual a mí no me importa.
Pues ya mismo se va a cruzar con la que creo que va a ser la mujer que le robe el corazón.
PD: A ver quién tiene cojones de aprenderse el nombre completo del protagonista.
Capítulo 4 - Nace una leyenda: El ‘Red Viper’
El clima en Bristol cambió sin aviso. El día, que horas antes había lucido radiante, se apagó de golpe. Nubes densas y pesadas se arremolinaron sobre el puerto, borrando el azul del cielo. El sol, oculto tras aquel manto gris, parecía rehuir la ciudad, como si presintiera la fatalidad que estaba por llegar.
La persecución había llegado a su fin. Hasta el final del muelle, y el carruaje que conducía Yara quedó atravesado, bloqueando el paso como una barricada improvisada. Ella y Bhagirath se habían plantado firmes, enfrentándose con fiereza a los hombres de la Compañía de las Indias Orientales que les disparaban sin descanso una mortal y veloz llúvia de muerte. Las balas silbaban, los golpes resonaban, y entre el caos, algunos marineros - hastiados y hartos de los salarios míseros y las condiciones que rozaban la esclavitud - se unieron inesperadamente a la batalla, cubriendo a los fugitivos con su propio fuego.
El puerto era un torbellino de humo, estruendo y gritos. Mercaderes y viajeros corrían despavoridos buscando refugio, mientras puestos de frutas exóticas y telas de seda venidas de oriente se volvían obstáculos improvisados en aquella danza violenta.
Y en medio de aquel pandemonio, Grace permanecía apoyada de espaldas contra el carruaje, cubriéndose del fuego enemigo. Al contrario de sus compañeros, una sonrisa calmada se dibujaba en sus labios. Sus ojos no se fijaban en el peligro inmediato a su espalda, sino en un tesoro mucho más grande que surgía en la penumbra del muelle: el Red Viper.
El bergantín esperaba paciente, como una bestia dormida a punto de despertar. No era un navío pirata al uso, aún no - sus velas, limpias y bien cuidadas, recordaban más a un barco mercante que surcaba rutas comerciales con diligencia y sigilo -, pero su porte era inconfundible: esbelto y firme, diseñado para la velocidad y la resistencia.
Su casco, de madera oscura y pulida, parecía absorber la poca luz que quedaba, reflejando destellos de rojo profundo en las tablas perfectamente encajadas. Dos mástiles se alzaban orgullosos contra el cielo gris, con un aparejo complejo y versátil, listo para capturar cualquier brisa y transformar el viento en poder.
Lo que hacía ese barco aún más especial era el lugar donde reposaba: justo en el mismo muelle donde antaño descansaba el Español Herrante, el legendario navío de Diego de la Vega, a quien Grace había llegado a considerar un padre. La coincidencia no pasó desapercibida para ella.
El nombre del barco - Red Viper- le trajo un recuerdo inmediato: el apodo que había tenido en su infancia, ese mote que la marcó como fuego rojo entre las sombras. Era como si el destino, con una sonrisa irónica, le guiñara un ojo y atara todos sus hilos para que aquel navío estuviera allí, amarrado y esperándola, justo donde debía estar, en el momento preciso.
No era solo un navío, sino una señal, un puente entre su pasado y su futuro que estaba a punto de conquistar. Grace sintió que aquel barco era más que un medio de escape: era la extensión perfecta de su espíritu rebelde y libre, el instrumento con el que escribiría su propia leyenda. El muelle ardía a su alrededor, pero para ella, el horizonte ya comenzaba a abrirse. El Bergantín la esperaba.
Grace volvió en sí como si despertara de un sueño profundo. Asomó la mirada por encima del agujereado carruaje. Los enemigos cada vez estaban más cerca. Bhagirath, ha su derecha, seguía luchando con una furia implacable, como si peleara por venganza, castigando a aquellos hombres que habían robado y saqueado los tesoros más preciados de su tierra. Vihaan, por su lado, se escondía de las balas mientras intentaba liberar a los tres caballos negros como el carbón, temiendo que fueran alcanzados por el fuego enemigo. El viejo brahmán seguía sonriendo, como si aquel día fuera lo más emocionante que había vivido en su larga y silenciosa existencia.
- ¡Maldita sea, Red! - le gritó Yara a pleno pulmón al oído, mientras Gipsy le ayudaba a recargar sus dos pistolas de mano, rápidas y letales en manos expertas - ¡Deja de soñar y ponte a escupir fuego si no quieres acabar durmiendo con los peces!
Acostumbrada a situaciones donde la vida y la muerte se entrelazan, deshilando el fino hilo que las separa, Grace supo al instante qué hacer. Con un rápido movimiento azotó el lomo de los caballos con un látigo de cuero trenzado, obligándolos a salir disparados hacia el barco. Con un grito firme y claro, indicó a sus compañeros que la siguieran.
- ¡Rápido! Seguidme, hay que huir antes de que sea demasiado tarde.
El grupo la siguió, como si su voz fuera el destino que empujara sus valientes corazones. Comenzaron a correr, sin dudar ni un miserable segundo, hacia el navío. Siguiendo a la valiente pelirroja, la que se convertiría muy pronto, en su capitana.
Yara disparaba con ambas manos, su collar de cuentas de semillas y pequeños amuletos de cobre ondeando al viento, mientras gritaba palabras en yoruba, invocando a santos y espíritus que desde el más allá, protegían su alma. Bhagirath, con su gran espada curva en mano, arrebataba la vida de cualquier insensato que osara interponerse en su camino. Su turbante y su bigote, siempre perfectamente colocados, parecían la misma manifestación de su espiritualidad: calmada y serena, incluso en medio del fragor de la batalla.
Vihaan, agachado y ayudando al viejo brahmán a avanzar, miraba hacia atrás con terror, aún sin entender cómo todo se había desmoronado tan rápido y de forma tan brutal.
Grace tomó el timón con firmeza, la mirada dura y concentrada. El ruido de la batalla y el caos del muelle parecían diluirse a su alrededor mientras dirigía a su improvisada tripulación.
Vihaan asintió, maniobrando con rapidez para liberar las cuerdas que ataban el bergantín al muelle.
- Vihaan!, encárgate de soltar las amarras! - ordenó con voz clara - Necesitamos que esos cabos estén sueltos para partir en cuanto estemos a flote!
Yara ya estaba empuñando sus pistolas, su collar tintineando al moverse, lista para el combate.
- Yara! - continuó - vigila la popa y cubre los costados. No dejes que los hombres de la Compañía se acerquen demasiado. Llama a tus Dioses si es necesario, pero mantenerlos a raya!
El pequeño primate chasqueó la lengua y salió trepando con agilidad.
- Gipsy! - Grace giró la cabeza hacia el mono - sube a la cofa y desplega las velas! Avisa si ves algo extraño en el horizonte. Necesitamos ojos en las alturas!
Grace volvió la vista hacia Bhagirath, que empuñaba su espada curva con serenidad pero con una furia contenida que parecía capaz de detener ejércitos.
El viejo Sepoye asintió solemnemente, situándose en el tablón que daba acceso al navío con una presencia que parecía un muro infranqueable.
- Bhagirath! - le llamó - defiende la borda, valiente guerrero! Nadie entra en este barco mientras tú estés en él!
Entonces, la mirada llena de determinación de la valiente capitana, se posó en el viejo brahmán que permanecía parado en medio de la borda, sonriendo como si todo aquello fuera un juego.
Grace no pudo evitar fruncir el ceño y le gritó desde el timón:
El brahmán asintió con una sonrisa tranquila, sin dejar de mirar el horizonte.
- ¡Viejo! ¿Me entiende cuando le hablo?
El viejo finalmente se puso en movimiento, sus arrugas se tensaron con concentración mientras se dirigía a la jarcia para comenzar a preparar el bergantín para zarpar.
- Pues mueve el culo y ponte a trabajar - replicó Grace con tono seco - Ayúda a izar las velas. ¡No vamos a salir de aquí arrastrándonos!
El Red Viper comenzó a deslizarse lentamente desde el muelle, sus tablas crujiendo bajo la tensión mientras la tripulación aceleraba los preparativos. A su alrededor, Bristol era una zona de guerra: el humo de los disparos teñía el aire de gris, y el estruendo de mosquetes y pistolas rompía el silencio con un ritmo frenético.
Desde la cubierta, Grace sentía el corazón latir con fuerza, sus ojos escudriñando el caos. En tierra, los marineros rebeldes seguían enfrentándose con valentía a los hombres de la Compañía, espada y pistola en mano, sus rostros ardían de rabia por la injusticia y la promesa de libertad. Algunos caían entre gritos y disparos, pero otros resistían con feroz determinación.
Un grupo de mujeres y hombres que habían decidido apoyar a la fugitiva tripulación gritaban y animaban la huida, conscientes de que estaban presenciando algo más que un simple escape: el despertar de un atisbo de esperanza en sus maltrechos corazones.
Los caballos, libres ya de sus ataduras, relinchaban nerviosos mientras Vihaan tiraba de las riendas para calmarlos. Yara, firme en la popa, descargaba fuego sobre los atacantes que osaban acercarse, cada disparo una promesa de protección.
En el Red Viper, las velas comenzaron a desplegarse, izadas con rapidez y precisión gracias a la ayuda del viejo brahmán y la agilidad de Gipsy, que desde la cofa señalaba la retirada de los enemigos.
El viento, como aliado invisible, empujaba suavemente el bergantín fuera del muelle, hacia aguas abiertas. La madera vibraba bajo el oleaje, y la proa cortaba el mar con voracidad, dejando atrás el bullicio, el peligro y la tierra que poco a poco se hacía pequeña en el horizonte.
Grace, desde el timón, lanzó un último vistazo hacia el puerto en llamas, sintiendo una mezcla de triunfo y melancolía. El Red Viper, con su nombre lleno de promesas y viejas heridas, navegaba hacia un destino incierto, bajo la sombra del pasado y la promesa de la libertad.
La jóven capitana murmuró un nombre con una sonrissa en su rostro. Por fin, había cumplido su promesa.
La noche cayó lenta y plácidamente sobre el vasto océano. El mar estaba calmado y el viento soplaba a favor. Los rizos rojizos y ondulados de Grace se balanceaban al compás de la brisa, mientras en sus labios asomaba ese aroma a sal que tanto tiempo había anhelado volver a sentir.
- ¿De qué estarán hablando? - le susurró Yara desde atrás, ofreciéndole un trago de una botella de ron medio vacía.
Grace observó a Vihaan discutir con su sirviente en la proa del barco. Hablaban en voz baja, casi en susurros, y de vez en cuando dirigían miradas hacia las dos mujeres situadas al otro extremo de la cubierta, frente al timón.
Mientras cruzaba la cubierta mojada para acercarse, no pudo evitar escuchar las últimas palabras de Bhagirath, antes de que la conversación terminara abruptamente al notar su presencia.
- Habrá que averiguarlo - sonrió Red, dejando que su amiga tomara el mando del timón.
Su sirviente, sin embargo, no parecía compartir esa calma. Aunque guardaba silencio por respeto, su rostro delataba claramente su desconfianza.
- Por eso, señor, no podemos confiar en esas mujeres...
- Buenas noches, caballeros. ¿Todo bien? - preguntó la capitana con firmeza y una sonrisa que ocultaba sus verdaderas intenciones.
- Ah, hola, Grace... sí, todo bien, no te preocupes -respondió Vihaan, esforzándose por sonar amable.
De repente, el bigotudo shudra se giró y la miró directamente a los ojos.
- Señor Bhagirath, veo que usted no opina lo mismo.
- Deberíamos volver - masculló molesto, mirando en dirección contraria.
- ¿A Bristol? ¿Volver al puerto? - Grace soltó una carcajada - ¿Ha perdido la cabeza? Un bergantín contra toda la flota de las Indias Orientales… no duraríamos ni dos minutos vivos. Sería como soltar una oveja en una guarida de lobos.
Gipsy saltó al hombro de la capitana mostrando los dientes de forma amenazante.
- Mi señor tiene todas sus pertenencias ahí, junto a las mías, por si no lo recuerda. Y entre ellas están todos sus estudios y apuntes sobre el Sundra-Kalash… años de investigación tirados a la basura porque usted no sabe contenerse - dijo señalando con la mirada al viejo sabio.
- ¿Cómo dice? Pasó lo que pasó por salvar al viejo saco de huesos y lo hize porque su señor - acentuó esa palabra con tono irónico y burlesco - me lo pidió.
- ¡Ja! - respondió Bhagirath cruzándose de brazos - Curiosa forma de entender eso de salvar a alguien. Pone en riesgo la vida de cuatro personas por una sola.
Grace se puso roja como los mechones de su pelo y alzó el dedo señalándolo con desprecio.
- Bueno, sí… disculpa, peludo amigo, tienes razón. De cuatro personas y un mono capuchino - murmuró el bigotudo sirviente.
- ¿Y qué quería que hiciera? ¿Bajar amablemente, hacerle una reverencia a Sir Reginald y pedirle que me entregara a su rehén?
- No diga estupideces - replicó Bhagirath negando con la cabeza en señal de desaprobación - Podría haber probado otras opciones y no arreglarlo todo sembrando el caos y la destrucción como si fuera el mismísimo Shiva. Debería pensar antes de actuar, su vida sería menos desastrosa.
El sirviente rompió la calma que siempre presidía sus actos y se encaró a la capitana.
- ¡No se atreva a juzgarme, señor! ¿Usted sabe algo de mi vida, acaso? No todo el mundo puede permitirse el lujo de ser refinado y educado. Algunas no hemos tenido el privilegio de nacer en una cuna de oro, donde todo nos viene servido.
Bhagirath, con el ceño fruncido y la mandíbula tensa, negaba con la cabeza, cada vez más molesto. Su voz sonaba áspera y sin contemplaciones mientras descargaba todo lo que pensaba de aquellas dos mujeres.
- Si no quiere ser juzgada, no juzgue. Porque usted tampoco tiene la más mínima idea de por lo que he pasado, ¿entendido?
- ¡Ehh! ¡Basta! Haya paz, por favor - dijo Vihaan separándolos - Los manuscritos no importan, viejo amigo - añadió con una sonrisa tranquila, golpeándose suavemente la sien con un dedo - Tengo esas palabras grabadas en el cerebro como si fueran un tatuaje invisible. Además, los únicos documentos que realmente necesitábamos ya los robamos de la biblioteca. Y el viejo… - miró al brahmán, que contemplaba el oscuro horizonte sin perder esa sonrisa de sabiduría eterna - creo que es la clave para descifrarlos.
Pero antes de que el acero pudiera chocar, un fuerte estruendo rompió la calma del silencioso mar, sacudiendo la noche y el corazón de todos.
- No se ofenda, señor, pero creo que deberíamos bajarnos en el siguiente puerto que encontremos y separarnos de esas dos ‘señoritas’ - imitó el mismo tono burlesco de Grace - Solo ansían vaciarle los bolsillos para gastárselo en alcohol en una sucia taberna de mala muerte.
- ¡Maldito bastardo! - gritó Grace, desenfundando su arma con una rapidez feroz, sus ojos chispeando como brasas al rojo vivo.
Bhagirath, con la mano firme sobre la empuñadura de su talwar - una espada curva con la hoja bruñida y gastada por años de batallas - giraba la cabeza de babor a estribor, intentando avistar por dónde podían venir los navíos enemigos.
- ¿Qué ha sido eso? - preguntó Vihaan, buscando respuestas en los ojos de la capitana.
Sin perder un segundo, los tres cruzaron la cubierta resbaladiza, zigzagueando entre cabos y barriles, hasta llegar a la puerta situada bajo el puesto de mando, la que conducía a las entrañas del Red Viper. Vihaan, antes de entrar, alzó la vista hacia Yara en el timón: lo sujetaba con ambas manos, su cuerpo balanceándose con el vaivén del mar, mientras tarareaba una melodía espiritual dedicada a algún dios de nombre impronunciable.
- ¡Cálmese! - dijo Grace, rodeándole la muñeca con una mano firme - El ruido viene de la bodega.
Vihaan sonrió.
- Yara! - dijo Vihaan, señalando el firmamento - ¿ves aquella luz fija, alta sobre la proa?
- ¿La que no parpadea tanto como las otras?
- Sí exacto, es la Estrella Polar. Mantenla siempre un poco a tu izquierda, lo justo para que su reflejo caiga fuera de la línea del bauprés. Así navegaremos directo al oeste.
- ¿Y si las nubes la esconden?
Yara apretó los dientes y giró el timón con la precisión de una costurera guiando la aguja. El mar, negro y profundo, parecía abrirse para dejarles pasar. Vihaan asintió con un gesto breve, y sin más palabras empujó la puerta hacia la oscuridad que olía a sal, madera húmeda… y algo más.
- Entonces busca a Vega, la que brilla como una joya azulada, y a Altair, que parece querer alcanzarla. Ellas te recordarán dónde está el oeste, aunque el cielo se tape.
El Red Viper por dentro era como una serpiente dispuesta para la guerra: pasillos estrechos, paredes de madera reforzada con hierro, el aroma denso de brea y sal clavándose en la nariz. Entre las vigas, colgaban redes con barriles de pólvora y balas, listos para alimentar los cañones que reposaban en la cubierta baja: ocho piezas de bronce a cada lado, bruñidas y amenazantes, que parecían relamerse ante la idea de escupir fuego.
La bodega principal estaba iluminada por una lámpara de aceite que oscilaba con cada vaivén del barco. El olor golpeó primero: un perfume cálido y profundo, mezcla de roble viejo, turba y un leve toque de miel. Allí, apilados como un tesoro líquido, descansaban decenas de barriles marcados con fuego: "Mac Tíre’s Finest, Single Malt, Aged 18 Years". La madera estaba oscurecida por los viajes y por pequeñas filtraciones del whisky que, como sangre dorada, se deslizaban por las vetas.
Bhagirath, aún con gesto incrédulo, se inclinó sobre uno de los barriles que habían caído sobre el suelo, provocando el ruido, como si esperara que le contestara.
- Esto… - dijo Vihaan con un silbido - debe valer una fortuna.
Grace ya no escuchaba. Había encontrado un fajo de documentos entre dos barriles, sujetos con un cordel. El albarán estaba escrito en una caligrafía apretada, manchada por salitre. En el apartado de “Remitente” leyó un nombre que le heló un instante la sangre para luego acelerársela: Seamus O’Driscoll, lo conocía de oídas… un irlandés con más delitos que dientes y fama de vender su propia madre si el precio era bueno. En la parte inferior, el destino: Cape Clear Island.
- La pregunta es: ¿a dónde demonios pensaban llevarlo? - murmuró mientras los ponía de pie y los ataba junto al resto de la carga.
El sonido del dinero, del buen dinero, retumbó en su cabeza como un tambor de guerra.
Vihaan se acercó, curioso, inclinándose para leer el papel.
Grace solo asintió, con una media sonrisa que olía a planes peligrosos. Y sin decir más, subió a cubierta como una ráfaga.
- ¿Has descubierto algo?
La joven timonel se encogió de hombros, con Gipsy amarrado sobre el timón, y contestó:
- ¡Yara! - gritó - ¿Hacia qué rumbo navegamos? ¿Qué estrella sigues?
En ese momento salieron Vihaan y Bhagirath de la bodega. El sirviente indio llevaba en la mano una botella recién abierta; el corcho colgaba de sus dedos. Se atrevió a probar un sorbo del elixir dorado, que olía a turba, humo y un toque de manzana asada.
- No me acuerdo de los nombres de las estrellas que me dijo Vihaan… pero seguimos derechos.
Vihaan miró a Grace con calma.
- Mmm… quema como un demonio, pero calienta el alma - gruñó con aprobación.
Grace le respondió con una sonrisa enigmática, tan ambigua que el joven astrónomo no supo si era una promesa, una amenaza… o ambas cosas. Subió con paso firme al puesto de mando y tomó el timón como si fuera el cetro de un trono robado.
- Si quieres ir al oeste, vas en buena dirección… aunque no sé si es el destino que tienes en mente.
Se chupó el dedo índice y lo alzó al aire, ofreciéndolo a la noche cerrada como si negociara con la propia oscuridad.
Desde cubierta, Bhagirath frunció el ceño.
- Sopla el Poniente - anunció con voz segura - Si ‘el viejo del mar’ nos sonríe, y nos favorece, mañana al atardecer estaremos viendo las costas de Irlanda.
Grace lo miró de reojo, con una chispa de resentimiento por la discusión anterior, pero también con un brillo voraz en la mirada.
- ¿Irlanda? - rugió - ¿Qué demonios vamos a hacer ahí?
Bhagirath soltó una carcajada corta y amarga antes de darle otro trago al elixir dorado. Luego, inclinándose hacia su señor, murmuró en su lengua:
- Nadar entre montañas de soberanos de oro, bigotes.
Vihaan no respondió. El viento agitaba el cabello rojizo de Grace, y él no podía dejar de verla allí arriba, altiva y luminosa como una reina de los mares, repartiendo órdenes y organizando los turnos para timonear el navío.
- ¿Lo ve? A esa mujer solo la mueve el ansia de oro.
Entre Grace, Yara, Vihaan y Bhagirath se turnaban el mando del Red Viper, asegurando que todos pudieran descansar. Al mediodía del segundo día de trayecto, Grace salió a cubierta, bostezando y con un leve cansancio reflejado en sus hombros. El sol alto acariciaba la madera del navío y la brisa salada le revolvía el cabello. Durante un instante, se quedó mirando a Vihaan al timón, con su sonrisa amplia, recibiendo el viento como quien recibe una bendición.
De pronto, un gruñido ronco se escuchó desde la cofa. Gipsy, inquieto, agitaba las garras y lanzaba chillidos cortos. Grace levantó la vista, y el pequeño vigía le hizo señas con los dedos. Sin pensarlo, corrió hacia proa, moviéndose entre cabos y barriles con la agilidad de quien lleva el mar en la sangre.
Apoyó las manos sobre la borda y entornó los ojos para protegerse del sol. Allí, tras un velo de bruma, la isla fue revelándose poco a poco. Acantilados cubiertos de un verde profundo caían a pico sobre un mar que rompía en espuma blanca. Más arriba, manchas de brezo púrpura moteaban el paisaje, y en la cima de todo, orgulloso, un faro blanco se alzaba como un guardián. Gaviotas y alcatraces giraban en círculos sobre la costa, y al fondo, un puñado de casas de piedra con techos de paja parecían encogerse ante la inmensidad del Atlántico.
Volvió a cruzar la cubierta y tomó los mandos del timón.
- ¿Has visto algo, capitana? - gritó Vihaan desde popa.
- ¡Tierra a la vista! - contestó ella, sin apartar la mirada - En breves, llegaremos a Irlanda.
Vihaan asintió, pero antes de bajar a la cabina, se quedó mirándola en silencio.
- Puedes descansar, marinero. El último turno lo haré yo.
Grace guardó silencio unos segundos, contemplando el horizonte con media sonrisa.
- ¿Sucede algo? - preguntó ella, girándose apenas.
- ¿Qué tienes previsto hacer cuando lleguemos a tierra?
Dos caminos se abrían ante ella, tan distintos como el día y la noche. Uno le ofrecía la posibilidad de vender la carga y llenarse los bolsillos de oro. El otro, embarcarse junto a aquel extranjero medio loco hacia lo desconocido.
Aquella sensación era nueva para ella: por primera vez en su vida, podía elegir. Hasta entonces, su destino siempre había estado escrito por otros, con un único interrogante: cómo llegaría su final. ¿Sería acuchillada en un callejón mugriento o moriría a golpes tras ser ultrajada?
Ahora, por primera vez, tenía algo que perder y algo que ganar. Y con ello, una pregunta que la quemaba por dentro:¿Qué hacer?, ¿Qué camino escoger?
Su espíritu era bravo e impetuoso, curioso como un gato que nunca deja de explorar, vivaz como un mono jugueteando entre las ramas, y letal como el veneno de una víbora al acecho.
Vihaan asintió.
- Necesitabas un barco y lo he conseguido, ¿verdad?
La chispa volvió a encenderse en la mirada del joven astrónomo. Vihaan comprendió entonces que, más allá del dinero y la abundancia, lo que a ella la movía era lo mismo que a él: el ansia de aventuras, de nuevos horizontes… el hambre insaciable de libertad.
- Pues entonces, también necesitarás una tripulación - añadió, clavando en él sus ojos brillantes - La capitana ya la tienes, loco amigo.
El Red Viper se deslizó lentamente hacia el muelle de Cape Clear, un puerto envuelto en niebla y misterio, donde los negocios turbios y las puñaladas a traición se entrelazaban como cadenas oxidadas. Las casas de piedra estaban gastadas por el viento y el salitre, y las tabernas vomitaban humo y risas ásperas en la noche. Allí, la ley era un susurro que pocos respetaban y la moneda se cambiaba con miradas de desconfianza.
Yara, al ver el panorama, murmuró entre dientes palabras en yoruba, pidiendo protección a sus orishas. Sus ojos brillaban con una mezcla de temor y determinación mientras saltaba ágilmente al muelle para empezar a atar las amarras del barco.
Desde cubierta, Grace la silbó con una sonrisa ladeada, y le susurró:
Al desembarcar, un hombre delgado, con pocos pelos en la cabeza y unas enormes gafas redondas que reflejaban la luz del día, se acercó con papeles arrugados en la mano. Masculló con voz áspera, la boca tan sucia como la ropa que llevaba:
- ¿Lo has hecho?
- Sí - respondió Yara, con una mirada llena de picardía que hablaba más que mil palabras.
Grace tardó un instante en responder. Su mente trabajó rápido, buscando una excusa creíble. Ese barco no era suyo; lo había robado. Pero no podía dejar que ese hombre lo supiera.
- El Red Viper, por fin… - dijo, mirando a Grace de arriba abajo - ¿Dónde están los hermanos Cooper?
Bhagirath, a unos metros de distancia, miraba extrañado a Vihaan:
- Los hermanos están en el pueblo, arreglando algunos asuntos antes de recoger la nueva carga. Me dejaron al mando para entregar los documentos y asegurar que todo esté en orden para el desembarco.
Vihaan sólo sonrió, aceptando la incertidumbre del destino con calma.
- ¿Por qué tenemos que ir vestidos así? - preguntó, señalando sus ropas ya gastadas y humildes, muy lejos de las lujosas prendas traídas de la India. El bigotudo no obstante, no había cedido a quitarse el turbante; sus dioses no se lo perdonarían jamás.
El hombre de las gafas frunció el ceño y, mirando con recelo a Grace, replicó:
Grace contestó con naturalidad:
- Ya veo… Y dígame, ¿cómo está el viejo Cooper?
El tuerto se levantó de un salto, erguido y firme, como si el riguroso entrenamiento de la marina aún gobernara sus movimientos. Tenía un parche negro sobre el ojo izquierdo, y un halcón tatuado que asomaba por encima del cuello de su camisa.
- Bien, aunque un poco maltrecho. La gota, ya sabe.
- La gota, ¿verdad? - el hombre dio una patada al suelo, molesto - ¡Halcón! - gritó, dirigiéndose a un tipo gordo y borracho que dormitaba junto a un montón de cuerdas y barriles - ¡Gordo pendenciero, despierta, vamos!
El gordo desapareció corriendo entre las sombras y los edificios, adentrándose en el pequeño pueblo que parecía latir con vida propia a lo lejos.
- Ve a buscar al jefe. ¡Rápido!
Él sonrió, una sonrisa cruel, semejante a la de una hiena carroñera. El viejo Cooper llevaba años siendo pasto para los gusanos.
- ¿Algún problema? - preguntó Grace con calma, mirando al hombre de las gafas.
En ese instante, la capitana recordó las historias que había escuchado en Bristol sobre Seamus O’Driscoll, el hombre que apodaban “El Perro”. Un tipo conocido por perseguir a sus presas sin descanso, y una vez atrapadas, jamás soltarlas.
De entre las sombras del muelle emergió el temido contrabandista, un hombre que había trepado desde la pobreza con la tenacidad de un lobo hambriento, pero sin perder ese aire desgarbado y torpe que delataba su origen humilde. Alto y delgado, parecía una figura recortada contra la bruma, con una pierna amputada que apenas ocultaba bajo un pantalón remendado y sucio.
De la comisura de sus labios colgaba una pipa humeante que nunca parecía apagarse, como si el humo fuera parte de su sombra.
Su rostro severo estaba marcado por cicatrices del tiempo y la mala vida, con cejas tupidas que se fruncían en una expresión permanente de enfado y dureza. Sus ojos eran como dos brasas ardientes, siempre alertas, evaluando el mundo con la frialdad de un perro de ataque.
La hiena se acercó y susurró algo al oído de Seamus. Al instante, el hombre clavó su mirada de hierro en Grace, la joven capitana, como si fuera una presa a punto de ser cazada.
- ¿Qué coño quiere Snatch? Maldito imbécil! - gruñó con voz áspera, dirigiéndose a la hiena, su subordinado, mientras señalaba con la mano el lugar donde se habían reunido - Siempre lo mismo, me llaman constantemente por tonterías cuando podría estar en otra cosa más provechosa.
Grace alzó la barbilla con orgullo y respondió clara y firme:
- ¿Cómo te llamas, muchacha? - le preguntó con tono áspero, casi ladrando.
Los marineros que se habían agrupado alrededor de Seamus, semejantes a cachorros nerviosos alrededor de su madre perra, estallaron en risas burlescas al escuchar aquel nombre. Sin embargo, “El Perro” alzó una mano y lanzó un gruñido corto y seco, un ladrido que ordenó silencio absoluto. La risa se cortó de golpe y el muelle se sumió en un silencio pesado, casi sepulcral.
- Grace O’Malley, un placer señor!
El Perro dio unos pasos hacia ella, su pata de palo golpeando el muelle con un ritmo seco y lúgubre, como campanas que anuncian la muerte. Su delgada mano sujetaba la pipa humeante, mientras sus ojos ardían con una mezcla de curiosidad y amenaza, escudriñando cada centímetro de Grace, buscando algo oculto tras su mirada.
Sin dudar, Grace desenvainó su arma con un movimiento ágil y firme, presionándola contra su cuello.
- Un nombre peligroso el que llevas, muchacha - musitó, casi susurrando - Feroz, sí… y con muchas historias a sus espaldas. Pero también muy peligroso… - una bocanada densa de humo se deslizó entre ambos, envolviéndolos en un instante de tensión - ¿Tienes lo que hay que tener para llevarlo con orgullo?
Seamus O’Driscoll contempló esa chispa indomable, y una sonrisa torcida se fue dibujando en su rostro desgarbado. Luego rompió a reír, una carcajada profunda y contagiosa que resonó en el muelle. Sus cachorros, sorprendidos y confundidos, comenzaron a guardar sus armas, imitando las carcajadas de su líder, con torpeza y respeto.
- Puedo demostrárselo ahora mismo si quieres, Perro! - masculló, dejando que esa llama en sus ojos brillara con toda su fuerza.
Todas las tabernas del mundo son iguales, pensó Grace mientras cruzaban el umbral. Podías estar en la otra punta del mundo y reconocer al instante el olor a sudor, alcohol barato y madera podrida. El estrépito de peleas que explotaban de vez en cuando, el griterío de los borrachos, la música discordante que salía de algún instrumento desafinado. Mujeres que se buscaban la vida ofreciendo sus cuerpos en rincones oscuros, susurros y miradas furtivas que se colaban en el humo espeso. Y en medio de todo eso, la promesa de que cualquier cosa podía pasar, desde una traición hasta una alianza, o una bala perdida.
- ¡Snatch! - ordenó - Llévalos a la cantina. Quiero hablar de negocios con esta preciosa mujer.
- Pero señor… - titubeó el viejo de las gafas.
- ¡A la cantina ya! - gritó El Perro mientras cojeaba y se alejaba por el muelle, dejando tras de sí un eco amenazante.
Grace y O’Driscoll se sentaron en una mesa apartada, en un rincón donde el humo del tabaco se mezclaba con el aroma fuerte del whisky. A unos metros, Vihaan, Bhagirath, Yara, Gipsy y el viejo brahmán contemplaban la escena con la calma de quien sabe que poco pueden hacer y mucho podrían perder. El brahmán observaba su jarra de cerveza con una sonrisa imperturbable, como si el tiempo fuera un rumor lejano para él.
Seamus clavó sus ojos hundidos en la mesa y miró a Grace con su pipa colgando de los labios.
Grace respondió con firmeza:
- ¿Quiénes son esos? - preguntó, señalando hacia la mesa donde estaban sus compañeros.
El Perro soltó una risa áspera entre bocanadas de humo.
- Son mi tripulación.
Grace lo miró desafiante, levantó su jarra y en dos tragos la dejó vacía. Golpeó la mesa con fuerza y gritó:
- Vaya! Veamos… Un moreno enclenque, un gordo con un lunar rojo en la frente y ese estrafalario turbante, una puta del Caribe, un mono famélico y un saco de huesos... - enumeró con desprecio - Ya veo… ¿acaso no encontraste nada mejor, muchacha?
Seamus la estudió en silencio, mientras él se reclinaba en la silla y encendía de una vela su pipa tallada en madera oscura. El humo serpenteaba en el aire dibujando extrañas figuras.
- ¡Más cerveza! - se limpió los labios con el dorso de la mano y añadió - Deseo comprar una tripulación. Necesito al menos veinte hombres para mi bergantín.
El Perro la observaba fijamente, como si pudiera leerle el alma y conocer cada mentira antes de que escapara de sus labios. Sabia lo que sucedia incluso antes de que sucediese.
- ¿Quieres cambiar la carga por una tripulación? - musitó, sin apartar la vista - ¿Acaso… esas son las órdenes que te han dado los hermanos Cooper? Que por cierto… ¿Dónde estarán?
El contrabandista sonrió, una mueca que mostró un atisbo de respeto.
- No hay ningún Cooper, Perro - sonrió Grace, recostándose también en la silla y cruzando los brazos - Lo sabes de sobra... ¿Hay trato o no? No me gusta perder el tiempo, y detesto que me lo hagan perder.
Auqella hermosa chica pecosa, le recordaba a su segunda mujer, Fiona, testaruda y desafiante, sin un ápice de miedo en los ojos. Cuanto la echaba de menos, una terrible desgracia que muriera.
Grace negó con la cabeza sin dejar de sonreír, una sonrisa segura, casi desafiante.
- El trato es una tripulación… ya! Vamos a ver… diez hombres a cambio de la mitad de las ganancias que saques en alta mar, joven pirata - dijo, exhalando una densa nube de humo mientras se frotaba las manos con satisfacción - Y que no se te olvide ese whisky, es mucho más valioso que el oro en estos tiempos.
Seamus estalló en carcajadas, golpeando la mesa con el puño, haciendo temblar la madera.
- Veinte hombres - dijo, con voz firme - Los mejores que puedas ofrecerme y, a cambio, el whisky y… tres caballos bien cuidadados - se inclinó un poco hacia Seamus, clavando la mirada en sus ojos.
- Diez hombres - contraofertó el Perro cada vez más divertido - El whisky y un cuarto de lo que ganes en tus futuros saqueos - sacó una bocanada de humo y se la tiró sobre el rostro - Esa es mi útima oferta, joven pirata.
- Veinte hombres - insistió la pelirroja cada vez más cerca de aquella pipa humeante - el whisky y la promesa de que no arrancaré esa cabeza huesuda de tu estrecho cuello, Perro!
La cubana se movió para dejar que su amiga se sentara junto a ellos. Poco a poco, todos se acercaron al centro de la mesa, formando un corro expectante. Grace comenzó a contar el trato en susurros, midiendo cada palabra, mientras los demás escuchaban atentos.
- No recuerdo la última vez que alguien me habló así - dijo entre risas roncas - Eres… Eres una mujer fascinante Grace O’Malley, de eso no cabe duda. Está bien, pelirroja, está bien - terminó tendiéndole la mano - Acepto el trato. No quiero acabar decapitado, como si no iba a poder beberme ese magnífico whisky que me trajiste.
- ¡Parece que hay trato! - exclamó Vihaan, sin apartar la mirada de la mesa donde se miraban Grace y Seamus como dos rivales midiendo fuerzas.
- Eso parece… - añadió Yara, acariciando su collar bendito con un gesto casi reverente - Veamos las condiciones.
Grace asintió sin inmutarse, y les explicó que en Inglaterra los acuerdos se sellaban de esa manera, que era tradición. Vihaan y Bhagirath se miraron con cierto escepticismo, pensando que aquella gente de tez pálida y piel húmeda por la constante lluvia eran, en el mejor de los casos, una panda de incivilizados.
- ¿Entonces? ¿Os parece bien? - preguntó Grace, dirigiéndose a la tripulación con firmeza.
- ¿En serio lo has amenazado, Grace? - dijo Vihaan, sorprendido, con los ojos abiertos de par en par.
Pero antes de volver con Seamus, la capitana se giró nuevamente. Miró a Bhagirath con una sonrisa pícara y, mientras ponía la palma abierta frente al capuchino, dijo:
- ¡Adelante, Grace! Acepta! - sonrió Vihaan, alzando su vaso para iniciar un brindis colectivo.
- ¡Bien! - la capitana se dio dos suaves golpecitos en el hombro - Gipsy, ¡arriba! - dijo, y el mono corrió a subirse, frotando su nariz contra la mejilla pálida y pecosa de la pelirroja con ternura.
Dueña y mascota se frotaron las narices con cariño, una pequeña confesión muda entre ellos. Vihaan tomó el anillo, sin haber notado siquiera que lo había perdido: era su anillo de compromiso con Nalini, a quien no había recordado ni por un instante desde que partieron de Calcuta.
- Por cierto, Vihaan, te ruego que disculpes a mi peludo amigo - Gipsy puso cara triste, casi arrepentida - A veces no puede controlarse, ¿sabes? Está en su naturaleza y además… - el mono dejó caer con cuidado el anillo robado sobre la palma de ella - le vuelven loco los objetos dorados y brillantes. ¿A que sí, pequeño briboncillo?
Bhagirath clavó su mirada en los ojos de Grace, solemne y tranquilo como siempre. Ella le devolvió la mirada con igual calma. No hicieron falta palabras, pues en ese silencio compartido comprendieron todo lo que querían decirse.
La prometedora pirata y el viejo contrabandista cerraron el trato. Todo estaría listo para el día siguiente. Por lo cúal, debían pasar la noche en Cape Clear, también conocida como la Isla del Perro. El alcohol y las pocas horas de sueño que llevaban arrastrando hicieron mella en la mayoría de ellos, que se entregaron al descanso con sumo placer. Excepto dos: ambos nerviosos, ambos ilusionados, se encontraron en el balcón del piso superior de la taberna, bajo el amparo del cielo estrellado y el vasto mar que prometía aventuras y nuevos comienzos.
Continuará…
Cuando me pongo a segar, me quedo sin campo... jajajajaQue te gusta dejar cadáveres, joer.
Las podían haber perdonado perfectamente, a pesar de su grave traición.
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