El regreso a mi casa fue el viaje más terrible que recuerdo haber hecho. Pues lo que yo pensaba que sería un punto de inflexión se convirtió en un recuerdo que me perseguiría gran parte de mi vida. ¿Y si no le hubiera provocado contándole una infidelidad que nunca había ocurrido?
Cuando algo acaba mal siempre pensamos que podríamos haberlo hecho de otra forma. Todo lo ocurrido desde que le había ocultado mi beca a Luis hasta nuestra ruptura había sido una sucesión de errores por mi parte. No justifico que le diera tanta marcha a su churra. Pero sé que todo habría sido distinto si yo no me hubiera ido, o al menos si lo hubiera hecho de otra forma.
Una persona que ha cometido tantos errores en la vida como yo reconoce ese mal sabor de boca, cómo se te cierra la boca en el estómago y sientes la presión en el pecho de saber que lo que has perdido nunca volverá a repetirse.
Cuando intenté analizar la actitud de Luis me di cuenta de que si yo no lo hubiera presionado con mis cuernos inventados probablemente él no habría sentido esa culpabilidad por engañarme y no habría planteado una ruptura sino simplemente un paréntesis. Pues yo sabía desde el primer momento que nunca volveríamos. Ni él me iba a ver de la misma manera, ni yo iba a estar dispuesta a tragar con semejante corona como algo habitual.
Me equivoqué al contarle tan tarde mi beca. Me equivoqué al no dejarlo que me acompañara a Madrid. Me equivoqué en darle pie a que follara con quien quisiera. Me equivoqué en la forma de recibirlo en Bolonia. Y me equivoqué en inventarme una absurda historia de cuernos para provocar su reacción.
La relación con Luis me había desviado, no tanto de mi camino académico y profesional, como de mi modelo de vida. Me había entregado demasiado a él. Mis antecedentes eran peores, pero me supe sobreponer y ahora había cometido con él los mismos errores: sexo por amor, sexo por perdón, consentirle un trato diferente…
Demasiados errores para una personalidad como la suya: egocéntrico, veleidoso e inmaduro. Había descubierto que el niño tímido del instituto podía ser alguien reconocido y de éxito. Y no sabía gestionarlo. Su necesidad de sentirse deseado, de gustar, de ser alabado, de engordar su ego mientras le daba gusto a su churra cuando se le ponía gorda. Todo eso le hacían no estar preparado para una relación como la que yo esperaba y menos a distancia.
Tardé varios días en contarle a Lourdes lo sucedido pues yo misma tardé en darle forma en mi cabeza y aceptar la situación. Luis me había dejado por unos cuernos que no le había puesto arrepentido de los que me ponía porque seguramente por alguna de aquellas niñas sentía algo más, y de ahí su remordimiento. Eso fue lo que le conté a Lourdes que lamentó lo sucedido.
Sin embargo le rogué que le diera a Víctor otra versión. Luis no había dejado de escribirme a pesar de la ruptura y aunque yo quería evitarlo no sabía como dejarle claro que si él ponía fin es porque era el fin de nuestra relación. Ya no podíamos volver atrás al nivel 1 “amigos”. Por eso le pedí a Lourdes que le dijera a Víctor que era muy difícil llevar la relación en la distancia y nos habíamos dado un tiempo. Oficialmente era el motivo. Pero yo ya había decidido desde antes de subirme al autobús tras despedirme de él que nunca más Luis y yo seríamos pareja.
¿Ya no lo quería? Qué absurdo. Lo echaba de menos ya mientras aún lo tenía clavado en mí en aquella habitación de hotel en un amanecer lluvioso de diciembre. Lo quería entonces y lo seguí queriendo después. Esa ha sido mi losa durante muchos años. Pues por muy graves que fueran sus errores yo tuve esa visión de que yo también me había equivocado repartiendo las culpas. No soy de esas personas que sólo ven la paja en el ojo ajeno. Pero tampoco estaba dispuesta a sufrir en la distancia.
Si Luis había decidido romper la relación yo aceptaba y apoyaba su decisión intentando dejarle claro que romper era acabar para siempre. Pero la huella que aquellos meses me había dejado me iba a acompañar por mucho tiempo. De hecho, todos mis errores cometidos me iban a llevar a evitar otras relaciones en un futuro. Por más que lo intentara me iba a pasar gran parte de mi vida comparando cada relación que empezaba con lo vivido con Luis y pensando qué habría pasado si no me hubiera inventado aquel desliz de una noche de borrachera y le hubiera preguntado abiertamente por las relaciones que había tenido. Que confesara sin más y yo viera de qué pasta estaba realmente hecho.
Cuando algo acaba mal siempre pensamos que podríamos haberlo hecho de otra forma. Todo lo ocurrido desde que le había ocultado mi beca a Luis hasta nuestra ruptura había sido una sucesión de errores por mi parte. No justifico que le diera tanta marcha a su churra. Pero sé que todo habría sido distinto si yo no me hubiera ido, o al menos si lo hubiera hecho de otra forma.
Una persona que ha cometido tantos errores en la vida como yo reconoce ese mal sabor de boca, cómo se te cierra la boca en el estómago y sientes la presión en el pecho de saber que lo que has perdido nunca volverá a repetirse.
Cuando intenté analizar la actitud de Luis me di cuenta de que si yo no lo hubiera presionado con mis cuernos inventados probablemente él no habría sentido esa culpabilidad por engañarme y no habría planteado una ruptura sino simplemente un paréntesis. Pues yo sabía desde el primer momento que nunca volveríamos. Ni él me iba a ver de la misma manera, ni yo iba a estar dispuesta a tragar con semejante corona como algo habitual.
Me equivoqué al contarle tan tarde mi beca. Me equivoqué al no dejarlo que me acompañara a Madrid. Me equivoqué en darle pie a que follara con quien quisiera. Me equivoqué en la forma de recibirlo en Bolonia. Y me equivoqué en inventarme una absurda historia de cuernos para provocar su reacción.
La relación con Luis me había desviado, no tanto de mi camino académico y profesional, como de mi modelo de vida. Me había entregado demasiado a él. Mis antecedentes eran peores, pero me supe sobreponer y ahora había cometido con él los mismos errores: sexo por amor, sexo por perdón, consentirle un trato diferente…
Demasiados errores para una personalidad como la suya: egocéntrico, veleidoso e inmaduro. Había descubierto que el niño tímido del instituto podía ser alguien reconocido y de éxito. Y no sabía gestionarlo. Su necesidad de sentirse deseado, de gustar, de ser alabado, de engordar su ego mientras le daba gusto a su churra cuando se le ponía gorda. Todo eso le hacían no estar preparado para una relación como la que yo esperaba y menos a distancia.
Tardé varios días en contarle a Lourdes lo sucedido pues yo misma tardé en darle forma en mi cabeza y aceptar la situación. Luis me había dejado por unos cuernos que no le había puesto arrepentido de los que me ponía porque seguramente por alguna de aquellas niñas sentía algo más, y de ahí su remordimiento. Eso fue lo que le conté a Lourdes que lamentó lo sucedido.
Sin embargo le rogué que le diera a Víctor otra versión. Luis no había dejado de escribirme a pesar de la ruptura y aunque yo quería evitarlo no sabía como dejarle claro que si él ponía fin es porque era el fin de nuestra relación. Ya no podíamos volver atrás al nivel 1 “amigos”. Por eso le pedí a Lourdes que le dijera a Víctor que era muy difícil llevar la relación en la distancia y nos habíamos dado un tiempo. Oficialmente era el motivo. Pero yo ya había decidido desde antes de subirme al autobús tras despedirme de él que nunca más Luis y yo seríamos pareja.
¿Ya no lo quería? Qué absurdo. Lo echaba de menos ya mientras aún lo tenía clavado en mí en aquella habitación de hotel en un amanecer lluvioso de diciembre. Lo quería entonces y lo seguí queriendo después. Esa ha sido mi losa durante muchos años. Pues por muy graves que fueran sus errores yo tuve esa visión de que yo también me había equivocado repartiendo las culpas. No soy de esas personas que sólo ven la paja en el ojo ajeno. Pero tampoco estaba dispuesta a sufrir en la distancia.
Si Luis había decidido romper la relación yo aceptaba y apoyaba su decisión intentando dejarle claro que romper era acabar para siempre. Pero la huella que aquellos meses me había dejado me iba a acompañar por mucho tiempo. De hecho, todos mis errores cometidos me iban a llevar a evitar otras relaciones en un futuro. Por más que lo intentara me iba a pasar gran parte de mi vida comparando cada relación que empezaba con lo vivido con Luis y pensando qué habría pasado si no me hubiera inventado aquel desliz de una noche de borrachera y le hubiera preguntado abiertamente por las relaciones que había tenido. Que confesara sin más y yo viera de qué pasta estaba realmente hecho.