En 24 horas me iba a despedir de mi mejor amiga y de mi primer amor. Es demasiado para alguien tan joven. A pesar de todo me sentía capaz de hacerlo. Ya no pensaba en que rechazar aquella beca habría sido una forma de defraudar a mis padres o a mi tía. No. Era hacerlo a mí misma. Una persona que en apenas 4 años había pasado de ser la putita de un matón a recibir una beca muy exclusiva no podía frenarse por algo así. Si lo nuestro era verdadero podría funcionar en la distancia.
Si había podido rehacer mi vida tras el asesinato del Largo no la iba a desbaratar por un tío. Por mucho que quisiera a ese tío. Porque en realidad no tenía por que ser un punto y aparte, simplemente un punto y seguido que nos permitiera retomar nuestras vidas tras una pausa.
Y ese era el espíritu con el que Luis y yo nos encaminamos a mi ciudad. El viaje lo hicimos prácticamente en silencio aunque yo estaba echada en su hombro y no dejaba de cogerle la mano. De camino avisé a mi madre de que volvía a casa con Luis y que esa noche me iría a dormir con él para despedirnos.
Al llegar a casa mi madre nos invitó a comer. Luis estaba muy cortado pero yo acepté encantada. Habíamos comido muy mal los días de acampada, con carne requemada, latas y bocadillos. Yo me duché quitándome la mugre del día anterior pero Luis prefirió hacerlo en el hostal a pesar de la insistencia de mi madre. Tan buena siempre.
Después de comer nos despedimos. Yo cogí algo de ropa para el día siguiente pero no para dormir pues mi pijama iba a ser su cuerpo. Dejamos nuestras cosas en el hostal pero no nos pusimos a follar como locos como otras veces. Luis se duchó pero nos fuimos a dar un paseo y acabamos en una cafetería charlando. ¿De qué? Recordando anécdotas, pero también haciendo planes de futuro. De hecho Luis se mostraba más optimista que yo.
A pesar de ser una decisión mía y de querer ambos continuar la relación pese a nuestra separación, Luis se mostraba más abierto a pensar en un futuro común que en una posible separación de caminos. Era sorprendente como era capaz de pasar del enfado más grande a la risa, de la decepción de mi marcha al optimismo de nuestro reencuentro. Yo era más pesimista. Y no por mí. Por él.
Ya lo conocía. En cuanto se le cruzaran por delante dos ojos bonitos que lo tentaran caería. Lo había visto durante todo el curso. Y yo tampoco me sentía ni tan diferente ni tan especial como para creerme que era incomparable a cualquier otra como descubrí años después cuando lo vi con su novia en aquella fiesta universitaria. Para Luis, el día a día y el contacto físico eran absolutamente necesario y nosotros lo íbamos a perder. No, mi sonrisa aquella tarde de paseo y café era falsa. Por dentro sabía que nunca sería igual a lo vivido los últimos meses. Y también sabía que lo perdería en cuanto se enamorara de otra.
En el fondo éramos muy distintos. Origen social, experiencia, objetivos…él tan convencional…yo, saliendo de un barrio marginal y con visiones tan distintas de la vida. Nos había unido nuestra juventud y nuestro deseo…pero ¿eso cuánto dura?
Cuando regresamos al hostal nos desnudamos y nos metimos directamente en la cama. Habíamos estado despidiéndonos con el pensamiento y ahora tocaba hacerlo con el cuerpo. Sin prisas, sin preliminares, sin deseo de acabar. Luis se encajó entre mis piernas mirándonos a los ojos y estuvo penetrándome largo rato entre besos, caricias y palabras de amor. Porque no tocaba follar. Con Luis había descubierto el significado tan cursi de hacer el amor. Y mientras su polla se frotaba despacito con mi vagina y sus ojos se clavaban en los míos me dio por pensar que me daba realmente igual que follara con otras, pero sólo quería que me hiciera el amor a mí, pues el amor no se hace con los cuerpos se hace desde la entrega a la otra persona.
Nos pasamos la noche en vela entre momentos de silencio, charlas, caricias y besos. No podía soltarme de su pecho, dejar de oír su corazón, sentir su respiración y acariciar su piel. En un momento incluso aspiré el olor de su axila intentando que su olor corporal se quedase grabado dentro de mi mente. Pero al clarear el día esas caricias y besos se intensificaron disponiendo nuestros cuerpos para un nuevo encuentro. Luis se sentó en la cama con su espalda apoyada entre la almohada y la cabecera de la cama y yo aproveché para sentarme en él dejando que su preciosa churra me llenara de nuevo. Así podíamos mirarnos y besarnos mientras estábamos unidos como un solo ser por nuestros sexos.
No conocía ningún cuerpo mejor a como conocía el de Luis y aun asi quería estudiarlo de nuevo. Él parecía sentir lo mismo mamando mis tetas durante largo rato. Cuanto me gustaba cuando lo hacía. Era mi hombre, mi macho y mi bebé a la vez. Recordé la primera vez que lo hizo y como yo se las ofrecía feliz de tener a mi niño mamando de mis pechos. Casi termino llorando a la vez que empezaba a cabalgar a Luis. Extraño orgasmo entre lágrimas de emoción.
Temía acabar llorando echada sobre Luis por lo que en cuanto terminaron las contracciones de mi placer levanté mi cara de su hombro y me desmonté de él lanzándome a comerle la polla. Luis me regaló su néctar de amor mientras yo intentaba retener todo lo que podía en mi boca. ¿Y si nunca más lo saboreaba?
El miedo a la separación era tan evidente que tras la corrida de Luis me duché sin que me buscara. Él se duchó después, recogimos en silencio y nos fuimos a desayunar casi todo el tiempo en silencio. La despedida en la estación de autobuses fue también silenciosa. Un abrazo que cortó el chofer metiendo prisa a Luis para que se subiera al autobús. Ahora sí, se acabó…las lágrimas me llenaban los ojos sin poder controlarlo y sentía como el nudo que llevaba en mi estómago desde el día anterior se me subía al pecho ahogándome.
Al llegar a casa mi madre notó que había llorado pero no me dijo nada. Me dio un beso y me abrazó recordándome lo mucho que me quería. No había consuelo y me pasé el resto del día encerrada en mi cuarto llorando sin consuelo hasta que ya no me quedaron lágrimas.
Si había podido rehacer mi vida tras el asesinato del Largo no la iba a desbaratar por un tío. Por mucho que quisiera a ese tío. Porque en realidad no tenía por que ser un punto y aparte, simplemente un punto y seguido que nos permitiera retomar nuestras vidas tras una pausa.
Y ese era el espíritu con el que Luis y yo nos encaminamos a mi ciudad. El viaje lo hicimos prácticamente en silencio aunque yo estaba echada en su hombro y no dejaba de cogerle la mano. De camino avisé a mi madre de que volvía a casa con Luis y que esa noche me iría a dormir con él para despedirnos.
Al llegar a casa mi madre nos invitó a comer. Luis estaba muy cortado pero yo acepté encantada. Habíamos comido muy mal los días de acampada, con carne requemada, latas y bocadillos. Yo me duché quitándome la mugre del día anterior pero Luis prefirió hacerlo en el hostal a pesar de la insistencia de mi madre. Tan buena siempre.
Después de comer nos despedimos. Yo cogí algo de ropa para el día siguiente pero no para dormir pues mi pijama iba a ser su cuerpo. Dejamos nuestras cosas en el hostal pero no nos pusimos a follar como locos como otras veces. Luis se duchó pero nos fuimos a dar un paseo y acabamos en una cafetería charlando. ¿De qué? Recordando anécdotas, pero también haciendo planes de futuro. De hecho Luis se mostraba más optimista que yo.
A pesar de ser una decisión mía y de querer ambos continuar la relación pese a nuestra separación, Luis se mostraba más abierto a pensar en un futuro común que en una posible separación de caminos. Era sorprendente como era capaz de pasar del enfado más grande a la risa, de la decepción de mi marcha al optimismo de nuestro reencuentro. Yo era más pesimista. Y no por mí. Por él.
Ya lo conocía. En cuanto se le cruzaran por delante dos ojos bonitos que lo tentaran caería. Lo había visto durante todo el curso. Y yo tampoco me sentía ni tan diferente ni tan especial como para creerme que era incomparable a cualquier otra como descubrí años después cuando lo vi con su novia en aquella fiesta universitaria. Para Luis, el día a día y el contacto físico eran absolutamente necesario y nosotros lo íbamos a perder. No, mi sonrisa aquella tarde de paseo y café era falsa. Por dentro sabía que nunca sería igual a lo vivido los últimos meses. Y también sabía que lo perdería en cuanto se enamorara de otra.
En el fondo éramos muy distintos. Origen social, experiencia, objetivos…él tan convencional…yo, saliendo de un barrio marginal y con visiones tan distintas de la vida. Nos había unido nuestra juventud y nuestro deseo…pero ¿eso cuánto dura?
Cuando regresamos al hostal nos desnudamos y nos metimos directamente en la cama. Habíamos estado despidiéndonos con el pensamiento y ahora tocaba hacerlo con el cuerpo. Sin prisas, sin preliminares, sin deseo de acabar. Luis se encajó entre mis piernas mirándonos a los ojos y estuvo penetrándome largo rato entre besos, caricias y palabras de amor. Porque no tocaba follar. Con Luis había descubierto el significado tan cursi de hacer el amor. Y mientras su polla se frotaba despacito con mi vagina y sus ojos se clavaban en los míos me dio por pensar que me daba realmente igual que follara con otras, pero sólo quería que me hiciera el amor a mí, pues el amor no se hace con los cuerpos se hace desde la entrega a la otra persona.
Nos pasamos la noche en vela entre momentos de silencio, charlas, caricias y besos. No podía soltarme de su pecho, dejar de oír su corazón, sentir su respiración y acariciar su piel. En un momento incluso aspiré el olor de su axila intentando que su olor corporal se quedase grabado dentro de mi mente. Pero al clarear el día esas caricias y besos se intensificaron disponiendo nuestros cuerpos para un nuevo encuentro. Luis se sentó en la cama con su espalda apoyada entre la almohada y la cabecera de la cama y yo aproveché para sentarme en él dejando que su preciosa churra me llenara de nuevo. Así podíamos mirarnos y besarnos mientras estábamos unidos como un solo ser por nuestros sexos.
No conocía ningún cuerpo mejor a como conocía el de Luis y aun asi quería estudiarlo de nuevo. Él parecía sentir lo mismo mamando mis tetas durante largo rato. Cuanto me gustaba cuando lo hacía. Era mi hombre, mi macho y mi bebé a la vez. Recordé la primera vez que lo hizo y como yo se las ofrecía feliz de tener a mi niño mamando de mis pechos. Casi termino llorando a la vez que empezaba a cabalgar a Luis. Extraño orgasmo entre lágrimas de emoción.
Temía acabar llorando echada sobre Luis por lo que en cuanto terminaron las contracciones de mi placer levanté mi cara de su hombro y me desmonté de él lanzándome a comerle la polla. Luis me regaló su néctar de amor mientras yo intentaba retener todo lo que podía en mi boca. ¿Y si nunca más lo saboreaba?
El miedo a la separación era tan evidente que tras la corrida de Luis me duché sin que me buscara. Él se duchó después, recogimos en silencio y nos fuimos a desayunar casi todo el tiempo en silencio. La despedida en la estación de autobuses fue también silenciosa. Un abrazo que cortó el chofer metiendo prisa a Luis para que se subiera al autobús. Ahora sí, se acabó…las lágrimas me llenaban los ojos sin poder controlarlo y sentía como el nudo que llevaba en mi estómago desde el día anterior se me subía al pecho ahogándome.
Al llegar a casa mi madre notó que había llorado pero no me dijo nada. Me dio un beso y me abrazó recordándome lo mucho que me quería. No había consuelo y me pasé el resto del día encerrada en mi cuarto llorando sin consuelo hasta que ya no me quedaron lágrimas.