Capítulo 568
Pero me di cuenta de que le apetecía algo. Cuando dije lo del helado, ella parecía estar interesada, pero acabó callándose. Supongo que lo hizo para que no tuviéramos que ir todos a por un helado expresamente para ella, pero lo cierto es que yo también me había quedado un poco con las ganas de comerme el último antes de irme de allí, por eso se lo comenté cuando nos fuimos a la habitación a ponernos más cómodos. Ella me decía entre risas que no hacía falta que fuera, comentando también que estaba comiendo demasiadas tonterías, pero yo le puse solución a eso al decirle que ya lo quemaríamos, haciendo un gesto al mirar la cama. Ella de nuevo rio, acercándose a mí para darme un beso. Así que no me llegué a quitar la ropa y fui a la heladería para comprar un par de helados mientras mis amigos se ponían más cómodos y salían al balcón para tomarse algo.
No me demoré más de 10 minutos, pero me sorprendió escuchar algo cuando llegué. Para no molestar a nadie me llevé unas llaves y entré en el apartamento. Me pareció oír algo de interés para mí proveniente del balcón, por lo que me acerqué, tratando de no hacer ruido. Ni siquiera me asomé, tan solo me quedé al lado de la puerta para escuchar a mis amigos hablar de mí y de la información que les conté. Parecía que llevaban poco con esa conversación y justo pude oír a Sofía preguntarle a Irene su opinión de si creía que Elena me había sido infiel con su jefe. Ella dijo que no pensaba que fuera así, aunque que yo viera indicios era algo que le mosqueaba.
Pero lo más interesante vino cuando le preguntó si iba a buscarla para preguntarle y salir de dudas ahora que la tenía más localizada al relacionarla con mi hermano. Ella dijo que tenía que pensarlo, aunque reconoció que le dolió mucho que cortara relación ella y con los demás también por lo que pasó. Sabía que su amiga del trabajo tenía bastante que ver ahí, pero fue algo que le causó tal decepción que se lo tomó como una traición. Irene explicó que trató de buscarla en cuanto se enteró de que rompimos, intentando de todo salvo una cosa: ir a casa de su madre. Fue algo que no terminó de hacer porque se lo pedí yo mismo y sabía que me traería problemas. Así fue cómo lo contó ella, con una voz cada vez más quebrada conforme avanzaba en su respuesta a mi amiga Sofía.
Ya había oído más que suficiente, por lo que, con cuidado, me retiré, yendo a la habitación en la que nos hospedábamos Valentina y yo, recibiéndome ella con un fuerte abrazo seguido de un beso. A estas alturas me resultaba especialmente llamativo cómo esa mujer que vi en la cafetería por primera vez tan seria y firme se había convertido en una mujer cercana y cariñosa. Como que no le pegaba, pero para nada me iba a quejar. Se empeñó en ir al balcón para comérnoslo allí acompañados de mis amigos pese a que yo le sugerí quedarnos en la habitación, pero se puso insistente.
Al llegar al balcón, todos se quedaron callados, cortando esa conversación de la que oí parte, pero no parecía importarles que nos sumáramos a ellos. Cada uno nos cominos nuestro helado, con ella muy centrada en el suyo y poniendo casi caras de placer al hacerlo, sin prestar mucha atención a la conversación que tenía lugar, cosa que me hacía gracia. La cosa se animó un poco más con el alcohol de por medio, aunque tampoco ponía la cosa como antes de que mis amigos se enfadaran. Pero no me podía quejar tampoco para cómo estaba el patio. Con la tontería, eran cerca de las 3 de la mañana, así que nos fuimos a dormir. Aunque no fue algo que ninguno hiciéramos en el momento.
No tenía ni idea de cómo se iba a apañar Sofía para dormir. De primeras pensé que lo haría en el salón, pero es verdad que con la confianza que tenían y habiendo hecho ya tantas cosas, pues lo más normal era que durmiera con Mario e Irene, ya que en el salón no había aire acondicionado y tener las ventanas abiertas tampoco es que ayudara del todo. Así que se fue con ellos y Valentina y yo nos quedamos a oscuras, pero los empezamos a oír. De primeras hablaban solamente, pero luego ya empezarían a oírse algunas risas y luego ya pues lo que era de esperar con algunos gemidos donde se distinguía claramente que había dos chicas. Valentina se revolvió un poco en la cama y se abrazó a mí, acariciándome, imagino que para ver si estaba dormido por la manera en la que lo hacía. La notaba muy inquieta y me preguntaba si estaba incómoda por oírlos tan claramente.
-¿Estás bien? -le pregunté para salir de dudas.
-Sí, claro.
-Te noto un poco... ¿Estás incómoda por oírlos?
-No. Ya te lo dije. No me importa.
-¿Entonces?
-Es que no sé... Están ahí... ¿Los tres?
-Eso parece.
-Pero... ¿De verdad?
-Bueno, es que Irene y Sofía son bisexuales.
-¿En serio?
-Sí.
-Vaya... No lo sabía.
-Pues ahí están. Se lo están pasando bien.
-Ya. Eso desde luego.
-Podríamos hacerlo también nosotros.
-¿Unirnos? ¿Pero qué dices?
-No, jajajajaja. Decía de hacerlo tú y yo. Ahora. Así quemamos el helado, como te he dicho antes.
-Ah...
-A ver... Bueno, da igual.
-¿Qué?
-Nada, nada.
-No, ahora lo dices.
-Nada, que sería divertido estar todos ahí. Pero es imposible. Lo sé, no te preocupes.
-¿Te gustaría?
-Seguro que estaría muy bien. Pero tú no estás en esa onda.
-¿Te daría igual verme con otro...?
-Ya sabes la respuesta.
Valentina se quedó en silencio unos momentos, pero siguió después de que empezara a acariciar su cuerpo.
-¿Te has excitado al oírlos?
-Un poco. Pero lo que me pone a mil eres tú.
-¿Te apetece...?
-Uff... Muchísimo.
-A mí también me apetece ahora.
-¿Te ha gustado oírlos?
-No. Eso no ha tenido nada que ver.
-¿Entonces?
-Pues estar así abrazada a ti y notar esto -dijo agarrando mi polla de una manera tan firme e inesperada que me hizo dar un respingo y reír.
-Ah... Pues mira, qué bien.
-Estoy deseando en realidad estar solos.
-¿Sí? ¿Para qué? -dije haciéndome el tonto.
-¿Para qué va a ser...?
-No sé. Dímelo.
-Lo sabes de sobra.
-Pero quiero que me lo digas.
-Pues quiero que estemos los dos solos para que podamos hacer todo lo que queramos sin tener que estar pendientes de no ser escuchados. No quiero tener que reprimirme.
-Mmm, qué bien suena eso.
-Pues sí, jejeje.
-Aunque me hubiera gustado que lo hubieras dicho de otra manera.
-A ver, dilo tú.
-Estás deseando que te empotre bien en mi cama para hacerte chillar como a una perra.
-Pero qué bruto eres... -decía riendo mientras hundía su cara en mi pecho.
-Sí, pero es lo que quieres.
Ella no dijo nada más, pasando a ponerse sobre mí al pasar una pierna por encima de mi cuerpo, pasando a agarrarme la cara para besarme con intensidad mientras notaba cómo sus pechos se aplastaban contra mí y yo le agarraba el culo. Fueron varios besos empalagosos los que nos dimos mientras podíamos escuchar a los demás pasarlo bien. Hasta se me hacía exagerado, porque no recordaba que fueran tan expresivos, sobre todo por parte de Sofía, pero puede que lo viera así al estar de normal dentro de esa situación y más pendiente de otras cosas que del ruido que pudiéramos hacer. Valentina estaba muy risueña al oírlos, cosa que me hacía gracia y que me sorprendía, porque pensaba que podría ser algo que la escandalizara. Pero por suerte no era así, porque estábamos también nosotros empezando a disfrutar.
De pronto, Valentina encendió la luz de la mesita de noche, diciendo que me quería ver, cosa que me parecía perfecta, porque yo también quería hacerlo con ella. No se le iba esa preciosa sonrisa de su cara y esta vez le dio por tomar un papel más activo estando en la cama. Se empezaba a frotar conmigo mientras yo permanecía boca arriba e incluso hacía fuerza con sus manos al ponerlas sobre mis hombros para que me mantuviera quieto. Tan solo pude pasarle el pelo por detrás de la oreja para ver bien su cara al echarse su pelo hacía delante. No me dejó hacer nada más y entonces fue cuando empezó a besarme de nuevo. Y para mi sorpresa, Valentina lo hacía de manera suave, aunque no se quedó en mi cara, sino que empezó a bajar por mi cuerpo, justo y como yo solía hacerlo. Me dijo que me relajara y así empezó a descender, pasando de largo por mi cuello, riendo en ese momento y continuando por mi pecho.
En él se entretuvo bastante, recorriéndolo por completo con pequeños besos en los que sus labios succionaban mínimamente mi piel, pero luego siguió por mis caderas, bajando a mi entrepierna para continuar con esos besos, aunque por encima de los boxers. Lo hacía riendo con tono travieso, recorriéndola por completo debido a la erección tan grande que tenía. Pero estaba juguetona y pasó a las piernas, aunque no se entretuvo mucho en ellas. Una vez más, se puso sobre mí al pasar una pierna por mi cuerpo, a la altura de mi vientre, con esa preciosa sonrisa y sujetándome de los hombros otra vez. Hasta hacía los movimientos de montarme, muy ligeros, pero los hacía, con una risita. Yo solo podía decirle lo guapa que estaba y ella con un gesto socarrón mirando al techo me dijo que le apetecía jugar, pero al verme así de tierno, no podía continuar.
Así que se quitó la parte de arriba de su pijama de verano para liberar sus preciosos pechos, los cuales no dudé en agarrar al momento. Mientras los tocaba y jugaba con ellos le comenté que ya tendríamos tiempo de jugar, de la misma manera que le decía que estaba deseando follarla y reventarla sin tener que estar pendientes de nadie. Y también de verle sus bonitos camisones con transparencias. Y ella también tenía ganas de todo eso, pero hasta que no volviéramos a casa no podría ser. Pero tampoco íbamos a estar quietos por muy poco que nos quedara allí, por eso Valentina se inclinó hacía a mí, empezando yo a comerle las tetas despacio, aunque no pude evitar hacerlo con más ganas por la excitación que tenía. Me faltaban manos para agarrarlas y jugar con ellas, pero también quería hacerlo con su culo. Ella reía sin parar por notarme así de nervioso y acelerado y se acabó echando de nuevo sobre la cama.
Y esta vez fue ella la que no pudo aguantar más, tirando de mis calzoncillos para quitármelos y agarrar mi polla para empezar a masturbarla. No tardó mucho en bajar para ponerse entre mis piernas y empezar a comérmela, empezando despacio y aumentando el ritmo rápidamente. Me encantaba que me la comiera sin condón, porque lo sentía todo más y me daba mucho morbo por todo lo que habíamos hablado del tema, que parecía quedar lejos por cómo de entregada estaba. Y como yo también quería participar en esas sensaciones, le dije que se pusiera sobre mí para hacer un 69. Fue un momento espectacular en el que estaba cómodo recibiendo y dando placer, pero no me quedó otra que aumentar la manera en la que yo la estimulaba para que acabara antes que yo. La razón era muy simple, no quería jugármela a confiarme y terminar descargando en su boca. Lo deseaba, como nada en ese momento, pero no sabía cómo podría reaccionar y no quería meter la pata otra vez. Pero tenía que hablarlo con ella, aunque no veía ese momento el mejor para no romper la magia.
Se empezó a retorcer, apretando su cuerpo contra mí y hundiendo su cabeza en uno de mis muslos, tratando de no manifestar mucho su orgasmo. Me gustó mucho el resultado y la moví para ponernos cara a cara, pasando yo a abrazarla. Ella seguía un poco ida, con la respiración bastante acelerada, pero yo necesitaba seguir, especialmente oyendo a mis amigos, así que cogí un condón y me lo puse. Ella vio cómo lo hice y con una sonrisa me dio la espalda para agarrar una de sus nalgas y tirar de ella, exponiendo todo su sexo de manera exagerada, cosa que me encantó. Veía su culo así y me entraban unas ganas locas de follarlo, pero sabía de sobra que aquello no iba a ocurrir nunca, por eso dirigí mi polla hacia su vagina y se la metí después de un par de pasadas. Así la empecé a follar, agarrando sus caderas y moviéndome a buen ritmo. Pero la cama sonaba un poco, por eso ella me daba algún manotazo para que bajara la intensidad, haciéndolo yo, pero subiéndola de nuevo al poco sin poder remediarlo.
Por eso estuvimos probando en diferentes posturas, tratando yo de ponerla a cuatro para darle como a ella le gustaba. Y lo hicimos, pero me venía arriba muy rápido y lo hacía con demasiada intensidad. Cosa que no era un problema de normal, pero sí que lo era cuando ella no quería que hiciéramos mucho ruido, por no decir nada. Tampoco es que hiciéramos mucho, pues de un par de golpes del cabecero contra la pared no pasábamos, pero eso era más que suficiente para ella. Lo curioso era que el cabecero de la otra cama sí que retumbaba bien. También me montó como a mí más me gustaba, pero yo ponía las manos en su culo para dirigir la follada, tratando de hacerla más rápida y lográndolo, pero de nuevo, sonaba la cama y Valentina me paraba, agarrando mis manos para que no me moviera y provocara lo anteriormente mencionado.
Pero era gracioso verla esforzarse por llevar el control y no lograr llevarme al límite pese a lo cachondo que estaba. Necesitaba una marcha más y ella lo sabía, por eso se encorvó para ir a por mi cuello, pero yo me resistía y eso la ponía casi histérica, aunque no iba en serio, pero sí que la notaba un poco molesta. Le dije que si quería que ambos acabáramos bien, me tenía que dejar a mí. No parecía muy convencida de mis palabras y decía que quería ser ella la que me provocara a mí llegar hasta el final, pero le dije que con tanta represión no podía relajarme, porque necesitaba desfogar de verdad. Al final accedió, bajándose de mí para sentarse sobre la cama con sus piernas a un lado. Pero la cogí en brazos para llevarla contra la pared y empotrarla en ella. Ahí no íbamos a hacer más ruidos que nuestros gemidos y jadeos, los cuales ella apagaba contra mi piel, jadeando yo alto sin llegar a gemir en realidad.